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Multipliquemos el placer

Enma Näslund-Hadley

Unos investigadores británicos llegaron a la conclusión de que las fórmulas matemáticas pueden dar a nuestro cerebro el mismo tipo de placer que la música o el arte. Ahora que se acerca el Día Mundial de la Ciencia 2014, no puedo dejar de pensar en cómo podemos lograr que nuestros estudiantes sientan este tipo de placer por las matemáticas y las ciencias.  Los puntajes recientes de la Evaluación Internacional de Aprendizaje de los Alumnos (PISA – por sus siglas en inglés) nos dicen alto y claro que la mayoría de nuestros estudiantes no creen en la belleza de las matemáticas  y las ciencias.

El problema puede ser que en América Latina y el Caribe la enseñanza de las matemáticas se suele limitar a sentarse en un escritorio y sustituir los números en fórmulas. De igual modo, en la clase de ciencias memorizamos hechos y científicos famosos de la historia. Y… ¡admitámoslo! la memorización es igual de emocionante que una visita al médico.

En realidad, las matemáticas y las ciencias van mucho más allá. Se trata de formas y patrones, relaciones espaciales y visualización, razonamiento, resolución de problemas, y hasta de la vida cotidiana. Es una herramienta para entender todo lo que nos rodea. Si las clases de matemáticas y ciencias ayudaran a los estudiantes a ver un panorama más amplio, muchos niños y niñas quedarían enganchados.

No hay una receta única para a atraer a los estudiantes al zen de las matemáticas y las ciencias. Sin embargo, hay muchos enfoques prometedores que pueden llegar a inspirar a responsables de política y educadores. Algunas escuelas y distritos escolares de los Estados Unidos ayudan a sus estudiantes a relacionarse con las Ciencias, Ingeniería,  Tecnología y Matemáticas (STEM – por sus siglas en inglés) mediante el arte (STEAM). El ArtsEdge del Kennedy Center proporciona lecciones del STEAM de composición musical en las cuales los estudiantes aplican el uso de fracciones matemáticas  a la ejecución del ritmo. Además de lograr que las matemáticas y las ciencias sean más atractivas, el arte trae consigo el beneficio de que promueve la creatividad y la innovación, habilidades del siglo 21 claves para que nuestros estudiantes afronten exitosamente los problemas complejos del mundo de hoy.

En el BID hemos colaborado con los Ministerios de Educación de varios países para desarrollar y probar modelos que usan el juego y la práctica para motivar a maestros y estudiantes a que sientan pasión por las matemáticas y las ciencias. Con el modelo Matemáticas para Todos, maestros argentinos de cinco mil escuelas, están utilizando un enfoque pedagógico basado en una obra de teatro que tiene como objetivo dar significado a las matemáticas y promover la comprensión de conceptos matemáticos en sus estudiantes. Su filosofía considera que la inclinación natural de los niños a jugar, no es una distracción, sino un aliado del aprendizaje.

En Paraguay, un contexto que presenta ciertos vacíos en la formación y en la pedagogía del docente, los maestros usan lecciones de audio interactivas que cubren el currículo de matemáticas para preescolar. Estos audios permiten a los estudiantes desarrollar sus habilidades a través de parodias, canciones y juegos. Además, desde que las aulas en Paraguay tienden a ser bilingües, el audio y los materiales escritos combinan español y guaraní.  En Perú, un programa de ciencia y medio ambiente ayuda a los estudiantes a desarrollar habilidades de resolución de conflictos por medio de problemas de la vida diaria que despiertan su interés y estimulan su imaginación.

Aunque los modelos de enseñanza son diferentes, estos enfoques prometedores en el aula tienen algunas cosas en común. En primer lugar, tratan de hacer que las matemáticas y las ciencias sean importantes para el estudiante, haciendo uso de los conocimientos que aportan a la clase. En segundo lugar, el maestro no es ni un conferencista alejado ni un espectador relegado que solo observa pasivamente el descubrimiento de sus estudiantes. Al contrario, el docente guía a los estudiantes en su exploración y les proporciona retroalimentación. En tercer lugar, estos modelos se implementan acompañados de desarrollo profesional intensivo para los profesores que incluye entrenamientos y tutorías en el aula de clase. En cuarto lugar, el ambiente de aprendizaje es “seguro” porque los errores se convierten en oportunidades para aprender. Por último, estos programas van más allá de promover habilidades de pensamiento crítico porque también fomentan las habilidades de pensamiento creativo.

Debemos hacer un esfuerzo por estar preparados para enfrentar los desafíos del mañana. Desde hoy, comprometámonos con despertar la pasión de todos nuestros niños y jóvenes por las matemáticas y las ciencias.

Fuente: http://blogs.iadb.org/educacion/2014/11/07/multipliquemos-el-placer/

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La locura de la evaluación

Hugo Aboites

En un país donde las percepciones con las que viven y crecen niños, jóvenes y familias son de asesinatos reiterados, creciente pobreza, falta de empleo, debilidad de la economía y desesperanza política, increíblemente las políticas gubernamentales insisten en exacerbar aún más los ánimos y juegan a provocar casi hasta el límite de lo tolerable. Es el caso de la evaluación masiva de maestros y de aspirantes a la educación superior que añade, de manera desproporcionada e innecesaria, una carga enorme de hostilidad y violencia institucional.

En el caso del magisterio, si, como mostrábamos en la entrega anterior, es perfectamente posible e incluso legal desplegar una iniciativa de evaluación distinta, orientada directa y específicamente a mejorar las escuelas, ¿Qué sentido tiene ir construyendo con el discurso y los hechos la evaluación como amenaza de desempleo o reubicación para cerca de un millón (la mitad del total) de los maestros? Estimamos esa cifra porque en las recientes evaluaciones de aspirantes a docentes de educación media y candidatos a promoción (que bien pueden considerarse pruebas piloto) seis o siete de cada 10 han sido descalificados como no idóneos. La insistencia en evaluar para excluir sin duda agregará una carga enorme de conflicto y crispación social, alentada por un discurso agresivo en el que ya ni siquiera queda muy claro cuándo habla Mexicanos Primero o el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE). Por eso, la preocupación y creciente indignación que recorre al magisterio del país. Igual que la que se provocaría entre el empresariado cuando una campaña de proporciones y profundidad semejantes fuera organizada por el gobierno y clases populares, con base en un cambio constitucional y argumentando el bien nacional, para suprimir o desplazar a otras actividades a un contingente igualmente importante de empresarios.

Del lado de los estudiantes que aspiran a llegar a la educación media o superior las tasas son todavía más altas: hasta ocho o nueve jóvenes de cada 10 –en instituciones de la ciudad de México– no ingresan a la educación superior. Y a escala de país esto significa que más de siete millones quedan sin educación superior. Por otra parte, en el caso de la educación media superior, a partir del inicio de la evaluación masiva del Ceneval en la ciudad de México (1996) y hasta la fecha, más de un millón de jóvenes interesados en estudiar el bachillerato no llegó a inscribirse en un plantel. Estas proporciones tan altas de exclusión se explican en el fondo no por razones académicas, sino de fuerza política. En el conflicto de clases sociales en que se ha convertido el acceso (estudiantes) y permanencia (maestros) en la educación, las tasas de exclusión han estado directamente relacionadas con la fuerza política del sector correspondiente. Si para los estudiantes –carentes de una organización nacional y larga historia de resistencia– tasas aún más altas de exclusión han sido una constante desde hace más de una década, es sólo en 2012-2013 que se intenta imponer tasas similares y esto ha generado una muy importante resistencia.

Pese a estas diferencias, lo que es evidente es que la situación –agudizada por sucesos como el de Ayotzinapa– está colocando a ambos sectores poco a poco en un piso común de resistencia. Los estudiantes observan y analizan la resistencia magisterial, y en momentos y lugares específicos puede ocurrir que estas luchas no sólo coexistan, sino incluso se vinculen de manera directa. Entre esos lugares destaca, sin duda, la ciudad de México, lugar de arribo de múltiples conflictos magisteriales y estudiantiles. El hecho de que incluso los maestros de educación media superior de las preparatorias del Gobierno del Distrito Federal, junto con los del Colegio de Bachilleres, Conalep y otros, estén en la mira de la evaluación punitiva plantea un contexto nuevo y mucho más tenso, pero también uno donde si se da la oportunidad, los diversos actores pueden pensar y generar propuestas nuevas e importantes, tanto en el terreno de las demandas estudiantiles como de los docentes. En esa ruta, el primer gran paso indispensable para unos y otros y para en general distender el clima en la educación es abrir las puertas a un diálogo serio respecto de sus demandas. La decisión que ha dado a conocer el Gobierno del Distrito Federal de intervenir de manera expresa en la temática de los rechazados (aunque habrá que valorar las iniciativas concretas) envía un mensaje de reconocimiento de un problema y con ello contribuye a la discusión sobre el tema.

De todo esto se deriva la importancia de que se lleve a cabo la mesa de discusión entre la Secretaría de Educación Pública e instituciones públicas con los estudiantes rechazados, y entre Gobernación y el movimiento magisterial. Sin diálogo real no habrá conducción política del conflicto, sólo la política de contención y de represión, generada ahora por la locura de la evaluación. Y en un país donde parece que pronto también siete de cada 10 mexicanos estarán en la pobreza, esa es una opción cada vez menos aconsejable.

A Carmen Pineda, fallecida prematuramente, mujer excepcional, leal a la Universidad y a sus amigos.

*Rector de la UACM

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América Latina y Chile: ¿Hay salida del capitalismo académico?

José Joaquín Brunner

América Latina es la región del mundo con una mayor participación de matrícula privada dentro del total de la matrícula de educación terciaria. Según la cifra más reciente de la UNESCO, los 18 países latinoamericanos, exceptuando a Cuba, poseen una matrícula privada promedio de un 45% la cual, puesta al día para cada uno de ellos, podría estimarse ascendería a un 50% o más. Las cifras nacionales oscilan entre un 14% en el caso de Uruguay y un 84% para el caso a Chile. De hecho, puede decirse que en varios países de la región,  la expansión, masificación y, en ciertos casos, universalización de la educación terciaria fue producto de procesos de privatización de la provisión. En un sentido podría afirmarse que ha culminado una amplia fase de expansión privatizada de la cobertura que se inició en los años ochenta y que estuvo acompañada por numerosas transformaciones en cuanto al financiamiento y la provisión de la educación superior, así como la multiplicación de los diplomas (títulos y grados) y el crecimiento de la heterogeneidad de los productos y servicios provistos y la calidad de los mismos.

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Frente a este contexto, se observa el inicio –durante los años recientes– de lo que podría llegar a ser un verdadero cambio de marea en las políticas de educación superior en la región. Según un estudio en elaboración, 11 de los 19 países latinoamericanos han promovido “iniciativas significativas de cambio de la legislación de base de la educación superior”. Una revisión panorámica de dichos cambios permite constatar que ellos corresponden en su mayor parte a una reacción frente a lo que se consideran excesos de las políticas neoliberales que favorecieron la privatización de la expansión, la creación de mercados en el ámbito de la educación superior y el uso por parte de los gobiernos de mecanismos e instrumentos de cuasimercado para el financiamiento de las instituciones estatales. Como consecuencia los sistemas nacionales habrían perdido cohesión, crecido anárquicamente y segmentado social y académicamente, debilitado su vocación pública y capacidad de servicio al desarrollo y bienestar nacionales. En breve, habrían sido envueltos por el capitalismo académico y hoy se desenvolverían de acuerdo a sus lógicas.

Un buen ejemplo del significado y  los límites de aquel cambio de marea es la reforma en curso en Chile, aunque todavía se halla en proceso de discusión, elaboración y recién al comienzo de su concreción. Programáticamente, esta reforma se propone modificar el paradigma de la política pública en este sector. Se trataría de pasar de la educación superior entendida como un bien de consumo, se dice, a entenderla como un derecho social garantizado. Representaría un intento de desmercantilizar o descomodificar de la educación superior chilena. En otras palabras, el objetivo programático y paradigmático sería crear un espacio desprivatizado (no comercial ni competitivo) para el desarrollo de una educación pública entendida como un bien público “puro” y, por ende, exclusivamente financiado por la renta nacional. Desaparecerían los precios (de mercado) de la educación superior y ella sería sujeta a una regla de “gratuidad universal”, según proclama el gobierno de la presidenta Bachelet.

Tan ambiciosa meta choca, sin embargo, con el hecho de que el régimen de provisión chileno es, como vimos, altamente privatizado tanto en la dimensión de la provisión (84% de la matrícula es privada)  como en la dimensión del financiamiento (éste alcanza en Chile a un 2.5% del PIB, del cual al momento un 60% es aportado por los estudiantes y sus familias con el apoyo de becas y créditos subsidiados por el Estado). Por lo mismo, desprivatizar la provisión supondría traspasar una parte progresivamente mayor de la matrícula del sector privado al estatal, aumentando el tamaño actual de las universidades estatales y creando un amplio conjunto de nuevas instituciones de este tipo en las principales ciudades del país. De hecho, desde ya el Estado ha acordado crear dos nuevas universidades regionales, pero de tamaño menor, y una red de centros de formación técnica (formación de ciclo corto), uno en cada una de las 15 regiones del país. De modo que la tarea de incrementar significativamente el peso de la provisión estatal aparece aun como una cuestión incierta y constituye un formidable desafío.

Desprivatizar el financiamiento, por su lado, supondría sustituir gasto privado por gasto fiscal, incrementando el financiamiento del Estado hasta alcanzar en el límite un 100% del gasto en educación de pregrado al momento de materializarse la “gratuidad universal”. En ese momento, el fisco chileno se transformaría en líder mundial de gasto en educación superior, por encima incluso de los países nórdicos, pero con una captación de recursos por vía de impuestos inferior a la mitad de aquellos países. Es decir, se trata de un desafío aún más formidable que el anterior. Y, a todas luces, imposible de afrontar en el actual estado de desarrollo del país, con su actual carga tributaria y con los enormes déficit de arrastre en cuanto a gasto público en educación temprana y cuidado de los niños y en los niveles primario y secundario de la educación.

Adicionalmente, la reforma chilena  intentaría modificar los demás componentes del modelo de gasto público de la educación terciaria, de forma tal manera de: (i) eliminar progresivamente el actual esquema de apoyos estudiantiles basado en créditos y becas, (ii) ofrecer un trato preferente a las instituciones estatales mediante fondos basales (no condicionados), (iii) mantener los subsidios directos actuales al grupo de universidades privadas “con vocación pública” como se las denomina allí y ampliar su número, y (iv) perseverar en el uso de ciertos mecanismos de cuasimercado (como fondos competitivos y contratos de desempeño) para el financiamiento de funciones de bien público de las universidades que reciben financiamiento directo del Estado.

Las anteriores medidas serían complementadas con cambios en la gobernanza del sistema de manera de ampliar la esfera de atribuciones del Estado; el fortalecimiento de la institucionalidad de control de la calidad (acreditación); la creación de un régimen de supervisión y fiscalización del uso de los recursos (superintendencia); el establecimiento de un marco nacional de cualificaciones para ordenar la oferta de cursos y programas y la adopción de nuevas modalidades de admisión y cuotas de discriminación  positiva para fines de mejorar la equidad.

Como puede verse, se trata de un ambicioso –iluso, lo llaman otros– plan de reformas que, expresivo del cambio de marea que parece estar ocurriendo en América Latina, reúne en un solo paquete el conjunto de reformas que diferentes gobiernos vienen promoviendo separada y gradualmente durante el último quinquenio.

Su aprobación en un solo paquete supondría una alta capacidad política-técnica y luego, su implementación, un aparato administrativo y de gobernanza de la educación superior dotado de una gran capacidad de ejecución. En ausencia de esos factores parece difícil que las reformas puedan acordarse y luego llevarse a la práctica. Existe la idea, además, que el gobierno Bachelet –que ha prometido presentar esas reformas durante los próximos meses– carece del respaldo de opinión pública, de los equipos, las habilidades y el tiempo requeridos para montar y conducir una tan compleja transformación socio-política, cultural y organizacional.

En suma, y cualquiera sea la evaluación sustantiva de las reformas anunciadas, resulta difícil imaginar que en los 24 meses que restan al actual gobierno, éste pueda poner en marcha una reforma paradigmática de las políticas y del sistema de educación superior para sustraerlo de las contradicciones del capitalismo académico y elevarlo a la condición de un servicio público gratuito, de calidad y libre de las tensiones del entorno. Por el contrario, lo más probable es que –por ahora– las contradicciones del sistema aumenten y su desempeño y resultados no mejoren significativamente.

José Joaquín Brunner es Profesor Titular de la Universidad Diego Portales de Chile y Director de la Cátedra UNESCO de políticas comparadas de Educación Superior.

Publicado originalmente en nexos: http://www.brunner.cl/?p=14120

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Aprender es más importante que saber

 Javier Martínez Aldanondo

Stannis Baratheon: ¿Por qué la obsidiana iba a matar a un caminante?
Sam: No lo sé
Sam: Lo he visto alteza
Stannis Baratheon: ¿Qué has visto?
Sam: El ejercito de los muertos y cuando vengan…
Stannis Baratheon: Tenemos que saber cómo luchar contra ellos, sigue leyendo Samwell Tarly
Game Of Thrones (Temporada 5)

Indiscutiblemente, nuestra vida está organizada alrededor del saber. Nadie te contrata para un trabajo sin revisar tu curriculum y verificar lo que sabes (qué carrera y en qué universidad estudiaste). Todos los países han establecido 12 años de enseñanza obligatoria pero el colegio ha terminado imitando al concurso Quien quiere ser millonario al convertirse en una interminable sucesión de saberes (asignaturas) que todos los niños deben dominar, aunque inmediatamente olvidan casi todos esos conceptos. Para el sistema educativo, aprender no es prioritario ya que evalúa el resultado pero no el proceso. Nadie pregunta a un niño qué aprendió sino cómo le fue, qué nota sacó. Y la tendencia no hace más que acentuarse. La industria educativa nos bombardea con todo tipo de productos y nos tiene convencidos de que si no estudias al menos un Master, no tienes futuro laboral. Incluso socialmente, ser considerado una persona culta (haber leído libros y autores clásicos y saber muchas “cosas”) sigue siendo muy valorado. Sin embargo, la hegemonía del saber comienza a tambalearse. El responsable de RRHH de Google reconoce que, para su empresa, el expediente académico no sirve de nada. El Media Lab del MIT (uno de los centros de investigación más prestigiosos del mundo) contrató como director a un experto sin título universitario. Steve Jobs en Apple o Amancio Ortega en Zara, demostraron cómo crear y liderar multinacionales sin estar respaldados por esos saberes intelectuales aparentemente imprescindibles.

¿Por qué podría ser más importante aprender que saber? La primera razón es obvia: solo sabes algo si antes lo aprendiste. No hay conocimiento sin aprendizaje previo. La segunda razón pasa más desapercibida: El conocimiento tiene fecha de caducidad. Tarde o temprano, lo que sabes va perdiendo vigencia. Recuerden los casos de Blackberry o Kodak. Ambas empresas disfrutaron de un saber (conocimiento) que les permitió liderar sus mercados ejerciendo un dominio aplastante. Sin embargo, las dos han desaparecido de la cúspide porque ese saber se estancó, no evolucionó y otros competidores con nuevos conocimientos más avanzados las sobrepasaron.
No hay duda de que saber es importante, sobre todo cuando eres el único que sabe y ese saber permanece inalterable. Pero dormirse en los laureles con lo que sabes puede ser letal. El refrán “Pan para hoy y hambre para mañana” lo ilustra a la perfección. Desde el momento en que el mundo cambia a velocidades vertiginosas, puedes estar seguro de que cada vez falta menos para que lo que sabes sea sustituido por otro conocimiento más innovador. En ese caso, la única alternativa posible es aprender.

¿Cómo diferenciar aprendizaje de conocimiento? En la película de Quentin Tarantino Kill Bill Volumen 2, la protagonista Uma Thurman llega a un monasterio dirigido por un legendario maestro de artes marciales. El monje le demuestra cómo atravesar una gruesa tabla de madera con un golpe de puño y le ordena severamente que practique hasta que lo consiga. La nueva pupila comienza a ejercitarse y durante el extenuante proceso, se rompe los nudillos, sangra y sufre enormemente. Más adelante en la película, la misma protagonista es enterrada viva en un ataúd de madera y cuando despierta, se da cuenta de que la única manera de salir con vida es rompiendo el ataúd a puñetazos (lo que hace mientras suena música de Morricone). Aprender es todo lo que haces antes de tener un problema y te exige motivación, sacrificio, constancia, tiempo y mucha práctica. Eso es justo lo que Uma hace desde que llega al monasterio para aprender a romper la madera con el puño. No hay teoría, solo práctica. Gestión del conocimiento es lo que haces cuando tienes el problema, que es lo que le ocurre cuando se encuentra sepultada. Si llegado el momento no tienes conocimiento, no puedes resolver el problema (sobrevivir) y en ese caso mueres. Pero claro, para tener conocimiento, anteriormente has tenido que dedicar un colosal esfuerzo a aprender ya que no hay conocimiento sin aprendizaje. El saber solo llega como consecuencia de aprender.

Cada vez que doy una conferencia, llevo un cubo Rubik y ofrezco un cheque de 1 millón de dólares a cualquier miembro de la audiencia que sea capaz de resolverlo. La inmensa mayoría reconoce que, por más que quieran ganar el premio, carecen del conocimiento para hacerlo. Los problemas no existen, lo que falta es conocimiento para solucionarlos. El campeón mundial de Rubik necesita apenas 5 segundos para resolver el cubo. Claro que para ello, ha dedicado un sinfín de horas a aprender, a practicar. Una vez que cuentas con el conocimiento, los problemas pasan a convertirse en tareas que solo te demandan tiempo. Cuando escribí La vida es una sucesión de cubos de Rubik, me refería a que aunque domines perfectamente un cubo, puedes estar seguro que pronto ese cubo te lo van a cambiar, se va a complejizar porque cambiará el mercado, la competencia, la tecnología, la legislación… y por tanto, lo que sabes ya no te servirá. La única manera de adaptarte y seguir vigente será aprendiendo cosas nuevas. Cambiar es sinónimo de aprender. Innovar significa aprender.

Aprender está íntimamente relacionado con el pasado porque es lo que tuviste que hacer para acumular saber. Pero también condiciona el futuro porque todo lo que hagas de ahora en adelante depende de tu capacidad para aprender. Aprender, al igual que comer o dormir, es algo que necesitarás hacer durante toda tu vida. El conocimiento, sin embargo, tiene que ver con el presente, es lo que te permite tomar decisiones y actuar, aquí y ahora. Si te proyectas a medio o largo plazo, para tus planes de futuro, aprender es más importante que saber.

Si aprender es tan importante, entonces resulta imprescindible saber cómo se aprende. Cada vez que pregunto cómo aprendemos, pasan 2 cosas curiosas: primero, los interrogados dudan mucho antes de responder, como si nunca se hubiesen hecho la pregunta. Y segundo, su respuesta reproduce fielmente el modelo adquirido en la escuela: Haces un curso dirigido por un profesor, te entregan los contenidos, estudias… Afortunadamente, también aquí las cosas están mejorando. Hace 2 semanas, pregunté a los participantes en un taller de innovación ¿cómo se aprende? y para mi sorpresa, y con toda naturalidad, respondieron “Haciendo”.  Si el proceso de producción de conocimiento se llama aprendizaje, más vale que te conviertas en un experto en el arte de aprender porque tu vida depende de ello. Pero ojo, no confundamos aprender con estudiar. Aprender es el mejor ejercicio para el cerebro. La característica que nos hace más humanos es la habilidad de aprender. En EEUU, se habla ya del concepto de “Learning agility” (agilidad o flexibilidad para aprender) como la principal cualidad de un profesional del siglo XXI.

¿Por qué le damos mayor relevancia al saber que al aprendizaje? Muy simple: por pereza. Queremos disfrutar los beneficios del saber sin hacer el esfuerzo de aprender. Ansiamos el resultado pero no estamos tan dispuestos a realizar el sacrificio del proceso. Todo el mundo quiere tener un cuerpo perfecto pero muy pocos quieren moderarse con la comida o hacer ejercicio a diario. El saber te entrega estabilidad y seguridad. Cuando eres reconocido por lo que sabes, tienes pocos incentivos para aprender. Con el paso del tiempo, es inevitable acomodarse, perder el hambre de progresar y la emoción de descubrir cosas nuevas. Dado que aprendemos aquello que nos apasiona, la motivación emerge como un factor fundamental. Por eso mismo, un profesor tiene que estar enamorado de su rol porque de otra manera no puede entusiasmar a sus alumnos. Es necesaria una gran dosis de curiosidad, cansarse de lo que sabes y aburrirse de hacer siempre lo mismo para estar abiertos a innovar. Una persona con actitud siempre corre con ventaja: tiene voluntad de aprender y un enorme futuro mientras el resto tienen sobre todo pasado. El actor Will Smith confiesa “Siempre he considerado que tengo un talento promedio pero en lo que si destaco es en una obsesión enfermiza para la práctica y la preparación”. Cuando alguien tiene capacidad de aprender, puede llegar a saber cualquier cosa. Pero si te quedas únicamente con lo que sabes y no sigues aprendiendo, bien porque no te interesa o porque no tienes la humildad de reconocer que no lo sabes todo, corres un riesgo mortal. La verdadera ignorancia no es la falta de conocimiento sino negarse a aprender. Si tienes que escoger, es más valiosa la capacidad de aprender (que genera nuevos saberes continuamente) que la de aferrarse a un solo saber y tratar de explotarlo.

Hace algunas décadas, en España se hizo muy famoso un anuncio en televisión impulsado por la industria del lujo cuyo eslogan era “Un diamante es para siempre”. Desafortunadamente, nada es para siempre. Saber es fundamental pero aprender lo es mucho más porque no existe saber si no hay un proceso de aprendizaje anterior. Al ritmo al que cambia la sociedad, si dependes únicamente de lo que sabes, rápidamente te deprecias, pierdes vigencia y valor. El único remedio para evitar anquilosarte es aprender. Para el presente, el conocimiento es esencial. Para el futuro, aprender es la clave. El escritor Mario Benedetti lo expresó espléndidamente “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas». No puedes dejar de aprender. La buena noticia, como plasma en un libro reciente el tío y entrenador de Rafael Nadal, es que todo se puede aprender. Va siendo hora de cambiar el “tanto sabes, tanto vales” por el “tanto aprendes, tanto vales”. Por cierto, ¿ayer aprendiste algo?

Fuente del artículo: http://www.novagob.org/discussion/view/141085/aprender-es-mas-importante-que-saber

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Los fracasos de la OCDE y las propuestas de los maestros democráticos

Lev Moujahid Velázquez Barriga

Desde 1994, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ha sido la principal consultora del gobierno mexicano, cuyos honorarios ascienden a miles de millones de pesos con cargo al erario. Cabe señalar que dichos pagos no han sido transparentes. A pesar de los resultados negativos de sus recomendaciones en materia educativa, ningún funcionario ha cuestionado la pertinencia de su injerencia en la política mexicana, aunque la ineficacia de sus propuestas ha quedado por demás demostrada. Tal es el caso de la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), creado y promovido por la consultora para medir la competitividad de los aprendizajes de los alumnos en sus países miembro. El fracaso de sus orientaciones curriculares fue tan evidente que tuvo que ser eliminado por su inviabilidad.

Veintiún años después se siguen transfiriendo recursos públicos para que la OCDE diseñe políticas educativas, reciclando las mismas tácticas y discursos: la privatización educativa bajo el esquema de la “participación social”, la organización curricular y de los conocimientos de la humanidad reducidos a “competencias”, los sistemas meritocráticos basados en la Evaluación para el ascenso y la diferenciación salarial de la carrera magisterial. Todo esto no es nuevo, fue planteado desde 1993 con el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB); tampoco lo es el instituto autónomo para la evaluación, pues existe desde 2001; ni las pruebas estandarizadas para los alumnos, ya que se aplicaron a partir de 2006.

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), el Servicio Profesional Docente (SPD) y el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea), componentes de la reforma constitucional a los Artículos 3 y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, representan la misma fórmula que durante 2 décadas ha dado las más graves señales de su ineficiencia. En ese contexto, tanto el gobierno como los empresarios encabezados por Mexicanos Primero (quienes, unilateralmente decidieron representar a México ante la OCDE) han construido el chivo expiatorioperfecto para exonerar a la oligarquía nacional y multinacional de su responsabilidad ante la crisis educativa. Por ese motivo, al magisterio se le presenta como el culpable del fracaso de la modernización, de las crisis financieras estatales y de los bajos resultados en sus mismas pruebas estandarizadas.

A pesar de que la intromisión gerencial en los asuntos de carácter educativo no ha sido un proceso terso, lo que actualmente aparece en el ambiente social, político y de los medios de comunicación, es solamente la negación de los docentes a la evaluación; sin embargo, ellos han mantenido una constante oposición al proyecto trasnacional a través de múltiples formas de organización, que justamente atienden la complejidad de la reforma educativa. Quienes han encabezado esta resistencia de manera más sólida son los maestros y maestras de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE).

La CNTE ha pasado de la demanda de aumento salarial como objetivo primordial en 1989 a la democratización del Sindicato Nacional de Trabadores de la Educación (SNTE), la defensa de la educación pública, la construcción de un proyecto alternativo y contrahegemónico de educación, la lucha por la seguridad social y en la actualidad por la estabilidad laboral. Si bien cada demanda ha tenido cierto énfasis en contextos históricos específicos, no estamos hablando de cosas separadas, son todas ellas parte integral de una misma plataforma política encaminada a edificar una sociedad más democrática.

No es fortuito que en los estados y secciones más atacados por los empresarios y sus voceros en los medios de comunicación se estén dando los procesos más sólidos de organización social del magisterio con los sectores populares: el Movimiento Popular Guerrerense con la Sección XIV, sin olvidar que la tragedia de dimensiones globales por la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa dio origen a la Asamblea Nacional Popular; el Frente Cívico Social con la Sección XVIII de Michoacán, que aglutina 49 organizaciones populares y sindicales que han paralizado al gobierno de la entidad, los sectores estratégicos de la economía, los servicios y los transportes, al menos en dos ocasiones a través de la huelga general; y el Frente Único de Lucha con la Sección XXII de Oaxaca, que recupera la experiencia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) enfilándose a conformar una organización de articulación nacional.

Todas estas expresiones comparten la idea del agotamiento de la vía electoral y de la organización partidista; tienen, además, las condiciones para llevar a cabo lo que han llamado el “boicot electoral” en cada una de sus entidades, con sus respectivas particularidades y posibilidades; en su defecto han optado por impulsar procesos de empoderamiento desde abajo que resultan de poca legitimidad para un estatus cada vez más dictatorial que se legitima por la farsa de las “elecciones”.

Tampoco es ninguna casualidad que en estos mismos estados se estén desarrollando teórica y prácticamente las propuestas educativas contrahegemónicas más acabadas (mas no las únicas) de la CNTE. Hablamos de las escuelas altamiranistas, del Programa para las Transformaciones Educativas de Oaxaca (PTEO) y del Programa Democrático de Educación y Cultura para el Estado de Michoacán (PDECEM). Los antecedentes de dichas iniciativas se remontan a la crítica epistemológica frente al proyecto neoliberal plasmado en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y a la oposición social contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

La necesidad de un modelo educativo alternativo ha estado ligada, por 2 décadas, a la construcción histórica de una nueva sociedad y a la formación de sujetos libres y democráticos como agentes de las transformaciones sociales. La concepción política de la pedagogía es parte de la tradición latinoamericana que ha definido la conformación de una concepción propia llamada “educación popular”. No está por demás decir que los maestros mexicanos de la CNTE, en todo nuestro Continente, son el único movimiento “sindical” de su naturaleza que ha realizado aportaciones teóricas y experiencias concretas en los espacios de la educación pública para el diseño de proyectos de educación popular ligados a la emancipación social.

No debe resultarnos extraño que también Michoacán y Oaxaca hayan sido el paradigma en la democratización del SNTE, cuyo lastre ha estado siempre vinculado a los gobiernos federales y sus reformas educativas neoliberales. Sea por la vía legítima o por la legal-estatutaria respectivamente, según sus contextos específicos en cada sección y estado, el magisterio va generando autonomía frente al Estado y sus partidos políticos, así como procesos de empoderamiento desde los núcleos delegacionales de la organización sindical hasta los congresos de bases como máximos órganos de gobierno, de modo que ninguna decisión de la CNTE es cupular, siempre pasa por el consenso de las mayorías.

En suma, la oposición a la evaluación es apenas lo que se vive en la coyuntura política, en el momento en que el INEE ha presentado la calendarización de la evaluación hasta 2016, la cual puede caracterizarse también como la ruta del despido, pero la raíz de la protesta magisterial es multifactorial y su propuesta no se limita a la estabilidad laboral: integralmente la CNTE ha construido alternativas pedagógicas, de organización popular y sindical, así como marcos legales para que los estados garanticen realmente educación pública y gratuita como derecho humano.

Fuente: http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2015/05/31/los-fracasos-de-la-ocde-las-propuestas-de-los-maestros-democraticos/

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¿Cómo impactan las emociones en la decisión de desertar?

¿Sabía usted que, en Jamaica, aproximadamente 1 de cada 10 estudiantes de secundaria desertan?  Cada uno de estos estudiantes tiene una historia muy especial que contar. Es decir, aunque muchas veces los modelos económicos asumen que los individuos son homogéneos y racionales al tomar decisiones, cuando se trata de estudiantes desmotivados cercanos a  abandonar la escuela y que  tienen diferentes necesidades emocionales, los resultados pueden ser diferentes. Este hecho no contradice los modelos económicos tradicionales, sino que evidencia que los modelos necesitan capturar los aspectos emocionales de la toma de decisión de los estudiantes.

Para analizar las historias individuales de los estudiantes que toman la decisión, aparentemente irracional, de salir de la escuela antes de tiempo, necesitamos un análisis de dos niveles. Con este propósito, el estudio reciente “Dislocación Adolescente en Jamaica: Causas y costos en el nivel secundario” recogió algunos ejemplos que permiten profundizar aún más nuestra interpretación del fenómeno. En el contexto de Jamaica, a nivel macro, los responsables políticos sopesan el costo social de los estudiantes que desertan y las intervenciones para prevenirlo.

Los costos sociales incluyen los ingresos fiscales no percibidos y el costo de la delincuencia juvenil. Con referencia a este último, en Jamaica, el costo del crimen es significativo y se estima que una reducción en el nivel de la delincuencia en general podría aumentar el crecimiento anual del PIB del 5,4%. Además, el informe del PNUD estima que, en 2005, la delincuencia juvenil produjo un costo de 3,21 por ciento del producto interno bruto del país. El costo de proporcionar intervenciones que merman la cantidad de desertores implica la provisión de un sistema educativo de servicio completo que pueda acomodar a todos los jóvenes en edad de asistir a la escuela.

El estudio reciente de Jamaica proporciona un análisis a nivel micro de por qué los estudiantes se retiran del sistema escolar. De acuerdo con el estudio, hay cuatro puntos que exploran la personalidad del estudiante que abandona:

(1)    Los estudiantes que abandonan la escuela todavía se visualizan a sí mismos en el mercado laboral. En el estudio, el 90% de los jóvenes que desertan de manera prematura tiene metas profesionales específicas. Además, casi la mitad de ellos expresa su deseo de seguir estudiando para poder alcanzar sus objetivos de carrera. Estos estudiantes quieren contribuir con la sociedad y no consideran que la deserción sea el final de su educación.

(2)    Al tomar la decisión de abandonar, los beneficios a corto plazo de salir de la escuela son mayores que las consecuencias a largo plazo. Según el estudio, los “factores financieros”  son la segunda razón más común para que los estudiantes abandonen el sistema educativo. El primero es “apoyo inadecuado por parte de los padres”. Los estudiantes de bajos ingresos y sus padres se enfocan en sobrevivir y, en consecuencia, muchos estudiantes salen de la escuela con el fin de aumentar los ingresos del hogar, sin darse cuenta de que su salario a largo plazo aumentaría si permanecieran.

(3)    Los estudiantes no rechazan la idea de aprender. Ellos simplemente no reciben el apoyo que necesitan para permanecer en la escuela. Los estudiantes mencionan que el apoyo insuficiente por parte de padres y profesores como un factor importante que precipitó su salida del sistema educativo. En particular, los estudiantes no creían que estaban recibiendo suficiente apoyo individual y ayuda de su profesor. Cuando los estudiantes comienzan a fracasar en la escuela, esta se convierte en un ambiente negativo que refuerza su baja autoestima.

(4)    Todos los estudiantes desean sentir conexión y aceptación emocional. Los comportamientos de riesgo, como la violencia, la pertenencia a pandillas y la actividad sexual prematura son expresiones peligrosas de esta necesidad, y se encuentran entre las razones para desertar. Por otro lado, el estar en la escuela, tener sentido de pertenencia y un vínculo fuerte con algún maestro u otro miembro del personal, motiva a los estudiantes a que se comporten de manera positiva y continúen con una trayectoria exitosa en la escuela.

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¿Los desastres son naturales o lo natural es que ocurran?

julianrivasalfonzo@gmail.com

Es una realidad cada vez más palpableque el mundo experimenta una gran diversidad de fenómenos emergentes con un gran potencial destructivo para la vida, los bienes materiales y al ambiente en general. Entre el 2000 y el 2005, los desastres a nivel mundial causaron,en promedio y directamente la pérdida de 80.000 vidas humanas, afectando a 240 millones de personas, durante cada uno de esos años, a ello se suman los daños materiales valorados en 80 mil millones de dólares para el periodo en cuestión (Bass y otros, 2009, p.1).

Más cercanamente, la República Bolivariana de Venezuela, debido entre otros factores a su ubicación geográfica, se caracteriza por presentar múltiples escenarios de riesgos que de materializarse en eventos no deseados, pudieran generar (y de hecho han generado) consecuencias de alto impacto social, en la pérdida de vidas humanas, bienes materiales y daños ambientales.

Es un hecho evidente y así lo expresa el Ministerio del Poder Popular para la Educación(2011, p.7), que el grueso de nuestra población se ubica en zonas de alto riesgo de desastres, debido a su gran exposición tanto a fenómenos de origen natural (sequías, inundaciones, incendios forestales, tsunamis, sismos, epidemias, deslaves, entre otros), como de carácter antrópico(accidentes terrestres, aéreos, marítimos, por materiales peligrosos, incendios estructurales e industriales, violencia social, familiar, escolar y comunitaria, entre otros).

En ese sentido, la Dirección Nacional de Protección Civil y Administración de Desastres y Caritas de Venezuela (2010, p. 9),considera que la irracional intervención humana sobre el ambiente ha ocasionado un incremento constante de los niveles de riesgo en la mayoría de nuestros asentamientos poblacionales.

El cuadro que brevemente hemos descrito, nos lleva a las siguientes interrogantes:¿Será que los desastres ocurren por un designio de la naturaleza, siendoprácticamente inevitables?, o por el contrario, ¿Son eventos que emergen o se potencian a consecuencia de actividades humanas y por lo tanto podemos evitarlos o al menos reducir sus impactos?, y ¿Cómo nuestra forma de percibirlos, investigarlos, conocerlos y abordarlos influye tanto en su ocurrencia, como en sus consecuencias?

Buscando luces, hemos conseguido que según Lavell (2006) es posible identificar claramente dos paradigmas o modelos, digamos extremos, que  pretender explicar cada uno a su vez, tanto el proceso de construcción social del riesgo de desastre, como el proceso de intervención social en su reducción.

Para el primero de estos paradigmas denominado naturalista – fisicalista, los desastres son producto del impacto de amenazas físicas sobre la sociedad de manera que los desastres son sinónimos de amenazas extremas y constituyen desastres naturales. El riesgo de desastrees una función directa de la exposición a la intensidad y magnitud, el periodo de recurrencia y otras características de las amenazas físicas en sí mismas. Este paradigma plantea que la sociedad debe intervenir en la problemática de los desastres naturalespor medio del control directo e indirecto de las amenazas y sus impactos sobre la sociedad, de la alerta temprana de esos impactos, la protección de personas y bienes, así como de la organización de mecanismos adecuados de respuesta y recuperación.Para ello es indispensable incrementar de manera sostenida la capacidad de las ciencias básicas para pronosticar, prever y analizar las amenazas y sus interrelaciones.

Debido a sus características, consideramos que el paradigma naturalista – fisicalista para el estudio y manejo de riesgos de desastre,pudiera tener profundas raíces en una postura filosófica positivista, la cual a decir de Briones (2002, p. 28 – 29) proclama que: «El progreso del conocimiento sólo es posible con la observación y el experimento y, según esta exigencia, se debe utilizar el método de las ciencias naturales».Asimismo, a decir del precitado autor esa corriente filosófica contempla que la función de la teoría consiste en coordinar los hechos observados por las ciencias y de ninguna manera buscar las causas de su ocurrencia. Es decir, su función es netamente contemplativa.

De otra parte, para el paradigma digamos alternativo, denominadopor Lavell como sistémico – social, la construcción social del riesgo es un proceso mediante el cual la sociedad transformay configura el riesgo por medio de un proceso diferenciado de generación devulnerabilidades, resistencias y resiliencias a amenazas distintas. La interacciónparticular entre sociedad y su medio sirve a veces también para transformarrecursos naturales y fenómenos físicos determinados en amenazas, las cuales alinteractuar con una sociedad vulnerable construyen riesgos y eventualmente desastres.

Asimismo, para tal paradigma, elriesgo de desastres se basa enescenarios de pérdidas potenciales producto de la interacción deamenazas con vulnerabilidades en comunidades, infraestructuras y sistemas de producción yservicios expuestos, como consecuencia de procesos sociales que surgen del modelo dedesarrollo vigente. Por su parte, los desastresson el resultado de riesgos que se realizan a partir del impacto de eventosfísicos particulares en un tiempo y lugar determinado, siendo el resultado tangible deproblemas o desequilibrios entre la sociedad y el ambiente, generados y/o  no resueltos por los modelos de desarrollos pasados y vigentes.

Igualmente, el  paradigma sistémico – socialconcibe la gestión del riesgocomo un proceso social y político mediante elcual la sociedad se plantea controlar los procesos de construcción del riesgoo su disminución como una estrategia para el fortalecimiento de los planes  de desarrollo ecosustentables y la seguridad integral de la nación.

Es así que el paradigma sistémico – social, a nuestro modo de ver se inscribe, desde el punto de vista filosófico, en la corriente del materialismo dialéctico, cuyos máximos representantes (Marx y Engels) afirmaron que este:

Tiene como una de sus preocupaciones centrales el cambio de la realidad. Consecuentemente, considera al mundo como un proceso en el cual, históricamente, se dan fenómenos nuevos y cada vez más complejos a partir de los más simples, siguiendo las leyes de la dialéctica. (Briones, 2002, p. 22).

 

En ese orden de ideas, consideramos la problemática del riesgo de desastres como un proceso complejo cuyos elementos generadores se encuentran no sólo en la existencia de amenazas o peligros de todo tipo y origen, sino que fundamentalmente se afincan en las condiciones precarias de «vida» en que son empujados a subsistir amplios sectores de la población a nivel global, producto de la interrelación de un conjunto de vulnerabilidades ambientales, económicas, físicas y sociales, consecuencias estas a su vez de la imposición de un modelode desarrollo economicista, que opera bajo la lógica de la apropiación indebida y la acumulación desmedida del capital en todas sus expresiones por parte de sectores minoritarios pero con excesivos poderes, en detrimento de consideraciones sociales, ambientales y humanas, las cuales son rápidamente despachadas  como simples «daños colaterales» o el precio que debemos pagar el resto de la población para «disfrutar» aunque sea marginalmente de las supuestas ventajas del modelo desarrollista vigente.

Es claro para nosotros que mantener una visión paradigmática naturalista – fisicalista, promueve abordajes de la problemática del riesgo de desastresque a todas luces evaden el estudio de lo que consideramos como el nudo crítico del asunto, basado este último en la hegemonía del modelo de «desarrollo» capitalista, el cuala la par de incrementar los factores de vulnerabilidad humana ante las múltiples amenazas de origen natural o antrópico, contribuye con su aparato cultural a instalar en el imaginario colectivo la falsa creencia de que así es como debe funcionar el mundo. Es decir, que para tal modelo, lo naturalsería conformarnos con las condiciones de vida que nos hacen cada vez más vulnerables y que es poco o nada lo que podemos hacer para su superación, intentando reafirmaren nosotros (y en muchas ocasiones con éxito) una visión fatalista que termina por inhibir las iniciativas sociales enfocadas hacia una verdadera transformación política, económica y social, que coloque al ambiente y al ser humano como su primera prioridad.

En este punto consideramos necesario aclarar que se entiende por natural. Según el Diccionario de la Lengua Española (2014), el término en cuestión  posee al menos diecisiete acepciones. La primera de ellas concibe lo natural como: «Perteneciente o relativo a la naturaleza o conforme a la cualidad o propiedad de las cosas». Por su lado, la octava acepción indica que natural se refiere a lo: «Regular y que comúnmente sucede, y, por eso, fácilmente creíble».

De acuerdo con esa primera acepción y con el paradigma sistémico – social, los desastres no pudieran ser catalogados como naturales, pues aunque el evento que le da origen sea de carácter natural, este requiere de la interacción con un conjunto de vulnerabilidades sociales para constituirse propiamente en un desastre. Por ejemplo, un movimiento sísmico en los médanos de Coro, no es más que eso, no podríamos decir lo mismo si sucede en Caracas.

De otra parte, si consideramos el modelo de desarrollo imperante a nivel global, lo natural (en términos de la octava acepción) es que ocurran los desastres, como fenómenos que tienden a perder su eventualidad para convertirse en parte del paisaje cotidiano. Es decir, inmersos como estamos en tal modelo economicista, nos acostumbramos tanto a las tragedias sociales, ambientales, económicas, en fin humanas, que corremos el riesgo de perder paulatinamente nuestra capacidad de asombro y por lo tanto de lucha.

Para revertir y superar tan dañino fatalismo es necesario elevar nuestro nivel de conciencia tanto individual como colectivamente. Por un lado, argumentar y divulgar por qué los desastres no son naturales es un primer paso, digamos que fundamental. Más sin embargo, lo anterior sería inútil si no logramos percatarnos que en el actual modelo de «desarrollo» capitalista, por su misma esencia, lo natural(regular, común, creíble)es que los desastres sucedan y que no bastan las medidas de mitigación, que en el fondo no son más que «pañitos calientes» para ocultar sus ya mencionados daños colaterales.

Se trata pues, de asumir colectivamente un verdadero proceso de prevención y reducción de desastres impulsando una transformación profunda de los modos en que nos relacionamos con el ambiente y entre nosotros, ello implica buscar sistemáticamente una ruptura con aquellos paradigmas de investigación, formación y desarrollo,que nos han conducido a esta situación de creciente vulnerabilidad global. En tal sentido, ante nosotros se abre un camino hacia el logro de una sólida Cultura Preventiva, ese camino no es otro que la Educación para la Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos.

 

REFERENCIAS

 

Bass, S; Ramasamy, S; Dey de Prick, J y Battista, F. (2009).Análisis de Sistemas de Gestión del Riesgo de Desastres. Una Guía, Roma: FAO.

 

Briones, G. (2002). Epistemología de las ciencias sociales,Bogotá: ICFES.

 

Dirección Nacional de Protección Civil y Administración de Desastres y Caritas de Venezuela. (2010). Documento País Venezuela 2009 -2010, Caracas.

 

Lavell, A. (2006). Consideraciones en torno al enfoque, los conceptos y los términos que rigen con referencia a la reducción del riesgo y la atención de desastres en los países Andinos miembros del CAPRADE, Lima: PREDECAN.

 

Ministerio del Poder Popular para la Educación. (2011). Orientaciones educativas para la gestión integral del riesgo en el subsistema de educación básica del sistema educativo venezolano, Caracas.

 

 

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