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Pacto Universitario por la Paz y llamado a su recuperación intelectual

Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez

El 10 de septiembre de 2016, representantes de 18 universidades publicas con presencia en las regiones de Colombia y 4 institutos universitarios se reunieron a pensar y formular una ruta de trabajo común hacia la implementación de los acuerdos y consolidación de una paz estable y duradera. El Centro de Pensamiento para la Paz y el Ministerio de Educación Nacional, abrieron el espacio que culminó con una agenda regional. El primer acuerdo fue un documento llamado Manifiesto Publico Universitario de Girardot sobre Regiones y Paz, mediante el cual la Educación Superior Publica es ratificada como parte vital y necesaria para promover la humanización que exige la paz en sus localidades y regiones. Las universidades comprometieron sus esfuerzos para trabajar con el mas hondo sentido ético, político, científico y cultural, en aras de impedir que uno solo de recursos genere mas victimas o sea arrebatado por agentes de poder para sus fines particulares.

El 9 de febrero de 2017, siguiendo el trazado del Manifiesto de Girardot, los Rectores de esas mismas universidades y 5 mas, asumieron el compromiso público de apoyar Institucionalmente las tareas de construcción de paz, mediante la firma del Pacto Publico por una Educación Superior Para la Paz, que avance como una Red de Educación Superior por la Paz, en la implementación de los acuerdos de paz firmados con las FARC y en curso con el ELN. Con este pacto quedan vinculados el Ministerio de Educación Nacional y las Universidades Nacional (Bogotá, Arauca), Choco, Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), Cauca, Nariño, Amazonia (Leticia), Popular del Cesar, Cauca, Cundinamarca, Guajira, La Paz (Barranca), De Pamplona, Francisco de Paula Santander, Sur-Colombiana, Magdalena, De los Llanos, e Instituciones como Educación Rural (Pamplona), Tecnológica del Putumayo, Instituto del Deporte entre otros.

La iniciativa del Manifiesto quedó disuelta en el Pacto y se espera del Gobierno la ratificación efectiva de compromisos y búsqueda de conversión de los acuerdos a políticas publicas, que ofrezcan un comportamiento Institucional articulado y atiendan aspectos urgentes como la financiación de las universidades publicas, respeto por la autonomía, garantías laborales al profesorado y trabajadores, y sobre todo, el cese de hostilidades ejercidas a través de la política educativa actual que asfixia con presiones de ampliación de cobertura y formalidades de acreditación y otras gestiones inconexas que bloquean las ideas y responsabilidades sociales de las universidades en cada región.

Las Universidades a la vez aceptan el llamado a asumir responsablemente su participación en la construcción de paz con justicia social y reconocimiento de derechos. Estos compromisos crean un marco de condiciones para que las universidades demuestren ser los referentes éticos reales a las que las victimas puedan acoger sin recelo y las nuevas formaciones políticas sin desconfianza. Hacia adentro tienen el encargo de revisar sus concepciones de poder, eliminar prejuicios, estigmas y maneras autoritarias de comportamiento excluyentes. Es un buen momento para que sus órganos de gobierno promuevan la recuperación de la función intelectual de la universidad y del pensar y actuar en colectivo e impulsen la función del conocimiento como herramienta de transformación de las relaciones de desigualdad y discriminación que padecen las amplias mayorías de población.

Es momento también para que el intelectual universitario, el sujeto académico, se haga oír, suscite debate y controversia, se exponga en el debate publico con sus escritos, con su verbo, con sus logros científicos y culturales, recupere la dialéctica y el argumento y abandone el aislamiento provocado por la muerte que rastrillaba al país eliminado oposiciones. Los intelectuales constituyen la base que da solidez a las universidades, que entiendan que su grandeza no esta en sus métodos de medición, ni sus capacidades técnicas, ni sus edificios inteligentes y menos en los maquillados informes de pacificación y buen vivir fabricado por expertos. La grandeza esta en su capacidad para decir y hacer en la ciencia, la cultura, el humanismo y la técnica con la verdad y con convicción ética.

Los lugares de la función intelectual están atrapados por las estrictas técnicas de aula empeñadas en sacar adelante el saber por fragmentos y resultados llamados hoy productos académicos, que aunque no impacten la realidad, ni refuten o complementen teorías endurecen mitos mercantiles como la indexación, citación, acreditación y certificación, que por su reputación intimidan e invalidan la potencia de las universidades de menores recursos y capacidades, que son en esencia las que pueden prestar su mejor concurso en la construcción de paz real. Estas formas que impregnaron la cultura universitaria anteponen a la sustancia de las cosas y las acciones la formalidad útil al interés particular de autopromoción académica y no del cambio social, que alienta el intelectual cuyo rasgo principal es poder ejercer su libertad de escribir, hablar, actuar, ser soberano para intervenir en el debate publico sin condicionamientos, ni ataduras dogmaticas y cumplir una función social orientada a transformar la realidad representando a otros que no son necesariamente su comunidad política ni académica.

 La universidad y con ella sus intelectuales están sometidos a las exigencias de la sociedad, no las del gobierno, ni las de grupos de poder económico o político y para ser un actor principal de paz tiene el compromiso de mantener autoridad ética y resistir los embates del poder estatal o paraestatal, sin sucumbir a las trampas de premios, apoyo a proyectos, recursos adicionales o compensaciones por su tarea vital. La razón de ser intelectual colectiva de la universidad es contribuir con las herramientas adecuadas a mirar la realidad tal como es y describirla, evidenciarla y poner toda su potencia al servicio de la sociedad para transformarla, además de aprender a ponerse de pie cuando intuya o perciba un solo ataque o agresión contra la dignidad humana. La paz exige palabras, voces múltiples, explicaciones a lo que la gente lucha, hace y dice y el intelectual es ante todo un traductor no un guía, ni un consejero. La universidad y sus intelectuales tienen en sus manos este momento histórico de fin del conflicto armado, para recuperar su misión, mirar con detenimiento las partes de la realidad fragmentada y contribuir a armar el rompecabezas de la memoria colectiva y del proyecto de nación a construir, y aprender y enseñar a imaginar, soñar, construir otros mundos negados y a vivir sin autoritarismos, astucias, ni temor, y si con tranquilidad, fraternidad, con dignidad.

 

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Las universidades en América Latina: ¿reformadas o alteradas?. La cosmética del poder financiero

Autora: Mollis, Marcela

Año: 2003

Editorial: CLACSO

Ciudad/País: Buenos Aires, Argentina

ISBN: 950-9231-84-3

Sinopsis: En la llamada década perdida para el desarrollo económico, para la equidad y para la justicia social, las universidades han perdido su razón d’être. Al quebrarse el contrato social con el Estado y ser arrojadas a las fuerzas del “todopoderoso mercado”, las universidades públicas y privadas de América Latina comenzaron a transitar la “mercadotecnia” 1 como una alternativa para recuperar su debilitado financiamiento y buscar una nueva identidad.

En estos capítulos intentaremos brindar respuestas a una pregunta clave para la identidad universitaria latinoamericana del tercer milenio, raras veces orientadora de los debates acerca de las reformas y sus impactos: ¿cuál es el sentido sustantivo de la gran transformación de la universidad en el mundo global?

Descargar aquí: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101109010429/mollis.pdf

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Ser Anticapitalista hoy: Una cuestión de sentido común

Por: Mateo Aguado.

Hace poco más de un año tres reputados científicos de la NASA publicaron un impactante estudio en el que, basándose en complejos modelos matemáticos, pronosticaban el posible colapso de la civilización humana para dentro de pocas décadas. Las causas que se aludían como determinantes para llegar a tales conclusiones eran principalmente dos: la insostenible sobreexplotación humana de los recursos del planeta y la cada vez mayor desigualdad social existentes entre ricos y pobres (1).

Más allá de analizar la gravedad de esta predicción, me gustaría hacer notar que los dos motivos que –según estos investigadores– podrían acabar provocando el derrumbe de nuestra civilización son precisamente dos de las más claras características que posee el sistema capitalista: una insensibilidad total hacia la sostenibilidad ecológica del planeta y una abrumadora despreocupación hacia la (des)igualdad y la (in)justicia social.

En consecuencia –y como se verá en mayor profundidad en las líneas que siguen– no resultaría demasiado descabellado afirmar que el capitalismo es, a día de hoy, una de las mayores amenazas que se ciernen sobre la continuidad de la cultura humana en el planeta Tierra.

Evidencias de un sistema insensato

En las sociedades modernas de hoy en día nos hemos acostumbrado a asociar el poder adquisitivo con la capacidad de alcanzar una vida feliz. Es decir, se asume que –más que menos– nuestro nivel de renta determina la felicidad que podemos llegar a alcanzar en nuestra vida (o, como se suele decir, que el dinero da la felicidad).

Esta engañosa forma de concebir la vida (basada en los aspectos materiales y monetarios como medida a través de la cual lograr una vida buena) representa, probablemente, la mayor herramienta moral que posee el capitalismo en la actualidad. Sin embargo, y como veremos a continuación, esta concepción ofrece al menos dos evidencias que la hacen insostenible.

I) La evidencia social

Desde el punto de vista social el capitalismo es insostenible en tanto en cuanto promociona una sociedad global de poseedores y desposeídos en donde el sobre-consumo innecesario de unos pocos se produce a costa de las carencias vitales de la mayoría. Y es que una de las características que ha demostrado tener el capitalismo moderno es la construcción de sociedades en las que tienden a crecer las desigualdades sociales (lo cual sucede tanto si pensamos a una escala planetaria, a nivel de países, como si lo hacemos dentro de un mismo país bajo el prisma, cada vez más simplificado, de clases).

Paralelamente a esta estratificación económica de la sociedad en dos claros grupos (unas élites muy ricas y unas masas pobres), el capitalismo no ha logrado tan siquiera cumplir su clásica promesa de traer la felicidad a un creciente número de personas. Son cuantiosos los estudios que en este sentido han cuestionado rotundamente el axioma tan fuertemente instaurado en el ADN capitalista (y en el imaginario colectivo) de que el dinero da la felicidad. Estos estudios vendrían a mostrarnos cómo la correlación entre los ingresos y la satisfacción con la vida sólo se mantiene en etapas tempranas, cuando el dinero es usado para cubrir las necesidades más básicas. A partir de este punto entraríamos en una situación de “comodidad” en donde más dinero ya no significa necesariamente más felicidad. Es más, una vez ha sido alcanzada esta situación, seguir buscando obstinadamente el crecimiento económico (en el plano macro) y el aumento de la renta y el consumo (en el plano micro) puede resultar incluso contraproducente, pues tiende a hacernos descuidar otros aspectos de nuestra vida –intangibles pero igualmente esenciales para la felicidad– como las relaciones sociales o el buen uso del tiempo (2).

Así pues, parece claro que el capitalismo es un sistema que chirría tanto con la justicia social como con la felicidad humana. Como pusieron de manifiesto hace unos años Richard Wilkinson y Kate Pickett –en su magnífica obra Desigualdad: Un análisis de la (in)felicidad colectiva– estas dos cuestiones (justicia social y felicidad humana) son dos asuntos íntimamente relacionados. Parece ser que las desigualdades sociales tienden a hacernos más infelices: en aquellas sociedades en donde son mayores los niveles de desigualdad, mayores son también los niveles de infelicidad (3).

De todo esto se puede extraer la acertada conclusión de que una sociedad preocupada por maximizar sus niveles de felicidad debería ser una sociedad centrada en rebajar al mínimo sus niveles de desigualdad (lo cual, dicho sea de paso, parece una tarea incompatible con las actuales políticas de desarrollo occidental). Por ello, como sostiene Jorge Riechmann en su libro ¿Cómo vivir? Acerca de la vida buena, el capitalismo es “un enemigo declarado de la felicidad”. Y por esta misma razón “los partidarios de la felicidad humana no pueden ser sino anticapitalistas”.

II) La evidencia ecológica

Por otro lado, el axioma del crecimiento indefinido que el capitalismo defiende, a la vez que (como hemos visto) un sinsentido social, es una inviable biofísica. La constante demanda de materiales y energía que conlleva una economía como la que tenemos no puede mantenerse de forma indefinida en el tiempo sin acabar chocando con los límites biofísicos de nuestro planeta (un lugar éste, no lo olvidemos, finito y acotado). Este hecho, a pesar de ser firmemente ignorado por los economistas convencionales (y por la inmensa mayoría de los políticos), constituye una realidad absolutamente incontestable, tal y como nos enseña la segunda ley de la termodinámica. Se podría afirmar, por lo tanto, que el capitalismo es, desde el punto de vista ecológico, biofísico y termodinámico (desde el punto de vista científico al fin y al cabo) un sistema imposible abocado al desastre.

Es por razones como ésta que [como ya se apuntó en la primera entrada de este blog] en política y en economía, al igual que sucede con el resto de aspectos de la vida, se hace imprescindible poseer un mínimo de cultura científica para poder ejercer como ciudadanos responsables y comprometidos (o lo que es lo mismo a efectos termodinámicos, para acomodar nuestro comportamiento a los límites biofísicos del planeta).

Me resultan muy interesantes en este sentido las sabias palabras de Wolfgang Sachs, quien sostiene que, en el futuro, el planeta ya no se dividirá en ideologías de izquierdas o de derechas, sino entre aquellos que aceptan los límites ecológicos del planeta y aquellos que no. O dicho de otro modo, entre aquellos que entiendan y acepten las leyes de la termodinámica y aquellos que no. No se trata por lo tanto de arreglar o refundar el capitalismo (como algún político sostuvo hace no mucho) sino de entender que nuestro futuro como especie en este planeta será un futuro no-capitalista o, sencillamente, no será (4).

Hacer comprender al común de los mortales que la esfera económica no puede crecer por encima de la esfera ecológica (al menos no sin comportarse antes como un cáncer) es, por sencillo que pueda parecer de entender, uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la ciencia y la educación del nuevo milenio.Esferas concéntricas

Sin embargo, esta cuestión de las esferas concéntricas –cual muñecas rusas– y de los límites del planeta es (pese a los reiterados mensajes ilusorios en pro del gasterío insensato que el capitalismo se empeña en difundir) un asunto sencillo de concebir para todas las personas. Y aquí reside –precisamente– nuestra esperanza: la esperanza de un cambio social en aras de poder alcanzar otro mundo posible, más justo y sostenible.

Como argumentaba recientemente Juan Carlos Monedero, es mucho más factible hacerse anticapitalista a día de hoy desde posiciones ecologistas que desde posiciones marxistas. La inviabilidad de un sistema que aboga por el crecimiento constante en un mundo que es limitado es algo mucho más fácil de comprender para la gente normal que la tendencia descendente de la tasa de ganancia o el fetichismo de la mercancía de la que nos hablaba Marx.

Por lo tanto, y a modo de corolario, urge entender que ser anticapitalista a día de hoy no es ya una cuestión de ecologistas o de marxistas aislados, sino que es algo de sentido común; algo directamente relacionado con la lógica de supervivencia. Esperemos que este asunto sea entendido –más temprano que tarde– por la inmensa mayoría de individuos que pueblan la Tierra hasta convertirse en una evidencia popular. Nuestra continuidad sobre el planeta y nuestra felicidad de ello dependerán.

Notas

(1) Motesharrei, S., Rivas, J., & Kalnay, E. (2012). A Minimal Model for Human and Nature Interaction.

(2) Para profundizar algo más sobre este tema se recomienda leer este artículo.

(3) La obra de Wilkinson y Pickett (2009) muestra minuciosamente como el incremento en las desigualdades tiene significativas repercusiones negativas sobre otros aspectos de la vida que afectan directamente al bienestar y a la felicidad. Tal sería el caso de la educación, la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la incidencia de enfermedades mentales, el consumo de drogas, las tasas de obesidad y sobrepeso o el número de homicidios; variables todas ellas que presentan peores valores en aquellos lugares en donde mayor es la desigualdad.

(4) Defender desde la argumentación socio-ecológica el “suicidio” social que supone seguir enfrascados en la lógica del capitalismo es un imperativo vital a la vez que uno de los grandes objetivos de este blog: crear conciencia anticapitalista a través de las Ciencias de la Sostenibilidad.

(5) EME: Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de España (2011). Síntesis de resultados. Fundación Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino.

Fuente: http://iberoamericasocial.com/ser-anticapitalista-hoy-una-cuestion-de-sentido-comun/

Fotografía: mundolibertario

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La reforma educativa liberal en Veracruz

Por: Carlos Jorge Aguilar

A mediados del siglo XIX, el país, después de resistir las sucesivas invasiones extranjeras que pusieron en peligro la independencia y soberanía nacional, se debatía en una guerra intestina cruenta para derrocar el sistema político colonial aún dominante y sustituirlo por un nuevo régimen de gobierno liberal.

En el campo educativo la lucha ideológica se dio entre conservadores y liberales. Los primeros, apoyados por ricos hacendados y el alto clero, pretendían mantener una educación heredada de la colonia, elitista, tradicional, dogmática y católica. Proponían una educación en manos del clero, que no llegara a la mayoría de los niños, ideada para la sumisión del pueblo mexicano.

Los segundos, libres pensadores y pedagogos progresistas, pugnaban por una escuela nueva, popular, racional y científica. Luchaban por una educación que formara hombres libres, por una escuela sustentada en las leyes de reforma; que sirviera para educar a las masas y enseñarles a proteger y ejercer sus libertades inalienables. La laicidad, la obligatoriedad y la gratuidad eran conquistas plasmadas en la constitución.

México urgía un nuevo proyecto de nación. Requería organizar una escuela con pedagogías nuevas y modernas. La revolución liberal había señalado un rumbo filosófico moderno a la educación. La formación de una conciencia nueva y la demolición de viejos y obsoletos sistemas educativos era tarea inaplazable. En ese movimiento se hicieron realidad los ideales de la generación de grandes liberales encabezados por Benito Juárez García, Valentín Gómez Farías y Melchor Ocampo.

En ese contexto, en el año 1881 se inició en nuestro Estado la corriente educativa más importante en la historia de la educación en México, la reforma educativa liberal.

Aquí en Veracruz se gestó esa reforma que por su alcance y magnitud se convirtió en la fuerza motora para la transformación de la escuela mexicana. Tres pedagogos ilustres con extraordinarias ideas hicieron realidad esa prodigiosa hazaña:

1.- La Escuela Modelo de Orizaba y la Academia Normal del alemán Enrique Laubscher, convertida en la primera escuela en donde muchos maestros veracruzanos y del país aprendieron la pedagogía moderna. Fue tanto el éxito e interés de los maestros en aprender los métodos nuevos que se nombraron representantes de cada cantón del Estado para ir a la Academia Normal. Al concluir su preparación regresaban a sus lugares de origen a dirigir las innovadoras “escuelas cantonales” que habrían de fundarse.

2.- El mensaje vivo de la Escuela Normal Veracruzana, obra del suizo Enrique C. Rébsamen. Este educador contribuyó a divulgar el pensamiento educativo moderno, a promover la reforma educativa veracruzana para que en la escuela, los niños desarrollaran todas las facultades intelectuales. Fue vicepresidente de la Comisión de Escuelas Primarias y Normales de los Congresos de Instrucción Pública, director de la Academia Normal de Orizaba, fundador de la Escuela Normal y de la Escuela Experimental Anexa de Xalapa, director general de la Enseñanza Normal de la ciudad de México, organizador y legislador de la Instrucción Pública y particularmente de las Escuelas Normales y las Escuelas Primarias Anexas de los Estados de Oaxaca, Jalisco y Guanajuato.

3.- La obra educativa del cordobés Carlos Arturo Carrillo Gastaldi, quien instauró en la ciudad de Coatepec el Instituto Froebel, donde puso en marcha un método moderno y diferente para aprender a leer y escribir. Fue el precursor del método global para la enseñanza de la lectura-escritura, mismo que difundió en su periódico “El Instructor” y en su revista “La Reforma de la Escuela Elemental”. Formó parte de la plantilla de catedráticos destacados de la Escuela Normal de Xalapa, impartiendo las clases de español y caligrafía.

Estos tres intelectuales hicieron grandes reformas y avances en beneficio de la educación, que sirvieron de base para la formación de nuevos mexicanos. La reforma educativa liberal luchó con la razón, el derecho y la justicia social por la igualdad para todos los mexicanos. La Academia Normal de Orizaba y la Escuela Normal de Xalapa siguieron llevando desde Veracruz, la luz del saber a la niñez de México.

Fuente: https://www.diariodexalapa.com.mx/columna/la-reforma-educativa-liberal-en-veracruz

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Educadores europeos se reúnen para promover la educación de calidad

Euroa/España/8 de diciembre de 2016/Fuente: ei-ie.org

Alrededor de 320 participantes de 131 sindicatos de la educación procedentes de 48 países, que representan a más de 11 millones de docentes y personal educativo en toda Europa, se reúnen en Belgrado, Serbia, con objeto de trazar la vía en los debates sobre política educativa en Europa para los próximos cuatro años.

El Comité Sindical Europeo de la Educación (CSEE), la región europea de la Internacional de la Educación, ha identificado una serie de áreas de políticas que el movimiento sindical europeo de la educación necesita abordar en estos tiempos de cambios económicos y políticos radicales y enormes desafíos.

“La unidad de los docentes y todo el personal educativo es un requisito indispensable para hacer frente a los desafíos que la crisis económica plantea inevitablemente, como la reducción de la inversión, el debilitamiento del diálogo social y un creciente fundamentalismo y radicalismo por parte de la extrema derecha”, manifestó Martin Rømer, Director Europeo del CSEE. “La Conferencia del CSEE reafirmará el principio de que, tanto el CSEE como la IE, hemos estado en primera línea para asegurar la solidaridad entre los trabajadores y trabajadoras de la educación y para garantizar que la educación se considere crucial para el futuro de Europa, reforzar la justicia social y la tolerancia, lograr un mayor respeto de los derechos humanos y reforzar y profundizar unas democracias más sanas, que no sean presa de los intereses económicos, empresariales o de grupos de presión”.

La Conferencia Regional se desarrollará entre el 6 y el 8 de diciembre, y procederá a elegir los órganos rectores de la Región.

Fuente: https://www.ei-ie.org/spa/news/news_details/4204

Imagen: www.beautymarket.es/peluqueria/fotos/8404_notbmp1.jpg

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Fidel, una Revolución de utopías

Por: Ilka Oliva Corado

Hemos tenido el privilegio generacional de haber conocido a un hombre que marcó la historia de América Latina y el mundo. Al estadista más brillante que pudo parir la Patria Grande. Al luchador incansable por la equidad, la igualdad social y la justicia. Hemos tenido el honor de haber conocido la integridad en palabra y acción, de un hombre que demostró con su propia vida, que la conciencia, los ideales y los principios ni se compran ni se venden. ¡Se defienden!

A un líder auténtico y natural. A un incansable defensor de los derechos humanos y de la libertad de los pueblos mancillados por la opresión y el oprobio. Hemos coincidido en la historia del tiempo, con un hombre leal, lúcido y consecuente. No hay palabras que alcancen a expresar ni en la poesía más hermosa, ni en el discurso más estudiado, la trascendencia de un ser humano como Fidel.

La inmortalidad se la han ganado pocos en la historia de la humanidad, Fidel es uno de ellos. Deja un legado de amor, hermandad y consecuencia política y humana en los pueblos del mundo. Cualquiera que piense en Revolución, en cualquier lugar del mundo, debe tener como guía a Fidel y al pueblo cubano. Cualquiera que piense en rebelión tendrá que saber que el mismísimo Fidel Castro Ruz lo es. Es una rebelión inimitable en cada célula y en cada palabra. En cada acción. En cada anhelo y en la utopía vuelta realidad.

Hemos sido privilegiados al conocer a uno de los hombres más insignes de todos los tiempos. Nuestro deber es continuar con su legado. Nos deja una enorme lección de humanidad y humildad. De hermandad. De integridad, identidad y conciencia.

A Fidel no hay que llorarlo, debemos aprenderle y honrarlo. Celebrar y agradecer haber tenido a un hermano que pasó por la tierra dejando huellas imborrables en la dignidad de los pueblos. Honrarlo en nuestras luchas por los mismos ideales: un mundo justo, equitativo e igualitario. Libre.

Fidel no se va, se queda en la inmortalidad del tiempo, en los corazones y los anhelos de los pueblos que luchan por su libertad.

Fidel no se va, se ha vuelto poesía, viento, luz, se ha vuelto río, volcán, vereda. Se ha vuelto una Revolución eterna que ni la muerte podrá doblegar.

Fuente: http://www.aporrea.org/internacionales/a237685.html

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¿Milagros o política de innovaciones educativas?

Por: Juan Carlos Tedesco

La única solución “milagrosa”, que muestra una historia de larga duración, es la escuela obligatoria, gratuita, pública y laica

La historia de la educación muestra la aparición recurrente de soluciones milagrosas a problemas difíciles de resolver. En la actualidad asistimos a una nueva ola de soluciones basadas en las tecnologías de la información donde, por ejemplo, el modelo de un ordenador por alumno resolvería no sólo los problemas educativos de las poblaciones pobres sino todos sus problemas sociales, económicos o culturales o el modelo pedagógico del autoaprendizaje a través de vídeos y del uso de Internet permitiría alcanzar buenos resultados a muy bajo costo.

Las propuestas “milagrosas” tienen algunos rasgos en común. Sin pretender agotar su descripción, podemos mencionar al menos cuatro características importantes. En primer lugar, tienen un carácter descontextualizado, tanto en términos sociales como culturales. En segundo lugar, simplifican el problema que pretenden resolver. Dicha simplificación permite sostener que la solución pasa por actuar sobre una sola de las variables o dimensiones que lo determinan. En tercer lugar, su presentación se apoya en un poderoso marketing, que logra concitar la atención pública o, al menos, la atención de los que toman decisiones. Por último, están asociadas a un fuerte liderazgo personal. En general, aunque no siempre, esas soluciones llevan el nombre y apellido de una persona determinada.

La historia también nos muestra que estas soluciones tienen un ciclo de vida relativamente corto y muchas de ellas desaparecen sin dejar rastros de su tránsito por el sistema educativo. La única solución “milagrosa”, que muestra una historia de larga duración, es la escuela obligatoria, gratuita, pública y laica. Sin embargo, hoy se alzan voces y proyectos según los cuales es necesario terminar con este dispositivo. Para algunos hay que volver a educar en la familia. Para otros, se trata de apostar a las tecnologías de la información o a una fórmula que articule ambas instancias.

El análisis de estas soluciones milagrosas debería servir para una reflexión profunda acerca de las innovaciones educativas. Nadie duda de que la escuela y la educación en general requieren importantes transformaciones. Gran parte de las ideas de transformación ya están en los proyectos de los educadores más progresistas de nuestra historia. Sólo para mencionar a los del siglo XX, podemos volver a leer a Cousinet, Montessori, Washburne o Freinet. Esta mención no supone sentimientos nostálgicos sino tratar de entender las razones por las cuales esas ideas no lograron penetrar en los sistemas educativos de masas, particularmente en los segmentos del sistema al cual acceden los sectores sociales más desfavorecidos.

Vuelvo a repetir que no hay dudas acerca de la necesidad de adoptar una política renovada de innovaciones educativas, exigida por el cambio en el papel del conocimiento en los procesos productivos y por el impacto de la globalización sobre la cultura y el desempeño ciudadano. En este contexto, una política de innovaciones no consiste en incentivar soluciones simples y milagrosas. Tampoco se trata de llevar a escala “buenas prácticas”, que son buenas porque se adecuan a determinadas condiciones del lugar donde se desarrollan. Una política de innovaciones debería llevar a escala la capacidad de innovar.

Para lograrlo es necesario, en primer lugar, asumir un compromiso político con la justicia social que coloque las innovaciones educativas en un marco democrático y no en un contexto que las convierta en un factor de “distinción” social. A partir de este principio, una política de innovaciones debería definir incentivos (tanto materiales como simbólicos) y promover particularmente el contacto entre las personas y las instituciones innovadoras. Como se suele decir en el ámbito de la innovación tecnológica, es muy importante promover la “interacción estructurada”, que nos permita aprender del otro y, a su vez, que nos obligue a transferir nuestra experiencia a los demás.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/24/milagros-o-politica-de-innovaciones-educativas/

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