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Argentina: Docentes universitarios anuncian paro total para el miércoles ante la falta de respuesta del Gobierno

El secretario general de SIDIUNLaR, Diego Morales, confirmó una jornada de visibilización y lucha el martes y un paro total de actividades el miércoles. Reclaman la promulgación de la ley de paritarias y una urgente recomposición salarial.
El secretario general del Sindicato de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de La Rioja (SIDIUNLaR), Diego Morales, anunció que el próximo martes se realizará una jornada de visibilización y lucha, mientras que el miércoles se concretará un paro total de actividades en todas las dependencias universitarias.

Morales explicó que el Gobierno tiene plazo hasta el lunes para promulgar la ley de paritarias, y expresó su expectativa de que se cumpla con ese compromiso. “Venimos visibilizando esta lucha desde hace mucho tiempo. No se cumplió la ley de paritarias y los salarios docentes son insostenibles”, señaló.

El dirigente destacó además que la adhesión a las medidas de fuerza alcanza entre el 80 y el 90 por ciento cuando el paro es efectivo. “A los docentes les cuesta parar porque tienen una gran vocación, pero la realidad salarial es muy difícil”, sostuvo.

Morales remarcó que la protesta no tiene vínculos con el calendario electoral y pidió no usar “la excusa de la corrupción para desprestigiar a las instituciones”. “Nuestro único partido es la universidad”, afirmó.

Finalmente, destacó que el reclamo se sostiene con el compromiso de mantener el equilibrio entre la defensa de los derechos laborales y el respeto por la continuidad educativa. “Queremos una universidad con estudiantes y docentes, por eso cuidamos ese equilibrio. Confiamos en que la lucha tenga resultados”, concluyó.

https://nuevarioja.com.ar/sociedad/docentes-universitarios-anuncian-paro-total-para-el-miercoles-ante-la-falta-de-respuesta-del-gobierno.htm

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CLADE, Campaña Mundial y Campaña Brasileña inciden en la ONU por el derecho a la educación de niños y niñas

CLADE, Campaña Mundial y Campaña Brasileña inciden en la ONU por el derecho a la educación de niños y niñas

El objetivo fue apoyar a la creación de un Protocolo Facultativo a la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) para llenar vacíos legales y establecer un derecho claro a la educación gratuita desde la primera infancia hasta la secundaria

Durante reunión realizada el 1 septiembre en Ginebra (Suiza), la Campaña Global por la Educación (CGE), la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (Clade) y la Campaña Brasileña por el Derecho a la Educación expresaron en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, su apoyo a la creación de un Protocolo Facultativo a la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), centrado en el derecho a la educación en la primera infancia, la educación preprimaria gratuita y la secundaria gratuita.

Según las organizaciones, la educación pública y gratuita es la única capaz de garantizar equidad e inclusión, especialmente para niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad. Datos de la Unesco muestran que cerca del 70% de los niños del mundo viven en países donde no se garantiza la educación preprimaria o secundaria gratuita, lo que deja a millones sin acceso por los costos directos e indirectos.

El protocolo busca reforzar la CDN, llenar vacíos legales y establecer un derecho claro a la educación gratuita desde la primera infancia hasta la secundaria. También permitiría que individuos o grupos presenten peticiones al Comité de los Derechos del Niño en casos de violaciones, fortaleciendo mecanismos de protección y rendición de cuentas.

Las entidades subrayan que, aunque facultativo, el protocolo sería una herramienta efectiva: los Estados que lo elaboren, firmen y ratifiquen demostrarán un compromiso real, mientras que para los que no lo hagan servirá como guía normativa y base para la incidencia de la sociedad civil.

En palabras de Andressa Pellanda, representante de la Campaña Brasileña y la CLADE, “cada año de retraso niega a millones no solo educación, sino también dignidad, oportunidad y esperanza”.

Declaración conjunta: la educación de niños y niñas desde la primera infancia hacia la secundaria

Durante la reunión, las organizaciones presentaron una declaración conjunta ante al Grupo de Trabajo Intergubernamental de Composición abierta del Consejo de Derechos Humanos de la ONU manifestando los detalles del incentivo “ a la elaboración del protocolo, con enfoque en el derecho a la educación en la primera infancia, preprimaria y secundaria gratuita”

RED CLADE

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2025/09/clade-campana-mundial-y-campana-brasilena-inciden-en-la-onu-por-el-derecho-a-la-educacion-de-ninos-y-ninas/

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Ley con sello, pero sin billete: Milei se prepara para promulgar y suspender el financiamiento universitario

El Gobierno nacional avanza con el decreto para promulgar la ley de financiamiento universitario aprobada por el Congreso hace poco más de una semana.

Sin embargo, su aplicación quedará en suspenso: al igual que ocurrió con la norma que declaró la emergencia en discapacidad, el Ejecutivo pedirá al Parlamento que defina de qué partidas saldrán los fondos para cubrir los nuevos gastos.

El pasado 2 de octubre, el Senado rechazó de manera contundente los vetos presidenciales a dos leyes clave: la de Emergencia Pediátrica —conocida como Ley Garrahan— y la de Financiamiento Universitario. Con esta votación, ya son tres los vetos de Javier Milei que no lograron sostenerse en el Congreso.

A pesar de ello, la Casa Rosada prepara la promulgación formal de la norma en los próximos días, aunque sin habilitar los recursos para su ejecución.

Según cálculos de la oposición, la actualización de fondos para las universidades representa un gasto adicional del 0,14 por ciento del PBI (1.059 millones de pesos). El oficialismo, en cambio, eleva esa cifra a más de 1.500 millones de pesos.

El antecedente inmediato es el decreto 681/25 firmado el 22 de septiembre por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que oficializó la ley de discapacidad.

Allí se argumentó que el Congreso había omitido precisar el origen del financiamiento para cubrir los gastos que la norma implicaba.

Ahora el Gobierno insiste con la misma postura: que sea el propio Parlamento, a través de la discusión del Presupuesto 2026, el que establezca cómo se incrementarán los recursos.

En este marco, se descarta reasignar partidas del presupuesto vigente o realizar ajustes retroactivos por inflación.

No obstante, hubo reconocimientos puntuales: la Universidad Nacional de La Plata recibió 4.000 millones de pesos como compensación por el aumento de sus gastos tarifarios.

Mientras tanto, desde la oposición crecen las presiones para que el Ejecutivo cumpla con lo aprobado.

El 6 de octubre, Elisa Carrió envió una carta documento a Francos exigiendo que se reasignen las partidas necesarias para garantizar la aplicación de la Ley de Emergencia del Garrahan, ratificada días antes por el Parlamento.

El Gobierno, sin embargo, se respalda en el artículo 5 de la Ley 24.629, que establece que toda norma que autorice gastos debe prever expresamente su financiamiento.

En caso contrario, su ejecución quedará suspendida hasta que las partidas sean incorporadas al presupuesto nacional. Con ese argumento, el oficialismo transfiere la responsabilidad a la oposición, que consiguió la mayoría agravada para rechazar los vetos presidenciales.

De esta manera, la estrategia oficial busca evitar un conflicto judicial inmediato y trasladar la discusión al debate presupuestario.

Según lo estipulado por la normativa citada, cualquier reconocimiento de derechos derivados de estas leyes solo tendrá eficacia a partir de la sanción de la futura ley de presupuesto en la que se contemplen los recursos necesarios.

https://www.agencianova.com/nota.asp?n=2025_10_12&id=159050&id_tiponota=4

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Argentina: Con una caravana, docentes activaron un plan de lucha para exigir mejoras en el presupuesto

Con una caravana, docentes activaron un plan de lucha para exigir mejoras en el presupuesto

Las y los docentes de Córdoba realizaron una caravana en rechazo al Presupuesto 2026 presentando por el gobierno de Javier Milei. La Unión de Educadores de la Provincia (UEPC) advirtió que el financiamiento presentado en el plan económico «anula todos los artículos por los cuales se garantiza el sistema educativo».

La movilización marca el principio de una serie de acciones que se enmarcan en un nuevo plan de lucha, acompañado por gremios de trabajadores universitarios. El martes próximo el sindicato adhiere al paro nacional por 24 horas. 

En una conferencia de prensa realizada este martes, el secretario General Roberto Cristalli afirmó «lo que está consolidando el presupuesto presentado por el Gobierno nacional es el corrimiento del rol del Estado como garante del servicio educativo en todo el país».

Bajo la consigan «La escuela enseña y construye esperanza», UEPC solicitó una nueva Ley de Financiamiento Educativo, la restitución del Fondo de Incentivo Docente (Fonid), que el Ejecutivo ponga en marcha la paritaria nacional y la continuidad del régimen jubilatorio.

https://lmdiario.com.ar/contenido/495271/uepc-activo-su-plan-de-lucha-docentes-realizaron-una-caravana-para-exigir-mejora

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Escribir en el caos. A propósito de El temblor de las ideas

Diego Sztulwark tuvo una idea temible: que yo tenía algo para decir sobre un libro que me gustó mucho y que eso que tenía para decir podía interesar a alguien. Con esos presupuestos en mente hizo una invitación y me pregunté si el temblor había llegado a estas ideas también. Sin embargo, acá estoy, así que pueden inferir con algún grado de certeza que acepté. Si lo hice, es por la amistad y la confianza que tengo en su capacidad de detectar lo inesperado y lo que se oculta al pensamiento. Entonces voy a leer lo que salió. Quiero solamente detallar algunas cosas que el libro de Diego me empujó a pensar. Divido rápido: voy a decir una cuestión sobre la escritura, una sobre la nominación o los conceptos, una sobre la vida. Brevemente, y si tuviera que terminar acá, en esos tres puntos (lo que podemos llamar drama) se nos juega la existencia en toda época, pero más en esta, y el libro de Diego es una hermosa lección sobre cómo prolongar nuestra existencia. Pero hay que justificar lo dicho y cerrar acá es un bajón, así que digo algunas cositas más.

I

Naturalmente, empiezo por la segunda, la cuestión del nombrar o de los conceptos. Desde su título, el tema central del libro es el problema de las ideas políticas en tanto categorías o nombres. Problema, entonces, de un lenguaje que ya no designa a su referente. Un vacío de sentido que Diego llama “trampa”. De modo que los primeros cinco capítulos del libro parecen desplegar una interrogación menos propia de Lenin que de Martínez Estrada. “¿Qué es esto?” como el pensamiento sobre una irritación. “Esto” que es algo que violenta al pensamiento: agresión, cuestionamiento y también refutación, dice Diego. Pero el valor de la formulación específica de esta pregunta radica en que no se atiene a los efectos prácticos (superestructurales) de la refutación, sino que aborda su contenido cognitivo, su capacidad para desquiciar al pensamiento en sí. Lo digo de otro modo: no es un determinado discurso sobre el mundo, sino el mundo mismo el que se ha vuelto ilegible. Símbolos desmentidos, pero no sin que el propio discurso de desmentida caiga en la volteada. La pregunta “¿qué es esto?” no parece abarcable desde el lenguaje político, ni el económico, ni el sociológico, ni el psicoanalítico…

El libro, entonces, da un paso atrás y propone un recorrido que empieza en la interrogación por los sentidos de la perplejidad —el grado cero, la inmovilización del pensamiento y la acción. La perplejidad argentina parece tener una larga historia propia, pero me da la impresión que tiene asiento propio y casi único en nuestra percepción desde la pandemia. En la perplejidad de la política, los nombres se multiplican al infinito: fascismo, posfascismo, ruptura del pacto democrático, derechización. En último término, una discusión desdramatizada que revela el fracaso de los conceptos, su impotencia para conectar con causas materiales. Sin embargo, decirle singularidad, novedad, impensable, el horror, ahora decimos nosotros, es sacarle el culo a la jeringa. Walter Benjamin decía que este tipo de asombro no está al principio de ningún tipo de conocimiento. Esto empuja, se impone como algo a ser pensado y, como tal, nombrado. La nominación aparece entonces en El temblor de las ideas como una experiencia de pensamiento, como un tránsito inevitable para evitar tanto el desquicio como la disolución.

El concepto de una situación nombra ante todo su tono afectivo —de esto voy a decir algo más adelante, ténganme paciencia que al final no es tan corto. Vuelvo: se escuchan, al promediar el libro, los ecos de 2001: estallido, implosión, catástrofe, desastre. Y ahora también —el libro sigue más allá del libro, se suman palabras, presentaciones y reseñas— “fenómeno de desecación”. Pero esta tarea de nominación, necesaria para darnos existencia, naufraga como pensamiento cuando se estabiliza, cuando se detiene creyendo haber llegado a buen puerto. Serían necesarios conceptos plásticos que nos permitan distinguir “qué sucede en lo que sucede”. Sería, entonces, necesario un oxímoron: conceptos que no capturen, que no inmovilicen, porque lo que sucede está en pleno movimiento y se prolonga más allá de sí mismo. Dice Diego que la noción de conocimiento en Marx, ligada a la praxis, requiere, más que una producción de saberes sobre el mundo, de unos presentimientos y premociones que “actúan por contigüidad de lo que se ve y se escucha”.

En El temblor de las ideas se dice que un aspecto central de Kafka es su capacidad de narración no categorial, la ausencia de conceptos en su escritura. Ahí estaría su potencia como artefacto de interpretación coyuntural en un momento en que en la coyuntura mucho pasa y nada sucede. En El temblor aparece, entonces, una promesa: una escritura desde la que es posible “arrancarle al caos pedazos consistentes”, precisamente porque en su literatura y en sus Diarios son los personajes, móviles, vitales, los que se convierten en imagen del pensamiento. Kafka aparece entonces como clave para ser escriba del desierto, narrador de la intemperie. Justamente porque no se trata de “ver” lo que no hay, sino de captar la oscuridad continua que constituye a esa nada.

II

¿Cómo se estabiliza algo de este caos nominativo en el pensamiento? A esta altura parece trillado hablar de la ilusión mítica de la “nada” como recomienzo, de la “tabula rasa”, de las figuraciones alucinadas del desierto como espacio de libertad o lienzo. No hace falta ir a Radiografía de la Pampa, alcanza con leer algún chiste kirchnerista sobre el “ingenuo toninegrismo”, o el desprecio por las filosofías del acontecimiento y el 2001. De acuerdo: sin embargo, intemperie hay. ¿Qué tipo de escritura puede, entonces, no ser ilusoria, o megalómana, o alucinada, o solipsista, o proyectiva? Nuevamente, Diego encuentra en su Kafka una tonalidad afectiva posible para hablar con y en el desierto. Escribir quiere decir entonces otro oxímoron: captar de qué está hecha la nada. ¿De qué está hecha la intemperie que vivimos, qué bichos horribles la pueblan? Más que a toda ilusión restaurativa o de desplome y resurrección, se parece a lo que escribió Cormac Mac Carthy en La carretera: un padre y un niño que caminan “al Sur” bajo una insoportable pregunta, “¿somos los buenos?”. No hay más coordenadas, es lo que hay. Certezas plenas de existencia y total desconcierto acerca de en qué sentido se lo hace. Hay camino, paranoia, tortura, humanoides grotescos, y mucha, pero mucha espera. Y un hilito de conversación que es lo único que sostiene punta a punta la novela. Paso, entonces, al segundo punto que me interesó de El temblor: qué tipo de escritura es precisa para vivir esta época.

Pareciera que es necesario escribir, narrar para darse la vida. “Ante la imposibilidad de escribir, escribo”, dice Kafka en sus Diarios. No es sólo una reivindicación de la persistencia, sino una observación más aguda sobre la dificultad de jerarquizar, ponderar, elegir una cosa sobre la otra, de conocer de antemano si habrá algo de común con quien lee o si, por el contrario, estaremos frente a la comprobación de lo que nos sucede es privado, incomunicable. Dificultad, entonces, para desarmar la confusión en fragmentos, como Funes, el memorioso. Deleuze y Guattari describían así a la angustia: un pensamiento que se escapa de sí mismo, una idea que se pierde, velocidad infinita que “se confunde con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa que recorre”. La imposibilidad parece ligarse a la sensación de un mundo excesivo, poblado de sombras infinitamente veloces, indistinguibles, que enmudecen el pensamiento y lo vuelven paranoico sobre su propia capacidad. Diego escribe imaginando el propio fracaso de su proyecto, imaginando esa angustia (la nuestra) y eso hace “que todo le salga bien, como en un sueño”, como decía Max Brod de su amigo Franz. Solo a condición de permitirnos perder nuestras ideas —de escribir nuestra pérdida— las encontramos, tal como, según Benjamin, sólo por los desesperanzados nos es dada la esperanza.

Una escritura así es para Diego una “literatura menor” que puede “abrir una entrada a la madriguera”, perforar el bloqueo a nuestras ideas, darnos aire para pensar. Permitirnos inaugurar un proyecto de vida. Un amigo le dice “consistir”. No es poca cosa, che, miremos la letra chica. Espanto ante las condiciones: una escritura así aparece, para Diego, marcada por la invención de un problema propio —donde quedó agotado el del padre— y por el borramiento del nombre, el borde con la anonimia —un autor así pasa a ser casi nada: una inicial, K. ¿Estamos en condiciones de asumir estas premisas en serio? Esto requeriría de cada uno de nosotros caminar por la cornisa, poner en juego la intimidad de problemas serios, nuestros, que, como al Ulises que imagina Kafka frente a las sirenas, no sabremos nunca si al escucharlos obtendremos nuestra salvación o nuestra locura. Al mismo tiempo, ¿estamos en condiciones de disolvernos en mero soporte o agente de una problematización colectiva? Si hay “pregunta generacional” o de época, permitámonos dudar si es que la hay, no tengo duda de que sólo puede hacerse en estas condiciones. En las posibilidades inimaginadas para asumir un dramatismo del pensamiento íntimo que se abre a otros, sin construcciones de máscaras ni retóricas. En el que los problemas no nos son dados, sino que son nuestros (personales) a formular. Sólo después de escribir sabremos si encuentran algo o alguien, o se disuelven en la nada incolora. Entonces: máximo de dramatismo individual sin resto narcisista. Fuera de época.

Horacio González recuperaba en Martínez Estrada la invención de la figura del “lector con miedo”. Se trata de aquel que en vez de leer “el Facundo o el Martín Fierro como cuentos pintorescos y divertidos” (las palabras son del propio Martínez Estrada) los podía leer como premoción de un conflicto irresuelto, de un destino terrible por venir, por contigüidad con el presente. En El temblor se postula al escritor con miedo (y su tradición): aquel que no narra la destrucción presente como escenario para un divertido y pintoresco proyecto personal, sino quien narra su propia y enloquecida premonición bajo la “pequeña y absurda esperanza” de que encuentre a un otro irresuelto.

III

Último, ya termino. En la que sería su última intervención pública, Javier Trímboli dijo que “no vinimos a este mundo a ser felices”. Javier no dejaba de preocuparse, como Benjamin o Adorno, aunque más al estilo de Pasolini, por la irreversibilidad de la soldadura que el capitalismo contemporáneo había ejercido entre felicidad y consumo. La búsqueda de la felicidad resultaría, paradojalmente, en un insoportable solipsismo. A la oración se la puede aproximar a la entrega militante o a la angustia existencialista. Para lo que quiero decir acá, poco importa. Miremos de cerca. La oración es privativa, negativa: a eso no vinimos. Entonces… ¿a qué? ¿Qué afecto nombra lo que vivimos hoy y lo que venimos a “hacer a este mundo”? En este sentido, y del único modo en que podría decir de qué trata, El temblor es también un mapa de los afectos de la época. De posibilidades impensadas y otras sobreestimadas. Un mapa que queda impreso a pesar de sí mismo, como apéndice de un doloroso recordatorio de algo que no fue pensado a tiempo.

La teoría política suele pensar en términos de “principios generadores” del cuerpo social. Esto equivale a decir que a una época se la comprende en sus virtudes y bloqueos sólo entrando en conexión con un tipo de deseo que la mueve hacia algún lado. Ahora, ¿qué ocurre cuando estamos, dice Diego, a la espera, entrampados? Lo que salta a la vista en este “examen de conciencia” es una profunda experiencia de la desesperación. A la luz de este problema, digamos, acerca de qué es y qué puede ser la desesperación, la velocidad de las cosas aumenta exponencialmente hacia el capítulo final del libro. Las preocupaciones de Spinoza son relevadas por Kafka. Del “rodeo por Spinoza” althusseriano para entender a Marx más allá de Hegel, pasamos al “rodeo K” para entender a Spinoza, aquel libro dos de la Ética, en tiempos de afectos desquiciados, en que la idea de autonomía encuentra su trampa. Lo que Diego llama rodeo K, si entiendo bien, es entonces también una pregunta por el optimismo con el que parecía venir la noción de potencia (y también por su cínico descarte) en una larga tradición en la que nos encontramos con amigos y amigas. La estrategia de las “pasiones alegres” parece malograr su balance. Vamos a la Ética, libro dos, y no encontramos nada: sólo está ahí definida la esperanza. Pero, como su inverso (afecto de quien “no puede ya esperar”), Diego encuentra la necesidad de describir su dinámica. Sólo tanteando en el reverso de la desesperación, de entender sus conexiones, estaremos en condiciones de entender “qué sucede en lo que sucede”.

Llegamos a los versos finales: estamos ante la ley y ante nuestro temor a cruzar la puerta. Como en un cuento de Borges, toda escena, la vida entera se vuelve Ante la ley. Se multiplican las puertas: están por todos lados. Son la gramática misma de un mundo desesperado. Me animo a agregar una, con aclaración. Al pensar este mismo problema y cómo lo pensaba nuestra cultura, Trímboli se irritaba con la “felicidad del desalienado” que aparecía festejada en la exitosa Perfect Days, de Wenders. Película sin dramatismo, sin miedo también, sin guardián. Felicidad asequible sin ningún tránsito. Si Javier tuviera razón, entonces hay que ver Vivir, de Kurosawa, como muestra un Japón inverso, territorio de la espera. Frente a la condena a muerte, el protagonista elige finalmente vivir, y solo ahí. Cruza la puerta sólo ante la posibilidad cierta de fracaso. La vida se define ahí como hija directa de la desesperación. Entonces tenemos que agregar una adenda a las coordenadas con las que pensamos nuestras vidas y la política por largos años: la desesperación y el dolor engendran procesos cognitivos colectivos. Pero sólo si es a través de la necedad y el «fracaso» que es propio de quien camina por la cornisa sin caer del otro lado.

Si el temblor desdibuja las coordenadas autonomistas, su método y lenguaje, sólo es posible “apegarse agónicamente a la autonomía”. Diego descubre en Kafka la única posibilidad de sostener un izquierdismo ante su bloqueo, sin abandonarlo: abandonar sus lenguajes y clichés para que retorne a nosotros en sus intuiciones y premoniciones verdaderas, en su indudable presente.  Y desde allí reescribe su tradición intelectual y militante: como historia de las una, dos, mil entradas posibles a la madriguera.

Hace poquito un familiar muy cercano me contó un chiste conocido, que dice que la diferencia entre un francés y un judío es que el francés se va sin despedirse y el judío se despide sin irse nunca. Si digo esto no es para pedir una columna de humor en la radio, sino para pensar por qué Diego insiste en la idea de un escritor que nace en el uso “artificial” de una lengua ajena en la que no puede no escribir. Pues bien: para el judío “sin pueblo” quizás no se trata de irse, pero tampoco de despedirse. No irnos cínicamente del lenguaje, no vivir en estado de despedida. Buscar la hendija que queda para meter un pie, guardar un huequito a ver si un día nos le animamos.

*Texto leído en la presentación del libro El temblor de las ideas, de Diego Sztulwark, el 27 de agosto de 2025 en La tribu.

Fuente de la información e imagen:  Lobo Suelto

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Entrevista: Diego Sztulwark: “Estamos buscando una salida donde no la hay, que no preexiste, que debemos inventar”

Amador Fernández Savater en El Salto Diario

Diego Sztulwark sintió, con la victoria de Milei en 2023, una auténtica sacudida política, intelectual, vital. ¿Cómo pensar lo que suponía esa victoria, cómo pensar realmente, es decir, no aplicando saberes previos? Se imponía un trabajo de escucha, de observación, de invención, y Kafka apareció ahí como el mejor aliado.

¿En qué tipo de bicho nos hemos convertido? ¿Qué tipo de metamorfosis hemos experimentado? ¿Qué amenazas acechan a este nuevo cuerpo, qué nuevas potencias lo habitan? Gregorio Samsa, la sociedad argentina, todos nosotros como objetos de mutación antropológica brutalista de las nuevas derechas, debemos hacernos urgentemente estas preguntas para sobrevivir.

La lucha de clases es una actividad cognitiva. Es a través de las luchas colectivas que nos enteramos de quiénes somos verdaderamente

Diego Sztulwark escribe, interviene en medios de comunicación, coordina talleres de lectura y pensamiento, pero es fundamentalmente un lector. Un lector implicado en la lucha de clases de su tiempo, en el conflicto social que lo atraviesa todo. Porque también la lucha de clases es una batalla entre lectores, entre diferentes lecturas de la realidad.

Diego, te presenté como lector. No tanto un militante que lee, que busca en la lectura herramientas de lucha, como un lector. Un lector que lucha, que lucha en tanto que lector. Sé bien que te puede inquietar esta presentación, que se imagine al lector como una figura aislada, desimplicada de lo que sucede. Y a la lectura, como una actividad esencialmente contemplativa, desconectada, sin efectos. Querría entonces comenzar hablando un poco de esto, que me precises la presentación con tus propias palabras. ¿Qué puede un lector en/de la lucha de clases?
Bueno, la lucha de clases —entendida en un sentido abierto, amplio, complejo y abarcativo— es una actividad cognitiva. Es a través de las luchas colectivas que nos enteramos de quiénes somos verdaderamente. Pues son ellas las que, contra los dispositivos de apropiación del tiempo de vida de los grandes colectivos humanos, nos permiten reconocernos como sujetos de potencia.

Maquiavelo enseña que la ciudad es el espacio de una división política entre lo que él llama “humores”: los grandes que desean dominar, y el pueblo que no quiere ser dominado. Un lector de la lucha de clases es, ante todo, alguien que busca conocerse como parte de una trama transindividual. Alguien que desea elaborar y compartir estrategias en una ciudad irremediablemente dividida.

Leer entonces es descifrar signos, pero también buscar cómo incluirnos en el juego de las fuerzas del mundo. Las grandes lecturas en este sentido —El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Marx, Los siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui o La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez de Rita Segato– encuentran, a partir de señales dispersas, un entretejido de situaciones que nos sorprenden y nos ayudan a comprender.

Yo he seguido estos últimos años a unos pocos lectores privilegiados: al filósofo argentino León Rozitchner y sobre todo a Franz Kafka. Ambos leen el mundo a partir de sus propios afectos.

Puedo entender la elección de Rozitchner, que escribió muy directamente sobre política (Malvinas, la dictadura argentina, el terror), pero ¿por qué Kafka? ¿En qué sentido Kafka es un lector de la lucha de clases, de esa división social que explica Maquiavelo?
Ya Deleuze y Guattari habían dicho que Kafka, en cuanto escritor, era un hombre político porque no dejaba de crear estrategias. Creo que se lo puede leer como se ha leído El príncipe de Maquiavelo: buscando saberes aptos para lidiar con fuerzas adversas, y para no ser destruidos en medio de la noche de la política actual, en la que el desprecio extremo por la vida funciona como condición de posibilidad para afianzar los mecanismos de explotación social.

En la hipersensibilidad de Kafka aparecen todo tipo de reparos ante la presencia de formas de poder presentes en las relaciones de pareja o entre padre e hijo… Es un maestro de la sensibilidad antifascista

En la hipersensibilidad de Kafka aparecen todo tipo de reparos ante la presencia de formas de poder presentes en las relaciones de pareja o entre padre e hijo, pero también de la presencia horrorosa que habita en la innovación técnica. Kafka es, en ese sentido, un maestro de la sensibilidad antifascista. Su fuerza de captación no es la de las ciencias sociales. Kafka conoce por medio del asombro, no de la cuantificación objetiva.

Y nos enseña a pasar del estupor a la imaginación activa trazando mapas de afectos. Es ante todo un lector. Un lector que escribe. En sus novelas inconclusas y en sus relatos, pero también en sus cartas de amor y en sus diarios, realiza ejercicios de discernimiento —ante sus amantes, su familia o su trabajo— a través de un lenguaje poblado por palabras simples, despojado de categorías.

No soy especialista en nada y menos que menos en literatura. No pretendo defender ninguna tesis sobre Kafka, sino proponer ciertas lecturas que permiten sostener la actividad de entendernos en medio de una ofensiva reaccionaria.

Pensar y entender la metamorfosis mileísta

Del mismo modo que Gregorio Samsa, hemos sufrido una metamorfosis y no nos hemos enterado. Una mañana nos levantamos y Milei estaba en el poder (su nombre expresa un cambio más profundo). En lugar de repetir saberes previos, hay que pensar. ¿Por dónde empezar? Tú citas la siguiente frase de Kafka: “Ante la imposibilidad de escribir, escribo”. ¿Qué significa para tí?
Me estoy refiriendo precisamente a las estrategias de Kafka. Prestar atención a las transformaciones que se operan a nuestras espaldas. Pensarlas física y afectivamente. Reconocer la mutación en nosotros. Averiguar cuáles son las potencias de este bicho en que nos hemos convertido.

Gregorio Samsa se resiste a admitir el cambio de cuerpo —ahora es un insecto que desde el punto de vista humano es repugnante—; persiste en su conciencia humana adhiriéndose al punto de vista del viajante de comercio que debe sostener a su familia. Para él, aferrarse a lo que fue —o a lo que cree que fue— puede ser una trampa mortal. Su cuerpo, de hecho, puede ahora nuevas cosas: puede trepar paredes. Pero deberá cuidarse de la manzana que le arroja su propio padre, y que acaba por matarlo.

“Alemania entra en guerra, por la tarde tengo natación”, escribió Kafka en 1914 en su diario. La vida está hecha de acontecimientos terribles entramados con el esfuerzo cotidiano de cuidar, de conservar, las propias fuerzas

Kafka lleva un diario. Trata de retener el tiempo que pasa. Se vuelve consciente de la importancia del tiempo de la escritura, que es el de la atención despierta. En una entrada de su diario de agosto de 1914 dice algo así: “Alemania entra en guerra, por la tarde tengo natación”. La vida está hecha de acontecimientos terribles entramados con el esfuerzo cotidiano de cuidar, de conservar, las propias fuerzas.

Anotar lo que no se entiende, registrar todo tipo de signos y detalles para orientarse, para pensar lo que (nos) pasa. ¿Qué significaría hacer una lectura intensiva de esos signos, leer los signos en tanto que afectos? 
Michel Löwy señala —en su libro Kafka insumiso— que, durante el día, como funcionario de una agencia de seguros de riesgo de trabajo de Praga, Kafka redacta fórmulas jurídicas, ensamblando el lenguaje con la ley. Pero de noche, el escritor hace de las suyas. Mientras su familia duerme, se dedica a desanudar las palabras de la máquina legal; indaga en torno a las fuerzas que operan sobre él. Procura discernir lo que apenas llega a comprender.

En algún sitio Kafka declara que piensa por imágenes. Imágenes que se le imponen con un poder mítico que lo paralizan y a las que debe responder con palabras —y a veces también, dibujando siluetas humanas—. Según Elías Canetti, por ejemplo, la novela El proceso no se entiende sino sobre la escena perturbadora de la ruptura de su compromiso con Felice Bauer. La clave interpretativa del tribunal que lo condena no debería buscarse en un sentido oculto, sino en un drama afectivo que pretende abrirse paso. En Kafka, las figuras tienen un correlato de intensidades vividas que son por naturaleza transindividuales.

Todo lo que se sabe de Fernando Sabag Montiel [autor del antentado contra cristina kirchner en 2022], incluida la descripción de los peritos psiquiátricos, cuaja a la perfección con el perfil del personal del mileísmo

Podemos tal vez aterrizar este “método kafkiano” en un momento de tu libro para entenderlo mejor. Uno de los signos, uno de los detalles que aferras en el libro para poder escuchar la “metamorfosis mileísta”, es el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner en septiembre de 2022, como si ese hecho (y sobre todo su autor) contuviese claves para pensar los fascismos de hoy. ¿Qué te permitió entender esa secuencia de hechos?
Sí, prestar atención a la sombría figura de Fernando Sabag Montiel, que atentó en septiembre de 2022 contra la entonces vicepresidenta, es un ejemplo bien concreto de este tipo de anotaciones kafkianas de las que estamos hablando. El personaje reúne, enredadas, una cantidad de cuestiones llamativas. Ya durante la pandemia, la derecha extrema prácticamente monopolizó la acción de performances públicas. Llevaron a la Plaza de Mayo guillotinas y bolsas mortuorias. Sabag es la saliente más extrema y torpe de una trama —en buena medida financiada por actores político-empresariales y alimentada por el mundo de las redes virtuales— que se plantea una relación mítica con la historia.

Como se ve en el libro de Irina Hauser Muerta o presa, se jugaba en él la pretensión de un acto viril —volverse un hombre “histórico” matando a una mujer percibida como poderosa—, y la ejecución de un asesinato como complemento de una acción “purificadora” que los medios de comunicación y el poder judicial no acababan —según él— de concretar (lo que finalmente se demostró falso, pues, como sabemos, Cristina Fernández está efectivamente en prisión producto de un proceso absolutamente cuestionable).

En Sabag Montiel se pone de relieve la locura de los cuerdos que acecha a la política (el peritaje psiquiátrico registra que Sabag Montiel tiene delirios de grandeza, pero es perfectamente consciente y responsable de sus actos). Todo lo que se sabe de él, incluida la descripción de los peritos psiquiátricos, cuaja a la perfección con el perfil del personal del mileísmo. De hecho, se ha hablado poco del papel del fallido atentado en el ascenso de Milei y su grupo al Gobierno.

El oscurecimiento de las percepciones

El fascismo 2.0 opera hoy, según dices, a través de un “oscurecimiento de las percepciones”. Precisamente del bloqueo de un entendimiento colectivo de las metamorfosis, las mutaciones, las transformaciones. ¿Cómo se oscurece, qué se oscurece? 
Se nubla la percepción y se entrampa la riqueza del lenguaje. Las dos cosas van juntas y actúan por igual como condición de posibilidad para una política de intensificación de la explotación social y de la naturaleza. Porque sin un lenguaje vivo —no en un sentido elitista o erudito, sino como lenguaje del colectivo real— no hay modo de discernir los afectos, ni mucho menos de volverlos potencia expresiva pública. Por supuesto, este oscurecimiento no ocurre en el vacío, sino en función de dispositivos de oscurecimiento.

Se habla mucho de los procesos sociales y psíquicos intensificados durante la pandemia. Procesos montados sobre innovaciones técnicas y de precarización laboral. Hay mucha literatura sobre capitalismo de plataformas, semiocapitalismo, tecno-feudalismo. También sobre la colonización que la inteligencia artificial ejerce sobre la existencia. En todos los casos se subraya una nueva desposesión por vía de la abstracción, en consonancia con el predominio de un tratamiento de la vida concebida como información.

El gobierno llamado progresista, que terminó en 2023, jugó —en consonancia con lo ocurrido en otros sitios— un papel en la deslegitimación general de las expectativas igualitaristas

Por otro lado, la última década en la Argentina no hizo sino acumular enormes frustraciones políticas. El gobierno llamado progresista, que terminó en 2023, jugó —en consonancia con lo ocurrido en otros sitios— un papel en la deslegitimación general de las expectativas igualitaristas. Fue incapaz de frenar la caída de los salarios e ingresos populares y el descrédito de la vida pública. La ofensiva radical-derechista ocurre en todos estos planos simultáneamente. Ella apunta a borrar toda comprensión crítica sobre los mecanismos de secuestro y vaciamiento de las instituciones democráticas: el desfinanciamiento de los servicios públicos, la destrucción del mercado interno, la colonización extractiva de la naturaleza y las capacidades humanas de la lengua.

Lo vemos hoy en forma concentrada con el genocidio y la limpieza étnica que lleva a cabo Israel en Palestina. Milei es de los pocos presidentes que abrazan emocionado al criminal Netanyahu. La derecha extrema habla de la defensa de la democracia ante la amenaza terrorista, de la legítima defensa ante el antisemitismo, de occidente como cuna del pluralismo y la libertad amenazada. Si no podemos disputar el sentido hiper-manipulador de estas y otras palabras para describir lo que ocurre en la Franja de Gaza, en Cisjordania y en otras partes del mundo, no tendremos tampoco palabras verdaderas para disputar el futuro.

Y sin embargo, el “intelectual kafkiano” no pretende la “iluminación” de este oscurecimiento. Eso sería más bien lo que pretende otro tipo de lector o intelectual que aparece en tu libro, el intelectual progresista. ¿Podrías distinguir al lector kafkiano del intelectual progresista según sus distintas operaciones, búsquedas? 
La ultra-derecha expresa un odio al mundo y acelera su aniquilación. Casi no hay quien se salve de ser etiquetado como woke, comunista, etc. Lo que se entiende como progresismo ha sido objeto, desde ese ángulo, de una crítica impiadosa. Como escribe Santiago López Petit, la crítica fascista fusiona diferencia a jerarquía. Pero ¿qué es el progresismo? Si lo entendemos como la postulación de valores políticamente correctos, no es difícil percibir en ellos una estafa. Pero existe una crítica de izquierda al progresismo –la única que suscribo– que le reprocha una concepción estrechamente cultural o identitaria de las ideas: palabras sin fuerza, retóricas que no apuntan ni se esfuerzan verdaderamente por ponerse a prueba para transformar materialmente estructuras.

Si no podemos disputar el sentido hiper-manipulador de estas y otras palabras para describir lo que ocurre en Gaza, no tendremos tampoco palabras verdaderas para disputar el futuro

La idea de “iluminar” la oscuridad me parece propia de ese progresismo. Como si la luz irradiara del buen pensar. El realismo kafkiano, por el contrario, identifica el absurdo como un obstáculo peculiar a la claridad visual de tipo racionalista. Situado en el corazón mismo de lo real, le da poder a las cosas del mundo frente al sujeto que mira. Lo otro de la oscuridad no sería entonces el iluminismo, sino la producción que engendra sentidos. No la clarificación categorial, sino la sospecha de la condición ambigua de las cosas del mundo. La oscuridad que difunde la derecha extrema tiende a descomponer las capacidades populares para plantear —y resolver— problemas.

El planteamiento de la ultraderecha es lineal. Consiste en aplanar la realidad sobre los mecanismos del mercado. Y en reprimir, mediante lo que Alejandro Horowicz denomina “crueldad estratégica”, sus “fallos”. Estos “fallos” de mercado son, no obstante, el testimonio de lo que antes llamamos —kafkianamente— lo absurdo: la presencia del inconsciente y de las resistencias sociales sobre la esfera del intercambio mercantil. Por eso, ambos, las formas del deseo y las luchas del trabajo, son objeto de desprecio y represión por parte de la derecha extrema.

Con Kafka, ver es siempre un ver nublado. Su realismo es el realismo de la no adecuación entre ley y razón. Su idea del “ver” no es la de la encuesta y el focus group, ni la de quien comprende la lógica subyacente, sino la del sujeto que alcanza una extranjería, y percibe lo que percibe por estar llegando —o más bien partiendo, como ha dicho Judith Butler—, formulando las preguntas incómodas propias del forastero. El “kafkismo” —si tal cosa existe— procura verdades no lineales, aquellas que precisan de artificios ficcionales para ser captadas.

La trampa o la imposibilidad de politizar la desesperación

El lector kafkiano está “entrampado”, dices, debe asumirse “entrampado”. Kafka enseña a leer la trampa, a leer la trampa en la ley. ¿Qué es la trampa? ¿Estamos en una trampa o en muchas? ¿Por qué asumirse entrampados puede ser una potencia?
Sí, leído desde hoy, Kafka se nos aparece como el escritor de la trampa. Sus héroes carecen de una potencia suficiente para revertir las injusticias. Kafka es el escritor obsesionado por las puertas que no se pueden cruzar. Como ha visto Marthe Robert, no deja de arrojar celadas a sus personajes y a sus lectores. Sus héroes buscan una salida donde no la hay. En carta a Milena Jenseká, Kafka escribe: “Mis pulmones y mi cerebro hacen tratativas a mis espaldas”. Su relación con el lenguaje es asunto de respiración.

A fines de 2022, se hizo evidente que el lenguaje de la política había quedado completamente separado de una desesperación colectiva, motivada por la incapacidad de detener la degradación de ingresos populares

El temblor de las ideas comienza a ser escrito mentalmente a fines de 2022. Por entonces se hizo evidente que el lenguaje de la política había quedado completamente separado de una desesperación colectiva, motivada por la incapacidad de detener la degradación de ingresos populares. Cuando la política deja de ser el lugar en el que se formulan, si quiera de modo indirecto y mediado, los problemas colectivos, su lengua queda neutralizada. (Sin esa separación entre mundo político profesional y malestar colectivo no se entiende cómo fue engendrado el mileísmo).

La trampa separa funciones sociales, pero también provoca una escisión dentro de cada quien. Mientras el mundo nos transforma en insectos, lo que queda de una conciencia convencionalmente democrática repite como un mantra impotente que “la política sirve para transformar la realidad”. Mientras el deseo de transformar no se haga cargo de esta situación paradojal, que vacía el lenguaje que se quiere transformador, la trampa seguirá operando.

Kafka no habló sobre la política de su tiempo y no pretendo que haya anticipado algo del nuestro. Pero creo en el derecho del lector latinoamericano a manotear el archivo europeo y usarlo aquí según sus propios fines. Así leído, Kafka nos ofrece una perspectiva para comprender la dimensión política de la trampa.

En La ofensiva sensible, escrito durante la etapa macrista, nombrabas el malestar social como “síntoma”, hoy lo haces como “desesperación”. ¿Es una cuestión de términos o hay algo más? 
La ofensiva sensible pensaba el triunfo de Macri luego de 12 años de kirchnerismo, a 14 de 2001. La derecha se ofrecía como friendly pero asesinaba a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel. Tras del rostro amable, se desnudaba su rostro siniestro. En una primera presentación, daba lecciones sobre buenos modales y orientación a emprendedores; luego, autorizaba al Estado a matar en nombre de la defensa de la República concebida como propiedad privada. Pero el mileísmo (que tiene la misma ministra de seguridad que Macri) no tiene rostro amable. Es, de entrada, la celebración de la ferocidad. Durante lo que va del mileísmo, las tentativas por buscar una salida supusieron convertir la impotencia en el despertar de un conatus colectivo. Lo que la palabra desesperación permite es recobrar el impulso para perforar el muro de la imposibilidad.

Mientras el mundo nos transforma en insectos, lo que queda de una conciencia convencionalmente democrática repite como un mantra impotente que “la política sirve para transformar la realidad”

Hay una segunda trampa en tu libro, yo diría, que es la trampa “democrática”, que nos encierra en una alternativa infernal: hay que defender la democracia de la ultraderecha, pero defendiendo esta democracia, incapaz de transformaciones profundas, se alienta el caldo de cultivo que permite la ultraderecha. 
Paolo Virno habla de la impotencia contemporánea estudiando la condición paradojal de la fuerza de trabajo del capitalismo actual. Por un lado, nunca estuvo tan asistida en términos de calificación, complejidad técnicamente y tan conectada desde el punto de vista de la comunicación. Y por el otro, nunca pesó tanto la incapacidad para articular esa potencia de un modo autónomo. La potencia del trabajo es, por el momento, sólo articulable por y para el capital.

Lo mismo sucede con la democracia. Si se actúa en ella hay que aceptar las restricciones explicitas o implícitas que la subordinan a los requerimientos del capital en un momento de crisis o de transición (en el caso argentino esto es evidente a partir, por ejemplo, del mecanismo de la deuda nacional). Si se quiere actuar dentro de la democracia, es preciso imponer reformas; pero apenas se intentan, por mínimas que fueran, hay que afrontar la acusación de “violentos” (o terroristas).

No hay modo de democratizar la sociedad si se respetan las restricciones que han sido impuestas bajo su nombre. No hay política democrática sino contra la democracia como régimen de la impotencia.

La batalla cultural: ¿qué, cómo y desde dónde lee la ultraderecha?

La lucha de clases es (y ha sido) una lucha de lectores y lecturas. La extrema derecha lee, está hoy leyendo, y con mucha eficacia, la época. Creo que eso se desprecia y no se piensa a fondo, pero está muy presente en tu libro. Los intelectuales de derechas son lectores en una batalla: la “batalla cultural” (de gran eficacia política). ¿Cómo se plantean, en tanto que lectores, esa batalla cultural? 
Lo que la ultraderecha llama “batalla cultural” es una actividad propagandística en y desde las redes. Consiste en leer la biblioteca de las izquierdas y denunciarla como el origen de las perversiones contemporáneas. Según esto, Gramsci sería el responsable de un ataque “cultural” de la izquierda a la sociedad, Marcuse de politizar el “deseo” contra las convenciones burguesas y Foucault quien generalizó la “resistencia” a todas las situaciones —microfísicas— imaginables. Laclau sería por último el inventor de la estrategia que reúne esa multiplicación conflictiva en un momento “populista” de la política. Su propuesta consiste en combatir toda micro-disidencia e invertir a Laclau —ligando a los sujetos con el discurso político a partir de un sentido contra-revolucionario del conflicto—.

La derecha de Macri se ofrecía como friendly pero asesinaba a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel. El mileísmo no tiene rostro amable. Es, de entrada, la celebración de la ferocidad

La derecha extrema argentina lee las luchas democráticas con el lente del manual antisubversivo de los cuadros del genocidio de los años setenta. Sienten que, tras la caída del comunismo, el enemigo persiste bajo la máscara de los feminismos o los movimientos ecologistas. Ven filtraciones y ataques comunistas por todas partes. Si bien su ingeniería comunicacional surge de los centros trumpistas que promueven la defensa del supremacismo occidental decadente, encuentran los modos de traducir el fenómeno Milei a las banderas históricas —algo reformuladas— del viejo partido militar.

Sus más exitosas espadas hablan de todos los temas: filosofía, geopolítica y género con un discurso combativo que escasea en el mundo de las izquierdas. El propio Milei ha citado a Lenin recordando que “sin teoría revolucionaria no hay practica revolucionaria”. Toman de la biblioteca en desuso de las luchas históricas aquellos textos que adquieren valor en el momento del enfrentamiento. Desde ese punto de vista, inventan una articulación entre los libros y la lucha política que creíamos patrimonio de las izquierdas.

La enemistad declarada de los publicistas del neofascismo va dirigida contra el “marxismo cultural”. Se trata, por supuesto, de un enemigo caricatural. El marxismo resulta incompatible con una separación real entre cultura y economía. En el fondo, lo que persiguen es asegurar en la “cultura” la preeminencia que tienen en lo militar y en lo económico. Por contraposición, el marxismo fue siempre una articulación entre teoría y movimiento popular y no admite —cosa que deja claro el feminismo de izquierda— el divorcio entre un mundo de la cultura y otro de la lucha económica.

Dices que una fuerza de la extrema derecha en esta batalla cultural es que defienden una noción de verdad. El cálculo económico como verdad. El mercado como verdad. Una verdad que, además, es material, existente, palpable en la vida de todos los días, organizada por el capital. 
La derecha extrema se plantea una relación ideológica con la “verdad”. Por un lado, denuncia un estado de cosas presente como falso. Atacar la “justicia social” en la Argentina de 2023 fue posible porque en ese entonces había más de un 30% de la población bajo la línea de pobreza (si eso es la justicia social, es fácil rechazarla). Como dice Theodor Adorno: si la democracia capitalista se enraíza en una sociedad dividida en clases, subsiste en ella una irracionalidad irreductible. La “verdad” de la derecha extrema es una amplificación —un tirar del hilo— de esta “verdad” nunca elaborada de la democracia de clases. Esa es la condición de efectividad de la máquina de manipulación que actúa de modo muy profesional mediante empresas de consultoría que acaban guionizando al gobierno y que quizá pueda sobrevivir a sus líderes momentáneos.

No hay modo de democratizar la sociedad si se respetan las restricciones que han sido impuestas bajo su nombre. No hay política democrática sino contra la democracia como régimen de la impotencia

Finalmente, en su momento de auge, los libertarianos argentinos retomaron tesis neoliberales según las cuales el mercado es la única fuente de verdad; el cálculo económico. Al informar sobre las preferencias de cada quien, y sobre los términos en que se alcanzan nuevos equilibrios colectivos, compatibiliza automáticamente aspiraciones y merecimientos también en un sentido moral. De alguna manera, el mundo de un mercado sin “fallos” realiza el ideal de una humanidad sin misterios ni profundidad. Un mundo de puro funcionamiento asistido por IA y por aplicaciones killer (de nuevo, la referencia a Israel es inevitable) para todo lo desafíe este despliegue de su “verdad”.

El lector kafkiano, el lector en esta lucha de clases 2.0, no puede dejar de entrar en la batalla cultural, pero no puede aceptar sin más sus términos. Su lenguaje, por ejemplo. El lenguaje mediático, de las redes, de la comunicación. Hay una guerra en el lenguaje, como dice Henri Meschonnic. ¿Cómo estar sin estar entonces, alguna sugerencia kafkiana al respecto? 
Entiendo la proposición de Meschonnic —“hay una guerra en el lenguaje”— a partir de considerar que el lenguaje es una vía de singularización de los cuerpos pensantes que somos. La proliferación de podcast y streamings, de los que muchos participamos, corre el riesgo de sobre-imponerse sobre el rumor popular. Hay un estado de “felicidad” y de resolución continuo que evacúa la dramaticidad que supone la guerra en el lenguaje.

La derecha extrema está más decidida a articular un lenguaje festivo-histérico en el lenguaje audiovisual, con el aliento a la lectura del libro concebido como manual de propaganda. La novedad es esa articulación activa entre medios y libros como dispositivo en la inmediatez de su combate. En un streaming, de hace unas semanas, vi a dos de ellos hablando de Kant y el noúmeno, y de Husserl y la epojé. Un lujo que en nuestro campo no podríamos darnos sin reprocharnos un hermetismo que nos aleja de “las masas”. Y, sin embargo, una semana después, dicha conversación tenía 170.000 vistas.

Lo que la ultraderecha llama “batalla cultural” es una actividad propagandística en y desde las redes. Consiste en leer la biblioteca de las izquierdas y denunciarla como el origen de las perversiones contemporáneas

No quisiera incluir a Kafka en la reyerta por la comunicación. Kafka le temía al periodismo por su sumisión al instante presente; más bien me gusta leerlo como antídoto al lenguaje esterilizado de la política. El escritor argentino Carlos Correas entiende que en Kafka se trata de desactivar el poder mítico de las imágenes totalizantes. Su lenguaje sobrio huye de las categorías. En un congreso realizado en Europa del Este, en que los comunistas de la década del 50 discutían si “rehabilitar” o no a Kafka, Ernst Fischer dijo en su favor: “Dios creó las cosas y el Diablo las categorías. Sólo los mediocres corresponden a las categorías; los insólitos las hacen estallar”.

Hay, según dices, al menos dos modos de leer en esta batalla cultural. Por un lado, el modo paranoico y anti-insurreccional de la derecha: leer para neutralizar. Por otro, el modo premonitorio y contratendencial del lector kafkiano: leer para intensificar. ¿Qué significaría intensificar? ¿Cuáles pueden ser los “efectos prácticos” de esa lectura? ¿Dar a ver, dar a pensar, sugerir, señalar, indicar algo a las fuerzas en pelea…? 
No lo sé. A diferencia de los investigadores que nos muestran el resultado de su trabajo, y de autores que presentan tesis originales, El temblor de las ideas surge de una lucha cuerpo a cuerpo con el estupor. Busca dar un mínimo de consistencia a un caos sensible y mental. ¿Quizá logre componer un fresco sobre un período enloquecido del país? ¿Agrega comprensión a la versión argentina de lo que llamamos ultraderechas? Realmente no lo sé. Por lo pronto, establece diálogos, manifiesta rechazos sin aferrarse a ideas, apunta escenas de difícil comprensión inmediata, y se hace preguntas sobre la lectura (no sólo de textos sino también de las diversas situaciones que atravesamos). El libro es indisimulablemente spinozista (Kafka funciona como un rodeo para Spinoza), en el sentido de que no suelta en ningún momento la atención a la formación de un conatus colectivo (¡buscar una salida!).

Una esperanza absurda y frágil, que atraviesa impotencia y soledad

El lector que te interesa es Kafka, es el Che cuando está en Praga, es León Rozitchner en el exilio. Me llama la atención que son todos personajes que se han quedado solos. No digo que sean solitarios, sino que se han quedado solos. ¿De qué habla esa soledad? ¿Nos dice algo de la pelea cuerpo a cuerpo, con uno mismo, que ha de llevar a cabo el lector entrampado, desesperado? ¿Tiene que ver con algún tipo de derrota? En una tradición como la tuya, que insiste en lo colectivo, en lo comunitario, en lo grupal, ¿cómo interpretar esa soledad? 
En Kafka, el campesino que quiere entrar en la ley espera ante un guardián a quien le pregunta: ¿dónde están los otros, por qué —si todo el mundo quiere entrar en la ley— no ha venido nadie? “Ante la ley” es un relato que condensa ejemplarmente los elementos del kafkismo. Y por supuesto, no cabe esperar una interpretación definitiva al respecto (se puede afirmar que la ley es aquello que pone a los sujetos a esperar, y también que la ley desespera a quien intenta comprender sus mecanismos internos). Sin embargo, una lectura posible podría ser la siguiente: ¿por qué no atravesamos nuestra propia puerta? Quiero decir: hay una pregunta que cada quien debe afrontar como la cuestión más propia, incluso como condición previa para asumir desafíos colectivos.

En el caso de Guevara o de Rozitchner se trata, evidentemente, de reflexiones fuertemente imbricadas en lo colectivo. Guevara en Praga viene, es cierto, de un fracaso en África. Pero su meditación no es solipsista. Sus escritos de esos meses son un intento por plasmar su crítica a la implementación de la Ley del Valor en el socialismo. Considera que esa determinación económica actúa sobre la conciencia de las personas reforzando su ligazón con el mundo de las mercancías y que eso condena a los países socialistas a retornar al capitalismo. Ricardo Piglia ha inmortalizado la foto del Che leyendo en la copa de un árbol en medio de una campaña guerrillera. La soledad momentánea del lector en medio de la guerrilla. En cuanto a Rozitchner, su trabajo ha sido un intento de cuestionar lo que podemos llamar la socialidad de lo que llamó el “individualismo burgués”.

El primer año de Milei en el Gobierno fue de estupor y perplejidad. El fascismo 2.0 es, como hemos dicho al principio, un oscurecimiento políticamente organizado de las percepciones colectivas

La potencia no está dada: es una de las sugerencias más importantes que encuentras en Kafka. Las tradiciones de izquierda, revolucionarias, autonomistas, se han inclinado a veces a pensar que la “potencia estaba ahí ya” (en las luchas, en los movimientos, en el trabajo vivo). ¿Qué significa por el contrario afirmar que la potencia no está dada? 
Como dijimos, citando a Virno, la potencia productiva humana/maquínica es un hecho. La potencia que falta, en todo caso, es la que articula esa potencia. ¿Se trata de una “voluntad” de transformación?. El héroe de las novelas de Kafka —pienso sobre todo en El proceso/El castillo– no ve claro, ni posee fuerzas suficientes. El suyo puede ser entendido como un llamado a despertar fuerzas del medio y fuerzas colectivas para transformar su situación.

Franco ‘Bifo’ Berardi viene insistiendo al respecto en que la facultad que permite resistirse al hecho de que solo el capital sabe articular la potencia productiva no es la voluntad, sino la sensibilidad. Me parece que estamos intentando distinguir impotencia de imposibilidad: donde la voluntad choca con un muro de imposibilidad (deviniendo impotente), la sensibilidad busca una potencia de redención que, como dice Benjamin, se percibe tanteando en el reverso mismo de la nada de revelación (nada de sentido). Hablando sobre Kafka, Benjamin exalta la figura del “necio” (aquel que no acepta las exigencias de actualización de los tiempos) como activación de una escena nueva. Hay una conexión entre la vergüenza por el estado del mundo y la escucha del rumor de las cosas verdaderas.

Por otra parte, no se trata para Kafka de la esperanza, sino de la potencia. En una carta a Brod, Kafka habla de una triple imposibilidad: los judíos de centro Europa no pueden escribir en sus dialectos, no pueden hacerlo en alemán, y no pueden tampoco dejar de hacerlo. Esta tercera imposibilidad —no pueden dejar de— señala el reencuentro con una potencia que carece aún de forma: aun cuando no sabemos cómo es ese poder hacer, no podemos tampoco dejar de hacerlo (y volvemos al apunte en su diario: “No puedo escribir, no puedo dejar de hacerlo”).

La potencia no preexiste como un saber previo, se conquista (si se lo hace realmente) por fuerza de una necesidad que busca, de una sensibilidad —individual/colectiva que se resiste, lo que nos devuelve a la cuestión de la desesperación—. Si pensamos en el 2001 argentino, las organizaciones populares que protagonizaron la crisis buscaron una salida donde claramente no la había.

¿Si la potencia no está dada entonces ya no hay tradición, nada que transmitir?

¡No lo creo! Si entendemos por tradición lo que Benjamin llamaba la “tradición de los oprimidos” (los posibles nunca realizados), más bien la reanuda. Cada nueva generación, dice, debe interpretar/reapropiarse a su modo —según sus afectos, sus potencias— el pasado de los oprimidos. Ignacio Lewkowicz decía que lo propio de un pensar situado es la nominación situada de sus elementos. El pensamiento en situación es también una relación situada con el archivo, con la memoria. En Kafka, el acceso a la situación está entrampada. Se trata, precisamente, de aferrar los afectos y el lenguaje como orientación para buscar una salida.

Reniegas de la esperanza y su lenguaje, porque la esperanza parecería indicar que la potencia ya está ahí, pero al mismo tiempo no reniegas del todo y hablas de una “esperanza absurda y frágil, que se puede leer en los rostros de los desesperados”. Y en ese sentido traes la palabra “redención”, tan cara a ese otro gran lector de Kafka que fue Benjamin. ¿Cuál es la diferencia entre esas dos esperanzas?
Brod cita, en su biografía sobre Kafka, una carta en la que el escritor le dice: “Hay esperanza, pero no para nosotros”. No hay modo de darle una interpretación única a esa frase, que está precedida por otra que dice algo así como que: “Solo somos un día nublado en la vida de Dios”. Manoteada de modo brutal, podemos usarla para entender que ni el calentamiento global, ni los genocidios y las guerras, ni la ola de derecha extrema que escenifica políticamente el horror, nos permiten creer que esperamos tiempos mejores.

Y, sin embargo, si seguimos con Kafka, es preciso retener otra cosa que nos cuenta Brod: Kafka reía a carcajadas con sus amigos cuando leía en voz alta capítulos de sus textos que acababa de escribir. Los textos más trágicos no mueren en la solemnidad si son capaces de preservar un espacio de humor interno que permite que todo pensamiento tenga un rincón burlón de la propia seriedad. Ese momento lúdico, presente incluso en los pensamientos más graves, es el que busca otra manera, una salida. La esperanza que no tenemos brilla sin embargo “absurda y pequeña” en el “rostro de los condenados”.

Para el camerunés Achile Mbembé el mundo se ha tornado “brutalista”, sometido a un tratamiento de despojo, desplazamientos poblacionales e intervenciones técnicas. El mundo, dice, es tratado como lo fue el continente africano

En El proceso, la atractiva Leni, ayudante del abogado que pretende defender a Joseph K, se enamora de todos los condenados. Se fascina con una luz que irradia de ellos. El camerunés Achile Mbembé, afirma que el capitalismo actual se ha tornado “brutalista” (toma la palabra en un sentido técnico, proveniente de la arquitectura, de la construcción). Dice que el mundo todo está siendo sometido a un tratamiento de despojo, desplazamientos poblacionales e intervenciones técnicas que dan por resultado una desertificación. El mundo, dice, es tratado como lo fue el continente africano. Y llama a tomar en serio un “devenir africano” de ese mismo mundo, un movimiento inverso signado por la presencia de saberes reparadores presentes en ciertas corrientes animistas. Mbembé liga ese pensamiento con el nombre de Franz Fanon, autor de Los condenados de la tierra. Mis amigos Pablo Fernández Rojas y Miguel Mellino me hacen recordar lo próximos que están, en este sentido, Franz Fanon y Franz Kafka.

Esa esperanza, absurda y frágil, ¿la encuentras hoy en alguna parte en Argentina? 
A mi modo de ver, el primer año de Milei en el Gobierno fue de estupor y perplejidad. El fascismo 2.0 es, como hemos dicho al principio, un oscurecimiento políticamente organizado de las percepciones colectivas, una perturbación que busca hacer creer que la confluencia de los cuerpos ya no produce sentidos ni provoca efectos.

Durante el comienzo del mileísmo las grandes movilizaciones parecían no ponerle límites consistentes a la agresividad de sus políticas. El 1 de febrero de 2025, sin embargo, algo comenzó a cambiar. La asunción de Trump le hizo creer al presidente argentino que si radicalizaba la parodia neofascista, recibiría de EEUU apoyo económico ilimitado (cosa que efectivamente sucedió). Así lo vimos defender el saludo con el brazo derecho extendido de Elon Musk y amenazar a los “zurdos” (“tiemblen zurdos”, “los iremos a buscar”), al feminismo y a los homosexuales. Ante esa amenaza diversos grupos y movimientos organizaron una manifestación importante en el centro de Buenos Aires con la consigna del orgullo antifascista y antirracista. Allí se dijo: “Solo hay dos géneros (de personas). Los fascistas y los antifascistas”. Esa delimitación fue importante. Ayudó a organizar de otro modo la percepción.

De a poco, comienza a elaborarse una respuesta desde abajo, un despertar que recupera los poderes de sensibilización del campo social que anida en la memoria de las luchas sociales del país

Luego se hicieron cada vez más visibles las marchas semanales de los jubilados contra el ajuste, que cada miércoles son reprimidas salvajemente frente al Congreso, y que se convirtieron en un punto de convergencia para la denuncia de los ataques a la salud pública. Todo esto en un contexto de desfinanciación de servicios sociales, despidos, y congelamiento de los gastos estatales en obra pública.

De a poco, comienza a elaborarse una respuesta desde abajo, un despertar que recupera los poderes de sensibilización del campo social que anida en la memoria de las luchas sociales del país. En las recientes elecciones de la Provincia de Buenos Aires (40% del padrón del país), el Gobierno sufrió una derrota. Mas allá del análisis numérico de los votos, lo que fue rechazado fue la “crueldad estratégica” del Gobierno. Intentando vetar reformas en favor de los derechos de los discapacitados, se filtró un audio en que el director de la agencia que se ocupa de precisamente de los medicamentos para discapacidades hablando de las coimas que cobra la hermana de Milei en los contratos de compras públicas. Una cosa es que en medio del descrédito de la palabra política emerja un gritó enojado denunciando a la “casta” y que luego en el Gobierno pretenda convencer a una sociedad sobre las virtudes morales del sacrificio económico, y otra es que quienes se alinearon con el gritón no adviertan que ese sacrificio ha resultado en una estafa.

El arco de tiempo que va del 1 de febrero a las elecciones del pasado 7 de septiembre, y a la enorme manifestación popular del 17 de septiembre (en defensa de la salud y la universidad pública) muestran un camino de protagonismo social que no supone una vuelta a 2023 (lo que sería absolutamente desmoralizador), sino el trazado de un camino que, de profundizarse —y en esto es fundamental que siga siendo la sociedad movilizada la que conduce el proceso—, se pondrán en discusión cuestiones centrales como qué hacer con la deuda externa impagable, con un poder judicial tomado por mafias y cómo activar nuevas formas de participación popular.

Fuente de la información e imagen:  https://lobosuelto.com

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El colapso del sistema educativo venezolano: anatomía de una caída

Los maestros quieren enseñar y los niños quieren aprender. Pero, una situación institucional crítica, la pobreza, los bajos salarios y la falta de infraestructuras están provocando carencias en la educación de millones de estudiantes.

Por: Iván Reyes
Bajo la copa de un árbol que la protege del sol abrasador de Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela, una mujer de casi 60 años escribe con rotulador negro en una pizarra acrílica agrietada. Diez niños con uniforme blanco la escuchan sentados en sillas de plástico, algunos atentos y otros distraídos por el bullicio urbano. Esta forma poco convencional de escolarización se ha convertido en algo normal en comunidades de toda Venezuela, donde la falta de ayudas y de infraestructuras básicas obligan a los profesores a abandonar aulas en ruinas e improvisar al aire libre.

En otro tiempo, el país fue pionero en el acceso a la educación en Latinoamérica, pero la implacable crisis humanitaria que ha obligado a casi ocho millones de venezolanos a emigrar ha provocado un grave deterioro de la calidad educativa y unos niveles de absentismo sin precedentes. Ahora que nuevas tormentas amenazan su una economía tambaleante, el declive del sistema educativo podría acelerarse. “La educación, para nosotros, es el principal problema estructural que tenemos en el país”, declara Fernando Pereira, profesor y miembro fundador de la ONG de defensa de los derechos de los niños Cecodap. “Compromete las posibilidades de las generaciones futuras y del desarrollo del país”.

A mediados de 2020, la pandemia de covid-19 le asestó un golpe casi definitivo a un sistema de educación pública que ya se encontraba en estado crítico. Después de varios meses sin clases —o de semanas de clases en línea para quienes tenían acceso a internet—, en septiembre de 2022 se reanudó la enseñanza presencial. Pero, la salida continua de emigrantes provocó una escasez de docentes y un aumento del abandono escolar. Y, aunque una ligera recuperación económica llevó al Gobierno de Nicolás Maduro a promover el mensaje de que “Venezuela se arregló” , los más pobres no vieron ninguna mejoría y los educadores que se quedaron en el país, dejaron de poder ir a la escuela a diario por falta de dinero para el transporte.

A pesar de la inflación galopante, el salario mínimo en Venezuela está congelado desde 2022. El salario medio de un profesor es de unos 14,50 dólares al mes, pero algunos pueden ganar tan solo 4 dólares. Con las subvenciones del Gobierno, los ingresos mensuales pueden alcanzar los 50 dólares, pero las bonificaciones no llegan todos los meses y, cuando llegan, siguen siendo insuficientes para cubrir las necesidades de una familia. El pasado mes de diciembre, el coste de la canasta básica mensual era de casi 500 dólares.

Para remediar la situación, el Gobierno estableció el “horario mosaico”, que permite que los docentes ejerzan otras actividades económicas para aumentar sus ingresos. Así, empezaron a vender pasteles, dulces o helados y a cuidar niños en su tiempo libre. Y, aunque se supone que las escuelas públicas deben abrir cuatro días a la semana, la mayoría solo abre dos o tres porque los profesores no tienen los medios necesarios para más.

Cuando no está dando clases, Luisana Figuera se dedica a la pesca en la playa de Manzanillo, en Isla Margarita, un segundo trabajo habitual entre los maestros de la zona costera desesperados por llevar algo a la mesa. “El dinero no alcanza. Entonces vamos a rebuscarnos para tratar de sustentar el día a día de nuestros hogares”, explica. En 2024, el índice de abandono de profesores era del 72 %, según un informe de la ONG FundaRedes.

Además, los profesores de la isla tienen otros problemas, como la intimidación constante por parte de las autoridades escolares y los representantes del Ministerio de Educación. “Nos dicen que, si no vamos a trabajar al colegio un día para hacer otra cosa, nos suspenden el sueldo, o nos quitan los bonos”, dice Johanna Quijada, quien lleva 19 años ejerciendo la docencia. “Recibimos amenazas casi a diario”. Los profesores llevan años pidiendo más ayudas. Entre 2022 y 2023, se registraron cerca de 3.200 protestas para exigir salarios dignos, el fin de la persecución a la disidencia y mejores pensiones y jubilaciones.

Pero hasta ahora no ha cambiado nada. En octubre, el ministro de Educación, Héctor Rodríguez, firmó un decreto que establecía un plan de seis meses para hacer frente a la crisis que incluía la reincorporación voluntaria de los maestros, la matriculación en cualquier momento del año para que los niños que regresen a Venezuela puedan ir a la escuela, y el fin del horario mosaico. Sin embargo, el documento no mencionaba la asignación de nuevos recursos a la educación pública ni aumentaba los salarios de los educadores que, en la práctica, siguen sin poder completar el horario.

Norelys Figueroa, directora del Instituto Nacional Batalla de Puerto Cabello, en Ciudad Guayana, ha visto en persona los años dorados de la educación desvanecerse: “La mayoría de los docentes no son especialistas. No tenemos suficiente personal en áreas como ciencias, matemáticas, física e idiomas”, explica.

Escuelas sin servicios básicos

Maracaibo es el centro económico más importante del oeste del país. Sin embargo, la crisis de la última década no la ha perdonado. Las largas colas para conseguir combustible y los cortes de electricidad son habituales, no hay agua corriente más que cinco días al mes y la gasolina es un lujo. En una escuela de la ciudad visitada para este reportaje, eran los padres quienes habían hecho las instalaciones eléctricas, que apenas proporcionaban luz suficiente para conectar algunos ordenadores y unos cuantos ventiladores.

En el norte de la ciudad se encuentra una de las escuelas que han trasladado las aulas al aire libre. Allí estudian por turnos casi 200 niños, desde preescolar hasta sexto grado. La mayoría pertenecen a la comunidad étnica wayuu. Muchos de ellos han llegado desde la zona fronteriza con Colombia, desplazados por la violencia y las malas condiciones de vida. Estudian en un espacio precario, instalado en el patio de la escuela, por el que pasa el ganado mientras están en clase. Pero ellos no se distraen; siguen con atención la voz de sus maestros, que los elogian por sus esfuerzos. “Los niños necesitan la construcción de la escuela, pero acá damos clases todos los días”, dice uno de los profesores, que pide permanecer anónimo.

La situación no es mucho mejor en otros lugares. Bolívar, que limita con Brasil y Guyana, es el Estado más grande de Venezuela. Antes, Ciudad Guayana era un núcleo minero, con una industria que explotaba sus abundantes minerales —oro, bauxita, hierro, alúmina— y vivió un gran auge económico hasta 2015. Ahora, el combustible y el gas son todavía más escasos que el agua corriente y las escuelas están en ruinas, según profesores y líderes sindicales. Aida González, secretaria general de la Asociación de Maestros del Estado y concejala del ayuntamiento de Caroní, dice que las escuelas de Bolívar no están preparadas ni siquiera para soportar una lluvia ligera y menciona al menos diez de ellas en Ciudad Guayana que tienen graves problemas de infraestructura y servicios básicos.

“Los docentes quieren dar clases, los muchachos quieren ir a las escuelas, pero la situación es crítica en las instituciones”, afirma. Esa es también la experiencia de Figueroa en Ciudad Guayan. La directora asegura que los 504 alumnos que asisten a clases en su instituto tienen dificultades para aprender en un entorno tan precario. Aun así, destaca que, por lo menos, tienen el privilegio de que les dan el almuerzo todos los días.

Ese es un lujo que no todos los escolares tienen. Figuera, la maestra de Isla Margarita que pesca para completar el sueldo, dice que sus alumnos, muchas veces dejan de prestar atención porque tienen hambre o le confiesan que no se encuentran bien porque no han comido.

Isla Margarita, en el Estado caribeño de Nueva Esparta, fue el principal destino turístico de Venezuela y atraía a un gran número de extranjeros, pero, a medida que se fue agravando la compleja crisis humanitaria, los habitantes locales perdieron su principal fuente de ingresos. Cada vez más jóvenes abandonan la isla.

Yeritza María González, de 50 años, quien cuida de cinco de sus nietos, dice que cada vez es más difícil llegar a fin de mes. Vende empanadas en la playa de Manzanillo, donde ya casi no quedan turistas. Para sobrevivir, recurre al trueque con los pescadores: empanadas a cambio de pescado. Una parte la usa para alimentar a su familia y el resto lo vende para comprar nuevos ingredientes y cubrir las necesidades de sus nietos. En una mala semana, gana menos de 50 dólares. Cuando ocurre, no los envía a la escuela. “Me da dolor que uno de mis nietos se quede viendo a otro niño que sí tiene para comer. Prefiero que se queden en la casa, así no tengamos nada para darle”, dice.

Históricamente, los niños que asistían a la escuela pública tenían garantizados el desayuno, el almuerzo y la merienda, pero ya no es así. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), en 2024 solo el 21% de los beneficiarios recibía las tres comidas todos los días, mientras que un informe reciente de HumVenezuela —una plataforma que monitorea y proporciona datos sobre la emergencia humanitaria— asegura que, el año pasado, el 70% de los niños de entre 3 y 17 años no recibieron ningún tipo de alimento en la escuela. “Las escuelas de acá no sirven. Cuando dan comida solo hay granos y pasta. Pero, cuando se acaba, ya no hay comida. Entonces, si uno no le da nada al niño, no tiene como alimentarse”, dice Yeritza.

En todas partes, los padres expresan su preocupación por el futuro de sus hijos y las condiciones que atraviesan en sus centros educativos. Fabiana Briceño, una mujer de 30 años que tiene tres hijos y vive en Maracaibo, cuenta que ha visto a su hijo llegar a casa “rojo de calor”, porque no tenía agua potable para beber ni refrescarse en la escuela.

Las consecuencias para los jóvenes venezolanos se sienten ya desde hace varios años. Un informe publicado recientemente por la Universidad Católica Andrés Bello muestra que los alumnos del sistema educativo venezolano presentan graves dificultades de aprendizaje. Los expertos subrayan que los resultados han empeorado de manera constante en los últimos años, que los estudiantes están menos motivados y que la brecha entre los alumnos del sistema privado (el 15 % de los escolarizados) y la gran mayoría de los que asisten a escuelas públicas es cada vez mayor.

Iniciativas locales hacen frente al abandono

Con el tiempo, los educadores, las familias y las organizaciones locales han creado sus propios métodos para que los niños no pierdan el paso en su educación o para proporcionarles oportunidades de formación. Fe y Alegría, una red de escuelas privadas de bajo costo para niños y adolescentes en situación de pobreza, es una de las iniciativas más visibles. En Venezuela cuenta con 177 escuelas y atiende a casi 95.000 estudiantes. El precio mensual varía según la realidad de cada comunidad y los maestros reciben bonificaciones y beneficios especiales.

Nataly Martínez tiene tres hijos que dejaron el sistema público por una de estas escuelas en el barrio de Santa Joaquina de Ciudad Guayana. “Yo veo que han avanzado mucho”, asegura. “Mi hijo tiene una condición de aprendizaje, pero vi que ha logrado aprender a leer y se comunica de buena forma”.

En Margarita, Christian Maestre, un hombre de 29 años de la zona de las salinas de Pampatar, ha desarrollado un programa para ofrecer a los niños mejores perspectivas de futuro y una motivación para estudiar. Su propósito inicial era evitar que los jóvenes cayeran en actividades delictivas para subsistir. En 2021, puso en marcha un negocio de excursiones turísticas a las salinas y la mayor parte de los ingresos los dedica a organizar actividades alternativas para que los niños no tengan que recurrir a la delincuencia. Les ofrece formación en artesanía, gestión de redes sociales, fotografía y hostelería, además de educación sexual. El programa beneficia directamente a 150 niños de hasta 13 años.

Además, da a las familias dinero para comprar alimentos, suplementos alimenticios y artículos de higiene personal, para que puedan cuidar de los más pequeños o les alcance para pagar la escolarización de sus hijos. En la actualidad, 60 de ellos están estudiando. “El dinero que se genera gracias a las visitas de los turistas lo invertimos en la capacitación de los chamos. Para que ellos se puedan mantener motivados”, dice Maestre. “Hay que ofrecerles cosas nuevas para que se mantengan en un constante aprendizaje”.

https://elpais.com/america-futura/2025-07-23/el-colapso-del-sistema-educativo-venezolano-anatomia-de-una-caida.html

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