Por: Roberto Patiño
Hace más de tres años, Alimenta la Solidaridad amplió su horizonte de trabajo en las comunidades donde hacen vida sus comedores y emprendimos un esfuerzo para apoyar el proceso educativo formal de los niños que a ellos asisten.
Lo que comenzó siendo un programa de apoyo educativo, desde experiencias lúdicas de aprendizaje, tuvo que evolucionar –dadas las deficiencias educativas que percibimos en los niños y jóvenes– hacia un proyecto de formación más amplio, dirigido a los padres, con el fin de apuntalar y llenar los vacíos pedagógicos que dejaban, como una estela de inequidades, las ruinas de la educación formal en nuestro país.
En Venezuela, mucho antes de la pandemia, estábamos frente a los restos de un sistema educativo caracterizado por el abandono de las instalaciones educativas, la falta de profesionales capacitados (quienes cambiaron de oficio o huyeron a otras geografías de mayor esperanza) y la persistencia de contenidos desactualizados y estrategias pedagógicas con escasa incidencia sobre los niños y jóvenes.
En la actualidad bajo los rigores de la pandemia, el colapso de los servicios públicos y de la crisis económica, la situación es mucho más compleja, lo que nos convoca a sumarnos en el esfuerzo de pensar y actuar desde estrategias educativas que eviten que las nuevas generaciones de venezolanos pierdan el camino de oportunidades que ofrece la educación.
En Alimenta la Solidaridad seguimos apoyando el trabajo que llevan adelante las llamadas “madres educadoras”, un grupo de más de 105 líderes comunitarias, formadas con herramientas pedagógicas y contenidos educativos que hacen un esfuerzo por garantizar un espacio seguro de aprendizaje para educar con amor, alegría y lograr una Venezuela solidaria, productiva y democrática. Es un aporte real, en medio de la crisis, que aspira reconstruir los hilos de una sociedad educadora que brinde oportunidades para todos.
El esfuerzo de estos padres no puede sustituir la responsabilidad que tiene el Estado sobre la situación educativa en el país, ningún programa, ningún esfuerzo organizativo de base, por más democrático e inclusivo que sea, puede ocupar el lugar de la educación formal en Venezuela.
Es el momento en el cual el régimen debe asumir los fracasos en la gestión educativa, tiene que divulgar los verdaderos datos de cobertura y calidad en la enseñanza, debe reconocer el fracaso de la educación a distancia que intentaron hacer durante la pandemia, tiene que corregir el error que representa el haber acabado con el sistema de méritos académicos para aprobar cada curso. En definitiva, le corresponde hacer un franco reconocimiento de la crisis en este sector y tender puentes con todos los sectores que puedan prestar apoyo ante la emergencia educativa que vive Venezuela.
La educación, insistimos, es el único camino de oportunidades para los venezolanos y, desde estas líneas queremos agradecer a todos quienes persisten en este esfuerzo.
Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/educacion-para-abrir-oportunidades/