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Feminismo y nacionalismo

Por: Francesc de Carreras

La creencia en una identidad colectiva es el hilo que conecta feminismo y nacionalismo

¿En qué se parecen hoy feminismo y nacionalismo? A primera vista podría decirse que en nada. Sin embargo, si lo pensamos con detenimiento, podemos encontrar ciertas coincidencias. La primera, el carácter crecientemente dogmático y fundamentalista de ambos movimientos al convertirse en ideologías y creencias cerradas que no admiten discusión.

El nacionalismo, por ejemplo el catalán, se fraguó sigilosamente en los tiempos de Pujol con una intolerancia que hoy se hace visible, pero que ya entonces no admitía discrepancia alguna. Si se osaba criticar la política lingüística, aún en aspectos no esenciales, inmediatamente eras tachado de anticatalán y de nacionalista español. No se analizaban tus argumentos, sino se te descalificaba personalmente por atreverte a disentir. Así creaban una espiral de silencio: nadie debía opinar sobre esta cuestión.

Ahora tengo la sensación de que pasa lo mismo con el feminismo. La reacción ante el caso La Manada me lo ha recordado. Es discutible el fallo de la sentencia y también el voto particular. Pero hay que argumentar el disentimiento, no puede desacreditarse la resolución judicial sin haberla leído, entendido y meditado. Sin embargo, en el momento de pronunciar la sentencia, de 300 páginas por cierto, ya estaban montadas las manifestaciones para protestar contra la misma. Sin estudiar las pruebas, los manifestantes ya habían dictado el veredicto. ¿Por qué? Porque se presuponía que era un ataque al feminismo, entendido como una creencia fundamentalista y dogmática.

¿Cuál es el hilo que conecta feminismo y nacionalismo? La creencia en una identidad colectiva, sea el género mujer, sea la nación. En la tradición ilustrada y democrática, el feminismo defendía la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Tardó en triunfar pero al fin lo consiguió. De los ideales de mayo del 68, del que tanto se habla estos días, probablemente el feminismo es el más aceptado transversalmente, aunque falte un buen trecho para que la igualdad sea real. Pero los avances son mayores que en la igualdad entre clases sociales. Ahora bien, del feminismo de la igualdad hemos pasado al feminismo de la identidad: la mujer es igual a las otras mujeres, no a los hombres. Incluso, se dice, la identidad (colectiva) de la mujer se fundamenta en aquello que la diferencia del hombre y, en muchos casos se afirma, precisamente, contra el hombre. Esta deriva, pasar de la igualdad de derechos a la identidad colectiva, es lo que asemeja el feminismo con el nacionalismo. De la Ilustración hemos pasado al Romanticismo, de las ideas a las creencias.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/05/08/opinion/1525797638_469687.html

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La campaña que convierte el “No lo sé” en una poderosa herramienta de aprendizaje

Por Camila Londoño

La iniciativa diseñada por el emprendimiento social Tu clase, tu país, reivindica el rol de los profesores como sujetos que constantemente están aprendiendo y mejorando.

En el aula, los docentes lo saben todo. Siempre tienen la respuesta correcta y son una especie de fuente de conocimiento inagotable. Esa es la visión de los estudiantes y de todos quienes somos espectadores de sus clases. Pero olvidamos que ellos también son humanos y por esta razón su fuente de sabiduría no es infinita. Un buen docente no es aquel que conoce todas las respuestas, sino el que logra transformar la falta de conocimiento en una herramienta de aprendizaje. Un buen docente puede decir tranquilamente “no lo sé, pero puedo averiguarlo”.

Esto es justamente lo que intenta transmitir Tu clase, tu país a través de“No lo sé”, una campaña que le da valor a esta expresión y la convierte en la primera fuente de aprendizaje y desarrollo profesional docente.

Tu clase, tu país es un emprendimiento social que busca contribuir a mejorar la calidad de la educación a través de una formación docente especializada y centrada en la realidad y los desafíos que viven los docentes en el aula. Por eso, el foco de la campaña se centra justamente en el rol de los profesores como sujetos que aprenden y se desarrollan todos los días.

La campaña se lanzó el 20 de abril de 2018 a través de una serie de videos testimoniales donde profesores de distintas áreas y niveles explican cómo se sintieron y qué medidas tomaron frente a diversas situaciones en las que reconocieron no saber algo frente a sus estudiantes. Ellos cuentan la anécdota y lo que rescatan de ésta, dejando claro que decir “no lo sé” también es posible. Javiera Pastene, por ejemplo, cuenta cómo convirtió ese desconocimiento en una oportunidad de aprendizaje para ella y sus alumnos, con quienes buscó la manera de encontrar la respuesta a una pregunta muy específica.

#NoLoSé – Javiera Pastene from Tu clase tu país on Vimeo.

“Creemos que esta acción de decir ‘no lo sé’ representa valores como la valentía, la sinceridad, la humildad, la curiosidad, la escucha activa, entre otros, todos aspectos relevantes para el desarrollo profesional docente”, aseguró Eugenio Severin –director ejecutivo de Tu clase, tu país– en El Desconcierto.

Según Severin, ese es el primer paso en el aprendizaje y un buen educador es capaz de entender esto para poder tomar acciones que le permitan perfeccionarse. Obviamente es clave tener un dominio importante de la asignatura y de las estrategias prácticas que se aplican en el aula, pero también es fundamental entender que los docentes no siempre tendrán todas las respuestas, ningún profesional podría hacerlo.

Expresiones como “no lo sé”, pueden ser el inicio de un gran aprendizaje para estudiantes y profesores, sólo hay que saber aprovechar el momento.

Fuente: http://www.eligeeducar.cl/la-campana-convierte-no-lo-se-una-poderosa-herramienta-aprendizaje

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Foro de Sevilla: El gobierno nunca pretendió realizar un Pacto educativo

Por Foro de Sevilla

La derogación de la LOMCE necesita que los partidos políticos sean responsables y coherentes con los compromisos que adquirieron. La educación y el futuro está por encima de luchas políticas que solo provocan perplejidad a la sociedad.

La educación es el lugar donde decidimos si amamos el mundo lo bastante como para tomar una responsabilidad por él, y así transmitirlo a nuestros descendientes” (Hannah Arendt)

El gobierno nunca ha pretendido realizar un pacto por la educación, fue una maniobra disuasoria para conseguir aplicar la LOMCE. Mientras se debatía, quienes querían mantenerla sugerían que el problema de la educación en nuestro país era la cantidad de leyes aplicadas desde los años setenta (en realidad generales solo fueron tres, LOGSE, LOE y LOMCE) y no la falta de democratización y recursos de nuestro sistema educativo.Partidos políticos y comunidad escolar se esforzaron en participar en la Subcomisión, a pesar de que la LOMCE fue rechazada en el Parlamento y en la calle, y el Gobierno puso veto a su derogación y siguió haciéndolo con las propuestas que pretendían conseguir una educación democrática.¿Por qué lo hicimos?, porque la educación es una forma de amar el mundo y nos sentimos responsables y comprometidos con el futuro. Confiados nos sometimos a la necesidad de un “pacto por la educación”, con quienes solo querían maquillar la LOMCE.

El gobierno nunca pretendió modificarla y todas sus propuestas “orillaban” la ley planteando temas o aspectos que no eran centrales en la misma, o que en su propia definición eran ambiguos para la defensa de una educación pública, no discriminatoria y excluyente y que diera cabida a la diversidad y pluralidad de niños y niñas sin estar determinados por el nacimiento o riqueza.

La LOMCE se desarrolló, porque a pesar de que las reválidas estaban en suspenso se aplicaron “descafeinadas” y se sometió la educación a currículos estandarizados y cerrados, que se utilizaron para el acceso a la universidad, improvisando y obteniendo los peores resultados de la historia de la selectividad. Porque a pesar de que las evaluaciones no influyeron en la promoción en secundaria se aplicaron itinerarios, programas de mejora del aprendizaje y rendimiento y una formación profesional básica que dejaron a muchos alumnos y alumnas en la cuneta.

Es una ley, conservadora y neoliberal, porque ofrece autonomía, pero la limita controlando a través de evaluaciones externas las prácticas escolares. Convierte al profesorado en un preparador de exámenes y al alumnado en un sujeto domesticado y pasivo, preparado en conocimientos neutrales y especializados solo para el mundo laboral.

El postulado neoliberal plantea que se puede acceder a todo lo que se desea sin existir barreras y sin estar determinado por la clase social, etnia o género. Desaparecen los derechos colectivos de niñas y niños por derechos de mercado o demandas individuales que afectan a todos. La LOMCE es un paso en firme para lograr un sistema educativo mercantilista basado en la competitividad y, con una mayor eficacia en los resultados con una menor inversión, que solo puede suponer precarización del profesorado, desigualdad en la atención a la diversidad y la constitución de centros de primera, segunda y tercera categoría.

A pesar de que el Tribunal Constitucional pueda incluso validar la segregación por sexos, los itinerarios y la elección de centro por parte de las familias, en realidad se están encubriendo todas estas políticas de selección y elitismo. ¿A quién beneficia esto?

La educación ya no es una promesa de futuro laboral o diferenciación social y las clases altas y medias buscan ese objetivo, que sus hijos e hijas sirviéndose de su capital cultural (información, relaciones) y de su capital económico (residencia, desplazamientos, actividades suplementarias) accedan a grupos de élite y tengan más posibilidades de éxito. A la vez que los colegios se esfuerzan por escoger al alumnado que le va a garantizar un mejor desempeño.
Pero no solo es una acción de las familias, sino que son teledirigidas por las políticas educativas: Recortes y cierre de aulas en el sector público, desgravaciones en los colegios de pago, apertura de privados concertados con suelo público, implantación del distrito único, evaluaciones con fines comparativos… A lo que añadimos una red privada, que cumple a la perfección con la selección y es financiada públicamente: segrega a los inmigrantes, separa por sexos y distribuye por clases sociales.

En lugar de esto, se trata de conseguir que todas las escuelas públicas estén dotadas de los mejores recursos y posibilidades, en vez de incitar a elegir, seleccionar y competir por las que supuestamente den mayores ventajas competitivas futuras a nuestros hijos e hijas, ya que no solo es más equitativo, sino que preserva los fines sociales de la educación.

Lo que nos une a los colectivos que hemos suscrito el documento de bases para una nueva ley educativa es la defensa de una escuela pública democrática. Las escuelas en una sociedad democrática existen para el apoyo y extensión de la democracia, de lo contrario son socialmente inútiles o socialmente peligrosas porque educarán a personas que seguirán su camino y se ganarán la vida indiferentes a las obligaciones de ciudadanía en particular y a una forma de vida democrática en general.

La LOMCE significa un recorrido en sentido contrario al que necesita nuestro sistema educativo porque propugna un Estado empresario que rinde la democracia al sistema económico. Así justificaron la impugnación de la derogación de la LOMCE y siguen sometiendo todas sus actuaciones a la lógica mercantil. El derecho a la educación no se consigue con modelos de gestión que buscan una mayor eficacia reduciendo los costes (hasta un 3,8% del PIB como está proponiendo para 2018 el Gobierno a Bruselas). Además, responsabilizan de los resultados al profesorado, al alumnado y a sus familias, y no a la falta de recursos y al modelo competitivo y selectivo de escuelas que desmantelan el proyecto solidario de vertebración social.

Estando en uno de los países con más segregación escolar por nivel socioeconómico de Europa, el tercero en pobreza infantil después de Rumanía y Grecia y donde han aumentado los casos judiciales de violencia machista en adolescentes en un 30%, no necesitamos un nuevo proyecto de ley que refuerce el privilegio.

Las organizaciones sindicales (CCOO, Stes, CGT), de padres y madres de alumnos (CEAPA), los colectivos sociales (Mareas por la educación pública, Europa Laica, La educación que nos une, MRP, Colectivos de educación infantil, Foro de Sevilla…) y grupos políticos (PSOE y Unidos Podemos) ante la preocupación por la deriva mercantilista de nuestro sistema educativo, fueron convocados por “Redes por otra política educativa” el pasado 15 de marzo en una mesa redonda celebrada en el Parlamento. Coincidieron en una serie de propuestas:

  1. La imposibilidad de seguir participando en un pacto que desprecia a la comunidad educativa y la negociación democrática. Sin recuperar los recortes y tener una financiación suficiente (base el 5% del PIB) no se pueden plantear soluciones. CCOO junto a otros sindicatos y CEAPA decidieron abandonar la comisión técnica del Consejo Escolar del Estado para no dar coartada al gobierno con su participación y validar su trampa a la sociedad con un supuesto pacto social inexistente.
  2. Derogación de la LOMCE y los recortes. Levantar el veto de la mesa del Parlamento a la derogación de la LOMCE y empezar inmediatamente considerar las iniciativas parlamentarias que cuentan con el apoyo de la comunidad educativa.
  3. Plantear una nueva ley educativa a favor de la mayoría social que debe tomar como punto de partida el Documento de bases en el que han participado las entidades de “Redes por otra política educativa”, que cuenta con un gran consenso y defiende el modelo de escuela pública y el derecho a la educación de alumnos y alumnas desde el nacimiento y a lo largo de la vida. Abierta a que puedan unirse más colectivos en su debate y construcción con un consenso social real.
  4. Conseguir una ley que trabaje por el bienestar común, evitando todas las segregaciones: por sexo, lingüísticas, socioeconómicas, por religión, por talento… Sin concesiones a la enseñanza como negocio. La ideología de la LOMCE supone un aumento del fracaso escolar, la segregación temprana y la expulsión del alumnado de los centros con la promoción de itinerarios, las evaluaciones y rankings, la segregación por sexos y la competitividad creada en el sistema educativo por el sentido mercantilista de dicha ley.
  5. Garantizar la democratización de los centros con una autonomía real y la participación de la comunidad escolar. Restituir las competencias del Consejo Escolar del Centro y del Claustro, garantizar su carácter laico, eliminar el modelo autoritario y antidemocrático de nombramiento de directores y directoras de la LOMCE. Así como evitar la supresión de líneas en los centros educativos públicos para favorecer la educación privada-concertada.
  6. Generar nuevos currículos y métodos adaptados a las necesidades del alumnado (laicos, plurales, integrales), con conocimientos adaptados al contexto y relaciones educativas inéditas frente a las impuestas. Recursos humanos y materiales para el apoyo a la diversidad en el aula.
  7. Oportunidad de retomar las movilizaciones en torno a propuestas, reforzando alianzas y estableciendo calendarios.

La derogación de la LOMCE necesita que los partidos políticos sean responsables y coherentes con los compromisos que adquirieron. La educación y el futuro está por encima de luchas políticas que solo provocan perplejidad a la sociedad.

Carmen Rodríguez, Julio Rogero, Rodrigo J. García, Francisco Imbernón y Montse Milán. Miembros del Foro de Sevilla.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/03/23/el-gobierno-nunca-pretendio-realizar-un-pacto-educativo/

Imagen tomada de: http://otrasvoceseneducacion.org/wp-content/uploads/2017/11/espa%C3%B1a3-750×410.jpg

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De la justicia punitiva a la justicia restaurativa

Trabajemos, de manera positiva, por el desarrollo y aprendizaje de una justicia restaurativa en todo nuestro alumnado, la mejor garantía para otro tipo de sociedad en el futuro.

Todavía estamos impresionados por la muerte violenta del niño Gabriel en Almería. Y estamos aún más impresionados por las reacciones que ha habido a este asesinato. Descubierta la identidad de quien lo llevó a cabo, se han sucedido numerosos comentarios contra ella, señalando su condición de mujer, negra e inmigrante. A la vez, hemos asistido al espectáculo, difícil de adjetivar, de la discusión en el Congreso sobre la ampliación de supuestos en los que aplicar la pena de prisión permanente revisable, con el fondo de éste y otros sucesos graves sucedidos recientemente.

Son muchas las ideas que, pensando desde la convivencia, acuden a nuestra mente. La permanencia soterrada de actitudes racistas que, a la menor ocasión, salen a la luz y se manifiestan abiertamente. El predominio de la justicia punitiva, “el que la hace la paga”, con el intento de linchamiento de la supuesta culpable. El oportunismo de determinados políticos, aprovechando el dolor de las víctimas para sus propios intereses electorales… Sólo la actitud de la madre de Gabriel, pidiendo calma y cordura y demandando la desaparición de actitudes de odio y venganza nos ha abierto una cierta esperanza.

Es necesario, por supuesto, respetar y solidarizarse con el dolor de los familiares de las víctimas, que merecen todo nuestro cariño y apoyo. Y, a la vez, desde esta actitud, es necesario denunciar otras actitudes que aparecen de manera colateral, señalando el predominio del razonamiento puramente emocional, con olvido de determinados valores éticos imprescindibles para la buena convivencia. ¿Cómo actuar de una manera justa? ¿Cómo proteger y apoyar a las víctimas y conseguir la reparación del daño causado y, a la vez, no dejar de lado a quien ha cometido ese daño y mal a esas personas y a la sociedad en su conjunto?

Muchas personas que nos hemos dedicado a la educación y al trabajo y desarrollo de valores éticos en nuestras niñas y niños y adolescentes nos hemos vuelto a plantear, una y otra vez en estos días, las preguntas acerca del sentido que tiene la reeducación de aquellas conductas que son contrarias a la convivencia, la orientación que damos a las medidas sancionadoras que aplicamos cotidianamente en nuestros centros, los principios que están detrás de nuestras acciones de corrección de las conductas.

Un aprendizaje básico de nuestros alumnos y alumnas es saber que toda conducta contraria a la convivencia tiene consecuencias y que debe ser corregida. Nadie quiere ni defiende la permisividad, que nada suceda después de determinados comportamientos, ya que eso sería nefasto para la convivencia. Las diferencias surgen cuando se trata de concretar las acciones consecuentes, cómo abordar la corrección de estas conductas.

Puede decirse que existen dos modelos de actuación, desde la justicia punitiva y desde la justicia restaurativa. Aunque ambos defienden y comparten la preocupación por el buen clima de convivencia, las diferencias en cuanto al modo de actuación a seguir son importantes. Y, si analizamos y seguimos lo publicado estos días en relación con los sucesos antes señalados, veremos que ambos siguen presentes más allá del centro escolar, conformando actitudes duraderas a lo largo de la vida. De ahí su importancia y la necesidad de abordarlo de una manera reflexiva en nuestras prácticas educativas diarias de la escuela.

“¿Quién es el culpable?”, es la pregunta básica que da origen a la respuesta punitiva. Es necesario identificarlo y, una vez conseguido, aplicarle las sanciones previstas en la normativa y legislación correspondiente. Es a través de los castigos como una persona aprende acerca de la maldad e incorrección de su conducta. Y el resto de las personas aprende también qué conductas debe evitar, ejerciendo así el castigo un efecto preventivo para la erradicación de este tipo de conductas. Las sanciones deben ser proporcionales a la gravedad de las conductas y, recogidas en un buen reglamento o legislación, ser difundidas para su conocimiento y eficacia.

Sin embargo, no siempre es así y este planteamiento puramente punitivo, basado en el carácter preventivo y ejemplificante de las sanciones, no siempre resulta eficaz. Pocas veces quien no respeta las normas tiene en cuenta lo que le va a suceder ya que, por lo general, son personas que apenas han desarrollado el pensamiento consecuencial respecto de sus acciones. La emoción del miedo, supuestamente básica para evitar estas conductas, es ampliamente anulada por otras emociones, que sirven de apoyo a otros pensamientos y conductas muy diferentes a las inicialmente buscadas. Además, las sanciones nos muestran sólo qué conductas hay que evitar, pero no nos señalan qué conductas hay que promover y poner en práctica, mostrando así su insuficiencia para la promoción de las conductas adecuadas.

Desde un planteamiento restaurativo la pregunta fundamental se centra en el daño causado y en cómo proporcionar una respuesta adecuada a la nueva situación que ha aparecido en la sociedad. ¿Cuál fue el daño causado, cuáles son las necesidades que hay que atender en el conjunto del grupo social? Son las preguntas básicas que orientan este planteamiento restaurativo, muy diferente al puramente punitivo y sancionador.

En la respuesta a esta nueva situación, y siguiendo a Galtung, se busca, en primer lugar, la reparación del daño causado. Si, como suele suceder con frecuencia en un centro educativo, ha habido una falta de respeto a una persona o un acto de vandalismo hacia los bienes comunes del centro, lo primero será pedir disculpas, de la forma más adecuada, a la persona que ha sido agredida o reparar y hacerse cargo del gasto económico que tenga la restitución de ese daño causado.

En segundo lugar, desde el modelo restaurativo, se tratará de buscar la reconciliación entre las personas, ya que la relación entre las mismas habrá quedado dañada por lo sucedido y es necesario adoptar medidas para recuperar la buena relación entre ellas. No es suficiente, para ello, la aplicación sin más de una sanción, Es necesario diseñar y aplicar otras medidas específicas, algo que, lamentablemente, en pocas ocasiones tiene lugar en los problemas de convivencia que surgen en los centros educativos.

Por último, desde el planteamiento restaurativo se aborda la resolución del conflicto concreto, abordando las causas y los factores que han originado el mismo. Así, por ejemplo, difícilmente se podrá abordar un problema de disciplina sin abordar la situación académica de un determinado alumno/a que, muy probablemente, tiene una serie de necesidades académicas básicas y que presenta lagunas importantes de determinados conocimientos en distintas asignaturas y materias. Y es que, sólo abordando este nivel de actuación, podremos tener seguridad respecto de la no repetición de esa situación de quiebra de la convivencia que queremos erradicar.

La adopción de este modelo restaurativo en los centros educativos sólo es posible si se hace desde la propia comunidad, fomentando y fortaleciendo la participación de todas las personas vinculadas con el centro (profesorado, alumnado, familias y personal no docente), y creando las estructuras necesarias para su aplicación y gestión. La manera como se abordan los conflictos en los centros, las prácticas de mediación o la implantación de las prácticas restaurativas son buenos ejemplos de ello.

No vale sólo con quejarse y lamentarse de determinadas reacciones que tienen lugar ante sucesos concretos, trágicos e inexplicables, que aparecen en nuestra sociedad. Analicemos cómo estamos educando a nuestros chicos y chicas, qué concepto de justicia estamos desarrollando en ellos y ellas, cómo les enseñamos a responder ante situaciones, menos graves pero muy similares en determinados aspectos, en las que la convivencia queda seriamente dañada. Y trabajemos, de manera positiva, por el desarrollo y aprendizaje de una justicia restaurativa en todo nuestro alumnado, la mejor garantía para otro tipo de sociedad en el futuro.

Pedro Mª Uruñuela. Asociación CONVIVES

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2018/04/03/de-la-justicia-punitiva-a-la-justicia-restaurativa/

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Lecciones para después de una crisis

Por: Alejandro Tiana

Lo ocurrido alrededor de Cristina Cifuentes y de la Universidad Rey Juan Carlos debe valer para reflexionar sobre autonomía, transparencia, financiación y titulaciones de las universidades públicas españolas.

A partir de finales del pasado mes de marzo, las universidades se convirtieron en objeto de escrutinio y comenzaron a ocupar un amplio espacio en los medios de comunicación e incluso en las conversaciones cotidianas de muchos ciudadanos. El motivo es bien conocido: el escándalo motivado por el título de máster obtenido irregularmente en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) por la ya dimisionaria presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Lo que podía parecer un hecho exclusivamente referido a una persona (relevante, eso sí) y a una universidad concreta, adquirió tintes de crisis general, afectando al conjunto del sistema universitario español y muy especialmente a las universidades públicas.

En mi opinión, no era para menos, dadas las circunstancias que conocemos del asunto. Todo apunta a que una persona con una alta responsabilidad política habría recibido un rechazable trato de favor en la consecución de un título académico oficial por parte de una universidad pública de su propia comunidad autónoma. Cuando surgieron las primeras denuncias todas las miradas se volvieron hacia esa universidad, pero también, de rechazo, hacia el mundo universitario en general. ¿Cómo era posible que un caso así se diera? ¿Quién había adoptado esas decisiones tan claramente irregulares para beneficiar a una persona concreta? ¿Por qué motivo se habían eludido los habituales controles académicos que aseguran la corrección de los títulos emitidos? ¿Se trataba de un caso aislado o desgraciadamente era una muestra de prácticas más extendidas? El limitado conocimiento y una cierta desconfianza hacia el funcionamiento de las universidades contribuyeron a que esas preguntas se difundiesen rápidamente y diesen lugar a numerosos comentarios, algunos certeros, pero otros con falta de información, cuando no claramente sesgados. Y si a todo ello se añade el desvío de responsabilidades que algunos medios y personalidades políticas hicieron del asunto, trasladándolas directa y exclusivamente a la universidad (y de paso a las universidades), es lógico que se generase una tormenta casi perfecta que situó al sistema universitario público en el ojo del huracán.

Ahora, una vez pasados los momentos más álgidos de la crisis, no debemos hacer como si nada hubiese sucedido. Las críticas y los ataques que hemos recibido las universidades merecen una reflexión detenida y una respuesta convincente. Nos las debemos a nosotros mismos y también a la opinión pública.

Desde mi punto de vista, lo primero que se debe reconocer, antes de entrar en otras consideraciones, es que algo estaremos haciendo mal cuando no conseguimos una mayor complicidad y confianza por parte de muchos ciudadanos. Los universitarios estamos convencidos de que la tarea que desarrollamos es valiosa, está al servicio de nuestra sociedad y colabora al crecimiento de nuestros ciudadanos, pero parece que no conseguimos que esa sensación se difunda con mayor contundencia, al menos con tanta como para lograr un apoyo mayoritario, que necesitamos. Y eso que me parece indudable que la universidad española ha experimentado un progreso muy destacable en las últimas décadas, que le ha permitido alcanzar unas cotas que nunca había conseguido en su historia. Aunque haya voces que ponen en entredicho tal progreso, los datos son contundentes, como mostraba claramente el presidente de la CRUE en un reciente artículo publicado en El País, que merece la pena leer con atención y cuyos argumentos no reproduciré de nuevo. No se trata de defender un honor herido, sino de justificar que las universidades prestan en condiciones más que satisfactorias el servicio que la sociedad española demanda legítimamente.

Dicho esto, el escándalo vivido pone de manifiesto que existen algunas irregularidades en el funcionamiento de nuestras universidades que, aunque no sean excesivas, requieren que actuemos con decisión. El hecho de que en su mayor parte se detecten internamente es una buena noticia, pues quiere decir que existen mecanismos de garantía del correcto funcionamiento de las instituciones. En un mundo universitario tan amplio como el español, que abarca tantos organismos y tantas personas, no debe extrañar que se puedan producir conductas incorrectas. Lo importante es que se actúe tan pronto como se detecten. Y eso es precisamente lo que la experiencia demuestra que sucede, pues existen casos anómalos detectados y ya corregidos por las propias universidades, fuera del foco mediático. Y esa debe ser una norma habitual de actuación.

Por otra parte, no basta con corregir esos casos inaceptables, sino que deben existir mecanismos de control que impidan que se produzcan. Conviene recordar que las universidades públicas estamos sometidas a múltiples controles, por parte de los órganos de fiscalización y de las administraciones públicas, que nos ayudan a detectar las disfunciones que puedan producirse y a evitar que aparezcan casos de malas prácticas. Esos mecanismos indispensables, que resultan a veces incluso algo exagerados, unidos a los que internamente poseemos, nos ayudan a organizarnos y funcionar mejor y a ser más transparentes.

Y buscando más allá de ese juego de controles y correcciones, habría que buscar solución para algunos de los problemas que vive la universidad española y que deberíamos afrontar con decisión. No tengo ninguna duda de que el principal consiste en la escasa autonomía que poseen las universidades, que las hace dependientes y tributarias de los poderes políticos. Es una idea que he expuesto antes en este medio, por lo que no abundaré más en ello. Pero debo insistir en que la combinación de autonomía y rendición de cuentas constituye la base necesaria para la prestación de un servicio eficaz e independiente. Sin un buen planteamiento, más decidido, acerca de la autonomía universitaria, nos será difícil mantener una línea de actuación consistente, independiente y comprometida con nuestra misión científica y social.

Hay algunos otros asuntos, de menor entidad que este, que también merece la pena revisar. Comenzaré por referirme a las garantías exigibles a los títulos propios que ofrecemos las universidades. Resulta necesario establecer sistemas rigurosos de control de su calidad y su pertinencia, concibiéndolos como parte integral de nuestra oferta académica y no como un añadido marginal. A ello habría que añadir la necesidad de revisar nuestra oferta académica en general, con objeto de ofrecer una formación y unas titulaciones adecuadas a las necesidades actuales y las demandas sociales que se manifiestan.

La reciente incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior nos ha hecho modificar nuestro modelo tradicional de titulaciones y es seguro que debemos replantearnos algunos aspectos concretos del nuevo, así como la oferta que realizamos de grados y másteres. Y otro tanto diría en relación con la necesidad de adoptar políticas transparentes de personal, tanto docente e investigador como de administración y servicios, que eviten las sospechas de favoritismo o endogamia, que tanto daño hacen. Y por si ello fuese poco, resulta necesario dotar a las universidades de los recursos que necesitamos para cumplir nuestra misión. No se trata de reclamar más recursos por principio, como he escrito también en este medio, sino de asegurar que recibimos los medios necesarios para prestar un buen servicio público.

En suma, esta crisis nos ha servido para presentar ante nosotros mismos y ante la opinión pública algunos de los asuntos que deben reclamar nuestra atención e impulsar nuestra acción en estos próximos tiempos. Las respuestas y soluciones dependerán unas de nosotros mismos y otras de nuestras autoridades de tutela. Pero todos debemos colaborar en encontrarlas y aplicarlas. A fin de cuentas, estamos hablando del futuro de una de las instituciones más antiguas que poseemos y que, lejos de ser vieja y obsoleta, está en una magnífica situación para seguir contribuyendo de manera renovada a la mejora de nuestra sociedad y de nuestros conciudadanos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/08/lecciones-para-despues-de-una-crisis/

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¿Por qué tenemos que reinventar la cultura en digital?

Por: Liliana Arroyo

Nos encontramos en mitad de un cambio total en lo social, lo relacional, laboral y educativo. Un nuevo contrato social que tenemos que discutir y consensuar.

De un tiempo a esta parte parece que estemos desorientados, que el mundo avance muy rápido, que no entendamos los cambios y que sea más difícil que nunca educar a nuestras criaturas. La irrupción de internet y especialmente de las pantallas y las redes sociales, nos han situado ante un nuevo reto: la era digital. O lo que es lo mismo, un contexto nuevo en el que en general ni la escuela ni la familia garantizan por sí solas la educación digital, entendida como lugar donde aprender a interpetar el mundo. En el fondo se trata de crear un nuevo contrato social y una nueva cultura: la cultura digital.

Internet nació con la pretensión de ser un espacio absolutamente libre y democrático, pero la evolución de la red no ha ido siempre en este sentido. Ahora podemos encontrar desde los esfuerzos colectivos más ambiciosos y constructivos -como Wikipedia -, los ciberdelitos más indeseables, como el acoso en línea o la pornografía infantil. Pero buena parte de la Red se está convirtiendo en un escaparate infinito de anuncios, sugerencias y cebos permanentes de nuestra atención. Además, los algoritmos deciden qué vemos y cómo, de forma personalizada según quiénes somos, dónde vivimos y qué nos interesa. Y lo más importante de todo: nos cuesta cada vez más diferenciar los anuncios de la información y todos salimos a este “calle”, sin saber demasiado dónde están los semáforos, por donde pasan los coches, ni cuál es la ruta más segura.

Es igual que si hubiéramos estado jugando al parchís hasta ahora y de repente nos colocan en un tablero de ajedrez casi sin avisar. Intentamos jugar con las reglas antiguas y claro, nos perdemos. Si miramos cómo los niños usa los aparatos, nos sentimos más fuera de juego o incluso incapaces de acompañarlos. Encima, nos clasifican en nativos digitales o migrantes digitales, como si fuera sólo una cuestión de edad, cuando se trata sobre todo de capacidades y de actitudes. Mientras, algunos medios de comunicación sólo destacan cierto tipo noticias impactantes -aunque sesgadas: la constante referencia a adicciones patológicas, la proliferación de noticias falsas en las redes o las temáticas sexuales en internet-. Todo ello, nos sobrepasa como un tsunami de incertidumbre y desorientación en medio de la tormenta vamos sacando la cabeza del agua para buscar el faro.

Tres argumentos para situarnos

El primer argumento es que el reto digital, por el que avanzamos a tientas, conlleva un nuevo terreno de juego para todos. Tener un yo digital no es sólo elegir qué foto nos ponemos de perfil, es también ser conscientes de que tenemos una huella digital, un rastro, compuesto por todo lo que decimos, hacemos, subimos, sentimos y buscamos en Internet. Dicen que el historial de Google es como nuestra memoria externa, con la diferencia de que la memoria humana es selectiva y en cambio Google difícilmente olvida. Nuestras rutinas digitales también están transformando la manera de relacionarnos, de exponernos, de informarnos, de compartir, de jugar, de socializar, de comprar y elegir las próximas vacaciones. Hay infinidad de gestos y dinámicas que hemos ido incorporando sin saber demasiado qué hay detrás de aquellos clics. Las aplicaciones, los aparatos y los softwares, a menudo están diseñados por expertos en marketing que nos quieren activos en sus plataformas.

El segundo es que si este debe ser nuestro nuevo mundo, y confiamos en que internet puede ser beneficioso para la humanidad, es necesario que nos formemos, nos eduquemos y nos “actualicemos” en este manual de instrucciones del nuevo tablero de juego. Nos debe permitir participar, transformar y diseñar nuevos escenarios. Porque podemos llegar a jugar partidas inimaginables, descubrir cosas increíbles pero todavía no tenemos el olfato para saber del todo qué nos favorece o qué nos penaliza, ni qué consecuencias puede tener nuestro yo digital de hoy sobre nuestro yo de mañana. Tenemos derecho, pues, a recibir una alfabetización digital adecuada, neutra e informada que no aumente las desigualdades sociales existentes. Y hablamos de educación en sentido amplio: de la misma manera que saber leer y escribir no implica entender un libro. Saber navegar, hacer clic y encontrar la información que buscas no significa hacerlo con espíritu crítico. Y este espíritu cuestionador tampoco es la parada final. Se trata de comprender el mundo y el entorno en su complejidad.

El tercero es que, siendo un reto tan transversal y universal, tiene poco sentido que esta formación o educación debamos reclamar sólo en las escuelas y estrictamente para los menores. Porque no depende sólo del sistema educativo, sino que creemos importante recuperar la idea de la tribu que educa, colectivamente y en todas las direcciones. Y esto, que parece tan fácil de decir, se complica cuando entendemos que significa una transformación sobre cómo pensamos la educación y sobre cómo pensamos la tecnología. En esta nueva partida, la educación es más sinónimo de conciencia del nuevo entorno; y la tecnología la hemos de entender como herramienta pero también como ecosistema. Aún no tenemos un mapa, un marco de referencia definido sobre los límites y las preguntas importantes, necesitamos elaborar una mirada madura sobre el uso y la comprensión de este medio donde estamos inmersos. Por eso seguimos fijándonos en adicciones y tiempo de uso de las pantallas, por ejemplo, en lugar de entender que la importancia no está tanto en el cuánto, sino más bien en el cómo y, sobre todo, el para qué lo hacemos servir.

Y aún hay más: este medio digital tiene implicaciones de fondo y forma, da paso a nuevas definiciones y nuevas realidades. Sin Internet no hubiéramos visto nacer el 15M, no podríamos trabajar en red (de forma deslocalizada y asíncrona), tampoco estaríamos reinventando los medios de comunicación ni asistiendo nuevas formas de producción y consumo cultural. Es también la revolución de las definiciones establecidas de propiedad, producción, identidad o institución. Nuevas definiciones que nos generan nuevas preguntas: ¿Debemos decidir quién gestiona los datos que nosotros generamos? ¿Debemos conocer los algoritmos que toman decisiones por nosotros?


Estas son las reflexiones de una socióloga y un educador que confluimos en el debate digital y que nos topamos en unas jornadas de la Maleta Universo Internet del CCCB. Coincidimos en la urgencia y la necesidad de construir la mejor versión de esta promesa digital, que pasa por mucha investigación y estudio cualitativo para entender los diferentes usos. Sabemos también que esto no será posible hasta que tengamos una ciudadanía -sí, contamos con grandes y pequeños- informada, formada y crítica. Después de muchas conversaciones, opiniones compartidas, tweets y reposteos, hemos decidido que queríamos hacer crecer esta conversación y ofrecerla en abierto. Pensamos y soñamos en voz alta algunas de las cosas que creemos indispensables para una educación digital consciente que aproveche las posibilidades de aprendizaje y de comunicación que nos ofrece la Red. Poco a poco han ido emergiendo ejes que nos parecían importantes y buscábamos la forma de estructurarlo para generar debate.

¡La próxima semana os contamos cómo continúa la historia!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/09/por-que-tenemos-que-reinventar-la-cultura-en-digital/

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Educación, movimiento estudiantil y mayo del 68, ¿qué queda?

Por: Jaume Carbonell

El año 68 alumbró una gran cantidad de ideas y propuestas con una fuerte carga imaginativa. ¿Qué queda de esta mítica revolución? Aquí se cuenta en dos entregas.

Nunca como en el 68 se confrontaron tantas ideas en libertad

“Las revoluciones proletarias serán fiestas o no serán, pues la misma vida que anuncian será creada bajo el signo de la fiesta. El juego es la racionalidad última de esta fiesta, vivir sin tiempo muerto y disfrutar sin trabas son las únicas reglas que podrá reconocer”. Así termina el manifiesto de la Internacional Situacionista: “La miseria en el medio estudiantil, considerada bajo sus aspectos económico, político, psicológico, sexual e intelectual”,uno de los grupos y referentes teóricos fundacionales del 68 parisino, al que pertenecía uno de sus líderes más emblemáticos: Daniel Cohn-Bendit, que se mueve en una cultura libertaria de nuevo cuño, más espontánea y epicúrea.

Para esta nueva revuelta estudiantil no se puede transformar el mundo sin cambiar la vida cotidiana de las personas. No basta con socavar las viejas estructuras económicas y sociales sino que se requiere una revolución de las conciencias para introducir una civilización con nuevos valores y con el disfrute de una vida menos dependiente del trabajo monótono, y sumamente más digna y creativa. Mayo del 68 significa la emergencia de la juventud como nuevo sujeto histórico que certifica la muerte de los viejos dogmas y explora otros caminos para pensar la realidad y hacer política, sustituyendo las reivindicaciones de carácter material y económico por otras demandas cualitativas radicalmente distintas: porque no se trata de mejorar el orden existente sino de destruirlo.

Por eso, el movimiento estudiantil de los sesenta denuncia tanto al sistema capitalista de mercado opresor, consumista y competitivo como al socialismo de Estado bajo las diversas versiones estalinistas, con  sus mecanismos jerárquicos autoritarios, burocráticos y represivos. Por encima de todo, se buscan nuevos espacios y relatos de liberación individual y colectiva, a partir de una amalgama muy variopinta de referentes. Porque en las manifestaciones, barricadas y ocupaciones de facultades se mezclan las banderas rojas y negras; los anarquistas, trotskistas, maoístas y otros grupos comunistas heterodoxos; los iconos del, Che GuevaraHò Chi Minh Mao; la poesía de Rimbaud que invita a cambiar la vida con el mensaje de Marx de transformar el mundo.

Ahí está Guy Debord con su obra La sociedad del espectáculo, donde denuncia el modo en que las relaciones entre las mercancías sustituyen las relaciones entre las personas que asisten pasivamente a un espectáculo mediado por las imágenes. Ahí está Herbert Marcuse para lanzar sus dardos en Eros y civilización y El hombre unidimensional, contra el capitalismo avanzado del Estado del Bienestar que no cesa de producir necesidades ficticias para mantener alienada a la población de sus necesidades reales, reivindicando la convivencia entre dos principios básicos: el de realidad y el de placer. Ahí está Henry Lefebvre con El derecho a la ciudad, una propuesta para modificar el espacio físico y social. Y ahí están el surrealismo y el movimiento Dada, que conceden más importancia al acto creativo que al producto creado, dando rienda suelta a la libertad individual, la espontaneidad, la intuición, el caos y a lo aleatorio. Y de manera directa o indirecta, está la cultura del rock, la canción de protesta, la contracultura o el movimiento hippie.

Mayo del 68 es, sobre todo, París. Pero hay otros mayos simultáneos con un precedente poderoso en las aulas universitarias de Berkeley que, entre otras luchas, protagoniza la oposición a la guerra del Vietnam. Praga, que busca una tercera vía de socialismo en libertad para desprenderse de la Unión Soviética que envía sus tanques para reprimirla. La matanza en la plaza de las Tres Culturas de México DF por las protestas por la corrupción del PRI, el partido gubernamental. Berlín y otras ciudades europeas y americanas.

Desde hace unos meses la prensa y las librerías se han llenado con lecturas e interpretaciones para todos los gustos de esta revolución tan singular. Hay quien la banaliza calificándola como un simple divertimento de hijos de papá o como un estallido meramente hedonista, individualista, sin apenas trascendencia histórica; hay quienes desearían olvidarla porque aún no encuentran explicación y les resulta incómoda; hay quienes siguen idealizándola acríticamente y hay quienes, aún admitiendo que en términos políticos fue un fracaso, no lo fue en términos civilizatorios a medio plazo. Porque jamás en un solo año se cruzaron tantas ideas y propuestas. Por eso “buscar la playa bajo los adoquines” no fue en vano. En menor o mayor medida, a partir del 68 empezó a hablarse y a organizarse el feminismo, el pacifismo, el ecologismo, el antiimperialismo, el respeto a las minorías, el comunitarismo, la lucha por los derechos civiles, la revolución sexual y otros cambios en la vida cotidiana que imprimían un nuevo sello a los procesos revolucionarios anteriores. 

La educación estuvo en el epicentro

Hay un film, Jonás que cumplirá 25 años el año 2000, que ilustra muy gráficamente cómo se entendían por aquel entonces las alternativas educativas en clave libertaria-ecologista: relaciones sexuales más abiertas, trabajo artesanal y en la granja, educación de los hijos por parte de la propia familia, etc. En el trasfondo siempre hay una crítica a la institución familiar -la aportación de W.Reich es también fundamental- y a cualquier otra institución de opresión individual y control social. Por eso se buscan nuevas vías al margen de la sociedad y de la escolarización ordinaria.

De ahí ha derivado la School at home, aunque las motivaciones de esta opción no siempre parten de este planteamiento. Este es un relato, pero hay otras experiencias que tuvieron cierto arraigo como las comunas infantiles de Berlín Occidental que nacen al amparo de la lucha estudiantil como alternativa a la sociedad capitalista donde las necesidades y deseos individuales no estuvieran reprimidos. Se trata de una pedagogía contrahegemónica que busca la máxima libertad individual total dentro de la comunidad, un nuevo rol liberador de la mujer y el ensayo de un modelo de autogestión en la vida cotidiana y en la organización del proceso educativo. En otra perspectiva diferente, cabe destacar igualmente los puntos de conexión con las tesis contenidas en La escuela ha muerto de Everett Reimer y de La sociedad desescolarizada de Iván Illich con su propuesta de tramas de aprendizaje al margen de la educación formal.

Algunas iniciativas pedagógicas tenían un carácter más marcadamente social de cariz anarcocomunista -en una línea consejista o asamblearia- mientras que otras se sitúan el el discurso contracultural del movimiento hippie. Tal es el caso, por ejemplo, de la escuela ibicenca de Blat, una experiencia de escuela unitaria creada a iniciativa de una pareja de españoles que funcionó durante los años setenta. En lo pedagógico se sigue la estela de la mítica escuela-internado de Summerhill, fundada por A. S. Neill, en la que se plantea la eliminación de deberes y castigos, la igualdad entre el profesorado y el alumnado, la educación sexual basada en la máxima libertad, el pacifismo y el desarrollo máximo de la creatividad. Muchas fueron las tentativas de crear otros summerhills en distintos lugares. Y, en cierta medida, el actual movimiento de las llamadas escuelas libres recoge parte de su ideario educativo. Porque otra de las características de estas contrapedagogías del poder es el retorno a la naturaleza, la elección de lo que se quiere aprender, el autogobierno, la educación en libertad, el número reducido de alumnos o la concepción del profesorado como mediador o, incluso, como compañero, eliminando todo tipo de jerarquía.

En el sustrato de estas pedagogías radicales están autores tan diversos como J. J. RousseauL. TolstoiA. BretonP. Sansot o E. Fromm. Y siempre Marx y sus seguidores -excluyendo a la ortodoxia comunista- y Freud, con las distintas derivaciones del psicoanálisis. Todos aquellos relatos que se plasmaron en pedagogías no directivas y antiautoritarias y que se articulaban en torno a la liberación individual y social.

La sombra del Mayo del 68, tan imprecisa como alargada, también dejó su poso en España en distintos momentos. En los conflictos universitarios con algunas tentativas minoritarias en la búsqueda de clases y seminarios alternativos; en procesos formativos docentes como la Escuela de Verano del 69 con debates provocativos y una reducción sustantiva de los cursos para dedicarlos al libre intercambio de ideas; en las largas e intensas fiestas de la palabra y el arte, libertarias y contraculturales, durante la Transición; o en el movimiento de los indignados del 15-M con las plazas convertidas en foros de debate permanente: una de las experiencias más ricas de participación democrática y autogestión política.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/05/10/educacion-movimiento-estudiantil-y-mayo-del-68-que-queda/

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