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La sicología positiva del docente precario

Por: Lev M. Velázquez Barriga*

La reforma educativa, laboral y administrativa de Enrique Peña Nieto, de Aurelio Nuño y de los sectores empresariales partió de una lógica transitoria entre el capitalismo del siglo XX y el XXI, entre la sociedad disciplinaria y la de la aparente libertad y/o autonomía, entre la organización fabril y la organización gerencial de la escuela, entre la sicología negativa y la sicología positiva para imponer una mentalidad neoliberal, entre la política del biopoder y el sicopoder.

Fue una reforma contra los maestros, el régimen punitivo provocó su reacción negativa y por ello el sistema recurrió a la violencia externa, a los grupos policiacos y militares para la represión física, al control y la vigilancia de los cuerpos de los docentes en cuarteles, hoteles y otros espacios de encierro donde aplicaron los instrumentos de la evaluación estandarizada.

Por encima del convencimiento, del sentido positivo del régimen laboral excepcional y de la evaluación, estuvo la criminalización magisterial, la obligatoriedad para obedecer la ley y el castigo si no se hacía. Las y los profesores reaccionaron con miedo al despido o a la represión, con extrañeza e incertidumbre; algunos con disciplina; otros lo hicieron con indignación y rabia, al grado de poner el cuerpo para rechazar un sistema docente extraño al ámbito pedagógico y ajeno al derecho humano al trabajo.

La reforma educativa y también laboral de la Cuarta Transformación no deja de ser lesiva para los maestros, pero se impone con un nuevo sentido: el de la positividad. El exceso de positividad es característico de las sociedades neoliberales del siglo XXI, dicen Eva Illouz y Edgar Cabanas en su libro titulado Happycracia. La medición de los niveles de conformismo y de aceptación (a lo que por cierto el actual gobierno recurre de forma desmedida) se ha convertido en sustituto de análisis serios sobre el impacto de las políticas sociales; por ejemplo, con los datos felices sobre el éxito de Aprende en casa, queda la impresión de estar mejor que cuando las escuelas estaban abiertas, señala Rogelio Alonso (Como anillo al dedo: la SEP y la pandemia, en Educación Futura, 2/3/21).

Los ideólogos de las reformas educativas neoliberales contemporáneas comprendieron que la conciencia crítica del magisterio se anula si a los sistemas de carrera magisterial no se les presenta en su sentido negativo, ligado al castigo y al despido y, por el contrario, se plantean en sentido positivo, es decir, vinculados al mérito y al reconocimiento de los docentes. Los cuestionarios sobre el capital emocional en esta reforma educativa son parte de una propuesta hecha por los teóricos de la sicología positiva para diagnosticar el nivel de conformidad y de adaptabilidad de los trabajadores a la precariedad laboral: entre más felices más productivos.

La obediencia, el disciplinamiento y la obligatoriedad son sustituidos por la idea de iniciativa; tal es la ilusión que persigue la creación de la plataforma digital conocida como Proyecto Venus o Ventanilla Única de Servicios para el Sistema de Carrera de las Maestras y Maestros, en la que el docente decide elegir su proyecto de crecimiento personal y de autorrealización profesional, sin la mediación corruptible del sindicato y a través de una herramienta que tiene como falsa premisa la igualdad de oportunidades y la transparencia.

Por el Proyecto Venus transita lo que en realidad se esperaba: el flujo despersonalizado de la gestión del derecho a través de la digitalización de procedimientos excesivamente burocráticos y autoritarios; éstos, junto a los topes presupuestales para ampliar el universo de la promoción horizontal, por ejemplo, hacen de un primer filtro antes de poder escalar en la discriminación selectiva del mérito, que en tiempos de mercancías conceptuales del éxito se entiende como un autoproyecto de inversión económica a largo plazo al que se le debe financiar y cultivar con el patrimonio salarial propio en cursos particulares que no prometen formación pedagógica, sino capital humano para la rentabilidad de la profesión.

El problema de la crítica es que no cuestiona lo que yace de fondo en la Tiranía del mérito, dice Michael J. Sandel en su libro del mismo nombre, en este caso: que los maestros de los diferentes niveles de la educación básica y de asignaturas en secundaria son los profesionales peor pagados del país; son los únicos trabajadores sindicalizados que no tienen derecho a decidir sobre sus condiciones generales del trabajo ni a un contrato colectivo que sea velado por una representación sindical democrática; la precariedad y no los aprendizajes, igual que en la reforma de 2013, siguen siendo la ruta para la excelencia del sistema educativo.

De ahí que el resultado de la instrumentación desaseada de los nuevos procesos de carrera docente operados por la Usicamm sean la desesperación individual, la frustración en redes sociales de muchos profesores, pero no por rechazo, más bien por no poder completarlos positivamente, lo que impide que se desborde en las calles la necesidad organizada de aumento salarial y estabilidad laboral para todos. Hay por supuesto formas de organización colectiva en puerta, desde dentro y a la vez en contra, también las hay de quienes plantean tirar la reforma a la ley del sistema de carrera docente y recuperar la estabilidad laboral; en esa tónica se dio la Caravana del Sur, organizada por la CNTE.

* Doctor en pedagogía crítica

Fuente: https://www.jornada.com.mx/

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Quién pone el planeta al límite

Por: Verónica Villa Arias

El Centro de Resiliencia de Estocolmo desarrolló en 2009 el marco llamado “límites planetarios”, o la capacidad de la biósfera para recuperarse de perturbaciones ocasionadas principalmente por actividades humanas. Los límites planetarios son los “espacios operativos seguros” o umbrales más allá de los cuales el futuro de la humanidad y del resto de los seres vivos se pone en peligro.

Los límites planetarios son1 (1) cambio climático, (2) integridad de la biosfera, (3) acidificación de los océanos, (4) uso de agua dulce, (5) cambio en el uso de suelo, (6) ciclo del fósforo y el nitrógeno, (7) el agotamiento de la capa de ozono, (8) la carga de aerosoles atmosféricos y, (9) entidades nuevas: pesticidas, organismos transgénicos, nanomateriales y plásticos.

En 2015, una revisión mostró que cuatro de los nueve límites se han traspasado: cambio climático, integridad de la biosfera, uso del suelo, y alteración del ciclo del fósforo y el nitrógeno.

La producción agropecuaria y la deforestación ocasionan al menos 50% de los gases con efecto de invernadero que son la causa principal del cambio climático. La inmensa mayoría de estas emisiones proviene de los sistemas alimentarios industriales y comerciales.

Hemos perdido 680 especies de vertebrados y desde 1970 se redujeron en 40% las especies terrestres, 84% de especies de agua dulce y 35% de especies marinas.

La deforestación está desbordada. En 2009 el estudio de los límites planetarios indicó que deberían conservarse al menos 75 por ciento de los bosques existentes para asegurar el futuro de la humanidad, y actualmente hay menos del 62 por ciento, lo que impacta dramáticamente el clima, la seguridad alimentaria y el acceso al agua dulce. La mitad de los bosques que una vez cubrieron el planeta ya desaparecieron.

Desde 1970, la agricultura industrial es causa principal de deforestación en 46 países cercanos a los trópicos, la mayoría, de bajos ingresos. Sólo en América Latina, 42 millones de hectáreas cambiaron de bosque a tierra agrícola por la ganadería industrial, un área equivalente a la cuarta parte de México. 17 por ciento de la selva amazónica se ha perdido, y los científicos dicen que si llega al 25 por ciento, podría colapsarse irreversiblemente el pulmón terrestre más importante del mundo.

El fósforo y el nitrógeno se han sacado de lo profundo de la tierra para fabricar fertilizantes sintéticos para la producción industrial de alimentos. La presencia de estos minerales en la superficie terrestre aumentó más del doble de lo que serían sus ciclos naturales. Hay exceso de fósforo y nitrógeno en prácticamente todos los cuerpos de agua del mundo, y el daño que causan a la pesca y al clima es particularmente dramático en las costas de India, el Mar de China Meridional y el Golfo de México, que recibe escurrimientos contaminantes desde Estados Unidos.

Un tercio de los acuíferos más grandes del mundo están dañados. 17 países que son hogar de la cuarta parte de todos los habitantes del mundo sufren escasez de agua. Según las tendencias actuales, 5 mil 700 millones de personas no tendrán agua para 2050.

La producción industrial de alimentos es uno de los principales motores que empujan los límites planetarios, e irónicamente, también sufrirá las consecuencias. Pronto podría haber enormes amenazas a la productividad en muchos de los graneros del mundo. La degradación del suelo por el cultivo abusivo de tierras deforestadas, y el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas ya afecta la nutrición de 3 mil 700 millones de personas. Las variedades comerciales de plantas y razas de animales, criadas intensivamente para obtener rendimiento, uniformidad y estabilidad, son vulnerables a todas las formas de ataque ambiental. La caída drástica en la producción de alimentos se considera la mayor amenaza que presenta el cambio climático.

33% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas. 30 millones de personas empleadas en la pesca comercial y 800 millones más que practican pesca artesanal están en peligro de perder su sustento. Los ecosistemas de arrecifes, que proporcionan alimentos, medios de vida y defensas contra tormentas para 500 millones de personas en las zonas costeras tropicales, son particularmente vulnerables. Casi un tercio de los arrecifes están amenazados y todos los corales tropicales pueden perderse si aumenta la temperatura global promedio 2oC en los próximos años.

Las pérdidas de hielo de Groenlandia se multiplicaron por ocho los últimos 30 años. En 2050, 150 millones de personas vivirán bajo la marea alta.

Es crucial enfatizar que la industria, el comercio de recursos naturales y la producción de alimentos ultra-procesados están en el centro de la destrucción. Cuando nos hablan estos desastres, muchas veces quieren hacernos sentir partícipes a todos, pero son los gobiernos irresponsables, de la mano de las corporaciones, quienes toman decisiones sobre los bosques, el agua, las plantas y animales de toda la humanidad. Es el capitalismo sometiendo todos los ciclos naturales y sociales, desafiando los límites de destrucción que permiten la habitalibidad del planeta, según el ejercicio científico del Centro de Resiliencia de Estocolmo.

Necesitamos la información, aunque desnude las contradicciones en las que estamos atrapados. Consumimos electrónicos, comida procesada, automóviles. ¿De dónde viene esta imposición? ¿en qué medida? ¿cómo explicar a las generaciones que siguen el grado de destrucción que este sistema económico está dejando? Saber los límites planetarios es uno de los puntos de partida para tener futuro, para poder imaginarlo más allá del monopolio industrial del pensamiento, que nos promueve que ya no hay otra forma de existir.

* Este texto se basa en información de las investigadoras Louise Vandelac y Marie-Hélène Bacon, 2020: Planetary Boundaries and the Global Agrifood System: The Looming Environmental, Human and Social Crises, CREPPA, Université du Québec à Montréal, de próxima aparición.

1 Diagrama (en inglés) de los límites planetarios en el sitio web del Centro de Resiliencia de Estocolmo: https://stockholmresilience.org/research/planetary-boundaries.html

Fuente: https://desinformemonos.org/quien-pone-el-planeta-al-limite/

imagen: J. Lokrantz, Centro de Resiliencia de Estocolmo

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Cambios y retos del CONAFE en la 4T

Por: Diego Juárez Bolaños
Académico del INIDE, Universidad Iberoamericana Ciudad de México
Responsable Técnico de la Red Temática de Investigación de Educación Rural (RIER)

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.


El pasado 11 de febrero, Gabriel Cámara rindió protesta como nuevo director general del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe). Este organismo descentralizado del gobierno federal es el encargado de ofrecer servicios educativos de los niveles inicial, preescolar, primaria y secundaria a los niños, niñas y adolescentes de las localidades rurales más pequeñas y dispersas del país. Precisamente el 11 de septiembre de este año, el Conafe celebrará 50 años de existencia.

El haber existido por casi 50 años es un logro del Conafe, en un país donde son constantes los casos de desaparición de instituciones educativas. Un logro más, es el haber subsistido a una importante cantidad de directores que llegaron al cargo por claros criterios políticos, más que por sus conocimientos y experiencias relativos a la educación rural.

Sin duda, la designación del nuevo director en Conafe es uno de los mayores aciertos en materia educativa del actual gobierno federal. Basta recordar que el Director que antecedió en el cargo al Dr. Cámara fue señalado en diversos medios de comunicación por otorgar contratos millonarios a empresarios cercanos a su persona, por lo que fue denunciado por ejercicio abusivo de funciones, tráfico de influencias, peculado y conflicto de interés (El Norte, 2020).

Un perfil totalmente opuesto es el de Gabriel Cámara, quien cuenta con una larga experiencia relacionada con procesos educativos en los territorios rurales. Ha sido Consejero Técnico de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu); colabora en la organización civil Redes de Tutoría, la cual impulsa las estrategias pedagógicas llamadas Comunidades de aprendizaje y redes tutoras; ha fungido como asesor del propio Conafe durante la implementación de los modelos de Posprimaria Comunitaria en la década de 2000 y del actual modelo de educación comunitaria nombrado Aprendizaje Basado en la Colaboración y el Diálogo (ABCD); además de haber colaborado con telesecundarias rurales y de haber participado en procesos de formación a diversos actores educativos, incluyendo funcionarios y académicos.

Sin embargo, el Dr. Cámara llega a una institución debilitada durante la presente administración federal. A pesar de los impactos sociales y educativos que ha tenido Conafe durante varias décadas en las poblaciones que, al menos en el discurso, son el centro de atención de la 4T, su presupuesto ha pasado de poco más de 4 mil 800 millones de pesos en 2019, a alrededor de 3 mil 900 millones en 2021 (SHCP, 2021). De esta manera, los recursos públicos para atender la educación básica de los pobladores de las comunidades rurales más pequeñas y dispersas del país han disminuido casi 20% durante los últimos dos años.

Lo anterior marca el principal reto que Gabriel Cámara y su equipo enfrentarán en Conafe: la falta de recursos económicos para fortalecer las tareas del Consejo. Ya que la disminución presupuestal del Conafe es una acción regresiva, se tendría que dar a conocer tal hecho tanto en el área hacendaria federal, como en el poder Legislativo, además de la opinión pública. Podría desarrollarse una estrategia del Conafe en los ámbitos político y comunicativo para obtener un presupuesto mayor durante 2022. Dispone de abundantes argumentos para intentarlo.

Otro de los retos que enfrenta el Conafe tiene que ver con las figuras educativas que imparten la educación comunitaria. Desde sus inicios, la institución atiende los centros educativos mediante jóvenes que realizan su servicio social en las comunidades rurales. Diversos estudios y evaluaciones (Arteaga, Popoca y Juárez, 2020; RIER/INEE, 2018; Urrutia, 2014; Juárez, 2009; Ezpeleta y Weiss, 2000) han mostrado que la reducida formación didáctica de estos jóvenes servidores sociales es una limitante del funcionamiento del Consejo. A ello habría que sumar el hecho de que muchos de los docentes egresados de Escuelas Normales y UPN’s no están dispuestos a trabajar en las pequeñas y alejadas comunidades rurales que atiende Conafe.

Una alternativa para atender este asunto ha sido el firmar convenios entre Conafe y diversas instituciones formadoras de docentes, a fin de que los estudiantes realicen su servicio social o prácticas profesionales como maestros rurales. Ello permitiría incrementar el perfil educativo de las figuras que atienden las escuelas comunitarias.

Un reto más tiene que ver nuevamente con el tema presupuestal. Durante la llamada 4T se han ampliado para los jóvenes las posibilidades para obtener alguna beca. Y los recursos que otorgan tales becas son muy similares a lo que se paga a los líderes educativos del Conafe. Esta ampliación de oferta de becas ha impactado en la cantidad de jóvenes que desean ser figuras educativas del Conafe, además de que se ha incrementado su tasa de deserción (RIER/ INEE, 2018). Tendría que ser un motivo de vergüenza nacional que el gobierno federal continúe ofreciendo apoyos que apenas rebasan los $3,500 pesos mensuales a las figuras educativas que trabajan en las escuelas de las poblaciones más pequeñas y dispersas del país.

Durante varios ciclos escolares el Conafe creó una figura educativa llamada Asesor Pedagógico Itinerante (API), la cual reforzaba el trabajo pedagógico en ciertas escuelas, donde los alumnos hubiesen obtenido un bajo rendimiento escolar. Los API’s constituían la única figura con estudios profesionales que trabaja en las localidades atendidas por Conafe. Sin embargo, sin alguna explicación pública y sin mostrar razones técnicas que llevasen a tal decisión, el Conafe despareció la figura del API en 2020. Un desafío más del Dr. Cámara y su equipo en el Consejo será dar marcha atrás a tal decisión.

El último reto que deseamos destacar se relaciona con las limitaciones pedagógicas que ha mostrado el modelo educativo ABCD que utiliza el Conafe desde el ciclo escolar 2016-2017. Entre éstas, se encuentra la dificultad para aplicarlo con estudiantes de preescolar y de los primeros grados de primaria, además de que el modelo no considera estrategias para la enseñanza de la lectoescritura, lo que se suma a la necesidad de contar con diversos recursos (libros, recursos tecnológicos) que faciliten procesos investigativos en el alumnado, recursos cuya existencia es muy limitada en las escuelas comunitarias y al preocupante “olvido” que ha tenido la implementación del modelo en poblaciones de estudiantes indígenas y de jornaleros agrícolas migrantes.

Esperamos que éstos y otros temas sean abordados por las nuevas autoridades a cargo del Conafe. Los niños, niñas y adolescentes habitantes del medio rural lo merecen. Mejorar la pertinencia de la educación rural es una exigencia social y moral que ya no debería esperar por más tiempo.

Referencias

Arteaga, P., Popoca, C. y Juárez Bolaños, D. (Coords.). (2020) La Educación Rural en México. Propuestas para una política educativa integral. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana.

El Norte (2020, 4 de julio). “Denuncian peculado en Conafe”. Monterrey. https://www.elnorte.com/denuncian-peculado-en-conafe/

Ezpeleta, J., Weiss, E. et al. (2000). Cambiar la escuela rural. Evaluación cualitativa del Programa para Abatir el Rezago Educativo. 2ª edición revisada. México: Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV.

Juárez Bolaños, D. (2009). “Educación rural en México: el caso de los cursos comunitarios”. En J. B. García Horta, y J. M. Fernández Cárdenas (eds.). Investigación, política y gestión educativa desde Nuevo León: Una aportación joven al debate nacional. México: UNESCO Comité Norte de Cooperación/ Universidad Autónoma de Nuevo León, pp. 263-286.

Red Temática de Investigación de Educación Rural- RIER e Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, INEE (2018). Evaluación de las intervenciones públicas y programa de escuelas multigrado. https://www.inee.edu.mx/portalweb/suplemento12/evaluacion-intervenciones-y-programa-escuelas-multigrado.pdf

Secretaría de Hacienda y Crédito PúblicoSHCP (2021). Paquete Económico para el Ejercicio Fiscal. Años 2019 y 2021. https://www.ppef.hacienda.gob.mx

Urrutia de la Torre, F. (2014). ¿Por qué los bajos resultados del Conafe en primaria? Restricciones para el buen desempeño del Consejo Nacional de Fomento Educativo. Revista Latinoamericana de Estudios EducativosXLIV(1), 47-70.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/cambios-y-retos-del-conafe-en-la-4t/

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Habitar en un mundo grande y terrible. Algunos apuntes sobre salud; mental, juventud y política

Por: Manuel Romero Fernández

«La pandemia de angustia mental que aflige nuestros tiempos no puede ser correctamente  entendida, o curada, si es vista como un problema personal padecido por individuos dañado» Mark Fisher

La redacción de este artículo es el resultado de varios meses de trabajo. Sentarse a escribir sobre  ansiedad y depresión mientras la experimentas es como asomarse a un pozo interior que no sabes  donde acaba -lo más probable que en otra crisis de ansiedad o ataque de pánico. Así que finalmente  me decidí a hacerlo asumiendo la escritura como uno más de los muchos ejercicios de exposición que  hice durante las sesiones de terapia.

Después de llevar más de medio año sufriendo episodios de ansiedad y pánico y un fuerte trastorno de angustia, no se me ocurre una mejor forma de describir esta espantosa experiencia que aquellas  palabras de Antonio Gramsci que decían que vivimos en un mundo grande y terrible. Creo que los  dos adjetivos que utiliza describen a la perfección como se nos presenta la cotidianeidad a las personas  que padecemos síntomas ansioso-depresivos: como una realidad inabarcable que acentúa nuestra  vulnerabilidad y una sensación de malestar dominada por pensamientos negativos sobre todo lo que  nos rodea. Además, lo virtuoso de estas palabras es que no reflejan únicamente la percepción  individual del afectado, también describe en lo que se ha convertido el mundo que habitamos en la  etapa del capitalismo tardío: un caos globalizado en el que predomina el desarraigo y la incertidumbre.

Pese a que es cierto que el padecimiento de la ansiedad o la depresión se proyecta en vivencias muy  personalizadas, los orígenes de mi enfermedad es probable que no difieran en gran medida de las  causas que han empujado a otras personas a pasar por lo mismo. Mi vida en los últimos años, como  la de la gran mayoría de la gente de mi generación, se ha convertido en una carrera de fondo repleta  de obstáculos que tiene como meta la acumulación de méritos (académicos, laborales, personales,  etc.). Los jóvenes ya no tenemos biografía, sino curriculum vitae. Para los que estamos buscando  abrirnos paso en la academia los riesgos de padecer algún tipo de malestar mental son bastantes altos.  Según un estudio publicado en la revista Nature, nada más y nada menos que un 41% de las personas  que se encuentran doctorando sufren ansiedad, y un 39% depresión1. Para un análisis pormenorizado  de los problemas de salud mental asociados a la investigación recomiendo encarecidamente leer el  artículo El coste mental de la carrera investigadora, publicado en el diario El Salto2. Crecimos  haciendo de la cultura del esfuerzo, el relato por el que se suponía que si te dejabas la piel en algo  obtendrías compensación, nuestro habitus, y ahora estamos atrapados en una crisis cíclica de  sacrificios sin recompensas o, a lo sumo, con recompensas poco satisfactorias. El futuro se nos  presenta como una reiteración ad infinitum del pasado, la linealidad progresiva de la modernidad se  ha desvanecido dejando paso a la repetición de corto plazo. No es extraño entonces que la ansiedad,  cuya definición clínica es la activación desproporcionada del sistema nervioso central ante la  anticipación de un escenario futuro, se haya integrado a nuestro estado de ánimo normal.

Es habitual describir la depresión o la ansiedad como un trastorno pasajero y restarles la importancia  que se merece, pero la realidad, lamentablemente, es mucho más trágica y nos enseña que a estos  desórdenes mentales también es necesario sobrevivir y que, además, dejan una fuerte impronta en el  desarrollo posterior de la vida. Las estadísticas de suicidio entre los jóvenes nos muestran un  panorama desolador. Ya en el año 2017 la tasa de suicidio en los menores de 25 años se había  triplicado respecto a los inicios de 1990 -no es casualidad, como comentaba Franco Berardi «Bifo»  en su libro La fábrica de la infelicidad: nuevas formas de trabajo y movimiento global (Traficantes  de Sueños, 2003), que el incremento del consumo de Prozac en los 90 viniera ligado al nuevo  paradigma económico del neoliberalismo. Aún no podemos medir con datos el impacto real de la  pandemia sobre la salud mental de los más jóvenes, pero aún así creo que ya es posible intuir que  tendrá unas consecuencias terribles nada más que hablando con los círculos de amigos más cercanos.  No me cabe la menor duda de que la situación será mucho más dramática. En mi caso particular,  desde que comencé a sentir los primeros síntomas ansioso-depresivos después del primer  confinamiento estricto, ha habido momentos en los que he tenido la sensación de tener que hacer un  esfuerzo mayúsculo para sobreponerme a la vida. Recuerdo que en varías ocasiones, familiares y  amigos con las mejores intenciones, me han dicho eso de «no te preocupes, tienes toda la vida por  delante», y para mi, estas palabras, más que un consuelo, resonaban como una penitencia: el vértigo  brutal de tener que cabalgar por inercia hasta el final en un estado de absoluta anhedonia.

Hace tiempo que la juventud se ha convertido en una suerte de Sísifo a la inversa. Si en el mito  popularizado por Camus este empuja hacia arriba una piedra muy pesada que caía antes de llegar a la  cima, la tarea heroica de los jóvenes es la de sostener una losa insoportable mientras caminamos hacia  abajo por una pendiente muy pronunciada y resbaladiza. El lastre que cargamos a la espalda está  compuesto por múltiples factores imbricados entre sí. Uno de ellos, como comentaba más arriba, es la carrera de obstáculos laboral, pero a este se le suman muchos otros. Desde el crac financiero de  2008 hasta nuestros días, la renta de los jóvenes de entre 16 y 24 años es un 4,2% más baja.  Contrariamente a lo que se podría pensar, que alcanzaría sus mínimos durante la crisis para después  comenzar a crecer, o al menos se estabilizaría, los ingresos continúan en caída libre. Esto implica,  además, que la brecha generacional entre los mayores de 65 y los menores de 30 es mucho mayor, ha  pasado de un 8% en 2008 a más de un 28% en 20203, es decir, nos aproximamos a un abismo  generacional. La pauperización de la juventud va de la mano con unos precios de los alquileres cada  vez más inflados, una trayectoria creciente que únicamente ha podido ser truncada por los efectos  sobre el turismo y, por lo tanto, sobre Airbnb, que ha tenido la pandemia de la COVID-19. Esta serie  de factores convergen en lo que el politólogo Pablo Simón explicaba en televisión hace unos días, la  diferencia de la situación actual de los menores de 35 años con respecto a las generaciones anteriores  se encuentra, básicamente, en la ausencia de expectativas de futuro. Antes, al menos, se vislumbraba  un horizonte. De nuevo, la linealidad de la carrera de vida ha quedado interrumpida. La cancelación  del mañana tiene un rostro cada vez más visible.

Probablemente, el mayor reto que la juventud tiene por delante es el de hacer del malestar  generalizado en todas sus formas una potencia política transformadora. Es importante, y este es el  motivo principal por el que finalmente me decidí a escribir este artículo, que combatamos esa idea  tan arraigada en el imaginario social de la enfermedad mental como un problema individual y que lo  señalemos como lo que realmente es: un problema de salud pública. El estrés, la ansiedad, la  depresión o el pánico entre los jóvenes es cada día que pasa más frecuente en nuestras sociedades y  su normalización es el resultado de un largo proceso de privatización de la enfermedad. Además, la  creciente medicalización de la vida se presenta como una consecuencia lógica de la individualización  de las patologías. Unas décadas atrás, por ejemplo, cuando presentabas síntomas de estrés laboral el  médico te recomendaba sindicarte, ahora, sin embargo, te receta un cóctel explosivo de ansiolíticos y  antidepresivos. En el capitalismo tardío hemos sustituido los convenios colectivos por alprazolam. Al reducir toda esta serie de malestares a una perturbación del funcionamiento neurológico normal, o a  un trauma vivido durante la infancia, eliminas la posibilidad de un cuestionamiento colectivo y, por  lo tanto, de una transformación radical de la estructura que los produce. Parafraseando a Mark Fisher,  me atrevería a decir que en tiempos de depresión generalizada la tarea de repolitizar el ámbito de la  salud mental es urgente si la juventud quiere ser capaz de desafiar el realismo capitalista y construir  un futuro en común.

Coordinador del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social

Fuente e imagen: Ctxt.es contexto y acción

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“La lectura ha sido un refugio en este tiempo de pandemia”

Por:  Daliri Oropeza

Hace un año, la pandemia de covid causó que las aulas dejaran de ser un espacio para millones de estudiantes en México. La lectura y la escritura, sin embargo, se convirtió en una guarida para miles alumnos y docentes que se han tenido que adaptar a las medidas sanitarias

CHOLULA.- Sofía Alejandra Máquez Matus es una de las estudiantes de secundaria que dejó de asistir a la escuela un año atrás, cuando comenzó la Jornada Nacional de Sana Distancia. En este año complicado para millones de familias, los libros ayudaron a Sofía a superar pérdidas familiares y tristezas, y a ver la pandemia como una invitación leer todo tipo de escritos, que le ayuden a entender la realidad.

Ella considera que le afectó mucho cuando dejaron de haber clases presenciales, sin embargo ha tenido que acostumbrarse a las pantallas.

“La lectura ha sido un refugio en este tiempo de pandemia”, destaca. Incluso le gustaría tener más libros a su alcance pues ya leyó la mayoría.

“Es bonito encontrar personas de nuestra edad que les guste la lectura, no estamos solos”, dice la estudiante, que participó a finales de febrero en un encuentro de escritoras y lectoras, Leer para la vida, convocado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Para ella, ese encuentro fue una oportunidad de seguir la inspiración de lectura y escritura que le inculcó su familia, con la que ha podido convivir más durante la pandemia. El encuentro le sirvió y la inspiró para seguir escribiendo.

En tanto, Ana Sofía Equihua, estudiante de cuarto semestre del Colegio de Ciencias y Humanidades Sur, de la UNAM, asegura que para ella los libros son como un amigo que le enseña el mundo, sentimientos y sueños de otras personas.

«Brindan compañía en los momentos más difíciles, al igual que la escritura. Tienen en común el arropo de nuestra persona para marcarla y ayudar en nuestro crecimiento. Otorgan el regalo de la sensación colectiva, al exponer los escritos de autoría propia y ajena”.

Para ella, exponer su pasión como escritora en el primer Encuentro “Leer y escribir para la vida” le dio el impulso de comenzar a publicar sus escritos, al ver la resonancia que tuvieron en la sala virtual de preparatorias y bachilleratos.

La chica relata que el encuentro también le sirvió para darse cuenta de las distintas realidades que viven las maestras y los estudiantes en distintas comunidades escolares del país. Corroboró que si bien hay muchos estudiantes que ya quieren regresar a las clases presenciales, muchas personas no tienen las posibilidades.

Para ella, el encuentro es un buen momento para exigir a las maestras y profesores que dejen a las estudiantes explorar todas las formas de la palabra, y les dejen leer aquello que les gusta, sobre todo y otros textos que les apasionen, pero sin imponer. Describe que lo importante es provocar la curiosidad que lleva a la lectura y la expresión literaria.

Envía un mensaje a los docentes: “por favor, abran y difundan más talleres de lectura y escritura que hacen falta jardines para las letras. En las escuelas existe el taller de danza, dibujo y música, ya es momento de abrir el taller de la palabra”.

Ese encuentro ayudó a crear una comunidad en torno a la lectura y la escritura, con participantes de muchos lugares de México.

Evelyn Mariel Santiago López decidió que quiere escribir cuentos en su lengua diidxazá o zapoteca, después de participar en el encuentro. Tiene 9 años y cursa el tercer grado de primaria en la escuela Vicente Guerrero de Santa María del Tule, Oaxaca.

Sus compañeras de clase también presenciaron las sesiones de las 26 salas de diálogo que se abrieron para realizar esta “fiesta de la palabra”, como la bautizó el equipo de docentes que lo organizó. Fue todo virtual. La pandemia llevó el ingenio de los maestros a buscar modos de crear pedagogías transformadoras, como dice la maestra Tere Garduño, una de las organizadoras.

“Me gustó mucho este encuentro porque conocí a personas de otros lugares, lo que piensan y sienten sobre los libros y la lectura. También sobre cómo viven y cómo les ha afectado la pandemia. A mí me afecta porque no puedo salir a pasear o ir a visitar a mis familiares”, dice Evelyn con una sonrisa.

Durante el encuentro, las participantes intercambiaron sus escritos con personas de su mismo grado escolar pero de otras latitudes del país. Así, los docentes lograron la representación de 22 estados donde el 66% fueron estudiantes de Preescolar, Primaria, Secundaria, Preparatorias, Normales o Universidades. La categoría individual con mayor cantidad de participantes fue la de docentes, con 130, que intercambiaron sus estrategias para incentivar la lectura.

La maestra Tere Garduño es directora de la Escuela Activa Paidós. Asegura que gracias a la convocatoria de la UNAM y el esfuerzo de las comunidades escolares, lograron una articulación que conjuntó a más de 550 participantes. Hubo estudiantes, bibliotecarios, mamás, docentes, investigadores, siempre y cuando fueran integrantes de las comunidades escolares.

“Este encuentro permitió constituir una gran comunidad escritora-lectora que tejió lazos de palabras para formar un lienzo que nos cubre en estos tiempos de incertidumbre para que nunca más sintamos la frialdad de la soledad. Ha sido muy impresionante este concierto de voces que gozan de la palabra propia y ajena, que tejen historias, que escriben cartas, que se acercan al espacio”, asegura la directora de Paidós.

Y recalca: “hablamos de la palabra para transformar al mundo”.

Tere Garduño asegura que la escuela puede tener otro significado, y estos encuentros son otra manera en que la escuela acompaña y teje redes con más comunidades interesadas en la lectura y escritura, ahora más necesarias que nunca por el contexto de la pandemia de covid-19.

“Descubrimos que en muchos lugares hay periódicos murales, trípticos evistas, todo tipo de modos para comunicar a través de la escritura lectura.

De todo tipo de estrategias de lectura, librobús, mochilas viajeras, colibritos, bibliotecas autónomas”, asegura la maestra.

La importancia del intercambio de estrategias

Con más de 550 asistentes, docentes de todo el país organizaron el encuentro virtual con estrategias de lectura que han servido para canalizar las emociones y lo saberes, a un año del cierre de escuelas por la pandemia.

La maestra Sara Reyes participó en las mesas de Docentes y estrategias que usan para contagiar a estudiantes de leer y escribir. Como maestra jubilada, fue moderadora del diálogo. Asegura que el intercambio del encuentro posibilitó escuchar otras formas de leer y de escribir desde sus creadores.

Sara destaca el modo en que el encuentro implicó conocer otras formas de trabajo de docentes, identificar algunas diferencias en cuanto a los contextos escolares y visibilizar las estrategias que ya son efectivas que se pueden replicar para incentivar la lectura.

Para ella, este es un tejido necesario que se consolida una red de lectores y escritores, pues el encuentro fue posible gracias a la organización y de las comunidades escolares. Y este fue el espacio de encuentro en donde maestros y profesoras acordaron replicarlas.

Asegura que una de las conclusiones a las que llegaron es que el encuentro demostró la riqueza lingüística de las comunidades de nuestro país continúan vivas y que la labor de los docentes de esas regiones tienen un trabajo doble: por un lado enseñar el conocimiento actual y por otro rescatar el conocimiento de las comunidades.

Destaca que se escucharon el mazateco, mixteco, náhuatl, otomí, p’urépecha, totonaca y zapoteco en las diferentes salas del encuentro.

La maestra Tere Garduño asegura que ahora el compromiso es para adelante. Es ver publicados los textos de los 550 participantes, pero también continuar encontrándonos en torno a la lectura y la escritura.

¿Cómo seguir adelante con esta comunidad?, se pregunta.

La maestra asegura que los encuentros seguirán, que se construyó un espacio muy horizontal, donde además las comunidades enteras se pudieron involucrar al escuchar a sus representantes de grupo y escuela por las transmisiones en vivo por redes sociales. Esto no lo contempla lo institucional, asegura.

Para ella es muy importante el compromiso que hay desde diferentes geografías, con los estudiantes, para que puedan compartirse y verse reflejados en quienes leen y escriben.

Fuente e imagen:  https://piedepagina.mx/la-lectura-ha-sido-un-refugio-en-este-tiempo-de-pandemia/

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Los niños y niñas que no pueden volver a casa

Por: Maider Saralegi

Nacer saharaui es nacer sabiendo que tienes que luchar por recuperar lo que hace 45 años les robaron a tus padres y a tus abuelos.

¿Mamá, cuándo volvemos a casa? Posiblemente, muchos de nosotros hayamos hecho esta pregunta a nuestros padres cuando éramos niños. Cuando salíamos cansados del colegio y teníamos que acompañarlos al supermercado para comprar la cena, o también cuando nos íbamos de vacaciones en elmes de agosto y queríamos disfrutar un poco más de aquella playa o aquel parque de atracciones. Muchas veces hemos querido volver a casa pronto y rápido, otras en cambio intentábamos retrasar el tiempo y disfrutar un poco más de algún momento que nosgustaba. Pero siempre acabamos volviendo, a nuestra casa, a nuestro sitio, a nuestras raíces. Porque las teníamos.

Esta pregunta no se formula en todas las partes del mundo con las mismas intenciones que se acaban de mencionar. De hecho, hay miles de niños que no saben dónde está su casa, no saben cómo es el sitio donde deberían de vivir, pero a los que se les inculca desde pequeños que algún día “volverán a casa”. Ellos y ellas, son los niños y niñas saharauis, los hijos del desierto. Aquellos que intentan sobrevivir en medio de la nada, con poca agua y con alimentación suministrada a través de la ayuda humanitaria. Aquellos que tantos años llevan siendo representantes de su pueblo. Ahora viven una guerra.

Miles de familias españolas tienen un hijo —alguien a quien consideran un hijo— en la guerra.

Yo tuve la suerte de tener una infancia feliz, nunca me faltó un plato de comida en la mesa, pude jugar con absoluta libertad y tranquilidad y desde el momento en el que llegué a este mundo tuve una identificación. Un papel, un registro en el que se reflejaba que existía. Y sí, muchas veces pregunté “¿cuándo volveremos a casa?” cuando estaba cansada o quería alargar un momento, y siempre volvía.

No puedo imaginarme a las madres saharauis contándoles a sus pequeños que aquella no es su casa. Que aquellas dunas de arena son provisionales y que en su verdadero hogar cuando subes a la cima de una de ellas, ves el mar.

Pero desde que era muy pequeña fui aprendiendo poco a poco, o mejor dicho, me enseñaron poco a poco, que todo aquello que estaba viviendo era de una niña con mucha suerte. En aquel entonces no lo entendía, para mí era “normal” que todos los niños tuviesenun plato de comida, o que pudiesen jugar tranquilos o que su nombre estuviese en algún sitio registrado y fuesen reconocidos en el mundo. Y por supuesto, que volviesen a casa. Lo más curioso, es que ahora que han pasado tantos años desde que me hacía esas preguntas a mi misma, ahora que aún a veces me las sigo planteando, aún no he encontrado las respuestas.

En los campamentos de refugiados saharauis, la mitad de la población son niños. Niños que nacen en el exilio, que juegan en aquellas calles de piedra y arena y que sueñan con ser libres algún día.  Nacer saharaui es nacer sabiendo que tienes que luchar por recuperar lo que hace 45 años les robaron a tus padres y a tus abuelos.

Yo no soy madre, pero siempre he admirado mucho a las madres y la delicadeza con la que tienen que contar a sus hijos ciertas cosas para que poco a poco vayan asentándose en este mundo, muchas veces demasiado cruel. No puedo imaginarme a las madres saharauis contándoles a sus pequeños que aquella no es su casa. Que aquellas dunas de arena son provisionales y que en su verdadero hogar cuando subes a la cima de una de ellas, ves el mar. Su mar, sus playas, sus costas. La brisa de las playas de Dajla y los atardeceres rojizos desde la ciudad de Smara. Y mucho menos me explico o me imagino cómo pueden contarles que aquellas ciudades están ocupadas por alguien que no pertenece a esa tierra.

Posiblemente, incluso, intenten consolarlos diciéndoles que allí, en campamentos, están más seguros porque los niños saharauis como ellos, en aquellos territorios ocupados suelen ser acosados, insultados, boicoteados en las escuelas y castigados si llevan su bandera o algún signo de su cultura. Y yo solamente me puedo imaginar a aquellos ojos grandes, negros y brillantes que tienen los niños, perplejos, sin entender nada y posiblemente formulando esa pregunta: “Mamá ¿cuándo volveremos a casa?” Y aunque una madre siempre tenga respuesta y solución para todo, esa pregunta está aún sin resolver. Muchas de ellas lo responderán con un “pronto” que se ha alargado más de cautro décadas.

Tres generaciones de niños y niñas saharauis han nacido en el exilio, otros han sido torturados e increpados en los territoriosocupados y otros tienen que ver desde occidente cómo su pueblo sufre. La primera vez que estuve en los campamentos de refugiados saharauis, una mirada me respondió todas aquellas preguntas que de pequeña me hacía, cuando no entendía porqué no todos los niños eran como yo.

Al entrar a un hogar de una familia saharaui, una niña de unos cinco años se encontraba en la puerta de este. Ni siquiera cruzamos una palabra, únicamente la miré y me quedé enganchada a aquellos ojos grandes que tanto me estaban diciendo. Aquella niña no hablaba mi idioma y no hubiésemos podido mantener una conversación fluida, ni siquiera entendible, pero ese cruce de miradas fue suficiente para entender que yo había sido una niña privilegiada.

Tres generaciones de niños y niñas saharauis han nacido en el exilio, otros han sido torturados e increpados en los territorios ocupados y otros tienen que ver desde occidente cómo su pueblo sufre.

Aquello que yo pensaba que era normal,lo que todos llamamos derechos humanos, eran privilegios. Porque si lo que yo tenía, tengo o tendré no lo tienen otros, jamás podrá ser concebido como algo común entre todas las personas del mundo. Aquella mirada fue como un disparo directo al pecho, ya no únicamente estaba dándome cuenta de que había tenido más juguetes que aquella niña, que podía haber tenido mejor alimentación, sino de que yo había nacido libre y en mi casa, y ella no. Y sigo sin entenderlo.

Dicen que los niños mueven el mundo, que son los que revuelven conciencias y corazones, pero únicamente lo consiguen en aquellos que realmente los tienen. Más de 100.000 niños viven y siguen naciendo en medio de la nada, lejos de su país. Otros nacen en su tierra, pero tienen que rechazar su derecho a reivindicar su cultura y su libertad si no quieren ser torturados desde que son pequeños. Y ahora el pueblo saharaui es sometido a una guerra, obligado a que sus jóvenes arriesguen sus vidas por su libertad porque las personas que con posicionamientos políticos podrían evitar eso, llevan dormidas más de cuatro décadas.

Mientras, el mundo únicamente sabe del pueblo saharaui para firmar acuerdos de pesca y de energías renovables, seguir saqueando a un país ocupado y contribuir con un régimen que viola la carta de los derechos humanos de Naciones Unidas.

Pero pequeños, no sabemos cuándo volveréis a casa, pero lo haréis. Porque no tendréis libertad, pero si a muchas personas de diferentes partes del mundo luchando, junto a vuestro pueblo, por ella.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/

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Familias monomarentales: el año del cansancio para las madres solas

Por: Sarah Babiker

Sin apoyos al cuidado e ingresos reducidos, muchas familias monoparentales, en su mayoría encabezadas por mujeres, han pasado de la precariedad al colapso.

Cuando todo cerró, hace algo más de un año, Anna, madre sola de un hijo de cuatro años, llevaba tiempo preparando unas oposiciones. Había decidido que esa era la mejor forma de tener un trabajo estable y que le posibilitase conciliar, algo fundamental cuando tienes un hijo a tu cargo. Al principio se tomó las cosas con filosofía, después de todo no serían más de dos semanas, “llevaba un ritmo de vida tan ajetreado que me vino muy bien la fase cero, pude finalmente afrontar un montón de cosas que tenía pendientes de hacer en casa, dormir más, o estar más pendiente de la alimentación. Las primeras tres semanas las viví como unas vacaciones con mi hijo”.

Pero el tiempo pasaba y Anna tenía que estudiar, y el niño, de cuatro años, encerrado en casa, demandaba toda la atención. En pleno momento de rabietas la relación se tensaba. Y si bien Anna en algún momento concluyó que la adulta era ella, que tenía que hacer todo lo posible por tirar para adelante, un año después el cansancio sigue ahí. “Me siento absolutamente agotada, harta, fatigada, no digo desesperanzada, pero un poco hastiada necesitando que empiecen a verse frutos de esta nueva era”.

Dice Anna, que si bien lo que cuenta es bastante íntimo, también es bastante universal: amigas que se levantan a horas inverosímiles para tener un par de horas para trabajar antes, mujeres solas pobres de tiempo y empobrecidas económicamente que llevan un año (o en realidad mucho más tiempo) haciendo malabarismos. Existencias que transcurren entre el cansancio por intentar llegar a todo, y la culpa por no conseguirlo.

El estudio Familias monoparentales en España: una retrospectiva, presentado recientemente por la organización FAMS (Federación de asociaciones de madres solteras) y realizado con el apoyo del Instituto de la Mujer, propone un recorrido histórico sobre cómo han sido percibidas las madres solas históricamente. También mapea el marco legal, hace balance de la desigualdad que afecta a estas familias, y describe la situación actual.  Los tiempos de la vergüenza y el deshonor, la marginación social y legal de estas mujeres, parecen quedar lejos. “Ya no hay una discriminación explícita ni se les prohibe legalmente su acceso a derechos, pero sí hay una invisibilización que impide que se las tenga en cuenta”, explica la socióloga Violeta Assiego, una de las responsables del estudio.

 “A la hora de legislar en políticas públicas no se tiene presente a las familias monomarentales, el ejemplo más evidente son los permisos, en los que hay un olvido total hacia cuáles son los derechos de sus hijos, en comparación con las familias biparentales”

Para Assiego la invisibilización deja a estas familias “expuestas a los vaivenes de prejuicios erróneos que pueden existir sobre ellas”. La experta traza un continuum: cuando el contexto es de normalidad, la falta de reconocimiento se traduce en no ser tenidas en cuenta al pensar en políticas públicas y ayudas algo que “las deja en peor situación material que las familias biparentales”, cuando el contexto es de crisis, como lo está siendo desde que hace más de un año irrumpiera la pandemia, “nos encontramos que son objeto de rechazo, de juicio, de culpabilización cuando actúan en función de sus circunstancias: ahí es cuando se pone en evidencia toda la carga de prejuicios que existe hacia las madres que cuidan en solitario”.

M. es una madre sola sobrevenida. Hubo un padre que también era un maltratador. Cuando consiguió poner punto final a su relación y pensaba que podía reconstruir sus lazos sociales, lo social se puso en suspenso para todos: pasó el confinamiento sola con su hijo de tres años, sin ayuda. Sus padres, de alto riesgo, no son una opción para apoyar. Tuvo que dejar de trabajar seis meses para ocuparse del niño.

Con sus recursos recortados y sin tiempo, en las primeras semanas de pandemia, la gente no se lo puso fácil. Arrancaba el estado de alarma, y salir con su pequeño a la calle era un momento de tensión: M. recuerda salir a algún recado, o simplemente a sacar la basura “y sentir las miradas de diferentes personas, como si fuera una irresponsable, ¿cómo salía con el niño?”.

Para Assiego esta realidad que debieron —y deben— enfrentar estas familias está relacionada con un imaginario que aún opera. Subyace la “creencia respecto a que estamos ante una familia incompleta, que ni siquiera es familia, que luego a la hora de legislar en políticas públicas no se las tiene presentes, y en este sentido el tema de los permisos es el ejemplo más claro y más evidente de que hay un olvido total hacia cuáles son los derechos de los hijos de las familias monomarentales en comparación con las biparentales”.

El cuestionamiento de una ley de permisos de nacimiento que posilitaba hasta ocho meses de cuidados familiares (por parte de los dos progenitores en las familias biparentales) mientras apenas aumentaba los tiempos de cuidados para las y los hijos de familias monomarentales ha sido central desde que se anunciara la ley, denunciado como un caso paradigmático de invisibilización de su realidad.

“Hay que tener una mirada monoparental en todas las políticas que se pongan en marcha, en todas las políticas de apoyo a la familia desde el nivel fiscal pasando por los permisos. Reconocen que es una desigualdad y dicen que están en ello para cambiarlo, y es una prioridad”, reflexiona Carmen Flores, presidenta de la FAMS. Desde que se implementaran los permisos son varias las sentencias que han reconocido a familias monomarentales el derecho a disfrutar de los mismos permisos que las familias formadas por dos personas adultas.

Pero la necesidad de cuidados y conciliación desborda ampliamente los primeros meses de crianza, y los tiempos en los que los centros educativos y los abuelos y abuelas, junto a otras redes de apoyo desaparecieron del mapa sirvieron para hacer esto más evidente que nunca. A este evidencia le acompañó otra: “No hay inversión pública en familia y no hay inversión pública en infancia. Las familias monoparentales se encuentran con que ellas son las únicas en solitario que deben sostener este cuidado, entonces la falta de previsión pública, de previsión política, en ellas se amplifica, y esto tiene consecuencias de carácter material pero también de carácter psicológico y emocional”, señala Assiego.

“En familias monoparentales se hace prácticamente inviable poder tener un trabajo que aporte la cantidad necesaria para vivir bien y compaginarlo con la crianza, sin que ello conlleve unos gastos que de tener un buen sueldo para vivir bien, pasemos a malvivir aún trabajando a destajo”

“Harta y agotada, estresada y con el corazón en un puño constantemente. Culpable de no poder dedicar todo el tiempo que se merece mi hijo”, resume Elisa por su parte. Identifica fácilmente de dónde proviene todo este malestar: la conciliación no es real. E imagina cómo la conciliación podría serlo: con ayudas económicas o directamente con personas subvencionadas por el Estado que apoyen en los cuidados. “En familias monoparentales este tipo de ayudas son necesarias, porque se hace prácticamente inviable poder tener un trabajo que aporte la cantidad necesaria para vivir bien y compaginarlo con la crianza, sin que ello conlleve unos gastos que de tener un buen sueldo para vivir bien, pasemos a malvivir aún trabajando a destajo”.

Assiego relaciona esta sensación de no llegar, esta inviabilidad con “toda una percepción que no es de soledad objetiva —porque ellas están con sus hijas— pero sí de soledad subjetiva”, un cierto aislamiento social convive con una cierta sensación de fracaso, “cuando en realidad lo que hay es una ausencia de protección o apoyo por parte del Estado a ese modelo familiar que es tan legítimo como el biparental”.

La falta de protección ha tenido sus efectos. Si ya las estadísticas alertaban desde hace tiempo que tener hijos a cargo es un factor de riesgo de pobreza que afecta particularmente a las familias monoparentales, el hecho de que hasta ahora toda medida de conciliación haya pasado por disminuir las horas laborables, con su consiguiente disminución salarial, no ha hecho sino agravar la situación de familias que ya vivían con lo justo.

En FAMS, que aglutina a asociaciones de madres solteras de todo el estado han podido comprobarlo: “Te puedo decir que cerca del 80% está en peores condiciones que antes de la pandemia, incluso mujeres que están trabajando. También hay muchas que han perdido el empleo porque han tenido que elegir entre cuidar y trabajar, porque no tenían con quién dejar a los hijos”. El escudo social ha dejado a muchas afuera, pendientes de cobrar un Ingreso Mínimo Vital que no llega, habiéndose extinguido la prestación por hijo a cargo, o ante la dificultad en la transición de rentas mínimas autonómicas al IMV, “hay familias que se van a quedar en el limbo, eso es algo a corregir”, apunta Flores.

El balance, un año después, mezcla algo de optimismo y temor. Optimismo por parte de Flores, quien después de muchos años de lucha por una legislación que reconozca a las familias monomarentales, piensa estar más cerca que nunca con la Ley de diversidad familiar que prepara el gobierno: “Dicen que va a haber capítulos específicos y están agradecidas con nuestra investigación. Creo que eso es bastante positivo de entrada”. También cuentan con el compromiso del Gobierno de darles prioridad en el Plan Corresponsable, que prevé finalmente ayudas para los cuidados, y que administrarán las comunidades autónomas.

Para FAMS era perentorio que el estado asumiese este tipo de apoyo, pues las familias monoparentales no pueden cubrir en solitario los cuidados y el trabajo remunerado: “Muchas mujeres tienen que contratar a otras mujeres todavía más vulnerables, por muy poco dinero, entramos en una cadena de vulnerabilidad y de pobreza que genera más pobreza todavía”. Si bien Flores apunta que el Plan Corresponsables es un avance, matiza que les hubiese gustado poder dar su visión mientras se formulaba y conocer mejor el texto.

Por su parte, las investigadoras temen que, en un momento de crisis, con la extrema derecha y los discursos reaccionarios tomando fuerza, vuelvan determinados estigmas e imaginarios que han captado en su estudio, y que se pueden traducirse tanto en políticas públicas —la dificultad para acceder a tratamientos de fertilidad para mujeres solas, por ejemplo— como en la culpabilización de este modelo de familia.

Recuerdan un informe de la organización ultracatólica Family Watch en el que se hacía énfasis en la importancia de la figura paterna. Lo tuvieron que retirar, pero la idea de que en familias monomarentales los niños son “más problemáticos, todo eso sigue permeando y se sigue observando en estudios que se publican y que asocian monoparentalidad con tener hijos adictivos y problemáticos”, advierte Assiego.

“Hemos sido de los colectivos más discriminados y hemos tenido que soportar muchos juicios morales. Llevamos muchos años reclamando una ley de familias monoparentales, que reconozca y normalice este modelo familiar”

Además, señala la investigadora, es importante recordar que hay familias más vulnerables a la culpabilización: “hay que analizarlas desde un enfoque interseccional para que al final ese estigma no se desplace hacia las mujeres más pobres, las mujeres racializadas, las mujeres migrantes que no responden al modelo de madre que de alguna forma es el que normaliza la familia biparental”.

Flores insiste en la necesidad de un marco jurídico que proteja estas familias: “Es una cuestión de justicia social, las administraciones públicas nos lo deben a nivel histórico. Hemos sido de los colectivos más discriminados y hemos tenido que soportar muchos juicios morales. Llevamos muchos años reclamando una ley de familias monoparentales, que reconozca y normalice este modelo familiar. Que genere esa empatía en la sociedad”, concluye.

Fuente e imagen: https://www.elsaltodiario.com/cuidados/el-ano-del-cansancio-para-las-madres-solas

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