MUNDIAL DE QATAR/ JULIEN SALINGUE
Julien Salingue: No es la primera vez que un gran acontecimiento deportivo, como los Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo, suscita polémica, pero realmente tenemos la impresión de que esta competición en Qatar está cristalizando muchas cosas, muchas críticas.
Mickaël Correia: Es cierto que, si se compara con el último Mundial de Rusia, con un Putin que fue considerado, poco antes del evento, como el carnicero de Alepo en Siria, y en el que todo parecía olvidado de repente, esta vez está ocurriendo algo sorprendente. Como dices, hay algo que cristaliza con Qatar. Para mí hubo dos puntos de inflexión: uno social y otro ecológico.
El punto de inflexión social fue la famosa investigación de The Guardian sobre los 6.500 trabajadores muertos en los estadios de la Copa del Mundo, que supuso un auténtico shock para mucha gente. Así que es cierto que hay un poco de hipocresía porque podemos estar seguros de que también hubo muchas muertes durante los Juegos Olímpicos de Pekín, salvo que de allí no supimos nada en absoluto (cuántas muertes hubo, cuántas personas fueron internadas, cuántos uigures fueron explotados…), dado el hermetismo del régimen. Pero bueno, la investigación de The Guardian supuso un electroshock, aunque cabe señalar que ello no permite hablar necesariamente del problema global de los trabajadores migrantes en Qatar (90% de la población, casi un millón trabajando en la construcción).
El segundo shock está más relacionado con la cuestión ecológica. En cuatro años, este tema, en particular el del clima, está muy presente en la opinión pública, sobre todo en Europa. Y desde este punto de vista, este tipo de mega-evento tiene cada vez menos sentido, y además no sólo afecta a Qatar, también lo podemos ver en las críticas que se están vertiendo sobre los Juegos Olímpicos de 2024 en París. En Qatar, esto se ha centrado en algo simbólico: los estadios con aire acondicionado. Evidentemente, es importante, pero es un poco como los obreros muertos en las obras: siete de los ocho estadios van a estar climatizados y, evidentemente, es un despilfarro desde el punto de vista ecológico, pero en realidad el verdadero horror climático se encuentra en la huella de carbono de este evento, que acabamos de ver que fue subestimada, ya que hablamos de seis millones de toneladas de CO2 en lugar de los tres millones anunciados por la FIFA. Y, de hecho, la culpa la tienen principalmente los 100 aviones, que van de un lado a otro cada día, sobre todo entre los países vecinos y Doha.
Así que estos dos elementos han contribuido a la cristalización de las cosas, y a eso podemos añadir lo que ha estado ocurriendo en el fútbol durante los últimos tres o cuatro años. Asistimos a una huida hacia adelante, e insisto en la palabra, no es una deriva, es una huida hacia adelante, en el campo de la comercialización extrema del fútbol. Y aquí hemos llegado a puntos que rozan el absurdo: ocho estadios en una ciudad de 800.000 habitantes, hacer jugar a los futbolistas en invierno, en plena temporada de fútbol, todo eso es absurdo… Es una expresión de dónde está el fútbol industrial hoy en día: la aseptización del fútbol, la represión de los aficionados, la monopolización de la riqueza por unos pocos grandes grupos. Frente a esto, hay un creciente enfado que también se expresa en relación con este Mundial, y esto también se puede ver en las gradas, del lado de los aficionados, con pancartas en muchos países que dicen «Boicot a Qatar», lo que demuestra que no es sólo una crítica generalizada que viene de los intelectuales, sino que también viene de los estadios.
S.: Y también está la dimensión de la corrupción, relativa a la atribución de la Copa del Mundo a Qatar, con algunos franceses prominentes, ¿incluido un tal Nicolas Sarkozy
C.: Es cierto que en Francia esta dimensión está presente, en otros países no lo sé. Sarkozy ha sido citado en una causa judicial sobre la adjudicación del Mundial a Qatar; Michel Platini también y Zinedine Zidane, que es el embajador de Qatar, lo que ha disgustado a mucha gente, incluso a mí mismo. En lo que respecta a Francia, también podemos constatar que hay más de 200 expertos en seguridad, fuerzas policiales, que van a Qatar, con un contrato firmado bajo el mandato de Hollande, de colaboración para gestionar la represión policial. Si se juntan todos estos elementos, se puede decir que Francia es prácticamente coorganizadora de este evento en Qatar: ayudó mucho en la adjudicación de la Copa del Mundo, actúa como portavoz con figuras como Zidane, y cogestiona la seguridad…
Y añado que todo esto también pone de manifiesto la impunidad de las autoridades futbolísticas, de la FIFA, que sigue haciendo su negocio a pesar de todos los casos de corrupción que se arrastran desde hace diez años, en particular el asunto Sepp Blatter [presidente de la FIFA de 1998 a 2015, implicado en casos de corrupción, sobornos, etc.]. Y lo mismo ocurre en Francia y en la Federación Francesa de Futbol, con los casos que han salido a la luz, incluida la violencia sexual, y esta impunidad general que subleva a los amantes del fútbol.
S.: Decías que entre los hinchas, en las gradas, también se expresa el enfado, llegando algunos a abogar por el boicot…
C.: Sí, se está expresando. Se puede hacer de forma muy sencilla, con una gran pancarta «Boicot a Qatar», que hemos visto en todas partes durante el último mes. En este caso, hay que ver que está muy ligado al discurso de los aficionados ultras, al discurso anti-FIFA, con el lema «FIFA: mafia», y digamos que el Mundial de Qatar es una buena oportunidad para dar contenido a este discurso, señalando con el dedo a la FIFA, que intenta apoderarse del fútbol.
Lo que esto muestra es también la relación de la FIFA con los regímenes no democráticos. La FIFA siempre se las ha arreglado para celebrar eventos de este tipo, sobre todo Mundiales, en [países con] regímenes autoritarios. No olvidemos esta declaración de Jérôme Valcke, secretario general de la FIFA que en 2013 dijo: «A veces es preferible un nivel de democracia más bajo para organizar un Mundial.»
Así que existe esta crítica que se expresa en las gradas, y también hay muchas iniciativas que se están poniendo en marcha en toda Francia, una especie de contraprogramación, con muchos debates, de nuevo a iniciativa de los grupos de aficionados. Es interesante ver cómo lo que podemos llamar, con muchas comillas, la «gente de las gradas» se está apoderando de esta cuestión, en las gradas y en otros eventos. Esto está muy lejos de la hipocresía de algunos ayuntamientos, en las grandes ciudades, que explican que no van a poner una pantalla gigante, que es una forma cómoda y fácil de revestirse de virtud.
S.: Especialmente Anne Hidalgo cuando se piensa en los vínculos PSG-Qatar…
C.: Sí, es evidente que también…
S.: Y si nos situamos, digamos, en el punto de vista de Qatar… Sabemos que los Emiratos, Arabia Saudí y las monarquías del Golfo en general tienen una política de soft power ofensiva para vender su imagen a nivel internacional, especialmente a los países occidentales: promoción del turismo, uso de influencers, etc. ¿Qué papel desempeña la Copa del Mundo en esta estrategia para Qatar?
C.: Para responder a esta pregunta, hay que recordar, en primer lugar, que estamos en plena crisis energética. Y para un cierto número de países, especialmente Francia, es difícil boicotear a Qatar, que es uno de los mayores productores de gas del mundo. Recientemente, Alemania ha firmado un enorme contrato de suministro de gas con Qatar, y en Francia tenemos a Total, que también ha firmado un enorme contrato para explotar uno de los mayores yacimientos de gas del mundo… Así que ya estamos en esta situación: hoy necesitamos que Qatar nos suministre energía.
En realidad, es un largo camino el que ha llevado a la concesión de la Copa del Mundo a Qatar, y a que ésta se celebre realmente allí. Es una larga operación de seducción que viene desde los años 2000, y más aún en 2010: la compra del PSG en 2011, el mecenazgo artístico, en particular en los grandes museos, los contratos energéticos, las esferas de los influencers de Instagram, el poder blando también en los barrios populares… Y está funcionando.
Hay que ver que en las críticas a esta política de Qatar puede haber algo peligroso, cierto tipo de islamofobia, y Qatar juega muy bien con esto, diciendo: tenéis una visión demasiado europeísta y etnocéntrica.
Si queremos anclar todo esto en la dimensión geopolítica, económica e incluso climática, tenemos que entender que se trata de un país muy pequeño, que es un gran productor de petróleo y gas, que sabe que, dentro de unas décadas, sus reservas, sobre todo de gas, se agotarán, y que por lo tanto necesita invertir su capital en diversas fuentes de ingresos. En este sentido, Europa, y especialmente Francia, son verdaderos territorios de inversión para ellos, y el Mundial sirve para limpiar la imagen de un país antidemocrático y autoritario enviando este mensaje: somos un Estado que evoluciona, podemos ser buenos socios comerciales, así que no cierren la puerta a nuestras inversiones; al contrario, ábranla.
Mickaël Correia, periodista y escritor, autor de Una historia popular del fútbol. Asturias: Hoja de Lata (2019).
https://lanticapitaliste.org/arguments/societe/entretien-une-fuite-en-avant-dans-le-domaine-de-la-marchandisation-extreme-du
Traducción: viento sur