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El derecho humano al empleo

Por: Emir Sader

Las constituciones suelen ser, todas o casi todas, de caracter liberal. Empiezan por el tradicional “Todos son iguales frente a la ley”, antes de todos los otros preceptos tradicionales.

Entre estos, el derecho a la propiedad tiene un lugar especial. Si, originariamente, siguiendo a Locke, ese derecho estaba limitada al uso propio de la propiedad, después se ha trasformado en el derecho a la propiedad lisa y llanamente. Ni la limitación del uso social suele estar presente. El derecho a la propiedad se ha vuelto un fetiche, sin que importen las consecuencias de su existencia.

Se trata de un derecho que tiene sus dispositivos concretos de garantia. Si una tierra improductiva es ocupada por trabajadores rurales sin tierra, aunque la vuelven productiva, trabajando en ella, el propietario legal llama a la policia, que rápidamente manda tropas para desalojar a los trabajadores y hacer respetar el derecho a la propiedad privada. Y, en caso de que haya resistencia, se usará de la fuerza, se tomará presos a los trabajadores, para hacer valer el derecho a la propiedad privada. Se someterá a esos trabajadores a procesos y a condenas, garantiza el derecho constitucional.

Un derecho de una ínfima minoria de propietarios privados de medios de produccion importantes, que tiene formas de garantizar sus privilégios. Porque el derecho de pocos no es derecho, es privilegio.

Por otra parte, una actividad desarrollada por a mayoria aplastante de la poblacion, el trabajo y el empleo corespondiente, no tiene destaque, a veces ni siquiera referencias, en las constituciones y, menos todavia, garantias de su respeto. Si alguien pierde el empleo, no tiene a quien apelar. A lo sumo recibirá un seguro desempleo por algún tempo. Pero la sociedad lo condena al abandono.

Si, en la concepcion liberal, el mercado define el valor de cada caso, cuando alguien se queda sin empleo, el mercado le esta diciendo que, aun con los bajos salarios que podría recibir,nadie está dispuesto a contratarlo porque él no vale nada.

Un derecho que corresponde a la gran mayoría o a la casi totalidad de la población, la clase trabajadora, como es el derecho al empleo, para que una persona pueda vivir de manera minimamente digna, manteniéndose y manteniendo a su familia, con un contrato formal de trabajo que le dé garantias básicas, de ninguna manera está garantizado para parte de la sociedad.

Si el trabajador pierde el empleo, tiene que arreglárselas solo, salir tempranito para buscar cualquier actividad, volviendo desmoralizado por la noche cuando no lo logra. Una sociedad justa requiere que el derecho al empleo sea considerado como un derecho humano inalienable, junto a los otros derechos, porque sin él, el ser humano no puede sobrevivir con un mínimo de dignidad.

No se trata de ningun favor que la sociedad le hace al trabajador, porque es él quien produce todas las riquezas de la sociedad, sin poder, tantas veces, siquiera compartir los bienes que produce. El derecho al empleo y al trabajo dede ser incoporado a los derechos humanos esenciales de nuestro tiempo.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-312494-2016-10-24.html

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El efecto Bob Dylan

Ilka Oliva Corado

Ayer fue un día raro, reí tanto. Reí porque me alegró el Nobel a Bob Dylan. Ustedes dirán, ¿y ésta mica cómo es que sabe de Dylan si ni hablar inglés puede? Pues es que curiosamente escuché sus canciones prácticamente todos los días en mis años de recién emigrada, en casa de una mujer anglosajona cuando trabajaba de empleada doméstica. Y tuve el privilegio de escucharlas en el silencio y la soledad de aquella mansión, acompañada de la aspiradora, el trapeador y el cepillo de lavar baños. ¡Qué panzazo! ¿Verdad? Ya ven pues, suerte tienen los que no se bañan.  Pero este texto no es para contar historias de mis días de mil oficios en este país en donde soy inquilina, es para reflexionar sobre el efecto que ha causado en la jauría de letrados que el Nobel de Literatura se le entregara a un cantante de composiciones populares.

El efecto fue el de una avalancha y el de un tizón encendido en el candelero: los emperifollados que nadan en títulos universitarios y doctorados, sintieron el galardón como una bofetada a su clasismo y a su mundillo de lisonjas y erudiciones apestosas a exclusión. Creen que todo les pertenece, que solo los de adentro del aro son y pueden. Creen que el talento solo pertenece a una clase social y es la de ellos, lo demás es imitación y porquería. Que sino es letrado no existe. Por esa razón menosprecian todo lo que no huela a naftalina y por el contrario tenga esencia y agallas. Rechazan los cisnes negros por su belleza y le temen a la fuerza de la tormenta, precisamente por su personalidad.

Se revolcaban en su propia bilis, se daban golpes de cabeza contra la pared, y ofrecían puñetazos al primero que celebrara frente de ellos el Nobel a Dylan. No solo, también sentían la potestad de dictar cátedra acerca de la Academia. Pues sí, ellos y su Academia, nadie se las está quitando, de verdad, que lo sepan; lo popular no busca absolutamente nada en la Academia, existe por sí mismo. Es algo muy sublime y original como para pretender dejar lo más por lo menos.

Junto con el Nobel a Dylan viene el reconocimiento a la poesía silvestre, a la que brota del humo de un cigarrillo de un niño huela pega, la que escurre sangre en los muslos de una niña recién violada. A la que nace del cantante callejero que toca en los autobuses sus propias composiciones. A la poesía que escribe un drogadicto agonizando en la soledad de sus infiernos. La que camina descalza en los pies de los jornaleros. La que nace de una bala y de una bomba en guerras planificadas para deshumanizar. A la poesía de un árbol arrancado desde la raíz para adorno de Navidad.

Es un reconocimiento a los que con hambre y sed sueñan con cambiar el mundo: esos locos de mierda, que no sirven de ni mierda al capitalismo, porque no anhelan   un título de la Academia para explotar a sus hermanos, sueñan nada más y nada menos que con cambiar el mundo.

Con el Nobel a Dylan se reconoce el talento de tantos poetas que con sus versos hicieron llorar de nostalgia las cuerdas de una guitarra, el corazón de un bandoneón y el alma herida de más de un soñador marginado. El alma de quien siente en carne propia el dolor ajero. A todo poeta que sabe que la poesía es más poderosa que una bomba atómica y que un verso puede hacer del infierno más amargo la oda más hermosa y la quimera más anhelada. Que acompaña la soledad de los inquebrantables y la magia del rocío de un amanecer otoñal en los ojos de quien está duerme en las calles.

El Nobel de Literatura a un poeta popular rompe paradigmas y sacude las telarañas de un galardón que pocas veces es justo. Hoy con Dylan vuelve al origen y estremece a aquellos que dieron todo por visto, dicho y hecho. Y que creen que por letrados la vida se trata solo de soplar y hacer botellas.

Con cierta tristeza, con el efecto Bob Dylan compruebo que la humanidad: egocentrista, mediocre y clasista, sigue a pasos acelerados hacia su autodestrucción. Que no hemos aprendido nada de la vida y de la historia. Que por más que nos muestren el horror no tenemos la capacidad de reacción. Que nos conformamos con vivir en nuestra burbuja para sentirnos a salvo y exentos de responsabilidades colectivas. Compruebo una vez más que somos la peor peste que ha habitado en la tierra. Y que sí, la Academia solo ayuda a que las personas muestren lo que realmente son.

Ya quisiera yo que así como sacudieron las redes sociales con sus pronunciamientos de ilustrados, de conocedores de literatura y de definiciones y conceptos, tuvieran las agallas para pronunciarse por el genocidio en Palestina, Yemen y Siria. Que Aleppo les pesara y les doliera más que Dylan. Que la imagen de los niños multados por los criminales que trafican con los Diamantes de Sangre, les escupiera en la cara, tal vez así la ofensa los hiciera reaccionar.

Que les hiciera tomar las calles la inhumanidad de la ablación de clítoris que viven miles de niñas alrededor del mundo. Que la bilis, que la espuma que les sale de la boca a borbotones, que la furia incontrolable les brotara de lo más profundo del alma por las violaciones sexuales de niñas, adolescentes y mujeres y por los feminicidios. Que la voz de trueno que pregonaron menospreciando el talento de Dylan la gritaran a los cuatro vientos por los miles de niños que mueren de hambruna alrededor del mundo.

Que lo letrado les sirviera para alfabetizar y que esos libros que tanto han leído los compartieran con los niños de las periferias y de los pueblos más remotos. Que los títulos les sirvan para darle la mano a quién lo necesita y que la mirada no sea altiva, de mente colonizada, por el contrario,   sea humilde y sincera: fiel y humana. Transformadora de una sociedad podrida en su codicia e ineptitud.

Ya quisiera yo que tuvieran coherencia por primera vez en sus vidas y dejaran la palabrería y las lisonjas y que esos títulos universitarios les sirvieran para cambiar patrones, para humanizarnos, para abrir caminos, crear oportunidades y cambiar el sistema putrefacto del que se benefician los holgazanes vividores.

Que se pronunciaran por el bloqueo a Cuba, por la invasión militar que prepara Estados Unidos en Venezuela, por esa terrible guerra económica. Por el Golpe en Brasil. Por las migraciones forzadas, por el genocidio de migrantes y refugiados. Por los niños que duermen en la calle, por el tráfico de personas con fines de explotación sexual, laboral y tráfico de órganos. Por las torturas y las desapariciones forzadas. Que exijan cárcel a los perpetradores de dictaduras y guerras.

Que se les encendiera la sangre por los ecocidios y las deforestaciones, por el abuso a los Pueblos Indígenas. Que las agallas las tuvieran para crear revoluciones que erradiquen el patriarcado, la misoginia y la violencia de género. La homofobia y el odio. Que de sus bocas salieran como en verso la palabra: igualdad social.

Que el efecto Bob Dylan no fuera solo para alardear sus perchas de títulos universitarios y sus libreras interminables en sus casas y oficinas. Que respetaran la palabra, con la misma integridad, conciencia y humanidad de la poesía que nace desde el averno más profundo de los locos que desean transformar el mundo.

Pero qué va, mucho inglés pueden saber, muchos libros pudieron haber leído, podrán tener docenas de títulos universitarios y reconocimientos y fotografías con personalidades del mundillo culeco de la Academia, pero les falta lo vital: arrestos, conciencia, dignidad y humanidad.

Es imposible pedirle a mediocres que entiendan una sola canción de Bob Dylan. Qué van a saber de poesía quienes leen por leer. Si las comprendieran estarían celebrando el Nobel y aplaudiendo esa nueva brecha de una posibilidad y el reconocimiento a la expresión más sublima que puede tener el alma de un ser humano.

Si comprendieran las letras de Dylan, este mundo sería otro. Pero ese otro mundo solo habita en las mentes de los locos que sueñan con quimeras, los incomprendidos. Los que nunca calzarán en conceptos retorcidos, y que se descarnan en los versos de un poema que se atreve a nombrar el horror de la insensibilidad y la ternura de la sonrisa de un niño de la calle. Lo demás, lo demás es solo Academia y ahí entre el chucho y el coche. La vida está en otro lugar.

Con amor.

Fuente del articulo:https://cronicasdeunainquilina.com/author/ilkaoliva/

Fuente de la imagen: http://ep02.epimg.net/cultura/imagenes/2016/10/13/actualidad/1476344926_683109_1476362431_noticia_fotograma.jp

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Los NNATs y el trabajo digno en Paraguay

Por: Vanessa Pérez y Raúl García

En Paraguay, donde en 2012 se dio el penúltimo Golpe de Estado de América Latina mediante el sistema de “golpe blando” inaugurado tres años antes en Honduras y reinstalado hoy en Brasil, viven casi siete millones de personas. El gobierno de Horacio Cartes, electo por el miedo, la cooptación y la ignorancia, ha profundizado la pobreza y la migración campo-ciudad mediante sus políticas aliadas con empresas transnacionales que se enriquecen a costa de la usura y el agrotóxico. img_3474Son muchas las voces que están en lucha por la dignidad en este lugar del mundo, a pesar de que son identificadas, perseguidas, encarceladas y, cientos de veces, muertas. En un país donde los cinturones de pobreza, el hacinamiento en las cárceles, la vigilancia y la injusticia en los tribunales crece cada día más, encontramos centenares de niños, niñas y adolescentes trabajando. Y no es por gusto, sino por necesidad. De la recaudación de estas manos infantiles depende, en la mayoría de los casos, el sustento familiar. Por estas latitudes, al igual que por muchas otras en el planeta, la infancia no es solo juego, sino un compendio, en el mejor de los casos, de supervivencia, trabajo, educación y entretenimiento.

Existen organizaciones que dan protección, formación y un espacio de encuentro e intercambio a los Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (NNATs). En el Paraguay encontramos a la CONNATs, Coordinación Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores. Hablamos con algunas de las voces colaboradoras: Fran, Sergio, Gladys, Eli. “Como Coordinación Nacional de grupos de NNATs organizados, asumimos a través de acciones concretas nuestro rol para exigir el cumplimiento real de los derechos de los niños y niñas, denunciamos las violaciones de los derechos humanos e incidimos en la instalación de políticas sociales que apunten a un cambio social”, afirman. Pudimos ver cómo ayudan a desarrollar las capacidades personales, grupales, laborales y culturales de los NNATs sorteando los obstáculos del día a día, y dotándolos a estos de un protagonismo que pocas veces se da en la infancia.

En la terminal de autobuses de Asunción se puede encontrar a los_mg_3387niños lustrabotas. Un grupo de niños y adolescentes de entre 11 y 17 años que trabajan en turnos de mañana o tarde durante 6 horas, descansando un día completo a la semana. Todos ellos cuentan con el consentimiento familiar y están escolarizados. Diariamente se dirigen a su lugar de trabajo con una sonrisa dispuestos a compartir con sus compañeros y educadores, quienes les ayudan con las tareas escolares, les orientan y les ofrecen formación. Hablan como adultos detrás de su joven apariencia: “nosotros estamos así por el sistema capitalista, que es un modelo que se basa en la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre”, nos cuenta Walter Bogado, delegado Nacional de los NNAts.

img_3900En el mercado de Abasto están los vendedores de fruta y verduras. Ellas y ellos se ubican en la orilla de la carretera esperando un ómnibus donde subirse a vender. Otros ayudan a sus padres en los puestos o salen a los alrededores a ofrecer sus productos. Sin apenas tiempo libre, el mercado se vuelve la única escuela de muchos de estos rostros. El carácter perecedero de los alimentos determina un objetivo: vender todo en el día. Cuando eso se consigue, la jornada se da por finalizada. A veces pueden pasar muchas horas hasta conseguirlo. Sin embargo, la ayuda de estos niños y niñas es inestimable para sus familias, “sin él tendría que trabajar mucho más, no podría salir adelante”, declara una de las madres.

_mg_3883Tanto en la terminal como en el mercado están acompañados por  colaboradores que en algún momento también fueron NNATs. Además, tienen apoyo escolar, alimentación y momentos de ocio y formación, aunque ciertamente, debido al espacio físico donde trabajan, hay importantes diferencias. La amplitud del mercado complica la tarea de protección, por eso es esencial la cooperación de las familias. En la terminal el espacio es limitado y los guardias ayudan también a que los niños no sean acosados, algo que sucede más de lo deseado, de ahí la ausencia de integrantes mujeres en el grupo, aunque no se descarta su inclusión.

Los NNATs de la terminal se reúnen los sábados e intercambian ideas, curiosidades, plantean preguntas y reciben una formación inestimable. En el mercado tienen una radio donde durante dos días a la semana realizan un programa que se escucha en todo el recinto, informando acerca de los derechos que tienen los NNATs. De esta manera se teje toda una red de concientización que genera las bases para la construcción de otra sociedad. En la mano de las nuevas generaciones está la comprensión de una realidad que en la actualidad aparece manipulada por los medios de comunicación. En un planeta donde se privatiza el derecho al techo y al agua no puede calar el sueño americano de si tengo suerte y trabajo mañana seré rico. Miles de jóvenes licenciados que no encuentran empleo en lo que estudiaron demuestran que no es cierto, que este sistema impone el individualismo y la competencia como forma descarnada para salir adelante. Es así como se sigue viviendo, apartando la mirada de las casas de madera contrachapada que invaden el centro a la salida del parlamento y la universidad, desbordada y a veces inundada la periferia, conocida por ello como “los bañados”. Algunos estudiantes asuncenos no ven esas cosas, “las tienen delante y no las ven”, declara Jorge Lara, profesor de la universidad.

_mg_3918Nos cuentan los chicos de la terminal que algunas personas les miran mal, y cuando les ven acercarse se apartan o se molestan pues creen que van a robarles. ¿Os imagináis a esas mismas personas huyendo del vendedor de helados, de la vendedora de palomitas, del lustrabotas adulto ubicado en la plaza? ¿Cuál es la causa que genera desconfiar de un NNATs? Quizás la ausencia de análisis y reflexión del hecho en cuestión. Ese modo de actuar, extendido entre las clases medias y acomodadas que acostumbran a un tipo de consumo, habla de un tipo de sociedad. Una sociedad generadora de realidades no asumibles. Nadie quiere ver a un niño vender su fuerza de trabajo, sin embargo es una realidad, pero en lugar de abrir un espacio discursivo que busque el origen de ese hecho y lo trate sin desmerecerlo, se opta por desconfiar y huir. Es como si el cerebro chequease el instante inmediato en el que se acerca Mateo y, sin atender a su caja de lustrar, enviara la señal de ¡cuidado!, momento en el cual la señora de los zapatos negros llenos de polvo aprieta el brazo para agarrar su bolso con más fuerza. ¡Lástima! Por 3000 pesos paraguayos podría haber lucido impecables zapatos. Y es que, presos del sistema imperante, surge de todas partes la necesidad de protegerse de los desórdenes que ponen en peligro esa lujosa y cada vez más cara tranquilidad. De esta suerte el capitalismo instala el más grotesco de los mecanismos: la desarticulación del ser humano de su circunstancia. Dicha desarticulación lleva directamente a la insensibilización con cualquier tipo de injusticia y desigualdad. Anestesiado y esterilizado el nuevo sujeto postmoderno y global está preparado para afrontar la decadencia que genera el mismo sistema al haber sacrificado más del 71% de la población mundial en pos de un 21% que sirve de base para mantener ese 8%[i] de descarnados multimillonarios que tiran los dados para decidir cuál será el país con el que jugarán a la guerra más tarde. Por suerte los_mg_1692mecanismos no son perfectos y no todos son sujetos postmodernos y globalizados insensibilizados con las injusticias y las desigualdades. En el Paraguay hay los que luchan desde abajo y desde la izquierda, los que desde la prisión siguen pensando alternativas, los que siguen ocupando tierras a pesar de las muertes y encarcelamientos de dirigentes, las que se preguntan qué comemos y exigen un etiquetado que identifique los alimentos cultivados con agrotóxicos,  quienes desde su trabajo como educadoras y educadores populares quieren cambiar los barrios más desfavorecidos generados por el sistema; están los que se preguntan por qué, los que buscan respuestas y no quieren una torta como premio y pago de su voto. En el Paraguay hay muchas voces en lucha, en lucha contra la opresión y la discriminación. Y el más fiel reflejo de ello se puede encontrar en esos niños, niñas y adolescentes que dignifican el trabajo portando ese otro mecanismo de articulación entre quiénes son, qué pueden y qué deben hacer.

Notas: The Wealth Report 2015, Pirámide de la Riqueza

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217590&titular=los-ni%F1os-ni%F1as-y-adolescentes-trabajadores-y-el-trabajo-digno-en-paraguay-

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Entrevista a François Houtart, sociólogo y teólogo «El bien común de la humanidad como matriz de la nueva sociedad»

América del Sur/8 Octubre 2016/Autora: Cira Pascual Marquina/Fuente: Rebelión

Esta conversación con el sociólogo y teólogo de la liberación François Houtart, que apareció por primera vez en el número 17 del mensuario PolítiK, explora los límites de los procesos de cambio en América Latina y el concepto de bien común de la humanidad.

-Cira Pascual Marquina (CPM): En el libro Más allá de la economía, el bien común de la humanidad (2013), planteas que para asegurar la continuidad de la humanidad y de la vida en el planeta hay que construir un nuevo paradigma en el que el bien común esté por encima del bien individual. ¿Podrías explicar el concepto de “bien común de la humanidad”?

-François Houtart (FH): El concepto de bien común de la humanidad tiene varias dimensiones. La primera es la dimensión de lo que se llaman los comunes o en inglés the commons: los bienes que no son individuales sino comunes, por ejemplo la tierra antes del capitalismo y hoy en día los servicios públicos. Hay muchas luchas en el mundo para proteger, recuperar o aumentar la dimensión de los bienes públicos. Ahora tenemos como bienes públicos la educación, la salud, pero también el agua, la comunicación, etc. Este es un primer nivel de lo que podemos llamar el bien común de la humanidad.

Sin embargo hay un segundo nivel, y el segundo nivel es el concepto clásico del bien común: cosas que le pertenecen al conjunto de la sociedad y que no pueden ser propiedad de individuos como, por ejemplo, en una ciudad, los parques o los espacios verdes, etc. Eso es un bien común. Pero hay sectores que no son directamente materiales, que son más bien de tipo jurídico, por ejemplo el código de circulación (si no se organiza, es el caos). En verdad este es un concepto que existe ya desde la filosofía griega, en particular Aristóteles, que reconoce que hay espacios en la vida colectiva que son espacios comunes, de bien común, y esta fue la base sobre la que la iglesia católica construyó su doctrina social.

Pero pienso que debemos ir un poco más allá y por eso he hablado del bien común de la humanidad: un principio de organización de la vida colectiva de la humanidad en el planeta que se base sobre la vida y no sobre la muerte… así este concepto se opone al concepto fundamental del sistema capitalista. Y cuando digo que el nuevo paradigma se basa sobre la vida, esto implica la posibilidad de crear, de conservar, de mejorar la propia vida –la vida en su sentido completo, no solamente la vida física, biológica, sino también la vida cultural, la vida espiritual–. Y no solamente construir en función de la vida de los seres humanos, sino también de otros géneros: los animales, las plantas, etc. Lo que se llama hoy el derecho de la naturaleza.

Este concepto es más amplio que el concepto de los comunes y que el concepto del bien común, pero integra estos dos conceptos. Este concepto que he llamado el bien común de la humanidad, es evidentemente un nombre; no importa el nombre, lo que importa es el contenido. Podemos darle otros nombres, por ejemplo el sumak kawsay que es el buen vivir, el concepto de los indígenas andinos, o podemos llamarlo socialismo del siglo XXI.

-CPM: En el libro que mencioné anteriormente enumeras cuatro elementos clave para aterrizar el concepto del bien común de la humanidad; podríamos decir que estos elementos son una especie de hoja de ruta para organizar la tarea colectiva en cuanto a la definición de la nueva sociedad postcapitalista. ¿Puedes explicárnoslos?

-FH: Sí, debemos concretar las cosas porque todo esto puede parecer algo abstracto. Precisamente he tratado de ver, como sociólogo, qué significa esto en la práctica de la vida colectiva humana. Por eso he tomado cuatro realidades fundamentales de toda sociedad, que son, por una parte la relación con la naturaleza, ya que ninguna sociedad puede vivir sin la naturaleza; después la producción material de la vida, porque la vida no es una abstracción y sin producción material no hay vida; la organización social de la vida, que debe ser colectiva en lo social y en lo político; y finalmente la cultura, porque el género humano es el único que puede reflexionar sobre su propia realidad y eventualmente anticipar el futuro, y que es, como dicen los mayas, “la parte consciente de la naturaleza”.

Reflexionando sobre estos cuatro elementos fundamentales de toda sociedad podemos entrar en detalles, especialmente comparando con la situación actual del sistema capitalista. Por ejemplo, en cuanto a las relaciones con la naturaleza: ¿cómo ve el capitalismo la naturaleza? Para el capitalismo la naturaleza es recursos naturales, es decir, una naturaleza que se debe explotar, y explotar en función de los intereses del capital y de la acumulación del capital. Por el contrario, en lo que se refiere a la nueva organización del bien común de la humanidad, la naturaleza debe ser respetada: es la fuente de toda vida, de la vida física, biológica, cultural, espiritual, y en este sentido la naturaleza no es solamente un objeto de explotación.

Esto, si queremos ir más allá en la práctica, tiene muchas consecuencias para la vida cotidiana y también para la organización nacional e internacional. Por ejemplo, si aceptamos que la naturaleza es la fuente de la vida, no podemos aceptar que personas individuales o corporaciones, grandes empresas multinacionales, se apropien de la naturaleza (y en particular las riquezas naturales que son los minerales, las fuentes de energía, etc.) por la simple razón que estas cosas deben entrar en la concepción del bien común. Aquí no digo que no se debe extraer, porque la madre tierra es generosa, sino que se debe hacer respetando los derechos de la naturaleza, la posibilidad de regenerarse y de continuidad de la vida. Este es un ejemplo práctico. También, por ejemplo, no se puede aceptar la mercantilización de bienes básicos para la vida como las semillas o como el agua. Ese es un primer paso.

El segundo es la producción de la base material de la vida. Como he dicho, cada vida tiene su base material y no se puede continuar sin esta base. Ahora la base material de la vida –la economía–, está organizada por la lógica del capital. El capital es el único motor de la economía, con su necesidad inagotable de tener ganancias para poder acumularse. Frente a esto la lógica debe ser absolutamente diferente: no una lógica de acumulación del capital, de valorización única del valor de cambio. Porque hay dos tipos de valores para todo servicio o bien: el valor de uso, es decir lo que es útil para la humanidad, para la naturaleza, para el mundo, y el valor de cambio o lo que permite ganancia. Solamente el valor de cambio, es decir, si una cosa es una mercancía, contribuye a la acumulación del capital. Por eso en el capitalismo todo debe convertirse en mercancía. Esta es la lógica del capital. Debemos salir de esta lógica, con todas las consecuencias en cuanto a la propiedad de los medios de producción, significa, en lo práctico, que no podemos aceptar la dominación del capital financiero, los paraísos fiscales, etc.

Un tercer elemento es la organización social y política, que debe ser democrática, para permitir que todos los seres humanos sean actores y no solamente sujetos de una política decidida desde arriba o por una minoría. No hay nada menos democrático que la economía capitalista que concentra el poder y desconoce lo que se llaman las “externalidades”: los daños ambientales y los daños sociales, que no paga el capital. Se deben promover procesos democráticos en todas las instituciones, desde las políticas y económicas hasta las culturales, sociales, religiosas. Esto también debe extenderse a todas las relaciones sociales, como las relaciones entre hombres y mujeres. Este es el tercer aspecto que tiene muchas aplicaciones en el mundo.

Finalmente, en cuanto a la cultura, hablamos de la interculturalidad. El hecho de no permitir que la cultura occidental, totalmente inmersa en el concepto de modernización, absorbida por la lógica del capital, sea la única cultura aceptable en el mundo, y comprender que todas las culturas, los saberes y las espiritualidades pueden contribuir al bien común de la humanidad y a la ética necesaria para esta construcción.

Ahora, todo esto puede parecer una bella utopía pero no lo es. No es una utopía en el sentido de ilusión, porque en el mundo hay millares de grupos que luchan por construir mejores relaciones con la naturaleza, por otro tipo de economía social y solidaria, por los derechos de todos los grupos humanos y finalmente por la interculturalidad. Esto significa que existe ya en la realidad la posibilidad de perseguir valores que no son puramente abstractos, sino que ya son el proyecto concreto de muchos movimientos y organizaciones en el mundo. Por eso pienso que sobre esta base se puede construir una perspectiva nueva.

-CPM: En algunas intervenciones has planteado que los procesos de cambio en América Latina se caracterizan por ser posneoliberales, pero todavía no se han dado pasos concretos hacia el postcapitalismo. ¿Podrías profundizar sobre esta caracterización de los procesos en Nuestra América y cómo avanzar hacia el postcapitalismo?

-FH: Sí, yo pienso que hay muchos aspectos en todos los dominios. Voy a tomar solo un ejemplo práctico: el problema de la agricultura. Los países que se dicen progresistas en América Latina –y que realmente han sido posneoliberales en el sentido que han reconstruido un Estado que trabaja por una cierta redistribución de la riqueza y también por un mejor acceso a los servicios como la educación o la salud para las clases desfavorecidas– promueven el monocultivo para la exportación, con todas sus consecuencias ambientales: destrucción de la selva amazónica, destrucción de los suelos, contaminación de las aguas, y también, finalmente, daños muy graves para las poblaciones, para la salud, y en cuanto a los efectos sociales como las migraciones hacia las grandes ciudades o al exterior.

Así han promovido esta agricultura en detrimento de la agricultura campesina, que podría dar una respuesta muchísimo mejor a la primera función de la agricultura, que es nutrir la población: es un hecho que la agricultura campesina en América Latina está nutriendo más del 60% de la población del continente. Una segunda función es participar en la regeneración de la Madre Tierra: muchas veces los campesinos trabajan con agricultura orgánica y de manera respetuosa de la naturaleza. Y, finalmente, el bienestar de los campesinos, frente a una agricultura de monocultivos, mucho más productiva, pero que proletariza al campesino o lo integra al sistema capitalista de monopolios, que crea dependencia de las grandes multinacionales de producción o de distribución. La agricultura campesina no es una cosa arcaica, del pasado, sino una cosa del futuro, y esto es reconocido incluso por la FAO.

Lo que hemos visto en América Latina es un intento de construir sociedades posneoliberales –pero no postcapitalistas, y en este sentido continuando con la idea de la modernización de las sociedades, y finalmente con un “capitalismo moderno”; esto tiene como consecuencia, por ejemplo en el campo de la agricultura, que no se promueve una nueva agricultura campesina que podría resolver muchos de los problemas de la pobreza rural y también de la producción de alimentos y de la soberanía alimentaria. Este es un ejemplo, pero podríamos dar otros ejemplos de otros aspectos que nos permiten decir que los ensayos de cambio, de los países progresistas, que fueron muy interesantes y tuvieron varios logros muy reales, finalmente no han transformado la lógica fundamental de la organización de las sociedades. Por eso me parece que desarrollar el concepto de Bien Común de la Humanidad podría ser un paso adelante frente a la crisis que afecta a todos estos países actualmente.

-CPM: Hablando de la crisis, un camino que impulsa el Gobierno Bolivariano para la salida es el Arco Minero. Se supone que explotar el oro y otros minerales en la enorme cuenca del Orinoco nos ayudará a salir de la crisis. Así, tras el anuncio de apertura, más de 150 corporaciones mineras han expresado interés, y ya se han firmado contratos con la canadiense Gold Reserve y con empresas chinas. ¿Qué opinión tienes sobre este tipo de propuestas?

-FH: Esta situación no es particular a Venezuela aunque el caso del Arco Minero es impresionante. Encontramos situaciones similares, tal vez a menor escala, en Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina. El problema es que la única respuesta que ven los gobiernos progresistas actuales frente a la crisis, que es una crisis a escala mundial y que afecta a muchos de estos países porque son exportadores de bienes primarios (explotación minera, petrolera o agrícola), es abrirse más al mercado y entrar en políticas de tipo neoliberal. Evidentemente es una contradicción fundamental. Pienso que estos gobiernos no han reflexionado suficientemente sobre las alternativas al capitalismo.

Debemos reconocer la realidad: Estas medidas contradicen de manera fundamental lo que se ha planteado como meta, y vemos un creciente abismo entre el discurso y las prácticas. La verdad es que estas prácticas van a llevar a una mayor concentración del capital y al desconocimiento de las externalidades, es decir, la destrucción de la naturaleza y la destrucción social y cultural. Eso debemos reconocerlo y debemos tratar de ver qué soluciones podemos encontrar que no entren en contradicción con lo que se había propuesto.

-CPM: Tenemos una tarea clara: la superación del capitalismo. Pero también nos encontramos con múltiples barreras como la enajenación o la pérdida de la esperanza. ¿Qué hacer en estas circunstancias difíciles?

-FH: Precisamente por la situación que vivimos debemos tratar de redefinir la tarea de la izquierda y reflexionar sobre las estrategias posibles. Por eso me parece que un trabajo de conjunto entre movimientos sociales e intelectuales va a ser necesario primero para redefinir las metas (definir qué tipo de sociedad queremos); aquí entra la propuesta de Bien Común de la Humanidad, donde tocamos un espectro que va desde la relación con la naturaleza hasta la organización colectiva de la política y la sociedad, y también la espiritualidad, la manera de vivir las cosas en lo cotidiano…

Entonces, el primer aspecto significa que juntos debemos trabajar por una redefinición colectiva de las metas de la sociedad, no solamente con intelectuales que tienen toda la verdad que se debe imponer a las masas. No, este concepto de vanguardia es obsoleto. Debe ser un trabajo colectivo: por una parte con la experiencia de los movimientos políticos y sociales de izquierda que debemos recoger y tratar de sistematizar, y por otra parte, con el trabajo de los intelectuales. Con todos los logros que hemos desarrollado en los dos últimos siglos, la reflexión fundamental del marxismo, pero también de otras corrientes intelectuales que pueden ser útiles. La cuestión es cómo redefinir la meta fundamental de la humanidad y de la sociedad.

El segundo aspecto es cómo definir las transiciones. Es evidente que no podemos construir el socialismo o comunismo instantáneamente. Eso provocaría catástrofes económicas derivadas del boicot y de los embargos o incluso intervenciones militares. Eso no es posible, pero sí, podemos pensar transiciones, es decir, pasos que nos ayudan a construir el paradigma nuevo. No se trata de adaptar el capitalismo a nuevas situaciones sino de construir una sociedad diferente. En cuanto a la cuestión de cómo construir transiciones, hay que hacerlo desde una perspectiva dialéctica, sin caer en la idea del progreso de la modernidad –un progreso lineal sobre un planeta inagotable (un concepto muy capitalista de la “modernidad”, por cierto.

Es necesario redefinir la modernidad, encontrar transiciones y actores que pueden actuar en cada aspecto. Este es el gran reto no solamente para América Latina sino también para el mundo entero. Y ya podemos empezar, de forma humilde y cotidiana, a pequeña escala, como lo han hecho por ejemplo los zapatistas, y después poco a poco ampliar esta visión para construir otra matriz de desarrollo humano. Esto es absolutamente necesario frente a la destrucción de la naturaleza que el capitalismo está provocando, y también de destrucción humana, cultural y espiritual.

-CPM: Has mencionado en algunas intervenciones que para entender la sociedad hay que hacerlo en términos de clase. En el periódico PolítiK estamos absolutamente de acuerdo. ¿Podrías profundizar sobre la necesidad del análisis de clase?

-FH: El análisis de la sociedad desde una perspectiva de clases es ciertamente importante. También es verdad que en el siglo XIX –en la Europa en que Carlos Marx reflexionó y escribió– la clase obrera era la clase fundamental para iniciar el cambio. En este sentido el papel de la clase obrera para cambiar el conjunto de la sociedad era absolutamente fundamental. Hoy en día debemos reflexionar frente a la realidad actual: una clase obrera muy segmentada por el sistema capitalista y que ha cambiado en los países industrializados, donde han desplazado la actividad de producción hacia las periferias y que se especializan en servicios.

Esto significa que la clase obrera hoy es diferente a la clase obrera del siglo XIX europeo o norteamericano. Así, otras clases sociales, como los campesinos por ejemplo, están también afectadas por la lógica del capital, y hoy vemos que frente a esta destrucción sistemática del pequeño campesinado, hay movimientos que son más radicales que el movimiento obrero. En particular, en el plano internacional, la Vía Campesina, la organización mundial de los campesinos, es más radical contra la Organización Mundial del Comercio o el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional que la organización Internacional de los sindicatos. Este es un hecho y debemos reflexionar sobre las nuevas realidades.

Es verdad que son los trabajadores los que enfrentan la contradicción fundamental con el capital, pero ya no son solo los trabajadores industriales, también están los trabajadores del campo, los precarizados, todos estos grupos sociales que son afectados hoy por la lógica del capital , y por eso la lucha y la organización de la lucha social debe ser pensada de otra manera que en el siglo XIX. Esta es una de las tareas para los movimientos sociales y los movimientos políticos de izquierda, para no equivocarse ni en el vocabulario –lo cual es secundario pero importante–, ni en las prácticas sociales y políticas, es decir: la definición de las luchas sociales.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217095

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El plebiscito en Colombia: una oportunidad perdida

Por: Atilio Borón

El resultado del plebiscito colombiano reveló la profundidad de la polarización que, desde el fondo de su historia, caracteriza a la sociedad colombiana. También, la grave crisis de su arcaico sistema político incapaz de suscitar la participación ciudadana que ante un plebiscito fundacional -¡nada menos que para poner fin a una guerra de más de medio siglo!- que apenas si logró que una de cada tres personas habilitadas para votar acudiera a las urnas, una tasa de participación inferior a la ya de por si habitualmente baja que caracteriza a la política colombiana. La del día de ayer fue la mayor abstención en los últimos veintidós años y su resultado fue tan ajustado que hizo que la victoria del NO, como hubiera ocurrido ante un eventual triunfo del SI, sea más un dato estadístico que un rotundo hecho político. Los partidarios del SI habían dicho que lo que se necesitaba para consolidar la paz era una amplia victoria, que no bastaba simplemente con superar en votos a los partidarios del NO. Lo mismo cabe decir de sus oponentes. Pero nadie logró ese objetivo, porque la diferencia de un 0.5 % a favor del NO podría sociológicamente ser considerada como un error estadístico y que un nuevo recuento de votos podría eventualmente llegar a revertir.

Es prematuro brindar una explicación acabada de lo ocurrido. Habría que contar con información más pormenorizada que por el momento no está disponible. Pero no deja de ser sorprendente que el anhelo de la paz, que era algo que cualquiera que haya visitado Colombia podía percibir a flor de piel en la gran mayoría de su población, no se haya traducido en votos para ratificar esa voluntad pacifista y refundacional de un país sumido en un interminable baño de sangre. En lugar de ello la ciudadanía reaccionó con irresponsable indiferencia ante la convocatoria para respaldar los acuerdos trabajosamente conseguidos en La Habana. ¿Por qué? Algunas hipótesis deberían apuntar, en primer lugar, a la baja credibilidad que tienen en Colombia las instituciones políticas, corroídas desde largo tiempo por la tradición oligárquica, la penetración del narcotráfico y el papel del paramilitarismo. Este déficit de credibilidad se expresa en una retracción del electorado, tanto más importante cuanto más alejadas se encontraran de las zonas calientes del conflicto armado las regiones en las cuales el NO triunfó con holgura. En cambio, aquellos departamentos que fueron teatro de operaciones de los enfrentamientos se manifestaron mayoritariamente a favor del SI. Para decirlo en otros términos: allí donde los horrores de la guerra eran experimentados sin mediaciones y en carne propia –principalmente las regiones agrarias y campesinas- la opción por el SI triunfó de manera aplastante. Tal es el caso del Cauca, con el 68 % votando por el SI; el Chocó, con 80 % por el SI; Putumayo, 66 % por el SI; Vaupes, 78 % por el SI. En cambio, en los distritos urbanos en donde la guerra era apenas una noticia que divulgaban los medios, satanizando de manera implacable a la insurgencia, quienes acudieron a las urnas lo hicieron para manifestar su rechazo a los acuerdos de paz.

Lo anterior remite a una segunda consideración: la debilidad del esfuerzo educativo hecho por el gobierno colombiano para explicar los acuerdos y sus positivas consecuencias para el futuro del país. Esta falencia había sido señalada por diversos observadores y protagonistas de la vida política de ese país, pero su llamado de atención al presidente Juan M. Santos fue desoído. El confiado optimismo que primaba en los círculos gubernamentales (y también en algunos sectores cercanos a las FARC-EP) unido a la imprudebte confianza puesta en los pronósticos de las encuestas -que, una vez más, fracasaron escandalosamente- hizo que se subestimara la gravitación de los enemigos de la paz y la eficacia de la campaña basada en el visceral rechazo a los acuerdos promovida por el uribismo. El papel desempeñado por la derecha vinculada al paramilitarismo y los medios de comunicación, mismos que reprodujeron sin cesar las acusaciones de “traición” dirigidas al presidente Santos, galvanizaron un núcleo duro opuesto a la ratificación de los acuerdos que pese a ser minoritario en el conjunto de la población logró prevalecer porque sus adherentes acudieron masivamente a las urnas, mientras que sólo una parte de los que sí la querían se atrevieron a desafiar las inclemencias del tiempo y fueron a votar. Persuasiva resultó ser pues la “campaña de terror” orquestada por la derecha, que en sus ominosas caricaturas presentaba al comandante Timoshenko ya investido con la banda presidencial y presto a imponer la dictadura de los “terroristas” sobre una población indefensa y sumida en la ignorancia, misma que encontró en el voto por el NO el antídoto necesario para conjurar tan pavorosa amenaza.

En suma: es imposible abstraerse de la sensación de frustración que provoca este resultado. Como se dijo una y mil veces, la paz en Colombia es la paz en América Latina. Tremenda responsabilidad le cabe a las FARC-EP ante este deplorable resultado electoral. La sensatez demostrada por la guerrilla en las arduas negociaciones de La Habana deberá ahora pasar por una nueva prueba de fuego. Y es de esperar que la tentación de retomar la lucha armada ante el desaire electoral sea neutralizada por una actitud reflexiva y responsable que, desgraciadamente, no tuvo la ciudadanía colombiana. Las declaraciones del comandante Timoshenko ratificando que ahora las armas de la insurgencia son las palabras permiten albergar una semilla de esperanza. Lo mismo las manifestaciones de la dirigencia del ELN y la alocución del presidente Santos poco después de conocidos los resultados del plebiscito. Ojalá que así sea y que esta guerra de más de medio siglo, que a lo largo de estos años tuvo un costo equivalente a casi la mitad del PBI actual de Colombia; que despojó de sus tierras y desplazó de sus hogares a casi siete millones de campesinos; que produjo 265.000 muertes oficialmente registradas; que victimizó por la vía indirecta a dos millones y medio de menores de edad; que esa pesadilla, en suma, que ha enlutado a la entrañable Colombia pueda hundirse definitivamente en el pasado para abrir esas grandes alamedas evocadas por el heroico presidente Salvador Allende por donde habrán de pasar los hombres y las mujeres de Colombia para construir una sociedad mejor . Ayer se perdió una inmejorable oportunidad para avanzar por el camino de la paz. Habrá otras, sin duda alguna.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217461

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Los países no se demoran en las encrucijadas (I)

Por: Boaventura de Sousa Santos

El golpe parlamentario-judicial producido en Brasil tendrá repercusiones en la vida social y política del país difíciles de prever, a pesar de que, según la versión oficial y la de Estados Unidos, todo se ha desarrollado dentro de la normalidad democrática.

Aunque también son de prever repercusiones internacionales, no solo porque Brasil es la séptima economía mundial y ha asumido en los últimos años una política internacional relativamente autónoma, tanto en el plano regional como en el mundial, a través de la participación en la construcción del bloque de los BRICS, sino también porque el modelo de desarrollo adoptado en los últimos trece años parecía indicar que son posibles alternativas parciales al neoliberalismo puro y duro, siempre que no se toque su vanguardia avanzada, el capital financiero global (es cierto que los BRICS pretendían tocarlo con el tiempo –banco de desarrollo, transacciones con divisas propias–, por lo que se volvió urgente neutralizarlos).

 Para reflexionar de manera informada sobre las posibles repercusiones, es necesario determinar la naturaleza política y constitucional del régimen político posterior al golpe. Hubo golpe porque no fue aprobado el crimen de responsabilidad que la oposición le atribuye a Dilma Rousseff, el único hecho que en un régimen presidencial puede justificar la destitución. Siendo así, es fácil concluir que hubo una interrupción constitucional, pero su naturaleza es difícil de tipificar. No hubo declaración de guerra, no fue declarado el estado de sitio o estado de emergencia. Fue una interrupción anómala que resultó del hinchamiento excesivo de uno de los órganos de soberanía, el poder legislativo, con el consentimiento e incluso la cooperación activa del único órgano de soberanía que podía impedir la interrupción constitucional, el poder judicial.

Visto a la luz de los influyentes debates de los años veinte del siglo pasado, lo que ha ocurrido en Brasil ha sido el triunfo de Carl Schmitt (primacía del soberano) sobre Hans Kelsen (control judicial de la Constitución). Y lo curioso es que esta victoria estuvo asegurada por el Supremo Tribunal Federal (STF) al consentir, por acción u omisión, las anomalías constitucionales y las extravagantes interpretaciones que se han acumulado a lo largo del proceso. Hubo, por tanto, rendición de uno de los órganos de soberanía al poder soberano. Por eso, en sentido estricto, el golpe fue parlamentario-judicial y no sólo parlamentario. ¿Cuál fue en este caso el poder soberano? Ciertamente, no fue el pueblo brasileño, pues poco antes había expresado su voluntad en las urnas y elegido a la presidenta Dilma. Fue un soberano de varias cabezas constituido por la mayoría parlamentaria, los grandes medios de comunicación, el capital financiero, las élites capitalistas vinculadas a él y Estados Unidos, cuya participación por ahora está poco documentada, aunque se manifestó de diversas formas, de las cuales las más evidentes fueron, por un lado, la visita de John Kerry a Brasil y la declaración a la prensa junto a José Serra (que entonces ni siquiera era un ministro con plenos poderes, pues el proceso de destitución, si bien en marcha, todavía no había alcanzado su fase final) para destacar las buenas condiciones que se abrían para el fortalecimiento de las relaciones entre los dos países.

El siguiente fragmento con algunas de las declaraciones de la reunión de John Kerry mantenida el pasado 5 de agosto con José Serra resulta sorprendentemente esclarecedor: “Me parece honesto decir que en el transcurso de los últimos años las discusiones políticas en Brasil no habían permitido el pleno florecimiento del potencial de nuestra relación” (http://www.state.gov/secretary/remarks/2016/08/260893.htm).

Por otro lado, igualmente esclarecedora es la visita a Washington del senador Aloysio Nunes, el día después de la aprobación del proceso de destitución en la Cámara de Diputados, para mantener conversaciones con el número tres del Departamento de Estado y exembajador en Brasil, Thomas Shannon, la figura más influyente en la definición de la política estadounidense para el continente.

  En este contexto es importante responder a tres preguntas. ¿Cuál es la naturaleza del régimen político de Brasil tras el golpe parlamentario-judicial? ¿Cuál es el significado del acto de rendición judicial? ¿Cuáles son los desafíos para las fuerzas democráticas? En este texto respondo a las dos primeras. Naturaleza del régimen político. Es un régimen que se define más fácilmente de manera negativa que positiva. No es una dictadura como la que existió hasta 1985; tampoco es una democracia como la que existía hasta el golpe; no es una dictablanda o una democradura, designaciones en boga para caracterizar los regímenes de transición de la dictadura a la democracia. Se trata de un régimen anómalo nítidamente transicional sin dirección definida hacia la cual transitar. En los términos de la teoría de sistemas, es un sistema político altamente desequilibrado, en una situación de bifurcación: la alteración más pequeña puede provocar grandes cambios sin que su sentido sea predecible.

  Puede resultar en más democracia o en menos, pero en cualquier caso es de prever que ocurra con alguna turbulencia social y política. El desequilibrio resultó de la ruptura institucional forzada por el sector mayoritario de las élites económicas y políticas, que sintió amenazado su régimen de acumulación capitalista, y de la lógica social del señor/esclavo (en Brasil, la lógica de separación entre la casa grande y la senzala [1]), que legitima muchas de las jerarquías sociales de las sociedades capitalistas con fuerte componente oligárquico de raíz colonial. Fue una ruptura que no tenía como objetivo alterar el sistema político (este, de hecho, se reveló muy funcional), sino tan solo alterar un resultado electoral y restaurar el estado de cosas vigente antes de la intrusión del Partido de los Trabajadores (PT).

  Las élites ahora en el gobierno harán todo lo que esté a su alcance para reparar esta ruptura lo más rápidamente posible. No pueden hacerlo a través del gobierno y con medidas que agraden a las mayorías, dado que la restauración capitalista-oligárquica exige medidas antipopulares. Además, es de prever que la destrucción de las políticas sociales e instituciones del período anterior se lleve a cabo de forma rápida y sin disfraces de reconciliación social. Es de prever otra versión de la doctrina del shock similar a la austeridad impuesta por el FMI y la UE a los países del sur de Europa o a la que está aplicando el presidente Macri en Argentina, con la salvedad de que Macri ganó las elecciones. Remendar la ruptura por vía electoral tampoco es viable porque no es seguro que ganen las elecciones. Les resta, por tanto, usar de nuevo el poder judicial, ahora para reponer cuanto antes la idea de la normalidad institucional. Esto será posible a través de algunas decisiones judiciales compensatorias que creen la idea, tal vez ilusoria, pero creíble, de que las instituciones no perdieron por completo la capacidad de limitar la arbitrariedad del poder político y la arrogancia del poder social y económico. La probabilidad de que esto ocurra depende de las fracturas que puedan surgir dentro del poder judicial, como sucedió en tiempos recientes. Y si ocurriera, ¿sería esto suficiente para reconstruir la normalidad institucional sin la cual la gobernabilidad será muy difícil? Nadie puede predecirlo.

Además, el contexto del golpe parlamentario-judicial hace que este no haya podido concluir con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Debe continuar hasta que las élites tengan la certeza de que la democracia no supone ningún riesgo para ellas. Y para que el golpe continúe todavía seguirá siendo necesaria mucha intervención del poder judicial.

  El sistema judicial: dos pesos, dos medidas. El papel central del sistema judicial en los equilibrios y desequilibrios del periodo posterior a 1985 debe ser analizado en detalle, ya que esto puede ayudarnos a comprender comportamientos futuros. La operación Lava Jato [2] presenta grandes ambivalencias. Si, por un lado, hizo que grandes empresarios, políticos y contratistas fueran procesados penalmente, rompiendo, de algún modo, con la sensación de impunidad; por otro, su gran base de apoyo es la involucración de personajes de la izquierda brasileña, sobre todo del PT. Es decir, el gran apoyo social y mediático que la operación Lava Jato recibe es por perseguir a la izquierda. Esto resulta evidente cuando comparamos la operación Lava Jato con la operación Satyagraha, que investigó casos de corrupción y blanqueo de capitales que involucraban, principalmente, al banquero Daniel Dantas con las privatizaciones del gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Esta última fue dirigida por el juez federal Fausto de Sanctis y por el delegado de la Policía Federal Protógenes Queiroz. La reacción por parte del SFT a esta operación fue grande y muy diferente a la actual: el delegado Protógenes Queiroz fue condenado penalmente y expulsado de la Policía Federal; el juez federal Fausto de Sanctis sufrió la persecución del entonces presidente del SFT, Gilmar Mendes, que ofició el Consejo Nacional de Justicia (del que también era presidente) para determinar la conducta del juez. Fue un gran envite de la Justicia Federal de primera instancia contra el SFT. Por su parte, el arresto del banquero Daniel Dantas, que llegó a ser esposado, fue, en el fondo, el origen real de la Súmula [3] Vinculante 11 del SFT, que establece: “Solo es lícito el uso de esposas en casos de resistencia y de riesgo fundado de fuga o peligro para la integridad física propia o ajena, por parte del preso o de terceros, justificada la excepcionalidad por escrito, bajo pena de responsabilidad disciplinar, civil y penal del agente o de la autoridad y de la nulidad de la prisión o del acto procesal al que se refiere, sin perjuicio de la responsabilidad civil del Estado”.

  Tal vez esto baste para concluir que en Brasil (y ciertamente el caso no es único) el éxito de la justicia criminal contra ricos y poderosos parece estar fuertemente relacionado con la orientación político-partidaria de los investigados. Pero hay más. La nominación del expresidente Lula como ministro llevó al juez Sérgio Moro a cometer uno de los actos más flagrantemente ilegales de la justicia brasileña contemporánea: permitir la divulgación del audio entre la presidenta Dilma y el expresidente Lula cuando ya sabía que él no era competente para el procesamiento. El ministro del STF, Teori Zavascki, escribió en su despacho: “Fue también precoz y, al menos parcialmente, equivocada la decisión que anticipó juicio de validez de las interceptaciones, obtenidas, en parte importante, sin abrigo judicial, cuando ya había determinación de interrumpir las escuchas”. Esa divulgación dio un nuevo impulso al movimiento a favor del impeachment de la presidenta Dilma. A propósito, el hecho de que la presidenta Dilma haya nominado a Lula da Silva como ministro, incluso si la motivación exclusiva fuese la alteración del foro competente para el juzgamiento, no constituye por sí sola una obstrucción de la justicia. En efecto, en la época en que era presidente, Fernando Henrique Cardoso (FHC) atribuyó el estatus de ministro al entonces Abogado General de la Unión (AGU), Gilmar Mendes, con un objetivo semejante.

De hecho, a fines de la década de los noventa del siglo pasado e inicio del siglo XX, por cuenta de las privatizaciones y el aumento de la carga tributaria, varios jueces federales comenzaron a pronunciar decisiones preventivas (que interrumpen acciones en curso) y a intervenir en el programa económico neoliberal del gobierno de FHC. El ministro Gilmar Mendes era entonces Abogado General de la Unión y criticaba fuertemente la postura de los jueces federales. Hubo varias acciones de improbidad y acciones populares en contra del gobierno de FHC y del propio Mendes. Ante el peligro de que Gilmar Mendes tenga que responder a procesos en primera instancia (sobre todo acciones de improbidad administrativa), fue decretada la Medida Provisoria N° 2.049-22, de 28 de agosto de 2000, que le garantizó un fuero de privilegio y lo preservó. En su artículo 13 parágrafo único, dispuso: “Son ministros de Estado los titulares de los ministerios, el jefe de la Casa Civil, el jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, el jefe de la Secretaría General y el jefe de la Secretaría de Comunicación de Gobierno de la Presidencia de la República, y el Abogado General de la Unión”. En ese momento no hubo ningún tipo de cuestionamiento, ninguna alegación de inconstitucionalidad o “criminalización” del presidente Henrique Cardoso por obstrucción de justicia.

La idea de que en la justicia brasileña hay dos pesos y dos medidas parece confirmada y es altamente probable que pronto surjan más pruebas en ese sentido. A título de ejemplo merecerá la pena observar la discrepancia entre el ritmo de la operación Lava Jato centrada en Curitiba y el ritmo de la misma operación centrada en Río de Janeiro –la que investiga a los empresarios ligados más a la derecha, al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al exgobernador Sergio Cabral y al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSBD).   Pese a todo, es necesario no perder de vista dos hechos importantes. Por un lado, el sistema judicial continúa teniendo un papel central en la institucionalidad democrática brasileña, sobre todo mientras prevalezca el actual sistema político. Por otro lado, como vimos, hubo fracturas al interior del sistema judicial y, dependiendo de las circunstancias, estas pueden ser una contribución importante para renovar la credibilidad de la democracia brasileña. En el momento en que el sistema judicial parece apostado en criminalizar a todo coste una personalidad de la talla nacional e internacional del expresidente Lula, talvez sea bueno recordar a los jueces que en la época de gobierno de FHC fueron objeto de vigilancia y persecución cuando intervenían con medidas preventivas contra la política económica neoliberal adoptada por el gobierno. La política económica que viene de ahí no será menos dura y llega poseída por un fuerte impulso revanchista. También la derecha tiene su “¡Nunca Más!”. La mayor incógnita es saber si las condiciones, que en el pasado construyeron la credibilidad del STF y dieron alguna verosimilitud a la idea de un sistema judicial relativamente independiente del poder político de turno, desaparecerán para siempre después de esta lamentable trama político-judicial. El letargo del Consejo Nacional de Justicia (CNJ) y del Consejo Nacional del Ministerio Público (CNMP) es verdaderamente preocupante.

  Luchas institucionales y extrainstitucionales. En vista de lo que ha sido dicho, lo más probable es que el acto de ruptura institucional provocado de arriba hacia abajo (de las elites contra las clases populares), tendrá que confrontarse en el futuro con actos de ruptura institucional de abajo hacia arriba, esto es, de las clases populares contra las elites. En ese caso, el sistema político funcionará durante algún tiempo con una mezcla inestable de acciones políticas institucionales y extrainstitucionales, dividido entre luchas partidarias y decisiones del Congreso o de los tribunales, por un lado, y acción política directa, protestas en las calles o acciones ilegales contra la propiedad privada o pública, por otro. Estas últimas serán combatidas con elevados niveles de represión y su eficacia es una cuestión abierta.

  Con el golpe parlamentario-judicial, el régimen político brasileño ha pasado de ser una democracia de baja intensidad (eran bien conocidos los límites del sistema político y del sistema electoral, en particular, para expresar la voluntad de las mayorías sin manipulación por parte de los medios de comunicación y del financiamiento de las campañas electorales) a una democracia de bajísima intensidad (mayor distancia entre el sistema político y los ciudadanos, mayor agresividad de los poderes fácticos, menos confianza en la intervención moderadora de los tribunales). Siendo este el régimen político, ¿cuál será la mejor estrategia por parte de las fuerzas democráticas para llevar a cabo las luchas políticas que frenen la deriva autoritaria y refuercen la democracia? De las fuerzas democráticas de derecha no es posible esperar una acción vigorosa. Las diferentes fuerzas de derecha se unen más entre sí cuando están en el gobierno de lo que lo hacen las fuerzas de izquierda. La razón es esta: cuando las fuerzas de derecha están en el gobierno, tienen el control del gobierno y el control reforzado del poder económico que siempre ejercen en las sociedades capitalistas; cuando las fuerzas de izquierda están en el gobierno, en cambio, tienen el control del gobierno, pero no tienen el control del poder económico. Las fuerzas democráticas de derecha son importantes, pero tenderán a ser relativamente pasivas en la defensa de la democracia todavía existente. Por ello, guste o no, es en las fuerzas democráticas de izquierda donde reside la defensa activa de la democracia y la lucha por su refuerzo. Las fuerzas de izquierda en la encrucijada. Las fuerzas de izquierda de Brasil están en un dilema que se puede definir así: todo lo que tienen que hacer a medio y largo plazo para fortalecer la democracia está en contradicción con lo que tienen que hacer a corto plazo para disputar el poder. Como sabemos, este no es un dilema específico de la izquierda brasileña, pero asume aquí y ahora una intensidad muy especial. Si la política fuese una rama de la lógica, este dilema no tendría solución, pero como no lo es, todo es posible. Analizaré sus posibilidades en un próximo artículo.

  Notas:

[1] Casa-Grande e Senzala (1933), traducido al castellano como Los maestros y los esclavos, es una obra del antropólogo Gilberto Freyre que trata sobre la formación de la moderna sociedad brasileña bajo el régimen del monocultivo colonial de la caña de azúcar. La Casa Grande alude al lugar donde vivían los señores explotadores de esclavos que cultivaban el azúcar y la senzala se refiere a las habitaciones de los esclavos negros [N. de los T.].

[2] Operación que investiga una red de corrupción en torno a la petrolera estatal Petrobras. [N. de los T.]. [3] En el derecho brasileño, resumen o sumario de las decisiones judiciales que determinan la comprensión de un mismo tema. [N. de los T.].

Fuente: http://www.alainet.org/pt/node/180518

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La sociedad del miedo

Por: Marcelo Colussi

El miedo paraliza. Eso no es nuevo, en absoluto. Todos lo sabemos inmemorialmente, y quienes ejercen alguna cuota de poder, además de saberlo, lo utilizan.

El miedo comporta algo de irracional, de primario; la lógica «bienpensante» pierde ahí la supremacía. Alguien asustado, no digamos ya aterrorizado, es presa de las reacciones más viscerales, mas impensadas, dejando totalmente a un lado las decisiones razonadas, frías y llevadas por la lógica. Hacer uso de esas circunstancias en función de un proyecto hegemónico, es algo por demás conocido en la historia: quien manda se aprovecha del miedo del otro para ejercer su poder. Eso es, a todas luces, un mecanismo perverso; pero ¿quién dijo que la perversión no hace parte consustancial de lo humano?

Hoy día, en nuestra hiper tecnocrática sociedad, el manejo de las emociones, en cuenta el miedo, es un elemento de importancia capital para el mantenimiento del sistema. Y obviamente, si alguien maneja y manipula ese miedo, no es el ciudadano de a pie. Él es quien lo sufre, el objeto de la manipulación; los hilos del títere nos los mueve él precisamente. Para eso está lo que la academia estadounidense llama «ingeniería humana». «En la sociedad tecnotrónica el rumbo lo marcará la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón«, dijo uno de los principales exponentes de esa línea de pensamiento, el polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinsky.

Esas técnicas -cada vez más refinadas y eficaces, por cierto- responden, por su parte, a un proyecto de dominación global. Lo que antes pueden haber hecho el shamán o la Iglesia católica («La religión existe desde que el primer hipócrita encontró al primer imbécil«, dijo Voltaire. «Las religiones no son más que un conjunto de supersticiones útiles para mantener bajo control a los pueblos ignorantes«, comentó por su parte el teólogo Giordano Bruno), hoy lo realiza la industria mediática (nuestra «religión» moderna).

Pero hoy -y eso es lo que queremos resaltar- el manejo de ese miedo ha cobrado dimensiones tremendas. Los seres humanos no solo vivimos asustados por los avatares naturales que no manejamos, tal como siempre ha sido (catástrofes, muerte, la incertidumbre ante el destino), sino que padecemos, en forma creciente, ante las «catástrofes» humanas. Pero más aún, cosa que torna más patética la situación, ese miedo está racionalmente inducido desde un determinado proyecto de dominación.

En la actualidad ya no nos atemorizan los espíritus ni los demonios que andan sueltos (las religiones, que lidian con todos ellos, están en retirada en un mundo cada vez más tecnocrático). Hoy día tememos… al terrorismo (en los países del Norte) o a la delincuencia (en el Sur empobrecido).

Aunque los motivos de nuestros terrores, si los analizamos con exhaustividad, no son precisamente esos difusos nuevos espantos, sino la percepción que tenemos de ellos.

Ahora bien: la percepción que tenemos de ellos es la que nos construyen los medios masivos de comunicación. La casi totalidad de las percepciones del mundo que vamos teniendo, nos las dan -nos las imponen- esos medios.

Pregúntese el lector cómo es por dentro, por ejemplo, un submarino. En general todo el mundo dará aproximadamente la misma respuesta: un panel de control, palancas, tableros con luces, marineros que reciben órdenes, un capitán al mando de un periscopio, etc. ¿De dónde sale ese «conocimiento»? De los cientos o miles de veces que hemos sido bombardeados con esas imágenes.

¿De dónde salen nuestros paralizantes miedos ante el terrorismo o ante la delincuencia desbocada? De las matrices mediáticas que ya se nos han impuesto. ¿Acaso todos los musulmanes son unos sanguinarios terroristas listos a sacar una bomba de entre sus ropas? ¿Acaso todos los jóvenes de barriadas pobres son unos delincuentes listos a amenazarnos con un cuchillo? Obviamente no. Pero eso son los imaginarios que se nos han impuesto.

Sin dudas el mundo no es un lecho de rosas: hay muertos por doquier debido a acciones violentas. Por supuesto que explotan bombas y hay asaltos a mano armada; por supuesto que existen actos suicidas, en general llamados «terroristas», y por supuesto también que hay delincuencia callejera, robos a mano armada y «áreas rojas» donde ni la policía entra. ¡Vaya novedad! Por minuto mueren dos personas en el planeta debido a la detonación de un arma de fuego. Obviamente no estamos ante un paraíso. Pero según estudios consistentes, diariamente fallecen en el mundo no menos de 2.000 personas por falta de alimentos, y más de 1.000 por falta de agua potable, en tanto que el siempre mal definido e impreciso «terrorismo» produce en promedio… 11 muertes diarias.

Tenemos miedo a las cosas que se nos dice que debemos tenerle miedo. Y curiosamente, esos temores parecen manipulados: en el Norte del mundo la gente vive paranoica con el próximo acto terrorista, que seguramente será de algún denominado «grupo fundamentalista islámico». La muerte de una persona a manos de, por ejemplo, un marido celoso o un paranoico delirante, es ya presentada como ataque terrorista, dando pie a una hiper militarización de la vida cotidiana… y a las guerras preventivas (que, curiosamente, se hacen siempre contra países que tienen petróleo en su subsuelo. ¿Qué casualidad, no?).

En el Sur, en los países empobrecidos y donde la vida es violada a diario por las balas, el hambre y la falta de agua potable, se vive paranoico con la delincuencia que puede aparecer en cada esquina. Pero como dijo un dirigente comunitario de una barriada pobre de algún país latinoamericano: «Todo el tema de la mara [pandillas juveniles] se ha inflado mucho por los medios de comunicación; ellos tienen mucho que ver en este asunto, porque lo sobredimensionan. En realidad, la situación no es tan absolutamente caótica como se dice. Se puede caminar por la calle, pero el mensaje es que si caminás, fijo te asaltan. Por tanto: mejor quedarse quietecito en la casa«. En un punto u otro del planeta para que la consigna es esa: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Los espantos malos que andan por ahí (musulmanes terroristas o delincuentes) nos acechan, nos hacen la vida imposible, nos van a devorar. Lamentablemente, la ingeniería humana sabe lo que hace… ¡y consigue tenernos quietecitos!

Mantener poblaciones aterrorizadas es buen negocio (para quienes detentan el poder, claro). Nunca tan oportunas como ahora las palabras de la lideresa indígena de Bolivia, Domitila Barrios, con respecto a todo esto: «Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro«. El miedo es una reacción psicológicamente muy normal en determinadas situaciones; el miedo puede ser patológico en ciertos casos (neurosis fóbicas, por ejemplo). Pero el miedo del que aquí hablamos (contra el «musulmán malo» o el «delincuente que nos acecha detrás de cada árbol») es una pura invención de la ingeniería humana, preparado desde un proyecto de dominación. ¿Será hora de abrir los ojos?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217149&titular=la-sociedad-del-miedo-

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