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Reseña del libro: Democracia y educación, a 100 años (PDF)

Por: Selene Kareli/CII-OVE

El libro “Democracia y educación, a 100 años” fue coordinado por José Antonio Serrano Castañeda y Juan Mario Ramos Morales. Dicho texto es resultado de las reflexiones y discusiones de académicos convocados por la Red spece en el marco del Seminario Interinstitucional de Investigación “Trayectorias conceptuales. John Dewey” en torno a la conmemoración de los cien años del texto Democracia y educación y su pertinencia para analizar problemas actuales en el campo de las ciencias sociales.

Elo libro se divide en dos partes, I) la idea de democracia, y, II) democracia en y para la escuela; con un total de nueve ensayos. En cada uno de ellos colaboraron académicos de la Universidad Pedagógica Nacional (Red spece, cac picse, aa1 pepig, aa4 tice); la Universidad Nacional Autónoma de México (geece, ffyl, fes Iztacala); la Universidad Autónoma de Nuevo León (geece, ffyl); el Centro de Actualización del Magisterio de Iguala (cam-Iguala) a través de la convocatoria emitida por la Red spece: Sujetos y Prácticas Educativas en Contextos Escolarizados: construcción de trayectorias.

El texto antes citado fue editado Horizonte Educativo, Universidad Pedagógica Nacional en junio de 2021 con número ISBN 978-607-413-404-9. Cuenta con 227 páginas.

Enlace para descargar: http://editorial.upnvirtual.edu.mx/index.php/publicaciones/colecciones/horizontes-educativos/562-democracia-y-educacion-a-100-anos

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Universidades: Mi reino por un matiz

Por: Manuel Gil Antón

A diferencia de las famosas frases que incluye Shakespeare en Ricardo III: ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo! antes de que el rey muriese en la batalla del 22 de agosto de 1495, en 2021 —526 años después— en nuestro país necesitamos con urgencia gritar: ¡Un matiz, al menos uno! en tratándose de la discusión sobre las universidades, su estatuto autonómico constitucional y las tendencias ideológicas predominantes a su interior.

Por una parte, sin distinción alguna, el presidente López Obrador ha criticado a las universidades, sobre todo a la UNAM, por haberse “derechizado” de manera general, y ya no ser la previa al periodo neoliberal, de lo que se colige que, en ese entonces, estaba si no unánimemente a la izquierda del espectro político, sí de forma mayoritaria. A su vez, ha expresado que están, sin excepción, y en todos sus espacios, tomadas por mafias que, sin escrúpulo alguno, emplean los recursos públicos con la mayor opacidad para su propio beneficio de manera autoritaria. Del otro lado, en defensa de las instituciones, con especial énfasis en la Universidad Nacional, se ha respondido que no es así, pues se afirma una pluralidad a toda prueba; que la presencia de mafias o cacicazgos es falsa; que el empleo de los recursos es del todo transparente y que es democrática a través de sistemas de representación formal de toda la comunidad. ¿De qué lado está usted? Tiene que optar; una u otra. (Me hago cargo que ha habido respuestas que procuran no ubicarse en estas dos formas —gemelas— de simplismo ramplón, pero, a mi parecer, han sido las menos.)

Ninguna de las posiciones extremas resiste un análisis mesurado que dé cabida a la diversidad propia de estas instituciones, ayer y hoy. Y en esos dilemas estériles volvemos a caer en tierra baldía; nos enredamos otra vez y se vuelve deporte nacional adivinar las intenciones del jefe del ejecutivo, o la validez de los argumentos contrarios.

Bioy Casares señaló: “El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez”. Y no pensemos en la estupidez como un insulto, sino como la descripción de una incapacidad: el tumbaburros afirma que por tal ha de entenderse la “torpeza notable en comprender las cosas”. Así es.

Negar la existencia de grupos de interés ajenos a la lógica académica en las universidades es tan torpe como considerar que es así de manera absoluta. Señalar que la lógica neoliberal se ha adueñado de todas las relaciones entre los actores universitarios, resulta tan falso como negar su extendida influencia; del mismo modo, imaginar que antaño todo se orientaba al bien social, y ahora la única tendencia es contribuir a la conservación del injusto status quo resulta absurdo. Reducir todo a la maldad es idéntico a negar graves problemas.

Bien dice Sabina que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. También defender sin cortapisas la perfección actual es ingenuo. La vida social se caracteriza por claroscuros, y es donde los matices son necesarios. Es más: indispensables.

Si algo le urge al debate nacional sobre la educación superior y sus problemas antiguos y modernos, es abandonar esa constante torpeza en comprender la complejidad de las cosas. Y en otros temas, sin duda. ¿Seremos capaces de abrir espacios donde la ponderación en el juicio sea moneda de curso legal e indispensable? De no hacerlo, estaremos embrollados. Lo dicho: en las crisis, urgen los matices. ¿Habrá? Más nos vale.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México.

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

Fuente: http://www.educacionfutura.org/universidades-mi-reino-por-un-matiz/

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Coronacrisis, neoliberalismo, democracia: Lo que vendrá

El coronavirus, en lugar de volverse un factor de cohesión para luchar contra un enemigo común, resultó lo contrario, a causa de ambiciones absurdas dentro del modelo neoliberal, que no sólo ha perdido legitimidad, sino que constituye una de las mayores amenazas tanto para la humanidad como para el planeta.

por Aram Aharonian

La pandemia puso en tela de juicio muchas de las certezas políticas que parecían haberse consolidado en las últimas cuatro décadas, sobre todo en el mundo occidental, esas que constituían (constituyen) el orden neoliberal.

Estas certezas eran el triunfo final del capitalismo sobre el socialismo soviético; la prioridad de los mercados en la regulación de la vida económica y social (con la privatización y desregulación de la economía y las políticas sociales y la reducción del papel del Estado); la globalización de la economía basada en ventajas comparativas en la producción y la distribución; la brutal flexibilización de las relaciones laborales como condición para aumentar el empleo y el crecimiento económico.

Esas certezas fueron aniquiladas por la realidad, y la coronacrisis demostró ante todo que es el Estado (no los mercados) quien puede proteger la vida de los ciudadanos.

También demostró que la globalización sólo beneficia a las trasnacionales y puede poner en peligro la supervivencia de los ciudadanos si cada país no produce bienes esenciales; que los trabajadores en empleos precarios son los más afectados por carecer de fuente de ingresos o protección social, una experiencia que en el Sur conocemos y padecemos desde hace mucho tiempo.

Y el acoso al sur no se detiene. Hace 20 años, según las agencias de inteligencia, la mayor amenaza terrorista contra Estados Unidos provenía de musulmanes ultraderechistas al otro lado del mundo –en Afganistán, Pakistán y Medio Oriente–, y hoy proviene del interior, de estadounidenses cristianos ultraderechistas y sus aliados, que se han expresado con actos violentos, incluso homicidios, en varias partes del país, y llegaron a intentar un golpe de Estado el 6 de enero al invadir el Capitolio para anular el proceso electoral nacional.

Ahora, la Casa Blanca y el Pentágono difundieron una serie de documentos en los que establecen que el cambio climático se yergue como una poderosa amenaza a su seguridad nacional, y alertan que tomarán medidas para prevenir sus consecuencias.

Según los documentos, EEUU debe prever que problemas ya existentes se agudizarán y surgirán otro nuevos, de los que sus tradicionales rivales, Rusia y China, podrán sacar provecho para su propio beneficio en detrimento de sus intereses. Uno de los aspectos que les preocupa especialmente es el de las migraciones, porque entienden que se incrementarán debido a las catástrofes provocadas por la furia de la naturaleza cada vez más descontrolada.

El fallecido historiador Howard Zinn señalaba que el establishment estadounidense depende mucho de la amnesia histórica, del hecho de que en ese país la gente no conoce esta historia. “No sólo no conoce lo que ocurrió a fines del siglo XIX o principios del XX; desconoce la historia de los 15 o 20 años atrás. Eso facilita que el gobierno diga al pueblo cosas que son inmediatamente aceptadas”, imponer imaginarios colectivos. Hoy, la memoria es clave para un futuro diferente.

Hasta el Papa Francisco se dio cuenta: aseguró que no se puede salir de la actual crisis por la pandemia “sin evolucionar hacia las periferias”, y tras exigir a los países más poderosos que reconozcan las asimetrías del mundo llamó a “abrirse y mirar hacia el futuro, sobre todo en este final de la pandemia (que) tiene que ser de una manera creativa. De una crisis no se sale igual, sino que se sale mejor o peor. Y ese final de pandemia tiene que ser hacia lo mejor. De lo contrario vamos a ir hacia atrás», dijo.

«En el imaginario colectivo existe una idea de que se puede recomenzar con una reconstrucción de las cosas como eran hasta ahora, pero eso no va. La pandemia es un desafío al cambio, es una crisis que nos lleva a cambiar. Si no, salimos peor, aunque no lo sintamos», añadió. Amén.

La humanidad ha perdido el control sobre el gigantesco experimento que ella misma desencadenó y que la conduce irremediablemente a una catástrofe. Contra lo que supone la inmensa mayoría, estamos en la hora de las definiciones y de las decisiones que habrán de determinar el destino de buena parte de la humanidad y sus creaciones, piensa el mexicano Víctor Toledo.

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos señala que las alternativas socialdemócratas y socialistas han vuelto a la imaginación de muchos, no solo porque la destrucción ecológica provocada por la expansión infinita del capitalismo ha llegado a límites extremos, sino porque, después de todo, los países que no han privatizado ni descapitalizado sus laboratorios parecen ser los más eficaces en la producción y más justos en la distribución de vacunas (Rusia y China).

Chau neoliberalismo

El presidente ruso, Vladimir Putin –al que difícilmente se lo pueda calificar de comunista- dijo que el modelo actual de capitalismo se ha agotado y que dentro de ese sistema es imposible salir del nudo de contradicciones cada vez más complejas que afectan a todos en ámbitos que van desde la crisis de la ecología, la degradación del medio ambiente, la injusta distribución de los bienes materiales, hasta la escasez de agua, la falta de energía eléctrica o las dificultades para recibir asistencia médica adecuada.

Lejos de Moscú, el expresidente de Bolivia, Evo Morales, señaló en su visita a México la incongruencia de los defensores del neoliberalismo, quienes antes de la pandemia clamaban por más mercado, mercado, mercado, pero ante la emergencia sanitaria y económica exigen todas las soluciones al mismo Estado al que tanto debilitaron y achicaron.

Indicó que las sociedades enfrentan dos alternativas: controlar los recursos naturales a través de la administración del Estado o cederlos a las transnacionales que actúan bajo la consigna del saqueo. A partir de esta alternativa, Evo criticó a los partidos que llegan al poder bajo las siglas del socialismo, pero una vez en el gobierno mantienen intacta la estructura de privatizaciones; una traición que comparó con el sistema político estadounidense, donde demócratas y republicanos se alternan sin cambios sustanciales.

Todos sabemos en que en nuestros sistemas capitalistas, las empresas y los empresarios son más importantes que el pueblo y las instituciones. Como ejemplo de la última semana, la multinacional energética española Iberdrola condicionó detener la incesante alza de precios de la electricidad –que alcanzó al 500%- a que el gobierno del presidente Pedro Sánchez se abstenga de cobrar impuestos que calificó de lesivos.

El alza de precios de la energía en España, país europeo, capitalista y con un presidente socialista de partido, puso en jaque a la industria y llevó a las familias a situaciones absurdas como lavar ropa o pasar la aspiradora de madrugada para evitar las cuotas de horas pico, y que ha empujado a las personas a buscar el auxilio de los bancos de alimentos porque ya no pueden permitirse el gasto de cocinar en casa.

Es otro ejemplo de que cuando se le da el control de un sector estratégico como el de la energía, la iniciativa privada lo convierte en arma para chantajear, extorsionar al Estado y la sociedad española a la puertas del invierno europeo, cuando el uso de la calefacción eléctrica o por gas (también en manos de empresas privadas) se convierte en asunto de vida o muerte en una amplia franja de la población.

Un editorial del diario mexicano La Jornada señala que cuando hemos llegado al extremo de que el consejo de administración de una trasnacional amenaza de manera directa a millones de personas y pone a un Estado en la disyuntiva entre cobrar impuestos o encarar un estallido de descontento social, está claro que el modelo neoliberal se ha vuelto en todo punto indefendible, y que emprender su desmantelamiento es una cuestión de supervivencia para las grandes mayorías.

El neoliberalismo también hace agua por este sur. La declaración de los estados de excepción en Chile y Ecuador es la mejor muestra del fracaso de las mal llamadas democracias liberales. En Ecuador sucede luego de que los Papeles de Pandora revelaron que el presidente Guillermo Lasso tiene cuentas ocultas en paraísos fiscales y blinda a militares y policías de cualquier juicio por sus actuaciones.

En Chile, el presidente Sebastián Piñera envía soldados, tanques y helicópteros de guerra a territorio mapuche, para frenar la recuperación de tierras del movimiento. Este hecho se produce mientras la Convención Constituyente sesiona para redactar un texto que supere la carta heredada del régimen de Pinochet.

Las cosas que se resuelven entre gallos y medianoches suelen ser poco democráticas. Las decisiones que afectan a las comunidades son producto de pactos o de imposiciones. Si el acuerdo es amplio, decimos que se trata de una disposición democrática. Por el contrario, cuando la decisión se toma entre pocos que pueden imponerla, hablamos de autocracia, dictadura, tiranía o plutocracia.

Las plutocracias establecen el predominio de la clase más rica de un país. El capitalismo, por lo tanto, ¿es un sistema esencialmente plutocrático? Si capitalismo y democracia se consideran una misma cosa, simplemente la vida no será digna (ni posible) para vastos sectores y la “inseguridad social” será la tónica de la convivencia: la calle, el estallido social parece ser la ¿única? respuesta de los muchos.

El mundo está en crisis. O mejor dicho, el modelo capitalista de mundo es el que lo está. A pesar de sus políticas distraccionistas como la mal llamada “revolución verde”, puerta de escape para la reconversión de un sistema capitalista estancado y de propiedad ultraconcentrada para seguir como modelo dominante, con las amenazas ambientales, climáticas y de guerra nuclear, poniendo en peligro la existencia de la humanidad.

Hay algo que está claro: nuestras sociedades latinoamericanocaribeñas ya no serán las mismas de antes de la pandemia. Y entonces habrá que “inventar” un pensamiento adecuado a la nueva realidad social. Habrá millones más de desempleados, mucha más hambre, paralelos a una impagable y odiosa deuda externa y a las políticas de ajuste que exige el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Uno de los principales desafíos que enfrenta el pensamiento crítico latinoamericano radica en plantear la crítica de los discursos legitimadores del orden colonial y la visión de “otro” inferior, o sea analizar la decolonialidad del saber y la necesidad de un saber situado, o sea la geopolítica del conocimiento.

Como dijera el gaucho Martín Fierro -poema considerado ejemplar del género gauchesco, escrito por el poeta argentino José Hernández en 1872-: Vengan santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda y se me turba la mente…

Coronacrisis, neoliberalismo, democracia: lo que vendrá

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Pedagogía de las Primeras Líneas

Por: Hernán Ouviña

Hace dos años, un 18 de octubre de 2019, miles de estudiantes secundarios/as de toda la capital chilena realizaron una jornada masiva de evasión en el Metro de Santiago («evadir, no pagar, otra forma de luchar» fue la consigna de autoconvocatoria en los principales puntos neurálgicos de la línea subterránea), ante un nuevo intento de despojo expresado en el alza de pasajes impuesto por el gobierno derechista de Sebastián Piñera. Lo que comenzó como un repudio y boicot activo contra el aumento de 30 pesos en el costo de este medio de transporte público, desencadenó de manera más profunda y transversal un desacato contra treinta años de neoliberalismo recargado, que hizo crujir el modelo chileno, ayer denominado por gobiernos de la Concertación como el «jaguar latinoamericano» y hasta días antes de la revuelta caracterizado por Piñera como el «oasis» de la región.

Las protestas masivas que se sucedieron resquebrajaron las bases de un sistema que logró continuidad durante los 30 años de “democracia” tutelada, sustentado en una férrea alianza estatal-mercantil al servicio de las clases dominantes locales y el empresariado transnacional, más allá de los vaivenes gubernamentales. Este hastío e irrupción plebeya, si bien tuvo contornos espontáneos indudables, hunde sus raíces en un largo e invisible proceso de erosión de la hegemonía neoliberal, e incluso de cuestionamiento de las lógicas coloniales, heteropatriarcales y capitalistas, protagonizado por una multiplicidad de pueblos, comunidades, organizaciones y movimientos populares, que van desde la resistencia ancestral mapuche a los ciclos de lucha estudiantil de 2001, 2006 y 2011, pasando por las movilizaciones multitudinarias en torno al NO+AFP (fondos de pensión privatizados) y las protestas feministas de 2018 y 2019.

La revuelta en territorio chileno implicó un punto de quiebre a escala continental, ya que, si bien no fue la primera, sí puso en evidencia una común vocación de acuerpamiento colectivo y de beligerancia callejera de enorme radicalidad, que irradió su potencialidad hacia diversas latitudes de América Latina e incluso del sur global, configurando un haz de insubordinación y cuestionamiento del orden dominante de carácter transfronterizo. Tengamos en cuenta que menos de una semana después de culminada la insurrección popular en Quito, donde hicieron aparición las primeras líneas, Santiago de Chile fue sacudida por esta protesta inusitada, cuyos repertorios de acción, desacato y formas de confrontación reenviaban a las vividas en el territorio ecuatoriano. Luego le sucederían las jornadas convulsionadas en Colombia, con una similar huelga política caracterizada por el desborde en las calles. Y, en simultáneo a estos procesos, Haití se veía conmocionada por numerosas movilizaciones callejeras con un idéntico espíritu insumiso y de hartazgo generalizado. En todos estos casos, lo que irrumpieron no fueron tanto movimientos populares como pueblos en movimiento, donde el liderazgo colectivo resultó ser la regla.

Si contemplamos todo este crisol de rebeliones desde un prisma que tome distancia del mero coyunturalismo y pondere la correlación de fuerzas a nivel continental, no hay duda alguna de que la reactivación del ciclo de impugnación al neoliberalismo estuvo motivada por un nuevo ímpetu antagonista, que desde el hartazgo popular logró trastocar un cierto «conformismo» (o sentido de inevitabilidad, propio del realismo capitalista) a nivel regional e involucrar -como rasgo de suma originalidad- un relevo múltiple.

En primer lugar, el más evidente es el generacional, ya que las juventudes fueron las principales impulsoras de estos levantamientos (adolescentes de Liceos y secundaristas en el caso de Chile; juventudes indígenas, precarizadas y urbano-populares en Ecuador; estudiantes universitarios, jóvenes indígenas y de barriadas humildes en Colombia).

Pero también es importante destacar el relevo de género, ya que las mujeres (y disidencias) se destacaron en las primeas líneas, las tareas de autocuidado y reproducción en espacios públicos, refugios y barricadas, así como el sostenimiento de las tramas comunitarias, las ollas comunes y el acuerpamiento colectivo en las calles, algo que se sostuvo más allá de las alzas y reflujos de la lucha confrontacional, en barrios y comunidades donde cumplieron un papel clave en el contexto pandémico.

Por último, el relevo es étnico, en la medida en que las revueltas han asumido un carácter anticolonial y antirracista, de reivindicación de las identidades indígenas, afros, palenqueras y cimarronas, en suma, plurinacionales, exigiendo en numerosas ocasiones un reordenamiento territorial que, de concretarse, dislocaría las fronteras arbitrarias y la juridicidad capitalista impuestas por los Estados liberales colonial-republicanos.

De conjunto, este relevo múltiple se destaca por la emergencia de novedosos liderazgos, menos burocratizados, refractarios a toda política elitista y con altos niveles de combatividad y osadía, que van desde el expresado por las bases de la CONAIE, las comunidades indígenas en Wallmapu y en el Cauca colombiano, al desplegado por el movimiento feminista y LGBT o por el activismo estudiantil y artístico-cultural, teniendo a la recreación del internacionalismo como un rasgo distintivo y a la asamblea como forma transversal de autoorganización y sostén de los procesos de lucha, a partir de un vínculo más estrecho y orgánico entre medios y fines, que apuesta a la prefiguración «aquí y ahora» de los gérmenes de la sociedad futura.

Octubre fungió así de parteaguas a escala continental, inaugurando un período de envalentonamiento de los pueblos y clases subalternas frente al orden dominante. El hartazgo y la ruptura de la relación mando-obediencia se cobró revancha derribando monumentos, evadiendo molinetes, cuestionando fronteras, confrontando con la policía, disolviendo prejuicios y anudando reclamos, estampando consignas insumisas en muros e incendiando edificios emblemáticos. En paralelo, se gestaron instancias de autogobierno territorial, parlamentos populares, ámbitos de democracia comunitaria, asambleas territoriales, mandatos de base y primeras líneas que hicieron de la audacia y el autocuidado colectivo estandartes de lucha.

Las rebeliones populares, luchas de barricadas y huelgas políticas de masas que en los últimos dos años han despuntado en estos países, fungen de enormes escuelas a cielo abierto de las que aprender y nutrirse. Hay en ellas latiendo una pedagogía de las primeras líneas, que brinda hondas enseñanzas para los pueblos de Abya Yala, en la medida en que en estos levantamientos e insurrecciones se reescribe la historia a contrapelo, a partir de unos trazos iniciales y fulgurantes -las primeras letras de aquello novedoso que aún está naciendo-, en los que la palabra ardiente es atizada, contagiando esperanza al calor de la recuperación de lo público-comunitario, el apoyo mutuo y la demostración de que “el cambio es difícil pero posible”.

El confinamiento y la dislocación de la vida cotidiana que impuso la pandemia no desactivó del todo a estos nuevos imaginarios disruptivos que aspiran a revolucionarlo todo. Pero la crisis orgánica que hoy sacude hasta los cimientos a buena parte de Nuestra América y a otros puntos del planeta, jamás debe leerse como garantía de triunfo, aunque tampoco amerita ser interpretada en una clave igualmente derrotista. Más bien cabe pensarla en tanto escuela de conocimiento e instante anómalo en la vida social, que puede deparar diferentes y hasta contrapuestos escenarios posibles.

Por ello es fundamental escamotear el fatalismo inmovilizante y hacer de la indignación un motor colectivo, que contribuya a reanudar la lucha en un doble sentido: por un lado, para relanzar un nuevo ciclo de protestas basado en el antagonismo, las manifestaciones creativas y la presencia organizada en las calles, sin perder radicalidad ni osadía; por el otro, para volver a anudar e hilar articulaciones, construyendo nodos de interseccionalidad que hermanen y potencien desde abajo a estas apuestas emancipatorias tan obstinadas. Son tiempos de ejercitar esa pedagogía de la esperanza que tanto ansió el querido Paulo Freire.

Fuete de la información: https://desinformemonos.org/pedagogia-de-las-primeras-lineas/

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“La universidad tiene un papel central en el fomento de la democracia y el pensamiento crítico”

Por: Karina Batthyány

En esta lógica de trabajo y de preparación que vamos rumbo a nuestra novena Conferencia en la UNAM el año próximo en junio, propongo seguir recorriendo alguno de los ejes que se van a estar abordando, discutiendo y elaborando alternativas y perspectivas en esos días de trabajo en la Conferencia. Y en este caso es sobre Educación Superior y Universidades, y particularmente Universidades Públicas.

Antes de comenzar con el desarrollo, quiero expresar desde aquí también mi solidaridad con Gerardo Caetano y la solidaridad de CLACSO, de su Comité Directivo con Gerardo Caetano, justamente un referente de la Universidad Pública uruguaya de la Universidad de la República, que ha sido víctima de agravios, de acciones intimidantes, y queremos expresar la solidaridad con él y además repudiar este tipo de acciones que en nada contribuyen a las democracias, al fortalecimiento democrático y plural y la expresión plural de las ideas en nuestros países.

Vamos entonces al tema de hoy: educación superior, universidades y los desafíos que se plantean. En primer lugar, decir que este tema será uno de los ejes de trabajo en nuestra Conferencia #CLACSO2022 de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y que vamos a colocar allí a discusión el papel de las universidades públicas, el papel del conocimiento como bien público y el derecho humano a la educación superior. En definitiva, colocar allí el papel de las universidades en el mundo actual y en nuestra región latinoamericana y caribeña que, como sabemos, está atravesando una encrucijada muy compleja por una serie de fenómenos que hemos ido desarrollando en estas columnas y que tienen que ver con lo económico, ambiental, político, ideológico, cultural, social, por supuesto lo vinculado a la salud y a los sistemas sanitarios.

Estas complejidades que además nos hablan de la necesidad de abordar analíticamente dimensiones como los derechos humanos, las desigualdades, las migraciones, los fenómenos de corrupción, las violencias, las inseguridades, y un largo etcétera, es en definitiva un lugar donde se discute y se construye alternativas son las universidades, los sistemas de educación superior. Por eso creemos que es muy importante en este marco, entendiendo estas encrucijadas que estamos atravesando, profundizar y complejizar el análisis y reflexión crítica también sobre el papel de la educación superior y particularmente de la educación superior pública y de la educación superior como derecho humano.

Analizar los alcances, las limitaciones, los retos que hoy enfrenta la educación superior tanto a nivel local como a nivel regional, sobre todo en aquellos modelos donde priman todavía los patrones neoliberales y donde se plantea también la educación superior como una mercancía. Plantear enfáticamente la necesidad de defender a la educación superior como derecho humano tal como se acordó en la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) en 2018. Recordemos que la CRES en el 2018 se refería justamente al acceso, al uso y a la democratización del conocimiento como un bien social, como un bien colectivo y como un bien estratégico, esencial para garantizar los derechos humanos básicos. Planteaba a la educación, la ciencia, la tecnología y las artes como un medio para la libertad y para la igualdad, garantizándolas a todos y todas sin distinción social, de género, étnica, de religión o de edad.

La educación, decía la CRES en 2018, no es una mercancía y por eso instamos a los estado Nacionales a no subscribir tratados bilaterales o multilaterales de Libre Comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten formas de mercantilización en cualquier nivel del sistema educativo.

Conocemos bien esta realidad porque desde los 80’ en nuestra región la educación superior se convirtió en un objeto de mercado, en un proceso que entró en un proceso de mercantilización creciente de acuerdo a las dinámicas y a las reglas de los mercados locales o internacionales. Y porque también en la mayoría de los países, incluso en aquellos que tienen una fuerte tradición de universidad pública como puede ser el caso de Uruguay, de una universidad pública, laica y gratuita, no se ha logrado todavía discutir justamente el tema de cómo se financia la educación superior, y sigue siendo todavía un financiamiento marginal desde el punto de vista público y parte de un negocio –si lo podemos llamar así– privado en el ámbito del mercado.

Queremos colocar la vida y la educación en el centro y desplazar también de este ámbito el eje que hoy está centrado en el mercado. Es por eso que CLACSO y las universidades públicas de América Latina y el Caribe desde siempre e históricamente llevan adelante esta reivindicación en términos también de promover desde estos lugares de educación pública nuevos horizontes de reflexión crítica y de reflexión emancipadora. Para esto insistimos en la idea de colocar al conocimiento como un bien público, como un bien común –como se denomina en algunos casos– en esta disputa a nivel tanto regional como internacional que se está dando y que involucra también otro aspecto que es la idea del acceso abierto y de la ciencia abierta.

Estos debates creemos que contribuyen a efectivamente diseñar modelos educativos que permitan relacionar la investigación, la docencia, la extensión desde un marco de cooperación regional y desde un marco de cooperación regional abierta a las comunidades, a las comunidades no universitarias, y que permita también recuperar otras formas de conocimiento que permiten en definitiva enriquecer los diálogos tan necesarios en torno a la educación superior y a las universidades, en particular en nuestra región hoy.

Por último, quiero llamar la atención con los procesos de inestabilidad política que se están viviendo en algunos de los países de nuestra región que también amenazan el desarrollo del conocimiento y particularmente esta idea del conocimiento como bien público y las universidades como lugar de producción de conocimiento. La amenazan sea por medio de reducciones o recortes presupuestales o por medio de restricciones políticas a la libertad intelectual y al ejercicio profesional.

En definitiva entonces queremos colocar este eje como uno de los ejes centrales de nuestra Conferencia # para seguir desde CLACSO impulsando un espacio de encuentro, de las voces críticas, de las voces que promueven la reflexión y el debate en torno al rol de la educación superior y las universidades públicas, para poder pensar en conjunto alternativas para poder avanzar en esta idea de fortalecimiento del sistema de educación superior público en América Latina y el Caribe.

Creemos que la universidad tiene además un papel central en el fomento de la democracia, de la solidaridad, de la interdependencia, de la responsabilidad y por supuesto del pensamiento crítico que, como siempre decimos, es un pensamiento que además promueve o lleva implícita la idea de la transformación social.

https://www.clacso.org/la-universidad-tiene-un-papel-central-en-el-fomento-de-la-democracia-y-el-pensamiento-critico/

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Rescatar al Estado para rescatar la democracia

Por: Emir Sader 

En este artículo el autor sostiene la necesidad de rescatar el Estado como condición necesaria para rescatar la democracia.


El surgimiento del neoliberalismo fue, al mismo tiempo, el inicio de la campaña frontal de crítica y descalificación del Estado. Las críticas a su incompetencia, su burocracia, por ser fuente de corrupción, por no tener dinamismo económico, por gastar demasiados recursos en servidores públicos, por rechazar erróneamente la competencia del libre mercado, por su carácter autoritario, se concentraron en el Estado.

En definitiva, sin Estado o con un Estado mínimo, la sociedad funcionaría mejor, la economía sería más dinámica, los precios serían más bajos y habría más democracia. Esta promesa neoliberal, de hecho, se traduce en la centralidad del mercado, la supresión de los derechos de la gran mayoría de la población, la mercantilización de la sociedad y la imposición del reino del dinero, donde todo tiene un precio, todo es mercancía, todo se vende, todo se compra.

En el Foro Social Mundial se unieron varias corrientes antineoliberales, que aglutinaron distintas concepciones del Estado: visiones como las de John Holloway, para quien sería posible cambiar el mundo sin tomar el poder, o las concepciones de Toni Negri y otros, entre los que se encontraba en ese momento, Boaventura de Sousa Santos y otros intelectuales europeos, que se sumaron al ataque al Estado.

Desde este punto de vista, el Estado sería una institución conservadora, autoritaria, que se opondría a la sociedad civil, reproduciendo la visión clásica del liberalismo. Se unían, así, en una postura aparentemente común: la oposición al Estado, posiciones liberales y sectores que decían ser antineoliberales.

Cuando surgieron gobiernos antineoliberales en América Latina, el Estado se convirtió en un instrumento fundamental en la lucha por la superación del neoliberalismo, demostrando el papel fundamental del Estado en inducir la reanudación del crecimiento económico, la implementación de políticas sociales y políticas exteriores soberanas.

Había que reciclar las miradas contra el Estado de corrientes presentes en el FSM  o aislarse del proceso real de superación del neoliberalismo en países como Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador.

La posición en relación con el Estado siguió siendo decisiva en la era neoliberal. La descalificación del Estado se restringió cada vez más a posiciones neoliberales. Gobiernos o fuerzas antineoliberales comenzaron a proponer un proceso de democratización del Estado, como condición para que éste tenga una función antineoliberal.

En oposición al Estado mínimo, el Estado empezó a asumir funciones económicas, sociales y políticas renovadas. Pero, a pesar de ese rescate de su rol, no fue posible revertir la descalificación de las empresas estatales, por ejemplo, manteniendo un consenso favorable a la privatización de las empresas públicas. Es una de las disputas ideológicas más importantes de la actualidad.

 Hay quienes defienden una “autonomía de los movimientos sociales”. ¿Autonomía en relación a qué? ¿Al Estado? ¿La política? Representaría una posición corporativa, de reflujo de los movimientos sociales sobre sí mismos, sin articularse con la fuerza política, sin disputar la hegemonía en la sociedad en su conjunto.

Esta postura antiestatal impide que la fuerza social, la fuerza de masas acumulada en la resistencia al neoliberalismo, permita la construcción de una alternativa política al neoliberalismo.

La posición en relación al Estado acaba siendo decisiva para definir cada fuerza política en la era neoliberal. La izquierda, frontalmente antineoliberal, disputa la hegemonía política en la sociedad, lucha por dirigir al Estado y convertirlo en un instrumento de superación del neoliberalismo.

Pero no puede contentarse con el Estado existente. Es un aparato burocrático, que no está diseñado para transformar la sociedad, sino para mantenerla como está. Tiene vínculos promiscuos con grandes intereses privados, tiene fuertes intereses corporativos. Para hacer del Estado un instrumento de democratización de la sociedad, la izquierda debe, ante todo, democratizar el Estado, transformar sus estructuras internas, establecer vínculos estrechos con las fuerzas sociales.

El presupuesto participativo fue un ejemplo de la redefinición de las relaciones del Estado con las fuerzas sociales y políticas de manera concreta. Poner en manos de estas fuerzas las definiciones presupuestarias -quién debe pagar impuestos, qué hacer con estos recursos- es un principio fundamental para la democratización del Estado y la sociedad, que la izquierda tiene que retomar y desarrollar, en base a ello, otros públicos. políticas.

El rescate del Estado y su democratización son condiciones indispensables para el rescate de la democracia.

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En la organización comunitaria es donde nace el cambio

Por:  Roberto Patiño

Desde hace muchos años hemos decidido apoyar el trabajo en las comunidades organizadas. Nuestra razón y pasión es el trabajo social, el servicio al otro, fundados en la certeza de que son las propias comunidades, organizadas y empoderadas, los principales actores del cambio. Solo los proyectos que nacen dentro de la organización popular, son capaces de sobrevivir en el tiempo y dar respuestas concretas a las necesidades de la gente.

Nosotros apostamos por un tipo de liderazgo popular, que se construye desde las bases, de abajo hacia arriba, en el diálogo directo con la gente, que sabe reconocer sus verdaderos problemas y que ofrecen soluciones concretas para recuperar su calidad de vida. Hemos aprendido, junto a nuestros líderes y comunidades, que el trabajo que se realiza entre todos, fundados en los valores de la solidaridad, el emprendimiento y la democracia, son capaces de resistir el paso de tiempo y apuntalar un profundo sentido de democracia que no se ha perdido en nuestro país, pese a todos los esfuerzos del régimen.

Hemos constatado que el esfuerzo organizado por mejorar las condiciones de vida, es un hilo que une el concepto de “democracia” con la gente. En la medida en que las comunidades se organizan, empoderan, trabajan en redes, se fortalece el valor de la democracia: no es posible que los liderazgos se consoliden sin que se entablen relaciones de responsabilidad y confianza entre ellos y las comunidades. Trabajar por y para los demás, con el apoyo y la organización popular, ha sido el vivero de nuevos liderazgos democráticos y el mejor camino para comenzar el cambio que quieren todos los venezolanos.

Somos parte de un movimiento, de un ejercicio político que se funda en el trabajo en las comunidades y sus líderes, que cree en el fortalecimiento de las capacidades organizativas y productivas en los sectores populares. Creemos en un liderazgo sólido, el que nace del diálogo y el trabajo con la gente, en la calle, un liderazgo político más allá de lo electoral, una manera de entender el poder como una forma de organización que trabaja por el cambio democrático en Venezuela cuando trabaja por la calidad de vida de los venezolanos.

Este trabajo está al lado de miles de venezolanos que se han sumado al cambio en nuestra ciudad capital y sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, nuestro esfuerzo seguirá en las comunidades, fortaleciendo la organización popular, los valores democráticos y solidarios que nos han caracterizado como nación. Son huellas que están presentes en forma de una verdadera organización popular que seguirá luchando por el cambio democrático que quieren los caraqueños.

Trabajemos unidos por el cambio en Caracas.

www.rpatino.com

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/en-la-organizacion-comunitaria-es-donde-nace-el-cambio/

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