Singapur/29 septiembre 2016/Fuente: El Confidencial
Cuando estás en lo más alto, lo único que puedes hacer es bajar. Es lo que ha debido pensar la república asiática, que está introduciendo cambios para no perder su posición.
¿Qué haces cuando tu país aparece en el primer puesto en los ‘rankings’ internacionales, es inspiración para otras naciones y la OCDE alaba tus métodos? Muchos quizá se dormirían en los laurales basándose en la lógica de “si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?”, pero los verdaderos innovadores no son así. Especialmente si en sus últimos análisis han sugerido que la situación no es todo lo buena que podría ser y que quizá los buenos resultados estén ocultando problemas que se agravarán con el paso del tiempo.
Es lo que ha ocurrido en Singapur, cuyos estudiantes de 15 años ocuparon el primer puesto en el ‘ranking’ de matemáticas y ciencias, muy por delante de sus vecinos y no digamos ya de países europeos como Reino Unido, en las evaluciones más recientes de PISA. Sin embargo, el trabajo del antiguo director de currículo, enseñanza y aprendizaje del Instituto Nacional de Educación de Singapur, Manu Kapur, ha señalado que quizá las buenas notas hagan quedar muy bien en los ‘rankings’, pero no sirvan de gran cosa a los estudiantes a la larga.
Enseñar no consiste solo en la nota final, sino en equipar a los estudiantes con habilidades para enfrentarse a la vida
“El aprendizaje y el rendimiento no siempre se pueden medir”, explicaba en la introducción de un ‘paper’ publicado en ‘Educational Psychologist’ en el que examinaba el fracaso y el éxito productivos, es decir, si de verdad lo que aprendían los estudiantes de Singapur servía para algo una vez se terminaba el examen. Y en muchos casos no era así: “Si uno ve la adquisición de conocimiento básico sin entendimiento profundo o la capacidad de transmitirlo como un problema, no es duro categorizar la instrucción directa como un éxito poco productivo”.
En otras palabras, como explica en un reportaje publicado en ‘Quartz’, los alumnos exitosos pueden sacar las mejores notas, pero ese conocimiento no se traslada al mundo real como debería. En muchos casos, añade, la obsesión por los exámenes provoca que se obtengan muy buenos resultados que harán figurar a dicha República en los mejores puestos en los exámenes internacionales, pero también, que muchos alumnos sufran un estrés innecesario (un tema que también se ha planteado en relación con los exámenes externos realizados en países como España) y de ahí al fracaso. Incluso aquellos que obtienen sobresalientes pueden no sacar provecho de lo aprendido.
El lado oscuro de la cultura del esfuerzo
Un nuevo vídeo publicado por el Ministerio de Educación de Singapur resume el problema que encuentran muchos estudiantes. Basado en hechos reales, en él, Shirley, una alumna de secundaria, se echa a llorar al ver que su calificación en un examen de matemáticas es de 10 sobre 100. Su profesora se presta a ayudarle de manera individual, y la joven parece empezar a entender el contenido de la asignatura. Hasta llega a explicar a un familiar que el motivo por el que llueve tanto es porque se encuentran en la estación del monzón.
Aquí es donde viene el giro de la historia: cuando vuelve a realizar el examen, no aprueba, sino que obtiene una puntuación de 40 sobre 100. Sin embargo, el mensaje que la profesora ha escrito junto al resultado es “¡bien hecho!” (“well done!”), reconociendo el esfuerzo realizado por la alumna. La conclusión del lacrimógeno spot es que “todo empieza con un profesor”. Pero este no solo tiene como objetivo reivindicar el trabajo de los docentes, sino también, como señala la página de Facebook del Ministerio, que “enseñar no consiste únicamente en centrarse en la nota final, sino en equipar a los estudiantes con habilidades para enfrentarse a los retos de la vida”.
El último estudiante de la clase sabe que ha quedado por detrás de todos sus compañeros porque lo ven en los ‘rankings’
Es fácil entender este anuncio, por lo tanto, como un tirón de orejas a profesores y padres singapurenses, uno de los grandes estandartes de la escuela del esfuerzo. (hay “una obsesión nacional con la educación”, como diría Andrés Oppenheimer, con sus pros y sus contras). De ahí que las autoridades educativas del país estén intentando cambiar la percepción que existe sobre los exámenes. El primer gran cambio se ha producido en la manera de evaluar a los alumnos. Como señalaba un artículo publicado en ‘Straits Times’, el sistema –que no se implantará hasta el año 2021– sustituirá las puntuaciones actuales por ocho niveles de capacidad, de manera muy similar a la actual división que existe en España (suspenso, aprobado, notable, sobresaliente).
El objetivo es minimizar la competición entre estudiantes que provoca el sistema actual, en el cual los estudiantes son listados en un ‘ranking’ que los compara a sus compañeros. A través de dicho sistema, el último estudiante de la clase sabe que ha quedado por detrás de todos sus compañeros, lo que según los detractores del sistema es el camino más corto para la desmotivación del mal alumno. Además, los alumnos de Singapur pueden escoger su escuela en función de sus notas, lo que provoca una presión aún mayor por obtener buenos registros.
La nueva reforma intenta, además, tener en cuenta las opciones secundarias de los estudiantes, de manera que la posibilidad de terminar en un centro que no se desea bajo ningún concepto se reduzcan. No obstante, muchos críticos del competitivo sistema educativo de Singapur han señalado que estos cambios son superficiales. Ante ello, el ministro Ng Chee Meng ha respondido que “es mejor que algunas cosas evolucionen poco a poco y no se revolucionen”.
El milagro del último medio siglo
Singapur suele aparecer siempre entre las listas de países-milagro, tanto en lo que se refiere a educación como a economía. Hace apenas medio siglo, los niveles de analfabetismo eran altísimos, pero las diferentes reformas llevadas a cabo le lanzaron a convertirse en uno de los grandes referentes mundiales en educación. Es un caso quizá semejante al de Estonia, un país que en apenas unas décadas pasó de no tener una red de teléfonos a convertirse en uno de los más innovadores del mundo. En ambos casos se construyó sobre la nada; también se trata de países muy pequeños (1.300.000 habitantes en Estonia, algo más de cinco en Singapur) donde resulta fácil implantar nuevas medidas.
Los exámenes miden nuestra habilidad para aplicar lo que sabemos, no nuestra capacidad para inventar o generar nuevo conocimiento
El método de las “matemáticas de Singapur” ha sido utilizado con frecuencia en países occidentales como EEUU, Reino Unido, Canadá o Israel. Este sistema, recogido en los innovadores libros de texto diseñados a principios de los ochenta (hasta entonces, Singapur los importaba), se centra ante todo en la resolución de problemas y los modelos de aprendizaje heurístico. Muchos de los padres estadounidenses que sacaban a sus hijos del colegio para que aprendiesen en casa utilizaban este sistema, que luego fue recogido por los currículos oficiales de otros países con ganas de darle un nuevo impulso a sus metodologías educativas.
Como señalamos en otro artículo, la OCDE señaló en su reciente informe ‘Critical Maths for Innovative Societies’ que Singapur debía ser la inspiración para otras naciones con problemas en rendimiento matemático. La metacognición, la capacidad para reflexionar sobre el propio proceso de aprendizaje, es clave. Otras características que diferencian el currículo educativo singaporense del de otros países es estudiar menos temas pero en mayor profundidad, el proceso de aprendizaje en tres fases (concreto, pictórico y abstracto) o la utilización de modelos visuales para comprender los contenidos matemáticos.
Desde luego, resulta paradójico que el país que en un día fue referente en el pensamiento abstracto esté recibiendo tantas críticas por aquellos que lo han analizado en profundidad. El Ministerio de Educación sigue señalando que su manera de abordar las matemáticas “tiene en cuenta la adquisición y aplicación de conceptos matemáticos en un amplio abanico de situaciones, incluyendo problemas del mundo real no rutinarios y no concluyentes”.
Kapur no está de acuerdo en dicho veredicto, como él mismo explica en un artículo publicado en ‘Today Online’ a propósito de las recientes reformas en el sistema de evaluación singaporense. Los exámenes estandarizados pueden dar una imagen más o menos aproximada de ciertas capacidades de los estudiantes, pero otras pasan desapercibidas. “Los exámenes miden nuestra habilidad para aplicar lo que sabemos, no nuestra capacidad para inventar o generar nuevo conocimiento”, explicaba.
La forma de realizar exámenes y ‘rankings’ en Singapur para evaluar al rendimiento se ha adoptado en muchos países occidentales
No es el único problema con esta forma de hacer exámenes. “Los tests estandarizados miden el rendimiento sin que tengan recursos como herramientas, expertos, trabajen con los demás, tengan retroalimentación, etc.”. Es decir, las condiciones en las que se trabaja en el mundo real. Por último, los exámenes se realizan en un momento muy determinado, por lo que dicen poco de la capacidad del estudiante para aplicar dicho conocimiento a largo plazo. Es una enmienda a las maneras de enseñar en Singapur, pero también puede aplicarse a los cada vez más habituales exámenes estandarizados que preocupan a los estudiantes de los países occidentales.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-09-20/singapur-examenes-matematicas-cambiar_1262171/