Diana García Bujarrabal
La superdotación y las altas capacidades pueden ser una ayuda para lograr grandes objetivos en la vida y contribuir a la sociedad con aportaciones brillantes. Pero también un escollo para relacionarse con los demás. Y es que no es fácil, nada fácil, ser diferente.
Fernando Gaston tiene ahora 47 años y ya sabe posee un coeficiente intelectual muy elevado. Se encuentra entre el 2 por ciento de la población por encima de 130. Sin embargo, antes de hacer un test que le reveló sus capacidades hace apenas diez años, Fernando se había considerado siempre un poco tonto por sus terribles despistes: se viste de ciclista y se deja la bici en casa, se pone a hablar por teléfono y se baja sin darse cuenta del tren en el que debía viajar, se olvida de poner el freno de mano del coche y se le estampa en la casa del vecino…
Los despistes son una constante en las mentes más inteligentes y tienen que ver con su hiperactividad. Al estar pensando en cien mil cosas a la vez, estas personas resultan torpes en su vida cotidiana. Pero no es ni el único ni el más grave de los problemas de los que pueden afectar a los superdotados.
Carmen Sanz Chacón, psicóloga especializada en la materia y presidenta de la fundación El Mundo del Superdotado destaca que a menudo padecen «baja autoestima y no desarrollan habilidades sociales», un problema que se gesta desde los primeros años y especialmente en el colegio. Estos niños, que razonan más y maduran antes que la gran mayoría de los niños de su edad, no consiguen conectar con sus iguales.
«Yo me creía tonta, loca, rara…. Cuando eres tan raro nunca te sientes especial, sino una piedra en el zapato», apunta Marta Alcaide, una mujer que ahora tiene 37 años y sabe que cuenta con un coeficiente intelectual de 169.
Tras haber pasado por multiplicidad de empleos, de conductora a camarera o cantante de orquesta, ha decidido ser ama de casa. Ha dejado el mundo laboral porque le resulta «demasiado mezquino». «No puedo cambiar el chip y ser una persona dulce en casa y otra mezquina en el trabajo».
Recuerda con amargura esos primeros años en el colegio, cuando se planteaba problemas que sus compañeros de clase ni vislumbraban. «Con cuatro años yo podía distinguir entre el bien y el mal… sientes que nadie se da cuenta de las cosas, y eso es aberrante». Marta escogió una amiga y se pegó a ella como una lapa «por si había un incendio», pero por lo demás se aisló del mundo que la rodeaba, de sus compañeros a los que no entendía. «A veces no es que te traten mal, sino que tú no te implicas», reconoce. «Ahora veo que había un enorme desinterés por mi parte en los demás».
MENTES BRILLANTES CON FRACASO ESCOLAR
El caso de Marta Alcaide ejemplifica una trayectoria por desgracia habitual en los colegios españoles, donde faltan formación para detectar y, sobre todo, recursos para atender a la superdotación y las altas capacidades.
Las notas de Marta fueron brillantes durante toda la Primaria. Pero al llegar a Secundaria comenzó a suspender «porque no había aprendido a estudiar». Dejó sus estudios en tercero de FP.
Fernando también odió la escuela «del primero al último día». Estaba siempre castigado, haciendo caricaturas del profesor, pero logró vencer ese tedio y sacar sus estudios adelante. Cuando vio que se sacaba la Ingeniería de Telecomunicaciones jugando a las cartas en la cafetería empezó a sospechar… Algo similar le sucedió a Omar Flores, un joven de 25 años, licenciado en Biología, que hoy estudia también Matemáticas y prepara un doctorado sobre cambio climático. «Tú razonas más y más rápido y encima, como eres un niño, nadie te hace caso. Es muy frustrante». Para él el colegio también fue «soporífero».
¿Cómo atajar el aburrimiento y los problemas emocionales? Carmen Sanz Chacón tiene claro que la mayoría de estas cuestiones se acaban al avanzar a los chicos de curso. «La ley lo contempla, pero faltan implicación e interés por parte de las administraciones». También les hacen falta profesores de apoyo y aulas especiales, un coste adicional que dificulta el reconocimiento por parte de los responsables educativos.
Se calcula que en España hay 200.000 niños escolarizados que son superdotados. La inmensa mayoría de ellos no se han detectado.
«NO SE LO CUENTO A MIS AMIGOS»
Omar no les cuenta a sus amigos que es superdotado. Teme cuál pueda ser su reacción. Que piensen que se aburre con ellos, o que al calor de una discusión le suelten eso de «no serás tan listo». Y es que hay muchos prejuicios y mucho Hollywood en torno a las ideas que nos hacemos sobre la inteligencia. Sobre una inteligencia superior.
Marta destaca que a menudo la gente se asusta, se sienten automáticamente más tontos, y piensan que serán unos manipuladores. «El mundo está lleno de pequeños Hitleres sin ejército y piensan que porque tú puedas hacer el mal, lo vas hacer. También todos los hombres tienen pene y no por eso son todos violadores», observa. En este sentido, para ella es cierto que, de alguna manera, se puede escoger más: «La superdotación no te da nada que no pueda remediar la propia superdotación, si eres demasiado sensible te las herramientas para convertirte en un cabrón. Puedes ser un psicópata o una niña flor».
Aunque a Omar siempre le han preocupado los problemas sociales no se siente más sensible que los demás. Pero siempre ha querido aprovechar su inteligencia. Cuando un test rutinario en la escuela reveló que tal vez podría ser superdotado su madre no quiso comprobarlo porque pensó que le perjudicaría.«Yo tengo muchos padres que, cuando les digo que su hijo es superdotado, se echan a llorar, como si fuese una enfermedad», cuenta Carmen Sanz Chacón, quien habla de estos problemas en su libro ‘La maldición de la inteligencia’.
Omar se hizo el test por su cuenta a los 20 años, y dice que le molesta otro prejuicio muy extendido: considerarlos unos empollones. Recuerda que una vez quedó con una periodista para un reportaje «y se presentó con un fotógrafo y unos libros gordísimos, una biografía de una mujer que yo no sabía quién era y que tenía una pinta súper aburrida, no me lo leería nunca».
No solo quieren combatir ese estereotipo de ratón de biblioteca. También el de ser unos engreídos. «Aunque hay gente muy arrogante, como en todas partes, a menudo somos más abiertos a reconocer nuestras limitaciones e ignorancia».
Al final, todos los superdotados defienden que su inteligencia no es sino una característica, una herramienta más, que además deben aprender a usar. «Es como manejar un Ferrari, no puedes ir despacio, pero si no tienes las habilidades emocionales para manejarlo en la primera curva te la pegas», opina Fernando.
Además, como dice Marta, a veces no hay tiempo para manejar esa herramienta: «Si yo tuviera cinco hijos y estuviera todo el día trabajando probablemente sería mucho más lerda, no tendría tiempo para filosofar».
EL TEST DE MENSA
Todos los superdotados con los que hemos hablado forman parte de Mensa, una organización internacional que agrupa a más de cien mil socios en todos el mundo. Todos superdotados. Para entrar en Mensa hay que obtener una puntuación en los test de inteligencia superior al 98% de la población. ¿Por qué?
Uno de sus principales objetivos es proporcionar un entorno social e intelectual que les resulte estimulante y en el que se sientan cómodos. Además de promocionar las investigaciones sobre la propia inteligencia.
«En Mensa puedes ser tú mismo… con el resto tienes que adaptarte, si te pones a razonar todo lo que se te ocurre pueden pensar que eres un pesado», cuenta Omar.
Fernando entró en Mensa por casualidad; encontró un artículo sobre la organización que incluía un ejemplo de test y que resolvió sin ningún problema. También dice que sintió «alivio». De repente muchas cosas encajaban.Y hoy puede ayudar a su hijo adolescente, que ha resultado ser también superdotado.
A Marta Alcaide incluso le cambió la vida: en Mensa conoció a su actual marido y, desde que está en contacto con el grupo y acude a las reuniones que organizan, se siente feliz. «Cuando entré seguía siendo hostil, pero las excentricidades en Mensa están bien vistas, puedes ir hablando con un calcetín en la mano y a nadie le parece mal».
Cualquiera que quiera probar puede hacerlo desde la propia web de Mensa: allí se puede solicitar un test previo de 60 preguntas que nos indica el percentil en el que nos encontramos. Si el resultado indica que se puede estar en ese 2 por ciento aún habrá que realizar un test supervisado de confirmación.
Fuente del articulo:http://www.que.es/ultimas-noticias/sociedad/201505290800-superdotados-vivir-capacidad-especial.html
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