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América Latina y el Caribe: Abya Yala no debe permanecer indiferente al holocausto palestino

Abya Yala no debe permanecer indiferente al holocausto palestino

Por Ollantay Itzamná

En la historia moderna que corre de 1492 a 2023, la humanidad sufre tres holocaustos (exterminio de pueblos por razones políticas, religiosas o culturales).

El primer holocausto lo sufrimos los pueblos de Abya Yala, desde 1492 en adelante, cuando nuestros ingratos “huéspedes europeos metalizados”, para apoderarse de todos nuestros bienes, nos sometieron al exterminio biológico y cultural total. Cerca de 70 millones de nuestros padres fueron aniquilados en cuestión de décadas por los hibéricus. A este exterminio sobrevino el comercio europeo de la carne humana, compra venta de esclavos del África.

El segundo holocausto también lo ejecutó Europa en su expresión de la Alemania enferma, durante la II Guerra Mundial (1939-1944). La víctima fue parte del pueblo judío, errante en Europa del norte. Este holocausto fue condenado, y castigado a los culpables, como se debía. Situación que no ocurrió con los impunes responsables del primer holocausto.

Como “parte del resarcimiento moral y político”, promovido por la oligarquía internacional sionista, en las Naciones Unidas se decidió que el pueblo Pelestino acogiese, en una parte de su territorio, al “pueblo elegido” de Israel, en 1948. Y en cuestión de años, el “huésped sionista” ensangrentó a sus anfitriones, ocupó en más del 90% el territorio palestino para convertirlos en campos de cultivo agrícola y extracción del petróleo para el mercado internacional.

Así, ahora, la humanidad es humillada con el tercer holocausto más letal de la historia contra el pueblo palestino. El Estado de Israel (diferente al pueblo judío, porque millones de judíos viven también en Palestina), legitimado por Europa/OTAN y financiado por los EEUU, está “fertilizando” los suelos que cultivará para su agroexportación, con cuerpos y sangre de miles de palestinos.

Antes este tercer holocausto, algunos gobiernos de Abya Yala comenzaron a tomar medidas con sensibilidad histórica. Bolivia decidió romper relaciones con Israel, Colombia impulsa para que los culpables israelís sean juzgados por genocidio en tribunales internacionales, Chile llamó a su embajador en Israel a consulta. Pero, esto no es suficiente.

Los estados y jefes de gobierno del Continente de Abya Yala, como sobrevivientes al primer holocausto moderno, deben de asumir una actitud más consecuente con la historia y con la Vida. La indiferencia o la impunidad del Estado de Israel es y será un premio para que el Hitler israelí, nutrido con sangre palestino, ataque a cualquier otro país del mundo próximamente.

Ahora es el momento para que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y otros espacios, tomen medidas políticas, incluso comerciales contra el Estado de Israel.

Los pueblos originarios, movimientos sociales y sectores populares del Continente debemos continuar con la solidaridad comunicacional y las expresiones de protesta frente a las embajadas de Israel en los diferentes países. No podemos, ni debemos ser cómplices silentes con este tercer holocausto que aniquila a la humanidad.

Ollantay Itzamná. Defensor de Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos desde Abya Yala

Blog del autor: https://ollantayitzamna.com/

@JubenalQ

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/abya-yala-no-debe-permanecer-indiferente-al-holocausto-palestino/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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La paz para la frontera entre Venezuela y Colombia con perspectiva de género

Leidy C. Moreno R.

lecamora1986@gmail.com

Resumen

En el presente análisis se aborda el fenómeno de la violencia en el contexto de la frontera colombo-venezolana y la construcción de la paz desde el enfoque de género. Mediante la información disponible de documentos y análisis de distintos autores y autoras en torno a este fenómeno, así como de los resultados de informes de organizaciones sociales se identifica y caracteriza el contexto de la frontera y el impacto de esta realidad en la vida de mujeres y niñas, a partir del conflicto armado y el actual proceso migratorio de Venezuela, posteriormente se realiza un acercamiento a la noción de paz y las recientes políticas públicas de paz impulsadas desde los gobiernos de Venezuela y Colombia, y finalmente, se destaca el diálogo y los acuerdos como elementos clave en la instauración de un nuevo proceso para la consolidación de la paz en la frontera desde una mirada integradora de ambos países, con particular interés desde una perspectiva de género.

Palabras clave: paz, violencia, género, acuerdos de paz

Introducción

Existe una vieja deuda en la frontera entre Venezuela y Colombia por parte de los Estados de estos países, que es la paz. Este espacio de 2.219 kilómetros (Rodríguez, De la Puente y Trejos, 2018), que demarca parte importante de los límites del territorio y la jurisdicción política- administrativa de ambas repúblicas, también constituye un entorno caracterizado por el abandono estatal, que se encuentra diezmado e incluso usurpado por la presencia de organizaciones ilegales que ostentan el poder a través de las armas para el control de intereses esencialmente económicos.

Por su parte, la población civil que ocupa y hace vida social en el territorio fronterizo, debe lidiar continuamente con los múltiples problemas que genera la dinámica que determina la lógica de un sistema social basado en la prevalencia económica, bajo la égida de una cultura de economías ilegales, y que coloca en el último eslabón al ser humano, el cual es concebido como un instrumento para fortalecer el orden establecido mediante tal sistema.

Los sujetos sociales más vulnerables y agraviados por la dinámica de dicho sistema social son las mujeres, las y los adolescentes, así como las niñas y los niños, debido a que sus cuerpos y su fuerza de trabajo constituyen agentes clave en las ganancias a partir de los múltiples negocios lícitos e ilícitos que rigen la economía en la frontera. Ingentes cantidades de dinero circulan en la frontera, ya sea, mediante procesos de comercialización binacional, aunque también, la recepción de remesas enviadas por migrantes desde distintos países del mundo a sus familiares, que son recibidas por medio de entidades financieras que funcionan en Cúcuta, Colombia, de igual manera, los recursos que manejan las organizaciones no gubernamentales con el propósito de disminuir los efectos de los problemas que se generan en la frontera; pero también, de forma más grotesca y cruel, a través del narcotráfico, la comercialización de seres humanos, por medio de la trata de personas y la explotación sexual, entre otros delitos.

En tal sentido, es importante destacar que el análisis de la violencia en el contexto fronterizo permite una lectura de tan compleja realidad que se enmarca en torno a una dinámica de acumulación de capital, pero también, en una guerra desatada por el conflicto armado de Colombia, que en cuyo proceso de recomposición se ha desbordado e internacionalizado (lo que implica que el territorio venezolano también funciona como un espacio en disputa), (Forero, 2020). Esta realidad de complejidad deriva en el impulso para estudiar la paz desde múltiples enfoques, pero en este caso particular desde la perspectiva de género.

Violencia y migración

Si se entiende la violencia como “un producto de la cultura humana, un resultado del experimento de la cultura” (Kout, 2002, p. 197) es importante también considerar que esta noción de violencia forma parte de lo que denomina Radl (2011) como un atributo “aceptado” (p. 160). Esto se debe a que la violencia permea la estructura y el orden social de manera reiterada y sistemática, a tal punto, no sólo de ocupar distintos ámbitos, sino las conductas propias de los sujetos, así como un mecanismo que pone de manifiesto sus intereses, percepciones, necesidades, deseos, afectos y sentimientos.

Ante esta paradójica cualidad de la violencia que se halla en la estructura social y en la cotidianidad del ser humano, surgen variaciones y formas de violencia que se intensifican de acuerdo con los contextos y realidades, a tal punto de ser degradante de las condiciones de los seres humanos. En tal sentido, Ávila, León, Niño, Camargo, Cañizares y Guerra (2013) caracterizan la frontera entre Venezuela y Colombia como la “frontera caliente”, que consiste en una investigación cuyo análisis expone los múltiples factores que han desencadenado, sin tregua, la violencia en este espacio geográfico. La descripción que se realiza en ese trabajo de investigación va perfilando las tramas de la guerra que promueven el déficit institucional y la ausencia de garantías de derecho, la industria ligada a la cadena mundial de valor del narcotráfico, la corrupción, y la guerra irregular y difusa en la que convergen la fuerza pública de los dos países en relación con el paramilitarismo y las guerrillas.

Aunado a esto, es desolador el panorama mundial creado por las guerras, puesto que genera insatisfacción y temor en especial sobre la población civil, con particularidad en mujeres y niñas. Un país como Colombia que ha estado sumergido en una guerra por más de medio siglo ha traído consigo, más allá del dolor por las víctimas, pobreza, desigualdad e inequidad; una maquinaria guerrerista que también ha sido un “factor potenciador de la degradación humana” (Velásquez, 2016, p. 77). Esto implica el sometimiento y la vulnerabilidad como circunstancias que determinan formas de existencia y el miedo como principal instrumento.

Asimismo, la violencia como forma de dominar produce un impacto considerable en la vida de las mujeres y las niñas, y de acuerdo con Segato (2014) se “manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último límite” (p. 342). Según esta autora, las nuevas formas de guerra incorporan la agresión sexual como un arma que daña no sólo de forma material sino también moral, por lo cual cobra un papel más relevante en las acciones de guerra.

De acuerdo con diversos estudios, la principal forma de violencia que afecta a mujeres, adolescentes y niñas en la zona fronteriza entre Venezuela y Colombia es la violencia sexual, la cual se incrementa y se genera en contextos dominados por el conflicto armado y del actual proceso migratorio de Venezuela. El fenómeno migratorio de Venezuela que ha generado hasta el momento un número de 7.320.225 de personas que se encuentran en condición de migrantes y refugiados alrededor del mundo (Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes R4V, 2023), cuya cifra además de alarmar sobre la crisis de movilidad humana existente, también pone al descubierto la incapacidad del Estado venezolano en garantizar condiciones de vida y derechos para la población.

Las mujeres y las niñas venezolanas que forman parte de este proceso migratorio se exponen de manera latente a riesgos propios de la situación de migrar, especialmente relacionados con ser víctimas de violencia sexual. A pesar de la evidencia y la imperante necesidad de atención estatal en este sentido, “las acciones por parte de los Estados, en términos de protección y cuidado, no parece guardar la misma dimensión ni la proporcionalidad requerida. Inclusive, mucha de esta violencia y muchas de estas mujeres y niñas son invisibles a los Estados.” (Mesa y Espinel, 2020, p. 15).

Esto implica que además de requerir mayor voluntad de los Estados en atender esta situación, se precisa del fortalecimiento de la normativa jurídica y de la expansión de la presencia de las instituciones estatales, que deben estar en constante actualización conforme se vayan identificando los elementos que caracterizan la violencia en torno a la realidad del contexto fronterizo.

La frontera entre Venezuela y Colombia, en particular entre el estado Táchira y el departamento Norte de Santander, se ha constituido históricamente como un enclave territorial para el tránsito a gran escala de migrantes, en un cambio en las tendencias de esos flujos, durante el último lustro el movimiento se produce de Venezuela hacia Colombia y otros países de América del Sur, como en todo proceso migratorio de magnitud significativa dichos flujos se realizan en condiciones de alta vulnerabilidad. De acuerdo con Migración Colombia se reconoce hasta el momento la existencia de 2,5 millones de migrantes venezolanos en Colombia, considerado el país de mayor concurrencia de migrantes venezolanos. (Reyes, 2022).

Esto en gran medida ha desbordado las capacidades de los Estados para controlar la situación y también para precisar políticas públicas y estrategias idóneas sobre el tránsito de las personas en ambos lados de la frontera, sumado a la ruptura en las relaciones diplomáticas entre estos países durante el gobierno del expresidente Colombiano Iván Duque, a través de lo cual solo se logró crear mayor incertidumbre, así como vulneración de los derechos de las personas.

De igual manera, esta situación de debilidad estatal ha permitido que proliferen cantidades enormes de irregularidades y que se fortalezcan las organizaciones al margen de la ley, por lo cual se expone a las personas que transitan esta zona a grandes riesgos y peligros: ofertas de empleo y servicios engañosas, despojo de las pertenencias, violencia física, maltrato y abuso de poder por parte de funcionarios militares e institucionales, entre otros.

En el caso de las mujeres y las niñas, de acuerdo con el informe de Mesa y Mendoza (2021) integrantes de la colectiva MULIER, se plantea que “415 venezolanas fueron rescatadas de redes de trata, de las cuales 138 fueron niñas y adolescentes” (p. 9). La trata de personas con fines explotación sexual se identifica como uno de los delitos de violencia sexual más frecuentes en la frontera. De igual manera, desde la colectiva MULIER se manifiesta que, durante el año 2022, en 16 países fueron rescatadas de redes y organizaciones de trata y explotación sexual 1.390 venezolanas, de las cuales 284 son niñas y adolescentes, y durante el primer semestre del 2023, 267 venezolanas, de las cuales 34 son niñas y adolescentes (MULIER, Venezuela, 2023).

Este fenómeno se ha desplegado y emplea diferentes mecanismos, entre ellos el modelaje webcam, cuya actividad es legal en Colombia e implica la realización de actos de carácter sexual frente a una cámara para luego usar los contenidos en una plataforma virtual disponible para redes de seguidores. Sin embargo, según expone el informe de Mesa y Mendoza (2021), con algunos casos de rescate de mujeres y niñas víctimas de trata también se logró “la desarticulación de 1.000 casas de explotación sexual de niñas venezolanas en modalidad webcam” (p. 19).

La evasión del Estado en manejar con mayor importancia este problema de la violencia sexual remite a la idea de que se considera con inferioridad el cuerpo de mujeres, adolescentes y niñas. Es un tema que poco se menciona desde las fuentes oficiales de los Estados, y todavía menos, se profundiza. Desde luego, esta situación caracterizada por la cultura machista y patriarcal, significa mayor revictimización de las mujeres, adolescentes y niñas por lo que es preciso, además de visibilizar la frecuencia de víctimas de violencia sexual, también revertir la reproducción de estos actos, a través de garantizar procesos judiciales con los que se logre la capacidad de castigar a los responsables y hacer justicia.

En un contexto de conflicto permanente como el que existe en la frontera es una ardua tarea que corresponde en principio a los Estados, son los principales garantes de los Derechos Humanos de las mujeres, pero también las organizaciones sociales cumplen un papel clave en visibilizar la realidad.

¿Qué entendemos por paz?

Desde una visión tradicionalista la paz se concibe como la ausencia de una guerra, pero es importante aclarar que la concepción de paz es difícil de definir. No obstante, se intentará hacer una aproximación del concepto a partir del enfoque que promueven algunas autoras y autores, en particular de aquellos que proporcionan una mirada de género, de tal manera que se puedan identificar los elementos que lo componen, así como la intencionalidad de los actores que la promueven y el contexto al que se dirige la formulación de la paz.

Pese a la complejidad que implica fijar teóricamente el concepto de paz, existe una propuesta teórica de comprenderlo a través de dos aristas, la paz positiva y la paz negativa. Al respecto, explica Velásquez (2016) que la diferencia radica en que la paz negativa “es entendida como la ausencia de violencia personal, física y directa, y la paz positiva, definida como la ausencia de violencia indirecta o violencia estructural” (p. 82). Desde este enfoque, la paz negativa implica activar diferentes mecanismos de control (formación de ejércitos, garantía del orden, defensa del territorio) para actuar ante el surgimiento de cualquier conflicto armado, en cambio para la paz positiva se busca la integración y organización de los grupos humanos para favorecer los principios de la convivencia humana.

 De estas dos aristas de la paz podemos identificar como elementos: los mecanismos de control, así como la integración y la organización en la preservación de la paz, que puede ser empleada por un Estado-nación en su territorio. Sin embargo, la aplicabilidad de esta noción está determinada por la perspectiva y los intereses de los gobiernos, así como de sus capacidades y voluntad política.

Por su parte, los resultados de la guerra no derivan en la paz, incluso las guerras actuales, señala Segato (2014): “No se destinan a un término y su meta no es la paz, en cualquiera de sus versiones” (p. 341). La guerra es un proyecto de dominio que se promueve desde los intereses por el control de la economía global, de manera que urge buscar los caminos de la paz y poner todo empeño posible en esto, por el futuro y por el bien de la humanidad. En esto radica la importancia no sólo de la organización social, sino en la construcción e impulso de políticas públicas con sentido humano, con perspectiva de género.

Posterior a la Segunda Guerra mundial, el tema de la paz ha cobrado especial importancia en diferentes eventos de gran envergadura, a nivel mundial, tal es el caso de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en donde se logra reinterpretar mediante el texto del Informe de la conferencia mundial para el examen y la evaluación de los logros del decenio de las naciones unidas para la mujer: igualdad, desarrollo y paz. (1985), el concepto de paz, que se aborda ampliamente y en este breve extracto se explica que: “La paz no se puede conseguir en condiciones de desigualdad económica y sexual, denegación de los derechos humanos básicos y libertades fundamentales, explotación deliberada de grandes sectores de la población, desarrollo desigual de los países y relaciones económicas de explotación” (p. 8).

En esencia, este enfoque de paz se construye fundamentalmente con elementos que deben ser aplicados en el orden estructural, esto implica que la búsqueda de paz no debe afrontarse únicamente desde el control y el orden militar, contrario a ello deben abrirse los caminos al diálogo, a las garantías ciudadanas y el respeto a los Derechos Humanos.

En el cuento infantil ¡Viva la paz! De la autora Isabel Muñoz Martinez se dice que la paz

 es tan importante como el aire que respiramos. No la vemos, pero nos rodea, está en cada gesto, en cada abrazo, en cada mirada y en cada palabra. Nos acompaña a lo largo de la vida. La paz nos da tranquilidad, felicidad y nos da seguridad.

La paz es un bien intangible, un derecho y un deber por el que los seres humanos, especialmente aquellos vulnerables ante la desigualdad social, económica y política han de luchar siempre.

¿Qué hacen le Estados de Colombia y Venezuela por la Paz?

La Nueva Frontera de Paz (Venezuela)

Esta política pública surgida en el año 2015 que inicialmente apuntaba a la construcción de una política integral de frontera y se propuso para construir una nueva frontera de paz, mediante la creación de la Misión Socialista Nueva Frontera de Paz adscrita al recién creado Ministerio del Poder Popular para Fronteras, dirigido desde hace (08) ocho años por Gerardo Izquierdo Torres, constituyó una esperanza que motivó a las organizaciones sociales a congregarse para aportar en esta construcción, así como al impulso de la Ley Orgánica de Fronteras (2015).

 La dinámica que se produjo en el marco de la Ley Orgánica de Fronteras (2015) que plantea la elaboración de un Plan de desarrollo integral para las áreas fronterizas, es un plan que jamás se presentó, lo cual derivó en una gran desilusión para la población de la frontera y la agudización de una crisis en la frontera que se fortaleció con el cierre del paso fronterizo, así como de medidas de control y militarización como la declaración de Estado de Excepción en varios municipios fronterizos de Táchira y Zulia, cuyo resultado tuvo un impacto negativo considerable en la población debido a la vulneración de derechos, así como en el auge de irregularidades en el flujo de personas, bienes y divisas. (Linares, 2018), y fundamentalmente abuso de poder por parte de funcionarios y funcionarias, los cuales se alternaban con grupos al margen de la ley para el cobro ilegal a las personas que transitaban por las denominadas “trochas” o vías alternas ilegales.

No obstante, con el restablecimiento de las relaciones binacionales entre Venezuela y Colombia, así como la reapertura del paso fronterizo en el año 2023, luego de (07) siete años, existe la expectativa por parte de la población de que se materialicen procesos de integración fronteriza enfocados en fortalecer la paz. Al respecto, el gobierno venezolano ha sido mediador en los diálogos entre el gobierno colombiano y el grupo armado ELN. También, cada vez más se fortalecen las relaciones y acuerdos diplomáticos, lo que significa avances que mejoran, aunque sea lentamente, la situación en la frontera.

La Paz Total (Colombia)

El actual presidente del gobierno colombiano, Gustavo Petro ha impulsado un proceso que define como la paz total, mediante el cual pretende implementar como principio el diálogo, y a pesar de que otros gobiernos precedentes establecieron diferentes mecanismos para trazar rutas de paz y conciliación, desde la perspectiva del gobierno de Petro adquiere un enfoque diferente, de acuerdo con entrevista de El Espectador (Rodríguez, 2022), en donde expresa Susana Muhamad, ministra del ambiente:

La paz total significa crear los espacios desde las regiones y desde los actores que están en esa confrontación para buscar conjuntamente salidas, pero eso necesita garantías, el congreso y la comisión de paz es una garantía, pero también normas en el congreso y el decreto de la presidencia y el gobierno rodeando ese proceso para poder llegar a la salida. (s/n)

A partir de la propuesta de reconfiguración de la Ley de orden público vigente desde 1997, que se modifica por medio del Proyecto de Ley sobre la Paz Total se plantea el impulso de una política de Estado para consolidación de la paz en Colombia, a través de instancias de diálogo y estructuras dedicadas a gestionar todo lo relacionado con el proceso de paz en este país, pero especialmente para que se consolide como un tema transversal en la gestión de gobierno.

En tal sentido, ya se ha iniciado con el proceso mediante los Diálogos Regionales Vinculantes, en sectores priorizados, entre los cuales se encuentra la frontera colombo- venezolana, debido al impacto que han tenido por causa del conflicto armado, de manera que la intencionalidad de este proceso apunta hacia dos aspectos; el primero, acercamiento a las comunidades y sus necesidades; y el segundo, valorar la disposición de los grupos armados que se encuentran en los territorios para buscar salidas al conflicto armado.

Desde la óptica del Presidente Gustavo Petro, un tema en el que se precisa hacer énfasis y prestar especial importancia es en la política antidrogas, cuyo aspecto problemático trae consigo una cadena multifactorial de violencia y afectaciones a la población, especialmente en los territorios donde predominan los negocios ilícitos relacionados con el narcotráfico. Esto implica tocar grandes intereses económicos, hacer frente a toda una maraña organizativa que se enlaza con diversas agencias dispuestas para el delito como la Trata de personas, prostitución forzada, explotación sexual, entre otras.

La paz con perspectiva de género

La población que hace vida en la frontera reconoce que consolidar un proceso de paz y hacerlo desde una visión de integración entre ambos países, es una empresa que trae consigo múltiples dificultades y riesgos, pero al darse los primeros pasos, en el marco del diálogo, implica trascender la visión economicista de resolver la crisis en la frontera; es decir, de superar la postura de que el Estado no cuenta con los recursos para atender la situación en la frontera, para tener una mirada más humana que impacte directamente en la perspectiva de los sujetos sobre su entorno, en las relaciones sociales y en las prácticas, esto implica un proceso con planes a corto, mediano y largo plazo que cuenten con el respaldo institucional, pero fundamentalmente de la organización y el movimiento social.

Constituye una labor urgente precisar y definir los elementos requeridos para configurar la paz en el contexto fronterizo, es menester, en primer lugar, el levantamiento de registro y estadísticas en torno a la situación de violencia, especialmente la violencia de género, además, así como de las condiciones de las mujeres y niñas venezolanas migrantes y sobre las garantías en el acceso a la justicia. En segundo lugar, también es clave revisar el enfoque e intencionalidad de los mecanismos de control y preservación del orden para tener claridad en las funciones correspondientes y garantizar el respeto de los derechos fundamentales. De esta manera, trabajar en la reconfiguración de la estructura social para encaminarse hacia la armonía social, el respeto por el ambiente y la justicia.

Por último, es importante tener presente que para construir la paz se requiere que en el orden social se restablezcan normas básicas de la sociedad mediante la garantía de derechos y de bienestar, es decir, reforzar normativas comunes, que antepongan las necesidades humanas y también crear las organizaciones y espacios necesarios para que se puedan hacer valer los derechos.

Las mujeres en el diálogo y los acuerdos para la paz

Los espacios de diálogo encaminados a la paz constituyen un importante escenario para escuchar la voz de las mujeres, no sólo porque implica un acto no discriminatorio, sino que se hace posible entender mejor lo que se quiere lograr en la construcción de la paz, esto supone crear las condiciones y oportunidades necesarias para decidir en igualdad.

El desconocimiento de las concepciones, incluso de las nociones sobre las realidades de las mujeres y las niñas, así como sobre la teoría de género ha sido elemento clave para crear confusiones y desavenencias innecesarias que determinan la paralización y obstrucción de procesos importantes en la construcción de la paz, tal como sucedió con la campaña en contra, para el plebiscito, que definiría la aprobación o no del acuerdo de paz en Colombia, en el año 2016, en cuyo proceso tuvo éxito la negativa de aprobación debido a la difusión de mitos relacionados con las concepciones de género y su aplicación en el marco del acuerdo de paz.

Asimismo, dentro de las críticas que se han producido a partir de la realización de las mesas de trabajo en el proceso que se desarrolló en La Habana para establecer el acuerdo de paz en 2016 se encuentra el hecho de que sólo participó una mujer. (Botero, 2016). Las mujeres históricamente han sido ubicadas al margen de las decisiones en los procesos de negociación y decisión, esto ha llamado la atención desde instancias internacionales y se ha logrado que se incorporen más mujeres en estos espacios.

Aunque quizá uno de los planteamientos más urgentes que han de tener las mujeres, a la luz de la realidad del contexto que ofrece la violencia en el marco del conflicto armado, tiene que ver con la exigencia de justicia ante los delitos asociados directamente con el ejercicio de la violencia por motivos de género, como es el caso de violencia sexual, pues no se debe incurrir en el error de propiciar la impunidad y obviar la responsabilidad de los culpables de estos delitos.

En todo caso, para que las políticas públicas centradas en una estrategia de paz total desde Colombia, entendida como un continuo conceptual de la paz integral (bandera de lucha de los movimientos de defensa de derechos humanos en Colombia); o de Frontera de Paz como se plantea desde el gobierno de Venezuela, se precisa de generar los espacios de diálogo con una mirada de integración por parte de ambos Estados y de la participación de las mujeres, a partir del reconocimiento de su condición de sujeto social subalterno y especialmente victimizado en el marco del conflicto armado colombiano, y de las dinámicas de erosión del estado de derecho y de las garantías ciudadanas acentuadas en los últimos años de crisis de las relaciones binacionales, de recesión económica en las regiones fronterizas y de recomposición de la guerra por el control del territorio fronterizo como un medio para la acumulación de capital.

Referencias bibliográficas:

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Fuente: La autora escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

 

 

 

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La paz con justicia social: un desafío para los pueblos de la frontera colombo- venezolana

Las fronteras se conciben como una construcción social e histórico- geográfica, en cuya estructuración se produce un sistema de relaciones en permanente movimiento, y una dialéctica de integración- desintegración condicionada por dinámicas socioculturales, económicas, políticas y militares. Desde el punto de vista de su metabolismo en relación con el sistema social, las fronteras son áreas nodales que sirven de soporte para la convergencia de flujos (procesos de intercambio de materia, fuerza de trabajo e información) de escales e intensidad variable.

La frontera en su realización concreta en la geografía como espacio fronterizo, es una entidad heterogénea y contradictoria que está determinada por un espectro de relaciones que configuran una territorialización y una espacialización de esas relaciones (está cualidad permite superar el umbral de los conceptos de linealidad fronteriza como hito o límite, o de zonalidad fronteriza como área de seguridad), en las que se producen tensiones divergentes entre las fuerzas centrípetas condicionadas por los poderes estatales y la legislación; y las fuerzas centrífugas de signo multidimensional, vectorizadas por los procesos de acumulación de capital de acuerdo con los diferenciales de desarrollo particulares, por sobre lo político-administrativo y lo jurídico (Forero, 2020).

Estas consideraciones genéricas ponen de manifiesto la naturaleza compleja de los sistemas de relaciones que estructuran y desestructuran las dinámicas de los espacios fronterizos. De igual manera, permiten vislumbrar tanto los modos de desarrollo desigual y combinado que se territorializan y reterritorializan de manera diferenciada en cada espacio fronterizo, incluso con variaciones sustantivas en el devenir histórico (tal y como ha sucedido en la frontera colombo- venezolana en los flujos y reflujos de auge- recesión de las relaciones comerciales, así como en el marco de tensiones políticas que han originado rupturas diplomáticas- comerciales e incluso -desde el año 2015- la instauración de políticas de excepción regionalizadas), como los conflictos explícitos e implícitos localizados en estas áreas nodales en su condición de expresión concreta de intereses económicos y geopolíticos.

Por tanto, pensar en las dinámicas de las fronteras en el contexto de las turbulencias sistémicas del tiempo histórico actual, nos remite a una espacialidad geográfica signada por la presencia de conflictos con formas y contenidos heterogéneos, entre las que sobresalen por su incidencia en las relaciones de poder: las guerras de posiciones implementadas por potencias imperialistas y emergentes en su interés de preservar, recuperar o ganar áreas de influencia (Ceceña, 2023); las renovadas guerras comerciales devenidas en los últimos años que han desencadenado un cambio del metabolismo en el sistema- mundo al revertir de manera parcial las corrientes de globalización de los mercados, las finanzas y las cadenas de valor (Roberts, 2022); y por supuesto, las confrontaciones bélicas de mediana y alta intensidad que emplean a los territorios fronterizos como objetos de guerra y teatros de operaciones que se corresponden con intereses geopolíticos (Forero, 2017).

Tal conflictividad de carácter sistémico, está determinada por dos funciones estratégicas de los espacios fronterizos para la configuración de la geografía del poder a escala mundial, las cuales están integradas de manera orgánica con los procesos metabólicos de acumulación de capital formalmente establecidos, y también con las relaciones de fuerza que determinan las posiciones y los flujos- reflujos de los agentes dominantes sobre los poderes estatales formales (tanto los nacionales como los supranacionales), los estados profundos (Deep state) y el haz de factores convergentes en las agencias no gubernamentales y las sociedades civiles transnacionalizadas.

La primera función relaciona a las fronteras como enclaves de intercambio y dispositivos para la expansión de circuitos económicos y con ello para la acumulación de capital a gran escala e intensidad (Harvey, 2007). Su instauración se ejecutó y se legalizó en el marco de las reformas a arquitectura institucional y las normativas del comercio exterior emergentes desde la postguerra y profundizadas en las últimas décadas del siglo XX (precisamente en el marco del auge de la referida globalización), a través de las cuales se desbordó la capacidad- potestad de los poderes estatales para ejercer el dominio y la fiscalización en su jurisdicción sobre los flujos de materia, fuerza de trabajo e información que se desplegaron en el contexto de un nuevo estadio de revolución científica- tecnológica e informacional (Santos, 2001).

La expansión incesante de los flujos y los circuitos de capital es el factor determinante de contradicciones sustantivas que se territorializan en las fronteras, y que determinan el crecimiento exponencial de una lógica de desregularización de las economías, cuyo funcionamiento se soporta en la superexplotación y precarización del factor fuerza de trabajo (a través de maquilas frecuentemente controladas por agentes del crimen organizado), la evasión y la elusión fiscal, la especulación financiera en ámbitos como el monetario y la relación crédito- deuda, la desposesión de bienes comunes mediante el extractivismo, los daños ambientales entendidos como externalidades, por mencionar los más notorios; así como de economías ilegales como la cadena de valor global del narcotráfico, la trata de seres humanos, entre otras actividades ilícitas que están proscritas ante la legislación de las naciones y del derecho internacional, pero en la práctica se insertan en el sistema financiero internacional y por ende con los factores económicos dominantes en el sistema- mundo (Emmerich, 2015).

La segunda función está interconectada y es definida por la primera, ya que está determinada por las contradicciones inmanentes de la lógica del capital, en particular por su necesidad de expansión incesante y sus tendencias hacia la concentración y la maximización de ganancias, lo que deriva en que las fronteras se conviertan en territorios en disputa, ya que se conciben como áreas estratégicas para el control y la influencia política- militar, como un medio o un prerrequisito para instaurar sesgos estratégicos que faciliten la expansión de los circuitos económicos.

La bifurcación de intereses económicos y políticos mediados por la regencia de factores de carácter militar, sean los formales del poder estatal, los irregulares o los híbridos en tiempos de privatización de la guerra y de aparatos offshore para hacer el trabajo sucio (como es el caso del paramilitarismo), permiten encontrar el sentido sistémico de la instauración de regímenes de facto que proscriben el Estado de derecho y erosionan el tejido social en los espacios fronterizos bajo narrativas como la defensa de la seguridad nacional; las guerras contra el terrorismo y el narcotráfico; la doctrina contrainsurgente ; la presunta amenaza que representan los migrantes; e incluso en latitudes como Europa del este, África o el medio oriente prejuicios étnico- religiosos- lingüísticos, a través de lo cual se induce el escalamiento de conflictos de alta, mediana y baja intensidad, mientras se normalizan las dinámicas de violencia multidimensional, de déficit institucional y de ausencia de garantías de derechos para la población.

La naturaleza conflictiva de los sistemas de relaciones de los espacios fronterizos resulta explícita en las realidades sociales del Sur Global (guerras de gran trascendencia geopolítica como las Libia y Siria, así como el escalamiento de guerras irregulares en África denotan está particularidad); pero las fronteras de las formaciones económico- sociales de naciones emergentes y metropolitanas no están exentas de estas tendencias: la guerra de Ucrania, las tensiones en torno a Taiwán, la criminalización de la movilidad humana en el mar mediterráneo y el tránsito de Centroamérica y Norteamérica, expresan la racionalidad de un orden social que por una parte ha fomentado la circulación de mercancías, y por otra parte proscribe los derechos humanos fundamentales de población migrante con necesidad de protección internacional .

Esta racionalidad ha producido la generalización de prácticas atroces para controlar los flujos de movilidad humana, tales como la tercerización de la gestión de las migraciones a través de campamentos inhumanos (una práctica empleada por la Unión Europea, en la que se subcontrata a países terceros para la mitigación de los flujos migratorios ), o la cacería de “ilegales” en la frontera sur de los Estados Unidos , las cuales se ejercen bajo una concepción de las fronteras como áreas y linealidades para la desregulación del Estado de derecho, como objetos de contención y de manera simultánea como dispositivos de marginación y de violencia estructural.

El panorama sistémico demuestra que la guerra en su acepción multidimensional, domina los sistemas de relaciones de los espacios fronterizos (sea por medio de la fuerza política- militar o de la agresión y las hostilidades financieras, comerciales, diplomáticas e incluso las culturales- simbólicas), como un mecanismo para la expansión de los mercados, las cadenas de valor y de suministro -los sistemas logísticos en general-, y los flujos financieros, con el propósito de imponer desde los centros metropolitanos una lógica de relaciones de acumulación por desposesión y de transferencia de rentas a través de la apropiación- explotación (intensiva) de los recursos del territorio y de la fuerza de trabajo.

Estas tendencias sistémicas se han acentuado en las últimas décadas, en gran medida por la corriente de políticas de excepción respecto al derecho internacional inauguradas en el marco de la invasión a Iraq a principios de siglo (bajo la doctrina de guerras preventivas y de una pretendida cruzada contra el terrorismo), así como del unilateralismo estadounidense para imponer tratados de libre comercio imperialistas y megaproyectos de posicionamiento político- militar de esencia neocolonial y contrainsurgente como el denominado Plan Colombia (bajo el pretexto de la presunta guerra contra las drogas).

Con base en esa racionalidad, la guerra se ha erigido como la narrativa fundamental de las acciones estratégicas de los centros de poder, guerra y capital son indisolubles en el mundo de hoy. Las diversas formas de guerra se conciben como el propósito y el instrumento para preservar el orden social regente y el metabolismo de los procesos de acumulación y reproducción ampliada de capital. Mientras tanto, a la luz de los hechos, los resultados de las guerras contra el terrorismo y las drogas más bien han exacerbado esos problemas en el mundo, y la subyacente guerra contrainsurgente como estandarte de civilización (orden y progreso) de las clases dominantes, ha ahogado en sangre y terrorismo de Estado a los pueblos.

En ese marco, es preciso insistir en que los espacios fronterizos se han convertido en eslabones fundamentales -por su carácter permeable- de los procesos de reconfiguración de las relaciones de poder económico- financiero, político y militar. Basta con visualizar los impactos de la guerra contra las drogas y de la doctrina contrainsurgente en las fronteras de Colombia con Venezuela y Ecuador, para poner en evidencia que esas estrategias han redundado en que estos territorios se hayan transformado en áreas nodales de la guerra y ¿paradójicamente? en enclaves de la cadena global de valor de la cocaína.

Precisamente esa doctrina contrainsurgente es la variable que explica la paradoja que conlleva a criminalizar a las regiones periféricas y las comunidades rurales, así como a la fuerza de trabajo vinculada con la producción de materias primas (mientras permite el flujo de las cadenas de suministro y los sistemas logísticos para que estas sustancias prohibidas lleguen al norte global), y que por la vía de la fuerza determina hechos de violencia cruenta, de desplazamientos forzosos y de saqueo de recursos y despojo de tierras; y de manera simultánea, genera torrentes de plusvalía para los agentes que controlan las cadenas de circulación y de consumo a gran escala de esta industria de esencia criminal pero integrada orgánicamente con el sistema financiero y los estamentos políticos del poder sobre el Estado -los formales y los informales- (Emmerich, 2015).

Las fronteras se configuran entonces como soporte material e instrumento de estrategias de guerra implementadas e instauradas por los centros de poder. El reconocimiento de esta realidad es el primer paso para pensar en la utopía necesaria de construcción de una nueva racionalidad (desde los pueblos) en los sistemas de relaciones que constituyen y estructuran a los espacios fronterizos, a partir de la premisa de que ninguna realidad es inmutable y que la humanidad en sociedad tiene la potencia para transformar esa tendencia histórica y esa lógica sistémica.

Pensar en fronteras para la paz y luchar por ese objetivo significa una acción subversiva respecto al orden social regente, en la medida en que se plantea como una contradicción antagónica de la racionalidad dominante. Aún en las circunstancias más complejas, como las experimentadas en las regiones de la frontera colombo- venezolana en los últimos años, los pueblos son capaces de tejer estrategias de resistencia para establecer canales de comunicación y dinámicas de integración en contravía a las imposiciones de los poderes estatales y de las adversidades de la crisis sanitaria devenida en el marco de la pandemia del coronavirus; para fortalecer vínculos de amistad y solidaridad que permitan amparar a personas con necesidad de protección internacional (con canales de información para alertas y redes de resguardo de víctimas); y en esencia, para defender la alegría como una trinchera y para defender el derecho de vivir en paz.

La verdad y la memoria también son estandartes de esa construcción de paz. Mientras se escriben estas líneas se ejecuta en localidades de la frontera colombo- venezolana la búsqueda de personas desaparecidas por parte de familiares de las víctimas de estos hechos aberrantes, defensores de derechos humanos y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), y se produjo el hallazgo de los hornos del horror paramilitar en plena linealidad fronteriza, en Juan Frío del departamento de Norte de Santander, en los cuales los paramilitares incineraron seres humanos con total impunidad, en el marco histórico de un discurso negacionista de tales hechos por parte de los gobiernos de Álvaro Uribe (apologista de la guerra que fungía como presidente de la República en el momento de la perpetración de tan abominables crímenes), Juan Manuel Santos e Iván Duque ; la pusilanimidad de la fuerza pública y del sistema de justicia, la complicidad implícita en un pacto de silencio y omisión por parte de los sectores dominantes de los medios de comunicación de Colombia, y una actuación tímida de la comunidad internacional.

Pese a todo, la paz sigue en el horizonte de la conciencia de los pueblos como una aspiración esencial. Por supuesto, no se trata de la pax imperialista, la evocación estadounidense de pax romana en la que no hay paz y mucho menos justicia social; tampoco la paz como una quimera de abolición de los conflictos, ya que estos son constitutivos e inherentes de la condición humana; sino la paz como una práctica social y una realización humana imperfecta, compleja y conflictiva . Ese es el desafío en el tiempo histórico actual, construir un devenir histórico de paz con justicia social.

En ese sentido, los pueblos de las regiones fronterizas -como víctimas de la guerra y como agentes de resistencia a los factores de poder que imponen esas guerras- deben ser interlocutores de los poderes estatales, porque la paz es una construcción colectiva que se origina en torno a consensos y corresponsabilidad. Por tal motivo, se coincide con Muñoz (2004) en afirmar que la paz se corresponde con “todas aquellas realidades en las que se regulan pacíficamente los conflictos, en las que se satisfacen al máximo las necesidades y los objetivos de los actores implicados”. (p. 30).

La paz no se decreta, y está comprobado que no es suficiente firmarla. La paz tampoco significa o se restringe únicamente la reducción de la violencia, sino más bien es como plantea el precitado Muñoz: una plataforma, un punto de encuentro de las sociedades para la transformación o gestión pacífica de los conflictos y la búsqueda de equilibrios dinámicos, para que estos conflictos puedan ser procesados mediante el diálogo y tramitados de manera creativa en atención de la satisfacción de necesidades y la garantía de derechos de la población.

Referencias

 Ceceña, Ana (2023). Las guerras del siglo XXI. En: Las guerras del siglo XXI / Ana Esther Ceceña, [et al.]; Coordinación general de Ana Esther Ceceña. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO; Ciudad de México: Instituto de Investigaciones Económicas; Ciudad de México: Observatorio Latinoamericano de Geopolítica; Ciudad de México : Universidad Nacional Autónoma de México, 2023.

 Emmerich, Norberto (2015). Geopolítica del narcotráfico en América Latina. Instituto de Administración Pública del Estado de México, A.C. Toluca.

 Forero, Jorge (2020). “Crisis en la frontera colombo-venezolana: Derechos Humanos, migraciones y conflicto geopolítico”. Publicación: Espiral: Revista de Geografías y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Mayor de San Marcos. 2(3), 2018. 005–014. https://doi.org/10.15381/espiral.v2i3.18447

 Forero, Jorge (2017). ¿Las fronteras como espacios de crisis, o la crisis sin fronteras? Una lectura crítica de la coyuntura 2015-2016 en frontera colombo-venezolana. Revista Intelector. v. 14 n. 28 (2017): 47–60. ISSN 1807-1260 – [CENEGRI]. https://doi.org/10.26556/1807-1260.v14.n28.p.47-60.2017

 Harvey, David (2007). El nuevo imperialismo. Akal, 2da Edición. Madrid

 Muñoz, Francisco (2004). La paz. En B. Molina & F. Muñoz (Coords.), Manual de paz y conflictos (pp. 21−42). Instituto de la Paz y los conflictos. Disponible en: http://ipaz.ugr.es/wpcontent/files/publicaciones/ColeccionEirene/eirene_manual/La_Paz.pdf

 Muñoz, Francisco A.; Herrera, Joaquín; Molina, Beatriz & Sánchez, Sebastián (2005). Investigación de la Paz y los Derechos Humanos desde Andalucía. Granada: Universidad de Granada. Disponible en: http://www.ugr.es/~fmunoz/documentos/pazddhhand.pdf

 Roberts, Michael (2022). ¿Ha terminado la globalización?. Disponible en: https://www.sinpermiso.info/textos/ha-terminado-la-globalizacion

 Santos, Milton (2001). La naturaleza del espacio. Ariel, Madrid.

 

Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

 

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Educación para la paz y la nueva escuela mexicana

Por: Carmen Chinas *

 

La educación en México es un derecho social que debe ser garantizado por el Estado.  Además de la necesidad de contar con educación gratuita, de calidad y al alcance de la población, uno de los mayores desafíos del país ha sido desarrollar un modelo educativo que corresponda con las necesidades formativas de una nación en la que prevalece la pobreza, exclusión y cuyo devenir histórico está inevitablemente marcado por un pasado de colonialismo que no sólo despojó las riquezas del territorio, sino que trató de acallar en las conciencias la lucha contra la opresión y por una vida digna en libertad.

La reforma constitucional en materia educativa más reciente fue en mayo de 2019 para incluir los principios de perspectiva de género, cultura de paz, inclusión e interculturalidad que refuerzan señalamientos que ya se encontraban en el mandato constitucional; como señalar que la educación contribuirá a una  mejor convivencia humana, el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de las familias, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitar los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de personas.

El Artículo Tercero también señala que la educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva. Tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, el amor a la Patria, el respeto a todos los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.

Si bien es cierto que los preceptos constitucionales del tercero constitucional no fueron modificados en su esencia, en las últimas décadas el modelo educativo nacional se orientó hacia un aprendizaje basado en competencias necesarias para el mercado laboral y necesidades individuales, dejando de lado el contenido vinculado a valores humanistas; se quedaron en segundo plano la enseñanza de la historia, el civismo o las artes.

Dicho modelo o reforma educativa impulsada bajo la lógica económica neoliberal no dio buenos resultados, México se situó en los últimos lugares de desempeño educativo entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) permaneciendo más de 15 años en el último lugar. En todo ese tiempo tampoco se trabajó en implementar formas de convivencia en el aula que permitieran la resolución pacífica de conflictos, el diálogo, el respeto o la erradicación de la violencia escolar.

El debate suscitado con la propuesta de la “Nueva Escuela Mexicana” que apenas inicia su implementación, es una oportunidad para insistir sobre los propósitos fundamentales de la educación, considerarla como un medio para transformar vidas en sentido progresivo, un bien público y base para la realización de otros derechos y fundamental para lograr la paz considerando la inclusión, equidad e igualdad de género para lograr una educación transformadora, conclusiones que se desarrollaron en el Foro Mundial de Educación y que pueden consultarse en la Declaración de Inchéon (2015).

Los fundamentos desarrollados en la Nueva Escuela Mexicana (pensamiento crítico, interculturalidad, igualdad de género, cultura de paz), sugieren que es posible avanzar hacia un sistema educativo con una orientación humanista, ya que se considera la dignidad humana como eje central y apuesta a una visión plural, incluyente y participativa para lograr el ejercicio pleno de los derechos humanos. La mirada de la nueva escuela tiene numerosas referencias al desarrollo de la vida en comunidad y considerar los saberes ancestrales de los pueblos originarios como parte de nuestra identidad.

Es necesario lograr la implementación de un modelo que atienda las necesidades, sí de profesionalización, pero esencialmente que convierta a la educación en esa herramienta fundamental de la transformación social, que contribuya a crear una sociedad con conciencia de su identidad y avanzar en la construcción de un país libre, independiente, democrático y justo, con respeto a la dignidad humana, desarrollar una cultura de paz y bienestar social.

Gran parte del desafío recae en el trabajo cotidiano de las maestras y maestros en las aulas, desde el nivel preescolar hasta el superior, pues los preceptos constitucionales que orientan la educación pueden quedar sólo en señalamientos generales sino se implementan en la cotidianidad de las aulas.

***

Profesora universitaria, integrante del Centro de Justicia para la Paz (CEPAZ) del Instituto de Justicia Alternativa (IJA) y del Cuerpo Académico UDG “Cultura de Paz y Participación Ciudadana”,  carmenchinas@gmail.com 

Fuente de la información e imagen:  https://www.zonadocs.mx

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Entre ser tecnófila y tecnófoba prefiero quedarme con los pies en la tierra.

Por: Luz Palomino/Docente/Periodista 

El capitalismo industrial significó la construcción de un modelo de sociedad que tiene a la tecnología y la innovación tecnológica en el centro de su hacer, desarrollo y consolidación.  En ese sentido, el primer debate semántico debería estar planteado alrededor del concepto de tecnología conforme la epistemología capitalista y los metarelatos que se auto postularon como alternativos. En sus formulaciones iniciales, encontramos más coincidencias que diferencias entre ellos, dado el determinismo tecnológico marxista y el humanocentrismo del socialismo soviético, lo cual llevó a algunos teóricos posmodernos como Alain Touraine a plantear que el problema central era la modernidad y la ilustración. Sin embargo, la crítica totalizante de los posmodernos, incluyendo su crítica a la ciencia y el método científico, fue deslizando peligrosamente el debate a un “no lugar propositivo”, en el contexto del desarrollo científico y tecnológico del siglo XXI.  Como lo plantea Bonilla (2021) esto pareciera ocurrir por los precarios análisis que se suelen hacer sobre la relación de los paradigmas de cada una de las cuatro revoluciones industriales con el modo de producción y la construcción de argumentos de los llamados metarelatos y algunas narrativas, tanto posmodernas como descoloniales. En consecuencia, una primera dimensión del problema estaría en su precisión ontológica y epistemológica.

Un segundo problema es la escrupulosidad, respecto a desde donde se enuncia el debate. Si ya la burguesía ha abandonado su pretensión de argumentación teórica, convirtiendo la teoría en instrumentalización y justificación de su hacer, mientras la clase obrera industrial, sumida en una terrible derrota en el periodo neoliberal y el ocaso del fordismo, no atina a construir teoría actual, apelando de manera nostálgica a las certezas del pasado, tendríamos que preguntarnos, respecto al lugar de enunciación del actual debate sobre la tecnología, en sus variantes de tecnofilia y tecnofobia. Desde mi punto de vista, en la perspectiva de Bifo Berardi, el debate al respecto lo está planteando el cognitariado universitario y editorial y, eso implica una valoración desigual de la relación teoría, praxis y transformación social.  En mi caso, planteo el debate desde la dimensión comunicacional pedagógica, es decir, desde la preocupación de docente universitario sobre el impacto de la transformación digital en los procesos comunicativos propios de las dinámicas de enseñanza-aprendizaje.

A finales del siglo XX, en el emerger de la tercera revolución industrial que traería consigo años después lo digital y virtual con pretensión hegemónica, McLuhan nos invitaba a comprender los medios de comunicación como extensiones del ser humano . Es decir, la comprensión del ser humano más allá de consumidor, para entenderlo no solo como productor de contenido, sino como el propio mensaje. Si el medio es el mensaje y el ser humano se convierte en su representación, el capitalismo estaría alcanzando el cometido que denunciaban Deleuze y Guattari, de convertir a la sociedad y la vida en máquinas, que se auto percibieran como tales. Si estas premisas ontológicas es imposible comprender elementos de la virtualidad como la realidad aumentada, visión inmersiva, el metaverso. Es decir, resulta limitada la comprensión de la comunicación y la educación en la era digital, sin valorar adecuadamente al capitalismo como un sistema que se consolida a partir de la deshumanización de la vida. En consecuencia, lo tecnológico digital contiene una pretensión de simplificación y superficialidad de la vida, como elemento para adaptar de manera incesante el consumo y consolidar la lógica del mercado. Por ello, los problemas que está teniendo la juventud escolar para leer un libro en profundidad, para analizar el cine crítico más allá del mundo marvel, para escribir con pretensión de sentido; el éxito de tik tok es proporcional a la merma en la audiencia potencial en la televisión, pues la brevedad dota de lo necesario desechable, donde la profundidad se convierte en sobrecarga cognitiva.

Esto se evidencia de manera desigual en la cotidianidad de las familias e individuos conforme a su origen social de clase, capital cultural y acceso para la compra de tecnología, razón por la cual considero que mucho de lo que se analiza al respecto está referido a la clase media o sectores populares con alguna capacidad de compra, obviando que aún más de una séptima parte de la población no tiene acceso siquiera a electricidad., es decir, viven una realidad paralela, para quienes este debate puede convertirse en significantes vacíos.

 Conforme a lo que plantean Silverstone, Hirsch y Morley en tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia, encontramos que la mayoría de estudiantes de sexto grado de primaria e incluso de secundaria, en muchos de los países de Latinoamérica, que disponen en sus casas de “cachivaches tecnológicos” como consola de video juegos, televisor Smartphone, Apps de música interconectada con bocina mediante bluetooth, microondas, celulares inteligentes, cuentas en redes sociales, no tienen ni la más mínima idea de cómo funcionan. Es decir, usan “la cosa” sin preocuparse por conocer “cómo funciona la cosa”, en una muestra de idiotización del pensamiento, que muestra el triunfo de la ideología capitalista de la cuarta revolución industrial. Pero lo más grave es que muchos docentes de esos estudiantes tampoco lo saben explicar, mostrando a las instituciones escolares presenciales como obsoletas, abriendo paso a narrativas como las de Sugata Mitra sobre la escuela en la nube.

Como lo plantea Rincón en narrativas mediáticas O como se cuenta la sociedad del entretenimiento, lejos del optimismo injustificado que instauró Stalín en buena parte de la izquierda mundial, el capitalismo está hoy más fuerte que hace unas décadas, independientemente de sus crisis cíclicas de mercado, ya que ha logrado convertirnos a todos en mercancías vivas, dioses que administramos el éxito si tenemos capacidad de vendernos como mercancías entrenadas a través del entretenimiento vacío. En consecuencia, se suele desvalorar la comunicación como modo de producción de sentido social, de homogenización cultural y sin postura crítica ante la interpelación mediática, el posicionamiento estético de una razón colectiva de la integración, la empatía desprovista de distancia crítica y la subjetividad mercantil como meta.

El trabajo de Williams en tecnología y sociedad posibilita estudiar el impacto de la televisión en la comunicación y realizar análisis comparado (similitudes y diferencias) con el auge de lo digital-virtual. Mi perspectiva es que la televisión está viviendo su ocaso y estamos en una transición que pareciera apuntar por el streaming o trasmisión en vivo como sepulturero de los enlatados televisivos, en una lógica de eterno presente.

En el caso de la educación, la comunicación está soportada en taxonomías como las de Bloom, Kendal o Manzano, propias del conocimiento reproductor y la cultura evaluativa instaurada en la década de los setenta del siglo XX y estamos aún muy lejos de construir taxonomías de comunicación y trabajo pedagógico que posibiliten el desarrollo de pensamiento crítico y creativo. Sin embargo, como lo plantea Berardi, es hora de comenzar a pensar si es posible construir alternativas emancipadoras en medio de una sociedad capitalista, en proceso de construcción de hegemonía digital y virtual. Algo que solo será posible desde el movimiento social.

Bibliografías consultadas:

Alain Touraine y la historia https://www.redalyc.org/journal/673/67360464003/html/

El Metaverso: mecanismo de reproducción del sistema capitalista https://luisbonillamolina.com/2022/01/09/el-metaverso-mecanismo-de-reproduccion-del-sistema-capitalista%EF%BF%BC/

Marshall McLuhan Comprender los medios de comunicación Las extensiones del ser humano

Silverstone, Hirsch y Morley en tecnologías de la información y de la comunicación y la economía moral de la familia

Omar Rincón narrativas mediáticas o cómo se cuenta la sociedad del entretenimiento

Williams, Raymond  “La tecnología y la sociedad”

Imagen tomada de la web

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Opinión | Salud mental: Locos productivos en el aula

Por: Andrés García Barrios

 

Ser calificado de productivo se ha convertido en el máximo galardón que la sociedad otorga a sus miembros pero, este «boom» de productividad ha sido uno de los detonantes de la epidemia de opioides.

Los millones de seguidores del filósofo esloveno Slavoj Žižek lo han visto más de una vez portando una camiseta en donde se lee la frase: I would prefer not to (Preferiría no hacerlo). No todos saben que esas palabras aluden a la frase que repite una y otra vez el protagonista de la brevísima novela Bartleby, el escribiente, del escritor norteamericano Herman Melville (universalmente conocido por otra de sus novelas, Moby Dick). Bartleby está traducida al español por Jorge Luis Borges, cuyo sólo nombre la recomienda.

Usted, estimada lectora, estimado lector, no se la puede perder (pensando en ello, le remito a una versión gratuita que está disponible en internet). Es una novela terrible. Trata sobre dos hombres: el narrador ─un jefe de oficina siempre apurado por lograr la máxima productividad de los empleados─ y Bartleby, uno de esos empleados, hombre taciturno que cumple su trabajo con eficiencia pero que, como él mismo dice, prefiere no hacer más de aquello para lo que fue contratado. “Preferiría no hacerlo”, repite una y otra vez.

Se ha querido ver en él un anarquista, alguien que se niega a hacer el juego al sistema; o un resistente pacífico, que desobedece sin agredir a nadie. Estas visiones, que lo idealizan, olvidan el deterioro que sufre el personaje a lo largo del texto. No es de ninguna manera un héroe; es un hombre que se encuentra en el límite de su capacidad de relacionarse con el mundo, y lucha por permanecer ahí pues más allá de ese límite todo se vuelve confuso para él. “Preferiría” no dar el mínimo paso hacia una zona de peligro a la que el jefe/narrador, hombre responsable, se ve orillado a jalarlo una y otra vez, no sin remordimientos: siendo también una persona sensible, el jefe no puede dejar de reconocer que él mismo es arrastrado a colaborar en algo que no quiere hacer: dañar a un semejante. Por eso, acaba lamentándose de lo que él y la sociedad entera le ha hecho a Bartleby: “Oh humanidad”, son las palabras con que acaba su narración.

Empecemos por reconocer que ser calificado de productivo se ha convertido en el máximo galardón que la sociedad otorga a sus miembros. Recuerdo la sorpresa que me llevé ya hace 15 años cuando por primera vez recibí, yo también de un jefe, la felicitación del 31 de diciembre con la frase: “Te deseo un feliz y productivo Año Nuevo”. Me quedé helado. Desafortunadamente, nunca he entendido (y me temo que empiezo así a manifestar rasgos bartlebyanos) el valor de la productividad como parte de los buenos deseos para otros y de los propósitos personales. Si yo fuera una máquina de tejer calcetines, lo entendería. Pero como humano que soy, siento que la frase ser productivo ni siquiera me describe como alguien que fabrica bienes útiles sino sólo como una especie de objeto que expide resultados. Se supone que yo entienda que “productividad” significa que esos resultados son al menos útiles y buenos, y que me sienta orgulloso de ello; pero la verdad es que la bienintencionada palabra no me dice que se espera de mi otra cosa que cantidad: cantidad de productos, resultados cuantitativos.

El lector, la lectora, se sorprenderán de a qué grado llega actualmente este boom de productividad: ¿han oído hablar de la epidemia de opioides (sustancias capaces de relajar a alguien prácticamente hasta el delirio, como la heroína y el fentanilo) que en Estados Unidos ha cobrado cientos de miles de muertos por sobredosis? Pues bien, según conocedores en materia de expansión del mercado de drogas, ese uso exagerado responde a la demanda social de detener la frenética carrera productiva actual, la cual arrancó hacia los ochentas y noventas del siglo pasado, por supuesto con su correspondiente droga asociada, la estimulante cocaína, tan acorde con aquella época como los tranquilizantes con la nuestra.

Por supuesto, la exigencia de productividad existe en todos los órdenes humanos, incluido el del pensamiento. Sobre éste habría mucho que decir. Está claro que a unos cuantos se les asigna el deber de pensar ideas que permitan que la sociedad opere de manera organizada para que la productividad llegue al máximo, y por supuesto que el circulo se cierre con el consumo de productos. Pero si bien las expectativas sobre la producción de este tipo de pensamientos son altas, de todos los seres humanos se espera que produzcamos al menos un tipo de pensamiento, ese que nos permite sopesar y elegir los beneficios de la obediencia. Pues bien, Bartleby apenas alcanza este mínimo nivel general, fuera del cual podemos pensar que no logra ningún otro pensamiento productivo. Más bien da toda la impresión de que, falto de otro asidero, gracias a su labor de “escribiente” (es decir, de encargado de copiar textos jurídicos), encuentra en las palabras que transcribe una especie de pensamiento artificial, una prótesis para sostenerse en el mundo del pensamiento productivo mientras el suyo propio se sumerge en quién sabe qué profundidades. Por eso, cuando el jefe le quita esa opción, Bartleby se hunde por completo (y lo hace de una de las maneras más tristes que reporta la literatura universal).

Ahora bien: si de maneras menos tristes volteamos hacia un pensamiento improductivo que sea mero vagabundeo, un soltar las riendas y dejar que las ideas nos lleven por donde ellas quieran, nos topamos con otro personaje de ficción, cuya vida completamente improductiva deviene en locura poderosamente rebelde.  Estoy hablando de Don Quijote de la Mancha, precursor del pobre Bartleby (este último, siendo un moderno y no un barroco como aquél, no tiene otra que ser mediatizado por la productividad y por el tipo de salud mental que la sociedad moderna sugiere). Hayamos leído o no la novela de Cervantes, todos sabemos que una de las técnicas preferidas del ingenioso hidalgo para su modo de vida, consiste en depositar una total confianza en el extravío, cosa que a veces aplica soltando las riendas para que su heroico y famélico corcel Rocinante tome el rumbo que desee. Pero hoy ─ese hoy que es el mismo que el del siglo XIX de Bartleby─, ¿cómo puede alguien soltar las riendas si no es un caballero andante que imita a caballeros andantes de un tiempo pasado, no sólo ya inexistentes sino que son, casi en total medida, personajes de ficción? Si Bartleby gastara sus horas de oficina imitando a antiguos amanuenses y en vez de copias jurídicas se pusiera a escribir textos sacros o poemas de amor cortés al más puro estilo medieval, quizás se salvaría. Aún si lo despidieran, podría salir a la calle a escribir en muros y a cantar sus versos… Pero no puede: como a todo ser humano moderno, se le impone un último rastro de responsabilidad productiva.

Bartleby está en el borde de la esquizofrenia. Mientras es tolerado por el jefe y mantiene su puesto en la oficina, se nos presenta como el último eslabón que sostiene al ser social que somos sobre el abismo infinito de la locura. Pero un pequeño empujón lo hará caer. Todos escuchamos el silencio que deja al despeñarse, y decimos: “Bien, se ha ido”, intentando cerrar el libro sin darle importancia… ¡Pero resulta que ese abismo es parte de todos nosotros, de cada uno de nosotros! Es entonces cuando escuchamos una voz que pregunta “¿Quién sigue?” y aterrorizados, nos alejamos de ese pozo sin fondo. Tomando las riendas de la productividad y su aliada la responsabilidad, volamos al galope con miedo infernal, y cuanto más lejos llegamos, más celebramos nuestro triunfo. ¡Pobre Bartleby!, seguimos diciendo, mientras el éxito y los premios nos deslumbran, y nos aferramos a ellos con el aplauso de todos, ponderando esa victoria como el verdadero fin de la vida humana y olvidando que en realidad venimos huyendo de algo que está en el centro mismo del pensamiento humano.

Olvidando a medias, porque ─siempre quijotescos─ inevitablemente regresamos a ese punto en que triunfar no nos es suficiente, y añoramos algo en lo que presentimos que está nuestro verdadero ser, nuestra profundidad auténtica. “La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”, nos dice el mismo Jorge Luis Borges, sin alejarse del tema que también tradujo en Bartleby.

*

Un grupo de psiquiatras de la Universidad de Granada, España, nos dan información reveladora, y espeluznante para quienes habitamos grandes centros urbanos, en los cuales se enaltece al “individuo y sus realizaciones materiales”. Tras afirmar que estas realizaciones “son ideales que los esquizofrénicos en general no consiguen alcanzar” pues carecen de “los medios internos para desempeñar los roles que la sociedad les exige”, dichos expertos citan un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que explica que la esquizofrenia tiene una evolución mucho más favorable en “contextos socioculturales menos favorecidos”; es decir, en contextos en los cuales “hay más énfasis en la colectividad y menos en los individuos”. Estos entornos podrían resultar “en menos sufrimiento existencial, pues en ellos disminuye la presión social por tener éxito y ser normal”.

Creo que esto no se aplica sólo a los esquizofrénicos. Me atrevería a decir que todas las denominadas “enfermedades mentales” tienen que ver con lo que la sociedad exige de nosotros. Ya he hablado un poco de esto en un artículo anterior sobre las supuestas “discapacidades” y diferencias. Tocando ahora una de las condiciones más comunes en nuestros tiempos ─la depresión─, está claro que ésta se asocia con inutilidad para el trabajo y las labores cotidianas, con falta de concentración y dificultad para tomar decisiones, con metas no alcanzadas y con culpabilidad por aquello en lo que uno ha fallado. En la depresión, el sujeto mismo continuamente se mira como desde afuera, juzgándose.

Tendríamos que preguntarnos si al describir la condición llamada trastorno mental no nos estamos sólo refiriendo a la escasa capacidad que tienen los enfermos para actuar como los sanos mentales esperamos que lo hagan, sin tomar en cuenta lo que ellos mismos consideran sus capacidades. ¿De verdad no tiene nada que aportar al mundo alguien que suelta la rienda? (“Para ir a donde no sabes tienes que ir por donde no sabes”, decía acerca de su propia experiencia el místico San Juan de la Cruz, creador de una de las obras poéticas más sublimes de todos los tiempos). ¿No somos los actores productivos quienes, con nuestras exigencias, acabamos empujando a los esquizofrénicos, depresivos, bipolares, obsesivos/compulsivos y otros diagnosticados por el estilo, a un sitio en que dejan de aportar por completo y se sumergen en esa “sintomatología” tan bien descrita en todos los estudios psiquiátricos: ausencia de autoestima, aislamiento, soledad, angustia, sensación de vacío? ¿Son estos realmente síntomas de locura o son más bien las reacciones de algunas personas ante el trato que reciben por su forma de ser y sus preferencias?

El sentido de la vida ¿de verdad está adelante y no al fondo? ¿Estará de verdad en producir y no en sólo en escuchar y contemplar? Kant decía que es más inteligente quien más tolera la incertidumbre. ¿No serán los locos seres singularmente inteligentes a los que sin embargo queremos obligar a que nos reporten sus hallazgos de forma productiva y responsable?

Mi pregunta de fondo es: en esta sociedad en que tantos nuevos problemas parecen irresolubles, donde el escepticismo cae sobre la población como nunca antes, ¿no será momento de cuidar de las locuras de los locos ─lo mismo que de la genialidad de las personas autistas─, en las cuales quizás se resguardan soluciones insospechadas que un día ellos estarán listos para compartirnos?

Pensando en nosotros como maestros y líderes educativos, ¿no sería nuestra primera responsabilidad reducir la presión sobre la productividad de nuestros alumnos, sobre la responsabilidad y los valores basados en el desarrollo individual y la competencia, no sólo para prevenir el desbordamiento de quienes están justamente en el borde, sino para poder aprovechar todas esas llamadas locuraspensamientos sin sentidofantasías improductivas y miradas disruptivas que surgen del ocio y que quizás profetizan soluciones a problemas que ni siquiera las ciencias de la complejidad pueden resolver?

Nunca olvidemos que, así como un buen líder hace avanzar a su grupo a la velocidad del más lento, el buen maestro cuida el paso del que parece el más rezagado, respetuoso del infinito valor que lleva dentro.Y siempre recordemos que,mientras intentamos inútilmente menospreciar el modo de vida de los extraviados, grandes sabios sueñan con una vida de vagabundeo, como si en ella se guardaran secretos que ningún conocimiento puede darnos. Diógenes, el antiguo griego que habitaba entre la basura y vivía en un barril, era considerado la persona más sabia de su tiempo, y el notable físico cuántico Carlo Rovelli ─del que se ha dicho que es el nuevo Stephen Hawking─ expresa que si de verdad pudiera vivir la vida que desea, sería vagabundo. Admitamos que es algo que todos de alguna forma soñamos, intuyendo que la pérdida de toda responsabilidad y toda productividad no implica la pérdida de sentido, y que quizás incluso sea algo más acorde con la demanda de nuestros tiempos, hartos de una productividad desenfrenada, la cual por ahora parece tener como única solución esos verdaderos sueños de opio que también en nuestro país corren el riesgo de convertirse en crisis de opioides.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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Proyecto formativo en la Franja de Gaza

Por: Teresa Galicia

 

UCAS Technology Incubator es un centro de innovación pionero con sede en la Franja de Gaza

“…En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente tercos
para seguir creyendo, contra toda evidencia …
que la condición humana vale la pena…”
Eduardo Galeano

Acercarse a la realidad es base de un proceso educativo que pretenda ser reflexivo y crítico, incluyendo lo que sucede más allá de nuestras fronteras. La Franja de Gaza es un territorio palestino ubicado entre Israel, Egipto y el Mar Mediterráneo. Tiene 360 kilómetros cuadrados y más de dos millones de habitantes. Forma con Cisjordania el Estado de Palestina, gobernado de manera oficial por la Autoridad Nacional Palestina con reconocimiento limitado.

Según el Informe 2022 de Amnistía Internacional, las autoridades de Cisjordania y la Franja de Gaza han restringido indebidamente la libertad de expresiónde asociación y de reunión, empleando fuerza excesiva para dispersar concentraciones pacíficas. En la Franja de Gaza, tras la brutal represión de las protestas pacíficas contra el aumento del costo de la vida en 2019, se había instaurado un clima general de represión que disuadía eficazmente la disidencia.

Lo anterior muestra que la situación humanitaria en Gaza era ya terrible antes de la situación actual. ONU Mujeres lleva apoyando a las mujeres palestinas desde 1997 para conquistar sus derechos sociales, económicos y políticos, prestando en el terreno apoyo y asistencia. Lo que está sucediendo ahora impone costos injustificables y específicos a las mujeres y las niñas (16 /10/2023).

Hasta la publicación de este artículo, las fuerzas israelíes continúan intensificando su ataque a la Franja de Gaza. Amnistía Internacional ha documentado ataques ilegítimos israelíes, incluidos ataques indiscriminados, que han causado gran número de víctimas civiles y deben investigarse como crímenes de guerra ya que, según el derecho internacional humanitario, todas las partes del conflicto deben distinguir en todo momento a los combatientes y los objetivos militares de los civiles y los bienes de carácter civil y lanzar ataques únicamente contra los primeros. Los ataques directos contra civiles o bienes civiles están totalmente prohibidos y son crímenes de guerra (20/10/2023).

Todo lo anterior muestra en su cruda realidad lo que la población está sufriendo. Cuando presenté el proyecto formativo en República Dominicana, también hablé de las experiencias internacionales que en los años recientes ha desarrollado este proyecto. Recordemos que esta iniciativa social surge en los Estados Unidos en el año 2007 para mejorar el acceso a la justicia y aportar una formación jurídica de los abogados buscando una repercusión social que beneficiara a las personas de escasos recursos económicos. Esta iniciativa se ha estado replicando en diversos países, siendo la experiencia dominicana la primera en América Latina https://www.e-consulta.com/opinion/2023-10-05/experiencias-formativas-y-el-congreso-caribeno.

El proyecto de la incubadora sigue avanzando, en Pakistán en lNGO (Peace & Justice Network (2016) y en Peace & Justice Network (2018); en Bulgaria NGO (Equaly opportunities Initiative) (2020) y en la Franja de GazaPalestina en el INSAF (2022-2023). Todos ellos liderados por Fred Rooney, quien, por cierto, estuvo en Franja de Gaza hace escaso mes y medio.

La apertura de esta   incubadora legal se realizó mediante un convenio de financiamiento con UCAS Technology Incubator, centro de innovación pionero con sede en la Franja de Gaza, dedicado a empoderar el talento local mediante el fomento de emprendedores en ciernes, pensadores creativos y nuevas empresas impulsadas por la tecnología. En el desarrollo y la ampliación del apoyo a nuevas categorías de jóvenes beneficiarios por parte de la Incubadora UCAS, se realizó la apertura de la incubadora legal INSAF (justicia en árabe), primera incubadora en Oriente Medio para apoyar a jóvenes abogados.

Esta incubadora legal se enmarca dentro del Programa Sawasya, programa conjunto entre el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y las Naciones Unidas Mujeres, que tiene como objetivo fortalecer el estado de derecho, lograr la justicia comunitaria y unificar las instituciones legales y judiciales palestinas con abogados y abogadas que ejercen la profesión y promueven el estado de derecho y la justicia comunitaria.

De manera similar a la de República Dominicana, cada abogado desarrolla su práctica en un entorno profesional y espacio común dentro de la incubadora. Además, los participantes del programa reciben apoyo con capacitación a partir de cursos y talleres de educación legal continua, habilidades de gestión empresarial y representación de clientes. A cambio, los abogados participantes proporcionan servicios gratuitos y con descuento para aumentar el acceso a los servicios legales para quienes los necesiten, adquiriendo experiencia y redes para desarrollar su práctica. Después de once meses de formación, incubación y ejercicio de la profesión, salen del programa empoderados y capaces de trabajar en temas diferentes y económicamente viables en la especialización que practicaron promoviendo y fomentando el acceso a la justicia para todas y todos.

Este tipo de proyectos diversos e innovadores, con diferentes enfoques, financiamiento y propósitos existen en todo el mundo y permiten acercarse a los saberes profesionales que se van presentando en este tipo de experiencias, reconociendo las prácticas y la acción política social de su ejercicio en la realidad social. Si bien, el futuro de este y otros proyectos de las y los jóvenes de Gaza están hoy impregnados de incertidumbre, estoy convencida que sus integrantes están apoyando a los que más lo necesitan en esta terrible situación.

Personalmente sigo caminando, recuperando y valorando la perspectiva de quienes viven la experiencia. Para acercarse a lo que son las incubadoras y como impactan en la vida de las jóvenes abogadas, en este video las mujeres de la Incubadora de Gaza, narran su experiencia dentro de este proyecto formativo Gaza women telling their story.

Pensando en esta experiencia formativa y en lo que hoy está viviendo la población palestina, es necesario insistir en lo que escribió Galeano, porque aún en los tiempos más oscuros, las acciones de las buenas personas mantienen la esperanza aún en las peores circunstancias.

Fuente de la información:  https://www.e-consulta.com/opinion/2023-10-26/proyecto-formativo-en-la-franja-de-gaza

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