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La necesidad de la educación para la liberación

La educación ha sido siempre más que una simple transferencia de conocimientos; es una herramienta fundamental para la emancipación humana. En su esencia, la educación no debe reducirse a la adquisición de habilidades técnicas o información, sino que debe entenderse como un proceso profundo de transformación que permite a las personas comprender y cuestionar el mundo que las rodea. La verdadera educación, aquella orientada hacia la liberación, tiene como fin último no solo formar individuos capacitados, sino también ciudadanos críticos, capaces de transformar las condiciones de opresión en las que viven.

El concepto de educación para la liberación, desarrollado por pensadores como Paulo Freire, se basa en la idea de que el conocimiento tiene un poder emancipador. No se trata simplemente de aprender para adaptarse a las condiciones existentes, sino de aprender para comprender esas condiciones y transformarlas. La educación, vista desde esta óptica, no es neutral; está profundamente imbricada en las dinámicas de poder y opresión que estructuran la sociedad. Por ello, el acto de educar implica necesariamente un compromiso con la justicia social y la equidad.

Una educación liberadora debe cultivar la conciencia crítica. Esto significa que las personas educadas no solo deben ser capaces de adquirir conocimientos, sino también de reflexionar sobre esos conocimientos y su contexto. La conciencia crítica permite a los individuos entender las raíces de las injusticias sociales, económicas y políticas que los afectan. Es un proceso de desnaturalización de las estructuras opresivas que, a menudo, se presentan como inevitables o permanentes. Sin esta capacidad de reflexión crítica, los sistemas de dominación permanecen intactos, perpetuando desigualdades y excluyendo a amplios sectores de la sociedad.

El poder del conocimiento reside precisamente en su capacidad de emancipar a las personas. A través del acceso a una educación que fomente el pensamiento crítico, los individuos pueden no solo entender su lugar en el mundo, sino también imaginar y luchar por una realidad diferente. Esta emancipación es fundamental para la transformación social. Una población educada, consciente de las dinámicas de poder que la condicionan, está en mejor posición para organizarse, resistir y desafiar las estructuras opresivas. De esta manera, la educación no solo forma individuos, sino que también fomenta el cambio social.

Sin embargo, este tipo de educación no puede limitarse a la transmisión de conocimientos abstractos o descontextualizados. Es necesario que la educación liberadora conecte directamente con las realidades de quienes la reciben. Las personas deben poder ver cómo su propia vida y sus experiencias están moldeadas por las estructuras de poder más amplias, y cómo pueden, colectivamente, desafiar esas estructuras. En este sentido, la educación liberadora debe estar profundamente enraizada en las luchas sociales, orientada no solo a entender el mundo, sino a transformarlo.

Un aspecto crucial de este proceso educativo es el desmantelamiento de prejuicios y estereotipos. La opresión no es solo económica o política, sino que también se manifiesta en formas simbólicas y culturales que perpetúan la exclusión y la discriminación. La educación puede y debe jugar un papel central en la deconstrucción de estos prejuicios, proporcionando a las personas las herramientas necesarias para cuestionar y superar las divisiones basadas en género, raza, etnia o religión. Sin una educación que enfrente estos problemas, la liberación será siempre incompleta.

Finalmente, la educación para la liberación está indisolublemente vinculada con el cambio social. No se trata de un proceso individualista orientado solo a mejorar las condiciones personales, sino de una tarea colectiva que busca transformar las estructuras de la sociedad en su conjunto. A lo largo de la historia, los movimientos de cambio han sido impulsados por personas educadas en el pensamiento crítico, capaces de ver más allá de lo inmediato y de comprometerse con la construcción de una realidad más justa y equitativa.

En resumen, la educación para la liberación es una necesidad urgente en un mundo caracterizado por profundas desigualdades. Su objetivo no es solo la formación de individuos competentes, sino la creación de ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos con la justicia social. Esta educación, orientada hacia la transformación, ofrece a las personas las herramientas necesarias para comprender y desafiar las estructuras que perpetúan la opresión, permitiéndoles imaginar y construir un mundo más libre y equitativo para todos.


Alan Luna es maestro en filosofía por la UAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Fuente de la información e imagen:  https://cemees.org/

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Quino y su siembra

Por: Atilio Borón

Quino abrió sus alas y voló, dejando tras sí una estela de luminosas enseñanzas. Durante nueve años, en su tira de Mafalda y sus amigos, retrató con maestría la vida cotidiana y los estereotipos de la sociedad argentina de los sesentas y comienzos de los setentas, cuestionados por la niña rebelde, crítica, de oportunos e incisivos comentarios. Luego, cuando en plena dictadura Mafalda tuvo que ser puesta a buen recaudo para que no desapareciera como tantas otras argentinas, su creador amplió el foco de su análisis social y descargó toda su finísima ironía para exponer y denunciar las injusticias de este mundo. El recuerdo que ha dejado impreso entre quienes tuvimos la fortuna de disfrutar de su humor político es imborrable y, me atrevería a decir, casi universal. Digo “casi” porque ignoro si en Asia y África se conocen sus viñetas, aunque creo que en Japón sí. Lo que queda fuera de toda duda es que Quino, con su lápiz y plumín, contribuyó a crear una conciencia crítica con más eficacia y alcance que cientos de sesudos escritos. Fue un incansable sembrador de ideas “incorrectas”, es decir, contestatarias; no conforme con eso fue también un empecinado cultor de utopías. Su sutil burla a las dictaduras, sus hampones y sus beneficiarios y su crítica a la prepotencia de ricos y poderosos, dentro del país y en el terreno internacional, penetró en la conciencia de millones de personas y cambió, para bien, su forma de ver el mundo. Su obra, demostró por enésima vez, la eficacia del humor como instrumento de crítica social ante el cual las clases dominantes se quedan sin respuestas. Sólo atinan a recurrir al “entretenimiento” y tratar de estupidizar a las masas, embotar su cerebro, desconectar sus neuronas, fomentar su ignorancia y pasividad. Todo al revés de lo que hacía el ilustre mendocino, que en la gran mayoría de las veces interpelaba nuestras conciencias sin decir una sola palabra, o hablando en voz baja, como musitando sus dibujos que por eso mismo rugían con voz atronadora. Los ejemplos seleccionados para acompañar esta despedida son elocuentes. Quino, se nos ha ido, pero su inmenso legado permanece entre nosotros como alimento de futuras generaciones y como un acicate en la inconclusa tarea de entender el mundo … y cambiarlo, de una vez por todas. Antes de que sea demasiado tarde.

Fuente e imagen: https://atilioboron.com.ar/quino-y-su-siembra/

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OVE entrevista a José Carlos García Ramírez: “La criticidad es la sustancia de la praxis transformadora”

Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.

Conocimos a José Carlos García Ramírez en una clase virtual llamada “Proyectos de educación para la paz, la ciudadanía y los derechos humanos”, en la cual, su compromiso y aseveración es que, los valores, no se reduzcan a una simple transmisión  de conceptos, sino que estos, son necesario y fundamentales vivenciarlos para construir ciudadanías y sociedades noviolentas.

Tiene estudios de Posdoctorado en “Política Pública” por la Universidad de Washington, Estados Unidos. Es doctor en Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Es Maestro y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Trabajó en la Casa del Jubilado Democrático en la Ciudad de México y en campañas de alfabetización para adultos mayores durante 15 años. Ha sido profesor invitado por las Universidades de Estambul, Seattle, Buenos Aires, Cartagena. Recientemente fue invitado por la Philosophische Fakultät und Abteilung Politische Wissenschaft, de la Universidad de Heidelberg, Alemania a impartir el curso titulado Nord-Süd-Dialog: Reflexionen über Karl Marx/Lateinamerika, Philosophie und Menschenrechte “.

Es coordinador del libro “¿Hacia dónde va la educación tecnológica en México?”, próximamente a publicarse. Hoy en día trabaja en cuestiones sobre “Descolonización Epistemológica en las tecnologías y teoría crítica”. Actualmente es investigador del Tecnológico de Estudios Superiores de Chimalhuacán en el área de Posgrado y del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica.

Lo que caracteriza a José Carlos es la permanente investigación de la historia para nuestra desconstrucción-reconstrucción, es decir, su cosmovisión, en palabras de él es que “para entender lo que somos hoy en materia educativa, tenemos que comprender lo que fuimos: historias coloniales, pero también de resistencias”. Asimismo, su incesante e incansable trabajo y compromiso con les adultes mayores para su reivindicación en la sociedad, no como personas inútiles o no productivas, sino como seres humanos con vasta experiencia vivencial con los mismos derechos fundamentales que tiene cualquier otra persona joven o adulta.

 

José Carlos, cuéntenos un poco su historia de vida, ¿cómo llegó a la educación crítica y contestataria y, a la lucha gremial y social?

Agradezco al portal “Otras Voces en Educación”, la generosa y paciente entrevista.

Nací en “México-Tenochtitlán”, hoy en día Ciudad de México (CDMX). Mis padres son José García Uribe (finado) y Manuela Ramírez Sánchez (actualmente tiene 95 años de edad). Cursé licenciatura y maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El doctorado en Humanidades en la Universidad Autónoma Metropolitana y realicé estudios de Política Pública en la Universidad de Washington. Mi vida de preparatoriano y universitario fue significativa pues a esa edad me ganaba el pan como corrector de estilo en oficinas de los Trabajadores Jubilados del Seguro Social. Desde esa época me vinculé a las luchas democráticas de los grupos de jubilados. Luego, comencé a trabajar como alfabetizador de adultos durante 15 años. Eran los tiempos de la efervescencia de las luchas de liberación nacional en El Salvador y Nicaragua.

Entre 1978-1988, la Ciudad de México era una especie de epicentro político donde convergían las diversas manifestaciones democratizadoras y empoderamientos de luchas populares. Durante mis estudios de Licenciatura comenzaba a entender la importancia de la teoría y la práctica. Fue una década muy fecunda pues podía observar cómo el trabajo teórico de los líderes de los movimientos sociales contestatarios (los jubilados, por ejemplo) marcaba una profunda huella en el trabajo organizativo y práctica social.

Lamentablemente, esa perspectiva integral entre teoría y praxis hoy en día se ha ido desvaneciendo. Me vinculé por algunos años con las Comunidades Eclesiales de Base en el sur de la CDMX. Era la época donde teólogos de la liberación marcaban una nueva ruta creativa de lucha popular. Conocí a don Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Gustavo Gutiérrez, Oscar Arnulfo Romero, Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff e Ignacio Ellacuría. Con ellos y desde mi experiencia social, fue construyéndose mi conciencia crítica, en términos sociales y educativos: siempre siguiendo el método de educación popular denominado “tripié” (ver, juzgar y actuar).

Comprendí que la revolución estructural era la radicalidad última a seguir. Pensaba que la razón (filosóficamente hablando) podría ir muy bien de la mano con la vida espiritual. No dudaba en llamarle a ese ejercicio de convergencia “espiritualidad revolucionaria”. Por eso uno de mis textos preferidos de aquellas épocas era “Marx y la biblia”, escrito por quien luego fue mi maestro en el doctorado, Porfirio Miranda de la Parra, gran jesuita y artífice de la teología de la liberación mexicana.

Al terminar mi Licenciatura realicé una estancia en Alemania. Allí perfeccioné mi idioma alemán trabajando un proyecto en la Universidad de Heidelberg sobre las obras de Karl Marx.

Durante un año me dediqué alfabetizar mujeres presas latinas en las cárceles de los Estados Unidos (Seattle), durante mis estudios en la Universidad de Washington. Coordiné grupos de mujeres presas para realizar trabajo comunitario en áreas restringidas y autorizadas por el departamento de policía de aquella localidad.

Antes de mi estancia en Estados Unidos instrumenté, entre algunos grupos de adultos mayores, proyectos productivos comunitarios en Xochimilco, lugar tradicional ubicado en el sur de la CDMX. Después logré establecer una red ciudadana con trabajadores agrícolas en Ensenada, Baja California para emprender proyectos colectivos en las zonas marginales de la llamada “Ruta del Vino” a finales del 2005.

Todas esas experiencias fueron gracias a mis cuatro libros de cabecera: “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire; “El vuelo del Quetzal” de Pedro Casaldáliga; “Canto cósmico” escrito por Ernesto Cardenal; “El campesinado: clase y conciencia de clase”, texto elaborado por uno de los principales epistemólogos críticos latinoamericanos, Hugo Zemelman. Poco a poco, me fui dedicando a los temas de envejecimiento poblacional, salud pública, movimientos sociales y educación para adultos desde las perspectivas de la Teoría Crítica (Escuela de Frankfurt) y la Filosofía de la Liberación latinoamericana (Leopoldo Zea, Augusto Salazar Bondi, Arturo Andrés Roig, Aníbal Quijano, Horacio Cerutti, Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone, entre otros).

Finalmente, arribé a buen puerto: conocí a don Sergio Quiroz (+), gracias a la Red Ciudadana Ensenadense, en una ocasión que presenté uno de mis libros titulado “Derechos humanos y participación ciudadana en Karl Marx” (hoy, edición agotada). Desde un inicio me impactó el doctor Quiroz por su generosidad y por su espíritu crítico, combativo y de alto nivel teórico. Eso me agradó de su persona, además de su sencillez solidaria. Me invitó a dar el curso “Educación para la paz”. Además de ese curso impartido, recientemente impartí el de “Teoría crítica y sociología educativa” que, por razones de la contingencia del Covid-19, fue de manera virtual.

 

¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en la CDMX, en México y en toda América Latina?

Me gustaría responder su amable pregunta realizando un breve recorrido histórico sobre los diferentes procesos contradictorios los cuales han definido las distintas facetas que han caracterizado las crisis del sistema educativo mexicano, principalmente. Si no tiene inconveniente, me gustaría ir estructurando mi respuesta anteponiendo algunos subtemas que puedan ayudar a una mejor lectura.

Atando cabos: el discernimiento

De entrada pienso que no es posible hablar de la educación de manera homogénea, sino de procesos educativos heterogéneos: niveles diferentes en el ciclo formativo de los sujetos (prescolar, primaria, secundaria, media superior, tecnicatura, profesional), instituciones escolares que responden a contextos distintos como son escuelas normales, rurales, multigrado, a distancia, telesecundaria, educación privada, educación pública, escuela para adultos, mujeres o personas con capacidades diferentes. Existe una diversidad en la taxonomía de los procesos educativos. Eso hace que la pregunta que usted amablemente me formula, debería estar encuadrada en la especificidad del contexto desde donde se pretenda reflexionar.

Ahora bien, cada entorno educacional, aunque mantenga peculiaridades diferenciadas, constituyen un todo organizado jurídicamente a través de la Constitución Política. El sistema educativo tradicionalmente es definido como una estructura de enseñanza integrada por un conjunto de instituciones y organismos que regulan, financian y prestan servicios para el ejercicio de la educación según políticas, relaciones, estructuras y medidas dictadas por el Estado de un país.

Justamente esa definición encierra la problemática sustantiva del fenómeno educativo a nivel nacional y regional. Pongamos por caso la Constitución Política de la Ciudad de México que entró en vigor en el 2017. Es un documento de 212 cuartillas. El “Artículo 8” se denomina “Ciudad educadora y del conocimiento”. Son tan sólo 5 cuartillas de las cuales 2 se refieren al ámbito educacional en sus tres niveles de impartición. No hay gran cosa en ellas. Quizás lo relevante es que habla de un sistema incluyente en el ámbito multicultural, por un lado, y, por el otro, señala que la educación pública, en el nivel medio superior y superior, deberán estar enfocados a dar respuestas a las necesidades sociales, locales (CDMX) y nacionales. Eso último es un cambio de paradigma sustantivo que aún no se comprende sus alances ni tampoco se promueve sus bondades sociales.

Un poco de historia sobre el sistema educativo

Hablar de la crisis del sistema educativo mexicano, implica recurrir, grosso modo, a la historia desde donde emerge el primer modelo institucional de la educación. Llamaría a ese primer paradigma posrevolucionario “modelo educativo nacionalista”. Se cristalizó con la conocida propuesta de José Vasconcelos (fundador de la Secretaría de Educación Pública –SEP– en octubre de 1921). La visión de Vasconcelos era idealista cargada fuertemente de valores identitarios, científicos y humanistas. La frase célebre de “Por mi raza hablará el espíritu” (lema actual de la UNAM), resumía el poder de la historia de México a la cual la denominó “raza cósmica”.

Jaime Torres Bodet (coetáneo de Vasconcelos), secretario por dos periodos en la SEP y quien terminó suicidándose, entendió muy bien el proyecto educativo nacional emergente, al cual lo llamó “sistema educativo libertario, democrático y científico al servicio de la Nación”, señalaba que la educación pública tendría que ser por antonomasia un proyecto de Estado. Es decir, la educación pública tendría que ser administrada y direccionada por la política nacionalista de aquel entonces.

Quizás fueron 40 años del sistema educativo nacionalista confeccionado por las élites intelectuales siempre relacionadas con el poder político y económico. La educación, a menos en el nivel básico, fue catalogada como una responsabilidad jurídico-moral del Estado nacional. Por eso los servicios educativos tendrían que ser de excelencia: profesorado con alto sentido cívico, creación de escuelas a lo largo y ancho del país, desayunos gratuitos para los alumnos, cooperativas escolares.

Como usted bien sabe, fue la época del llamado “Estado Benefactor” replicado en varios países de América Latina, como en Argentina, México, Brasil, principalmente. El Estado Benefactor no era más que la concepción del Estado social en donde el desarrollo nacional iba de la mano de los deberes constitucionales. La educación era uno de los derechos sociales que el Estado tenía el imperativo categórico de salvaguardar.

Inicio de la crisis: monopolio de la educación versus movimiento magisterial contestatario

El punto de quiebre de ese proceso benefactor fue a principios de la década de los años 60s del siglo pasado. Los movimientos sociales campesinos comenzaron a ser detonantes en la crítica al monopolio de la educación ejercida por el Estado. Las desigualdades sociales y la confiscación de las libertades en las escuelas rurales, marcaron el inicio de la organización del magisterio en las áreas marginales y agrarias. Basta con recordar los aportes de Arturo Gámiz García (gran maestro rural) y su hermano, Jacobo quienes al lado de Lucio Cabañas, Prisciliano Padilla, Amadeo Vidales, entre otros, orquestaron el Asalto al Cuartel de Madera, primera acción insurreccional de envergadura de la guerrilla contemporánea en México. Dicha acción fue la más importante de la organización insurgente Grupo Popular Guerrillero, la cual fue llevada a cabo en la madrugada del 23 de septiembre de 1965.

Desde mi punto de vista, pienso que el modelo centralista de la educación pública tuvo su primera crisis cuando fue precisamente interpelado por los movimientos magisteriales rurales organizados a través de guerrillas y que luego pasaron a ser grupos de protesta social en las urbes (en universidades como la UNAM y la Universidad Autónoma de Guadalajara). La consigna era ¿qué tipo de educación pública en todos los niveles formativos se requería?

Las respuestas eran múltiples. Pues eran los años donde los partidos de extracción socialista, intelectuales orgánicos –a la manera de Antonio Gramsci– o críticos del sistema político mexicano incrustados en universidades públicas, se identificaban con idearios revolucionarios de corte leninista, trotskista y maoísta.

Desarrollo de la crisis educativa: 1968

Eran los inicios de la década de 1960 donde el mundo anunciaba cambios a lo largo y ancho del globo terráqueo: la música The Beatles conquistaba los oídos de la gente blanca anglo-americana con melodías como “Love Me Do”, “She Loves You” y “I Want to Hold Your Hand”; figuras como Ernesto “Che” Guevara y Camilo Cien Fuegos, marcaban la iconografía de la dignidad revolucionaria. En esa época, surgen movimientos independentistas como el de Argelia, Gabón y Costa de Marfil, entre otros países africanos; las dictaduras en Argentina (Francisco Del Ángel Rojas) y Paraguay (Alfredo Stroessner) estaban en todo su apogeo criminal; y en agosto de 1963, Martin Luther King Jr., en la Manifestación por los Derechos Civiles en Washington, pronunciaba su célebre discurso “I have a dream”.

Quizás todo se inició con el Free Speech Movement, en la Universidad de Berkeley, California, a principios de los años 60s del siglo pasado. Era la época contra el racismo, contra los programas académicos que se oponían a la libertad de cátedra y contra las estrategias del gobierno que prohibía a los estudiantes organizarse y hacer comentarios de problemas políticos del país. La violencia contra los estudiantes opositores a un sistema basado en el consumismo, la producción de armas, hot dogs y de valores religiosos supremacistas, se desató con ahínco en 1967 y 1968. Esos acontecimientos también se repitieron en Francia con la masacre de estudiantes defensores de la libertad y de la autonomía de los pueblos, en aquel episodio conocido como “Mayo Parisino”. México, no fue la excepción. Ni tampoco Argentina pasó desapercibida en aquel “Cordobazo” donde obreros y estudiantes fueron masacrados y otros más desaparecidos por la rabiosa dictadura de Juan Carlos Onganía.

En la mañana del 2 de octubre de 1968, los perros aullaban sin cesar, olores nauseabundos brotaban de las alcantarillas de los edificios de gobierno, vientos fríos levantaban remolinos de basura y las calles desérticas anunciaban la crónica de un fratricidio. La contrapuesta a esa tarde brumosa eran los cantos de alegría y los abrazos fraternales que miles de estudiantes ofrecían en el recinto de Tlatelolco, Ciudad de México. Jóvenes entonaban el himno a la alegría y llamaban a los estudiantes, a las amas de casa, a los campesinos, obreros, intelectuales, desempleados, para que juntos empezaran a construir un nuevo sueño, una nueva patria, un gobierno honrado.

Lo que había iniciado públicamente el 4 de agosto de ese año, el 2 de octubre concluyó en un anochecer donde las bayonetas perforaron estómagos, cercenaron manos y rompían los anhelos de una comunidad estudiantil (de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional) opositora al presidente Gustavo Díaz Ordaz y a sus ministros con caras de momia. Era la crítica a un gobierno espurio entrenado para desollar los cuerpos de estudiantes disidentes que, con razones, cuestionaban el autoritarismo, la tiranía y la corrupción del sistema político mexicano.

Vendrá la década de 1970 y el Estado benefactor mexicano de mediados del siglo XX, ya para finales de 1960 y el resto de los años a seguir, se convirtió en una especie de Estado policiaco y represor. Los años de 1970, fueron testigos de actos iracundos y violentos contra líderes magisteriales, sindicales y sociales. Gracias a la tecnología de Teléfonos de México (empresa paraestatal en aquel entonces), los agentes de la Dirección Federal de Seguridad podían escuchar las conversaciones telefónicas de hasta 117 personas al mismo tiempo. Los más vigilados eran el sindicalista socialista Vicente Lombardo Toledano, el periodista Julio Scherer y el líder opositor Heberto Castillo.

¿Hecatombe o transformación del sistema educativo?

La estrategia contra los movimientos obreros y magisteriales empleado por los sexenios de Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, se basó en el espionaje, la detención arbitraria de los hoy llamados “presos políticos”, la tortura y el exterminio. Las contradicciones sociopolíticas, impactó severamente el sistema educativo nacional.

Fue (y sigue siendo) la época en la que la tecnocracia internacional y las oligarquías nacionales se acoplaban para resignificar la educación hacia las necesidades de las empresas. La educación ya no es para adquirir conocimientos, fortalecer la vida cívica y el desarrollo nacional, ni mucho menos para mejorar la vida de los pobres y excluidos. Por el contrario, educar es proporcionar habilidades para el trabajo principalmente técnico-operativo (además sin derechos laborales).

La escuela neoliberal y la crisis de lo cotidiano

Desde el régimen salinista hasta el gobierno pasado peñista, la tecnocracia ramplona encargada de diseñar la nueva ingeniería educativa, consideraba a la educación como una mercancía o un valor de cambio y no como un derecho social. En dicho diseño se dejaba claro que serían los organismos financieros y empresariales trasnacionales (la economía de mercado o capitalismo) los interlocutores válidos para imponer las rutas de la educación que los Estados nacionales deberían de reproducir. Es así como nace la “escuela neoliberal”.

Para eso se requerían gobiernos u oligarquías que fueran instrumentando lo siguiente:

  • Desmantelar la educación pública.
  • Erradicar las organizaciones de trabajadores democráticos.
  • Intimidar y golpear con políticas financieras arbitrarias los salarios de los trabajadores.
  • Sembrar el miedo bajo la amenaza del despido.
  • Imponer cargas laborales burocráticas con horarios extenuantes.
  • Fomentar capacitaciones de bajo impacto formativo y de alto impacto burocrático.
  • Aplicar criterios tecnócratas encargados de medir (cuantificar), evaluar y generar resultados con base al cumplimiento de procedimientos administrativos.

Además, el argumento político de la tecnocracia apoderada de la toma de decisiones en materia educativa, era combatir al Estado benefactor o social, desmantelar el Artículo 3ero Constitucional, acabar con el centralismo y diversificar las oportunidades para que el sector privado pudiese tener incidencia en la planificación de la educación pública. La idea era que los pobres, el populacho, según el ideario conservador empresarial capitalista, no requieran educación, no necesiten forjarse un camino profesional o universitario. Por tal motivo, la educación será para quien pueda pagarla. Porque de la muchedumbre, como diría Eduardo Galeano, la televisión se encargará.

Una de las secuelas de esos episodios dantescos, es que además de trastocar los contenidos de las currículas escolares (primaria, secundaria y bachillerato), eliminado temáticas sustantivas como la educación cívica, humanística y el pensamiento crítico, se pretendió domesticar a los profesores y profesoras a partir de posturas pedagógicas puestas al servicio de las exigencias de la tecnocracia. Las escuelas dejaron de ser para el pueblo para dar luego paso abierto a la escuela neoliberal.

Otra consecuencia de la imposición del paradigma neoliberal educativo fue echar andar el “proceso de desescolarización”, el cual tomó como bandera de lucha atacar el modelo educativo tradicional (eufemismo utilizado para combatir el modelo educativo benefactor de mediados del siglo pasado).  Las elites empresariales trasnacionales tuvieron que construir sus propias epistemologías dominantes, alienantes.

Tuvieron que diseñar y subsumir baja la lógica imperial del capitalismo, organismos internacionales que justificaran, ideológicamente, la decadencia de la educación pública (la OCDE, por ejemplo). Así como también el Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, estructuras financieras las cuales sirvieron para endeudar a los países de América Latina con préstamos que generaron deudas impagables. Esos organismos se encargarían de fondear medios de comunicación de masas para desprestigiar la educación popular y limitar presupuestos destinados a los servicios públicos, la educación entre ellos, de los países endeudados y así desmantelar todo servicio educativo público.

Desescolarizar es sinónimo de individualizar. Es también otro nombre de automatizar o enajenar a los sujetos. Desescolarizar es poner conocimientos y aprendizajes al servicio de las relaciones comerciales. Estas críticas las encontramos en Iván Ilich, Basaglia, Freire, Zemelman, quienes con gran atino desmontaron la episteme dominante tecnocrática y sus categorías corrosivas como son: “capital humano”, “escuela bancaria”, “productividad pedagógica”, “destrezas y competitividad”, “pedagogía funcional”, “rentabilidad”, “cliente y proveedor”, “valores y fe en el mercado”, “toyotización”, entre otras.

Pero resulta que el otro problema de la crisis educativa en México, es ya no sólo las estructuras sistémicas del poder y la defensa del individualismo inmoral o falto de principios éticos, sino también la descomposición de las estructuras de la vida cotidiana. La instrumentalidad enajenante de la vida social está imponiendo los códigos salvajes de “sálvense quien pueda”, “la escuela es para tontos”, “la calle lo es todo”, “los narcocorridos son la neta del planeta”: el dinero, las mujeres, autos, armas y drogas son la clave del nuevo hombre exitoso. Aquí la pregunta fuerte sería ¿cómo hacer pedagogía crítica y educación popular en perímetros escolares donde quienes mandan son los sicarios, la “maña”?, ¿cómo sensibilizar y trasformar las subjetividades de los alumnos donde sus familiares pertenecen de una manera o de otra a grupos delictivos? El docente está situado en campo minado: al frente la ofensiva de gobiernos represores de las libertades, atrás, familias o vecinos cooptados por las mafias del barrio, a la derecha las exigencias administrativas de la escuela, a la izquierda, las promesas y traiciones de los colegas o sindicato. Entonces, ¿para dónde moverse?

José Carlos ¿La relación entre los gobiernos y los gremios en la CDMX y en el país es fluida? ¿Por qué?

Si por gremio entendemos las asociaciones de grupos que comparten una profesión, por ejemplo, asociaciones de exalumnos, profesores, profesores jubilados, entre otros, entonces la relación de éstos con el actual gobierno de la Ciudad de México, la veo intrascendente. Sólo se hacen visibles los maestros cuando sitian la ciudad. De allí en fuera, no hay propuestas ni debates públicos organizados.

Esperemos que, en los años restantes del gobierno actual de la 4T (Cuarta Transformación), la fluidez se pueda dar en términos de participación solidaria del magisterio citadino con el resto de los grupos democráticos de otras partes del país. Por ejemplo, hasta ahora no se ha visto en la CDMX un pronunciamiento formal en contra de lo sucedió en días pasados en la Escuela Normal de Tiripetío, Michoacán.

Me parece que los gremios actuales se han convertido en agencias gestoras de demandas particulares y no de peticiones público-relevantes de los agremiados insertadas en un proyecto congruente de transformación educativa. Además, lamentablemente, los movimientos sociales, pueden gozar de legitimidad, pero tristemente, muchos de ellos son incapaces de articularse con otros movimientos o actores sociales, solidarizarse en las demandas de manera transversal y conformar un “bloque histórico”, como diría Antonio Gramsci.

 Otro problema es que la dinámica y la experiencia social nos enseñan que todo gremio es fácilmente sujeto de cooptación. Es decir, con facilidad puede institucionalizarse. La actual Constitución Política de la CDMX, es un documento que no estimula la participación ciudadana y gremial para atender asuntos de las agendas pública y política.

En ese sentido, los procesos de comunicación institucional entre gremio y gobierno fluyen hasta donde el aparato burocrático lo permita. La protesta social, por ejemplo, ha perdido ruta crítica y programática ideológica. Ahora se actúa por mimetismo digital: un hecho aislado, una palabra y luego socializarla en las redes, hacen que la gente se congregue en el espacio público y emprendan acciones idénticas, repitan las mismas palabras, se vistan igual. La protesta social de los gremios corre el riesgo de convertirse en un carnaval del homo insipiens, como diría Sartori.

 

¿Considera que la formación inicial y continua de los docentes corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI? ¿Por qué? ¿Cuáles serían sus propuestas?

Si bien es cierto que existen sectores del magisterio críticos con una alta autoridad moral para intervenir con propuestas creativas, sin embargo, aún percibo, cierta despolitización en las bases magisteriales, cierto pragmatismo irreflexivo que impiden la toma de conciencia crítica.

La formación es un proceso necesario a través del cual los sujetos requieren para comprender la realidad, tomar conciencia y transformar aquellas condiciones mínimas que perturban procesos educativos emancipatorios. La criticidad es el elemento sustantivo de toda praxis pedagógica novedosa, innovadora y transformadora. La crítica reflexiva representa una oportunidad para la toma de decisiones y logro de objetivos direccionados para la mejora de los entornos educativos. Esa praxis es y será siempre de tipo social, política, ecológica y ética.

Existen varias propuestas en torno al sentido y la responsabilidad de la educación. En lo personal recomendaría releer el gran debate histórico entre Antonio Caso y Lombardo Toledano, allá por 1933. Por primera vez se planteó, en un sentido radical, la cuestión del sistema educativo que habría que construirse: desde la primaria hasta la universidad. En el debate se encuentra la discusión entre idealismo y materialismo histórico, la ruta que deberían seguir los aprendizajes, la estructura de las escuelas, pero sobretodo se planteó cuáles serían los contenidos fundamentales de todo proyecto de educación transformadora. Valdría la pena releer ese documento con ojos puestos en el siglo XXI.

 

José Carlos, ¿qué ha significado el confinamiento por el Coronavirus COVID-19 en lo educativo? ¿Considera que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan al derecho a la educación? ¿Por qué?

Recientemente, Boaventura de Sousa, publicó su libro titulado “La cruel pedagogía del virus”. Grosso modo dice que con esta pandemia la idea conservadora de que no hay alternativa a la forma de vida impuesta por el hipercapitalismo en el que vivimos se desmorona. Para el autor, salvar nuestro planeta se requiere ir más allá del marco de la modernidad eurocéntrica y de los sistemas coloniales y de dominación. Boaventura incita a la búsqueda de la pluralidad de modos de adquisición de conocimientos alternos: principalmente de las experiencias civilizatorias de los países del Sur o quizás de los grandes relatos o cosmovisiones de los pueblos originarios.

Recientemente he publicado algunos artículos periodísticos (El Vigía) sobre el tema que nos aqueja mundialmente (Covid-19). Se viene diciendo que el confinamiento provocado por el Coronavirus ha reforzado la idea tecnoburocrática de que la mejor alternativa educativa es reducir los aprendizajes escolares a la experiencia digital, virtual. Los procesos reflexivos poco importan. Lo central es la habilidad para mantener interacción en la red, navegar por el ciberespacio y subjetivizar (introyectar) “sensaciones” virtuales, sin necesidad de recurrir a la realidad y al encuentro intersubjetivo (cara-a-cara).

El Coronavirus también nos quiere enseñar, a través del cautiverio, si vale la pena volver a la “nueva normalidad” donde la rutina, el individualismo, la mezquindad y la competencia corrosiva seguirán siendo los estilos de vida impuestos por la modernidad capitalista. O bien, si el género humano asume su responsabilidad por salvarse como especie y relacionarse de otra manera con la Tierra. El Coronavirus nos puede motivar a crear otra forma de construir pedagogías alternas, liberadoras. El planeta Tierra está en peligro, pero también el ser humano puede desaparecer o autodestruirse en un santiamén.

Desde la Educación para la paz y la noviolencia, ¿cuál es la radiografía de las sociedades en el confinamiento obligatorio y la ponderación de las virtualidades en la vida cotidiana?

Los sociólogos franceses, Bourdieu y Passeron, propusieron hace un par de años el término de “violencia simbólica”. Y como bien dice Boaventura de Sousa, la forma en que se construyó inicialmente la narrativa sobre la pandemia en los medios de comunicación occidentales evidenció el afán de demonizar a China. Las malas condiciones higiénicas en los mercados chinos y los extraños hábitos alimentarios de los chinos (primitivismo insinuado) eran el origen del mal.

La violencia simbólica está constituida de representaciones basadas en imágenes, lenguajes, códigos (que recorren los imaginarios sociales hasta llegar a los dispositivos digitales como el por ejemplo el “trollear”) agresivos y estigmatizadores hacia una persona, un colectivo o un país por su condición de raza, género, clase social, usos y costumbres, entre otras. La violencia simbólica es un producto social generado por contradicciones histórico concretas reales.

En cuanto a lo que usted me pregunta sobre los temas de educación para la paz y la noviolencia, éstas encierran un poder revolucionario poco entendido. Para el pensamiento crítico, la pedagogía para la paz significa la construcción de procesos de enseñanza donde la noviolencia no solamente sea un conjunto de valores a transmitir, sino que esos valores pasen a la esfera de las vivencias. Los valores que refuerzan el significado de la paz y la noviolencia deben ser modos de vida concretos.

La pedagogía para la paz requiere de didácticas y estrategias donde docentes, alumnos, directivos y padres de familia estén articulados y comprometidos para emprender metodologías que refuercen las enseñanzas a favor de las conductas positivas y de colaboración para erradicar el odio, las agresiones y las prácticas simbólicas y reales de la violencia.

La cultura para la paz en un centro escolar o universidad no debe ser un código de buenas intenciones aplicado de manera temporal, sino más bien es un planeamiento fuertemente estructurado. Para la viabilidad de una pedagogía o cultura para la paz, ésta debe estar sostenida por principios ético-normativos rigurosamente definidos y aplicados.

Todo proyecto de educación para la paz y la noviolencia es una alternativa sustentable básica a implementarse en las mallas curriculares de educación básica, media y superior. Educación para la paz es uno de los horizontes poco explotados en las escuelas. No se ha percibido la riqueza transformadora que puede derivarse de ella.

Educación para la paz y la noviolencia forma conciencias críticas y sobretodo posibilita el tránsito de la conciencia escolar o universitaria a la conciencia ciudadana, responsable de su tiempo, de su comunidad, de su Patria.

 

Amigo José Carlos, por último, desde las pedagogías críticas y, a partir de sus experiencias docentes y sociales ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?

  • Emprender procesos de sensibilización para la toma de conciencia.
  • Tomar con responsabilidad el proceso formativo del pedagogo crítico, asumiendo con amor y con disciplina el aprendizaje-enseñanza.
  • Tener presente que los aspectos teórico- reflexivos son de vital importancia para comprender la realidad, explicarla y mejorarla a través de propuestas específicas según las experiencias de las escuelas y de los profesores.
  • Comprender que las pedagogías críticas son horizontes interpretativos de la complejidad (educativa) de lo real que exige reconstruir epistemologías, metodologías y estrategias que sirvan para la transformación de aquellos entornos aviesos para luego estructurar futuros emancipatorios, humanos, solidarios.
  • Atreverse a investigar para actuar, como diría Freire.
  • Recurrir a los teóricos que plantean la pedagogía de la liberación latinoamericana para saber entender contextos locales y mejorarlos. Así como elaborar herramientas metodológicas que enseñen a seguir objetivos y lograr procesos transformativos de micro-espacios donde se generan emociones, cogniciones, acciones y valores enfocados hacia el desarrollo comunitario.
  • Valorar los saberes populares como experiencias comunitarias e históricas que nos ayuden, finalmente al buen vivir en comunidad.

Muchas gracias.

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Frei Betto destaca en Pedagogía 2019 la importancia de la conciencia crítica

Caribe Insular/La Habana, 6 feb (ACN)

Sobre la importancia de llegar a las masas, no con consignas, sino con verdadera formación política, habló hoy el teólogo brasileño Frei Betto en la conferencia Educación y conciencia crítica, celebrada en el contexto del XVI Congreso Internacional Pedagogía 2019.
Betto señaló que hay un avance de la derecha en América Latina y que muchas veces eso no se puede atribuir solamente a la agresión imperialista y a las fuerzas extremistas.
De acuerdo con el experto, se trata de desarrollar un pensamiento crítico que pregunte por los errores que han sido cometidos en los distintos gobiernos progresistas de la región que permitieron el ascenso al poder de esa derecha.
Si la Revolución cubana ha durado 60 años es porque siempre tuvo la capacidad de desarrollar la crítica y la autocrítica, y de rectificar los errores, afirmó.
Betto explicó que hay una educación enfocada en el mercado que capacita a la gente para que el sistema siga profundizando la desigualdad social y poner las ganancias al servicio del capital, pero que existe otro sistema de enseñanza fundado en valores éticos, humanistas y solidarios.
El fraile dominico entiende que es fundamental que se haga un análisis sobre el significado que tiene la educación, la intención que se tiene cuando se emprende un proyecto pedagógico, si es formar mano de obra calificada para el mercado, o formar gente feliz con protagonismo político y social.
Aseguró que la educación no puede ser neutral, pues de esta forma se naturaliza la desigualdad.
En su opinión la educación tiene que ser crítica, con el fin de que despierte el protagonismo que se necesita para cambiar la sociedad y hacer que esta se centre en los valores éticos.
Al compartir algunos datos de interés que evidencian la necesidad de un mundo justo, dijo que la diferencia entre los salarios de los ejecutivos de empresas y los trabajadores ha subido, pues, anteriormente, un directivo ganaba 30 veces más que el obrero, y ahora, 321.
Otra información alarmante fue que el 10 por ciento de los más ricos del mundo gana en solo una hora 174 millones de dólares, mientras que en ese mismo lapso la mitad de la humanidad pierde 20 millones de dólares.
En su conferencia se refirió también al principal problema filosófico del neoliberalismo, el cual, según Betto, es la deshistorización del tiempo.
Solo se forma conciencia crítica si la gente tiene la percepción del tiempo como historia, sentenció, y recordó la premisa marxista que afirma que la historia empieza con la actuación del ser humano sobre la naturaleza.
Como parte de su ponencia llamó a profundizar en la educación digital, teniendo la conciencia de que las denominadas redes sociales lo que hacen es acentuar los individualismos.
Invitó a despertar en la gente una postura crítica que no acepte de inmediato los mensajes y las informaciones que recibe, y a mantener una estrecha relación entre la escuela y la comunidad, contextualizada en su momento histórico y lugar geográfico.
Exhortó, además, a recontar la historia desde la lógica de los oprimidos, fundamentalmente las mujeres, los negros, indígenas, y todos aquellos que se han visto marginalizados, y a no hacer divergencia de la diferencia.
Queremos una sociedad digna, honesta, trabajadora, solidaria, que tiene en Cuba un ejemplo de solidaridad que proviene de Martí, Fidel y el Che, concluyó.

Fuente: http://www.acn.cu/cuba/41710-frei-betto-destaca-en-pedagogia-2019-la-importancia-de-la-conciencia-critica

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Libro: La educación como práctica de la libertad de Paulo Freire

Por: Formación Integral. 

LA EDUCACIÓN COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD

Resumen del libro de Pablo Freire con datos biográficos del pedagogo brasileño de tanta trascendencia en toda Latinoamérica, especialmente para la alfabetización de adultos y para lograr una conciencia crítica en el pueblo.

Publicado por EDUCASOCIATIC. España

La obra de Paulo Freire, esta marcada por una profunda pasión por la libertad humana, y al mismo tiempo, una rigurosa y siempre renovada búsqueda de una pedagogía de la emancipación, generadora de “democracia militante”. Su filosofía de la educación se basa en una pedagogía volcada en la práctica, en la acción transformadora: “la mejor manera de pensar, es pensar en la práctica” decía.

Su pedagogía rechaza la idea de neutralidad por considerar que “la neutralidad no es posible en el arte educativo y en el acto educativo” y él desde luego apuesta por los más desfavorecidos.

En “Educación como práctica de la libertad” plantea que la educación puede ser vía de cambio, camino de libertad para excluidos y oprimidos, herramienta, por tanto, de liberación; idea que comparto plenamente; pero no de una forma ingenua “si es verdad que la ciudadanía no se construye apenas con la educación, también es verdad que sin ella no se construye la ciudadanía”

Esta pedagogía tiene, en este inicio del siglo XXI, plena vigencia, pues, desde mi punto de vista, la sociedad que retrata en este libro permanece intacta en muchos aspectos. Es verdad que tenemos mejores condiciones de vida (eso sí en Occidente), pero nuestra sociedad está, si no cerrada, en transición. Donde el sectarismo o lo irracional prima en todas las facetas de la vida de las personas, tanto pública como privada, como pone de manifiesto la dolorosa realidad de la violencia de género, el acoso o la violencia gratuita contra los más desprotegidos; la violencia escolar; en el trabajo; la violencia internacional etc. Situaciones que emergen ante la falta de conciencia crítica, generadora del hábitat “del homo intransitivo”, acomodado, pasto fácil de la magia, del engaño, del sectarismo.

Sus idea de que el dominio de la palabra, el saber escribir, el saber leer, solamente tienen sentido si se traduce en una mejor lectura del mundo, una mejor lectura del contexto del hombre que le hace estar en el mundo, en la realidad para transformarla me parece de plena vigencia.

Freire considera que los hombres tienen que tomar sentido de su propia existencia para poder ser personas, esa toma de conciencia supone capacidad de contextualizar su existencia y la de sus semejantes, este paso genera concienciación y radicalismo que sitúa y adapta al ser humano a la realidad.

El siguiente paso es desarrollar una mirada crítica ante nuestra realidad, que supone capacidad de discernimiento de su yo, de valorarlo, de juzgarlo con criterio propio, lejos de las interferencia de quienes intentan convencernos que vivimos en el mejor de los mundos posibles, las élites dominantes; los medios de comunicación de masas, sumisos a esas mismas élites, la sociedad de consumo que nos empuja a convertirnos en seres acomodados.
En la medida en que eduquemos en la transitividad, más barreras levantaremos frente al engaño del consumo, que todo lo inunda de mensajes vacíos, falsos, generadores de frustración, germen del odio. Creo significativo el ejemplo que utiliza de ciertas marcas de cigarrillos en que aparece una bella chica en bikini, sonriente y feliz, me parece de una actualidad completa, como igualmente ocurre en la percepción de los mismos engaños en la propaganda ideológica y política, en los eslóganes, a los que tenemos que hacer frente, especialmente en la España de nuestros días.

Este proceso culmina con el actuar, con el compromiso radical que implica vivir hasta sus últimas consecuencias la democracia, lo que implica compromiso social, político, sindical, en los nuevos movimientos, en cualquier tipo de plataforma de participación, que genera una democracia que no rehuye el conflicto, sino por el contrario, se nutre de él para mejorarse, para transformarse en esperanza, de utopía transformadora y posible.

Freire insiste mucho en la idea de que solo se puede vivir en democracia, con una práctica educativa democrática, que respete profundamente la diversidad cultural, la existencia del otro, que busque la igualdad y salude la diferencia.

Estas ideas deben aplicarse vivamente en los diferentes ámbitos educativos de nuestro “meta sistema mundo” en permanente conflicto. Realidades sociales que deben tornar el conflicto, en espacio de reconocimiento recíproco de confrontación, pero también de negociación.

La construcción de una ciudadanía activa, de un sujeto histórico, se favorece con una marcada intencionalidad educativa reconociendo, nuevamente, los límites de la educación, pero nada se pueda hacer sin ella.


1. Introducción

Estudiar a Freire otorga transparencia y sentido al trabajo educativo, pues nos muestra un pensamiento que considera al hombre como ser racional que no está solo un el mundo, “es fundamental partir de la idea de que el hombre… no solo está en el mundo sino con el mundo”. Para él “No existe educación sin sociedad humana y no existe hombre fuera de ella”.

Este trabajo comienza con una contextualización de Freire, mostrándonos la situación en que vivió el autor y cuáles fueron las circunstancias que motivaron la creación de su respuesta educativa.

En un segundo momento analizaremos el libro Educação como prática da liberdade, primera gran obra de Freire en su intento de dar respuestas prácticas a una pedagogía que busca hacer al hombre consciente de su propia dignidad, y la fuerza que ella contiene, una vez descubierta, para alcanzar la liberación del hombre, en sus dimensiones sociales y espirituales.

Para finalizar analizaremos si el método creado por Freire y su pensamiento general, tienen vigencia en la realidad actual de la práctica educativa.

2. ¿Quién es Paulo Freire?

Paulo Freire nació un 19 de Septiembre de 1921, en Recife, Brasil. Su padre era oficial de la policía militar de Pernambuco. Su madre también era oriunda de Pernambuco.

Freire creció en un ambiente familiar cálido donde, según él mismo manifiesta, aprendió el sentido del respeto y la importancia de la opinión de los demás.

En 1931 sufre en propias carnes los efectos de la “gran depresión del 29” viéndose la familia obligada a trasladarse a Jaboato, lugar donde fallece su padre. Es un periodo de fatigas y dificultades económicas, que hacen que Freire conozca el hambre y el sufrimiento, que lo forjaron a temprana edad. Este descubrimiento de la realidad, lo lleva a buscar su transformación para conseguir la dignidad del hombre.

Freire es un hombre que abraza los postulados de la Iglesia Católica desde una perspectiva crítica; vivía con dolor la situación de incoherencia que vivía la Iglesia cuando predicaba una cosa y hacía lo contrario.

En 1944 contrae matrimonio con Elsa María con quien tiene cinco hijos. Su esposa  era profesora, llegando a ejercer de directora de un colegio; lo que ayudó, nuevamente, a incentivar el interés de Freire por la educación.

Aunque aspiraba a ser educador, se graduó en Leyes en la Universidad Federal de Pernambuco por ser la única carrera relacionada con las ciencias humanas, pues no existían cursos de formación de educadores.

Después de ejercer una corta carrera como abogado, regresa a su labor de enseñanza luciendo ropa de luto como una expresión de protesta y tristeza a causa de la segunda guerra mundial.
En 1947 fue director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social de la Industria, órgano recién creado por la Confederación Nacional de Industrias. Ahí tuvo contacto con la educación de adultos y trabajadores, animando a que el Estado brasileño enfrentara el problema de la educación y más particularmente la alfabetización.

Junto a otros educadores fundó en los años 50 el Instituto Capibaribe, institución privada reconocida en Recife por su alto nivel de enseñanza y de formación científica, ética y moral encaminada hacia la conciencia democrática.

En 1961 fue el primer director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife. Tuvo sus primeras experiencias como profesor de educación superior en la Escuela de Servicio Social en la misma universidad. En 1959 obtuvo el título de Doctor en Filosofía e Historia de la Educación defendiendo la tesis “Educación y Actualidad Brasileña”.

Con un lenguaje propio y con un pensamiento de la educación renovador, propuso que la educación de adultos tenía que estar fundamentada en la conciencia de la realidad cotidiana vivida por la población y jamás reducirla a simple conocimiento de letras, palabras y frases. Con este objetivo desarrolla un método de alfabetización que no se conforma con enseñar a leer y a escribir, sino que busca la transformación personal del hombre y la del mundo que lo rodea, a través de la participación activa en la sociedad.

En 1964 los militares dan un Golpe de Estado en Brasil que detiene las políticas de alfabetización en el país y lleva a la cárcel a Paulo Freire acusado de “subversivo internacional”, “traidor de Cristo y del pueblo brasileño” y “porque la Campaña Nacional de Alfabetización concientizaba inmensas masas populares” lo que incomodó a las élites conservadoras brasileñas.

Se exilia a Chile donde trabajó para varias organizaciones internacionales. Participa activamente en importantes reformas conducidas por el gobierno Chileno del momento, que necesitaba nuevos profesionistas y
técnicos para apoyar el proceso de cambio, principalmente en el sector agrario.
En Chile encontró un espacio político, social y educativo muy dinámico, rico y desafiante, que le permitió re-estudiar su método, asimilando la práctica y sistematizándolo teóricamente. Esta experiencia fue fundamental para consolidar su obra y para la formación de su pensamiento político-pedagógico.

Freire inició una psicología de la opresión influenciado por los trabajos de Freud, Jung, Adler, Fanon y Fromm. Términos como educación bancaria, alfabetización como concientización, educación liberadora se insertaron por influencia suya en el lenguaje educativo.

Los educadores de izquierda asumieron su filosofía educativa y en 1968 es acusado por sectores conservadores de Chile de escribir un libro “violentísimo”, titulado “Pedagogía del Oprimido” hecho que lo hizo abandonar Chile.

Esta obra publicada en 1970, tuvo gran influencia sobre las miradas filosóficas incluidas la fenomenología, existencialismo, cristianismo, personalismo, marxismo y hegelianismo.
Después de pasar un año en Harvard, fue a Ginebra en donde completó 16 largos años de exilio. Desde aquí viajó como “consejero andante” del Departamento de Educación del Consejo Mundial de las Iglesias por tierras de África, Asia, Oceanía y América.

En esta época asesoró a varios países de África, recién liberados de la colonización europea, ayudándolos a implementar sus sistemas educativos basados en el principio de la autodeterminación. Sobre estas experiencias fue escrita una de las obras más importantes de Freire: “Cartas a Guinea Bissau”.

Freire asimiló la cultura africana en el contacto directo con el pueblo y sus intelectuales, y mantiene, igualmente, contacto próximo con la obra de Gramsci, Kosik, Habermas, Henri Giroux, y otros filósofos marxistas.

Regresa a los Estados Unidos con un bagaje nuevo traído del África, con un amplio conocimiento del Tercer Mundo que da origen al libro: “Hacemos camino al andar: conversaciones sobre educación y cambio social”.

En agosto de 1979, bajo un clima de amnistía política regresa a Brasil planteándose como objetivo “re-aprender a mi país”. Para ello, realizó incesantes viajes por todo el país.
El recibió docenas de Doctorados Honoris Causa de Universidades de todo el mundo y numerosos premios incluyendo el de la paz de la UNESCO en 1987.

Al hablar de Freire, se habla de su método. La universalidad de la obra de Freire, discurre en torno de la alianza entre teoría y práctica. Piensa una realidad y actúa sobre ella… Esta es una búsqueda participante.

No cabe duda que la aportación de Freire arraigó debido a su doble mensaje político y profético. Fue un humanista cristiano vinculado a movimientos genuinamente latinoamericanos como el de la teología de la liberación.

A sus 70 años Freire seguía predicando la fuerza del amor, defendiendo la necesidad del compromiso personal con los desheredados y reelaborando sus ideas sobre educación. En Méjico polemizó sobre la educación universitaria; su legado al respecto se encuentra en la obra “Paulo Freire y la Educación Superior“

Pocos días antes de su muerte debatía sus proyectos sobre las nuevas perspectivas de la educación en el mundo en su propio Instituto en Sao Paulo. Paulo Freire muere el viernes 2 de mayo de 1997 a la edad de 75 años.

3. Contexto Histórico en el que vivió.

Para vislumbrar el pensamiento educativo de este autor, es necesario conocer el momento histórico en que vivió, ya que es de su experiencia y de la interacción dinámica con su entorno de donde surgen sus renovadoras propuestas Desde esta perspectiva histórica, nos encontramos frente al momento en que comienza la decadencia de la sociedad capitalista brasileña, dedicada fundamentalmente a la producción agraria exportable.
La gran crisis económica mundial de 1929 y la redefinición del mercado internacional, aceleraron el proceso de transformación de las estructuras, lo que en el fondo significa: mayor urbanización e industrialización, con el consiguiente aumento de las migraciones rurales hacia los núcleos urbanos.

Esta situación hace que desde los años 30 el régimen oligárquico entre en crisis, pero sigue manteniendo el poder político y económico de las zonas rurales, base fundamental para mantener la estabilidad del poder nacional.

El surgimiento de una clase obrera urbana con su propia dinámica social, olvida a las clases rurales, que sigue siendo la mitad de la población brasileña, siendo marginadas del proceso social, político y económico; es decir, no participan de ninguna de las decisiones importantes para su país.

El trabajo de Freire está críticamente ligado a este incipiente proceso de ascensión popular. Su praxis político-educativa, se desarrolla en Brasil, en medio de un esquema clásico de dependencia y subdesarrollo.

Freire crea el movimiento de educación popular en Brasil buscando sacar al hombre analfabeto de su situación de inconsciencia, de pasividad y falta de criticidad. Su esfuerzo por buscar contribuir a la liberación de su pueblo se inscribe en una época en que son muchos los que están buscando algo similar.

En este período podemos identificar numerosos procedimientos de naturaleza política, religiosa, social y cultural, para movilizar y concientizar al pueblo, desde la participación popular creciente, por medio de votos, hasta el movimiento de cultura popular organizado por los estudiantes. Se desarrolla también todo un movimiento del sindicalismo rural y urbano. Aparecen instituciones como la SUPRA, que agrupaba a clases campesinas para la defensa de sus intereses, provocando grandes repercusiones políticas.

El movimiento de educación de Freire comienza en 1962, en el nordeste de Brasil, una de las regiones más pobres con una población de veinticinco millones de habitantes, de los que quince millones eran analfabetos.

Durante cuarenta y cinco días él trabaja con trescientos trabajadores aplicándoles su método de alfabetización; los resultados impresionan a la opinión pública, por el éxito alcanzado. Su método es aplicado en otros territorios brasileños.

La reacción de las élites no se deja esperar. Los grupos dominantes, unidos a una Iglesia católica conservadora, no pueden comprender cómo un educador católico puede hacerse portavoz de los oprimidos, poniendo en peligro los privilegios de los que han gozado desde siempre. Desde aquí surgen las acusaciones que se hacen a Freire de agitador político, comunista y agitador de las masas al hacerlas tomar conciencia de su realidad, lo que pone en peligro la estabilidad y la seguridad de la sociedad fundada sobre los principios excluyentes de una sociedad opresora.

Este proceso de liberación popular, a través de una educación para la libertad, fue detenido como ya indicamos, a causa del golpe de estado militar, situación que impide la realización del primer plan nacional de educación popular, pero que favorece su labor de educación popular en otros países de América Latina, generando dinámicas transformadoras desde los mismos sujetos de su actuación.

La obra de Freire puede sintetizar las ideas revolucionarias que surgen en la América Latina en los años 60, dando cuenta de su compromiso católico; sus escritos están imbuidos del lenguaje de liberación que provenía de las corrientes progresistas del catolicismo, que hacen emerger la teología de la liberación. Su compromiso cristiano es explícito, combinándolos con una visión y comprensión marxista de la historia.

La influencia de la iglesia y en la iglesia, tiene una especial significación dada la enorme transformación sufrida por esta institución en un momento histórico donde se produce el Concilio Vaticano II, uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. Baste como referencia lo enunciado por Juan XXIII en su carta encíclica Mater Et Magistra de 1961.
“Otro problema…se halla constituido por el estado de indigencia, de miseria y de hambre en el que se debaten millones y millones de vidas humanas.”

Por lo tanto, se impone la obra… para…el desarrollo económico y el progreso social (…), la transformación de las zonas retrasadas”.

En resumen, Freire, como hombre de su tiempo, al contemplar y vivir los traumas y dificultades por los que atraviesa la gran mayoría de los campesinos de Brasil -fruto de una educación alienante que lleva al pueblo a vivir su condición de miseria y explotación con pasividad y silencio, donde la cultura popular era despreciada y debía ser sustituida por la de las clases dominantes-, plantea que el hombre debe ser partícipe de la transformación del mundo por medio de una nueva educación que le ayude a ser crítico de su realidad y lo lleve a valorar su vivencia como algo lleno de valor real.

4. Educação como prática da liberdade.

El libro “Educación como práctica de la libertad” se publica en 1965, durante su exilio en Chile. Es la primera de las grandes obras de Paulo Freire donde desarrolla de una manera completa las ideas anteriormente propuestas en escritos menores.

La edición que he estudiado (Ed: Siglo XXI, 1974. Buenos Aires), contiene un comentario de Julio Barreiro y un poema de Thiago de Mello titulado “Canção para os fonemas da alegria”. Posteriormente tiene dos pequeños capítulos de agradecimiento y aclaraciones, para pasar a cinco capítulos propiamente dichos, un apéndice y una nota final.

La obra propone que la primara acción pedagógica para la libertad y para que esta sea posible, solo es posible desde la práctica, es decir en una sociedad en las que las condiciones sociales, políticas y económicas sean favorables. Es el primer libro de Freire donde se percibe de forma clara su compromiso con una pedagogía del oprimido, lanzando las bases de una filosofía de la educación que nos lleva a realizar una educación con el oprimido y no para el oprimido.

Desde esta perspectiva Freire hace en los primeros capítulos un análisis de la realidad brasileña y sus orígenes, juzgando las consecuencias de esas situación, para proponer la educación como práctica necesaria para transformar la realidad y llegar a la libertad individual y colectiva, usando una explicación de su método aplicado a las experiencias que ya había realizado en su país natal y en el de exilio.

Algunos Términos claves para comprender este libro

Para poder entender bien lo que el autor nos quiere transmitir es necesario explicar algunos conceptos claves:

  • Sociedad cerrada: organización de la sociedad que busca mantener los privilegios de las clases dominantes, a través de diferentes medios que cumplan la función de alienar a la gente. En este tipo de sociedades no se permite la participación, ni la verdadera democracia, ni el diálogo liberador que promueve el método de alfabetización.
  • Sociedad en transición: es el proceso que vive una sociedad cuando intenta el cambio. Implica una marcha acelerada que lleva a la sociedad a una búsqueda de nuevos temas y de nuevas tareas.
  • Democratización fundamental: Son los principios básicos que hay que desarrollar en una sociedad para que ella pueda llagar a la democracia verdadera, propia de la sociedad abierta. Es el proceso de participación de todos los hombres en todos los niveles de la sociedad.
  • Radicalismo: Es la opción de enraizamiento del hombre que toma una opción positiva y crítica, donde no se pierde la libertad. Se trata de hombres abiertos al diálogo, que aceptan el radicalismo de otros hombres con posturas diferentes.
  • Sectarismo: Lo contrario de radicalismo. En el hombre sectario prima el fanatismo opuesto al cognitivismo y reflexión; es irracional.
  • Hombre transitivo: que es capaz de vivir en comunidad, que se compromete con los demás
  • Conciencia intransitiva: Es la conciencia que no presenta un compromiso del hombre con su propia existencia.
  • Conciencia ingenua o mágica: Tiende a olvidarse de la realidad y a prescindir de ella, limitando seriamente a la libertad. El hombre con esta conciencia no logra llegar a la raíz profunda de la realidad, no conoce sus causas profundas y su explicación de la realidad es de tipo fantástico.
  • Conciencia crítica: Es la profunda interpretación de la verdadera realidad, conociendo sus causas más reales y su funcionamiento. Quien posee esta conciencia, posee una capacidad de razonamiento y de diálogo fecundos, tratando siempre de buscar la verdad para comprometerse en la construcción del hombre.
  • Concientización: Es el proceso por el cual el hombre no sólo toma conciencia de su realidad, sino que lo hace en forma crítica comprometiéndose con su cambio concreto.
  • Educación liberadora: La que toma en cuenta al hombre verdadero y real, que parte de él y busca llevarlo a su plena humanización. El hombre no se libera sólo, ni es liberado por otro, sino que se libera en comunión y partiendo desde su realidad.

  • Alfabetización: Método a través del cual el hombre “se dice” y al hacerlo se reconoce como cocreador de su vida y de su mundo. Es el momento en que el hombre se reconoce como lo que realmente es y se compromete con su humanización.
  • Educación bancaria: Educación tradicional que no reconoce la dignidad de los hombres, los utiliza como recipientes, como meros receptores y repetidores.
  • Educación problematizadora: Educación que toma en serio al hombre y reconoce el real proceso educativo del hombre como un diálogo continuo y respetuoso, donde no hay maestros y estudiantes, sino que solamente existen maestros-estudiantes y estudiantes-maestros, es decir, donde el proceso educativo es una relación dialéctica constante.
  • Hombre situado o adaptado: Así denomina a las personas integradas en su contexto, como resultado de estar en el mundo y no solo con el mundo.
  • Hombre acomodado o ajustado: Así denomina a las personas sin capacidad crítica; su relación es con el mundo, no están en él, les faltaría la marca de libertad.


Capítulos del libro


La sociedad Brasileña en transición:

Freire comienza este capítulo manifestando que es fundamental partir de la idea de que el hombre es un ser de relaciones y no sólo de contactos, no sólo en el mundo sino con el mundo. De su apertura a la realidad, es de donde surge el ser de relaciones que es, resalta esto que llamamos estar con el mundo. Por ello considera que la manera de captar los datos objetivos de su realidad, como de los lazos que unen un dato con otro, es de natural crítica, por ello reflexiva y no refleja. El hombre es el único ser capaz de trascender no solo en su capacidad de distinguir un “yo” de un “no yo”, sino también en la conciencia de su finitud, de ser inacabado y cuya plenitud se halla en la unión con su Creador, unión que jamás podrá ser de dominación o domesticación sino siempre de liberación. De ahí que la religión que encarna este sentido trascendental de relaciones jamás podrá ser instrumento de alineación, sino de liberación.

El hombre con capacidad de discernir por qué existe y no sólo por qué vive, halla la raíz del descubrimiento de su temporalidad, descubrimiento importante que comprende el ayer, reconoce el hoy y descubre el mañana. El exceso de tiempo en el que viven las culturas iletradas perjudica su temporalidad, que solo conocerán mediante el discernimiento y con la conciencia de esta temporalidad, la de su historicidad.

En la medida que emerge del tiempo, liberándose de su unidimensionalidad, discerniendo sus relaciones con el mundo, se impregna de un sentido consecuente. Sentido que tiene la capacidad de crear y recrear, interfiriendo en la realidad para modificarla, discerniendo y trascendiendo se lanza el hombre a un dominio que le es exclusivo, el de la historia y de la cultura.

La integración en su contexto, que resulta de estar en el mundo y no solo con el mundo, hace del hombre un ser situado y adaptado y no un ser acomodado o ajustado, síntomas estos últimos de deshumanización, que lo hace sentir desadaptado y desamparado.

Cuando se da la integración, esta se profundiza y perfecciona en la medida en que la conciencia se torna crítica, de lo contrario el hombre se convierte en un simple ser acomodado o ajustado, para quien la historia o la cultura no tendrían sentido, pues le faltaría la marca de libertad, por eso cada vez que se le limita la libertad, se transforma en un ser meramente ajustado o acomodado.
A partir de las relaciones del hombre con la realidad, resultado de estar con ella y en ella, por los actos de creación, recreación y decisión, éste va dinamizando su mundo, va dominando la realidad, humanizándola con algo que él crea, va temporalizando los espacios geográficos, hace cultura, generando sociedades dinámicas, creando historia.

Es por ello que Freire considera que la gran tragedia del hombre moderno es que, dominado por la fuerza de los mitos y dirigido por la publicidad organizada, ideológica o no, renuncia cada vez más sin saberlo, a su capacidad de decidir, siendo expulsado de la órbita de las decisiones. Este hombre no capta las tareas de su época; le son presentadas por una élite que las interpreta y se las presenta en forma de recta a ser seguida. Este hombre se cree salvado, cuando por el contrario se ahoga en el anonimato de la masificación sin esperanza y sin fe, domesticado y acomodado, no siendo sujeto, siendo puro objeto que lo inclina al gregarismo falto de critica y amor; solo percibe que los tiempo cambian, incapaz de comprender el significado de ese cambio.

Las sociedades en cambio de una época a otra, exigen la formación y el desarrollo de un espíritu también flexible usando funciones cada vez más racionales y menos instintivas.
Freire define la sociedad brasileña del momento como una sociedad cerrada, colonial, esclavizada, sin pueblo, “refleja”, antidemocrática, sin conciencia de pueblo. Pero en ella vislumbra el germen del cambio, que la convierte en una sociedad en tránsito, donde se producen los choques propios de los sistemas autoperpetuadores y los sectores emergentes y buscadores del cambio.

Es por ello que la educación dentro de este tránsito adquirirá mayor importancia, su fuerza se basaría sobre todo en la aptitud que tuviésemos para incorporarnos al dinamismo del tránsito. No es necesario señalar demasiado la obviedad que nuestra salvación democrática se basaría en una sociedad homogénea y abierta. Esta apertura constituía uno de los desafíos fundamentales para una respuesta adecuada y difícil. Estas fuerzas estaban convencidas, que la apertura de la sociedad brasileña se haría en términos pacíficos. Otras por el contrario buscaban volver a posiciones reaccionarias para hacernos permanecer indefinidamente en el estado en el que nos encontrábamos.

En este momento, los hombres y las instituciones se dividen en reaccionarios y progresistas, aun cuando había categorías intermedias. Hecha la opción, por la profundidad de las contradicciones, la tendencia era radicalizarse en la opción.
La radicalización implica el enraizamiento que el hombre hace en la opción, es positiva, porque es preponderantemente crítica y amorosa, humilde y comunicativa. El hombre radical en su opción no niega el derecho a otros de optar. No pretende imponer su opción, dialoga sobre ella. Está convencido de su acierto, pero respeta en otro el derecho de juzgarse también dueño de la verdad; intenta convencer y convertir, pero no oprime a su oponente; tiene el deber, por una cuestión de amor, de reaccionar con violencia contra los que prenden imponerle el silencio. A los que en nombre de la libertad matan, en sí y en él, la propia libertad. Pero no estando preparado para este desafío el hombre brasileño y sus élites, desembocaron en el sectarismo y este tiene una matriz preponderantemente emocional, acrítica, arrogante, antidialogal y por eso anticomunicativa. Es reaccionaria y asumida por un derechista, que para nosotros es un sectario de “nacimiento”, o un izquierdista. El sectario nada crea porque no ama. No respeta la opción de los otros. Pretende imponer la suya; de ahí la inclinación del sectario al activismo que es la acción sin control ni reflexión. De ahí el gusto por eslóganes que difícilmente sobrepasan la esfera de los mitos y por eso mismo, mueren en sus mismas verdades, se nutre de lo puramente “relativo” a lo que atribuye valores absolutos.

El radical, por el contrario, rechaza el activismo y somete siempre su acción a la reflexión. El sectario, sea de derecha o de izquierda, se enfrenta a la historia como su único hacedor, como su propietario; solo difieren porque, mientras que uno pretende detenerla, el otro pretende anticiparla. De ahí que se identifiquen en la imposición de sus convicciones, en la reducción del pueblo a masas, pues este no pesa para el sectario, salvo como apoyo a sus fines. La masa no piensa, otro piensa por ella, y se considerará protegida por el sectario que jamás hará una revolución verdaderamente liberadora, precisamente por que tampoco él es libre.

En Brasil la supremacía no era de los radicales, sino de los sectarios, lo que hacía temer por el destino democrático del país. En verdad, en las sociedades alienadas, condición de donde partíamos, las generaciones oscilan entre el optimismo ingenuo y la desesperación. Incapaces de crear proyectos autónomos de vida, buscando en trasplantes inadecuados la solución de los problemas de sus contextos, son así utópicamente idealistas, para hacerse después pesimistas y desesperados. Pero un día comienzan a hacerse críticos y por ello renuncian tanto al optimismo ingenuo como a los idealismos utópicos, cuando se ven con sus propios ojos y se consideran capaces de proyectar y la desesperación de las sociedades alineadas se convierte en esperanza y autoconfianza.

Existían, empero, fuerzas internas y externas interesadas en que la sociedad brasileña no se transformara, planteando dulces imposiciones con soluciones asistencialistas. El gran peligro del asistencialismo está en la pasividad que impone al hombre, no ofreciendo posibilidades para el desarrollo o la “apertura” de su conciencia que en las democracias auténticas ha des ser cada vez más crítica.

Lo que importa realmente, es ayudar al hombre a recuperarse. También a los pueblos. Hacerlos agentes de su propia recuperación. Ponerlos en una posición conscientemente critica frente a sus problemas. El asistencilismo por el contrario, es una forma de acción que roba al hombre la posibilidad de ser responsable, el tomar decisiones en problemas grandes o pequeños que afecte a intereses ajenos y a propios, con los que se sienta comprometido. En el asistencialismo lejos de existir responsabilidad hay pasividad y domesticación.

Al pueblo sólo se le puede ayudar a insertarse críticamente en el proceso mediante la educación, no mediante el engaño, ni la fuerza, sino con una educación valiente, ofreciendo reflexión sobre sí mismo, sobre su tiempo, sobre sus responsabilidades, sobre su papel en la nueva cultura de la época de transición. Una educación que le facilitase la reflexión sobre su propio poder de reflexión y que tuviese su instrumentación en el desarrollo de ese poder, en la explicación de sus potencialidades, de la cual nacería su capacidad de opción.

En la medida en que el hombre o el pueblo amplía su poder de captación y de respuesta a las sugerencias y cuestiones que parten del exterior y aumenta su poder de dialogo, no sólo con otros hombres sino con su mundo, el hombre se “transitiva”. Sus intereses y preocupaciones se prolongan a otras esferas, no sólo a la simple esfera vital, lo que hace permeable al hombre, llevándolo a vencer su falta de compromiso con la existencia y lo compromete casi totalmente.

La conciencia ingenua en que se encontraba el país en aquel momento, según el autor, se caracteriza por la simplicidad en la interpretaciones de los problemas, por la tendencia a juzgar que el tiempo mejor fue el tiempo pasado; por subestimar al hombre común; por una fuerte inclinación al gregarismo característicos de la masificación; por la impermeabilidad a la investigación, a la cual corresponde un gusto acentuado por las explicaciones fabulosas; por la fragilidad de la argumentación; por un fuerte tenor emocional; por la práctica no propiamente del dialogo sino de la polémica; por las explicaciones mágicas.

Con una educación dialogal y activa orientada hacia la responsabilidad social y política, se conseguiría una transitividad crítica característica de los auténticos regímenes democráticos y corresponde a formas de vida altamente permeables, interrogadoras, inquietas y dialogales, en oposición a formas de vida “mudas”, quietas y discursivas, de las fases rígidas y militarmente autoritarias, como desgraciadamente vivía el Brasil del momento. Este trabajo educativo tiene que estar alerta del peligro que encierra la masificación en íntima relación con la industrialización.

Sociedad Cerrada e Inexperiencia Democrática

En este capitulo el autor se centra en la inexperiencia democrática del país, como uno de los puntos de estrangulamiento de la capacidad de democratización del mismo.

En Brasil, la colonización tuvo características marcadamente depredadoras, lo que produjo una fuerte explotación convirtiéndola en una gran “empresa comercial”, donde el poder de los señores dueños de las tierras sometía a la gran masa campesina y nativa del lugar, otorgándoles trato de esclavos. La educación de los colonizadores pretendía mostrar a los aborígenes la indignidad de su cultura y la necesidad de aplicar un sistema educativo cultural ajeno, que mantuviera esta situación de explotación e indignidad humana, construyendo en definitiva una sociedad cerrada.

El hombre brasileño fue creciendo en un ambiente de autoritarismo y proteccionismo, con soluciones paternalistas que surgen del mutismo brasileño, conciencia mágica, donde en la sociedad no existe el diálogo ni la capacidad crítica para relacionarse con la realidad.

Las relaciones sociales están divididas por las diferencias económicas, creándose una relación de amo y señor. El mutismo brasileño está marcado por la falta de vivencia comunitaria y por la falta de participación social. Ya que no había conciencia de pueblo ni de sociedad, la autoridad externa era el señor de las tierras, él era el representante del poder político y todo lo administraba. Esta forma de dominación impedía el desarrollo de las ciudades: el pueblo era marginado de sus derechos cívicos y alejado de toda experiencia de autogobierno y de diálogo.

Freire considera que estas no eran condiciones para poder constituir aquel “clima cultural especifico” para el surgimiento de los regímenes democráticos. La democracia, que antes que forma política es forma de vida, se caracteriza sobre todo por la gran dosis de transitividad de conciencias en el comportamiento humano, transitividad que no nace y no se desarrolla salvo bajo ciertas condiciones en las que el hombre se lance al debate, al examen de sus problemas y de los problemas comunes en las que el hombre participe.

Instaurar una sociedad democrática debe hacerse no sólo con el consentimiento del pueblo, sino con sus propias manos. Exige ciertas calificaciones. A fin de construir su sociedad con sus “manos”, los miembros de un grupo deben poseer considerable experiencia y conocimiento de la cosa pública. Necesitan instituciones que les permitan participar en la construcción de su sociedad.

También necesitan una específica disposición mental, esto es, ciertas experiencias, actitudes y creencias compartidos por todos o al menos por una gran mayoría del pueblo, y esta situación se produjo cuando la sociedad brasileña tradicional comienza a descomponerse, lo que permitió una cierta participación del pueblo en la gestión de la cosa pública; lejos del asistencialismo de la etapa anterior, la sociedad comienza un proceso de apertura, se abre.

El comienzo del avance industrial brasileño a finales del siglo XIX, da un vigoroso impulso civilizador debido a la inmigración y la supresión de la esclavitud. La nueva economía basada en el trabajo libre, aumenta la producción y contribuye a la transformación de la estructura económica y social, que no podría dejar de modificar los hábitos y la mentalidad, sobre todo en las poblaciones urbanas.

Este proceso se consolida después de la primera guerra mundial, lo que supuso un desarrollo enorme de la urbanización, generadora a su vez, de un afloramiento de los campos de las artes de la literatura y de las ciencias. El país comienza en encontrarse consigo mismo; su pueblo emerge ampliando su experiencia de participación, lo que provoca choques entre los viejos y los nuevos planteamientos, dando como resultado el golpe militar que mandó al exilio al propio autor.

Educación Versus Masificación

Esta transición de la sociedad brasileña, motivará al autor a buscar respuestas, en el campo de la pedagogía, respuesta que tome en consideración el problema del desarrollo económico y de la participación popular. Pedagogía creadora de una educación que pueda ayudar al hombre a salir de su experiencia antidemocrática, antihumana, que no permite al hombre descubrirse como recreador de su mundo, como un ser importante, con poder de cambiar para mejorar la realidad.

Freire estaba convencido de que la contribución del educador brasileño a su sociedad en nacimiento, frente a los economistas, los sociólogos, como todos los especialistas que buscan mejorar sus pautas, habrá de ser una educación crítica y criticista, de una educación que intente el pasaje de la transitividad ingenua a la transitividad crítica, ampliando y profundizando la capacidad de captar los desafíos del tiempo, colocando al hombre brasileño en condiciones de resistir a los poderes de la emocionalidad de la propia transición. Armarlo contra la fuerza de los irracionalismos, de los que era presa fácil, en la posición de transitividad ingenua en la que se encontraba.

En definitiva, busca hacer efectiva una aspiración nacional que se encuentra presente en todos los discursos políticos del Brasil: la alfabetización del pueblo brasileño y la ampliación democrática de la participación popular. El régimen oligárquico, imperante en Brasil hasta 1930, tomó el tema del analfabetismo y lo convirtió en tema de sus discursos, transformando la analfabetización en un verbalismo vacío, carente de acción concreta. El régimen que viene luego del régimen oligárquico continúa en la misma línea demagógica que no busca, en la práctica, un cambio real y efectivo, la liberación del hombre, sino más bien la elaboración de un discurso atrayente y de moda en su época.

Freire nos dice que en la medida en que las clases populares emergen y descubren la manipulación a la que los tienen sometidas las élites gobernantes, se inclinan siempre que pueden a respuestas agresivas, violentas, respondiendo las élites asustadas con tendencia a silenciar a las masas populares, domesticándolas por la fuerza o con soluciones paternalistas, con lo que pretenden detener el proceso del cual surge la elevación popular con todas sus consecuencias.

El autor considera que para que exista base democrática tiene que lograrse el desarrollo económico, que suponga la supresión del poder inhumano detentado por las clases muy ricas, que oprimen a los muy pobres y así hacer coincidir el desarrollo con un proyecto autónomo de nación brasileña.

Este desarrollo incluye reformas estructurales y cambios de mentalidades; de ahí la necesidad de una educación valiente, que discuta con el hombre común su derecho a la participación, una educación que lleve al hombre a una nueva posición frente a los problemas de su tiempo y de su espacio.

No hay nada que comprometa más la superación popular que una educación que no permita al educando experimentar el debate y el análisis de los problemas y que no le propicie condiciones de verdadera participación.

La educación tendría que ser ante todo un intento constante de sustituir hábitos pasivos y antiguos por nuevos de participación e ingerencia.

La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor. No puede temer el debate y el análisis de la realidad; no puede huir de la discusión creadora.

El autor entiende que no se aprende a discutir y a debatir con una educación que impone, que dicta ideas, que no las cambia, cuando se dictan clases y no se discute o debaten los temas. En este contexto se trabaja sobre el educando, no con él. Le imponemos un orden que el no comparte, al cual sólo se acomoda, no le ofrecemos medios para pensar auténticamente, por que al recibir las fórmulas dadas simplemente las guarda. No las incorpora, porque la incorporación es el resultado de la búsqueda de algo que exige, de quien lo intenta, un esfuerzo de recreación y de estudio. Exige reinvención. No sería posible formar hombres que impulsen la democracia con una educación de este tipo.

Por el contrario Freire considera que cuanto más crítico es un grupo humano, tanto más democrático y permeable es. Tanto más democrático, cuanto más ligado a las condiciones de su realidad

Educación y Concienciación

El autor niega que la democratización de la cultura sea su vulgarización, negando igualmente que pueda ser fabricada en bibliotecas y entregada al pueblo para su consumo; por el contrario considera que en la medida en que los procesos de democratización se hacen más generales, se hace también más difícil dejar que la masa permanezca en un estado de ignorancia, entendiendo esta no solo como analfabetismo, sino como participación crítica, que es una forma de sabiduría.

Estas convicciones son contrastadas en experiencias como las realizadas en el Movimiento de Cultura Popular de Recife, coordinando un proyecto de Educación de Adultos. Dentro del proyecto se crean instituciones básicas de educación popular como “el Circulo de Cultura” y el “Centro de Cultura”, donde se instituyeron debates de grupo que permitían reflexionar sobre los asuntos, así como la búsqueda de acciones para transformar la realidad.

De esta experiencia surge la necesidad de trabajar en la alfabetización de adultos, con métodos igualmente activos que diera resultados positivos como los realizados hasta el momento. Un método activo que fuese capaz de hacer crítico al hombre a través del debate en grupo de situaciones desafiantes; estas situaciones tendrían que ser existenciales para tales grupos.

A la pregunta de cómo realizar esta educación capaz de proporcionar al hombre medios para superar sus actitudes mágicas o ingenuas frente a su realidad, ayudándolo a crear, si era analfabeto, el mundo de signos gráficos, Friere considera que esto solo puede lograrse con un método activo, dialogal y participante. El dialogo se sitúa frente a la imposición de la formación histórico-cultural, generadora de antidiálogo, de una relación vertical del educador sobre el educando, que no es crítica, no es humilde, Es desesperante, arrogante, autosuficiente, es decir el antidiálogo, no comunica. Se precisaba, por tanto de una pedagogía de la comunicación para favorecer el diálogo activo.

Parece que la manera de comenzar este nuevo programa es ayudar al analfabeto a descubrir el sentido antropológico de cultura. La cultura como aporte que el hombre hace al mundo. La cultura como el resultado de su trabajo, de su esfuerzo creador y recreador. La cultura como adquisición sistemática de la experiencia humana, por eso crítica y creadora, no como mera yuxtaposición de recetas dadas. En definitiva, la democratización de la cultura es requisito indispensable para la democracia.

El aprendizaje de la escritura y de la lectura es la llave con la que el analfabeto iniciará su incorporación al mundo de la comunicación. En suma, el hombre en el mundo y con el mundo, que permita a los seres humanos cambiar sus anteriores actitudes y describirse como hacedor de cultura, en igualdad de condiciones con el letrado. La cultura es toda creación humana.

Las personas analfabetas aprenden así a ser autores y testigo de su propia historia; capaces de escribir su propia vida, es decir, biografiarse, existenciarse e historizarse.

Fases del método:

1º Fase: Obtención del universo vocabular de los grupos con los cuales se trabajará:

2º Fase: Elección de las palabras seleccionadas del universo vocabular investigado.

3º Fase: Creación de situaciones existenciales típicas del grupo con el que se va a trabajar.

4º Fase: Elaboración de fichas que ayuden a los coordinadores en su trabajo.

5º Fase: Preparación de Fichas con la descomposición de las familias fonéticas correspondientes a los vocablos generadores.

Ejecución práctica del método:

Utilizaremos la palabra “tijolo” (ladrillo en portugués) como primera palabra “generadora”, colocada en una situación de trabajo de construcción.

Una vez que se tienen las palabras más significativas, se somete al proceso de reflexión, en búsqueda de mayor objetividad, de los “círculos culturales”. Discutida la situación en sus aspectos posibles, se realizaría la vinculación semántica entre la palabra y el objeto que denomina (la palabra se nombra junto al objeto dicho: lo que se busca es la asociación de la palabra con el objeto). Visualizada la palabra dentro de la situación, es, posteriormente, presentada sin el objeto: “tijolo”.

Con este método, la persona cambia su manera de ver el mundo, se siente partícipe de él y artífice de su propia vida. Surge lo que Freire llama la conciencia que no es tan sólo el reconocer la situación que se vive, sino el compromiso y proceso de transformación.

En la medida en que al discutir los grupos fueron percibiendo el engaño que hay en la propaganda, por ejemplo de ciertas marcas de cigarrillos en que aparece una bella chica en bikini, sonriente y feliz (y que ella, con su sonrisa, su belleza y su bikini, ni tiene nada que ver con el cigarrillo), irían descubriendo la diferencia entre educación y propaganda, Por otro lado, se prepararían para discutir y percibir los mismos engaños en la propaganda ideológica y política, en los eslóganes.

Esto nos pareció siempre una forma correcta de defender la autentica democracia y no una forma de luchar contra ella. Luchar contre ella es hacerla irracional, aun cuando se haga en su nombre. Es enriquecerla para defenderla de la rigidez totalitaria. Es tornarla odiosa, cuando sólo crece en respeto a la persona y en amor. Es cerrarla cuando solo vive en apertura. Es nutrirla de miedo cuando debe ser valiente. Es hacerla instrumento de los poderosos contra los débiles. Es familiarizarla contra el pueblo. Es alienar una nación en su nombre.

Defenderla y alcanzar lo que Mannheim llama “democracia militante”, aquella que no teme al pueblo, que suprime los privilegios, que planifica sin enriquecerse, que se defiende sin odiar, que se nutre de la crítica y no de la irracionalidad.

Hasta qué punto las conclusiones científicas y Los postulados de Paulo Freire tienen valor en nuestros días.

Hablar hoy de concientización en el sentido que Paulo Freire da a esta palabra, supone entender la educación como “un acto de conocimiento y un proceso de acción transformadora sobre la realidad”; así la acción educativa es esencialmente una acción transformadora, una acción comprometida.

Desde esta perspectiva, el papel de la educación en nuestros días es estratégico, pues la realidad esta sembrada de conflictos e injusticias. Nunca en la historia aconteció tal grado de polaridad entre los más ricos y los más pobres, entre opresores y oprimidos; diferencia clara, pero al mismo tiempo tan sutil, que una gran parte de la humanidad vive en la creencia de que no existe, a pesar de verla, pues el hombre occidental tiende a ver la realidad, retransmitida en directo y por televisión, con una conciencia ingenua o mágica, sin comprender, por ejemplo el origen de la avalancha migratoria sobre nuestro país (España).

De ahí la vigencia de la pedagogía de Freire, generadora de libertad individual y colectiva, concientizadora e intercultural, que pueda cuestionar los modelos culturales y de desarrollo que los nuevos “colonizadores” intentan imponer.

La pedagogía de Freire es actual porque centra su acción en la búsqueda de la transitividad humana, en la necesidad de abrir la sociedad, de transformarla, para que sea conocedora de la interdependencia de los problemas en nuestro “sistema mundo”.

Son plenamente vigentes las propuestas pedagógicas que permitan crear espacio de conocimiento y compromiso, individual y colectivo, transformadores de la realidad, desde valores democráticos y radicales (en el sentido que Freire las describe en este libro), lejos de discursos vacíos y de galería.

Frente a una sociedad en permanente cambio que exige, como nunca, una insalvable capacidad de adaptación a las personas y a los pueblos, es necesario aplicar pedagogías que reinicien un proceso de alfabetización (en este caso sobre las nuevas tecnologías), que permita la descodificación de la información, de los lenguajes utilizados y la comprensión de sus códigos simbólicos, de una manera crítica, acomodándolos cognitivamente como “domésticos” códigos humanos, desposeyendo a estos nuevos lenguajes, de toda carga mítica o mágica que las élites les quieren otorgar, instalándolos en la realidad humana, eliminando de esta menara, la denominada “Brecha Digital”, que nuevamente abunda y profundiza la discriminación de los pueblos y de las personas.

Los postulados de Freire, en definitiva, son plenamente aplicables al objetivo educativo de potenciar una ciudadanía crítica y solidaria, en el ámbito de las relaciones interpersonales, con el medio y en el de la organización económica, social y política, para su transformación de la libertad individual y colectiva. Una educación que en su propia concepción ha de superar las fronteras de los países, para ser necesariamente global “en el buen sentido de la palabra”, que permita vivir conscientemente la existencia humana desde una perspectiva de respeto y sostenibilidad.

6. Bibliografía

  • Ana Maria Araújo Freire A Voz da Esposa: A Trajetória de Paulo Freire. (Abril de 2006) http://www.paulofreire.org/
  • Carlos Alberto Torres: A Voz do Biógrafo Latino-Americano: UmaBiografía Intelectual. (Abril de 2006) http://www.paulofreire.org/
  • Celso de Rui Beisiegel, Universidade de São Paulo Observaciones sobre la Teoría y práctica en Paulo Freire, en: http://www.hottopos.com/mirand7/observaciones_sobre_la_teoria_y_.htm
  • Heinz-Peter Gerhard Uma Voz Européia: Arqueologia de um Pensamento. (Abril de 2006) http://www.paulofreire.org/
  • Juan XXIII Carta Encíclica “Mater Et Magistra” en:http://www.churchforum.org/info/El_Papa/Documentos_Pontificios/encicli cas/mater_et_magistra.htm
  • Moacir Gadotti: A Voz do Biógrafo Brasileiro: A Prática à Altura doSonho. (Abril de 2006) http://www.paulofreire.org/
  • Paulo Freire (1974) “La educación como práctica de la libertad” Ed: Siglo XXI. Buenos Aires.
  • Paulo Freire: (2002) “Pedagogía del Oprimido” Ed: Siglo XXI, Madrid.

Link para descarga: https://asslliuab.noblogs.org/files/2013/09/freire_educaci%C3%B3n_como_pr%C3%A1ctica_libertad.pdf_-1.pdf

Fuente de la reseña: http://formacion-integral.com.ar/website/?p=176

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‘Tomorrow belongs to me’ (Sobre fascismo y escuela)

Jaume Martínez Bonafé

Desconozco el momento en que las estúpidas anécdotas dejan de serlo y un día te despiertas y en la plaza están cantando que el mañana que pertenece a unos pasa por la aniquilación de los otros.

Un grupo de adolescentes, en la clase de dibujo, montan un collage en el que alrededor de la foto de Hitler aparecen frases y fotografías exaltadoras del nazismo y del franquismo. Unas mesas más allá otro grupo de chicas al observar el contenido del trabajo les increpan y muestran su desacuerdo. Se produce una discusión con cruces de calificativos y alguna que otra amenaza. La profesora de la asignatura se da cuenta del barullo y les invita a calmarse y no montar tanto jaleo. Cada cual acude a su tarea y la clase continúa con aparente normalidad, hasta la salida del instituto, donde continúa el enfrentamiento.

Todos los años mostraba en mi clase de Educación Social lo que anunciaba como “una de las secuencias de terror más escalofriantes que he podido ver en el cine” y a continuación proyectaba en la pantalla del aula un fragmento de la película Cabaret que seguramente muchos de ustedes recordarán. Es una hermosa y soleada mañana y la plaza del pueblo está repleta de ciudadanos tomando amigablemente cerveza y charlando sentados en las mesas del casino o en los bancos del parque, donde juegan los niños y las niñas. De pronto se escucha una dulce y encantadora voz que inicia una hermosa canción a cappellaTomorrow belongs to me Live. Se muestra en primer plano el rostro de satisfacción del bello joven rubio que la canta. La cámara recorre su cuerpo y muestra su uniforme de las juventudes nazis y el zoom le muestra finalmente entero, en posición de firmes, con la cruz gamada en su brazo izquierdo. La canción continúa y una chica se le suma y a continuación otros jóvenes y después diferentes personas de la plaza. Finalmente, todo el mundo está en pie cantando la canción con el brazo en alto, ante la mirada tristemente lúcida de un hombre de edad avanzada que adivina la que se le viene encima. La secuencia se cierra con la sonrisa, distante e incrédula, de un par de jóvenes burgueses y la pregunta de uno hacia el otro: “¿Todavía creéis que les parareis los pies?”.

No sé qué pensaría la profesora de Dibujo ante la situación que se produjo en aquella clase de un centro público de secundaria. Puede que pensara que ya vendría el profe de Educación para la Ciudadanía (¡ah! no, que el PP quitó esta materia!). Puede que pensara que eran cosas de niños y niñas, al fin y al cabo, lo eran. Puede que, estratégicamente, al mirar hacia otro lado estuviera protegiendo la pintura de su coche. Da igual, la cuestión es, más allá de este caso concreto, cuál es el proyecto educativo de una escuela pública, cómo se trabajan las disputas ideológicas y cómo se neutralizan las de la intolerancia y el terror. A mí me parece que bajo las palabras tolerancia, pluralismo o neutralidad se esconde a menudo un peligroso discurso desmovilizador de las conciencias críticas. Todo se resuelve en el plano de las opciones individuales y ahí tanto monta, monta tanto. La educación es un proyecto público y por tanto comunitario. La comunidad se dota de recursos para la construcción de una ciudadanía activa, crítica y responsable. Y ese es el mandato al funcionario, al servidor de la comunidad: la educación del ciudadano. Una educación que le provea de herramientas para pensar por sí mismo el mundo que está viviendo y le dote de procedimientos para la intervención responsable en ese mundo.

Es cierto que la actual estructura curricular en nada favorece este proyecto. Y en ocasiones, claramente lo impide. La fragmentación disciplinar y el academicismo son herencias pedagógicas demasiado antiguas para responder a las demandas actuales de la escuela. Creer que uno entra en el aula a “enseñar Biología y nada más” es un argumento social y pedagógico insostenible. Y creer que las insuficiencias cívicas que escupe cada época las resolvemos en la escuela con nuevas materias y más fragmentación es miope o perverso. O no vemos suficiente o estamos poniendo parches a la vieja rueda de un motor que hace tiempo que dejó de funcionar.

Los educadores y las educadoras tenemos una gran responsabilidad, y para ejercitarla necesitamos formación y condiciones de realización. Los mañanas, todos los mañanas, están por hacer y a todos y todas nos pertenecen vivos. Pero esos mañanas se construyen en el cotidiano de cada aula y de cada centro. Yo sé muy bien que poner la foto de Hitler en un trabajo de collage para la asignatura de Dibujo es una estúpida anécdota infantil sin mayor relevancia. Pero desconozco el momento en que las estúpidas anécdotas dejan de serlo y un día te despiertas y en la plaza están cantando que el mañana que pertenece a unos pasa por la aniquilación de los otros.

Y no me resisto a acabar el texto sin contarlo. Otra profesora de instituto desfilaba hace escasas semanas por la población de Bétera en una manifestación festiva en la que se reivindicaba reconocimiento y apoyo político a las diferentes expresiones de la cultura popular en la comarca. Hasta donde estaba este grupo de personas acudió un grupúsculo de jóvenes y no tan jóvenes con banderas españolas y diferente simbología nazi con gritos e insultos y cánticos falangistas. Entre los jóvenes del grupúsculo la profesora pudo identificar a un exalumno suyo, que bajando la cabeza continuaba el insulto. Con lágrimas en los ojos me lo contaba mientras yo recordaba aquella otra escalofriante secuencia de La lengua de las Mariposas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/01/24/tomorrow-belongs-to-me-sobre-fascismo-y-escuela/

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Una conciencia crítica más profunda: una entrevista con Wayne Au

Au discute su nuevo libro, ‘A Marxist Education’.

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