Page 336 of 2438
1 334 335 336 337 338 2.438

Cultura de la exclusión

Por: Leonardo Díaz 

Prejuicio racial que asocia unas características relacionadas con el fenotipo afroamericano como feo, sucio y rechazable, mientras todo lo relacionado con la etnia blanca resulta bello, limpio y deseable.

Basada en sus experiencias como investigadora, la antropóloga Tahira Vargas ha publicado un artículo titulado “Discriminación y sanción en el código penal” (Acento, 6-7-2021) en que reflexiona sobre las prácticas discriminatorias de la sociedad dominicana.

Vargas cita algunos de sus estudios cualitativos para mostrar el sentir de algunas de las personas que sufren la estigmatización producto de los prejuicios identitarios arraigados en la cultura dominicana.

Estos prejucios aprendidos en el proceso de socialización operan institucionalmente: en la escuela, en los centros de salud, en las instancias del poder jurídico y político.

Esta situación genera un efecto deshumanizador que persigue al agraviado durante toda su vida y clausura sus posibilidades de acceso a los bienes a los que tiene derecho en función de su dignidad intrínseca como persona.

Si hay una idea clave en el artículo de Tahira Vargas es que en nuestra sociedad las distintas formas de discriminación (racial, sexual, de género, y de clase) permanecen invisibilizadas.

La noción de invisibilización alude a un conjunto de actitudes, valores y prácticas que se encuentran ocultas o vedadas en el sistema cultural, jurídico y político de una sociedad, en muchos casos ocultas en prácticas que parecen significar lo opuesto.

Por ejemplo, piensen en la práctica establecida por muchos centros educativos dominicanos de obligar a las niñas a alisarse el pelo. Parece una regla inocua relacionada con el cuidado personal, la limpieza o la imagen del estudiantado, y con ello, de la institución.

Lo que la referida norma oculta es un prejuicio racial que asocia unas características relacionadas con el fenotipo afroamericano como feo, sucio y rechazable, mientras todo lo relacionado con la etnia blanca resulta bello, limpio y deseable. En síntesis, lo que esta norma oculta es un prejuicio racista que afecta a la niña del fenotipo rechazado y le enseña a rechazarse a sí misma.

Muchas prácticas y normas racistas, homofóbicas, xenófobas o misóginas se encuentran invisibilizadas en acciones aparentemente igual de inofensivas; otras conductas son más explícitas y claramente ofensivas. Todas constituyen parte de un entramado que convierte a la sociedad dominicana en una comunidad excluyente.

Fuente de la información: https://acento.com.do

Comparte este contenido:

Cuba inclina la balanza de América Latina

Por: Claudio Katz

Washington opta por una estrategia de inflexible estrangulamiento para precipitar un incendio que derrumbe al régimen y evite así la riesgosa carta de la intervención extranjera.

 

Las protestas callejeras son datos cotidianos de América Latina que no sorprenden a ningún analista. Pero su irrupción en Cuba ha generado un inusual impacto por las consecuencias de esas marchas para el futuro de la región. Todos los actores políticos del hemisferio saben lo que se juega en la isla.

 

La doble vara de los medios de comunicación volvió a operar a pleno. Movilizaciones significativas pero no multitudinarias, sin víctimas ni destrozos de importantes fueron difundidas con títulos de catástrofe. En las mismas pantallas y diarios apenas se menciona el asesinato habitual de manifestantes en Colombia, los disparos para cegar jóvenes en Chile o el brutal apaleamiento de los que protestan en Perú.    

 

La pandemia y el derrumbe de la economía han potenciado en Cuba el mismo descontento que se verifica en todas partes. Pero estos dos terribles agobios del último año han sido terriblemente agravados en la isla por la singular pesadilla del bloqueo. Ningún otro país afronta el Covid y la recesión con una restricción tan brutal para adquirir alimentos, medicamentos o repuestos. Debe pagar costosos fletes o seguros y conseguir financistas dispuestos a lidiar con las sanciones de Estados Unidos.

 

Trump agravó el cerrojo obstruyendo los viajes y las remesas de los familiares que había flexibilizado Obama. Biden no modificó ese ahogo, luego de desplegar una campaña electoral macartista en la Florida. Por el contrario, mantiene la tipificación de Cuba como estado terrorista para acentuar el cerco sobre la isla.

 

Un ahogo premeditado

 

Cuba sufrió un derrumbe del 11% del PBI el año pasado. Esa caída perforó el piso de la aguda depresión sufrida por América Latina. La desaparición del turismo privó al país de las pocas divisas que tenía para sobrevivir y el gobierno se vio obligado a implementar la unificación cambiaria para recaudar dólares. Necesita esos fondos para importar alimentos, medicinas y repuestos. Como las autoridades no cuentan con muchos mecanismos para obtener esos recursos, autorizaron mayores operaciones con las ansiadas divisas.

 

Esa decisión condujo a una devaluación que acrecentó la inflación y agravó la carencia de productos de primera necesidad. También se profundizó la desigualdad entre las familias que tienen o no acceso a los dólares. Las medidas posteriormente adoptadas para paliar los efectos del ajuste cambiario, no compensaron el deterioro del poder adquisitivo.

 

Esta fragilidad externa de la economía cubana es muy conocida en todos los países latinoamericanos. Pero Cuba sufre el peculiar agravante de un ahogo premeditado impuesto por el bloqueo. Estados Unidos reforzó ese torniquete en plena pandemia. Ratificó las sanciones contra empresas del estratégico consorcio estatal GAESA, impuso el cierre de los servicios de Western Union, afianzó el drástico recorte de las remesas y reafirmó la prohibición de los vuelos. La frutilla del postre fue el cierre de los servicios consulares de la embajada norteamericana por los presuntos «ataques sónicos”.

 

Los voceros de la Casa Blanca presentan el bloqueo como un justificado embargo. Pero no ofrecen ningún argumento para explicar la brutal asfixia que imponen a los habitantes de la isla. Ese cerco contradice incluso los elogiados principios neoliberales de libre comercio. Ni siquiera pueden alegar la subsistencia de una involuntaria rémora de la guerra fría. El bloqueo fue acentuado en 1992 y 1996 y reforzado por Trump con 243 cláusulas adicionales.

 

Esta macabra ingeniería de sanciones tiene severos efectos sobre la provisión de energía. Cuba pudo aguantar sin apagones durante un tiempo, pero la aplicación del capítulo III de la Ley Helms-Burton afectó duramente el abastecimiento de combustible.

 

Mucho más dramática es la agresión en el plano sanitario. Cuba logró un manejo extraordinario de la pandemia durante el primer año, con un bajísimo indicador de muertes por millón de personas. Un país totalmente cercado vacunó al 34 % de la población mayor de 19 años con una dosis y logró la increíble proeza de crear las dos primeras vacunas elaboradas en la región. Ya consiguió la autorización para el uso de Abdala y Soberana.

 

Pero las autoridades no pudieron mantener esa misma eficacia frente al reciente rebrote de Covid. Algunos expertos atribuyen esa falla a la reanudación parcial del turismo. Un problema más crítico se verifica en la carencia de otros remedios y en la sub-ejecución de los presupuestos de salud. Para una isla que importa la mitad de los medicamentos básicos el bloqueo es doblemente criminal.

 

El gobierno estadounidense ha multiplicado los sufrimientos de Cuba en el pico del Covid para forzar su rendición. Busca provocar un desastre humanitario para presentar la intervención ulterior como un acto de socorro. Genera víctimas adrede para exhibirse luego como un gran salvador. El músico Rogers Waters ilustró muy bien este operativo, con la imagen de un vándalo que encierra y ahoga a los propietarios de una casa, para capturarla alegando que sus habitantes no saben gestionar esa unidad.

 

Biden ha obstruido también las donaciones y exige canales privados para concretar envíos a la isla sin ningún control de las autoridades. Coronó esa presión publicando un infame documento del Departamento de Estado, que presenta a las misiones de los médicos cubanos en el exterior como un ejemplo de “trabajo forzado”.

 

Ese texto denuncia que los profesionales de la isla son obligados a cumplir contra su voluntad, con una actividad destinada a exaltar los méritos del régimen. Los escribas de Washington están tan habituados a la codicia, el egoísmo y el maltrato imperial, que no conciben la existencia de actitudes de solidaridad internacional. Han naturalizado el modelo de acaparamiento de vacunas y robo de remedios que consumó Trump.

 

No se requiere gran sabiduría para comprender las raíces del descontento social en Cuba. Hay una dura acumulación de padecimiento al cabo de un bloqueo que genera agobiantes privaciones.

 

Las fuerzas en disputa

 

La presencia de muchos enojados con los sufrimientos en la isla es un dato incuestionable. Pero su grado de representatividad es incierto. Los descontentos han confluido con fuerzas derechistas que siguen un guión elaborado en Miami. Esta combinación de diferentes sujetos ya se verificó en el movimiento previo de San Isidro en noviembre pasado.

 

No es un secreto para nadie la activa presencia de una red contrarrevolucionaria. Los derechistas incitan al odio, propician incendios y auspician saqueos. Repiten el patrón de provocaciones que han practicado durante años en Venezuela. El violento tono que están adoptando los voceros de Miami dentro de Cuba, no es reportado sólo por el gobierno. También otras fuerzas de la oposición denuncian la irrupción de nuevas camadas de los viejos gusanos.

 

Si se observan las propuestas que propagan esos grupos, salta a la vista su promoción de un brutal modelo capitalista monitoreado desde la Florida. Ocultan que esa regresión conduciría a la misma devastación neoliberal que empobreció a Latinoamérica en las últimas tres décadas. A diferencia de los simples descontentos, la derecha tiene proyectos muy definidos para restaurar el status cuasi colonial del pasado.

 

La burguesía de origen cubano afincada en el Norte conforma un segmento de enorme influencia en el establishment estadounidense. Está totalmente integrada a la estructura imperial y ambiciona recuperar sus propiedades, luego de retomar el control de la isla. No disimula su odio e incentiva abiertamente la invasión de los marines. El alcalde de Miami explicitó sin ninguna diplomacia ese propósito, al reclamar una intervención con ataques aéreos semejantes a los perpetrados en Panamá y en la ex Yugoslavia.

 

Pero Washington también toma en cuenta el balance de los incontables fracasos en operativos de esa índole. Por eso opta por el curso más indirecto del bloqueo, con la expectativa de crear en la isla una crisis terminal. Con una cruel estrategia de inflexible estrangulamiento, espera precipitar un incendio que derrumbe al régimen y evite la riesgosa carta de la intervención extranjera.

 

En los últimos meses la agresión contra Cuba también escaló por las presiones que desplegaron los derechistas de América Latina. Los líderes de ese sector están muy afectados por las movilizaciones callejeras y las derrotas electorales. Sus principales figuras pierden espacios y han recibido significativos golpes en el principal país de la región (Brasil) y en los tres bastiones del cenit neoliberal (Perú, Chile y Colombia). Bolsonaro, Macri y Duque propician algún acontecimiento de gran impacto contra Cuba, para disipar el fantasma de un nuevo ciclo progresista. Ya comenzaron su incursión con una gran andanada de noticias falsas en las redes sociales.

 

La derecha tiene muy presente cómo los sucesos de la isla han inclinado en el pasado la balanza de la región. El triunfo de 1960 inspiró la gran oleada de proyectos socialistas y la permanencia de la revolución contribuyó a contener el neoliberalismo posterior. Cuba brindó soportes a las grandes rebeliones y a los ensayos progresistas de las últimas décadas y se mantiene como un gran obstáculo para los actuales ensayos neoconservadores. La retaguardia cubana opera como una reserva de proyectos populares de toda la región.

 

Si el dique geopolítico que sostiene la isla es demolido, no sólo Cuba compartiría las desgracias ya padecidas por todo el Caribe. Esa penuria implicaría la aterradora llegada de mafias y narcotraficantes para destruir una sociedad educada, con significativa equidad y aceptable nivel de convivencia. El efecto de esa demolición sobre el resto de América Latina sería igualmente brutal. Una derecha envalentonada multiplicaría de inmediato golpismo, la militarización y el despojo en toda la región.

 

La permanencia de Cuba aporta, por lo tanto, un soporte clave para la lucha de los pueblos latinoamericanos. Ese sostén presenta además un doble carril e incide sobre el futuro de la isla. Una gran derrota del imperialismo crearía el escenario requerido para rescatar a Cuba de su aislamiento. Ese contexto permitiría implementar una política continental de medidas contra el bloqueo.

 

La gravitación de Cuba para cualquier proyecto de emancipación latinoamericana volvió a notarse en las manifestaciones realizadas durante la semana pasada en las puertas de muchas embajadas, en nítida confrontación con los derechistas. La disputa que se libra en el interior de Cuba tiene eco en numerosas ciudades de América Latina. Los dos campos cuentan con significativos soportes fuera del país.

 

El grueso de la izquierda regional sostiene apasionadamente a la revolución y concentra esa defensa en la denuncia del bloqueo. Desenmascara las mentiras de los medios de comunicación, recordando que ese cerco es la principal causa de los padecimientos afrontados por los cubanos. Cualquier política económica para superar las adversidades actuales exige erradicar el acoso externo.

 

Pero no alcanza con las abrumadoras votaciones contra el bloqueo, que recientemente se corroboraron en la Asamblea General de la ONU. Se necesita una presión constante, generalizada y mundial para doblarle el brazo al imperialismo, como ocurrió con el apartheid de Sudáfrica.

 

Tampoco son suficientes los mensajes de condena verbal. Esos rechazos por parte de López Obrador y Alberto Fernández son importantes, pero deben ser complementados con donaciones y envíos de productos faltantes a la isla. Un ejemplo de esas acciones fue la reciente campaña para hacer llegar jeringas a La Habana. En el escenario de la nueva agresión, los defensores de Cuba comienzan a romper la rutina y ya conciben nuevas iniciativas contra el bloqueo.

 

Posturas en la izquierda

 

Aunque las protestas expresan una genuina insatisfacción, su expansión no contribuye a resolver los problemas de la isla. Como ocurre con todas las movilizaciones en cualquier lugar del mundo, el perfil final de esas marchas no depende sólo de las demandas enarboladas o de su masividad.

 

Las experiencias internacionales han demostrado cuán relevante es el papel de las fuerzas políticas actuantes. Hasta ahora la derecha interviene con poca autoridad en esas manifestaciones y ha quedado abierta la disputa con el gobierno, para dirimir quién hará valer su primacía.

 

Al afirmar que las “calles son de los revolucionarios”, Díaz Canel dejó planteado un posible terreno de procesamiento de esa partida. Pero también convocó al debate y a la búsqueda de caminos consensuados para superar la coyuntura actual. Ambos cursos de movilización y reflexión retoman la tradición que sembró Fidel. Ese legado supone transparentar lo que ocurre, informar la realidad y poner el cuerpo en las manifestaciones de defensa de la revolución.

 

Es importante subrayar en el ámbito de la izquierda, que las críticas a la gestión del gobierno deben desenvolverse en el propio campo y no en el bando opuesto de la oposición. Esos cuestionamientos al interior de un proceso revolucionario son tan lógicos como naturales y ya abarcan una amplia gama de temas.

 

Hay objeciones a la oportunidad, implementación y sentido de las decisiones económicas y también críticas a la sustitución de la batalla política por la simple descalificación de los descontentos. No son “delincuentes” o “marginales” y no corresponde encasillar sus acciones como un mero problema de “seguridad del estado”. Muchos manifestantes son sólo víctimas del bloqueo, que han perdido la voluntad de resistencia al imperialismo.

 

También ha sido desacertada la detención de militantes comunistas. La lucha por atraer y reconquistar a la juventud requiere recrear la imaginación para transitar por senderos inexplorados. La revolución necesita retomar la creatividad que mostró Fidel para transformar los reveses en victorias.

 

Pero cualquier iniciativa para mejorar las respuestas en el complejo escenario actual, sólo podrá prosperar en el campo de la revolución y nunca en el bando opuesto. El grueso de la izquierda dentro y fuera Cuba es consciente de ese posicionamiento y sostiene sin ningún titubeo la continuidad de una epopeya de seis décadas.

 

Pero también existe otro universo conectado con la izquierda que propone rumbos diferentes. Considera conveniente el tránsito por una avenida del medio y cuestiona con igual contundencia a los bandos protagónicos de la disputa. Ese espacio adscripto a una “tercera posición” incluye, a su vez, dos grandes variantes.

 

Una primera vertiente socialdemócrata propicia la equidistancia de Miami y La Habana, utilizando argumentos afines a la teoría de los dos demonios. Atribuye todos los problemas de la isla al clima de fanatismo que han suscitado los extremistas de ambos sectores. Pero en ese ejercicio de curioso equilibrio suele olvidar que las fuerzas en confrontación no son equiparables. Hay un poderoso agresor imperial estadounidense, que no tolera el desafío soberano de una isla próxima a sus fronteras.

 

La mirada socialdemócrata del conflicto pondera el diálogo como el principal canal para resolver las dificultades actuales. Pero no aclara la agenda de esas conversaciones. Mantiene indefinida su postura frente a la restauración plena del capitalismo, que los millonarios de Miami esperan concretar mediante el desmonte del sistema político cubano.

 

La socialdemocracia promueve con otro lenguaje la misma desarticulación de la actual estructura institucional del país. Disfraza ese propósito con su ritual exaltación de la “sociedad civil”. En los hechos, propugna la introducción de alguna modalidad del constitucionalismo burgués imperante en el resto de América Latina. Un cambio de ese tipo sepultaría el instrumento político que durante tanto tiempo ha permitido resistir los embates del imperialismo.

 

Los partidarios de la avenida del medio también desconsideran la peligrosidad de los planes derechistas. Cierran los ojos, por ejemplo, frente a la brutal desestabilización que sufre Venezuela y omiten la necesidad de preparar la defensa. Olvidan que la contrarrevolución nunca fue neutralizada con mensajes bonachones.

 

Este enfoque socialdemócrata es complementado por una segunda variante de posturas intermedias, que reúne a las distintas expresiones del dogmatismo de izquierda. Sus voceros se ubican explícitamente en el campo de las protestas y resaltan el carácter legítimo y progresivo de esas marchas. No observan ningún inconveniente en la presencia de fuerzas derechistas en ese mismo terreno y consideran oportuno batallar desde allí por otro rumbo socialista. Pero no logran develar el misterio de cómo podría emerger un rumbo anticapitalista desde un ámbito tan reacio a ese objetivo.

 

Algunos suponen que el universo de la oposición no es tan regresivo e incluso imaginan a la derecha como una fuerza externa que sólo busca “aprovechar la crisis”. No registran su gran incidencia en los acontecimientos en curso. Otros imaginan que el rechazo al capitalismo ya germina en los cuestionamientos de algunos manifestantes a los privilegios de las “Tiendas Especiales”. Suponen que ese eventual dato definiría el carácter general de las movilizaciones.

Con esos extraños razonamientos los dogmáticos describen los padecimientos económicos de Cuba, sin aportar propuestas sensatas para reencaminar al país hacia el socialismo. Mencionan el bloqueo al pasar y cuestionan los efectos nocivos del turismo. Omiten explicar de dónde saldrían las divisas para mantener los logros de la salud o la educación.

Los sucesos de Cuba no constituyen, en realidad, una incógnita tan compleja, ni carente de antecedentes. Ya existe una abrumadora experiencia para aprender de lo ocurrido en las últimas décadas. Ninguna protesta en Polonia, Hungría o Rusia desembocó en la renovación del socialismo. Al contrario, invariablemente anticiparon la restauración del capitalismo. Si se toman en cuenta esos precedentes, el desarme del sistema político conduciría al suicido de la izquierda. Lejos de abrir las compuertas para rejuvenecer el socialismo, garantizaría la demolición de ese proyecto por un tiempo muy prolongado.

 

La batalla en curso

La defensa de Cuba persiste como uno de los principales estandartes de la izquierda latinoamericana. Nadie sabe aún el alcance de esta confrontación, pero la comparación que varios analistas establecen con los exilios de Mariel (1994) ilustra la envergadura de la tensión actual. El escenario regional es muy distinto a ese período y los efectos de esas diferencias son inciertos.

En esa época signada por el derrumbe de la Unión Soviética, el ímpetu agresivo de Estados Unidos y el auge del neoliberalismo, Cuba sorprendió al mundo con su decisión de sostener el proyecto revolucionario. Contaba con el liderazgo de Fidel y la solvencia de una camada que había experimentado grandes triunfos políticos y mejoras sociales.

Ahora impera otro contexto dominado por el repliegue norteamericano, el avance de China, la crisis del neoliberalismo y la renovada disputa regional entre neoconservadores y progresistas. En la isla gobierna otra generación que aspira a continuar la admirable hazaña de seis décadas. No se puede presagiar el resultado de esa batalla, pero hay certezas en los alineamientos de los contrincantes. Cuba no está sola y los pueblos de América Latina se preparan para defenderla.

Fuente e imagen: https://www.alainet.org/es

 

Comparte este contenido:

Cuestiono y rechazo la idea de los aprendizajes mínimos, con o sin pandemia

Por: Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

Cuestiono y rechazo la idea de que los aprendizajes mínimos para la niñez, con o sin pandemia, sólo tengan que referirse a las matemáticas y el español. Desde antes de la pandemia mis hijas empezaron a notar por sí mismas esta tendencia en su propio proceso de aprendizaje en la escuela. No están satisfechas ni conformes. Ni yo, como madre e investigadora educativa. Las expectativas de la niñez van mucho más allá. Su derecho va más allá. Son conclusiones del fin del ciclo escolar.

El adelgazamiento del currículum está en boga. Circula la idea de que hay que centrarse en lograr y medir aprendizajes relacionados con el pensamiento matemático, con el lenguaje y la comunicación, y que esto permitirá detonar otros aprendizajes. Pero, ¿cómo la escuela mediará y propiciará que esos “otros” aprendizajes se desarrollen? Esta narrativa de que se aprenda “lo mínimo indispensable”, y más en tiempos de pandemia, atenta contra el derecho a la educación y vulnera las expectativas y los intereses de la niñez sobre su propio proceso de aprendizaje y el conocimiento del mundo. Las decisiones que se han tomado sobre qué es importante aprender obedecen a una lógica: que busca economizar y limitar lo que se aprende; que busca que se aprenda lo que se presenta como útil para una inserción laboral temprana, que favorezca un statu quo injusto y un nulo cuestionamiento de nuestro modelo económico;

que anula a la escuela como espacio de aprendizajes que conectan preocupaciones, conocimientos y prácticas locales como los que se plantean en un currículum más amplio que el efectivamente implementado;

que reduce las posibilidades de que la escuela sea un espacio de reflexión y detonadora de cambios necesarios para una vida justa y la transformación de nuestras formas de habitar el mundo;

que no considera y ni siquiera conoce las expectativas e intereses de niñas, niños y adolescentes, y que además desconoce su capacidad de asombro como motor para aprender.

La medición de los logros de aprendizaje se centra en estos mínimos que no satisfacen a quienes padecen esta visión reduccionista, vertical y limitante, y a su vez fortalece la idea de continuar reduciendo, imponiendo, limitando.

Nuestra experiencia como familia tanto en escuelas públicas como privadas nos ha permitido reflexionar qué aprendemos y para qué. Mi hija mayor hizo una lista de todo aquello que quiere aprender y no ha sido abordado en su escuela a lo largo de cinco años de tránsito por la primaria; al analizar su lista, observamos que asignaturas como ciencias naturales, geografía, historia, formación cívica y ética han estado casi borradas en su proceso educativo, y que cuando se abordan, es de forma superficial y sin lograrse aprendizajes significativos. Muchos de los aprendizajes que mi hija incluyó en su lista, se han desarrollado en casa y otros espacios; pero ella señala que en la escuela se pueden compartir, discutir, y así, formalizar su lugar y su relación con otros aprendizajes. Es su expectativa y su demanda.

Mi hija pequeña, a partir de su cambio de escuela de una privada a una pública, experimentó por primera vez – en tercer grado – la exploración de sus libros de texto, sobre todo los de las asignaturas olvidadas, y lo hizo con el acompañamiento de su maestra en sesiones en línea y para la realización de tareas. Fue un descubrimiento importante que no sugiere que recurramos a los libros de texto como fuente única o guía para el proceso de aprendizaje, sino que apunta a que a través de la exploración de los libros, mi hija se introdujo en una dimensión desconocida para niños y niñas que han vivido lo que las mías en sus escuelas: existen otras asignaturas, son todas interesantes e importantes, hay horizontes de conocimiento que queremos abordar en la escuela y no lo hemos hecho.

Esta reflexión es motor para lo que en el proyecto CARE a través de las progresiones de aprendizaje – desarrollado desde la Universidad Veracruzana en colaboración con docentes y escuelas – intentamos propiciar y analizar: un aprendizaje situado que sea detonante de transformaciones para la justicia social y ambiental desde una perspectiva que cuestiona las visiones coloniales, neoliberales y patriarcales de la educación. Finalmente, estos límites impuestos a los aprendizajes de niñas, niños y jóvenes responden a esa visión colonial que dicta qué aprender desde posiciones de poder heredadas y mantenidas en las instituciones educativas de todos los niveles, a esa visión neoliberal que concibe la escuela como productora de mano de obra que no cuestione ni transforme, y a esa visión patriarcal que ha intentado dejado atrás a las niñas y las jóvenes y las mujeres en general y ha vulnerado sus posibilidades de aprender y de posicionar sus conocimientos a la par de los generados por los hombres.

Por ello, consideramos importante trabajar para cuestionar y derribar límites en los aprendizajes. Los aprendizajes a los que las niñas y los niños tienen derecho son ilimitados, deben ser situados, expansivos y transgresores de un statu quo que sostiene la injusticia y la inequidad. Para ello, es fundamental la colaboración entre escuelas, comunidades y familias para lograr aprendizajes más allá de los que ahora se plantean como relevantes. Es importante posicionar los conocimientos y prácticas locales y también a todos esos conocimientos desplazados por la lógica arriba descrita. La escuela no puede sola, nos necesita, necesita que expresemos nuestras expectativas – las de las niñas, los niños, los y las jóvenes, las familias, las comunidades – y que contribuyamos a que se cumplan.

Fuente de la información:  https://www.educacionfutura.org

Comparte este contenido:

Las trabajadoras y su organización

Por: Cristina González Vítores

Decía la revolucionaria Alexandra Kollontai que no hay que hablar de la existencia de ningún problema de la mujer especial, ya que la sociedad burguesa oprime a la mujer por ser parte de esa gran contradicción entre el capital y el trabajo.

Y es esa contradicción en particular, sumada a la falta de derechos generales a lo largo de la historia de las mujeres, lo que desembocará en la aparición de un nuevo fenómeno verdaderamente importante: el movimiento general femenino. Un movimiento que desde el principio ya se dividirá en dos grandes bloques: el movimiento femenino burgués y el movimiento femenino obrero.

Y esta división se viene dando desde el principio. Mientras que el movimiento femenino burgués, que luego desembocará en diferentes fracciones feministas, ha venido defendiendo los intereses de las propias mujeres de la burguesía, a pesar de propugnar que ellas luchan por todas las mujeres. Y nada más lejos de la realidad: lo que de verdad han provocado ha sido un conflicto entre sexos, contraponiendo a hombres y mujeres, convirtiendo su lucha en una cuestión de sexos y no de clases.

En cambio, el movimiento femenino de la clase obrera siempre ha tenido claro cuál es su lucha: la emancipación de las trabajadoras ligado íntimamente a la lucha de clases. Desvincular la lucha general de clases de la lucha particular de la emancipación de las trabajadoras conlleva legitimar las relaciones capitalistas de producción, puesto que exoneramos al sistema capitalista de las condiciones en las que vivimos la clase obrera y afirmamos que solo con cambios legislativos, parciales y superficiales podremos llegar a la anhelada liberación de la mujer obrera y de la clase trabajadora.

Pensar que hoy en día es posible una alianza interclasista en nombre de la “igualdad” no es más que una ilusión. Pensar que las mujeres somos un grupo homogéneo por el simple hecho de ser mujeres es no ser consciente de la realidad que nos rodea. Pensar que es necesario organizarnos como mujeres sin tener en cuenta a qué clase social pertenecemos, es correr el peligro de perder derechos que hemos conquistado como trabajadoras hace años.

Si algo nos ha enseñado la historia es que cuando las trabajadoras se han unido en su propia organización han conseguido todo tipo de derechos: desde poder trabajar en cualquier profesión sin ningún tipo de tutela hasta sus derechos sexuales y reproductivos más básicos.

El sistema capitalista está lleno de contradicciones, y una de las más importantes es la propia situación de la mujer: les servimos para la producción, nos integran en ella, pero seguimos teniendo en nuestras espaldas la mayor carga de las tareas reproductivas y de cuidados.

Sin la necesaria socialización de esas tareas, la emancipación de las trabajadoras no va a llegar nunca. Pero además debemos tener claro que sin la organización de las mujeres de la clase obrera por la eliminación del sistema capitalista, no será posible esa socialización. Es la pescadilla que se muerde la cola: sin organización no hay emancipación de la mujer; y sin emancipación de la mujer no hay una nueva sociedad posible.

Por ello es tan necesario unirnos bajo una sola bandera, la de nuestra clase, y dejar de lado luchas y batallas ajenas. Empecemos con nuestra organización para conseguir esa sociedad a la que aspiramos, la del hombre y la mujer nueva, donde no haya ni explotados ni explotadores; en definitiva, ese país que la clase obrera necesita.

Fuente de la información e imagen: https://nuevarevolucion.es

Comparte este contenido:

Honestidad intelectual

Por: Manuel Gil Antón

 

Comparto un cuento que escribí ayer. Es muy breve: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí. Me quedó precioso, ¿no les parece? ¿Qué? ¿Por qué tanto barullo? Bien que escucho lo que dicen, envidiosos, pero están equivocados. ¿Cuál plagio? ¿Es a Monterroso al que atribuyen la originalidad de mi cuento? Sí, uno de ellos se parece al mío; incluiré su nombre en la bibliografía de mis obras excelsas reunidas, pero no es igual. Fíjense bien: él escribió: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. En mi obra no dice allí, sino ahí. Es nítida la diferencia. Desmentiré las calumnias e infamias orientadas a manchar mi buen nombre.

Es absurdo este relato. Pero en el fondo es lo que sucede en el caso del Dr. Gertz Manero, Fiscal General de la República e integrante del Sistema Nacional de Investigadores, ubicado en el Nivel III, casi el más alto en la escala de las distinciones que este programa otorga, pues en la cima están los eméritos. Pronto, si las cosas marchan como van, estará en el siguiente escalón. No faltaba más.

Guillermo Sheridan en su columna del 6 de julio del 2021 en estas páginas, aporta pruebas contundentes sobre la apropiación de la obra de otros autores, por parte de Gertz Manero, en una biografía de Guillermo Prieto que presume y firma como propia, y forma parte de su vasta obra como investigador. Por su claridad, me permito reproducir, con el crédito debido, el cotejo de Sheridan entre un párrafo del texto original del historiador Malcom D. McLean (publicado siete años antes) con el de Gertz:

Párrafo de McLean: “Después de tal demostración, el lector comprenderá que Prieto ganó sin embarazo las elecciones para diputado ante el decimosexto Congreso Constitucional. Lo reeligieron también para el decimoséptimo en compañía de su hijo Manuel G. Prieto” (p. 50). Párrafo de Gertz: “Con tal demostración, Prieto ganó sin embarazo alguno las elecciones para diputado en el Decimosexto Congreso; y lo reeligieron para el decimoséptimo en compañía de su hijo Manuel G. Prieto” (p. 41).

¿Idéntico? No. Como tampoco lo es mi ejemplo sobre Monterroso. Mas, ¿alguien puede dudar que este párrafo del fiscal —que en “su” libro no tiene las comillas que indican que está citando ni alguna referencia a McLean— constituye la apropiación del texto de otro? La RAE define al plagio como “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias” y añade que es “la acción de una persona para engañar a otra, exponiendo que sus ideas son originales.” Otra fuente indica que: “es usar el trabajo, las ideas, o las palabras de otra persona como si fueran propias, sin acreditar de manera explícita de donde proviene la información, y también lo es parafrasear de forma inaceptable un texto o una idea, sin citar su autor” (ver: página electrónica de la Universidad del País Vasco).

Habrá, sin duda, argumentos para descartar el caso porque en la legislación mexicana no hay una referencia explícita a estas conductas con el nombre de plagio. Será el sereno: estamos frente a evidencia sólida de un acto de deshonestidad intelectual que requiere una indagación oficial por parte de las autoridades del CONACyT y, en su caso, la sanción correspondiente.

El valor que está en entredicho, la decencia, es parte fundamental de la vida y de cualquier trabajo. Es un imperativo ético proceder a lo establecido en las normas que nos rigen. Las políticas para conducir la investigación científica y humanística son debatibles. Eso es normal y válido. Sus bases éticas no.

Fuente de la información e imagen:  https://www.educacionfutura.org

Comparte este contenido:

Mis profesores muertos

Por: Ignacio Irazuzta


Aunque con incertidumbre, las instituciones educativas se están preparando para el regreso a las aulas luego de casi año y medio de educación virtual. La posible y menguada presencialidad para el nuevo año escolar ha reactivado el arsenal de capacitaciones pedagógicas que ahora, en el previsible futuro del regreso a las aulas, se reafirma en el presupuesto de un alumnado emocionalmente frágil y en la entrega al mundo cada día más avasallante de las tecnologías educativas. No es cosa nueva. Como en otros tantos asuntos, la pandemia ha venido a acelerar y por tanto reforzar lo previamente existente bajo un aparente manto cambio radical y, en esa revulsiva reaparición sobreexcitada de las nuevas pedagogías, se activa también el debate entre lo nuevo y lo viejo en la enseñanza universitaria; entre una universidad como la actual, entregada a la formación de sujetos para la sociedad de mercado y otra, menguante y acallada, que se quería crítica, reflexiva y autónoma a la vez que colectivista en su imaginario de proyección social.

Lo que en este texto presento no es una disertación desde mi campo de especialidad, sino una reflexión desde mi experiencia nativa de profesor universitario, seguramente sesgada por un exceso de proximidad al objeto de análisis, pero también atemperada por el sentir y el decir de colegas de mi universidad y de otras. Mi reflexión, entonces, se mueve entre dos tipos ideales de docencia universitaria que, simplificando, intentan explicar la actual encrucijada.

El primero de estos tipos, que describe el momento actual, está hecho de educación por competencias, innovación educativa e imperativos de realidad social -que no es más que realidad de mercado- como principios y guía de la labor docente. El otro, asociado al pasado, pero con algunos “resabios” actuales que las huestes pedagógicas del presente combaten con ahínco, es el de la docencia del contenido y la preeminencia cartesiana de la duda. Al primero lo llamo el tipo actual; al segundo el de mis profesores muertos. El tipo actual carga con el peso del quehacer cotidiano de los cursos de capacitación sobre el “valor de la educación para la sociedad del futuro” y las prescripciones de las nuevas tecnologías educativas; el de mis profesores muertos con los esquemas de pensamiento guiados por el principio de la crítica hacia la arbitrariedad cultural y unas prácticas docentes cavilantes entre el orden establecido y las posibilidades de cambio social radical.

La marca de este último tipo, el de mis profesores muertos, me inclina a ser más incisivo en la caracterización del tipo actual, así que a ello voy.

El mundo de las nuevas tecnologías educativas. Imagen tomada de Internet

La universidad de la innovación educativa concibe al sujeto desde cero, al punto que parece no reconocer su trayecto formativo previo. El mandato de la economía de mercado y la competitividad, con su pregonado valor de la disrupción como requisito de innovación y emprendizaje requiere de individuos sometidos a las condiciones de un saber hacer que sobrepasa los saberes disponibles, que si los si los considera necesarios han de presentarse des-disciplinados y al servicio de problemas definidos desde la empresa. El “aprender a aprender” como competencia fundamental compite con la formación previa del sujeto y socava la función igualadora y de reproducción social asociada tradicionalmente a la escuela. Sumado a ello, como acompasando ese cometido, las nuevas tecnologías educativas que promueven el gamification como método de aprendizaje dan como resultado una infantilización de unos sujetos que son legalmente mayores de edad y que, por ello, se los supone con una capacidad de juicio sobre la sociedad ejercida mediante el derecho al voto.

En cambio, el tipo ideal de mis profesores muertos es, quizá más por sus anhelos que por sus resultados, el de la docencia de la autonomía. Fundado en los principios de la libertad de cátedra del profesorado, de un alumnado adulto y por ello autónomo y facultado en la tradición de disciplinas de conocimiento que sostiene una educación de contenidos, la docencia de este tipo tiende a relegar la pedagogía a la formación previa del sujeto.

Imagen de la Universidad de Córdoba cuando la Reforma Universitaria de 1918. Tomada de Internet

Desde la perspectiva del tipo de mis profesores muertos, el de la educación actual es un modelo heterónomo en tanto que delega la formación del estudiante al supuesto libre juego de las reglas del mercado. En efecto, detrás del empoderamiento y empresarialización del sujeto del tipo actual reside una profunda heteronomía. En este tipo el individuo estaría dominado por el presente y, si acaso él habla de cambio -que lo hace, y con insistencia-, es el cambio que toma por asalto, propio de un entorno que el individuo no controla y al que debe adaptarse.

Es cierto que una defensa a ultranza de los viejos valores de la docencia universitaria corre el riesgo de posicionarnos en un lugar políticamente conservador, pero pensando en las ciencias en las que me desempeño, las sociales, no puedo abandonar algunos de los principios en los que me formaron mis profesores. Principalmente en los que orientan su desempeño hacia la crítica más que hacia el hacer, o hacia el hacer como una forma de crítica. Con base en ello, pienso, por ejemplo, en que si la ciencia política abandonara su empeño en el hacer políticas públicas para pasar a ejercer verdaderamente esa función crítica, ganaríamos seguramente en democracia que, como bien lo dijo Castoriadis[1], es aquella forma de vida política que ocurre cuando las sociedades y sus individuos trascienden la heteronomía y ganan en autonomía.

Como sea, entre un tipo ideal y otro, como entre la distancia generacional entre profesores y alumnes, seguramente se esté gestando algo que pasa ahora para mí desapercibido. Quizá lo dicho no sea más que un anhelo de ser para mis estudiantes en el futuro su profesor muerto, como lo son hoy para mí Horacio y Alfonso. Después de todo, de ellos aprendí ese empeño de lucha continua que busca cuestionar y modificar la misma estructura de la que el homo academicus[2] forma parte, es decir, la propia universidad, tan mermada hoy de autonomía como la misma sociedad.



[1] Castoriadis, C., Los dominios del hombre, las encrucijadas del laberinto, Barcelona: Gedisa, 1986.

[2] Bourdieu, P., Homo academicus, Madrid: Siglo XXI, 2008.

 

Fuente de la información e imagen: https://academicxsmty43.blog/

Comparte este contenido:

Cómo exprimir una vida universitaria que va mucho más allá de las aulas

Por: Belén Rodrigo

Una formación no es completa si se ciñe a los límites de las facultades y se olvidan las posibilidades paralelas de crecimiento personal y profesional

El inicio de la carrera universitaria es también el comienzo de una de las mejores etapas para los jóvenes. Un periodo en el que los estudios son solo una parte de la gran oferta que existe en el entorno universitario. Son años que cada alumno vive de forma muy distinta, cerca o lejos del hogar, pero a veces están alejados de todo lo que no ocurra en su facultad. «La universidad es libertad, los alumnos deben disfrutar estos años, conocer gente, hacer todo tipo de actividades», comienza por señalar David Berna, antropólogo social, profesor en la UCM y asesor en el vicerrectorado de Estudiantes de la UCM. Desde las universidades se está haciendo un gran esfuerzo para divulgar todo tipo de actividades porque consideran que además de una experiencia enriquecedora son una parte importante en su currículo de cara a su futuro laboral. Generalmente los alumnos no son conscientes de todo lo que tienen a su alcance. «Viven un poco en facultades, en micromundos y dan demasiada importancia, desde que empiezan, a su futuro. Viven con ansiedad», añade el docente. Son varios los aspectos a tener en cuenta para aprovechar al máximo la vida universitaria.

Aprender a querer lo que se estudia

Después de un año muy preocupados por las notas, es el momento de cambiar el chip. «Tienen que pensar que lo que van a aprender forma parte de su vida y deben buscar la forma de querer lo que estudian. La universidad es mucho más que una nota», recuerda Berna. Si la elección no ha sido la correcta, hay posibilidad de cambiar. No se debe ver como algo negativo, ya que proporciona conocimientos de gran valor y un grado de experiencia que otros estudiantes no tienen.

Ir mucho más allá del currículo

Grupos de teatro, banda, coros, equipos deportivos, lectura, debate, idiomas… La oferta de actividades es muy grande en la universidad y normalmente a buenos precios. «La universidad es vida, en general vengamos de donde sea, descubres el mundo y hay que aprovecharlo. Son mayores de edad y tienen esa libertad de hacer mil cosas que les aparezca, disfrutar también del tiempo de ocio», indica el antropólogo social.

Men sana in corpore sano

Las universidades cuentan con muy buenas instalaciones deportivas como piscinas y gimnasios a precios económicos. Además, hay equipos universitarios de distintos deportes y modalidades, a nivel individual y en equipo, e incluso competiciones deportivas.

Derribar todas las fronteras

A lo largo de la carrera los estudiantes van a tener numerosas oportunidades para apuntarse a estancias en el extranjero. No solo las conocidas becas Erasmus sino también otros programas que permiten la salida de los jóvenes en periodos de distinta duración y que es igualmente una gran experiencia de vida y aprendizaje.

Mucho mejor en compañía

La parte asociativa cobra mucha importancia en la universidad, donde existen asociaciones de todo tipo. «Es bueno para los estudiantes que se asocien, son espacios donde encuentran sus iguales y conocen más gente», señala David Berna.

La experiencia de los colegios mayores

Además de una posibilidad de alojamiento, un colegio mayor es una forma de participación activa en la vida universitaria. La Asociación de Colegios Mayores de Madrid reúne 40 colegios que agrupan a 7.000 universitarios y 1.000 trabajadores, con un equipo educativo formado por 120 personas. «La universidad no es solo ir a clase, todo lo que se genera alrededor es una experiencia vital», Gabriel Beltran, director de la asociación. «En la empresa lo que van a pedir no es la nota que tienes sino en qué te has formado», añade.

Saber defender las ideas propias

No es algo exclusivo de los colegios mayores pero sí es cierto que desde hace cerca de diez años se ha alcanzado un gran nivel en la competición de debates que se realiza en estos colegios. «El universitario debe saber defender sus ideas y casi todos los colegios hacen debate y también mediación», cuenta Beltrán. Ya en las universidades lo más habitual es encontrar estos grupos en las facultades de Ciencias Sociales y Humanas, e incluso se compite internacionalmente.

El diálogo con los profesores

La relación entre alumno y profesor universitario ha cambiado mucho, «es más directa, se dialoga más», señala el profesor de la UCM. Cree que hay una gran abertura por parte de los docentes, dispuestos a realizar tutorías en cualquier momento y a explicar todo aquello que no entiendan en clase. «Deben aprovechar esta accesibilidad, para intercambiar ideas y resolver dudas», añade.

Una defensa desconocida

Es habitual que se desconozca su existencia pero el Defensor Universitario es la figura encargada de velar por el respeto a los derechos y libertades de los profesores, personal investigador, estudiantes y personal de administración y servicios, ante las actuaciones de los diferentes órganos y servicios universitarios. «Si hay algo que quieran reclamar, el defensor universitario debe atenderles. Existen igualmente oficinas de atención a la diversidad», indica David Berna.

Fuente e imagen:  https://www.abc.es/

Comparte este contenido:
Page 336 of 2438
1 334 335 336 337 338 2.438