Colombia / 21 de julio de 2019 / Autor: Redacción / Fuente: Polivirtual
Saber cuál de este par de métodos es el más indicado para la educación, tiene un gran número de pros y contras; decidir cuál de estas modalidades educativas es la más indicada para el estudiante, es también un factor importante para iniciar una carrera profesional.
Enfrentar la educación virtual vs. educación presencial es una temática que muchos expertos han tocado y que dan diferentes puntos de vista acerca de estas modalidades de estudio. El crecimiento de la educación virtual en el mundo, ha llevado a que la educación presencial ya no sea a la cual todos los estudiantes lleguen.
Desde el factor económico, de tiempo, del manejo de nuevas tecnologías, de elegir el método de aprendizaje, hasta la elección de horarios para tomar la clase, son algunos de los puntos que favorecen a la educación virtual vs. educación presencial.
Por su parte, quienes aún le apuestan a la educación presencial, lo hacen por su contacto directo con los maestros y por la ese vínculo que se puede mantener con los demás alumnos. si quieres conocer más sobre este par de modalidades, te invitamos a conocer esta interesante infografía que preparamos para ti.
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 21 de julio de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
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Chile: Séptima semana de paro: negociaciones entre profesores y gobierno están suspendidas
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México / 7 de julio de 2019 / Autor: Paulette Delgado / Fuente: Observatorio de Innovación Educativa
Un educador propone cambiar el término “maestros” por «ingenieros de aprendizaje».
Ben Johnson, administrador escolar y educador, es el hombre detrás de esta propuesta. «Tanta tradición e historia social están conectadas a la palabra maestro, sugiero que pensemos seriamente en usar un término diferente, uno que describa completamente lo que hacemos como maestros», dice Johnson.
“En una búsqueda de Google de la palabra “maestro”, 26 de las primeras 30 imágenes que aparecen en los resultados de la búsqueda muestran a un instructor en modo de enseñanza tradicional: parados frente a la clase hablando, escribiendo o apuntando en la pizarra». Y tiene razón, cuando las personas escuchan la palabra «maestro», piensan en su propia experiencia como estudiantes, generalmente en un entorno tradicional.
La propuesta de utilizar el término «ingeniero de aprendizaje» proviene de la idea de que un profesor hace mucho más que solo enseñar. Ellos inspiran creatividad, curiosidad, persistencia y forjan la fuerza laboral del mañana; todo esto mientras instruyen a los estudiantes en un tema específico.
El cambio también implicaría transformar el término «plan de estudios» a «plan de aprendizaje», imponiendo la idea de que la educación está avanzando hacia la inclusión de los estudiantes al permitirles hacerse cargo de su proceso de aprendizaje.
Desde el aprendizaje personalizado hasta la inteligencia artificial en el aula, está claro que la educación ya está cambiando. Aunque la idea de cambiar el título de «maestro» a “ingeniero de aprendizaje” pueda sonar radical, tal vez es momento de considerar la inclusión de la palabra «aprendizaje» como una forma de continuar transformando la educación y, como señala Ben Johnson, «con la mentalidad de un ingeniero».
Trabajar para transformar las tradiciones arraigadas y prejuicios de la profesión es tal vez lo más difícil que debe hacer un administrador escolar. Aunque parte de la solución puede ser cambiar el término para incluir la palabra “aprendizaje”, el verdadero cambio cultural ocurre cuando nos enfocamos en diseñar deliberadamente oportunidades de aprendizaje con la mentalidad de un ingeniero.
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 7 de julio de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
00:00:00 – UNESCO trabaja en el reconocimiento de estudios en educación superior para América Latina y el Caribe
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Educar es dirigir, encaminar, apoyar al desarrollo de las capacidades físicas e intelectuales de una persona. Implica poner en práctica un proceso de aprendizaje aplicado con técnica, disciplina y método, precisamente para que esa enseñanza sea aprendida, asimilada y de alguna forma perfeccionada.
No cualquier persona puede educar, tal vez tampoco pueda instruir. El profesor, sin embargo, tiene la responsabilidad de, con ejemplo y acción, hacer ambas, y mostrar a otros aquellas reglas, conceptos, conocimiento y experiencia, vitales en la formación de una persona.
¿Qué significa para un profesor asumir su responsabilidad de enseñanza y educación? La película Escritores de la libertad (Alemania-EUA, 2007) se lo pregunta, tomando como ejemplo a Erin Gruwell, una mujer que en 1994 llegó a la escuela preparatoria de Woodrow Wilson, en Long Beach, California, a enseñar la materia de lengua, con un interés u objetivo principal en mente: ayudar a la formación de los estudiantes adolecentes durante su etapa de desarrollo hacia un crecimiento de independencia y maduración, en un contexto de racismo muy marcado, agravado por la cotidiana violencia que prevalece en las calles de esa localidad estadounidense
La reciente política de inclusión en las escuelas, sin embargo, aunque tomada por el gobierno como medida de reajuste de integración social, necesario, obligatorio, importante, correcto y de equidad en cuanto a oportunidades de educación para la sociedad, resultado además de una serie de protestas sociales llevadas a cabo un par de años antes, no entusiasma a otros profesores como sí lo hace para Erin, y es que la diversidad de culturas también crea un conflicto social que se transporta de la calle a las aulas y choca con el sistema escolar burocrático que funciona a partir de normas y reglamentos estrictos ajenos a la nueva realidad social. Pandillas que pelean con violencia por el que todos reclaman como ‘su territorio’ es una de las cotidianeidades que viven las personas de esta comunidad, y si el conflicto persiste, lo que los jóvenes aprenden es esa relación de enemistad entre razas y personas: latinos, asiáticos, afroamericanos y caucásicos, todos peleando por sobrevivir, pocos dispuestos a convivir.
La mayoría de los profesores se ciñe a cumplir con la exigencia más básica de su empleo, esperando un modelo escolar perfecto, utópico e ideal, que a sus ojos alguna vez tuvieron, previo a los conflictos de 1992, por lo que ahora, de muchas maneras, se limitan a la función de impartir clase con el simple propósito de cumplir con un programa de estudios, independientemente de lo que puedan aprender los alumnos. Erin no quiere sólo eso, pues desea enseñarles a los estudiantes que a través de conocimiento y preparación pueden encontrar las bases para crecer y superarse, pero ello implica compromiso, disciplina, razonamiento, interés, comprensión, paciencia y reflexión, muchas habilidades y valores que nadie se ha preocupado por inculcar a estos chicos, ni en su casa ni en la escuela.
En un principio Erin batalla para conectar con los muchachos, para entender cómo hacerles ver qué tan valioso es su paso por la escuela, porque es más que exámenes, calificaciones, ejercicios, tareas, sentarse en una banca o pasar el grado. Si eso es para ellos (o ni siquiera eso) es porque no ven en la educación una puerta al futuro, una carrera, una profesión, una forma de mejorar su vida y la vida de las personas con quienes viven y la cultura con la que crecieron.
Finalmente la profesora encuentra un terreno común, la realidad misma de violencia que viven los estudiantes, producto del ambiente sociocultural, muchas veces hostil, en el que habitan. Todos conocen el miedo, la opresión, la aflicción, el abandono, la vulnerabilidad, porque lo viven a diario en su contexto, no importa cuál sea su ascendencia o a qué pandilla pertenezcan, ellos o sus familiares y amigos.
Entonces Erin encuentra algo con lo que los jóvenes pueden relacionarse, entender y empatizar, para, a través de ello, entender el significado y la importancia de los valores sociales, ya sea la tolerancia, inclusión, solidaridad, unión, superación o la lucha por un vivir diferente, por ejemplo, y ese algo es el Holocausto. La mayoría de los estudiantes no saben qué es, qué ocurrió históricamente ni qué representó para la humanidad esta etapa de cambio, por lo que la maestra se preocupa por hablarles de la historia pero también de algo más que el hecho histórico (específicamente les asigna leer El diario de Ana Frank), entiéndase lo que le rodea en cuanto a historias de vida, ética, cultura, aprendizaje o crecimiento: qué es la violencia para alguien que pasó de vivirla a sobrevivirla, y, específicamente, qué es y que representó para alguien vivir en un mundo de agresión, discriminación, violencia y muerte, para luego encontrar fuerzas para seguir luchando por seguir adelante, a pesar de todos los obstáculos en su contra.
El paralelismo que la profesora propone entre ese pasado y el presente mismo de los jóvenes permite crear un puente de comunicación, en donde la realidad de la guerra y la persecución de los judíos por los Nazis se convierta en una ventana para los estudiantes desde donde entender que su realidad no tiene por qué definirlos; es parte de ellos pero no los limita, especialmente cuando deciden actuar no con base en el miedo, o el control, o la voz de alguien más, sino según sus valores, apoyándose en otros y entendiendo al prójimo, en lugar de pelearse con él sin fundamento.
Concretamente hay una situación de alta tensión entre dos estudiantes, Eva, de origen latino, y la refugiada de Camboya, Sindy, pues un conocido de Eva disparó y mató accidentalmente a un conocido de Sindy, durante un enfrentamiento en el que el que disparó tenía como objetivo matar a alguien más. Se espera de Eva que proteja a sus allegados y mienta a favor de sus conocidos durante el juicio, lo que termina poniéndola en un predicamento al preguntarse qué es para ella hacer lo correcto: defender a los suyos o decir la verdad. Eventualmente decide que decir la verdad es defender a los suyos, no encubriendo la culpa, sino haciendo justicia, evitar acusar injustamente a un tercero y obligando al responsable a asumir las consecuencias de sus actos, pretendiendo así romper el ciclo de venganzas, represalia, confrontación, riñas y peleas provocadas por la inercia, o por la simple negativa al diálogo sustentada en el individualismo, sectarismo, discriminación, odio y aversión, que los chicos sólo repiten porque es lo que saben y con lo que crecieron. Desafortunadamente la historia no profundiza en el efecto de su decisión, porque en principio ella sufre las consecuencias de su postura al ser amenazada por sus correligionarios y repudiada por su familia. Aquí lo importante es el valor de decidir actuar conforme a sus valores.
Casi recién llegada a la escuela, Erin se da cuenta de una situación particularmente llamativa que le toca vivir, los estudiantes de su aula (esto mucho antes de que comiencen a llevarse bien), se encuentran sentados en el salón de clase, divididos por grupos según su etnicidad. De pronto, una riña en la escuela se desata en el patio y todos salen de los salones hacia la pelea. Erin nota que los mismos jóvenes que tenía sentados minutos antes frente a ella, todos bajo un mismo techo y un ‘terreno común’, aislados y divididos en grupos (tribus o pandillas) pero en paz, ahora se están golpeando los unos a los otros indiscriminadamente.
¿Cómo ayudar al estudiante, a los jóvenes, cómo dejar salir esas preocupaciones, encauzar su ira, inconformidad, dudas y frustraciones, sin tener que recurrir a la violencia, el enojo y el odio en sí? Erin lo logra a través de la escritura, como medio de expresión, y les pide a sus estudiantes escribir un diario, en los que cada uno desahogue todo aquello que piensa, se pregunta, reflexiona, teme o anhela. Ella les dice que sólo los leerá si ellos se lo permiten y para su sorpresa, todos le entregan sus libretas, porque la realidad es que todos quieren ser escuchados, tal vez porque nunca antes se les dio la oportunidad de dar a conocer su voz y su pensamiento, o la oportunidad de la expresión, el aprendizaje, el crecimiento, el diálogo y la comunicación, de escucharlos para entenderlos, en lugar de ser inquisitivo con ellos.
Con esta serie de acciones, aparentemente pequeñas pero significativas Erin se compromete, incluso si la gente a su alrededor no entiende cómo valorarlo, o si las autoridades lo ven más como un conflicto potencial que como algo positivo; y tal vez se compromete demasiado, pero al final hace lo que dijo que quería hacer: ayudar a los jóvenes en su desarrollo y aprendizaje. Y tal vez, en este caso, para tener éxito se requerían sacrificios propios, porque la situación misma lo pedía. La narrativa también aquí refuerza la idea de que los cambios positivos implican esfuerzo, dedicación, esmero. La realidad social, cultural y económica del lugar y la época pedían de alguien dispuesto a ir más allá del programa de estudios, porque el programa mismo no se adaptaba a las necesidades del estudiantado. Y eso es lo que hace Erin, romper barreras para acercarse a la gente que había sido aislada por esos mismos prejuicios sociales.
La propia jefa del departamento escolar, por ejemplo, se niega a prestarles a los alumnos material de lectura, sabiendo que hay una enorme posibilidad de que los libros no sean devueltos, o que lo sean pero dañados, rayados y deteriorados. Su razón tiene una lógica, pues el material servirá después para otros alumnos que cursen el mismo nivel en un futuro inmediato, pero la insistencia de Erin para dar a los jóvenes una oportunidad, darles la mano a personas a quienes nunca se les ha ofrecido, es también importante para hacer posible esa responsabilidad de enseñanza que tienen con ellos.
“Para ganar respeto primero debes respetar”, recalca Erin en un punto de la historia, y esa es la clave de todo; eso hace ella para con sus alumnos, no tratándolos como inferiores, no dándoles la espalda, sino manifestándose dispuesta a escucharlos y aprender también de ellos. Eso es exactamente lo mismo que ellos aprenden en el aula para con sus compañeros, y que tiene un eco en la comunidad, diversa culturalmente hablando, pero similar en cuanto a situaciones de lucha, que no pueden disiparse mientras no haya en efecto respeto entre personas de una misma comunidad. Es así como de alguna forma unos terminan aprendiendo de otros, algo sólo posible gracias a un mediador, a un facilitador, dispuesto a educar, aprender y enseñar, instruyendo. No es fácil de lograr pero sí necesario, en unos contextos sociales más que en otros. Lo notable aquí no es sólo la disposición de la persona al frente, sino también la de aquellos dispuestos a escuchar. En suma, el diálogo y la comunicación interpersonal como fundamento del proceso de enseñanza aprendizaje.
La película, que se basa en el propio libro El diario de los escritores de la libertad, de la auténtica profesora Erin Gruwell, quien publicó la historia anexando extractos de los diarios de sus estudiantes, está escrita y dirigida por Richard LaGravenese, y protagonizada por Hilary Swank, Scott Glenn, Imelda Staunton, Patrick Dempsey, April Lee Hernández y John Benjamin Hickey, entre otros.
El eje de la indagación psicopedagógica es el proceso de
aprendizaje. Un proceso: ningún resultado, ninguna sustancia, ninguna
entidad pensada de manera aislada. Claro que, lejos de negar la
existencia de resultados, sustancias y entidades, se trata de pensarlos
como partícipes necesarios del proceso de aprendizaje para conocer
sobre su valor e incidencia y poder diseñar intervenciones.
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Hay una habilidad tan fundamental para la vida que también debe aprenderse en la escuela: comprender y manejar las emociones
¿Cómo debe preparar un país a sus niños para el futuro?
No basta con enseñarles lengua, matemáticas o robótica. Hay otra habilidad tan fundamental para la vida que también debe aprenderse en la escuela: comprender y manejar las emociones.
Ésa es la premisa de una colaboración pionera entre España y América Latina que está impartiendo a miles de niños en Uruguay herramientas de inteligencia emocional.
“Para los trabajos del futuro se requieren habilidades de toma de decisiones, de negociación, de superar obstáculos, de manejar crisis y de reinvertarse a uno mismo, porque las organizaciones que existen hoy no van a existir en 10 años”, señaló a BBC Mundo Ilan Bajarlia, fundador de la Asociación Civil Emocionarte, una “sociedad de personas voluntarias influyentes en diferentes ámbitos interesadas en mejorar la educación”.
“Te puede haber ido muy bien en la universidad. Pero de qué te sirve si luego fracasás en un trabajo y no tenés la capacidad de seguir adelante porque te frustrás o tenés problemas de autoestima”, agregó Bajarlia.
10.000 alumnos
Bajarlia fue quien llevó a Uruguay inicialmente el programa “Educación Responsable” de la Fundación Botín de España.
El programa, que comenzó hace más de una década, ya ha extendido sus herramientas de inteligencia emocional a cerca de 300 colegios españoles.
El impacto del programa español fue evaluado por la Universidad de Cantabria desde 2006 a 2011, y se encontró que mejora la asertividad y el manejo del estrés, disminuye tanto la ansiedad como los comportamientos violentos y mejora el rendimiento académico.
Expertos de la Fundación Botín han venido formando docentes en Uruguay desde hace cuatro años.
Y hace dos años comenzó a participar en los talleres el Plan Ceibal, el plan estatal que convirtió a Uruguay hace más de una década en el primer país del mundo en dar una laptop a cada alumno en las escuelas públicas, y desde entonces ha sido líder en innovación educativa.
En total, la Fundación Botín ha formado unos 1.000 docentes uruguayos y el año pasado comenzó a realizar sus primeros talleres en Chile.
El programa de educación emocional está alcanzando este año a unos 10.000 alumnos de Uruguay en 40 escuelas y liceos tanto privados como públicos (16 a través del Plan Ceibal y el resto a través de Emocionarte).
Qué es inteligencia emocional
“La inteligencia emocional abarca toda una serie de habilidades que tiene que ver con la capacidad para motivarse a sí mismo, identificar las emociones, comprenderlas y manejarlas de una manera positiva“, explicó a BBC Mundo Adriana Yépez, una de las expertas de la Fundación Botín que ha venido formando docentes.
“Tiene que ver con una comunicación positiva con mayor empatía, con cómo conectar con los otros con escucha activa, con tener un nivel de autoafirmación y poder decir lo que pienso de una manera respetuosa”.
“En la escucha activa escuchamos con todo nuestro ser, dejando de lado los pensamientos y centrándonos en la persona y en lo que está compartiendo con nosotros. Esto se tiene que reflejar en nuestra mirada y en nuestro lenguaje no verbal y verbal”.Yépez señala que parte del aprendizaje es reconocer que no hay emociones buenas y malas.Los niños aprenden a identificar lo que sienten, y si sienten miedo, por ejemplo, antes de hacer una presentación en clase, trabajan pensamientos positivos y ejercicios de respiración para tranquilizarse.
“También buscamos que aprendan a reconocer esas emociones en sus compañeros, y puedan decir, este amigo está triste, me puedo acercar acercar a él y preguntarle qué le pasa”.
Cómo se enseña en la práctica
En los talleres a docentes, Yépez enseña diferentes recursos vinculados con las artes.
Cada recurso tiene tres etapas que marcan pasos diferentes en el proceso de aprendizaje.
En uno de los recursos, por ejemplo, se pide a los niños que lleven una prenda que sea significativa y expliquen en clase lo que significa para ellos.
“Uno llevó un trapito, tenía miedo en las noches y dormía con ese trapito, otro llevó la camiseta de un primo que había fallecido, y otro la camiseta de su equipo favorito“, relató Yépez.
El segundo paso es conocer la exposición de un artista que trabaja con textiles.
Y por último, los niños, en su rol de artistas, trabajan en equipo.
“Finalizan el recurso con una obra creativa, por ejemplo, haciendo un telar que une todos sus trozos de tela”.
Empatía
Yépez pone a disposición de los docentes cientos de actividades específicas en el sitio fundacionbotin.org, para trabajar la empatía.
Los niños más pequeños, por ejemplo, ven un video llamado “lo mío es tuyo”, en el que dos niños abren sus bandejas para merendar, pero un niño no tiene nada, mientras que otro tiene un sándwich.
“Cuando ven el video sirve para un diálogo muy bueno, si a ellos les hubiera pasado, ¿habrían compartido?”, señaló Yépez.
En el caso de los adolescentes, los alumnos asisten a trozos de películas o anuncios publicitarios en los que se ve a un chico que quiere integrarse, pero le dejan de lado.
“El video les sirve para conectar con situaciones similares que han vivido, y en la clase se genera un espacio de confianza para dialogar”.
Por qué se sumó el Plan Ceibal
La dimensión afectiva es clave en el aprendizaje, señaló a BBC Mundo Martín Rebour, gerente de formación del Plan Ceibal.
“Si aprender matemática me genera ansiedad, o tengo miedo a equivocarme porque una vez me equivoqué y un docente me señaló o mis padres se rieron, eso afectará mi aprendizaje”.
Rebour afirmó que diferentes investigaciones en Uruguay apuntan a un problema de “baja tolerancia a la frustración“.
“Por ejemplo, me enfrento a un material que no entiendo y ya me frustré y no persevero, en lugar de preguntar al docente o a un compañero o buscar otro material”.
“O un niño se molesta con un compañero, y en lugar de decirle, ‘mirá, me molestaste’, va y le pega”.
El Plan Ceibal integra una iniciativa de colaboración internacional llamada Red Global de Aprendizajes, que pone énfasis no solo en la integración de nuevas tecnologías y herramientas de aprendizaje, sino en cómo los niños aprenden.
“Trabajamos en seis competencias: pensamiento crítico, comunicación, trabajo colaborativo, creatividad, ciudadanía y carácter”, explicó Rebour.
Y en el carácter entran las habilidades de inteligencia emocional que tienen que ver con la autoregulación y la tenacidad.
Ciudadanos integrales
La idea en esencia, según Martín Rebour, es escalar en el futuro la enseñanza emocional a todos los colegios públicos en Uruguay.
“Lo que queremos son ciudadanos integrales”, explicó el gerente de formación del Plan Ceibal.
“Queremos ciudadanos que puedan dar respuesta a los desafíos de su propia vida y de la sociedad, pensar con otros y pensarse a si mismos de una manera crítica, que sean creativos y que puedan comprometerse en cuestiones vinculadas a la ciudadanía, como el cambio climático”.
Para Ilan Bajarlia, es esencial que los niños aprendan a comprender sus emociones, a resolver las cosas conversando, a mejorar su autoestima y a relacionarse con empatía.
“Imagínate a largo plazo una sociedad que siente en todos los niños desde chiquitos esas bases de inteligencia emocional”, señaló Bajarlia.
“Son los niños que van a construir el futuro”.
Fuente de la reseña: https://laopinion.com/2019/03/21/como-en-uruguay-ensenan-la-inteligencia-emocional-a-miles-de-ninos-para-los-trabajos-del-futuro/
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