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Entrevista a Orlando ‘Nano’ Balbo y Fermina Rivas: La intervención de Freire en el mundo

Por: Marta Gordillo

Entrevista con el educador y pensador Orlando ‘Nano’ Balbo, y con la maestra Fermina Rivas, partícipes de una experiencia histórica de Educación Popular en Neuquén, a propósito de los 100 años del nacimiento de Paulo Freire.

Discípulo del pedagogo brasileño, Nano Balbo, el educador que participó en una de las primeras experiencias de Educación Popular que se realizó en Argentina, en 1973, en el marco del sistema educativo estatal, sostuvo la necesidad de recuperar el pensamiento del pedagogo brasileño “porque nos puede dar herramientas para intervenir en el contexto actual”.

“Aunque hoy se leen los textos de Freire en los Institutos de Formación Docente y es bibliografía obligatoria en las universidades, los docentes citan y recitan a Freire pero la aplicación de sus ideas, sacar al alumno de la invisibilización y plantear que el conocimiento es una suma articulada y contradictorio de saberes, es una asignatura todavía pendiente que tenemos”, dijo Balbo durante una entrevista con Vertientes del Sur.

-¿Se puede afirmar que el pensamiento de Freire en los 60 y 70 significó un giro decolonial en la pedagogía? –Si claro que se puede afirmar que Freire significó un cambio copernicano con respecto a la pedagogía; la puso en el centro del debate; cuando él define que la pedagogía está siendo, porque el mundo está siendo, los hombres estamos siendo, plantea recuperar la pedagogía con ese dinamismo que implica ir al acumulado pedagógico que nos permite interpelar este presente y poder construir futuro.

La escuela nuestra, que para mi es un dispositivo importante para la educación y es hija del iluminismo francés y después del positivismo, puso al alumno en un lugar de invisibilización, el alumno no contaba, el docente era el depositario del saber, y la escuela va al saber socialmente acumulado y lo convierte en saber escolar para que el maestro lo distribuya.

Balbo durante una charla. Fue reconocido por su trayectoria con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Luján (UnLu).

Freire con su concepto de educación ‘bancaria’ da por tierra con esta idea, saca al alumno de la invisibilización y lo pone como un sujeto que tiene saberes, que tiene una cultura, que puede enseñar y entonces plantea que el maestro en su proceso de intervención en el mundo enseña y aprende al mismo tiempo.

Freire fue un sujeto histórico, lo que hizo fue tomar un pensamiento de rebeldía que se venía dando en el campo pedagógico, que puede encontrar antecedentes en José Martí; en Simón Rodríguez, el maestro de Bolivar; en el peruano José Carlos Mariátegui, hasta en Frantz Fanon, y lo traduce en su experiencia en Brasil que después va ser tomada como herramienta en todo América Latina.

-La Educación Popular surge alternativa ¿pero es pensada para que sea alternativa?

Cuando Freire desembarca en Argentina en épocas de la dictadura de Onganía, por supuesto que no va a ingresar al sistema educativo pero sí va a encontrar un público sediento de esas ideas innovadores dentro de muchas experiencias alternativas que se venían haciendo porque el sistema no las permitía adentro.

Esto genera un error conceptual, pensar que Freire y la Educación Popular que se dio en llamar después en base a sus ideas, es una educación destinada a quienes la llevan a cabo por fuera del sistema.

No, en ese momento fue por fuera porque el sistema no lo permitía, pero también hubo experiencias desde adentro del sistema, desde el propio Estado como fue el proyecto que llevó el entonces ministro de Educación Jorge Taiana en el 73 donde el Estado tomando el pensamiento de Freire hace proyectos como la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR), totalmente nutrida del pensamiento de Paulo Freire.

Fue el primer testigo en declarar en Neuquén en el juicio contra represores por la causa denominada La Escuelita

El problema que tiene hoy la Educación Popular es la dificultad para ingresar al sistema. Creo que actualmente está en sectores que fueron marginados de la sociedad, que se organizaron como movimientos sociales, pero que poco a poco esa estrategia de sobreviviencia la van convirtiendo en una experiencia con sujetos políticos.

Allí la Educación Popular encuentra un campo fértil, entonces los bachilleratos populares, los programas de alfabetización, los programas de capacitación para mejorar la producción, son todas experiencias de Educación Popular que están marcando la potencia que tiene el pensamiento con el cual trabajó Freire.

-¿Qué significa ir hoy a Freire?

Hay que ir a Freire para que nos ayude a interpelar este presente y entonces poder construir futuro, la educación es un proceso instituyente, y hoy tenemos que tener la habilidad intelectual de ponerlo en este contexto y en esta realidad y ver qué de eso nos puede ayudar.

Freire planteaba ‘no me imiten porque es repetirse’ ¿A cuál Freire voy a imitar, al de la Pedagogía del Oprimido, al de la Pedagogía de la Esperanza? Lo importante es tomar las ideas para ponerlas de frente a esta realidad que el no conoció, el no conoció la inteligencia artificial, el algoritmo, la big data. Seguir citando y recitando a Freire puede ser musical pero es improductivo.

Él decía, no me imiten porque yo no soy, yo estoy siendo. Freire fue un tipo coherente; entre el decir y el hacer intentaba que existiera la menor distancia posible.

Ante la gran producción de actividades y escritos a propósito de los cien años del nacimiento del pedagogo brasileño, Balbo expresó que “ojalá sirva este justo homenaje para que tenga más presencia. Me parece interesante porque ayuda a apuntalar sus ideas”.

Una experiencia histórica llena de magia

La experiencia de Educación Popular que vivió Balbo en 1973 cuando era coordinador provincial de la Crear en Neuquén -quien fue secuestrado el 24 de marzo del 76, torturado, y luego exiliado- había comenzado por fuera del sistema escolar pero en junio del 73 se incorpora con la creación de la Crear desde la cartera educativa nacional y la Dirección de Educación del Adulto (Dinea).

Allí colaboró y participó de todo el proceso educativo Fermina Rivas, quien en ese entonces era una joven de 15 años, de una familia muy pobre que vivía en el humilde barrio de Villa Obrera, a orillas del río Neuquén, en las afueras de la localidad de Centenario, donde una huella de tierra dividía las viviendas a un lado y al otro, sin agua corriente, sin luz eléctrica. Y ahí una casa se transformó en escuela.

Fermina Rivas.

“Cuándo el intendente preguntó cuáles eran las necesidades más imperiosas, se pidió una escuela”, contó a este portal Rivas, quien había logrado comenzar la secundaria gracias a una familia que la albergó en su casa en Centenario.

En ese barrio con tantas necesidades, donde la escuela era una posibilidad lejana, llegó la maestra -Elsa Pallavicini – y llegaron también voluntarios y curiosos. “El intendente convocó a gente de la Universidad del Comahue y de la Dirección de Adultos donde estaba Nano Balbo”, recordó Fermina.

“Era una época -continuó- en que veníamos de años de dictadura y les jóvenes de entonces nos sentimos convocados a ser participes de un proceso que se avecinaba como diferente, y queríamos colaborar, no sé si con un gobierno determinado pero sí impulsar una serie de transformaciones”.

En Villa Obrera se estaba desarrollando una experiencia prácticamente única: “venía mucha gente a ver qué pasaba, porque había un grupo de gente que estaba aprendiendo aceleradamente a leer y escribir y a hacer un montón de cosas, a ser participe de una acción transformadora, lo que le daba sentido a esa alfabetización”, precisó la educadora actualmente jubilada.

Quedaba claro acá cómo el proceso de lecto escritura iba de la mano con la necesidad de transformar las necesidades concretas que rodeaban a la gente cotidianamente.

 La maestra Elsa Pallavicini en la escuela de Villa Obrera 1973.

Rivas participó acompañando a la maestra y apoyando a los alumnos. “Esa experiencia fue refundante en mi vida; en todo lo que hago y dejo de hacer aparecen las cosas que aprendi en esa instancia”, expresó.

En esa casa se habilitó el espacio con un generador, unas mesas y el pizarrón, y se armó la escuela. Luego se trasladaron a otra en el otro extremo del barrio que tenía luz eléctrica.

El relato de Rivas se llena de imágenes: “Lo que pasaba allí era algo maravilloso, llegábamos para comenzar la clase y empezaba a caer la gente que caminaba a oscuras con sus hijos porque no los podían dejar solos, o alumbrados con faroles, porque no había linternas”.

Llegaban -continuó- con una alegría enorme; era gente que trabajaba en servicio doméstico, en el aserradero, en galpones de empaque, en la chacra, en la construcción, y llegaban contentos, bien presentados, y empezaba algo mágico”.

A pesar de que venían de trabajar y la cursada era de noche, “la gente atendía con mucha avidez por aprender, por completar; y estaba la sabiduría de Elsa de poder generar esas preguntas apropiadas para buscar las relaciones e iniciar un diálogo, y entonces aparecían las vinculaciones con esa realidad que había que transformar”.

“Elsa generaba esa confianza para que la gente pudiera hablar de las cosas que soñaba, que esperaba, de las cosas que les habían prometido y nunca llegaban y entonces aparecían las necesidades y empezaba una problematización que terminaba en una demanda concreta. Así con reclamos y trabajo voluntario lograron el agua corriente, la luz, la guardería”.

Contó que tiene guardadas anotaciones de aquella época en la escuela: “Un día se les preguntó para que querían educación y las respuestas fueron, para ser libres, para terminar con la explotación, para trabajar en mejores condiciones, para aprender ortografía, para concientizarnos mi mujer, mis hijos y mis compañeros, para que no me jodan más”.Destacó que esta reactivación que se realizó de la educación en ese momento se hizo usando lo que entonces era una propuesta del método de enseñanza de Paulo Freire, que “empezamos a estudiarlo, que era partir del conocimiento del lugar, de las necesidades, de sus aspiraciones”.

“La dimensión política de la educación de la que habla Freire se ve clarísimo en el proyecto de Villa Obrera, se ve esa relación entre la escuela y el medio social, que se materializa con un sentido de ‘el para qué’ de la educación, que es transformar todo aquello que es injusto pensando en una educación emancipadora”.

Rivas enfatizó que en Villa Obrera la gente modificó sus condiciones de vida objetivamente y realizaron ese aprendizaje de unidad para lograrlo, ese trabajo colectivo que es fundamental en organizaciones de todo tipo.

Esta experiencia quedó testimoniada en una película “Uso mis manos, uso mis ideas”, que hizo el grupo Mascaró al recuperar la filmación que había hecho en ese momento un fotógrafo local Raúl Rodríguez, “quien apareció con una máquina que se la había ofrecido el cineasta Jorge Prelorán cuando lo escuchó decir, de paso por Neuquén, que quería filmar esa experiencia”, contó Fermina.

Recordó que Rodríguez le dijo al cineasta que quería filmar para entusiasmar a la gente, para que vea que se podía ir a la escuela, que se podía aprender a leer y escribir, que para eso no había límites.

https://www.youtube.com/watch?v=R7xcUj9ZNHw Uso mis manos, uso mis ideas (película completa)

-¿Cómo fue filmar mientras se daba clase?– “Él le dijo a la gente que ellos iban a aprender a escribir y que él iba a aprender a filmar y que lo único que quería era que ese aparato no los interrumpiera, entonces él empezó a filmar -los alumnos no reparaban en él-, Elsa a trabajar y yo a colaborar y a aprender un montón de cosas”.-¿Qué pasó con esa filmación?– “El director la guardó por las cosas que fueron pasando en el país, y 30 años después en 2003 un grupo de estudiantes de la Universidad de las Madres se encuentra con un periodista de Neuquén que les habla de aquella filmación. Realizaron el documental que fue titulado con esa frase, tomada de un trabajo que había hecho la gente en Villa Obrera”.

“Verla con el pueblo después de tanto tiempo fue algo muy emocionante, muy impactante”.

Fuente de la información e magen:: http://www.retruco.com.ar/la-intervencion-de-freire-en-el-mundo/

 

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Entrevista a Marina Garcés: «La educación es un conjunto de relaciones posibles que hacen posible acoger la existencia de todos»

Por: Anna María Iglesia

Conversamos acerca de educación y un necesario cambio de paradigma con la filósofa Marina Garcés a raíz de su último ensayo, ‘Escuela de aprendices’ (Galaxia Gutenberg)

Para qué aprendemos cuando no se puede imaginar el futuro, cuando éste se ha convertido en algo que solo unos pocos pueden disfrutar. Esta es una de las preguntas que se realiza la filósofa Marina Garcés en su último ensayo, Escuela de aprendices (Galaxia Gutenberg), una necesaria reflexión en torno a la educación, el aprendizaje y su sentido, sobre todo en unos tiempos marcados por la incertidumbre y por el desdibujamiento de todo horizonte.

¿Qué sentido tiene aprender cuando uno ya se sabe excluido? ¿Qué valor tiene el aprendizaje cuando en el horizonte solo se vislumbra la reiteración de códigos impuestos? El ensayo de Garcés nos plantea todas estas cuestiones y nos devuelve al estado de aprendices, recordándonos que el aprendizaje es un recorrido a lo largo de toda la existencia.

Quería comenzar preguntándole sobre cómo la experiencia de volver a ser alumna le hizo replantearse la pregunta sobre la educación desde la perspectiva de quien aprende.

La interrogación y la preocupación por la educación siempre ha estado presente en mi trabajo y en mi profesión, pero pude dar la vuelta a la pregunta e interrogarme desde otra perspectiva sobre el hecho educativo cuando, hace ya tres años, me puse en posición de aprender de cero algo para lo cual no había recibido ninguna formación sólida como es la música y, más en concreto, el piano. Esta posición de aprendiz, este acceso a un lenguaje completamente nuevo y este cuerpo a cuerpo frente a un instrumento y corpus de conocimiento nuevo me permitió elaborar las preguntas sobre la situación actual de la educación, así como sobre el propio hecho educativo desde la perspectiva del aprendiz y teniendo en cuentas las relaciones que el propio aprendizaje nos abre hacia los otros y hacia el mundo que compartimos.

La pregunta que da título al primer capítulo, Cómo queremos ser educados, nos convoca a todos, puesto que usted entiende la educación como un proceso continuo, no como una etapa vital que atañe a los niños o a los más jóvenes.

Este es precisamente el giro que propone el libro. Habitualmente, hemos reflexionado sobre la educación a partir de la pregunta sobre cómo educar. Esta es la cuestión que ha guiado y guía todas las reflexiones en torno a la educación desde la filosofía y la pedagogía hasta las políticas educativas más concretas. Esta pregunta implica que la reflexión siempre se realiza desde la perspectiva y la mirada de quien está en posición o piensa que está en posición de educar: maestros, padres, madres, legisladores, intelectuales, expertos en educación, revolucionarios… Esta pregunta es el reflejo de una mirada sobre los demás, sobre aquellos que están en posición de ser o tener que ser educados. Poner el foco en la figura del aprendiz obligar a girar la pregunta y situar la mirada en ese terreno donde no se trata de unos educando a otros y, por tanto, donde se trata de elaborar modelos, políticas y métodos educativos, sino donde lo relevante son las relaciones de aprendizaje que se establecen tanto en la institución formal como en la mutua convivencia. La educación es el fundamento de la convivencia, es el sustrato de las formas posibles de vida; es decir, es en el aprendizaje donde se ensayan las maneras en las que como sociedad estamos dispuestos a convivir.

Asimismo, la pregunta del primer capítulo es una contestación a una concepción jerárquica de la educación.

Para mí este punto de vista antijerárquico implica no delegar asiduamente la educación en manos de unos expertos que deben y pueden guiar nuestras trayectorias de vida, nuestros caminos y nuestros futuros. Se trata de todo lo contrario: es cuestión de entender que toda educación parte de una alianza y de una reciprocidad. Esto no quiere decir que todos seamos igualmente ignorantes o igualmente sabios. Por suerte, sabemos desigualmente acerca de muchas cosas, por experiencia vital, por conocimientos, por práctica, por oficio… De lo que se trata es de pensar la educación a partir de la igualdad desde la desigualdad de puntos de partida y de recorridos y no desde la jerarquía maestro-alumno, estudiante-padre, es decir, nunca concibiendo la educación como el lugar de reproducción de la autoridad.Marina Garcés: «La educación es un conjunto de relaciones posibles en torno al que hacen posible acoger la existencia de todos» 1

Imagen vía galaxia Gutenberg.

Además, la educación se ha convertido en un lugar de reproducción de las lógicas del mercado, donde se hace hincapié en la productividad del alumno.

Es obvio que la educación es un gran negocio. Lo ha sido siempre y, ahora, lo es todavía más. Se ha convertido en un negocio global en el que cada vez están implicadas más dimensiones tecnológicas. Hay, por tanto, toda una mercadotecnia en el mundo de la educación, convirtiéndolo en un espacio de competitividad y de negocio. Pero, más allá de todo esto, la educación es el espacio donde se construye la subjetividad que yo llamo “servidumbre adaptativa”: ahí se crea a ese individuo cada vez más entregado a hacer rendimiento de su propia flexibilidad. Cuanto más flexible, más rentable, con más capacidad de reinvención, de actualización y, en resumen, de ese aprendizaje reducido a una adaptación constante al cambio. En el libro, por tanto, no solo realizo una crítica a las viejas formas que concebían la educación como algo jerárquico y rígido, sino también a la alternativa promovida por el neoliberalismo: el entrenamiento constante a la flexibilidad, a la capacidad constante de cazar oportunidades y a pensarse a sí mismo como un potencial en constante aumento.

De hecho, cada junio se habla de las carreras con más futuro, es decir, de aquellas que “sirven al mercado”.

Hemos reducido el concepto de estudiar a tener un título. La pregunta “¿Has estudiado?” implica “¿Tienes un título?”, olvidando que la educación y la formación es una forma de relación con los otros. Los niños pequeños estudian el mundo, miran con atención de qué está hecho y cómo está compuesto. Nosotros, cuando estamos en una situación o en un contexto que desconocemos, también lo miramos con la misma atención de un niño, cuya actitud no es distinta a quien estudia por conocer y saber algo nuevo. Lo que sucede es que, por un lado, hemos reducido el deseo de aprendizaje en la simple obtención de resultados, títulos o distinciones, mientras que, por el otro lado, hemos convertido toda una serie de actividades propias del aprendizaje en hobbies y distracciones propias de un mercado del ocio y/o cultural o del simple consumo.

Lo paradójico es que hemos reducido el estudio a la obtención de títulos, cuando estos ya no sirven para proyectar un futuro mejor, como sucedía antes.

En esta cuestión, se observa ahora un cambio con respecto a momentos anteriores de las sociedades modernas. Se ha roto la idea de promesa, es decir, la idea de que estudiar y formarse es la base para un futuro mejor para el propio individuo y su familia, pero también un futuro mejor en términos de progreso para el conjunto de la sociedad. La experiencia del siglo XX con la quiebra de los imaginarios de progreso y, en tiempos más recientes, la acumulación de crisis económicas, de procesos de precarización y de pérdida de expectativas, incluso para las partes más ricas de las sociedades del mundo han puesto en cuestión la ecuación: estudio igual a progreso. Entonces, para qué estudiar si ya no es garantía de un futuro mejor ni para el que estudia ni para sus hijos. En esta situación, se abre un vacío de expectativas que se convierte, como señalo en el libro, en una disputa por los futuros: el futuro como algo mejor pasa a ser un bien escaso y solo una minoría podrán tener una expectativa de futuro. Por tanto, la disputa entre imaginarios posibles en torno a cómo querer vivir o cómo imaginamos una posible sociedad pasa a ser por el futuro, que solo algunos tendrán. En otras palabras, la pregunta es quién va a tener un tramo más de futuro en este mundo abocado al no futuro.

Al respecto, usted subraya la falacia del concepto de “meritocracia”.

Es un concepto sobre la que se ha escrito bastante en los últimos años y que Rendueles a partir de una larga tradición de crítica de dicho concepto y de la idea liberal que concibe el individuo como aquel que, a partir de un grado cero, de una igualdad formal de derechos y posibilidades, labra su futuro. Esta idea la hemos visto representada en los héroes de las películas clásicas, así como en la figura del hombre hecho a sí mismo y se sustenta en la ficción del grado cero, es decir, en esta ficción según la cual todos partimos desde la misma línea de salida y quien no llega es porque no ha aprovechado sus oportunidades o no ha gestionado sus potencialidades, sus emociones y sus expectativas. Esta es una ficción que condena al fracasado, que es considerado culpable de su propio fracaso, y encumbra al exitoso por supuestos méritos propios. Y digo supuestos porque, en realidad, de lo que se trata es de la reproducción de desigualdades que están desde el inicio y que se repiten hasta el punto de llegada y que en muy raras ocasiones se subvierten. Para subvertir de forma generalizada dichas desigualdades es necesario un proyecto colectivo que mire a la transformación de las condiciones que las producen y, evidentemente, la educación es una pieza clave de este proceso de transformación y no debe ser entendida como una carrera o como un mercado de oportunidades.

Este es, en el fondo, la herencia del Thatcherismo y de esa idea que todo individuo puede tener éxito y hacer que su país tenga éxito y que si no lo hace es por debilidad. 

Totalmente. Esta ficción liberal intensificada por el neoliberalismo se transforma y se perpetúa en un momento como es el actual en el que, incluso, las condiciones de éxito son muy poco estables. Tenemos este capitalismo de burbuja que produce grandes inflaciones de valor y de acumulación de riqueza bursátil, financiera, extractivista… en fracciones y conjuntos de población muy reducidas del planeta y, por tanto, no se distribuye la riqueza, más bien todo lo contrario: en esta humanidad vertedero, se deja en una condición residual a cada vez más gente y cada vez más tempranamente. Tenemos grandes masas de juventud en el mundo, de ahí esos flujos migratorios cada vez más intentos, que simplemente no tienen punto de partida y es que ya están residualizadas. La pregunta, entonces, que se plantea es en qué medida el sistema educativo más que paliar esta situación lo que hace es contener los conflictos que nacen de esta situación.

De ahí el concepto de “hospitalidad”. ¿Única forma de contrarrestar la idea de exclusión?

Para mí, la educación es un arte de la hospitalidad, no en el sentido idealista según el cual todo el mundo es bienvenido y ya está. Esta sería una mirada muy naif sobre la educación, mirada que a veces se tiene considerando la educación como un espacio donde todos tienen cabida y no hay conflictos. Y no es así. La educación es un sistema muchas veces duro, donde es difícil comparecer y estar con los demás de una forma acogedora. Por tanto, para mí la clave está en entender la educación como un conjunto de relaciones posibles en torno al saber y al aprendizaje que hacen posible acoger la existencia de cada cual con toda su carga de singularidad. No se trata de integrar a la singularidad dentro de un sistema, no se trata de pensar las personas como meras piezas, sino de componer un medio donde poder tomar ese riesgo tan difícil y necesario como es el de aprender juntos a vivir y el de aprender a vivir juntos.

Ahora que habla de comparecer y de aparecer, una reflexión clave de su ensayo gira en torno al sentimiento de vergüenza.

El hecho de que alguien te haga nacer es una imposición, puesto que nadie nos ha preguntado si queríamos vivir, cuándo y cómo. Es decir, se nace de forma impuesta y, a partir de aquí, se existe. Y existir es poder ser y poder comparecer junto a los otros. Este es el gran arte de la educación, que es la que hace posible que esas irrupciones que somos todos nosotros comparezcan y puedan llegar a presentarse y decir: “Estoy aquí”. En poder comparecer no viene dado, es fruto del trabajo de la vida social y de la educación. El problema es que, muchas veces, para poder llegar a decir “estoy aquí” o “así soy yo” se atraviesa un camino a lo largo del cual pasan muchas cosas, entre las cuales está la posibilidad de que el propio camino sea interrumpido por la mirada sancionadora de otro o de otros. Y llamo precisamente “vergüenza” a esa destrucción del vínculo que se produce cuando uno mismo quiere desaparecer por la mirada sancionadora de unos otros que te hacen sentir que no puedes estar donde estás o que no puedes ser visto ni siquiera por ti mismo. Es destructivo ese ejercicio de avergonzar al otro por ser diferente, por no saber determinadas cosas, por no tener un cuerpo normativo… La colección de escenas de la vergüenza es muy amplia y el repertorio es muy sutil. Para mí, era muy importante recordarlo, porque sino caemos en el error de pensar la educación solo en lo bueno que puede dar, sin darnos cuenta de que estamos atravesando siempre la posibilidad de caer en el pozo de la vergüenza o de hacer caer a otro en ese poso imposibilitándole ser como es junto a nosotros.

Al final, la educación es una herramienta de construcción de roles sociales y, como se ve en la historia de las mujeres, de censura de quien se sale de dichos roles.

Exactamente. Esto es fruto de una construcción milimétrica de los gestos, de los comportamientos, de las miradas, de las formas de hablar, de las condiciones sociales que te legitiman o no. Es una microfísica de la vergüenza en la que ir sorteando cada una de estas trampas hace posible aparecer, comparecer o participar. Por ejemplo, no está de más preguntarse qué significa participar en clase, quién puede y quién no puede participar, con qué condiciones se participa, qué hace que participar implique comparecer y no sea un acto competitivo.

Asimismo, a partir de Primo Levi y Deleuze, usted redefine la vergüenza como herramienta de autocrítica y transformación colectiva.

Sí, la vergüenza es una emoción social y, por tanto, hace aparecer aquellos límites a partir de los cuales no podemos continuar siendo lo que somos. Cuando alguien es capaz de interrumpir entre sus compañeros una situación de bullying, por ejemplo, subrayando la vergüenza de la situación lo que está haciendo es mostrar que hay un límite a partir del cual la destrucción ya no es solo del otro, sino de todos los que componemos ese espacio y/o situación. Hay una larga historia de la vergüenza colectiva, entendida como aquello que, cuando aparece y se puede verbalizar, transforma la historia de los pueblos y comunidades donde se han producido atrocidades. En el momento en que ese límite es verbalizado, no solo como culpa o perdón, como vergüenza, como revulsivo es cuando se produce la transformación.

Asimismo, usted analiza críticamente la burocratización de la educación.

Se considera que uno de los problemas de la educación actual es la autoridad. Se subraya que el docente y los padres han perdido autoridad, pero ¿qué pasa cuando se desdibujan estas figuras? Creo que nos fijamos demasiado en este desdibujamiento y no vemos suficientemente que la autoridad se ha desplazado a otras instancias, como se observa en todos los procedimientos burocráticos, que tienen una parte empresarial, vinculada a la financiación del centro educativo, sea público como privado, y a los procedimientos de evaluación cualquier tipo de resultado y de índice en relación con cuestiones de calidad y cantidad en las tareas educativas. En este sistema burocrático, la evaluación y financiación son dos parámetros que pueden hundir una escuela, un proyecto, una línea educativa… Ha habido, por tanto, una transferencia de autoridad, que atraviesa a docentes y a alumnos, puesto que todos tenemos que colaborar para que nuestros resultados e indicadores sean los necesarios para los proyectos sigan existiendo. Se crea así una maquinaria muy servil y agobiante.

Esto que comenta me hace pensar en el ensayo de Sara Mesa, Silencio administrativo, donde se observa de qué manera la burocracia es un mecanismo de exclusión.

Efectivamente. Según tu capacidad, tus habilidades, tu paciencia o tu paquete de competencias acabarás cayendo antes o después. No se trata tanto que te digan que no, que te lo pueden decir, sino más bien que te caes tú antes de llegar, porque no rindes las cuentas que te exigen. Esto es lo trágico de este tipo de ejercicio de poder.

Y de esta manera, el poder se blinda.

El poder se blinda y se asegura que lo que funciona dentro de esos laberintos es la aceptación de sus códigos. No solo hay que obedecer, hay que funcionar y reproducir unos códigos muy precisos, tanto de comportamiento como de lenguaje y de uso del tiempo. Esta es la servidumbre adaptativa: eres tú la que te estás adaptando constantemente en lugar de estar recibiendo órdenes de forma pasiva.

A las puertas del 2021, cabe preguntarse hasta qué punto la pandemia, en lugar de hacernos mejores, lo que ha fomentado es la reiteración y reforzamiento de ciertos códigos.

Evidentemente hay mucho de nuevo y de desconocido en la vivencia colectiva de la pandemia, pero hay también mucho de producido y de reproducido. Y esta es una de las causas del gran desánimo de gran parte de la sociedad. Estamos haciendo un esfuerzo muy grande para adaptar nuestras vidas a la situación que nos viene impuesta por esta enfermedad, pero, al mismo tiempo, ni los cambios ni la posibilidad de realizarlos. Y tampoco vemos que se esté planteando otro camino que no sea el de subsistir para continuar con lo mismo. Por esto, la pregunta sobre el aprendizaje se hace más importante aún. ¿Qué hemos aprendido de la transformación práctica y concreta de aquello que consideramos esencial? ¿Qué hemos aprendido del hecho de haber tenido que interrumpir nuestras vidas de forma tan abrupta? ¿Qué hacemos con todo lo vivido? ¿Nos lo tragamos y ya está? Mucho del dolor está en los muertos y en los enfermos, pero también está en este no saber qué hacer con lo que hemos visto, con lo que hemos vivido.

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com

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Laura Baldini: «María Montessori estaría hoy decepcionada al ver cómo muchas de sus demandas siguen sin aplicarse»

Por: Laura Peraita

Laura Baldini, autora de «La escuela de la vida», explica que aún queda mucho por hacer por un trato respetuoso a los niños.

Laura Baldini, autora de «La escuela de vida», explica en esta novela basada en la historia real de María Montessori cómo creó su propio modelo educativo para ayudar a los niños más vulnerables a principios del siglo pasado.

¿Cuál es el motivo por el que la protagonista tiene hoy tantos seguidores y actualmente haya 65.000 escuelas Montessori en todo el mundo?

En el periodo de entreguerras, las ideas de la reforma educativa cayeron en terreno fértil en toda Europa. María Montessori consiguió dar a conocer su método en todo el mundo. Hoy en día, sus reivindicaciones continúan siendo de lo más actuales. Ella colocó al niño en el centro de su pedagogía. Exigía respeto para el niño y trataba de promover su independencia. La frase «ayúdame a hacerlo yo mismo» proviene de ella.

¿Qué es lo que buscan las familias que confían a sus hijos en estas escuelas?

Mis tres hijos estuvieron en guarderías Montessori y posteriormente en escuelas Montessori. Tomé esta decisión porque quería que mantuvieran la alegría de aprender. Por desgracia, el sistema escolar de Austria está muy orientado al déficit. Por ejemplo, si un niño está especialmente dotado en alemán, pero es muy malo en matemáticas, tiene que torturarse durante años, cansado de disfrutar de lo que se le da bien. El niño aprende que nunca es suficientemente bueno. En el peor de los casos, pierde la alegría de aprender. Pero nuestra época de rápidos cambios requiere un aprendizaje permanente.

En las escuelas Montessori, los niños aprenden a su propio ritmo. Nadie exigiría que un niño de un año fuera capaz de caminar por sí mismo en ese momento. Algunos niños caminan a los 8 meses, otros a los 16, y ambos casos son normales. Cuando aprendemos a leer y escribir, todos los menores se rigen por el mismo patrón. No importa cuándo muestren interés por esta técnica cultural.

¿Cree que ha habido desde entonces una revolución igual en las aulas?

En los últimos cien años han cambiado muchas cosas. Los profesores ya no pueden disciplinar físicamente a los niños. Eso está muy bien. Desgraciadamente, se ha replanteado muy poco en lo que respecta a los métodos de aprendizaje. Todavía se enseñan demasiadas cosas de forma frontal. Las clases interdisciplinarias son demasiado infrecuentes. En lugar de promover el pensamiento independiente, se examinan los contenidos. Las habilidades sociales siguen sin ser importantes. Sin embargo, los complejos problemas de nuestro mundo sólo pueden resolverse si las personas piensan en conjunto y adoptan enfoques comunes para las soluciones.

Fue pionera en su tiempo, ¿qué imagina que diría hoy ante tanta tecnología y disparidad de metodologías en las aulas?

Tal vez se sentiría decepcionada al ver cómo muchas de sus demandas todavía siguen esperando ser aplicadas. Sobre todo, el trato respetuoso a los niños y los esfuerzos por educarlos para que sean independientes.

María Montessori fue una brillante científica natural. Estoy convencida de que habría intentado estar al día y, en particular, habría utilizado las redes sociales para ella y su causa. Era una oradora talentosa capaz de convencer a la gente. Hoy sería capaz de hacerlo igual que entonces.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-maria-montessori-estaria-decepcionada-como-muchas-demandas-siguen-sin-aplicarse-202108300230_noticia.html

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Entrevista a Lilia Schwarcz, historiadora y antropóloga brasileña «Bolsonaro no es un conservador, es un político retrógrado»

Fuentes: elDiario.es/ Ayelén Oliva

Historiadora y antropóloga, autora de numerosos libros sobre la historia de Brasil, Schwarcz analiza los actos de Jair Bolsonaro en el día de la Independencia y lo que significa la utilización política de esta fecha para ese país.


«Nuestro presente está lleno de pasado», resalta la historiadora y antropóloga brasileña Lilia Schwarcz. El martes pasado, el presidente Jair Bolsonaro demostró su poder político en las calles durante las celebraciones del 199º aniversario de la Independencia del dominio portugués, en medio de ataques a la Justicia y la prensa.

Schwarcz, profesora en la Universidad de Sao Paulo y la Universidad de Princeton, analiza éste fenómeno desde una perspectiva histórica. Entre la decenas de libros que lleva escritos como ‘Brasil: una biografía’, publicado junto a Heloisa Starling en 2015, asegura que no existe ningún personaje político similar a Bolsonaro en los últimos 500 años de historia.

Ayelén Oliva.- La independencia de Brasil de Portugal fue muy diferente al resto de los países de América Latina. ¿Cuál cree que es la lectura que prevalece en Brasil sobre esta fecha?

Lilia Schwarcz.- Fue creada una leyenda dorada en torno a la Independencia de Brasil. Una visión que sostiene que el país tenía un destino para transformarse en una monarquía rodeada de repúblicas. La Independencia brasileña fue muy conservadora. La principal preocupación de las élites era evitar la fragmentación del país y mantener un sistema esclavista. Esa idea de Independencia en la que Pedro I es retratado casi como un militar, fue una construcción tardía a partir de un lienzo de Pedro Américo. Esa imagen ha sido muy utilizada en el aniversario de 1972, en plena dictadura militar. Desde entonces, los militares asumieron esa versión demasiado militar y asociada a la idea de monarquía de nuestra Independencia.

Ayelén Oliva.- ¿Y cómo conecta esto que describe con lo que vimos el martes pasado?

Lilia Schwarcz.- Lo que vimos el 7 de septiembre pasado fue una demostración de cómo los militares pueden manipular la Independencia, una vez más, y del modo en que Jair Bolsonaro se aprovecha de estos momentos para instar a la gente a participar de actos profundamente antidemocráticos, machistas y violentos.

Ayelén Oliva.- En 2022, Brasil tendrá su bicentenario. ¿Qué espera de esa fecha?

Lilia Schwarcz.- Los brasileños tenemos que preguntarnos qué tipo de bicentenario de la Independencia queremos tener. Si queremos asociarnos con la imagen de un desfile militar o con la idea de otro tipo de país.

Ayelén Oliva.- ¿Cómo sería eso?

Necesitamos tener una mirada de la Independencia más amplia, más plural, más generosa. En la historia de Brasil tenemos una historia oficial muy colonial, europea y masculina. Tenemos que entenderla como un proceso de Independencia más diverso, entendiendo que es un país muy grande. Pero también en otros protagonistas. Protagonistas que sean negros, mujeres, ersonas que fueron totalmente invidisbilizadas desde las mujeres como el caso de María Leopoldina hasta María Felipa de Oliveira, ambas fueron grandes heroínas de la Independencia.

Ayelén Oliva.- Bolsonaro asoció la idea de Independencia con la idea de libertad. ¿Qué piensa de eso?

Lilia Schwarcz.- El presidente tomó la idea de libertad asociada a la libertad de expresión y manifestación. La agenda bolsonarista viene secuestrando sistemáticamente los símbolos del país como la bandera o el himno. Ya nadie puede usar los colores de verde y amarillo sin parecer bolsonarista. Pero también ha venido secuestrando conceptos como el de libertad de expresión. Para Bolsonaro atacar a otras instituciones como al Supremo Tribunal Federal, inventar la historia contra el voto electrónico, decir noticias falsas es «libertad de expresión». Yo no creo que eso sea libertad de expresión. Bolsonaro usó el día de la Independencia para incentivar a sus seguidores, que lo llaman «mito», para una nueva liberación. Liberación entendida como su autonomía frente a, por ejemplo, otros poderes del Estado.

Ayelén Oliva.- En el discurso del martes, Bolsonaro se refirió a sus seguidores como «patriotas». ¿Qué significado cree que tiene esta palabra para el presidente?

Lilia Schwarcz.- Yo no considero que Jair Bolsonaro sea un político conservador, creo que Bolsonaro es un político retrógrado.  Un político conservador, que respeta la Constitución, está bien para a democracia. El problema es cuando lo que se busca es desandar nuestros derechos. Él no admite los derechos LGTBI, no admite la religiones de matriz africana, no admite los derechos de las mujeres. Ese mismo proyecto retrógrado es lo que quiere para la patria. La patria que él imagina está compuesta por hombres, por evangélicos o cristianos y alegadamente heteronormativos. Esa es la patria para Jair Bolsonaro. Es un modelo muy retrógrado.

Ayelén Oliva.- En uno de sus últimos libro, usted sostiene que en Brasil existe una versión suavizada de la identidad brasileña que deja muchas otras cosas afuera como el tema del racismo. ¿Cuánto de esa otra parte de la historia silenciada de Brasil existen en el tipo de liderazgo que hoy representa Bolsonaro?

Lilia Schwarcz.- Parto de dos suposiciones. La primera es que nuestro presente esta lleno de pasado. La segunda es que, para aquellos que vieron con mucho espanto la elección de Bolsonaro en 2018, les digo que los brasileños siempre fueron autoritarios. No es una novedad. Entonces, él recupera una parte de nuestra historia que ha sido silenciada, incluso por este Gobierno, como el tema de la esclavitud, el racismo sistémico que existe en el país y la dictadura militar. Al brasileño no le gusta hablar de reparación, las políticas de reparación nos cuestan mucho.

Ayelén Oliva.- Si tuviera que compara a Bolsonaro con otro personaje de la historia de Brasil, ¿cuál sería?

Lilia Schwarcz.- ¡Ninguno! Es incomparable. Pienso que es una crisis única en nuestra historia. Nosotros ya tuvimos presidentes extremistas pero no hay comparación. Bolsonaro solo piensa en eternizarse en el poder.

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/lilia-schwarcz-historiadora-brasilena-bolsonaro-no-conservador-politico-retrogrado_128_8295618.html

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Entrevista a David Bueno: “Aprendemos por simple instinto, igual que respiramos y comemos”

farodevigo.es

“La curiosidad es algo innato en nuestra especie y se nutre de dos emociones básicas: la sorpresa y la alegría”

– “¿La educación puede cambiar el mundo?”

– “La educación es la única forma de cambiar el mundo”

Doctor en Biología y profesor e investigador de la ‘Sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universidad de Barcelona’, David Bueno dirige la la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st, la primera en todo el mundo que se dedica exclusivamente a esta temática.

El próximo 25 de septiembre participará en el V Foro de Educación de FARO, con la ponencia “Aprender de la incertidumbre. Una visión desde la neurociencia educativa”.

Por ello le preguntamos y empezamos por el principio:

–– ¿Qué es la incertidumbre?

– La imposibilidad o dificultad de dirimir lo que va a suceder en el futuro, es algo que llevamos implícito en el funcionamiento mismo de la vida y nuestro cerebro está adaptado a lidiar con ella.

– Pero a la vez parece que nos cuesta hacerle frente, ¿no?

 –Sí, está acostumbrado porque es lo que se encuentra cada día, pero por otro lado le genera incomodidad, miedo… aunque también puede generar esperanza, depende de cómo se interprete.

«Aprender de la incertidumbre. Una visión desde la neurociencia educativa»

Un trabajo centrado en la genética del desarrollo y la neurociencia, y en su relación con el comportamiento, especialmente en los procesos de aprendizaje; nos presenta su ponencia en el V Foro de Educación.

–¿Cómo conseguimos que esa incomodidad deje de serlo y se transforme en esperanza?

– Una parte es nuestro carácter, la biología, y ahí cada uno tiene lo que tiene: hay personas con más propensión biológica a afrontar los retos y las incertidumbres con miedo; y otras con curiosidad, que va de la mano de la esperanza. Pero después hay una parte importantísima, que es de lo que hablaremos en el Foro de Educación, que son los aspectos educativos que pueden sesgar a los niños y a las niñas hacia el extremo del miedo o hacia el de la curiosidad.

– ¿Y de qué modo puede potenciarse la curiosidad?

– Más que potenciar, lo primero que debemos hacer es no mutilarla porque los niños son curiosos por naturaleza, es algo innato en nuestra especie.

Cuando una niña o un niño nos preguntan algo y la respuesta del adulto es: “Ahora esto no toca”, “¿qué tontería dices?”, “no molestes”, etc., estamos transmitiéndoles que esa curiosidad innata no solo no le sirve para nada, sino que además pueden ser amonestados por ella.

Luego, una vez hayamos entendido esto, podemos potenciarla simplemente permitiéndoles elegir por sí mismos qué es lo que les interesa, ayudarles a que mantengan viva esta capacidad de sorprenderse ante las cosas de su entorno.

– ¿Qué papel juegan aquí emociones como la alegría?

– La curiosidad se nutre de dos emociones básicas: una es la sorpresa, la capacidad de maravillarnos ante lo que no conocemos; y otra, la alegría porque nos transmite confianza, que es muy importante. Si no confiamos en nosotros mismos ni en los demás, ¿cómo vamos a dejarnos llevar por nuestra curiosidad y enfrentarnos a cosas que no conocemos?

– Habla de potenciar la curiosidad, pero ¿dónde está la línea que separa la estimulación de la sobreestimulación en un niño?

– Mira: estimular siempre; sobreestimular: nunca. Puede llevar al estrés con mucha facilidad y el estrés, cuando se cronifica, es el enemigo número uno de muchas funciones fisiológicas y también del cerebro.

¿Cómo lo diferenciamos? Pues simplemente por la cara que ponen los niños y las niñas. Aquí la dificultad no está tanto en saber identificar la expresión del niño o la niña, sino en gestionar un aula en la que tengo 25 alumnos, con muchos ritmos de aprendizaje diferentes.

– Describe aprender como una función biológica… 

Sí, aprendemos por simple instinto, igual que respiramos y comemos y bebemos. El objetivo biológico de aprender es tener información para anticiparse mejor a los cambios y a las novedades, a las incertidumbres con la que empezábamos esta entrevista.

“Debemos apostar por un sistema educativo que genere sensación de bienestar en los alumnos”

–¿Cómo podemos sacar partido de todo esto en un aula?

Pues aprovechándolo. Si sabemos que todos los instintos nos generan sensación de bienestar cuando los satisfacemos y que aprender es un instinto, debemos apostar por un sistema educativo que genere placer en los alumnos y cuando hablo de placer no me refiero a que todo tenga que ser diversión en el aula, sino a que debemos transmitirle al niño que lo que está aprendiendo le va a servir de algo y que los adultos de su entorno lo reconocemos y lo valoramos.

Con esto, lo que estamos consiguiendo es que mejore su autoestima y que, por lo tanto, a la hora de enfrentarse a nuevos retos, se vea más capaz, con más ganas; con más curiosidad y con menos miedo.

– En este sentido, ¿se le puede echar la bronca a un niño?

Siempre de forma positiva. A ver, debemos reconducir muchas veces sus actitudes, eso hay que hacerlo, pero no es: ‘¡qué mal lo has hecho!’, ‘¡un desastre!’, ‘no sirve para nada’; sino: ‘podemos hacerlo mejor’, ‘vamos a hacerlo mejor, yo te ayudo’.

“Pasáoslo bien con vuestros alumnos”

– Si le pudiese dar un solo consejo a un profesor, ¿qué le diría?

– Que se lo pase bien en clase: si el profesor se lo pasa bien con sus alumnos, los alumnos se lo pasan bien aprendiendo lo que toque.

– Si le digo música y arte, usted me dice…

– Imprescindible. Especialmente en Educación Infantil y Primaria. Son las mejores gimnasias para el cerebro: potencian la creatividad, la curiosidad, todos los aspectos emocionales… Es un sustrato básico sobre el que después se irá construyendo nuestra personalidad.

– En su nuevo libro ‘El arte de persistir’, que está a punto de llegar al mercado en castellano, insiste en la importancia de seguir avanzando, incluso cuando pensemos que las cosas no nos van demasiado bien, ¿por qué?

– Porque la vida siempre va hacia adelante. El pasado solo nos sirve para acumular experiencias y mejorar nuestro futuro, pero si nos quedamos anclados en el pasado, en el resistir: ‘Me quedo donde estoy por si acaso’, el mundo seguirá cambiando y, tarde o temprano, me voy a quedar atrás. Además, se ha visto, por ejemplo, que el hecho de continuar avanzando activa mecanismos cerebrales relacionados con el optimismo, el bienestar, la motivación, la curiosidad… que son aspectos clave para que nos sintamos a gusto. De hecho, los neurotransmisores que se generan en el cerebro cuando somos optimistas son los mismos que producen placer y bienestar.

– Nos han chivado que llega de pasar sus vacaciones en los Pirineos, ¿tienen algo en común el alpinismo y el aprendizaje?

– Precisamente eso: te enseña a persistir. Cuando estás cansado, cuando hace calor, cuando parece que nunca llegas arriba, sigues andando, porque sabes que te esperan unos paisajes preciosos.

– Dice que le gusta sentirse feliz, ¿cómo se consigue?

– No hay una receta única, lo importante es estar convencido de que, lo que estás haciendo, lo haces porque a ti te gusta hacerlo.

– También hablar con personas que tengan una visión de la vida distinta a la suya, ¿diría que esto ayuda al cerebro?

– Sí, porque amplía tu visión, te proporciona experiencias distintas a las que tú has tenido y eso ensancha todo este bagaje, ese aprendizaje que después nos permite anticiparnos a futuros inciertos, a cambios, a novedades. Nos da más recursos.

https://www.farodevigo.es/faroeduca/foro-de-educacion/2021/09/15/aprendemos-simple-instinto-igual-respiramos-57290838.html

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Los expertos como discípulos | Flor Aguilera, novelista, cuentista, poeta

Por: Andrés García Barrios

En esta primera entrega de la serie “Los expertos como discípulos”, Andrés García Barrios charla con la escritora mexicana Flor Aguilera sobre la Escuela Dinámica de Escritores, el proceso de escribir, cómo aprender a perder el control y la pasión por la lectura.

La serie de entrevistas “Los expertos como discípulos” recoge las vivencias de destacadas personalidades durante sus procesos de aprendizaje, tanto en el ámbito académico como en la cotidianeidad. Tiene un doble objetivo (además del natural de entretenimiento): servir como herramienta de orientación vocacional para estudiantes, docentes y el público en general, y destacar lo que a mi parecer es el rasgo más común de los seres humanos: el estar siempre aprendiendo.

Alguien alguna vez me dijo que los directores de teatro no son sino público profesional; de la misma manera, pienso que los maestros son sólo alumnos experimentados que comparten con otros sus vivencias.

Flor Aguilera es una exitosa escritora mexicana, que se ha concentrado sobre todo en novelas y cuentos para niños y jóvenes (aunque también tiene textos para lectores adultos, incluyendo seis de poesía). Es la autora favorita de miles de chavos que, en su búsqueda de sinceridad, encuentran en ella alguien que los entiende. Sus títulos no podrían ser más sugestivos: El día que explotó la abuela, El hombre lobo es alérgico a la Luna, Para que sepas qué hacer conmigo, As the Audience begs for a Ferocious Tango (cuatro de sus numerosos libros, este último de poesía en inglés).

Lo que Flor tiene para compartirnos como constante aprendiz de la vida, pasa por las ocho ciudades del mundo en las que ha vivido, sus cuatro áreas de estudio profesional (periodismo, historia del arte, literatura inglesa y relaciones internacionales) y la radicación final en el territorio de la escritura, que de alguna manera da comienzo en la Escuela Dinámica de Escritores, semillero floreciente de la literatura mexicana en la primera década de este milenio. Flor ha recibido numerosas distinciones, entre las que destaca el Premio René Cassin en Derechos Humanos (Paris, 2000) y la aparición de su novela Jane sin prejuicio en la lista anual de la prestigiosa fundación Cuatro gatos como uno de los mejores libros del 2020. Este último texto, además, forma parte de los programas de lectura de la Prepa Tec, de la misma forma en que muchos de sus libros se leen en primarias, secundarias y preparatorias de todo México.

¿Recuerdas tu primer día de clases en la Escuela Dinámica de Escritores?

¡Claro, me acuerdo muy bien! ―cuenta Flor―. Lo primero que nos dijeron, cuando estábamos todos ya ahí “sentaditos”, fue: “En esta escuela hay una sola regla: No Escribirás”. La idea era que, al principio, los alumnos inventáramos nuestro propio método de escritura, que encontráramos una voz propia a través de experimentar con procesos creativos en otras artes. Nos dieron clases un fotógrafo, una coreógrafa, un escultor, un experto en grafología, un experto en fisonomía, un gran diseñador de modas. Toda emocionada, yo pensaba que estaba en el lugar correcto en el momento correcto de mi vida: si había tenido que estudiar muchas cosas antes, en muchos lugares, era para llegar por fin ahí y vivirlo de aquella forma tan gozosa.

Ese día también nos preguntaron “¿Por qué escriben?”

Recuerdo algunas de las respuestas de mis compañeros: “¡Escribo en venganza!”, “Escribo para que me pongan atención”. Yo tenía preparada una respuesta chistosa, que provocó por ahí algunas risitas: “Escribo porque cuando hablo siempre me sonrojo”. Era una broma no del todo sincera, pero en realidad decía muchísimo de mí. Era cierto que sentía que a través de la escritura podía contar cosas que me daba pena decir en voz alta, que no me salían muy bien cuando abría la boca. De hecho, es algo que siento en este momento, mientras respondo a estas preguntas.

Como escritora, ¿podrías haberte saltado la primaria, la secundaria, la prepa?

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No, definitivamente. En la escuela en la que estudié en Estados Unidos desde tercero de primaria había un club de lectura, y cada mes podíamos elegir un libro que nos llegaba por correo a la escuela. ¡Era una gran emoción abrir el paquetito y encontrar el libro nuevo! Eso tiene mucho que ver con el encanto que siento por los libros, y también con el hecho de que escriba para niños y adolescentes.

¿Y tus carreras profesionales?

Haber hecho varias carreras y haber viajado por tantas partes me da una perspectiva del mundo que me permite inventar circunstancias bastante singulares para mis personajes. Siempre me digo: “Mi personaje es como es porque vive en tal lugar, porque su familia es de esta forma o de esta otra”. Lo más interesante de escribir es crear personajes con un punto de vista peculiar, ponerte en los zapatos de alguien más y hablar por él.

Si pudieras viajar al pasado, ese extraño país, ¿volverías a hacer la carrera en la escuela de escritores?

Sin duda alguna. Últimamente he estado en contacto con mis excompañeros y todos sentimos la misma nostalgia. Ahí conocimos escritores increíbles, cuyas experiencias de vida eran tan importantes como lo que narraban en sus obras. Nos daban tips geniales: Ignacio Padilla,[i] por ejemplo, nos dio una clase que se llamaba Plagio. Nos dijo: “Si van a sentarse a escribir, primero vean cómo lo hacen los maestros”. ¡Y nos puso a pasar a mano libros de los grandes escritores! A mí me tocó transcribir en un cuaderno varios capítulos de El otoño del patriarca de García Márquez, y mientras lo hacía, me daba cuenta de cosas: “Okey, okey, ya entendí cómo construye una frase…” Eso me tocó adentro de verdad, pude experimentar lo que es ser escritor sin ser todavía escritora. ¡Y me enganché y quise más!

Gracias a la escuela de escritores, publicaste tu primera novela.

Las escuelas también son un lugar para eso, encuentras oportunidades. Además, ahí nos enseñaron también esa parte, la de publicar. De eso nos hablaba nada menos que Marisol Schultz, que era directora de Grupo Santillana y después dirigió también la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Su clase era magistral. Definitivamente sí volvería a la escuela. ¡Era fantástica!

Jugando a ser escritores, aprendían a serlo…

Sí, gran parte de lo que hacíamos en la escuela era eso. Una maestra genial nos ponía grabaciones de gente leyendo cuentos en sueco, para que hiciéramos traducciones simultáneas ¡sin entender nada! En un taller que se llamaba Escritura Desaforada, y que tomaba yo fuera de la escuela, otra maestra también única nos ponía a seguir gente en la calle y a apuntar todo lo que la veíamos hacer. Ja, ja, no es un ejercicio muy seguro, pero a mí, que de chica soñaba con ser detective privado, me encantaba. Alguno de mis “objetivos” se dio cuenta una vez de que la seguía y se asustó, je, je. Ser escritor tiene sus riesgos, pero así descubrí que, para seguir creando, yo debía jugar. Al escribir hay una parte muy rigurosa, que es corregir el texto, editarlo; editas, y editas, y vuelves a editar. Pero para empezar un nuevo texto lo que necesitas es desbloquearte, dejar que fluyan la creatividad y la imaginación. Da mucho miedo enfrentarte a una página en blanco. ¿Cómo inicias? Hay trucos, y uno de los mejores es aprender a jugar.

Aprender a perder el control de alguna forma, ¿no? Dicen por ahí: Si intentas controlarlo todo, pierdes el control.

Sí, claro. Pero también hay algo más: cuando escribes, el descontrol va de la mano de un cierto orden sin el cual es difícil perderle el miedo a la pantalla en blanco, a la hoja en blanco… Eso lo aprendí en otro taller fuera de la escuela, con el escritor Toño Malpica.[ii] Toño nos enseñó a ir paso a paso para no asustarnos tanto ante la pregunta: “¿Cómo voy a escribir una novela?” Y ante esta otra, peor: “¡¡¡Cómo, ¿voy a escribir una novela?!!!” La respuesta era: ¡estructura! ¡Es-truc-tura! La estructura es básica, para mí lo es. Primero planeas capítulo por capítulo, sabiendo exactamente qué pasa al inicio y qué pasa al final.  Eso te ayuda a controlar tu caos interno y a no perderte.

A tomar el control, de alguna forma.

Sí, pero entonces volvemos al principio: por más que tengas bien planeado quiénes son tus personajes realmente, no debes perder de vista que en algún momento se te van a salir de las manos y van a contradecirse, y que eso es parte de su verosimilitud. Eso es lo interesante de escribir acerca de lo que yo llamo “seres humanos de verdad de ficción”.

Una cosa que me gusta saber de los expertos es cómo viven el ser parte de una tradición. En el caso de los artistas esto es muy claro: ustedes suelen saberse receptores de una herencia que viene de tiempo atrás (incluso desde edades que se pierden en el tiempo) y consideran a muchos de sus antecesores como maestros.

Los que nos dedicamos a escribir formamos parte de una tradición gigante. Y te voy a confesar algo: muchas veces, cuando entro a una librería me siento un poco triste, y es que ¡hay tantos libros escritos, tantos libros publicados! Me pregunto ¿para qué uno más? Sin embargo, la vergüenza se me quita al pensar que lo que escribo será divertido para alguien, conmovedor, valioso; que puedo acompañar a esa persona, hacerla enojar, provocarle miedo. Lo que resulta entonces es una mezcla entre honrar a los maestros y hacerte un lugar (un lugar en ese lugar que no tiene lugar).

La cadena de recibir y dar no acaba…

Así es. La verdad, no tengo una lista muy larga de escritores clásicos. Aprendí de Shakespeare porque de niña memorizaba los parlamentos de Romeo y Julieta y los recitaba encerrada en mi cuarto. Me dejó huella Beverly Cleary[iii] porque su personaje Ramona Quimby se parecía a mi (en el cine, en la tele nadie se me parecía, así que verla en la portada fue todo un descubrimiento). A los 14 años, mientras guardaba reposo por una operación de anginas, mis papás me trajeron un box set de Jane Austen,[iv] la novelista británica… ¡y todo cambió para siempre! Sigue siendo mi autora favorita: su inteligencia, su sentido del humor, sus diálogos, el que con tres palabras describa a un personaje. Después llegó Emily Dickinson,[v] poeta, con su mezcla de sarcasmo y ternura, y finalmente dos canadienses que al leerlos empecé a pensar en dedicarme a escribir:  Margaret Atwood,[vi] que transforma los cuentos de hadas en algo muy chistoso, muy inteligente… ¡y oscuro! Y Douglas Coupland,[vii] famoso por su libro Generación X, pero que a mí me marcó por La vida después de Dios. Ahí se encendió algo en mí, y me dije: “Esto es lo que yo quiero hacer”.

Cuéntanos otra cosa importante que hayas aprendido de alguien.

Al escritor Dave Eggers[viii] un día le preguntaron: “Si pudieras pertenecer a un grupo como los de las viejas vanguardias literarias (los surrealistas, los dadaístas…), ¿cómo se llamaría ese grupo?” Él contestó: “Se llamaría La nueva sinceridad”. Eso aprendí de él, que yo también pertenecería a La nueva sinceridad.

[i] Ignacio Padilla (1968-2016), escritor mexicano, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

[ii] Antonio Malpica (1967), multipremiado escritor mexicano de novelas y textos para niños y jóvenes, incluyendo teatro.

[iii] Beverly Cleary, escritora estadunidense nacida en 2016 y fallecida este 2021 a los ciento cuatro años.

[iv] Jane Austen (1775-1817), novelista británica.

[v] Emily Dickinson (1830-1886), poeta estadunidense.

[vi] Margaret Atwood (1939), escritora y activista política canadiense.

[vii] Douglas Copland (1961), escritor y artista visual canadiense.

[viii] Dave Eggers (1970), escritor y editor estadunidense, director de la revista literaria Mcsweeneys.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/entrevista-flor-aguilera

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Entrevista a la historiadora afgana Mejgan Massoumi «Nadie preguntó nunca a las mujeres afganas qué querían ellas»

Por María Landi/Francisco Claramunt/brecha.com.uy

A diez días de la caída de Kabul, Massoumi conversó con Brecha sobre la situación actual en el país, el legado de la ocupación y la resistencia al régimen fundamentalista.


Massoumi es doctora en Historia, investigadora del Afganistán moderno y graduada en la californiana Universidad de Stanford, donde hoy es docente en el programa Educación Civil, Liberal y Global. Su familia huyó de Afganistán en 1980, un año después de que tomara el poder el régimen comunista que lo gobernó hasta 1992. Su última visita al país fue en 2018, para realizar un trabajo de campo y una investigación para su tesis, según explica a Brecha.El diálogo que reproducimos a continuación transcurrió vía email.

—Desde que los talibanes se hizo con el control del país, parece que Occidente se acordó de la suerte de las mujeres afganas y entró en pánico, como si durante los 20 años de ocupación de Estados Unidos y la OTAN la situación de las mujeres y del pueblo en general en el país hubiera sido buena y próspera. ¿Cuáles son sus comentarios u observaciones sobre esta percepción?

Parte de la justificación de la «guerra contra el terror» en 2001 tenía que ver con las feministas occidentales, que creían que había que «salvar» a las mujeres afganas de la opresión de los talibanes. Es interesante, porque nadie preguntó nunca a las mujeres afganas qué querían ellas. De hecho, siguen sin preguntarles.

Los logros de los últimos 20 años para las mujeres y para muchas personas de Afganistán tienen que ver con el hecho de que ellas y ellos mismos hicieron retroceder los sistemas de opresión que pretendían controlarles, ya sea el imperialismo occidental o el terrorismo talibán. Muchas mujeres en los medios de comunicación asumieron grandes riesgos en sus carreras para ser creativas con la nueva programación, para ser periodistas que hacían preguntas difíciles a los líderes afganos e internacionales y hacerlos rendir cuentas. No creo que se pueda decir que las mujeres tuvieron la oportunidad de hacer estas cosas debido a la ocupación estadounidense. Creo que las mujeres afganas son fuertes, inteligentes y capaces de hacer cualquier cosa en este mundo, y lucharon mucho por sí mismas para ganar su derecho a participar en la vida pública y exigir su autonomía.

—¿Cuál fue la situación durante estos 20 años? ¿Hubo realmente mejoras e inversión significativas en la vida y las condiciones de las mujeres? Teniendo en cuenta los billones que invirtieron Estados Unidos y sus aliados en los sectores militar y de seguridad y en el apoyo a los señores de la guerra locales, ¿qué podría haberse hecho de otra manera?

Creo que ya hay muchas pruebas que demuestran todos los fracasos de la aventura estadounidense en Afganistán. Si mirás los informes del SIGAR (1) o los «Afghanistan Papers» publicados por The Washington Post, se pueden ver las pruebas de corrupción, la mala gestión, la falta de un plan claro de la guerra o de por qué los estadounidenses estaban allí… Todas estas cosas son pruebas de lo que salió mal.

Cuando Estados Unidos comenzó su guerra, en 2001, después de los sucesos del 11-S, su retórica −especialmente bajo el presidente Bush− era «no negociamos con terroristas» o con «quienes los albergan», y, sin embargo, en 2020 Estados Unidos se puso a elaborar un acuerdo de paz con los talibanes en Doha, Catar. Y sin la participación del Gobierno afgano. La forma en que Estados Unidos ha considerado esta guerra y su propósito fue errónea desde el principio, especialmente si se considera que el objetivo era deshacerse de los terroristas y ahora han firmado un acuerdo de paz que reinstaló a los terroristas en Afganistán.

Como dije antes, creo que las mujeres afganas han conseguido importantes avances en los últimos 20 años, pero el regreso de los talibanes amenaza con borrarlos todos. Cuando se apoderó del poder, emitió edictos amenazando con casar a las mujeres solteras y a las viudas menores de 45 años.

—¿Cree que los talibanes han cambiado en estos 20 años, en algún sentido? ¿Habrá alguna diferencia en comparación con su anterior Gobierno comenzado hace 25 años? ¿Por qué cree que su discurso ha sido casi «conciliador» en sus primeras ruedas de prensa y declaraciones?

No. Creo que todo lo que intentan mostrar de sí mismos ahora bajo una luz positiva es una fachada. Como ya mencioné, desde su toma del poder ya estaban emitiendo proclamas para controlar los cuerpos de las mujeres y obligarlas a casarse. Su violencia no cesará en el lapso de una semana y sería muy ingenuo creer que se han reformado. Los informes y videos de todo el país muestran que han atacado hogares y amenazado a cualquiera que trabajara con los estadounidenses.

También es peligroso aceptar por pragmatismo a un grupo terrorista que se hizo con el poder. Una vez que empezamos a hablar de «bueno, pero ahora están en el poder» se les da legitimidad, y no creo que un grupo terrorista deba tener legitimidad en nuestro mundo para dirigir un país. Es un crimen. El pueblo afgano no votó por los talibanes. Este grupo lleva más de 20 años aterrorizando a la gente y el pueblo afgano no olvidará sus atrocidades.

—¿Cuál es su percepción sobre el sentimiento de la mayoría de la población respecto a la vuelta de los talibanes al poder? Por supuesto, puede variar en función de las regiones, los géneros, el medio urbano o rural, etcétera, pero me pregunto cuál es su base de apoyo, más allá del miedo y el respeto natural que puede imponer una poderosa organización armada.

Los afganos y afganas se están levantando y resistiendo de diversas maneras. Reclaman su bandera nacional y los símbolos de su país y no aceptan la bandera de los talibanes. Reclaman su hermosa religión al grito de «Allahu Akbar» («Alá es más grande») y niegan así esta idea de que los talibanes pueden utilizar la religión para justificar su violencia. El islam es una religión de paz, no de violencia.

—¿Cuáles son los sentimientos y los temores de las mujeres, qué piensan de la retirada estadounidense y de la forma en que se hizo, cómo están siendo y serán afectadas sus vidas en realidad, y cuáles son las perspectivas para ellas?

Me temo que muchas personas afganas −independientemente de si son mujeres u hombres− viven una tremenda sensación de traición por parte de Estados Unidos. Creo que todo el mundo en el país quería que los estadounidenses se fueran, sin duda, pero no de esta manera. Estados Unidos utilizó el territorio afgano durante 20 años para librar una guerra contra el terrorismo y hacer que el mundo fuera «más seguro». Y, sin embargo, con esta retirada Estados Unidos no le ha dado ninguna dignidad al pueblo afgano. En el aeropuerto, se privilegia la seguridad de las vidas estadounidenses por encima de las afganas. Estados Unidos veía al pueblo de Afganistán como «aliado», pero ha tratado a esos aliados como «bajas desafortunadas» en este escenario. Que el presidente Biden sugiera que los soldados afganos eran cobardes que no querían luchar por sí mismos es negar los aproximadamente 66 mil soldados afganos que murieron en el transcurso de esta guerra. Ese número por sí solo significa sacrificio y compromiso.

—¿Qué podemos hacer en el Sur global, y en América Latina en particular, para apoyar al pueblo afgano? ¿Qué pueden y deben hacer las organizaciones feministas para comprender y apoyar realmente a las mujeres afganas de forma positiva y constructiva?

¡Por favor, no reconozcan ni apoyen al Gobierno talibán! Presionen a cualquier gobierno que apoye a los talibanes para que dejen de hacerlo y para que no lo financie. A menos que apoyen el terrorismo, no deberían permitir que esto le ocurra a un país que ha soportado más de 40 años de guerra. Por favor, incidan para que Afganistán sea libre, y para que el propio pueblo afgano decida quiénes deben ser sus dirigentes. Esto no debería ser una decisión de los imperialistas o de los terroristas talibanes. El pueblo afgano debería decidir por sí mismo.

—¿Qué más le gustaría decir o señalar sobre la situación actual que no haya sido destacado lo suficiente en los análisis occidentales?

Creo que la gente no comprende realmente el importante lugar que ocupa Afganistán en este mundo. Aparte de ser utilizado como lugar de guerra, para mí Afganistán es un lugar de paz, de imaginación, de experimentación y, sobre todo, de amor. Pero si seguimos pensando en Afganistán solo como un lugar de víctimas y horror, estaremos ciegas a todo el amor que ofrece al mundo y a cómo −si tiene su propia autonomía y un gobierno decidido por el pueblo− puede ser uno de los lugares más poderosos de este mundo. Me pregunto si será por eso que tantas potencias mundiales están interesadas en él…


Fuente: https://brecha.com.uy/nadie-pregunto-nunca-a-las-mujeres-afganas-que-querian-ellas/

Nota:

1). El Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR, por sus siglas en inglés) fue creado por el Congreso estadounidense con el fin de auditar los fondos destinados a esa tarea. Su misión oficial es «promover la economía y la eficacia de los programas de reconstrucción financiados por Estados Unidos en Afganistán y detectar y evitar el fraude, el despilfarro y los abusos mediante la realización de auditorías, inspecciones e investigaciones independientes, objetivas y estratégicas». Significativamente, la portada de su sitio web contiene un informe titulado: «Lo que tenemos que aprender: lecciones de 20 años de reconstrucción en Afganistán»

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