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Educación: qué es la «crianza positiva» y cómo puede usarla para ser «firme pero amable» con sus hijos

Por: Semana Educación

La «parentalidad positiva», también denominada crianza positiva, rechaza tanto el castigo como la permisividad, y aboga por que el niño tenga cierto grado de autonomía y participe en la toma de algunas decisiones. ¿De qué se trata este modelo?

Cuando se trata de criar a un hijo, los padres se enfrentan al dilema de cuánta disciplina es necesaria y cuándo esta se puede volver excesiva y, como consecuencia, contraproducente.

Según qué modelo educativo se aplique, la conclusión es distinta. En un extremo se sitúa el que aboga por la rigidez. De acuerdo a éste, es el adulto el que manda y el niño no participa en el proceso de toda de decisiones: «Estas son las reglas y este es el castigo que recibirás si las violas», es la frase que mejor lo ilustraría.

En el otro polo se encuentra el enfoque permisivo, que insiste en que no hay reglas ni límites y defiende que el niño esté a cargo.

Pero existe también un tercer modelo, una especie de punto intermedio entre ambos: la «parentalidad positiva», también denominada crianza positiva. Esta rechaza tanto el castigo como la permisividad, y aboga por que el niño tenga cierto grado de autonomía y participe en la toma de algunas decisiones, siempre teniendo en cuenta qué es lo adecuado para su edad y cuál es el contexto familiar.

Según este enfoque, el adulto sigue siendo el responsable, pero en su trato hacia el menor hay más comunicación, respeto y aprecio por los sentimientos de este, incluso cuando le dice que no.

La educadora Lua Barros, quien estudia y defiende la crianza positiva, la plantea como la relación entre padres e hijos que es «necesaria en la sociedad en la que vivimos (…) Tenemos que hacer que los padres vean a los niños como individuos y que haya un respeto mutuo», dice.

«El afecto debe impulsar todas nuestras acciones (…) Cuando estamos gobernados por el afecto, eliminamos cualquier violencia de la relación. Para conducir el comportamiento del niño con firmeza y respeto se debe ejercer la autoridad sin autoritarismo«, prosigue.

Sin castigos físicos

La idea también es que golpear o castigar a los niños no les enseñará cómo manejar sus propios sentimientos o comportarse adecuadamente, solo los educará para que tengan miedo de la reacción del adulto.

En junio de este año, Francia se convirtió en el 56º país en prohibir por ley el castigo físico a los niños. El primero fue Suecia en 1979, y la lista incluye varios latinoamericanos: Venezuela, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Brasil, Perú y Paraguay.

Varios antropólogos aseguran que nuestros antepasados, contrariamente a la creencia popular, no eran violentos con sus hijos y que solían ser afectuosos y mostrarse disponibles para ellos, y que vivían en entornos cooperativos.

«Cuando dejamos de ser cazadores-recolectores y nos convertimos en agricultores, lentamente construimos una cultura de sumisión, control y búsqueda de obediencia desde la infancia», dice la psicóloga Marcia Tosin, experta en comportamiento infantil.

Varios estudios científicos también sustentan que la educación y la crianza han evolucionado mucho en las últimas décadas, en las que se ha generado más conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro humano que en los últimos 5.000 años.

Uno de los hallazgos es que el cerebro crece hasta los 23 años, es decir, hasta esa edad no está completamente maduro. Y hoy sabemos que existe la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse a los cambios a través del sistema nervioso.

Nuestra vida social y profesional está altamente influenciada por las experiencias de los primeros años. Y un ambiente con bajo estrés y estímulos positivos conduce a un buen desarrollo no solo mental sino también físico.

Tosin afirma que la paternidad respetuosa hará que los niños, cuando crezcan, lo sean también con otros: «Desde hace dos décadas escucho al menos una vez a la semana alguien en terapia decirme: ‘No puedo querer a mi madre (o mi padre). No importa cuánto lo intente, no siento nada por ella (él) ‘», dice.

«Esto se debe a que esos padres se centraron en un modelo basado en el seguimiento a las reglas, pensando que el afecto podría dañar a sus hijos», explica.

¿Cómo actuar en la práctica?

Es importante para los padres que buscan esta vía intermedia de educar a sus hijos que entiendan que el mal comportamiento de un niño —berrinche o similar— es una forma de comunicación para estos.

La mayoría de las veces, no es personal; es decir, el niño no lo hace para molestar al adulto, sino porque no tiene otros recursos emocionales en ese momento.

La educadora de padres Lia Vasconcelos pone ejemplos de cómo la crianza positiva puede ayudar con este dilema.

«El primer punto es mirarnos a nosotros mismos para tratar de comprender qué puede haber causado estrés al niño. ¿Podría ser el sueño, el cansancio, el hambre, el nerviosismo, la inseguridad?».

«Tienes que decir que no con firmeza y amabilidad pero también validar el sentimiento del niño«, prosigue. «Y decirle algo como ‘Veo que estás ansioso. Juguemos ‘»

Según la educadora, los adultos deben dar opciones al niño que hace berrinche, pero dentro de ciertos límites. Por ejemplo, si la escena se da en un supermercado y el niño «quiere algo solo porque lo quiere», y los padres no quieren comprárselo, pueden decir: «Vemos que estás ansioso por comerte esa galleta. Se ve rica. ¿Pero qué tal si elegimos un refrigerio más saludable?».

El secreto es distraer al niño con una frase del estilo.

¿Pero qué pasa cuando el berrinche cruza una línea y se empieza a parecer a una escenas de las películas de terror?

Antes de tomar cualquier decisión, es importante comprender cómo funciona el cerebro. Se divide en cuatro zonas principales según su función, según la teoría de los cuadrantes cerebrales de Ned Herrmann.

El investigador estadounidense lo describió haciendo una analogía de nuestro cerebro con el globo terrestre y con sus cuatro puntos cardinales. A partir de esta idea, representó una esfera dividida en cuatro cuadrantes, resultantes del entrecruzamiento de los hemisferio izquierdo y derecho del modelo Sperry, y de los cerebros cortical y límbico del modelo McLean

De acuerdo a su modelo, el hemisferio derecho es el imaginativo. Y izquierdo es el lado racional y lógico, donde reside la noción del tiempo.

Debajo está el cerebro primitivo, el que atesora las emociones. Y en la parte de arriba se ubica el juicio y todos los componentes del cerebro racional. Estos funcionan como un filtro para las emociones.

Cuando se produce un berrinche en la parte inferior, significa que hay mucha energía allí acumulada. Son las situaciones en las que el niño está fuera de sí. Ante ellas no merece la pena argumentar, ya que en ese momento el niño no tiene capacidad de escuchar.

«El mejor enfoque en este caso es calmar al niño sentándolo primero en el regazo y llevándolo luego a otro lugar. Esto a menudo es suficiente», dice Vasconcelos.

«Abrázalo, incluso si es lo último que quieres hacer. Pídele que respire hondo y dile que poco a poco la ansiedad pasará (…) Dilo con calma, firmeza, generosidad y cariño. Es el afecto en el tono voz lo que ayudará al niño a calmarse. Revisa con el niño lo que sucedió y deja la llamada de atención para después. Es importante corregir el comportamiento pero no señalar al niño como malo«, prosigue.

Cuando ocurre en la parte de arriba del cerebro y el niño está lo suficientemente tranquilo como para entender, la recomendación de los expertos es no negociar. Es posible tener en cuenta los sentimientos de frustración de los niños sin doblegarse, sin ceder en los límites establecidos por el adulto: «De verdad que entiendo que quieres el juguete, pero desafortunadamente hoy no vamos a comprarlo. Pensemos en otra cosa».

«Me harte de aquello en qué me estaba convirtiendo»

Tanto Vasconcelos como Barros se convirtieron en educadores para adultos porque sentían que como madres estaban muy por debajo de lo que podían ser: «Me cansé de aquello en lo que estaba convirtiendo», reconoce Barros.

«Ser madre siempre había sido agradable para mí, hasta que dejó de serlo. Con tres hijos, las cosas se me salieron de control«, hace memoria.

Fui a buscar orientación, información. Tenía tres hijos, estaba embarazada de mi cuarto hijo y no había leído ningún libro sobre cómo se desarrolla el cerebro de un niño».

Barros llegó a ver a los niños como humanos en desarrollo que pueden crecer mejor, más fuertes, más saludables, dependiendo de su interacción con ellos.

«Hoy escucho todo lo que mis hijos tienen que decir. Eso no significa que me ocupe de todo. Les enseño a hacer frente a sus deseos. Necesitamos ser adultos emocionalmente equilibrados para que la generación futura también pueda crear personas más equilibradas «.

Niños digitales

Cuando la educadora habla de la sociedad en la que vivimos, también se refiere al mundo digital. En algunas casas donde los padres tienen exceso de trabajo los niños terminan pasando mucho tiempo expuestos a la televisión y los celulares. Y estos espacios digitales también requieren de supervisión.

«No dejas a tu hijo solo en el parque. ¿Por qué lo dejarías en internet? No tiene sentido. Internet es un lugar donde todo sucede«, dice Barros.

En abril de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó sus recomendaciones sobre el uso de dispositivos electrónicos para niños de hasta cinco años.

Según el organismo, por debajo de esa edad no se debe pasar más de 60 minutos al día en actividades pasivas frente a un teléfono móvil, computadora o pantalla de TV.

Asimismo, la entidad establece que los bebés menores de 12 meses no deben pasar ni un minuto frente a dispositivos electrónicos.

«Mucho mejor que prohibir la electrónica es crear estrategias para que no sean interesantes», explica Tosin.

«Los niños, cuando están frente al televisor, por ejemplo, en cinco minutos comienzan a deslizarse en el sofá, ponerse de pie o arrojar almohadas. El niño siente el deseo de moverse, y la sociedad necesita organizarse para traerlo de regreso».

La Sociedad Brasileña de Pediatría recomienda que los niños jueguen al aire libre todos los días.

Esta es una de las premisas que el pediatra y sanitario Daniel Becker, profesor del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Federal de Río de Janeiro, aplica en sus conferencias y consultas.

«Vivimos una devaluación del juego y la vida al aire libre. Una ‘adultización‘ del niño. Varios estudios muestran que jugar evita varios comportamientos depresivos e incluso suicidas en el futuro. La crianza no puede ser autoritaria, ni violenta, ni demasiado permisiva. Es importante hacer que el niño desarrolle una conciencia emocional «, dice Becker.

El periodista estadounidense Richard Louv, autor de The Last Child in Nature («El último niño en la naturaleza»), acuñó el término «trastorno por déficit de la naturaleza» para describir el fenómeno más bien contemporáneo de la falta de acceso a espacios libres que permitan el juego libre y el contacto con el medioambiente.

Barros cree que el trastorno afecta a niños y adultos y está estrechamente relacionado con el uso creciente de dispositivos electrónicos.

«Ante esta situación, que también causa un estilo de vida sedentario y obesidad, las palabras que se me ocurren para describir cómo debe ser la relación de los niños con la electrónica son el sentido común, el equilibrio y la supervisión».

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/educacion-que-es-la-crianza-positiva-y-como-puedes-usarla-para-ser-firme-pero-amable-con-tus-hijos/640154

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¿Se nos han ido de las manos la maternidad y la paternidad?

Por: Adrián Cordellat 

Los objetivos educativos han crecido de forma exponencial: educación en valores, inteligencia emocional, formación académica y así hasta un largo etcétera

Hace unos días leía el prólogo de ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? (Arpa Ediciones) mientras preparaba una entrevista a su autora, la psicóloga Maribel Martínez. En ese prólogo, Martínez hace una reflexión sobre la evolución que han experimentado los objetivos educativos de los padres en apenas dos generaciones. Así, los padres que lo fueron durante la posguerra y la dictadura tenían una única prioridad: que sus hijos sobrevivieran sin pasar hambre. Superado el hambre, los padres de quienes nacimos a finales de los setenta y los ochenta añadieron una nueva prioridad: “formar académicamente a los hijos y ofrecerles la oportunidad de tener un trabajo que les permitiera prosperar”. Hoy, garantizada la comida, la educación y hasta la suscripción a Netflix, los objetivos educativos han crecido de forma exponencial: educación en valores, inteligencia emocional, formación académica, actividades extraescolares, aprendizaje de idiomas, práctica de deporte, alimentación sana, etc.

¿Se nos ha ido de las manos?, le pregunté a Maribel cuando tuve la ocasión de hablar con ella. “En algunos aspectos creo que sí”, me respondió antes de citar un concepto: profesionalización de la paternidad. “Estamos ante la generación de padres más formada de todos los tiempos. Una generación con una gran autoexigencia personal, académica, laboral y cómo no, en el rol de padres. Antes de que nazcan los hijos, ya se están formando e informando. Queremos ser unos padres excelentes, que nuestros hijos sean felices, que no les falte nada, que no sufran, que no lloren ni se frustren y que sean perfectos. Esto hace que vivamos la crianza con ansiedad. Todo tiene que estar controlado e ir bien y no nos damos cuenta de que nuestra ansiedad contamina el ambiente familiar”, me argumentó cuando le pedí que profundizara en ese concepto al que, sin poner nombre, yo llevaba tiempo dando vueltas. Concretamente desde que cambié los libros de autoayuda por la literatura, desde que El nudo materno de Jane Lazarre empezó a tener más peso en mi conciencia que la última novedad de los gurús de la crianza. Y, entonces, tomé un poco de distancia de esa profesionalización, en la que yo también estaba sumergido hasta las cejas y, vista con perspectiva, me pareció impostada, un tanto excesiva, casi ridícula.

Mientras escribo esto me vienen a la mente algunas escenas de la primera temporada de Mira lo que has hecho, la serie de Berto Romero para Movistar, o de la serie australiana The Letdown (disponible en Netflix), que recogen con humor y un punto de sarcasmo esta profesionalización de la maternidad y la paternidad llevándola a la parodia, al absurdo. Tengo que reconocer que cuando vi algunas de esas escenas me sentí muy interpelado, como si fuese yo el padre o la madre estereotipados y “profesionales” que protagonizaban las mismas. Me reí, claro. Es bueno reírse de uno mismo. Pero luego me dio que pensar. Quizás porque para entonces ya estaba más cerca de Jane Lazarre que del divulgador experto en crianza de turno.

Últimamente cada vez pienso más en esa profesionalización. Tengo la sensación de que, en consonancia con los tiempos, se ha radicalizado. Y no sé si esa radicalización, que parte de la mejor de las intenciones, es realmente buena para nuestros hijos. Ni para quienes les rodean. Pienso en los abuelos. En muchos de ellos, que están teniendo que sufrir en sus carnes esta profesionalización cuando se relacionan con sus nietos (“No le digas eso”, “No le des de comer esto”). No entienden nada, no comprenden que todo se haya vuelto tan complejo, se les ve encorsetados, tensos, con miedo a meter la pata.

Cada generación llega más formada a la paternidad. Yo lo veo en los padres de los compañeros de clase de mis hijos. Los que han accedido este año al colegio tienen unas inquietudes y unas preocupaciones que no existían cuando mi hija empezó su etapa escolar hace tres años. Y probablemente, entonces, nosotros tendríamos unas inquietudes que quienes habían arrancado unos años antes ni siquiera se planteaban. Lógico. No seré yo el que ponga en tela de juicio esa necesidad de prepararse y de formarse para intentar ser las mejores personas posibles para nuestros hijos. Es normal y está bien pretenderlo. El problema que veo (que he visto en mi propia experiencia) es que esa profesionalización también nos hace llegar a la experiencia materna y paterna con más conceptos claros e inamovibles, lo que nos convierte en padres y madres menos flexibles. Me pregunto si esto puede tener un impacto directo en la crianza de nuestros hijos, en su desarrollo. Si este seguir a pies juntillas, sin margen para la flexibilidad, los consejos, muchas veces además contradictorios, con los que expertos (y pseudoexpertos) de todo tipo nos bombardean en libros, blogs, redes sociales y canales de YouTube, acaba encerrando a nuestros hijos en una burbuja cargada de moral que les aleja del mundo real.

Alimentación, literatura infantil, educación para la excelencia…

Podemos hablar de la burbuja de la alimentación. Afortunadamente los padres cada vez tenemos más conciencia de la importancia que una buena nutrición, con más frutas y verduras y menos procesados y ultraprocesados, tiene para nuestros hijos. Hay grandes divulgadores que han conseguido hacer calar un mensaje necesario e importante que nosotros, los padres y madres, estamos llevando al extremo. He llegado a escuchar cómo se ponía en tela de juicio el bizcocho casero que unos padres habían llevado al colegio para celebrar el cumpleaños de su hijo porque tenía azúcar. He visto a padres y madres sufrir porque hasta ahora habían logrado mantener a sus hijos alejados del azúcar y en su idealismo creían que lo iban a conseguir permanentemente, como si sus hijos no viviesen en un mundo en el que por fuerza iban a tener que acabar relacionándose con otros niños, compartiendo aula, desayunos, comidas y meriendas.

“Yo no recomiendo aislar a los niños de la comida insana”, suele decir el dietista-nutricionista Aitor Sánchez, que en una entrevista reciente explicaba que la primera piedra de la educación alimentaría se pone en casa. Aunque también reconocía que luego aparecen otros entornos que van a compartir esa responsabilidad: la escuela infantil, el comedor del colegio, otros familiares. “Es en ese punto en el que la alimentación se convierte en algo estresante para muchas familias porque sienten que han perdido ese control –que tenían al principio– de lo que comen sus hijos. Descubren que su hijo no es un robot sino una nueva vida con voluntades y que está creciendo en torno –también– a los estímulos que le rodean. Tenemos la responsabilidad, sí, pero no vamos a poder controlarlo todo”, añadía.

Podemos hablar también de la burbuja de las emociones y del moralismo, que tiene un gran reflejo en la literatura infantil. Está bien querer que nuestros hijos aprendan a identificar y gestionar las emociones para que el día de mañana tengan una buena inteligencia emocional. Está bien que tengan unas nociones básicas del bien y del mal. Mi duda es si con esa sobredosis de educación emocional (cada emoción con su color) y de los libros con mensaje marcado que explican constantemente a nuestros hijos cómo deben comportarse y cómo deben ser, no les estamos arrebatando a ellos otras experiencias, otros sentimientos, otras emociones igual de válidas, otras formas de pensar. Si no les estamos construyendo otra burbuja que les aleja del mundo real. En la última Feria del Libro de Madrid vi cómo volaban los álbumes ilustrados más moralistas y emocionalmente exitosos mientras grandes obras del sector, álbumes maravillosos en los que prima la diversión, la belleza, la estética o la calidad literaria quedaban relegados a un segundo plano.

Podemos hablar de la educación, otro aspecto en el que se nota la profesionalización de la crianza, el hecho de que hoy tengamos mucha más información sobre pedagogías alternativas, sobre otras formas de hacer en el aula, sobre el funcionamiento del cerebro de los niños. La elección de la escuela (la más cercana a casa, por supuesto) era algo natural para nuestros padres. Hoy sufrimos por ver si nuestros hijos consiguen plaza en el colegio con el que soñamos para ellos. Hace unas semanas estuve visitando por trabajo una escuela infantil. La directora me contó que los padres llevan allí a sus hijos por la garantía de que van a salir hablando inglés y casi un tercer idioma. “Los primeros seis años de la vida de nuestros hijos son una inversión para el resto de la vida”, me dijo. Una inversión. Los padres invertimos en la educación temprana de nuestros hijos como si ellos fuesen un fondo de pensiones con la esperanza de que el día de mañana eso les dé réditos. En vez de preocuparnos porque jueguen, se diviertan y sean niños, estamos invirtiendo desde su tierna infancia en su supuesta futura carrera laboral.

Y podemos hablar de género. Como el escritor peruano Renato Cisneros, me considero un feminista en construcción. Todos los somos. Todos hemos crecido en entornos machistas y ahora luchamos por erradicar de nosotros las taras machistas que nos quedan. En mi caso comulgo con casi todas las reivindicaciones feministas. Me cuesta aceptar lo del lenguaje inclusivo, esas “x”, esas “@” y esas “e” que han colonizado las clases de nuestros hijos, donde ahora hay niñxs, niñ@s y niñes, pero no niños y niñas. Tengo familias amigas que hablan de “nosotras” porque son tres mujeres y un hombre. No me chirría. Incluso me parece lógico. Me chirrían las equis, las arrobas y las ees. Entiendo lo que reivindican, entiendo que la forma en que hablamos afecta a la forma en que vivimos y nos relacionamos, pero no tengo claro que unas equis, unas arrobas o unas ees sean la solución a una sociedad machista. La prueba está en todos los idiomas sin concepto de género que existen y cuyas sociedades no son precisamente el paradigma del feminismo.

Todas estas reflexiones, todos estos ejemplos de profesionalización con los que creo que construimos burbujas para nuestra tranquilidad y el “aislamiento” de nuestros hijos, no me alejan del objetivo que, intuyo, compartimos todos: ser los mejores padres posibles para las personas a las que más queremos en el mundo. La cuestión es cómo alcanzar ese objetivo sin que la culpa, la ansiedad, las expectativas o la voz de los expertos tomen la batuta de nuestras paternidades y maternidades. Cómo lograrlo desde la coherencia y la capacidad de relativizar, a las que apenas separa una invisible frontera de lo extremo, lo inflexible y lo casi ridículo.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/11/12/mamas_papas/1573570721_246565.html

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Entrevista a Elsa Punset: “Los hijos nos invitan, o más bien nos obligan, a revivir nuestra propia infancia”

Entrevista/Autora: Carolina García/Fuente: El país

La escritora estrena ‘BOBIBLU’, una colección de libros dirigidos a niños entre dos y cinco años. Para ella, la alegría es el faro de la niñez

Elsa Punset (Londres, 1964) se estrena con el público más joven. Su última colección BOBIBLU está dirigida a los niños de entre dos y cinco años. “He querido que sea un pequeño homenaje a todo lo que he aprendido con la infancia de mis hijos”, subraya la escritora. De esta manera, Punset ha pasado de indagar durante años cómo los adultos pueden vivir y convivir mejor, a adentrarse en el mundo de los más pequeños, de la niñez: “Es una etapa maravillosa, en la que crees que todo lo das tú, que estás siendo súper generoso, y con el paso de los años miras atrás y ves todo lo que ellos, tus hijos, te han enseñado a ti”. Punset explica cómo ha sido la experiencia de crear y convivir con esta entrañable colección.

PREGUNTA. ¿Qué tiene que tener, en su opinión, un libro dirigido a ellos?

RESPUESTA. En este caso, hablamos de niños entre dos y cinco años, más o menos. Y a esas edades, sabes que van a compartir sus lecturas con De Mamas & De Papas, y por tanto escribes pensando en toda la familia. ¡Yo le doy mucha importancia a ese aprendizaje conjunto! Y algo que padres e hijos pueden compartir fácilmente es el sentido del humor. Así que buscamos, cual aguja en un pajar, a un ilustrador capaz de arrancarle sonrisas y risas a mayores y pequeños, ¡y creo que nuestro ilustrador, el señor Sánchez, lo consigue! Así que recapitulando: BOBIBLU se dirige a la familia entera, porque esta es nuestra primera escuela de inteligencia emocional, y los hijos nos invitan, ¡o más bien nos obligan!, a revivir nuestra propia infancia, a plantearnos qué cosas quisiéramos mantener o cambiar, y a superarnos cada día para ser esos padres que todos merecemos.

P. ¿Qué le ha resultado lo más difícil y lo más gratificante de hacer esta colección?

R. ¡Disfruto tanto escribiendo para niños!… que me resulta difícil ponerles pegas o hablar de esfuerzo. He tenido la suerte, inmensa y por la que me siento muy agradecida, de vivir la infancia de mis peques con mucha alegría. Tuve una escuela maravillosa, la escuela Waldorf, que me ayudó a vivir los años de crianza como la aventura fértil que son. Y he intentado transmitir una parte de lo que aprendí: la importancia de la alegría, de dejar en la medida de lo posible las prisas y el estrés adulto a un lado, de mantener muy bajas nuestras expectativas adultas, y muy alta la confianza en que el niño tiene una sabiduría interior que le guía.

P. ¿Qué quiere que aprenda o reciba el lector?

R. Quisiera que la familia entera recuerde con BOBIBLU que la alegría es el faro y guía de una buena infancia. Y esa alegría la encontramos en cosas muy sencillas. Por ejemplo, en darnos un abrazo de seis segundos al despertar, en compartir un cuento cada noche, en ayudarnos con cariño, en hablar de lo que nos da miedo o nos duele, en pedir perdón cuando nos equivocamos… en sentirnos seguros y queridos en casa. ¡No hay nada más importante para una familia con niños pequeños! Claro que dedicamos mucho tiempo a la supervivencia física de nuestros hijos, pero no podemos abandonarlos en lo emocional. Somos los entrenadores emocionales de nuestros hijos, y que eso significa que aprenden no por lo que decimos, sino por lo que hacemos… así que tener hijos te obliga a ser mejor persona, a gestionar mejor cada reto cotidiano.

P. ¿Por qué las aventuras de un niño junto a un perro?

R. Yo siempre me inspiro en la realidad que me rodea, y en este caso, BOBIBLU está inspirado en Blu, un perro que necesitaba un hogar y que adoptamos, un poco a regañadientes al principio porque me preocupaba el tiempo que iba a requerir, y llegaba un poco traumado y sobreexcitado… pero me enterneció cómo se adaptó a vivir en casa y la amistad que tiene hoy en día con mi hija pequeña. Están siempre pegados el uno al otro, y de allí surgió la idea de tener a un niño Bobi con su querido perro Blu, al que todos llaman, por inseparables, Bobiblú.

P. ¿Las rutinas elegidas son comunes, tal vez quería enfocarse en ellas por esa relación entre los padres y los hijos que se da cuando las realizan?

R. Una de las pistas más sólidas que encontrará el lector en BOBIBLU es que los niños adoran tener sus pequeños rituales cotidianos para ir celebrando y aprendiendo a vivir y convivir. Se trata de acompañar las etapas del día con canciones y juegos, gestos divertidos que te ayudan a comprender y gestionar actos cotidianos como levantarse, lavarse, comer, jugar, celebrar, ir a dormir…

¡Los niños aprenden mejor buenos hábitos jugando! Y cada familia, (lo explico en la última página de pistas de cada libro), inventa sus propios rituales o hábitos en función de sus preferencias y creencias: canciones, oraciones, encender una luz especial, momentos de silencio, lecturas, etcétera… Aunque nuestros juegos, rituales o hábitos cotidianos puedan parecer pequeños, en realidad forman parte del tejido emocional de una familia, la unen y generan recuerdos imborrables.

Cuando tenemos estos hábitos, la convivencia es más sólida, todo se hace y se celebra mejor, y cuando las familias tienen momentos de estrés o dificultades, nuestros pequeños rituales siguen allí, manteniéndonos unidos y estables.

P. ¿Cómo pueden estas aventuras ayudar a los niños?

R. Si con BOBIBLU los padres y madres recuerdan -porque en el fondo, solo estoy recordando algo que todos sabemos, pero tal vez hemos olvidado o apartado- la importancia de la alegría en casa, y cómo podemos aprender buenos hábitos con nuestros pequeños rituales cotidianos… creo que estaremos ayudando mucho a nuestros niños y niñas.

P. ¿Y a los padres?

R. Lo mejor de una familia es que lo que hace felices a los unos debería servir también y hacer felices a los otros. Una familia es una unidad física y emocional, y es difícil que unos estén bien y otros mal. Por ello siempre recuerdo a los padres y madres que todos necesitamos encontrar nuestra parcela de felicidad en casa, que nadie debe sentirse sacrificado o infeliz por ayudar a los demás.

P. ¿Le gustaría añadir algo más?

R. Tal vez lo que decía mi admirada psiquiatra Elizabeth Kubler Ross: “tenemos que enseñar a nuestros hijos cada día a elegir entre el amor y el miedo. Y podemos hacerlo aprendiendo tanto a su lado, y disfrutando de esta aventura que es formar una familia y ayudarnos a vivir cada día”.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/11/06/mamas_papas/1573035579_552259.html

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América Latina palpitante: ¿y las escuelas?

Por: Juan Carlos Yáñez

La escuela debe cumplir su tarea formativa más amplia, que incluye la dimensión política, es decir, la formación de los ciudadanos que eviten las dictaduras, la intolerancia, la represión, la violencia, o que cuando ocurran, esos ciudadanos comprometidos y solidarios acudan a las tribunas, a los recintos políticos, a las calles, e inclinen la balanza hacia la humanidad y nos alejen de la barbarie.

I. Camino a casa converso con mis hijos a la salida de su escuela. Ella estudia segundo año del colegio secundario; él, cuarto grado de primaria. Ella tiene 13; él, cumplió 10 años. Hoy, en la radio del auto escuchamos noticias. Mariana Belén me pide cambiarle a una estación de música. Le digo sí, pero antes, les cuestiono por los sucesos recientes que cimbraron al país: la frustrada detención del hijo del Chapo Guzmán, capo mexicano y campeón mundial en su negocio, con la tremenda secuela de violencia, heridos y muertos no aclarados con suficiencia por el Gobierno Federal en el Estado de Sinaloa.

-¿Ustedes saben qué sucedió en la ciudad de Culiacán?- Les pregunto.
-Sí.- Contesta ella con rapidez.

El hecho está en primeras planas de los medios nacionales de prensa; en la televisión, en redes sociales. Con el paso de las horas se van aclarando confusiones y dimensionando los yerros en el operativo militar, así como las presuntas irregularidades.

Vuelvo al tema, mientras él, atrás de nosotros, mira distraído hacia la calle. En el calor del mediodía tropical no es la hora más amena, menos, después de siete horas de clases.

-¿Y en la escuela los maestros han comentado algo, les han preguntado, han explicado los sucesos o comentado sus opiniones?

-No. -De nuevo responde ella.

-¿Nunca hablan de los temas de la realidad, de lo que sucede en México o el mundo?

-No.

No tengo más dudas.

¿Qué están haciendo las escuelas y los maestros en México y América Latina frente a la oleada de revueltas y acontecimientos en nuestros países?

II. En Bolivia las elecciones presidenciales han abierto fracturas y puesto en cuestionamiento la transparencia y legitimidad de Evo Morales. Ecuador la pasa muy mal con las manifestaciones que la convulsionaron; el motivo aparente, un alza en combustibles. Argentina se hunde en la crisis económica y su población de nuevo empobrece, de cara a una elección donde aparecen los fantasmas del presente contra los fantasmas del pasado. Brasil dejó de ser foco de atención mediática en temas políticos por los incendios del Amazonas y porque los sucesos en el resto de las naciones son más candentes. En México, la operación contra el poderoso grupo narcotraficante del Chapo Guzmán y Mayo Zambada ahondó la desazón, porque la pacificación parece lejana.

Chile ahora es punto y aparte, envuelto en una agitación que amenaza derrumbar los cimientos políticos y económicos del modelo económico ejemplar ante el mundo financiero internacional, que ha castigado terriblemente a sus clases pobres y medias. La manifestación popular más grande desde el regreso de la democracia, con un millón de chilenos solo en las calles de Santiago, crece la agitación ante la frustración social y la insensibilidad gubernamental. Las decisiones del presidente Piñera, incluido el perdón por sus desaciertos, no avizoran la luz de salida.

Por otro lado, la migración centroamericana sigue formando columnas que suben hacia el Norte en busca de un horizonte distinto. Un éxodo bíblico que para muchos termina en Monte Calvario. Son miles de centroamericanos expulsados por gobiernos incapaces, dominados por atrasos históricos, con ciudadanías populosas que no logran la mínima certidumbre por la comida del día siguiente y la atención de las necesidades elementales.

¿Qué hacen las escuelas en América Latina ante realidades lacerantes? ¿Qué hacen los maestros? ¿Qué tendríamos que estar haciendo unas y otros?

III. Las escuelas pregonan la formación ciudadana, la formación integral, la educación cívica, la responsabilidad social, entre otros eslóganes, pero no siempre son coherentes. Alejan a sus alumnos del ruido de las manifestaciones callejeras, de los tambores de las comparsas afrentosas, de las proclamas. En aras de una educación despolitizada y elusiva de la confrontación, se dice, la instrucción se limita a dosificar contenidos presuntamente neutrales o asépticos.

¿Es posible que los niños en la escuela primaria o secundaria estudien lo que está pasando en el momento, en sus países, en otros? No solo es posible, es deseable, necesario. A su nivel, con los temas que tienen que conocer, donde puedan opinar, ligados a las materias, con profesores analíticos e informados. ¡Como es la enseñanza! Como aprendimos con Paulo Freire cuando nos enseñaba que la lectura de la realidad antecede a la lectura de la palabra, o que la alfabetización solo está completa con la lectura de las realidades y las palabras, de los textos y los contextos.

La historia fría o muerta podría encarnarse a partir de estudiarla ligada con los hechos a veces dramáticos del presente. La educación cívica o la formación ciudadana encontraría cada día ejemplos, situaciones, imágenes, discursos, que constituirían formidables “materiales didácticos”. Las clases de literatura o lenguaje se podrían volver más interesantes a partir de descomponer los mensajes de las pancartas, de los discursos políticos, de las palabras que se repiten en los movimientos sociales. Las matemáticas podrían ensayarse preguntando a los chicos: ¿cómo se puede calcular con relativa precisión que hay un millón de personas en las calles de Santiago o Quito? ¿Cuánto dinero mensual debe ganar una familia de cuatro personas para subsistir pagando tanto de energía eléctrica, de colegiatura en las escuelas, de sanidad mensual o anual, de gas doméstico y 30 pesos al día por cada viaje en el metro?

La escuela no puede aislarse de la realidad, debe insertar a los estudiantes en la comprensión del devenir. Debe cumplir su tarea formativa más amplia, que incluye la dimensión política, es decir, la formación de los ciudadanos que eviten las dictaduras, la intolerancia, la represión, la violencia, o que cuando ocurran, esos ciudadanos comprometidos y solidarios acudan a las tribunas, a los recintos políticos, a las calles, e inclinen la balanza hacia la humanidad y nos alejen de la barbarie.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/11/04/america-latina-palpitante-y-las-escuelas/

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Entrevista a José Antonio Marina: «Google quiere ser la gran educadora; quiere ser el tercer hemisferio cerebral de todas las personas»

Entrevista/31 Octubre 2019/Autor: Daniel Sánchez Caballero/El diario la educación

El último libro de Marina trata de explicar la historia de la inteligencia, desde la invención de la ciudad y la vida en común hastsa el papel que juegan las grandes empresas en el desarrollo de nuevas formas de pensar y enseñar.

Entrevistar a José Antonio Marina es un problema para el periodista. Cada respuesta que da este filósofo, profesor y escritor -entre otras cosas- da pie a varias preguntas más, en un bucle sin fin hasta que se acaba el tiempo y la mitad de las preguntas que se traían pensadas en origen se quedan en el tintero. Marina está promocionando su último libro, Historia Visual de la Inteligencia (Conecta), en el que reflexiona junto al arquitecto e ilustrador Marcus Carús en el doble formato escritura-dibujo (“la palabra analiza, el dibujo concentra”) sobre la inteligencia humana, su evolución a lo largo de la historia y su funcionamiento. Utilizando la figura de Usbek, un extraterrestre que trata de comprender a la humanidad en una visita a la Tierra, el filósofo alerta en este libro sobre la teórica pero inminente llegada del cuarto gran hito en la evolución de la inteligencia humana, la que nos convertirá en posthumanos, y los peligros que encierra.

Para fijar el marco en el que nos vamos a mover: ¿cómo defines la inteligencia?

La función principal de la inteligencia es dirigir bien la conducta. Y para eso necesita manejar la información, necesita aprender con rapidez, gestionar las emociones. Y necesita -y esto ya es específico del ser humano- ser capaz de dirigir todo esto hacia metas. En los animales todo eso está dirigido hacia metas ya determinadas por el impulso o los institutos, y la inteligencia humana lo que hace es crear metas tan diferentes. Cuando analizas la inteligencia a lo largo de la historia tienes que pensar por qué se le han ocurrido cosas tan raras a lo largo de la historia. Cosas que han ido tirando del ser humano para que invente cosas nuevas. Por eso es muy expansivo, no tenemos unos sistemas de comportamiento muy predeterminados. Somos bastante libres en el sentido de que podemos elegir las metas, y entonces se pone todo el mecanismo de la inteligencia en funcionamiento: busca la información, la gestiona, se equivoca y corrige… Todo ese complejo mecanismo es en lo que consiste la inteligencia.

¿Hasta qué punto se pueden elegir las metas? ¿Crees en la libre voluntad del ser humano?

Ese es el problema. Todos creemos que podemos elegir y, sin embargo, de donde nos han venido los problemas ha sido de la neurología. Toda la teoría de la inteligencia que yo manejo comienza en la neurología y termina en la ética como forma de organizar la conducta por valores. Los neurólogos, desde hace ya bastante tiempo a raíz de los trabajo de Benjamin Libet, descubrieron una cosa muy desasosegante: que alrededor de 200 milisegundos antes de que yo decida hacer una cosa se han activado ya las zonas premotoras del cerebro. El cerebro ya lo había decidido. Parece que nosotros estamos asistiendo a algo que el cerebro ha decidido por su cuenta. Por eso los neurólogos dicen que nosotros no somos libres, porque el cerebro actúa por su cuenta. Esto es irrebatible. Se han repetido y ampliado las experiencias hasta los 8-9 segundos, que para el cerebro es mucho tiempo, y parece que ya lo había decidido. Por eso en mis discusiones con los neurólogos, en particular con Joaquín Fuster, digo que eso es verdad, pero el ser humano puede conseguir un margen de libertad grande porque puede diseñar su propio cerebro. Es como si pudieras marcar los dados. Luego los dados deciden la jugada, pero los has marcado primero. De esa manera, el cerebro va a tomar las decisiones por su cuenta, pero a partir del diseño que le he dado yo. Eso es lo que a lo largo de la historia ha intentado hacer la educación, diseñar el mecanismo que me va a dirigir. Si no lo diseñas, el cerebro va a ir por su cuenta, utilizando todas sus redes, y la neurológicamente más potente pasa a la acción. Nosotros hemos establecido sistemas de salvaguardia, hemos potenciado lo que yo llamo la aduana antes del paso a la acción. Es decir, lo que nos va viniendo son deseos, impulsos, y lo que hacemos es pararnos. Lo comparamos con los criterios de evaluación que poseo y entonces hay tres opciones: o dejo pasar a los deseos, o los anulo o pido al cerebro otra solución.

Aunque no es un concepto nuevo en tu pensamiento, en el libro hablas del “bucle prodigioso” entre inteligencia y cultura. ¿Qué es?

El asunto educativo es una evolución de la inteligencia humana interesantísima. Una parte es biología (el cerebro ha evolucionado en tamaño, en conexiones, hemos desarrollado muchísimo los lóbulos frontales, que son el director de orquesta y donde está la aduana), pero también hemos hecho lo que he llamado en otros libros “el bucle prodigioso”, por el que la inteligencia crea cultura y la cultura crea inteligencia. Se crea entonces una especie de bucle expansivo, porque la cultura permite pensar en más cosas. Un ejemplo: hay idiomas primitivos que solo tienen palabras para distinguir “uno” y “muchos”, o “uno”, “dos”, “tres”, “cuatro” y “cinco”. Si solo puedes definir hasta cinco, el pensamiento matemático que puedes tener es pobrísimo. Cuando la cultura empieza a crear anotación algebraica, no lo hace por una cuestión para matemáticos, sino para dotarnos de herramientas para pensar en más cosas. Cuando se inventa la anotación musical se pueden componer cosas que sin anotación musical no se pueden pensar. Con la anotación gregoriana solo Beethoven no habría podido pensar en conjuntos orquestales porque no tenía herramientas mentales. Ahí se produce una especie de sinergia expansiva entre lo que crea la inteligencia y después recibe. Ahora estamos en un momento especialmente notable, porque lo que recibimos son gigantescas cantidades de información y gigantescos sistemas de inteligencia artifical (IA). Estamos dando un salto cualitativo muy imprevisible. El expresidente de Facebook, después de contar las cosas fantásticas que están haciendo, dijo: “Solo Dios sabe lo que esto está produciendo en el cerebro humano”. Porque nosotros no lo sabemos. Te quedas un poco sobrecogido.

En el libro mencionas algunos “hitos” en la historia de la inteligencia. ¿Hablamos de episodios concretos, de grandes cambios…?

Seguramente pueda haber más, pero yo creo que ha habido tres grandes giros en la marcha de la historia de la humanidad. Una vez consolidados como especie, es decir, cuando ya teníamos el cerebro que tenemos ahora (las variaciones fueron de hace unos 200.000 años), hemos creado el lenguaje, ha aparecido el Sapiens. Somos humanos. ¿Qué hacemos? Empezar a crear cultura. En esa evolución hay tres grandes giros que determinan todo lo demás. Uno es cuando nuestros antepasados dejan de vivir en hordas nómadas dedicadas a la recolección. Se estabilizan, se hacen sedentarios y crean ciudades. No es un cambio externo, influye en el modo de configurarse la inteligencia. Empieza a pensar en otras cosas, a hacerlo con otras personas. En las ciudades se estimula mucho la invención, la competición. Aparece algo importantísimo con la agricultura: empieza a haber excedentes. Hasta entonces se consumía lo del día. Cuando empiezas a tener más bienes de los que puedes consumir empieza la riqueza y la propiedad. Eso desencadena una serie de fenómenos que duran hasta ahora. Hace falta organizar la propiedad, la gente se une para defenderse. Se separan las clases, se crea el protegido y el que protege. Fuera de la ciudad están los nómadas que la quieren asaltar, hay que organizar un ejército, servicios comunes. El cerebro de nuestros antepasados no podía interaccionar con más de 100-120 personas. Cuando aparecen las ciudades tiene que crear incluso otro tipo de sentimientos para poder relacionarse con gente que no es de su familia. Y tiene que crear normas de conducta, someter los impulsos a normas establecidas para resolver conflictos. Creo que es el primer gran giro de la inteligencia. Una de las cosas que sucede es que aparece la escritura, que no es solo una herramienta para comunicarse, también para pensar. Gracias a la escritura yo puedo pensar en cosas que antes no podía. Imagina las matemáticas. Sin la escritura algebraica a partir de un punto no podemos pensar. No podemos hacer una multiplicación un poco complicada sin poder escribirla. Aparecen muchos sistemas políticos. Luego aparece otro invento casi tan importante como la escritura, el dinero. El dinero es un invento absolutamente fascinante. Supone reducir todo intercambio a un intercambio con una herramienta simbólica que no significa nada, pero a la vez puede significar todo. Es un mundo que ya entra en las ficciones.

El segundo gran eje axial es que entre el 750 y el 350 antes de nuestra era la inteligencia, que ya se había acostumbrado a tratar sociedades más extensas y se somete a normas y crea figuras de poder, parece que se vuelve hacia sí misma. Son unos siglos muy reflexivos, en los que las ficciones intentan plantear problemas nuevos, y aparecen las grandes religiones. En ese periodo aparece Buda, Confucio, los profetas de Israel… Y tienen una particularidad: en ese momento Dios se convierte en bueno. Hasta ese momento era el poder absoluto. Entonces se hace el poder bueno y los seres humanos empiezan a relacionarse de distinta manera respecto del futuro, de la muerte y del poder. Al mismo tiempo, el poderoso se aprovecha de las religiones, de manera que hay un juego muy interesante que a partir de los profetas de Israel se prolonga en la misma tradición, con Jesús de Nazaret y Mahoma, el considerado último profeta. Aparece también Sócrates como una forma de reflexión sobre uno mismo. Es un periodo sorprendente en la historia de la inteligencia, que se hace metacognitiva y el hombre empieza a reflexionar sobre sí mismo en relación con todo y los dioses.

El tercer gran cambio que me interesa destacar es cómo todo este sistema (vivir en la ciudad y los sistemas religiosos) nos está proporcionando una idea de sumisión, de obediencia a la norma y al poderoso (Dios). Aparece una cultura de la obediencia. Por ejemplo, en la filosofía escolástica la virtud principal del ser humano es la obediencia a la norma o a la verdad o a Dios. A partir del Renacimiento aparece una valoración de la inteligencia, pero ya individual. Tengo que fiarme de la inteligencia, pero de la mía, de mi capacidad de razonamiento, de alcanzar la verdad. Empiezan a pasar cosas: el individualismo del Renacimiento, la apelación a la propia conciencia del Protestantismo y el descubrimiento de la ciencia como algo más allá de la religión, como el propio desarrollo de la razón. Entonces empieza la idea de la inteligencia que se rebela, que va a definir su propia independencia. Y empieza a pensar en otro tipo de derechos. Ya no son concedidos por Dios, son inventados por la inteligencia. Aparece la Ilustración y las grandes revoluciones políticas. En esas estamos. Ahora, viendo si hay un cuarto giro, que sería el tecnológico. La idea del libro es que estamos justo en este momento y antes de meternos en otro giro vamos a comprender bien lo que nos han traído hasta aquí.

“Antes de meternos en el giro”, dices. Pensaba que los giros pasaban por sí mismos, más que meternos como una cuestión voluntaria. ¿O nunca habíamos sido conscientes y ahora sí y esa es la diferencia?

Esa es la cuestión. Ahora somos conscientes de lo que está pasando y los cambios que está habiendo. Tenemos más capacidad de reflexionar sobre las herramientas que tenemos. Se habla —con una cierta euforia un poco tonta, me parece— de que primero era en el año 2050 y ahora se ha adelantado a 2040 cuando aparecerá una nueva especie humana, eso que se llama “la singularidad”. Explicádmelo un poco. Cada vez recibo más libros sobre transhumanismo y la era posthumana. ¿Esto exactamente de qué va? Es el momento en que se apliquen a la especie humana los recursos tecnológicos que ya tenemos o los previsibles: la mejora genética, potenciadores cerebrales, sinergias entre la IA y la tecnología. Elon Musk, el dueño de Tesla, ha fundado una empresa para estudiar los microimplantes neuronales electrónicos en el cerebro directamente. ¿En serio? Y tanto. También están convencidos de que van a crear una súperinteligencia. Se leen estas cosas que parecen anecdóticas: Google va muy avanzado en la creación de la computadora cuántica. O sea, una empresa privada —la misma que maneja un porcentaje altísimo de toda la información que existe, de la que todos nuestros alumnos dicen: “¿Para que voy a aprender esto, si está en Google?”, por la que estamos desatendiendo las capacidades del individuo y vamos a empezar a confiar cada vez más en ella— te dice que puede hacer en un segundo lo que los computadores más avanzados que tenemos ahora tardarían 10.000 años. Pues no sé qué vamos a hacer con esto. Se está creando un manejo de la información en el que los únicos que van a poder comprender la información que maneja un ordenador son otros ordenadores, con lo cual todo se va a conversar entre ordenadores. Eso te deja un poco raro, porque se empieza a tratar un tema, que es: ¿Necesitamos comprender las cosas o basta con que las entienda el ordenador?

Espero que la pregunta no sea para mí.

Hay un psico-filósofo informático, Daniel Dennet, que tiene un libro llamado De las bacterias a Bach que plantea qué pasa si de repente decidimos que ya no necesitamos nada porque basta con que lo entiendan los ordenadores. ¿Eso nos afecta? Él se asusta y cree que nos afecta y mucho, porque está bien que nos baste con usar algo como el móvil, aunque no comprenda la mecánica. Si ya pasamos a las instituciones humanas, el asunto es más complicado si no las entiendo y me limito a usarlas. ¿Y de las personas? ¿Qué pasa si no importa comprenderlas y solo necesito usarlas? Todo se complica. Yo ahora escribo muchísimo que necesitamos comprender. Este libro está en eso. Necesitamos comprender qué está pasando, qué usamos, hacia dónde vamos. Si no, se va a producir una dinámica muy autónoma que es que la técnica produce técnica. Y la técnica que produce dinero produce técnica que produce más dinero. ¿Qué pasa con esto? En las grandes universidades americanas hay departamentos enteros dedicados a averiguar cómo inducir creencias a través de procedimientos informáticos… Esto me lleva al Cambridge Analytics y a la influencia aceptada de que me cambien las reglas sin que me dé cuenta porque no me importa mucho. Si me dan comodidad, ¿para qué quiero comprender esto? Miremos, por ejemplo, el mundo educativo. Lo que está pasando sin que nos demos cuenta es muy grave. Los sistemas estatales de educación se están quedando atrás. Ni saben por dónde van, ni invierten en investigación en educación, mientras las grandes compañías informáticas se están gastando miles de millones en ver cómo se forma la gente. Han descubierto que va a ser el próximo negocio del trillón de dólares y se quieren quedar con él. Google quiere ser la gran educadora. Lo dicen con una frase que suena ingenua, pero que ellos se toman en serio: quiere ser el tercer hemisferio cerebral de todas las personas. ¿En serio? En serio. Que no podamos funcionar sin Google. Bill Gates (Microsoft) también está metido. Me da la impresión de que en el mundo educativo más formal nos vamos a ver desbordados pronto. Y tienen el afán de quedarse con el negocio, no hay teorías conspirativas. Quieren enseñar matemáticas, pero quieren que las aprendas con sus herramientas.

Última pregunta, que se me acaba el tiempo que tengo. Al final del libro planteas una conversación (no daremos más datos para no revelar demasiado) que pinta un panorama, a mi juicio acertado pero muy duro, de la situación actual de las sociedades, hablando de la desigualdad y el individualismo, aunque con un giro esperanzador al final.

Usbek [el extraterrestre que hace las funciones de hilo conductor en el libro] habla de una sociedad hacia la que previsiblemente vamos, que tiene sus cosas buenas: viviremos más tiempo, más cómodamente, pero estamos tan convencidos de que la tecnología y el conocimiento son tan importantes, que hemos olvidado otra línea de acción que la inteligencia, digamos pretecnológica, tuvo, que es que mientras había una línea que era la razón-la ciencia-la tecnología-la economía-la razón, etc. había otra que era el comportamiento-la convivencia-las emociones-los derechos-las nuevas éticas-el concepto de dignidad. Pero se han ido separando, y nos hemos puesto a pensar que la tecnología era la que nos resolvía los problemas, y hemos olvidado lo otro. Hay que cuidarlo, porque estamos aún a tiempo de no cometer esa equivocación. Sigo muy de cerca lo que está pasando en China, porque puede ser un adelanto de lo que está por venir. Todo el mundo la considera una gran potencia económica. También es una gran potencia tecnológica y, además, quiere ser una potencia cultural, demostrar que su modo de vida es mucho más beneficioso para el ciudadano que el modo de vida occidental. Y lo dicen: “Al modo de vida occidental se le sacó la idea de que el valor principal era la libertad. Nosotros -lo han explicado en los dos últimos congresos del Partido Comunista- no pensamos que el principal valor sea la libertad, como somos confucianos (ya no dicen marxistas), para nosotros el valor principal es la armonía”. Y para conseguir la armonía no necesitamos libertad, necesitamos premiar las conductas buenas y castigar las malas. ¿Cómo lo vamos a hacer? Ya han aplicado esto a 100 millones de personas: cada uno tendrá su historial propio, que incluirá las multas que tiene o las cosas buenas que haga. Y cuando vayas a pedir algo mirarán ese historial. Tienes muchos puntos a favor, te costará todo menos. Podrás ir a las mejores universidades o viajar al extranjero por ser buen ciudadano. Con otros no interesará ni que vayan a la universidad porque son un desastre. Eso nos va a tentar con mucha facilidad.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/10/31/google-quiere-ser-la-gran-educadora-quiere-ser-el-tercer-hemisferio-cerebral-de-todas-las-personas/

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Argentina: Discapacidad e inclusión en la universidad

América del Sur/Argentina/ 25 Octubre 2019/Página 12.

La Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y el gremio docente Feduba realizaron un encuentro para abordar la problemática de la discapacidad y el acceso a la universidad, con la participación del ex diputado nacional y ex vicejefe de Gabinete Jorge Rivas.

“La idea de discapacidad no debe olvidar la diversidad de las personas y la necesidad de su inclusión”, dijo Rivas, y agregó que a la mayoría de las personas con discapacidad se les dificulta acceder a un trabajo digno y que así como “el Siglo 20 fue muy valioso en cuanto a los avances en materia legal, en el Siglo 21 debemos trabajar para materializar esos derechos”.

Federico Montero, secretario general de Feduba, se refirió a la necesidad de reconstruir nuestro país bajo un paradigma de expansión de derechos y agregó: “Incorporar la cuestión del acceso a la universidad es nuestro compromiso. Hay elementos físicos que se transforman en una barrera que también es pedagógica y los docentes debemos formarnos en esos temas”.

Graciela Morgade, decana de la Facultad de Filosofía y Letras, señaló que «la universidad no puede quedarse con el discurso de necesidad de inclusión, sino que todas las facultades tienen que devenir en inclusivas. El compromiso de la inclusión debe ser interseccional».

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/226596-discapacidad-e-inclusion-en-la-universidad

Imagen:https://images.pagina12.com.ar/styles/focal_3_2_960x640/public/media/articles/25120/img-5486-0.JPG?itok=SUW

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Gregorio Luri: «Apela al sentido común en la educación de nuestros hijos»

Por: Ecoaula.es

Más de 200 familias se acercaron al colegio CEU San Pablo Sanchinarro para escuchar al escritor Gregorio Luri, en un nuevo CEU talk del Colegio.

En este espacio de reflexión, Gregorio Luri, Doctor en Filosofía y Licenciado en Ciencias de la Educación, habló sobre los problemas a los que se enfrentan las familias actuales a la hora de educar a sus hijos y cómo tenemos en nuestras manos recursos suficientes para vivir la experiencia de educar con tranquilidad, satisfacción y emoción.

Considerado uno de los mayores referentes de la educación en España, Gregorio Luri se siente más cómodo llamándose «maestro de escuela», y asegura que ante el futuro incierto que se presenta, los padres están más preocupados que nunca por sus hijos y por ello centran toda su atención en su educación.

Gregorio Luri apela, en esta situación, al «sentido común». No hay familias perfectas y pretender gestionar la vida de nuestros hijos de forma «pluscuamperfecta», es someterlos a una exigencia injusta y a un estrés innecesario.

Habla incluso de una «neurosis de los padres jóvenes», y explica que ese sentido común al que apela consiste básicamente en que tengan confianza en sí mismos. «Es importante que sepan que van a tener ciertos fracasos, y que no es posible controlar todas las cosas humanas».

Afirma que «nuestros hijos tienen derecho a tener un padres tranquilos e imperfectos», y defiende de manera sistemática la «imperfección sensata».

Respecto a la relación familia/escuela, considera que es bueno que padres y colegios traten de manera distinta lo que es complejo. «Vamos todos en la misma línea pero desde perspectivas distintas».

«El maestro es el amante celoso de lo mejor que puede ser un alumno»
«Nuestra casa es el único lugar en el que nos quieren incondicionalmente por el mero hecho de haber llegado; en la escuela no debemos querer a nuestros alumnos como les quieren los padres. El maestro es el amante celoso de lo mejor que puede ser un alumno». De hecho -añade- «estamos para hacer visible a nuestros alumnos lo mejor que pueden llegar a ser. Los padres somos extremadamente buenos, como nunca llegará a ser un profesor, para captar el estado de ánimo de nuestros hijos; y los profesores, por su parte, son mucho mejores para evaluar su comportamiento de forma objetiva. Podemos decir que «los maestros son los profesionales y los padres somos los aficionados».

Según Gregorio Luri, los padres tienen que educar sin esperar a tener la respuesta exacta. «Lo importante es no dramatizar esa duda». «Ser humano es precisamente actuar descubriendo con frecuencia que los resultados de tus acciones no eran los que habías previsto. Nos movemos en la incertidumbre, y esa es la grandeza; eso es ser humano y es lo que te permite la creatividad y la espontaneidad», explica.

«La atención es el cociente intelectual del siglo XXI»
Estamos rodeados de muchísima información, y según Gregorio Luri para que esa información se pueda transformar en conocimiento hay que operar sobre ella, pero para operar sobre ella se necesitan dos cosas, capacidad atencional e insistencia.

Por eso asegura que la atención es el nuevo cociente intelectual. «La capacidad de una persona para moverse de manera inteligente en la sociedad de la información, va a depender de su capacidad atencional».

Insiste en que no somos conscientes de la importancia de educar la atención. «Todos los seres humanos nacemos con una atención débil. Nos distraemos con rapidez, pero es algo que se entrena. A los hijos se les puede, y se les debe, enseñar a mantener la atención», explica, y se puede educar con la música, las matemáticas, la oración o la lectura lenta por ejemplo.

Sabemos que todos nos distraemos pero, una persona atenta, es aquella que se da cuenta de que se ha distraído y vuelve a su objetivo de atención. «Sin atención no hay sentido común, y el sentido común es la solución para la educación».

Carlos Ortiz Sanchidrián, director del Colegio CEU San Pablo Sanchinarro, moderó esta entrevista en torno a las necesidades reales de los padres de hoy y las expectativas y emociones de los niños del siglo XXI, y explicó que los CEU talks son espacios de puesta en común, y reflexión «de la mano de los mejores expertos en educación y profesionales de éxito en una sociedad tan competitiva como la nuestra».

«No hay métodos tecnológicos superiores a un maestro»
Durante ese CEU talk del Colegio CEU San Pablo Sanchinarro Gregorio Luri se refirió también a las nuevas tecnologías y su papel en la educación, lamentándose de que lo moderno ha ocupado el lugar que ocupada lo bueno. «Una escuela debe perseguir lo bueno esté donde esté, y si la nueva tecnología no encaja en nuestro proyecto, no tenemos por qué ir a por ella».

Aunque reconoce que «sería absurdo no tener una relación normal con las nuevas tecnologías», afirma que «no hay métodos tecnológicos superiores a un maestro».

Luri se despidió con tres consejos para los padres: Intentar conseguir que las horas más relevantes del día no sean las más caóticas; el uso habitual de las palabras mágicas «que tienen efectos extraordinarios» en las relaciones personales (gracias, por favor, perdón, confío y tienes razón); y por último: más que hablar a nuestros hijos de lo que tienen que hacer, debemos enfocar su conducta desde una perspectiva familiar, o lo que es lo mismo, desde una voluntad de estilo familiar («esto los Fernández no lo hacemos», por ejemplo )

Fuente: https://www.eleconomista.es/ecoaula/noticias/10158593/10/19/Gregorio-Luri-apela-al-sentido-comun-en-la-educacion-de-nuestros-hijos.html

Imagen:https://s04.s3c.es/imag/_v0/770×420/a/a/b/700x420_CEU-defini.jpg

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