El 46% de la población de las zonas rurales vive en pobreza. Sin acceso a servicios de salud y educación de calidad, con un restringido acceso a agua y saneamiento, con limitada conectividad y caminos rurales en mal estado que reducen sus posibilidades de acceder a mercados. Sin mercados no hay ingresos y sin ingresos no es posible escapar de una trampa de pobreza. En el Perú existen 2′128.282 unidades agropecuarias dedicadas a la agricultura, ganadería, silvicultura, acuicultura y pastoreo, administradas y operadas a nivel familiar, con extensiones de tierra de hasta diez hectáreas. ¿Cómo hacerlas sostenibles?
Actualmente, existe en el Perú un déficit de 180 toneladas de fertilizantes. Y si bien es cierto que la escasez de fertilizantes es global y agravada por la guerra Rusia-Ucrania, el Gobierno debió haber tomado las medidas necesarias para mitigar la crisis que se avecinaba. Pero ¿cómo hacerlo si el Gobierno ha sido capturado por personas sin ninguna capacidad de gestión pública? Como consecuencia, la campaña agraria que empieza en agosto no tendrá la productividad esperada. Y aquí vale el jalón de orejas para quienes desde los niveles socioeconómicos medios y altos del país, con suficiente acceso a educación e información como para poder entender que Pedro Castillo no tenía ni la capacidad ni la experiencia y mucho menos las ideas adecuadas para dirigir el destino del Perú, votaron por él en el mayor ejercicio de irresponsabilidad cometido contra el Perú en los últimos años. La destrucción de la institucionalidad y el copamiento del Estado por personas sin conocimientos está destruyendo todo lo que el país había avanzado en los últimos 30 años. El sector agrario es solo un ejemplo.
La falta de acción coordinada entre las instituciones públicas que operan en el sector, como Agro Rural, Sierra Azul y las Gerencias Regionales Agrarias, impide que se aprovechen las complementariedades y posibles sinergias y los resultados no corresponden con el nivel de gasto. No existe inversión por resultados ni programas de desarrollo económico rural, al no ser considerados rentables. Mientras que la falta de capacidad de gestión pública y de voluntad política hace que los grandes proyectos de irrigación no se concreten. Esta semana se supo que la firma de la adenda que permitiría el reinicio de la construcción de la etapa III de Chavimochic fue suspendida.
El campo no debe ser visto como un problema, sino como la gran oportunidad que es. Para acabar con las trampas de pobreza y hacer sostenibles las unidades agropecuarias, es necesario que se organicen e inserten en cadenas productivas que mejoren su competitividad e ingresos. Para ello, es preciso trasladarles tecnología, asistencia técnica y lograr que accedan a fuentes de financiamiento. Necesitamos, además, inversión público-privada en carreteras y cadenas de frío. Ello solo se logrará si el sector privado ve al pequeño agricultor como una oportunidad de negocio a través de la formación de alianzas. El sector privado tiene la capacidad y la experiencia para desarrollar el sector y generar escalas suficientes para crear impacto permanente en la reducción de la pobreza a través de la generación de riqueza, la transformación de la agroindustria en la costa lo demuestra.
Fuente: https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/el-campo-como-oportunidad-por-maria-cecilia-villegas-noticia/