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La educación ambiental para todas las edades es ley en Argentina

Desde el nivel preescolar hasta la universidad, todos los estudiantes de Argentina deberán acceder a educación ambiental. Lo establece una ley sancionada en mayo por el Congreso Nacional y celebrada por organizaciones de la sociedad civil como lo que es: la concreción de un logro largamente anhelado.

“Hubo muchísimos proyectos sobre educación ambiental a lo largo de los últimos 20 años. Incluso hubo un par que tuvieron media sanción de una de las Cámaras pero no completaron el recorrido por falta de consenso político”, dijo Juan Cruz Zorzoli, director de Amartya, una organización que promueve la educación ambiental.

“La sanción de la ley es un síntoma de un cambio de época, debido fundamentalmente al  activismo ambiental y la visibilidad de los jóvenes, que cuestionan el modelo de desarrollo y la relación de la sociedad con la naturaleza y toman como ejemplo a (la activista ambiental sueca) Greta Thurnberg”, agregó en diálogo con IPS.

Con su Ley de Educación Ambiental Integral, Argentina se convierte  en el segundo país de América Latina en contar con una norma específica sobre la materia, por detrás de Brasil, aunque en su caso se limita a establecer y reglamentar un Programa Nacional de Educación Ambiental. Otros países latinoamericanos han incluido el tema dentro de sus últimas leyes de educación.

La ley , también conocida por su número, 27.621, fue impulsada por los ministerios de Educación y Ambiente y promulgada este  jueves 3 de junio por el presidente Alberto Fernández. Y si bien contó con el apoyo de todos los espacios políticos en el parlamento, no faltaron puntos de controversia relacionados con la tensión entre el desarrollo económico y la conservación ambiental.

El senador Alfredo de Angeli se quejó durante el debate de que el proyecto se haya sido discutido en las comisiones de Educación, de Ambiente y de Presupuesto del Senado y la Cámara de Diputados, pero no en las de Agricultura.

“Tenemos mucho para aportar”, dijo De Angeli, productor agropecuario de la provincia de Entre Ríos que saltó a la política en 2008, cuando se hizo conocido como uno de los líderes de una larga protesta del empresariado rural contra un aumento de los impuestos a las exportaciones de soja.

El extendido cultivo de soja, que ocupa más de la mitad del área sembrada desde que a fines de los años 90 se aprobó la primera variedad transgénica, es cuestionado por organizaciones ambientales, por su impacto en el uso de agroquímicos y en la deforestación.

En tono de reproche, De Angeli recordó que tampoco pasó por las comisiones parlamentarias de Agricultura la llamada ley de manejo del fuego, aprobada el año pasado, que prohíbe por hasta 60 años la venta de tierras donde se hayan registrado incendios forestales, para evitar conductas especulativas que destruyan los bosques. Esa norma fue rechazada por todas las entidades agropecuarias.

Además, en la discusión de la ley de educación ambiental no faltaron legisladores que cuestionaran la ausencia del sector empresarial en el Consejo Consultivo que asesorará a las autoridades en el diseño de los contenidos educativos, integrado por organizaciones indígenas, estudiantiles, gremiales docentes, científicas, de guardaparques, de recicladores y de la sociedad civil.

“Lo más importante de esta ley es que obliga a trazar una estrategia de educación ambiental para los ámbitos formales de educación y también para los no formales, que alcance a todos las edades”: Laura Castillo Díaz.

La ley define a la educación ambiental como “un proceso que defiende la sustentabilidad como proyecto social, el desarrollo con justicia social, la distribución de la riqueza, preservación de la naturaleza, igualdad de género, protección de la salud, democracia participativa y respeto por la diversidad cultural”.

Una de las cuestiones que establece la norma  para su implementación es que se deberá realizar un estudio de percepción ambiental, explicó Cristina Ruiz del Ferrier, subsecretaria Interjurisdiccional e Interinstitucional del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.

Una movilización de jóvenes en Buenos Aires, en reclamo de mejores políticas ambientales, con el fondo del Congreso Nacional, que en mayo sancionó la ley que incorpora la educación ambiental en todos los niveles de la educación argentina. Foto: Eco House Global

“Así podremos tener información que nos permita orientar los planes, programas, proyectos y mensajes de acuerdo a los diferentes destinatarias y destinatarios de manera efectiva”, destacó a IPS la funcionaria y especialista en políticas públicas.

Ruiz del Ferrier comentó que el proyecto recogió las demandas de las 23 provincias, que buscaban así fortalecer e institucionalizar la labor de esas regiones federales, porque de hecho ya vienen trabajando en educación ambiental, en varios casos con el respaldo de leyes locales en la materia.

“Se necesitaba que el tema tuviera un poco de visibilización y empuje para que lo aprobara el Congreso, después de tantos años de estar en la agenda parlamentaria, y eso fue lo que aportamos desde la sociedad civil”, dijo María Aguilar, coordinadora de los Departamentos de Educación Socioambiental y de Investigación y Política Socioambiental de Eco House Global, una organización que trabaja en temas de sostenibilidad a través del voluntariado.

“También realizamos un trabajo de incidencia con el que servimos de puente para que los distintos sectores políticos limaran sus diferencias y tuviéramos ley”, contó Aguilar a IPS.

“De modo tal que el rol y participación de las y los jóvenes en la educación ambiental y en esta ley en particular es de suma importancia”, añadió.

Laura Castillo Díaz, coordinadora en el área de Política Ambiental en la no gubernamental Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), destacó a IPS que la ley viene a pagar una deuda que estaba pendiente desde hacía décadas.

Apuntó, en ese sentido, a la Conferencia de Estocolmo de 1972, la primera gran cumbre mundial sobre temas ambientales convocada por Naciones Unidas, que en su Declaración Final señaló la importancia de la educación ambiental.

También señaló a la Constitución Nacional argentina, que desde su última reforma, en 1994, reconoce el derecho de los habitantes del país a vivir en un ambiente sano y fija la obligación de las autoridades de proveer educación e información ambientales.

“Lo más importante de esta ley es que obliga a trazar una estrategia de educación ambiental para los ámbitos formales de educación y también para los no formales, que alcance a todos las edades”, explicó Castillo Díaz.

Una concentración de jóvenes que buscan concientizar del impacto del cambio climático en Buenos Aires, en la Plaza de Mayo y frente a la Casa Rosada, sede de la Presidencia de Argentina. Foto: Eco House Global

“En el caso de las universidades públicas y privadas se prevé que además tendrán que diseñar y poner en práctica un programa de gestión ambiental, que se aplique al manejo de sus propias problemáticas, como el manejo de los residuos o el consumo de energía”, añadió.

En las universidades argentinas las cuestiones ambientales están atrayendo cada vez más interés no sólo en carreras vinculadas a las ciencias duras, sino también en el terreno humanístico.

En la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA), estudiantes impulsaron la creación de un seminario de socioambientalismo, con clases durante todo el año que incluyen tema como cambio climático, eco-feminismo y el modelo de desarrollo que pone a los países latinoamericanos en el rol de proveedor de materias primas para el mercado internacional.

“En nuestra carrera no existía la perspectiva ambiental y entonces organizamos el seminario con algunos compañeros. Abrimos la inscripción y pensamos que podíamos tener 30 inscriptos, pero en una semana teníamos más de 300”, dijo Federico Pellegrino, estudiante de Ciencia Política de 21 años.

De alguna manera, reconoció a IPS, “Greta nos puso el tema en agenda. Hoy veo claramente un vínculo entre lo ambiental y lo social. Ocuparse de lo ambiental significa ocuparse de cómo mejorarle la vida a la gente”.

Según se estableció en la ley, los ministerios y representantes de las provincias deberán diseñar una Estrategia Nacional de Educación Ambiental Integral (Eneai), que a su vez dará lugar a estrategias jurisdiccionales, que deberán ajustarse “a la realidad de los territorios”.

Eso entusiasma a Pellegrino, que imagina contenidos vinculados a las distintas problemáticas que enfrenta un país tan diverso como Argentina, cuyo extenso territorio tiene desde la gran llanura agrícola en el centro del país hasta los bosques chaqueños y las mesetas de altura de la Puna en el norte, pasando por la estepa patagónica en el sur, la Cordillera de los Andes en el oeste y la selva paranaense en el noreste.

“Queremos que en el Chaco se hable de la deforestación, en la Patagonia se hable del impacto de las represas y en la Puna se hable de por qué Argentina, Bolivia y Chile tienen que pagar el costo de proveer el litio para los autos eléctricos de Europa y Estados Unidos”, explicó este universitario, que comenzó como activista ambiental y hoy trabaja  en la organización Eco House.

Fuente: https://ipsnoticias.net/2021/06/la-educacion-ambiental-para-todas-las-edades-es-ley-en-argentina/

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Maturana y un nuevo convivir para Chile

Por: Andrés Kogan Valderrama

Maturana manifestó siempre su crítica a modelos políticos centrados en la competencia, en la negación del otro, a través del racismo, machismo, clasismo, y de un desapego completo de la Madre Tierra, como si fuéramos los únicos seres vivos, lo cual nos tiene en una crisis climática que está poniendo en riesgo las condiciones mínimas de vida en el planeta.

El reciente fallecimiento de Humberto Maturana Romesín, el pasado 6 de mayo, no solo es la partida de uno de los científicos más importantes del siglo XX, sino quizás una de las figuras sentipensantes más emblemáticas en lo que refiere a crítica del racionalismo moderno.

Sus investigaciones junto a Francisco Varela, en la década de los 70, lo llevó a construir la teoría de la autopoiesis, la cual lo pudo llevar a ganar el premio nobel, al plantear la idea revolucionaria de que los sistemas vivos se producen a sí mismos, dejando en jaque la idea de objetividad de la ciencia y la autonomía de la razón.

En lo que respecta a su influencia, ha sido crucial su aporte a distintos campos del saber, como son los casos de la educación, comunicación, cibernética, antropología, sociología, psicología y las ciencias de la vida, en donde autores como Niklass Luhmann, Vittorio Guidano, Gregory Bateson y Fritjof Capra, entre muchos otros, han planteado lo fundamental que han sido sus aportes para el desarrollo de un constructivismo radical, cuestionador de las tradicionales dualidades modernas, como lo son objeto-sujeto, cuerpo-mente, razón-emoción, salud-enfermedad, cultura-naturaleza.

De ahí que su mirada siempre haya sido transdisciplinaria, pos-racionalista y muy crítica de concepciones del mundo reduccionistas provenientes de la ciencia objetivista y de filosofías antropocéntricas. No por nada, su desarrollo de una biología del conocer y del amor en los últimos años que vivió, en estrecha colaboración con Ximena Dávila en el Instituto de Formación Matríztica, buscaba incesantemente situarse desde un paradigma relacional y amoroso, en donde la empatía, el cuidado, la reflexión desapegada de certezas, la confianza y la convivencia democrática fueron sus horizontes hasta el día de su muerte.

Asimismo, es imposible no nombrar a quizás su máximo referente, su propia madre, Olga Romesín, de formación aymara, con quien aprendería que lo más importante en la vida es el colaborar y el compartir en comunidad. Por eso su fuerte crítica al fundamentalismo de grandes ideologías totalizantes, supuestamente liberadoras, que derivarían en la práctica en meras doctrinas que han imposibilitado la reflexión y a un buen convivir.

Es desde ese lugar, que Maturana manifestó siempre su crítica a modelos políticos centrados en la competencia, en la negación del otro, a través del racismo, machismo, clasismo, y de un desapego completo de la Madre Tierra, como si fuéramos los únicos seres vivos, lo cual nos tiene en una crisis climática que está poniendo en riesgo las condiciones mínimas de vida en el planeta.

No es casualidad, por tanto, que durante el estallido social de octubre del 2019 en Chile, que derivaría en una histórica revuelta popular en el país y un inédito proceso constituyente, Maturana haya planteado que “El llamado estallido social fue una queja por no ser visto. Porque el Estado no estaba cumpliendo con el compromiso fundamental de ocuparse por el bienestar de toda la comunidad. Y esto tiene que ver con el trasfondo de esta cultura centrada en la competencia” (1).

Esta fue una de las últimas reflexiones que planteó Maturana sobre lo que estaba ocurriendo en Chile antes de morir, la cual sintoniza y se entrelaza completamente con lo que vienen planteando los distintos movimientos sociales en Chile (feminista, indígena, socioambiental, regional, estudiantil), en tanto no solo una crítica al modelo neoliberal y al fundamentalismo de mercado que se impuso en dictadura y se profundizó en los últimos 30 años, sino también en la búsqueda de un nuevo Estado y sociedad, centrado en la colaboración y en la confianza.

Por lo señalado anteriormente, con la elección de constituyentes el 15 y 16 de mayo en Chile, se abre una nueva posibilidad de construir un país distinto, en donde nos pensemos por primera vez el tipo de convivir que queremos tener, sin exclusiones, donde la interculturalidad, sustentabilidad, la diversidad sexual, la equidad de género, el derecho a la diferencia y los buenos vivires, se concreten en un nuevo marco institucional, que permita vincularnos de otra manera.

Han sido décadas de abusos, maltratos y abandono del Estado a sus ciudadanos y al resto de los seres vivos, por lo que tomar en serio las reflexiones de Humberto Maturana Romesín, puede ser un buen aporte para construir un horizonte más democrático.

1: https://www.cnnchile.com/pais/humberto-maturana-democracia-frases-estallido-social_20210506/

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/212222

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Radiografía de un planeta (aún más) en crisis

Fuentes: La marea climática/Eduardo Robaina 

El informe sobre el estado del clima en 2020 de la OMM insiste en que los indicadores empeoraron y los impactos del cambio climático se agravaron en un año al que se le suma la pandemia.

Fenómenos meteorológicos extremos, más calentamiento global y una pandemia. Resultado: millones de personas y ecosistemas afectados. Así resume 2020 la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su habitual informe sobre el estado del clima que elabora junto a agencias de todo el mundo. Y no, ni de lejos la desaceleración de la economía relacionada con la pandemia logró frenar los motores de la crisis climática ni la aceleración de sus impactos, tal y como recuerda el documento.

El 2020 fue uno de los tres años más calurosos de los que se tiene constancia, a pesar del fenómeno de enfriamiento de La Niña. La temperatura media global fue de aproximadamente 1,2 °C superior a los niveles preindustriales (1850‑1900). Y no, no es un hecho puntual: los seis años transcurridos desde 2015 son los más tórridos de los que se tienen datos. La década de 2011 a 2020 ha sido la más cálida jamás registrada.

En el informe, que lleva elaborándose casi tres décadas, se reflejan algunos indicadores del sistema climático, entre los que se incluyen las concentraciones de gases de efecto invernadero, el incremento de las temperaturas terrestres y oceánicas, el aumento del nivel del mar, el derretimiento del hielo, el retroceso de los glaciares y los fenómenos meteorológicos extremos. Asimismo, se ponen de relieve las repercusiones en el desarrollo socioeconómico, las migraciones y los desplazamientos, la seguridad alimentaria y los ecosistemas terrestres y marinos.

Gases de efecto invernadero

Las concentraciones de los principales gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global de la atmósfera siguieron aumentando en 2019 y 2020. Los niveles de dióxido de carbono (CO2), principal GEI, ya han superado las 410 partes por millón (ppm), un 148% más que en niveles preindustriales. Lejos de frenarse, se espera que se alcance o supere las 414 ppm en 2021 si se mantiene la tendencia de los años anteriores. Ni siquiera la pandemia y todo lo que conllevó pudo reducir de manera tangible las concentraciones atmosféricas. Es más: el pasado 3 de abril se registraron 421,21 partes por millón (ppm), lo que supone un nuevo récord diario.

Océanos

Los océanos son claves para la mitigación del cambio climático. Actualmente, absorben hasta un 23 % de las emisiones anuales de CO2 de origen antropogénico. Sin embargo, el dióxido de carbono reacciona con el agua de mar y disminuye su pH, lo que da lugar a la acidificación de los océanos. Esto, a su vez, reduce la capacidad de los océanos para absorber CO2 de la atmósfera, produciéndose un ciclo de retroalimentación.

Los océanos son fundamentales porque absorben más del 90 % del exceso de calor generado por las actividades humanas. En 2019, los océanos alcanzaron los niveles de temperatura más altos jamás registrados, y es probable que esta tendencia se haya mantenido en 2020, acorde a la OMM. Es más: en más del 80 % del océano se produjo, al menos, una ola de calor marina en 2020. El porcentaje del océano en el que se registraron olas de calor marinas “fuertes” (45%) fue superior al correspondiente a las olas de calor marinas “moderadas” (28%).

El estudio también recuerda que el nivel del mar no ha dejado de subir a escala mundial desde 1993; este se ha visto incrementado recientemente debido, en parte, al mayor derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida.

crisis

Anomalía de la extensión de hielo ártico en setiembre (rojo) y en marzo (azul), comparado con el promedio del periodo 1981-2010.

Criosfera

Tampoco son buenas las señales que llegan desde el Ártico. Las temperaturas del aire en superficie se han elevado desde mediados de los ochenta, al menos, dos veces más rápido que la media global. Un problema que no solo afecta a los ecosistemas de este lugar, sino al clima de todo el planeta debido a diversos circuitos de retroalimentación como, por ejemplo, las emisiones de metano a la atmósfera causadas por el deshielo del permafrost. Lo que pasa en el Ártico no se queda en el Ártico.

En 2020, el Ártico alcanzó segunda extensión mínima de hielo marino, con 3,74 millones de kilómetros cuadrados el 15 de septiembre. Esta cifra solo es superada por la registrada en septiembre de 2012, cuando se bajó hasta los 3,41 millones de kilómetros cuadrados.

Las temperaturas máximas récords que se registraron al norte del círculo polar ártico en Siberia, con hasta 38 ºC en la localidad de Verkhoyansk, provocaron una aceleración del derretimiento del hielo marino en el mar de Siberia oriental y el mar de Laptev, en los que se produjo una ola de calor marina prolongada. El retroceso del hielo marino durante el verano boreal de 2020 en el mar de Laptev fue el más temprano observado en la era satelital, según apuntan desde la OMM.

Tampoco se libra de los efectos del calentamiento global Groenlandia, que continúa perdiendo masa a un ritmo sin precedentes. Entre septiembre de 2019 y agosto de 2020, se perdieron aproximadamente 152 Gt de hielo de su capa.

Similar es la situación en la Antártida. Si bien la extensión de hielo marino se mantuvo cerca de la media a largo plazo, la fuerte pérdida de masa desde finales de los noventa es clara. Esta tendencia se ha visto acelerada desde 2005 y, en la actualidad, la Antártida pierde aproximadamente entre 175 Gt y 225 Gt de hielo por año debido a los crecientes caudales de los principales glaciares de la Antártida occidental y la península antártica. Una cifra preocupante si se tiene en cuenta que corresponde a alrededor del doble del caudal anual del río Rin en Europa.

Incendios y calor

A más calor, más incendios forestales. El cambio climático hace que sean cada vez más potentes y habituales, pues se dan las condiciones idóneas para ello. En 2020, Estados Unidos sufrió los incendios más grandes jamás registrados a finales del verano y en otoño. La sequía contribuyó a los incendios, a lo que se sumó que el período de julio a septiembre fue el más caluroso y seco observado en el suroeste. En el Valle de la Muerte, en California, se alcanzó los 54,4 °C el 16 de agosto, la temperatura más alta de la que se tiene conocimiento en el mundo en, al menos, los últimos 80 años.

Australia, Cuba, Puerto Rico, Japón… Han sido muchas las zonas y países que registraron en 2020 temperaturas inusuales. En el caso de Europa, durante el verano se vio afectada por una serie de sequías y olas de calor, aunque, en general, no fueron tan intensas como las de 2018 y 2019. Aun así, 2020 ha sido el año más tórrido en el continente desde que comenzaron los registros de satélites en 1983, según el informe sobre el Estado del Clima Europeo de 2020, del Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S).

Evolución de la anomalía de la temperatura global comparada con la media del periodo 1850-1900.

Sequías y lluvias torrenciales

Dos conceptos que se contraponen pero que tienen un denominador común: el cambio climático. Ambos fenómenos son cada vez más intensos y prolongados en el tiempo por culpa del calentamiento global de la atmósfera.

El año pasado, se registraron lluvias intensas e importantes inundaciones en grandes zonas de África y Asia, recuerda el informe sobre el estado del clima. Las peores lluvias e inundaciones afectaron a la mayor parte del Sahel y del Gran Cuerno de África, y provocaron una invasión de langostas del desierto. En cuanto a las sequías, numerosos puntos de América del Sur se vieron afectadas, como es el caso del norte de Argentina, Paraguay y las zonas fronterizas occidentales de Brasil. Solo en éste último, se estima que las pérdidas agrícolas ascendieron a casi 3.000 millones de dólares.

Ciclones tropicales y COVID-19

Otro motivo más para definir 2020 como histórico es la temporada de huracanes del Atlántico Norte. En total, se produjeron 30 tormentas con nombre, la cifra más alta hasta la fecha. Solo en Estados Unidos se registró un récord de 12 llegadas a tierra. Por ejemplo, el huracán Laura, que alcanzó una intensidad de categoría 4; tocó tierra el 27 de agosto en el oeste de Luisiana y provocó importantes daños y pérdidas económicas por valor de 19.000 millones de dólares.

También provocó muchos daños el ciclón tropical Harold, una de las tormentas más fuertes jamás registradas en el Pacífico Sur, y que azotó Fiji, las Islas Salomón, Tonga y Vanuatu. Provocó cerca de 100.000 desplazamientos, gravemente condicionados por la pandemia. Las cuarentenas y los confinamientos obstaculizaron las operaciones de respuesta y recuperación, lo cual demoró el suministro de equipos y asistencia.

Tampoco hay que olvidar al ciclón Amphan, que tocó tierra el 20 de mayo cerca de la frontera entre India y Bangladesh. Este ciclón tropical ha sido el que más costes ocasionó en el océano Índico septentrional desde que se iniciaron los registros. En India, las pérdidas económicas se estimaron en aproximadamente 14.000 millones de dólares.

El ciclón tropical más intenso de la temporada fue el tifón Goni, que atravesó el norte de Filipinas el 1 de noviembre con una velocidad media del viento de al menos 220 km/h. Meses antes, el país sufrió ya el paso del ciclón tropical Vongfong (Ambo). Si bien se evacuó preventivamente a más de 180.000 personas, las medidas de distanciamiento social obligaron a transportar a los residentes en números reducidos y la capacidad de los centros de evacuación se redujo a la mitad.

En el norte de América Central, alrededor de 5,3 millones de personas necesitaron asistencia humanitaria, a lo que se suman 560.000 desplazamientos internos antes del comienzo de la pandemia. En este sentido, la respuesta a los huracanes Eta e Iota se llevaron a cabo en un contexto de complejas vulnerabilidades interrelacionadas, tal y como recuerda el informe.

Desplazamientos

Según el Observatorio de Desplazamiento Interno, se estima que durante el último decenio (2010‑2019) los fenómenos meteorológicos provocaron en torno a 23,1 millones de desplazamientos de personas por año, la mayoría de los cuales se produjeron dentro de las fronteras nacionales. Durante el primer semestre de 2020, se registraron alrededor de 9,8 millones de desplazamientos provocados principalmente por peligros y desastres hidrometeorológicos. La mayoría se concentraron en el sur y sureste de Asia y en el Cuerno de África.

Para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ACNUR, «numerosas situaciones de desplazamiento provocadas por fenómenos hidrometeorológicos han pasado a ser desplazamientos prolongados para algunas personas que no pueden volver a sus hogares o que no disponen de opciones para integrarse a escala local o asentarse en otros lugares. Estas personas también pueden verse afectadas por desplazamientos reiterados y frecuentes, que dejan poco tiempo para recuperarse entre una conmoción y la siguiente«, apunta el informe de la OMM.

Inseguridad alimentaria

El clima cambiante y los fenómenos meteorológicos extremos, juntos con los conflictos y la crisis económica, han hecho que la inseguridad alimentaria no deje de aumentar desde hace más de una década. En 2019, casi 690 millones de personas, es decir, el 9 % de la población mundial, estaban subalimentadas y unos 750 millones (casi el 10 %) sufrieron altos niveles de inseguridad alimentaria. Entre 2008 y 2018, las consecuencias de los desastres generaron un costo para los sectores agrícolas de los países en desarrollo superior a 108.000 millones de dólares en concepto de daños o pérdidas de la producción agropecuaria.

También ha jugado un factor importante en el último año, una vez más, la pandemia de la COVID‑19. En 2020, «afectó de forma directa a la oferta y la demanda de alimentos, lo que ocasionó perturbaciones en las cadenas de suministro locales, nacionales y mundiales, y puso en riesgo el acceso a los insumos, recursos y servicios agrícolas necesarios para respaldar la productividad agrícola y velar por la seguridad alimentaria», detalla la OMM.

¿Tres décadas perdidas?

Han pasado 28 años desde que se publicó el primer informe sobre el estado del clima. Tres décadas donde organismos internacionales de todo el mundo han recopilado las causas y consecuencias de un clima cada vez más cambiante fruto de las actividades humanas sin que se haya actuado decididamente. Y, a menos de que se cambie el rumbo, todo seguirá yendo a peor para los ecosistemas y los seres que lo habitan.

La tendencia negativa en lo que respecta al clima continuará durante las próximas décadas, independientemente de los resultados favorables que obtengamos de las medidas de mitigación. Por lo tanto, es importante invertir en la adaptación», sostiene el profesor Petteri Taalas, secretario general de la OMM. En este sentido, apuesta por «invertir en los servicios de alerta temprana y las redes de observación meteorológica. Varios países menos desarrollados presentan grandes deficiencias en sus sistemas de observación y carecen de servicios meteorológicos, climáticos e hidrológicos modernos».

Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/radiografia-planeta-aun-mas-en-crisis/

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Entrevista a Matthew Huber: «La crisis climática es una lucha de clases»

Por: Astrid Zimmermann, Alexander Brentler 

¿Salvar el clima con menos crecimiento? El geógrafo Matt T. Huber cree que esta forma de combatir la crisis ambiental está equivocada. Los debates en torno al consumo consciente no llevan a ningún lado: solo la democratización de la economía puede salvarnos del colapso ecológico.

Nuevas crisis, nuevos problemas, nuevos actores, nuevas relaciones de poder: la cuestión climática muta constantemente, y lo cambia todo. Necesitamos, entonces, innovar en los conceptos que se toman para entenderla. Al menos ese es el consenso. Pero Matt T. Huber argumenta que eso no es cierto. Para realmente hacer frente a la crisis climática, debemos poner la mira en la reactivación de una vieja reivindicación marxista: la democratización radical de la producción.

Matthew Huber es geógrafo e investiga en la Universidad de Syracuse (Nueva York) sobre las conexiones entre el clima, la energía y el capitalismo. Actualmente está escribiendo un libro que entiende la crisis climática como un conflicto de clases (cuyo título provisional es Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet) que será editado por Verso Books.

Alexander Brentler y Astrid Zimmermann, de Jacobin Alemania, hablaron con él sobre las razones por las que la lucha de clases y la lucha climática deben ir juntas, por qué los llamamientos al decrecimiento son engañosos y cómo podríamos pensar una alternativa socialista.

AZ / AB

Existe una narrativa muy persistente en el discurso sobre el medioambiente, según la cual la crisis climática es una responsabilidad compartida. La posición que tú planteas es que se trata, de hecho, de un conflicto de clases y que, por tanto, debemos tratarlo como tal. De ahí, afirmas que tenemos que situar la política medioambiental en el punto de la producción. Tal vez podría explicar un poco más lo que quieres decir exactamente con esto y hablar de las implicaciones para la estrategia política.

MH

Actualmente estoy terminando la redacción de un libro sobre la clase y la política climática. En un principio, solo quería volver a los fundamentos de una política de clase marxista y, a medida que he ido profundizando, me he dado cuenta de que este enfoque en las relaciones de producción es, en cierto modo, intrínsecamente ecológico. Es así porque la forma en que producimos nuestra existencia como sociedad es una cuestión ecológica. Cuando empiezas a pensar en el problema ambiental de esa manera, lo primero que te das cuenta es que la clase capitalista es la clase que posee y controla los medios de producción. Por lo tanto, también empiezas a pensar en su responsabilidad en la crisis climática. Está muy arraigado en el discurso ambiental dominante la idea de contabilizar las emisiones y el carbono en términos de consumo. Se trata de que, por ejemplo, si tomas un vuelo, esas emisiones son tuyas y eres responsable de ellas.

Pero en ese análisis están ausentes las personas que controlan esas industrias y se benefician de ellas. Así que incluso los análisis más progresistas, como aquel de Oxfam, llaman a este fenómeno «desigualdad de carbono». Aun si nos centráramos en los más ricos y en su huella de carbono, y demostráramos que el 10% más rico del planeta es responsable de más del 50% de las emisiones, seguiríamos examinando apenas los hábitos de consumo de los ricos y su estilo de vida (que, por supuesto, suelen ser atroces y repugnantes).

Lo que no nos preguntamos es: a) ¿Quién mantiene el consumo de los ricos? Si los ricos vuelan, hay una industria aérea que se beneficia de ello. Pero también, b) ¿Qué hacen esos ricos para generar el dinero que les permite consumir como lo hacen? Quizá trabajen en un banco. ¿Qué hace ese banco? ¿Cuál es el impacto del banco en el clima? ¿No es más importante que cualquier estilo de vida o elección de consumo en la que participe una persona rica? Tal vez la persona rica trabaje para una multinacional química. ¿No debe esa actividad estar en el centro de nuestra preocupación, de responsabilidad política? ¿Y no deberíamos centrarnos más en lo que ocurre en el lado de la producción de todo esto? Porque las emisiones, a fin de cuentas, son una red relacional de actores que hicieron posible esa emisión. Así que cuando conduces tu coche, no eres solo tú; son las compañías de automóviles, las compañías petroleras, las compañías de neumáticos las que se han beneficiado del suministro de esa mercancía.

Para mí, no es muy útil la forma en que moralizamos sobre el consumo. La gente, en su mayoría, solo satisface sus necesidades. Claro, mucha gente puede tener un sentido de las necesidades realmente desordenado en el que, en mi país, sienten la necesidad de conducir algo como una 4×4. Pero eso no es nada comparado con la forma de actuar de los capitalistas, donde su necesidad es ganar dinero y seguir haciéndolo. Esa es, para mí, la patología que está en el centro de la crisis climática: la gente que gana dinero, la gente que se beneficia del sistema, y particularmente las formas de producción más intensivas en carbono. Esto incluye no solo la producción de combustibles fósiles, sino también muchas otras formas de producción intensivas en carbono, como el cemento, el acero, los productos químicos y, sobre todo, la electricidad.

Pero centrarse en la producción también nos lleva a pensar de otra manera sobre el papel de la clase trabajadora en todo esto. También en este caso hay que volver a los fundamentos. ¿Qué es la clase obrera en el marco marxista? Es una clase de personas que están separadas de los medios de producción. De nuevo, en un sentido ecológico, eso solo significa que es una clase de personas que son incapaces de sobrevivir a partir de cualquier relación directa con la producción –sobre todo, la propia tierra–, por lo que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo en el mercado por un salario. Así que, para la clase trabajadora, la cuestión ecológica es una cuestión de supervivencia: ¿Cómo nos ganamos la vida en esta cosa llamada mercado? ¿Y cómo obtenemos una cantidad de dinero suficiente para sobrevivir en esta increíblemente insegura economía capitalista neoliberal?

En un nivel fundamental, la definición de Marx del proletario es una persona que está separada de la tierra, separada de las condiciones ecológicas de la vida misma. Si empezamos a pensar la cuestión ambiental a partir de una política de la clase trabajadora, en última instancia, debería tratarse de dos cosas. En primer lugar, obviamente dar a la clase trabajadora más seguridad material sobre las necesidades básicas de la vida: alimentos, energía, atención sanitaria y más. En segundo lugar, también deberíamos pensar en dar a esta clase trabajadora que ha sido separada de los sistemas ecológicos un poder democrático popular sobre nuestra relación social con el medio ambiente. Porque ese es el problema fundamental: no tenemos ningún poder sobre lo que está ocurriendo con nuestras relaciones metabólicas con la naturaleza. Somos impotentes. Por eso nos sentimos tan mal respecto al cambio climático. Simplemente sigue ocurriendo y no hay nada que podamos hacer al respecto. El objetivo fundamental, por tanto, debería ser ganar poder democrático sobre la producción para que podamos empezar a dar forma a nuestra relación con la naturaleza y detener esta crisis, que se está saliendo de control.

AZ / AB

También ha señalado que si bien hay un renacimiento del marxismo medioambiental en las últimas décadas, esa corriente tiende a situar la crisis ecológica fuera de la producción y que es esta concepción la que nos aleja de entender la política climática como política de clase. Irónicamente, esta variedad de marxismo se hizo popular en un momento en el que el neoliberalismo triunfaba a nivel mundial, en que nuestra sociedad se reestructuraba bajo parámetros decididamente de clase. ¿De dónde viene esta disonancia?

MH

Me gusta citar a Warren Buffett, una de las personas más ricas de Estados Unidos, que dijo en 2006: «Sí, por supuesto que tenemos una guerra de clases y es mi clase la que la está ganando». Eso básicamente resume tres décadas de inmensa consolidación del poder de la clase capitalista sobre la clase trabajadora, un proceso que se ha producido desde los años 70. Así que lo dijo muy bien: había mucho entusiasmo y energía en torno a los llamados nuevos movimientos sociales, y por una buena razón. Realmente estaban planteando poderosas críticas a la sociedad en líneas medioambientales, feministas y antirracistas.

En el ámbito medioambiental, Ted Benton, por ejemplo, decía: «Estas luchas no son como las que se dan en el punto de producción. Eso es lo que les importaba a los viejos obreros de las fábricas. Pero ahora somos ecologistas y nos preocupa esta reproducción más amplia de la vida fuera de la fábrica». Hasta cierto punto, eso es cierto, porque a un nivel fundamental, los sistemas ecológicos son en los que se basa la producción capitalista. Marx lo demostró cuando los llamó «regalos gratuitos de la naturaleza» para la producción capitalista. Si quieres cortar un árbol, tienes que depender de todos estos sistemas hidrológicos y microbios del suelo y todo lo demás fuera de la forma de la mercancía que son parte integral de esas mercancías que se producen. Así que esos «regalos gratuitos de la naturaleza», esos sistemas ecológicos, son cruciales para la producción, y están siendo destruidos sistemáticamente por el capitalismo.

Pero al teorizar constantemente la ecología como algo externo a la producción se pierde de vista algo importante. Si queremos saber quién es el responsable de la destrucción de estos sistemas externos, bueno, una vez más, tienes que mirar a la gente que controla el punto de producción, la gente que se está beneficiando de la producción. Si empiezas a pensar de esa manera, empiezas a recordar que también hay un montón de trabajadores en ese punto de producción que tienen poder estructural e influencia en virtud de su trabajo, porque pueden negarse a trabajar o ir a huelga, presionando así a las élites.

AZ / AB

Respecto a ese punto sobre el poder estructural, hubo un artículo ayer en el Washington Post de un grupo de investigadores que realizaron un análisis empírico de los movimientos de protesta del siglo XX y XXI. La única variable crucial para el éxito fue la participación de la clase trabajadora industrial. ¿Supongo que eso no le sorprende?

MH

Sí, lo he visto. No me sorprende. Eso también es un problema, porque gran parte de la clase trabajadora industrial está vacía, al menos, en los países que son más responsables históricamente del cambio climático. Así que es necesario volver a tener una solidaridad internacional entre los trabajadores, porque si miras lo que Marx llamó «la morada oculta» de la producción, gran parte de ella ya no está en el norte global. Gran parte está en China, obviamente, pero también en muchos otros países del sudeste asiático y en América Latina.

La crisis climática es consecuencia de nuestros métodos de producción. Últimamente me ha interesado mucho entender que el núcleo de la crisis climática puede resolverse a través del sistema eléctrico. La gente lo llama la estrategia de electrificar todo, limpiar la electricidad, pero luego electrificar partes de la economía que no son eléctricas. He estado pensando mucho en cómo los trabajadores del sector de la energía eléctrica y del sector de los servicios públicos tienen una inmensa influencia y presencia allí mismo, en el punto de producción del propio sistema que, si podemos transformar, catalizará –con suerte– una transformación más amplia de todo el sistema energético. Y, lo que es aún más significativo, en Estados Unidos (y me imagino que en la mayoría de los países) la empresa de electricidad ya es una de las más sindicalizadas de la economía. Así que existe una base de poder estructural e institucional con la que el movimiento climático debe comprometerse más.

AZ / AB

Cuando imaginamos esta transición a la energía limpia o a la energía verde, también queda claro que hay ciertos sectores en los que la pérdida de empleos va a ser un problema. En este momento, desafortunadamente, es principalmente la derecha la que está formulando la política climática como una cuestión de clase, siempre que hacen campaña para asegurar puestos de trabajo en industrias dañinas para el medio ambiente. La perspectiva más prometedora de la izquierda para cortar esta aparente contradicción entre la política climática y la seguridad laboral, es un Green New Deal con garantía de empleo. ¿Cómo comunicamos esto de forma convincente a una clase trabajadora industrial que ha tenido la experiencia de quedar al margen de los grandes cambios estructurales? A veces hay un escepticismo comprensible hacia esta oferta, porque casi parece que es demasiado buena para ser verdad: todo el mundo consigue un trabajo en el sector de la energía verde, bien remunerado, sindicalizado y será un trabajo gratificante.

MH

Me parece que al hablar de una «transición», la gente piensa que lo tenemos todo resuelto. Como si fuera una mera transición. Pero tienes razón, es un reto difícil en general. El problema es que en Estados Unidos, al menos, la expansión de las energías renovables, que es significativa, incluso se dispara. Todo el mundo habla de lo baratas que son ahora y todo el mundo está muy entusiasmado, pero, por desgracia, está siendo impulsada por el pequeño capital. Pequeño capital renovable que está descentralizado y a pequeña escala. Ya sabes, todo el mundo sueña con esta economía de energía renovable descentralizada mientras que en realidad está sucediendo, pero está siendo impulsada por esta clase pequeño burguesa de pequeños capitalistas renovables. Estas industrias no están sindicalizadas. Son casi totalmente antisindicales y los trabajos en este sector no están especialmente bien pagados.

Creo que si queremos ganarnos a los sindicatos tendremos que intentar atraer más inversiones dirigidas por el sector público, un programa público de construcción de energía verde con una garantía de empleo, pero también con una garantía de que estos proyectos públicos van a contratar a trabajadores sindicalizados y emplear a trabajadores sindicalizados para la construcción de este sistema de energía limpia. Porque si nos limitamos a dejar que el mercado lo haga, en primer lugar, no nos decarbonizaremos a la velocidad o la escala que necesitamos, pero en segundo lugar, seguirá sin ser algo bueno para los sindicatos. De hecho, la gente de las centrales eléctricas argumenta que estos desarrollos de energía renovable están destruyendo sus puestos de trabajo.

Desgraciadamente, creo que demasiados ecologistas tienen esta especie de sentimiento sobre los paneles solares y los parques eólicos, como si fueran intrínsecamente naturales y buenos. La gente no está pensando lo suficiente en las relaciones sociales de producción de quién va a controlar estos recursos de energía renovable, cómo se va a determinar la inversión. ¿Podemos tomar el control público de esa inversión de forma que podamos atraer a los sindicatos y ampliarlos? Si lo hacemos, entonces se empieza a construir una base más amplia para ese tipo de programa energético. Pero por el momento se está haciendo de esta manera salvaje, con altos niveles de volatilidad en el mercado, dependiendo de los subsidios públicos y de los créditos fiscales para el desarrollo de las energías renovables. Así que no hay mucho entusiasmo en la base social en torno a este tipo de desarrollo descentralizado y desordenado. De hecho, hay mucha resistencia a ella en las zonas rurales.

AZ / AB

Otra cosa que me preguntaba, cuando mencionaba los sistemas de energía limpia y la producción de estos sistemas de energía limpia, es cómo se relaciona esto con la cuestión de la extracción de recursos. Es obvio que dependerá de la extracción de ciertos recursos naturales y que la mayoría de ellos se encuentran en el Sur Global. Los países que son muy ricos en estos recursos rara vez se benefician de ellos y, en su mayoría, solo se convierten en objeto de relaciones comerciales muy explotadoras con el norte. E intentar recuperar sus recursos, como ocurrió (o al menos se intentó) en Bolivia, ha resultado sumamente difícil. Entonces, ¿cómo afectaría esta transición el orden mundial?

MH

Absolutamente. Estoy seguro de que has oído hablar de mi compañera de los Socialistas Democráticos de América, Thea Riofrancos, que ha trabajado mucho en la extracción de litio en Chile. Ella tiene algunas ideas realmente interesantes sobre la solidaridad internacional a lo largo de las cadenas de suministro. De nuevo, probablemente sea molesto para algunas personas, pero cada vez que empiezo a pensar en la crisis climática, empiezo a pensar en formas muy básicas, casi aburridas y obvias, de la vieja escuela del pensamiento socialista marxista. Y eso te lleva a algunas conclusiones. Obviamente, el programa socialista de la vieja escuela consistía en que los trabajadores del mundo se unieran. Se trataba de la solidaridad internacional. Creo que la solidaridad de los trabajadores es crucial, porque hay trabajadores a lo largo de estas cadenas de suministro que son, digamos, explotados de forma desigual.

Es muy fácil que algunos trabajadores del norte tengan mejores condiciones a costa de la extracción de materias primas superexplotadas en el Sur Global. Por otra parte, la clase capitalista tiene mucha solidaridad internacional. Y por eso es capaz de encontrar estas áreas donde hay recursos minerales y simplemente extraerlos con enormes rentas y beneficios, dejando los residuos y la destrucción para las comunidades. Es un problema del poder capitalista, que tiene demasiado y lo utiliza para superexplotar a estas comunidades rurales marginadas del Sur Global.

Estas comunidades están siendo desplazadas, pero también hay trabajadores en esas minas, trabajadores en el punto de producción. A veces ni siquiera son locales, sino que son traídos de otras partes del mundo. Pero esos trabajadores tienen poder, y tenemos que empezar a pensar en cómo organizamos no solo a los trabajadores de la fábrica de paneles solares, sino también a los trabajadores de la mina que está extrayendo el litio u otros materiales. Mientras la clase obrera sea derrotada globalmente, no va a tener ese tipo de contrapoder que necesitamos para hacer frente al poder incontrolado del capital en todo el mundo. Así que, por desgracia, todo esto nos lleva al difícil imperativo de organizar el poder de la clase trabajadora.

AZ / AB

Tienes un artículo en el que se presenta una alternativa a las llamadas perspectivas de decrecimiento. Esta cuestión del extractivismo aparece constantemente cuando hablamos de crecimiento o decrecimiento. Si nos quedamos en el contexto de América Latina, en Ecuador parece que el tema del extractivismo realmente es lo que está fracturando a la izquierda. Por un lado, bajo el gobierno de Correa, grandes franjas de la población han salido de la pobreza. Se fomentó un gran crecimiento porque se industrializó el país y se ampliaron las infraestructuras. Pero, por otro lado, todo esto hizo necesario el aumento de la extracción de recursos con todas las consecuencias negativas que esto tiene para las comunidades del lugar. ¿Dirías que éste es tal vez un ejemplo en el que la preocupación por el medio ambiente, por un lado, y el crecimiento económico, por otro, están enfrentados?

MH

De nuevo, creo que Thea podría responder la pregunta mucho mejor que yo. Otra cosa desafortunada de la situación allá es que están exportando mucho de sus materias primas a China, que es lo que les está dando dinero que luego puede fluir hacia la infraestructura. Estoy más alineado con la perspectiva de que la izquierda necesita comprender cómo construir poder. Necesitamos ejercer el poder si vamos a ser capaces de construir una economía política alternativa. Así que simpatizo bastante con los proyectos de la Marea Rosa, estos proyectos hicieron poder y lo han mantenido.

Lamentablemente, en muchos casos, ese poder estaba sustentado en la extracción de petróleo, gas, minerales, etc. Y cuando hay extracción, a menudo hay comunidades que son desplazadas o envenenadas. Para mí, la cuestión es si la izquierda puede empezar a construir instituciones capaces de integrar mejor a las comunidades locales en sistemas democráticos que puedan realmente dar forma a cómo se produce la extracción, que incluso tengan la capacidad de decir: «En realidad, no, no vamos a tener la extracción aquí porque esto es demasiado importante para nosotros como comunidad».

En el capitalismo, obviamente, estas comunidades no tienen voz. El capitalismo no es una democracia. Las empresas hacen todo este lavado de cara verde donde tratan de decir que la comunidad está participando en los proyectos. Pero eso no es una verdadera configuración democrática de la producción, que es lo que quieren los socialistas. Me gustaría pensar que si la izquierda en América Latina hubiera sido capaz de aprovechar el poder que había construido y ampliarlo de esa manera, tal vez podrían haber creado estructuras de extracción que no fueran tan destructivas y antidemocráticas, estructuras que sí tuvieran en cuenta las preocupaciones de las comunidades locales. En última instancia, cualquier socialista va a querer que la producción sea siempre democrática para integrar al mayor número posible de personas en las decisiones sobre cómo se desarrolla. Tal vez incluso se podrían ponderar más las voces democráticas cuando se encuentran en las comunidades afectadas por la extracción, probablemente deberían tener más voz sobre estos procesos que las personas que se encuentran en las ciudades. Deberíamos encontrar formas de crear instituciones democráticas que puedan dar forma a la producción de manera que tenga más sentido para la comunidad, que es realmente donde se produce.

AZ / AB

¿Se podría decir que no es lo mismo la defensa del decrecimiento que estar en contra del desarrollo per se? Me parece que a veces, en estos debates, cuando la gente intenta defender su posición, básicamente dicen que no se trata en absoluto de recortar el PIB y hacer que todo el mundo viva mal, sino que afirman que solo quieren reducir las industrias que son perjudiciales y limitar el uso de la energía en el Norte. Hasta dirían que en realidad quieren fomentar el crecimiento en el Sur Global. ¿Es sólo una confusión semántica, o son proyectos políticos muy diferentes el decrecimiento y el tipo de modernismo socialista que usted propone?

MH

Lo primero que puedo decir es que una cosa que me frustra del decrecimiento es que a menudo dicen cosas como: «Bueno, en realidad lo que queremos es reducir el consumo del Norte Global y aumentarlo para el Sur Global». Pero para mí, el conflicto de clases no es territorial en ese sentido. No es como si en el Norte Global a todo el mundo le fuese muy bien y los únicos explotados estuviesen en el Sur Global. Hay una increíble desigualdad dentro del Norte Global. Así que, de nuevo, si empiezas a pensar en la situación global como un conflicto entre el capital y la clase trabajadora, o incluso lo que Mike Davis llamó el proletariado informal, que es mucho más numeroso que la clase trabajadora proletaria tradicional (por no hablar de las clases campesinas y los pueblos indígenas y todos estos grupos subalternos), hay mucha gente a la que no le va bien.

En mi país, algo así como el 70% de los estadounidenses casi no tienen dinero en el banco, la gente está muriendo por falta de insulina, por falta de atención sanitaria básica, y millones de personas están pasando hambre a raíz de esta pandemia. En la estela del neoliberalismo, las masas tienen tantas dificultades económicas que no tiene sentido decir, «sí, simplemente vamos a reducir el consumo en el Norte Global». Bueno, ¿y qué pasa con toda esa gente que no puede comer en el Norte Global? Ese es uno de mis grandes problemas con el decrecimiento.

Como has dicho, a veces es solo semántica. Yo veo la cuestión así: ¿Vas a ganar apoyo predicando vivir con menos? Si tu bandera es decrecimiento, en medio de una época de austeridad ya devastadora, ¿cómo vas a construir el tipo de entusiasmo popular masivo para tu programa?

Cuando les planteas estas cuestiones, siempre dicen:  «No, pero queremos todas estas cosas buenas, como una semana laboral más corta. Queremos tener más tiempo». Hay cosas que sí quieren aumentar, en realidad, con las que estoy de acuerdo. Jason Hickel habla de desmercantilizar los servicios básicos y de la expansión del sector público de los bienes básicos, y estoy de acuerdo con eso. Pero todo eso es una expansión de la actividad económica. Es ofrecer más a la clase trabajadora, pero lo que invoca toda la idea del decrecimiento es que inicialmente vas a pensar menos.

También creo que cae en la trampa del propio PIB, que mide las sociedades en su conjunto. Cuando el PIB aumenta, eso debe significar que toda la sociedad va bien. Pero el agregado no capta la increíble desigualdad dentro de una nación o una sociedad. Y aunque a algunas personas les va fantásticamente bien en nuestra sociedad, a la gran mayoría no. No es más o menos, es menos para unos pocos y más para muchos. Tenemos que volver a ese tipo de análisis de clase que dice, no, es la pequeñísima minoría de capitalistas la que necesita decrecer. Necesitan menos, necesitan mucho menos. Tenemos que gravarlos más, tenemos que erosionar su poder sobre la riqueza y tenemos que crear más para las masas que están sufriendo.

AZ / AB

¿Crees que la situación de clase del movimiento ambientalista también tiene que ver con no prestar atención a la producción y a los detalles tecnológicos específicos? ¿Estamos perdiendo el conocimiento práctico de la clase trabajadora en la transición energética por no poner el foco en una política de clase trabajadora?

MH

Sí, es un punto muy importante. Puede que no funcione, pero me ha entusiasmado la idea de intentar poner el foco en los sindicatos en el sector eléctrico, ya que van a ser muy importantes en esta transición de descarbonización.

Muchos de esos trabajadores se clasificarían más como clase profesional porque tienen títulos, son ingenieros. Tienen un enorme conocimiento del punto de producción. Algunos de los sindicatos también representan a los trabajadores más manuales, los trabajadores de mantenimiento que hacen el trabajo más duro en esos sistemas de servicios públicos, como los trabajadores de línea, que es realmente un trabajo muy peligroso. Pero hay un conocimiento increíble allí. Y eso, de nuevo, se remonta a un viejo tropo socialista marxista de que, ya sabes, son los trabajadores los que mejor conocen el sistema. Ellos son los que lo mantienen en funcionamiento. Son los que lo mantienen, y si algún día pudieran realmente dirigirlo, sería mejor.

Pero para la clase profesional, que tradicionalmente se define como la gente que hace trabajo mental o de conocimiento en la llamada «economía del conocimiento», la producción es más bien un objeto de conocimiento y estudio. Y sus conclusiones suelen ser: «Bueno, mira toda la destrucción que conlleva esto, mira lo malo que es», en lugar de estar presente y querer transformar ese sistema. No pretenden entender cómo todas nuestras vidas dependen realmente del funcionamiento de esos sistemas, y que en realidad tenemos que pensar en transformarlos en lugar de descartarlos.

AZ / AB

Cuando hablamos del clima, muchas veces se discute como si fuera una cuestión de conocimiento. O aceptas este conocimiento o lo niegas; tienes este conocimiento y entiendes lo que es el cambio climático y esto ya por sí te va a politizar. Pero hemos visto que eso no es cierto. ¿Cómo salimos de esta situación? ¿Cómo nos movilizamos por una política climática de izquierdas?

MH

Obviamente, creo que la ciencia es importante. Cuando se defiende un tipo de modernismo socialista como el que yo defiendo, se debería tomar un momento y decir: «¿No es asombroso que nuestra especie entienda estos sistemas como el clima; que sepamos que estamos en esta crisis hasta el punto en que lo estamos? ¿Que conozcamos las formas en que estos gases interactúan con la atmósfera de manera que están provocando estos efectos?». Así que la ciencia en sí misma es realmente sorprendente.

Pero, como dicen, cuando se hace política sobre si se cree o no en la ciencia, se aleja a mucha gente que podría no entender la ciencia o no querer entender los complejos procesos bio y geoquímicos. Y también conduce a un gran problema entre los creyentes liberales de la ciencia, que es que miran por encima del hombro y son bastante soberbios con las masas. Eso es simplemente contraproducente.

También existe esta teoría liberal del cambio que asume que si las masas entendieran la ciencia, entonces la acción seguiría naturalmente. Este modo de análisis parece sugerir que lo peor que hace la industria de los combustibles fósiles es difundir la negación del clima, cuando lo que hacen es controlar materialmente nuestro sistema energético.

Creo, y muchos otros lo han dicho, que el movimiento climático gira en torno al Green New Deal, encontrando una mejor articulación de estas políticas. Si hacemos que la política climática se centre en mejorar las cuestiones materiales de tu vida, no tenemos que explicarte el efecto invernadero, no tenemos que convencerte de la urgencia científica. Solo tenemos que decir que esto es algo que te va a dar trabajo, que va a desmercantilizar tu electricidad y que va a ir en contra de esa empresa de servicios públicos que odias y que te está estafando y subiendo los precios. Si construimos el movimiento en torno a mejoras materiales directas, visibles y fáciles de entender, crearemos una base de apoyo popular porque eso es lo que sabemos que funciona políticamente. Sabemos que cuando se implementan programas que son universales y beneficiosos para las masas, se vuelven inmensamente populares.

Pero tenemos que reconocer que no podemos limitarnos a darle cosas a la clase trabajadora y así comprar su apoyo para ganar una transición de descarbonización. Creo que también tenemos que pensar en cómo ganar a la clase trabajadora para una visión más amplia de la crisis climática como algo real que tenemos que tomar en serio; algo que debe unirnos como especie, pero también como países y partidos políticos, para resolver. Y si vamos a hacerlo, creo que debemos revivir la idea de la producción y la inversión democrática: que la forma en que producimos las cosas que necesitamos debe ser algo en lo que la sociedad tenga voz y control. Tenemos que establecer ese vínculo y mostrar cómo esa democracia es ecológica. La gente debería sentir que forma parte de un proyecto democrático más amplio para resolver realmente esa crisis mediante la democratización de nuestros recursos productivos. Eso también debería formar parte de estas políticas. Que no se trate solo de darte cosas, sino de convertirte en un agente de transformación de todo el sistema. Y como la clase trabajadora es la gran mayoría de cualquier sociedad capitalista, tiene que ser el núcleo de cualquier visión democrática de la política climática.

Astrid Zimmermann es editora de Jacobin Alemania.

Alexander Brentler es colaborador de Jacobin Alemania.

Fuente: https://jacobinlat.com/2021/04/22/la-crisis-climatica-es-una-lucha-de-clases/

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Libro (PDF): Extractivismo, Despojo y Crisis Climática

Desafíos para los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios de Nuestra América.

Prólogo

Pocos temas son más importantes en la América Latina de hoy que las cuestiones relacionadas con el extractivismo y la crisis climática. Ambos están haciendo estragos y constituyen, como bien lo dicen los au- tores de este libro, un formidable desafío para los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios de nuestra región. Desafío que, para ser enfrentado con algunas chances de éxito, exige un conocimiento acaba- do de la multiplicidad de dimensiones a través de las cuales se manifies- tan tanto el extractivismo como la problemática del cambio climático. Y eso es precisamente lo que aporta este libro, en donde se examinan con gran minuciosidad y rigor analítico los aspectos más candentes de estos complejos asuntos. No sólo eso: el texto logra mantener una impecable coherencia pese a que los capítulos fueron escritos por separado por cada uno de los tres autores, lo cual no es un mérito menor y habla de la ma- duración de un proceso colectivo de reflexión que es muy poco usual no sólo en la Argentina sino en cualquier parte del mundo.

Descargar el libro completo aquí: Extractivismo, Despojo y Crisis Climatica

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Siria: Al menos 18 niños han muerto en lo que va de 2021, un año que no ofrece mucha esperanza a las familias sirias

Del inicio de enero a la fecha se han documentado 18 muertes de niños sirios en ataques con armas de fuego y explosivos que no habían detonado, señala la agencia para la infancia, que estima que 4,7 millones de menores de edad precisan asistencia humanitaria.

Durante las tres primeras semanas de 2021 han muerto en Siria al menos 18 niños y 15 más fueron heridos como resultado de ataques con armas explosivas y municiones sin detonar, informó este domingo el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Sólo este fin de semana, tres niños fueron muertos en embestidas cerca de Tall Rifaat, en la zona rural del norte de Alepo, al noroeste del país. El jueves, dos niños de uno y diez años murieron en un ataque en Hama, al centro-oeste de Siria. Otro niño fue herido.

La directora ejecutiva de UNICEF, Henrieta Fore, dijo que a diez años del comienzo de la guerra en ese país, “los niños siguen siendo asesinados, heridos, desplazados y privados de lo esencial”.

En el noreste de Siria la violencia ha aumentado en el campamento de desplazados de Al-Hol, donde más de dos tercios de la población son niños, poniendo en riesgo sus vidas. La situación allí pone de relieve la urgencia de soluciones a largo plazo, incluida la repatriación o el reasentamiento de niños extranjeros varados en esa instalación, señaló UNICEF.

En Hassakeh continúan las agresiones a los servicios básicos y la infraestructura civil. El suministro a la estación de agua de Alouk, la principal fuente de ese líquido vital para casi medio millón de personas, se cortó nuevamente a principios de esta semana. Estas interrupciones obligan a los civiles a utilizar agua no potable, con los riesgos que esto implica para la salud, especialmente en el caso de los niños.

© UNICEF/Omar Albam
Una niña en un campamento para sirios desplazados en el norte de Idlib, Siria.

El invierno agrava la situación humanitaria

En el noroeste del territorio sirio, las duras condiciones invernales, incluidas lluvias torrenciales y nieve, han afectado al menos a 22.000 personas. Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), más de dos millones de personas siguen desplazadas y viven en tiendas de campaña, refugios y edificios destruidos o sin terminar. Esta semana un niño de seis años habría fallecido cuando un muro construido alrededor de su tienda se derrumbó a causa de las inundaciones y las nevadas.

“Los niños y las familias en Siria han sufrido mucho durante la última década y no se percibe un final próximo”, apuntó Fore.

Los datos de UNICEF indican que al menos 4,7 millones de niños en el país necesitan asistencia humanitaria.

Abandono escolar

La pobreza creciente, la escasez de combustible y el aumento de los precios de los alimentos están obligando a los niños a abandonar la escuela para trabajar. La pandemia COVID-19 se propaga rápidamente y dificulta la supervivencia de las familias, así como la capacidad de los padres de brindar educación básica y protección a sus hijos.

La agencia de la ONU continúa trabajando para apoyar a los niños sirios y sus familias. “Pero no podemos hacerlo solos”, subrayó Fore.

Agregó que UNICEF precisa recursos para ayudar a cubrir las necesidades básicas de estas personas.

Necesitamos financiamiento. Necesitamos un mejor acceso. Sobre todo, necesitamos que todos protejan a los niños y los pongan fuera de peligro”, recalcó la titular de UNICEF, y pugnó una vez más por poner fin a la violencia en Siria.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2021/01/1487032

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OVE reportaje: Juan Carlos Sánchez Antonio. Pensamiento Descolonial

Reseña el Reportaje: Selene Kareli Zepeda Pioquinto

“Actúa de tal manera que contribuyas a la conservación y perpetuación del orden cósmico de las relaciones vitales evitando todo trastorno del mismo”.

Este jueves 11 de febrero, la Alianza Pedagógica Social Internacional conformada por la CEIP-Histórica de Argentina, MAEEC-CLACSO de México, KAVILANDO de Colombia, MASA CRÍTICA de Panamá, RED GLOBAL GLOCAL por la Calidad Educativa de América Latina, SAVIA de Paraguay, Universidad de Panamá, CIPCAL de América Latina, KAICHUK MAT DHA de México, EMANCIPACIÓN de Chile, Mujer Pueblo Magisterio-CNTE-Durango de México, el Centro Martin Luther King de Uruguay y CII-OVE de Venezuela, cerró el Ciclo de Pensamiento Descolonial con la conferencia del Dr. Juan Carlos Sánchez Antonio.

En la moderación de la jornada estuvieron: María del Carmen López Vázquez y Jorge Orozco León.

El Dr. Juan Carlos inició su disertación citando el siguiente párrafo, mismo que se encuentra en el Informe Cambio Climático, 2014, presentado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): “El Informe síntesis destaca que disponemos de los medios para limitar el cambio climático y sus riesgos y de muchas soluciones que permiten el continuo desarrollo económico y humano. Sin embargo, para estabilizar el aumento de la temperatura por debajo de 2 °C respecto de los niveles preindustriales será necesario un cambio radical y urgente del statu quo. Además, cuanto más esperemos a actuar, mayor será el costo y los desafíos tecnológicos, económicos, sociales e institucionales que enfrentaremos”. En este sentido, destacó la importancia de las epistemologías y filosofías del sur global como pensamiento decolonial y radical para hacer frente a ese cambio climático, como camino a ese urgente y necesario statu quo.
Enlace del informe: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2018/02/SYR_AR5_FINAL_full_es.pdf

De tal manera, el ponente se centró en dos aspectos fundamentales que fue desagregando: el calentamiento global devastador de la Madre Tierra y, el pensamiento de los pueblos originarios para hacer frente a este.
En su retórica, señaló cuatro elementos que nos han llevado a la crisis civilizatoria, misma que propician el despojo de territorios e identidades: 1) el modelo de producción capitalista, 2) la modernidad como un proyecto cultural ideológico que impulsa la expansión de los valores occidentales, 3) el patriarcado, y, 4) el cristianismo invertido. Siendo inminente superar estos cuatro elementos que llevan a la explotación de los bienes naturales.

Asimismo, el Dr. Sánchez Antonio refirió que, el capitalismo nos está llevando a la sexta extinción de la vida en el planeta; por tal, lanza la pregunta “¿de dónde vamos a tomar elementos para cambiar el statu quo?”, apuntando como ejes clave a la pedagogía, filosofía, política, economía pero con una perspectiva del sur global, escuchando lo que los pueblos andinos, mesoamericanos, turcos, indochinos tienen por decir y compartir, en palabras del doctor mirar “aquellas [culturas] que se ven como limitantes para el desarrollo de la humanidad”.

Por lo antes mencionado, Juan Carlos Sánchez enunció dos vías para hacer de las epistemologías del sur, del pensamiento decolonial, el nuevo statu quo. La primera es planteada por Slavoj Žižek, quien señala que se requiere una situación límite que en el caos lleve al cambio radical, y la segunda, es retomando ideas de Carlos Marx, en donde se recupere la propia historia ―la historia de los pueblos originarios― para diseñar el futuro; siendo Juan Carlos más partidario de la segunda vía, en la cual se requiere retomar la historia propia, la ontología de esos valores que han sido silenciados, para de esta forma, enriquecer un pensamiento que sirva de brújula.
“Tenemos que re-encantarnos con la naturaleza. Hemos perdido la espiritualidad que teníamos con las plantas, con los animales, con la madre tierra”.

Destaca en su participación que, no hay desmeritar la ciencia su actualidad, pero, hay que generar un nuevo criterio de los valores indígenas, de la ciencia y la tecnología y colocarlos al servicio de la humanidad no del capital. Impulsar nuevos criterios éticos, políticos y estéticos que nos permita poner a la modernidad al servicio de la humanidad, del planeta, no del capital.

“Cuando el conocimiento se pone al servicio de la vida se llama sabiduría”.

El doctor Juan Carlos nos invita a abrirnos al pensamiento descolonial, a volver a mirar los diez mil años de cultura que nos anteceden, pero ya no desde la perspectiva occidental, sino cada cultura desde su propia historia, dando lugar a la pluralidad de culturas que existe a nivel global; de tal manera, habría que generar una integralidad no una totalidad, la integralidad da la posibilidad de coexistir sin poner a uno sobre otro.

Finamente, nos convoca a reflexionar el aspecto teórico del pensamiento descolonial y a accionar llevando a lo cotidiano lo que el mismo implica. Un ejemplo estuvo enunciado en el rescate y preservación de las leguas originarias, el cultivo de nuestros alimentos (soberanía alimentaria), las alianzas económicas entre comunidades cercanas (trueques), así como la lucha social: “no es suficiente emitir un discurso como el que ahorita di, es indispensable generar conciencia. Es importante descolonizar y conocer esas otras culturas a través de diversas estrategias”.

Asimismo, Señala que, se requieren crear nuevos proyectos civilizatorios, los cuales implican movilizaciones, luchas de los pueblos originarios desde lo local, regional, nacional e internacional; crear redes internacionales para apostar por la transformación política donde ya no sea posible el capitalismo, poniendo al centro la vida, la Madre Tierra, donde los cuidados sean mutuos, recíprocos, no acciones para el bien meramente personal.

Que la vida sea criterio de vida. Que la acción pedagógica, política, comercial cree condiciones para la conservación de la vida, para ello se requiere descolonizar el pensamiento.

 

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