15 mayo 2017/Fuente: El Diario de la Educación
Innovación con rigor, mejor formación para la atención a la diversidad o más recursos son algunas de las piezas que Isabel Ortega señala para la mejora.
“La educación me ha secuestrado”, explica Isabel Ortega. Vitoriana de 42 años, Ortega admite que no tenía vocación docente. Licenciada en Económicas, las clases empezaron como una manera de ganarse la vida mientras estudiaba y de obtener unos ingresos extra mientras probaba en el mundo financiero. Hasta que se dio cuenta de que no era lo suyo. “Lo dejé todo y monté mi propio negocio en el pueblo”.
Unos 15 años después, Ortega dirige el Centro CLIP, dedicado a enseñar idiomas y ayudar a chicos con problemas de aprendizaje con métodos innovadores como la robótica o los Lego. También es impulsora y responsable de la #eduhora, un claustro virtual que se celebra los martes por la noche en Twitter y en el que profesionales de la educación debaten sobre el sector. Ortega destaca con orgullo que ha conseguido que la eduhora sea Trending Topic (uno de los temas más comentados de la red social), probablemente el único TT recurrente del mundo educativo.
¿Cuánto se puede debatir en 140 caracteres?
Te las ingenias. Es un ejercicio fantástico de resumir que debería llevarse a las aulas. Cuesta resumir las ideas, pero, como dura una hora, al final consigues exponer lo que opinas de un tema determinado. Por poder, una hora da para mucho.
¿De qué temas se habla?
La mayoría tienen que ver con la innovación educativa, nuevas tecnologías que pegan fuerte a la hora de implantarse en el aula. Es un claustro transgresor, que no se conforma con el sistema actual. Los temas que más auge tienen son aquellos donde se busca dar una solución a problemas en los que el sistema educativo está estancado. Uno de los últimos fue la educación emocional, que repetimos por aclamación particular. O cómo utilizar otras disciplinas en el aula para la mejora del aprendizaje, cómo mejorar la lectura, incentivarla en el aula, que a veces parece que les quitamos las ganas de leer a los niños. Siempre son temas en los que se pretende ir un poco más allá y ver cómo hacer las cosas un poco mejor. También tratamos cuestiones de actualidad, como el pacto educativo o las elecciones. La LOMCE es un tema estrella. Siempre es con un espíritu crítico, pero buscando la mejora. Queremos crítica constructiva y compartir conocimiento.
¿Algún ejemplo de este estancamiento en el sistema?
Uno de los problemas que veo, y que preocupa mucho, es atender a la diversidad en el aula. Llegas a tu clase y tienes 25 niños, de los que el 80% va a responder bien (entendido como que aprenderán lo que tú necesitas que aprendan), mejor o peor, pero lo harán. Pero después hay un 20%-30% al que los profesores no llegan. En primer lugar, porque atender a 25 niños es complicado y luego porque no tienen herramientas para trabajar con enfoques inclusivos.
Es una de las cosas que más me preocupan, el profesorado no está formado en toda la diversidad que se puede encontrar en el aula. No es culpa suya. Cuando tienes un niño hiperactivo en el aula, lo puedes atender. Pero si tienes tres, de 25, y luego otro que habla el idioma muy justo, es complicado. Cuanto más pequeño es el grupo, mejor se trabaja. Eso es algo que a nivel institucional debería corregirse. Hacen falta más profesores, más clases, más colegios y más de todo. En este país no se le da a la educación la importancia que tiene. Es algo muy serio y en lo que hay que invertir. Cuando no hay medios todo se ve afectado, y la reforma educativa debería venir desde arriba, pero con una inversión mucho mayor que la actual.
Uno pensaría que mala solución hay si depende de la administración…
Efectivamente, pero lo que pasa es que estamos en un país conformista y no hacemos fuerza. Si a mi hijo no se le atiende bien, es más fácil culpar al profesor que unirnos y pedir una educación para todos. Nos hemos acomodado, pasa también con la Sanidad y la corrupción; somos un país que no protesta. Cuando yo era niña estábamos día sí día también de huelga y se consiguieron grandes derechos como sociedad. Había huelga en las fábricas, las universidades, en todas partes. La educación se está salvando hoy en día por la buena voluntad de muchos profesores. Cuando se habla de que no hay vocación, o que hay profesores que no valen… Pues los habrá, como en todas las profesiones, pero es difícil mantener la vocación cuando no tienes los medios. Esto no te lo cuenta nadie cuando haces Magisterio.
La inmensa mayoría de gente a la que entrevisto habla de innovación, de cambiar el sistema, etc. Pero si todos piensan así, ¿quién lo mantiene atrasado? ¿No tienen los profesores la capacidad de cambiarlo desde dentro?
Es muy complicado. El cambio ha empezado ya y es verdad que lo ha hecho desde dentro. Hay muchos centros que están haciendo cosas, adaptando prácticas innovadoras a un sistema que está obsoleto. Pero es complicado cuando, por ley, te están diciendo que tienes que hacer otra cosa. Aquí juegan un papel fundamental los equipos directivos. Cuando tienes un equipo directivo comprometido con la innovación, dispuesto a invertir en tecnología, ese cambio es más viable. Pero cuando está cómodo en metodologías antiguas y la ley te ampara en seguir haciendo las cosas como antes es complicado que el cambio se haga a nivel global.
Confío en que lo vamos a conseguir pese a las dificultades, que las hay, y muchas. Cuando quieres por ejemplo trabajar por proyectos, y el aprendizaje así es muy significativo, pero no llegas a todos los puntos y las comas que requiere la ley que aprendan los alumnos en un determinado curso, no puedes hacer todo lo que te gustaría. Otro gran debate que hemos tenido en la #eduhora es si el sistema por asignaturas no es ya como un palo en la rueda, cuando estamos en una sociedad donde vemos que el aprendizaje es transversal. No haces ahora mates, ahora lengua y ahora sociales. Necesitas un compendio de saberes. Pero cuando te marcan las asignaturas que tienes que dar, las horas y los contenidos, conseguir un cambio es complicado.
¿Cómo es esto? ¿Cree que las asignaturas son obsoletas ya?
Tal y como está definido ahora, sí. Los contenidos curriculares deberían estar más interrelacionados entre sí. ¿De qué me sirve saber una ecuación o mucho inglés o cualquier otro contenido si luego no los sé relacionar entre sí? En la vida adulta, ¿quién ha utilizado alguna vez una ecuación de segundo grado para resolver un problema de su vida? Nadie. Deberían ser contenidos más cercanos a la vida y los problemas reales, soy firme defensora de que el sistema educativo debe enseñar a los niños a enfrentarse a los problemas vitales. Los problemas de la vida son cada vez más inesperados, vamos a prepararles para lo que venga, sea lo que sea, no cosas concretas. Que sean capaces de buscar el saber, relacionarlo, utilizarlo. Ahí está la verdadera innovación, hacer cosas diferentes pero útiles.
Dice que con la innovación hay que tener cuidado. ¿Por qué?
Se están haciendo muchas cosas muy mal en aras de la innovación. No todo vale. Hace falta formarse, saber lo que se está haciendo. Parece que con hacer algo distinto ya vale. Pero no, hay que hacer las cosas con rigor, con el método científico, y a veces nos lo saltamos. La flipped classroom, meter el ajedrez en clase… Metemos contenidos y formas diferentes de enseñar, pero si no lo hacemos bien igual estamos empeorando las cosas. Hay que innovar, pero con rigor.
Usted tiene en una academia especializada en las dificultades de aprendizaje. ¿Cómo se trabaja con estos chicos? ¿Qué problemas suelen tener?
Es fundamental saber qué le pasa a cada niño que no es capaz de asimilar los contenidos de una manera estándar. Una cosa que me asusta un poco es que, hasta una edad, todo se achaca a la madurez. Yo tengo chicos con dislexia que no tienen diagnóstico hasta la Secundaria. Me llegan en Secundaria porque no entienden lo que leen. Ese chico lo que necesita es que esos contenidos se le den de forma oral. Si no se sabe lo que necesita, por mucho que se le ponga un apoyo no va a mejorar. Pero muchas veces, como decíamos, los profesores no tienen herramientas. No saben. Machacan a este chico con que tiene mala letra. Claro que la tiene, no puede hacerla mejor. Si no te ponen los medios para que aprendas de la manera en que puedas hacerlo, que en el caso de la dislexia es oralmente, estás abocado al fracaso. A veces con las dificultades de aprendizaje, como están en el límite y no son necesidades educativas especiales (si tienes un niño invidente, por ejemplo, si se ponen los medios), hay mucho desconocimiento. Pasan por niños vagos, que no ponen interés. Hay que ponerles la atención individualizada, pero sabiendo cómo. Diría que la solución es la formación del profesorado en atender a la diversidad.
Utilizan la robótica y los Lego en sus clases. ¿Cómo? ¿Qué ventajas ofrecen?
Han sido todo un descubrimiento. Entendemos la robótica como una herramienta, no como un fin. El fin no es que aprendan a montar robots y programarlos, sino que en ese proceso desarrollen otras destrezas como trabajar en equipo, razonar de una manera adecuada (el lenguaje de la programación necesita de este pensamiento previo, pensar todos los comandos). En un mundo donde los niños cada vez son más impulsivos, que se tengan que parar a pensar les viene fenomenal. La robótica es un gancho, gusta mucho, y a través de eso les enseñamos muchas otras cosas.
¿Y los Lego?
Al mundo Lego llegamos a través de la comprensión lectora. Hay niños que no comprenden lo que leen, y tenerlos con una fotocopia y una ficha de preguntas a ver si lo han entendido es un infierno para ellos. Consigues casi el efecto contrario: que el crío vea un texto y rechace la lectura. Si hablamos desde la educación emocional para aprender hay que estar en modo asombro, desde el miedo o el rechazo no se puede aprender. Nosotros usamos los legos para que cuando un niño tenga que leer un texto, en vez de contestar a las preguntas, primero construyan la historia. Es muy motivador para ellos y además estás trabajando lo mismo, pero en vez de contestar preguntas, construyen la historia. Luego les puedes preguntar también, es el mismo ejercicio, pero innovando.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/11/se-hacen-cosas-muy-mal-por-la-innovacion-hay-que-formarse-y-saber-lo-que-se-hace/
Son las cuatro y media de la tarde y en el edificio reina un silencio absoluto. Es tiempo de estudio. Cuatro alumnos hacen los deberes y preparan los exámenes en dos grupos con el apoyo de dos profesores. El último trimestre es siempre el más duro. Sus fotografías en las puertas identifican cuáles son sus habitaciones, distribuidas en dos alas, la masculina y la femenina, con la sala de dirección justo en el medio. La biblioteca, la sala de juegos, la de televisión, el pequeño gimnasio, unas duchas renovadas,… El edificio cuenta con todo tipo de servicios. Por la arquitectura, podría parecer un colegio. Pero no lo es. Tampoco los docentes ejercen exactamente como tales. Ni los menores son solo estudiantes. En una Escuela-Hogar como la de Belmonte de Miranda los papeles se entremezclan, las líneas que marcan los roles se difuminan. Lo cuentan los profesores, que llegan a la plaza por comisión de servicio. Ese puesto es más que un trabajo. Lo reconocen los chavales. No están en su casa pero, matizan, «esto no es un internado».
En pleno siglo XXI Asturias aún necesita escuelas-hogar. La región cuenta en la actualidad con cuatro. Además de la de Belmonte, permanecen abiertas otras tres, en Cangas de Onís, Cangas del Narcea y Pola de Allande. Son unas instalaciones públicas dependientes de la Consejería de Educación que ofrecen un servicio de residencia y además de apoyo educativo y social a estudiantes desde Primaria hasta Bachillerato y Formación Profesional. Los alumnos de la zona de influencia que viven a gran distancia del centro reciben una beca que cubre el importe mensual del servicio. Las familias que quieren utilizar el recurso por razones personales, las que necesitan ayuda por motivos laborales o formativos pero que no les corresponde geográficamente el recurso también pueden acceder a él. También les derivan menores de Asuntos Sociales. La tarifa mensual establecida, que es la misma para los becados que para los no becados, es de 220 por alumno.
El equipo y la rutina
El programa quedará sobre el papel porque la experiencia ya la practican día a día. La rutina en una escuela-hogar es estricta. Tienes unos horarios pautados. Los docentes explican que en este tipo de centros es necesario marcar un ritmo para que la convivencia sea buena. Los despertadores suenan a las seis y media de la mañana. Necesitan madrugar tanto para estar listos en la parada del autobús que les lleva al instituto de Grado a las siete y veinte. Este curso todos los residentes son de Secundaria y Bachillerato y los institutos de referencia están en Grado. Cuando son más pequeños y acuden a Primaria, el colegio que les toca es el de Belmonte, al que la propia escuela-taller le ha cedido instalaciones. Regresan a las tres, comen y a las cuatro y media comienzan las sesiones de estudio. Tras una hora libre que suelen pasar en el exterior, siempre que el tiempo lo permite, vuelven para participar en talleres que organizan los propios docentes. Con Jacobo Vázquez toca música. De Pedro García son actividades físicas. Tania Díaz les propone tareas de jardinería. Con Eva Salinas han montado una cooperativa en la que venden productos para financiar el viaje de fin de curso. Después de las ocho y media, llega el momento de la ducha y de aprovechar el tiempo con libertad. Algunos ven la tele, otros estudian. Un dato importante. Los móviles solo están permitidos en los tiempos libres.
Aparcando estigmas con las notas
Uno de los retos de este equipo es acabar con el estigma que en los últimos años se ha cebado con la imagen de las escuelas-hogar. A principios de los 80, la escuela-hogar de Belmonte llegó a tener 350 residentes. Eran jóvenes de los pueblos de Belmonte y de los concejos cercanos, sobre todo Somiedo, para los que era más cómodo pasar la semana en el centro y regresar a casa los fines de semana. Hoy en día, la matrícula es muy baja. Este curso solo cuentan con seis y dos de ellos no estaban en los últimos días por motivos personales. «Somos conscientes de que la imagen que se tiene del centro es negativa, que se vincula a estos chicos con conductas disruptivas y no es así. Son chavales normales. Pasa incluso con los profesores de los institutos. Nosotros trabajamos para desmontar esta falsa idea, que subyace también en el pueblo», comenta Salinas. Los propios chicos son conscientes de la situación y lo disimulan.
El equipo de este curso ha elegido dos caminos para terminar de sacudirse ese estigma de centro de jóvenes problemáticos. El primero es con la excelencia académica. Se vuelcan con el rendimiento, les ayudan con los deberes, con los trabajos, les dan apoyo en el estudio. Hasta ahora, está siendo un éxito. Ya el curso pasado las notas les reconocieron que estaban en el buen camino. Este año está sucediendo lo mismo. La segunda parte consiste en abrirse a la comunidad. Dos miembros del equipo han participado en un taller de formación que se llama aprendizaje y servicio. De ahí nació Compartiendo vida, un programa de colaboración con el centro de mayores de Belmonte. Un día a la semana, los alumnos van el centro y comparten actividades con los ancianos. Unos días les sacan a pasear por el pueblo. Si la meteorología no acompaña, buscan alternativas en las salas de usos múltiples. «Queremos que establezcan lazos, que se enriquezcan mutuamente», comenta Pedro García.
Un apoyo importante en esta apertura a la comunidad ha sido el director del centro de mayores, Faustino de la Peña. Cree en los beneficios de colaborar y así lo ha hecho durante años también con el colegio de Primaria. Para pasear suelen elegir a residentes que salen muy poco y apenas reciben visitas. Para las manualidades el perfil es diferente, mayores más activos, hábiles y conversadores. «Se les ve con otra cara. Disfrutan mucho. Esta idea de colaboración es fantástica», explica. Las charlas que los estudiantes mantuvieron con sus residentes, las risas y lo rápido que pasa el tiempo en el taller parecen darle la razón. «Muchos son gente con pocas opciones de salir y de interactuar», insiste, un día en el que las tormentas han obligado al grupo a quedarse en el interior, mientras decoran paisajes con papeles de colores. El tiempo pasa entre charlas y anécdotas.
Un partido de la Champions empieza a las nueve menos cuarto. No todos son demasiado futboleros, pero la cita es importante. Así que hay que cierta prisa. El maestro Jacobo Vázquez tiene cuenta en la plataforma que emite el encuentro, así que hoy todos le miran con cierto mimo. Son los mismos códigos con los que una familia se comporta en casa.