En las últimas décadas, la preocupación por el estado del medio ambiente ha crecido exponencialmente. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y la sobreexplotación de recursos naturales son algunos de los factores que contribuyen a un creciente sentimiento de ansiedad y miedo en la población. Este miedo se acentúa particularmente entre los padres y futuros padres, quienes temen no dejar un planeta habitable para sus hijos. Exploraremos a continuación las causas de este temor, sus manifestaciones psicológicas y su impacto en la sociedad.
Causas del Miedo
Cambio Climático
El cambio climático es una de las principales preocupaciones ambientales. Las proyecciones científicas indican un futuro con condiciones climáticas más extremas, elevación del nivel del mar y cambios en los patrones de precipitación, lo que afecta a la agricultura, la salud y la economía global. Los padres temen que sus hijos enfrenten un mundo significativamente más hostil y menos predecible.
Pérdida de Biodiversidad
La rápida pérdida de especies y hábitats naturales tiene un impacto directo en los ecosistemas y en los servicios que estos proporcionan. La desaparición de especies clave puede desestabilizar ecosistemas enteros, afectando la disponibilidad de recursos naturales esenciales como el agua y los alimentos.
Contaminación
La contaminación del aire, el agua y el suelo tiene consecuencias graves para la salud humana y el medio ambiente. Los padres se preocupan por el aumento de enfermedades relacionadas con la contaminación, como el asma, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, y temen que sus hijos crezcan en un entorno tóxico.
Manifestaciones Psicológicas del Miedo
Ecoansiedad
La ecoansiedad, definida como el miedo crónico a la catástrofe ambiental, se está volviendo cada vez más común. Las personas que padecen ecoansiedad experimentan sentimientos de impotencia, desesperación y angustia constante sobre el estado del planeta y el futuro.
Estrés Parental
El miedo a no dejar un planeta habitable para sus hijos puede generar altos niveles de estrés en los padres. Este estrés puede manifestarse en forma de insomnio, irritabilidad, dificultades de concentración y problemas de salud física y mental.
Depresión y Desesperanza
En casos extremos, la preocupación por el medio ambiente puede llevar a la depresión y la desesperanza. Algunas personas sienten que sus esfuerzos individuales son insuficientes frente a la magnitud de la crisis ambiental, lo que puede llevar a una sensación de futilidad y resignación.
Impacto en la Sociedad
Cambio de Comportamiento
El miedo al futuro ambiental puede motivar cambios significativos en el comportamiento. Muchas familias adoptan prácticas más sostenibles, como reducir el consumo de plástico, usar energía renovable, y adoptar una dieta basada en plantas. Estos cambios, aunque positivos, también pueden ser fuente de estrés adicional.
Movilización Social
El aumento del miedo y la ansiedad ambiental ha impulsado movimientos sociales y políticos a favor del medio ambiente. Las marchas por el clima, las campañas de concienciación y la presión sobre los gobiernos para adoptar políticas ambientales más estrictas son ejemplos de cómo el miedo puede canalizarse en acción colectiva.
Educación y Concienciación
La preocupación por el futuro del planeta también ha llevado a una mayor educación y concienciación ambiental. Los padres se esfuerzan por educar a sus hijos sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y fomentar en ellos un sentido de responsabilidad ecológica.
Conclusión
El miedo a no dejar un planeta habitable para las futuras generaciones es un fenómeno real y comprensible dada la magnitud de los problemas ambientales actuales. Este miedo tiene profundas implicaciones psicológicas y sociales, pero también puede ser una fuerza poderosa para el cambio positivo. Es fundamental que las preocupaciones ambientales se aborden de manera efectiva a través de políticas públicas, educación y acción colectiva, para que podamos ofrecer un futuro más seguro y sostenible para nuestros hijos.
Fuente de la Información: https://www.ecoportal.net/paises/miedo-ambiental/
Se dispara el número de víctimas infantiles en Cisjordania en los últimos nueve meses, según
UNICEF
Desde octubre de 2023, un niño palestino muere en promedio cada dos días en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, una cifra casi tres veces y media superior a la de los nueve meses anteriores
NUEVA YORK, 22 de julio de 2024 – Un total de 143 niñas y niños palestinos han sido asesinados en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, desde octubre del año pasado, lo que supone un incremento de casi el 250% en relación con los nueve meses anteriores, durante los cuales murieron 41 niñas y niños palestinos. Durante ese mismo periodo en Cisjordania han muerto dos niños israelíes en actos de violencia relacionados con el conflicto.
A todo esto hay que añadir los más 440 niños y niñas palestinos que han resultado heridos por armas de fuego. Estas cifras generan una gran preocupación por el uso innecesario y excesivo de la fuerza ejercida contra los más vulnerables.
“Los niños y las niñas que viven en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, han estado expuestos a una terrible violencia durante años”, ha declarado la Directora Ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell. “La situación se ha deteriorado considerablemente coincidiendo con la escalada de las hostilidades en Gaza. Estamos viendo numerosas denuncias referidas a niños y niñas palestinos que son detenidos cuando vuelven a casa de la escuela o son tiroteados mientras caminan por la calle. La violencia tiene que parar ahora”, ha añadido.
Se han contabilizado víctimas en 10 de las 11 provincias de Cisjordania, y más de la mitad de las muertes se han registrado en Yenín, Tulkarem y Nablus. En los dos últimos años han aumentado en estas zonas las operaciones coercitivas a gran escala y militarizadas, lo que apunta a un cambio en términos de intensidad y alcance.
El aumento de la tensión en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, también está afectando al bienestar físico y mental de miles de niños y niñas y de sus familias, que temen a diario por sus vidas. Los niños afirman tener miedo de pasear por sus barrios o de desplazarse a la escuela.
Antes del 7 de octubre de 2023, los niños y las niñas de Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, ya afrontaban el mayor nivel de violencia de los últimos veinte años, con 41 menores palestinos y 6 israelíes asesinados en los primeros nueve meses de 2023. Todos ellos también se han visto muy afectados por las restricciones de circulación y acceso, que han perturbado su vida cotidiana.
UNICEF reitera su llamamiento a las partes para poner fin y prevenir de forma inmediata nuevas violaciones graves cometidas contra la población infantil, en particular, asesinatos y mutilaciones. Las partes deben respetar la obligación impuesta por el derecho internacional de proteger a los niños y las niñas. El derecho de la infancia a la vida debe ser defendido y los niños y niñas no deben ser nunca el blanco de la violencia, sin importar quiénes sean o dónde se encuentren.
“El verdadero coste de la violencia en el Estado de Palestina y en Israel se medirá en vidas infantiles, esto es, en aquellas que se pierdan y en las que cambien para siempre a causa de dicha violencia”, ha afirmado Russell. “Lo que los niños y las niñas necesitan desesperadamente es el cese de la violencia y una solución política duradera a la crisis para poder desarrollar todo su potencial en paz y seguridad”.
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Fuente de la Información: https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/se-dispara-numero-victimas-infantiles-cisjordania-ultimos-nueve-meses
Venezuela vive una crisis de gobernabilidad que se inicia con el viernes negro de 1983 y aún permanece abierta[2]. Este cisma es propio de los límites del modelo de acumulación burguesa alrededor de la industria petrolera y de hegemonía del régimen político de dominación que se instaló en 1958. La irrupción de la crisis “interna” coincide con la llegada del neoliberalismo, la turbulencia de la deuda externa y la financiarización de la economía mundial, que presionan al unísono por una nueva dinámica económica local, abierta a los capitales trasnacionales.
La mayoría de análisis sobre la situación de Venezuela suelen hacerlo en marcos temporales más cortos y eso impide una comprensión integral de lo que ocurre en la actual coyuntura.
Los intentos de superación de esta crisis han resultado infructuosos, tanto desde la derecha (construcción de un nuevo modelo de acumulación, agenda Venezuela, involución en la agenda social, reducción del marco de libertades democráticas) como desde la izquierda institucional (chiripero y su plan de administración de la crisis / chavismo y su proyecto de recuperación de la agenda social, con destrucción de la vieja burguesía y sus representaciones, creación de nueva burguesía y destrucción del sistema liberal de libertades democráticas para imponer un régimen bonapartista de consensos entre las clases dominantes).
La izquierda anticapitalista, contraria a la construcción de un proyecto de conciliación de clases, no ha logrado en todo este largo periodo, construir un polo de referencia alternativo para la superación estructural de la crisis de hegemonía y acumulación capitalista en Venezuela.
El surgimiento de Chávez y los militares bolivarianos (1992) como actores políticos, posibilitó construir en el periodo 1995-1998 un precario centro político -con partidarios de izquierdas, centro y derechas- que intentaba resolver desde un “nuevo consenso” esta crisis, abriéndole paso a iniciativas que procuraban una nueva hegemonía de gobernabilidad (proceso constituyente, nuevo marco jurídico e institucional, nuevo paradigma democrático) y un nuevo modelo de acumulación (la Agenda Alternativa Bolivariana -AAB- apuntaba en ese sentido).
Este “centro político”, en el cual participaban sectores empresariales que se sentían marginados por el sector mayoritario de la burguesía y temían los efectos de la irrupción de los capitales trasnacionales, vio en la propuesta de la AAB una oportunidad para construir una nueva arquitectura capitalista y democrático burguesa en el país; de hecho, en ese periodo Chávez hablaba de la tercera vía y del capitalismo humano.
La izquierda electoral valoró este agrupamiento como una tabla de salvación en medio de la debacle que en los noventa vivía el pensamiento socialista, mientras que sectores de la izquierda radical vieron en las tentativas de destrucción del viejo modelo, la oportunidad para abrir paso a nuevas correlaciones de fuerzas que posibilitaran apuntalar un cambio estructural en el país. El “Chiripero” de Caldera había abierto el camino para esta «táctica» de disputa hegemónica.
Al capital trasnacional y los EEUU les convenía cualquier tentativa de superar el modelo de acumulación, que diera paso al proceso de internacionalización y financiarización de capitales, por eso opusieron precaria resistencia a la idea de cambio que se ponía en marcha.
Desde la llegada al gobierno de Chávez (1999) surgieron tres rostros de las políticas del Chavismo, que expresaban las propias contradicciones internas de ese “centro político” inestable. El primero, consecuente con el programa consensuado, ponía en marcha el proceso constituyente y un nuevo marco jurídico -leyes habilitantes, leyes sectoriales- para el surgimiento de un nuevo Estado burgués, que exigía la construcción de hegemonía para el sector burgués que le acompañaba. El segundo, era el resultado de la inacabada identidad nacional popular de Chávez y el Chavismo, que buscaba(n) empalmar con las narrativas e imaginarios de la corriente histórico social por el cambio; en 2004 escribamos que entre 1999-2004 había dos Chávez, uno en Miraflores, humano y aprendiz de la transformación radical y otro Chávez en la calle, construido este último por el pueblo más pobre, con retazos de memoria de resistencias, dotándole día a día de los atributos deseados para un nuevo revolucionario justiciero y, el drama del Chávez de Miraflores era que tenía que correr detrás de esa imagen y calzar en ella, hasta lograr construir una imagen propia que fuera aún más radical para consolidar su liderazgo popular. El tercero, se expresaba en el camino a tientas hacia un discurso político ideológico radical, en el cual fue tanteando experiencias como la de Gadafi, el cooperativismo yugoslavo, el socialismo utópico comunal, los marxismos malditos hasta llegar al socialismo del siglo XXI (2004-2005), que en su fase final se asimiló más al viejo socialismo del siglo XX. Estos tres rostros se fueron integrando progresivamente y constituyeron la razón social del liderazgo de Chávez en el periodo 2002-2013.
El golpe de Estado de 2002 quebró vínculos del chavismo con sectores burgueses “nacionalistas” o “progresistas” que se habían agrupado alrededor del chavismo en el periodo 1994-2001, de los cuales Miquelena era el personaje emblemático. En un país con modelo de acumulación rentista, basado en buena medida en la importación, los sobreprecios, exoneraciones impositivas y arancelarias, acceso a divisas preferenciales y los distintos mecanismos de corrupción que requiere una clase burguesa con vocación comercial (alrededor de la importación), financiera (legitimación de capitales y ampliación de la usura y plusvalía) y de ensamblaje (importación de partes e insumos), esta ruptura con sectores de la “burguesía tradicional” dejó un vacío que había que cubrir rápidamente.
Esto generó la “necesidad” de constituir una nueva burguesía que estuviera estructuralmente vinculada al proyecto político de la quinta república, asumiendo para sí el modelo de acumulación de la vieja burguesía; este fue el inicio del ocaso de la radicalidad del proyecto bolivariano. Este proceso, conocido como el proyecto económico de la revolución, generó entre 2002-2013 una nueva burguesía, enfrentada por razón de sus intereses de clase a la vieja burguesía.
En 2004 ya Chávez y el chavismo habían consolidado su identidad política, que era un nuevo policlasismo que renovaba elementos de una revolución popular nacional y la vinculaba con el discurso socialista. A la par de crear las condiciones materiales, políticas e institucionales para el surgimiento de una nueva burguesía, el proceso bolivariano construyó las condiciones de posibilidad para el emerger de formas de poder popular y comunal que construyeran una base social para la disputa hegemónica con la vieja burguesía.
Las iniciativas para construir una base social arraigada al nuevo proyecto hegemónico, se presentaron como socialismo del siglo XXI; esta aparente dualidad estratégica no era una esquizofrenia política, sino en realidad contenía un nuevo proyecto político policlasista emergente, que requería romper con el viejo tejido institucional y social, con narrativas, imaginarios y correlaciones de fuerza diferenciadas a lo que había sido la democracia burguesa clásica. La democracia representativa pasó a ser democracia participativa, los poderes se ampliaron a cinco y la Constitución contenía un nuevo pacto social policlasista.
Como acotación debemos puntualizar que una parte importante de la izquierda se concentra en cuestionar que el programa de Chávez no era auténticamente revolucionario, cuando en sus orígenes era mucho más reformista y se fue decantando hacia una radicalidad administrada. Quienes sostienen esto soslayan la auto crítica sobre la incapacidad política que tuvimos las distintas izquierdas para capitalizar la situación que se abría con la radicalización de las masas y el discurso del socialismo del siglo XXI que postulaba Chávez. Esa era una tarea que tenía que cumplir la izquierda y no tuvimos la capacidad de incidir en la disputa contra hegemónica. No le pidamos a Chávez lo que fuimos incapaces de hacer y construir en una situación de ascenso del movimiento de masas.
Ciertamente Chávez navegó en la dualidad estratégica, entre un nuevo proyecto burgués y las contradicciones que generaba la posibilidad del socialismo del siglo XXI, porque era la forma de construir una nueva hegemonía que no trascendió -y quizá nunca pretendió- traspasar los límites del orden burgués. Aunque hay quienes sostienen que su apuesta final sería por el poder popular, su desaparición física impidió comprobar esta hipótesis; lo concreto es que la revolución bolivariana devino en un proyecto policlasista.
Chávez cumplía un papel bonapartista sui generéis al arbitrar los equilibrios de la transición a una nueva institucionalidad y mecanismos de relaciones de poder. La muerte de Chávez, cuyo liderazgo resultaba fundamental en la construcción y sostenimiento de estos equilibrios -que a su vez se convertía en la única posibilidad de construir viabilidad para políticas de reforma o revolución-, dio paso a un proceso de pérdida de fuerza transformadora y de restauración progresiva, es decir de capitulación y abandono de la parte popular radical del nuevo proyecto hegemónico. Esta capitulación se generó más por el espíritu conservador de la nueva burguesía ante la idea de poder popular, que por la ruptura con la idea policlasista del proyecto bolivariano que en realidad se consolidó.
Este abandono temprano de la radicalidad del poder popular debilitó el propio proyecto de una nueva hegemonía burguesa, por ello, no es descabellado pensar que Maduro y los herederos del chavismo no terminaron de comprender a cabalidad el proyecto de disputa hegemónica que lideraba el militar barinés. Esto supuso, a partir de 2013, la destrucción sostenida del tejido social e institucional no alineado con la lógica del capital y que -ingenuamente- apostaba por un horizonte socialista.
La orientación política de los gobiernos de Maduro ha tenido dos momentos: 2013-2017 y 2017-2024. En el primero (2013-2017) su apuesta se centró en fortalecer a la nueva clase social burguesa, la subalternización definitiva de los precarios gérmenes de poder popular y comunal a los intereses de la nueva burguesía, y el enfrentamiento e intento de aniquilación de la vieja burguesía. La caracterización de Venezuela como peligro para los intereses estratégicos de Estados Unidos y el inicio de las Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU) potenció el enfrentamiento entre la vieja burguesía (fuera del aparato de gobierno) y la nueva burguesía (que era parte constitutiva del gobierno); los enfrentamientos entre 2014 y 2017 pueden entenderse como la crispación de las contradicciones inter burguesas. El gobierno y la nueva burguesía “bolivariana” lograron el aplastamiento policial-militar de las revueltas de 2017, imponiéndole con ello una derrota sin precedentes en la lógica insurreccional de la vieja burguesía, evento del cual no ha podido reponerse aún ese sector. Esta derrota de la vieja burguesía y sus representaciones políticas, abre una nueva etapa en el gobierno de Maduro y el horizonte estratégico de gobernabilidad de la nueva burguesía.
En el segundo momento (2017-2024), el gobierno de Maduro potencia y amplía los procesos de diálogos con la derecha política y la vieja burguesía, pero también, como se conoce ahora, se abre una línea de negociación con los Estados Unidos, a la par de generar un conjunto de medidas que restringen las posibilidades de incidencia de la clase trabajadora y las clases subalternas en las correlaciones de fuerza. El decreto 2792 de 2018 que elimina las contrataciones colectivas y el derecho a huelga, el instructivo ONAPRE que desconoce los derechos adquiridos de una parte importante de los empleados públicos, trabajadores de la educación, salud y otros sectores, forma parte de una natural medida de contención y muestra de coincidencias entre la nueva y vieja burguesía, para avanzar en acuerdos con amplios sectores del capital nacional y sus representaciones políticas. María Corina Machado (MCM) y el sector burgués que representa parecieran ser el electrón libre, el sector del viejo orden que no logró encajar en la negociación 2018-2024.
2024 es el año de las elecciones presidenciales más reñidas en la historia reciente. Mucho se habla de transición, cambio de gobierno o sostenimiento del actual equipo gubernamental liderado por Maduro. Los más “ingenuos” hablan de garantizar las condiciones para una transición, eliminando las recompensas norteamericanas sobre Maduro, firmando un pacto nacional de no agresión ni persecución. Otros hablan de establecer un marco de garantías para que la nueva burguesía pueda usar sus riquezas acumuladas sin persecución alguna. Lo cierto es que las elecciones ocurren en el marco de una negociación interburguesa nacional y con los norteamericanos, cuyos avances, estancamientos o retrocesos serán cruciales para el desenlace práctico de los resultados electorales. La opacidad con la cual se maneja la negociación con los gringos impide mayores precisiones sobre las posibilidades reales de una transición o avances en la nueva hegemonía. El acuerdo interburgués emerge en el horizonte como una posibilidad, que tendrá que decantarse entre las opciones de gobierno de coalición nacional, gobierno de emergencia o vuelta a la alternabilidad, ahora rojo-azul. El aplastamiento de un sector de la burguesía y sus representaciones, por parte del otro bando implicaría unos costos políticos y sociales muy altos, aunque este escenario se dibuje en medio de la incertidumbre sobre los avances o estancamientos en los diálogos.; lo cierto es que a los Estados Unidos, desde una perspectiva neocolonial le favorece el enfrentamiento de baja intensidad entre los sectores burgueses nacionales y un acuerdo entre ellos lo entiende en el marco de la profundización de la dependencia y el tutelaje.
2. Las candidaturas presidenciales
La pregunta sería ¿cuántas representaciones políticas inscritas en esta campaña electoral representan a un sector u otro de las burguesías en disputa? La respuesta no es tan simple, porque las actuales candidaturas presidenciales surgen en el contexto de una negociación en curso (2017-2024), que ha generado acercamientos entre diversos sectores -vinculados con ambos sectores burgueses-, incluso algunos se presentan en tarjetas de partidos judicializadas por decisión del Estado (gobierno).
Las candidaturas que se presentan con la etiqueta de oposición son Daniel Ceballos (arepa digital) involucrado en la insurrección de 2014 denominada “la salida” e indultado por Maduro en 2018, Claudio Fermín (Soluciones para Venezuela), un ex militante de Acción Democrática, quien ha actuado en los últimos tiempos con una línea política asociada a los intereses del gobierno, Benjamín Rausseo Rodríguez (Confederación Nacional Demócrata – CONDE), comediante, quien levanta un programa de libertad de mercado, Luis Eduardo Martínez Hidalgo (AD, Bandera Roja -ex maoístas-, Movimiento Republicano y Unión Nacional Electoral), Enrique Octavio Márquez Pérez (Centrados en la gente, REDES -ex alcalde chavista Juan Barreto-, PCV) es un connotado opositor al chavismo, vinculado a la MUD, Javier Bertucci ( El Cambio) pastor evangélico quien expresa las nuevas relaciones de Maduro con el sector cristiano protestante, Antonio Ecarri (Alianza del Lápiz) quien plantea un programa de ajuste y reconciliación nacional y ha sostenido encuentros en Miraflores con Maduro, José Brito (Primero Venezuela, Primero Justicia -intervenida-, Unidad Visión Venezuela y Venezuela Unidad) quien aparece como un opositor funcional al gobierno, Edmundo González Urrutia (PUD -sin tarjeta electoral-, MUD y Nuevo Tiempo) es el candidato a quien apoya expresamente María Corina Machado.
El candidato oficial del gobierno es Nicolás Maduro Moros (PSUV, PPT -intervenido-, MEP -intervenido., PCV -intervenido-, Tupamaros, entre otros), quien aspira a un tercer mandato que extendería su permanencia en el palacio de Miraflores de 12 a 18 años.
Podríamos decir que ocho de las diez candidaturas expresan los adelantos en las negociaciones de Maduro con la oposición ocurridas entre 2017-2024; están por una transición pacífica, por buscar un nuevo modelo de alternancia democrática y mucha de ellas cuestionan el bloqueo norteamericano contra Venezuela. La novena candidatura es la de Edmundo González (apoyada por MCM) que expresa el sector que no ha logrado un entendimiento mínimo con el gobierno y están por cambio radical en una lógica de encuentro de la vieja burguesía con el capital trasnacional.
Desde el mundo del trabajo, en términos electorales, los indicadores más claros para definir la orientación político ideológica de una opción electoral, están determinados por lo que plantea cada candidato presidencial en materia de superación de las condiciones salariales y materiales de vida de la clase trabajadora, así como respecto a la garantía (en este caso recuperación) de las libertades democráticas. Actualmente, el salario mínimo en Venezuela está por debajo de los cinco dólares mensuales y el salario bonificado promedio escasamente supera los 100 dólares mensuales y, ningún candidato plantea un plan de ajustes salariales que por lo menos lo lleve a la media regional; los unos se refugian en la necesidad de garantizar productividad empresarial (que implica continuar el asalto burgués a la renta petrolera) para iniciar un proceso de recuperación salarial, mientras que los otros para no permitir el proceso de ajuste salarial se escudan en los efectos del bloqueo (sin poder explicar cómo se está distribuyendo la riqueza que genera el levantamiento parcial de las sanciones petroleras de Estados Unidos sobre la producción venezolana) y teorías monetaristas que vinculan aumento salarial con inflación. Por otra parte, en los últimos ocho años se ha vivido una reducción progresiva, sistemática y contundente hasta llegar a la eliminación de libertades democráticas mínimas que, aunque menguadas cada vez más en las últimas décadas, se consideraban una conquista de la sociedad venezolana (derecho a huelga, libertad para organizar sindicatos y partidos de izquierda, libertad de opinión y crítica). Ningún candidato plantea la recuperación de las libertades democráticas desde el lugar de enunciación de las clases subalternas y explotadas, sino desde las “libertades del mercado”.
Todas las candidaturas, del gobierno y la oposición, con distintos matices, representan un proyecto de salida de la crisis política que desconoce los intereses de la clase trabajadora y el conjunto de las clases subalternas. Ninguno plantea un programa de recuperación del derecho a huelga, contrataciones colectivas, salario digno y suficiente, sino que convocan al sacrificio de la clase trabajadora para recuperar al país, mientras defienden la eliminación de impuestos a los grandes capitales y hablan de liberar las fuerzas del mercado, emprendimiento y productividad, que no son otra cosa que la desregulación más fuerte en ciernes.
La candidatura de Edmundo González representa el programa de ajuste estructural, privatizaciones y destrucción de la agenda social que encarnan hoy libertarios como Milei y compañía; mientras que la del resto de candidatos opositores expresan matices de programas de gobierno que colocan los intereses del capital por encima de los del trabajo. La candidatura de Maduro representa la continuidad de un programa de ajuste estructural aplicado entre 2017-2024, en un contexto de bloqueo de EEUU y las naciones imperialistas europeas sobre Venezuela, que ha colocado sobre la clase trabajadora el peso de la crisis económica, mientras la burguesía (vieja y nueva) se hace más rica.
Todas las candidaturas procuran mejorar la relación con los Estados Unidos, mientras que la de Maduro desarrolla paralelamente una estrategia de acercamiento con China, Rusia y Turquía (países donde las libertades democráticas están constreñidas y donde la orientación es el capitalismo competitivo) centrada en aspectos de ganancia económica; a pesar de quejarse Maduro del veto en las redes sociales capitales, ni siquiera han logrado que la red social tik tok de origen chino modifique el algoritmo para hacer más visible su candidatura sobre la de González y las actividades de MCM; esto muestra la perspectiva colonial de China, mientras procura una relación extractivista y capitalista con Venezuela, se desentiende de su aliado en apuros electorales porque lo que le interesa es mostrar la aparente neutralidad de sus capitales.
3. El esquivo encanto de la esperanza
El dato novedoso de esta campaña es la captura por parte de la ultraderecha (MCM-Edmundo González) de la esperanza. Desde 1998, la esperanza de un mañana mejor para los sectores populares, incluso en el marco de dificultades salariales y de poder adquisitivo, había permanecido del lado del proyecto bolivariano (Chavismo y Madurismo); la esperanza de los sectores influenciados por la derecha era distinta, se correspondía más a la posibilidad de construir una sociedad con los valores del capitalismo clásico, es decir era una esperanza menos concreta en términos materiales de vida de la población y más ideológica.
En esta campaña, especialmente el sector que lidera MCM-Edmundo González han abandonado el discurso ideologizado y confrontacional, para sintonizar y apropiarse de los anhelos más elementales de la población venezolana hoy: a) retorno de los migrantes (la oposición los estiman en 7 millones) porque cada familia tiene por lo menos uno de sus integrantes en esa condición (padres, abuelos, hijos, nietos, sobrinos, hermanos), b) reunificación familiar a partir de la mejora de las condiciones económicas, especialmente aumentando la productividad (cuidando de no aclarar como mejorar el tema salarial). El cálculo elemental que hace una buena parte de la población es, «si la cusa del deterioro económico son los pleitos con los EEUU y las sanciones económicas, lo que hay es que elegir un presidente que no pelee con los Estados Unidos y con ello mejorara toda la economía, incluido los salarios y el poder adquisitivo, permitiendo que la reunificación familiar sea duradera», c) la privatización de lo público como camino para la prosperidad, algo que la historia nacional y la experiencia regional desmiente.
El cambio de estrategia opositora le ha dado resultado a la candidatura MCM-González a tal punto que el gobierno ha intentado lanzar planes para el retorno de los migrantes y enfatiza en la disminución de la inflación como signo de la reactivación económica nacional del futuro, pero ello no ha tenido el impacto de la candidatura opositora.
En cambio, el gobierno ha centrado su discurso en la sobrevivencia en el poder como garantía de un bienestar social que ha desaparecido progresivamente en los últimos diez años. El discurso de las sanciones norteamericanas, reales y objetivas, ha perdido eficacia política ante la ostentación material de un sector del liderazgo y el caso de la mega corrupción conocida como cripto-PDVSA.
Sin embargo, la candidatura oficial conserva una importante base social, en buena medida como saldo heredado del periodo Chávez y por el establecimiento de una red de apoyos materiales (programa de bolsa de comida, bonos, ayudas) que le se verían amenazados por la llegada al poder de una candidatura de derecha o ultraderecha que plantea que todo debe ser privatizado. La lógica de sobrevivencia y el temor a los efectos del cambio han permitido aglutinar y cohesionar una importante base social de apoyo a su candidatura, pero desde la resignación, no de la esperanza.
La candidatura opositora central ha crecido exponencialmente en apoyos en el último año, mientras el resto de candidatos opositores lo hacen a paso de morrocoy. El gobierno, en su desespero ante este fenómeno de los últimos meses, ha intentado recuperar la conexión con las mayorías por distintas vías: a) destacar el efecto del bloqueo norteamericano y de las naciones imperialistas europeas en la economía y la materialidad del mundo del trabajo, b) apelar al legado de los logros en el periodo Chávez, c) mostrar a las candidaturas opositoras como parte de la ola neofascista y ultra conservadora que recorre el mundo, d) profundizar el autoritarismo, mediante persecución selectiva a dirigentes medios y de base de las candidaturas opositoras y del campo laboral, e) usar la descalificación personal para intentar llevar el debate electoral a otro terreno más favorable.
En ese camino ha intentado obstaculizar algunas actividades proselitistas del binomio opositor MCM-González, pero lo único que ha logrado con ello es construirle la épica que le faltaba a esta candidatura; obstáculos para realizar las actividades proselitistas, han victimizado a Machado-González, abriendo paso a un imaginario de heroína de la primera y de víctima al segundo, a quienes en realidad representan la otra cara de los programas electorales anti clase trabajadora. El camino a Miraflores de este binomio se viene construyendo con los errores del gobierno actual.
Hoy no existe una confrontación de proyectos políticos -entre los candidatos presidenciales-, sino de liderazgos, en una misma dirección estratégica. Lo que dificulta la posibilidad de una transición y alternancia ordenada, es que no se lograron cerrar los acuerdos entre las dos fracciones burguesas (vieja y nueva burguesía) en el periodo 2017-2024, lo cual plantea el mantenimiento de la crisis de gobernabilidad, más allá del 28J, independientemente de quien obtenga la mayoría. Mucho menos se ha avanzado en la resolución de la crisis de acumulación y hegemonía que se abre en el año 1983, lo cual augura inestabilidad más allá de cualquier resultado electoral.
El arbitraje y solución negociada a este conflicto pareciera necesitar de un tercer actor reconocido por ambas fracciones burguesas, papel que en estos momentos encarna los Estados Unidos, por ello el interés del gobierno en renovar el diálogo con la poderosa nación del norte. Sin embargo, una solución negociada para la continuidad de Maduro o la transición tendrían que pasar por el levantamiento de las recompensas que EEUU otorga por la captura del mandatario venezolano, la suspensión del juicio en la Corte Penal Internacional, un acuerdo de uso de las riquezas acumuladas por la nueva burguesía y la preservación de cuotas de poder que le permitan a las burguesías la continuación del modelo rentista de acumulación.
4. Las opciones por la izquierda
Las elecciones presidenciales de 2024 han sido precedidas por la desaparición de algunos partidos de izquierda que no lograron la votación mínima para su permanencia legal y la judicialización de los restantes. No existe actualmente en Venezuela un partido de izquierda, legalizado, que pueda levantar de manera autónoma una candidatura presidencial y los apoyos que aparecen en el tarjetón electoral para Maduro son el resultado de esa situación de intervención de los instrumentos políticos que pertenecían a la izquierda política.
El PSUV nunca ha sido un partido en términos clásicos, deliberativo y autónomo frente al gobierno, sino más bien un instrumento político para construir viabilidad social a los planes de gobierno. Los sectores que respondían exclusivamente al liderazgo de Chávez han sido apartados de la estructura partidaria después de la muerte del líder histórico del proceso bolivariano y muchos de ellos están en distintas formas de oposición al gobierno de Maduro. El PSUV es hoy un partido policlasista monolítico, sin fisuras significativas, sin embargo, la profundización de la crisis salarial y económica ha venido erosionando sus bases; por ello, la caracterización que hagamos del gobierno es muy parecida (nunca igual) a la que se haga de su instrumento político. El PSUV está amenazado por el mismo fenómeno que afectó a Acción Democrática (AD) en la década de los noventa, la posibilidad de un desmoronamiento por perdida de eficacia política y vaciamiento de la esperanza para el común.
Las izquierdas no han logrado llegar a un acuerdo sobre la táctica electoral en esta coyuntura. Por el contrario, existen por lo menos cinco opciones visibles en este campo. La primera y quizá mayoritaria, ha decidido votar por el candidato que más tenga opción frente a Maduro. Para este sector lo más relevante es salir de Maduro y luego plantear una recomposición de las relaciones de poder que permita recuperar libertades democráticas como el derecho a huelga, contratación colectiva, salarios justos y posibilidad de organización autónoma. Sectores de la plataforma ciudadana, entre otros se cuentan en esta opción. Salvo casos como el de Héctor Navarro (ex ministro de Chávez e integrante de la plataforma) quien expresó públicamente su apoyo al candidato mayoritario de la derecha, la mayoría no lo ha hecho público, lo cual limita la construcción de identidad de este sector.
La segunda opción, ha decidido apoyar a otro candidato de la derecha, Enrique Márquez, quien ha jugado un destacado papel en el liderazgo opositor en otros momentos. En este sector están figuras como Juan Barreto, ex alcalde de Caracas y dirigente del partido REDES, y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) intervenido, que se autodenomina como auténtico.
La tercera, ha llamado a votar nulo o abstenerse, de la cual forman parte los dirigentes históricos del PPT, Marea Socialista, PSL y LTS, entre otros. El anuncio demasiado temprano de esta táctica impidió que tuviera mayor capacidad de incidencia y articulación en el proceso electoral. La cuarta, muy marginal, es crítica de algunas políticas del gobierno, pero considera que hay que seguir apoyando a Maduro. Entre otros, las expresiones de Bruno Sanarde y la Revista Bolívar Vive representa esta opción.
La quinta, agrupada alrededor de la Otra Campaña, que define que su candidato son las luchas sociales, que ningún candidato representa los intereses de la clase trabajadora y que lo que hay que hacer es una campaña de denuncia a la pérdida de libertades democráticas que abra la posibilidad de un reagrupamiento clasista después de las elecciones; por ello, convocan a organizarse independientemente de por quien vote, se abstenga o vote nulo en las elecciones presidenciales. En esta última participan la corriente marxista internacional, Izquierda Revolucionaria, Comité de familiares y amigos por la libertad de los trabajadores presos, Bloque histórico popular, LUCHAS, entre otras.
Este panorama de dispersión forma parte de las dificultades que debe superar la izquierda para construir un polo contra hegemónico que logre enfrentar a cualquier de las opciones presidenciales en juego quienes, en distintas medidas y tonos, tienen un programa anti clase trabajadora. El esfuerzo unitario de la izquierda post elecciones del 28J, debe romper con la repartición de culpas y la arrogancia de auto percibirse como vanguardia, para avanzar en la construcción de alternativas reales y posibles en el futuro.
5. EEUU maneja la baraja
Todos los candidatos presidenciales en las elecciones del 28J se esfuerzan por mostrar que son la mejor opción para los EEUU. Mientras el binomio Machado-González renueva sus votos de fidelidad construidos en el pasado, especialmente en la administración Bush, el gobierno de Maduro coloca el acelerador en las negociaciones con los Estados Unidos y hasta muestra sus simpatías por el presidente Biden -explícitamente al renunciar este a la candidatura demócrata-, mientras garantiza el flujo de petróleo al norte en condiciones de negociación neocoloniales.
De nada sirve un acuerdo inter burgués local si no se logra el beneplácito de Washington y el departamento de Estado de los EEUU. Todas las especulaciones sobre un acuerdo estratégico del gobierno de Maduro con China o Rusia son aspavientos, pues como vimos al retornar el comercio de petróleo EEUU con Venezuela, China decidió tomar distancia para permitir un acuerdo norteamericano-venezolano, sobre todo porque contrario a lo que nos muestra la prensa burguesa internacional, cada vez más se producen acuerdos comerciales estratégicos entre el gigante asiático y Norteamérica. Rusia por su parte esta más interesada en consolidar sus intereses en África que debilitarse en una disputa insegura en Latinoamérica alrededor de Venezuela.
EEUU es el árbitro de una situación neocolonial en Venezuela, jugando sus cartas con la calma de quien procura que el final le favorezca lo más posible. Esta situación abrirá un debate pendiente en la izquierda sobre las relaciones de Venezuela con los norteamericanos, en el marco de gobiernos progresistas o una transición poscolonial con los gringos, pero eso tema de otro artículo.
6. Ausencias en el discurso de los candidatos: La recuperación de las libertades democráticas
La tarea central de la izquierda revolucionaria en Venezuela, en los próximos años, será la recuperación de las libertades democráticas mínimas para la construcción de un proyecto de sociedad de justicia social. Eso no significa ni un abandono del horizonte revolucionario ni una reedición del etapismo, sino una realidad objetiva. Sin posibilidad de organizar sindicatos, huelgas, libertad de opinión y circulación de publicaciones, va a ser muy difícil construir condiciones de posibilidad para un cambio estructural.
Por ello, ninguno de los candidatos presidenciales menciona el tema de la recuperación de las libertades democráticas, porque ello iría contra su proyecto de hegemonía burguesa. Lo más importante será lo que se haga en este sentido a partir del 29J, con una política de unidad y convergencia sin precedentes. Lo contrario será absolutamente funcional al sostenimiento del estatus quo actual.
7. Crisis en la geopolítica del progresismo
Otro hecho relevante de la actual campaña presidencial en Venezuela son los cambios en los discursos y posiciones del progresismo. Mientras Pepe Mújica viene tomando distancia hace tiempo con el gobierno de Maduro, llegando en los últimos tiempos a dudar si es o no un gobierno dictatorial, voces calificadas como la de Lula, Petro y Fernández marcan sus diferencias respecto al deterioro progresivo de las libertades democráticas en Venezuela y muestran su preocupación por la deriva autoritaria en el discurso de Maduro. Brasil decidió el 24 de julio no enviar delegación oficial de observadores a las elecciones venezolanas, como lo ha hecho con marchas y contra marchas el gobierno colombiano y recientemente el ex presidente argentino Fernández anunció que se le retiró la invitación para acompañar las elecciones del 28J.
Incluso voceros de la solidaridad internacional con Venezuela, otrora muy activos en los medios han pasado sospechosamente «agachados» en la coyuntura y se dejan ver en Caracas cuando se le pagan los pasajes para estar allí pero en sus países tienen bajo perfil en el tema de las elecciones del 28J. El liderazgo de la defensa internacional del progresismo a recaído en esta oportunidad en Monedero, uno de los líderes históricos del debilitado PODEMOS de España. Por supuesto Cuba y sus organizaciones aliadas en los países han mantenido una línea de apoyo a Maduro, pero cada vez con menos ímpetu y contundencia..
Esta decantación del progresismo es también evidencia de una diferenciación de lugar de enunciación de muchos de sus componentes, que pasaban desapercibidas en el marco de la ola creciente, pero que ahora en el reflujo se develan en toda su magnitud. Esto está incrementando el aislamiento del gobierno de Venezuela, lo cual afecta su propia capacidad de negociación internacional. Por ello, el gobierno de Maduro ha optado por señalar que su salida del poder puede generar un baño de sangre en el país, como gesto desesperado para que los EEUU piense la estabilidad de sus intereses estratégicos (petróleo y otros).
8. Subestimar a Maduro; el error común
Si en algo coincide la derecha y la izquierda política que se oponen a Maduro y su gobierno es la subestimación de su capacidad política. Ciertamente, Maduro no solo no es un hombre culto, sino que siente un profundo desprecio por quienes tienen títulos académicos y producción intelectual. No es el caso de Lula que siendo un obrero ha sabido cultivar permanentemente su cultura, conocimiento y tiene una enorme capacidad de diálogo con sectores intelectuales y académicos. Maduro heredó de Chávez el encanto por rodearse de algunos rockstar de la política crítica internacional mientras desprecia al pensamiento crítico nacional.
Pero Maduro compensa esta debilidad con una enorme habilidad política para sostenerse en el poder; es como si fuera el alumno predilecto de Maquiavelo y Fouché, haciendo del pragmatismo su auténtica ideología. Maduro piensa y actúa como un burócrata sindical que ve en todos los discursos de los factores políticos, sociales y económicos, deseos de poder y realización personal, que identifica como necesidades a cubrir, a partir de lo cual negocia con sus adversarios. Maduro es un maestro de eso que se llama la realpolitik. Conoce como pocos políticos de nueva generación las posibilidades del poder para construir consensos, encuentros y acuerdos en Venezuela.
Impulsor del grupo de Boston, creó muy tempranamente -en los primeros años del proceso bolivariano con el visto bueno de Chávez- un lobby norteamericano que le sirviera de interlocución. Hoy esos esfuerzos le tributan a su política de dialogo con la nación más poderosa del planeta.
Cuando surgieron contradicciones propias de los dos proyectos inmersos en el proceso bolivariano (nueva burguesía versus poder popular), vio en los esfuerzos por construir una central sindical autónoma (la UNETE), entre 2004 y 2008, un peligro estratégico para los nuevos equilibrios del poder que surgían. Fue al artífice de las derrotas que impidieron construir una central autónoma de trabajadores y el forjador de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores (CBST), la cual en ningún momento se planteó presidir, sino que colocó al frente de la misma a un dirigente de poco brillo, integrante de la antigua Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), dirigida por la socialdemocracia adeca; de esta manera garantizó la existencia de un aparato de coaptación, dispersión y coaptación de las luchas de la clase trabajadora.
Desde su cargo de canciller consolidó la relación con Cuba, China, Rusia, Turquía, Irán y los gobiernos enfrentados a los Estados Unidos y una parte importante de los partidos comunistas de tradición soviética y China, persiguiendo cualquier iniciativa de atraer para el proceso bolivariano a sectores más críticos de la izquierda mundial, que sabía que criticarían en algún momento la deriva autoritaria y el giro neo burgués que tomaría el proceso.
Paso de ser militante radical de izquierda maoísta, con cultura política anti religiosa, a ser admirador de Sai Baba y luego en el poder no solo se casaría según los rituales católicos, sino que cultivaría una relación estable y creciente con los grupos cristianos y sectas religiosas, especialmente con los sectores pentecostales, vinculados a Estados Unidos y la ultraderecha latinoamericana, como es el caso de Brasil. Los simpatizantes de izquierda que perdía por su política de conciliación de clases, los recuperaba en términos numéricos e incluso incrementaba, por intereses de fe.
Maduro avanzó en una línea de trabajo en la cual Chávez había sido tímido, los acuerdos y pactos con las derechas. Potenció la división exponencial de la derecha y creó puertas traseras de dialogo con cada uno de estos factores, mientras promovía la devolución a sus antiguos propietarios terratenientes de tierras confiscadas por Chávez, suspendió las políticas de promoción de fábricas recuperadas y creó garantías para el capital financiero, como preludio a una apuesta por lograr encuentros entre las distintas facciones burguesas en disputa.
Maduro privilegió el diálogo con la derecha, llevando progresivamente a la izquierda electoral a su mínima expresión, despojándola de sus instrumentos políticos, reduciendo con ello su capacidad de incidencia.
Maduró congeló y dejó sin efecto los preceptos progresivos de la Ley Orgánica del Trabajo aprobada por Chávez, como mecanismo dual de frenar el ciclo de protestas reivindicativas que se iniciaban a finales de 2017 y, como forma de mostrar a la burguesía clásica y los Estados Unidos que el podía lograr en materia del trabajo, lo que no le podía garantizar la derecha clásica.
Maduro fue limpiando el PSUV de los cuadros políticos independientes que apostaban por una radicalización del proceso, así como también de aquellos otros quienes querían disputar parte de la renta petrolera mediante la conformación de grupos de interés.
Es decir, Maduro es un estratega del poder que no puede ser menospreciado, ni valorado por los dislates que algunas veces dice en público. Maduro es el hombre del poder hoy en Venezuela.
Los sectores de la oposición más radicalizados y la prensa burguesa internacional sigue subestimando la capacidad política y de sobrevivencia de Maduro. Esta subestimación se expresa en la publicación de encuestas que le dan hasta 30 o más puntos de ventaja a Edmundo González, para las elecciones del 28J, algo que carece de la mínima seriedad política (como tampoco lo son las encuestas oficiales que dan más de 20 puntos de ventaja a Maduro).
Maduro cuenta con un andamiaje institucional clientelar muy importante, así como con la red de consejos comunales -devenidos en administradores de apoyos gubernamentales- y la propia maquinaría del partido de gobierno. Maduro vive su peor tormenta electoral, pero quien cante de manera anticipada victoria lo está subestimando.
Finalmente, Maduro logró colocar al frente del Consejo Nacional Electoral a una figura histórica del campo Bolivariano, ex congresista y antiguo procurador general de la República, lo cual le da una especial tranquilidad en términos de manejo electoral.
9. La dificultad para un pronóstico fundamentado en datos
Las encuestas que se han difundido las últimas semanas sufren el efecto de la polarización. Hay encuestas para cada gusto. Unas le dan ventajas de varias decenas a uno u otro candidato, mientras que otras le asignan la victoria por márgenes estrechos. La polarización electoral está entre Maduro y Edmundo González, los demás candidatos se desinflan o mantienen una preferencia muy baja.
Hay varios elementos de incertidumbre por la opacidad de los datos. Algunos de estos son:
El número de migrantes: la oposición insiste en que son más de siete millones, mientras el gobierno habla de 1.700.000. Investigadores como Víctor Álvarez la ubican en poco más de cuatro millones. Con 7.000.000 de migrantes y una abstención de 30-40% es muy difícil que gane la oposición; si la participación electoral es de 12.000.000 o más, eso mostraría que el número de migrantes que maneja la oposición está inflado, es equivocado. En un país con 21.323.253 electores potenciales esta variación en las cifras en la migración influye en algunos aspectos claves para el resultado electoral;
Las previsiones de abstención varían según la perspectiva de los analistas. Investigadores serios como Javier Biardeau estiman la participación en un 60-65%, que implicaría una abstención de 40-35%. El espectro de cifras va del 20% al 40% de abstención. Si cruzamos estos porcentajes de abstención con los números de la migración vemos que es una cifra nada despreciable los que están en juego en estos estimados;
Aunque hay diez candidaturas, se ha polarizado la disputa entre Edmundo González Urrutia (MCM) y Nicolás Maduro, pero el porcentaje de voto que lograrán obtener los restantes candidatos de conjunto varían de 3 a 10%. (Para ilustrar lo señalado anexamos un ejercicio de cálculo que tiene como máximo el 5% de simpatías electorales por los ocho candidatos opositores, aunque insistimos que puede ser mayor, afectando con ello a la candidatura mayoritaria opositora al dispersar el voto anti gobierno.
La oposición estima que en evento electoral del 28J sufragarán unos 12.000.000 electores, mientras que el gobierno no ha hecho público sus estimados. La tendencia de las últimas elecciones señala que en la medida que se incrementa la participación, aumentan las posibilidades de la oposición. El escenario ideal para el gobierno serían uno 10.000.000 de electores;
Todos los especialistas coinciden en señalar que la abstención actúa a favor del gobierno, que pareciera tener un techo de unos 4.500.000 – 5.000.000 de electores. Esto se basa en los registros de militancia del PSUV (3.500.000) y los inscritos en la Plataforma Patria (5.500.000). En un escenario de 10.000.000 de electores el PSUV – Maduro podría ganar, incluso en uno de 11.000.000 con una dispersión del voto opositor de 1.200.000 electores;
Solo una situación inesperada podría motivar a una movilización electoral masiva a favor del gobierno, superior al techo antes indicado. Hasta ahora no se observa ese elemento detonante del incremento en la votación. Tal vez el cierre de campaña del gobierno en Caracas, el 25 de julio, donde movilizaron simpatizantes de todo el país pueda ser un evento motivador para algunos, pero eso es aún inestimable;
Si por el contario participan 12.000.000 de electores, el gobierno alcanza los 5.000.000 de votantes a su favor y las pequeñas candidaturas de derecha alcanzan el 1.500.000, la candidatura de Edmundo González obtendría 5.500.000 obteniendo la victoria. Con un escenario tan amplio de participación el gobierno tendría dificultad para hacer creíble una votación superior, a los niveles de la de Chávez o el PSUV en sus mejores momentos y correría el riesgo que la oposición cante fraude. Por ello, decimos que a solo tres días de las elecciones el nivel real de imprecisión e incertidumbre es el más grande en las elecciones de las últimas décadas.
La elección esta disputada entre Maduro y Edmundo González Urrutia. Los datos disponibles no hacen presumir la victoria aplastante de ninguno de los bandos. En cualquier caso, un resultado que no supere la diferencia de 500.000 votos favorece la continuación de las negociaciones entre las fracciones del capital en disputa. Una victoria amplia de uno d ellos factores generaría la tentación de terminar de liquidar al adversario y prolongaría mucho más en el tiempo esta disputa. La posibilidad de una salida en favor de la clase trabajadora y los sectores explotados no reside en el resultado de esta elección sino en la capacidad de unidad de acción que se haya generado y se amplie en el futuro.
La gran encuesta, la de la calle, pareciera oscilar entre el cambio de orientación presidencial y un final cerrado. La opacidad de los datos y muestreos no contribuyen a hacer un pronóstico confiable a solo días y horas del evento electoral. La oposición ha recuperado una parte importante de su capacidad de convocatoria que había perdido en 2017 -y que Guaidó nunca obtuvo- pero no hay manera objetiva de saber si lo avanzado le alcanzará para obtener una victoria, mientras el gobierno no ha dado otra demostración contundente de movilización que no fuera la del cierre de campaña.
10. Conclusiones
Lo que es cierto, es que cualquiera que sea el resultado electoral, ya sea que gane Maduro o Edmundo González, ello implicará seis meses de negociación para alcanzar un consenso entre la vieja y nueva burguesía con la intención de permitir gobernabilidad y el pase de un paquete anti clase obrera con la menor protesta posible.
Desde una perspectiva de la clase trabajadora estamos ante el peor de los escenarios, desde la apertura de la etapa de crisis hasta el presente (1983-2024). La izquierda radical y anticapitalista tiene que prepararse para los próximos años para una estrategia multi nivel de lucha por la restauración de las libertades democráticas mínimas, que combine movilización y lucha, con la construcción de espacios de diálogo y concreción de conquistas, algo que no será tan fácil.
Si gana el candidato de la derecha, Edmundo González, hay que prepararse para una recomposición de fuerzas que no sea sectaria ni centrada en el pasado, sino que mire al futuro para permitir la reconstitución de las organizaciones sociales, sindicales y gremiales y los mecanismos institucionales de arbitraje. Si por el contario Maduro gana las elecciones, se debe acrecentar la movilización, superando la política “del hígado” -propia de algunos sectores en la actual campaña electoral- donde lo sustantivo sea recuperar el marco mínimo de libertades democráticas.
[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas. Miembro del Consejo Directivo de CLACSO. Integrante de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación, la Fundación Kairos y el Consejo Mundial de Sociedades de Educación Comparada. Actualmente es secretario operativo del Congreso Mundial contra el Neoliberalismo educativo. Militante de la Otra Campaña, Otras Voces en educación y LUCHAS.
[2] Se suele confundir los picos de tensión dentro del periodo de crisis 1983-2024, como etapas separadas. En realidad, la rebelión estudiantil-popular de 1987, el Caracazo de 1989, los alzamientos militares de 1992, la destitución y enjuiciamiento de Carlos Andrés Pérez, la candidatura y victoria electoral de Chávez, el proceso constituyente, el golpe de Estado de 2002, el llamado al socialismo del siglo XXI, las contradicciones entre la nueva burguesía y el poder popular denunciadas en 2009 en el evento del CIM, la enfermedad y muerte de Chávez, la candidatura y triunfo de Maduro, el inicio del bloqueo norteamericano y de las naciones imperialistas, las rebeliones callejeras de la derecha 2014-2017 y la muerte de un centenar de jóvenes, la segunda constituyente, el decreto 2792, el giro autoritario de Maduro, la perdida de libertades democráticas, la judicialización de los partidos políticos, la negociación con los EEUU y otros eventos, son solo picos de tensión en el marco de la larga crisis burguesa en Venezuela del periodo 1983-2024.
Según el presidente argentino Javier Milei, “la única forma que descubrió la humanidad de terminar con la pobreza es el crecimiento económico”. La máxima fue anunciada en una entrevista televisada desde la Casa Rosada el 11 de julio de 2024. La importancia de la idea no radica en su genialidad, sino en su simplismo y en sus trágicas consecuencias.
Se trata de un conocido dogma inoculado por el sistema capitalista y fosilizado por los verdaderos capitalistas, es decir, por aquellos que viven de sus capitales y no de un salario (Un capitalista asalariado es un oxímoron.) Un conocido absurdo similar, reza: “no puede haber redistribución sin crecimiento”. En 2012, el biólogo e historiador británico David Attenborough reflexionó: “alguien que piense que es posible sostener un crecimiento infinito en un medio finito o es un loco o es un economista”. O las dos cosas.
El crecimiento de la economía ni es la única forma de eliminar la pobreza ni su efecto contrario es infrecuente. La historia modera (los últimos 300 años) lo desmiente a cada paso. Como vimos en Moscas en la telaraña, por siglos, muchas sociedades indígenas tenían menos pobres, eran más altos por su mejor alimentación y vivían más que los europeos de la Revolución industrial. Su seguridad social estaba mejor organizada. No conocían la miseria, ni las deudas, ni la propiedad privada ni la codicia, motor del progreso, según palabras de los colonos expertos en desarrollo, con o sin dinero, como lo reportó en 1885 el senador Henry Dawes de Massachusetts (ver La frontera salvaje. 200 años de fanatismo); tenían menos guerras, sufrían menos enfermedades y eran más higiénicos. Las películas (como The Mission, una recomendable) que representan a los indios sin dientes y a los europeos con una sonrisa blanca no solo consolidan una idea falsa, sino que la realidad era la opuesta. Todo terminó con la llegada del fanatismo europeo a este continente y a otros.
En las colonias (en menor grado en los imperios, ya que es más difícil tener pobres vampirizando el resto del mundo) cuando creció la economía creció también la pobreza. Los llamados “milagros económicos” como el brasileño de Médici o el chileno de Pinochet, milagros del capitalismo tutelado y financiado por el gobierno de Estados Unidos en América latina lo confirman.
Esta obsesión por el PIB de la economía capitalista surgió en los años 30 durante la Gran Depresión y, desde entonces, suma tanto la producción de bienes necesarios, innecesarios, constructivos, destructivos y contaminantes en un mismo número. En 1937, su inventor, el economista y luego premio Nobel Simon Kuznets, llegó a advertir ante el Congreso del peligro de un uso simplificado de su invento, pero los acuerdos de Bretton Woods lo canonizaron en 1944 como la única medida de éxito económico y social. En 1962, Kuznets insistió: “Es necesario distinguir entre la cantidad y la calidad del crecimiento… Las metas para un mayor crecimiento deben especificar de qué y para qué necesitamos más crecimiento”. Jason Hickel observó que “desde 1980, el PIB mundial se ha triplicado, mientras los pobres sobreviviendo con menos de cinco dólares diarios ha crecido en 1,1 mil millones; esto se debe a que, a partir de cierto punto, el crecimiento comienza a producir más efectos negativos que positivos”.
Todavía quedan por discutir otras dimensiones de los seres humanos, como la justicia social, la que no es sólo una bandera de la izquierda, sino que fue la repetida crítica (profecía) en el caso de los profetas bíblicos y de otras religiones; queda por discutir o considerar la comercialización de la existencia, la deshumanización y alienación del individuo, la destrucción de la naturaleza, entre otros problemas centrales.
El actual sistema capitalista no es capaz de resolver ninguno de los problemas existenciales que ha creado, como la acumulación surrealista de la riqueza, la destrucción de la biosfera, el agravamiento de los conflictos de forma directa por su insaciable industria de la guerra e, indirectamente, a través de exiliados y marginados de todo tipo, económicos y ecológicos.
Ahora, hasta los más férreos defensores del sistema capitalista en Europa y Estados Unidos comienzan a publicar libros, artículos y a dar entrevistas en los grandes medios proponiendo “salvar al capitalismo de sí mismo” a través de la intervención agresiva de los gobiernos en la economía y en la redistribución de la riqueza. Es decir, una vez más, desde la Depresión de los años 30 hasta las brutales crisis neoliberales en el Sur Global a finales de los 90 y la Gran Recesión en Estados Unidos diez años después, se recurre al socialismo como bombero.
Por no problematizar otras dimensiones humanas. Un estudio publicado en la British Medical Association en 2006 reveló un consistente aumento de los problemas psicológicos en los niños y jóvenes ingleses. Todo pese al incremento del PIB nacional, a la relativa estabilidad de la inflación y de la economía británica de entonces.
Crecimiento económico no es desarrollo, como la obesidad no es un signo de salud. Ambos, crecimiento y desarrollo son producto del progreso acumulado de la humanidad a lo largo de siglos, algo que no ocurrió gracias al capitalismo sino pese al capitalismo y sus primeros beneficiados: los maniáticos con síndrome de Diógenes bancario.
Como ya hemos desarrollado por años, los inventos tecnológicos, científicos y sociales más importantes que contribuyeron a este progreso y desarrollo humano se produjeron antes de que el sistema capitalista se desarrollara con la privatización de las tierras comunales de Inglaterra en el siglo XVI y, cuando ocurrieron a posteriori, casi siempre fueron autoría de científicos asalariados, inventores de talleres, activistas sociales, entre otros grupos e individuos que no invertían años en investigación y creación motivados por las ganancias futuras sino por el objetivo mismo de su vocación.
De hecho, los mayores “milagros económicos” de la historia moderna se produjeron por dos únicas vías: (1) el imperialismo capitalista (saqueando, masacrando cientos de millones de «subhumanos», y destruyendo la competencia de otras potencias de ultramar) y (2) por la intervención de los gobiernos, desde la Unión Soviética del malo de Stalin hasta la China comunista posterior a la Gran hambruna (que, con sus millones de muertos y medida por los mismos estándares, ni siquiera compite con las mayores masacres y hambrunas del capitalismo).
¿Estoy proponiendo una vuelta a un sistema comunista del estilo soviético? No, para nada. Vuelta a nada. El pasado es una obsesión del fascismo. Entiendo que no debemos dejarnos pasar por encima del sermón del dogma capitalista y neoliberal que ha hambreado, matado y saqueado a las clases trabajadoras por siglos y siempre encuentra una forma de mantener el sermón del amo, aterrorizando a los desprevenidos y a los más necesitados.
El actual terremoto ideológico y geopolítico lleva al poder hegemónico a echar mano a todos los recursos procediendo, según lo explicamos con la fórmula P = d.t por sus tres escalones principales: (1) narrativo, (2) legal y (3) bélico.
¿Hay esperanza? Claro. Afortunadamente, los seres humanos no son seres unidimensionales como Milei.
*Imagen: Niños juegan afuera de un taller de pulido de metales en Uttar Pradesh, India. Foto: UNICEF/Niklas Halle’n
La verdad no está en disputa, pues ya ha sido anulada, ahora se trata de anular también el discernimiento, la capacidad de pensar y de crear por uno mismo
Era 1981 y Margaret Thatcher lo dejó claro en una entrevista al decir, sin tapujos y sin anestesia, que la economía era el método, pero que el objetivo era cambiar las almas. Aún no existían internet ni las redes sociales. En 1999, Prince recogía un premio otorgado por Yahoo!, y mi admirado genio de Minneapolis soltó, en su discurso de recepción, una advertencia sobre la guerra que, según él y a través de internet, se estaba dando en nuestras mentes y en la que el precio a pagar eran nuestras almas.
Aquellas palabras de Prince resultan hoy visionarias. Efectivamente, estamos inmersos en una guerra que se desarrolla en nuestros cerebros y que anula nuestra capacidad de pensar. Ya sabíamos de una guerra informativa con sus fakes, sus posverdades y sus bulos sin escrúpulos, dirigida a manipular nuestros deseos, a hacernos ver enemigos a nuestro alrededor y a que asumamos postulados conspiranoicos. Pero ahora se trata de ir más allá. Se trata, no ya de moldear nuestro pensamiento, sino de anularlo. Se trata de colonizar el cerebro. Es la guerra cognitiva.
Todo esto no es una paranoia mía, sino que viene descrito en un estremecedor informe interno de la OTAN de 2020 que se llama precisamente así: La guerra cognitiva, firmado por el teniente coronel Francois du Cluzel. El documento adjudica esta guerra a los enemigos de la Alianza Atlántica, Rusia y China, pero en realidad lo que desglosa es aquello que la propia OTAN y las grandes compañías del capitalismo tecnológico y financiero vienen aplicándonos desde hace años. Internet, las redes sociales, son el método, el objetivo son nuestras cabezas, nuestros corazones y nuestras almas. La amenaza de Thatcher y la advertencia de Prince hechas informe.
Internet, las redes sociales, son el método, el objetivo son nuestras cabezas, nuestros corazones y nuestras almas
El documento, en sus párrafos iniciales, advierte: “La Guerra Cognitiva interrumpe la comprensión y las reacciones ordinarias a los eventos de una manera gradual y sutil, pero con efectos dañinos significativos a lo largo del tiempo. Los instrumentos de la guerra de la información, junto con la adición de armas neuronales, se suman a las perspectivas tecnológicas futuras, lo que sugiere que el campo cognitivo será uno de los campos de batalla del mañana (…) Con la sobrecarga de información, las habilidades cognitivas individuales ya no serán suficientes para garantizar una toma de decisiones informada y oportuna, lo que dará lugar al nuevo concepto de Guerra Cognitiva, que se ha convertido en un término recurrente en la terminología militar en los últimos años. La guerra cognitiva tiene un alcance universal, desde el individuo hasta los Estados y las organizaciones multinacionales y se alimenta de técnicas de desinformación y propaganda dirigidas a agotar psicológicamente a los receptores”.
El informe continúa hablando, casi literalmente, de actuar sobre las creencias, de polarizar, de radicalizar a ciertos grupos para dividir la sociedad y de generar analfabetismo político. La verdad no está en disputa, pues ya ha sido anulada, ahora se trata de anular también el discernimiento, la capacidad de pensar y de crear por uno mismo, para convertir a cualquier usuario en un arma. Cuanto mayor sea la saturación informativa, más se extiende la ira y más trolls y haters aparecen. La mayoría de ellos, anónimos; otros, dando sus nombres, convencidos y cegados por el odio que les han inoculado. Ya no son meros receptores pasivos de una propaganda ideológica, sino militantes activos de esa ideología. Es decir, un lavado de cerebro masivo. Para colmo, la línea entre el ciberespacio y el mundo real se está volviendo borrosa y se multiplican, por ejemplo, los individuos-armas quese manifiestan en Ferraz (incluso para defender a Nacho Cano), que acosan a los Iglesias-Montero en su casa o que agreden a cómicos mientras actúan en bares.
Con la mayoría de los votantes de Alvise, adictos a las redes, ya lo han logrado. Zombis cognitivos. Y creciendo. Cuidado, también Bolsonaro hizo su campaña de 2018 casi exclusivamente en las redes sociales y le votaron 58 millones de personas. Esto no anula la capacidad de los medios tradicionales, que todavía mantienen su significación política y comunicativa para transmitir discursos de odio o de sospechas, esas “armas neuronales”, ese fentanilo ideológico inyectado a través de bulos para crear desconfianza y miedo. Sí, Ferreras, tú también participaste burdamente de eso.
Esta guerra de cuarta generación, a la que se suma el uso malintencionado de la Inteligencia Artificial, pretende menoscabar la confianza mutua y destruir el contrato social que nos aglutina como sociedad y, para ello, se cuestionan los procesos electorales, la legitimidad de las instituciones o la legalidad de nuestras representantes. La desconfianza será tal que desembocará en un todos contra todos.
Esta guerra de cuarta generación pretende menoscabar la confianza mutua y destruir el contrato social
En este contexto de contienda, resultaron esperanzadores los días que se tomó Pedro Sánchez para reflexionar. El punto y aparte. Una pausa, una tregua individual que podría haberle permitido desarrollar la imaginación para salir de un enmarcado alienante. Un punto y aparte tan ilusionante como inútil si, frente al desequilibrio de fuerzas que tenemos ante la nueva naturaleza del capitalismo digital, no se propone un despertar generalizado que, sin perder tiempo en desmentir bulos inacabables, promueva una línea de defensa que genere una nueva ley para desintoxicar los medios, desarrolle nuevas medidas de protección ante el acoso físico o virtual y derogue la ley mordaza que desprotege a la ciudadanía, entre otras muchas acciones posibles. Si el capitalismo tecnológico y su ejército de trolls, haters y ultraderechistas proponen enfrentamiento para sus macarras y desesperanza para nuestras masas, habrá que diseñar tanto medidas de defensa como medidas alentadoras.
El punto y aparte de Sánchez debería haberle servido, y servirnos, para imaginar cómo equilibrar el exceso de información y el desarrollo desmesurado del progreso tecnológico, con un progreso moral que nos proteja de deshumanizarnos. El punto y aparte debería incentivar que se renueve el contrato social, que se revise la Constitución, que se regenere el poder judicial desde el pueblo, que se recupere la confianza en las instituciones. El punto y aparte debería significar un reencuentro para volver a pensar en colectivo, a celebrar, a cuidarnos y a ser generosos. El punto y aparte debería ser un despertar de las bases sociales y la constitución de un nuevo frente humanitario para combatir el miedo y deshacernos del odio, para recuperar nuestras almas. El punto y final debería significar el fin del confinamiento ideológico y ético en el que vivimos.
Ese punto y aparte cuenta, para quien quiera verlos, con los sujetos políticos necesarios: aquellos que han salido del matrix, decía Prince, y han puesto el cuerpo habitando las calles como han hecho en Francia al grito de “No pasarán”, como hicieron los y las estudiantes que acamparon para protestar contra el genocidio en Gaza, o los taxistas de Barcelona que se han manifestado por la misma causa, como hace la plataforma Cádiz Resiste o quienes –en Málaga, Palma y muchas otras ciudades– se manifiestan por una vivienda digna y asequible y en contra de la masificación turística, como hacen sin desaliento las mareas verdes, blancas y de pensionistas o como hacen juristas y periodistas valientes que se enfrentan cada día a sus propios poderes. Hay sujetos comprometidos y hay causas justas. Es, por lo tanto, el momento de comprobar si el punto y aparte es algo más que otra performance sanchezca. Pedro, seguimos esperando.
En días pasados, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), máximo órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dictaminó que la ocupación que realiza Israel de los territorios de Palestina en zonas como Gaza, Cisjordania y Jerusalén, es absolutamente ilegal y viola los convenios y tratados del Derecho Internacional, por lo que debe cesar la invasión y la ocupación violenta del Gobierno sionista: La importancia de este dictamen -aunque no sea vinculante y tampoco sea desconocida su resolución- radica en que se suma a la fundamentación legal y moral de los reclamos del pueblo y la nación palestina ante el recrudecimiento del genocidio que sufre bajo el asedio y la irracional política de muerte que hoy ejecuta Benjamín Netanyahu con el apoyo irrestricto del imperialismo estadounidense.
Israel ha violado todo tratado y convenio internacional en relación a Palestina, además, el asedio inhumano que ejerce sobre la población palestina ha llegado a grados impensables, sólo comparables con los crímenes que el mismo pueblo israelí sufrió bajo el asedio Nazi, y de esto muchas voces a lo largo de las décadas lo han advertido, siendo una de ellas la de Sigmund Freud, pero, en todo caso, la realidad es que la nación que fuera víctima se convirtió en aquello que combatió alguna vez; una transformación política e ideológica que no es nueva, pero que sí ha tomado matices en alto grado de cinismo que ya resulta una burla a la razón humana.
Netanyahu, primer ministro israelí, tras el dictamen de la CIJ, expresó que la resolución está basada en “mentiras” y que Israel “no comete delito alguno”, eso, al tiempo en que realizó una visita provocadora a una parte de los territorios ocupados, donde la destrucción por los bombardeos y los ataques terrestre es mayor, y donde la población palestina sobrevive a duras penas. Ya se han señalado las medidas genocidas que Israel realiza, como el bloqueo de la ayuda humanitaria, el bombardeo de los campamentos de refugiados, la destrucción de hospitales, escuelas y patrimonio cultural palestino, lo que ha generado hambrunas y la proliferación de enfermedades que en otras circunstancias serían controlables, siendo esta situación señalada por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Pero, a todo esto, hay que sumarle la manera en que los sionistas usan la distribución del agua como un arma de guerra, pues de manera vil Israel restringe en más de un 94 por ciento el suministro del vital líquido, esto último se ha documentado en el informe “Water War Crimes” (Crímenes de guerra de agua), que público Oxfam Intermón. ¿Qué más tiene que hacer Israel y qué más debe acontecer en este genocidio inhumano para que por fin se intervenga por parte de la ONU y demás organismos internacionales y se detenga de forma inmediata este crimen de lesa humanidad?
En este contexto, Israel ha bombardeado territorios de Yemen en días pasados y, ahora, también lo han hecho los ejércitos de los Estados Unidos y del Reino Unido, estos ataques a Yemen son más que provocativos, y está claro que sólo al imperialismo estadounidense y a sus aliados les interesa expandir el conflicto en Medio Oriente, pues en el fondo con estas acciones no se busca la paz ni la desaparición del “terrorismo” –que dicho de paso sólo desaparecerá cuando el imperialismo deje de subvencionar grupos terroristas y de fomentar la guerra-, sino el involucramiento de más naciones y el estallido de una guerra a gran escala. La disputa por el control geopolítico de las regiones del mundo suele disfrazarse de “acciones estratégicas para la paz”, sólo a Occidente le interesa una guerra cuyos efectos serían devastadores para los pueblos del orbe.
El dictamen de la CIJ y la reiteración de la ilegalidad de la ocupación sionista-israelí de territorios palestinos debe servir para unificar más las voces que claman el fin del genocidio y de la ocupación, y para ejercer presión a los gobiernos del mundo a dejar a un lado sus intereses particulares, sumándose a la presión contra Israel y así participando en la urgente causa de la humanidad. ¡Palestina será libre!
En su codicia por extender los negocios e incrementar las rentabilidades privadas, los neoliberales, libertarios anarco-capitalistas, empresarios oligárquicos y sus gobiernos en América Latina, no solo atacan a los impuestos (https://t.ly/kBHLZ) sino que han llegado a concebir que los derechos laborales y sociales son un estorbo a la “libertad económica” y los trabajadores que luchan por defenderlos son sus verdaderos “enemigos” de clase. La historia del capitalismo y de la región contradice sus conceptos.
A partir de la primera Revolución Industrial, con el desarrollo de las manufacturas y fábricas, que determinaron el aparecimiento del trabajo asalariado, el capitalismo del primer siglo se levantó sobre la tremenda explotación a los trabajadores. En Inglaterra y Alemania, a la vanguardia de la nueva era económica, las jornadas superaban las 16 horas diarias, sin descansos semanales ni vacaciones; los salarios apenas permitían supervivir a las familias obreras en la miseria; los sindicatos, huelgas y manifestaciones estaban prohibidos; no existían indemnizaciones ni seguridad social. Esas condiciones de vida fueron denunciadas por los pensadores sociales. Conquistar derechos incentivó la lucha de clases, de modo que los trabajadores lograron conquistas, pero pasando por represiones, muertes y sufrimientos. Los historiadores han seguido estos procesos desde esa época hasta el presente, evidenciando que la riqueza de los empresarios nunca provino de su genialidad, sus emprendimientos ni su “trabajo”, sino de la acumulación del valor socialmente generado.
En América Latina la época colonial sentó las bases de la jerarquización social y de la explotación de la fuerza de trabajo especialmente de los indígenas y campesinos. Las repúblicas surgidas tras los procesos independentistas construyeron Estados oligárquicos, en los cuales las familias de las endogámicas élites de terratenientes, comerciantes y banqueros que controlaron el poder político en los diferentes países, reprodujeron las mismas condiciones laborales heredadas de la colonia. Solo desde mediados del siglo XIX fue abolida la esclavitud y a fines del mismo los liberales y radicales procuraron regular el trabajo para convertirlo en acuerdo mutuo sujeto a los Códigos Civiles, considerando que la igualdad ante la ley solucionaría las inequidades. Sin embargo, con el lento despertar del capitalismo latinoamericano en el siglo XX, si bien se dictaron tempranas leyes como: descanso dominical en Argentina y Colombia (1905), accidentes de trabajo en Guatemala (1906), jornada de ocho horas diarias en Cuba (1909), Panamá (1914), Uruguay (1915) y Ecuador (1916), fue la Constitución de México de 1917 la que inauguró la era del derecho social latinoamericano, al reconocerlos para los trabajadores de ese país.
Hasta entonces, no existían jornadas reguladas, salarios mínimos, pagos por horas extras, indemnizaciones, descansos, límites al trabajo femenino, seguridad social. De modo que, siguiendo el ejemplo mexicano, surgieron los sucesivos Códigos del Trabajo en Chile y Brasil (1931), Venezuela (1936), Bolivia (1939), Costa Rica (1943), Nicaragua (1945), Guatemala y Panamá (1947) y en la siguiente década los códigos merecieron nuevos adelantos en otros países: Argentina, Cuba, Perú, Uruguay, Colombia, República Dominicana, Honduras, Paraguay. Esta conquista de leyes laborales tuvo el objetivo de proteger a los trabajadores, imponer derechos, hacer frente a los explotadores empresarios y hacendados, lograr el mejoramiento de la vida de los trabajadores y de sus familias, que nunca se logró dejando las relaciones obrero/patronales en manos de la “iniciativa privada” y de la “libertad contractual”.
En Ecuador la cuestión social se institucionalizó gracias a los gobiernos nacidos de la Revolución Juliana (1925-1931). En 1925 se fundó el Ministerio de Previsión Social y Trabajo, y en 1928 la Caja de Pensiones. El presidente Isidro Ayora (1926-1931) expidió varias leyes sobre: Accidentes del Trabajo; Jubilación, Montepío Civil, Ahorro y Cooperativa; Caja de Pensiones; Contrato Individual de Trabajo; Jornada Máxima y Descanso; Trabajo de Mujeres, Menores y Protección a la maternidad; Desahucio; Procedimientos. La Constitución de 1929 reconoció los derechos laborales en forma parecida a la mexicana. En 1938 se expidió el Código del Trabajo. En las siguientes décadas se hicieron reformas y se dictaron nuevas disposiciones, siempre con la idea de garantizar los derechos proclamados como irrenunciables e intangibles.
Históricamente, las leyes laborales y los derechos de los trabajadores no han impedido el desarrollo económico ni el emprendimiento privado, pero sí han puesto límites al insaciable apetito de acumulación de los propietarios del capital, que se alimenta más cuando los trabajadores y sus familias quedan sometidos a infames condiciones de vida. Aun así, América Latina es, en la actualidad, la región más inequitativa del mundo y, con los gobiernos empresariales inspirados en el neoliberalismo y el anarco-capitalismo, se han agravado el desempleo, el subempleo, la informalidad, la pobreza y la miseria, como no ocurría cuatro décadas atrás. Desde los años 80 y 90 del pasado siglo, cuando despertaron y avanzaron, a distintas velocidades, las consignas por “flexibilizar” el trabajo, así como la subordinación a los condicionamientos del FMI, los derechos históricamente conquistados en beneficio de los trabajadores han pasado a ser atacados, cuestionados y estrangulados solo en beneficio empresarial. En cambio, han sido los gobiernos progresistas de la región los que han cortado la vía neoliberal. En Ecuador, después del gobierno de Rafael Correa (2017-2021), quien revirtió la vía neoliberal que parecía igualmente indetenible en el país, también la recuperación de la hegemonía en el Estado a partir de 2017 por parte de un bloque de poder empresarial-oligárquico se ha convertido en un serio obstáculo para el desarrollo económico con bienestar social.
Los derechos laborales sistemáticamente han sido afectados, el Ministerio del Trabajo ha pasado a ser dirigido por personas que responden a los intereses empresariales y las políticas laborales han abandonado el principio pro-operario, incluyendo la seguridad social, cada vez en mayor riesgo. Ecuador es hoy uno de los diez peores países para los trabajadores en el mundo (https://t.ly/-R_Qm ; https://t.ly/l2Eoa) pero entre los empresarios hay quienes resaltan que el país ocupa el cuarto lugar entre los más altos salarios de América Latina (https://t.ly/9kjd5) y por eso se oponen a cualquier aumento; en tanto a nivel internacional el BID reconoce que 3 de cada 10 trabajadores latinoamericanos “no alcanzan a tener los ingresos necesarios para superar el umbral de la pobreza” (https://t.ly/uvMD0 ; https://t.ly/UvDZE).
Escudándose en el neoliberalismo y ahora también en el libertarianismo anarco-capitalista, se ataca a la justicia social como aberrante y violenta. El presidente Javier Milei en Argentina se erige como moderno ídolo para quienes siguen sus ideas y creen defender la “libertad económica”, un concepto perverso en América Latina, encaminado contra el Estado, los impuestos y los derechos laborales. En última instancia se pretende retornar a la época en la cual se carecía de normas y los trabajadores simplemente tenían que sujetarse al poder de los propietarios del capital. Es un proceso que solo los trabajadores organizados podrán detener.
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