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Exposición indirecta en redes sociales, ¿dónde ponemos el límite?

La madre en el parque

Hace unos días, se viralizaba en redes un vídeo en el que se veía a una madre, en Reino Unido, riñendo a su hijo por portarse mal con otro en un área recreativa (no podemos saber exactamente qué había hecho el niño, no queda claro si se trató de una agresión de índole física o verbal). En concreto, se veía a la madre gritando a su hijo porque, según repite esta en varias ocasiones, el otro niño “tenía autismo severo”, añadiendo que “ella no había criado a su hijo para ser un acosador”.

Todo esto sucedía delante de otros peques y de otras familias. Podríamos entender que también delante de algún familiar, cuidador o cuidadora del niño autista. En todo caso, solo se le enfocaba a ella, aunque aparecían figuras de fondo.

Las redes nos ofrecen diferentes puntos de vista

Compartí el vídeo en mi perfil de Twitter (siempre Twitter), preguntando por la opinión del resto de compañeros y compañeras, ya que yo no lo tenía suficientemente claro. Se habló de que la reprimenda podía estar bien, pero no las formas, y de que eso debería hacerse en privado. Se señaló el uso de un lenguaje verbal bastante agresivo, que incluso podría ser un modelo que el niño estuviese reproduciendo. Desde una perspectiva neurodivergente, se destacó un cierto capacitismo por el hecho de repetir y decir en alto lo del autismo severo. Varias personas subrayaron que estaba teniendo lugar una exposición mediática. En ese mismo sentido, estuvimos debatiendo sobre quién podría estar grabando, que resultaba extraño, y de si la mujer era consciente de ello, en caso de que no fuese preparado.

Esto es lo bueno de las redes. Aparecen muchas opiniones que hacen reflexionar y ver otros puntos de vista que yo no habría pensando por mi misma. Os invito a pasaros y echar un ojo a los comentarios.

Por un lado, se pone el foco en la mujer, gritando, enfadada, con una actitud un tanto agresiva.

Por otro lado, tenemos el contenido de lo que grita, repitiendo en varias ocasiones, en voz alta, que el otro niño tiene autismo severo (empleando sus propias palabras).

En tercer lugar, está la grabación. Hoy en día ya no sabes qué está preparado y qué no. ¿Sería este un vídeo preparado? ¿ella es consciente de que se está grabando o está concentrada en su hijo y no se da cuenta o le da igual? ¿podría ser un vídeo completamente falso?

La exposición indirecta

En este caso no se está exponiendo al menor de manera directa. No sale en pantalla. No se le ve. En artículos anteriores, me centré mucho en los peligros de difundir imágenes y vídeos, sobre todo pensando en lo que se hace con ellos y en la finalidad con la que se utilizan.

Pero, si el vídeo del que estamos hablando es real, ¿cómo se sentirá ese menor? ¿cuál será la reacción de sus iguales? ¿se podrán meter con él por la actitud de su madre? Su entorno cercano lo reconocería, al igual que, probablemente, también sabrían a qué niño autista se estaban refiriendo. ¿Qué pasa con el peque autista y con su familia? ¿Se trata de una exposición indirecta de los menores implicados?

Y continuando en la misma línea, ¿y si la madre no era consciente de que la estaban grabando? ¿tiene derecho otra persona a subirlo a redes sociales? ¿qué implicaciones podría tener para esa mujer ser expuesta así? ¿se puede grabar a cualquiera por la calle y subirlo a redes?

No todo vale por un like

En muchas ocasiones, no se ponen fotos o imágenes de menores, pero se dan muchos datos de ellos. Voy a poner un ejemplo: si yo como docente tengo un estudiante al que le estoy dirigiendo un trabajo fin de máster, y pongo algo en redes como “el alumnado cada vez viene peor preparado, menudos trabajos fin de máster” o algo similar, se trata de un comentario general, sí, pero si ese estudiante me sigue en redes sociales podría darse por aludido y sentirse mal.

A otro contenedor, como se suele decir en redes, van aquellos que comparten exámenes para burlarse o hacen listas clasificando a su alumnado, incluso dando sus nombres. Creo que este ya es otro tema que no hace falta ni comentar. ¿Cómo se permite? No lo sé, sinceramente, pero ahí están, viralizándose. Ya lo sabes, no des likeno compartas, no comentes y, en caso de que lo veas adecuado, denuncia, tanto dentro como fuera de redes.

Y ojo con las voces, estas deben ser igualmente protegidas. Hace poco vi en redes el vídeo de un profesor en el que hablaba a través de su pantalla con un alumno. No se veía al menor, pero se le escuchaba y por la voz se podía saber que era un niño. La verdad es que era muy gracioso lo que comentaba. Pero no sé, no creo que debiera subirse a las redes. Ni en ese formato de vídeo, obviamente, por la voz del niño y el derecho a su privacidad, ni probablemente en formato escrito. Quizás ya tenga la edad de poder verlo, de seguir a su profesor y no le haga gracia, ni a él ni a su familia.

Pero esto no pasa únicamente con los docentes, ni mucho menos. Pasa también en el ámbito sanitario. En redes nos encontramos a profesionales compartiendo anécdotas de urgencias, incluso a veces radiografías o similar. ¿Os imagináis ir al médico con alguna dolencia y luego verte claramente reflejada en una publicación viral en redes sociales? Aunque nadie me pueda identificar, yo sí lo sabría y sería humillante, ¿no?

En el caso de las familias, cuando cuentas algo de tus hijos o hijas, ¿hasta qué punto tienes derecho a contarlo? A veces se cuentan situaciones graciosas o se hacen preguntas delicadas para que otros usuarios ofrezcan sus consejos, pero al hacerlo puedes estar revelando algún aspecto o característica del menor. En muchas ocasiones nos dejamos llevar y no somos conscientes de los datos identificativos que estamos aportando y dejando en internet, familias y docentes. Estamos nutriendo su huella digital incluso mucho antes de que ellos tengan redes.

El anonimato no da carta blanca

Podríamos pensar que si nuestro perfil es anónimo ya podemos hablar de nuestros hijos, pareja, estudiantes o pacientes sin problema, que todo lo que estoy comentando no va con nosotros. Sinceramente, no lo veo tan claro. Encuentro bastante lagunas, no solo desde un punto de vista ético, sino también legal.

Pienso que los chascarrillos se pueden dejar para casa, sin necesidad de publicarlos en redes. Tú a lo mejor eres anónimo, pero, como decía arriba, si cuentas algo muy específico de un paciente o de un estudiante, ellos sí podrán reconocerse igualmente y no creo que resulte muy agradable.

En cualquier red social un usuario puede decidir qué parte de su vida quiere mostrar, si quiere poner una foto, indicar su profesión, hablar de su familia o poner su nombre e incluso sus apellidos. Todas las opciones son válidas y cada cual tendrá sus propias razones para escoger una u otra.

Muy diferente es escudarse en perfiles anónimos para insultar, burlarse de terceros o relatar conversaciones privadas o datos pertenecientes a la intimidad de las personas. O al contrario, tampoco debería aplaudirse atacar a alguien en redes sin decir su nombre, pero con datos por los que todos sabemos perfectamente a quién se está haciendo referencia. El anonimato no debe usarse para hacer daño ni en un sentido ni en el otro.

Entonces, ¿dónde ponemos el límite?

Quizás deberíamos limitarnos a contar anécdotas y experiencias propias, que no involucren a terceros y mucho menos a menores, a personas vulnerables o en situaciones delicadas, como puede ser ir a un médico.

Además, debemos ser conscientes de que los menores cercanos no son los únicos que merecen privacidad, también los vídeos que incluyen a niños de otros países o culturas merecen respeto, que parece que eso se nos olvida con frecuencia. ¿Y esos memes y GIF que tanto nos gustan? Ahora con la IA podemos no saberlo, pero hasta hace bien poco, esos menores eran de carne y hueso. Incluso hay algunas publicaciones en las que podemos ver el antes y después de los peques protagonistas de los GIF más empleados en redes.

Llegados a este punto, pienso que yo no debería haber compartido ese vídeo, teniendo en cuenta todo lo que he ido comentando.

Puede que me esté radicalizando en este tema, no sé, a ver cómo lo veis. Me gustaría saber vuestra opinión, por si estoy entrando en bucle o por si estoy siendo muy extremista.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com

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Entrevista: Diego Sztulwark: “Estamos buscando una salida donde no la hay, que no preexiste, que debemos inventar”

Amador Fernández Savater en El Salto Diario

Diego Sztulwark sintió, con la victoria de Milei en 2023, una auténtica sacudida política, intelectual, vital. ¿Cómo pensar lo que suponía esa victoria, cómo pensar realmente, es decir, no aplicando saberes previos? Se imponía un trabajo de escucha, de observación, de invención, y Kafka apareció ahí como el mejor aliado.

¿En qué tipo de bicho nos hemos convertido? ¿Qué tipo de metamorfosis hemos experimentado? ¿Qué amenazas acechan a este nuevo cuerpo, qué nuevas potencias lo habitan? Gregorio Samsa, la sociedad argentina, todos nosotros como objetos de mutación antropológica brutalista de las nuevas derechas, debemos hacernos urgentemente estas preguntas para sobrevivir.

La lucha de clases es una actividad cognitiva. Es a través de las luchas colectivas que nos enteramos de quiénes somos verdaderamente

Diego Sztulwark escribe, interviene en medios de comunicación, coordina talleres de lectura y pensamiento, pero es fundamentalmente un lector. Un lector implicado en la lucha de clases de su tiempo, en el conflicto social que lo atraviesa todo. Porque también la lucha de clases es una batalla entre lectores, entre diferentes lecturas de la realidad.

Diego, te presenté como lector. No tanto un militante que lee, que busca en la lectura herramientas de lucha, como un lector. Un lector que lucha, que lucha en tanto que lector. Sé bien que te puede inquietar esta presentación, que se imagine al lector como una figura aislada, desimplicada de lo que sucede. Y a la lectura, como una actividad esencialmente contemplativa, desconectada, sin efectos. Querría entonces comenzar hablando un poco de esto, que me precises la presentación con tus propias palabras. ¿Qué puede un lector en/de la lucha de clases?
Bueno, la lucha de clases —entendida en un sentido abierto, amplio, complejo y abarcativo— es una actividad cognitiva. Es a través de las luchas colectivas que nos enteramos de quiénes somos verdaderamente. Pues son ellas las que, contra los dispositivos de apropiación del tiempo de vida de los grandes colectivos humanos, nos permiten reconocernos como sujetos de potencia.

Maquiavelo enseña que la ciudad es el espacio de una división política entre lo que él llama “humores”: los grandes que desean dominar, y el pueblo que no quiere ser dominado. Un lector de la lucha de clases es, ante todo, alguien que busca conocerse como parte de una trama transindividual. Alguien que desea elaborar y compartir estrategias en una ciudad irremediablemente dividida.

Leer entonces es descifrar signos, pero también buscar cómo incluirnos en el juego de las fuerzas del mundo. Las grandes lecturas en este sentido —El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Marx, Los siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui o La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez de Rita Segato– encuentran, a partir de señales dispersas, un entretejido de situaciones que nos sorprenden y nos ayudan a comprender.

Yo he seguido estos últimos años a unos pocos lectores privilegiados: al filósofo argentino León Rozitchner y sobre todo a Franz Kafka. Ambos leen el mundo a partir de sus propios afectos.

Puedo entender la elección de Rozitchner, que escribió muy directamente sobre política (Malvinas, la dictadura argentina, el terror), pero ¿por qué Kafka? ¿En qué sentido Kafka es un lector de la lucha de clases, de esa división social que explica Maquiavelo?
Ya Deleuze y Guattari habían dicho que Kafka, en cuanto escritor, era un hombre político porque no dejaba de crear estrategias. Creo que se lo puede leer como se ha leído El príncipe de Maquiavelo: buscando saberes aptos para lidiar con fuerzas adversas, y para no ser destruidos en medio de la noche de la política actual, en la que el desprecio extremo por la vida funciona como condición de posibilidad para afianzar los mecanismos de explotación social.

En la hipersensibilidad de Kafka aparecen todo tipo de reparos ante la presencia de formas de poder presentes en las relaciones de pareja o entre padre e hijo… Es un maestro de la sensibilidad antifascista

En la hipersensibilidad de Kafka aparecen todo tipo de reparos ante la presencia de formas de poder presentes en las relaciones de pareja o entre padre e hijo, pero también de la presencia horrorosa que habita en la innovación técnica. Kafka es, en ese sentido, un maestro de la sensibilidad antifascista. Su fuerza de captación no es la de las ciencias sociales. Kafka conoce por medio del asombro, no de la cuantificación objetiva.

Y nos enseña a pasar del estupor a la imaginación activa trazando mapas de afectos. Es ante todo un lector. Un lector que escribe. En sus novelas inconclusas y en sus relatos, pero también en sus cartas de amor y en sus diarios, realiza ejercicios de discernimiento —ante sus amantes, su familia o su trabajo— a través de un lenguaje poblado por palabras simples, despojado de categorías.

No soy especialista en nada y menos que menos en literatura. No pretendo defender ninguna tesis sobre Kafka, sino proponer ciertas lecturas que permiten sostener la actividad de entendernos en medio de una ofensiva reaccionaria.

Pensar y entender la metamorfosis mileísta

Del mismo modo que Gregorio Samsa, hemos sufrido una metamorfosis y no nos hemos enterado. Una mañana nos levantamos y Milei estaba en el poder (su nombre expresa un cambio más profundo). En lugar de repetir saberes previos, hay que pensar. ¿Por dónde empezar? Tú citas la siguiente frase de Kafka: “Ante la imposibilidad de escribir, escribo”. ¿Qué significa para tí?
Me estoy refiriendo precisamente a las estrategias de Kafka. Prestar atención a las transformaciones que se operan a nuestras espaldas. Pensarlas física y afectivamente. Reconocer la mutación en nosotros. Averiguar cuáles son las potencias de este bicho en que nos hemos convertido.

Gregorio Samsa se resiste a admitir el cambio de cuerpo —ahora es un insecto que desde el punto de vista humano es repugnante—; persiste en su conciencia humana adhiriéndose al punto de vista del viajante de comercio que debe sostener a su familia. Para él, aferrarse a lo que fue —o a lo que cree que fue— puede ser una trampa mortal. Su cuerpo, de hecho, puede ahora nuevas cosas: puede trepar paredes. Pero deberá cuidarse de la manzana que le arroja su propio padre, y que acaba por matarlo.

“Alemania entra en guerra, por la tarde tengo natación”, escribió Kafka en 1914 en su diario. La vida está hecha de acontecimientos terribles entramados con el esfuerzo cotidiano de cuidar, de conservar, las propias fuerzas

Kafka lleva un diario. Trata de retener el tiempo que pasa. Se vuelve consciente de la importancia del tiempo de la escritura, que es el de la atención despierta. En una entrada de su diario de agosto de 1914 dice algo así: “Alemania entra en guerra, por la tarde tengo natación”. La vida está hecha de acontecimientos terribles entramados con el esfuerzo cotidiano de cuidar, de conservar, las propias fuerzas.

Anotar lo que no se entiende, registrar todo tipo de signos y detalles para orientarse, para pensar lo que (nos) pasa. ¿Qué significaría hacer una lectura intensiva de esos signos, leer los signos en tanto que afectos? 
Michel Löwy señala —en su libro Kafka insumiso— que, durante el día, como funcionario de una agencia de seguros de riesgo de trabajo de Praga, Kafka redacta fórmulas jurídicas, ensamblando el lenguaje con la ley. Pero de noche, el escritor hace de las suyas. Mientras su familia duerme, se dedica a desanudar las palabras de la máquina legal; indaga en torno a las fuerzas que operan sobre él. Procura discernir lo que apenas llega a comprender.

En algún sitio Kafka declara que piensa por imágenes. Imágenes que se le imponen con un poder mítico que lo paralizan y a las que debe responder con palabras —y a veces también, dibujando siluetas humanas—. Según Elías Canetti, por ejemplo, la novela El proceso no se entiende sino sobre la escena perturbadora de la ruptura de su compromiso con Felice Bauer. La clave interpretativa del tribunal que lo condena no debería buscarse en un sentido oculto, sino en un drama afectivo que pretende abrirse paso. En Kafka, las figuras tienen un correlato de intensidades vividas que son por naturaleza transindividuales.

Todo lo que se sabe de Fernando Sabag Montiel [autor del antentado contra cristina kirchner en 2022], incluida la descripción de los peritos psiquiátricos, cuaja a la perfección con el perfil del personal del mileísmo

Podemos tal vez aterrizar este “método kafkiano” en un momento de tu libro para entenderlo mejor. Uno de los signos, uno de los detalles que aferras en el libro para poder escuchar la “metamorfosis mileísta”, es el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner en septiembre de 2022, como si ese hecho (y sobre todo su autor) contuviese claves para pensar los fascismos de hoy. ¿Qué te permitió entender esa secuencia de hechos?
Sí, prestar atención a la sombría figura de Fernando Sabag Montiel, que atentó en septiembre de 2022 contra la entonces vicepresidenta, es un ejemplo bien concreto de este tipo de anotaciones kafkianas de las que estamos hablando. El personaje reúne, enredadas, una cantidad de cuestiones llamativas. Ya durante la pandemia, la derecha extrema prácticamente monopolizó la acción de performances públicas. Llevaron a la Plaza de Mayo guillotinas y bolsas mortuorias. Sabag es la saliente más extrema y torpe de una trama —en buena medida financiada por actores político-empresariales y alimentada por el mundo de las redes virtuales— que se plantea una relación mítica con la historia.

Como se ve en el libro de Irina Hauser Muerta o presa, se jugaba en él la pretensión de un acto viril —volverse un hombre “histórico” matando a una mujer percibida como poderosa—, y la ejecución de un asesinato como complemento de una acción “purificadora” que los medios de comunicación y el poder judicial no acababan —según él— de concretar (lo que finalmente se demostró falso, pues, como sabemos, Cristina Fernández está efectivamente en prisión producto de un proceso absolutamente cuestionable).

En Sabag Montiel se pone de relieve la locura de los cuerdos que acecha a la política (el peritaje psiquiátrico registra que Sabag Montiel tiene delirios de grandeza, pero es perfectamente consciente y responsable de sus actos). Todo lo que se sabe de él, incluida la descripción de los peritos psiquiátricos, cuaja a la perfección con el perfil del personal del mileísmo. De hecho, se ha hablado poco del papel del fallido atentado en el ascenso de Milei y su grupo al Gobierno.

El oscurecimiento de las percepciones

El fascismo 2.0 opera hoy, según dices, a través de un “oscurecimiento de las percepciones”. Precisamente del bloqueo de un entendimiento colectivo de las metamorfosis, las mutaciones, las transformaciones. ¿Cómo se oscurece, qué se oscurece? 
Se nubla la percepción y se entrampa la riqueza del lenguaje. Las dos cosas van juntas y actúan por igual como condición de posibilidad para una política de intensificación de la explotación social y de la naturaleza. Porque sin un lenguaje vivo —no en un sentido elitista o erudito, sino como lenguaje del colectivo real— no hay modo de discernir los afectos, ni mucho menos de volverlos potencia expresiva pública. Por supuesto, este oscurecimiento no ocurre en el vacío, sino en función de dispositivos de oscurecimiento.

Se habla mucho de los procesos sociales y psíquicos intensificados durante la pandemia. Procesos montados sobre innovaciones técnicas y de precarización laboral. Hay mucha literatura sobre capitalismo de plataformas, semiocapitalismo, tecno-feudalismo. También sobre la colonización que la inteligencia artificial ejerce sobre la existencia. En todos los casos se subraya una nueva desposesión por vía de la abstracción, en consonancia con el predominio de un tratamiento de la vida concebida como información.

El gobierno llamado progresista, que terminó en 2023, jugó —en consonancia con lo ocurrido en otros sitios— un papel en la deslegitimación general de las expectativas igualitaristas

Por otro lado, la última década en la Argentina no hizo sino acumular enormes frustraciones políticas. El gobierno llamado progresista, que terminó en 2023, jugó —en consonancia con lo ocurrido en otros sitios— un papel en la deslegitimación general de las expectativas igualitaristas. Fue incapaz de frenar la caída de los salarios e ingresos populares y el descrédito de la vida pública. La ofensiva radical-derechista ocurre en todos estos planos simultáneamente. Ella apunta a borrar toda comprensión crítica sobre los mecanismos de secuestro y vaciamiento de las instituciones democráticas: el desfinanciamiento de los servicios públicos, la destrucción del mercado interno, la colonización extractiva de la naturaleza y las capacidades humanas de la lengua.

Lo vemos hoy en forma concentrada con el genocidio y la limpieza étnica que lleva a cabo Israel en Palestina. Milei es de los pocos presidentes que abrazan emocionado al criminal Netanyahu. La derecha extrema habla de la defensa de la democracia ante la amenaza terrorista, de la legítima defensa ante el antisemitismo, de occidente como cuna del pluralismo y la libertad amenazada. Si no podemos disputar el sentido hiper-manipulador de estas y otras palabras para describir lo que ocurre en la Franja de Gaza, en Cisjordania y en otras partes del mundo, no tendremos tampoco palabras verdaderas para disputar el futuro.

Y sin embargo, el “intelectual kafkiano” no pretende la “iluminación” de este oscurecimiento. Eso sería más bien lo que pretende otro tipo de lector o intelectual que aparece en tu libro, el intelectual progresista. ¿Podrías distinguir al lector kafkiano del intelectual progresista según sus distintas operaciones, búsquedas? 
La ultra-derecha expresa un odio al mundo y acelera su aniquilación. Casi no hay quien se salve de ser etiquetado como woke, comunista, etc. Lo que se entiende como progresismo ha sido objeto, desde ese ángulo, de una crítica impiadosa. Como escribe Santiago López Petit, la crítica fascista fusiona diferencia a jerarquía. Pero ¿qué es el progresismo? Si lo entendemos como la postulación de valores políticamente correctos, no es difícil percibir en ellos una estafa. Pero existe una crítica de izquierda al progresismo –la única que suscribo– que le reprocha una concepción estrechamente cultural o identitaria de las ideas: palabras sin fuerza, retóricas que no apuntan ni se esfuerzan verdaderamente por ponerse a prueba para transformar materialmente estructuras.

Si no podemos disputar el sentido hiper-manipulador de estas y otras palabras para describir lo que ocurre en Gaza, no tendremos tampoco palabras verdaderas para disputar el futuro

La idea de “iluminar” la oscuridad me parece propia de ese progresismo. Como si la luz irradiara del buen pensar. El realismo kafkiano, por el contrario, identifica el absurdo como un obstáculo peculiar a la claridad visual de tipo racionalista. Situado en el corazón mismo de lo real, le da poder a las cosas del mundo frente al sujeto que mira. Lo otro de la oscuridad no sería entonces el iluminismo, sino la producción que engendra sentidos. No la clarificación categorial, sino la sospecha de la condición ambigua de las cosas del mundo. La oscuridad que difunde la derecha extrema tiende a descomponer las capacidades populares para plantear —y resolver— problemas.

El planteamiento de la ultraderecha es lineal. Consiste en aplanar la realidad sobre los mecanismos del mercado. Y en reprimir, mediante lo que Alejandro Horowicz denomina “crueldad estratégica”, sus “fallos”. Estos “fallos” de mercado son, no obstante, el testimonio de lo que antes llamamos —kafkianamente— lo absurdo: la presencia del inconsciente y de las resistencias sociales sobre la esfera del intercambio mercantil. Por eso, ambos, las formas del deseo y las luchas del trabajo, son objeto de desprecio y represión por parte de la derecha extrema.

Con Kafka, ver es siempre un ver nublado. Su realismo es el realismo de la no adecuación entre ley y razón. Su idea del “ver” no es la de la encuesta y el focus group, ni la de quien comprende la lógica subyacente, sino la del sujeto que alcanza una extranjería, y percibe lo que percibe por estar llegando —o más bien partiendo, como ha dicho Judith Butler—, formulando las preguntas incómodas propias del forastero. El “kafkismo” —si tal cosa existe— procura verdades no lineales, aquellas que precisan de artificios ficcionales para ser captadas.

La trampa o la imposibilidad de politizar la desesperación

El lector kafkiano está “entrampado”, dices, debe asumirse “entrampado”. Kafka enseña a leer la trampa, a leer la trampa en la ley. ¿Qué es la trampa? ¿Estamos en una trampa o en muchas? ¿Por qué asumirse entrampados puede ser una potencia?
Sí, leído desde hoy, Kafka se nos aparece como el escritor de la trampa. Sus héroes carecen de una potencia suficiente para revertir las injusticias. Kafka es el escritor obsesionado por las puertas que no se pueden cruzar. Como ha visto Marthe Robert, no deja de arrojar celadas a sus personajes y a sus lectores. Sus héroes buscan una salida donde no la hay. En carta a Milena Jenseká, Kafka escribe: “Mis pulmones y mi cerebro hacen tratativas a mis espaldas”. Su relación con el lenguaje es asunto de respiración.

A fines de 2022, se hizo evidente que el lenguaje de la política había quedado completamente separado de una desesperación colectiva, motivada por la incapacidad de detener la degradación de ingresos populares

El temblor de las ideas comienza a ser escrito mentalmente a fines de 2022. Por entonces se hizo evidente que el lenguaje de la política había quedado completamente separado de una desesperación colectiva, motivada por la incapacidad de detener la degradación de ingresos populares. Cuando la política deja de ser el lugar en el que se formulan, si quiera de modo indirecto y mediado, los problemas colectivos, su lengua queda neutralizada. (Sin esa separación entre mundo político profesional y malestar colectivo no se entiende cómo fue engendrado el mileísmo).

La trampa separa funciones sociales, pero también provoca una escisión dentro de cada quien. Mientras el mundo nos transforma en insectos, lo que queda de una conciencia convencionalmente democrática repite como un mantra impotente que “la política sirve para transformar la realidad”. Mientras el deseo de transformar no se haga cargo de esta situación paradojal, que vacía el lenguaje que se quiere transformador, la trampa seguirá operando.

Kafka no habló sobre la política de su tiempo y no pretendo que haya anticipado algo del nuestro. Pero creo en el derecho del lector latinoamericano a manotear el archivo europeo y usarlo aquí según sus propios fines. Así leído, Kafka nos ofrece una perspectiva para comprender la dimensión política de la trampa.

En La ofensiva sensible, escrito durante la etapa macrista, nombrabas el malestar social como “síntoma”, hoy lo haces como “desesperación”. ¿Es una cuestión de términos o hay algo más? 
La ofensiva sensible pensaba el triunfo de Macri luego de 12 años de kirchnerismo, a 14 de 2001. La derecha se ofrecía como friendly pero asesinaba a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel. Tras del rostro amable, se desnudaba su rostro siniestro. En una primera presentación, daba lecciones sobre buenos modales y orientación a emprendedores; luego, autorizaba al Estado a matar en nombre de la defensa de la República concebida como propiedad privada. Pero el mileísmo (que tiene la misma ministra de seguridad que Macri) no tiene rostro amable. Es, de entrada, la celebración de la ferocidad. Durante lo que va del mileísmo, las tentativas por buscar una salida supusieron convertir la impotencia en el despertar de un conatus colectivo. Lo que la palabra desesperación permite es recobrar el impulso para perforar el muro de la imposibilidad.

Mientras el mundo nos transforma en insectos, lo que queda de una conciencia convencionalmente democrática repite como un mantra impotente que “la política sirve para transformar la realidad”

Hay una segunda trampa en tu libro, yo diría, que es la trampa “democrática”, que nos encierra en una alternativa infernal: hay que defender la democracia de la ultraderecha, pero defendiendo esta democracia, incapaz de transformaciones profundas, se alienta el caldo de cultivo que permite la ultraderecha. 
Paolo Virno habla de la impotencia contemporánea estudiando la condición paradojal de la fuerza de trabajo del capitalismo actual. Por un lado, nunca estuvo tan asistida en términos de calificación, complejidad técnicamente y tan conectada desde el punto de vista de la comunicación. Y por el otro, nunca pesó tanto la incapacidad para articular esa potencia de un modo autónomo. La potencia del trabajo es, por el momento, sólo articulable por y para el capital.

Lo mismo sucede con la democracia. Si se actúa en ella hay que aceptar las restricciones explicitas o implícitas que la subordinan a los requerimientos del capital en un momento de crisis o de transición (en el caso argentino esto es evidente a partir, por ejemplo, del mecanismo de la deuda nacional). Si se quiere actuar dentro de la democracia, es preciso imponer reformas; pero apenas se intentan, por mínimas que fueran, hay que afrontar la acusación de “violentos” (o terroristas).

No hay modo de democratizar la sociedad si se respetan las restricciones que han sido impuestas bajo su nombre. No hay política democrática sino contra la democracia como régimen de la impotencia.

La batalla cultural: ¿qué, cómo y desde dónde lee la ultraderecha?

La lucha de clases es (y ha sido) una lucha de lectores y lecturas. La extrema derecha lee, está hoy leyendo, y con mucha eficacia, la época. Creo que eso se desprecia y no se piensa a fondo, pero está muy presente en tu libro. Los intelectuales de derechas son lectores en una batalla: la “batalla cultural” (de gran eficacia política). ¿Cómo se plantean, en tanto que lectores, esa batalla cultural? 
Lo que la ultraderecha llama “batalla cultural” es una actividad propagandística en y desde las redes. Consiste en leer la biblioteca de las izquierdas y denunciarla como el origen de las perversiones contemporáneas. Según esto, Gramsci sería el responsable de un ataque “cultural” de la izquierda a la sociedad, Marcuse de politizar el “deseo” contra las convenciones burguesas y Foucault quien generalizó la “resistencia” a todas las situaciones —microfísicas— imaginables. Laclau sería por último el inventor de la estrategia que reúne esa multiplicación conflictiva en un momento “populista” de la política. Su propuesta consiste en combatir toda micro-disidencia e invertir a Laclau —ligando a los sujetos con el discurso político a partir de un sentido contra-revolucionario del conflicto—.

La derecha de Macri se ofrecía como friendly pero asesinaba a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel. El mileísmo no tiene rostro amable. Es, de entrada, la celebración de la ferocidad

La derecha extrema argentina lee las luchas democráticas con el lente del manual antisubversivo de los cuadros del genocidio de los años setenta. Sienten que, tras la caída del comunismo, el enemigo persiste bajo la máscara de los feminismos o los movimientos ecologistas. Ven filtraciones y ataques comunistas por todas partes. Si bien su ingeniería comunicacional surge de los centros trumpistas que promueven la defensa del supremacismo occidental decadente, encuentran los modos de traducir el fenómeno Milei a las banderas históricas —algo reformuladas— del viejo partido militar.

Sus más exitosas espadas hablan de todos los temas: filosofía, geopolítica y género con un discurso combativo que escasea en el mundo de las izquierdas. El propio Milei ha citado a Lenin recordando que “sin teoría revolucionaria no hay practica revolucionaria”. Toman de la biblioteca en desuso de las luchas históricas aquellos textos que adquieren valor en el momento del enfrentamiento. Desde ese punto de vista, inventan una articulación entre los libros y la lucha política que creíamos patrimonio de las izquierdas.

La enemistad declarada de los publicistas del neofascismo va dirigida contra el “marxismo cultural”. Se trata, por supuesto, de un enemigo caricatural. El marxismo resulta incompatible con una separación real entre cultura y economía. En el fondo, lo que persiguen es asegurar en la “cultura” la preeminencia que tienen en lo militar y en lo económico. Por contraposición, el marxismo fue siempre una articulación entre teoría y movimiento popular y no admite —cosa que deja claro el feminismo de izquierda— el divorcio entre un mundo de la cultura y otro de la lucha económica.

Dices que una fuerza de la extrema derecha en esta batalla cultural es que defienden una noción de verdad. El cálculo económico como verdad. El mercado como verdad. Una verdad que, además, es material, existente, palpable en la vida de todos los días, organizada por el capital. 
La derecha extrema se plantea una relación ideológica con la “verdad”. Por un lado, denuncia un estado de cosas presente como falso. Atacar la “justicia social” en la Argentina de 2023 fue posible porque en ese entonces había más de un 30% de la población bajo la línea de pobreza (si eso es la justicia social, es fácil rechazarla). Como dice Theodor Adorno: si la democracia capitalista se enraíza en una sociedad dividida en clases, subsiste en ella una irracionalidad irreductible. La “verdad” de la derecha extrema es una amplificación —un tirar del hilo— de esta “verdad” nunca elaborada de la democracia de clases. Esa es la condición de efectividad de la máquina de manipulación que actúa de modo muy profesional mediante empresas de consultoría que acaban guionizando al gobierno y que quizá pueda sobrevivir a sus líderes momentáneos.

No hay modo de democratizar la sociedad si se respetan las restricciones que han sido impuestas bajo su nombre. No hay política democrática sino contra la democracia como régimen de la impotencia

Finalmente, en su momento de auge, los libertarianos argentinos retomaron tesis neoliberales según las cuales el mercado es la única fuente de verdad; el cálculo económico. Al informar sobre las preferencias de cada quien, y sobre los términos en que se alcanzan nuevos equilibrios colectivos, compatibiliza automáticamente aspiraciones y merecimientos también en un sentido moral. De alguna manera, el mundo de un mercado sin “fallos” realiza el ideal de una humanidad sin misterios ni profundidad. Un mundo de puro funcionamiento asistido por IA y por aplicaciones killer (de nuevo, la referencia a Israel es inevitable) para todo lo desafíe este despliegue de su “verdad”.

El lector kafkiano, el lector en esta lucha de clases 2.0, no puede dejar de entrar en la batalla cultural, pero no puede aceptar sin más sus términos. Su lenguaje, por ejemplo. El lenguaje mediático, de las redes, de la comunicación. Hay una guerra en el lenguaje, como dice Henri Meschonnic. ¿Cómo estar sin estar entonces, alguna sugerencia kafkiana al respecto? 
Entiendo la proposición de Meschonnic —“hay una guerra en el lenguaje”— a partir de considerar que el lenguaje es una vía de singularización de los cuerpos pensantes que somos. La proliferación de podcast y streamings, de los que muchos participamos, corre el riesgo de sobre-imponerse sobre el rumor popular. Hay un estado de “felicidad” y de resolución continuo que evacúa la dramaticidad que supone la guerra en el lenguaje.

La derecha extrema está más decidida a articular un lenguaje festivo-histérico en el lenguaje audiovisual, con el aliento a la lectura del libro concebido como manual de propaganda. La novedad es esa articulación activa entre medios y libros como dispositivo en la inmediatez de su combate. En un streaming, de hace unas semanas, vi a dos de ellos hablando de Kant y el noúmeno, y de Husserl y la epojé. Un lujo que en nuestro campo no podríamos darnos sin reprocharnos un hermetismo que nos aleja de “las masas”. Y, sin embargo, una semana después, dicha conversación tenía 170.000 vistas.

Lo que la ultraderecha llama “batalla cultural” es una actividad propagandística en y desde las redes. Consiste en leer la biblioteca de las izquierdas y denunciarla como el origen de las perversiones contemporáneas

No quisiera incluir a Kafka en la reyerta por la comunicación. Kafka le temía al periodismo por su sumisión al instante presente; más bien me gusta leerlo como antídoto al lenguaje esterilizado de la política. El escritor argentino Carlos Correas entiende que en Kafka se trata de desactivar el poder mítico de las imágenes totalizantes. Su lenguaje sobrio huye de las categorías. En un congreso realizado en Europa del Este, en que los comunistas de la década del 50 discutían si “rehabilitar” o no a Kafka, Ernst Fischer dijo en su favor: “Dios creó las cosas y el Diablo las categorías. Sólo los mediocres corresponden a las categorías; los insólitos las hacen estallar”.

Hay, según dices, al menos dos modos de leer en esta batalla cultural. Por un lado, el modo paranoico y anti-insurreccional de la derecha: leer para neutralizar. Por otro, el modo premonitorio y contratendencial del lector kafkiano: leer para intensificar. ¿Qué significaría intensificar? ¿Cuáles pueden ser los “efectos prácticos” de esa lectura? ¿Dar a ver, dar a pensar, sugerir, señalar, indicar algo a las fuerzas en pelea…? 
No lo sé. A diferencia de los investigadores que nos muestran el resultado de su trabajo, y de autores que presentan tesis originales, El temblor de las ideas surge de una lucha cuerpo a cuerpo con el estupor. Busca dar un mínimo de consistencia a un caos sensible y mental. ¿Quizá logre componer un fresco sobre un período enloquecido del país? ¿Agrega comprensión a la versión argentina de lo que llamamos ultraderechas? Realmente no lo sé. Por lo pronto, establece diálogos, manifiesta rechazos sin aferrarse a ideas, apunta escenas de difícil comprensión inmediata, y se hace preguntas sobre la lectura (no sólo de textos sino también de las diversas situaciones que atravesamos). El libro es indisimulablemente spinozista (Kafka funciona como un rodeo para Spinoza), en el sentido de que no suelta en ningún momento la atención a la formación de un conatus colectivo (¡buscar una salida!).

Una esperanza absurda y frágil, que atraviesa impotencia y soledad

El lector que te interesa es Kafka, es el Che cuando está en Praga, es León Rozitchner en el exilio. Me llama la atención que son todos personajes que se han quedado solos. No digo que sean solitarios, sino que se han quedado solos. ¿De qué habla esa soledad? ¿Nos dice algo de la pelea cuerpo a cuerpo, con uno mismo, que ha de llevar a cabo el lector entrampado, desesperado? ¿Tiene que ver con algún tipo de derrota? En una tradición como la tuya, que insiste en lo colectivo, en lo comunitario, en lo grupal, ¿cómo interpretar esa soledad? 
En Kafka, el campesino que quiere entrar en la ley espera ante un guardián a quien le pregunta: ¿dónde están los otros, por qué —si todo el mundo quiere entrar en la ley— no ha venido nadie? “Ante la ley” es un relato que condensa ejemplarmente los elementos del kafkismo. Y por supuesto, no cabe esperar una interpretación definitiva al respecto (se puede afirmar que la ley es aquello que pone a los sujetos a esperar, y también que la ley desespera a quien intenta comprender sus mecanismos internos). Sin embargo, una lectura posible podría ser la siguiente: ¿por qué no atravesamos nuestra propia puerta? Quiero decir: hay una pregunta que cada quien debe afrontar como la cuestión más propia, incluso como condición previa para asumir desafíos colectivos.

En el caso de Guevara o de Rozitchner se trata, evidentemente, de reflexiones fuertemente imbricadas en lo colectivo. Guevara en Praga viene, es cierto, de un fracaso en África. Pero su meditación no es solipsista. Sus escritos de esos meses son un intento por plasmar su crítica a la implementación de la Ley del Valor en el socialismo. Considera que esa determinación económica actúa sobre la conciencia de las personas reforzando su ligazón con el mundo de las mercancías y que eso condena a los países socialistas a retornar al capitalismo. Ricardo Piglia ha inmortalizado la foto del Che leyendo en la copa de un árbol en medio de una campaña guerrillera. La soledad momentánea del lector en medio de la guerrilla. En cuanto a Rozitchner, su trabajo ha sido un intento de cuestionar lo que podemos llamar la socialidad de lo que llamó el “individualismo burgués”.

El primer año de Milei en el Gobierno fue de estupor y perplejidad. El fascismo 2.0 es, como hemos dicho al principio, un oscurecimiento políticamente organizado de las percepciones colectivas

La potencia no está dada: es una de las sugerencias más importantes que encuentras en Kafka. Las tradiciones de izquierda, revolucionarias, autonomistas, se han inclinado a veces a pensar que la “potencia estaba ahí ya” (en las luchas, en los movimientos, en el trabajo vivo). ¿Qué significa por el contrario afirmar que la potencia no está dada? 
Como dijimos, citando a Virno, la potencia productiva humana/maquínica es un hecho. La potencia que falta, en todo caso, es la que articula esa potencia. ¿Se trata de una “voluntad” de transformación?. El héroe de las novelas de Kafka —pienso sobre todo en El proceso/El castillo– no ve claro, ni posee fuerzas suficientes. El suyo puede ser entendido como un llamado a despertar fuerzas del medio y fuerzas colectivas para transformar su situación.

Franco ‘Bifo’ Berardi viene insistiendo al respecto en que la facultad que permite resistirse al hecho de que solo el capital sabe articular la potencia productiva no es la voluntad, sino la sensibilidad. Me parece que estamos intentando distinguir impotencia de imposibilidad: donde la voluntad choca con un muro de imposibilidad (deviniendo impotente), la sensibilidad busca una potencia de redención que, como dice Benjamin, se percibe tanteando en el reverso mismo de la nada de revelación (nada de sentido). Hablando sobre Kafka, Benjamin exalta la figura del “necio” (aquel que no acepta las exigencias de actualización de los tiempos) como activación de una escena nueva. Hay una conexión entre la vergüenza por el estado del mundo y la escucha del rumor de las cosas verdaderas.

Por otra parte, no se trata para Kafka de la esperanza, sino de la potencia. En una carta a Brod, Kafka habla de una triple imposibilidad: los judíos de centro Europa no pueden escribir en sus dialectos, no pueden hacerlo en alemán, y no pueden tampoco dejar de hacerlo. Esta tercera imposibilidad —no pueden dejar de— señala el reencuentro con una potencia que carece aún de forma: aun cuando no sabemos cómo es ese poder hacer, no podemos tampoco dejar de hacerlo (y volvemos al apunte en su diario: “No puedo escribir, no puedo dejar de hacerlo”).

La potencia no preexiste como un saber previo, se conquista (si se lo hace realmente) por fuerza de una necesidad que busca, de una sensibilidad —individual/colectiva que se resiste, lo que nos devuelve a la cuestión de la desesperación—. Si pensamos en el 2001 argentino, las organizaciones populares que protagonizaron la crisis buscaron una salida donde claramente no la había.

¿Si la potencia no está dada entonces ya no hay tradición, nada que transmitir?

¡No lo creo! Si entendemos por tradición lo que Benjamin llamaba la “tradición de los oprimidos” (los posibles nunca realizados), más bien la reanuda. Cada nueva generación, dice, debe interpretar/reapropiarse a su modo —según sus afectos, sus potencias— el pasado de los oprimidos. Ignacio Lewkowicz decía que lo propio de un pensar situado es la nominación situada de sus elementos. El pensamiento en situación es también una relación situada con el archivo, con la memoria. En Kafka, el acceso a la situación está entrampada. Se trata, precisamente, de aferrar los afectos y el lenguaje como orientación para buscar una salida.

Reniegas de la esperanza y su lenguaje, porque la esperanza parecería indicar que la potencia ya está ahí, pero al mismo tiempo no reniegas del todo y hablas de una “esperanza absurda y frágil, que se puede leer en los rostros de los desesperados”. Y en ese sentido traes la palabra “redención”, tan cara a ese otro gran lector de Kafka que fue Benjamin. ¿Cuál es la diferencia entre esas dos esperanzas?
Brod cita, en su biografía sobre Kafka, una carta en la que el escritor le dice: “Hay esperanza, pero no para nosotros”. No hay modo de darle una interpretación única a esa frase, que está precedida por otra que dice algo así como que: “Solo somos un día nublado en la vida de Dios”. Manoteada de modo brutal, podemos usarla para entender que ni el calentamiento global, ni los genocidios y las guerras, ni la ola de derecha extrema que escenifica políticamente el horror, nos permiten creer que esperamos tiempos mejores.

Y, sin embargo, si seguimos con Kafka, es preciso retener otra cosa que nos cuenta Brod: Kafka reía a carcajadas con sus amigos cuando leía en voz alta capítulos de sus textos que acababa de escribir. Los textos más trágicos no mueren en la solemnidad si son capaces de preservar un espacio de humor interno que permite que todo pensamiento tenga un rincón burlón de la propia seriedad. Ese momento lúdico, presente incluso en los pensamientos más graves, es el que busca otra manera, una salida. La esperanza que no tenemos brilla sin embargo “absurda y pequeña” en el “rostro de los condenados”.

Para el camerunés Achile Mbembé el mundo se ha tornado “brutalista”, sometido a un tratamiento de despojo, desplazamientos poblacionales e intervenciones técnicas. El mundo, dice, es tratado como lo fue el continente africano

En El proceso, la atractiva Leni, ayudante del abogado que pretende defender a Joseph K, se enamora de todos los condenados. Se fascina con una luz que irradia de ellos. El camerunés Achile Mbembé, afirma que el capitalismo actual se ha tornado “brutalista” (toma la palabra en un sentido técnico, proveniente de la arquitectura, de la construcción). Dice que el mundo todo está siendo sometido a un tratamiento de despojo, desplazamientos poblacionales e intervenciones técnicas que dan por resultado una desertificación. El mundo, dice, es tratado como lo fue el continente africano. Y llama a tomar en serio un “devenir africano” de ese mismo mundo, un movimiento inverso signado por la presencia de saberes reparadores presentes en ciertas corrientes animistas. Mbembé liga ese pensamiento con el nombre de Franz Fanon, autor de Los condenados de la tierra. Mis amigos Pablo Fernández Rojas y Miguel Mellino me hacen recordar lo próximos que están, en este sentido, Franz Fanon y Franz Kafka.

Esa esperanza, absurda y frágil, ¿la encuentras hoy en alguna parte en Argentina? 
A mi modo de ver, el primer año de Milei en el Gobierno fue de estupor y perplejidad. El fascismo 2.0 es, como hemos dicho al principio, un oscurecimiento políticamente organizado de las percepciones colectivas, una perturbación que busca hacer creer que la confluencia de los cuerpos ya no produce sentidos ni provoca efectos.

Durante el comienzo del mileísmo las grandes movilizaciones parecían no ponerle límites consistentes a la agresividad de sus políticas. El 1 de febrero de 2025, sin embargo, algo comenzó a cambiar. La asunción de Trump le hizo creer al presidente argentino que si radicalizaba la parodia neofascista, recibiría de EEUU apoyo económico ilimitado (cosa que efectivamente sucedió). Así lo vimos defender el saludo con el brazo derecho extendido de Elon Musk y amenazar a los “zurdos” (“tiemblen zurdos”, “los iremos a buscar”), al feminismo y a los homosexuales. Ante esa amenaza diversos grupos y movimientos organizaron una manifestación importante en el centro de Buenos Aires con la consigna del orgullo antifascista y antirracista. Allí se dijo: “Solo hay dos géneros (de personas). Los fascistas y los antifascistas”. Esa delimitación fue importante. Ayudó a organizar de otro modo la percepción.

De a poco, comienza a elaborarse una respuesta desde abajo, un despertar que recupera los poderes de sensibilización del campo social que anida en la memoria de las luchas sociales del país

Luego se hicieron cada vez más visibles las marchas semanales de los jubilados contra el ajuste, que cada miércoles son reprimidas salvajemente frente al Congreso, y que se convirtieron en un punto de convergencia para la denuncia de los ataques a la salud pública. Todo esto en un contexto de desfinanciación de servicios sociales, despidos, y congelamiento de los gastos estatales en obra pública.

De a poco, comienza a elaborarse una respuesta desde abajo, un despertar que recupera los poderes de sensibilización del campo social que anida en la memoria de las luchas sociales del país. En las recientes elecciones de la Provincia de Buenos Aires (40% del padrón del país), el Gobierno sufrió una derrota. Mas allá del análisis numérico de los votos, lo que fue rechazado fue la “crueldad estratégica” del Gobierno. Intentando vetar reformas en favor de los derechos de los discapacitados, se filtró un audio en que el director de la agencia que se ocupa de precisamente de los medicamentos para discapacidades hablando de las coimas que cobra la hermana de Milei en los contratos de compras públicas. Una cosa es que en medio del descrédito de la palabra política emerja un gritó enojado denunciando a la “casta” y que luego en el Gobierno pretenda convencer a una sociedad sobre las virtudes morales del sacrificio económico, y otra es que quienes se alinearon con el gritón no adviertan que ese sacrificio ha resultado en una estafa.

El arco de tiempo que va del 1 de febrero a las elecciones del pasado 7 de septiembre, y a la enorme manifestación popular del 17 de septiembre (en defensa de la salud y la universidad pública) muestran un camino de protagonismo social que no supone una vuelta a 2023 (lo que sería absolutamente desmoralizador), sino el trazado de un camino que, de profundizarse —y en esto es fundamental que siga siendo la sociedad movilizada la que conduce el proceso—, se pondrán en discusión cuestiones centrales como qué hacer con la deuda externa impagable, con un poder judicial tomado por mafias y cómo activar nuevas formas de participación popular.

Fuente de la información e imagen:  https://lobosuelto.com

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«Edufagia» e infantilización en la universidad contemporánea

Por Renán Vega Cantor 

“A veces parece que el clima cultural que   en la educación superior sea bastante menos hospitalario para los ideales de libertad, tolerancia y debate que el mundo que está tras las puertas de la universidad». -Frank Furedi, Qué le está pasando a la universidad. Un análisis sociológico de la infantilización, Narcea Ediciones, Madrid, 2018, p. 7

Desde hace varias décadas la universidad pública soporta una andanada neoliberal, cuya finalidad ha sido convertirla en un negocio rentable al servicio del capital académico. Para hacer posible ese objetivo, el neoliberalismo ha recurrido a diversos procedimientos, entre los cuales el más evidente ha sido el ataque desde afuera y por arriba. Con eso se hace alusión a la formula “clásica” que ya se ensayó desde los tiempos de Pinochet en Chile, consistente en imponer por la fuerza los intereses del capital y para hacerlo posible se recurrió a la represión, la destrucción de sindicatos de profesores y de organizaciones de estudiantes, a la censura, a la quema de libros, al asesinato y desaparición de los líderes docentes y estudiantiles, en suma, a la destrucción del tejido social crítico que pudiera existir y a la implantación del control militar y paramilitar en los campus universitarios.

Esta premisa, la Doctrina del Shock, fue la base de la imposición de las políticas neoliberales en materia de educación, entre las cuales figuran la privatización, la desfinanciación planificada, la mercantilización, la evaluación de resultados, la maximización de ganancias, la gestión privada de índole empresarial, la precarización laboral y el predominio de un lenguaje economicista (rentabilidad, eficiencia, eficacia, calidad, excelencia, competencias…).

Esto se ha impuesto en el mundo educativo en general y en la universidad en particular, lo cual ha implicado la represión de las diversas formas de oposición y resistencia que se han opuesto al modelo mercantil de la educación. A pesar de esa resistencia, el neoliberalismo ha calado duro y profundo en la vida de la universidad y ha propiciado la formación de un nueve sentido común, en el cual predomina el individualismo, el egoísmo, la competencia, la segmentación de la población universitaria y de los profesores y el darwinismo pedagógico de sálvese quien pueda que exalta el triunfo de una minoría de “exitosos” y condena a la vasta mayoría de “perdedores”. Una minoría ha ganado (entre la cual se encuentran unos cuantos académicos e investigadores) y se lucra con el neoliberalismo educativo, y esta es la base social de su éxito y duración.

Esto es de sobra conocido y estudiado en diversos lugares del mundo, pero lo que es menos referido concierne a la imposición del neoliberalismo desde adentro y desde abajo. Esta fase en la que nos encontramos desde hace unos pocos años puede denominarse la era de la autofagia de la universidad. Lo significativo estriba en que pocos catalogan esta nueva fase como parte del neoliberalismo y más bien lo conciben como un momento pretendidamente emancipador. En concreto, lo políticamente correcto y la ideología woke suelen ser presentados como grandes conquistas democráticas, inscritas en un pretendido proyecto progresista. Tal ha sido el éxito del sentido neoliberal que a lo que forma parte consustancia de ese proyecto, suele considerarse una alternativa crítica.

Por el contrario, sostenemos que esta última fase del neoliberalismo educativo es tan perversa como la anterior ‒que, por supuesto, no es rebasada, sino que permanece en el trasfondo de la lógica educativa del capitalismo realmente existente‒ con el agravante de que los agentes educativos (estudiantes, profesores, trabajadores y directivos) han hecho suyo el neoliberalismo (encubierto con nuevos sofismas), con lo cual se está destruyendo desde dentro y desde abajo a la universidad, mientras que los Estados y las clases dominantes contemplan con regocijo ese proceso de canibalismo que carcome al mundo educativo.

En gran medida este artículo se escribe a partir del conocimiento directo de la universidad pública de Colombia por parte del autor, pero lo que se plantea no pretende describir de manera exclusiva un caso concreto, sino que ha buscado incluir situaciones que tienden a hacerse comunes en universidades de diversos lugares del mundo occidental, con la intención de presentar un panorama amplio y general del impacto de la autofagia e infantilización en la universidad del capitalismo actual.

Una crítica anticapitalista a lo que sucede en la universidad es necesaria y debe diferenciarse de la crítica que desde la derecha y de posturas procapialistas se realiza a lo políticamente correcto y a la ideología woke en particular[1]. Debe señalarse que ese tipo de crítica desde la derecha es frecuente, y pretende denunciar, lo cual no es cierto, que lo woke está cargado de marxismo encubierto. Esa es una postura ideológica interesada, porque confunde las perspectivas de las izquierdas de hoy, muchas de las cuales están impregnados de lo woke ‒e incluso han recibido apoyo financiero e institucional para sus campañas en los campus universitarios por parte de la agónica USAID‒ que se denominan progresistas y que han abandonado la tradición de Marx y cualquier filón anticapitalista.

Lo woke es una expresión del neoliberalismo de izquierda, pero no representa ninguna tendencia emancipadora, ni es anticapitalista, lo que sostienen en forma directa muy poco autores, por aquello de no contrariar la corrección política, ni tender a confundirse con Donald Trump o Javier Milei, críticos abiertos de lo woke desde la extrema derecha, y que lo hacen para desmontar cualquier conquista democrática de mujeres, de grupos étnicos, de migrantes… a los cuales culpan de los problemas y la crisis que asola al capitalismo.

Una cosa son las reivindicaciones, luchas y derechos de mujeres, población de grupos étnicos, de diversas identidades sexuales, todas las cuales son legítimas y no desaparece en cualquier lucha anticapitalista. Otra muy distinta es pensar que lo woke es la expresión más avanzada y clarividente de esas reivindicaciones. Y, en consecuencia, si se crítica la ideología woke se estaría renunciando y oponiéndose a todas las luchas identitarias y de género. No, simplemente, que a partir del criterio elemental de que pensar es distinguir, no podemos suponer que el desmantelamiento del aparataje woke y de USAID en los Estados Unidos por parte de Donald Trump significa que lo woke es defendible, lo que termina reforzando esa nefasta política de respaldar al partido demócrata de los Estados Unidos, como si no fuera portavoz del capitalismo puro y duro y de las políticas imperialistas, aunque disfrazadas con su poder blando, de lo cual lo woke es una de sus más recientes expresiones.

AUTOFAGIA

“[…] los radicales de los sesenta organizaban movimientos a favor de la libertad de expresión y consideraban toda forma de censura como inaceptable. En la actualidad muchos estudiantes no se esconden a la hora de reclamar que se censure la expresión y se vete a individuos para que no hablen en los campus”.

               Frank Furedi, Qué le está pasando a la universidad. Un análisis sociológico de la infantilización, Narcea Ediciones, Madrid, 201, p. 13.

Desde hace algunos años en diversas disciplinas críticas se constata que el capitalismo vive una fase de autodestrucción y rebasamiento de los límites que ponen en peligro no solo su supervivencia sino la de la humanidad. Para estudiar esa metamorfosis se han acuñado términos como Sociedad autofaga, capitalismo caníbal y etnofagía.

Sociedad autofaga es un concepto crítico que recalca las diversas formas en que el capitalismo se autodestruye debido a su desmesura inherente, a su carácter voraz e insaciable, con su sed desmedida de acumulación, con el arrasamiento de lo que encuentra a su paso. Y todo esto no es atenuado con la ciencia y la tecnología, sino que antes, por el contrario, estas forman parte de las fuerzas productivas-destructivas que siembran hambre, muerte, caos y desolación por doquier[2].

En la misma dirección, Nancy Frazer habla del capitalismo caníbal, para recalcar el carácter destructor y autodestructor del capitalismo, que arrasa con la naturaleza y con aquellos sectores sociales que permiten la producción y reproducción del capitalismo[3].

Como parte de esa lógica caníbal, el capitalismo en su expansión mundial promueve el culto a la diferencia y a las identidades fragmentadas e individualizadas con poco sustento colectivo. Y aquí adquiere sentido la noción de etnofagia, entendida como una fuerza que exalta discursivamente la diferencia con el fin de engullir a lo comunitario y devorar al que es distinto, pero ya no solo con las acciones brutales (genocidio y etnocidio, que tampoco son del pasado ni han desaparecido como queda claro en el caso de Palestina) sino mediante el impulso a sutiles fuerzas disolventes desde dentro y desde abajo. En palabras de Héctor Díaz Polanco, el principal estudioso de este asunto:

“La etnofagia expresa […] el proceso global mediante el cual la cultura de la dominación busca engullir o devorar a las múltiples culturas populares, principalmente en virtud de la fuerza de gravitación que los patrones «nacionales» ejercen sobre las comunidades étnicas. No se busca la destrucción mediante la negación absoluta o el ataque violento de las otras identidades, sino su disolución gradual mediante la atracción, la seducción y la transformación. Por tanto, la nueva política es cada vez menos la suma de las acciones persecutorias y de los ataques directos a la diferencia y cada vez más el conjunto de los imanes socioculturales y económicos desplegados para atraer, desarticular y disolver a los grupos diferentes. En síntesis, la etnofagia es una lógica de integración y absorción que corresponde a una fase específica de las relaciones interétnicas […] y que, en su globalidad, supone un método cualitativamente diferente para asimilar y devorar a las otras identidades étnicas«[4].

La nueva estrategia «es más pertinaz y potente en la misma medida en que busca socavar la unidad comunal desde adentro, poniendo más activamente en juego las fuerzas individualistas del mercado y utilizando pautas y mecanismos de atracción y seducción que excluyen (o reducen al mínimo necesario) los brutales o burdos medios de otras épocas»[5].

Ahora bien, la etnofagia no se circunscribe a un aspecto restringido del dominio del capitalismo y de las estructuras estatales, sino que ahora está relacionado con los más diversos ámbitos de la sociedad, entre los que vale incluir a la universidad. Es un dispositivo clave de la dominación capitalista e imperialista en esta fase neoliberal, que no se reduce a actuar dentro de los límites de un estado-nación, siendo por el contrario un proceso mundial.

Estas categorías resultan útiles para analizar lo que ahora acontece en la universidad del capitalismo realmente existente, teniendo en cuenta que la autofagia, la etnofagia y el carácter caníbal del capitalismo se evidencian en las diversas esferas de la sociedad y en la relación con la naturaleza. La educación no está al margen de dicho proceso e incluso se convierte en un ámbito estratégico para difuminar la autofagia por gran parte del tejido social, en algo que podríamos llamar, parafraseando a Héctor Diaz Polanco, edufagia. Esta actúa de manera similar a la etnofagia, puesto que con mecanismos más sutiles y, en apariencia, progresistas, se exalta la diversidad hasta niveles micros, de forma tal que desde dentro se vaya minando la universidad y ese proyecto se presenta como un gran avance democratizador, al reconocer la diversidad cultural que florece en la vida universitaria. Eso, como veremos, es una falacia, porque el reconocimiento de la diversidad es una estrategia de sometimiento, a partir de la división y la fragmentación y, además, esta inscrita en los antivalores del neoliberalismo, el egoísmo narcisista, el individualismo, la competencia y el darwinismo pedagógico, que exalta la supervivencia de los más aptos y el triunfo de los exitosos y ganadores en el mercado de la diversidad. Es, en pocas palabras, la universidad caníbal que se devora así misma y destruye a su paso saberes, conocimientos, proyectos de nación y formas democráticas y anula cualquier carácter crítico, contestatario y anticapitalista que alguna vez tuvieron las instituciones de la educación superior.

En este contexto, la edufagia se presenta bajo la forma de lo políticamente correcto y, en los años más recientes, de la ideología woke. Ahora mismo, los dos procesos terminan siendo uno solo, expresado en el predominio indiscutible de lo woke, proveniente directamente del sistema universitario de Estados Unidos y en menor medida de Inglaterra.

El término woke (despierto en inglés) surgió en el seno de la comunidad afroestadounidense a finales de la década de 1930, para enfrentar el racismo. Fue un término anclado en las luchas de la comunidad negra de Estados Unidos con un claro sentido de dignificación y solo hasta mediados de la década de 2010 se convirtió en un término de más amplio espectro, al ser asumido por grupos identitarios, de género y LGTB+, y comenzó a formar parte de una nueva ortodoxia, excluyente, intolerante y censora.

Entre algunos de los elementos de la ideología woke que se imponen en las universidades se encuentran: culto a lo identitario (luchas individuales y de grupos particulares por separado); el victimismo y el elogio a la víctima; nuevas formas de censura y política de la cancelación; y la imposición de un nuevo lenguaje como parte de las “guerras culturales” que hoy acaparan la atención de propios y extraños.

Tribalismo y culto a lo identitario

Un elemento distintivo de las izquierdas mundiales hasta hace poco tiempo era su reivindicación del universalismo y del internacionalismo. En esa perspectiva, se apoyaban, sin distinción de fronteras, las luchas que las clases subalternas libraban en cualquier lugar del planeta. A esa lucha la unían las convicciones y no la sangre, al recalcar que, más allá de diferencias de tiempo y espacio, existe una conexión múltiple, motivada por una sed de igualdad, justicia y libertad que no tiene límites y mucho menos que estén determinados por los orígenes tribales, el género o la raza. Esa concepción universalista e internacionalista nutrió las luchas mundiales en diversos espacios nacionales desde el siglo XIX hasta la desaparición de la URSS.

Luego se ha impuesto la concepción posmoderna del repliegue identitario, que afirma que las reivindicaciones deben ser parciales, aisladas y fragmentarias, oscureciendo la existencia de una realidad estructural (el capitalismo), a pesar de que sigue siendo el fundamento de las diversas formas de dominación y opresión, contra la que según esos posmodernos no vale luchar y la cual se acepta pasivamente. Esto supone que cualquier grupo que reclame el derecho a su identidad, al margen del resto de la sociedad, tendría un privilegio especial que lo hace, por sí mismo y en sí mismo, merecedor del reconocimiento social. Esto ha dado pie a un proyecto tribalista que es uno de los componentes centrales de lo woke.

En este contexto adquieren fuerza las reivindicaciones de género y raza, y no es porque estas no sean demandas legitimas de importantes sectores de la sociedad, históricamente excluidas y marginadas. El problema es que las luchas de mujeres, homosexuales, transexuales y grupos racialmente subordinados se esencializan en el proyecto woke y se conciben como realidades puras y cerradas. Al respecto, resulta ilustrativo constatar la evolución (mejor, involución) de la categoría de género que, de ser un aporte fundamental del feminismo de clase, terminó siendo un vocablo tan amplio y etéreo que involucra los más diversos asuntos de identidad restringida y expresa una fragmentación extrema y forzada de la vida real. Es la diferencia llevada al extremo neoliberal, del individualismo egoísta y narcisista en que se predica que se debe ser diferente como tú, especial como lo eres tú y único como tú.

De allí se deriva ese disparate sobre la “libre autodeterminación de la identidad de género” que recorre los campus universitarios y muchos consultorios médicos. Con eso se sostiene que el sexo no existe, es una simple opción que se le impone a los niños desde la cuna, y que frecuentemente se nace con el sexo equivocado, y este puede ser cambiado según la ocurrencia de cada cual, con el beneplácito de padres de familia, educadores y directivos académicos y con la participación mercantil de un sistema médico en búsqueda de nuevos nichos de mercado y de ganancias. Al respecto se torna necesario

“parar y prevenir el daño a la infancia y la adolescencia basadas en ideas falsas sobre identidades sentidas en cuerpos equivocados, protegiendo sus cuerpos sanos en pleno crecimiento y desarrollo. Nunca se había permitido la entrada en los centros educativos tan acríticamente de una postura reaccionaria irracionalista y sexista como ésta, y es necesario trabajar para desenmascarar y denunciar públicamente las falsedades anticientíficas de la ideología de la identidad de género en escuelas y universidades”.[6]

La noción de género se ha degradado de tal forma que en este momento existen más de 4000 géneros, entre otros las de las personas que se creen perros o gatos y cuyos miembros y familiares demandan que se les trate como tales. En Estados Unidos, por ejemplo, la madre de un joven que se declaró gato exigió que fuera atendido por un veterinario, dado su identificación con un tipo de animal, que lo llevaba a reclamarse un miembro más de los mininos[7].

El culto a lo identitario ha conducido a que, en aras de una reivindicación legítima como lo es incluir en los relatos históricos a los sectores siempre marginados y excluidos (población afrodescendiente negra, mujeres, gays, lesbianas…) se llegué a plantear que solo los sujetos pertenecientes a cada uno de esos sectores están autorizados para escribir su historia, porque estarían dotados de una esencia superior y privilegiada que los sectores externos no tienen., como si el pasado no fuera un país extraño, al que cualquiera ser humano puede acceder si lo quisiera. Así las cosas, un “blanco” no puede escribir sobre la esclavitud africana, ni un varón podría indagar en la historia de las mujeres. Esto genera un tipo de historia restringida, solamente adecuada para un sector particular, pero carente de cualquier perspectiva universal, que es en última instancia uno de los rasgos centrales del conocimiento histórico. Esto quiere decir que, para comprender las particularidades e identidades parciales, deben inscribirse en el marco más amplio de lo general, atinente a una sociedad determinada.

En universidades de diversos lugares del mundo causa furor el repliegue identitario, sectario y excluyente, y el tipo de relatos que de allí se derivan, entre los cuales se promulga una historiografía parcializada que resulta centrándose en hechos triviales, y deja de lado grandes problemas de la humanidad, para concentrarse en sectores cada vez más restringidos y particulares. Por supuesto, estos sectores y sus voces deben tener presencia en el mundo universitario, pero algo bien distinto es que se convierten en hegemónicos y dominantes y a nombre de una pureza étnica, racial o de género, se imponga una agenda excluyente y neoliberal, que focaliza los problemas de la educación y la universidad en reivindicaciones identitarias y tribales, ocultando los grandes problemas de desigualdad y antidemocracia que carcomen a las instituciones de educación superior y a sus respectivos países.

Victimismo y centralización de la “víctima”

Lo woke pretende ser una reivindicación de las víctimas lo que supone que se lee la historia y el mundo contemporáneo no a partir de la agenda de lucha de sujetos de carne y hueso, con sus sueños, aspiraciones y esperanzas, en la que había conciencia y proyecto, sino a partir del sufrimiento de lo que se denomina “víctimas”.  Después de la II Guerra Mundial emergió la noción de víctima, lo cual tenía el objetivo loable de reivindicar a quienes habían padecido la esclavitud, los campos de concentración, la limpieza étnica, la brutalidad colonialista e imperialista, entre otros aspectos relevantes en la historia del capital. En ese momento el término víctima no era un elogio, era un estigma, y por eso difícilmente alguien lo reclamaba ya que se recalcaba el espíritu de lucha, de sujetos activos, que soportaban la persecución por su compromiso y por enfrentar y resistir a la opresión, la discriminación y la explotación.

Eso parece ser de un tiempo lejano, porque en estos momentos se impuso el culto a la víctima y se enfatiza en la lógica del padecimiento. Entre más se sufre y se exhibe ese sufrimiento más reconocimiento se alcanza y más dadivas y concesiones pueden obtenerse de los que se autocalifican a sí mismos de “víctimas”. El victimismo es un negocio, otro nicho de mercado del capital, en el cual la exhibición del dolor es directamente proporcional al éxito alcanzado por ciertos individuos. Así, en Estados Unidos la inclusión por parte de universidades y empresas de la discriminación racial de la población negra supone un aumento exponencial de las ganancias y de la constitución de un nuevo y lucrativo negocio de millones de dólares, todo a nombre de la inclusión y del reconocimiento de las víctimas[8].  Esto es pura demagogia, porque los empresarios que eso promueven no están interesados en los millones de pobladores negros que soportan opresión, discriminación y explotación. Lo que se impulsa en forma directa es a las “víctimas exitosas” de manera individual, y máxime si su imagen victimizada produce fabulosos dividendos, como muestra del carácter incluyente y pretendidamente democratizador del capitalismo woke.

Alcanzar el éxito individual, a nombre del dolor y del trauma, es neoliberalismo de pura cepa y es políticamente desmovilizador, porque el que se dice “víctima” quiere que a él le arreglen la situación y obtenga beneficios, desligándose de cualquier lucha colectiva. Es una postura procapitalista, en la medida en que esencializar a un individuo o a un grupo particular, y no como sujetos activos sino como entes pasivos, conduce a una permanente conmiseración, porque la víctima no genera compasión, sino lastima. Emerge un ansia de reconocimiento, propio por demás del replegué identitario, con las consecuencias políticas que ello genera: “A la pregunta ¿‘qué hacer’?, que ha dominado la política moderna ha sucedido un quejumbroso ‘¿quién soy?’”[9].

En resumen:

“La prosopopeya de la víctima refuerza a los poderosos y debilita a los subalternos. Vacía la agency. Perpetúa el dolor. Cultiva el resentimiento. Corona lo imaginario. Alimenta identidades rígidas, y a menudo ficticias. Hinca al pasado e hipoteca el futuro. Desalienta la transformación. Privatiza la historia. Confunde la libertad con la irresponsabilidad. Enorgullece la impotencia o la encubre con una potencia usurpada. Se las entiende con la muerte mientras finge compadecerse con la vida. Cubre el vacío que subyace a toda ética universal. Obvia ‒e incluso rechaza‒ el conflicto y se escandaliza de la contradicción. Impide captar la verdadera falta ‒o carencia‒, que es un defecto de praxis, de política, de acción común”[10].

La universidad es el escenario privilegiado de las “olimpiadas del victimismo”, donde se rinde culto y se reverencia a las “víctimas”, que son todos aquellos que se autoproclamen con tal apelativo. Se sostiene que la víctima no se equivoca nunca y es la portadora de la verdad, sin importar si hay evidencias o no. Esto ha llevado que las universidades estén repletas de “ofendiditos” que dicen sufrir por cualquier cosa: aquellos a los que un profesor no les puede alzar la voz porque los está violentando; otros que forma parte de algún grupo identitario y se sienten agredidos cuando se cuestiona algún aspecto de esa identidad, como por ejemplo, si los bebedores de Coca-Cola o consumidores de comida basura forman un nuevo género, y si se critica a la “chispa de la muerte” o a McDonald’s consideran que se les ataca emocionalmente por cualquier afirmación que cuestione sus fibras identitarias más sensibles; están los que se sienten agredidos y victimizados por determinados libros y escritos, a los que censuran porque les generan dolor y sufrimiento, y se niegan a asistir a un curso sobre la esclavitud, porque sienten que allí se remueven traumas históricos de vieja data, que no pueden soportar; están los que no son capaces de sostener ningún debate ni controversia porque eso implica ser maltratados, puesto que el desacuerdo ya no existe, ha sido sustituido por el daño y las microagresiones.

Este victimismo generalizado encubre los verdaderos problemas de acoso y violencia que soportan diferentes sectores de la universidad, porque ahora todo es un espacio asolado por una quejadera generalizada, lo cual tiene repercusiones al psicologizar todas las acciones humanas y judicializarlas con protocolos burocráticos. Como consecuencia, cualquier persona del mundo universitario es susceptible de soportar persecuciones y procesos disciplinarios por trivialidades, tales como preguntarle a un estudiante si es de tal región o cuál es su origen étnico o geográfico, porque eso se consideran terribles ofensas, que causan dolor y traumatizan…

En las universidades se ha impuesto la lógica victimista, que promueven los directivos académicos y sectores del profesorado, lo cual conduce a la proliferación de códigos de conductas, a censuras y autocensuras, a la imposición de un lenguaje aséptico y pretendidamente neutro ‒entendido como aquel que no debe ofender a nadie. Este sí que es el triunfo del neoliberalismo ‒el capitalismo realmente existente‒ con su énfasis en el individualismo absoluto, dado que el yo ‒cada estudiante aislado‒ es el centro del mundo con sus problemas y fragilidades. En esa dirección, “los manifestantes estudiantiles en la actualidad dirigen su atención hacia su frágil identidad y alardean de su sensibilidad a la hora de sentirse ofendidos. Con frecuencia adoptan un lenguaje terapéutico, y lo que es más importante: hablan constantemente de ellos mismos y de sus sentimientos”[11].

En este contexto de victimización generalizada se ha presentado una mutación del militante (político) estudiantil a un adalid de la moral que busca que los escolares sean protegidos de los riesgos que suponen las libertades académicas, de catedra, de pensamiento y se asume como normal la censura y el control de pensamiento. Se ha impuesto la victimización generalizada en que los agentes educativos (en primer lugar, los estudiantes) no son considerados sujetos autónomos que deben aprender al calor de los retos de la vida cotidiana, sino que son niños desprotegidos a los que debe evitárseles el más mínimo riesgo, porque pueden ser víctimas, para señalar un caso, de un profesor que les sugiere leer libros desgarradores, como los referidos a las guerras, a la esclavitud, a las dictaduras, a los crímenes imperialistas. Contra todo esto debe protegerse a los pobrecitos estudiantes, de donde se desprende que la victimización es un camino directo y seguro hacia la ignorancia generalizada, claro, porque el saber genera traumas que deben evitárseles a los infantilizados estudiantes universitarios de nuestro tiempo. Lo único que no causa traumas es la ignorancia generalizada, la desinformación y la mentira, para tener contentos a los niños wokisados de nuestras universidades, y que todos parezcamos felices y contentos con el mundo en que nos toco vivir, para que este, el capitalismo, sea considerado como el único horizonte posible y deseable.

En estas circunstancias, el profesor adecuado para la universidad victimista es aquel que valide todas las formas de dolor y de traumas que dicen sentir los estudiantes, ante cualquier hecho de la vida en un campus. El profesor adecuado es aquel que no discute, que no polemiza, por temor a ofender, que renuncia a la libertad de catedra porque eso puede generar daño emocional. El buen profesor es aquel que este contagiado de la “epidemia de las disculpas”, que consiste en disculparse de todo lo que se haga o diga, porque siempre hay más de un ofendidito tras bambalinas, y de ofrecer disculpas a granel incluso por faltas y errores cometidos hace décadas.

La política de la cancelación, la censura y autocensura

Uno de los elementos más destructivos y dañinos del método woke es la política de la cancelación, por lo que se entiende que una persona debe ser condenada de manera permanente por cualquier falta que haya cometido, hoy o ayer, y que ponga en cuestión la corrección política. Y no estamos hablando de grandes delitos, por los que es apenas obvio deberían ser juzgados y condenados si se comprueba que son culpables los agentes del mundo universitario, incluyendo a los profesores. No, lo que ahora se consideran delitos graves están referidos a cualquier palabra o acción que ofenda a alguien y quien se siente agredido denuncie a tiempo, como parte de la “cultura de la delación” que se ha impuesto en las universidades.

Esto se sustenta en una lógica binaria, entre buenos y malos, que se convierte en el rasero para medir lo que es aceptable y lo qué no es. Quien ha cometido un error deberá pagarlo por el resto de su vida y debe ser cancelado. Además, vulnerando elementos básicos del derecho liberal, se da el caso que cuando una persona pague penalmente por una falta, eso no se considera suficiente porque lo woke sostiene que la culpa es eterna y la pena no tiene límites temporales. Esto implica que los cancelados deben purgar una pena eterna, lo cual equivale a la muerte moral, intelectual, política y cultural. Quien sea cancelado deberá desaparecer por completo de la vida pública y siempre se le recordarán sus faltas, reales o imaginarias, y para hacer más opresiva y omnipresente la cancelación las redes (anti)sociales del odio se encargan de atizar, difundir y revivir, cada vez que sea necesario, la persecución de los nuevos herejes, y eso genera verdaderos linchamientos virtuales, algo fácil porque esas redes son el refugio de los cobardes e imbéciles.

La cancelación tiene otra forma perversa de censura y revisionismo histórico, en la medida en que se aplican a personajes y sucesos de otras épocas, borrando cualquier contexto temporal, los criterios de corrección política hoy imperantes. Nos encontramos ante casos tragicómicos de censuras y prohibiciones de autores clásicos de todos los tiempos, por ser considerados esclavistas, sexistas, racistas, misóginos, de lo que no se libran Platón, Aristóteles, Shakespeare… Allí se incluyen, lo cual parecería pintoresco, hasta los cuentos de hadas. Al respecto, baste mencionar que en ciertos círculos académicos de Inglaterra se ha prohibido la Bella durmiente, porque, según una lectura estrecha de género, allí se fomenta la violencia sexual y el machismo puesto que la protagonista, que dormía placida y eternamente, es despertada por un intruso que la besa sin su consentimiento[12].

Lo mismo acontece con la ópera Carmen de Georges Bizet, obra en la que al final el soldado español mata a Carmen en un ataque de celos. Esta escena fue considerada como peligrosa para las mujeres por los que la presentaban en la ciudad italiana de Florencia, lo que obligó a modificar el final para que Carmen no muriera y tuviera un happy end al más vulgar estilo hollywoodense[13].

Existe una significativa coincidencia entre la cancelación woke de la literatura que no es correcta políticamente y la censura conservadora de los libros. Al respecto es bueno recordar que en escuelas de Estados Unidos se prohíben e incluso se queman libros, porque no se avienen con la ideología mojigata de los padres de familia, por lo general conservadores y retrógrados. Si sus creencias (como las que figuran en la Biblia) no aparece en los libros es porque estos textos son diabólicos. En este caso, lo woke revela su carácter profundamente conservador porque se identifican plenamente con la extrema derecha cristiana en la censura y la prohibición de “literatura peligrosa”, para retirar del escenario público a aquellos autores incomodos, que no deben ser leídos por las tribus identitarias.

Se llega al punto que para, purificar la bibliografía, en ciertas universidades se ha inventado un novedoso cargo burocrático, “los lectores de sensibilidad”, esto es, “expertos” en asesoría lingüística y gramatical para que cuando los autores escriban tenga en cuenta los efectos que sus dichos pueden tener en las diversas tribus de víctimas. De esta forma,

“Si un autor blanco escribe sobre personajes indígenas, debe contratar a un lector de esa raza para asegurarse de no ofenderlo. Como las burocracias universitarias encargadas de lidiar con la fragilidad emocional de los estudiantes, los “lectores de sensibilidad” constituyen una nueva profesión emergida de la cultura del victimismo predominante hoy día y que tiene todos los incentivos para multiplicar la detección de ofensas y activar los aparatos de linchamiento público contra aquellos que se nieguen a utilizar sus servicios”[14].

La cancelación se relaciona directamente con el victimismo, puesto que se considera que cualquier “microagresión” (alzar la voz, sugerir un libro, debatir con otra persona, cuestionar un punto de vista, hacer alguna sugerencia que no guste a x o y persona) debe ser castigada y uno de los castigos que se infringe es la cancelación y, en el mejor de los casos, la censura y la autocensura.

Con esta perversa forma, ahistórica, de juzgar personajes y situaciones, una gran parte de escritores, pensadores, artistas, políticos, revolucionarios… hoy por hoy son cancelados, simplemente porque su vida y acciones no se corresponden con los cánones de seudomoralidad que se han impuesto en los campus universitarios, como si fueran válidos en sí mismos y tuvieran tal carácter transhistórico que permitiera juzgar con los mismos parámetros de hoy a los autores y pensadores de otras épocas.

La cancelación está referida a una corrección política estricta, una policía del lenguaje y de la memoria, que censura a aquel o aquella que se desvía un centímetro de lo que dictan los nuevos cánones de lo woke. Esta cancelación es una práctica cultural que persigue la destrucción reputacional, la censura, la muerte moral y la sanción penal de aquellos y aquellas que desafíen los cánones de la ideología identitaria hoy en boga. Es, en pocas palabras, el asesinato puro y duro de la imagen de una persona para destruirlo intelectual, política y moralmente.

El culto al lenguaje y las “guerras lingüísticas”

La gramática woke, como derivado de sus fuentes originarias (posmodernismo y posestructuralismo), se caracteriza por usar un lenguaje incomprensible, una verdadera tortura para los simples mortales. Sus textos son ilegibles, de esos que resultan porque sus autores no tienen nada que decir o no están seguros de lo que afirman. Se ha impuesto una jerga impenetrable solo para los iniciados de las respectivas tribus, una nueva lengua en la cual todo es neo, post o trans.

Se ha impuesto el lenguaje inclusivo, suponiendo que con el cambio de apelaciones se transforma la realidad y las cabriolas terminológicas, cada vez más enmarañadas, modifican a los sujetos. Solo basta hablar de los, las y les para que todos estén felices y contentos y no haya ofendiditos que se siente excluidos por la imposición de un lenguaje heteropatriarcal. El feminismo queer ‒con fuerte influencia en la academia de los Estados Unidos e Inglaterra, y con ecos en tierras latinoamericanas‒ se distingue por la invención de nuevas palabras o el uso de viejas con un nuevo sentido. Un ejemplo es ilustrativo: en lugar de hablar de mujeres debe decirse “personas no poseedoras de próstata”, como lo hizo la revista Teen Vogue en 2019[15].

Adicionalmente, existe un lenguaje del reemplazo, puesto que ciertos términos son vetados en la academia universitaria y la lista es amplia: en lugar de decir ciego se dice con limitaciones visuales o “personas neuroalternativas en lo visual”, a los inválidos se les debe decir que sufren de diversidad funcional, en lugar de violar la ley, se debe decir incurrir en infracciones delictivas y mil casos por el estilo.

Otro ejemplo contundente sobre el “novedoso significado” de ciertos términos, aparece en la edición española de la guía Sexo más seguro para cuerpos trans. Y la cita no tiene desperdicio:

“Pene: Usamos esta palabra para describir los genitales externos. Los penes viene en todas las formas y tamaños, y personas de todos los géneros pueden tenerlos.

Orificio delantero: usamos esta palabra para referirnos a los genitales internos, a veces denominados vagina. El orificio delantero puede autolubricarse, dependiendo de la edad y las hormonas.

Strapless (sin correa): utilizamos esta palabra para describir los genitales de las mujeres que no han sido sometidas a reconstrucción genital (o “cirugía inferior”), a veces denominado pene.

Vagina: utilizamos esta palabra para referirnos a los genitales de las mujeres trans que han sido sometidas a cirugía inferior”[16].

Obsérvese la cabriola lingüística que pretende cambiar la realidad biológica, producto de la evolución de millones de años de la especie humana: la palabra vagina se reserva a las mujeres trans, mientras que los genitales de las mujeres biológicas se denominan orificio delantero.

Pero, sin duda, la verdadera revolución lingüística que está transformando a las universidades del capitalismo occidental se presenta en el ámbito de los géneros. Hay una profusión de nuevos géneros para referirse a los rasgos identitarios de cualquier persona no binaria, y la lista aumenta todos los días. Cualquier rasgo, por banal, absurdo e impreciso vale para dar paso a un nuevo género. En 2016 en España se hablaba de la existencia de 251 géneros, entre ellos estos tan pintorescos: “Healgenero: género que trae paz mental a le identificade”; Felinogénero: género correspondiente a gatos. Cuando te sientes peludite y mullide y quieres que te acaricien la barbilla; Aerogénero: género que cambia según la atmosfera, nivel de confort, quién está alrededor, la temperatura, la época del año…”[17].

Esto confirma que la identidad de género, y el lenguaje que la nombra, es subjetivo, inclasificable, polimorfo, fluido e invalorable que allí todo cabe y puede ser incluido, aunque no haya argumentos convincentes, sino que sean meros caprichos de marketing.  En conclusión:

“Así como el 1 por ciento de la humanidad acapara el 99 por ciento de la riqueza del planeta, el 1 por ciento de la humanidad pertenece al 99 por ciento de los géneros humanos que existen. Las combinaciones de las rayas horizontales de las banderas no dan para distinguirlas y hay que empezar a poner triángulos laterales, líneas diagonales, lo que sea para representar simbólicamente tanta diversidad”[18].

En conclusión, lo woke y todas sus manías sobre género, raza, trans, emparentadas con el feminismo queer forman parte de la lógica autofaga y el capitalismo caníbal que está erosionado desde dentro y desde abajo a la universidad contemporánea. Esto conduce a una universidad caníbal, complemento elemental de ese capitalismo devorador de todo lo existente. Por si existieran dudas al respecto tal vez el mejor ejemplo es el de Israel, un país genocida, que limpia su imagen criminal con la máscara woke. Sus universidades, coparticipes directos del genocidio de los palestinos, por supuesto que son portaestandartes de la ideología woke, el cual es funcional a la población israelí para presentarse como liberal y democrática, y esos mismos militantes woke son asesinos reales y potenciales de los otros, de los palestinos, a los que bestializan y masacran porque incluso le niegan su carácter de humanidad. Mientras esa sociedad y sus universidades presumen de ser muy woke, con promoción de la libertad de género, al tiempo apoya el exterminio de los palestinos. Es decir, que lo woke en la otra cara de la moneda del genocidio sionista.

Paradójicamente, hay que mencionar que, en otras universidades del mundo occidental, donde la ideología woke ha sido hegemónica en los últimos años, en la práctica se le ha dejado de lado, en la medida en que se han movilizado miles de estudiantes para apoyar al pueblo palestino y denunciar el genocidio sionista. Este rechazo efectivo de lo woke por los estudiantes de diversas universidades es criticado desde la derecha y cierta socialdemocracia como antisemitismo que, supuestamente sería un resultado de lo woke, como muestra de la confusión reinante, en que se cree que todo lo que se hace desde posturas de izquierda es woke.

Al mismo tiempo, ciertas feministas occidentales y grupos de diversidad sexual no ocultan su admiración por Israel, por su cultura woke y su libertad de género, y eso las lleva a legitimar el genocidio sionista porque repitan los mantras de que Israel tiene derecho a defenderse y es la única democracia de la región, que supuestamente garantiza la libertad sexual y de género.

Esto pone de presente que, por más monolítico que se pretenda, lo woke tiene sus fisuras y estás se evidencian ante uno de los peores crímenes de nuestra época, perpetrado por un detestable régimen que presume de ser muy woke y con el que están relacionadas las universidades que promueven la diferencia y la diversidad sexual, y que presumen de su liberalidad y democracia.

INFANTILIZACIÓN

“La infantilización de la vida del campus se basa en una visión disminuida de la subjetividad humana que contempla a los individuos no como agentes de cambio, sino como víctimas potenciales de las circunstancias a las que se enfrentan. […] [E]stos sentimientos de vulnerabilidad humana y fragilidad […] en los campus se han convertido en una doctrina sistemática de victimización expansiva”.

               Frank Furedi, Qué le está pasando a la universidad. Un análisis sociológico de la infantilización, Narcea Ediciones, Madrid, 201, p. 13.

El capitalismo realmente existente impulsa la infantilización a escala general, para tener a unos seres humanos dóciles, pasivos, obedientes, dependientes de los artefactos electrónicos y, sobre todo, consumidores compulsivos, que nunca se cuestionan ni tengan en su horizonte mental algún tipo de atisbo crítico sobre el mundo real y mucho menos alguna perspectiva de horizonte colectivo o lucha organizada.

El objetivo es que los seres humanos seamos niños-adultos y el libre mercado y la competencia generen irrefrenables deseos de comprar y consumir, sin límite, porque se supone que el deseo infantil es inagotable y debe ser saciado con más y más mercancías. No por casualidad, uno de los nichos de mercado que más ganancias le producen al capitalismo mundial sea el de los niños, porque desde la tierna edad se moldea su mente y su personalidad para que sean prisioneros por el resto de su existencia del consumo y de las marcas de las empresas que destruyen el planeta y a los seres humanos (Coca-Cola, McDonald’s, Microsoft, Apple…).

El control desde la primera infancia de los seres humanos busca que cuando estos crezcan en términos físicos sigan siendo los niños consumidores que vienen siendo desde sus primeros años de vida, lo cual ahora se evidencia en el culto al celular. Nada hay más patético que ver a niños manipulando primero el celular que a un juguete y a los padres a su alrededor en la misma postura infantilizada, sin contemplar a los hijos, y rendidos ante el nuevo tótem del que no pueden despegarse ni un minuto. Luego cuando ese niño crece corporalmente sigue siendo mentalmente niño y piensa que esa va a ser su condición permanente durante toda la vida, dado que el neoliberalismo además exalta la falacia de que el mundo pertenece a los adolescentes, y quienes no estén en esa condición son seres desechables.

La infantilización se expresa en la música, en el cine (con la exaltación de los superhéroes y la imposición de los dibujos animados como forma preferida de esparcimiento y divulgación) en la información que circula a través de los artefactos microelectrónicos, en el lenguaje-bebe que usa la gente adulta y que replica el que circula a través de las redes antisociales, en el deporte, en la educación, en las costumbres y en la forma de comer y vestir. Para solo mencionar un ejemplo, según el notable compositor mexicano Gabino Palomares:

“Hicimos un análisis de las canciones comerciales con un grupo de expertos y encontramos que se hacen para ser entendidas por una mentalidad de ocho años […] Me parece que con ese tipo de canción tan elemental, que da pena, hemos educado a la gente para que no pase de los ocho años. A mí no me interesa un país de ocho años, quiero que la gente crezca, pido un país de adultos, no de retrasados mentales, porque también a los niños se les chinga porque no saben pensar”[19].

La infancia ‒esencial en la vida de los seres humanos, pero que es una etapa limitada en el tiempo que da paso a otras fases de la vida‒ es el modelo que el capitalismo busca prolongar para que la gente conciba el ahora como perpetuo e insuperable presente, que busque divertirse como si no hubiera mañana y deba comprar en forma compulsiva. Ya no existe responsabilidad, compromiso a largo plazo, ni mesura, lo cual impide afrontar los grandes retos de nuestro tiempo, como la desigualdad, la explotación, la opresión, la injustica, las guerras, el trastorno climático…

La infantilización de la sociedad implica que los adultos sean tratados y considerados como niños, generando un ciclo de dependencia tal que aquellos no sepan qué hacer y siempre estén condicionados por lo que les digan los padres, puesto que el paternalismo es la otra cara de la infantilización, aunque con la paradoja que el papel de padres no lo asuman ellos sino el celular. Por eso, el adulto infantilizado solo sabe qué le ofende (prácticamente todo) y quiénes lo ofenden, pero no tiene idea ni le interesa saber algo que vaya más allá de sus intereses inmediatos y cortoplacistas. Lo que caracterizan a la gente infantilizada en el capitalismo es el narcisismo que lleva a que cada uno se considere el centro del mundo, en torno al cual deben girar los demás, lo que produce un individualismo ególatra e irresponsable. Se pretende permanecer en la edad infantil porque se supone que allí todo es fácil y sencillo, no existe autosuficiencia, y no deben afrontarse los retos de la edad adulta, con todos los riesgos e incertidumbre de la vida en el capitalismo.

Esa infantilización también ha llegado a la universidad, siendo una consecuencia directa de la imposición de lo políticamente correcto. Mencionemos algunos de los componentes de la infantilización de la universidad en los tiempos actuales.

Reivindicación exclusiva del yo y de la propia identidad como el centro de la vida y del mundo

Hasta no hace mucho tiempo se pensaba que la llegada de los adolescentes y jóvenes a la universidad significaba un paso transcendental en la vida de quienes lograban acceder a los estudios superiores. Este era un salto hacia la mayoría de edad, en el sentido kantiano de la palabra, fundamental para asumir el paso a la madurez y afrontar los retos de la vida con autonomía y responsabilidad. Esa conducta individual estaba dada por entender la importancia de los demás, forjar intereses generacionales comunes, con ideales compartidos con otro grupo de estudiantes, de acuerdo con el origen y pertenencia de clase.

Eso ha cambiado en forma drástica y ahora nos encontramos con que la universidad es otra fase infantil que replica y reproduce las características de la educación primaria y secundaria, pero ahora con adolescentes y jóvenes. Estos cargan tras de sí el peso de la formación neoliberal de la personalidad, con un acendrado individualismo y culto al consumo y prisioneros de las lógicas darwinianas de la competencia y la supervivencia de los millonarios y los exitosos. Esa carga viene acompañada de una inseguridad absoluta para asumir la nueva fase de la vida, que en teoría debería ser la universidad, a la cual los jóvenes llegan manteniendo y reforzando su estancado comportamiento infantil de no asumir responsabilidad alguna, de necesitar protección, de considerar que los nuevos retos que les plantea la vida son problemas irresolubles e innecesarios, que son asediados por peligros que no puede afrontar sino es por la intermediación de terceros, en una clara réplica del paternalismo que se preserva y reproduce dentro de las universidades.

La conducta narcisista no se abandona, sino que se refuerza en aras de seguir manteniendo los privilegios de sobreprotección que le brinda esa prolongación de la infancia y el consecuente paternalismo.  Para esa individuo narcisista todos los demás son enemigos, de los que debe ser protegido. Y esa protección se la brindan en las universidades de manera directa y explicita las autoridades académicas y administrativas.

Esta centralización del yo es conservadora y desmovilizadora en términos políticos, porque lo político es esencialmente colectivo e implica la búsqueda del bien común. Se renuncia a cualquier acción política, que requiere cierto nivel de conciencia y comprensión del papel de los individuos en la sociedad, y se asume como natural el seguir siendo protegido de los riesgos y traumas que genera la universidad como un espacio conflictivo y poco seguro para estos jóvenes infantilizados.

“Esta actitud infantilizada no sólo es tolerada por las autoridades universitarias, sino que se cultiva. En algunas instituciones, se brindan ‘salas de relajación’ con juguetes blandos y mascotas para los estudiantes que sufren de ‘estrés ante los exámenes’ y ansiedades asociadas”. Y en la Universidad de Bufalo, Estados Unidos, las autoridades académicas han introducido doce perros en el campus para que cumplan una labor de acompañamiento educativo y sicológico, consistente en ayudar a los estudiantes a combatir el estrés[20]. Otro gran aporte de la universidad infantilizada: el estrés en los campus no se enfrenta con libros, conciertos, discusiones, conferencias, clases… sino con perros de compañía.

Psicologización, medicalización y judicialización de la vida universitaria

Como de entrada se piensa a la universidad como un espacio inseguro, repleto de peligros que asechan a los niños grandes que allí ingresan, todo lo que sucede en los campus es examinado a partir de una mirada estrechamente psicológica, médica y judicial. De ahí se desprende la consideración que cualquier palabra o acción es una amenaza y genera traumas en los noveles estudiantes e incluso en muchos profesores. La universidad de hoy está llena de jóvenes traumatizados, que necesitan urgentemente tratamiento sicológico o asistencia médica, por cosas que en la mayor parte de los casos tienen otro origen. Por ejemplo, en las universidades latinoamericanas ‒cuyas sociedades son terriblemente desiguales‒ se reproducen las diferencias sociales (empezando por las diferencias de clase) y una parte significativa de los estudiantes tienen problemas de subsistencia, de alimentación, para asumir los costos y gastos que implica ir y estar en una universidad. Eso no es ni mucho menos una cuestión sicológica de base, es un asunto de desigualdad y de clasismo. Obvio que de allí surgen problemas sicológicos y médicos, pero el remedio inicial para “curar la desigualdad” no es sicológico ni mucho menos.

Eso no se considera porque los grandes temas, referidos al carácter impopular y antidemocrático de la universidad, han desaparecido de la agenda política de los estudiantes de hoy, como tendencia dominante, para ser reemplazados por la búsqueda obsesiva de la terapia, de la ayuda sicológica y del apoyo emocional. Los problemas estructurales de la educación superior (privatización, desfinanciación, precarización laboral, antidemocracia, falta de autonomía, represión estatal…) ya no están en el horizonte de los niños-adultos que habitan los campus. En estos momentos todo son riesgos y traumas que solo pueden afrontarse con tratamiento psicológico y terapias de autoayuda.

No extraña que en el lenguaje de las universidades sobresalga la retórica de la vulnerabilidad y se haya establecido un “guion cultural de la vulnerabilidad” en el cual las emociones están en el centro de las preocupaciones. Ya no es importante discernir, comprender, problematizar, asumir las diversas visiones del mundo como una riqueza cognoscitiva cultural y política, sino que todo eso es traumático y debe evitárselo al joven infantilizado, para no ofenderlo. Así nos encontramos con el hecho de que las universidades están repletas de “ofendiditos y ofendiditas”, por cualquier cosa. Un caso tragicómico demuestra hasta donde se está llegando en las trivialidades que hoy se imponen en los campus universitarios de diversos lugares del mundo y sucedió en la afamada Universidad de Yale (Estados Unidos) a propósito de la celebración de la fiesta de Halloween en octubre de 2015, cuando el Comité de Asuntos Interculturales sugirió en una carta pública dirigida a los estudiantes que tuvieran cuidado en los disfraces que escogieran, puesto que el motivo seleccionado podía herir sensibilidades, generar traumas y producir víctimas. Sugería que se tuvieran en cuenta algunas pautas para actuar en un asunto tan “grave y complejo” como los efectos que podrían tener sus mascaras en determinados sectores de la comunidad. Realizaba una profundísima “reflexión filosófica” para que los estudiantes tuvieran en cuenta preguntas de alto calado ‒que, de seguro, podían definir el futuro del mundo y de la humanidad‒ antes de proceder a disfrazarse:

“¿Llevas un disfraz divertido? ¿El humor se basa en “burlarse” de personas reales, rasgos humanos o culturas?

¿Llevas un traje histórico? Si este traje pretende ser histórico, ¿es más información errónea o inexactitudes erróneas y culturales?

¿Llevas un traje “cultural”? ¿Este traje reduce las diferencias culturales a bromas o estereotipos?

¿Llevas un traje “religioso”? ¿Este disfraz se burla o menosprecia la profunda tradición de fe de alguien?

¿Podría alguien ofrecerse con tu disfraz y por qué?”[21].

Con esto desaparece la esencia del carnaval, originado en la edad media, que sublimaba la dominación a través de la risa, la sátira, la ironía, el sarcasmo. Pobres François Rabelais y Mijaíl Bajtín, que tanto contribuyeron a clarificar la importancia de la risa carnavalesca en la historia. Pero, que va, eso no es solo cosa del pasado, sino de un sentimiento festivo que no cabe en la lógica woke. Con el tiempo esos dos autores van a ser cancelados, porque así lo determina la corrección política de la Universidad de Yale.

Sobre la persecución de la risa Umberto Eco escribió una memorable novela ‒que se convirtió en película‒ sobre el miedo que el humor les inspira a los inquisidores. En esa novela y película, El hombre de la rosa, se dice, por ejemplo, por boca del inquisidor de la obra: “Un monje no debe reír, porque solo un tonto alza su voz con risas”; “La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne”.Al inquisidor de la novela lo desvela que un creyente se ría, y quien lo haga es un impío, un hereje, un portavoz del diablo, que merece ser condenado y quemado. Ahora, en las universidades ha resucitado este tipo de inquisición, donde se prohíbe y sanciona cualquier asomo de risa o de burla, con lo que se niega nuestra propia humanidad y nuestra imperfección.

En la nueva condición de infantilización de las universidades, las emociones son el centro de la atención y se convierten en un arma de la guerra cultural contra el presente y el pasado. Contra el presente, porque a partir del estado emocional de un estudiante se juzga una situación; si este se ha ofendido quiere decir que el hecho que lo altera es traumático. Puede sentirse afectado por un libro que le ha recomendado un profesor, por un tema planteado en clase en que se cuestiona de manera directa o indirecta algún elemento identitario de su yo y esto resulta agresivo e insoportable. Puede verse agredido por una pregunta elemental (de donde eres, qué haces, cuál es tu nacionalidad, de que equipo de futbol eres hincha, si eres creyente cuál es tu religión, y cualquier banalidad de ese estilo) que significa según su criterio narcisista y ególatra que aquél que le pregunta lo está agrediendo y subvalorando. Puede sentirse brutalmente interpelado porque alguien (otro estudiante, profesor o directivo) le alce la voz o le haga algún reproche, crítica o sugerencia, porque entiende que, como niño que se sigue considerando, cualquier corrección es inaceptable y esa no es la función de la educación, sino que simplemente se estás vulnerando los derechos de su ego narcisista de niño estancando en el tiempo… Y así hasta el infinito.

Contra el pasado, porque el adulto infantilizado de las universidades de hoy considera que no se deben traer los traumas del ayer al mundo de hoy. Eso quiere decir que cualquier asunto del conocimiento histórico en el que sea necesario destacar asuntos atinentes a la guerra, la explotación, la opresión, el genocidio o los crímenes se considera, casi por definición, como generadores de traumas, que deben evitarse. Eso implica una guerra cultural e individual contra el pasado, porque se piensa que el conocimiento de la historia es innecesario al revivir traumas que no debieran mencionarse y que agreden a los niños-jóvenes de nuestro tiempo. Para qué hablar de genocidios en la historia, a la hora de examinar el genocidio de los palestinos, y reconstruir la destrucción de las comunidades indígenas de toda América (empezando por las de Estados Unidos) si eso supone que, para quienes tienen algún nexo étnico con grupos desaparecidos violentamente, recordar su propia historia los afecta emocionalmente. Hablar de esos temas traumáticos no solo debe evitarse, sino que el profesor que lo haga es un agresor al que debe denunciarse y perseguirse por tener el atrevimiento de vulnerar con hechos del pasado a los de por si vulnerables jóvenes de hoy.

Es la reivindicación de la ignorancia, porque todo verdadero conocimiento es traumático, genera problemas, lleva a hacer preguntas, a dudar y cuestionar, pero nada de eso es hoy tolerado por la policía del trauma que ronda en las universidades, en la cual son coparticipes gran parte de los estudiantes, que andan a la casa de todos los herejes a los que hay que denunciar porque en sus clases y charlas usan un lenguaje inapropiado y traumático, al hablar de desigualdad, explotación, opresión, capitalismo, patriarcado…, términos cargados de una dureza conceptual e histórica que no puede ser admitida en la universidad infantilizada de nuestro tiempo. Adicionalmente a la terapia psicológica debe agregarse el tratamiento médico derivado, porque gran parte de los traumas de los niños-adultos que pueblan las universidades requieren atención sanitaria especializada, medicamentos y acompañamiento terapéutico de índole física, que se complementa con el de índole espiritual, que brindan los psicólogos del trauma perpetuo que acosa a la población universitaria. Ese es otro nicho de mercado para el capitalismo, en el cual juegan un papel central las terapias e intervenciones médicas de cambio de orientación sexual y sexo, una práctica cada vez más recurrente en ciertas universidades del mundo, entre las que sobresalen las de Estados Unidos, Inglaterra, España…

Al lado de la psicologización y medicalización de la vida universitaria se desarrolla la judicialización, porque es obvio que los niñas grandes deben ser protegidos con leyes, protocolos, normas, sanciones, penas, excomuniones, nuevos tribunales de la inquisición que se han impuesto en la universidad, y la mayoría de los cuales niega las normas elementales del derecho liberal burgués, como son las del derecho a la defensa y a no ser condenados sin juicio previo.

A los estudiantes de hoy, desde cuando pisan por primera vez a una universidad, se les instruye en una serie de protocolos, tendientes a protegerlos de las microagresiones (otro término central del universo jurídico de las universidades), que puede ser cualquier dicho o hecho. El estudiante antes que conocer la vida real dentro de los campus ya está amparado por una serie de normas que buscan penalizar todo lo que suceda a su alrededor y a quienes se acuse de ser los responsables de sus traumas.

Esas normas lo cubren todo, desde el lenguaje que se emplea, inscrito en el ámbito de la corrección política, los contenidos de los programas que se enseñan, el tono de la voz de los profesores en las clases y cualquier relación entre profesores y estudiantes. Esto destruye un aspecto elemental de la pedagogía para asumir los problemas normales y cotidianos de la vida educativa: que las cuestiones, conflictos, malentendidos y dudas que se generan en una clase deben ser resueltos dentro del aula, sin necesidad de llevarlos fuera de allí, salvo que sean de tal gravedad que desborden ese espacio. Pero no, ahora las cosas se hacen al revés, y se empieza con acusaciones que se ventilan fuera de los espacios académicos y desde allí se inicia el procedimiento judicial con la apertura de costosos y tortuosos procesos disciplinarios contra profesores, principalmente. Y esto tiene un agravante woke, pues todo aquel que denuncia es por definición axiomática una víctima indefensa, que tiene la razón y es portadora de verdad sin discusión alguna. Es un razonamiento tautológico (la víctima dice la verdad y lo que dice es cierto porque es víctima) que se ha impuesto en los campus y que lleva a que cualquier hecho traumático (muchos de los cuales son malos ratos o momentos desagradables o malentendidos) sea denunciado por parte de quien en adelante se declara víctima e ingresa en la interminable cadena de quejosos y ofendidos, que pueblan hoy las universidades y cuentan con el aval y respaldo de las directivas académicas, situadas en los políticamente correcto. Dicho en forma sintética:

“El desacuerdo invita a la discusión, mientras que la declaración ‘Me siento ofendido’ clausura la conversación y el debate. […] Esta actitud infantilizada no sólo es tolerada por las autoridades universitarias, sino que se cultiva […]. El hecho de que quienes dirigen las universidades se hayan convertido en cómplices de la infantilización de sus campus indica que la línea que tradicionalmente dividía la educación secundaria de la superior se ha vuelto inexacta”[22].

Todo esto tiene un costo económico alto e implica que los escasos recursos de las universidades se dirijan a mantener un creciente equipo de psicólogos y abogados, encargados de tramitar todos los traumas y microagresiones que a cada minuto se presentan en los campus y que son denunciados al instante por quienes se declaran víctimas porque alguien los miro mal o les dijo una palabra con un tono alto de voz.

No quiere decir, según lo planteado hasta acá, que en las universidades no se deban perseguir los delitos que allí se cometan, incluyendo el acoso y las violencias sexuales, lo que es una necesidad imperiosa y un deber. Eso debe hacerse con resolución y determinación. Pero lo que sucede, precisamente, es que el discurso de las microagresiones oculta esos problemas reales y lleva a que la judicialización sustituya a cualquier dialogo pedagógico, que se supone debería ser la esencia de cualquier proyecto educativo medianamente serio.

Culto a la seguridad y rechazo al riesgo y la incertidumbre

Como la universidad de nuestro tiempo no está habitada por adultos en mayoría de edad que piensan con cabeza propia, sino por niños-adultos que requieren protección frente a todos los riesgos que los asechan a cada minuto, dentro de los campus se está desarrollando un culto a la seguridad total, algo así como la tolerancia cero del punitivismo jurídico de estirpe estadounidense. Para ello se ha creado la noción de “la universidad como espacio seguro”. La pregunta básica es: ¿Qué se entiende por espacio seguro?, si la vida está llena de inseguridades y el paso de la infancia a la madurez, que se supone se desarrolla en los campus, está repleto de retos e incertidumbres, que forman parte del afianzamiento de esa madurez, de la autonomía, confianza y el aprendizaje riesgoso que eso implica.

La noción de “espacio seguro” que tiende a imponerse en la universidad es aquella que postula que, como en los jardines de infancia, los niños-adultos deben estar completamente seguros y tranquilos que no tendrán ningún trauma ni nada que los afecte o aflija. Si esos jóvenes infantilizados sufren “acoso bibliográfico” por parte de un profesor que los hace leer libros traumáticos [El CapitalOteloCrimen y CastigoEl Siglo de las LucesLa Perla…] pues ellos ya no deben asistir a las bibliotecas o centros de lectura ‒si es que todavía quedan en la Universidad de la ignorancia de nuestro tiempo‒ porque estos han dejado de ser espacios seguros.

Si esos jóvenes infantilizados no pueden soportar una discusión, un debate (términos que en sí mismos generan inseguridad existencial, porque para los ofendiditos esas son microagresiones traumáticas) en una cafetería, en una aula de clases, en un teatro… pues hay que clausurar esos espacios para que aquellos se sientan seguros.

Si esos jóvenes infantilizados no pueden soportar una clase con temas sensibles que los afectan emocionalmente (la esclavitud, el genocidio, las guerras…) pues hay que evitar que asistan a esas clases o debe obligarse a los profesores a cambiar la bibliografía y el énfasis temático por asuntos más agradables que suenen bien a los oídos de los traumatizados niños-adultos y solo de esa forma, a punta de control y represión, las aulas de clase pueden ser espacios seguros, lo cual significa el regreso a la universidad medieval.

Una de las consecuencias de la búsqueda insaciable de espacios seguros es la ruptura del tejido universitario y de la comunidad educativa, y es el paso, ese sí seguro e inexorable, hacia la segregación y al apartheid universitarios. Al paso que vamos, pronto se propondrá que las mujeres estén separadas de los hombres y estos de los trans, porque la sola relación entre todos ellos es fuente de inseguridad, con lo que retornaremos a formas conservadoras de educación que se pretendían superadas en las universidades contemporáneas, y que implican el retorno de la “normal de señoritas” (en donde solo haya mujeres estudiantes y profesoras) y de niños-adultos de sexo masculino, cada una por su lado.

Y otro elemento que se desprende de la noción de espacios seguros, que reivindican muchos profesores y estudiantes, es el de la educación virtual, en el que ya no exista presencialidad y se rompa cualquier nexo directo entre profesores y estudiantes. De esa manera, se fortalece la tendencia neoliberal de privatización y de cierre de campus y su sustitución por computadores, terminales e internet, tendencia que se acentuó durante la reciente pandemia de la Covid-19. Obsérvese como una reivindicación típicamente woke, la de “espacios seguros”, termina mostrando el filo neoliberal y neoconservador del falso progresismo y como tiene una veta procapitalista que conduce a la clausura de los campus, por la vía de formar guetos o implantar la virtualización plena de los espacios educativos, lo cual además es un negocio jugoso para las multinacionales que se lucran de vender cachivaches tecnológicos que son presentados como la garantía de una irreversible “revolución educativa”.

En fin, en nombre de “espacios seguros” se abre la puerta para vetar opiniones, libros, temas de conversación, romper la catedra presencial y reivindicar lo virtual, para evitar el incomodo contacto entre profesores y estudiantes, en lugar de afrontar los problemas de manera directa y discutir con rigor y seriedad, sin eludirlos y aplazarlos, para que mañana sean más explosivos que hoy. En forma perversa, “El espacio mismo puede convertirse en un foco de competición en el que los grupos llegan a sentir que su seguridad depende de excluir a la gente que no es como ellos”[23].

Censura y restricción de la libertades de catedra y de expresión.

En la universidad infantilizada existen palabras que pueden ofender a los niños-adultos y que, por lo tanto, deben ser prohibidas y restringidas, porque no puede ser que se permita que se mantengan las fuentes fundamentales de las microagresiones y de los traumas emocionales de los estudiantes. Es la restricción pura y simple de la libertad de catedra y de pensamiento, una de las conquistas irrenunciables de la universidad como espacio democrático que alguna vez fuera.

En esa dirección, gran parte de la energía de los alumnos ‒aupados por muchos profesores y directivos‒ se destina no a estudiar, dudar, cuestionar, preguntar, sino a delatar, censurar y perseguir a aquellos profesores cuyas voces son terriblemente incomodas porque, se rumora, que sus dichos y acciones generan efectos traumáticos entre los niños-adultos. Eso se palpa en campus universitarios de diversos lugares del mundo occidental, en los cuales se censura, prohíbe y, en el mejor de los casos, los profesores se autocensuran para inscribirse en lo políticamente correcto.

Algunos ejemplos son ilustrativos al respecto. En la academia de Alemania, cuando una obra se promocionó con la frase “Este libro te abrirá los ojos”, la autora fuera matoneada y se le obligara a retirar el anuncio y a ofrecer excusas porque esas palabras “podían causar sufrimiento a los ciegos”[24]. Así las cosas, pronto serán cancelados libros clásicos como los de José Saramago o Ernesto Sábato en donde se habla de los ciegos y la ceguera.

La Asociación Humanista Americana, que premió al científico Richard Dawkins en 1996 con el galardón el Humanista del año, se lo quitó en 2021, basándose en un tuit que escribió en 2015 en el que comentaba «¿Es la mujer trans una mujer? Es puramente semántico. Si se define por los cromosomas, no. Si es por la autoidentificación, sí. La llamo ‘ella’ por cortesía». Fue acusado de «degradar a los grupos marginados» utilizando «el disfraz del discurso científico». Lo significativo es que 25 años antes le habían otorgado el premio por la facilidad del autor en comunicar “conocimientos científicos al público”[25]. Como puede verse, la cancelación no tiene límites temporales y trabaja con la pedestre lógica de que, sí te desvías de lo políticamente correcto, te cancelan sin remedio, y más en un mundo en el que se encuentran académicos correctísimos, como los de la Asociación Humanista de Estados Unidos.

Y la cancelación supone entrar a prohibir cierto lenguaje, como se hace en universidades de los Estados Unidos, donde no puede decirse “lavado de cerebro” porque eso supuestamente afecta a los estudiantes que sufren de epilepsia o en lugar de hablar de las sociedades de la Edad de Piedra ahora debe decirse “sociedades complejas y diversas”[26]. Se ha llegado al extremo cómico que en algunas facultades de Derecho se está pidiendo a sus profesores que no hablen de “violación de la ley”, porque esa palabra afecta en forma negativa las emociones de los estudiantes y los hace imaginar en forma inmediata la violación sexual.

En los Estados Unidos, La Universidad Estatal Evergreen, decretó el “día de la ausencia”, que consiste en que durante 24 horas al año la población afrodescendiente no asiste al campus, para mostrar su importancia. Después se decretó el día de la ausencia para blancos, con la misma lógica de que estos no estuvieran presentes en el campus. Al respecto, un profesor afirmó en un correo electrónico:

“Hay una gran diferencia entre que un grupo o coalición decida de forma voluntaria ausentarse de un espacio compartido con el fin de destacar su minusvalorado papel social […] y que un grupo invite a otro a marcharse. Lo primero representa una contundente llamada a la atención que, claro está, debilita la lógica de la opresión. Lo segundo es una demostración de fuerza y un acto de opresión en y por sí mismo. El derecho a expresarse -o a ser- nunca puede depender del color de la piel”[27].

Ese profesor, un respetado académico de biología, fue expulsado de la universidad por emitir estas opiniones, que no tienen nada ni de racistas ni de sexistas. Y uno de los estudiantes, que se sintió ofendido ‒de los ofendiditos que tanto abundan hoy en las universidades del mundo‒ dijo: “Deja de decirle a la gente de color que son unos putos inútiles. Tu si eres un inútil. Anda lárgate. Lárgate, pedazo de mierda”[28].

Estos son ejemplos del clima que predomina hoy en una universidad infantilizada, en la que no existe crítica, se ha impuesto la censura abierta y velada, los asuntos cotidianos se han convertido en problemas médicos o sicológicos porque todo es un trauma ‒hasta recomendar algún libro o lectura incómoda, que genere inquietud o zozobra en el lector se volvió algo traumático y una microagresión…

Lo peor de todo, es que lo políticamente correcto no afecta solamente a los estudiantes, sino a gran parte del profesorado y las directivas de las universidades, con lo cual se ha creado un ambiente inquisitorial, hipócrita, de doble moral, en donde ya no interesa lo que se dice o se piensa y se manifiesta en forma libre, sino solo aquello que conviene para que nadie se sienta víctima. De esta forma, “La universidad, con sus alumnos infantilizados y sus cínicos profesores apoltronados en inofensivas transgresiones, deberá figurar en la lista de las condiciones de fondo que nos han traído hasta aquí”, es decir, hasta el predominio de lo woke, con todas sus estupideces y sandeces[29].  En este contexto,

“Defender la libertad de cátedra y la libertad de expresión es una causa importante por derecho propio. Pero hay otra cuestión fundamental en juego. La socialización de los jóvenes por parte de una narrativa medicalizada que de manera sesgada subraya su fragilidad y vulnerabilidad debe cuestionarse. Los estudiantes necesitan de universidades que los formen para una vida de libertad e independencia, no de espacios seguros que les conviertan en unos infantilizados lloricas que exigen protección”[30].

Cruzada inquisidora contra el pensamiento crítico

El asunto crucial de la infantilización de la universidad es que forma parte de una cruzada orquestada contra todo pensamiento crítico e independiente, porque los estudiantes, con la complicidad de grupos de profesores y el grueso de los directivos académicos y administrativos, atacan en forma acotada a quienes se nieguen a plegarse a la nueva ortodoxia woke y a sus rasgos de infantilización. Esto deriva en ataques, denuncias, censuras, expulsiones y juicios arbitrarios de quienes entran a ser considerados enemigos según la nueva inquisición de estudiantes infantilizados.

Todo pensador crítico, profesor independiente, investigador autónomo que requiere de libertad para expresarse libremente es visto como un obstáculo que impide la consolidación de las pautas de infantilización en la universidad. Se requiere que nadie piense, ni dude, ni cuestione y si alguien lo llegase a hacer debe ser callado, censurado y, sobre todo, cancelado. Esto ha llegado a extremos que en otros tiempos no hubieran sido tolerados, como los que se están estableciendo en universidades de los Estados Unidos, en las cuales se institucionalizan sistemas de denuncia tendientes a evaluar en los profesores las microagresiones. En la Universidad de Emery, Estados Unidos, un grupo de estudiantes ha dicho respecto:

“Exigimos que las evaluaciones del profesorado que todo estudiante debe completar por cada uno de sus profesores incluyan al menos dos preguntas abiertas como: “¿El profesor ha cometido contra ti alguna microagresión por tu raza, etnicidad, género, orientación sexual, idioma, y/o cualquiera otra identidad?” y “¿Crees que el profesor encarna la visión de la Universidad de Emery en tanto que una comunidad atenta a los individuos de todas las identidades raciales, de género, de capacidad y de clase?”[31].

Otras universidades llaman a que se denuncien, además de manera anónima, todos los actos que consideren microagresiones y las universidades están formando “equipos de reacción a los prejuicios” que tramiten las quejas de los estudiantes. Al respecto, puede decirse que “Animar a los miembros de una comunidad académica a denunciarse el uno al otro representa un nuevo nivel en la burocratización de la vida del campus. Al informarte, una vez considerado como la personificación de la corrupción moral, ahora se le admira por contribuir a la cruzada contra la microagresión”[32].

Este control seudo moralista destruye el tejido universitario y promueve los comités que intervienen en el desarrollo de las actividades en el aula y en la investigación, para impedir que aquellos que transgredan las normas de infantilización establecidas sean censurados e incluso expulsados, simplemente por expresar sus ideas libremente, impartir cátedras disonantes con lo woke y sugerir lecturas de autores cancelados. Y todo ello se hace a partir de la concepción neoliberal más economicista (la soberanía del consumidor, en el que el consumidor es el que manda) de que los estudiantes tienen todo el derecho para enfrentar todo lo que consideren microagresiones porque son consumidores indignados con las prácticas académicas que se les venden. Si no les gustan porque los temas no les atraen, les parecen incomodos o los traumatizan… pues procedan como cualquier consumidor soberano y exijan el cambio de aquel que les ofrece o les vende un producto académico, al que antes se llamaba profesor.  Y para que el procedimiento sea más efectivo y expedito están los comités que dictaminan, en consonancia con el sentir de sus consumidores indignados y ofendidos, qué es bueno y qué es malo para sus infantilizados estudiantes.

Los efectos sobre la vida universitaria son perversos y destructivos, ya que se enrarece la libertad de cátedra y de pensamiento, y genera el silencio y la autocensura para no ofender a los niños-adultos que de ninguna manera pueden afrontar debates, discusiones, polémicas ‒que forma parte consustancial de la vida académica‒ ya que todo eso es visto como malas acciones, microagresiones que aumentan la vulnerabilidad de los estudiantes en los campus.

Ese es un resultado de lo políticamente correcto y de la infantilización que están destruyendo la universidad desde dentro, en un brutal proceso de autofagia, mientras los acuciantes problemas de nuestra sociedad reclaman una universidad pública, amplia, democrática que contribuya a solucionarlos. Mientras los profesores y estudiantes se ocupan de traumas ficticios, microagresiones, vulnerabilidades individuales y el narcisismo se convierte en el centro de atención de la vida académica América Latina y el mundo se deshacen a pedazos, como si esos asuntos cruciales que afronta la humanidad no tuviera que ver con las comunidades universitarias.

Esto confirma que, en las actuales circunstancias, la universidad está dejando de ser un lugar en el que se piensen y se elaboren proyectos alternativos y críticos, que repercutan en el beneficio de las sociedades y de las naciones, para convertirse en un nicho de mercado capitalista, en el cual el neoliberalismo woke está destruyendo los últimos resquicios de democracia que existían. De esa manera, se impone la dictadura de lo políticamente correcto, el último peldaño en el proceso de destrucción de la universidad, con el agravante que ahora opera desde dentro y desde abajo, agenciado por gran parre de estudiantes, profesores y directivos.

Pese a eso, en muchas universidades siguen existiendo voces críticas de estudiantes y profesores que no se pliegan a los nuevos dictados del neoliberalismo educativo y mantienen, en medio del aislamiento y la marginación, otra forma de concebir la universidad. Allí se encuentra la esperanza para reconstruir una universidad al servicio de la población, donde quepan muchos mundos y saberes y que rompa con la destructora hegemonía de lo políticamente correcto.

Renán Vega Cantor: Investigador independiente

Publicado en Revista Izquierda (Bogotá), No. 123, agosto de 2025.

Una versión abreviada fue publicada en Argentina, por Huellas del Sur, en el Dossier titulado La universidad pública en la encrucijada.

NOTAS:

[1]. Entre algunas de las críticas hechas desde una defensa abierta o algo matizada del capitalismo y de sus pretendidas libertades se encuentran: Axel Kaiser, La neoinquisición. Persecución, censura y decadencia cultural en el siglo XXI, Ariel, Bogotá, 2020; Douglar Murray, La masa enfurecida. Cómo las políticas de identidad llevaron al mundo a la locura, Península, Barcelona, 2022; Alessia Putin Ghidini, Cancelación. Manual contra la dictadura de la ideología, el pensamiento binario y el odio político, Almuzara, Córdoba [España], 2024. Entre algunas críticas a lo políticamente correcto y a lo woke desde la izquierda están: Frank Furedi, Qué le está pasando a la universidad. Un análisis sociológico de la infantilización, Narcea Ediciones, Madrid, 2018; Susan Neiman, Izquierda no es woke, Debate, Bogotá, 2024; José Errasti y Marino Pérez Álvarez, Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género, Deusto, Barcelona, 2022. En estas obras nos hemos apoyado para escribir este artículo.

[2]. Anselm Jappe, La sociedad autófaga, Capitalismo, desmesura y autodestrucción, Pepitas de Calabaza, La Rioja, 2020.

[3]. Nancy Frazer, Capitalismo caníbal. Qué hacer con este sistema que devora la democracia y el planeta y hasta pone en peligro su propia existencia, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2023.

[4]. Héctor Díaz Polanco, Etnofagia y multiculturalismo, Disponible en: https://antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=1020, octubre 17 de 2006. (Énfasis nuestro).

[5]Ibid.

[6]. J. Errasti y M. Pérez Álvarez, op. cit., p. 94.

[7]. A. Putin Ghidini, op. cit., p. 231.

[8]. A. Kaizer, op. cit., pp. 65 y ss.

[9]. Daniel Giglioni, Crítica de la víctima, Herder, Barcelona, 2020, p. 94.

[10]Ibíd. p. 109.

[11]. F. Furedi, op. cit., p. 14.

[12]. A. Kaiser, op. cit,  p. 109.

[13].  Ibíd, p. 138.

[14]Ibíd, pp. 112-113.

[15]. J. Errasti y M. Pérez Álvarez, op. cit., p. 248.

[16]. Citado en J. Errasti y M. Pérez Álvarez, op. cit., pp. 248-249.

[17].  J. Errasti y M. Pérez Álvarez, op. cit. p. 250.

[18]Ibid. p. 253.

[19]. Elena Poniatowska, “Gabino Palomares: Las canciones no hacen la revolución, pero las revoluciones se hacen cantando”, La Jornada, septiembre 10 de 2017. Disponible en https://www.jornada.com.mx/2017/09/10/opinion/a04a1cul

[20].  Citado en F. Furedi, op. cit., pp. 43 y 29.

[21]. Citado en A. Kaiser, op. cit., p. 42.

[22].  F. Furedi, op. cit, p. 15.

[23]Ibid., p. 104.

[24]. Citado en Susan Neiman, Izquierda no es Woke, Debate, Bogotá, p. 18.

[25]. Información disponible en: https://www.airedesantafe.com.ar/mundo/le-retiraron-un-premio-al-biologo-evolutivo-richard-dawkins-sus-comentarios-personas-trans-n198423

[26]. F. Furedi, op. cit. p. 116.

[27]. Citado en D. Murray, op. cit., pp. 176-177.

[28]Ibid., p. 177.

[29].  J. Errasti y M. Pérez Álvarez, op. cit., pp. 284-285.

[30]Ibid., p. 29.

[31]. F. Furedi, op. cit. p. p. 136.

[32]Ibid., p. 137.

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El triple femicidio: Marchas masivas contra la complicidad del gobierno (a)narcocapitalista de Milei

Por Emilia Trabucco

El país atraviesa días de conmoción. El triple femicidio de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez no solo desnudó la brutalidad del narcotráfico en los barrios populares, sino que también catalizó un debate urgente sobre cómo los discursos mediáticos, políticos y digitales recrudecen la violencia contra las mujeres.

A la par, el espacio de Javier Milei enfrenta el escándalo ligado al primer candidato a diputado nacional por La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert, con nuevas pruebas que demuestran el financiamiento para su campaña de Federico “Fred” Machado, un narco con pedido de extradición desde los Estados Unidos, que goza de impunidad en su country de Río Negro, protegido por la Corte Suprema de Justicia. Además, Machado comparte abogado con Javier Milei —el penalista Francisco Oneto— quien estaría actuando en las maniobras legales para frenar su extradición y mantenerlo bajo control judicial nacional

En el Congreso, el pedido de apartamiento de José Luis Espert ganó volumen tras las denuncias: la oposición reclama su remoción inmediata de la presidencia de Presupuesto y Hacienda. A ese entramado se suma la candidata de LLA en Río Negro, Lorena Villaverde, a quien el diputado Martín Soria exhibió en el recinto con una causa por tenencia de cocaína en Florida (2002) y con antecedentes locales por estafas y lavado; y su pareja, Claudio Cicarelli, vinculado societaria o familiarmente a Machado y a su logística política. Un cuadro de compatibilidades operativas entre un legislador clave en el debate del Presupuesto, una candidata oficialista y un circuito narco–financiero hoy bajo pesquisa judicial.

Este entramado es apenas una muestra de las relaciones de impunidad que sostienen al gobierno (a)narcocapitalista de Milei. No se trata sólo de Espert y de su vínculo con Villaverde y Cicarelli. La impunidad alcanza también al ministro de Salud, Mario Lugones, de quien casi no se habla pese a cargar con la responsabilidad política de casi un centenar de muertes por fentanilo contaminado y de más de sesenta pacientes oncológicos que quedaron sin medicación en medio del colapso sanitario.

Junto a su hijo Rodrigo Lugines y con conexión directa a Santiago Caputo, los Lugones son los hombres en el Estado que operan el lobby con farmacéuticas, financieras y tecnológicas, buscando la supuesta “libertad” de mercado que, en los hechos, es la cobertura para negocios ilegales y circuitos opacos de acumulación. Todo esto ocurre en el mismo esquema de poder donde las grandes agroexportadoras continúan enriquecidas, asegurándose el control de los puertos por donde salen no sólo las riquezas nacionales sino también los cargamentos del narcotráfico hacia Europa.

Al mismo tiempo, los medios hegemónicos y las redes sociales digitadas por los cómplices del gobierno y los verdaderos dueños del negocio narco cumplieron su función: desviar la atención. En lugar de investigar a las tramas empresariales y políticas que sostienen el circuito de la droga, se dedicaron a construir la escena de unos jóvenes de nacionalidad peruana como “los capos” detrás del triple femicidio. La operación es clara: trasladar la culpa hacia los sectores populares y migrantes, estigmatizarlos y criminalizarlos, mientras se oculta que son precisamente esos sectores quienes sobreviven en territorios donde el narco organiza la vida cotidiana en el marco de la miseria y la exclusión que los mismos poderes concentran y reproducen.

Más grave aún fue el dedo señalador de los discursos mediáticos sobre las víctimas. El hallazgo de los cuerpos de las tres jóvenes no se narró desde la indignación ante el femicidio, sino desde un relato moralizante que escarbó en sus formas de vida, sus trabajos y sus vínculos personales. Así, en lugar de denunciar a los responsables, los medios instalaron la sospecha sobre las propias mujeres asesinadas, reproduciendo un mensaje de disciplinamiento que legitima la violencia. Frente a esta operación, las organizaciones feministas volvieron a marcar el límite en las calles: “No hay buenas o malas víctimas, hay femicidios”.

Las marchas de este sábado, que unieron a miles de personas en la Ciudad de Buenos Aires y en distintos puntos del país, dieron una respuesta política contundente de memoria, organización y denuncia. Las familias de Brenda, Lara y Morena encabezaron la gran movilización en la capital, que fue reprimida por las fuerzas de seguridad, cuyos efectivos descargaron su violencia contra la madre y el hermano de una de las víctimas, mostrando una vez más la crueldad de un gobierno fascista, autoritario y misógino.

Los feminismos responden con más política y más organización. Periodistas y colectivos remarcan que nombrar a las víctimas, visibilizar la violencia y señalar la responsabilidad de quienes habilitan discursos de odio es clave para frenar la impunidad, mientras algunos sectores del progresismo quedan encerrados en repudiar la supuesta capacidad de “cancelación” de los feminismos a varones que banalizan la violencia y la cultura de la violación.

Lo que está en juego excede a Espert. Se trata de una forma de hacer política sostenida en recursos de origen opaco, en vínculos con empresarios asociados a maniobras ilícitas y en la banalización de la violencia de género como un problema secundario frente a los intereses del capital concentrado. No es casual que Javier Milei haya declarado en campaña que “si tuviera que elegir entre el Estado y la mafia elegiría la mafia”. Más que una provocación, la frase condensa un programa: el reemplazo de la legalidad democrática por una lógica que legitima el poder mafioso como principio de orden.

El triple femicidio de Brenda, Morena y Lara desnudó también las deudas históricas de la democracia. Expuso las condiciones de los territorios a los que no llegaron las políticas públicas, tampoco durante gobiernos populares, y la exclusión de millones de personas, en su mayoría jóvenes, a quienes la política no les ofrece condiciones para pensar otro futuro posible para ellos y sus familias. Jóvenes que son víctimas de la desigualdad estructural y de un sistema democrático que se fue degradando, quedando impotente frente a las demandas de amplios sectores que nunca fueron reconocidos como sujetos de derecho.

Las mujeres y diversidades sufren, además, las consecuencias de desigualdades estructurales que no han sido parte de las agendas urgentes de las organizaciones políticas tradicionales. La búsqueda de justicia por ellas debe transformarse, de una vez por todas, en la decisión política del campo popular de abrazar la dignidad de las grandes mayorías, frente a un gobierno que avanza en el exterminio de toda expresión política y social que se le oponga. En esa disputa, los feminismos populares han sido señalados como su principal enemigo, precisamente por su capacidad de denunciar y de tejer alianzas para reconstruir los lazos sociales que la mafia que gobierna la Argentina vino a destruir.

Argentina | El triple femicidio: marchas masivas contra la complicidad del gobierno (a)narcocapitalista de Milei – Por Emilia Trabucco

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Venezuela – Diplomado: ¿Cómo leer a los Medios de Comunicación? Una Experiencia de Formación en Educación Crítica de medios para el Poder Popular en el Estado Monagas

Diplomado: ¿Cómo leer a los Medios de Comunicación? Una Experiencia de  Formación en Educación Crítica de medios para el Poder Popular en el Estado Monagas

Judith Lisette González Rivero. UBV, Centro de Estudios de la Comunicación y las Tecnologías Libres (Cecsotil), Maturín, Monagas. judithgonzalezubv@gmail.com

 

RESUMEN

 

La educación crítica para los medios  se plantea como una responsabilidad y un reto desde los espacios de la educación y la ciencia,  pues se pierde de vista la  alienación cultural hacia nuestros pueblos, a través de diferentes estructuras discursivas (mediante los llamados medios tradicionales, sumando ahora la plataforma  digital) que buscan enajenar la mente de la ciudadanía, para el mantenimiento de un sistema imperante que está devastando el planeta.  Frente a este asedio  mediático, se imponen estrategias de resistencia, y de toma de conciencia del rol de los medios en el escenario socio-político y cultural. Desde las estructuras del poder popular, debe convertirse en tarea permanente  estos procesos de formación en el marco de rebatir los mecanismos de neocoloniaje para el control social. Resulta  imprescindible el fortalecimiento de la investigación y formación sobre la comunicación como herramienta de cambio y construcción social, respondiendo a los lineamientos sobre la comunicación e información de la legislación venezolana y en plena vinculación con los objetivos de desarrollo nacional. En el presente trabajo se ofrecerá un resumen de un proyecto de investigación, que se encuentra en fase final de ejecución y que tiene como propósito: Facilitar un programa de formación en educación  de medios que aporte herramientas para la decodificación y recepción crítica de estos contenidos,  desde un enfoque descolonizador, dirigido a los voceros del poder popular, para  el ejercicio del rol de actores de cambio ante la colectividad,  a  la luz de un nuevo orden comunicacional,  en pro de otro mundo posible. El mismo, se ha implementado a partir de un diplomado de  120 horas teórico-prácticas. Entre algunos resultados arrojados, se encuentran la  formación de  10 facilitadores del programa de formación. Así como, la captación de aproximadamente 50 líderes comunitarios y formación de un primer grupo de 30 de estos voceros, en el área de la educación crítica de medios. La importancia del proyecto viene dada en tanto  que  se formulan estrategias de formación sobre recepción crítica de medios, tomando en cuenta  que, aun cuando se direcciona desde la Ley del Plan de la Patria y otros instrumentos legales,  no se conoce de una propuesta pedagógica con estas características dirigida al poder popular.

Palabras clave: Educación crítica de medios, programa de formación, decodificación, descolonización, poder popular.

*Docente asociada, adscrita al Centro de Estudios de la Comunicación y las Tecnologías libres y al PFG En Comunicación Social de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV Monagas. Licenciada en Comunicación Social (egresada de la Universidad del Zulia), Máster en Educación (IPLAC), Doctora en Ciencias para el Desarrollo Estratégico (UBV).

 

INTRODUCCIÓN

 Se pierde de vista la  alienación cultural hacia nuestros pueblos, a través de diferentes estructuras discursivas (mediante los llamados medios tradicionales, sumando ahora la plataforma  digital) que buscan enajenar la mente de la ciudadanía, para el mantenimiento de un sistema imperante que está devastando el planeta. En este contexto, el proyecto de transformación social venezolano se muestra como una de las víctimas más fehacientes de las operaciones dirigidas desde los aparatos de control del orden imperante. Venezuela se ha convertido en un laboratorio de guerra no convencional. Todo lo que se vincule con la revolución bolivariana ha sido cercenado desde la gran mayoría de los medios comerciales a nivel planetario. Por lo tanto, estimamos que es imprescindible el fortalecimiento de la investigación y formación sobre la comunicación como proceso humano y herramienta de cambio y construcción social, desde un enfoque descolonizador, respondiendo a los lineamientos sobre la comunicación e información de la legislación venezolana y en plena vinculación con los objetivos de desarrollo nacional de nuestra patria.

Partimos de la premisa Gramsciana de que los medios de comunicación hegemónicos (que incluye ahora los nuevos formatos  tecnológicos)   se mantienen como una de las principales instituciones para conservar la superioridad de la  clase dominante y del sistema capitalista. Con el agravante que alerta Ramonet (2022), como  lo es que con la quinta revolución de las comunicaciones (la Internet) donde las redes sociales han pasado a ser el medio dominante,  hay una crisis de la verdad y la información, donde al mismo tiempo la desinformación se ha vuelto difícil de identificar. Pasquali  (2005),  por  su  parte,  llama  la  atención  con  respecto  a  que  los usuarios de esta parte del planeta viven un entorno con pocas alternativas de peso, lo cual -estima- debe compensarse con astucias pedagógicas que reemplacen la inocencia del usuario por una sólida formación crítica, “no debe  olvidarse,  además,  que  se  trata  de  uno  de  los  usuarios  más manipulados de la tierra” (p.151)

En consonancia  con  los  grandes teóricos de la guerra, como  explica  González (2024), queda claro que los estrategas modernos utilizan la información para bombardear permanentemente las conciencias con noticias falsas y otros contenidos, a fin de atacar lo que consideran proyectos enemigos, y facilitar la posterior conquista material. En  este sentido, los ciudadanos deben convertirse en usuarios  alertas y realizar esfuerzos mentales que sirvan de escudo ante tal avalancha mediática.

Esta investigación presentada atiende  a una de las áreas estratégicas  para la Constitución Nacional y el desarrollo de la nación como lo es la soberanía comunicacional, centrada en una comunicación que libere y promueva el desarrollo sostenible de la nación, a favor de la paz y desde una visión multipolar. Y que conmina a rebatir los mecanismos de neocoloniaje. Desde los instrumentos de desarrollo de nuestro país, la comunicación es, junto a la ciencia, la educación y la cultura, la clave para adelantar las transformaciones en función a la patria que queremos para las futuras generaciones, orientadas constitucionalmente a la conquista de una sociedad más libre, justa, igualitaria y democrática.    

En tal sentido, nos hemos trazado como Objetivo general :

Facilitar un programa de formación en educación crítica de medios de comunicación que aporte herramientas para la decodificación y recepción crítica de estos contenidos,  desde un enfoque descolonizador, dirigido al poder popular, en el municipio Maturín, estado Monagas.

Y como Objetivos específicos, se plantean los siguientes:

1.-Diseñar un programa de formación en educación crítica de medios.

2.-Capacitar a los docentes del área de la comunicación social que fungirán como facilitadores en las comunidades.

3.-Impartir el programa de formación en educación crítica de medios a voceros del poder popular. Así como a estudiantes de comunicación social de la UBV, a través de unidades curriculares a fines con la educación crítica de medios.

4.-Evaluar continuamente el desarrollo del proyecto.

4.-Divulgar los resultados del proyecto en escenarios investigativos y comunitarios.

Se trata así de una investigación que se encuentra en fase final de ejecución (ver su esquema en el Anexo 1), y en este  trabajo se presenta un avance de los resultados de ese proyecto que llevó por titulo Diseño y aplicación de un programa de formación en educación crítica de medios de comunicación para el poder popular en el municipio Maturín, estado Monagas, el cual  forma parte de los 210 proyectos de mujeres científicas de diversas entidades del país, que fueron aprobados por el presidente de la República, Nicolás Maduro, durante el Encuentro nacional de “Mujeres en las Ciencias y las Tecnologías”,  tras convocatoria nacional realizada a través del Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología (Mincyt), en mayo de 2024, enmarcado en la gran Misión Ciencias, Tecnología e Innovación Dr. Humberto Fernández Morán.

El equipo de estudio estuvo conformado por  docentes- investigadores de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).  Judith González Rivero, del Centro de Estudios de la Comunicación y las Tecnologías Libres (Cecsotil), fungió como coordinadora del proyecto, investigadora principal y parte del cuerpo docente; como facilitadores y apoyo técnico, participaron profesores y estudiantes de la UBV.

La importancia de este proyecto viene dada en tanto  que  se presentan estrategias de formación sobre recepción crítica de medios, tomando en cuenta  que, aun cuando se direcciona desde la Ley del Plan de la patria y otros instrumentos legales,  no se conoce de una propuesta pedagógica con estas características dirigida al poder popular.     Se concibe como un aporte al campo pedagógico, para el debate de ideas, en el marco de rebatir los mecanismos de neocoloniaje para el control social, y en la necesidad de  un nuevo orden comunicacional, a tono con las líneas de desarrollo nacional,  como motor de cambio social, que apalanque otro mundo mejor. El proyecto se enmarca en el vértice # 4 de la gran Misión Ciencia, Innovación y Tecnología, denominado Venezuela hacia la Transformación digital, que contemple el uso delos dispositivos comunicacionales en el contexto de la Independencia, Científico Tecnológica Comunicación y Soberanía.

Como base para el presente aporte, fue usado de forma transversal el informe Un solo mundo, voces múltiples mejor conocido como  Informe MacBride (1981: p.299) impulsado desde la Unesco, que marcó las lineas para un nuevo orden mundial de la comunicación,  archivado hace 4 décadas por presiones imperiales, y uniéndonos a distintas voces contrahegemónicas, que postulan su relanzamiento en  el actual contexto, lo estimamos de gran pertinencia.

El fomento y la formación del espíritu crítico constituyen un aspecto primordial de la democratización de la comunicación, tal como se invocaba en dicho Informe,  (1981: p.299), pues permiten a un usuario crítico, tener conciencia de la realidad, decidir e intervenir sobre el proceso comunicacional.

Este célebre documento (1981: p.299), -que marcó las lineas para un nuevo orden mundial de la comunicación, archivado hace 4 décadas por presiones imperiales –  convocaba al espíritu crítico y de discernimiento, como   una responsabilidad esencial que deben asumir conjuntamente los educadores y los responsables de la comunicación.

La crítica puede expresarse mediante unos grupos de presión organizados o mediante el repudio espontáneo del “menú” que ofrecen los medios de comunicación de masas, invoca el texto.

Es preciso -señala el documento- que el individuo sea capaz de distinguir entre lo verdadero y lo falso, separar la opinión y los hechos, tener en cuenta la subjetividad del informador, y distinguir entre lo que es efímero, insignificante, y lo que es duradero, sólido y serio.

Con esta condición también, los lectores, oyentes y espectadores podrán sentir con respecto a los mensajes que les lleguen, una duda constructiva sobre los contenidos y poder clasificar los de mayor provecho, indica el Informe.

En este documento (1981: p.57), se señala como innegable el impacto educativo de los medios de información y comunicación, en general, incluso cuando el contenido del mensaje no es de carácter netamente educativo. En vista de  la acción educativa y socializadora (o por el contrario antieducativa o antisocial) que puede ejercer los dispositivos de información, la comunicación debe ser tratada como un bien social y responder a las necesidades de desarrollo de la sociedad, exhortaba el texto, cuyos contenidos mantienen extraordinaria vigencia.

Se hace hincapié, en este mismo sentido, en que dada la importancia creciente de la comunicación en la sociedad, debe formularse una responsabilidad nueva para el sistema de educación, a saber, la de enseñar el modo adecuado de usar la comunicación, “que sirva para denunciar a la vez los peligros de un seudo saber audiovisual y la ilusión del poder informático”.

Al tiempo, que expresa:

Se demanda una educación más crítica, que pueda liberar al individuo de la fascinación, hacerlo más cauto y más exigente y capaz de  elegir más selectivamente entre los diferentes productos de la comunicación. Es ya evidente que la evolución hacia una mayor calidad  de los contenidos mediáticos, depende en gran parte de este tipo de educación (p.62).

La comisión MacBride estimaba que en la medida en que se avanzara en esta estrategia que comprende involucrar a instituciones educativas, formales y no formales,  se estaría abonando a la participación de la ciudadanía en el proceso de la comunicación y con ello al “corazón mismo de esa gran utopía , en la cual cada uno podría llegar a ser, simultáneamente productor y receptor de información” (p.62).

Este informe sentó la bases para que  en 1982 se produjera la Declaración de Grunwald, Alemania, en la que, por primera vez, en el marco de un Simposio internacional, la Unesco se pronunció de forma inequívoca sobre la necesidad de la inserción de la educación en medios en el sistema escolar.

Seguidamente, la Unesco estableció parámetros en  Toulouse, Francia (1990); Viena, Austria (1999); y Sevilla, España (2002), demarcándose que la educación en medios trata sobre la enseñanza y el aprendizaje «Con» y «sobre» los medios, más que «a través» de los medios. (Sevilla, 2002).

Desde estos documentos, se conmina a  que la educación en medios debe: Garantizar que las personas identifiquen el origen de las fuentes de los textos, sus intereses políticos, sociales y comerciales y/o culturales, así como sus contextos; analicen y reaccionen de forma crítica y creen sus propios medios de comunicación; interpreten los mensajes y los valores ofrecidos por los medios; obtengan y soliciten el acceso a los medios de comunicación tanto para la recepción como para la producción: y, por último, escojan los medios de comunicación apropiados para que los jóvenes puedan comunicar sus propios mensajes o historias y llegar a sus propias audiencias (Viena, 1999).

Asimismo, la educación en medios concierne a todos los medios de comunicación y comprende los textos y los gráficos, el sonido, fotogramas e imágenes animadas transmitidas por cualquier tipo de tecnología (Viena, 1999).

Se plantea que el alcance sea desde educación inicial hasta universitaria y de adultos e implica tanto el análisis crítico como la producción creativa (Sevilla, 2002).

A partir de estos lineamientos de la Unesco, se entiende que los espectadores de los medios son también productores del significado. La meta educativa ahora es empoderar al espectador para procesar los mensajes de los medios de comunicación y para producir los significados que personal y socialmente sean relevantes (Declaración de Toulouse, 1990).

Desde la Declaración de Grunwald, la educación en medios ha estado presente en muchos programas y actividades internacionales en Europa, América del Norte y Latinoamérica, gran parte con una larga y exitosa trayectoria. Sin embargo, son pocas las respuestas globales y sistémicas que se han dado al respecto.

En el caso venezolano, en el plano jurídico,  hay nuevas normativas legales que orientan hacia el tema de la recepción crítica del mensaje, como la Ley Orgánica de Educación (2009). Este instrumento, en su artículo 6, sobre las competencias del Estado docente, señala que el Estado promueve, integra y facilita la participación social, de las familias, la escuela, las organizaciones sociales y comunitarias en la defensa de los derechos y en el cumplimiento de los deberes comunicacionales para la educación integral de los ciudadanos y las ciudadanas, en la interpretación crítica y responsable de los mensajes de los medios de comunicación social públicos y privados, universalizando y democratizando su acceso.

Por su parte, en el Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación para el período 2019-2025, el tema de la comunicación es direccionado con contundencia y de forma transversal en diversas metas de este documento legal. Destacan en esta legislación categorías como descolonización del pensamiento, emancipación cultural, pensamiento crítico, identidad, pensamiento bolivariano y nuestro americano, anclados al tema de la comunicación y la educación, puntualizándose diversas líneas específicas sobre esta materia.

En este sentido, entre los objetivos estratégicos relacionados con la consolidación de la independencia nacional, están los siguientes:  1.1.5.3. Fortalecer el uso responsable y crítico de los medios de comunicación públicos, privados y comunitarios  como  instrumentos  de  formación  de  valores  bolivarianos.1.1.5.3.2. Impulsar el pensamiento crítico y constructivo de la sociedad a través de los medios de comunicación, así como reforzar la formación ética y profesional en estos.

1.1.5.4. Consolidar la regulación y contraloría social de los medios de comunicación como herramienta para el fortalecimiento del Poder Popular.

1.1.5.6. Fomentar la investigación y formación sobre la comunicación como proceso humano y herramienta de transformación y construcción social. 1.1.5.6.1. Fortalecer el Sistema de Formación Universitario tanto en sus componentes éticos como técnicos.1.1.5.7.2. Fortalecer y ampliar la red de intelectuales y formación de pensamiento crítico sobre el rol de los medios de comunicación en las guerras de cuarta generación.

1.5.2.3. Garantizar la educación crítica sobre los medios de comunicación para toda la población y, en especial, para niñas, niños y jóvenes, mediante el esfuerzo articulado entre los órganos rectores de comunicación, cultura y educación, con amplia participación del Poder Popular.

1.5.2.4. Incorporar a las organizaciones del Poder Popular, centros educativos, cultoras  y cultores, comunicadoras y comunicadores a la producción y difusión de contenidos, que permitan la reflexión crítica sobre los mecanismos de colonización y las alternativas  de descolonización de pensamiento y las prácticas sociales, a través de medios de comunicación masivos, redes sociales y actividades educativas y comunitarias.

Este instrumento también legisla para impulsar el equilibrio y la paz mundial y la preservación del planeta, a la luz de una nueva geopolítica mundial y un nuevo orden contrahegemónico, en sus objetivos 4 y 5. Donde se resalta entre las metas : la promoción de una Nueva política comunicacional, integracionista con identidad cutural y comunicacional Sur-Sur y nuestro americana, así como llevar a niveles básicos no vitales la conexión de Venezuela con la estructura de comunicación e información dominadas por las potencias neocoloniales para hacer frente a las  distorsiones generadas  por las históricas asimetrías Norte/Sur.

Son líneas de acción en el marco del desarrollo nacional, que se presentan como estrategias innovadoras y de avanzada en el marco de la educación  en medios, no obstante hace falta un accionar más decidido no solo desde el   Estado, en cuanto a que se diseñen políticas públicas, deleguen encomiendas o tareas puntuales y un marco legal específico que permita normar los procesos, sino asumir un mayor protagonismo desde las instituciones educativas, gremios, la ciudadanía organizada y el poder popular, para materializar estas metas.

PROCEDER METODOLÓGICO

Con base en  referentes filosóficos, pedagógicos, teóricos y legales analizados, así como en la praxis  de la investigadora, con años en el ejercicio de la comunicación y la docencia, y como  resultado de reflexiones e inquietudes intelectuales surgidas de la experiencia educativa de la docente con estudiantes  y  la permanente tarea de socialización de experiencias con otros trabajadores académicos, y con el entorno socio-comunitario de la universidad,  teniendo como importante soporte el Libro de la autora,  El Mensaje Oculto: Aportes para la recepción crítica de medios,  se diseñó el  compendio de   estrategias (con instrumentos o guías sugeridas), que fueron aplicadas en modalidad de Diplomado (ver estructura en Anexo 2), que lleva por nombre ¿CÓMO LEER A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN? PROGRAMA DE FORMACIÓN EN EDUCACIÓN CRÍTICA DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN PARA EL PODER POPULAR EN EL ESTADO MONAGAS.

Comprendiendo que una estrategia para el proceso de enseñanza- aprendizaje, no es solo el conjunto de métodos de enseñanza. Tal como lo definen  Ginoris y otros (2009: 64),  se conciben como secuencias integradas, más o menos extensas y complejas de acciones y procedimientos seleccionados y organizados, que atendiendo a todos los componentes del proceso (objetivos, contenido, métodos, medios, evaluación, los estudiantes, el profesor y las formas de organización del proceso) prosiguen alcanzar los fines propuestos.

La propuesta  ha sido agrupada en 05 módulos o sesiones, para 120 horas académicas en total,  con las adaptaciones que considere cada docente, y  que fueron puestas en práctica como un programa unificado y sistemático, pero que a su vez también pudieran transmitirse, por separado, o de forma transversal, los momentos que en manos de uno u otro facilitador sean útiles a las dinámicas que se propicien en diversas unidades curriculares o espacios.

Asimismo, fue concebida tomando en cuenta que en un período de convergencia tecnológica debe pensarse en una propuesta de formación que integre todos los medios. La fragmentación en una educación centrada sólo en la prensa, en la televisión o en el cine impide un análisis profundo, ya que casi nadie es usuario exclusivo de un único medio de comunicación.

En cada momento se sugieren objetivos, temas, actividades, formas de organización, bibliografía, asimismo, este aporte comprende  diversas guías o instrumentos, que fueron establecidas,  para el acompañamiento de algunas tareas.

Proceso  docente

Los módulos para este plan estratégico  tuvieron  una duración total de unas 120 horas o un tramo académico. Las formas de aprendizaje estuvieron constituidas por las ponencias docentes y las discusiones grupales presenciales, prácticas, interacción socio-comunitaria, etc.

Predominaron los métodos y procesos que facilitaron la socialización, el debate, el trabajo en equipo. Se utilizaron como medios de aprendizaje las herramientas digitales, así como materiales bibliográficos en soporte digital o impreso. Se asignaron lecturas y actividades prácticas  para propiciar el aprendizaje de los participantes, privilegiando la evaluación formativa de los estudiantes, desde un enfoque desarrollador.

Entre las estrategias evaluativas se sugirieron: tareas de investigación previa, socialización o participación, exposición, problematización, seguimiento y análisis de medios,  informes de investigación (o de análisis), actividades de campo (búsqueda de noticias, interacción socio-comunitaria), redacción de noticias, proyectos comunicacionales alternativos, etcétera.

Plan de inducción:

Como parte de la puesta en práctica de esta estrategia de enseñanza – aprendizaje, se contempló un proceso de inducción previa para los docentes que asumieron la propuesta para la formación del comunicador en la decodificación crítica del mensaje hegemónico, desde un enfoque descolonizador.  Para ello, se procedió a la conformación de un colectivo de profesores  con experiencia en medios que  fungieron de facilitadores y apoyo técnico, para el grupo de participantes que cursaron este componente.

Fase de evaluación:

A partir de la ejecución de este programa, se ha recomendado una cíclica fase de evaluación por parte de quienes apliquen la alternativa planteada. Lo cual implica una valoración y auto valoración del proceso y los resultados. No es algo rígido, es susceptible de ser modificada, precisada, adecuada, delimitada constantemente a partir de los propios cambios que se vayan operando en el objeto de transformación. Como en toda fase de evaluación, es imprescindible la valoración de los objetivos y del proceso para tomar decisiones (seguir, corregir, retroceder, reimpulsar).

IMPACTO SOCIAL

Como parte de la ejecución de este proyecto, se destaca en primera instancia el Diseño del programa del Diplomado, el cual  pudieran replicarse, en otros espacios socio-académicos, y en tal sentido, recomendarse como puntos de partida para esta enseñanza, adaptándolas a las particularidades de cada grupo.

Asimismo, resalta la formación de  10 facilitadores para el programa de formación en educación crítica de medios, quienes son docentes adscritos al Centro de Estudios de la Comunicación social y las Tecnologías Libres (Cecsotil) y Programa de Formación de Grado en Comunicación Social.

Por su parte, se logró la captación de un significativo número de participantes, cuya  cohorte  se formó durante tres meses, certificándose  en este primer grupo  30 voceros del poder poder popular (integrantes de Consejos comunales, Clap, UBCH, APC, trabajadores de medios, etc), así como a estudiantes del Programa de Formación de Grado en Comunicación Social, quienes obtuvieron sus certificados en el mes de junio, avalados por la Coordinación Nacional y regional de Cecsotil, y la Fundación de Ciencia y Tecnología (Fundacite) Monagas.

Los participantes fueron formados en la decodificación crítica de medios, permitiendo abonar en el campo de la democratización de la comunicación, la participación de la ciudadanía en el proceso de la comunicación, la descolonización del pensamiento, creación de contenidos, y el uso de los medios como herramienta para la educación y transformación social.

A su vez, estos resultados, se han venido socializando en plataformas comunicacionales (ver en Referencias Bibliográficas), así como en escenarios científicos-académicos y comunitarios, y en este sentido, fueron presentados como ponencia en la X Conferencia CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), celebrada del 9 al 12 de junio en Bogotá, Colombia. Y también han sido postulados para ser expuestos en el XII Congreso Científico de la Universidad de Oriente (UDO),   del 26 al 28 de noviembre, en el estado Anzoátegui. Y en la V conferencia CLACSO Venezuela, del 2 al 5 de diciembre de los corrientes.

Los aportes que acá se resumen han sido colocados a la disposición de instituciones universitarias, así como de entornos comunitarios, y pueden ser considerados por entes como el Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología (Mincyt), Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información (Minci), Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, y otras instancias, como aporte para la formación en educación crítica de medios de comunicación, a tono con la Constitución de la República, la Ley del Plan de la Patria y otras legislaciones.

Finalmente, como parte de las recomendaciones, a partir de la evaluación del proyecto, desde el centro de investigación Cecsotil, se adelantan los trámites administrativos, para que el diplomado sea aplicado, de forma regular, a través de los Programas de Formación Avanzada de la UBV, a los interesados en el área, en la entidad monaguense y a escala  nacional.

REFLEXIONES

La educación crítica con respecto a los mensajes mediáticos se torna fundamental en el proceso de formar a los nuevos republicanos para el ejercicio del rol de facilitadores ante la colectividad, en pro de otra comunicación y de un mundo diferente. 

Entendiendo, asimismo, que el fomento y la formación del espíritu crítico constituyen un aspecto primordial de la democratización de la comunicación, pues permiten a un usuario crítico decidir e intervenir sobre el proceso comunicacional y exigir sus derechos.

Consideramos que es desde la resistencia de la ciudadanía que se puede establecer una crítica al sistema mediático y su funcionamiento, comprendiendo sus conexiones con un sistema opresor, cargado de injusticias y desigualdades. Pues, desde este enfoque, debe comprenderse que el sistema comunicacional es uno de los tantos dispositivos utilizados para la dominación y domesticación de las multitudes culturales del mundo.

Entendiendo este contexto, se hace necesario promover el espíritu reflexivo y de discernimiento, y -rescatando el Informe MacBride , (1981: p.299) impulsado desde la Unesco, y que marcó las lineas para un nuevo orden mundial de la comunicación- es preciso que el usuario sea capaz de distinguir entre lo verdadero y lo falso, separar la opinión y los hechos, tener en cuenta la subjetividad, intenciones e intereses del informador, y distinguir entre lo que es efímero, insignificante, y lo que es duradero, sólido y serio.

Al mismo tiempo, la educación crítica de medios convoca al uso responsable de los contenidos. La lectura de éstos bajo la lupa de la duda freiriana que nos conlleve a constatar la veracidad y oportunidad de las informaciones, como receptores críticos, nos debe hacer cautelosos y respetuosos también como emisores, a la hora de producir, enviar, reaccionar, replicar o reenviar mensajes (bien sea de información o distracción), como parte de un ejercicio que debe estar permanentemente atravesado  por valores éticos.

La presente contribución estará disponible para diversos entornos, en la idea de que son insumos que pueden ser asumidos en su totalidad, o a la vez,  adaptados, repensados y/o redimensionados con fines formativos, para quienes asuman la comunicación como una tarea que atañe a toda la ciudadanía y debe emplearse como herramienta que apalanque un mundo mejor.

Concluimos con Galeano (1997) en que la embestida avasallante de esta incomunicación que nos deseduca no hace más que destacar la dimensión del desafío que estamos enfrentando, asumamos, por ende, con toda responsabilidad el rol histórico que como comunicadores y educadores nos corresponde.

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a nuestros compañeros de trabajo, investigadores y estudiantes del Cecsotil y PFG Comunicación Social,  por sus aportes a la presente investigación y permanentes enseñanzas. Así como expresamos especial reconocimiento a los voceros del poder popular que se sumaron como parte de la primera cohorte de este programa especial de formación en educación crítica de medios.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

-Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Gaceta Oficial Extraordinaria N° 36.860, 30 de diciembre de 1999.

-FREIRE, P. 1970 Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.

-GALEANO, E. 1997.  La comunicación desigual Política y Cultura, núm. 8, primavera, 1997, pp. 139-146. México. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco.

-GONZÁLEZ, J. 2022. Pertinencia de un Nuevo Orden Mundial de la Comunicación en el Siglo XXI. (Resultados de la Tesis Doctoral, aprobada con Mención Publicación). Caracas.  Editorial UBV Colección Trabajos de Ascenso Centro de Estudios de la Comunicación y Tecnologías Libres.

-GONZÁLEZ, J. 2024. El Mensaje Oculto. Aportes para la recepción crítica de medios. Publicado en https://otrasvoceseneducacion.org

-GRAMSCI, A. 1981. Cuadernos de la Cárcel III. México: Ediciones Era, Disponible en http://www.gramsci.org.ar

-GINORIS,  y otros (2009). Didáctica general, Material básico de Maestría en Educación del IPLAC. Caracas. Imprenta universitaria UBV.

-INFORME MACBRIDE. Reedit.1993. Un solo Mundo, Voces Múltiples. México:  Reeditado Impresos Gómez. publicado en :

http: //unesdoc.unesco.org/images/0004/000400/040066sb.pdf

PASQUALI, A. 2005. 18 Ensayos sobre comunicaciones. Caracas: Editorial Melvin.

-RAMONET, I. Las redes sociales imponen su relato. Articulo.  Febrero 2022. Cubadebate.cu

-RAMONET, I. «La verdad es cada vez más emocional y no real». Entrevista publicada por el portal web Cubarte. 31 de marzo de 2021. Cubarte.cult.cu

-RAMONET, I. Por qué prosperan las teorías del complot. La era de la conspiración. Artículo. Noviembre 2022. Lemondediplomatique.cl

-RAMONET, I. 2022. La era del conspiracionismo. Trump, el culto a la mentira y el asalto al capitolio. Caracas. Monte Ávila Editores.

-LEY DEL PLAN DE LA PATRIA. 2019-2025. Publicado en Gaceta Oficial de la República Bolivariana de             Venezuela. N°6.442 Extraordinario, 03 de abril.

-LEY ORGÁNICA DE EDUCACIÓN. 2009  Gaceta Oficial N° 5.929 15 , 15 de agosto.

-UNESCO. Declaraciones «Grunwald Declaration on Media Education» (Alemania, enero 1982); «New Directions in Media Education» (Francia, Toulouse, julio 1990); «Educating for the Media and de Digital Age» (Austria, Viena, abril 1999) y «YouthMedia Education» (España, Sevilla, septiembre 2002).Disponible en http://www.unesco.org

 

Páginas web con noticias donde se ha divulgado el desarrollo de la presente investigación

.

 

Presidente aprueba financiamiento para proyectos de investigadoras de UBV Monagas

https://elorientaldemonagas.com/presidente-maduro-aprueba-financiamiento-para-proyectos-de-investigadoras-de-ubv-monagas

 

Inicia Diplomado  en Educación crítica de medios

https://elperiodicodemonagas.com.ve/monagas/inicia-diplomado-de-formacion-en-educacion-critica-de-medios/

 

Participantes de diplomado comunitario reciben certificados

ttps://elperiodicodemonagas.com.ve/educacion/participantes-de-diplomado-comunitario-reciben-certificados

 

Investigadores de Cecsotil participan en X Conferencia de Clacso

https://laverdaddemonagas.com/2025/06/10/x-conferencia-de-clacso/

 

 

Anexos

Anexo n° 1

Esquema

A continuación se esboza un esquema que sintetiza  el proyecto y en segmento posterior         se presenta el compendio de estrategias, agrupadas en 5 módulos de formación.

Figura 1, fuente: Elaboración de la autora.

 

 

 

 

Anexo n° 2

ESTRUCTURA CURRICULAR DEL DIPLOMADO

 

MÓDULOS HORAS

ACADEMICAS

SESIONES
 I  EL MITO DE LA OBJETIVIDAD

-Doctrina de la Objetividad

-La información dirigida

-Uso perverso de la lengua

-La veracidad y la ética periodística

 

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II DECODIFICACIÓN DE MENSAJES

-Métodos y técnicas de investigación en comunicación social

-Seguimiento de prensa y/o noticiarios de radios comerciales o TV. Análisis de contenido

 

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III INTERPRETACIÓN DE LAS REDES

-Aproximación histórica a la Internet y las redes sociales.

-Guerra de 5ta Generación (guerra psicológica, cognitiva, cultural)

-Las redes sociales como parte de un sistema comunicacional hegemónico.

-Seguimiento de redes y análisis de contenido. Veracidad  y ética en el contenido de redes

 

20 4
IV ENTRETENIMIENTO Y MENTALIDAD SUMISA

-La  formación  de  la  mentalidad  sumisa

-El entretenimiento y los mensajes ocultos

 

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 V CREACIÓN DE CONTENIDOS PARA LA LIBERACIÓN

-El discurso alternativo

-Medios y espacios alternativos

-Proyectos comunicacionales para el poder popular

 

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Fuente de la Información: CII-OVE

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El colonialismo del planeta: los pueblos que mandan y los pueblos que esperan

El colonialismo no murió. Cambió de rostro. Hoy se viste de mercados, deuda y tecnología, mientras los pueblos esperan lo que nunca llega.

El colonialismo no fue un error del pasado ni un capítulo cerrado en la historia. Fue un proyecto global de saqueo y sometimiento. Arrasó culturas, desarmó economías y sembró fronteras de sangre. Se disfraza de modernidad, pero sigue vivo. Los barcos de vela ya no cruzan los océanos con cañones, ahora lo hacen los contenedores con contratos. Las cadenas ya no atan cuerpos, atan presupuestos nacionales. Los ejércitos se camuflan en bases militares y sanciones financieras. La ocupación cambió de uniforme, no de objetivo.

No es solo África, aunque allí la herida sea más evidente. El colonialismo es un virus que infectó al planeta entero. América Latina continúa exportando cobre, litio y soja mientras importa pobreza. Asia se reparte entre fábricas esclavistas y polos tecnológicos controlados por potencias externas. Oceanía sobrevive bajo el paraguas militar de Washington. Europa juega a árbitro global mientras carga con siglos de colonias saqueadas. Y en el centro de todo, el dólar dicta la partitura del poder como látigo moderno.

Los pueblos esperan. Esperan soberanía, esperan justicia, esperan que la modernidad llegue con dignidad y no como imposición. Lo que reciben son deudas impagables, promesas huecas y planes de desarrollo escritos en oficinas del norte. El colonialismo mutó en neocolonialismo y ahora en extractivismo financiero, digital y climático. Es la misma receta de hace quinientos años, servida en bandeja de globalización.

El planeta sigue dividido entre los pocos que mandan y los muchos que esperan. El colonialismo es el guion que se repite: cambian las banderas, se maquillan los discursos, pero la desigualdad se mantiene.

“El colonialismo ya no llega en barcos de vela, llega en contenedores, contratos y algoritmos.”

Antes de la llegada de los invasores

Antes de que aparecieran las carabelas en las costas y los cañones en las montañas, el mundo ya estaba lleno de civilizaciones vivas. América no era un continente vacío esperando “descubridores”. Eran millones de habitantes organizados en imperios, confederaciones y pueblos libres. Los mexicas habían levantado ciudades flotantes con canales y mercados que deslumbraban a los europeos. Los incas administraban un territorio gigantesco con una red de caminos que superaba a Roma. Los mayas contaban los siglos en calendarios más exactos que los relojes que traían los conquistadores.

Asia tampoco esperaba a nadie. India era un centro de ciencia y espiritualidad: de Nalanda a Taxila, universidades que recibían a estudiantes de todo el continente ya funcionaban siglos antes de Oxford. En astronomía medían eclipses y rotaciones mientras en Europa se perseguía a los que dudaban de la Biblia. China no solo inventó la pólvora, el papel y la brújula: creó una economía de seda, porcelana y té que abastecía al mundo entero. Sus expediciones marítimas, como las del almirante Zheng He en el siglo XV, llegaban hasta África oriental con barcos gigantescos que hacían parecer juguetes a las naves portuguesas. Japón, con el shogunato, había desarrollado sistemas de gobierno estables y una cultura refinada que producía acero y espadas incomparables en el planeta.

El corazón de Asia fue también la cuna de imperios que marcaron la historia universal. Persia, bajo Darío y Ciro, construyó caminos y sistemas administrativos que unieron continentes enteros. Alejandro Magno llevó hasta la India un imperio que mezcló Grecia y Oriente, demostrando que Asia no era periferia sino centro de poder. Desde Mesopotamia hasta el Indo, las civilizaciones de la región inventaron escritura, leyes y ciudades mucho antes de que Europa soñara con imperios globales.

En África florecían reinos como Malí, con ciudades como Tombuctú que eran centros de comercio y conocimiento. En Egipto, Nubia y Etiopía pervivían milenios de historia conectados al Mediterráneo y al Mar Rojo. Oceanía estaba habitada por navegantes que cruzaban miles de kilómetros de océano guiados por estrellas y corrientes sin mapas de papel ni brújulas de metal.

La llegada de los invasores rompió un equilibrio milenario. Trajeron hierro y pólvora, pero también epidemias y cadenas. Arrasaron con lo que no entendían y codiciaron lo que brillaba. El mito de que Europa “civilizó” al mundo es un insulto a las civilizaciones que ya existían.

“Hubo mundos enteros antes de que llegaran los mapas de Europa.”

Los imperios de ayer, las potencias de hoy

El colonialismo europeo nació del hambre de poder y de metales. España y Portugal se lanzaron primero, Inglaterra, Francia y Holanda los siguieron. Con cañones, banderas y cruces trazaron mapas que partieron continentes enteros. Durante siglos el mundo fue un tablero de ajedrez jugado desde Europa.

Ese colonialismo clásico dejó cicatrices que todavía sangran. De las plantaciones esclavistas en el Caribe a los enclaves mineros en África. De los virreinatos americanos a las factorías en India. El mundo quedó subordinado a un puñado de metrópolis que crecieron sobre el trabajo y los recursos de los demás. El oro y la plata de América financiaron las coronas de Europa, las especias de Asia alimentaron fortunas en Ámsterdam y Londres, el algodón y el azúcar movieron imperios enteros.

Hoy las banderas son otras, pero la lógica es la misma. El poder no lo ejercen virreyes ni almirantes, sino bancos centrales, fondos de inversión y tratados multilaterales. El colonialismo de ayer se transformó en el club del G7, que concentra más del 45 % del PIB mundial y maneja el pulso de las finanzas globales. Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá controlan no solo mercados, sino también el relato: deciden qué es desarrollo, qué es democracia y qué país merece sanciones.

La fuerza militar sigue siendo un ingrediente central. El gasto militar mundial superó en 2023 los 2,4 billones de dólares, con el G7 y sus aliados representando más de dos tercios. Es la continuidad de la vieja flota colonial, solo que ahora bajo el disfraz de OTAN o coaliciones “humanitarias”.

De los virreinatos a Wall Street, de la Compañía de las Indias a BlackRock, la diferencia es solo tecnológica. El mundo sigue dividido en quienes mandan y quienes esperan.

“El colonialismo cambió de bandera, pero nunca de dueño.”

Estados Unidos: el colonialismo del dólar

Estados Unidos heredó el bastón del colonialismo europeo y lo convirtió en un imperio financiero. Su territorio se expandió a costa de pueblos originarios y de México, pero su verdadero salto fue tras la Segunda Guerra Mundial. Desde 1945 el dólar se convirtió en la sangre del sistema global. No necesitó virreyes ni crucifijos: le bastó con bancos, bases militares y Hollywood.

El dólar es el arma más poderosa del siglo XX y XXI. Más del 58 % de las reservas internacionales del planeta están denominadas en dólares. Cerca del 80 % de las transacciones comerciales globales se liquidan en esta moneda. Esa hegemonía convierte a Washington en juez supremo de la economía mundial. Quien desafía al dólar recibe sanciones. Quien depende de él debe obedecer.

El control no es solo financiero. Es también militar. Estados Unidos gasta más de 900.000 millones de dólares anuales en defensa, casi el 40 % del gasto militar global. Mantiene más de 750 bases en 80 países, un imperio desplegado sin llamarse imperio. Desde el Caribe hasta el Pacífico, desde el Golfo Pérsico hasta África, sus portaaviones sustituyen a las antiguas flotas coloniales.

El FMI y el Banco Mundial, nacidos en Bretton Woods bajo la batuta estadounidense, funcionan como extensiones de ese colonialismo. Prestan dinero con condiciones que desarman economías locales, privatizan recursos y obligan a abrir mercados. Cada préstamo viene con cadenas invisibles que pesan más que las de hierro.

El soft power también juega su rol. Netflix, Silicon Valley y Wall Street construyen un imaginario donde Estados Unidos aparece como inevitable. Sus series, sus redes y sus algoritmos moldean deseos, consumos y hasta elecciones políticas en países que creen ser libres. Es un colonialismo cultural que acompaña al financiero y al militar.

El resultado es claro: Estados Unidos no necesita conquistar territorios, ya colonizó las reglas. Con su moneda dicta la economía, con sus bases impone la fuerza, con sus pantallas define la cultura. Es un imperio que no se declara, pero se siente en cada esquina del planeta.

“El colonialismo ya no se firma con espadas, se imprime en billetes verdes.”

Europa es la vieja colonia reciclada

Europa fue el epicentro del colonialismo clásico. Desde sus puertos zarparon las carabelas que partieron al mundo en pedazos. España, Portugal, Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica construyeron imperios a base de oro robado, esclavos encadenados y territorios fragmentados. Su riqueza se amasó sobre el saqueo de tres continentes.

Hoy Europa ya no domina con flotas y cañones, pero sigue sosteniendo estructuras coloniales bajo nuevas formas. La Unión Europea se presenta como faro de democracia y derechos, mientras empresas europeas controlan minas en África, energía en Medio Oriente y agroindustrias en América Latina. El continente que predica libertad conserva cadenas en forma de contratos y deudas.

Francia es el ejemplo más claro. Con el franco CFA mantiene atados a 14 países africanos que deben depositar parte de sus reservas en el Tesoro francés. En el Sahel despliega tropas, justifica intervenciones y asegura uranio barato para sus centrales nucleares. Alemania, motor industrial de Europa, depende de energía importada y de materias primas externas, pero impone reglas fiscales que asfixian a sus vecinos más pobres dentro de la propia Unión.

Las cifras hablan. El PIB de la Unión Europea representa cerca del 14 % del PIB mundial, pero su dependencia de importaciones energéticas supera el 55 % de su consumo total. Importa gas de Rusia y Argelia, petróleo de Medio Oriente, minerales de África y América Latina. Exporta tecnología, finanzas y reglas.

El colonialismo europeo mutó en burocracia comunitaria y en tratados comerciales. Las antiguas colonias se convirtieron en “socios estratégicos”, aunque el reparto sigue siendo desigual. Europa ya no gobierna con virreyes, pero impone sus intereses a través de regulaciones, subsidios agrícolas y sanciones selectivas.

Frase Filosa: “Europa predica derechos, pero aún reparte cadenas.”

China es la nueva ruta del poder

China pasó de ser víctima de colonización a potencia que desafía a los antiguos imperios. En el siglo XIX sufrió las Guerras del Opio, tratados desiguales y ocupaciones extranjeras. Hong Kong, Shanghái y otras ciudades fueron convertidas en enclaves coloniales. Hoy, un siglo y medio después, China invierte en puertos, carreteras, minas y telecomunicaciones en todos los continentes. Se presenta como alternativa al poder occidental, pero su huella recuerda demasiado al viejo colonialismo.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, lanzada en 2013, es el proyecto de infraestructura más grande del mundo. Más de 150 países han firmado acuerdos con Beijing. La inversión comprometida supera los 1,3 billones de dólares, con puertos en Pakistán, trenes en África, carreteras en América Latina y cables submarinos que conectan continentes. El dragón no llegó con cañones, llegó con préstamos.

China controla ya gran parte de la cadena de minerales críticos. Más del 70 % de la refinación mundial de litio y cerca del 60 % del cobalto extraído en el Congo terminan en empresas chinas. Su dominio no es militar sino industrial: asegura materias primas, construye plantas y ofrece financiamiento donde Occidente impone sanciones.

El dilema es doble. Para algunos países, China representa oxígeno frente al dólar y al FMI. Para otros, es un nuevo colonizador que compra gobiernos con cheques y amarra generaciones con deuda. La narrativa de cooperación sur-sur convive con denuncias de extractivismo y falta de transparencia.

El gigante asiático ya no es el taller barato del mundo. Es un jugador que disputa rutas marítimas, satélites, inteligencia artificial y minerales estratégicos. Cambió la ecuación: el colonialismo ya no es solo occidental, también habla mandarín.

“China no manda con flotas, manda con contratos que pesan más que los cañones.”

Rusia. Del Imperio zarista al imperio energético

Rusia siempre fue un imperio que buscó expandirse hacia mares cálidos y fronteras infinitas. Del zarismo a la Unión Soviética, y de la URSS a Putin, la lógica ha sido la misma: controlar territorio, energía y poder militar. Hoy Rusia no ofrece préstamos blandos ni tratados comerciales como China o Estados Unidos. Su carta es otra: el gas, el petróleo y el uranio.

Europa entera dependió durante décadas de la energía rusa. Antes de la guerra de Ucrania, Moscú abastecía el 40 % del gas natural consumido por la Unión Europea. Esa dependencia fue un arma silenciosa que le permitió influir sin disparar un cañón. Con el petróleo la ecuación es similar: Rusia produce cerca de 10 millones de barriles diarios, lo que la ubica entre los tres mayores exportadores globales.

La guerra en Ucrania mostró que el colonialismo del siglo XXI también se escribe con tanques y oleoductos. Moscú defiende sus esferas de influencia a sangre y fuego, justificando invasiones con la misma lógica de los imperios de antaño. No son solo fronteras: son tuberías, contratos de gas y control de corredores estratégicos.

Más allá de Europa, Rusia se ha convertido en un jugador clave en África y Medio Oriente. Exporta armas, ofrece mercenarios a través del grupo Wagner y asegura acceso a minas de oro, diamantes y uranio. La geopolítica rusa se mezcla con la guerra híbrida: energía, militares privados y diplomacia agresiva.

Las cifras son duras: el presupuesto militar ruso supera los 100.000 millones de dólares anuales, mientras sus reservas de gas natural son las más grandes del mundo, con más de 37 billones de metros cúbicos. Moscú es un imperio energético que sabe que sin su petróleo y gas, el mundo no funciona.

“Rusia no exporta democracia ni tratados, exporta gas, petróleo y guerras.”

Los pueblos que esperan

Mientras las potencias dictan reglas, los pueblos esperan. Esperan desarrollo, esperan soberanía, esperan justicia. Lo que reciben son préstamos que los hunden más, extractivismo que arrasa con sus tierras y promesas que se evaporan en discursos diplomáticos. La historia del colonialismo no es solo la de los que mandan, es la de los que fueron condenados a esperar lo que nunca llega.

América Latina es ejemplo claro. Concentra el 60 % del litio mundial, el 40 % del cobre y vastos recursos agrícolas. Sin embargo, más de 180 millones de personas viven en pobreza, según CEPAL. Exporta minerales y alimentos que sostienen industrias extranjeras, mientras millones carecen de empleo digno o seguridad alimentaria.

Asia del Sur y Sudeste Asiático cargan con la paradoja de ser el taller del mundo y a la vez territorios de explotación. Bangladesh, India, Pakistán y Vietnam producen textiles y electrónicos para corporaciones globales, pero millones de trabajadores sobreviven con sueldos de miseria. La pobreza afecta a más de 400 millones de personas en la región, mientras las cadenas de suministro engordan las cuentas de empresas occidentales y chinas.

Medio Oriente vive atrapado entre petróleo y guerras. Palestina espera desde hace 75 años un Estado que nunca llega, Yemen espera el fin de un conflicto olvidado, Siria espera reconstrucción después de la destrucción total. Las reservas de petróleo y gas son gigantescas, pero sus pueblos viven entre sanciones, bombardeos y éxodos.

África sigue siendo el continente más saqueado. Oro, diamantes, coltán, uranio y petróleo alimentan las economías del norte mientras millones sobreviven con menos de dos dólares al día. Más de 280 millones de africanos sufren inseguridad alimentaria severa, y sin embargo el continente es clave para la transición energética global. África espera justicia, pero recibe intervenciones, deuda y migajas.

Oceanía parece invisible en el mapa del colonialismo, pero carga con sus propias cadenas. Australia y Nueva Zelanda actúan como brazos de Occidente, mientras los pueblos originarios siguen marginados. Las islas del Pacífico, como Kiribati o Tuvalu, esperan acciones frente al cambio climático que amenaza con borrarlas del mapa. Su riqueza marítima es saqueada por flotas extranjeras mientras sus poblaciones enfrentan el riesgo existencial de desaparecer bajo el agua.

Europa del Este y los Balcanes también esperan. Esperan ser tratados como iguales dentro de la Unión Europea, pero se les asigna el rol de periferia barata. Sus trabajadores migran hacia el oeste, sus tierras se venden a fondos agrícolas y su soberanía se diluye entre Bruselas, Moscú y Washington.

La migración es el rostro humano de esta espera global. Más de 280 millones de personas viven fuera de su país de origen (ONU, 2023). Muchos cruzan mares y desiertos para escapar del hambre o la guerra, solo para encontrar fronteras cerradas y discursos xenófobos. La espera se convierte en exilio, y el exilio en condena.

“Los pueblos esperan trenes de progreso y reciben vagones de deuda.”

África en breve

África merece un tratado entero, no un párrafo. Es el continente más saqueado y más resiliente del planeta. Oro, diamantes, coltán, petróleo y uranio han financiado la riqueza de otros durante siglos. Sus pueblos han cargado con esclavitud, hambre inducida, guerras fabricadas y deudas impagables.

Pero esta columna no se detendrá en África porque ya le corresponde una serie completa. Aquí solo basta recordar un hecho: África posee más del 30 % de los recursos naturales del mundo y, sin embargo, concentra la mayor tasa de pobreza extrema global, con más de 460 millones de personas viviendo con menos de dos dólares al día.

El colonialismo nunca se fue de África, simplemente cambió de bandera. Francia todavía ata monedas, Estados Unidos y China disputan contratos, Rusia ofrece armas y mercenarios. África está en el centro del tablero, pero en el margen de la justicia.

“África merece una biblioteca, no un párrafo.”

Lo que se juega hacia 2050

El colonialismo no es un recuerdo, es un presente que define el futuro. Hacia 2050 el planeta enfrentará una tormenta perfecta: crecimiento poblacional, crisis climática, agotamiento de recursos y concentración de poder en pocas manos. Los pueblos seguirán esperando si no rompen las cadenas, y las potencias seguirán mandando si nadie las desafía.

Las cifras son claras. La población mundial superará los 9.700 millones de personas (ONU, 2024). La demanda de alimentos crecerá en un 50 %, el consumo de agua aumentará en un 30 % y la necesidad de energía se duplicará (Banco Mundial, IEA). El litio, el cobre, el hidrógeno verde y las tierras fértiles se convertirán en las armas del futuro. Los países que los poseen serán cortejados o presionados, y los que carezcan de ellos quedarán subordinados.

El cambio climático multiplicará las desigualdades. Sequías, inundaciones y pérdida de suelos fértiles afectarán sobre todo a los países pobres. Mientras tanto, las potencias invertirán en murallas verdes, energías limpias para sí mismas y seguros climáticos, dejando a los demás con catástrofes y promesas vacías.

La tecnología será otra frontera colonial. La inteligencia artificial, el control de datos y la biotecnología estarán en manos de pocos países y corporaciones. Quien controle los algoritmos decidirá la política, la economía y hasta la cultura del siglo XXI. La dependencia digital puede ser más fuerte que cualquier cadena física.

Hacia 2050 la disyuntiva será brutal: emancipación o sometimiento. Si los pueblos logran unir soberanía política, control de recursos e integración regional, podrán romper el ciclo. Si no, el colonialismo se habrá perfeccionado en su versión más invisible y total.

“El colonialismo del futuro no llevará uniforme, llevará chips, contratos y moléculas verdes.”

Colonialismo del siglo XXI: potencias y territorios

EE.UU. → Financiero, militar, cultural → América Latina, Medio Oriente, Asia-Pacífico → Dólar como moneda global, 750 bases militares, control de Silicon Valley

Países: México, Colombia, Irak, Afganistán, Japón, Corea del Sur, Filipinas

Europa (UE) → Comercial, monetario, energético → África, América Latina, Europa del Este → Franco CFA en África, tratados agrícolas, sanciones económicas

Países: Malí, Níger, Senegal, Argelia, Marruecos, Ucrania, Polonia, Argentina

China → Infraestructura, deuda, industrial → África, Asia Central, América Latina → Franja y la Ruta, refinación de litio, contratos mineros en Congo y Bolivia

Países: Zambia, Etiopía, Pakistán, Sri Lanka, Bolivia, Perú, Brasil, Argentina

Rusia → Energético, militar, extractivo → Europa del Este, África, Medio Oriente → Exportación de gas, grupo Wagner, guerra en Ucrania

Países: Ucrania, Siria, Libia, Sudán, República Centroafricana, Níger, Kazajistán

El colonialismo nunca se fue.

Hoy solo cambió de uniforme y se disfraza de dólar, de tratados de libre comercio, de corredores energéticos y de algoritmos que vigilan. Las potencias siguen mandando y los pueblos siguen esperando. Pero la paciencia de los pueblos no es infinita. Cada crisis, cada saqueo, cada humillación acumula una energía que tarde o temprano estalla.

El futuro no está escrito. Hacia 2050 el mundo puede repetir la misma historia con nuevos amos o puede romper el ciclo. La emancipación no se mendiga, se construye con soberanía, con integración regional, con control de los recursos y con dignidad colectiva. No se trata de nostalgia ni de romanticismo. Se trata de sobrevivir como humanidad en un planeta que ya no soporta más abusos.

El colonialismo parece invencible, pero también lo parecían los imperios que ya se desmoronaron. Los pueblos que esperan no lo harán para siempre. La historia demuestra que las cadenas se quiebran cuando la dignidad supera al miedo.

“El colonialismo puede mandar hoy, pero la historia no se arrodilla para siempre.”

Bibliografía resumida

ONU – World Population Prospects 2024

Banco Mundial – Global Development Indicators 2022

FMI – World Economic Outlook 2023

SIPRI – Military Expenditure Database 2023

IEA – World Energy Outlook 2023

Fuente de la información:  https://www.pressenza.com

Fotografía: Pressenza. En las calles de Caracas

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Los fakenews que huelen a polvora

Si algo distingue a Estados Unidos no son sus “valores democráticos”, ni su “ejemplo de libertad”, sino su capacidad industrial para fabricar mentiras de exportación. Mentiras que venden en prime time con gráficos coloridos, lágrimas de cocodrilo en el Congreso y un coro mediático que repite al unísono. Mentiras que, como advertí en mi último artículo sobre la guerra psicológica contra Venezuela, son la artillería previa antes de la pólvora. La historia lo demuestra: cada guerra norteamericana ha comenzado no con un disparo, sino con un titular.


El Maine y la primera gran fake news imperial (1898)

La serie empezó en La Habana, con el acorazado Maine convertido en mártir involuntario. Una explosión accidental en sus bodegas fue presentada como un ataque español. El periodismo amarillo de William Randolph Hearst hizo el resto: “¡Remember the Maine, to hell with Spain!”. El resultado fue la Guerra Hispano-Estadounidense. Estados Unidos entró en Cuba como supuesto libertador, pero se quedó con Puerto Rico, Guam y Filipinas. Décadas después, investigaciones —incluso del propio gobierno gringo— confirmaron que lo más probable era un incendio en los depósitos de carbón. Pero ya no importaba: el imperio había estrenado su traje y a partir de este episodio solo en Latinoamérica intervinieron 76 veces en todos los países.

Vietnam y el fantasma en el radar (1964–1973)

En el Golfo de Tonkín, la historia volvió a rodar. Se anunció al mundo que destructores norvietnamitas habían atacado a buques estadounidenses. Mentira. El segundo ataque jamás ocurrió: fueron ecos de sonar confundidos, manipulados para sonar a agresión. El Congreso, enloquecido de patriotismo, aprobó la Resolución de Tonkín y la guerra estalló. Resultado: tres millones de vietnamitas y más de 60 mil estadounidenses muertos. Décadas después, la NSA y hasta Robert McNamara admitieron la verdad: no había ataque, solo operaciones encubiertas provocadoras de EE.UU. Fue la mentira fundacional de una carnicería que aún tiene traumas y cicatrices en la sociedad estadounidense.


Granada y los estudiantes en “peligro” (1983)

En los años 80, Ronald Reagan necesitaba su guerra chiquita. Encontró el escenario en Granada, una islita caribeña con un gobierno de izquierda. El pretexto: “proteger” a 800 estudiantes estadounidenses de medicina supuestamente en peligro tras un golpe. La universidad declaró que jamás estuvieron en riesgo, y hasta Margaret Thatcher, aliada fiel, se opuso a la farsa. Pero las tropas ya estaban desembarcando. La invasión fue un paseo militar contra un país del tamaño de un barrio de Miami, pero sirvió para mandar un mensaje al Caribe: aquí manda Washington.

Panamá: Noriega, de agente narco de la CIA a villano de manual (1989)

George H. W. Bush necesitaba otra “causa justa”. Fabricó un monstruo a su medida: Manuel Noriega, general panameño y viejo colaborador de la CIA, fue de pronto convertido en el enemigo público número uno. ¿El pretexto? Narcotráfico, amenazas al Canal y “proteger vidas estadounidenses”. En realidad, Noriega se había vuelto incómodo y había que sacarlo. La invasión dejó miles de panameños muertos bajo bombas que arrasaron barrios populares. El Canal quedó bajo control seguro, y la “democracia” panameña pasó a ser otra ficha del tablero.

Irak y el tubito de polvo (2003)

La escena más grotesca de este catálogo fue en Nueva York, en la ONU. Colin Powell levantó un tubito con polvos blancos y juró que era evidencia de las Armas de Destrucción Masiva de Saddam Hussein. Bush y Cheney repetían que esas armas podían usarse en 45 minutos. También agregaron vínculos ficticios con Al-Qaeda. Todo falso: ni armas, ni vínculos. La fuente principal era un informante apodado “Curveball”, desacreditado incluso por la CIA. La mentira abrió las puertas a una invasión que destrozó Irak, mató a millones de civiles y dio vida al monstruo del ISIS. El engaño más caro y sangriento del siglo XXI.

Libia y el Viagra de la guerra (2011)

En 2011, la OTAN, bajo el liderazgo estadounidense, encontró su excusa en Libia. La propaganda aseguraba que Muammar Gaddafi repartía Viagra a sus tropas para ordenar violaciones masivas y que se preparaba una masacre inminente en Bengasi. La prensa lloró por “los derechos humanos”. El resultado: bombardeos, linchamiento de Gaddafi y un país reducido a escombros. Hoy Libia es un estado fallido, con mercados de esclavos al aire libre y una guerra civil sin fin. La mentira del Viagra fue desmontada por la propia ONU, pero ya era tarde: el petróleo había cambiado de manos.
Irán 2025: la mentira en construcción

El guion continúa. Hoy, en 2025, los titulares anuncian que Irán estaba a “horas” de tener la bomba nuclear. Sin pruebas de la AIEA, sin verificaciones internacionales, el gobierno genosida de Israel y Washington decidieron bombardear Irán durante 12 días y finalmente sus instalaciones de uso pacífico nuclear. Se dijo que eran “plataformas militares encubiertas”. Estoy seguro que, como en Irak, el tiempo revelará que no había programa nuclear activo. Pero para entonces, el desastre estará hecho: muertes, crisis energética global y una región al borde de la guerra.


Venezuela el cuento de los narcos:

Finalmente retorna la guerra contra el narco, con acusaciones completamente fantasiosas contra el Gobierno de Venezuela y sus altos mandos de pertenecer a un cartel que para la propia DEA en su informe de 2024 y para la ONUDD en su informe 2025 no existe e informan que Venezuela ni es una ruta segura para el narco, ni tiene cultivos, ni tiene laboratorios. Pero nada de eso importa, es la mentira quien construye los objetivos militares. Recientemente un periodista le pregunta a Dolnad Trump si van a atacar algún objetivo en territorio venezolano y con altanería de siempre dijo: pronto se van a enterar. Amanecerá y veremos.

Entonces, ¿Cuál es el patrón ciminalístico?

De La Habana a Teherán, de Tonkín a Trípoli, el libreto es siempre el mismo:

– Inventar una amenaza.
– Venderla como verdad absoluta.
– Atacar.
– Admitir, años después y con voz baja, que fue un error, a veces.

Y así funciona el “mundo libre”: cada guerra empieza con una mentira, y cada mentira es vendida como cruzada moral. Lo hicieron con Cuba, Vietnam, Granada, Panamá, Irak, Libia e Irán. Y hoy lo ensayan contra Venezuela, con el cuento del “narcoestado” y el “Cártel de los Soles”. Primero te destrozan la mente con propaganda, después te rodean con submarinos nucleares.
Estados Unidos no va a la guerra por libertad, ni por democracia, ni por derechos humanos. Va a la guerra por intereses, por petróleo, por control geopolítico. Y la mentira es su arma preferida. Una mentira repetida en titulares, amplificada por redes sociales y canonizada en los discursos de presidentes poco solemnes.

Venezuela quiere paz y luchará por ella.

Fuente de la información e imagen:  https://cuatrof.net

Fotografía: Cuatro F.

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