www.lanacion.com.ar/02-05-2016/Por: Cecilia Acuña
A partir de su fusión con Random House, Penguin Clásicos, «inventor de los libros de bolsillo» ha desembarcado en nuestro idioma con más de veinte títulos y en 2017 publicará obras fundamentales de la literatura argentina; busca sumarse a otras colecciones accesibles y eruditas, como El Séptimo Círculo y Minotauro, que han educado y deleitado a millones de lectores locales durante décadas.
Una parte relativamente trascendente de los objetos que utilizamos hoy en nuestra vida cotidiana tiene su origen en las necesidades militares surgidas durante la Segunda Guerra Mundial, como las vendas adhesivas y los libros de bolsillo. Estos dos casos, en concreto, ilustran cómo pequeñas ideas aparecidas en los años 30 terminaron de perfeccionarse y de hacerse realidad gracias a lo que en términos militares se denomina «esfuerzo de guerra», es decir, acciones destinadas más a mantener alta la moral de las tropas que a ir directamente por la victoria en clave armamentística. El pocket book de la colección Penguin -el primero en su tipo- apareció en 1935 gracias al británico Allan Lane, y se vio favorecido por la contienda debido a que su impresión requería de un costo reducido en papel -racionado en su momento- por lo que la empresa fue elegida informalmente como la proveedora de libros para los soldados aliados. Así fue que Penguin terminó por imponerse en el gusto popular durante esos seis años de conflicto armado y una vez finalizada la guerra quedó posicionada en el mejor de los escenarios: no sólo por lo económico, sino también porque muchas editoriales le habían cedido patrióticamente los derechos de sus autores y obras más importantes para que éstas llegaran a manos de aquellos que luchaban en el frente. La posguerra confirmó la revolución de los libros de bolsillo y ubicaron al sello Penguin como el referente histórico del sector en el mundo anglohablante.
El desembarco en habla hispana
Su catálogo se edita en varios idiomas, pero hasta 2015 Penguin continuaba ajena al mercado de libros en español. El escenario se modificó cuando Random House se fusionó este gigante «de bolsillo». Fue así que hace un año se publicaron en España los primeros títulos de lo que se conoce como Penguin Classics, una de las colecciones de la editorial -que se inició en 1946 con una traducción en prosa de E. V. Rieu de La Odisea-que abarca desde clásicos de la Antigüedad hasta obras anteriores al siglo XX. En nuestro país, el sello desembarcó en las librerías en noviembre último, con ocho novelas canónicas de la literatura decimonónica: Drácula, Cumbres borrascosas, Crimen y castigo, Moby Dick, Otra vuelta de tuerca, Frankenstein, Rojo y negro y Madame Bovary. Para este primer semestre de 2016 se espera que publique un total de cuarenta títulos -están disponibles en versión papel y ebook- entre los que se cuentan La Ilíada, El Corán, Hamlet, La educación sentimental, Guerra y paz, La letra escarlata yMujercitas, además de una selección de clásicos españoles como el Poema del Mío Cid, El conde Lucanor, La vida es sueño, El Quijote y La celestina, entre otros.
Desde las oficinas locales de Penguin Random House, Mariana Vera, una de sus editoras, cuenta que la mayoría de los ejemplares editados en la Argentina incluyen introducciones a cargo de referentes literarios, cronologías y líneas de tiempo. «Pensando en el lector argentino, hicimos un trabajo de neutralización de las traducciones como para suavizar el español y hacer la lectura más amigable. Son modificaciones sutiles basadas sobre el reemplazo del vosotros y sus conjugaciones por el ustedes, además de la sustitución de ciertos términos en clave local.» Para 2017, la editorial tiene proyectada la publicación de cuatro clásicos de la literatura argentina que incluirán estudios introductorios de críticos especializados: El matadero y La cautiva,de Esteban Echeverría; Martín Fierro, de José Hernández; Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento, y Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla.
La revolución de bolsillo
La importancia de Penguin en el panorama de la literatura universal se debe a que hasta 1935 sólo existían los libros de tapa dura, únicamente accesibles para determinadas clases socioeconómicas. La idea revolucionaria de Allan Lane, un joven británico vinculado con el negocio editorial, fue poner a disposición de todo el mundo sin distinción literatura de calidad mediante la comercialización de ejemplares tan baratos como un paquete de cigarrillos y que no sólo se vendieran en librerías, sino también en kioscos de revistas y estaciones de trenes. De ahí que el éxito de Penguin se cifró en convertir a un público que sólo tomaba prestados libros en las bibliotecas a uno que podía comprarlos sin hacer temblar su economía. El lanzamiento de los primeros títulos –Adiós a las armas, de Hemingway; un misterio de Agatha Christie y Ariel, de André Maurois, entre otros- fue un verdadero hit: sólo durante ese 1935 se vendieron alrededor de tres millones de ejemplares.
La revolución de los libros de bolsillo llegó acompañada de unas tapas tan simples como atractivas, tanto que hoy se han convertido en un ícono del diseño. Edward Young, un joven estudiante de 21 años, fue el responsable de la creación del clásico formato de tres franjas horizontales, dos de las cuales -los extremos- cambiaban de color según el tema de la colección: naranja para ficción, azul para biografía y verde para misterio. Young supo encontrar también en la ilustración de un pingüino el logotipo con el que se identifica a la editorial.
Reconocibles a la distancia, las portadas de Penguin mantuvieron este diseño hasta los años 60, cuando las nuevas tecnologías permitieron introducir ilustraciones, colores y fotografías a las cubiertas que, sin embargo, hasta hoy mantienen la maqueta básica de las tres franjas. Con el paso del tiempo, aquellas primeras tapas se convirtieron en un sello tan importante que cuando en 2015, la editorial cumplió 80 años se multiplicaron los objetos de merchandising inspirados en ese primer diseño. Hoy es posible encontrar toda clase de artículos con la impresión de los libros que, en definitiva, revela una supuesta cultura de su dueño: hay tazas, reposeras, termos, libretas tipo Moleskine, lápices, bolsos, llaveros, portadocumentos, toallas, juegos de mesa, gorras, baberos, paraguas y hasta enteritos para bebés.
Otras colecciones memorables
En la Argentina, el movimiento de los clásicos de bolsillo accesibles a todas las clases sociales tuvo célebres referentes locales. Aquí repasamos algunas de las colecciones que dejaron una huella indeleble en la educación literaria del ciudadano local.
El séptimo círculo. Entre las aventuras emprendidas por Borges y Bioy Casares, se cuenta la colección de novelas policiales inglesas que los escritores dirigieron desde 1945. Con referencia directa al lugar destinado a los violentos el infierno en La divina comedia, la primera entrega de la serie fue La bestia debe morir, de Nicholas Blake, traducida por Wilcock. Si bien la colección se editó hasta 1983 y llegó a sumar 366 títulos, la curaduría de Borges y Bioy se limitó a las primeras 120 obras.
Tor. Lejos de la sobriedad del Séptimo Círculo, esta editorial es conocida tanto por los más de doce mil títulos que publicó con tapas de tipo sensacionalista como por las dudosas prácticas comerciales de su alma máter, Juan Carlos Torrendell. Desde 1916, y a pesar de los numerosos juicios y escándalos que tuvieron que enfrentar, los libros de Tor no sólo democratizaron el consumo literario local, sino que fueron las piedras fundamentales en la construcción de sus bibliotecas. Hasta 1971, la editorial fue la mayor divulgadora de clásicos: desde las obras de Freud y de Marx hasta las novelas de aventuras de Salgari. Entre las diferentes colecciones de la editorial se destacan la de Misterio, la Sexton Blake, la Serie Amarilla de policiales, la Ultra de ciencia ficción y las Delly y Amapola de novela rosa.
Minotauro. En 1955, el legendario Francisco Porrúa fundó una de las principales editoriales de ciencia ficción en castellano, donde se publicaron por primera vez en español obras de autores fundamentales como Ray Bradbury, J. R. R. Tolkien, J. G. Ballard y Philip Dick, entre otros. Bajo distintos seudónimos, Porrúa se encargó de todas las traducciones y así amplió el universo de autores del género conocidos para el público hispano.
Clásicos Jackson. Cuarenta tomos antológicos que resumen lo más importante de la literatura universal, ésa era la misión de la rama argentina de la editorial estadounidense W.M. Jackson Inc. Cada libro contiene obras de referentes literarios de todos los tiempos como las obras de Aristóteles; las comedias y las tragedias de Shakespeare; los grandes escritores rusos; los poetas líricos castellanos; los escritores místicos; La divina comedia y la literatura epistolar, entre otros. Adolfo Bioy Casares colaboró en la edición de algunas de sus entregas.
Biblioteca de Babel. En 1977 se edita por primera vez esta colección de títulos dirigida y prologada por Borges, bajo el sello Siruela en España y Franco María Ricci en Italia. Con ilustraciones incluidas, entre las 33 obras que componen esta antología señera de la literatura fantástica aparecen Las muertes concéntricas, de Jack London;El crimen de Lord Arthur Saville, de Oscar Wilde; La puerta en el muro, de H.G. Wells;La isla de las voces, de R.L. Stevenson; El ojo de Apolo, de G. K.Chesterton; La estatua de sal, de Leopoldo Lugones; La casa de los deseos, de Rudyard Kipling y Los amigos de los amigos, de Henry James.
Biblioteca básica universal. Dicen que Boris Spicacow, fundador del Centro Editor de América Latina (CEAL), fue el curador de la biblioteca del argentino de clase media. Con la premisa de hacer llegar libros para todos, el CEAL se concentró en publicar obras de calidad a precios accesibles para que pudieran estar al alcance de todas las clases sociales. Entre sus más célebres colecciones se encuentra la Biblioteca Básica Universal, que desde 1968 se dedicó a publicar títulos clásicos del canon literario.