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Libro PDF: Derecho a la educación y escolarización en América Latina

Felicitas Acosta. [Compiladora]

Mariela Alejandra Acevedo. Felicitas Acosta. Myriam Feldfeber. Pablo Imen. María Mercedes Palumbo. Fernanda Saforcada. Soledad Vercellino. [Autores de Capítulo]
…………………………………………………………………………

ISBN 978-987-722-854-0
Ediciones UNGS. CLACSO.
Buenos Aires. Los Polvorines.
Marzo de 2021

*Disponible sólo en versión digital

 

Insignias notorias de la gran tradición de los pensamientos de la emancipación, los conceptos de revolución y de democracia pudieron pensarse en América Latina, durante los tres primeros lustros de este siglo, en sus diversas y auspiciosas combinaciones. En ese clima de ideas, tan distinto del actual, se puso en marcha años atrás el Programa Regional Democracias en Revolución & Revoluciones en Democracia, cuyos grandes motivos no hay ninguna razón para abandonar y cuyo capítulo argentino se complace en presentar sus resultados por medio de esta serie de libros colectivos.

La extensión del derecho a la educación en América Latina forma parte del debate contemporáneo acerca de la escolarización. Las reformas educativas de la última parte del siglo XX y comienzos del siglo XXI en la región acompañaron dicho debate: sanción de nuevas leyes, cambios en la estructura de los sistemas educativos, reformas curriculares, revisión de la enseñanza en el aula, modificación de la formación docente son algunas de las maneras que adoptan estas reformas. Las modificaciones en los sistemas educativos también se encuentran atravesadas por la emergencia de nuevos actores, temas y formas de intervención: desde las pruebas internacionales estandarizadas, la participación de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, hasta la introducción de contenidos vinculados con cuestiones de género y sexualidad. Este libro reúne trabajos que intentan dar cuenta del conjunto de cambios mencionados desde diferentes perspectivas: histórica, política, filosófica y pedagógica. Reúne también los artículos premiados del concurso de ensayos CLACSO-UNGS sobre el derecho a la educación en el marco del Eje Educación del programa Democracias en revolución/Revoluciones en democracia.

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Entrevista a Amador Fernández-Savater: «Hay una fuerza de los débiles»

A raíz de su nuevo libro, Habitar y gobernar. Inspiraciones para una nueva concepción política, Amador Fernández-Savater habló con Brecha sobre el legado del 15M, sobre Podemos, estrategia, eficacia y deseo.

—¿Tu libro reflexiona a partir del ciclo que en España va del movimiento del 15M a Podemos. ¿Cuál es el balance de estos años?

—Más que hacer un balance, el libro recoge los textos que fui escribiendo mientras el movimiento estaba vivo. Intenta proponer imágenes que potencien sus aspectos de más calado. Creo que ese movimiento tenía una gran potencia en los actos, pero esa potencia no se acompañaba de una nueva racionalidad o un nuevo imaginario que permitiera no sólo actuar de manera potente, sino también entender la potencia de lo que se estaba haciendo. El 15M siempre estuvo atrapado en una mirada un poco despotenciadora. Por ejemplo, siempre estaba esa idea de que era un movimiento que no tenía logros. Pienso que eso tiene que ver con la definición de logro. Si por logro sólo se entiende la conquista de una posición en el Estado o en el poder, pues el movimiento no tenía logros. Pero a otros niveles tenía muchos. Entonces, tenía una gran potencia, pero al mismo tiempo no era capaz de ver, valorar, nombrar y comunicar la potencia de lo que hacía. Y si juzgas la potencia de lo que haces desde un imaginario antiguo, ese imaginario, ese espejo, solamente te va a devolver impotencia. Ese me parece que fue un gran límite y uno de los motivos de la crisis del 15M y el paso a Podemos.

¿Qué fue eso que pasó, eso que hizo el 15M?

—El movimiento emergió de manera bastante imprevista para todos nosotros –incluso para la gente más militante de los movimientos sociales– al tercer año de aplicación de políticas de austeridad muy duras que respondían a la crisis de 2008. Estábamos en un momento –tres años después de que empezaran la crisis y su gestión neoliberal– bastante extraño, en el que veíamos aumentar el malestar social por los desahucios, las precarizaciones, los recortes, la intensificación de la explotación, el empobrecimiento, y, sin embargo, no veíamos una respuesta social. Por el lado menos pensado, una plataforma recién creada de gente joven sin trayectoria política previa logró desencadenar una emergencia realmente impresionante, que se expresó en la toma de las plazas de ciudades y pueblos de España. Por un lado, respondía al sistema político español: algunos de sus gritos más conocidos eran: «Lo llaman democracia y no lo es» y «No nos representan». Dos gritos que agujereaban el relato que dominó a España durante 40 años: que habíamos salido del franquismo y vivíamos en una democracia, que eso creaba un espacio de convivencia que nos permitía no volver a un régimen de guerra. El 15M deslegitimó ese discurso. Por otro lado, había una crítica del neoliberalismo en tanto que imposición de una lógica del beneficio por sobre cualquier consideración de las vidas concretas. Era un movimiento de politización que no emergía de ninguno de los lugares del espectro político conocido, ni de los partidos, ni de los movimientos sociales. A todos nos agarró a contrapié. Lo protagonizaba gente sin experiencia política previa y era un doble desafío: al sistema político y al sistema económico, que prácticamente forman uno solo. El movimiento creó en todas las plazas y pueblos de España lugares de convivencia, lugares de encuentro muy interesantes. No era solamente un movimiento de crítica: también creaba espacios de vida, encuentro, diálogo y acción común, realmente incluyentes y muy novedosos.

—¿Cómo se relaciona eso con Podemos?

—El movimiento apareció el 15 de mayo de 2011, por eso la denominación 15M. Esa energía tan intensa, tan bonita, tan nueva, tan incluyente, tan creadora, tan desafiante tuvo una crisis dos años después, hacia 2013. Hubo una crisis de orientación, un «Bueno, ¿hacia dónde vamos?». No fuimos capaces de habitar esa crisis, en el sentido de convertirla en un momento de reflexión reposada, sino que enseguida se impuso la idea de que estaba muy bien todo ese movimiento callejero que cambiaba las vidas, que politizaba la sociedad, que hacía preguntas, que creaba grupos, que creaba comunidades, colectivos, etcétera. Pero había que dar un paso más, es decir, entrar en las instituciones y procurar una conquista del poder político a través de dispositivos electorales. Entonces, mientras el 15M sufría de esta mirada autodespotenciante, que no acompañaba la potencia de sus actos con un imaginario que lo validara y lo dignificara, la energía cambió, se reactivó. Se hizo muy fuerte con Podemos, pero cambió completamente de naturaleza. El 15M era un movimiento sin jerarquías, sin líderes cristalizados, un movimiento horizontal, que rechazaba la verticalización, que rechazaba constituirse en partido político. De ese primer momento se pasó a un segundo, que es Podemos, en el que progresivamente fueron primando todos estos valores de la política tradicional. Lo que hay de fondo es el fetichismo de cierta idea de eficacia. El 15M no creó su propia idea de eficacia, de una eficacia política. De qué se trata realmente producir efectos, de qué se trata cambiar las cosas. Finalmente abrazó la idea más convencional de eficacia, según la cual la eficacia política es constituir un partido, presentarte a elecciones e intentar cambiar las cosas desde arriba. Diría que, en el pasaje del 15M a Podemos, lo que estuvo en juego fue nuestra incapacidad de inventar otra idea de eficacia.

—Me llamó la atención que el libro tomara una serie de filosofías –por ejemplo, las de Jacques Rancière y Giorgio Agamben– que son pensamientos muy antiestratégicos, de la interrupción, de la incondicionalidad, e intentara poner ese tipo de pensamiento –junto con otros– en una clave estratégica, incluso bélica. ¿Cómo es el tránsito desde esas filosofías críticas tan antipragmáticas hasta una noción de estrategia?

—Por lecturas que ya venía haciendo entonces y que aparecen en el libro –como la de Lawrence de Arabia– y por lecturas que he ido haciendo después de la escritura del libro –como la del pensador argentino León Rozitchner–, estoy cada vez más interesado, como imaginario posible para la política, en lo que se llama pequeña guerraguerra defensiva o guerrilla. De alguna manera, las guerrillas siempre fueron también políticas: eran la política, pero en un contexto bélico. Mi pregunta sería acerca de lo que me gusta llamar la fuerza de los débiles. ¿Cómo quienes no tienen nada, quienes no tienen ninguna fuerza –es decir, quienes no tienen un ejército profesional, no tienen armas, no tienen tecnologías, no tienen dinero, no tienen disciplina, no tienen poder institucional–, son capaces de desafiar a quienes sí tienen algo, sí tienen fuerza, sí tienen poder, y así cambiar las cosas? Me interesa cada vez más la pregunta sobre la fuerza. En ese sentido, el pensamiento estratégico es una reflexión sobre la fuerza. Pero ¿qué es tener fuerza? En autores como Rozitchner y el propio Lawrence encuentro que hay al menos dos fuerzas. Está la de los fuertes, que pasa, sobre todo, por la capacidad de dar miedo, acumular medios de terror, aterrorizar al adversario, y por la capacidad técnica, la capacidad armada. Pero hay otra fuerza, la que ha habido en todas esas pequeñas guerras que los débiles les han declarado a los grandes, a los fuertes. Esa otra fuerza pasa por elementos que también están presentes en los movimientos políticos que a mí me interesan, por ejemplo el 15M: la activación de los afectos, la activación de una trama sensible, la autonomía a la hora de elegir los tiempos y los espacios que vamos a disputar, el valor de la igualdad, el valor de la pluralidad. Todos esos elementos que componen la fuerza de los débiles, tanto en un contexto bélico como en uno civil o pacífico, son los propios de la gente que, sin nada de lo que consideramos poder, puede producir efectos de transformación, efectos de emancipación. En ese sentido, mi pensamiento se ha ido hacia algo estratégico. Habría que pensar cómo filósofos que pueden ser muy antiestratégicos, como Rancière y Agamben, pueden ser leídos estratégicamente. Rancière viene a decir que la estrategia es un pensamiento de la desigualdad, que pasa por considerar que los seres humanos somos desiguales: hay unos que saben y otros que no. Pero podríamos hacerle la pregunta a Rancière de si no hay una eficacia propia de los procedimientos de igualdad que él describe. Seguramente, él respondería que esa es una eficacia distinta, que nunca garantiza que las cosas vayan a salir bien. La eficacia convencional, dominante, siempre quiere asegurar un resultado. Mientras, nosotros tendríamos que trabajar con una idea que no nos ofrece una garantía o un resultado seguro, pero que sí nos acerca a producir otros efectos.

—El libro habla mucho de la escucha, del tacto. Hay en él una idea de diplomacia y de formas de relacionarse que puede producir potencia y eficacia. Estoy acostumbrado a ver, en los ambientes de izquierda y de izquierda radical, una forma de vincularse áspera, conspiratoria y prejuiciosa. Y resulta refrescante pensar este tipo de cuestiones como un tema estratégico.

—La escucha y el tacto son un poco las facultades que esta otra estrategia nos exigiría. Es decir, mientras que la vieja idea de estrategia apunta a un sujeto capaz de forzar la realidad para llevarla adonde tiene que ir –al programa, al plan, al modelo, a la idea–, la segunda idea de eficacia se vehiculiza mucho más a través de una idea de escucha, de tacto, de retaguardia o de ponerte en una posición secundaria, en el sentido de que tú no eres el motor, el centro, el autor, el actor que empuja las cosas, sino un acompañante de las cosas, un asistente de la potencia, no el productor de la potencia. Todas esas cualidades me interesan vitalmente: son inclinaciones espontáneas mías también. No me gusta tanto la posición activa, la que tiene la iniciativa, la que abre caminos, sino esta posición secundaria, receptiva, que va detrás, que acompaña, que favorece. Entonces, algo personal mío se cruza con algo que puede tener un interés político: la segunda idea de eficacia de la que estamos hablando, la que tiene más que ver con los procesos, nos exige no tanto tener la razón –polemizar con el otro, machacarle, convencerle–, sino, más bien, ser capaces de detectar por dónde están creciendo las plantas que nos interesa regar. En ese sentido, me parece que esta es una facultad estratégica de una nueva militancia.

—Intentás establecer un vínculo, una relación virtuosa, entre la tradición radical y esta forma más sensible, que a menudo los militantes «serios» ven con algo de desdén. Es interesante cómo intentás darle un estatuto político inscrito en la tradición revolucionaria anticapitalista. ¿En qué tipo de cosas esta sensibilidad, esta eficacia, le disputa o desplaza al capital?

—Son facultades que habilitan otra experiencia del mundo, una experiencia de no dominación. Yo diría que el capital –y no sólo el capital, porque este tiene su propia historia, bebe de otras cosas, se encabalga con otras formas de opresión– es una experiencia de dominación del mundo, una manera de estar en el mundo: dominarlo, controlarlo, someterlo, convertirlo en cosa, conocerlo para violentarlo. La escucha y el tacto habilitan otra experiencia de estar en el mundo: dejar de pensar en dominar, dejar de ejercer dominación, dejar a las cosas ser, y no dominarlas en vistas de un fin que yo tengo planeado de antemano, sea beneficio, sea eficacia política, sea rédito político. Son facultades en las que ya hay otros valores. No sé muy bien adónde pueden conducir ni si pueden producir un descarrilamiento del capitalismo, pero en sí mismas son cualidades que habilitan otra experiencia del mundo. Y hay algo decisivo que se juega en qué experiencia hacemos de la vida y el mundo: si hacemos una experiencia de la vida y el mundo como algo que hay que dominar o si nuestra experiencia es algo que requiere cierta escucha, cierto cuidado, un acompañamiento, la labor de intensificar esas cualidades, nombrarlas, hacerlas crecer. Por ejemplo, esto lo veo en el feminismo y el ecologismo. En sí mismas son facultades no neoliberales, no capitalistas, incluso anticapitalistas o antineoliberales.

—En el pensamiento revolucionario tradicional hay una ética implícita que es sacrificial y tiene un costado autodestructivo y muy antihedonista, en la que se vincula el hedonismo con el liberalismo y la sociedad de consumo. Algo muy provocador del libro es que plantea una especie de hedonismo revolucionario: la idea de que las cosas que nos hacen bien están, de algún modo, vinculadas a lo que nos va a llevar a los lugares que queremos políticamente. Esa es una idea muy antiintuitiva para la izquierda.

—A estas alturas me preguntaría, incluso, si lo liberal o lo neoliberal es tan hedonista. Porque todos sabemos que el consumo es lo más insatisfactorio que hay. A todos nos ha pasado de vernos en momentos bajos de ánimo y permitirnos algún tipo de consumo como para compensar algo. Esa es la experiencia del consumo y nunca te termina de satisfacer del todo, por eso el consumo es infinito: echa cosas a un pozo sin fondo. Dentro de lo neoliberal, dentro de lo liberal, tanto el consumo como las formas de trabajo están atravesados de muchísimo malestar. No veo ya tan clara –como pudo estar en otros momentos, en los ochenta– la relación entre disfrute y capitalismo. Las formas de disfrute que propone el capitalismo son bastante insatisfactorias; son modos de compensar vacíos, de rellenar faltas; son imposiciones de maneras de felicidad que nos llevan a la infelicidad. El «siempre más» capitalista conlleva, de fondo, una insatisfacción, un vacío, una incapacidad de vivir el presente, de valorar el presente, de habitar el mundo. Yo reivindicaría cierto disfrute del habitar, del estar aquí ahora, de intentar seguir el propio deseo, que me parece lo más revolucionario que hay: intentar escuchar y seguir el propio deseo, la propia energía que hace que vivir tenga un sentido fuerte, que no hay que confundir con el capricho, el goce y la satisfacción inmediatos, que finalmente producen tanta insatisfacción. Una vez que somos capaces de vivir según nuestro deseo, tenemos vidas plenas, vidas que vibran, vidas en las que las cosas tienen sentido, en las que hay creación, en las que hay potencia, en las que vivir tiene intensidad. Una intensidad que puede estar atravesada también de sufrimientos, porque ciertas cosas que nos producen un gran deseo también son muy jodidas: la política, escribir, dar clases… Todo eso no es una alegría permanente, una fiesta permanente. Hay momentos duros, momentos de crisis, momentos en los que las cosas no salen, momentos de preocupación por lo que pasa, momentos duros. No es la satisfacción permanente, la felicidad permanente, pero es una plenitud. Hay que pasar por ello. Y el sufrimiento también está asociado a cosas que queremos. Hay trabajos que queremos hacer, relaciones que queremos mantener y acciones que queremos emprender que conllevan el sufrimiento, la pérdida, que las cosas no salgan, la frustración, pero que merecen la pena. Entonces, que todo eso lo acoja el deseo.

Fuente e imagen: https://brecha.com.uy/hay-una-fuerza-de-los-debiles/

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¿La crítica por la crítica misma?

Desconectada de las luchas sociales, sin lugar beligerante contra la opresión, la crítica sirve de bastante poco. A lo sumo se reduce a una especie de “entretenimiento ingenioso” para encontrarle “peros” a todo y ganarse unas palmadas, o unos pesos, “espantando al burgués”. No se negarán aquí los talentos desplegados por algunos “críticos” reconocidos (y temidos) en territorios diversos. No obstante el brillo de los geniecillos críticos suele quedar eclipsado por el individualismo que sofoca al talento con cataratas de egolatría. Toda esa crítica solipsista conduce al aplauso de ellos mismos. Un tedio.

Otra cosa es la crítica, y sus métodos, inflamando las inteligencias populares con escrutinios históricos, dialécticos, éticos y estéticos para fortalecer las tácticas y las estrategias emancipadoras en la lucha de clases. O dicho de otro modo: la fuerza de la crítica -que realmente importa- no está en las contorsiones de los silogismos (o sofismas) lenguaraces, sino en la efectividad de una fuerza del razonamiento sistematizado que esclarece el escenario de las batallas y permite, organizadamente, ascender a la praxis victoriosa, sin reclamar “derechos de autor” ni aplausos para la vanidad.

Aunque estén de moda algunos centros promotores del “pensamiento crítico”, bajo modalidades diversas en cursos, conferencias, talleres o guruísmos… aunque se ofrezcan a crédito (o con “tarjetas de débito”) el asunto es, también, cuánta crítica promueven para ejercer la crítica sobre ellos mismos. Y generalmente no lo resisten. En las refriegas que libra el pueblo trabajador, cotidianamente, contra las condiciones objetivas y subjetivas, impuestas por el capitalismo, se necesita un arsenal creativo de dispositivos críticos capaz de confrontarse a sí mismo en el terreno decisivo de la práctica emancipadora. Crítica fraguada en la crítica de sí, como estrategia dialéctica de acción que garantiza confianza en las organizaciones para las luchas decisivas que se encadenan a diario. No sirven los corpus críticos escleróticos que tanto gustan a las instituciones burocratizadas. No sirven los guiños críticos, de autor, cincelados en el histrionismo de esgrimas lenguaraces. No sirve cualquier cosa en una lucha cruda con objetivos precisos. Especialmente, no sirve el santoral de los sabelotodo críticos, expertos en esconder o negar la lucha de clases.

La clase dominante se esmera en desactivar toda iniciativa de organización transformadora, parida por las bases para emanciparse. Atacan, ridiculizan y desfiguran todo aquello que toque las fibras íntimas de la propiedad privada y la ideología de la clase dominante. Todo aquello que enriquece a los pueblos con las armas de la crítica y la crítica de las armas. En esa guerra por perpetuarse, el capitalismo compra o crea “expertos”, universidades, liceos, academias, “think tanks”, iglesias y todo género de “opio” contra los pueblos. Es decir, los arsenales de guerra ideológica que nosotros debemos someter al campo de la denuncia y de la crítica científica y revolucionaria. O será nada. O seremos nada.

Por definición, todo autoritarismo es enemigo rabioso de la crítica que no puede controlar. Y ha convertido su enemistad en pedagogía para que, a los oprimidos, ni se les ocurra, por miedo o por ignorancia, cultivar las habilidades críticas necesarias para la supervivencia de la libertad. Alguna vez se consideró, incluso bajo el capitalismo, el desarrollo de las capacidades críticas como una virtud de la educación y un logro “civilizatorio” indispensable en las sociedades contemporáneas. Pero duró poco. El desarrollo de las industrias bélicas, la manipulación de conciencias con las industrias mediáticas y el saqueo económico global orquestado por las industrias bancarias… necesitó anular de las cabezas y los corazones todo fundamento o aliento crítico que pudiera exhibir la avaricia burguesa intoxicada de propiedad privada. Para eso han satanizado, perseguido y linchado públicamente a los mejores talentos críticos que han proliferado en las bases sociales y en las luchas emancipadoras. Pero acosada, desfigurada o prostituida, la crítica tiende a sobrevivir sacudiéndose los fardos ideológicos burgueses. Gracias a la fuerza de las luchas hartas de saqueo y humillaciones.

Nuestros arsenales con métodos críticos, no pueden ser armatostes para reverenciar santorales ingeniosos. Por más que estén de moda en los corrillos iluministas. Necesitamos municiones de crítica creativa e inagotable, lúcida y accesible, profunda y portátil, perfectible y autosustentable. Que sea letal contra la economía y la ideología de la clase dominante; que sea fértil en la constitución dialéctica de nuestro programa humanista emancipatorio, que actúe también y sobre sí misma. Un arma inédita para la emancipación de la consciencia. La crítica, como herramienta en manos del pueblo trabajador, debe ser un organismo vivo y producto social, que se necesita a sí mismo para sobrevivir en el medioambiente idóneo que es el aporte y el avance. El acto creador. Por eso es indispensable mantener ajustadas las agujas de sus objetivos, mantener prístinas sus metas y no permitir las desviaciones o las deformaciones que se infiltran al confundir la crítica con el pleito. La crítica necesita sentido y dialéctica. Suele hacerse rancia si se la infecta con cánones repetitivos, si se la aleja de la ciencia y si se dogmatiza. El sentido de la crítica lo aporta la comunidad. La crítica no democratizada suele ser sospechosa y falsa. Nos ha costado mucho aprender que la falsa crítica sirve sólo para poner a la vista las partes que esconden a un todo.

Guardemonos de incurrir en el error, añejamente encumbrado, de abrazar la crítica de los amargos, por más sesuda que parezca. La lucha emancipadora no consiste en propiciar torneos de odios razonados; no consiste en hacer de la amargura un baluarte ni de la revancha un mérito. Y aunque predominen los malestares como atmósfera tóxica donde prospera la crítica, es de urgencia advertir que su fase de realización, su ascenso a la práctica, se logra gracias a los combustibles de la alegría, del espíritu creativo, colaborativo, participativo… organizado, que los pueblos saben darle a todo lo que sueñan, y hacen, para el bienestar común. Se entronizó como un “cliché” la imagen del “crítico” como un mal-encarado espécimen proclive a la intolerancia y a la propagación de verdades a destajo. Pero la crítica debe ser, necesariamente, una alegría. “La creatividad es la inteligencia divirtiéndose” A. Einstein

Hay una crítica que nace, crece y se transforma con el fin de fortalecer a la especie humana en sus luchas y la hay, contrariamente, la que se infiltra para desmoralizar, inhibir y desactivar luchas, luchadores y luchadoras. Nosotros requerimos de un método de crítica fecundo y muy dinámico, generado en todos los frentes permanentemente para que sea capaz de aprovechar las mejores herencias sin caer en emboscadas canónicas. Método de crítica revolucionaria en manos de los pueblos como bandera, como escudo como poesía. De todos, para todos y desde todos. “Deseable, posible y realizable”. (Sánchez Vázquez)

Dr. Fernando Buen Abad DomínguezDirector del Instituto de Cultura y Comunicacióny Centro Sean MacBrideUniversidad Nacional de Lanús.Miembro de la Red en Defensa de la Humanidad.Miembro de la Red Verdad contra las Fake News.Miembro de la Internacional Progresista.Miembro de REDS (Red de Estudios para el Desarrollo Social)

Fuente: https://rebelion.org/la-critica-por-la-critica-misma/

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Libro (pdf). La religión ante los problemas sociales. Espiritualidad, poder y sociabilidad en América Latina. Verónica Giménez Béliveau (Comp)

El presente volumen es el resultado de las discusiones del grupo de trabajo CLACSO “Religiones, espiritualidades y poder en América Latina y el Caribe”, que funcionó desde 2013 hasta 2016 abordando temáticas relacionadas con los fenómenos religiosos y espirituales desde la perspectiva de las Ciencias Sociales. Enmarcado en una línea de reflexión que desde hace años reúne a investigadores, pensadores
y profesionales de América Latina, es la continuidad de dos Grupos de Trabajo (GT) precedentes (2005-2008 y 2009-2012) que buscaron profundizar distintos aspectos de las temáticas relacionadas con lo espiritual y lo religioso, y que continuará luego en el GT “Religión, neoliberalismo y poscolonialidad” en el período 2016-2019.
Nuestra experiencia de investigación como grupo nos ha llevado a profundizar la recomposición de las creencias socio-religiosas en América Latina y el Caribe: las personas no dejan necesariamente de creer, en muchos casos las creencias se reconfiguran, cambian de forma y de objetos, generan sociabilidades renovadas. A su vez que estas otorgan legitimidad a espacios de ejercicio del poder y de la dominación (Dri, 2011), también contribuyen a la consolidación de tiempos y lugares de resistencia y de alternativas sociales y culturales relacionándose desde allí con otras instancias de poder (Mella, 2008; Lozano, 2008). Las sociedades de América Latina y del Caribe han demostrado  una vitalidad en el campo religioso que se expresa en la pluralidad de religiones y espiritualidades asociadas a procesos de emancipación, y
también a dominaciones variadas.

Link de descarga: Beliveau-La-religion

Fuente: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20200604051639/Beliveau-La-religion.pdf

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La memoria colectiva y la recuperación de saberes para la emancipación pedagógica

 Hilario Vélez Merino

En el diálogo abierto, sincero y propositivo de la última reunión de la Comunidad el Tequio —que la integramos docentes de diferentes niveles educativos y estados de nuestro país— avanzamos en planteamientos fundamentales que nos permitirán vislumbrar caminos para la búsqueda de un mundo mejor.

 Asumimos nuestra responsabilidad que trae aparejada la construcción de una escuela democrática y liberadora.

Es muy necesario entender la formación y el desempeño que tenemos en una política educativa que no desarrolla la reflexión ni la crítica, sino que se concreta en una reproducción de contenidos alejados de la realidad de los estudiantes, de los docentes, de la escuela y de la comunidad.

Las propuestas se centran en la formación de redes/nodos; esta experiencia de algunos de los que integramos la Comunidad el Tequio ya la habíamos trabajado cuando pertenecíamos a la RED TEBES (Transformación de la Educación Básica desde la Escuela).

Nos planteamos la siguiente interrogante: ¿cómo construir una pedagogía emergente y una filosofía propia a partir de nuestro contexto, si tenemos como elementos primordiales las experiencias de Paulo Freire, las pedagogías de Sur de Boaventura de Sousa Santos y la pedagogía crítica de McLaren?

El reto central es la formación de redes con el fin de multiplicarlas para todos los educadores; que se convenzan de que vale la pena construir una escuela mejor sustentada en la propuesta de la Cuarta Transformación de la Nueva Escuela Mexicana.

Será necesariamente construida de abajo hacia arriba, desde el aula y la escuela, con la intervención de los alumnos, los docentes, los padres de familia y las organizaciones sociales comunitarias, y no en un currículo elaborado por los especialistas de escritorio que están muy lejos de la realidad escolar desnudada y corroborada por esta pandemia que estamos sufriendo a nivel global.

Para construir una escuela democrática, crítica y reflexiva, contraria a la racionalidad dominante, según Françoise Garibay y Michel Séguier1 habría que promover entre las redes estos ejes de reflexión:

1. Participar: construimos una vida en común distinta y lejana del statu quo.

2. Emancipar: avanzamos más allá de la autonomía y la igualdad, a fin de concebir un mundo más abierto y justo para todos que se sostenga en relaciones sociales basadas en la solidaridad.

3. Capacitar: damos coherencia a los proyectos y guiamos la actuación de los sujetos en pos de su libertad.

En consecuencia, en la Comunidad el Tequio debemos abrir espacios de diálogo abierto y constante. Los conceptos de la pedagogía de la liberación y de la emancipación los convertiremos en procesos prácticos: construiremos estrategias de transformación y modos de aprendizaje acordes con los desafíos que nos plantean las comunidades donde se encuentran las escuelas y la propia sociedad de la información con sus redes sociales y nuevas tecnologías.

En las “Pedagogías emancipadoras y de acción cultural”, Iván Illich2 nos menciona que la escuela colonizadora y neoliberal ha reducido el conocimiento y la carga cultural a las cuatro paredes del aula en un proceso de despolitización y despedagogización; entonces para emancipar la educación capitalista y neoliberal se hace necesario abrir y potenciar sistemáticamente un proceso de libre oferta y demanda de saberes que permita la construcción de redes que vinculen los conocimientos y saberes con el contexto social y cultural de las comunidades donde se encuentran las escuelas.

Esta reflexión en redes se debe trabajar desde la escuela como punto de partida donde la construcción curricular transite de abajo hacia arriba. Creemos que es el mejor momento; van dos cursos escolares y no contamos con un programa de estudio en esta Cuarta Transformación. Ahora tenemos en la Secretaría de Educación Pública a la maestra Delfina Gómez Álvarez que tiene experiencia en el trabajo de aula, ha sido directiva escolar y una parte de su formación la realizó en la Universidad Pedagógica Nacional. Son elementos que nos entusiasman ante esta gran oportunidad de darle voz a los docentes, alumnos y padres de familia para construir una escuela mejor.

La propuesta que aquí planteamos se enfila a iniciar la elaboración de narrativas que nos ayuden a reflexionar sobre los aprendizajes que han generado las experiencias para los contextos actuales en los que la globalización y el neoliberalismo exacerban la desigualdad y limitan las condiciones para la transformación social.

Paulo Freire3 se refiere a la pedagogía emancipadora como la interacción entre querer/saber/poder. Los procesos de empoderamiento reconocen el potencial transformador que poseemos como sujetos; nos permiten reconocer que si queremos algo podemos construirlo con nuestro esfuerzo y colaboración.

Las escuelas y maestros en colectividad requieren establecer una reciprocidad formativa que auspicia la enseñanza y el aprendizaje de educadores y educandos como un mecanismo compartido de comunicación, es decir, el dar y el recibir que argumentó Freire.

La pandemia nos hizo transitar a los docentes por otros caminos diferentes a la TV, a los programas de estudio y a los libros de texto. Hemos encontrado aprendizajes inesperados y emergentes con una diversidad de maneras de aprender y el consecuente descubrimiento. Asimismo la metacognición ha jugado un papel relevante: es un proceso para reconocer los sistemas mediante los cuales se aprende, pero partiendo de las problemáticas que nos plantea el contexto de la contingencia sanitaria.

También se ha descubierto que no se trata sólo de rescatar saberes, sino de establecer una ruptura epistemológica que permita desaprender y liberarse de saberes que nos limitan y nos condicionan; en suma, es fundamental deconstruir visiones binarias del mundo y trabajar las multiplicidades.

Analicemos dos acciones que propone el texto de Pedagogía y prácticas emancipadoras. Actualidades de Paulo Freire4:

1. Las redes: son las que posibilitan el intercambio de saberes y la acción colectiva como punto de llegada de procesos locales y de partida de procesos transformadores más amplios. En estas redes abiertas se diversifica el ámbito de relación, se amplía el espacio de intervención, se abren horizontes, se aprende a construir con otros y a edificar sitios fecundos de saberes. También el trabajo en redes da pábulo a construir sujetos colectivos que toman conciencia y se movilizan. Esta conexión de intenciones —sostenidas por valores que se construyen y descubren comunes— tiene una fuerza de transformación de sí y colectiva porque se desarrolla una inteligencia social.

2. La sistematización colectiva de las experiencias: la hace realidad la escritura que juega un papel fundamental en los procesos de emancipación; esta obra es el mejor ejemplo de ello.

Por todo lo anterior, estamos muy entusiasmados; si todo avanza de acuerdo a lo planeado, el próximo 26 de enero de 2021 realizaremos nuestro Primer Encuentro de Narrativas.

Email. velmer58@gmail.com Twitter. velmer5814

https://www.facebook.com/Hilario.Velez/


1  Pedagogía y prácticas emancipadoras. Actualidades de Paulo Freire. Françoise Garibay y Michel Séguier (Coords.), México: IPN, UNESCO, UADY y Secretaría de Educación de Yucatán, 2012.

2  Al abordar Iván Illich directamente la institución escolar, con la explosiva ingenuidad que lo caracteriza, se esfuerza en mostrarnos que la transmisión del conocimiento y la cultura, que había discurrido durante siglos con espontaneidad vital fuera de la escuela y sin necesidad de ella, hoy ha quedado restringida al interior de las paredes del aula.

3  La educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo. Paulo Freire. La educación como práctica de la libertad. (1965).

4  IdemPedagogía y prácticas emancipadoras. Actualidades de Paulo Freire.

Fuente: https://profelandia.com/la-memoria-colectiva-y-la-recuperacion-de-saberes-para-la-emancipacion-pedagogica/

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Libro (PDF): “El primer debate filosófico de la modernidad”

Reseña: CLACSO

En este ensayo el filósofo Enrique Dussel desentraña con la maestría de los grandes pensadores los fundamentos de la Conquista y sus interminables ecos en la historia de la dominación política, cultural, religiosa y económica que aún pervive sobre los pueblos de América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, recupera la figura y los argumentos de Bartolomé de las Casas, quien contribuirá con su tenaz intervención a la reivindicación del otro de la modernidad naciente.

Autor (a): Enrique Dussel

Editorial/Edición: CLACSO. TNI – Transnational Institute.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-721-5

Idioma: Español

Descarga: El primer debate filosófico de la modernidad

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2239&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1428

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Libro (PDF): «Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica desde el sur»

Reseña: CLACSO

«Creemos que la construcción político-pedagógica y teórico-conceptual que se sintetiza en la noción de “praxis crítica emancipatoria” es tremendamente productiva para la educación emancipadora y las pedagogías críticas latinoamericanas, porque se opone a concepciones tecnicistas, neoliberales y hegemónicas del campo educativo y pedagógico; porque recupera la actividad transformadora del ser humano, reivindicando la articulación entre la comprensión y la transformación de la realidad; porque reivindica la importancia de la construcción de alternativas para la prefiguración de la sociedad del porvenir, y por tanto, alimenta la utopía y la esperanza; porque exige afectarse con el dolor y el sufrimiento del otro o la otra, indignarse y activar el ejercicio político de la resistencia; porque reclama el desarrollo de la acción política desde abajo, de la mano de los pueblos, comunidades y sujetos oprimidos, explotados y excluidos; y porque se engarza en la construcción de un proyecto histórico anticapitalista, descolonizador, antipatriarcal, emancipatorio. Por todo lo anterior, creemos que la categoría de “praxis crítica emancipatoria” es una potente y creativa síntesis política, teórica y conceptual, del todo productiva para los desafíos del tiempo presente».

Autor (a): María Cristina Martínez Pineda. Emilio Guachetá Gutiérrez. [Autora y Autor].

Editorial/Edición: CLACSO. Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-958-5138-46-9

Idioma: Español

Descarga: Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica desde el sur

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2236&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1427

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