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¿Por qué lo llamamos amor si es acoso sexual?

Por María Acaso

Imagina que estás tumbada o tumbado tranquilamente en el espacio público. Tus ojos están cerrados, tus brazos reposan a ambos lados del cuerpo, estás quieta, eres vulnerable. Puede que estés dormida o dormido, o puede que no. Pero, evidentemente, estás en un proceso de introspección. De repente, sin tu consentimiento, un desconocido o una desconocida te besa en la boca… ¿Cuál sería tu reacción?

En mi caso, desde luego, la primera reacción sería de perplejidad, seguida de la furia que nace de la indignación. Me sentiría absolutamente indignada si un ser humano, sea del género que sea, se tomara la libertad de ejercer en mi cuerpo un gesto que, en la cultura a la que pertenezco, se entiende como un signo de máxima intimidad que inicia el proceso del ritual sexual y autoriza la continuación hasta el coito; un gesto muy diferente al de un beso en la frente o en la mejilla, ya que frente y mejilla no son orificios, y la boca sí.

Un beso en la boca es un acto sexual; un beso en la mejilla o en la frente no lo es. Culturalmente, para la mentalidad europea, el inicio de muchas relaciones sexuales se sella con un beso en la boca. Por lo tanto, si un desconocido, sin mi autorización explícita (me pregunto cómo voy a rechazar algo explícitamente si estoy dormida), me besa en la boca, estamos hablando abiertamente de acoso sexual, entendiendo el acoso sexual, según la RAE, como el «Tipo de acoso que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre». Además, mi quietud se entiende como disponibilidad, y la ausencia de resistencia (recordemos que estoy con los ojos cerrados) impide que el acto sea calificado de violento. ¿Os suena?

No es ninguna justificación que el cuento de Blancanieves sea del siglo XVIII ni que la película de Disney se estrenase en 1937: los temas que tratan tanto el cuento como la película son absolutamente actuales y están en conexión con los hechos de #lamanada que están removiendo profundamente las conciencias patriarcales de nuestro país.

En realidad, todo el cuento de Blancanieves (qué casualidad este nombre, ligado por dos veces a la pureza, máxima virtud femenina en la cultura judeo-cristiana) gira en torno a los diferentes periodos del ciclo sexual femenino. Recordemos que la madrastra (que no ha tenido hijos y es, por lo tanto, una reina inútil casada en segundas nupcias con un padre ausente, un tema muy interesante que dejamos para otro post) está entrando en la menopausia y perdiendo a la vez su belleza y su fertilidad, muriéndose de celos ante las transformaciones de Blancanieves, quien está entrando en su periodo fértil y ha tenido su menarquia (su primera regla, para los que desconocen este término).

En el momento en que Blancanieves, la legítima heredera del trono, es capaz de engendrar descendencia, ha de ser recluida en un lugar seguro donde no pueda ser fecundada por alguien que no pertenezca a su clase social. Por esa razón, su existencia se ve reducida a vivir con siete «enanitos», seres aparentemente asexuales que la protegen de la cultura de la violación en la que todas nosotras vivimos y en la que los cuentos nos educan para que nos defendamos en vez de dedicarnos a erradicarla entre todos y todas.

La entrada de nuestra protagonista en coma, debido a las pérfidas estrategias de la madrasta menopáusica, solo finaliza cuando un desconocido, sin su consentimiento, la besa en la boca, lo que produce su despertar y su entrada en un matrimonio heterosexual monógamo con alguien de su clase y raza. Fin de la historia.

Blancanieves recibe el beso en la boca de un extraño que se considera legitimado para llevar a cabo un gesto que debemos empezar a identificar como acoso, porque lo es. Realmente, la función de la cultura popular es sostener el statu quo político en cuestiones de género, raza y clase. Por lo tanto, el problema es que no identificamos este gesto como un acoso precisamente por el proceso de normalización que han desplegado los cuentos populares, primero, y las películas basadas en dichos cuentos, después.

Esta secuencia del cuento de Blancanieves o la aparición del lobo en el de Caperucita Roja (cuento que normaliza la cultura de la violación, enseñando a las niñas a tener miedo de los varones desconocidos una vez que han tenido su primera regla, representada en su capa roja) son representaciones que poco a poco, gota a gota, cuento a cuento, visionado tras visionado de películas de Disney, generan procesos que, cuando los deconstruimos, los descontextualizamos y los analizamos, empezamos a entenderlos como lo que son: micro acosos sexuales (como los piropos o los chistes) que consiguen, con la fuerza irrebatible de la repetición, que el caso de #lamanada haya concluido con una sentencia de abuso y no de agresión.

Esta cadena de normalización de los #microacosos nos lleva a normalizar los #macroacosos (es decir, las agresiones y las violaciones), a quitarles importancia y a soportar una cultura de la violación que es la base del patriarcado y del sistema capitalista, puesto que provoca el miedo que nos sitúa a las mujeres en unos lugares determinados.

Pero vayamos a lo que ocurrió el pasado sábado 12 de mayo. Ese día tenía la responsabilidad de dar una charla ante mil profesoras (90%) y profesores (10%) de Castilla-La Mancha. Empecé por visibilizar que, debido a que en la sala había un mayor número de mujeres, hablaría en plural femenino; después visibilicé que, en el vídeo de bienvenida al congreso, ninguna de las grandes frases sobre educación que se habían escogido pertenecía a una mujer; y, para terminar, también hice notar que el ponente que me había precedido, de las cuarenta figuras que expuso en su presentación, solo visibilizó a cuatro mujeres, y para situarlas a todas en situación de mofa.

Una vez explicada mi posición, continué mi charla defendiendo el papel crucial de las artes en la educación, especialmente en lo relativo al desarrollo del pensamiento crítico visual, y analicé la imagen del beso del príncipe a Blancanieves como ejemplo de acoso sexual.

Tras mi charla, una congresista pidió a la organización el micrófono para, desde el escenario, elogiar y defender la charla del ponente anterior, lo cual provocó una gran ovación en la sala. Cuando otro congresista cogió ese mismo micrófono para hacer la réplica, ya no le dejaron seguir.

El sujeto patriarcal no tiene sexo: puede ser un hombre o una mujer, y en este caso fue lo segundo. Yo había desarrollado mi deconstrucción de la presentación del docente anterior desde el máximo respeto, simplemente citando la evidencia de las cantidades y la selección de esas cuatro mujeres en situación de mofa. Pero cuando las mujeres visibilizamos estas cosas siempre se entienden como agresiones.

Todo lo que ocurrió el sábado merece ser leído y deconstruido en el contexto que estamos viviendo. De los miles de artículos que han tratado el tema de #lamanada, hay uno que me llamó poderosamente la atención, el publicado por eldiario.es el 2 de mayo. En él podíamos leer que dos mil psicólogos y psiquiatras habían criticado la sentencia y habían firmado una carta para mostrar su apoyo a la víctima, al tiempo que reclamaban formación en perspectiva de género. La carta firmada por estos profesionales terminaba de la siguiente manera: «Por último, añadimos la urgente necesidad de la prevención, incluyendo desde la infancia una educación sexual no patriarcal, con perspectiva de género, transversal y estructural».

De la misma manera que, tras muchos años de trabajo en la intersección de las artes, la cultura visual y los feminismos, he sido capaz de detectar en el discurso visual de mi compañero ponente un discurso invisible que muestra a las mujeres en una posición que las ridiculiza, o que problematizo (como muchas otras teóricas, y no tan teóricas) el beso de Blancanieves mirándolo desde una perspectiva situada y no tan amable, creo que es urgente y necesario que la educación artística vuelva a ser obligatoria en la educación primaria.

Hacer desaparecer del currículum oficial el único grupo de asignaturas que son capaces de desarrollar de manera profunda el pensamiento crítico visual es una decisión claramente política para que sigamos pensando, todas y todos, que ciertos actos no son acoso sexual, sino amor verdadero.

Fuente_ http://www.mariaacaso.es/lo-llaman-amor-acoso-sexual/#more-1904

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Chile: Declaración de académicas por tomas feministas “No buscamos una universidad más neoliberal con perspectiva de género. Buscamos transformar la educación”

Chile/19 de Mayo de 2018/Rebelión

Estamos ante un movimiento de trascendencia histórica. Se levantan en nuestro país, en diversas universidades, asambleas, paros y tomas feministas, configurando formas de acción colectiva que hace pocos años atrás no eran siquiera imaginables y que hoy irrumpen en el escenario público para impugnar los cimientos patriarcales y androcéntricos de las instituciones universitarias.

Este nuevo ciclo de movilizaciones, que se inicia por denuncias de acoso sexual y por la insuficiencia de los protocolos y normativas existentes, abre una inédita posibilidad de poner en cuestión el sistema de educación superior en su conjunto, en tanto la violencia machista y la reproducción de las desigualdades de género denunciadas, están estrechamente imbricadas con el carácter antidemocrático y mercantil de las instituciones educativas.

Sabemos que la violencia de género es grande y compleja y que atraviesa todas las esferas de nuestra vida. Por ello, transformar esta dimensión en las universidades implica transformar estructuralmente la educación, minando las bases del sexismo que reproduce, en las instituciones educativas, la división sexual del trabajo, reforzando la asociación de razón, poder y éxito en el mercado con lo masculino y de emocionalidad, subordinación natural y precarización con lo femenino. En este sentido, no es para nada casual que usemos la frase “casa de estudios” para nombrar las universidades, si vemos cómo estas replican los roles de género, constituyendo así una extensión de la casa heteropatriarcal en la esfera de la educación formal.

La lucha contra el patriarcado y contra la reproducción de los roles de género es también una lucha contra la educación de mercado, pues las carreras feminizadas, asociadas a las labores de cuidado, crianza y empatía, son precisamente las más precarizadas, mientras que las carreras típicamente masculinas son las más valoradas socialmente, las más exitosas en el mercado y las que cuentan con mayores recursos. Esto sigue reforzando la reproducción de los roles de género y perpetúa la violencia hacia los cuerpos feminizados. El feminismo, precisamente, invita a impugnar esa reproducción y a entender que no podemos luchar en contra del patriarcado en la educación sin luchar en contra del mercado que refuerza las asimetrías de género y que orienta las instituciones educativas.

Pensar la educación feminista significa pensar la democracia, la libertad y la igualdad. Ideales que no son sinónimo de empoderamiento individual y meritocracia, sustentada en privilegios socioculturales y que tampoco pueden ser procesados mediante la adición cosmética de la “perspectiva de género” en cursos, programas de perfeccionamiento o formación contínua, capacitaciones u otros mecanismos propios de la administración universitaria neoliberal. Una educación feminista significa transformación desde la raíz, abarcando el orden jurídico (cambio de estatutos desde una ordenación feminista), igualdad sustantiva (procedimientos de paridad, igualdad de salarios, etc.), perspectiva teórica feminista para el cuestionamiento general del concepto de educación y de universidad, desde las disciplinas hasta las jerarquías. La educación feminista significa también retomar las históricas banderas de la lucha por la educación pública e insistir en la educación como un derecho social y en la necesidad de financiamiento directo a las universidades públicas, para poder materializar un proyecto educativo transformador y garantizar condiciones de dignidad e igualdad laboral para académicas/os y funcionarias/os, porque el feminismo impugna también la precarización del trabajo.

El feminismo pone en cuestión las jerarquías, los privilegios y las desigualdades, pues precisamente las asimetrías de poder y el carácter estamental en los espacios sociales generan condiciones propicias para el abuso y para su naturalización. En ese sentido, la democratización de las instituciones educativas y el trabajo triestamental son condiciones de posibilidad para llevar adelante la transformación de nuestras universidades desde una perspectiva feminista.

Las movilizaciones estudiantiles que han estallado son una rebelión contra la injusticia que imponen los mandatos del género en el neoliberalismo. Por tanto, la recuperación de la educación pública de la captura del mercado sexista no pasa por tener una universidad más neoliberal con “perspectiva de género”, sino por derribar las bases de la educación mercantil-sexista para construir desde el feminismo una nueva educación pública.

Saludamos y apoyamos con entusiasmo a las estudiantes que han levantado este movimiento y como diputada feminista, profesoras universitarias, escritoras e intelectuales hacemos un llamado a asumir un rol activo en esta movilización, organizándonos, creando espacios de discusión y articulándonos en una alianza feminista amplia, que siente las bases de un nuevo pacto social por una nueva educación pública, democrática y feminista.

Firmantes:

Camila Rojas Valderrama. Diputada Izquierda Autónoma. Frente Amplio.

Beatriz Sánchez. Instituto de Comunicaciones e Imagen. Universidad de Chile.

Faride Zerán Chelech. Universidad de Chile.

Diamela Eltit. Escritora.

Nelly Richard. Crítica Cultural y Ensayista.

Alejandra Castillo. Filósofa feminista. Departamento de Filosofía. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Daniela López Leiva. Encargada Feminista Diputación Camila Rojas Valderrama.

Pierina Ferretti. Socióloga. Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos Universidad de Chile – Fundación Nodo XXI.

Camila Miranda. Directora Fundación Nodo XXI.

Carolina Olmedo Carrasco. Universidad Alberto Hurtado. Directora Fundación Nodo XXI.

Yesenia Alegre Valencia. Socióloga. Universidad Viña del Mar. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Leticia Arancibia Martinez. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Gloria Caceres Julio. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

María Angélica Cruz. Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Mónica Iglesias. Instituto de Sociología. Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Patricia González San Martín. Facultad de Humanidades. Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Tania de Armas Pedraza. Directora Departamento de Sociología Universidad Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Sonia Reyes Herrera. Instituto de Sociología Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Lorena Zuchel Lovera. Departamento de Estudios Humanísticos UTFSM. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Jeanne Hersant. Departamento de Sociología Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Alejandra Ramm Santelices. Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Claudia Montero. Instituto de Historia y Ciencias Sociales Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Maribel Ramos Hernández. Departamento de Sociología Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Marjorie Mardones Leiva. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Pamela Soto Vergara. Psicóloga. Universidad Andrés Bello.

Luna Follegati Montenegro. Historiadora. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Rosario Olivares. Departamento de Filosofía. Universidad Alberto Hurtado.

Carolina Avalos. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Austral de Chile.

Lelya Troncoso. Trabajo Social. Universidad de Chile.

Mia Dragnic. Socióloga. Maestra en Estudios de Género. Universidad de Chile.

Caterine Galaz. Trabajo Social. Universidad de Chile.

Hillary Hiner. Escuela de Historia. Universidad Diego Portales.

Laura Albornoz Pollmann. Departamento de Derecho Privado. Universidad de Chile.

Daniela Marzi. Universidad de Valparaíso.

Javiera Arce. Universidad de Valparaíso.

Isabel Piper. Psicología. Universidad de Chile.

Paula Quintana. Instituto de Sociología. Universidad de Valparaíso.

Antonella Marín. Instituto Arcos Viña del Mar.

Paula López. Instituto Arcos Viña del Mar.

Eloid Chabaud. Instituto Arcos Viña del Mar.

Ana Luisa Muñoz. Profesora de Historia e Investigadora.

Claudia Rojas Necuhual. Facultad de Economía y Negocios. Universidad de Chile.

Ana Traverso. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Austral de Chile.

Karen Alfaro. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Austral de Chile.

Mónica Peña. Facultad de Psicología. Universidad Diego Portales.

Ariadna Biotti Silva. Archivo Central Andrés Bello. Universidad de Chile.

Javiera Carmona Jiménez. Universidad de Playa Ancha.

María José Yaksic. Magíster en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile.

Ximena Azúa. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Chile.

Daniela Jara. Instituto de Sociología. Universidad de Valparaíso.

Carolina Benavente Morales. Centro de Investigaciones Artísticas. Universidad de Valparaíso.

Javiera Robles Recaberren. Doctoranda en Historia. UNLP/IIGG-CONICET

Karin Berlien Araos. Departamento de Ingeniería Comercial. Universidad de Valparaíso.

Pamela Jaime Elías. Profesora de Historia.

María Isabel Puerto Perez. Abogada. Docente Universidad de Valparaíso.

Verónica Francés. Arquitecta. Centro de Investigaciones artísticas. Universidad de Valparaíso.

Carolina Andrade Amaral. Encargada Oficina Comunal Diversidades Sexuales y Docente en Violencia de Género. Universidad Andrés Bello.

Sara Avalos Urtubia. Profesora de Historia y Geografía. ONG Contra de Reñaca Alto.

Sandra Rojas Cáceres. Trabajadora Social. Universidad de Viña del Mar y Universidad de las Américas.

Ana Gálvez Comandini. Historiadora. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Alejandra Zuñiga Fajuri. Escuela de Derecho. Universidad de Valparaíso.

Marcela Díaz Rebolledo. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO Chile.

Sofía San Martín Moreno. Socióloga. Universidad de Playa Ancha.

María Soledad Vargas Carrillo. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Directora Magister en Comunicaciones.

Lina Marín Moreno. Universidad de Valparaíso.

Nico Mazzucchelli. Trabajadora Social. Académica Universidad de Viña del Mar y Universidad de Valparaíso.

Nicole Cisternas Collao. Socióloga.

Carolina Pinto. Socióloga. Académica Universidad de Viña del Mar.

Claudia Espinoza. Universidad de Valparaíso.

Tamara Ortega Uribe. Socióloga. Universidad de Playa Ancha.

Camila Arriagada B., Unidad de Control de Proyectos Universidad Técnica Federico Santa María

Claudia López, Departamento de Informática y Observatorio de Género en Ciencia e Ingeniería UTFSM.

Paulina Santander Astorga, Departamento de Industrias y Observatorio de Género en Ciencia e Ingeniera UTFSM.

Marianna Oyanedel, Departamento de Estudios Humanísticos UTFSM.

Aldonza Jaques, Departamento de Ingeniería Química y Ambiental UTFSM

Marcela Prado Traverso Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha

Francesca Iunissi, Facultad de Ingeniería, Universidad de Playa Ancha

Karen Alfaro, Facultad de Filosofía y Humanides, Universidad Austral de Chile

Ana Traverso, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile

Paola Bolados, Instituto de Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso.

Karina Marambio Guzmán, Escuela de Psicología. Universidad de Valparaíso.

Esperanza Díaz Cabrera, Profesora de Historia, Magíster en Historia.

Verónica Figueroa Huenchu. Instituto de Asuntos Públicos. Universidad de Chile.

Paulina Vergara Saavedra. Instituto de Asuntos Públicos. Universidad de Chile.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241518&titular=%93no-buscamos-una-universidad-m%E1s-neoliberal-con-perspectiva-de-g%E9nero.-buscamos-transformar-la-educaci%F3n%94-

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El feminismo toma instituciones educativas en Chile en contra de la educación sexista

Chile/19 de Mayo de 2018/Ismorbo

«¿Qué hace con ese escote, ¿usted vino a dar una prueba oral o a que la ordeñen?»

Este miércoles, las estudiantes universitarias chilenas se convirtieron en la vanguardia del feminismo en nuestro país con una marcha multitudinaria que exige una educación no sexista, originada por las indignantes frases sexistas recopiladas por una grupo de alumnas de Derecho UC, y que revelaron la realidad que viven las estudiantes femeninas en una de las emblemáticas facultades de la Pontificia Universidad Católica con una denuncia hecha a través de una carta firmada por 127 estudiantes.

“¿Qué hace con ese escote, ¿usted vino a dar una prueba oral o a que la ordeñen?”, “Hay que exigirles más a las mujeres feas porque las lindas, aunque tontas, igual encuentran marido, pero fea y tonta no hay quién la aguante” y “Cuando el hombre ve a una mujer y siente ganas de violarla, no es más que un desorden de sus inclinaciones naturales” fueron algunas de las frases documentadas por las estudiantes y dichas en clase por algunos de sus profesores.

Cientos de estudiantes comienzan a llegar hasta Plaza Italia, para participar de una nueva marcha feminista convocada por la Confech: "Contra la violencia machista, educación no sexista". Fotografía: Cristóbal Escobar/Agencia UnoCIENTOS DE ESTUDIANTES COMIENZAN A LLEGAR HASTA PLAZA ITALIA, PARA PARTICIPAR DE UNA NUEVA MARCHA FEMINISTA CONVOCADA POR LA CONFECH: “CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA, EDUCACIÓN NO SEXISTA”. FOTOGRAFÍA: CRISTÓBAL ESCOBAR/AGENCIA UNO

Ante la normalización del sexismo en la educación universitaria, la población femenina finalmente decidió manifestarse al respecto: desde el mes de abril, las protestas han venido realizándose en diversos puntos del país, reclamando no solo respeto, sino igualdad: Esta semana, circuló una fotografía del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH) que dejó en claro que no existe ninguna mujer entre las 27 líderes este grupo de universidades estatales y públicas.

Carmen Andrade, directora de Igualdad de Género de la Universidad de Chile, declaró que finalmente este movimiento de protesta está siendo reconocido como feminista gracias a que las estudiantes están cansadas de quedarse callada ante el hecho de recibir una educación machista.

“El problema que está motivando las manifestaciones —la violencia y al acoso sexual que ocurre en las universidades— es profundo y sentido por todas. Existe una suerte de grito y denuncia masiva de decir: ‘¡Ya basta!’ Tenemos Ministerio de la Mujer, leyes de cuotas, pero el problema de la violencia hacia las mujeres en sus distintas manifestaciones persiste y está profundamente enraizado en la cultura”.

El rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchezconfirmó que ya hay seis denuncias en la facultad de Derecho y que existen más “en otras zonas de la universidad”, e invitó a las estudiantes a denunciar, asegurando que el proceso será confidencial y que no habrá ningún tipo de represalias contra ellas, pues los comentarios documentados han sido “brutales y repugnantes”.

Protesta y resistencia

Durante las protestas iniciadas ayer, las estudiantes de la Universidad de Chile tomaron el edificio Z de la Facultad de Economía y Negocios como una medida para exigir que el decano Manuel Agosínse pronunciara frente a una petición hecha meses atrás, con un protocolo de género en el que las alumnas trabajaron durante más de un año para combatir el sexismo en las aulas y que fue rechazado por las autoridades de la facultad sin explicación.

“FEN representa el espacio donde se toman de decisiones y administración de nuestra facultad. Este es el espacio del cual hemos sido sistemáticamente excluidos estudiantes y funcionarias y funcionarios. En particular, es aquí donde fue rechazada arbitrariamente la política contra el acoso y la discriminación por género u orientación sexual a puertas cerradas”.

Así sucedió:

La Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile cuantificó que la marcha en Santiago había convocado a unas 150.000 personas, y aunque hubo que otro incidente menor, uno de los más destacados fue la presencia de un grupo de hombres encapuchados quienes decidieron atacar a funcionarias de Carabineros que estaban cumpliendo su labor, y quienes fueron resguardadas por otros efectivos de FF.EE. en el sector de Santa Lucía. ¿Lo mejor de todo? Las mismas manifestantes se deshicieron del intento de saboteo:

Las escuelas secundarias también se sumaron a las movilizaciones, como las estudiantes del liceo Carmela Carvajal, uno de los establecimientos públicos de mujeres de mayor simbolismo y excelencia en Chile, quienes ocuparon las instalaciones del Instituto Nacional, el liceo de hombres de mayor prestigio del país en protesta por los episodios de violencia de género que han protagonizados sus estudiantes.

Mientras tanto, en Maipú, los alumnos del Colegio Terraustral Oeste protestaron en las afueras del recinto tras una denuncia de abuso sexual contra una estudiante de primero medio del establecimiento, y que al poner la denuncia ante la inspectora general, fue humillada.

Aunque la mayoría de las marchas de hoy ya se han declarado como finalizadas, se espera que las protestas continúen en los próximos días.

Fuente: https://ismorbo.com/el-feminismo-toma-instituciones-educativas-en-chile-en-contra-de-la-educacion-sexista/

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Al grito de «Hermana, yo sí te creo», movimiento feminista toma universidades de Chile

Chile/12 de Mayo de 2018/Informe 21

Estudiantes de todo Chile han ocupado sus universidades y colegios para por primera vez exigir el fin de la violencia machista y abogar por una «educación no sexista», en un movimiento feminista que gana fuerza día a día.

«Hermana, yo sí te creo». Un enorme cartel en el frontis de la facultad de Derecho de la Universidad de Chile en Santiago da la bienvenida a la inédita ocupación de la escuela de abogacía más antigua e importante del país, donde el machismo, según denuncian sus estudiantes, está arraigado desde hace décadas.

Desde hace dos semanas, sus estudiantes han tomado las dependencias de esta facultad, formadora de los juristas más prestigiosos del país, alegando la dilación en la resolución de una denuncia de acoso sexual contra uno de sus profesores.

Siguiendo una «toma» similar en la Universidad Austral que arrancó una semana antes, una multitud principalmente de estudiantes mujeres bloqueó con sillas los accesos a la facultad, paralizaron las clases, restringieron el libre acceso a la escuela y organizan cada día una serie de actividades para reflexionar sobre los alcances del feminismo.

«Esto es algo que alguna vez iba a explotar», dice a la AFP Nelly Díaz, una de las voceras de la toma, que entre sus actividades tenía planificado talleres de «Expresión corporal para una autonomía feminista» o «Retrato feminista», junto a un «Conversatorio ‘antiespecista'» y cursos de «Autodefensa feminista» y «Ginecología natural».

El caso que cristalizó esta campaña es una denuncia de abuso sexual en contra del profesor Carlos Carmona, expresidente del Tribunal Constitucional.

La denuncia fue presentada en agosto del año pasado por una alumna que trabajaba con él en su estudio privado, sin que hasta ahora la universidad haya adoptado algún tipo de sanción. En este tiempo, el profesor siguió dando charlas y se le asignaron cátedras, según denuncias de alumnas.

La Comisión de Educación y Cultura del Senado convocó para el 16 de mayo a representantes de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), del Consejo de Rectores de Chile (Cruch) y de universidades regionales y privadas para analizar «qué está pasando y cómo podemos contribuir a resolver este clima de inseguridad».

Una multitudinaria manifestación en contra de «la cultura de la violación» marchó este viernes con pancartas y antorchas en Santiago en contra de esta y otras denuncias de abuso durante un recorrido que al pasar frente al Palacio de La Moneda, miles de gargantas gritaron: «¡Piñera machista te va a derrotar una ola feminista!»

«Vemos con estupor e indignación como las demandas de igualdad de las mujeres se ven frustradas. Estamos cansadas del abuso», dijo Elena Detoni, dirigente del movimiento Ni Una Menos.

Un movimiento en ascenso

Junto a varias facultades de la Universidad de Chile y de la Austral se han adherido también universidades como la de Concepción, Diego Portales, Andrés Bello, Católica de Valparaíso, Católica de Temuco y la Universidad Tecnológica Metropolitana.

La principal demanda es poner fin a la violencia machista, pero los petitorios van mucho más allá.

«Que estemos poniendo en la palestra todas estas cuestiones es fundamental para que cambiemos todo el sistema», dice Nelly Díaz.

Las estudiantes demandan la instauración de un protocolo único, expedito y eficiente de atención de denuncias de abuso sexual en el ámbito educacional, que creen es terreno fértil para este tipo de abusos.

El petitorio contempla también la «capacitación ‘triestamental’ (profesores, alumnos y personal administrativo), de carácter obligatorio y en horario de trabajo» en temas de feminismo e igualdad de género, junto a cambios en las mallas curriculares para incluir una mayor cantidad de mujeres tanto en las nóminas de académicos como en las bibliografías de estudios.

«Nuestras instituciones no han logrado hacerse cargo en serio de la violencia de género, de abordarla y entenderla como un fenómeno estructural», dijo Emilia Schneider, otra vocera.

Al movimiento se han sumado también los estudiantes secundarios que el miércoles protestaron por las calles de Santiago, exigiendo ahora «Educación sexual, pública, feminista y no sexista». AFP / RA

Fuente: https://informe21.com/actualidad/al-grito-de-hermana-yo-si-te-creo-movimiento-feminista-toma-universidades-de-chile

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Libro Feminismo para principiantes

Varela, Nuria, Barcelona, Ediciones B., 2005, 410 pp.

¿Quiénes eran las sufragistas? ¿De dónde sale el feminismo radical? ¿Por qué se habla de marxismo y feminismo como de un matrimonio mal avenido? ¿Por qué el feminismo ha sido vilipendiado y ridiculizado? ¿Por qué las feministas han sido tratadas de «marimachos», feas o mujeres insatisfechas sexualmente? ¿Cómo y dónde surge la expresión «violencia de género»? ¿Qué relación existe entre el feminismo y los accidentes de tráfico?¿En qué consiste la masculinidad? A partir de estos interrogantes, y otros muchos, la autora repasa tres siglos de hacer y deshacer el mundo y de alumbrar líderes fascinantes, y narra la aventura de una agitación social que ningún otro movimiento ha conseguido mantener durante tanto tiempo.

El principal aporte de “Feminismo para Principiantes” es que su lectura amplía la comprensión de muchos aspectos históricos que dan contexto a las acciones que realizamos hoy en el movimiento feminista. Como la misma Nuria lo introduce: «El feminismo es la linterna que revela las sombras de todas las grandes ideas gestadas y desarrolladas sin las mujeres y, en ocasiones, a costa de ellas […] Las feministas empuñamos esa linterna con orgullo por ser la herencia de millones de mujeres que, partiendo de la sumisión forzada y mientras eran atacadas, ridiculizadas y vilipendiadas, supieron construir una cultura, una ética y una ideología nuevas y revolucionarias para enriquecer y democratizar el mundo»

Es un libro no sólo para conocer y recibir información, sino además para hermanarse, solidarizarse y rendir tributo a tantas mujeres que a costa de su propia vida lucharon por todas nosotras, con una visión de vanguardia y mucha valentía al enfrentarse a un entramado patriarcal que lucía incólume e imbatible. Si es difícil ahora no me quiero imaginar cómo fue en siglos pasados.

Descargar aqui; Varela-Nuria—Feminismo-Para-Principiantes

Fuente: https://mujerfariana.org/images/pdf/Varela-Nuria—Feminismo-Para-Principiantes.pdf

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Toma feminista en Derecho de U. de Chile: Suspenden exámenes de grado y ceremonias de egreso

América del sur/Chile/10 Mayo 2018/Fuente: Cooperativa

«Es una medida desmovilizadora, de amedrentamiento», acusó la vocera de la movilización, Danae Borax.

Recalcó que «hoy estamos respondiendo con mayor unidad».

Al cumplirse 12 días de la toma feminista que se lleva a cabo desde el pasado 27 de abril en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chileel decanato decidió suspender exámenes de grado y ceremonias de egreso.

La vocera de la toma, Danae Borax, acusó que la decisión es una medida para presionarlas para que vuelvan a clases.

«Es una medida desmovilizadora, esto es una medida de amedrentamiento, es el intento de una moneda de cambio en torno a cómo desarticular esta movilización, a cómo tratar de ponernos un poco en contra entre todas y claramente no funcionó«, aseveró.

La dirigenta estudiantil recalcó que «hoy estamos respondiendo con mayor unidad«.

La movilización, a la que se sumaron las facultades de Ingeniería, Ciencias Sociales y Negocios, fue gatillada por la denuncia de acoso sexual por parte de una estudiante que involucra al profesor de derecho administrativo y ex presidente del Tribunal Constitucional Carlos Carmona.

Las denuncias de acoso y abuso sexual también han originado tomas en establecimientos educacionales de regiones, exigiendo protocolos para atacar la violencia, el acoso sexual de compañeros y profesores, y que se trate a todos por igual, sean mujeres, hombres, homosexuales o transgéneros.

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Exigencias de las movilizaciones

Hay movilizaciones en la Universidad Austral de Valdivia, en la UTEM en Santiago -donde no están dejando entrar a hombres al plantel-, laUniversidad de Concepción, y desde esta madrugada en el campus Vitacura de la Universidad Técnica Federico Santa María, donde existen tres denuncias por abuso y acoso sexual.

Desde la Universidad Austral, la vocera de la toma, Alen Mancilla, detalló que «hemos recopilado algunos casos de compañeras que han sido agredidas, tanto abuso, violencia o discriminación, y tenemos también casos de funcionarias».

«Hoy lo que nosotros necesitamos que esto deje de pasar y, para poder visibilizarlo de la manera correcta, es que se genere un comité paritario en esta sede», agregó.

Mientras que Luna Mancilla, secretaria de la FEC, expresó que buscan hacer «un petitorio único como universidad, no solamente de la toma de educación o de la toma de sociales, sino que trabajar todas las mujeres juntas en un petitorio unificado».

Nueva marcha «Ni una menos» este viernes

Por su parte, para este viernes se está convocando una marcha de la coordinadora «Ni una menos» en apoyo a estas ocupaciones en las universidades.

La vocera Ximena Riffo declaró que «nuestra marcha se llama ‘Contra la cultura de la violación’ y será el día viernes 11 de mayo desde las 18:30 para marchar por la Alameda».

«La marcha está autorizada y vamos a hacer una detención en el memorial de la violencia política sexualque está en Los Héroes, y vamos a continuar hasta Echaurren», añadió.

Fuente: https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/educacion/universidades/toma-feminista-en-derecho-de-u-de-chile-suspenden-examenes-de-grado-y/2018-05-09/115402.html
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Todos somos parte de «la manada»

Por: Octavio Salazar

Todos nosotros, varones que desde que nacemos somos educados para el privilegio, formamos parte de ese orden que nos ofrece tantos dividendos.
Es por tanto responsabilidad nuestra desvincularnos de la manada, iniciar un proceso de reconstrucción personal y convertirnos en agentes para la igualdad.

Desde el pasado jueves ya se ha dicho prácticamente todo con relación al injustificable y vergonzante fallo del caso de ‘la manada’. Hemos compartido en las calles y en las redes sociales el estupor y la indignación. Se hicieron análisis de urgencia, pero también, posteriormente, lecturas mucho más reposadas sobre lo que inicialmente nos pareció una barbaridad y, después, leídos los más de trescientos folios, se confirmó como una auténtica provocación que ha suscitado malestar incluso entre quienes en otras ocasiones no se han posicionado precisamente a favor de las vindicaciones feministas.

Se han hecho muchos y certeros diagnósticos, y también propuestas como las que, no sé si en un alarde de oportunismo, se hacía desde el Gobierno para revisar la tipificación de los delitos contra la libertad sexual. No seré yo quien ponga en duda dicha necesidad, pero no creo que la redacción de la norma sea el meollo de un asunto en el que, en definitiva, se nos ha vuelto a demostrar con toda su crudeza que la cultura machista está bien presente y recorre transversalmente todos los ámbitos de nuestra convivencia, incluidos aquellos que supone que existen para garantizar nuestros derechos fundamentales.

A lo que habría que sumar, por supuesto, que no creo que el recurso al Derecho Penal sea la mejor herramienta en una sociedad democrática avanzada. Más bien las políticas sancionadoras son la expresión más rotunda del fracaso de unas reglas del juego que deberían basarse en la exquisita garantía de la dignidad de todas y de todos, además de que suelen ser el recurso más obvio para quienes no tienen más programa político que jugar de manera populista con las emociones de la ciudadanía.

Pienso que seguiremos equivocando el diagnóstico y, por lo tanto, errando las propuestas transformadoras si no ponemos el foco justamente en un modelo de construcción de lo masculino que se proyecta en todo nuestro orden de convivencia y que, por supuesto, tiene una de sus más terribles expresiones en cómo desde la virilidad hegemónica se conciben a las mujeres, a sus cuerpos y, por supuesto, a su sexualidad. Estos mandatos de género, que por ejemplo ha estudiado tan bien la antropóloga Rita Segato, se traducen en una serie de poderes que los hombres entendemos como derechos naturales que traducimos en prácticas, con frecuencia violentas, que van desde lo más privado hasta los niveles más institucionales de la vida pública.

Ser un hombre de verdad ha significado durante siglos, y me temo que todavía hoy lo continúa siendo para muchos de mis iguales, ejercer dominio, devaluar a las mujeres y a lo femenino e interpretar nuestros deseos como derechos que alimentan nuestro lugar privilegiado.

La suma de estos factores confluye con frecuencia en una sexualidad entendida como una pulsión irrefrenable, en la que el dominio de la más débil y vulnerable nos erotiza al máximo, de forma que en muchos casos se proyecta en el cuerpo de “la otra” toda el ansia de poder que parece dar sentido a nuestra existencia. Todo ello, además, vivido con frecuencia en ceremonias colectivas mediante las cuales se refuerza nuestra identidad precaria.

De esta manera, las fratrías viriles acaban otorgándonos el certificado supremo de virilidad. Es justamente ese concepto de lo masculino, que tiene una de sus más extremas expresiones en lo que la teoría feminista viene denominando desde hace años “cultura de la violación”, el que en la actualidad se prorroga en la pornografía que habitualmente consumen nuestros jóvenes, en las redes sociales que generan espacios de inseguridad para ellas y de complicidad dominante para nosotros y, en general, en una cultura que continúa insistiendo en que ellas están permanentemente a nuestra disposición.

Y en todos los sentidos: para cuidarnos, para amarnos, para darnos placer, para hacernos padres, para sostener nuestra vida privada. Así se culmina la definición social de las mujeres como seres para otros y cuya credibilidad queda siempre en entredicho frente la omnipotente del varón que dicta las reglas. Obediencia, sumisión y silencio frente a poder, autoridad y palabra. El círculo perfecto del patriarcado.

Es justamente ese corazón de las violencias que ejercemos los hombres y que sufren las mujeres el que deberíamos dinamitar, como sugiere Virginie Despentes, si efectivamente queremos poner las bases para que la convivencia democrática garantice que mujeres y hombres actuemos como seres autónomos y equivalentes.

Ello pasa urgentemente por la revisión de una virilidad que se traduce en poder, también desde el punto de vista sexual, y que es alimentada por una cultura del ocio y del placer en la que de nuevo ellas son las perdedoras, así como por la superación de un orden cultural que continúa alimentando energúmenos como los de la Manada y jueces que a estas alturas no se han enterado de que administrar justicia sin perspectiva de género es equivalente a adoptar un fallo injusto. Y no nos engañemos: todos nosotros, varones que desde que nacemos somos educados para el privilegio, formamos parte de ese orden que nos ofrece tantos dividendos.

Es por tanto responsabilidad singularmente nuestra desvincularnos de la manada, iniciar un proceso de reconstrucción personal y convertirnos en agentes para la igualdad. Una tarea que debería empezar por tomar conciencia de que nuestro silencio nos hace cómplices y de que, si no queremos que nos confundan con acosadores, violadores o puteros, deberíamos dar un paso al frente para dejar bien claro que estamos luchando contra el macho machista que llevamos dentro.

O, lo que es lo mismo, por la efectividad de una democracia en la que ellas dejen de sentir miedo, tanto en lo privado como en lo público, y disfruten de las mismas oportunidades que durante siglos entendimos exclusivas de nosotros.

Esa es, y no tanto la reforma puntual del Código Penal, la transformación pendiente en sociedades como la nuestra. La revolución emancipadora que hace tres siglos lleva reclamando el feminismo.

*Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241054&titular=todos-somos-parte-de-%22la-manada%22-

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