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Mérito y desigualdad en las reflexiones de Antonio Gramsci sobre la escuela

Resumen. El ensayo reconstruye el uso que Gramsci hace del tema del “mérito” en su discurso sobre la escuela y la educación. En los escritos anteriores a la prisión, la crítica de los privilegios de las clases más acomodadas se lleva a cabo a partir de una reivindicación de los méritos de los muchos individuos de familias proletarias que no pueden cultivarlos y hacerlos valer. En los Cuadernos de la cárcel, esta posición se inscribe en el marco de un Nuevo Estado, en el que la clase dirigente se selecciona a partir de un cuerpo social enteramente capacitado para participar cognitivamente en el autogobierno del trabajo. También se señalan importantes paralelismos con los conceptos bourdesianos de habitus y reproducción.

* * * *

1. Prólogo: el problema del mérito hoy y en la historia del pensamiento político

La escolarización como palanca fundamental para elevar a las clases populares más allá de la subalternidad es un tema que ya ha sido tratado varias veces en la literatura sobre Gramsci 1. Aquí, sin embargo, queremos abordar la cuestión desde un ángulo específico: ¿cómo veía el líder comunista el problema del “mérito” y cómo lo encajaba en su visión más general de la igualdad (o al menos en lo que se desprende de ella tras su marxismo en gran medida no normativo)? En cuanto a la meritocracia, me limitaré a recordar cómo se ha convertido en los últimos años en una palabra clave para entender la hegemonía neoliberal 2. Thomas Piketty, en Capital et ideologie, señalaba cómo este lema se utiliza cada vez más porque en los sistemas socio-políticos que declaran formalmente la igualdad de derechos, se abre cada vez más una gran desigualdad sustantiva, con la consiguiente necesidad de justificarla 3. Nancy Fraser, en un ensayo de título explícitamente gramsciano, Lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, sostiene que el liberalismo ha sustituido el concepto de justicia social por el de meritocracia 4.

De hecho -como es bien sabido- el término “meritocracia” fue acuñado en sentido negativo por Michael Young en 1958, en The Rise of Meritocracy 5. El imaginario distópico de su novela sociológica, en la que relata cómo, a través de los tests de inteligencia, la sociedad se divide entre una clase dirigente y los trabajadores manuales, se inspiraba en las consecuencias de la Ley de Educación de 1944, aprobada por el gobierno conservador pero impulsada también por los laboristas, que preveía un examen, a los once años, para clasificar a cada sujeto en los tres tipos de escuela posibles, de los cuales la Grammar School era el jerárquicamente superior. El blanco polémico de Young -que abogaba por una escuela de “talla única”- era también un cierto hilo elitista fabiano 6. El término siguió resonando en Europa con un significado predominantemente negativo: se piensa en el 68, en el que los estudiantes también criticaban -siguiendo a Bourdieu- la escuela como agencia de reproducción social y los trabajadores los sobresueldos que rompían los contratos e impulsaban la obediencia a los amos. En Estados Unidos, por otra parte, la recepción del término meritocracia también se orientó inmediatamente en una dirección positiva, trabajando dentro de modelos teóricos antiigualitarios: en particular con Daniel Bell, en un importante ensayo antirrawlsiano de 1972 7. Fue sólo con el nuevo milenio cuando en Europa el término se redeclaró predominantemente en sentido positivo, por un lado con el auge del thatcherismo pero, por otro, sobre todo, con Tony Blair, que relanzó el progresismo seleccionista criticado por Young. La reivindicación del mérito individual iba acompañada de una crítica de los privilegios aristocráticos y, además, había sido un componente destacado de la ideología de la Revolución Francesa. Era normal, por tanto, que la izquierda europea, al eliminar la cuestión de clase para asumir connotaciones liberal-progresistas, pudiera volver a esos fundamentos, favoreciendo la subsunción de las pulsiones libertarias en el rendimiento y el atomismo eficientista del productivismo corporativista posfordista 8.

Sin embargo, Louis Blanc ya había criticado a los sansimonianos precisamente porque imaginaban una sociedad en la que el mérito dibujaría las nuevas jerarquías sociales, indicando la coveniencia de considerar también la necesidad como criterio de asignación de recursos. De cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad -la famosa frase de Marx en la Crítica del Programa de Gotha 9- está de hecho tomada de Blanc 10. En esa obra de 1875, Marx desafiaba a Lassalle a que, si bien en una fase transitoria podría ser comprensible dar a cada uno según el trabajo producido, en el comunismo realizado incluso esta sujeción al valor de cambio sería superada: la verdadera igualdad residía en tener en cuenta las diferencias de condición entre los sujetos. En este sentido, se ha señalado varias veces el error de Galvano della Volpe, atribuyendo a Marx una visión meritocrática que invertiría -dándole una base material adecuada- la idea russoviana de una desigualdad artificial calcada de la natural 11. Incluso en obras anteriores, Marx articula una crítica al mérito como justificación de la desigualdad: en Stirner, por ejemplo, en la Ideología Alemana, cuestiona la idea innatista de las dotes que prescinde de la consideración del contexto social, acabando incluso por legitimar el racismo. En Marx, sin embargo, no se niega el talento: al contrario, la sociedad que exalta al hombre omnilateral es también la que favorece el despliegue de las diferencias individuales, aunque éstas no deban constituir una fuente de privilegios y asimetrías de poder. Estos temas parecen tener cierta relevancia dado que, en Italia, algunas publicaciones recientes afirman que el malestar social no es el resultado de las diferencias de clase, sino de la incapacidad de la escuela para eliminar las asimetrías de partida 12. Por lo tanto, puede ser útil comprender cómo Gramsci articuló su discurso sobre las desigualdades y sobre la escolarización a la luz de la cuestión del mérito, teniendo siempre presente que, en su opinión, al igual que para Marx, la escolarización debía ponerse en relación con los procesos de producción y las relaciones de clase y que, al igual que para Foucault, la pedagogía y la hegemonía pasaban por múltiples agencias diseminadas en la esfera social 13 y que, por lo tanto, cualquier discurso sobre la escolarización debía conectarse con la visión más general de la sociedad. Veremos, sin embargo, que Gramsci, a diferencia de Marx, conserva un componente elitista hasta el final, aunque aparece bastante más matizado en los Quaderni que en sus escritos de juventud; y que en estos últimos, sin embargo, ancla su discurso seleccionista y capacitista a una crítica ajustada de la desigualdad de puntos de partida en la sociedad capitalista.

2. Los primeros escritos: un Gramsci “meritocrático” contra la burguesía

2.1 Un elitismo antiburgués

En septiembre de 1916, en el “Avanti”, en un artículo titulado La scuola all’officina, Gramsci criticó una iniciativa del ministro Ruffini de destinar a los estudiantes a las fábricas con fines bélicos. La escuela y el trabajo no podían superponerse sin perder la seriedad de una y otro. La escuela debía pertenecer a los que tenían aptitudes y no a “los intrusos” y a “los futuros desplazados”: no debía ser un “privilegio de los que pueden gastar” 14. Aquí cabe destacar, por un lado, la crítica democrática a la dispersión de talentos provocada por la estrecha base social del bachillerato y, por otro, la idea de que sólo debían asistir a él quienes tuvieran aptitudes, bajo la bandera de una idea de la escuela como actividad seria y exigente. No se trataba, sin embargo, de una polémica aristocrática -aunque mezclada con humor “salveminiano” y vinculada a la tradición liberal-moderada: véase la mención de los “desplazados”-, sino de una crítica a la burguesía parasitaria. El Gramsci de esta fase veía en el movimiento obrero una forja selectiva de nuevas jerarquías capacitarias, en una visión de la regeneración cultivada también por el soreliano Croce y que parecía igualmente tributaria de toda una vertiente liberal “productivista”, consagrada a la promoción de una humanidad “útil”. Al mismo tiempo, ya se vislumbraba la necesidad de unir el trabajo intelectual y el manual -posición que también sería consolidada por él debido a la influencia leninista- y el hecho de que uno no debía considerarse superior al otro, como era el caso de Croce y Gentile, que reflejaban los valores generalizados de la clase dominante.

En esta altura cronológica, Gramsci compartía con los liberales la polémica antiproteccionista, vinculada a la Italia meridional y una vena modernizadora y antifeudal típica de los intelectuales progresistas italianos de la época 15. El mes anterior comentaba con aprobación 16 , también dictada por los componentes antinacionalistas ligados al antiproteccionismo, un artículo de Einaudi sobre la “Riforma Sociale”, en el que el economista, entre otras cosas, subrayaba cómo la “fortuna de los mejores” no podía depender de los favores gubernamentales, sino de su “inteligencia, habilidad, destreza, técnica, audacia comercial o especulativa ” 17. Un par de años más tarde argumentaría cómo, en un contexto pluralista, el movimiento obrero jugaría la partida de la hegemonía con la Iglesia en la competencia, en una escuela que tendía a emanciparse del Estado 18. Y ya en el artículo que comentamos anteriormente, afirmando que el ministro Ruffini había tomado la idea del sistema escuela-trabajo de Inglaterra, señalaba que en aquel país la contaminación habría hecho menos daño, ya que la escuela no era financiada por el Estado y el valor legal del título no estaba en vigor: “los empleos y los cargos sólo se dan a los que realmente saben y no a los que llevan cierto tiempo en las superintendencias ” 19.

Una postura, por tanto, impregnada una vez más de la polémica de Salvaremini contra la empleomanía 20, impregnada de vetas liberalistas 21 y contra la proliferación de escuelas técnicas y clásicas 22. En un artículo de unos meses antes, Gramsci despotricaba contra la “atrasada y misógina burguesía latina” (con reconocimiento implícito de la burguesía atlántica) que, sin darse cuenta de que en lugar de “administrar” y “distribuir” había que producir, había convertido las escuelas técnicas en fraguas de clericales, en detrimento de la formación profesional para el trabajo. Era necesario suprimir las universidades -escribía Gramsci con ferocidad liberalista- “tumores purulentos” improductivos y reequilibrar el gasto entre la enseñanza media y la profesional, rehabilitando el trabajo manual respecto al intelectual en términos de dignidad:

“Competencia leal de aptitudes, competencia por una mayor explotación de las fuerzas naturales, de los productos del ingenio, de modo que todo lo que sirva para intensificar, para mejorar la producción sea de íntimo interés para el socialismo y el proletariado […] disponga de todos los medios necesarios para su propia elevación interior, para la valorización de sus propias buenas cualidades” 23.

En definitiva, se trata de un Gramsci claramente influido -repetimos- por la cultura liberalista y productivista, encarnada por Pareto y Einaudi y el darwinismo positivista, teñida incluso de posiciones de Ferrero sobre la decadencia de las razas latinas. Sin embargo, el joven socialista orientó estas polémicas en una dirección democrático-clasista, denunciando que los hijos de la burguesía no siempre merecían el curso de estudios que se les aseguraba. Las Navidades siguientes, de nuevo en ‘Avanti’, Gramsci se pronunció enérgicamente contra la naturaleza de clase de la escuela italiana, en el artículo ¿Uomini o macchine?:

“La escuela en Italia ha seguido siendo un organismo puramente burgués, en el peor sentido de la palabra. A la escuela media y superior, que es estatal, es decir, que se paga con los ingresos generales y, por tanto, también con los impuestos directos que paga el proletariado, sólo pueden asistir los jóvenes hijos de la burguesía, que gozan de la independencia económica necesaria para la tranquilidad de sus estudios. Un proletario, aunque sea inteligente, aunque posea todos los números necesarios para llegar a ser un hombre de cultura, se ve obligado a malgastar sus cualidades en otras actividades, o a convertirse en un refractario, en un autodidacta, es decir (con las debidas excepciones) en un hombre a medias, un hombre que no puede dar todo lo que podría, si se hubiera completado y fortalecido en la disciplina de la escuela” 24.

La conclusión era que la escuela y la cultura constituían un “privilegio”:

“Y no queremos que sea tal. Todos los jóvenes deben ser iguales ante la cultura. El Estado no debería pagar con el dinero de todos la escolarización de los mediocres y deficientes, los hijos de los ricos, mientras excluye a los inteligentes y capaces, los hijos del proletariado. La enseñanza media y superior debe ser sólo para quienes puedan demostrar que son dignos de ella. Si es de interés general que exista, y tal vez esté apoyada y regulada por el Estado, también es de interés general que todas las personas inteligentes, sea cual sea su potencial económico, tengan acceso a ella. El sacrificio de la comunidad sólo se justifica cuando beneficia a quienes lo merecen. El sacrificio de la comunidad, por tanto, debe servir especialmente para dar a los meritorios esa independencia económica necesaria para poder dedicar su tiempo al estudio y para poder estudiar en serio” 25.

El tema del “mérito” está, pues, inmediatamente presente en las reflexiones de Gramsci. El propio Gramsci había sido de los pocos que sólo tras grandes sacrificios y retrasos había conseguido llegar al bachillerato y, gracias a una beca, a la universidad, que no completó por motivos económicos. Por tanto, el problema no sólo le afectaba interiormente, sino también en su propio físico, agotado por los cansados periodos de estudio y trabajo, por la abstinencia de comidas y por el frío de Turín, del que no podía defenderse al no poder comprar la ropa gruesa necesaria. Desde este punto de vista, tiene cierta relevancia una de sus redacciones escolares, escrita en quinto curso, en 1903, en la que -teñida del autoayuda imperante en los libros escolares de la época- se imagina escribiendo una carta a un amigo que no quiere seguir estudiando a pesar de tener la oportunidad, recordándole el valor emancipador del estudio 26. También es útil leer una redacción de bachillerato de 1910 sobre los oprimidos y los opresores, en la que escribe:

“La Revolución Francesa ha demolido muchos privilegios, ha levantado a muchos oprimidos; pero sólo ha sustituido una clase por otra en la dominación […] Ha dejado, sin embargo, una gran lección: que los privilegios y las diferencias sociales, siendo un producto de la sociedad y no de la naturaleza, pueden ser superados ” 27.

El tema radical-democrático de la lucha contra los privilegios se declina así en un contexto de clase -como ya se ha dicho- con la perspectiva de una mayor desnaturalización de las diferencias sociales.

Pero volviendo a ¿Hombres o máquinas?, vemos que en él también comienza a surgir otra cuestión que luego sería retomada en los Quaderni, a saber, la del “hombre completo”, tema de matriz renacentista, pero que también debe ser referido a la unilateralidad del hombre marxiano: un tipo de humanidad, es decir, negada al trabajador. El proletariado está excluido de las “escuelas medias y superiores de cultura”, mientras que las escuelas técnicas, forjas de oficinistas pequeñoburgueses, son de difícil acceso debido a las tasas sobrevaloradas. Quedan las escuelas profesionales, que, sin embargo, se caracterizan por un horizonte cultural demasiado estrecho. En cambio, a los trabajadores les convendría asistir a una escuela desinteresada, para convertirse en sujetos capaces de ejercer su libertad: “incluso los hijos del proletariado deben tener ante sí todas las posibilidades, todos los campos libres para poder realizar su individualidad de la mejor manera y, por tanto, de la manera más productiva para ellos y para la comunidad ” 28.

Gramsci tiende aquí a mirar más allá del horizonte antagonista, con vistas a la elevación general de la propia sociedad burguesa, reivindicando no sólo la necesidad de que el proletariado luche como clase, sino también que reivindique derechos “universales”. Para nuestro discurso aquí debemos detenernos al menos en tres puntos. La escuela profesional es vista como desviada de su destino popular y, por tanto, democrático, hacia una reivindicación subrogada pequeñoburguesa de la escuela de gramática y presagio de exceso de empleados, de acuerdo con la propia visión de Salvemini. Hay también resonancias de Gentile, que reivindicaba igualmente la necesidad de combinar la enseñanza profesional con una mirada general a los fundamentos humanísticos 29. Más tarde, a este respecto, Gramsci, también influido por Lenin y Krupskaja 30 , llegaría a la conclusión de que la prematura diferenciación profesional de la escuela conduciría a resultados antidemocráticos. Pero ya en este artículo revela (este es el segundo punto) detrás de la enseñanza profesional un dispositivo de sometimiento para las clases trabajadoras, al privarlas de la amplitud de la cultura desinteresada en beneficio de un saber subordinado al trabajo, mientras que en la época incluso muchos socialistas tendían a proponer la escuela profesional como propia del proletariado 31: Téngase en cuenta que incluso en uno de los temas recientemente redescubiertos de la escuela superior, Gramsci aparece impregnado del antiutilitarismo de las vanguardias del Art Nouveau, encaminado a reivindicar el derecho a una belleza de la “vida común” que evite la barbarización del pueblo 32. En este sentido debe entenderse también su polémica contra las universidades populares, que no pretendían “contribuir a la elevación espiritual de la multitud mediante la enseñanza”, sino que suponían un estudio “pasivo”, incapaz de reavivar activamente las diversas formas de conocimiento en los estudiantes 33. Gramsci se cuenta entre los defensores del latín, a menudo los más conservadores en el debate nacional, precisamente por subrayar los efectos beneficiosos del estudio de las lenguas clásicas en la formación del carácter y la capacidad de los sujetos para articular el pensamiento histórico 34. Estos temas volverían con fuerza en los años de su encarcelamiento -aunque con la idea de que para entonces otras disciplinas más afines a la contemporaneidad también podrían cumplir esta tarea-, tras haber sido temporalmente aparcadas por él en los años influidos por la proletkult y condicionados por el esfuerzo de pensar una paideia que implementara la nueva sociedad industrial y sus necesidades 35. Si, de hecho, en ¿Hombres o máquinas? Gramsci afirmaba que el proletariado “necesitaba una escuela desinteresada”, en abril de 1925 en ‘Ordine nuovo’ afirmaba que “ni un estudio objetivo ni una cultura desinteresada pueden tener lugar en nuestras filas ” 36. En definitiva, parece una palinodia, aunque transitoria, aunque hay que tener en cuenta que aquí el dirigente comunista se refería a la “escuela del partido” y en un momento histórico en el que el movimiento obrero estaba a punto de ser definitivamente asfixiado por el talón de hierro de la dictadura. En la segunda introducción a las octavillas de la escuela por correspondencia, el esfuerzo es oponer el tipo humano de los ‘vástagos’ de la burguesía forjado por la escuela de clase a una experiencia educativa autónoma y diferente. Es interesante que Gramsci hable ya aquí del “sistema taylorista de educación”, destinado a retomar los estímulos bolcheviques pero manteniendo la experiencia intelectual de las masas, soreliana y antiburocrática, muy próxima a la de las masas, aunque en la perspectiva de una selección de cuadros resultante de una sólida organización 37.

Tercer punto: Gramsci escribe que la colectividad se subyuga voluntariamente para sacar de su seno a los “mejores hombres” que -evolutivamente- lleven adelante a toda la sociedad. Los propios soviets debían ser la solución a la crisis del parlamentarismo liberal, incapaz por entonces de seleccionar a los “mejores hombres ” 38. En 1920, por ejemplo, criticó las tendencias “populacheras” y “populares” de los anarquistas, contraponiéndolas a la “enérgica acción organizativa de los mejores y más conscientes elementos de la clase obrera”. “Los socialistas”, continuaba, “se esfuerzan por todos los medios en preparar, a través de estos elementos de vanguardia, a las masas más amplias para conquistar la libertad y el poder capaz de garantizar esta misma libertad 39. En otras palabras, la “democracia” debía aspirar a convertirse en una “aristocracia” en la que “la libertad de cada individuo coincida con su elevación a la conciencia y a la autonomía”. Este vitalismo “crítico” proyectaba el individualismo y la competencia liberal del mercado al plano del conflicto de clase y colectivo, que en el célebre ensayo en el que contraponía el fútbol a la petanca 42 , se consideraba un estadio más evolucionado de la convivencia en la medida en que estaba regulado por sentimientos de confianza mutua en una ley común. La misma tradición de autoayuda, dedicada históricamente a justificar meritocráticamente desde abajo el éxito de unos pocos y a neutralizar el conflicto social, se había convertido para Gramsci en un paradigma que debía ser redeclarado en clave colectiva como instrumento de emancipación de los privilegios consolidados de una sociedad todavía feudal y proteccionista 43. En la Unión Soviética, Gramsci escribió en la misma época:

“El problema era suscitar una jerarquía, pero abierta, que no pudiera cristalizar en un orden de castas y clases. De la masa, del número, había que llegar al uno, para que hubiera una unidad social, para que la autoridad fuera sólo autoridad espiritual” 44.

Y de nuevo, en los mismos meses, Gramsci volvió a hablar del mercado como dispositivo virtuosamente selectivo de las competencias, con el fin de explicar el atraso cultural y político del país, todavía atrasado en términos de capitalismo: pero esto para denunciar precisamente el “culto a la competencia” (entonces planteado por los nacionalistas), es decir, la idea de poder formar gobiernos con excelencias empresariales expertas en diversos sectores. Tal visión -explicaba Gramsci- no tenía en cuenta ni el hecho de que los empresarios antepondrían siempre el interés privado al público ni que, de este modo, no se reconocía la libre competencia en el terreno político, respondiendo a una alergia tecnocrática a los partidos ” 45. Como ha escrito Luca Michelini, respecto a la diferencia con las posiciones meritocráticas de Prezzolini que reivindicaban los mismos puntos de partida para diferentes puntos de llegada, para Gramsci los puntos de partida también eran desiguales debido a la relación desequilibrada entre capital y trabajo y, como hemos visto, para él el problema no eran los retrasos provocados por la asfixia del mercado por la política sino los ligados a las relaciones sociales desequilibradas 46. En definitiva, se mantiene una lectura elitista y liberalista de la sociedad, aunque injertándola en un marco democrático y en un análisis de clase: la selección debe hacerse implicando a toda la base social: no para “premiar” a los mejores, sino para que puedan dirigir y servir a los demás. En los años de los Quaderni, esta visión sería absorbida por una perspectiva más colectivista, fruto del baño leninista de finales de los años veinte y de las reflexiones sobre el fordismo y la transición hacia un nuevo Estado.

2.2. Hacia el nuevo Estado

Cabe señalar aquí una similitud entre ciertas indicaciones gramscianas y las de Pierre Bourdieu, a pesar de la diferencia de sus marcos categoriales. Ya se han escrito páginas interesantes sobre la comparación entre ambos estudiosos 47, pero sin centrarse demasiado en el tema de la escuela como agencia de reproducción social. En un artículo publicado en ‘Avanti‘ en 1919 (¿Es la escuela una institución seria?) 48 Gramsci reitera enérgicamente que la escuela es una institución seria, denunciando el espíritu de los jóvenes estudiantes manifestantes imbuidos de futurismo, que pedían a los trabajadores que se unieran a ellos en la lucha contra la vieja y aburrida escuela, culpable no de poner en las aulas a jóvenes guapos y bailarines, sino a hombres afligidos por los problemas de la humanidad común. Como ya había hecho Bourdieu en Los delfines en vísperas de 1968, señalando cómo los hijos de las clases más pobres invertían muchas esperanzas en la enseñanza superior sin tener, sin embargo, como los alumnos de extracción burguesa, un bagaje que supliera sus carencias 49, así Gramsci recuerda cómo la escuela era pagada por la comunidad y no debía, por tanto, beneficiar sólo a quienes replicaban los privilegios de su origen. “La seriedad de la enseñanza”, escribe, “querría que se restableciera la disciplina de los estudios para que la institución de la escuela devolviera algo a la sociedad y el dinero, laboriosamente sudado por los trabajadores, no fuera completamente malgastado”. La denuncia se dirige, pues, contra una bohemia estudiantil a menudo compuesta por sujetos de extracción burguesa que no “merecen” utilizar el servicio público: un servicio financiado principalmente por el trabajo explotado del proletariado, pero luego organizado casi exclusivamente en beneficio de las clases acomodadas50. Así pues, los socialistas deberían haber defendido a los profesores de la presión familiar, promoviendo la seriedad de la enseñanza y la disciplina de los estudios frente al vanguardismo estéril de los estudiantes movidos por el deseo de épater le bourgeois. Pensemos en la revuelta de Giovanni Papini contra la escuela 51.

Gramsci también era consciente de la necesidad de que las masas populares se formaran culturalmente de manera autónoma: de ahí su activismo en la organización de actos de formación colaterales al partido, en el periodo de la ocupación de las fábricas y luego en la experiencia del exilio. En Prima liberi (“Avanti“, 1918), además, consideraba que estos esfuerzos tenían como objetivo escapar del “despotismo de los intelectuales de carrera y de la competencia por derecho divino ” 52. Eran años, éstos, en los que la autonomía del proletariado parecía producir un éxodo del Estado burgués que por entonces absorbía (y en cierta medida, como ya se ha dicho, sublimaba, proyectándola sobre el colectivo) toda reminiscencia liberal-radical del discurso de Gramsci: atento ahora al ejemplo de Gorki y de los proletarios rusos 53. De nuevo en 1919 Gramsci se expresa sobre la fase ascendente del movimiento obrero, con una mezcla de elitismo y bergsonismo, como un gigantesco colador de las mejores energías capaces de “dominar el mundo ” 54. Pero la influencia de la Revolución rusa, de Lenin, de la ocupación de las fábricas, pronto le empujaron -se dijo incluso antes- a diluir progresivamente los aspectos elitistas de su formación, valorando cada vez más la dimensión colectiva y la visión marxiana del hombre omnilateral por encima de las preocupaciones selectivas. En un artículo publicado en el “Ordine nuovo” en enero de 1920, escribía: “No hay razón para que un obrero sea incapaz de llegar a disfrutar más de una canción de Leopardi que de una chitarrata de, digamos, Felice Cavallotti u otro poeta ‘popular’, de una sinfonía de Beethoven que de una canción de Piedigrotta ” 55.

Y en julio siguiente, de nuevo en el “Ordine nuovo“:

“Y así nuestros grupos, demasiado diferentes de una asociación política, tendrán en su seno una capacidad más modesta pero nueva, la de ser, en una época en la que todo vínculo desinteresado parece disolverse y desaparecer, pequeños centros en torno a los cuales se reúnen jóvenes, personas que todavía saben lo que es el desinterés, que todavía valoran lo que no da ninguna recompensa, ni un salario ni un cargo” 56.

El componente selectivo de la herencia liberalista se difuminaba así en una visión de crecimiento colectivo que, incluso en su aliento productivo, diluía los componentes utilitario-individualistas. No obstante, el enfoque meritocrático permaneció en el campo, aunque firmemente incrustado en la visión de la lucha de clases. Criticando a los socialistas inclinados a aceptar una escuela meramente profesional para los trabajadores, Gramsci argumentaba el 10 de abril de 1922 en “Ordine nuovo”:

“Del mismo modo que en el taller el obrero se somete continuamente a exámenes que lo hacen progresar o lo rechazan si pierde sus habilidades, los comunistas tienden a aplicar este concepto a todas las formas de vida tanto manuales como intelectuales”.

3. Los Cuadernos: más allá de la meritocracia

3.1 La escuela única

Al comienzo del Cuaderno 8, 57, retomando su plan de trabajo, Gramsci inserta también La escuela y la educación nacional y La escuela única y lo que significa para toda la organización de la cultura nacional. Y luego La escuela de los intelectuales. Es evidente, pues, que el líder comunista apoyaba firmemente la idea de la escuela única, que había sido objeto de debate en Italia desde la propuesta de la comisión Boselli en 1905, 58, antes de ser barrida por la reforma de Gentile, que siempre, al unísono con Lombardo Radice (y Salvemini), se había opuesto a ella. El modelo en el que se fijó Gramsci fue también el soviético. Tanto es así que recordó algunos apuntes de Lenin sobre la escuela única (que en realidad son de Krupskaja 59) dentro de una línea de razonamiento en la que mostraba cómo ciertas instancias de igualdad, libertad y fraternidad, que aún debían considerarse utópicas en la época de la Revolución Francesa, en la medida en que estaban sujetas a contradicciones sociohistóricas, se convertían en políticas en una sociedad que, superando esas contradicciones, avanzaba hacia el reino de la libertad 60. El propio Rodolfo Mondolfo reconoció el acierto de Lenin al pensar que todo trabajador debía respirar el aire de la cultura desinteresada 61. Una escuela única, por tanto, que no dividiera a los sujetos según capacidades determinadas por la extracción social, reproduciendo su clasificación original. La escuela única, en otras palabras, en la que pensó el propio Michael Young cuando escribió The Rise of Meritocracy, con la mirada puesta tanto en los Estados Unidos de la época como, precisamente, en la Unión Soviética, y que poco después se implantaría en Inglaterra con la reforma de 1964 paralela a la italiana, que, sin embargo, se detuvo en la enseñanza secundaria. Antes hablábamos de una analogía entre Gramsci y Bourdieu: ¿pero no elaboraba Bourdieu su crítica a la escuela de clase pensando en un contexto en el que se había establecido la escuela única? Y para el caso, Gaetano Salvemini también sostenía que si se colocara a todos los alumnos en una escuela única, las diferencias de clase se reproducirían inmediatamente 62. Pero la solución de Molfettano -a diferencia de la de Bourdieu- era la de los itinerarios diferenciados que podían orientar mejor a los hijos de las clases populares hacia objetivos profesionales 63. En cambio, para Gramsci, la escuela única no se veía tanto como una puerta de entrada a la democratización de la propia sociedad, sino como una parte integrante de la sociedad como resultado del propio proceso de democratización. Es decir, una sociedad en la que la mayoría de los sujetos no irían a la escuela en condiciones de fuerte subalternidad. En el Cuaderno 12, reelaborando las reflexiones del Cuaderno 4, Gramsci escribió:

“Hoy se tiende a suprimir todo tipo de escuela “desinteresada” (no interesada inmediatamente) y “formativa”, o a dejar sólo un reducido espécimen para una pequeña élite de señores y señoras que no tienen que pensar en prepararse un futuro profesional, y a difundir cada vez más escuelas profesionales especializadas en las que el destino y la actividad futura del alumno están predeterminados. La crisis tendrá una solución que racionalmente debería seguir esta línea: una única escuela inicial de cultura general, humanística, formativa, que equilibre acertadamente el desarrollo de la capacidad de trabajo manual (técnico, industrial) y el desarrollo de la capacidad de trabajo intelectual. De este tipo de escuela única, a través de repetidas experiencias de orientación profesional, se pasaría a una de las escuelas especializadas o al trabajo productivo” 64.

Pero Gramsci profundizó aún más en este programa. Imaginó, de hecho, una escuela única con un bachillerato de dos años y no de tres y con una escolaridad obligatoria que variaba en función de las necesidades productivas. Sin embargo, la eficacia debía ser la del bachillerato clásico coetáneo, ya que el curso sería más intenso.

En otras palabras, preveía una vida de internado que habría supuesto una inversión pública considerable en términos de edificios, servicios y contratación, dada la necesidad de reducir la proporción de alumnos por profesor. Todo ello habría transformado “de arriba abajo el presupuesto del departamento de educación nacional, estirándolo hasta un extremo sin precedentes y complicándolo”. Por lo tanto”, continuaba, “inicialmente el nuevo tipo de escuela debe y no puede ser sino de pequeños grupos, de jóvenes elegidos por concurso o indicados bajo su responsabilidad por instituciones adecuadas ” 65. En el primer borrador del Cuaderno 4 el término era “instituciones privadas adecuadas ” 66: según Mario Alighiero Manacorda el adjetivo “privadas” era un préstamo hegeliano y el modelo el soviético, con “colegios inicialmente elitistas […] y con la “recomendación social” de los jóvenes a las universidades por parte de organizaciones juveniles, sindicales y políticas ” 67. También en esta página gramsciana emerge la idea de una sociedad que, una vez desembarcada en el reino de la libertad, sigue sin embargo funcionando como una máquina de selección de capacidades con fines productivos, apartándose en cierto modo de la utopía marxiana de un mundo liberado de los imperativos de la necesidad y entregado a la omnilateralidad. Y, sin embargo, aquí Gramsci dice: “inicialmente”: es decir, está pensando en una fase transitoria, un poco como Marx, que en la Crítica del Programa de Gotha habla de “inconvenientes” pasajeros que implican el mantenimiento del valor de cambio 68: llegará un momento, es decir, en que para Gramsci la formación adecuada pueda extenderse más allá de los “grupos restringidos”: de hecho, es interesante que en la primera versión del Cuaderno 4 hable de una “élite”, término sustituido más tarde, quizá precisamente para evitar resonancias demasiado aristocráticas 69. En un primer momento, por tanto, la evolución democrática se concretaría en el hecho de que los “grupos selectos” serían seleccionados de entre toda la base social, neta (hay que imaginarlo) de la herencia de privilegios pasados, mientras que progresivamente la educación de calidad se convertiría en patrimonio de todos. La fase de transición, además, reforzaría una tendencia ya en marcha en las sociedades más desarrolladas (respecto a la cual Gramsci veía a Italia rezagada), pero resolviendo las criticidades propias de una sociedad capitalista: observó, de hecho, cómo en ella la educación de masas, destinada a “crear la base más amplia posible para la selección y elaboración de las más altas cualificaciones intelectuales”, aumentaba también la tasa de desempleo 70.

Las escuelas primarias de la sociedad futura habrían sido “dogmáticas”, destinadas a inocular el nuevo conformismo, pero con el objetivo de desarrollar gradualmente -superando la visión mágica del mundo, el folclore y sus vetas localistas e individualistas 71- la conciencia crítica y la autonomía de pensamiento: un conformismo, en definitiva, casi oximorónicamente, a una visión crítica de la vida. Las academias deberían haber sido repensadas como lugares de aprendizaje permanente para individuos que, tras el bachillerato, no pasan a la universidad sino directamente a la vida laboral, tras una adecuada orientación profesional en la escuela. Gramsci imaginó una red de academias controladas por el centro que, enlazando éste con las periferias, construiría:

“un mecanismo de selección y promoción de las capacidades individuales de las masas populares, hoy sacrificadas y perdidas en errores e intentos sin salida. Cada club local debería contar necesariamente con la sección de moral y ciencias políticas y organizar gradualmente las demás secciones especiales para discutir los aspectos técnicos de los problemas industriales, agrarios, fabriles, agrícolas, burocráticos, etc. Los congresos periódicos de grado variable introducirán los más capaces” 72.

Es interesante que en la reescritura de 1932, 73, Gramsci hable de “centralización” y no de “jerarquía” -como en la primera versión 74 – entre centro y periferia. Además, como ya se ha mencionado, ya no puede decirse que la posición de Gramsci sea propiamente meritocrática, puesto que la selección capacitaria se concibe en el seno de una sociedad que ha superado las contradicciones de clase y, por tanto, ya no vincula la valorización de una capacidad a un privilegio 75. Como observó Angelo Broccoli, la crítica de Gramsci a la escuela gentilicia no podía situarse en el marco de un “reformismo educativo”, más allá de la reivindicación (precisamente, “meritocrática”) de la “igualdad de oportunidades ” 76. Se trataba, sin embargo, de una visión que, aunque antieconómica en su rechazo a la identificación entre educación y trabajo, creía que tras la fase de estudio desinteresado debía tomar el relevo un momento de elección profesional guiada por la sociedad y sus necesidades productivas, en una visión tributaria de su formación neoidealista e industrialista-capitalista, pero que también tenía firmes anclajes en la cultura socialista anterior, piénsese, por ejemplo, en el propio Rodolfo Mondolfo,77. Una clara égida neoidealista (un neoidealismo, sin embargo, que no debe verse como espejo de una cultura feudal, sino, por el contrario, como pensamiento moderno-demasiado-moderno) puede detectarse en la página en la que Gramsci -haciéndose eco de algunos acentos de Bertrando Spaventa y Gentile- habla del trabajo como núcleo del principio educativo inmanente al en el que el orden social y estatal se “introduce e identifica en el orden natural” y así se levanta el velo mágico de la cultura tradicional ante los ojos de los niños. Incluso en el tema del estudiante de Gramsci Oprimidos y opresores, si por un lado invocaba de forma leopardista (y anticolonialista y antiimperialista) una lucha contra la naturaleza y no entre los hombres 78; por otro lado subrayaba cómo se trataba de “hacerla cada vez más útil a las necesidades de los propios hombres”. En una carta a Giulia de marzo de 1936, hablaba de la “formación de una generación que sepa construir su vida y la vida colectiva de manera sobria, con la máxima economía de esfuerzo y el máximo rendimiento ” 79. Sin embargo, como dijimos antes, identificar casi “ontológicamente” la escuela primaria con la absorción de la filosofía de la praxis en el trabajo no significaba aplastar la educación sobre el trabajo en sí y la producción, manteniendo fuerte el vínculo con esa dimensión, ni tampoco olvidar que la diferencia de papeles en el trabajo no debía conducir a una brecha en la “ciudadanía”:

“En la escuela actual, debido a la profunda crisis de la tradición cultural y de la concepción de la vida y del hombre, se está produciendo un proceso de degeneración progresiva: la escuela profesional, es decir, preocupada por satisfacer intereses prácticos inmediatos, está tomando el relevo de la escuela formativa inmediatamente desinteresada. Lo más paradójico es que este nuevo tipo de escuela aparece y se predica como democrática, cuando en realidad no sólo está destinada a perpetuar las diferencias sociales, sino a cristalizarlas en formas chinescas. La escuela tradicional era oligárquica porque estaba destinada a la nueva generación de grupos dirigentes, destinados a su vez a convertirse en líderes: pero no era oligárquica por la forma de su enseñanza. No es la adquisición de habilidades de liderazgo, no es la tendencia a formar hombres superiores lo que da la impronta social a un tipo de escuela. La impronta social viene dada por el hecho de que cada grupo social tiene su propio tipo de escuela, destinada a perpetuar en esos estratos una determinada función tradicional, directiva o instrumental” 80.

Para romper este esquema, por tanto, era necesario “no multiplicar y graduar los tipos de escuela profesional”, sino crear una única escuela “elemental-media” que preparase a los sujetos por igual para la elección profesional. Mientras tanto, había que formarlos como personas capaces de pensar, estudiar, dirigir o controlar. Y concluía:

“La multiplicación de los tipos de escuela profesional tiende, pues, a eternizar las diferencias tradicionales, pero como, en estas diferencias, tiende a dar lugar a estratificaciones internas, aquí da la impresión de su tendencia democrática. Obrero y obrero cualificado, por ejemplo; agricultor y agrimensor o pequeño agrónomo, etc. Pero la tendencia democrática, intrínsecamente, no puede significar sólo que un obrero se convierta en un trabajador cualificado, sino que todo “ciudadano” puede llegar a ser un “gobernante” y que la sociedad le coloca, aunque sea “abstractamente”, en las condiciones generales de poder llegar a serlo; la democracia política tiende a hacer coincidir gobernantes y gobernados (en el sentido de gobierno con el consentimiento de los gobernados), asegurando que todo gobernado aprenda gratuitamente las habilidades técnicas generales y la preparación necesarias para ello. Pero el tipo de escuela que se desarrolla como escuela para el pueblo ya ni siquiera tiende a mantener la ilusión, puesto que se organiza cada vez más de forma que restringe la base de la clase gobernante técnicamente preparada, en un entorno político social que restringe aún más la “iniciativa privada” en el sentido de dotar de esta capacidad y preparación técnico-política, de forma que en realidad volvemos a las divisiones de “órdenes” legalmente fijadas y cristalizadas en lugar de a la superación de las divisiones en grupos: la multiplicación de escuelas profesionales cada vez más especializadas desde el principio de la carrera es una de las manifestaciones más conspicuas de esta tendencia” 81.

Aquí Gramsci, además de denunciar los efectos de la reforma gentileana, también planteó dudas sobre ciertos desarrollos de la escuela soviética: en unas cartas a su cuñada y a su mujer, en diciembre de 1931, especulaba con la posibilidad de que el “método de laboratorio en equipo” pudiera encauzar el desarrollo de los sujetos hacia determinadas vocaciones profesionales antes de que éstas se hubieran desarrollado 82. Manacorda ya había señalado cómo, en este sentido, las perplejidades de Gramsci debían verse a la luz del legado marxiano y leninista del hombre omnilateral 83; aunque más que y además de la crítica al himnatismo, de la que escribía el pedagogo romano, lo que aquí emerge es la preocupación por una elección demasiado precoz de los caminos que no tiene en cuenta las inclinaciones más profundas. Las experiencias autobiográficas desempeñaron sin duda un papel importante: las personales, pero también, por ejemplo, la preocupación por su sobrina Mea, que había tenido que recaer en la escuela profesional a pesar de haber aprobado brillantemente los exámenes para acceder a la enseñanza secundaria 84. Y luego las de sus hijos Giuliano y Delio, que, en su opinión, debían ser educados -escribía a su esposa Giulia- “en una mezcla armoniosa de todas las facultades intelectuales y prácticas, que se especializarán a su tiempo”: el ingeniero americano, el filósofo alemán, el político francés, sintetizados por el “tipo moderno de Leonardo da Vinci que se convirtió en hombre-masa u hombre colectivo manteniendo su fuerte personalidad ” 85.

Así, por un lado, las necesidades de la sociedad exigen mecanismos de selección e identificación de capacidades, pero dentro de una sociedad en la que directivos y líderes tienden a coincidir en la medida en que los segundos tienen la posibilidad de engrosar las filas de los primeros y, en todo caso, disponen de las herramientas para controlarlos. Gramsci señala cómo en Estados Unidos el problema de una selección profesional que asigna tareas ingratas a determinados sujetos se resuelve con salarios elevados que compensan las posibles insatisfacciones, respondiendo a necesidades que no son meramente de reinserción muscular como ocurre en otros contextos 86. Pero es evidente que en una sociedad con el autogobierno del trabajo, al que se refiere Gramsci, el encuentro entre vocación personal y selección de competencias podría imaginarse más fácilmente. En tal sociedad, la escuela única -institución pivote para la soldadura del bloque histórico- habría correspondido a las necesidades de cultura científica de las “masas nacional-populares, reuniendo teoría y práctica, trabajo intelectual e industrial ” 87.

En ese contexto de desarrollo de las fuerzas productivas, la escuela ya no elevaría el nivel de las masas funcionalmente a los intereses de las clases dominantes 88. También se piensa que la nueva escuela estaría firmemente en manos centralizadas de un nuevo Estado, invirtiendo la visión liberalista cultivada en su juventud. En efecto, Gramsci escribió en el título de un libro sobre la enseñanza pública en el reino de Nápoles: “la escuela pública florece, mientras que la actividad del Estado decae: se constituye así un estrato de intelectuales, claramente separado de las clases populares y en oposición al Estado” 89 . Y en el Cuaderno 14 escribió con letra clara que en una sociedad moderna servicios como la escuela tenían que ser públicos 90. “La escuela unitaria -escribía Gramsci- exige que el Estado pueda asumir los gastos que hoy soporta la familia para el mantenimiento de los escolares ” 91. En el Cuaderno 16 reelaboró una página del Cuaderno 4, denunciando cómo, con el Concordato, el Estado laico corría el riesgo de proporcionar un campo libre a la Iglesia entre las clases trabajadoras. De hecho, la Iglesia habría dominado las escuelas elementales y medias y habría introducido a los sujetos de las clases populares en las universidades católicas, a través de un canal continuo con las escuelas católicas, mientras que en las universidades públicas se habría vedado el paso a las clases subalternas. Pero en otros sentidos esta reflexión dio a Gramsci la oportunidad de argumentar que la Iglesia era de hecho mucho más democrática que el Estado laico, seleccionando aptitudes incluso entre las masas populares y promoviendo la movilidad social:

“Si el Estado (también en el sentido más amplio de sociedad civil) no se expresa en una organización cultural según un plan centralizado y ni siquiera puede hacerlo, porque su legislación en materia religiosa es la que es, y su equivocidad no puede sino ser favorable a la Iglesia, dada la estructura masiva de esta última y el peso relativo y absoluto que expresa una estructura tan homogénea, y si se equiparan los títulos de los dos tipos de universidad, es evidente que se formará la tendencia a que las universidades católicas sean el mecanismo selectivo para que los elementos más inteligentes y capaces de las clases bajas se introduzcan en el personal directivo” 92.

Favorecerán esta tendencia:

“el hecho de que no exista discontinuidad educativa entre la escuela secundaria y la universidad católica, mientras que tal discontinuidad existe para las universidades laicas-estatales; el hecho de que la Iglesia, en toda su estructura, ya esté equipada para este trabajo de elaboración y selección desde abajo. La Iglesia, desde este punto de vista, es un organismo perfectamente democrático (en el sentido paternalista): el hijo de un campesino o de un artesano, si es inteligente y capaz, y si es lo suficientemente dúctil como para dejarse asimilar por la estructura eclesiástica y sentir su particular espíritu de cuerpo y de conservación y la validez de los intereses presentes y futuros, puede, teóricamente, llegar a ser cardenal y papa” 93.

Para Gramsci, esta concepción de la movilidad social es intrínseca al propio concepto de democracia, como explica en el Cuaderno 8:

“Entre los muchos significados de democracia, el más realista y concreto me parece que se dibuja en relación con el concepto de hegemonía. En el sistema hegemónico, hay democracia entre el grupo dirigente y los grupos dirigidos, en la medida en que [el desarrollo de la economía y, por tanto,] la legislación [que expresa este desarrollo] favorece el paso [molecular] de los grupos dirigidos al grupo dirigente” 94.

Pero, como ha observado recientemente Massimo Baldacci, Gramsci se refiere probablemente a una democracia en el sentido burgués, caracterizada por un régimen competitivo, tanto más democrático cuanto mayor sea su capacidad de cooptación: el nuevo Estado superaría esta situación con una selección de los mejores candidatos a la dirección que ya no estaría predeterminada por mecanismos de predestinación social 95. Se mantiene, por tanto, la necesidad de seleccionar las funciones directivas, pero en una realidad social en la que se garantice a todos una adecuada formación cultural y un alto nivel de capacidad crítica. Si un gobierno se propone “organizar mejor la alta cultura y deprimir la cultura popular” -escribía Gramsci en el Cuaderno 6-, tal vez privilegiando la técnica y las ciencias naturales financiándolas paternalistamente más que en el pasado, realiza una función represiva y no expansiva. De hecho, concluía, “un sistema de gobierno es expansivo cuando facilita y promueve el desarrollo de abajo arriba, cuando eleva el nivel de la cultura nacional-popular y posibilita así una selección de ‘cumbres intelectuales’ en un área más amplia ” 96.

3.2 Reproducción social

Ya en el Cuaderno 1, 97, y en una carta a su mujer de la misma época, 98 -es decir, antes de la integración de su plan de trabajo- Gramsci aborda el problema de la educación escolar retomando aquel tema que hemos relacionado más arriba con las posiciones futuras de Bourdieu: la eficacia de la escuela, es decir, para Gramsci se juega en su capacidad de no dejar a la espontaneidad la interacción entre maestro y alumno. La escuela activa y sus premisas russovianas y pestalozzianas habían desempeñado, a su juicio, su papel positivo frente a la rigidez jesuítica y debían seguir haciéndolo (Gramsci no deja de considerar la escuela única del futuro como una escuela activa), pero también debían corregirse con un necesario momento coercitivo, sin el cual no podría acelerarse el proceso de emancipación 99. Si bien es cierto que Gramsci subrayaba cómo en la universidad se producía una cesura en la trayectoria educativa como dinámica “creativa” en la que el alumno aprende autónomamente bajo la guía “amistosa” del profesor, sobre la que también debería haberse modelado el liceo, también observaba cómo la vida académica en Italia carecía del hábito del seminario, que, por el contrario, junto con los talleres, debería haberse introducido en el propio liceo 100. En un fragmento del Cuaderno 6 Gramsci argumentaba que el hábito en los liceos y universidades de la lección-conferencia, en la creencia de que las “cosas fáciles” son fácilmente aprehendidas por los estudiantes frente a las difíciles, corría el riesgo de dejar lagunas básicas y no proporcionar herramientas metodológicas adecuadas: de ahí que fuera necesario complementar las lecciones con seminarios 101. Pero es en el Cuaderno 1 donde Gramsci profundiza en el tema:

en las universidades, el contacto entre profesores y alumnos no está organizado. El profesor enseña desde la cátedra a la masa de oyentes, es decir, pronuncia su conferencia y se va. Sólo en el período de graduación ocurre que el estudiante se acerque al profesor, le pida un tema y consejos específicos sobre el método de investigación científica. Para la mayoría de los estudiantes, los cursos no son más que una serie de conferencias, escuchadas con mayor o menor atención, en su totalidad o sólo en parte: el estudiante se basa en los folletos, en el trabajo que el propio profesor ha escrito sobre el tema o en la bibliografía que ha indicado. Existe más contacto entre profesores individuales y estudiantes individuales que quieren especializarse en una disciplina concreta: este contacto se forma, en su mayor parte, por casualidad y es de enorme importancia para la continuidad académica y la fortuna de las distintas disciplinas. Se forma, por ejemplo, por amistad religiosa, política o familiar. Un estudiante se hace asiduo de un profesor, que le encuentra en la biblioteca, le invita a casa, le recomienda libros para leer e investigaciones para intentar”.

Y continúa:

Cada profesor tiende a formar su propia ‘escuela’, tiene sus propios puntos de vista (llamados ‘teorías’) sobre ciertas partes de su ciencia, que le gustaría ver apoyados por ‘sus seguidores o discípulos’. Cada profesor quiere que de su universidad salgan jóvenes “distinguidos”, en competencia con otros, que aporten contribuciones “serias” a su ciencia. Por eso, en la misma facultad, hay competencia entre profesores de materias afines para competir por ciertos jóvenes que ya se han distinguido con una reseña o un artículo o en discusiones escolásticas (cuando las hay). El profesor guía entonces verdaderamente a su pupilo; le señala un tema, le aconseja en su desarrollo, le facilita la investigación, con sus asiduas conversaciones acelera su formación científica, le hace publicar sus primeros ensayos en revistas especializadas, le pone en contacto con otros especialistas y le releva definitivamente. Esta costumbre, salvo casos esporádicos de camorra, es beneficiosa porque complementa la función de las universidades. Debería, de ser un hecho personal, de iniciativa personal, convertirse en una función orgánica: no sé hasta qué punto, pero me parece que los seminarios de tipo alemán, representan esta función o intentan realizarla. Alrededor de ciertos profesores hay una multitud de conseguidores, que esperan alcanzar más fácilmente una cátedra universitaria. En cambio, muchos jóvenes, procedentes sobre todo de institutos de provincias, se pierden en el ambiente social universitario y en el ambiente de estudio. Los seis primeros meses del curso sirven para orientarles en el carácter específico de los estudios universitarios, y la timidez en las relaciones personales es inevitable entre profesor y discípulo. En los seminarios esto no ocurriría, o al menos no en la misma medida” 102.

Como vemos, Gramsci parece señalar -como más tarde haría Bourdieu103- cómo la forma en que estaba estructurada la universidad perjudicaba a quienes no estaban “familiarizados” con ella y quizá procedían de provincias.

Las mismas “escuelas progresistas, inspiradas en el principio de la autonomía del alumno”, que florecieron en Europa en aquella época, por ejemplo en ciertas escuelas públicas inglesas, podían correr el riesgo de yuxtaponer “snob” y “superficialmente” el trabajo intelectual y el manual, sin aportar la sinergia orgánica necesaria para hacer líderes a las clases populares 104. E incluso ciertas concepciones libertarias del estudio en la escuela media extendían a ella el método de las universidades italianas, en las que el alumno tenía la máxima libertad y a menudo ni siquiera conocía al profesor 105.

Es interesante que la crítica al espontaneísmo fuera dirigida por Gramsci tanto a las escuelas progresistas como al gentilianismo, en una especie de conjugación de dos corrientes políticamente opuestas en un mismo modelo “burgués”. Las posiciones neoidealistas de Gentile y Lombardo Radice, además, traicionaban el conservadurismo subyacente, en la medida en que el espontaneísmo acababa reproduciendo los destinos sociales individuales, sin que -como bien ha enucleado Baldacci- la acción del objeto pueda transformar verdaderamente al sujeto (la praxis se invierte y no se derroca): el sujeto opera la síntesis, sin poder convertirse en otra cosa 106. En cambio, en Gramsci es la antítesis educativa la que opera la síntesis, pero en presencia -como indicaba de nuevo Baldacci- del espíritu popular creador que constituye la premisa de la educabilidad, negada de hecho por el espontaneísmo neoidealista 107. Y no es casualidad que Gramsci subrayara el hecho de que, en comparación con la escuela de Casati, la escuela de Gentile premiaba el juicio estético o filosófico por encima del culto nocionista de las fechas, favoreciendo una espontaneidad nebulosa que reproduciría la vida privada naturalizada, dejando incapaces de evolucionar a los menos estructurados por el contexto inicial 108. En un párrafo del Cuaderno 1, que más tarde retomaría y completaría en el Cuaderno 27, sostenía que la escuela no podía ser agnóstica 109 -en este caso haciéndose eco de la posición de Gentili contra el liberalismo positivista posterior a la unificación: debía expresar su propio sistema de valores, precisamente deconstruyendo las creencias “folcloristas” que acechaban sobre todo a las clases populares. La experiencia “historicista ” 110 del latín y el griego, que, a diferencia de las matemáticas y la lógica, enfrentan a los sujetos con variaciones semánticas a lo largo del tiempo, debía ser disfrutada por todos y no por estrechas minorías 111. Más tarde señalaría que no se trataba de creer que sólo las lenguas antiguas podían desempeñar ese papel, sino que debían ser sustituidas por disciplinas y conocimientos que pudieran tener los mismos efectos formativos en el nuevo contexto sociohistórico 112.

Gramsci escribe:

“se imagina que el cerebro del niño es como un ovillo de hilo que el maestro ayuda a desenredar […] no se tiene en cuenta el hecho de que el niño, desde el momento en que comienza a “ver y tocar”, tal vez pocos días después de nacer, acumula sensaciones e imágenes que se multiplican y complejizan a medida que aprende el lenguaje”113.

Este es el reverso del punto de vista expresado por Croce en un documento en el que presentaba su propia propuesta de reforma escolar, que anticipaba las líneas de la de Gentile, en el que defendía el texto contra la acusación de antidemocratismo. Para Croce, el examen a los diez años, que dividiría el destino de las asignaturas, intervendría en un momento en el que el contexto ambiental no tendría tiempo de influir en las tendencias innatas de los niños 114. También Lombardo Radice, además, limitaba el ambiente, junto con la herencia, a la “pasividad del hombre”, pedagógicamente abierta a infinitas posibilidades 115. El propio Rodolfo Mondolfo había señalado cómo Croce, en ese proyecto, eliminaba el problema de la influencia de las condiciones sociales sobre los sujetos, argumentando que el modelo de Lunaciarski era utópico si pensaba eliminar las diferencias de aptitud y la división del trabajo, pero iba en la dirección correcta al querer sustituir el criterio de la aptitud personal por el de las condiciones económicas 116.

Y Gramsci también argumentaba:

“En cierto número de familias, sobre todo de las clases intelectuales, los niños encuentran en la vida familiar una preparación, una prolongación y una integración de la vida escolar, absorben, como se dice, del “aire” toda una cantidad de nociones y aptitudes que facilitan la carrera escolar propiamente dicha: ya conocen y desarrollan el conocimiento de la lengua literaria, es decir, los medios de expresión y de conocimiento, técnicamente superiores a los medios que posee la población escolar media de 6 a 12 años. Así, los alumnos de la ciudad, por el mero hecho de vivir en ella, ya han absorbido antes de los 6 años una cantidad de nociones y aptitudes que hacen más fácil, provechosa y rápida su trayectoria escolar”.

Pero tenemos una sorprendente anticipación bourdesiana cuando más adelante Gramsci habla precisamente de “hábito” en términos similares a los del sociólogo francés 117:

Es necesario persuadir a mucha gente de que el estudio es también una profesión, y una profesión muy fatigosa, con su propio aprendizaje especial, no sólo intelectual, sino también músculo-nervioso: es un proceso de adaptación, es un hábito adquirido a través del esfuerzo, el aburrimiento e incluso el sufrimiento. La participación de masas más amplias en la enseñanza secundaria conlleva una tendencia a ralentizar la disciplina de estudio, a exigir “facilidades”. Muchos piensan incluso que las dificultades son artificiales, porque están acostumbrados a considerar sólo el trabajo manual y el esfuerzo. La cuestión es compleja. Ciertamente, el niño de una familia tradicional de intelectuales pasa más fácilmente el proceso de adaptación psicofísica; al entrar por primera vez en el aula, tiene varias ventajas sobre sus compañeros, posee una orientación ya adquirida por los hábitos familiares: concentra más fácilmente su atención, porque tiene el hábito del porte físico, etc. Del mismo modo, el hijo de un obrero de ciudad sufre menos al entrar en la fábrica que un niño campesino o un joven agricultor ya desarrollado para la vida rural. También es importante la dieta, etc. 118.

Obviamente entre las prendas discriminatorias la lingüística desempeñaba un papel fundamental, dada también la particular historia de la construcción de la nación italiana. A este respecto es interesante una carta de enero de 1936 a su hijo:

“Casi todos mis condiscípulos sólo sabían hablar italiano de forma muy pobre y atrofiada y esto me colocaba en una posición superior, porque el profesor tenía que tener en cuenta la media de los alumnos y poder hablar italiano con fluidez ya era una circunstancia que facilitaba muchas cosas (la escuela estaba en un pueblo rural y la gran mayoría de los alumnos eran de origen campesino)” 119.

Este tema también fue desarrollado por Gramsci en sus apuntes sobre la selección “democrática” realizada por la Iglesia católica, a los que nos hemos referido en el párrafo anterior:

“Si en la alta jerarquía eclesiástica el origen democrático es menos frecuente de lo que podría ser, ello se debe a razones complejas, en las que la presión de las grandes familias aristocráticas católicas o la razón de Estado (internacional) sólo desempeñan un papel parcial: una razón muy fuerte es ésta, que muchos seminarios están muy mal equipados y no pueden educar plenamente al plebeyo inteligente, mientras que el joven aristócrata de su propio entorno familiar recibe sin esfuerzo de aprendizaje una serie de aptitudes y cualidades que son de primer orden para una carrera eclesiástica: la tranquila seguridad de la propia dignidad y autoridad y el arte de tratar y gobernar a los demás 120.

Estas posiciones se sitúan además en el lado antiinnatista de la crítica de Marx a Stirner, mencionada en el párrafo introductorio. Gramsci escribe a propósito de una “observación muy justa de Engels”:

“los modos de pensar son también elementos adquiridos y no innatos, cuyo uso adecuado (tras su adquisición) corresponde a una cualificación profesional. No poseerlos, no darse cuenta de [no] poseerlos, no plantearse el problema de adquirirlos mediante un “aprendizaje”, equivale a pretender construir un automóvil sabiendo utilizar y teniendo a su disposición el taller y las herramientas de un herrero de pueblo” 121.

4. Conclusión

A diferencia de Marx, sin embargo, cabe destacar en Gramsci una atención “capacitaria” a la división del trabajo en función de las necesidades productivas de una racionalización fordista-taylorista a derribar, eliminando la estructura de clases, pero no a superar 122, en cierto modo con cierta asonancia a las posiciones que avanzaban los fabianos en Inglaterra, aunque el líder comunista en el marco de una perspectiva revolucionaria y no de una estrategia dirigista de tipo elitista. La sujeción libre y cooperativa de la vida individual y colectiva al máximo rendimiento del aparato productivo era, por otra parte, también una reacción a la desvalorización del trabajo por católicos e idealistas 123 y una denuncia del parasitismo de las clases privilegiadas. Si es cierto que la vía intersubjetiva imaginada por Gramsci está marcada por la maduración de una conciencia crítica destinada a allanar la distancia entre los dirigentes y los dirigidos; también es cierto que la perspectiva concreta de un nuevo Estado en el que la producción estaría en manos colectivas, según el modelo soviético, llevó al autor de los Quaderni a pensar en un papel educador del propio Estado que, mediante recompensas a la “actividad loable y meritoria” y castigos a la “acción u omisión criminal”, se propondría cambiar las condiciones de vida, y no sólo mediante la coacción, sino “haciendo intervenir a la ‘opinión pública’ como fuerza sancionadora ” 124. Pero esto -nos parece- contrasta con lo que creía Manacorda 125, distanciándose, precisamente, de Marx, que también pensaba el comunismo como superación del Estado con su función racionalizadora-clasificadora y la división del trabajo de tipo capitalista 126.

El verdadero legado de la reflexión de Gramsci sobre la escuela es, además, otro. La crítica del joven Gramsci a una sociedad que no pone a los sujetos en condiciones de desarrollar su personalidad, proyectada más tarde en los Quaderni en la visión de una sociedad alternativa en la que el objetivo es elevar todo el cuerpo social y no sólo sus excelencias, fue un ingrediente fundamental para la reflexión del constitucionalismo democrático. El artículo 34 de la Constitución italiana, que establece que los “capaces y merecedores” tienen derecho a los niveles más altos de educación, debe leerse siempre en conjunción con el segundo párrafo del artículo 3: con los “capaces y merecedores”, aunque traicionando el mito burgués de la movilidad social, se pretendía de hecho afirmar no sólo y no tanto la necesidad de una selección de élites, sino impedir que los individuos no merecedores de las clases más acomodadas siguieran disfrutando de privilegios exclusivos. Por otra parte, las reflexiones de Gramsci pueden servir hoy de útil contrapeso al retorno de concepciones orientadas a asignar precozmente a los sujetos vías de profesionalización, sobre la base de presuntas vocaciones y mal entendidos objetivos de inclusión democrática.

En sus primeros años Gramsci había enfatizado la necesidad de colocar a todos los sujetos en la condición de poder nutrirse de una cultura desinteresada y alcanzar una ciudadanía plena, si bien en una perspectiva radical-democrática, de tipo ilustrado y al mismo tiempo impregnada del vitalismo de las vanguardias, que en este sentido también estaban veteadas por el ideal “meritocrático ” 127 y en las que la apropiación clasista del conocimiento aún no había sido tematizada plenamente -como se ha señalado 128. Gramsci llega entonces, en los Quaderni, al diseño de una escuela única que, al situarse en el corazón de una sociedad postcapitalista y reapropiarse del sistema productivo, se reapropia al mismo tiempo del propio saber 129. En la escuela única de los Quaderni la divaricación de los papeles tiene lugar después de su realización: después, es decir, de un camino inspirado en criterios educativos desinteresados y no profesionalizantes, ajenos al “facilismo ” 130 perjudicial para las clases menos favorecidas y exigido por ciertos burgueses, tal vez alentados por la vulgata activista. En el septuagésimo noveno párrafo del Cuaderno 6, el prisionero subraya cómo los comunistas no deben percibirse a sí mismos como una “élite-aristocracia-vanguardista”, inspirada por el “talentismo” y la “irresponsabilidad”, sino como un movimiento destinado a delinear una colectividad fruto del esfuerzo individual, en la que los sujetos no se sometan pasivamente a la iniciativa de entidades superiores 131. Gramsci toma de Croce la idea de que en todo sujeto debe reconocerse la facultad lógica y estética y que, por tanto, en cierta medida, todo el mundo es un intelectual; pero redeclinando esta visión en una figura ya no tradicional (humanística), sino entretejida con los saberes asociados al trabajo manual, tecnológico, industrial, en la que se pudiera valorizar no tanto el productivismo para la crítica de la actual sociedad postfordista, sino la idea del hombre completo como modelo de masas en el que la cooperación colectiva no se pensara en conflicto, en el individuo, con su “fuerte personalidad y originalidad individual ” 132.

Notas

Vease por ejemplo el reciente M. BALDACCI, Oltre la subalternità. Praxis ed educazione in Gramsci, Roma, Carocci, 2017.

2 He aquí algunos de los textos más recientes útiles para deconstruir la ideología meritocrática: J. LITTLER, Against Meritocracy. Culture, Power and Myte of Mobility, Abington, Routledge, 2018; D. GUILBAUD, L’il- lusion meritocratique, Paris, Jacob, 2018; M. BOARELLI, Contro l’ideologia del merito, Roma-Bari, Laterza, 2019; M. DURU-BELLAT, Le mérite contre la justice, Paris, Presses de la Fondation National des sciences politiques, 2019; D. MARKOVITZ, The Meritocracy Trap, New York, Penguin, 2019; S. CINGARI, La meri- tocrazia, Roma, Ediesse, 2020; M.J. SANDEL, The Tyranny of Merit. What’s Become of the Common Good? New York, Farrar, Straus&Giroux, 2020 (trad. La tirannia del merito. Perché viviamo in una società di vincitori e di perdenti, Milano, Feltrinelli, 2021).

3 T. PIKETTY, Capital et ideologie, Paris, ed. Du Seuil, 2019, pp. 825-829.

4 N. FRASER, Il vecchio muore e il nuovo non può nascere. Dal neoliberismo progressista a Trump e oltre, Verona, Ombre corte, 2019, pp. 12-13 (ed. or. The Old is Dying, the New Cannot be BornFrom Progressive Neoliberalism to Trump and Beyond, New York, Verso, 2019).

5 M. YOUNG, L’avvento della meritocrazia, Roma-Ivrea, Edizioni di Comunità, 2014 (ed. or. The rise of the meritocracy, London, Thames & Hudson, 1958).

6 Sobre això, per exemple, L. BUTLER, Michael Young, Social Science and The British Left. 1945-1970, Oxford, Oxford University Press, 2020, p. 3.

7 D. BELL, On Meritocracy and Equality, «Public interest», 29/1972, pp. 29-68.

8 J.L. BOLTANSKI – E. CHIAPPELLO, Il nuovo spirito del capitalismo, Milano, Mimesis, 2014 [ed. or. Le nouvel esprit du capitalisme, Paris, Gallimard, 1999].

9 K. MARX, Critica al programma di Gotha (1875), Roma, Editori Riuniti, 1978 [1891, Kritik des Gothaer Programms, «Die Neue Zeit», vol. 1, 18/1890-1891, pp. 561-575], p. 32. Sul tema del «merito» in Marx cfr. S.CINGARI, Per uno studio del tema della capacità e del merito nel pensiero di Karl Marx, in A. GABELLONE– G. PREITE (eds), Karl Marx. Eredità teoriche e nuove prospettive analitiche, Pisa, Pacini, 2022, pp. 157173.

10 En un libro de la serie «l’homme d’aujourd’hui», publicado el 6 de desembre de 1878 y ahora conservado en un fondo del International Institute for Social History de Amsterdam y tal vez inspirada por el propio Blanc, la fórmula anterior se atribuye al autor de Organización del trabajo: véase M.G. MERIGGI, L’inven- zione della classe operaia. Conflitti del lavoro, organizzazione del lavoro e della società in Francia in torno al 1948, Milano, FrancoAngeli, 2002, p. 92n.

11 G. DELLA VOLPE, Rousseau e Marx (1957), Roma, Editori riuniti, 1971, pp. 17-18, 53-55. Della Volpe vuelve sobre estos temas en  Critica dell’ideologia contemporanea, Roma, Editori riuniti, 1967, pp. 54-56, 105-106.

12 Citemos por ejemplo a P. MASTROCOLA – L. RICOLFI, Il danno scolastico. La scuola progressista come mac- china della diseguaglianza, Milano, La nave di Teseo, 2021; A. GAVOSTO, La scuola bloccata, Roma-Bari, Laterza, 2022; L. RICOLFI, La rivoluzione del merito, Milano, Rizzoli, 2023.

13 Lea en particular cómo se expresa Gramsci respecto a la hegemonía como relación pedagógica (A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, Torino, Einaudi, 1975, vol. II, Quaderno 10, §44, p. 1331): “Esta relación existe en la sociedad en su conjunto y para cada individuo en relación con otros individuos”. No es infrecuente hoy en día ver yuxtapuestos a Gramsci y Foucault (a pesar de las profundas diferencias en cuanto a la dimensión del disciplinamiento: véase más adelante la nota 123):  E. BALIBAR, Foucault et Marx, in Michel Foucault philosophe, Paris, Editions du soil, 1988, p. 69; P. MAYO, Gramsci, Freire e l’educazione degli adulti. Possibilità di un’azione trasformativa, Sassari, Delfino, 2007, (Gramsci, freire and adult education: possibilities for transformative action, London-New York, Zed book, 1999) p. 115; A. BURGIO, La passione per la critica, in R.M. LEONETTI (ed), Foucault e Marx. Paralleli e paradossi, Roma, Bulzoni, 2010, p. 39; R.M. LEONETTI, Gramsci. Il sistema in movimento, Roma, Derive e Approdi, 2014, p. 222; P. MAYO, Hegemony and Education under Neoliberalism. Insight from Gramsci, London and New York, Routledge, 2015, pp. 14, 62, 100, 152.

14 A. GRAMSCI, La scuola all’officina («Avanti», 8/9/1916), in Scritti (1910-1926), vol. I (1910-1916), Roma, Treccani, 2019, pp. 631-632.

15 Para el joven Gramsci véase almenos L. PAGGI, Il moderno principe, Roma, Editori riuniti, 1970 e L. RAPONE, Cinque anni che paiono secoli. Antonio Gramsci dal socialismo al comunismo, Roma, Carocci, 2011.

16 A. GRAMSCI, Contro il feudalesimo economico, in Cronache torinesi, Torino, Einaudi, 1980, p. 471 («Il grido del popolo», 5 agosto 1916).

17 L. EINAUDI, I problemi economici della pace. Avvertenza introduttiva, «La riforma sociale», 27/1916, p. 331.

18 A. GRAMSCI, La libertà della scuola, in Il nostro Marx. 1918-1919, Torino, Einaudi, 1984, p. 291 («Il grido del popolo», 14/9/1918).

19 A. GRAMSCI, La scuola all’officina, p. 631.

20 Sobre la mania del empleo y el culto a la “recomendación” y el favoritismo en el Sur G. SALVEMINI, Problemi educativi e sociali dell’Italia di oggi, Catania, Battiato, 1914, pp. 5-17.

21 Sobre el liberalismo de Gramsci (además de los textos indicados en la nota 15) D. LOSURDO, Antonio Gramsci dal liberismo al comunismo «critico», Gamberetti, Roma, 1997; L. MICHELINI, Marxismo, liberismo, Rivoluzione. Saggio sul giovane Gramsci (1915-1920), Napoli, La città del sole, 2011; S. CINGARI, Liberismo e rivoluzione. Note a margine di un recente volume su Antonio Gramsci, «Italia contemporanea», vol. 267, 2012, pp. 277-290; G. GUZZONE, Gramsci e la critica dell’economia politica, Roma, Viella, 2018, pp.35-55.

22 A. GALLETTI – G. SALVEMINI, La riforma della scuola media. Notizie, osservazioni, proposte, MilanoPalermo-Napoli, Sandron, 1908, pp. 33-63; G. SALVEMINI, Problemi educativi e sociali dell’Italia di oggi, pp. 5-6.

23 A. GRAMSCI, La scuola del lavoro («Avanti», 18/7/1916), in Scritti, vol. I, p. 529.

24 A. GRAMSCI, Uomini o macchine? («Avanti» 24/12/1916), ivi, p. 797.

25 Ivi, pp. 497-498.

26 M. PAULESU QUERCIOLI (ed), Gramsci vivo nelle testimonianze dei suoi contemporanei, Milano, Feltrinelli, 1977, p. 34.

27 A. GRAMSCI, Oppressi e oppressori, in Scritti, vol. I, p. 825.

28 A. GRAMSCI, Uomini o macchine, p. 798.

29 G. GENTILE, Politica e cultura, vol. I, Firenze, Le lettere, 1990, pp. 237-251.

30 M.A. MANACORDA, Il principio educativo in Gramsci: conformismo e americanismo, Roma, Armando Editore, 1970, p. 129; también Introduzione a M.A. MANACORDA (ed), L’alternativa pedagogica, Roma, Editori riuniti, 2012 (I ediz. 1972), pp. 20 e 37.

31 A. BROCCOLI, Antonio Gramsci e l’educazione come egemonia, Firenze, La nuova Italia, 1972, p. 33.

32 Gramsci: il popolo «imbarbarito» e l’«americanarsi dell’Europa», «Il fatto quotidiano», 24 giugno 2022, pp. 16-17.

33 A. GRAMSCI, L’Università popolare («Avanti», 29/12/1916), in Scritti, vol. I, p. 804.

34 Ivi, pp. 29-30.

35 M.A. MANACORDA, Il principio educativo in Gramsci: conformismo e americanismo, pp. 54-57; M.A. MANACORDA, Introduzione, p. 21.

36 A. GRAMSCI, La scuola di partito («L’Ordine nuovo», 1/4/1925), in La costruzione del partito comunista, Torino, Einaudi, 1971, p. 49. Sobre Gramsci y la «escuela del partido” P. MALTESE, Gramsci dalla scuola di partito all’anti-Bucharin, Palermo, Istituto Poligrafico Europeo, 2018, pp.19-51.

37 Fondo Antonio Gramsci, Carte personali / I, 1891-1926 (P. MALTESE, Gramsci dalla scuola di partito, pp. 38-51).

38 A. GRAMSCI, La settimana politica (19/07/ 1919), in «L’Ordine nuovo», 1919-1920, Torino, Einaudi, 1987,

p.147.

39 A. GRAMSCI, Discorso agli anarchici (3-10/04/1920), ivi, p. 491.

40 A. GRAMSCI, Bolscevismo intellettuale, in Scritti giovanili («Avanti», 16/5/1918), p. 226.

41 G. URBANI, Introduzione a G. URBANI (ed), La formazione dell’uomo, Roma, Editori riuniti, 1974 (I ed. 1967).

42 A. GRAMSCI, Il «foot-ball» e lo scopone («Avanti» 26/08/1918), in Il nostro Marx. 1918-1919, pp. 265-266.

43 L. RAPONE, Cinque anni che paiono secoli, pp.150-153.

44 A. GRAMSCI, Utopia («Avanti», 25/7/1918), in Scritti giovanili, p. 285. Continúa (ibid., pp. 285-286): “Los núcleos vivos de esta jerarquía son los Soviets y los partidos populares. Los soviets son la organización primordial que debe integrarse y desarrollarse, y los bolcheviques se convierten en el partido del gobierno porque sostienen que los poderes del Estado deben depender de los soviets y ser controlados por ellos […] es la gradación jerárquica de prestigio y confianza, que se formó espontáneamente, la que se mantiene mediante la libre elección”.

45 A. GRAMSCI, Il culto della competenza («Avanti», 13/5/1918), ivi, pp. 223-224.

46 L. MICHELINI, Marxismo, liberismo, Rivoluzione, pp. 116-117.

47 S.E. SCHAFFER, Hegemony and the habitus: Gramsci, Bourdieu, and James Scott on the Problem of Resi- stance, «Research & Society», 8/1995, pp. 29-52; P. MAYO, Gramsci, Freire e l’educazione degli adulti, pp. 154-155; M. BURAWOY, The Roots of Domination: Beyond Bourdieu and Gramsci, «Sociology», 46, 2/2012, pp. 187-206; R.P. JACKSON, On Bourdieu and Gramsci, «Gramsciana», 2/2016, pp. 141-161; G. PIZZA, L’antropologia di Gramsci. Corpo, natura, mutazione, Roma, Carocci, 2020, pp. 28-29, 66, 100, 147-149.

48 A. GRAMSCI, La scuola è un’istituzione seria?, in Il nostro Marx. 1918-1919, pp. 581-584. Posizioni affini nel campo socialista su questo tema vanno rilevate in R. MONDOLFO, Libertà della scuola ed esami di Stato e problemi di scuola e cultura, Bologna, Cappelli, 1922, pp. 35-37, 94. Ma cfr. anche G. SALVEMINI, Cultura e laicità, Catania, Battiato, 1914, pp. 28-31.

49 P. BOURDIEU – J.C. PASSERON, Les héritiers. Les étudiants et la cuture, Paris, Les editions de minuit, 1964.

50 Sobre la proximidad de las posiciones de Gramsci y Bourdieu en estas cuestiones G. PIZZA, L’antropologia di Gramsci, pp. 147-148.

51 G. PAPINI, Chiudiamo le scuole (1914) in G. PAPINI, Chiudiamo le scuole, Firenze, Vallecchi editore, 1919, pp. 35-51.

52 A. GRAMSCI, Prima liberi, in Scritti giovanili. 1914-1918, Torino, Einaudi, 1958, p. 301.

53 A. GRAMSCI, Cronache dell’ordine nuovo (23/08/1919), in L’Ordine nuovo (1918-1920), p. 452.

54 A. GRAMSCI, Cronache dell’ordine nuovo (27/12/1919), ivi, p. 365.

55 A. GRAMSCI, Cronache dell’Ordine nuovo (10/01/1920), ivi, p. 380.

56 A. GRAMSCI, Cronache dell’Ordine nuovo, (12/6/1920), ivi, p. 481.

57 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. II, Quaderno 8, p. 935.

58 M. MUSTÉ, Educare e unificare il popolo-nazione, in G. COSPITO – G. FRANCIONI – F. FROSINI (eds), Nazione, popolo, nazionale-popolare. Una costellazione gramsciana, Como-Pavia, Ibis, 2023, p. 92.

59 M.A. MANACORDA, Il principio educativo in Gramsci: conformismo e americanismo, pp. 195-196.

60 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §45 p. 472; Quaderno 11 (1932-1933), 62, pp. 1488-1489. Cfr. anche iviQuaderno 5 (1930-1932), §42, p. 573 (accenno alla «scuola unica del lavoro»).

61 R. MONDOLFO, Libertà della scuola, p. 102.

62 Según Salvemini, con el fin del ancien régime, la clasificación social ya no debía regularse mediante privilegios jurídicos y económicos, sino a través del “mérito” de cada persona y, por tanto, mediante la escolarización que asignaría a cada cual su lugar en la jerarquía social en función de sus capacidades. G. SALVEMINI, Cultura e laicità, pp. 84-86.

63 Ad es. A. GALLETTI – G. SALVEMINI, La riforma della scuola media.

64 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §49, p. 483; vol. II, Quaderno 8 (1931-1932), §1, p. 1531.

65 Ivi, p. 1534.

66 Ivi, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §49, p. 485.

67 M.A. MANACORDA, Il principio educativo in Gramsci: conformismo e americanismo, p. 208.

68 K. MARX, Critica del programma di Gotha, pp. 31-32.

69 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §49, p. 485.

70 Ivi, vol. III, Quaderno 12 (1932), §1, pp. 1517-1518.

71 Ivi, p. 1540; vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §54, p. 498.

72 Ivi, vol. III, Quaderno 12 (1932), §1, p. 1539. Prima stesura: ivi, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §50, pp. 487-488: “será el mecanismo selectivo para poner de relieve las capacidades individuales de la periferia”..

73 Ivi, pp. 1536-154.

74 Ivi, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §49, pp. 485-488.

75 En una carta dirigida a Giorgio Baratta en 1989, Ercole Piacentini, antiguo compañero de prisión de Gramsci, sostenía en cambio que la visión de Gramsci no era igualitaria, sino que se basaba en una idea de selección en función de las “aptitudes” y el “trabajo”: L. CAPITANI – R. VILLA, Scuola, intellettuali e identità nazionali nel pensiero di Antonio Gramsci, Roma, Gamberetti, 1999, p. 61 (lettera del 30/3/1989). Ciertamente, la impresión es que en Gramsci permanece una idea jerárquica reforzada por la sugerencia del sistema fordista, pero el marco del nuevo Estado en el que se proyecta no parece sugerir desigualdades en los derechos, en el disfrute de los recursos y de las capacidades. La selección, es decir, tendría lugar en el plano de las capacidades a emplear, más que de los méritos a recompensar.

76 Cfr. anche A. BROCCOLI, Antonio Gramsci e l’educazione come egemonia, p. 168.

77 R. MONDOLFO, Libertà della scuola, pp. 74, 93, 111-112.

78 A. GRAMSCI, Scritti, vol. I, p. 825.

79 A. GRAMSCI, Lettere dal carcere, Torino, Einaudi, 2020, p. 1094 (lettera del 25/3/1936).

80 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 12 (1932), §2, p. 1547; prima stesura, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §55, pp. 501-502.

81 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 12 (1932), §2, pp. 1547-1548; prima stesura, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §55, pp. 501-502.

82 A. GRAMSCI, Lettere dal carcere, p. 696 (a Tatiana Schucht, 7/12/1931); p. 702 (lettera a Giulia Schucht, 14/12/1931).

83 M.A. MANACORDA, Il principio educativo in Gramsci: conformismo e americanismo, pp. 127-128.

84 Ivi, pp. 129-132.

85 A. GRAMSCI, Lettere del carcere, pp.823-824 (lettera a Giulia Schucht, 1 agosto 1932).

86 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. I, Quaderno 5 (1930-1932), §39, pp. 572-573.

87 Ivi, vol. II, Quaderno 8 (1931-1932), §188, p. 1055.

88 Cfr. quanto Gramsci scrive sullo «stato etico»: ivi, p. 1049.

89 Ivi, vol. III, Quaderno 19 (1934-1935), §48, p. 2068. Cfr. la prima stesura: Ivi, vol. I, Quaderno 3 (1930), 134, p. 395.

90 Ivi, vol. III, Quaderno 14 (1932-1935), §56, pp. 1714-1715.

91 IviQuaderno 12 (1932), §1, p. 1534; prima stesura: ivi, Quaderno 4 (1931-1932), §50, p. 485.

92 Ivi, vol. III, Quaderno 16 (1933-1934), § 11, p. 1869; prima stesura: Quaderno 4 (1930-1932), §53, p. 495.

93 Ibidem.

94 Ivi, vol. II, Quaderno 8 (1931-1932), §191, p. 1056.

95 M. BALDACCI, La scuola al bivioMercato o democrazia?, Milano, FrancoAngeli, 2019, p. 23.

96 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. II, Quaderno 6 (1930-1932), §170, p.821. la pertinencia de este pasaje fue señalada recientemente por Virginia Magnaghi: Le oasi nel deserto del sapere, «Jacobin Italia», 21/2023, p. 78.

97 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. I, Quaderno 1 (1929-1930), §123, p. 114.

98 A. GRAMSCI, Lettere del carcere, pp. 424-426 (Lettera a Giulia Schucht, 30/12/1929).

99 Sobre Gramsci y el “espontaneísmo educativo”, véase también L. BORGHI, Educazione e scuola in Gramsci, in P. ROSSI (ed), Gramsci e la cultura contemporanea, Roma, Editori Riuniti, 1969, pp. 207-238; D. RAGAZZINI, Società industriale e formazione umana, Roma, Editori riuniti, 1976 pp. 118-204; P. MALTESE, Il problema politico come problema pedagogico in Antonio Gramsci, Roma, Anicia, 2018, pp. 295-309. Vedi inoltre C. META, Il soggetto e l’educazione in Gramsci. Formazione dell’uomo e teoria della personalità, Roma, Bordeaux, 2019.

100 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §50, pp. 486-487; vol. III, Quaderno 12 (1932), §1, pp. 1537-1538.

101 Ivi, vol. II, Quaderno 6 (1930-1932), §206, pp. 843-844.

102 Ivi, vol. I, Quaderno 1 (§15), 1929-1930, pp. 12-13.

103 Cfr. nota 47.

104 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. II, Quaderno 9 (1932), §119, p. 1183.

105 Ivi, p. 1184.

106 M. BALDACCI, Oltre la subalternità. Praxis ed educazione in Gramsci, pp. 219-221. Sulla questione della traduzione gentiliana dell’umwälzende Praxis marxiana cfr. F. FROSINI, La religione dell’uomo moderno. Politica e verità Quaderni del carcere di Antonio Gramsci, Roma, Carocci, 2010, pp. 65-75.

107 M. BALDACCI, La scuola al bivio: mercato o democrazia?, pp. 147-151.

108 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 12 (1932), §1, pp. 1543; prima stesura, Quaderno 4 (1930-1932), §55, ivi, p. 499. Cfr. anche M.A. MANACORDA, Introduzione, p. 32. Sulla presenza di questi temi gramsciani negli Stati Uniti di fine millennio cfr. J. BUTTIGIEG, Le «forme cinesi». Dalla scuola retorica alla scuola democratica, in L. CAPITANI – R. VILLA, Scuola, intellettuali e identità nazionali, p. 70. Buttigieg si riferiva a E.D. HIRSCH, The Schools We Need: and Why We Don’t Have Them, New York, Doubleday, 1999.

109 A. GRAMSCI, Quaderno 1 (1929-1930), §89, p. 89; vol. III, Quaderno 27 (1935), §1, pp. 2313-2314.

110 Ivi, vol. I, Quaderno 1 (1929-1930), §153, pp. 135-137; vol. III, Quaderno 16 (1933-1934), §21, pp. 1889-1893.

111 Este tema gramsciano es retomado tras la Segunda Guerra Mundial por C. MARCHESI, In difesa del latino, in «Belfagor», XI, 3, 31 maggio, pp. 348-351. En la mateixa revista també L. COLLINO, Equivoci sul Latino. Concetto Marchesi ha ripreso la bona battagliaivi, pp. 348-351. Marchesi desarrolló la lección de los Quaderni abogando por la necesidad de una escuela “única” formativa y desinteresada, pero también por la idea de que dicha escuela debía “averiguar las diversas capacidades y aptitudes individuales”..

112 A. GRAMSCI. Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 12 (1932), §1, pp. 1543-1546; vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §55, pp. 501-502.

113 Cfr. nota 97.

114 B. CROCE, Le riforme degli esami e la sistemazione della scuola media, Firenze, La voce, 1921, p. 71. Peter Mayo también subrayó el carácter “antimeritocrático” de las posiciones de Gramsci en los Quaderni: “me llama la atención cómo su crítica a la separación, propuesta por el régimen fascista, entre la escuela “clásica” y la “profesional” encaja tan bien con la tradición radical de oposición a cualquier tipo de diferenciación basada en el llamado “mérito”, ya que en realidad todo el proceso meritocrático es en realidad una selección basada en la clase social”. P. MAYO, Gramsci, Freire e l’educazione degli adulti, p. 54.

115 G. L. RADICE, Il concetto dell’educazione, Catania, Battiato, 1916, pp. 8, 31-32.

116 R. MONDOLFO, Libertà della scuola, pp. 97.

117 P. BOURDIEU – J.C. PASSERON, La riproduzione, Bologna, Guaraldi, 1972 [1970, Eléments pour une théorie du systéme d’ensegnement, Les editions de minuit, Paris]. En este punto, ya habían visto una posible yuxtaposición  P. MAYO (Gramsci, Freire e l’educazione degli adulti. Possibilità di un’azione trasformativa, pp. 154-155) e G. PIZZA (L’antropologia di Gramsci, pp. 28-29).

118 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 12 (1932), §1, pp. 1549-1550; vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §55, pp. 501-502.

119 A. GRAMSCI, Lettere del carcere, p. 1088 (lettera a Giuliano Gramsci, 25/1/1936).

120 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 16 (1933-1934), §11, pp. 1869-1870; prima stesura: vol. I, Quaderno 4 (1930-1932), §53, pp. 495-496.

121 Ivi, vol. III, Quaderno 16 (1933-1934), §21, p. 1892; prima stesura: vol. I, Quaderno 1 (1929-1930), §153, p.136.

122 Sobre esto ver las consideraciones de B. TRENTIN in La città del lavoro (1997), Firenze, Firenze University Press, 2014, pp. 113-168. Son interesantes, por ejemplo, las observaciones en las que Trentin, al tiempo que subraya repetidamente la importancia del énfasis de Gramsci en la hegemonía como forma no centralista-autoritaria de tomar el poder, observa sin embargo en el pensador sardo la importancia del mito soreliano del “productor” (ibid., pp. 124-125, 146). Sobre el análisis de Trentin ver las objeciones de G. BARATTA, Gramsci nella società dell’apprendi- mento, in L. CAPITANI – R. VILLA (eds), Scuola, intellettuali e identità nazionale nel pensiero di Antonio Gramsci, Roma, Gamberetti, 1999, p. 39.

123 P. MALTESE, Il problema politico come problema pedagogico in Antonio Gramsci, pp. 291-293.

124 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. III, Quaderno 13 (1932-1934), §11, pp. 1570-1571. Véase también el primer borrador en el que Gramsci habla de una “picota de virtudes” no filistea respecto a la función gratificante del derecho: iviQuaderno 8 (1931-1932), §62, pp. 978-979.

125 M.A. MANACORDA, Introduzione a L’alternativa pedagogica, p. 41.

126 Se trata de una divaricación con Marx con algunas similitudes a la que puede detectarse en el Rousseau e Marx di Galvano della Volpe: su ciò cfr. S. CINGARI, La meritocrazia, pp. 40-45.

127 Es cierto, como dice Maltese (El problema político como problema pedagógico en Antonio Gramsci, p. 274), que aquí Gramsci piensa también en la “expansividad obrera”, pero desde una perspectiva ligada también al radicalismo democrático y a su educación.

128 P. MALTESE, Il problema politico come problema pedagogico in Antonio Gramsci, pp. 261-265, 270-271.

129 Cfr. anche ivi, p. 258.

130 Ivi, pp. 287-288.

131 A. GRAMSCI, Quaderni del carcere, vol. II, Quaderno 6 (1930-1932), §79, p. 749. Contro il mito del talento cfr. anche iviQuaderno 1 (1929-1930), §145, p. 130.

132 Cfr. nota 85.

Salvatore Cingari

profesor de Historia de las Doctrinas Políticas en la Universidad para Extranjeros de Perugia, ha trabajado sobre Benedetto Croce, Antonio Gramsci, el nacionalismo italiano, la relación entre intelectuales e instituciones educativas entre los siglos XIX y XX y la teoría política con referencia específica a la crisis de la democracia. Su último libro es “Meritocracia” (Ediesse, 2020), en el que reconstruye la historia del lema desde su invención a mediados de los años cincuenta hasta nuestros días.

Fuente de la información e imagen: https://www.sinpermiso.info

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Las olimpiadas del conocimiento y el anacronismo de la SEP

Por: Abelardo Carro Nava

 

Desde mi perspectiva la olimpiada es un concurso que a todas luces debería desaparecer…

La muestra más palpable de que al interior de la Secretaría de Educación Pública (SEP) se halla un sistema y una estructura totalmente anacrónica en tiempos “transformadores”, es lo que conocemos con el nombre de “Olimpiada del conocimiento infantil”. Un evento anual contrario a lo que impulsa la Nueva Escuela Mexicana (NEM) en sus principios y orientaciones pedagógicas, sobre todo cuando en éstos se establece que se debe priorizar la atención a poblaciones en desventaja (por condiciones económicas y sociales) con la finalidad de brindar los mismos estándares para garantizar las mismas oportunidades de aprendizaje a todos los mexicanos. Peor aún, cuando en estos mismos principios y orientaciones se señala que se debe promover el aprendizaje de excelencia, inclusivo, pluricultural, colaborativo y equitativo a lo largo del trayecto formativo del alumno, desde su nacimiento hasta que concluya sus estudios.Y lo más grave, que en estos mismos principios se refiera que la evaluación es un proceso y, como tal, debe construirse desde la práctica en el aula y con la participación conjunta de todos los actores de la escuela; evaluación “formativa” le llaman.

Una evaluación que hasta el hartazgo se ha dicho en los Consejos Técnicos Escolares (CTE) y Talleres de “formación” intensiva para docentes, que debe caracterizarse a partir de trabajar con el error de los estudiantes, con una estrategia didáctica que permita interpretar el sentido del error y acordar de manera conjunta una estrategia de acción. Por tanto, en reiteradas ocasiones en estos mismos Consejos y Talleres se ha dicho, que dicha evaluación no se trata de contabilizar las tareas que entrega el alumno, el número de asistencias, el porcentaje de requisitos que cubrió, NI EL NÚMERO DE EXÁMENES QUE APROBÓ; de lo que se trata es de juzgar si lo que hizo estuvo bien o no a partir de la comprensión de lo que no se ha hecho bien y plantear acciones para resolver, mejorar o profundizar un tema, proyecto o situación de la vida diaria, etc.

Visto lo anterior, ¿no acaso la olimpiada de conocimiento infantil es un evento mediante el cual se selecciona a un número determinado de estudiantes cuyos resultados fueron sobresalientes en un examen de conocimientos y, por tanto, es contrario a la visión que dice impulsar la NEM?

Si la memoria no me falla, esta olimpiada comenzó en la década de los sesenta con otro nombre (ruta de independencia), porque el “premio” que se les daba a los alumnos ganadores de este concurso, era un recorrido por ciertos lugares históricos que aludían a la independencia de nuestro país y culminaba con la visita al presidente de la república y al secretario de educación. Años después, ese nombre cambió por “viaje cultural” y, como se sabe, con Carlos Salinas de Gortari se modificó dos veces, primero como “Concurso nacional para el reconocimiento a la excelencia en el sexto grado de primaria” y después como “Olimpiada del conocimiento infantil”, mismo que hasta la fecha sigue vigente, así como también, la visita al ejecutivo federal y al secretario o secretaria de educación en turno; esto último ¿es evidencia de la vigencia de un “presidencialismo exacerbado” como en los mejores tiempo del priismo en el poder?

Y bueno, independientemente de que dicho concurso sea “voluntario” y que, a decir de la SEP, que ingenuamente piensa que se convoca a participar de esta manera a las alumnas y alumnos que cursan el sexto grado de primaria, la verdad de las cosas es que no siempre sucede de esta forma porque, en efecto, se ha hecho una tradición (o tal vez costumbre) que año con año los directores de las escuelas ya tengan en mente qué profesores tendrán ese grado escolar y, desde luego, que dichos profesores ya tengan pensado qué candidato o candidata participaría en este evento en cada una de las etapas que conforman la convocatoria.

Como podemos ver, este es un claro procedimiento de selección que, desde su origen en la SEP, excluye a los estudiantes que por diversas razones no puedan o pudieran participar, pero que tienen o tendrían toda la capacidad o intelecto para ello. ¡Vaya, estamos hablando de un concurso que inició en la década de los sesenta con López Mateos y Torres Bodet! En verdad: ¿a alguien no se le ha ocurrido preguntarse qué beneficios individuales o colectivos (comunitarios como le dicen en la NEM) aporta este tipo de eventos?

Es bien sabido que muchos estudiantes gozan de las condiciones externas (sociales, económicas, culturales, etc.) e internas (naturales o bilógicas) que favorecen su proceso de adquisición de aprendizajes, así como el que haya otros tantos que su proceso, por la razón que sea, los lleve a aprender a otro ritmo; sin embargo, ¿no acaso muchas veces se trabaja de manera especial con aquel alumno o alumna cuyas condiciones podrías ser catalogadas como “sobresalientes” con la finalidad de prepararlo para el examen de la olimpiada de conocimiento? De hecho, dicha preparación se realiza para que el niño pueda responder un examen; sí, así como se leyó: un examen. Luego entonces, después de salir avante en las diferentes etapas (con esa preparación referida) podría hacerse acreedor a esa visita presidencial que generaría cierto “status” personal, escolar, familiar, entre otros aspectos, que lo diferenciarían de los demás. Desde luego, en esta ecuación no habría que perder de vista, que el docente que tuvo a bien trabajar, en esa preparación, con este chico, gozaría de ese mismo “status diferenciador” solo por el simple hecho de que su alumno o alumna haya resultado ganador o ganadora.

Visto de esta forma, desde mi perspectiva la olimpiada es un concurso que a todas luces debería desaparecer o eliminarse en nuestro país porque, siguiendo con la lógica de la NEM, lo ideal es que TODOS LOS NIÑOS se desarrollen bien, que no hubiera diferencias y que todos alcanzaran un aprendizaje que le sea útil en su vida. Desafortunadamente pienso que esto no va a suceder, es decir, que dicho evento no desaparecerá, porque la SEP no tiene la menor idea de donde está parada. De hecho, si se revisan las bases de convocatoria para la olimpiada del conocimiento infantil 2024, podríamos cerciorarnos que estamos ante la mayor estupidez cometida en estos eventos: imagínese evaluar a los niños conforme a los contenidos y procesos de desarrollo de aprendizaje contenidos en los campos formativos de los programas sintéticos de la fase 5.

¿Por qué afirmo esto? Porque como se sabe, en este ciclo escolar se echó a andar los famosísimos programas analíticos, una estrategia de contextualización de contenidos nacionales con la enorme posibilidad de incorporar contenidos locales de acuerdo a las necesidades de las escuelas, mismos que se derivarían de las problemáticas identificadas por los docentes en el diagnóstico escolar realizado al inicio del ciclo escolar. En consecuencia, como se podría pensar, no habría dos programas analíticos iguales y, mucho menos, una secuencia por unidad, bloque, etcétera que lleve a los profesores a abordar los mismos contenidos a nivel local y nacional al mismo tiempo, porque si de algo se ha jactado la SEP a través de su secretaria: es que todos los docentes ya cuentan con una autonomía profesional y curricular que les ha permitido construir sus programas analíticos a partir de sus necesidades.

Pregunta obvia: ¿qué contenidos se van a considerar en esta olimpiada para elaborar un examen que debe ser estandarizado y por el cual todos los docentes y alumnos tuvieron que haberlos visto o abordado casi en el mismo tiempo en las escuelas pero que no lo hicieron porque sus directores y supervisores les exigieron un programa analítico fundamentado en sus problemáticas y necesidades? Entonces, ¿si hay o no hay autonomía profesional? ¡Ya no entiendo!

¡Qué falsos y huecos se escuchan los discursos y videos que la misma SEP envía en cada CTE y Taller intensivo de formación continua! De verdad: ¡qué falsos!

Con negritas:

Ante la polémica desatada en la red social X, por un material para la olimpiada del conocimiento 2024 que circuló y que se llegó a pensar que lo había elaborado la SEP con el propósito de apoyar en este proceso, la periodista Alma Paola Wong emitió un reportaje al respecto; en este se aclara que dicho material fue elaborado por la editorial MD y fue compartido a través de grupos de WhatsApp de profesores como un material “sugerido”. Se agradece la aclaración y, desde luego, sigo pensando que, ante los vacíos enormes de la SEP, las empresas privadas siguen haciendo su agosto.

¿No habría la posibilidad de que la SEP se reinventara para que acompañara sus propias políticas con hechos y no con palabras?

Al tiempo.

Fuente de la información e imagen:  https://profelandia.com

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La violencia, el otro tejido social

En una de tantas comunidades una niña de 8 años acude a casa de una amiga a jugar, lo ha hecho en varias ocasiones porque existe cierta relación entre sus mamás, acude porque se siente cuidada.

De un momento a otro, todo cambia y se transforma en un escenario donde la vida de una niña y su cuidado, se convierten en una mercancía de intercambio. Los adultos se desdibujan, se convierten en intermediarios, verdugos, feminicidas.

La comunidad al percatarse se transforma en masa, en decisión masiva, en administradora de violencia como recurso ante una letra de la ley e inoperancia de las autoridades. Demuele todo a su paso, daña vehículos, toma a una de las ofensoras y la priva de la vida a golpes, como una forma impotente de buscar una mínima sensación de reparación.

Los policías son colocados en un lugar desde el que hace tiempo se encuentran: distantes, sin capacidad de reacción y siendo testigos inmóviles, no hay espacio para protocolos o coordinación o lo mínimamente reactivo.

Todas las definiciones pierden el sentido: que si la seguridad ciudadana, la justicia o el tejido social. La violencia permea en el discurso, en la vida y desde hace tiempo toma la calle para practicarse.

El lugar importa, porque Guerrero es el significado de la penetración de la violencia estructural generada por las omisiones de las autoridades en las condiciones de vida de la población o suministrada como guerra sucia al disipar todo movimiento que buscara un cambio en la situación de las comunidades. Lo ocurrido en Taxco no es un simple linchamiento, es la comprobación del resultado.

La inacción del Estado y la falta de intervención oportuna de los riesgos que impiden el desarrollo humano de personas y comunidades, consolidan cimientos, lenguajes, vivencias en contra de las mismas personas.

Las comunidades se construyen desde los hilos de la violencia, muy probablemente porque hay un daño generalizado, no hablado, no reparado, lesionado y sin camino para ser reintegrado de otras maneras. El silencio también mata.

Los sistemas sociales, familiares y hasta religiosos, se ven reducidos y pulverizados, por lo evidente.

En la casa de la ofensora, ahora también muerta por los golpes de la masa de personas y la ausencia de intervención policial, se exhibía un moño negro que había sido colocado en 2019, porque su esposo había sido asesinado en 2019, ¿coincidencia o tejido social desde la violencia? (Mural, El Feminicidio de Camila ¿Qué fue lo que pasó?)

El feminicidio de Camila no es un llamado más o un incremento en la graduación de la emergencia humanitaria que vivimos, es la prueba de que cuando la impunidad no se combate y se dejan en el silencio los daños a miles de víctimas, se abona a la creación de un sistema real que habla y se refleja por sí mismo.

Es sólo un paso para abrir la puerta a medidas punitivas oportunistas de actores políticos o con poder, que levantan la mano con fuerza para convertirse en los nuevos administradores de la violencia, sin reglas, sin límites pero que no solucionan el fondo, porque con el tiempo, todas las personas seremos susceptibles de ser violentadas por ellos.

En momentos de mercancía electoral esto será una gran tentación de la que tenemos que estar pendientes.

El camino será doloroso y largo, las autoridades tendrán que hacer lo propio, pero como comunidad comencemos a hablar más de responsabilidades, encontremos espacios para hablar de los daños y buscar fortalezas para atender los riesgos y constituirnos en una verdadera comunidad de cuidados.

Ensanchemos las veredas en donde todavía fluye la vida y la esperanza porque sólo así saldremos del horror.

A Camila le fallamos todos.

Fuente de la información e imagen:  https://www.zonadocs.mx

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Opinión | Los libros como amistad, meditación y erotismo

Por:  Andrés García Barrios

 

En esta nueva entrega de la serie «Testimonio de un autodidacta», Andrés García Barrios reflexiona sobre el hábito de la lectura en el marco del Día Internacional del Libro.

Testimonio de un autodidacta

De niño, si algo aprendí de los libros fue a no leer. Cerrarlos era el mejor momento; abrirlos, el peor. Y durante muchos años siguió siendo así. Elegir un título, recorrer las primeras páginas, quedarse dormido: tal era la rutina inevitable. ¡Ah, y al despertar, sentir culpa! Hoy ya no me duermo al leer, pero me costó mucho trabajo lograrlo.

En general, los grandes amantes de los libros no dan ninguna importancia a la lectura por obligación; en cambio, sí comparten la mística que ve en el libro un lugar de reunión de todo lo humano, incluyendo lo humano que hay en aquellas personas que nunca leen.

Decir que alguien es un “burro” por no leer es como decir que es un burro por no haber ido nunca al mar, por no haber comido gusanos de maguey o por nunca haber dormido bajo la lluvia. Cada uno tiene la lectura de la realidad que le ha tocado, cada uno ha posado las manos sobre el braille del mundo a su manera.

Mis hermanas y hermanos, mis padres, leían mucho. Yo era el más flojo. Antes de los quince años sólo había leído El libro de la selva, de Rudyard Kipling, que tuvo su importancia por haber sido el primer libro que yo mismo me compré; y Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, cuyas páginas todavía resuenan en mí. Pero a esa edad ─los quince, digo─ la apatía dio un vuelco: un brote de hepatitis me privó unos meses de lo que yo más amaba (mis clases de actuación teatral en un taller de adolescentes) y las compensé con lo único que desde mi cama podía suplirlas: libros de teatro.

Devoré todas las obras que había en la biblioteca familiar. Eran muchas, porque al parecer en sus años de casados, mis papás habían compartido el poco común gusto de leer teatro (tal vez lo hacían juntos, turnándose los personajes: puedo imaginarlos, a ella haciendo de Lady Macbeth, y a él respondiéndole con los parlamentos de su también malvado esposo).

Consumí las más de doscientas obras de teatro que había en mi casa, turnándolas con las que yo mismo empecé a comprar. Resultó una verdadera fiesta el encontrar las obras completas del dramaturgo italiano Luigi Pirandello ─a quien yo en ese entonces amaba sobre todos─ en tres tomos y al escandalosamente bajo precio de 189 pesos, más o menos el equivalente del mismo precio el día de hoy.

Llegó a ser tal mi avidez de lectura que algunos días devoré completas  hasta tres obras, ¡y de las de tres actos! En los recesos de la preparatoria me quedaba en el salón, leyendo, y en las fiestas me apartaba hacia una habitación tranquila o alguna escalera silenciosa para terminar mi libro. En un par de años recorrí la historia del teatro entera, desde Esquilo (el trágico griego) hasta lo más reciente del teatro mexicano del siglo XX, llegando a sentirme capaz de ordenar el gran drama humano en orden alfabético.

Aquel gran entusiasmo se acabó con el fin del primer amor. Roto el corazón, la lectura menguó: ya no servía de nada ser un intelectual. Sin embargo, ahora puedo afirmar que conocí la pasión de leer, la obsesiva dicha de irse por las páginas de un libro como hilo de media.

No me gusta venerar los libros, al menos no más que otras cosas. No me gusta valorarlos como si fueran entidades superiores o seres de una clase distinta. No me gustan, de hecho, los seres de una clase distinta. Entiendo que los libros, lo mismo que las piezas musicales y las obras de arte, son una especie de ser en transición entre una cosa y una persona, pero incluso a la gente prefiero no tener que rendirle ninguna pleitesía, y simplemente detesto ir a preguntarle a alguien ─sobre todo si es un libro─ si se puede uno divertir en su presencia. Jorge Luis Borges ─lector como pocos─ sugería “Si un libro te aburre, déjalo”. Así es: si no tienes ganas de leer, no leas. Confieso que mi autodidactismo me dicta lo mismo en cuanto a casi todo: si no tienes ganas de comer, no comas, y a final de cuentas, acota tu vida tanto como  quieras, igual que aquel hombre que decía: “A veces me siento y pienso. Y a veces nomás me siento”.

A mí, algunas de esas veces en que estoy nomás sentado, me dan ganas de leer. Y leo. Entonces, desde esa paz en que la lectura resulta algo todavía más quieto que simplemente estar sentado, todo mi derredor se transfigura en lo que me dicen las páginas.

Mucha gente asocia el autodidactismo con los libros. Les dices: “Soy autodidacta” y te dicen “Yo también, me encanta leer” o “Hice tres carreras pero lo que más me gusta lo aprendí leyendo”. Claro que se puede leer con actitud autodidacta, pero no son lo mismo: el autodidactismo tiene más que ver con aprender lo que amas: por ejemplo, resulta maravillosamente autodidacta darte cuenta de pronto de que lo que más te atrae de leer libros impresos es el ruido que hacen las páginas al pasarlas; o que no te gustan los libros electrónicos porque no tienen olor (como me hizo ver mi amiga María Teresa de Mucha); o que sí te gustan pero no para leer novelas, y mucho menos de suspenso, porque no puedes sentir su grosor ni saber si ya se acerca el tan inesperado final.

A mí me gustan los libros cuando me doy cuenta de que detrás de ellos hay alguien diciendo algo; y es que la verdad es que he elegido ser autodidacta porque lo que más me gusta de la vida es conversar (con las personas, con las cosas). Hay que entender que un texto no es sólo la transcripción del flujo del pensamiento de alguien, ni siquiera del flujo de su inconsciente o de sus emociones: en la escritura está también su cuerpo; más aún, está ahí toda la vivencia reunida hasta el momento de escribir. Por eso, al leer uno puede tener la clara sensación de estar con alguien.

Adquirir libros no es como acumular bienes sino como hacer amigos (perdón por el lugar común, pero es así). Una biblioteca es como un barrio. No hay nada más bullicioso que una biblioteca desordenada (como los amigos, que son todo menos ordenados: por eso el maestro Inchi Andrupanda Yanoandapata negaba que existieran círculos de amistades: la amistad nunca tiene un orden, decía). Una biblioteca bien ordenadita es como una escuela donde un maestro parsimonioso extrae los libros y los hace hablar uno a la vez. En cambio, entre amigos (o en un aula de clases que se les parezca) todos deberíamos hablar al mismo tiempo.

¡Los libros nunca están cerrados! Tal vez eso es lo que advertía la hermosa protagonista de los cuentos de La dama del lago que, en su locura, llenaba de libros el suelo alrededor de su cama, como si con ellos pudiera alejar alguna espectro: los libros eran guardianes siempre alerta.

Extrañar a un amigo es como tener perdido un libro en una biblioteca inmensa.  Por su parte, nuestros hermanos son ejemplares únicos, libros que no están en ninguna otra biblioteca más que en la nuestra.

Borges habla de un libro sin principio ni fin, un libro cuyas hojas son infinitas y se pierden en las manos como arena: una vez que extravías la página que estabas leyendo, no puedes volver a hallarla, por más que la busques. De esto se infieren muchas cosas: por ejemplo, que no tiene caso subrayar ningún fragmento que te guste: nunca volverás a encontrarlo.

Para mí, Dios es ese Libro de Arena que nunca se abre en la misma página. ¡Y claro que puedes anotar lo que diga, pero solo estarás perdiendo un tiempo precioso en el que podrías leer otra página igual de importante! De hecho, las frases de ese libro suelen colarse por nuestra memoria, e incluso confundirse con ella, como granos por nuestras manos, o mejor, como gotas de agua en el mar.

Con todo lo anterior, tengo de repente la clara impresión de que leer es la forma de meditación que caracteriza a esta parte del mundo que nos toca, a la que llamamos Occidente; Oriente elige otras formas, sin palabras, o mejor dicho, sin discurso. Sin embargo, hay varias cosas en las que ambos se parecen: para empezar, en lo que ─con imaginación bastante naive─ solemos creer que ocurre por dentro a quien lee o medita: así como este último, en su posición erguida y quieta, suele ser visto como alguien que ha quedado vacío y no alguien en profunda conmoción interna (que es lo que en realidad casi siempre está ocurriendo), así tampoco podemos percibir el torbellino que arrastra por dentro al que lee.

La particularidad de este tipo de meditación occidental es que es una forma de comunicación (de nuevo, leer es hacer amigos). En Occidente, meditar es llegar a nosotros mismos a través de otro y a otro a través de nosotros mismos. Mientras que en Oriente ─hasta donde he leído y me han contado ─ meditar es disolver la propia identidad en lo inefable, en occidente somos más de apapacho, de estar juntos.

Quién interrumpe a alguien que lee está interfiriendo en una conversación apasionante. Cuando intenta promover la lectura, Occidente está alentando esa conversación, sin embargo, no sé por qué la idea que se crea en la mayoría de la gente es que leer es una obligación, que es importante leer aunque sea sólo por el hecho de hacerlo, como una especie de superstición en la que someter los ojos al impacto de las letras es suficiente para que ese acto tenga sentido. Al menos desde que yo era chico, impera en el mundo una distorsión utilitarista, una confusión sobre la experiencia profundamente vivencial y de contacto humano que implica la lectura, y ésta se convierte en un acto mecánico, una acción rutinaria que puede fácilmente ser sustituida por cualquier otra (¿no es cierto que todos interrumpimos a alguien que lee, por cualquier banalidad?).

La obligación de leer se me figura un poco como lo que pasa con ese libro de arena borgiano ─a quien yo llamo Dios─, el cual podríamos consultar cada vez que quisiéramos, y al que en cambio acabamos teniendo terror y encerramos con llave en un armario oscuro. Esta alusión a lo religioso al hablar de los libros no parece estar fuera de lugar. Al re-ligar (volver a unir), una verdadera religión debería disolver fronteras, abrir espacios, ensancharnos, y no estrecharnos ni encerrarnos. Sin embargo, el rigor impuesto sobre la lectura desde la escuela y la educación autoritaria puede convertirse en un verdadero sucedáneo del terror eclesial, transformando a las bibliotecas en oscuras dictaduras teocráticas. ¿Consecuencia? Uno quisiera quemar los libros y festejar el triunfo del paganismo con música y cualquier otra cosa que no sea leer: disfrutar la calle, lo nuevo, el aire, el bullicio de verdaderos amigos…

Pregunta final: ¿Cómo hacer de un libro un verdadero amigo, de esos que puedes extraviar en medio de la fiesta, con la seguridad de que de nuevo lo vas a encontrar (a menos que le haya gustado a otro lector y se hayan ido juntos a su casa)? Y otras preguntas más, inevitables, dada esta última y sensual imagen: ¿por qué seremos tan celosos de nuestros libros, por qué nos costará tanta trabajo prestarlos y, una vez en nuestras manos, devolverlos a sus antiguos amantes?

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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¿La clase media se le da vuelta a Milei?

Por Aram Aharonian

El gobierno de Javier Milei tomó conciencia de que el combustible que puede prender fuego a sus pretensiones es la clase media, que fue la que consolidó su triunfo en el balotaje. El enojo de un sector de la clase media llevó al ultraderechista a archivar el manual libertario y revertir el aumento de la medicina prepaga.

En la Casa Rosada se vanaglorian con la revista Time, que puso a Milei entre las 100 personas más influyentes. Es un ranking curioso. No figuran Joe Biden ni Donald Trump ni Xi Jimping ni Vladimir Putin ni Lula, por ejemplo.

Milei, quien se jactó el viernes en la reunión de la derecha empresarial en el lujoso hotel Llao Llao de Bariloche, de llevar adelante el ajuste más grande la historia de la humanidad, fue alertado de que la crisis de la educación pública podría ocasionarle un efecto parecido al de la medicina prepaga, donde tuvo que dar marcha atrás con sus aumentos.

Las encuestas marcan que se empieza a afirmar una opinión mayoritariamente negativa a su gestión en ítems como jubilaciones, salud y educación. El falso anuncio de un acuerdo con las universidades nacionales fue un síntoma de eso. Para las encuestadoras “aún” conserva el 50% de apoyo. Ah, y el otro 50% está huérfano de liderazgo y de mística, aún en shock por el resultado electoral y las malas noticias y la crisis que le siguieron… Pero se teme que muy pronto se le termine la paciencia.

Pese a los análisis agoreros, parece lejano aún el día del “juicio final” en el que explota todo y Milei se va, y lo que ha logrado el gobierno es una convivencia más naturalizada de la oposición política y sindicial. No  ha habido ninguna prueba definitiva de la lucha de clases; pero hasta ahora el Mileinato no pudo llevarse puesto el régimen político.

Con su sesgo bonapartista, amenaza ahora con hacerlo cuando gane las elecciones de octubre de 2025 y su hermana Karina arme un nuevo partido. “En diciembre de 2025 presentaremos 3000 leyes para ser votadas en extraordinarias”, dijo, pero para esa fecha falta demasiado y demasiadas cosas podrían pasar antes.

El guatemalteco Augusto Monterroso escribió el cuento más breve del mundo: “Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí”. No hay en el país ese clima político asfixiante que había a mitad del año pasado, pero Milei sigue ahí. La posición no logra arrastar a las masas, y tampoco el gobierno. Hay un gran ausente, el peronismo en las calles -dice que primero tienen que “reorganizar el movimiento”- abandonando la contención popular para volver al poder en 2025, como Lula después de Bolsonaro.

Nadie espera un cambio en Milei: es la provocación permanente y está logrando aplicar un ajuste económico brutal. La burguesía política está incondicionalmente con la gobernabilidad pero no incondicionalmente con Milei. Pero el FMI ya dio dos alertas, uno sobre la situación social y otro donde le dicen que el ajuste macro fue más rápido de lo que creían, pero para que no sea un ave de paso el gobierno tiene que traducir estas medidas durísimas en leyes.

El gobierno tiene enfrentamientos con varias instituciones: con los gobernadores por los fondos, y todo el tiempo entran y salen cosas del proyecto de ley ómnibus, que de más de 600  artículos había bajado a 200, ahora podría crecer a 400, y se empieza a tratar esta semana en el Congreso, donde acumula dos derrotas: la caída de la ley original en febrero y la del Decreto de Necesidad y Urgencia en Senadores. Ninguna de estas derrotas abrió una crisis política, quizá porque nadie quiere que se vaya.

Está también la Corte Suprema de Justicia, que no se quiere pronunciar antes que las instituciones políticas y donde se metió el lío por la posible designación de Ariel Lijo como miembro de la Corte, un juez demostradamente corrupto.

El gobierno tiene a favor que las tres crisis que deberían unirse, política, social y económica, no hay quién las una. La crisis política no le importa al 56% que votó a Milei, donde es dominante el tema de la corrupción. La crisis social es distinta, porque si cae el techo de la escuela protestan todos. O lo que pasa con la epidemia de dengue, sobre la que el gobierno no actúa, copiando el negacionismo de Jair Bolsonaro acerca del covid.

Milei en su salsa

El entorno del presidente sabe que a Milei le importan sólo tres cuestiones: el déficit cero, las redes sociales y su fama en el mundo. Insisten en que se ha convertido en un referente internacional de la derecha, lo que deriva en frases grandilocuentes como la de que coordinaría acciones con los presidentes del mundo, lo que obviamente está muy lejos de la realidad, ya que “los mandatarios hablan con la casa matriz (Washington), no con la sucursal”, señala Raúl Kollman

Una semana atrás, Milei anunció la interrupción de su viaje a Dinamarca por el conflicto Irán-Israel y porque regresaría al país “para coordinar acciones con los presidentes del mundo occidental”. Como era previsible, ningún presidente del mundo occidental se dio por enterado. Hoy en día Milei no tiene presidentes con los que hablar. De haberlo hecho, el costoso equipo detrolls lo hubiera difundido.

Más allá de que no coordinó nada, produjo una crisis con dos de los mandatarios de la región –Gabriel Boric de Chile y Luis Arce de Bolivia– cuando su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, repitió un añejo libreto estadounidense: que las triples fronteras entre Chile, Bolivia y Perú y la de Argentina, Brasil y Paraguay son el foco de todos los males.

En materia de sobreactuación, Luis Petri, el ministro de Defensa, solicitó ser una especie de socio de la OTAN, la alianza militar que encabeza Estados Unidos y los países europeos. Más allá de la cuestión constitucional, la asociación a la OTAN rompe con una tradición argentina de neutralidad, de no intervención y de buscar la paz como prioridad.

Desde hace años, Estados Unidos trata de desacreditar a las Naciones Unidas y fomenta “The coalition of the willing” (la coalición de los dispuestos), o sea la asociación de Washington con distintos gobiernos de distintas zonas, para influir en esas regiones y, en el peor de los casos, ejercer el papel de policía.

Y siguiendo con la sobreactuación, Petri, en videollamada con Milei, anunciaron la compra de los añejos aviones F-16 por un total de 700 millones de dólares a Dinamarca, unas aeronaves con software, instrumental y armamento ya obsoleto para la OTAN, pero aún un buen negocio para vendérselo a países subdesarrollados.

La pregunta hoy es de dónde va a salir el dinero de los F-16 en tiempos en que “no hay plata”. A Dinamarca hay que pagarle unos 300 millones de dólares y el armamento se paga aparte, otros 300 millones a Estados Unidos. ¿Pago en cuotas y recepción paulatina de los aparatos a medida que se realicen los pagos?

Mientras, 36 fiscales federales expresaron su preocupación frente a la decisión de Petri de desmantelar el área ministerial que investiga los crímenes de lesa humanidad. En una nota remitida al procurador interino Eduardo Casal, los fiscales señalaron que la falta de relevamiento y análisis de los archivos que están en poder de las Fuerzas Armadas irá en desmedro de las causas por crímenes de lesa humanidad.

Recule con la medicina prepaga

Un récord de más de un 165% de aumento en lo que va del año, como consecuencia del Decreto de Necesidad y Urgencia vigente,que desreguló el mercado, generó tal nivel de malestar social y ruido, incluso entre sus votantes, que decidió ceder parte de sus principios antes que pagar las consecuencias políticas.

Por primera vez desde que asumió Milei se vio obligado a abandonar su postura anti-intervencionista y tomó una decisión política en contra de sus principios libertarios: la regulación estatal en el mercado para retrotraer los precios de las empresas de medicina prepaga de salud al valor de las cuotas de diciembre de 2023 y luego aplicar un esquema de actualización mensual.

Todo ello en medio de una escalada de conflictividad apalancada por los despidos y la llegada de las nuevas tarifas de los servicios a los hogares y empresas. En paralelo,el gobierno redobló la apuesta y acudió a la Justicia para solicitar una medida cautelar contra 18 empresas y asegurar un mecanismo de devolución del dinero a los afiliados.¿Otra intervención del Estado para regular el mercado?

El recule tiene su razón en la preocupación por la respuesta en cadena de usuarios que podrían acudir a la Justicia ante los aumentos en telecomunicaciones, combustibles, energía, colegios. La realidad, nuevamente, desmintió a la teoría económica que sostiene que el mercado no tiene fallas y desbarató el fanatismo del Presidente quien considera a los empresarios “héroes benefactores” que pueden acabar con la pobreza del mundo… o acabar con el mundo.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: https://estrategia.la/2024/04/22/la-clase-media-se-le-da-vuelta-a-milei/

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Las tareas pendientes con la educación comprometen el futuro de Brasil

Las tareas pendientes con la educación comprometen el futuro de Brasil

Fernando de la Cuadra

En el contexto actual, en el que se está debatiendo el presupuesto nacional (hecho que motivó una huelga de los y las docentes de Brasil), el autor analiza en este artículo el papel de la educación en la transformación social.


La crisis de la educación en Brasil, no es una crisis, es un proyecto.

Darcy Ribeiro

La educación en Brasil está pasando por una etapa de estagnación, sin que las nuevas autoridades asuman responsablemente dar un giro con respecto a la situación heredada de los dos gobiernos anteriores, de Michel Temer y Jair Bolsonaro. Como nos advierte Darcy Ribeiro, parece que históricamente la función de la educación en Brasil ha sido la de profundizar las diferencias entre una elite culta, letrada y hasta erudita y una gran masa de analfabetos destinados a cumplir el papel de fuerza de trabajo barata y dócil. Los avances realizados en el campo pedagógico –como los realizados por Paulo Freire a comienzos de los años sesenta– siempre tuvieron que enfrentarse con la férrea oposición de quienes rechazaban los avances civilizatorios que la educación podría representar para el país, alfabetizando y dando carta de ciudadanía a los grupos más pobres y excluidos de la población.

En ese sentido, Paulo Freire era considerado un subversivo, pues su discurso lúcido y movilizador estaba impregnado de un espíritu libertario y democrático. Así, como apuntaba acertadamente en una de sus memorables páginas de La educación como práctica de la libertad: “La salud para esta extraña democracia es el silencio del pueblo, su quietud. Es la sociedad cerrada, es la inmovilidad. De ahí que los defensores de este tipo de democracia postulen la necesidad de preservar al pueblo de lo que llaman ‘ideas exóticas’, en último análisis: todo lo que pueda contribuir a la presencia activa del pueblo en su proceso histórico”.

De esta manera, el proyecto de llevar adelante el método freiriano de educación de adultos[1], fue dramáticamente interrumpido por el golpe de Estado civil-militar-empresarial de 1964 y desde entonces el camino hacia la universalización de la educación en Brasil ha sido largo, tortuoso y descontinuado. Uno de los infaustos legados que dejó la dictadura fue la de concebir que una educación pública, gratuita, universal y de calidad es un proyecto grandioso para el cual el Estado no tiene condiciones de financiamiento.

Independiente de la capacidad de gestión de ciertos gobiernos por llevar adelante un plan que asegure una educación como un derecho fundamental para toda la población, lo que sugiere la experiencia brasileña es que, en la disputa entre un proyecto de sociedad más inclusivo, participativo y pluralista contra otro más elitista, excluyente y estratificado, esta última visión ha salido victoriosa hasta el momento. A la estructura de resabios coloniales en que funciona el país habría que sumarle un Congreso reaccionario que pone innumerables obstáculos a cualquier medida orientada a mejorar la calidad de vida de los sectores más carentes.

El gobierno Lula les prometió a los brasileños un periodo de bienestar y prosperidad, pero a las ilusiones y expectativas de los primeros meses le han seguido las indicaciones de que el Ejecutivo se encuentra más preocupado con la austeridad fiscal que con mejorar las condiciones concretas de vida de la mayoría de la población. Quienes se sienten desilusionados con los escuálidos avances de un gobierno que se autoproclamaba popular, pueden ser confundidos y cooptados por las falsas promesas del bolsonarismo y la extrema derecha. La disminución del presupuesto para salud y educación contrasta con los fondos destinados para la compra de armamentos y suministros para las Fuerzas Armadas[2]. Por su parte, los salarios de los profesores -en todos los niveles del sistema educacional- difieren escandalosamente con las exorbitantes remuneraciones que reciben los oficiales de las tres ramas y con los sueldos recibidos por miembros de poder judicial.

Un profesor universitario en la cúspide de su carrera y con dedicación exclusiva, recibe en media, tres veces menos que un teniente coronel del ejército o un juez federal, sin considerar los beneficios y ayudas suplementarias que aumentan aún más los ingresos de estas categorías.

Por eso mismo, profesores y servidores de universidades federales, centro de educación tecnológica e institutos federales se encuentran en este momento en huelga a través de todo el país, teniendo el aumento salarial como principal reivindicación. Ellos solicitan un reajuste del 22 por ciento dividido en tres años, con inicio en mayo de 2024. Dicha reposición salarial cubriría apenas las perdidas inflacionarias acumuladas por los dos gobiernos anteriores. Diferentemente, el gobierno sólo ofrece un 9 por ciento dividido en 2 años y a partir del 2025. Este movimiento también ha recibido la solidaridad de técnicos administrativos y estudiantes, que reivindican conjuntamente la construcción de una universidad pública gratuita, de calidad y valorizada.

El Sindicado Nacional de Docentes de las Instituciones de Enseñanza Superior (ANDES) sostiene que además de la recomposición salarial, existe una necesidad urgente de reestructurar la carrera docente, junto con mejorar las condiciones de trabajo y la dignidad de los profesores. Asimismo, demandan la realización de un importante volumen de inversiones públicas en las instituciones federales de educación, visto el alto grado de deterioro y abandono de la infraestructura y de los servicios resultante de la nefasta administración de los gobiernos precedentes.

De hecho, la situación de la educación superior en Brasil se ha resentido enormemente en los últimos 8 años, desde que fue destituida a través de un golpe blando la ex Presidenta Dilma Rousseff. Pero no solamente la educación superior sufre los rigores de los recortes presupuestarios iniciados en el gobierno Temer con las medidas del llamado “techo de gastos”.

El país ocupa actualmente un preocupante lugar en el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA)[3]. En matemáticas y ciencias menos de la mitad de los estudiantes de 15 años consiguió alcanzar un nivel mínimo de aprendizaje, siendo que Brasil ocupó la 65° y la 61° posición en esas materias, respectivamente. Específicamente, en matemáticas, un 73 por ciento de los estudiantes no alcanzaron el nivel básico considerado por la OCDE para garantizar que los jóvenes puedan ejercer plenamente su ciudadanía. Ello se expresa concretamente en que 7 de cada 10 de estos jóvenes con 15 años no saben resolver problemas básicos como convertir el valor de dos dólares para su equivalente en moneda nacional (Real) o calcular el porcentaje de ingredientes necesarios para preparar una comida.

Según los datos del Instituto Todos por la Educación, el analfabetismo funcional de personas entre los 15 y los 64 años es de aproximadamente un treinta por ciento, donde un tercio de los alumnos que llegan al quinto año de escolaridad apenas consiguen leer y un veinte por ciento de los jóvenes que concluyen la enseñanza fundamental (hasta noveno año) no dominan el uso de la lectura y la escritura.

La situación del Magisterio es deplorable, pues junto con toda la carga horaria extenuante, los profesores reciben salarios que les imposibilitan llevar una vida digna y muchos de ellos deben buscar otras fuentes de renta fuera de sus actividades docentes.

En suma, una situación catastrófica que el actual gobierno no ha tenido la voluntad de alterar, inventando excusas y refugiándose en el argumento de que el país no puede invertir más en políticas sociales debido a sus compromisos con la responsabilidad fiscal y el ajuste presupuestario. Queda por lo tanto el triste recuerdo del gobierno de João Goulart que, con mucho menos presupuesto se lanzó decididamente a terminar con el analfabetismo y de mejorar sustantivamente la calidad de educación brasileña, con Paulo Freire liderando ese proceso.

Si los tecnócratas de plantón no recapacitan y no recuperan el legado pedagógico y transformador del patrono de la educación brasileña, este país condenará a las futuras generaciones a seguir siendo explotadas y despreciadas por las elites cavernarias y, en esa medida, se condenará a sí mismo.


Notas

[1] Con este método Paulo Freire lograba alfabetizar a personas adultas en solamente 45 días, como quedó demostrado en algunas experiencias realizadas por Freire a comienzos de la década del sesenta en Pernambuco y Rio Grande do Norte, para luego ser replicadas a nivel nacional durante el gobierno de João Goulart, en el marco del Plan Nacional de Alfabetización iniciado en enero de 1964.

[2] Solamente en el caso de la Marina, el gobierno está invirtiendo 100 millones de euros en cuatro submarinos convencionales (propulsión diésel-eléctrica) y otros 100 millones de euros en un submarino nuclear.

[3] Pisa es el principal examen internacional en educación que mide cada tres años el desempeño de estudiantes entre 15 y 16 años de edad (final del ciclo básico). Se realiza por medio de un test computarizado que dura dos horas en la cual se mide el desempeño en lectura, matemáticas y ciencia. El último Pisa (2022) fue realizado en 81 países, entre miembros y socios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias Sociales, editor del blog Socialismo y Democracia y autor del libro De Dilma a Bolsonaro: itinerario de la tragedia sociopolítica brasileña (editorial RIL, 2021).

Fuente: https://fmdelacuadra.blogspot.com/2024/04/las-tareas-pendientes-con-la-educacion.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/las-tareas-pendientes-con-la-educacion-comprometen-el-futuro-de-brasil/

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Día de la Tierra 2024: El Planeta, en estado crítico

Día de la Tierra 2024: El Planeta, en estado crítico

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Día de la Tierra 2024: El Planeta, en estado crítico

En el Día de la Tierra de 2024, no podemos evitar mirar hacia atrás y reflexionar sobre el estado actual del medio ambiente. Nos encontramos en un momento crítico en la historia de nuestro planeta, donde las acciones que tomemos hoy tendrán un impacto significativo en el futuro de la Tierra y de las generaciones venideras.

En los últimos años, hemos sido testigos de una serie de eventos que sirven como recordatorio de la fragilidad de nuestro ecosistema. Desde incendios forestales devastadores hasta huracanes intensificados por el cambio climático, el medio ambiente está enviando señales de alarma que no podemos ignorar. La pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y del agua, y el agotamiento de los recursos naturales son solo algunas de las muchas preocupaciones que enfrentamos en la actualidad.

Cambio climático: una amenaza inminente

El cambio climático se ha convertido en la amenaza ambiental más acuciante de nuestro tiempo. Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera han alcanzado niveles sin precedentes, atrapando el calor y provocando un aumento sostenido de la temperatura global. Este calentamiento está teniendo efectos devastadores en todo el planeta, desde el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar hasta la intensificación de las sequías, las inundaciones y las tormentas. Si no se toman medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, las consecuencias serán catastróficas, con impactos irreversibles en la agricultura, la seguridad alimentaria y la habitabilidad de vastas regiones del planeta.

Pérdida de biodiversidad: un tesoro en peligro

La biodiversidad, la rica variedad de vida en la Tierra, es esencial para el mantenimiento de ecosistemas saludables y el bienestar humano. Sin embargo, las actividades humanas, como la deforestación, la sobreexplotación y la contaminación, están impulsando una ola de extinciones sin precedentes. La pérdida de biodiversidad amenaza con desestabilizar ecosistemas enteros, con repercusiones en la polinización, el ciclo del agua y la regulación del clima. Además, la desaparición de especies tiene un impacto directo en las comunidades que dependen de ellas para su sustento y cultura.

Contaminación: un enemigo invisible

La contaminación en todas sus formas representa una grave amenaza para la salud del planeta y sus habitantes. La contaminación del aire, causada principalmente por la quema de combustibles fósiles, está vinculada a una serie de enfermedades respiratorias y cardiovasculares. La contaminación del agua, provocada por vertidos industriales y agrícolas, contamina fuentes de agua potable y daña los ecosistemas acuáticos. La contaminación del suelo, causada por el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas, reduce la fertilidad del suelo y pone en riesgo la seguridad alimentaria.

Día de la Tierra: Un llamado a la acción colectiva

En este Día de la Tierra, es imperativo que hagamos un llamado a la acción colectiva para abordar los desafíos ambientales que enfrentamos. La responsabilidad recae en todos nosotros: individuos, comunidades, empresas y gobiernos. Cada uno de nosotros tiene el poder de marcar la diferencia, desde realizar pequeños cambios en nuestro estilo de vida diario hasta abogar por políticas ambientales sólidas.

Acciones individuales para un futuro sostenible

A nivel individual, podemos adoptar prácticas más sostenibles, como reducir nuestro consumo de energía, utilizar medios de transporte sostenibles, reciclar y reutilizar materiales, y consumir productos de manera responsable. También podemos apoyar a organizaciones ambientales que trabajan para proteger el planeta y participar en iniciativas de activismo ambiental, pero no solamente en el Día de la Tierra, sino los 365 días del año.

La necesidad de un cambio sistémico

Sin embargo, los cambios individuales no serán suficientes. Se requiere un cambio sistémico profundo para abordar las causas fundamentales de los problemas ambientales. Los gobiernos deben implementar políticas ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, proteger la biodiversidad y prevenir la contaminación. Las empresas deben adoptar prácticas sostenibles en toda su cadena de valor. Y las instituciones educativas deben integrar la educación ambiental en sus planes de estudio para crear una generación más consciente y comprometida con la protección del planeta.

Día de la Tierra 2024 ¿Un futuro esperanzador?

El Día de la Tierra es un momento para reflexionar sobre el estado actual del medio ambiente y renovar nuestro compromiso con la protección de nuestro planeta. Si bien los desafíos son inmensos, también hay motivos para la esperanza. La creciente conciencia ambiental, el avance de las tecnologías sostenibles y la movilización global a favor de la acción climática son señales positivas de que podemos construir un futuro más sostenible para las generaciones venideras.

En este Día de la Tierra, debemos comprometernos a tomar medidas concretas para proteger y preservar nuestro medio ambiente. Esto incluye adoptar prácticas más sostenibles en nuestra vida diaria, apoyar políticas ambientales sólidas y promover la educación y la conciencia sobre los problemas ambientales. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la construcción de un futuro más saludable y sostenible para nuestro planeta.

En última instancia, el estado actual del medio ambiente es un recordatorio de nuestra interconexión con la Tierra y con todas las formas de vida que la habitan. Como especie, tenemos la responsabilidad de ser buenos guardianes de nuestro hogar compartido y de trabajar juntos para asegurar un futuro próspero para las generaciones venideras. En este Día de la Tierra, comprometámonos a tomar medidas audaces y decisivas para proteger y preservar nuestro medio ambiente para las generaciones futuras.

Fuente de la Información: https://www.ecoportal.net/paises/dia-de-la-tierra-de-2024/

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