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Repudio a los violentos ataques contra trabajadores de prensa/Argentina

América del sur/Argentina/10/07/2020/Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma

 

Desde la Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma rechazamos enérgicamente la salvaje agresión recibida por trabajadores de prensa durante la tarde de ayer en el centro porteño y expresamos nuestra absoluta solidaridad.

Desde nuestra central sostenemos que las manifestaciones de cada sector deben producirse únicamente en un marco de respeto, y lejos del odio y la intolerancia.

En ese sentido, entendemos que hechos como este solo consiguen reducir los espacios de disenso y promueven la violencia.

Pedimos que se investiguen y sancionen a los responsables de este hecho absolutamente repudiable, quienes además violaron el aislamiento social preventivo y obligatorio, poniendo en riesgo a cientos de personas por causas no esenciales.

Este lamentable episodio reafirma que aún resta mucho por  hacer en la construcción de una convivencia democrática y en defensa de la libertad de expresión.

Buenos Aires, 10 de julio de 2020.

Fuente: Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma

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Libro(PDF): «Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro»

Reseña: CLACSO

Este libro colectivo recoge los trabajos presentados en el Foro Marx 200, organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en el marco de la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales y del Primer Foro Mundial de Pensamiento Crítico, en noviembre de 2018. La enorme acogida que tuvo esta iniciativa, desarrollada en ese marco multitudinario, hizo que el Foro se convirtiera en un evento valioso y relevante, a partir de haber logrado conducir el peso retrospectivo que trae consigo la celebración de los 200 años del nacimiento de Marx hacia un debate colectivo de alto nivel en torno al presente y al futuro de su praxis en el mundo.

Autor (a): Esteban Torres. Elvira Concheiro Bórquez. Félix Valdés García. Matías Bosch Carcuro. Pablo A. Vommaro. Rodolfo Gómez. [Coordinadores/as]

Enrique Dussel. Álvaro García Linera. Atilio A. Boron. Marcello Musto. Göran Therborn. Esteban Torres. Bob Jessop. Guilherme Leite Gonçalves. Enrique de la Garza Toledo. Orlando Caputo. Robert Boyer. Anwar Shaikh. Elvira Concheiro Bórquez. Beatriz Rajland. Klaus Dörre. [Autores/Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-612-6

Descarga: Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2207&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1401

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Reseña del libro Venezuela, vórtice de la guerra del siglo XXI

Por Gilberto López y Rivas

Reseña del libro: Venezuela, vórtice de la guerra del siglo XXI. Giordana García Sojo y Taroa Zúñiga Silva (compiladoras). Edición internacional solidaria con el pueblo venezolano, 2020. (288 páginas). La obra se puede descargar libremente en la página web de la editorial Lanzas y Letras

La obra se puede descargar libremente en la página web de la editorial Lanzas y Letras

Quiero agradecer la invitación para presentar esta importante obra colectiva: Venezuela, vórtice de la guerra del siglo XXI, compilada por Giordana García Sojo y Taroa Zúñiga Silva, publicación digital gratuita, en una edición internacional solidaria con el digno y combativo pueblo venezolano, a la que se sumaron siete colectivos editoriales de seis países diferentes, en tiempos en que una pandemia ha dejado al descubierto la esencia antihumana del capitalismo y de la alianza imperialista mundial que encabeza Estados Unidos, secuela, por cierto, de una crisis multifactorial de alcances y profundidades cercanas a un colapso que pone en peligro la existencia de la especie humana, e, incluso, de toda forma de vida en el planeta.

La publicación del libro no podía ser más pertinente, ya que Venezuela, en las contradicciones, complejidades y extraordinarios logros de su proceso revolucionario, tratados a profundidad en los capítulos de esta obra, ha sido, durante estos años, y hoy en día, en el desarrollo mismo de la pandemia COVID – 19, el blanco de una gama de ataques que van desde la guerra de amplio espectro apoyada por el Pentágono y sus aliados subalternos en el área, con sus múltiples intentos de golpe de Estado, pasando por la guerra económica, analizada magistralmente por varios de los y las autoras, la invasión mercenaria de paramilitares provenientes de Colombia, y, en particular, las campañas del terrorismo mediático que no han cesado un momento su labor desinformativa y contra informativa, y, lamentablemente, hasta el fuego, no tan amigo, de quienes pretenden, desde una izquierda que pasa por “neutral”, y que Néstor Kohan considera que “posa de “decolonial” y juega –astutamente—a ser ‘equidistante’ en los conflictos sociales”, pero asume, en la práctica, las mismísimas posiciones de una derecha apátrida que pretende aislar internacionalmente al gobierno legítimo, romper el orden legal y violentar la justicia y el estado de derecho, impuesto por la Constitución chavista-bolivariana.

Venezuela parece haber trastocado las capacidades teóricas y metodológicas de sectores de la intelectualidad y la academia latinoamericana, que, inmersos en las versiones sesgadas que ofrecen esta derecha ilustrada venezolana y las grandes cadenas noticiosas, ambas al servicio de las estrategias imperialistas y oligárquicas, repiten adocenadamente los argumentos de una oposición racista, clasista y golpista que pretende derrocar, por cualquier medio, incluso por la invasión con tropas extranjeras, a un gobierno elegido democráticamente por la mayoría de los ciudadanos. De manera reiterada, en artículos periodísticos, entrevistas y declaraciones que circulan por las redes, en orquestadas campañas, se insiste en presentar al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura represora, incluso como un régimen totalitario, enfrentada a un límpido, pacífico y desinteresado movimiento democrático. Nada se menciona en estos análisis, que pasan por objetivos, sobre los sustanciales apoyos económicos de Estados Unidos y sus organismos de inteligencia a los partidos y agrupaciones políticas emblemáticas de la oposición, al auto designado presidente interino, ligados muchos de ellos a organizaciones internacionales neonazis, de la ultraderecha anti socialista radicadas en Bogotá, Miami y México, y de conocidas fachadas de la CIA, como Alianza Parlamentaria de América, Unoamérica o la Human Right Foundation, de Uribe y sus muchachos sicarios y paramilitares.

Sorprendentemente, muchos de los firmantes no venezolanos de esos artículos, textos y declaraciones jamás han estado en Venezuela, ni mucho menos realizado trabajo en los barrios de los cerros de Caracas, ni en las zonas residenciales del este de la capital, donde viven muchos de los opositores que protagonizan la nueva telenovela, made in Venezuela, Los ricos también lloran. Esto es, declaran o escriben de oídas, a partir de sus posiciones políticas y trayectorias, algunos hasta con pasados de izquierda, debidamente rectificados para garantizar el éxito de sus carreras universitarias, o sus visas para el norte de sus nuevas brújulas ideológicas.

Queda convenientemente omitida la campaña mediática de satanización que se hizo de Hugo Chávez, primero, durante más de una década, y ahora, contra el actual gobierno de Venezuela encabezado por Nicolás Maduro. Esta dictadura mediática que falsea groseramente la realidad con fotomontajes, noticias inventadas (recordarán la fantasmagórica unidad antimotines de Cuba, actuando en Venezuela, o el supuesto “baño de sangre de Maduro” durante las elecciones de la Constituyente), la propaganda subliminal en primeras páginas, en suma, toda la gama de técnicas de la guerra sicológica puestas en práctica ya desde hace décadas bajo los esquemas de los manuales producidos por los militares estadunidenses, y que fueron utilizadas intensa y extensivamente en los casos de Chile, Nicaragua y Granada[1]. Esta campaña mediática, como veremos en las páginas de esta obra, va acompañada de boicots económicos, robo descarado de activos del gobierno de Venezuela, ocultamiento de alimentos y otros artículos de primera necesidad, incluyendo medicinas y otros insumos para enfermos crónicos y en peligro inminente de morir, antes y durante esta pandemia, así como de la acción de provocadores y paramilitares, varios de nacionalidad estadounidense, que invaden territorio venezolano, atacan instalaciones gubernamentales, organizan atentados contra el presidente, y aterrorizan a partidarios del gobierno, en las ciudades y en el campo, e, incluso, durante las llamadas guarimbas, los queman vivos.

Ya desde hace algunos años hemos insistido, a través de la lectura de los manuales de contrainsurgencia de los militares estadounidenses, que Javier Couso menciona en el prólogo, sobre la importancia que estos otorgan a los medios de comunicación como arma estratégica y política, particularmente, lo que denominan, la “batalla de la narrativa”:

  •  “Las guerras modernas tienen lugar en espacios más allá de simplemente los elementos físicos del campo de batalla. Uno de los más importantes son los medios, en los cuales “la batalla de la narrativa” ocurrirá. Ya nuestros enemigos han reconocido que la percepción es tan importante para su éxito como el evento mismo…Al final del día, la percepción de que ocurrió importa más, que lo que pasó realmente. Dominar la narrativa de cualquier operación, ya sea militar o de otro tipo, paga enormes dividendos. Fracasos en este terreno, minan el apoyo para nuestras políticas y operaciones, y actualmente pueden dañar la reputación del país y su posición en el mundo.[2]

Tomando en cuenta estas precisiones introductorias, y sin considerarme, de ninguna manera, experto o especialista en Venezuela, sino sólo a partir de mi militancia de solidaridad con la revolución chavista bolivariana, a través de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, fundada en México en el 2003, y apoyada de manera decisiva por el comandante Hugo Chávez, desde la reunión de la red en Caracas, en el año 2004, sostengo que el libro que comento, es el que con el mayor rigor y profundidad analítica explica, explora, investiga y da cuenta de los múltiples contextos, significados, entramados, interrelaciones, retos, problemáticas y peligros de la revolución chavista bolivariana.

Aún más, el libro no sólo ofrece información empírica e interpretación teórica relevantes en la apreciación del fenómeno estudiado, sino que los y las autoras logran un equilibrio, pocas veces conseguido en el análisis político, entre el apoyo evidente al proceso revolucionario, junto a un ejercicio de la crítica frente a fenómenos como la corrupción o el burocratismo, entre otros lastres, que han impedido, en determinados momentos y circunstancias que en los capítulos se detallan, el desarrollo pleno de la construcción del poder popular, del Estado comunal, la democracia participativa y protagónica. Esto es, la obra mismo es una demostración, en los espacios de la investigación social, de la congruencia ética e intelectual de sus autoras y autores, que caracterizó al comandante Chávez.

El libro cuenta con un prólogo de Javier Couso Permuy, una introducción de las compiladoras, y contiene tres partes: 1.- Surgimiento del chavismo en la Venezuela – mina. 2.- Venezuela en el vórtice: guerra total al chavismo. 3.- Aquí no se rinde nadie: sujetos, perspectivas y retos. Y, finalmente, un “a manera de epilogo”, de las mismas coordinadoras.

Dada su extensión, cercana a las 300 páginas, en esta reseña destacaré, de manera discrecional, sin duda, sólo aquellos aspectos que llamaron mi atención para la comprensión integral del proceso revolucionario.

El compañero Javier Couso, autor del prólogo y diputado por varios años en el Parlamento Europeo, demuestra la certeza de esa frase de Martí que sostiene: “cuando muchos no tienen dignidad ni decoro, unos pocos tienen la dignidad y el decoro de muchos”. Javier fue una voz a contracorriente en ese espacio de la democracia burguesa, en el que se encuentran los más activos núcleos de agitación política contra el gobierno venezolano.

En su texto refiere que no es sólo por sus recursos estratégicos el asedio contra Venezuela, sino por múltiples factores, como el de la puesta en marcha de mecanismos de integración regional, a partir del liderazgo moral y político de Chávez, que, junto con Fidel, cuestionaron la hegemonía estadounidense.

En lo interno, no se le perdona la profundización de la democracia popular, los beneficios sociales y la capacidad militar defensiva. Varias veces en Venezuela, como integrante de la Red en Defensa de la Humanidad, y en su calidad de diputado, Javier concluye que la Revolución Bolivariana es un proceso sentido en el alma por parte importante de la población venezolana.

La introducción de las compiladoras resulta clave para comprender la orientación general del texto y su contenido, no obstante, las numerosas autorías y temáticas expuestas. Lo que caracterizó a los gobiernos progresistas de la “década ganada” para el continente, con la elección de varios presidentes con esta posición, es lo que Hugo Chávez denominaría “saldar la deuda social”, redistribución y democratización del acceso a bienes y servicios básicos.

En los últimos cinco años, sin embargo, se hace alusión al “fin de los gobiernos progresistas”. Las autoras buscan a través del análisis de la trama histórica, sortear el riesgo de la simplificación teórica, que tiende a restringir la complejidad política y geopolítica en que está inmersa América Latina a un movimiento pendular (derecha-izquierda) o a ciclos acotados. Es entonces necesario detenernos, alertan, en la porosidad de los procesos sociales y la centralidad del sujeto popular como reactor de las trasformaciones. Es imposible entender la aparición de gobiernos progresistas sin tomar en cuenta las formas de politización de los grupos organizados en torno a demandas concretas. En suma, resulta una perspectiva simplificadora, o al menos muy poco exacta, abordar la disputa geopolítica en la región mediante ciclos acotados por procesos electorales.

La pandemia evidenció las grietas del sistema privatizador y reduccionista del Estado del neoliberalismo, cuestionado todo el entramado del sistema público-privado de salud. El virus mostró las prioridades de clase y de intereses de cada gobierno por encima del mercado sobre las vidas. En este contexto, Estados Unidos lanza una nueva ofensiva contra Venezuela, que encierra incluso la amenaza de invasión militar. Trump ha fortalecido la narrativa maniquea de guerra fría contra toda ideología o sistema que implique una alternativa a su hegemonía, y Venezuela es el blanco perfecto, incluso, como el eje del mal (China-Rusia-Irán), esto es, se perfila como la cara latinoamericana del enemigo.  Sin estar exentos de contradicciones y falencias, el chavismo forjó un proyecto nacional y gran nacional pos neoliberal, apostando a la soberanía de la región como plataforma que lograse disputar poder en el tablero geopolítico de la región y del mundo.

Las autoras tratan el tema del Estado, relacionado con el neoliberalismo y su resignificación política como campo de batalla, asumiendo las tensiones con la potencia disruptiva y constituyente del campo popular versus la naturaleza constituida y conservadora del Estado moderno. Recuperar el rol del Estado como garante de derechos de las mayorías, a contrasentido del uso del Estado para preservar privilegios y beneficios del capital trasnacional. Manifiesto mi total acuerdo con la tesis de que el neoliberalismo no cesa al Estado, lo circunscribe a fines precisos enfocados en cierta clase y no socializados con las mayorías.

El neoliberalismo apuesta, también, a la despolitización, sin embargo, la politización de las comunidades se corresponde a otros modelos de participación en torno a actividades o demandas específicas.  Es de destacar esta idea de que la estigmatización de la izquierda y el progresismo en la región devino en una peligrosa oleada de odio y neutralización del otro, que se expresa de manera directa en Bolivia, después del golpe.

Las autoras exponen lo que denominan: diplomacia de arriba y de abajo. Destacan el campo minado que representa la “diplomacia” coercitiva de Estados Unidos, violentando groseramente el derecho internacional. En este contexto entra la OEA de Almagro, como ariete del golpe de Estado y el intervencionismo abierto de Estados Unidos, al igual que el llamado Grupo de Lima, contraparte del tejido integracionista de los gobiernos progresistas. La soberanía regional se convirtió en la cuerda que divide más tajantemente a ambas posiciones. El chavismo trasformó la manera de hacer política desde arriba. Pionero de la diplomacia de los pueblos.

Las compiladoras se interrogan: ¿Por qué este libro? Primero porque la estrategia de guerra contra Venezuela es precedente de cualquier gobierno o movimiento que logre contrarrestar con fuerza propia el sentido común neoliberal. De ahí la necesidad de la obra, cuyo eje es la propuesta de lecturas y análisis críticos del proceso venezolano, realizado por investigadores que han sido parte de la construcción del proyecto chavista, lo cual, ciertamente, le otorga un valor especial.

En la primera parte se examina el salto cualitativo que ha significado el chavismo en la cultura política venezolana, en un país que se ha caracterizado por su relación monodependiente con el petróleo. Los autores analizan el devenir histórico del chavismo en el contexto rentista. Con mirada crítica, cuestionan la burocratización y el hiperpartidismo como males que horadan el carácter revolucionario del proyecto chavista. En esta parte escriben: Reinaldo Iturriza López, Luis Salas Rodríguez y Manuel Azuaje Reverón.

En la segunda parte se aborda la guerra total al chavismo desde los centros del poder y sus brazos aliados en la región. Los trabajos de esta sección retratan la guerra hibrida contra Venezuela: ahogamiento económico, coacción diplomática y amenaza militar, a la vez que el terrorismo mediático, el uso de fake news, como se hizo en Yugoslavia y en el Medio Oriente, escribiendo Franco Vielma, Yekuana Martínez y Luis Delgado, Jorge Arturo Reyes, Pasqualina Curcio, y María Alejandra Aguirre Pérez.

En la tercera parte, autoras y autores que han trabajado en organizaciones y movimientos políticos de diversa índole, y a partir de esta experiencia, analizan la situación de los sujetos que hacen vida dentro del chavismo. También, se presenta el mapa de logros en materia social, las contradicciones, pendiente y retos del chavismo. Los autores y autoras sostienen que la guerra convirtió a Venezuela en una singularidad; pareciera que a las teorías de la izquierda académica les costara edificar nuevos conceptos que comprendan o siquiera aborden la cuestión venezolana; o se estigmatiza como experiencia fallida o simplemente se omite. Por ello, nos señalan, la necesidad de este libro, escrito desde y en contra de la guerra que enfrenta Venezuela. Quienes lo escriben han pensado y vivido la realidad venezolana desde adentro, asumiendo al chavismo como un proceso complejo en continuo devenir, cargado de tensiones internas y en lucha por seguir adelante. Escriben Hernán Vargas, Víctor Fernández, Lorena Fréitez Mendoza y José Roberto Duque.

Por razones de espacio, comentaré brevemente un capitulo que me resulta especialmente útil para el análisis político comparativo, con casos como el mexicano: “El Chavismo: de dónde viene y por qué aún resiste”, escrito por Reinaldo Iturriza López, quien analiza el surgimiento de una formula del chavismo en sus inicios para salir del laberinto, esto es, los rebeldes planeaban desencadenar escenarios de amplia participación, signados por un alto perfil de protagonismo de la población venezolana. Pero, se preguntaban: ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo superar los límites de la democracia burguesa y alcanzar el protagonismo popular? Llegaron a conclusiones muy similares a las de los mayas zapatistas en su construcción de procesos autonómicos de democracia directa. Las comunidades, barrios, pueblos y ciudades deben contar con mecanismos y el poder para regirse por un sistema de autogobierno que les permita decidir acerca de sus asuntos internos, una política de los comunes, la considera el autor. “Nosotros lo que hacemos es creer en la fuerza del pueblo”, decía el comandante Chávez. Un liderazgo que toma conciencia de que su labor consiste en ponerse a la altura de ese pueblo, que, descubriendo su propia fuerza, se está encontrando consigo mismo.

Como ha ocurrido en muchas geografías, en el surgimiento del chavismo la izquierda no entendió nada. Así, el chavismo emerge en un contexto de severa crisis de las formas tradicionales de mediación política, comenzando por los partidos políticos, los movimientos sociales, los sindicatos, una izquierda pulverizada. Esto incluye a la intelectualidad, que, para Chávez, se limitaba a soñar en utopías. El movimiento bolivariano habría de ser el resultado de una amplia discusión, del pueblo mismo como intelectual colectivo, como contrapoder, para derribar el poder constituido.

Chávez presta atención especial a la lo que denomina “clase marginal”, como sujeto de la revolución bolivariana, la que se encuentra en los barrios, en los campos, entre los indígenas, lejos de los clisés de las posiciones ortodoxas sobre el papel de la clase obrera como sujeto central de la revolución, fuera de clasificaciones formales izquierda / derecha. Sostenía Chávez: “somos un movimiento revolucionario, un movimiento popular a favor de la causa de los dominados de este país y de este planeta, a favor de la justicia, de la revolución”. Para el comandante, la clave radicaba en el protagonismo popular y en la reivindicación de referentes ideológicos acordes con la historia y la cultura de Venezuela. En suma: Chávez comprendió que las revoluciones no se hacen en los palacios, que hay que gobernar en y para quienes habitan en las catacumbas siempre, a riesgo de perder o vender el alma. Que estar en Miraflores solo tiene sentido si se tiene vocación de subversivo.

Esta realidad del chavismo es inaceptable para el antichavista, y de ahí la idea imperante, entre la oposición y el imperio, de que el chavismo es un sujeto exterminable, no importa si esta política lleva al genocidio. Esto es, la deshumanización total de la política.

El autor analiza las razones de por qué resiste el chavismo. Señala que las transformaciones en el campo de la cultura política, ocurridas durante la década de los 90, aportan claves hermenéuticas decisivas y, de hecho, explican la existencia del chavismo duro. Acota que no es posible asimilar al chavismo con el gobierno y el Estado, que se convierten en terrenos de disputa. La base social del chavismo considera que no necesariamente la revolución debe hacerse desde el gobierno, sino apalancada en la fuerza del pueblo organizado. Incluso el chavismo tiene una valoración muy negativa del funcionariado promedio, pero este malestar no se traduce en una identificación política con el antichavismo, con sus profundos prejuicios de clase y raza. El chavismo, al mismo tiempo, ha actuado como una fuerza de contención, como disuasoria de la violencia. El chavismo aún es capaz de resistir porque aquellas ideas-fuerza en torno a las cuales se amalgamó tienen plena vigencia.

Por último, en el epilogo, las compiladoras mantienen que el chavismo superó la identificación con un individuo. Éste se ha reconstituido: en un plano macro, gubernamental, y en plano micro y extensivo que se traduce en la politización y construcción colectiva. 20 años de bloqueo y asedio, bajo las que se consolida el chavismo, templaron un carácter de aguante constante. La línea opositora apuesta abiertamente al clasismo y al racismo, recordemos los términos utilizados para referirse al comandante: macaco, simio, mico. Durante los primeros quince años, el chavismo resistió desde el ejercicio de administrar el Estado y a través de propuestas alternativas de organización y visibilización popular, así como sentidos comunes soberanistas (el sentimiento de patria y de patria grande). Es notable el hecho de que se resistió, para mantener el talante democrático del proyecto, en función de una constante dinámica electoral. Sin embargo, actualmente, el chavismo debe ajustarse y reinventarse en función de las necesidades y demandas de nuevas generaciones.

La oposición ha ido definiendo nuevas rutas en torno al chavismo, sin un proyecto político independiente. Oposicionistas, utilizando el termino de Luis Salas, para el ala más radical. Ha probado opción electoral, violencia directa, injerencia externa, a veces de manera simultánea. El gran aliado de la oposición es el sector empresarial e importador que arrincona al gobierno con desabastecimiento programado, hiperinflación, que incide en la cotidianidad y la gobernabilidad, todo esto aumentado por las brutales sanciones económicas de Estados Unidos. Entre la vía electoral y la salida violenta, la oposición se ha tambaleado, sin un plan de gobierno ni opción intermedia. De ahí su apuesta por la vía intervencionista, lo cual le hace perder eficacia nacional. Recordemos las guarimbas, con 43 muertos y más de 800 heridos.  Al cada vez más patético Guaidó, y su autoproclamación como presidente, con todo el apoyo mediático, que juega su papel para el reconocimiento de gobiernos extranjeros y organismos internacionales. En todo momento, el respaldo de los medios corporativos y los halcones de la guerra de Estados Unidos.

Con todo, el buen manejo de la pandemia y de la emergencia sanitaria jugó en favor del gobierno del presidente Maduro, situación vetada por los medios en el ámbito mundial. Que EE.UU. insista y triplique esfuerzos por asfixiar a Venezuela, en este contexto de pandemia, da cuenta de porqué el país caribeño no sólo sigue estando en el vórtice de la guerra híbrida del siglo XXI, sino también en el centro de las resistencias y esperanzas.

Lectura imprescindible y urgente, este libro se constituye en herramienta no sólo para comprender la cuestión venezolana y la geopolítica de la región latinoamericana; también, es de gran ayuda para nutrir al intelectual colectivo, en nuestras propias realidades nacionales, para construir y fortalecer los procesos de construcción de poder popular, de lo que el EZLN ha denominado mandar obedeciendo, en el ejercicio de una democracia de abajo y a la izquierda, participativa y protagónica, por la que luchó el presidente y comandante Hugo Chávez Frías.

Cuernavaca, Morelos, México, confinado, pero no callado, 14 de junio de 2020.


[1] Fred Landis. CIA psychological warfare operations, how the CIA manipulates the media in Nicaragua, Chile and Jamaica, Science for the PeopleJanuary-February, 1982, Vol. 14, no. 1

[2] Ver en libros libres de Rebelión: Gilberto López y Rivas Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos: manuales, mentalidades y uso de la antropología, Universidad de San Carlos, Guatemala, 2015.

La obra se puede descargar libremente en la página web de la editorial Lanzas y Letras

Fuente: https://rebelion.org/resena-del-libro-venezuela-vortice-de-la-guerra-del-siglo-xxi/

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Conferencia de Piedad Córdoba: Derechos Humanos, Paz y Democracia en América Latina. (Video)

Por: Otras Voces en Educación 

Inicio de los Seminarios de «La Otra Política»

En alianza con el Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación» de CLACSO-Venezuela, la CEIP-Historica de Argentina, EL Centro Internacional de Pensamiento Crítico RIUS de CLACSO-México y la Universidad de Panamá, estamos impulsando una serie de seminarios en Pensamiento Crítico, buscando alternativas en contra del Neoliberalismo Educativo.

En esta oportunidad nos acompaño Piedad Córdoba quien es Directora del Movimiento Colombianos y Colombianas por la Paz. Presidenta del Movimiento Político “PODER CIUDADANO” Actualmente continua su lucha por la defensa de los Derechos Humanos y lidera el Movimiento afrodescendientes Corporación Poder Ciudadano y Vocera de Marcha Patriótica.

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Monarquía deslegitimada

Por: Víctor Arrogante

 

La Monarquía no pasa por sus mejores tiempos. El que fuera rey de España, Juan Carlos de Borbón está contra las cuerdas y será investigado por sus negocios y su patrimonio muy relevante y poco edificante. Habrá que conocer cuánto conoce y cuánto calla su hijo Felipe sobre las actividades de su padre. La Monarquía española es heredera del franquismo y su popularidad está por los suelos. Quieren aparentar ser una familia normal y no lo consiguen porque no lo son. Viven en las alturas a costa de los españoles, cuya mayoría difícilmente puede sobrevivir.

En el artículo Perdiendo el trono, incluido en mi libro Reflexiones republicanas, contaba el intento fallido de la Casa Real de blanquear la imagen del rey, que entonces cumplía los 75 años. Siete años después, me permito retomar la idea principal, incorporando nuevos datos y algún que otro nuevo comentario.

Juan Carlos de Borbón, heredó del franquismo el trono; poco había hecho hasta entonces para conseguirlo. Juró ante los «santos evangelios» fidelidad a los principios del movimiento nacional, que inspiraban al régimen de Franco. Para unos fue un traidor, para la mayoría, quien facilitaba el tránsito a la democracia. Se terminó la dictadura, se aprobó la Constitución, pero no se resolvieron los problemas históricos de España, que son fuente permanente de conflictos: el territorio, las señas de identidad y la monarquía; que requiere de un referéndum para legitimarse democráticamente; o no.

La dictadura agonizaba y el nuevo modelo no llegó hasta la aprobación de la Constitución en 1978. Comenzaba la Transición desde la dictadura a la democracia, controlada desde dentro del Régimen intacto. Adolfo Suárez, no sometió a referéndum la monarquía, porque las encuestas le dijeron que perdería. Franco había dejado todo atado y bien atado en la figura de Juan Carlos de Borbón. El régimen del 78 legitimó al régimen franquista modernizándolo. Desde entonces la monarquía ha jugado un papel fundamental como institución conservadora, destinada a mantener el statu quo social y político, en defensa de los intereses empresariales y las élites sociales, por lo que sobran motivos para cambiar de modelo de Estado.

La monarquía, que es un símbolo, está muy alejada de los principios constitucionales de igualdad ante la ley y de igualdad de oportunidades. El acceso a la Jefatura del Estado, como a cualquier otro órgano de representación, no puede tener carácter hereditario, sino sometido a la libre y democrática elección. Se puede reconocer que la monarquía cumplió su papel durante la Transición, pero transcurridos cuarenta y dos años no tiene razón de ser. No se puede vivir siempre ni de herencias recibidas ni de rentas políticas del pasado. En un sistema democrático no caben privilegios de, familias o castas. La transparencia debe ser un principio de actuación; y la monarquía no es transparente.

Felipe de Borbón renunció a la herencia de su padre, hecho insólito, ya que no puedes renunciar a algo que todavía no se tiene y le retiró su asignación de los presupuestos de la Casa Real, después de que se publicara que la Fiscalía investiga una supuesta donación de 100 millones de dólares, que Juan Carlos habría recibido de Arabia Saudí. El gobierno español que continúa blanqueando al jefe del Estado valoró positivamente la renuncia a la herencia y calificó la decisión de respetable.

La Justicia se encuentra ante una situación decisiva: sentar a Juan Carlos en el banquillo o cerrar la causa en falso. Será difícil demostrar que el emérito cobró comisiones por su intermediación en las obras del AVE a la Meca. Cuando se trata de proyectos de grandes infraestructuras, las mordidas, comisiones y sobrecostes suelen estar a la orden del día. Ahí están los ingentes sumarios de corrupción que se instruyeron en España tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. El asunto que persigue al rey emérito es un ejemplo de manual: empresas en Panamá o Liechtenstein, países habitualmente empleados para ocultar patrimonios de dudoso origen y procedencia.

Técnicos de Hacienda ven justificado investigar a Juan Carlos y esperan que la Agencia Tributaria colabore de manera eficiente en la investigación para dilucidar su papel en las supuestas comisiones pagadas por la adjudicación a empresas españolas de las obras del AVE a La Meca. A su juicio, hay «indicios racionales» que justifican esa investigación. De hecho, Gestha ya apuntó que el emérito podía haber cometido delitos contra la Hacienda Pública y pidió la apertura de una investigación por presuntos delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales.

Hace unos años, en una entrevista para la emisora KPKF.org de Los Ángeles, USA, me preguntaron: ¿Controló la CIA la transición en España? y contesté: «Ustedes saben más de la CIA que nosotros, pero todo parece indicar que participó en el asesinato de Carrero Blanco y luego puso como rey a Juan Carlos». En aquellas fechas la monarquía no se ponía en discusión y de la República ni se hablaba. No solo todo estaba atado y bien atado, sino que todo estaba pactado y controlado. Alemania y EEUU venían a decir: Hay que establecer un régimen democrático, afín a nuestros intereses, sin algaradas callejeras, sin revoluciones, y Juan Carlos nos sirve.

El cerco judicial a Juan Carlos se está cerrando. Hay abiertas diferentes investigaciones para determinar el origen de su enorme fortuna que, según Forbes estima en dos mil millones de euros; un patrimonio de los mayores secretos de Estado. Ante el cerco judicial, fuentes dominicanas confirman que en el país caribeño, se está preparando la nueva residencia Juan Carlos, que podrá compartir charlas, sol y copas con grandes amigos como Felipe González, o la familia Clinton. Un ambiente donde el emérito, disfrutará de su fortuna sin que nadie le moleste.

El grupo parlamentario de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común en el Congreso, aspira a poder sentar en comisión a Juan Carlos, con el objeto de analizar «las relaciones diplomáticas y comerciales entre España y Arabia Saudí, su vínculo con instituciones y empresas españolas y sus efectos sobre el erario público». No se trata de una investigación sobre un particular, «sino sobre unos hechos que son de interés general y van más allá de las presuntas actividades corruptas de Juan Carlos». Unidas Podemos recalca al PSOE,  que ya no vale hablar de la inviolabilidad de Juan Carlos, al estar ya investigado. Lo cierto es que el rey Juan Carlos sigue blindado gracias a la alianza entre los partidos de la Transición y Vox.

La Fiscalía ve indicios delictivos de blanqueo de capitales y fraude fiscal en la Hacienda Pública en el emérito por su participación en la construcción del AVE a la Meca. El ministerio público se ha fijado en la compraventa de propiedades, con la sospecha de que pudieron servir de pantalla para un lavado de fondos de origen irregular en Marruecos y casas en Suiza. La investigación, iniciada por la Fiscalía de Suiza, ha examinado movimientos y cambios de manos en estas propiedades, en las que hay una serie de viviendas en Suiza que se habrían adquirido con parte de los 100 millones de dólares regalados al emérito por Arabia Saudí.

El CIS no pregunta a los españoles su opinión sobre la monarquía desde abril de 2015. A partir de 1994 había pedido en quince ocasiones a los encuestados que calificaran del 1 al 10 la confianza que tenían en la Corona, que fue descendiendo desde el notable hasta el suspenso, con un mínimo del 3,68 en 2013. El CIS se niega a preguntar sobre la valoración de la monarquía, porque «no es un tema que interese». Se conoce por otras fuentes que los españoles prefieren república a monarquía por una mayoría absoluta. Según Sináptica el rechazo de la población hacia la monarquía se ha acentuado durante la pandemia. Casi el 52% de los ciudadanos dicen preferir que España sea una república. Aún son más (58,2%) los que creen necesaria la celebración de un referéndum para decidir la forma de Estado; opinión que se acentúa entre los jóvenes.

Los privilegios que los miembros de la familia real ostentan, son un agravio comparativo. Es una flagrante injusticia. Una casta familiar que no rinde cuentas, ni económicas ni fiscales ni políticas ni penales. El solo hecho de ostentar el apellido Borbón les hace poseedores de los mayores privilegios. Todo tiene que cambiar.

La Monarquía ostentaba la legalidad fáctica heredada de Franco y la legitimidad dinástica de Juan de Borbón, pero le faltaba la legitimidad democrática, y no fue hasta el 23F (1981), cuando pasó de ser el rey de Franco, a «salvador de la patria». Fue una operación bien montada. Se trataba de consolidar al rey, ya fuese con el triunfo del golpe de Estado o con su fracaso. Y lo consiguieron.

Le Monde publica un reportaje sobre la situación que vive en la actualidad Juan Carlos y todos los problemas legales que le rodean. El artículo titulado Maleta de billetes en Suiza, sociedad opaca en Panamá: Juan Carlos, desorden de España, analiza la figura del exmonarca y el legado que ha dejado. Se define la atmósfera que rodea al emérito como «Un viejo rey devorado por la pasión a las mujeres y el dinero. Mientras, Felipe de Borbón se aprovecha del virus para intentar lavar su imagen y la de la Monarquía.

La Fiscalía ha tenido que asumir la investigación judicial del caso Juan Carlos, listo para huir al Caribe, empujada por la fiscalía suiza. El Tribunal Supremo español pasará una nueva vergüenza internacional cuando un juez suizo sea el primero en citar a declarar al rey emérito, que no disfruta de inmunidad pero está aforado en el Supremo. Hay que ir a la prensa extranjera para saber cómo va la investigación de la corrupción real. En la radio pública francesa RadioInter «El ex rey de España está desnudo. Juan Carlos está bajo investigación por fraude fiscal y blanqueo de comisiones ilegales. «Juan Carlos paseaba por Ginebra como un vulgar gángster de serie B» con dos millones en efectivo: un pequeño regalo de Bahréin que tenía que ingresar discretamente.

Soy republicano por convicción, principios y por la fuerza de la razón, aunque no creo que se terminen los males de España por instaurar una república; pero quiero decidir sobre su restauración. En un modelo decente de Estado no cabe la monarquía, que es antidemocrática por naturaleza, opaca por convicción, alejada de las necesidades de la gente y de los intereses reales del pueblo llano.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/monarquia-deslegitimada/


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Usos y abusos de los juegos demócratas: entre nacionalismos y chovinismos el gran abrazo

Por: Eduardo Camín

 

Nunca como hoy la cuestión de la democracia ocupó un lugar tan destacado en las luchas políticas y sociales de América Latina. La reciente contienda electoral en Uruguay, nos deja algunas enseñanzas para reflexionar profundamente sobre los usos y abusos de la democracia, en ese profundo desuso de la ideología, que se podría resumir como una derrota (la izquierda) con sabor a triunfo y un triunfo con sabor a derrota (la derecha).

Es así que, en ese vale todo, el tiempo del hombre político actual parece destinado a reducir a fogononazos efímeros los esfuerzos tendientes a instaurar órdenes de convivencia, que se sueñan para abarcar los grandes ciclos históricos, ignorando aquellas enseñanzas de que los hechos sociales sólo cobran valor en su conjunto, según el ritmo que la medida del tiempo define y dosifica.

Una visión de la democracia con sus reglas de juego electorales se ha puesto en marcha sin contar con los que esperan. En época de globalización, no es el tiempo quien aguarda a los hombres, sino los hombres quienes han de buscar la ocasión de montar en marcha el tren electoral del tiempo democrático. La argumentación claro está, se basa en las concepciones de «democracia en general» sin precisar su caracter clasista.

Un hecho puede ilustrar nuestra argumentación. Cuando asistimos a un encuentro entre militantes de las fuerzas en contienda de centroderecha y centroizquierda que entre banderas partidarias y símbolos patrios se fusionaron en un gran abrazo, cantando a viva voz el himno nacional, este significativo hecho tuvo una lectura sesgada a través de las redes sociales.

Pero creemos que plantear así el problema, fuera de las clases sociales, pretendiendo considerar la nación en su conjunto, es sencillamente denegar su propia historia. Por eso la defensa que se hace de la democracia burguesa por medio de discursos, gritos y lágrimas hipócritas no hace más que defender al reformismo burgués.

La innovación, como ansia, exigencia, o consecuencia de toda acción política ha de contar con la novedad. Sin embargo, el tren del tiempo democrático, arrastra los vagones del desarrollo, progreso y realidad, pero pensar los posibles vínculos de unidad entre democracia y desarrollo obliga a definir claramente el proyecto social y los postulados éticos-políticos a las que obedece.

Si adjetivamos el desarrollo como democrático estamos manteniendo una concepción de la sociedad y la acción política fundada en los valores constitutivos del ser humano.

Pero hablar de democracia implica como supuesto necesario plantear el tema de su capacidad de audeterminarse, es decir, de fijarse sus metas en libertad, atendiendo las exigencias de sus pueblos. Por lo tanto es evocar el tema de la dependencia en que se encuentra là región en el plano del capitalismo internacional, y conduce por ello mismo a entender la lucha por la democracia en tanto que lucha por la liberación nacional.

El desarrollo en su conjunto de esferas que lo constituyen, es decir, lo político, lo social, lo cultural, lo económico, es un todo indivisible y sólo si entendemos la democracia como el fundamento que explica, da sentido y orienta el desarrollo humano podríamos construir un proyecto democrático. De no ser así, se produce una castración en la concepcion teórica y en la puesta en práctica de la misma como opción política.

Desarrollo y democracia son complementarios si se mantiene el contenido de ambas categorías y se piensa en ellas sin limitar o reducir su explicación. Si eliminamos los contenidos políticos, sociales económicos o culturales del desarrollo y de la democracia, nos encontraríamos con conceptos que pierden su significado.

La teoría del desarrollo capitalista contempla la democracia como un factor dependiente del crecimiento y amplitud del mercado y del acceso de los ciudadanos al llamado consumo de masas de una sociedad.

En realidad el desarrollo para el capitalismo, es democrático cuando las grandes masas de la población pueden acceder sin más restricciones que las de su valía personal a los beneficios del progreso : cuando se generaliza el derecho al crédito y se puede consumir y mantener un mínimo nivel de ahorro para tiempos de crisis; cuando el proceso de crecimiento económico es lo suficiente estable para favorecer la negociación de sueldos, salarios y mejoras en las condiciones de trabajo y creación de empleo, es decir cuando hay cierta estabilidad.

El gobierno del progresismo uruguayo, condicionó – en parte- su funcionalidad, a la doctrina de transformar el desarrollo al servicio del desarrollo económico como búsqueda de la eficiencia en el consumo y el mercado. De esta forma la democracia transfiere así su existencia a la esfera económica desde la cual queda definida como factor destinado a potenciar dicha eficiencia, perdiendo toda su vitalidad política.

La nueva política económica de Uruguay será mas de lo mismo. Tal vez en lo que atañe al liberalismo la burguesía nacionalista lo toma como arma para privatizar en su beneficio el capital social aún en manos del Estado y limitar la capacidad de regulación de que dispone el Ejecutivo, ya sea transfiriendo partes de las atribuciones al Parlamento, ya sea apropiándose ella misma de la otra parte en nombre de los derechos sagrados de la iniciativa privada.

Bajo este principio de explicación, el desarrollo es un continuo proceso de mejoras en la racionalización del mercado y el grado de consumo de la población y la democracia el procedimiento político que hace posible su existencia.

La identidad generada entre democracia y mercado capitalista favorece el establecimiento de las doctrinas que ideólogicamente contemplan el subdesarrollo como etapa previa en la construcción de una economía de mercado.

Los eufemismos  países en desarrollo o emergentes o procesos de modernización no es más que filantropía occidental que potencializara a su maxima expresión la bofetada de la miseria. La crisis del capitalismo no disminuye, se multiplica exponencialmente, amenazando con destruir ya no la clase trabajadora sino a todo el planeta, su cultura y su civilización.

Pero sabemos que no será en el marco de las actuales tendencias, que aunque sean necesariamente opuestas en el plano general de lo ideológico, se hacen compatibles con los diversos aspectos particulares del ejercicio político, de la democracia impidiendo la respuesta necesaria bajo el manto adulador del interés nacional, cómplice de la prevaricación que justifica las irresponsabilidades del aparato de Estado.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2019/11/28/usos-y-abusos-de-los-juegos-democratas-entre-nacionalismos-y-chovinismos-el-gran-abrazo/

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Entrevista a Lena Lavinas: Brasil: pandemia, guerra cultural y precariedad

Por: Pablo Stefanoni

En estos años, Brasil experimentó profundos cambios políticos e ideológicos. De un ciclo de centroizquierda que había atraído simpatías más allá de sus fronteras y que fue considerado socialmente exitoso, pasó a un gobierno ubicado en la extrema derecha que sumó al negacionismo climático un negacionismo sobre la gravedad del covid-19 y que dio la espalda a las recomendaciones internacionales. ¿Qué explica este giro, qué cambios está provocando y cómo se ubica la oposición para enfrentarlo? Al mismo tiempo, la pandemia pone sobre la mesa la necesidad de repensar la política social y discutir formas universales y desmercantilizadas de protección social.En esta entrevista, Lena Lavinas dialogó con Nueva Sociedad sobre la situación de Brasil, pero también sobre los efectos de la financiarización de la protección social y sobre cómo reponer respuestas de tipo universalista por sobre la fragmentación actual. Lena Lavinas es profesora en el Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro y miembro de la Escuela de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (ciepp) de Argentina.

El giro ideológico de Brasil fue muy profundo, de la centroizquierda a la extrema derecha. ¿Qué cambió en la política y también en la sociedad en este casi año y medio de gobierno de Jair Bolsonaro?

Querría hacer una contextualización de cómo ocurrió una radicalización de estas dimensiones. Puede ser difícil de entender una polarización política y social de la envergadura que vive Brasil. Hay que retroceder al gobierno de Dilma Rousseff, cuya presidencia coincidió con el fin del ciclo de los commodities. El país conoció cambios importantes durante las presidencias de [Luiz Inácio] Lula da Silva, como un mayor consumo de masas, un crecimiento de los ingresos de las familias; todo el mundo parecía feliz, inclusive los empresarios. No hay que olvidar que Lula fue elegido tanto por las clases populares como por las clases medias. Pero en la gestión de Dilma muchas cosas empezaron a cambiar. Con la organización de la Copa del Mundo de 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016 se impulsó una serie de inversiones para poder llevar a cabo los dos megaeventos. Fue un momento de inflexión en el apoyo de las clases medias y las clases populares al Partido de los Trabajadores (pt). En 2013, en las llamadas Jornadas de Junio, miles de personas salieron espontáneamente a las calles, principalmente con reclamos por las tarifas del transporte, pero sobre todo en demanda de un mejor transporte público y también de salud y educación pública de calidad. Existió malestar porque se comparaban las inversiones para el Mundial con la insuficiente inversión social. El problema es que, tras un momento de acercamiento a los sectores que protestaban, la presidenta se acercó a los sectores conservadores e impulsó una ley antiterrorista; incluso el proyecto fue presentado por un diputado del pt, lo que era una contradicción profunda. Los movimientos progresistas abandonaron las calles y el espacio fue ocupado por los grupos de derecha, que se organizaron rápidamente contra el gobierno. Fue como si la protesta en el campo democrático hubiera sido secuestrada por las fuerzas conservadoras que fueron ganando músculo desde entonces.

Comienza a verse que una vez pasados el ciclo de los commodities y el aumento del consumo, emergen a la superficie una insatisfacción profunda y una ruptura de las bases de apoyo del gobierno petista. Ese aumento del consumo se basó en importaciones baratas, muchas de ellas provenientes de China, gracias a un real entonces sobrevaluado, mientras la estructura productiva brasileña se desindustrializaba todavía más. Y a esto se agregó, durante el gobierno de Dilma, el aumento de la inflación y del endeudamiento de las familias, sobre todo de los sectores populares. Al deterioro económico se sumaron las primeras denuncias de corrupción en el marco de la megacausa del Lava Jato, que muestra que existe una red de corrupción conformada por partidos políticos, empresarios y empresas estatales, que consistía en el cobro de 1% a 3% de comisiones sobre los contratos de obras públicas. Ese dinero era luego redistribuido entre los diferentes partidos. No se limitaba al pt. Solo que esto afectó más al pt en el marco del empeoramiento económico. Entre tanto, la derecha se fue apropiando de las protestas callejeras que, en un comienzo, tenían un público amplio, que incluía también a votantes del pt.

En este marco se producen las elecciones de 2014, que Dilma consigue ganar pero enfrentada a una derecha con una capacidad de movilización y de acción mucho más grande. Incluso el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (psdb, centroderecha) impulsa un proceso para investigar si las elecciones habían sido limpias. En 2015 la caída del pib fue de 3,8% y ahí es cuando Dilma nombra un ministro de Economía ortodoxo, Joaquim Levy, que llegó para implementar una política de austeridad fiscal aún más profunda. Las protestas anticorrupción siguen en las calles y, como sabemos, esta conjunción de factores derivó en el proceso de impeachment contra ella. En Brasil, las crisis económicas siempre llevaron a cambios en las mayorías políticas.

El movimiento de protesta alimentó una dinámica antipetista que se transformó en una narrativa antisistema. Entre 2015 y 2016, la caída llegó a 7,4%, la peor recesión que Brasil conoció en 100 años. Dilma perdió el respaldo de sectores productivos que habían apoyado al pt, la izquierda estaba dividida y desmovilizada –una parte exigía una autocrítica que nunca llegó– y la derecha se escudó detrás de un discurso moralista contra la corrupción. La grave crisis económica fue rápidamente aprovechada por la derecha, como consecuencia directa de la corrupción. Pero cuando esta derecha hablaba de acabar con todo lo que estaba mal, se refería a acabar con una izquierda que había tomado el poder y que tendría valores antifamilia, antirreligiosos, etc. Este tipo de discurso antisistema iba en la misma dirección que había tomado en Turquía, en Hungría y en Estados Unidos. Se abrió el proceso de impeachment contra Dilma Roussef y ahí surge Jair Bolsonaro como un outsider –pese a haber estado casi tres décadas como diputado irrelevante y menospreciado por la clase política–. Dilma fue destituida en agosto de 2016 y poco después Lula fue detenido en el marco de la operación Lava Jato con pruebas muy cuestionadas. Estos dos hechos constituyeron dos golpes durísimos para la izquierda, que fue incapaz de organizarse para apoyar a un candidato democrático en las elecciones presidenciales de 2018. El pt intentó mantener a Lula como candidato desde la prisión, pero asociar la lucha contra la extrema derecha con la liberación de Lula fue un error, porque nadie quiere votar a un candidato preso y Fernando Haddad fue postulado demasiado tarde. Finalmente, Bolsonaro fue elegido con más de 57 millones de votos válidos contra 47 millones de Haddad y 31 millones de votos en blanco, nulos y abstenciones.

Apenas gana, Bolsonaro lanza una verdadera guerra cultural contra el marxismo, contra el comunismo. Tras su ventaja en la primera vuelta, Bolsonaro dijo que los «rojos van a ser expulsados de Brasil» y que Lula iba a «pudrirse en la cárcel»…1 Su gobierno viene poniendo en jaque una serie de principios democráticos y de derechos reconocidos en la propia Constitución. Tiene un fuerte apoyo entre los grupos evangélicos –los evangélicos son más de 30% de la población y hay proyecciones de que podrían llegar a ser mayoritarios en 2030–, y estos han ido radicalizándose en estos años (hay que recordar que muchos de ellos apoyaron en su momento a Lula y a Dilma). Un cambio adicional que trajo el triunfo de Bolsonaro fue la vuelta de los militares al Poder Ejecutivo. De los 22 ministros, nueve son militares. Y hay más de 2.100 en el gobierno federal, tanto activos como retirados. Al mismo tiempo, Bolsonaro entregó el Ministerio de Economía al ultraliberal Paulo Guedes, quien trabajó con los Chicago boys del gobierno de Augusto Pinochet en la década de 1970 y que lo único que dice es que hay que reducir al mínimo el Estado para acabar con la corrupción y con los «privilegios» de los empleados públicos. El giro ideológico es muy profundo y comenzó antes del triunfo de Bolsonaro.

¿Qué cambios está introduciendo la pandemia? Bolsonaro parece uno de los últimos negacionistas e incluso activa a sus bases contra el confinamiento social.

Como Donald Trump, Bolsonaro está en contra del multilateralismo. En la Organización de las Naciones Unidas (onu) ha alineado a Brasil con eeuu y países como Arabia Saudita, y contribuyó a debilitar del todo el sistema multilateral, inclusive votando contra las políticas de género y de reconocimiento de los derechos reproductivos. La bandera antiaborto y antiderechos reproductivos y de los grupos lgbti+ es central en la estrategia de movilización bolsonarista. La pandemia de covid-19 surge en un momento en el que la polarización política ya era extremadamente alta. Después de dos años de recesión (2015 y 2016), vinieron tres años de estancamiento, y eso daba pie a pensar que algo podía pasar. No hay que olvidar que en 2019, en su primer año de gobierno, Bolsonaro solo consiguió aprobar la reforma previsional, menos radical de lo que se había propuesto. Para eso utilizó el discurso del «fin de los privilegios». Cuando llegó el coronavirus, el gobierno estaba en un impasse y con un discurso en favor de más reformas liberales. Quería profundizar aún más las dos reformas laborales aprobadas en 2017, que ya habían flexibilizado y desregulado ampliamente el mercado de trabajo. Cuando llega la crisis sanitaria, tenemos un crecimiento mediocre de 1,1%, 12 millones de desempleados y unos 49 millones de trabajadores en la informalidad –una informalidad que crece en una curva vertiginosa– y 50 millones de personas bajo la línea de pobreza, según datos del Banco Mundial. El ingreso per cápita del 20% más pobre cayó entre 2015 y 2019 11,5% y el 20% más rico tuvo un aumento de 6% en términos reales. Es una situación explosiva. De los 12 millones de desempleados, solo 500.000 eran beneficiarios del seguro de desempleo, lo que muestra que el sistema de protección social ya no era capaz de atender a esa población. Los criterios de acceso son cada vez más restrictivos. Lo mismo ocurre con la pobreza. En un momento de crisis, Bolsonaro comenzó a reducir la cobertura del programa Bolsa Família, con el argumento de que había mucha gente haciendo fraude en un programa que paga en promedio a cada familia 200 reales por mes (unos 35 dólares al valor actual).

Entonces, cuando llegó la pandemia, ¿qué dijo Bolsonaro? Que todo el mundo tiene que trabajar, porque si la pandemia va a costar vidas, también va a costar muertes de empresas. Pero además dice que si la gente cree en Dios va a estar protegida, nuestra fe va a protegernos. Cuando la Organización Mundial de la Salud (oms) declaró el covid-19 como pandemia y aconsejó observar una serie de criterios como el distanciamiento social, él fue en sentido contrario, diciendo que era un absurdo, que no hay evidencia científica, que las cuarentenas van a arruinar el país.

En los comienzos de la pandemia había dicho que el coronavirus era una gripezinha y llegó a afirmar que los brasileños «no se contagian», pues son capaces de «bucear en una alcantarilla sin que les pase nada». Su lema es «Dios encima de todos». Hoy Brasil tiene más de 16.000 muertos por covid-19. Si bien la mayoría de las muertes son de mayores de 60 años, las cifras muestran que en Brasil se «rejuveneció» el coronavirus, producto de su estructura demográfica y de la falta de distanciamiento social. Más de 60% de los casos confirmados afectan a personas de entre 20 y 49 años, y Brasil tiene un récord mundial de muertes por debajo de 50 años.

La realidad es que en Brasil, como en otros países de la región, el confinamiento no es un derecho para gran parte de la población que vive hacinada en viviendas precarias. Hay aproximadamente 15 millones de personas que viven en favelas, 25 millones no tienen acceso a agua potable, 40 millones no tienen acceso a saneamiento adecuado. Estas son también fallas de los 14 años de gobierno del pt, que en lugar de invertir en una red de protección real, en la mejora de la infraestructura urbana, en políticas habitacionales de calidad y en mejorar los servicios públicos, puso el acento en políticas como el acceso al crédito, el consumo de masas, el programa Bolsa Família, etc. Entonces hay gente que se torna presa fácil de este gobierno negacionista que manipula necesidades sociales en favor de una radicalización conservadora. A esto se suma que el gobierno aprobó un ingreso de 600 reales (algo más de 100 dólares) mensuales, durante tres meses, para los trabajadores informales y personas que se encuentran por debajo de la línea de la pobreza. Hubo más de 50 millones de inscriptos. Pero un número significativo de personas hasta ahora no han recibido el beneficio. Ni siquiera la primera entrega. Esto ha llevado a que miles de trabajadores pobres hagan cola diariamente en las puertas de los bancos en un intento de recibir el beneficio temporal. Una situación que vuelve a agravar las medidas de distanciamiento social y favorece la propagación del virus.

Bolsonaro viene boicoteando las políticas de distanciamiento de los gobernadores, lo que creó una nueva crisis política. La lógica de Bolsonaro es una lógica de reproducción de la crisis y de enfrentamiento continuo; él busca una radicalización permanente porque eso es lo que moviliza a sus bases. Quiso prohibir a los estados y municipios que legislaran en favor del distanciamiento social. Algunos gobernadores están aplicando incluso la cuarentena. Fue necesario que el Supremo Tribunal Federal (stf) señalara que la Constitución brasileña reconoce la autonomía de estados y municipios y que tienen la potestad para adoptar ese tipo de medidas.

Pero Bolsonaro no se quedó ahí. Convocó una reunión en Brasilia con los representantes de alrededor del 46% del pib industrial de Brasil, unos 20 empresarios, para discutir medidas económicas de salida de la crisis y, una vez en Brasilia, cambió la agenda y los invitó a marchar juntos al tribunal para pedir cambios en las reglas constitucionales; una escena dantesca y vergonzosa2. Fue una invasión a un poder independiente. Tuvieron que abrir las puertas para escuchar las presiones y la falta de respeto liderada por el presidente, que viene diciendo en la calle «No aguanto más», «Yo soy la Constitución». Parece un hombre completamente desequilibrado, insano, tratando de impedir el lockdown. Hasta ahora no tuvo una frase para las miles de familias que perdieron a sus seres queridos. «Qué quieren que haga», respondió en una ocasión. «No soy sepulturero para saber cuántas personas murieron», dijo. El ministro de Salud Nelson Teich se dedicaba más al negocio de la salud que a su actividad como médico. Poco después de asumir el cargo, el nuevo ministro despidió a funcionarios de carrera y nombró a siete oficiales militares para puestos estratégicos en la cartera. Ese mismo ministro se enteró en una conferencia de prensa de que el presidente había firmado un decreto, sin consultarlo, haciendo esenciales no solo las actividades industriales y de construcción, sino también las de barbería, peluquería y gimnasio. En otras palabras, el ministro no administraba la pandemia. Teich duró menos de un mes en el cargo. Hay actualmente 12 militares en funciones en el Ministerio de Salud y está previsto nombrar a otros ocho; el general Eduardo Pazuello, un militar sin experiencia en el área, asumió como ministro interino. Bolsonaro moviliza a sus falanges para boicotear las políticas de los gobernadores, con el argumento de que Brasil «tiene que crecer», interviene en las redes sociales, cada día organiza sus mítines, la mayoría de las veces sin mascarilla y sin respetar el distanciamiento social, insulta a la prensa y les grita a los periodistas que se callen la boca. Hay un proceso de desestabilización constante de la institucionalidad democrática en el país. Nunca se había visto tanta vulgaridad, grosería y agresividad.

Al mismo tiempo, Bolsonaro se alejó del partido que lo llevó al Planalto, el Partido Social Liberal, e intenta terminar de organizar un nuevo partido. Como no tiene mayoría propia en el Congreso, se alió a los sectores más corruptos del denominado centrão, que son la gente que él siempre denunció como el sector más «podrido» del Legislativo brasileño. Ahora negocia cargos con políticos que estaban presos hasta hace poco tiempo. Pero él puede hacer eso en la medida en que Sérgio Moro dejó el gobierno en abril de este año. La renuncia del ex-juez del Lava Jato llevó a una investigación a Bolsonaro realizada por el stf: Moro dice que el presidente cambió al jefe de la Policía Federal para poder acceder a casos que involucran a su entorno. Ahora el futuro de Bolsonaro está en manos del Poder Judicial y del Legislativo, por lo que posiblemente vamos a ver una polarización de Bolsonaro con estos dos poderes. Todos los días, en Brasilia, falanges bolsonaristas organizan pequeñas manifestaciones, que aumentan los domingos, pidiendo el cierre del Congreso y la Corte Suprema.

¿Cómo ve a la izquierda brasileña? Lula da Silva está libre provisoriamente, no emergieron nuevos liderazgos…

La izquierda está muy dividida ya desde hace mucho tiempo. Incluso podríamos decir que el campo democrático está dividido. Eso se manifestó en la segunda vuelta, cuando Bolsonaro enfrentó a Haddad. Varios candidatos que no lograron llegar, como Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista [pdt, por sus siglas en portugués], que no apoyó a Haddad. O Fernando Henrique Cardoso. Desde ese momento, la izquierda no consigue encontrar un camino. Están los partidos ubicados más a la izquierda, como el Partido Socialismo y Libertad (psol), que tiene una muy buena actuación parlamentaria, y también el Partido Socialista Brasileño, que se está reorganizando a escala nacional. Entre los mejores diputados hoy están Marcelo Freixo, del psol, que combate las milicias en Río de Janeiro3, y Alessandro Molon, que abandonó el pt por su falta de autocrítica. La izquierda sigue muy dividida. Por ejemplo, hoy existen 36 pedidos de impeachment contra Bolsonaro por crímenes de responsabilidad y obstrucción de justicia; ninguno de ellos fue presentado por el pt. Al mismo tiempo es verdad, como dicen muchos analistas y parlamentarios, que hoy no existen condiciones para apartar del poder a Bolsonaro. No obstante, la salida de Moro y sus denuncias contra el presidente favorecen un pedido de impeachment que podría tener progresivamente más apoyo. Dicho esto, hoy Brasil tiene una división en tres tercios: un tercio que es bolsonarista, un tercio que es lulista y un tercio que no se identifica con ninguno de los dos de manera estable. Lula, en este momento, debe ser precavido con sus declaraciones, pero es claro que no está apoyando la unidad de la izquierda. Recientemente, salió a decir que Bolsonaro «no está calificado como ser humano para presidir un país», aunque antes había tenido una declaración poco feliz diciendo que tenía derecho a cambiar al jefe de Policía e interferir en la Policía, que eso es una prerrogativa constitucional del presidente de la República.

¿Cómo queda Bolsonaro en medio de la crisis por la renuncia de Sérgio Moro?

Bolsonaro se desgastó con la salida de Moro. Perdió el apoyo de los sectores más educados y acomodados. Dicho esto, conserva un electorado totalmente fiel de 20% a 25%, dispuesto a salir a la calle a defenderlo «contra el comunismo». Y además, hay que recordar el apoyo de las Fuerzas Armadas. En estas semanas, Bolsonaro salió varias veces a la calle diciendo que «hay que cerrar el Congreso», que hay que «cerrar el stf», «las Fuerzas Armadas nos apoyan», «están con el pueblo», etc. En la primera semana de mayo, el ministro de Defensa publicó una nota diciendo que «las Fuerzas Armadas defienden el Estado de derecho y la Constitución». Pero en la medida en que los militares forman parte del gobierno, o en algún momento dejan el gobierno o comienzan a defenderlo. A pesar de las múltiples propuestas de impeachment, Bolsonaro continúa teniendo una base sólida en los medios populares y entre los miembros de bajo rango de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Una gran parte de la base de estas fuerzas son evangélicos. En febrero de este año hubo un amotinamiento policial en el estado de Ceará y los bolsonaristas apoyaron la huelga policial. Eso enciende una luz de alerta sobre el papel de las bases del Ejército y la Policía en caso de que el presidente se radicalice.

Hoy hay varios escenarios posibles: que avance el juicio político; que Bolsonaro termine diciendo que es perseguido por el sistema y trate de radicalizarse, y ahí no sabemos cómo pueden actuar diferentes grupos armados; que se debilite y sea sucedido por el vicepresidente y general Hamilton Mourão. Hoy hay muchas protestas fragmentadas: ex-ministros de Medio Ambiente contra las políticas ambientales negacionistas del cambio climático; ex-ministros de Relaciones Exteriores contra la posición antimultilateralista y los alineamientos internacionales; ex-ministros de Educación contra las vergonzosas políticas educativas; pero no hay una estrategia unitaria contra Bolsonaro. Hay muchas posturas vehementemente críticas contra las acciones del gobierno de Bolsonaro, pero nada de esto ha llevado hasta ahora a la formación de un frente sólido y efectivo en favor de la democracia.

¿Qué nos dice la pandemia sobre el futuro de la protección social?

Es importante entender lo que fue el desmantelamiento de los sistemas de protección social en América Latina, ya incompletos e inadecuados. Nunca se logró implantar un sistema único de salud que comprenda a los trabajadores informales. Al generalizarse las políticas de austeridad fiscal, ha empeorado la falta de financiación de los servicios públicos, lo que ha dado lugar a un deterioro de su cobertura y calidad. En los últimos años hubo una convergencia entre órganos multilaterales –desde el Fondo Monetario Internacional (fmi), la Organización Internacional del Trabajo (oit) y el sistema de las Naciones Unidas hasta el Banco Mundial–, además de figuras como la ex-presidenta de Chile Michelle Bachelet, en señalar que lo importante son los «pisos de protección social». Pero estos son un retroceso en países como Argentina, Costa Rica, incluso Brasil, que consiguieron avanzar en un sistema de protección social, todavía segmentado y que muchas veces deja un sector público de baja calidad para los pobres, pero con vocación universal. Los «pisos de protección social» consisten sobre todo en transferencias de renta de poco valor para los grupos vulnerables y lo que es provisión pública desmercantilizada se reduce a un mínimo: educación básica y algunos servicios de salud destinados a proteger a las madres y los niños pequeños, como programas de vacunación. Quienes deseen más que eso deben buscar cobertura en el sector privado, a través de préstamos o la compra de seguros, cuya cobertura depende de la capacidad de pago. Hoy el sistema financiero domina el sistema de protección social a escala global (jubilaciones, sistema de salud, educación). Es dramático. En el caso de Brasil, la política social sirvió para consolidar el modelo de consumo socialdesarrollista, que consistió en promover la transición hacia una sociedad de consumo de masas, a través del acceso al sistema financiero. La novedad del modelo socialdesarrollista es la de haber instituido la lógica de la financiarización en todo el sistema de protección social, ya sea mediante el acceso al mercado de crédito, ya sea vía la expansión de los planes de salud privada, crédito educativo, etc. Fueron años de promoción de una agresiva estrategia de inclusión financiera. Asistimos de este modo a un proceso de financiarización acelerada, que se sirve del sistema de protección social para vencer la barrera de la «heterogeneidad estructural», que frenaba en América Latina la expansión de la sociedad de mercado. Lo que nos enseña la pandemia es que no se debería seguir aceptando la fragmentación y la segmentación por ingreso en el acceso a la salud, la educación y la seguridad pública de acuerdo con los ingresos. Hay que reinventar mecanismos de financiamiento de sistemas universales sufragados por los más ricos y por el sistema financiero, que siguen teniendo enormes beneficios incluso en periodos de crisis. Ahora mismo, mientras el virus mata, las empresas privadas de salud prácticamente recuperaron desde mediados de abril lo que habían perdido al inicio de la pandemia, en marzo, en la Bolsa de Valores. Se intentó centralizar y redistribuir las camas de hospital, pero el sector privado se opuso y eso seguramente contribuyó a mejorar su posición en las bolsas. Sus acciones recuperaron 60% o 70% de su valor, en un momento en que hay miles de muertos.

Esta pandemia nos enseña que no hay futuro sin derechos universales. El covid-19 enterró de una vez por todas la idea de que podemos vivir indiferentes a lo que les pasa a nuestros vecinos. Demostró que no se puede seguir posponiendo una solución digna para proporcionar una vivienda decente a los millones de trabajadores de todo el mundo que viven en condiciones infrahumanas. Esto implica repensar nuestras prioridades ante la plena evidencia de que somos interdependientes a escala mundial. Hay algo que nos une más allá de la banda ancha de internet. Por el momento, las medidas de emergencia adoptadas en numerosos países para garantizar la liquidez del sistema capitalista están demostrando ser bastante generosas. Pero la reanudación será difícil, larga y dolorosa. Con la crisis sanitaria temporalmente bajo control, y con el fin de las prestaciones que a menudo se han aplicado fuera de los sistemas de protección social, de manera ad hoc, ¿qué se espera? ¿El regreso a un pasado que ya no nos sirve y solo reproduce el sufrimiento, la exclusión y la discriminación? Tenemos una certeza: queremos más lo público. Repensemos y reformemos la esfera pública, el espacio colectivo que alberga y acoge porque se basa en valores universales. Fortalezcamos la democracia participativa, la creencia en la ciencia y la necesidad urgente de redefinir nuestros modelos de desarrollo, enfrentando con posibilidades de éxito a mediano y largo plazo la crisis ambiental. Debemos reinventar la izquierda y construir un discurso que articule y cree nuevas identidades políticas que tanto necesitamos. Ha llegado el momento de construir utopías para superar la distopía. El camino será tortuoso, atravesado por escollos y trampas. Y será largo. Requerirá tiempo, energía y soluciones a escala mundial. Por ahora, la única certeza que nos puede acercar es la conciencia de la dirección a tomar. Ya es un comienzo que conlleva promesas transformadoras.

Fuente e imagen:  https://nuso.org/articulo/brasil-pandemia-guerra-cultural-y-precariedad/

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