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Vivir en un mundo lleno

Jorge Riechmann

“El desarrollo de la tecnología y el avance en armamento han originado algo parecido a una reducción del tamaño de nuestro planeta. La unión económica ha llevado el destino de las naciones a un grado de dependencia muy diferente al de años anteriores. El armamento de destrucción disponible es de tal magnitud que ningún lugar de la tierra se ve a salvo de una destrucción total y repentina. La única esperanza de protección es asegurar la paz de una manera supranacional.”

Albert Einstein[1]

“Hasta hace poco, era posible ver como prácticamente infinito, casi inagotable, el patrimonio que nos es accesible. Los mapas del planeta incluían grandes manchas blancas designadas como Terra incognita; los bienes que nos prodigaba eran renovables indefinidamente; si nos expulsaban de un territorio podíamos encontrar otro en otra parte. Ahora ya no tenemos otra parte.”

Albert Jacquard[2]

“Los problemas medioambientales causados por las actividades humanas están empezando a amenazar la sostenibilidad de los sistemas de soporte de la vida en el planeta Tierra…”

Ecological Society of America[3]

“Si no podemos estabilizar la población y el clima, no habrá un solo ecosistema del planeta que podamos salvar.”

Lester R. Brown[4]

 

Cinco rasgos básicos de nuestra situación

 

Llevo algún tiempo[5] intentado desarrollar un análisis de la cuestión sostenibilidad/ desarrollo sostenible, en el contexto de la crisis ecológica global, que parte de las siguientes cuatro premisas (o rasgos básicos de nuestra situación actual):

  1. Hemos “llenado” el mundo, saturándolo en términos de espacio ecológico (como nos ha hecho ver el economista ecológico Herman E. Daly desde hace más de dos decenios). A esto me referiré, en el curso de este libro, como el problema de escala.
  2. Nuestra tecnosfera está mal diseñada, y por eso –como nos enseñó el biólogo Barry Commoner hace cuatro decenios— se halla “en guerra” con la biosfera. A esto lo llamaré el problema de diseño.
  3. Además, somos terriblemente ineficientes en nuestro uso de las materias primas y la energía (como han mostrado, entre otros, los esposos Lovins y Ernst Ulrich von Weizsäcker en Factor 4). Denominaré a esto el problema de eficiencia.
  4. Por último, nuestro poderoso sistema ciencia/ técnica (que ahora podemos cabalmente llamar tecnociencia, tal y como insiste Javier Echeverría) anda demasiado descontrolado. Cabe referirnos a ello como el problema fáustico.

De cada uno de esos rasgos problemáticos puede deducirse –en un sentido muy laxo del término deducción— un importante principio para la reconstrucción ecológica de los sistemas humanos, esto es, para avanzar hacia sociedades ecológicamente sostenibles:

 

problema de escala: hemos “llenado” el mundo à principio de autolimitación (o de gestión generalizada de la demanda)
problema de diseño: nuestra tecnosfera está mal diseñada à principio de biomímesis
problema de eficiencia: somos terriblemente ineficientes à principio de ecoeficiencia
problema fáustico: nuestra poderosa tecnociencia anda demasiado descontrolada à principio de precaución

 

A estas alturas de los debates sobre sostenibilidad –que duran ya más de un cuarto de siglo–, los dos últimos principios –ecoeficiencia y precaución– deberían resultarnos familiares[6]; en cambio, los dos primeros resultan menos conocidos, y por ello a lo largo de este libro centré mi atención sobre todo en ambos. Pero merece la pena indicar dos dificultades:

(A) Hace falta práctica humana basada en los cuatro principios para avanzar hacia sociedades ecológicamente sostenibles, pero, de los cuatro, sólo el principio de ecoeficiencia encaja de forma más o menos “natural” con la dinámica del capitalismo. Ésa es la razón de que “desarrollo sostenible” –que, como sabemos, es un concepto sobre cuyo contenido existen intensas controversias– sea entendido por las empresas, y en general también por las autoridades públicas, de manera muy reductiva, en términos de ecoeficiencia, y de casi nada más. Volveré sobre esta importante cuestión en el capítulo 4.

(B) Esos cuatro principios bastarían –creo— para orientar hacia la pacificación nuestras relaciones con la naturaleza, pero no para lograr una ciudad humana habitable. Una sociedad podría poner en práctica los cuatro principios, y mantener sin embargo grados extremos de desigualdad social o de opresión sobre las mujeres. Podrían existir sociedades ecológicamente sustentables que fuesen al mismo tiempo ecofascistas y/o ecomachistas. El grado de desigualdad social que hoy prevalece en el mundo es históricamente inaudito, sigue en aumento y conduce a un terrible desastre. No es tolerable –ni tampoco viable a la larga– que el 80% de los recursos del mundo estén en manos del 20% de la población.[7]

Conscientes del problema (B), el problema de igualdad social (que sin duda hemos de considerar como un quinto rasgo básico de nuestra situación actual), sabemos que, al menos desde los valores emancipatorios de la izquierda, tenemos que defender un fuerte principio de igualdad social[8] (o mejor, la vieja buena tríada de la Gran Revolución de 1789: libertad + igualdad + fraternidad o solidaridad, todos ellos adecuadamente corregidos por la mirada feminista sobre la realidad)[9]. No nos basta con una sociedad ecológicamente sustentable: deseamos una sociedad ecosocialista. Lo que entiendo por ello comencé a ponerlo por escrito en un libro escrito a medias con Paco Fernández Buey y publicado en 1996, Ni tribunos[10]; por otra parte, ahondaremos en la cuestión en los capítulos 11 y 12 de este libro.

Traer a colación la tríada de valores liberté, égalité, fraternité supone reconocer la suprema importancia de la cuestión de la alteridad: en nuestra relación con el otro se juegan los asuntos ético-políticos más básicos de todos (en ello han insistido con lucidez Emmanuel Levinas o Zygmunt Bauman, por ejemplo), sobre todo cuando tenemos presente que no se trata solamente del otro humano, sino también del otro animal.[11]

Ahora ya puedo completar el cuadro que antes comencé a esbozar.

 

CINCO RASGOS PROBLEMÁTICOS DE NUESTRA SITUACIÓN ACTUAL,

Y CINCO PRINCIPIOS PARA HACER FRENTE A LOS PROBLEMAS

problema de escala hemos “llenado” el mundo principio de autolimitación (o de gestión generalizada de la demanda)
problema de diseño nuestra tecnosfera está mal diseñada principio de biomímesis
problema de eficiencia somos terriblemente ineficientes principio de ecoeficiencia
problema fáustico nuestra poderosa tecnociencia anda demasiado descontrolada principio de precaución
problema de desigualdad desigualdad social planetaria históricamente inaudita, y creciente principio de igualdad social

Nota: cabe añadir a este cuadro, de forma natural, el principio democrático (para responder al problema de falta de democracia a múltiples niveles); lo haremos en el capítulo 7.

Por otra parte, es interesante recordar que desde el pensamiento socialista se ha utilizado la expresión problema de diseño en un sentido diferente: aplicada no a la inadecuada tecnosfera existente, sino a la falta de diseños institucionales adecuados para una sociedad socialista. “Desde mi punto de vista” –escribe Gerald Cohen— “el problema principal con que se enfrenta el ideal socialista es que no sabemos cómo diseñar la maquinaria que lo haría funcionar. Nuestro problema no es, primordialmente, el egoísmo humano, sino nuestra carencia de una tecnología organizacional apropiada: nuestro problema es un problema de diseño” (Gerald Cohen, “¿Por qué no el socialismo?”, en Roberto Gargarella y Félix Ovejero (comps.): Razones para el socialismo. Paidos, Barcelona 2001, p. 78).

Una última observación: en el ámbito de lengua alemana, se han identificado desde hace años tres estrategias hacia la sostenibilidad que vienen a coincidir con los tres primeros principios del cuadro anterior: la elegante terna SUFICIENCIA/ COHERENCIA (entre tecnosfera y biosfera)/ EFICIENCIA correspondería con gestión generalizada de la demanda/ biomímesis/ ecoeficiencia. Véase Joseph Huber, “Nachhaltige Entwicklung durch Suffizienz, Effizienz und Konsistenz”, en Peter Fritz y otros, Nachhaltigkeit in naturwissenschaftlicher und sozialwissenschaftlicher Perspektive, Hirzel, Stuttgart 1995; Joseph Huber, Nachhaltige Entwicklung. Strategien für eine ökologische und soziale Erdpolitik, Sigma, Berlín 1995; y también –como uno de los frutos de un proyecto de investigación interdisciplinar del Instituto Wuppertal que coordina Manfred Linz (“Öko-Suffizienz und Lebensqualität”, vale decir, “Eco-suficiencia y calidad de vida”)– Manfred Linz: Weder Mangel noch Übermass. Über Suffizienz und Suffizienzforschung, Wuppertal Institut (Wuppertal Paper 145), Wuppertal, julio de 2004, p. 7 y ss.

 

La idea de “mundo lleno”

 

Durante el siglo XX tuvo lugar un acontecimiento decisivo, cuyas consecuencias estamos aún lejos de haber asimilado. La humanidad, que durante milenios vivió dentro de lo que en términos ecológicos puede describirse como un “mundo vacío”, ha pasado a vivir en un “mundo lleno”.[12] Habitamos hoy un planeta dominado por el ser humano, en una escala que no admite parangón con ningún momento anterior del pasado. La humanidad extrae recursos de las fuentes de la biosfera y deposita residuos y contaminación en sus sumideros, además de depender de las funciones vitales básicas más generales que proporciona la biosfera. Pero el crecimiento en el uso de recursos naturales y funciones de los ecosistemas está alterando la Tierra globalmente, hasta llegar incluso a trastocar los grandes ciclos biogeoquímicos del planeta: la circulación del nitrógeno o el almacenamiento del carbono en la atmósfera, por ejemplo.

 

DOMINIO HUMANO SOBRE LOS ECOSISTEMAS DEL PLANETA TIERRA

En un bien documentado artículo, el biólogo P.M. Vitousek y sus colaboradores han resumido el alcance de la dominación humana sobre la Tierra en seis fenómenos:

  • entre la mitad y una tercera parte de la superficie terrestre ha sido ya transformada por la acción humana.
  • La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera se ha incrementado más de un 30% desde el comienzo de la Revolución Industrial.
  • La acción humana fija más nitrógeno atmosférico que la combinación de todas las fuentes terrestres naturales.
  • La humanidad utiliza más de la mitad de toda el agua dulce accesible en la superficie del planeta.
  • Aproximadamente una cuarta parte de las especies de aves del planeta ha sido extinguida por la acción humana.
  • Las dos terceras partes de las principales pesquerías marinas se hallan sobreexplotadas o agotadas.

P.M. Vitousek/ Harold A. Mooney/ Jane Lubchenco/ Jerry M. Melillo: “Human domination of Earth’s ecosystems”, Science vol. 255 nº 5.325 (del 25 de julio de 1997).

 

Incluso puede fecharse, con cierta exactitud, el momento en que las demandas colectivas de la humanidad superaron por vez primera la capacidad regenerativa de la Tierra: según un grupo de científicos dirigidos por Mathis Wackernagel –uno de los creadores del concepto de “huella ecológica”— eso sucedió hacia 1980, y treinta años más tarde nuestras demandas excedían esa biocapacidad de la Tierra en un 50% aproximadamente[13]. Nos hallamos, entonces, en una situación crecientemente insostenible.

“Lo que está empezando a limitar nuestro desarrollo no es el suministro de petróleo o cobre, sino la vida misma. La continuidad de nuestro progreso está restringida hoy, pero no por el número de barcos de pesca disponibles, sino por la disminución de las reservas de peces; no por la potencia de las bombas extractoras, sino por el agotamiento de los acuíferos; no por el número de sierras mecánicas, sino por la desaparición de los bosques primarios. Aun cuando los sistemas vivos son la fuente de materiales tan deseados como la madera, el pescado u otros alimentos, los servicios que ellos ofrecen son de la máxima importancia y resultan mucho más decisivos para la prosperidad humana que los recursos no renovables. Un bosque no sólo proporciona el recurso de la madera, sino también los servicios de almacenamiento de agua y control de inundaciones. Un medio ambiente sano aporta en forma automática no sólo agua y aire limpios, lluvia, productividad oceánica, suelo fértil y cuencas fluviales resilientes, sino también otras funciones menos apreciadas, como el procesamiento de desechos (tanto naturales como industriales), su función de amortiguador contra los extremos del clima, y la regeneración de la atmósfera. (…) El debate en torno del clima es una cuestión pública en la cual lo que está en riesgo no son recursos específicos, como petróleo, pescado o madera, sino un sistema de soporte de la vida. Uno de los ciclos más críticos de la naturaleza es el intercambio continuo de dióxido de carbono y oxígeno entre plantas y animales. Este ‘servicio de reciclaje’ lo provee la naturaleza en forma gratuita. Sin embargo, el dióxido de carbono se está acumulando hoy en la atmósfera, en parte, por el uso de combustibles fósiles. En efecto, la capacidad del sistema natural para reciclar el dióxido de carbono ha sido rebasada, del mismo modo que la pesca excesiva ha superado la capacidad de las aguas para reabastecer las reservas piscícolas. Resulta de importancia especial comprender que no existe ningún sustituto conocido del servicio que nos brinda el ciclo del carbono de la naturaleza.”[14]

Tiene interés notar que este “chocar contra los límites” ecológicos coincide aproximadamente en el tiempo con otro “chocar contra los límites”, sociopolíticos en el segundo caso, que han analizado teóricos sociales e historiadores en términos de conflictos de acumulación y legitimación en el capitalismo tardío. Cabe pensar que hacia 1970, en efecto, el sistema capitalista mundial llegó a los límites de lo que podía ofrecerse en la redistribución mundial del excedente sin que tuviera impactos serios sobre la porción de plusvalor adjudicada a las clases dominantes y sus aliados.[15] Y por otra parte, también estamos llegando a los límites en lo que a desruralización del mundo se refiere (con la reducción constante del campesinado), lo que tiene importantes consecuencias sobre el precio de la fuerza de trabajo para el capital: al ir menguando el segmento más débil del ejército laboral de reserva (los campesinos desarraigados y recién trasladados a las áreas urbanas), aumenta el precio medio del trabajo, lo que tiende a deprimir la tasa media de ganancia, y por tanto a dificultar la acumulación, y con ello lleva al capital a buscar salidas por otra parte (rechazando las medidas de protección de la naturaleza, por ejemplo).[16]

Ahora vivimos, por consiguiente, en un “mundo lleno” o saturado en términos ecológicos[17]. Podríamos establecer un paralelismo con otro momento histórico crucial en que, de otra forma, el mundo se encontró lleno. Me refiero a la fase que antecedió a la “Revolución Neolítica” (que tuvo lugar hace unos diez mil años). Por entonces los grupos de cazadores-recolectores topaban con dificultades crecientes, al menos en ciertas zonas del planeta, para proseguir su modo de vida habitual: la caza y el forrajeo no proporcionaban suficiente sustento, y la emigración a zonas vírgenes era cada vez más difícil: ya se encontraban grupos humanos en casi todas partes. Los historiadores conjeturan que aquella situación de saturación o “mundo lleno” catalizó el desarrollo de la agricultura en varias regiones del mundo (valles del Nilo, del Indo, del Eúfrates, del Yangzé, valles de los Andes, mesetas de México…), y con ello condujo a una transformación radical de la humanidad[18]. La densidad aproximada de un habitante por cada diez km2 propia de los cazadores-recolectores del Paleolítico se vio multiplicada por varios cientos en las tierras con trigo, y por varios miles en las zonas del arroz.

 

 

Choque de las sociedades industriales contra los límites de la biosfera

 

El «tema de nuestro tiempo» –repito desde hace tiempo– es el choque de las sociedades industriales contra los límites de la biosfera. ¿Cuáles son estos límites? En 2009, un grupo internacional de científicos de primer nivel ha tratado de precisarlos en nueve «líneas rojas» cuyo respeto resulta fundamental para preservar la salud de la biosfera –algunas de las cuales han sido traspasadas ya[19]:

  1. Emisiones de C02 descontroladas. Las emisiones de CO2 deberían reducirse a 350 partes por millón si no se quiere llegar a un punto sin retorno; pero el exceso de dióxido de carbono atmosférico es uno de los límites que ya se han sobrepasado. Las emisiones actuales son de 387 partes por millón (ppm), mientras que antes de la Revolución Industrial eran de 280 ppm. Los científicos proponen un límite de seguridad de 350 ppm.[20]
  2. Aumenta dramáticamente la extinción de especies animales y vegetales. La desaparición de especies vivas es entre cien y mil veces superior a la que existía antes de la Revolución Industrial, y el ser humano es el principal responsable. Los científicos autores del trabajo al que me estoy refiriendo han fijado un límite de diez especies por cada millón de especies/años año (la tasa “natural” de extinción sería de una especie por cada millón de especies/ años).[21]
  3. El ciclo de nitrógeno se ve gravemente perturbado. El ser humano está fijando más nitrógeno (a través de un uso excesivo y/o inadecuado de los fertilizantes de síntesis, sobre todo) de lo que lo hacen los procesos naturales, lo que aumenta el calentamiento climático y la contaminación de acuíferos, cursos de agua y océanos. Estos expertos proponen reducir la producción artificial de nitrógeno un 75%.
  4. Acidificación de los océanos. Las aguas de los océanos se están haciendo más ácidas debido al exceso de dióxido de carbono, lo cual amenaza directamente a corales y moluscos.[22] El aumento de la acidez de los océanos limita la capacidad de generar los resistentes productos que componen las conchas de estos organismos, que resultan esenciales para su supervivencia. Esto tendría a su vez un impacto en el resto de especies que aún se desconoce, señalan los científicos. Proponen tomar como medida la abundancia en el agua de aragonita, uno de los compuestos en las conchas de los moluscos cuya saturación en el océano viene bajando desde tiempos preindustriales. Señalan un límite de saturación de 2,75. El actual es 2,90.
  5. Excesivas demandas de agua dulce. La injerencia del ser humano en el curso natural de la Tierra es tal que ya resulta el principal responsable del flujo de los ríos (por eso se dice a veces que el ciclo hidrológico ha entrado en una nueva era: el Antropoceno).[23] La línea roja en el consumo de agua dulce se situaría en los 4.000 kilómetros cúbicos al año. Actualmente, alcanza los 2.600 y sigue en aumento.
  6. Cambios en los usos de la tierra. La expansión de los cultivos también amenaza la sostenibilidad a largo plazo. La conversión de bosques y otros ecosistemas en tierras agrícolas se ha producido a un ritmo medio del 0,8% cada año en los últimos 40-50 años. Los científicos proponen que no más del 15% de la superficie de la Tierra –excluyendo los polos– se convierta en tierras de cultivo, y alertan de que, en este momento, la cifra ronda el 12%. [24]
  7. Una posible catástrofe marina a causa del exceso de fósforo. También aquí la humanidad está cerca de cruzar un umbral peligroso: cada año, alrededor de 9 millones de toneladas de fósforo, procedentes sobre todo de los fertilizantes agrícolas acaban en el océano. Si esta cantidad supera los 11 millones de toneladas, advierten estos científicos, se producirá una extinción masiva de la vida marina, como ya ha ocurrido otras veces a lo largo de la historia.[25]
  8. Reducción de la protectora capa de ozono estratosférico. El agujero en la capa de ozono sobre la Antártida persistirá aún durante varias décadas. Los autores alaban la efectividad del Protocolo de Montreal, en el que la mayoría de países del mundo fijaron una estrategia común. El pacto ha permitido que la concentración de los productos químicos que destruyen el ozono en la atmósfera haya disminuido casi un 10%. Sin embargo, la capa de ozono tarda mucho en recuperarse, por lo que los expertos proponen un límite global a la disminución de ozono de 276 unidades Dobson. El nivel actual es de 283 y el preindustrial era de 290.
  9. Los aerosoles en la atmósfera se duplican. Producto de la actividad humana desde el comienzo de la era industrial, la concentración atmosférica de aerosoles se ha duplicado. Numerosos estudios vinculan la acumulación de partículas en suspensión con cambios en el clima, ya que reflejan la radiación solar incidente, así como con la formación de nubes, lo que afecta a los ciclos de precipitaciones. Además, los aerosoles afectan directamente a la salud de las personas. Sin embargo, la compleja naturaleza de las distintas partículas dificulta el establecimiento de un único valor límite.

 

EVALUACIÓN DE LOS ECOSISTEMAS DEL MILENIO:

ADVERTENCIAS SOMBRÍAS

Un análisis de los ecosistemas mundiales realizado en 2000 por las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Instituto de Recursos Mundiales afirmaba: «Hay signos importantes de que la capacidad de los ecosistemas, los motores biológicos del planeta, para producir muchos de los bienes y servicios de los que dependemos, está decayendo rápidamente»[26]. Cinco años después se hizo público –el treinta de marzo de 2005– el informe de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, auspiciado por la ONU, y elaborado por 1.300 expertos de 95 países.

El informe concluye que “la degradación actual de los servicios que prestan los ecosistemas es un obstáculo”. Según este importante esfuerzo de investigación, dos terceras partes de los ecosistemas de los que depende la vida sobre la Tierra están sobreexplotados o se utilizan de manera insostenible, lo que podría tener consecuencias desastrosas para la humanidad en las próximas décadas.

“Los expertos están en condiciones de afirmar que la degradación se está produciendo en 15 los 24 servicios que los ecosistemas prestan”, leemos. Algunos ejemplos serían “la aparición de nuevas enfermedades, los cambios súbitos en la calidad del agua, la aparición de zonas muertas en las costas, el colapso de las pesquerías o los cambios de clima regionales”.

La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio llega a algunas conclusiones básicas. La primera sería que “en los últimos 50 años los seres humanos han modificado los ecosistemas de manera más rápida e intensa que en cualquier otro periodo de la historia”. Se utilizaron más tierras, más abonos de síntesis y más recursos pesqueros que nunca para satisfacer la demanda creciente de la Humanidad. A cambio, entre el 10% y el 30% de las especies están en peligro de extinción.

Sólo cuatro mejoras han proporcionado los ecosistemas las pasadas cinco décadas: más cereal, más carne, más pescado de acuicultura y más absorción de carbono. A cambio, “la pesca y el agua dulce han sobrepasado los límites de su capacidad para la demanda actual”, y mucho peor será en la demanda futura. Muchos servicios de los ecosistemas se han degradado seriamente, con el riesgo de cambios no lineales: la prolongación de estos procesos, de no ser corregida, disminuirá considerablemente los beneficios que las generaciones futuras podrán obtener de los ecosistemas.

Aunque el informe prevé una reducción del hambre, ésta será mucho más lenta de lo deseable. Entre otras cosas, las epidemias han mermado la riqueza de continentes enteros. Si hubiera desaparecido la malaria (o paludismo), el PIB africano contaría con 100.000 millones de dólares más. La degradación de los servicios de la naturaleza –según este informe— podría empeorar durante la primera mitad del presente siglo, haciendo imposible la reducción de la pobreza, la mejora de la salud y el acceso a los servicios básicos para buena parte de la población mundial.

Estamos gastando más de lo que tenemos, se titula el estudio. El derroche de los recursos naturales tiene claras consecuencias en el “capital natural y bienestar humano”, que es como se subtitula el informe. Aunque la degradación de los ecosistemas podría ser parcialmente revertida mediante cambios sustanciales en las políticas, las instituciones y las prácticas sociales, de momento tales cambios no están produciéndose.[27]

 

 

Sobre comunidades de vecinos en bloques de viviendas

 

De manera que a comienzos del siglo XXI resulta plausible creer que ya se han alcanzado the limits to growth, los límites del crecimiento sobre los que alertaba el primer informe al Club de Roma hace más de cuatro decenios; que un ulterior crecimiento basado en el consumo de mayor cantidad de recursos naturales y mayor ocupación de espacio ambiental alejará todavía más al planeta de una economía sostenible; y que, al sobrepasar los límites, estamos bloqueando aceleradamente opciones que podríamos necesitar en el futuro[28]. La época en que las sociedades humanas y sus economías eran relativamente pequeñas con respecto a la biosfera, y tenían sobre ésta relativamente poco impacto, pertenece irrevocablemente al pasado. El efecto acaso más importante de este cambio –que no resultaría exagerado calificar con el algo pedante adjetivo “epocal”— es que vuelve a situarnos cara a cara a todos los seres humanos. Me explicaré.

Una metáfora adecuada puede ser la contraposición entre habitar un chalé aislado (el modelo “la casa de la pradera”, digamos), o un piso de un bloque de viviendas. En el primer caso, puede uno hacerse la ilusión de que su forma de vivir no afecta a los demás, y –si cuenta con recursos suficientes— organizarse básicamente sin tener en cuenta a los otros. En el segundo caso, ello es manifiestamente imposible. Ahora bien: para generalizar en nuestra biosfera la manera de vivir que metaforiza “la casa de la pradera”, tendríamos que ser muy pocos y muy ricos, y sabemos que ése no es el caso a comienzos del siglo XXI (hemos llegado a ser 7.000 millones de habitantes a finales de 2011, con cientos de millones de pobres de solemnidad y un nivel aberrante de desigualdad social a escala planetaria)[29]. Estamos abocados entonces a un modelo de convivencia que se parecerá más a la de la comunidad de vecinos en el bloque de viviendas[30]. (Dicho sea de paso: el Centro de Tecnología de Vecindarios de Chicago estimó, a finales de los noventa, que el desarrollo urbanístico difuso provoca un consumo –y los impactos ambientales asociados con el mismo— 2’5 veces mayor que el urbanismo compacto.) [31]

A cualquiera que haya vivido las aburridas y muchas veces difíciles reuniones de los vecinos de la escalera, donde hay que aguantar las excentricidades de la del tercero derecha, las inaguantables pretensiones del morador del ático y el aburrido tostón que nos endilga el del segundo izquierda, la perspectiva podrá parecerle descorazonadora. Y sin embargo, ésa es la situación en que nos hallamos, y no va a modificarse ni un ápice por intentar ignorarla practicando la política del proverbial avestruz. Tendremos que mejorar la calidad de la convivencia con los vecinos de nuestra escalera, darnos buenas reglas para el aprovechamiento compartido de lo que poseemos en común, y educarnos mutuamente con grandes dosis de paciencia, tolerancia y liberalidad. Estamos obligados a llegar a entendernos con esos vecinos, so pena de una degradación catastrófica de nuestra calidad de vida… o quizá, incluso, de la desaparición de esa gran comunidad de vecinos que es la humanidad, cuya supervivencia a corto plazo en el planeta Tierra no está ni mucho menos asegurada. [32]

 

 

La nueva interdependencia

 

La metáfora se ajusta bien a la situación en que nos hallamos, como inquilinos de la biosfera que es nuestra casa común, a principios del siglo XXI. En este “mundo lleno” en términos ecológicos, no es posible ya imaginar ningún tipo de “espléndido aislamiento”, semejante al del opulento habitante del chalé aislado. La consecuencia más importante de la finitud del planeta es la estrecha interdependencia humana. En otro lugar he caracterizado esta situación como “la época moral del largo alcance”[33], pues las consecuencias de nuestros actos llegan más lejos –en el tiempo y en el espacio— que en ninguna fase anterior de la historia humana.

“Las decisiones de uno, ya sea un individuo, una colectividad o una nación, tienen necesariamente consecuencias, a mayor o menor plazo, para todos los otros. Cada uno incide entonces en las decisiones de todos. Esta sujeción puede parecer penosa. En realidad, es la clave para el acceso de todos a un estatuto verdaderamente humano. Intentar escapar de ella sería renunciar a una riqueza esencial, nuestra humanitud, que no recibimos de la naturaleza, sino que la construimos nosotros.” [34]

Somos mucha gente viviendo dentro de un espacio ambiental limitado. Las reglas de convivencia que resultan adecuadas para esta situación son diferentes, sin duda, de aquellas que hemos desarrollado en el pasado, cuando éramos pocos seres humanos viviendo dentro de un espacio ambiental que nos parecía ilimitado. Pensemos por ejemplo en que, todavía hoy, las subvenciones para actividades que destruyen el medio ambiente (como la quema de combustibles fósiles, la tala de los bosques, la sobreexplotación de acuíferos o la pesca esquilmadora) alcanzan en todo el mundo la increíble cifra de 700.000 millones de dólares cada año[35]. Sólo los subsidios a los combustibles fósiles suman anualmente (con datos de la Agencia Internacional de la Energía para 2009) 224.000 millones de euros (mientras que las energías renovables reciben apenas 41.000 millones: cinco veces menos); en 2010 los subsidios a los combustibles fósiles aumentaron todavía más, sobrepasando los 409.000 millones de dólares, frente a 64.000 millones para las renovables (6’5 veces menos)[36]. Se trata, evidentemente, de una situación heredada de tiempos pasados, cuando en un “mundo vacío” podía tener sentido incentivar económicamente semejantes actividades extractivas. En un “mundo lleno” resulta suicida: hacen falta nuevas reglas de convivencia (gravar tales actividades con ecoimpuestos o tasas ambientales en lugar de subvencionarlas, por ejemplo).

Un asunto que en la nueva situación se torna imperioso es la necesidad de incrementar la cantidad y la calidad de la cooperación. En un “mundo lleno”, los intereses comunes de los seres humanos son cada vez más numerosos, e igualmente lo son los peligros que afectan a todos y todas. Se hace cada vez más difícil lograr ventajas individuales a costa de los otros. Incluso para defender eficazmente el interés propio se torna necesario incrementar la cooperación. El cowboy del Lejano Oeste podía intentar prosperar en solitario (aunque quizá al precio de una vida empobrecida, breve y violenta); para el ser humano del siglo XXI esa opción ni siquiera puede plantearse.

 

 

En un “mundo lleno”, no cooperar sale muy caro

 

“El barco está lleno”, dice la propaganda anti- inmigración de la extrema derecha en algunos países europeos desde los años noventa del siglo XX. La respuesta adecuada es: depende. El barco está lleno con muy pocos pasajeros si todos viajan en primera; y admite a muchos más si viajan en tercera. Y lo más importante es que, si se elimina la división entre primera y tercera clase redistribuyendo espacios y recursos, entonces el barco puede transportar en buenas condiciones a todos los pasajeros previstos para los decenios futuros[37] (la población mundial se estabilizará a mediados del siglo XXI, ya lo señalamos antes).

Somos muchos, y estamos destinados a vivir cerca unos de otros. Tal situación no es necesariamente una condena: podemos y debemos transformarla en una ocasión para mejorar juntos. Pero eso nos exige pensar de otra manera sobre los valores de lo individual y lo colectivo, y en cierta forma nos convoca a reinventar lo colectivo. De ahí la importancia de la nueva reflexión acerca de los bienes comunes y servicios públicos emprendida en los últimos años por numerosos pensadores.[38]

“La alternativa a la guerra pasa ante todo por la promoción de una economía basada en una serie de bienes comunes y servicios públicos mundiales. Urge reconocer que el aire, el agua, la energía solar, los bosques, el conocimiento, la biodiversidad del planeta, la seguridad alimentaria, la salud, los océanos, el espacio hertziano, la educación, la estabilidad económica, la seguridad colectiva, son bienes y servicios que deben ser garantizados por la colectividad mundial y bajo su responsabilidad.”[39]

 

En un “mundo lleno”, el comportamiento no cooperativo no sólo destruye a otros: es también autodestructivo. Ser egoísta sale muy caro cuando las cosas vienen mal dadas. Y ser egoísta no es “natural” en ningún sentido interesante de la palabra “natural”, como los etnólogos y antropólogos saben muy bien.

Aunque he tratado este importante asunto por extenso en un texto que pregunta si “¿Somos los seres humanos egoístas por naturaleza?”[40], recordemos al menos aquí un par de cuestiones básicas. “En las sociedades que viven en el límite de la subsistencia no existe el hambre”, señalaba el antropólogo estadounidense Melville Jean Herskovits (en su obra de 1940 The Economic Life of Tribal Peoples): no porque no se den situaciones de escasez, sino cuando alguien padece necesidad está seguro de recibir ayuda. Sin compartir, estas sociedades “primitivas” no sobreviven. La humanidad preindustrial no conocía la clase de egoísmo competitivo que la ideología dominante adscribe con alucinante desparpajo a la “naturaleza humana”. Una anécdota de los años cincuenta ilustra bien lo que está en juego. Durante una partida de caza en Sudáfrica, un grupo de blancos conducidos por el explorador Laurens van der Post topó con un grupo de bosquimanos San, una docena entre adultos y niños. Van der Post y los suyos dedicaron unas horas a cazar, de manera que los San pudieran llevar algo más de comida en su viaje «hacia el relámpago en el horizonte», donde estaban comenzando las lluvias estacionales. Uno de los blancos observó que los San no daban las gracias al resultar así favorecidos, y censuró su ingratitud.

“Ben, otro de los participantes que comprendía la cultura bosquimana, replicó que dar a otro ser humano comida y agua es sólo comportamiento correcto, pura rutina entre los bosquimanos. Si los blancos se hubiesen hallado perdidos en el desierto y muriendo de hambre, y los bosquimanos les hubieran hallado, de inmediato habrían compartido su comida y agua, incluso arriesgando su propia supervivencia. Y no hubieran esperado que les dieran las gracias a cambio.”[41]

 

 

Una fase de reflexividad acrecentada (contaminación en un “mundo lleno”)

 

Las reglas de gestión, los criterios económicos y los principios de convivencia que han de regir en un “mundo lleno” son diferentes a los que desarrollamos en el pasado para un “mundo vacío”. Como bien saben el matemático o el teórico de sistemas, el cambio en las “condiciones en los límites” transforma el equilibrio del sistema.

Cuando alcanzamos los límites del planeta, todo parece volver a nosotros en una suerte de “efecto bumerán” ubicuo y multiforme, y se vuelve imperiosa la necesidad de organizar de una manera radicalmente distinta nuestra manera de habitarlo. En todas partes retornan a nosotros los efectos de nuestra actividad –a menudo de forma muy problemática. Podríamos aducir muchos ejemplos, pero uno importante es el de los desechos y residuos que generamos. Los sistemas locales de gestión de la contaminación nos hacen creer que nos desembarazamos de las sustancias nocivas, pero en realidad lo que suele suceder es que las trasladamos más lejos, a menudo haciendo surgir en otro lugar problemas que pueden ser más graves que los iniciales. Y no encontramos ya centímetro cúbico de aire o agua, o gramo de materia viva, donde no podamos rastrear las trazas de nuestros sistemas de producción y consumo.

 

NUESTRAS MARCAS IMPRESAS HASTA EN LO MÁS ÍNTIMO Y REMOTO

(A) Investigadores del CSIC hallan contaminantes en las truchas de once lagos de alta montaña europeos

Un estudio llevado a cabo por investigadores del CSIC, en colaboración con el Norwegian Institut for Water Research, ha detectado la presencia del contaminante polibromodifenil éter (PBDE) en truchas de once lagos de alta montaña de Europa y Groenlandia. El descubrimiento se realizó tras analizar muestras de músculo e hígado, y grasa de ambos tejidos. El interés científico del trabajo está en que muestra cómo en relativamente pocos años los PBDE se han distribuido a zonas tan remotas como los lagos de alta montaña.

Las muestras analizadas revelan concentraciones medias de 0,1 a 1,3 nanogramos por gramo en hígado (de 2,4 a 40 nanogramos en grasa), y de 0,06 a 0,7 nanogramos por gramo en músculo (de 2,9 a 410 nanogramos por gramo en grasa). Los polibromodifenil éteres (PBDE) son compuestos bromados retardantes de llama que se emplean en la industria y en numerosos componentes para prevenir incendios. Se empezaron a utilizar hace unos años como sustitutos de los más tóxicos PCB y se pueden encontrar en gran variedad de aplicaciones sobre plásticos, textiles, circuitos electrónicos y otros materiales. Su uso está en aumento. De hecho, se estima que entre 1990 y 2000 se pasó de 145.000 a 310.000 toneladas anuales de compuestos bromados.

En esta misma línea se encuentra otro trabajo realizado por un equipo de científicos del Instituto de Investigaciones Químicas y Ambientales de Barcelona (CSIC) y de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Este trabajo, dirigido por el profesor de investigación del CSIC Damiá Barceló, analiza la presencia de PBDE y hexabromociclododecano (HBCD) en peces y sedimentos de cuatro localizaciones del río Cinca. Las muestras analizadas provienen de las partes más extremas del mencionado río a su paso por Monzón, población muy industrializada. Se han analizado las concentraciones de PBDE y HBCD en el hígado y el músculo de 23 ejemplares de barbos de Graells (pez normalmente no destinado a alimentación) y en los sedimentos del río.

En las muestras de sedimentos se han encontrado concentraciones de PBDE que van desde dos hasta 42 nanogramos por gramo en seco y, en el caso del HBCD, desde niveles no detectables hasta 514 nanogramos por gramo. Más elevadas son las concentraciones en los peces. Se han hallado desde niveles no detectables hasta 446 nanogramos por gramo de PBDE. Y desde niveles no detectables hasta 1.172 nanogramos de HBCD. También se han encontrado otros compuestos bromados de la misma familia, en sedimentos y en peces.

Fuente: El Mundo, 22 de abril de 2004.

 

(B) Océanos de plástico

Científicos británicos han descubierto fragmentos microscópicos de nylon, poliéster y otros siete tipos de plásticos en aguas y sedimentos del Atlántico Norte. Esos minúsculos plásticos son ingeridos por percebes y diminutos crustáceos con consecuencias ambientales aún impredecibles.

Cuatro décadas de producción masiva, a un ritmo anual de millones de toneladas, ha originado una peligrosa acumulación de plástico en los océanos. En las orillas de islas remotas y de los territorios polares se ha documentado la llegada de esa basura, que puede persistir siglos en esos frágiles hábitats. Ahora, científicos británicos de las Universidades de Plymouth y Southampton aportan pruebas de que también existe una generalizada contaminación por fragmentos microscópicos de plástico en zonas pelágicas y sedimentarias, que sería el resultado de la degradación de ropas, cuerdas, embalajes y objetos de mayor tamaño arrojados como basura a los mares.

«Esos minúsculos plásticos son ingeridos por organismos marinos, aunque las consecuencias ambientales son todavía desconocidas», matiza Richard Thompson y sus colaboradores. La microbasura plástica había suscitado poca preocupación científica porque su potencial contaminante era considerado bajo a escala global. La mayoría de los plásticos son resistentes a la biodegradación y por eso sólo se consideraban peligrosos para el medio ambiente los objetos relativamente grandes fabricados con esos materiales sintéticos. En realidad, la mayoría acaba fragmentándose por el batir del mar. Y además hay muchos productos, como ciertos agentes limpiadores, que contienen pequeños fragmentos de plástico abrasivos.

Para cuantificar la abundancia de microplásticos en los océanos, este equipo recogió sedimentos en playas y estuarios de la zona de Plymouth. La mayoría de partículas filtradas en laboratorio tenía un origen natural, aunque un tercio eran polímeros sintéticos de varias clases, como acrílicos, poliéster, polietilenos, polivinilos, nylon, polipropilenos y metacrilato. Los rastreos se ampliaron a playas de todo el litoral británico, lo que permitió comprobar la generalizada contaminación de los hábitats sedimentarios.

La situación en mar abierto es similar. Se examinaron muestras de plancton recogidas desde los años 60 en la ruta marítima entre Abeerden y las islas Shetland, de 315 kilómetros de distancia, y en la ruta entre Sule Skerry e Islandia, de 850 km. Estos científicos hallaron numerosos fragmentos de polímeros similares y observaron que la concentración era superior cuanto más reciente había sido la recogida de la muestra. La mayoría de estos fragmentos tenía un tamaño que no superaba las 20 micras de diámetro. En la cadena alimenticia las consecuencias de estas diminutas partículas sobre los seres vivos están por determinar. Se sabe que los grandes objetos de plástico arrojados a los mares causan problemas a peces, mamíferos y pájaros. Para determinar los efectos de la basura microscópica, los investigadores introdujeron micropartículas plásticas en acuarios con tres clases de pequeños organismos marinos: anfípodos (pequeños crustáceos que se alimentan de detritus), lombrices de arena y organismos que filtran agua, como los percebes. El grupo de Thompson observó que todos los especímenes ingerían los plásticos en cuestión de días. En las conclusiones de este estudio, publicado hoy en la revista Science, se matiza que la posibilidad de que las sustancias tóxicas presentes en los plásticos pasen a la cadena alimenticia está aún por demostrar.

Fuente: ABC, 7 de mayo de 2004

 

(C) Productos químicos dañinos en nuestra sangre

Ordenadores, secadores, televisiones, sartenes antiadherentes, biberones, prendas de ropa, alfombras o productos cosméticos contienen sustancias químicas tales como retardantes de fuego, compuestos químicos perfluorados, plaguicidas, antibacterianos y almizcles sintéticos, que se concentran sobre todo en la sangre de los más jóvenes y de las personas mayores. La organización ecologista WWF ha analizado tres generaciones pertenecientes a trece familias europeas, con el objetivo de detectar la presencia de 107 productos químicos en nuestro organismo: y ha confirmado la presencia de 73 de ellos. Los niños están a menudo más contaminados que sus padres. De las tres generaciones estudiadas, los abuelos son los que contienen un mayor número de productos químicos en la sangre, elevándose a 63 sustancias, seguidos de los más jóvenes que, con 59 productos químicos presentes en su sangre, superan la contaminación sanguínea de sus progenitores.

     Una de las participantes en el análisis, Marie-Christine, madre de familia belga, asegura haberse quedado atónita con los resultados del estudio y advierte de ‘la falta de conocimiento sobre los riesgos potenciales de los productos que utilizamos a diario’. Y es que el impacto de las sustancias químicas en la salud y en el medio ambiente sólo puede ser observado a largo plazo, lo que hace que todavía hoy exista un gran desconocimiento de su verdadero efecto. De ahí también que su regulación y control sean precarios.

     El mismo experimento ya se hizo en 2003 con miembros del Parlamento europeo, ministros de la UE, científicos y celebridades. Dos años después los resultados se confirmaron. ‘Somos cobayas involuntarios de una experiencia desprovista de cualquier control’, afirma Kurt Wagner, director de la campaña de WWF en Europa. La mayoría de los productos detectados fueron prohibidos hace años por la UE, pero continúan siendo una de las mayores amenazas para el hombre y para la fauna salvaje. Es el caso del DDT, un insecticida altamente persistente en organismos vivos y en el medio ambiente, y del PCB, bioacumulable y con claros efectos negativos en el desarrollo neurológico.

Una de las sustancias con mayor presencia en la sangre es el retardante de fuego TBBP-A, utilizado en secadores, microondas, televisiones, tapicerías o prendas de ropa. Se trata de un producto químico que a priori puede resultar ventajoso por su capacidad para retrasar la propagación de fuego, pero que podría causar trastornos hormonales a largo plazo. Lo mismo ocurre con las grandes concentraciones de bisfenol-A en niños, que tiene un efecto imitador de hormonas y que está presente en ciertos envases de botellas de plástico y en las cajas de CD.

En la mayoría de los casos, estos productos podrían ser sustituidos por otros con menor impacto, pero ello requeriría profundas investigaciones y análisis que la industria química y de otros sectores que hacen uso de esas sustancias no están dispuestos a pagar.

Fuente: ABC, 27 de octubre de 2005

 

Veamos otro ejemplo. En un “mundo vacío”, las sustancias tóxicas se diluyen, y podríamos quizá despreocuparnos de lo toxificados que están nuestros sistemas productivos; pero en un “mundo lleno” los tóxicos acaban siempre retornando a nosotros, produciendo daño. De ahí la importancia de propuestas como las que avanza la química verde[42], que diseña procesos y productos químicos que eliminan (o reducen al máximo) el uso o la generación de sustancias peligrosas. Lo decisivo, aquí, es incorporar ya en la fase inicial de diseño la previsión de los riesgos que pueden surgir después, cuando el compuesto químico marcha a vivir su vida dentro de ecosistemas, sociosistemas, mercados y organismos vivos[43]. De nuevo vemos cómo producir en un “mundo lleno” exige un salto cualitativo en lo que a reflexividad se refiere: la anticipación de daños futuros obliga a intervenir en el momento de diseño inicial.[44]

 

LOS DOCE PRINCIPIOS DE LA QUÍMICA VERDE

SEGÚN PAUL ANASTAS Y JOHN WARNER

  1. Evitar los residuos (insumos no empleados, fluidos reactivos gastados).
  2. Maximizar la incorporación de todos los materiales del proceso en el producto acabado.
  3. Usar y generar sustancias que posean poca o ninguna toxicidad.
  4. Preservar la eficacia funcional, mientras se reduce la toxicidad.
  5. Minimizar las sustancias auxiliares (por ejemplo disolventes o agentes de separación).
  6. Minimizar los insumos de energía (procesos a presión y temperatura ambiental).
  7. Preferir materiales renovables frente a los no renovables.
  8. Evitar derivaciones innecesarias (por ejemplo grupos de bloqueo, pasos de protección y desprotección).
  9. Preferir reactivos catalíticos frente a reactivos estequiométricos.
  10. Diseñar los productos para su descomposición natural tras el uso.
  11. Vigilancia y control “desde dentro del proceso” para evitar la formación de sustancias peligrosas.
  12. Seleccionar los procesos y las sustancias para minimizar el potencial de siniestralidad.

Fuente: Paul T. Anastas y John C. Warner: Green Chemistry, Theory and Practice, Oxford University Press 1998, p. 30.

 

Por cierto que el ejemplo de la química verde nos ha servido para introducir una cuestión importante: la del mal diseño de nuestros sistemas tecnológicos. De manera análoga a como la ingeniería química necesita un importante proceso de “rediseño” para que sus procesos y productos “encajen bien” en la biosfera, lo mismo sucede con la gran mayoría de nuestros sistemas socio-tecnológicos, cuyo conjunto podemos llamar tecnosfera. Volveremos después sobre este asunto (en los capítulos 2, 8 y 9).

 

 

Productividad en un “mundo lleno”

 

Uno de los elementos determinantes de la Revolución Industrial fue el gigantesco salto en la productividad humana que permitió. La historia es bien conocida: la conjunción de una serie de procesos como la privatización de bienes comunes (las enclosures en el campo inglés), la acumulación primitiva de capital, la dinámica comercial y mercantilizadora, ciertas mejoras técnicas, una creciente división del trabajo, una también creciente proletarización del campesinado, la mecanización intensiva y el uso masivo de una nueva fuente de energía (el carbón) condujeron a una transformación de los sistemas productivos que hizo crecer exponencialmente las capacidades productivas humanas. En la industria textil británica, lo que hacían doscientos obreros en 1770 lo realizaba uno solo ya en 1812, y esta poderosa tendencia al incremento constante de la productividad del trabajo ha proseguido desde entonces: en los últimos decenios, como es bien sabido, ha recibido nuevos impulsos (automatización, informatización, robotización). En definitiva, una tendencia histórica del capitalismo industrial ha sido producir cantidades crecientes de bienes y servicios con cantidades decrecientes de trabajo.

Ahora bien, los comienzos de la Revolución Industrial tuvieron lugar en un “mundo vacío” en términos ecológicos, y –consiguientemente— la preocupación por la productividad de las materias primas y la energía fue solamente marginal. Los recursos naturales y el capital natural se consideraban prácticamente “bienes libres”. Ciertamente se han producido en los últimos dos siglos importantes avances en la productividad del factor productivo naturaleza, pero sólo como subproducto de otras búsquedas orientadas a aumentar los beneficios, y no como objetivo de una estrategia sistemática y deliberada.

La situación ha de cambiar radicalmente en un “mundo lleno”. Observemos que la racionalidad económica requiere que se maximice la productividad del factor de producción más escaso. Ahora bien: entre los tres factores clásicos de producción –trabajo, capital y tierra/naturaleza–, a largo plazo –y ya en nuestro “mundo lleno”– la naturaleza es el factor de producción más escaso. En efecto: la fuerza de trabajo es reproducible si existen alimentos y recursos naturales; el capital es reproducible si existe trabajo y recursos naturales; pero la naturaleza no es reproducible de la misma forma. Existen recursos naturales –los combustibles fósiles, por ejemplo– que se están agotando irreversiblemente, los recursos renovables se vuelven en la práctica no renovables cuando se sobreexplotan, muchos ecosistemas están degradándose irreversiblemente. Hoy, los únicos recursos renovables infrautilizados parecen ser la energía solar directa y la fuerza de trabajo humana: “la evolución de la economía humana ha conducido de una era en la que el capital manufacturado era el factor limitante para el desarrollo económico a otra era en la que el restante capital natural se ha convertido en el factor limitante.” [45]

En el “mundo vacío” de los comienzos de la industrialización, donde el factor trabajo escaseaba y el factor naturaleza abundaba, tenía sentido concentrarse en la productividad humana; en un “mundo lleno” en términos ecológicos, donde la situación es inversa (el factor trabajo abunda y el factor naturaleza escasea), hay que invertir en protección y restauración de la naturaleza, así como buscar incrementos radicales de la productividad con que la empleamos[46]. Es el importante tema de la ecoeficiencia[47], que trataremos con detalle más adelante en este libro. Observamos de nuevo cómo cuando se ha “llenado” o saturado ecológicamente el mundo, han de cambiar las reglas básicas de juego (en este caso, las estrategias de producción de bienes y servicios).

El problema de fondo con la productividad es que las ganancias en un ámbito suelen ir de consuno con pérdidas en otro, y que los seres humanos solemos ser propensos a ocultárnoslo tenazmente a nosotros mismos.

 

 

Insostenibilidad en un “mundo lleno”

 

El historiador ambiental John R. McNeill, en su contribución a las jornadas sobre “Políticas de la Tierra” en Salamanca, señaló que desde luego vivimos en sociedades ecológicamente insostenibles (aun más: la inmensa mayoría de las comunidades y sociedades humanas, hasta hoy, han sido insostenibles, esto es, las consecuencias ecológicas de sus comportamientos imposibilitaban que estos pudieran prolongarse a largo plazo); y que, por añadidura, si uno examina fríamente la cuestión, no hay razones para esperar cambios hacia la sostenibilidad a corto plazo, a pesar de las preocupaciones de los científicos y de la retórica sostenibilista oficial.

“Es cierto que en los últimos decenios algunos estados han hecho de la sostenibilidad ecológica un objetivo oficial explícito de su política. Nueva Zelanda, por ejemplo, se comprometió con este objetivo en 1992. Pero estos compromisos oficiales, en Nueva Zelanda, en los Países Bajos, o en cualquier otro lugar, siguen siendo esencialmente fórmulas retóricas. Los poderes ejecutivo y legislativo aceptaron esos compromisos sólo porque imaginaron (correctamente) que los pasos necesarios no se darían, o si se daban sería en un futuro lejano que no les afectaría. Los estamentos más poderosos del gobierno y de la sociedad siguen empeñados en garantizar que otras prioridades prevalezcan sobre la sostenibilidad ecológica. Las prioridades más importantes suelen ser la seguridad y el crecimiento económico, ninguna de las cuales es fácil de compatibilizar con la sostenibilidad ecológica.”[48]

Su conclusión, sin embargo, no es pesimista: según el historiador de la Universidad de Georgetown, no estamos abocados a un colapso rápido, y la insostenibilidad podría durar todavía bastante tiempo, quizá uno o dos siglos más.

“Para ver cómo puede funcionar esto, volvamos a la historia de China y al análisis de Mark Elvin. China es la civilización más antigua del mundo, con una continuidad cultural que se mantuvo durante más de 3.500 años. Pero China jamás ha organizado en estos últimos 3.500 años una economía sostenible. En vez de eso, ha desarrollado sucesivamente varios regímenes insostenibles sucesivos, cada uno de ellos distinto de los anteriores. China se enfrentó a distintas crisis, y tuvo que desarrollar nuevas tecnologías, nuevos cultivos, cambiar sus modelos de comercio, etc., con lo que fue acumulando un régimen insostenible tras otro para evitar, o al menos posponer, el colapso total.”[49]

No obstante, cabe preguntarse si este análisis moderadamente optimista no está dejando de considerar cuestiones importantes. Para mí, dos son decisivas. La primera: aunque continuar la “huida hacia delante” pudiera permitir la subsistencia humana en condiciones de extrema degradación ecológica, está por ver que valiese la pena –en términos de una existencia humana decente— subsistir en semejantes condiciones (que podrían incluir, por ejemplo, terribles tiranías y atroces desigualdades sociales “congeladas”).

La segunda cuestión básica es que, aunque en el pasado muchos grupos humanos lograsen practicar la “huida hacia delante” que McNeill –apoyándose en Mark Elvin— identifica en China, lo hacían en condiciones de “mundo vacío”. Pero sucede que en un “mundo lleno” ya no hay lugar donde huir: las estrategias de crecimiento extensivo son directamente inviables, y las estrategias de intensificación chocan contra límites cada vez más estrechos[50]. Por ello, quizá en el pasado se lograse escapar desde una situación insostenible a otra según pautas que no resulten ya practicables en el futuro. Lo factible en un “mundo vacío” no tiene por qué serlo en un “mundo lleno”.

 

 

Costes externos (o externalidades) en un “mundo lleno”

 

La teoría económica (y también la experiencia cotidiana) ha identificado hace tiempo el problema de los costes externos o «externalidades negativas»: las actividades económicas generan –a menudo como subproducto indeseado— costes externos para terceros, en forma de daños y molestias de tipo social y ecológico, como la contaminación, el agotamiento de recursos, la degradación de los suelos fértiles, la destrucción de la belleza natural, la pérdida de diversidad (biológica y cultural), la desintegración de las comunidades… Al producir “bienes” económicos, producimos también inevitablemente “males” socioecológicos (trataremos esta cuestión con más profundidad en el capítulo 5 de este libro, recurriendo al concepto de producción conjunta).

La magnitud de estos costes externos es enorme: de la persistencia de tales mecanismos de “exportación de daños” depende la supervivencia económica de las mayores empresas del mundo, y el dominio que los ricos y poderosos ejercen sobre los empobrecidos. Por ejemplo, el economista estadounidense Ralph Estes calculó que, sólo tomando en cuenta externalidades “irrefutables” bien establecidas en estudios serios, en 1994 se permitió a las empresas estadounidenses infligir daño social y ecológico por valor de 2’6 billones de dólares: es decir, cinco veces más que sus beneficios totales.[51]

La cuestión, de nuevo, es que la escala y la naturaleza de las externalidades negativas es completamente diferente en un “mundo vacío” y en un “mundo lleno”. En el primero hay mucho espacio ecológico disponible para que los costes externos (todavía de naturaleza fundamentalmente local) se diluyan, y las personas se trasladen a lugares afectados por menos daños y molestias; en el segundo aparecen “externalidades” generalizadas (como el “efecto de invernadero” o la difusión de tóxicos organoclorados por toda la biosfera), se saturan las funciones que producen los ecosistemas para la economía humana (fuentes de recursos, sumideros de residuos, servicios esenciales para el mantenimiento de la vida) y no quedan zonas más o menos intactas a las que escapar.

Por eso, las reglas de juego han de cambiar radicalmente cuando pasamos del “mundo vacío” al “mundo lleno”. En el primero, podría tener sentido tratar al aire puro, el agua limpia y la tranquilidad como bienes libres; en el segundo se trata de bienes ineluctablemente escasos. En un “mundo vacío” podía hallar alguna justificación el que prevaleciese el “derecho a contaminar” de la industria sobre los derechos de las personas afectadas (por no hablar ahora de los restantes seres vivos afectados); en un “mundo lleno” la situación debería invertirse, con cambios institucionales de largo alcance. Así, se ha propuesto reconocer derechos de apacibilidad (amenity rights), de salud y de integridad ecológica, derechos reconocidos por la ley y exigibles en los tribunales[52]. Una vez reconocidos tales derechos no se podría forzar a nadie, en contra de su voluntad, a que absorbiese los subproductos nocivos de la actividad de otros.

“Basta con imaginar un país en el que los individuos se viesen investidos por la ley con derechos de propiedad por lo que respecta al aislamiento, la tranquilidad y el aire puro –cosas todas ellas muy simples, pero indispensables para muchos para disfrutar de la vida— para reconocer que la amplitud de los pagos compensatorios [en economías con mercados competitivos, J.R.], que forzosamente deberían acompañar a la actuación de las industrias, del tráfico motorizado y de las líneas de aviación, obligaría a muchos de ellos a retirarse, o quizás a operar a niveles situados muy por debajo de aquellos que prevalecerían en ausencia de tal legislación, por lo menos hasta que la industria y el transporte descubriesen formas baratas de controlar sus subproductos nocivos. (…) Aquello que proponemos puede considerarse como una alteración del marco legal dentro del cual operan las empresas privadas con el fin de que se dirijan a objetivos que estén más de acuerdo con los intereses de la sociedad moderna.”[53]

La propuesta de los amenity rights es una vía interesante para “internalizar las externalidades” generadas en economías de mercado que operan dentro de un “mundo lleno” (otra vía sería una amplia y bien meditada reforma fiscal ecológica)[54]. Es muy importante señalar que los “fracasos del mercado” pueden interpretarse en muchos casos, más bien, como fracasos del marco legal que ordena los mercados. “En especial, debemos recordar que lo que constituye un coste para la empresa depende de la legislación existente. Si la ley aceptase la esclavitud, los costes de la mano de obra se reducirían a los costes implicados en la captura de un hombre y en mantenerlo al nivel de subsistencia”[55].

En un “mundo vacío”, “internalizar las externalidades” podía considerarse un desideratum de rango secundario para el buen funcionamiento de la economía; en un “mundo lleno” se convierte en un imperativo político-moral de primer orden, y en algunos casos incluso en un requisito de supervivencia.

 

 

Apropiación justa en un “mundo lleno”

 

Pensemos, por otra parte, en los criterios de apropiación justa que desarrolló la filosofía política occidental. Clásica al respecto es la reflexión de John Locke, quien sentó las bases de la teoría liberal de la propiedad. Como es sabido, el principio fundamental propuesto por Locke es el derecho del autor a su obra, que remite a la idea del hombre como ser propietario: propietario de sí mismo, en cuerpo y alma, y de cuanto haga, produzca u obtenga con su cuerpo y su alma (es la figura del individualismo posesivo que C.B. MacPherson analizó profundamente[56]). Locke insiste una y otra vez en que “el trabajo de su cuerpo y la obra de sus manos son propiedad suya”[57] (del ser humano), en la medida en que el trabajo mezcla los dones de la naturaleza con el esfuerzo físico e intelectual humano. Ahora bien, cabe preguntarse enseguida, ¿cuáles son las condiciones para que la apropiación resultante de ese trabajo humanizador de la naturaleza resulte justa? Locke establece tres cláusulas de apropiación justa, una de las cuales es la que nos interesa aquí. Dice así: “Esta apropiación es válida cuando existe la cosa en cantidad suficiente y quede de igual calidad en común para los otros”[58].

Salta a la vista que se trata de una condición pensada para el “mundo vacío”: Locke siempre pensó en la infinitud de la naturaleza, porque en su época, como decía, existían amplias extensiones de tierra sin ser explotadas. Así, para el pensador inglés, la privatización absoluta de la tierra en la Europa del XVII no incumplía la regla de apropiación justa, puesto que aún quedaban extensas tierras vírgenes en América

“La regla de apropiación, es decir, que cada hombre posea tanto cuanto pueda aprovechar, podía seguir siendo válida en el mundo, sin que nadie se sintiera estrecho y molesto, porque hay en él tierra bastante para mantener al doble de sus habitantes, si la invención del dinero, y el acuerdo tácito de los hombres de atribuirle un valor, no hubiera introducido (por consenso) posesiones mayores y un derecho a ellas.”[59]

En un “mundo lleno”, no quedan ya tierras vírgenes por explotar, y la teoría liberal de la apropiación justa deja de rendir los servicios de legitimación para los que fue ideada.

 

 

Desigualdad en un “mundo lleno”

 

En un “mundo lleno”, los problemas de desigualdad sociopolítica y de justicia distributiva se plantean de forma muy diferente a como lo hacían en el mundo que acabamos de dejar atrás. En efecto: en los años de fuerte crecimiento económico que siguieron a la segunda guerra mundial –años de “pacto social fordista” y de expansión del “Estado del bienestar” en el Occidente industrial, y de expectativas de avance en los países eufemísticamente llamados “en vías de desarrollo”–, cabía esperar que, incluso dentro de estructuras sociales profundamente desiguales, el enriquecimiento general permitiría que los “beneficios del progreso” mejorasen la situación de todos, incluso de los más pobres y desprotegidos. Como evoca Paco Fernández Buey:

“Hubo un tiempo no muy lejano en el que los economistas defensores del modo capitalista de producir y de vivir argumentaban que este sistema es el mejor de los posibles (en época de vacas gordas, naturalmente) porque la mano invisible del mercado permite hacer crecer una tarta maravillosa cuyos restos, en última instancia, aprovechan a todos, incluso a los parias explotados y desempleados. Pero no es nada seguro que esta imagen se adecúe al momento presente. Pues estos son tiempos de negocios ecológicos y de reciclaje en curso de todo lo divino y lo humano, y en ellos los restos de la tarta que queda para los pobres y proletarios del mundo ni siquiera son ya pastel: son residuos, basura.[60]

Fernández Buey se refiere sobre todo a la calidad del pastel que ha de repartirse, pero también su cantidad cuenta (de hecho, ambas cuestiones están interrelacionadas, como sería fácil mostrar). En un mundo lleno el pastel no puede seguir creciendo, y por lo tanto cae por su propio peso la que probablemente sea más fuerte justificación del mantenimiento de las desigualdades (que pueden mejorar la situación de los que peor están, al estimular el crecimiento general de la riqueza, vía los incentivos económicos a los “más capaces y productivos” en contextos de mercado). A partir de la crisis ecológica y la situación de haber “llenado el mundo” hay, por tanto, nuevas y más fuertes razones para exigir la igualdad social.[61] El enorme –y creciente— nivel de desigualdad existente se vuelve moralmente aún más intolerable cuando la perspectiva de una mejora material ilimitada deja de ser una opción.[62]

En un planeta finito cuyos límites se han alcanzado, ya no es posible desembarazarse de los efectos indeseados de nuestras acciones (por ejemplo, la contaminación) desplazándolos a otra parte: ya no hay “otra parte”. Una vez hemos “llenado el mundo”, volvemos a hallarnos de repente delante de nosotros mismos: recuperamos de alguna forma la idea kantiana de que en un mundo redondo nos acabamos encontrando. Por eso, en la era de la crisis ecológica global, la filosofía, las ciencias sociales y la política entran en una nueva fase de acrecentada reflexividad. Y la humanidad debe hacer frente a una importante autotransformación… que acaso puede ser iluminada por el ciclo vital de una humilde ameba, como nos sugiere Albert Jacquard.

 

AUTOTRANSFORMACIÓN: LA AVENTURA

DE LA AMEBA DICTYOSTELIUM DISCOIDEUM

“Los desarrollos exponenciales tienen necesariamente un límite. El desarrollo tecnológico de la humanidad acaba de alcanzar ese límite. Su desarrollo demográfico lo alcanzará antes de un siglo, situación comparable a la aventura de la ameba Dictyostelium discoideum. Cuando el medio le aporta alimentación suficiente, cada ameba, unicelular, vive y se reproduce por su propia cuenta, en competencia con las otras. Pero si este medio es limitado, la expansión de la colonia agota las riquezas que aquél aporta. La falta de alimento y de espacio provoca entonces una modificación radical. Las células se reúnen para formar sólo un ser único; luego se diferencian, unas constituyendo la base de ese ser, las otras el equivalente de su cabeza. Si el medio se vuelve más favorable, esta cabeza se abre para difundir esporas que se reconvertirán en amebas aisladas, y el ciclo recomienza.

En un planeta que se pudiera considerar como infinito, inagotable, el espléndido aislamiento de los egoísmos, individuales o colectivos, sería posible. En nuestro planeta cada vez más pequeño, de recursos no renovados, esta actitud es suicida para todos. Nos hace falta, como a la ameba, reunirnos para formar un ser único. Pero, al contrario que la ameba, no tenemos ninguna esperanza de ver un día ensancharse y enriquecerse nuestro medio. Estamos definitivamente condenados a la solidaridad de las células de un mismo ser. No cabe alegrarse de ello ni deplorarlo: hay que sacar consecuencias. (…) Desde mañana, la humanidad debe ser diferente de lo que era ayer, del mismo modo que el hombre adulto se diferencia del niño.”[63]

 

Topar con los límites de su medio obliga a la ameba a dar un impresionante salto cualitativo; de forma análoga la humanidad, en una situación de “mundo lleno”, tendría que autotransformarse adoptando nuevas pautas organizativas, reconstruyendo sus sistemas productivos, potenciando otras normas y valores…

 

 

Un mundo sin alrededores

 

Nuestro “mundo lleno”, que es un mundo vulnerable[64], ha de ser pensado también como un mundo sin alrededores, según la acertada sugerencia de Daniel Innerarity. Para este investigador, todas las explicaciones que se ofrecen para aclarar lo que significa la globalización se contienen en la metáfora de que el mundo se ha quedado sin márgenes, sin afueras, sin extrarradios. Global es lo que no deja nada fuera de sí, lo que contiene todo, vincula e integra de manera que no queda nada suelto, aislado, independiente, perdido o protegido, a salvo o condenado, en su exterior. El “resto del mundo” es una ficción o una manera de hablar cuando no hay nada que no forme de algún modo parte de nuestro mundo común. No hay alrededores, no hay “resto del mundo”: nos encontramos –hay que insistir en ello– cara a cara con todos los demás seres humanos, y regresan a nosotros las consecuencias de nuestros actos en un “efecto bumerán”.

“La mayor parte de los problemas que tenemos se deben a esta circunstancia o los experimentamos como tales porque no nos resulta posible sustraernos de ellos o domesticarlos fijando unos límites tras los que externalizarlos: destrucción del medio ambiente, cambio climático, riesgos alimentarios, tempestades financieras, emigraciones, nuevo terrorismo. Se trata de problemas que nos sitúan en una unidad cosmopolita de destino, que suscitan una comunidad involuntaria, de modo que nadie se queda fuera de esa suerte común. Cuando existían los alrededores había un conjunto de operaciones que permitían disponer de esos espacios marginales. Cabía huir, desentenderse, ignorar, proteger. Tenía algún sentido la exclusividad de lo propio, la clientela particular, las razones de Estado. Y casi todo podía resolverse con la sencilla operación de externalizar el problema, traspasarlo a un ‘alrededor’, fuera del alcance de la vista, en un lugar alejado o hacia otro tiempo. Un alrededor es precisamente un sitio donde depositar pacíficamente los problemas no resueltos, los desperdicios, un basurero. (…) Tal vez pueda formularse con esta idea de la supresión de los alrededores la cara más benéfica del proceso civilizador y la línea de avance en la construcción de los espacios del mundo común. Sin necesidad de que alguien lo sancione expresamente, cada vez es más difícil ‘pasarle el muerto’ a otros, a regiones lejanas, a las generaciones futuras, a otros sectores sociales. Esta articulación de lo propio y lo de otros plantea un escenario de responsabilidad que resumía muy bien un chiste de El Roto: «En un mundo globalizado es imposible intentar no ver lo que pasa mirando para otro lado, porque no lo hay».”[65]

Zygmunt Bauman, el gran sociólogo polaco, llama la atención sobre el fin de las tierras vacías[66]. Benjamin R. Barber, el catedrático de la Universidad de Maryland, ha desarrollado en varias de sus obras recientes las consecuencias políticas de la nueva interdependencia humana. En un mundo donde interior y exterior de las fronteras nacionales tienden a confundirse, donde las crisis de la ecología, la salud pública, los mercados, la tecnología o la política acaban afectando a todos, “la interdependencia es una cruda realidad de la que depende la supervivencia de la especie humana”[67]. En un “mundo lleno”, nos enfrentamos a la inaplazable necesidad de reinventar lo colectivo, y quizá tengamos que reevaluar los valores socialistas básicos –igualdad, cooperación, comunidad— también y destacadamente por razones ecológicas.

 

 

[1] Albert Einstein, “Hacia un gobierno mundial”, 24 de mayo de 1946; ahora en Sobre el humanismo, Paidos, Barcelona 1995, p. 25.

[2] Albert Jacquard, “Finitud de nuestro patrimonio”, Le Monde Diplomatique (edición española) 103, mayo 2004, p. 28.

[3] Jane Lubchenco y otros, “The sustainable biosphere initiative – An ecological research agenda – A report from the Ecological Society of America”, Ecology vol. 72 nº2 (abril de 1991).

[4] Lester R. Brown, Plan B. Salvar el planeta: ecología para un mundo en peligro. Paidos, Barcelona 2004, p. 20.

[5] Remito a mis libros Un mundo vulnerable (Los Libros de la Catarata, Madrid 2000), Todos los animales somos hermanos (Universidad de Granada 2003) y Gente que no quiere viajar a Marte (Los Libros de la Catarata, Madrid 2004). Los dos primeros volúmenes se han reeditado en 2005 (editorial Los Libros de la Catarata).

[6] Sobre el principio de ecoeficiencia, Ernst Ulrich von Weizsäcker, L. Hunter Lovins y Amory B. Lovins: Factor 4. Duplicar el bienestar con la mitad de los recursos naturales (informe al Club de Roma), Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona 1997. En cuanto al último de los cuatro principios, véase Jorge Riechmann y Joel Tickner (eds.), El principio de precaución, Icaria, Barcelona 2002. Una interesante revisión del problema de la tecnociencia, escrita por un científico –astrónomo y cosmólogo— “más allá de toda sospecha”: Martin Rees, Nuestra hora final. Crítica, Barcelona 2004.

[7] Algunas tendencias hoy ya bien dibujadas en el mundo contemporáneo deberían producir verdadero terror. Como ha señalado Félix Ovejero, “la situación de escasez, si se quiere hacer compatible con un sistema donde la desigualdad opera como ‘estímulo’, exigiría una tiranía de ámbito planetario (de los privilegiados para defenderse de los excluidos) de una brutalidad inimaginable. En una situación de aguda escasez, los excluidos pasan a ser un estorbo para los privilegiados. Es lo que técnicamente se llama una situación de dominación. Mientras en una situación de explotación el privilegiado está interesado en que el explotado exista, en una situación de dominación prefiere que desaparezca. En una situación de explotación, la riqueza de unos puede ser causa de la ‘pobreza’ de otros; en una de dominación, la pobreza de unos es condición necesaria de la riqueza de otros (para que los países del primer mundo puedan mantener sus elevados consumos energéticos, esto es, puedan mantener sus actuales condiciones de vida, es condición que los países pobres consuman poco” (en Roberto Gargarella y Félix Ovejero (comps.): Razones para el socialismo, Paidos, Barcelona 2001, p. 19). En sentido análogo Francisco Fernández Buey, Otro mundo es posible –Guía para una globalización alternativa, Ediciones B, Barcelona 2004, p. 40. Nunca me cansaré de recomendar la lectura de dos libros importantes: Carl Amery, Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor, Turner/ FCE, Madrid 2002. Y Susan George, El informe Lugano, Icaria, Barcelona 2001.

[8] Los debates conceptuales y normativos sobre la igualdad, en el seno de la filosofía práctica, son complejos y extensos: no podré abordarlos aquí. Mi propia respuesta a la pregunta básica  “¿igualdad respecto a qué?” sería más o menos: igualdad en lo relativo a las capacidades humanas necesarias para vivir una vida buena. El lector o lectora interesados podrán hallar una buena introducción a estos debates en los tres libros siguientes: Amartya Sen, Nuevo examen a la desigualdad, Alianza, Madrid 1995. Alex Callinicos: Igualdad, Siglo XXI, Madrid 2003. Y Gerald A. Cohen, Si eres igualitarista, ¿cómo es que eres tan rico?, Paidos, Barcelona 2001.

[9] Para una reflexión actual sobre los valores socialistas véase Gerald A. Cohen, “Vuelta a los principios socialistas”, mientras tanto 74, Barcelona 1999; y Félix Ovejero, capítulos 1 y 2 de Proceso abierto –El socialismo después del socialismo, Tusquets, Barcelona 2005. Una importante relectura de las tradiciones socialistas con mirada republicana en Antoni Domènech, El eclipse de la fraternidad, Crítica, Barcelona 2004.

[10] Francisco Fernández Buey y Jorge Riechmann, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, Siglo XXI, Madrid 1996.

[11] Jorge Riechmann, Todos los animales somos hermanos, Universidad de Granada 2003; segunda edición en Libros de la Catarata, Madrid 2005.

[12] Ha sido el economista ecológico Herman E. Daly quien más lúcidamente ha argumentado que ya no nos encontramos en una “economía del mundo vacío”, sino en un “mundo lleno” o saturado en términos ecológicos (porque los sistemas socioeconómicos humanos han crecido demasiado en relación con la biosfera que los contiene): Véase Daly y y John B. Cobb, Para el bien común, FCE, México 1993, p. 218. También Daly, “De la economía del mundo vacío a la economía del mundo lleno”, en Robert Goodland, Herman Daly, Salah El Serafy y Bernd von Droste: Medio ambiente y desarrollo sostenible; más allá del Informe Brundtland, Trotta, Madrid 1997, p. 37-50.

[13] Mathis Wackernagel y otros, “Tracking the ecological overshoot of the human economy”, Proceedings of the National Academy of Sciences, 9 de julio de 2002, p. 9266-9271. De mucho interés también es la actualización del clásico informe al Club de Roma Los límites del crecimiento (originalmente publicado en 1972): Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows y Jorgen Randers, Limits to Growth: The 30 Year Update, Chelsea Green Publishing 2004.

[14] Paul Hawken, L. Hunter Lovins y Amory B. Lovins: Natural Capitalism. Creating the Next Industrial Revolution, Little, Brown & Co., Boston/ Nueva York 1999, p. 3.

[15] Immanuel Wallerstein, El futuro de la civilización capitalista, Icaria, Barcelona 1997, p. 79-80. Para Wallerstein, el sistema-mundo capitalista está herido de muerte aunque no sea más que porque “siendo un sistema que necesita una expansión espacial constante, ha alcanzado sus límites” una vez que se ha hecho coextensivo con el mundo (Wallerstein, “The World-System after the Cold War”, Journal of Peace Research vol. 30 número 1, 1993, p. 3). De ahí que, desde la perspectiva de las clases dominantes, resulte “natural” el salto fuera de la biosfera y la conquista del expacio exterior: he tratado esta cuestión en Gente que no quiere viajar a Marte (Los Libros de la Catarata, Madrid 2004).

[16] Immanuel Wallerstein, “Ecología y costes de producción capitalistas: no hay salida”, Iniciativa Socialista 50, otoño de 1998, p. 58. Pero estos son asuntos que superan la perspectiva que me he dado en este libro, y simplemente los menciono en este lugar, aunque sin desarrollar más semejante análisis.

[17] Lo justifica convincentemente por ejemplo Robert Goodland, “La tesis de que el mundo está en sus límites”, en Robert Goodland Herman Daly, Salah El Serafy y Bernd von Droste: Medio ambiente y desarrollo sostenible; más allá del Informe Brundtland, Trotta, Madrid 1997, p. 19-36. Después de algunas consideraciones teóricas generales, Goodland va examinando pormenorizadamente las cinco “pruebas” básicas de su tesis: la excesiva apropiación de biomasa por los seres humanos, el calentamiento global, la rotura de la capa protectora de ozono, la degradación del suelo fértil y la masiva hecatombe de biodiversidad.

[18] Véase por ejemplo Jean Baechler, Esquisse d’une histoire universelle, Fayard, París 2002.

[19] La prensa española se ha hecho eco de este estudio: Público el 24 de septiembre de 2009, y El País el 4 de octubre. El artículo original es Johan Rockström, Will Steffen y otros: «Planetary boundaries: Exploring the safe operating space for humanity». Ecology and Society, septiembre de 2009. Puede accederse a este importante artículo en http://www.stockholmresilience.org/planetary-boundaries

[20] Este límite permitiría asumir el margen de error de los actuales modelos climáticos, cuyas conservadoras estimaciones de ascenso de las temperaturas en función de las emisiones podrían minusvalorar hasta dos grados la tendencia en curso. También permitirían conservar las dos placas polares, deteniendo el retroceso del hielo en el Ártico y en la Antártida.

[21] La pérdida de especies puede afectar al equilibrio global del planeta: la reducción hace más vulnerables los ecosistemas en los que viven a otros cambios ambientales potenciados por el hombre. Se espera que este siglo el 30% de los mamíferos, aves y anfibios estén amenazados de extinción.

[22] En efecto, el exceso de CO2 que produce el ser humano no sólo potencia el calentamiento, sino también un proceso paralelo que acidifica las aguas del océano. Este fenómeno afecta directamente a multitud de especies que son muy sensibles a los cambios del pH, especialmente el coral y los moluscos que cubren su cuerpo con conchas.

[23] Se estima que el 25% de las cuencas fluviales del mundo se seca antes de llegar a los océanos a causa de la descontrolada utilización del agua dulce. A juicio del grupo de científicos, la amenaza que se cierne sobre la humanidad por el deterioro de los recursos globales de agua es triple: la pérdida de la humedad del suelo, a causa de la deforestación; el desplazamiento de las escorrentías y el impacto en el volumen de precipitaciones.

[24] El estudio apunta que los sistemas agrícolas que mejor imitan los procesos naturales (biomímesis) podrían permitir una ampliación de este límite, aunque otros factores deberían controlarse. La degradación de la tierra, la pérdida de agua de riego, la competencia con el suelo urbano o la producción de biocombustibles son algunos de ellos. Reservar las tierras más productivas para la agricultura es una de sus principales recomendaciones.

[25] Este fenómeno, conocido como “evento anóxico oceánico”, es una eutrofización masiva que se desencadena por el agotamiento del oxígeno en el agua marina a consecuencia de la sobredosis de fósforo. Los umbrales que provocarían la catástrofe ya se han superado en algunos estuarios y sistemas de agua dulce, pero los científicos creen que, si se mantienen los flujos de fósforo actuales, el riesgo se evitará durante el próximo milenio.

[26] World Resources Institute: A Guide to World Resources, People and Ecosystems, the Fraying Web of Life, WRI 2000.

[27] W.V. Reid y otros: Millennium Ecosystem Asessment Synthesis Report, 2005. Puede consultarse en www.millenniumasessment.org. Véase también Gustavo Catalan Deus: “Alerta de la ONU ante la explotación insostenible de los recursos naturales”, El Mundo, 31 de marzo de 2005. El estudio se ha acometido para evaluar si los Objetivos del Milenio adoptados por Naciones Unidas en el año 2000 son posibles: básicamente, lo que los expertos analizan es si el agua dulce, la pesca, la regulación del aire, el agua, el clima o las enfermedades van a permitir alcanzar las cuotas de bienestar humano que se han marcado los países para 2015.

[28] Goodland, loc. cit., p. 19.

[29] Recordemos que en poco más de siglo y medio la población mundial se ha multiplicado por siete: de mil millones de habitantes hacia 1850, a siete mil millones en 2011. En 2004, la población mundial era de 6.377 millones de habitantes, y en 2005 aumentó a 6.465 (cifras oficiales del Fondo de NN.UU. para la Población), a los que cada año se añaden unos 75 millones más. El bebé que aumentó la población humana a 7.000 millones nació a finales de 2011.

Las previsiones de NN.UU. suponen una estabilización cerca de los nueve mil millones de personas en 2050. Pero Ernest Garcia suele recomendar cautela: para tal estabilización la tasa de fecundidad debería haberse situado ya en la tasa de reemplazo (dos hijos por mujer, o muy poquito más, 2’01), mientras que en 2011 la tasa de fecundidad se sitúa (en el promedio mundial) todavía en 2’5 hijos por mujer.

En 2004, dos de cada cinco personas (2.800 millones en todo el mundo) vivían con menos de dos dólares al día (1’64 euros); en 2005, las mujeres asalariadas ganaban en promedio un 23% menos que los varones en los países ricos, y un 27% menos en los países pobres.

[30] Siempre que conservemos entre nuestros valores el aprecio por la justicia sin el cual “condición humana” se volvería una palabra huera. Si no fuera así, son concebibles modelos de organización socioecológica donde unos pocos viven en espléndidos chalés protegidos por alambre de espinos, campos minados y ejércitos privados –por seguir con nuestra metáfora de antes— mientras que la mayoría se hacina en míseras chabolas en las favelas circundantes. Al respecto, insisto en recomendar la lectura de dos libros importantes: Carl Amery, Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor, Turner/ FCE, Madrid 2002. Y Susan George, El informe Lugano, Icaria, Barcelona 2001.

[31] Gary Gardner, Eric Assadourian y Radica Sarin: “La situación del consumo actual”, en Worldwatch Institue: La situación del mundo 2004, Icaria, Barcelona 2004, p. 55.

[32] Martin Rees, Nuestra hora final, Crítica, Barcelona 2004. Como ya cité en la introducción, este importante cosmólogo escribe: “Creo que la probabilidad de que nuestra actual civilización sobreviva hasta el final del presente siglo no pasa del 50%. Nuestras decisiones y acciones pueden asegurar el futuro perpetuo de la vida (…). Pero, por el contrario, ya sea por intención perversa o por desventura, la tecnología del siglo XXI podría hacer peligrar el potencial de la vida.” (p. 16).

[33] Jorge Riechmann, Un mundo vulnerable, segunda edición, Los Libros de la Catarata, Madrid 2005.

[34] Albert Jacquard, “Finitud de nuestro patrimonio”, Le Monde Diplomatique (edición española) 103, mayo 2004, p. 28.

[35] Lester R. Brown: Plan B. Salvar el planeta: ecología para un mundo en peligro. Paidos, Barcelona 2004, p. 307. Por ejemplo –según ha señalado WWF/ Adena en 2005–, la industria pesquera recibe en España 350 euros por tonelada de pescado capturada (totalizando más de 1.700 millones entre 2000 y 2006, según datos oficiales, y sin incluir los acuerdos pesqueros). Y eso ¡en una situación de caladeros sobreexplotados, tanto en nuestros mares próximos como en los más lejanos! Pues, según la AEMA (Agencia Europea de Medio Ambiente), entre el 62% y el 91% de los stocks comerciales –dependiendo del caladero— se encuentran fuera de los límites biológicos de seguridad en el Atlántico Noroeste, y en el Mediterráneo el 70%. A escala mundial, la FAO alertó en 2005 de que el 79% de las pesquerías se encuentran sobreexplotadas o agotadas…

[36] Informe de la AIE (Agencia Internacional de la Energía) World Energy Outlook 2011, publicado el 9 de noviembre de 2011. Puede consultarse toda la serie en http://www.worldenergyoutlook.org/. Véase también Duncan Clark, “Phasing out fossil fuel subsidies ‘could provide half of global carbon target’”, The Guardian, 19 de enero de 2012; puede consultarse en http://www.guardian.co.uk/environment/2012/jan/19/fossil-fuel-subsidies-carbon-target

[37] Y eso sin contar con que algunas reparaciones dentro del barco (mejoras tecnológicas esperables en los decenios futuros) pueden proporcionar cierta holgura adicional (mejores formas de aprovechar espacios y recursos).

[38] Es muy sugestiva la reflexión al respecto de Enric Tello, en su libro La historia cuenta y en varios artículos de estos últimos años (alguno de los cuales se citará más abajo).

[39] Ricardo Petrella, “Cambiar el mundo es posible”, Le Monde Diplomatique 118 (edición española), agosto de 2005, p. 3.

[40] Capítulo 9 de La habitación de Pascal, Los Libros de la Catarata, Madrid 2009.

[41] Entrada de blog de Tom Hartmann, el 4 de noviembre de 2007, que puede consultarse en http://www.thomhartmann.com/blog/2007/11/last-hours-ancient-sunlight-lessons-ancient-people-have-us

La fuente original de la anécdota es el libro de Laurensvan der Post The Heart of the Hunter, Harvest Books, New York 1961.

[42] Las ideas seminales de este movimiento fueron formuladas por Paul Anastas y Pietro Tundo a comienzos de los años noventa. Un manual básico es Paul T. Anastas y John C. Warner: Green Chemistry, Theory and Practice, Oxford University Press 1998. Dos útiles introducciones breves: Terry Collins, “Hacia una química sostenible”, y Ken Geiser, “Química verde: diseño de procesos y materiales sostenibles”, ambos en Estefanía Blount, Jorge Riechmann y otros, Industria como naturaleza: hacia la producción limpia, Los Libros de la Catarata, Madrid 2003. Dos buenos libros divulgativos son Xavier Domènech, Química verde, Rubes Ed., Barcelona 2005; y José Manuel López Nieto, La química verde, CSIC/ Los Libros de la Catarata, Madrid 2011. En España, el centro de referencia en química verde es el IUCT (Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología, véase www.iuct.com), con sede en Mollet del Vallès, que entre otras iniciativas ha creado un programa interuniversitario de doctorado sobre química sostenible pionero en el mundo (participa en él una docena de universidades españolas: véase por ejemplo www.unavarra.es/organiza/pdf/pd_Quimica_Sostenible.pdf). Estos esfuerzos han sido honrados con la concesión del Permio Nobel de Química 2005 al investigador francés Yves Chauvin y a los norteamericanos Robert H. Grubbs y Richard R. Schrock por sus trabajos en química verde (en concreto, por el desarrollo del método de metatesis en síntesis orgánica, que permite reducir notablemente la formación de residuos peligrosos al producir nuevas sustancias químicas).

[43] Como introducción al ecodiseño puede servir Joan Rieradevall y Joan Vinyets, Ecodiseño y ecoproductos, Rubes Editorial, Barcelona 2000.

[44] Tengo presente, claro está, que la sociología de los últimos dos decenios –pienso sobre todo en Anthony Giddens y en Ulrich Beck— ha colocado la categoría de reflexividad en un lugar central. El ex director de la London School of Economics, por ejemplo, ha desarrollado en varias obras una idea optimista –y seguramente demasiado acrítica— de la reflexividad como característica del sujeto moderno. Giddens divide la modernidad en dos fases: la modernidad baja y la alta modernidad. La primera se basó en cuatro grupos de “complejos institucionales de modernidad”, que formaban la base del proceso: el poder administrativo, el militar, el capitalismo y el industrialismo. Para Giddens, la alta modernidad se apoya sobre tres procesos interrelacionados: la globalización, la reflexividad social y la destradicionalización. El sujeto de esta “alta modernidad” dirige su vida desde una vigilancia continua de su subjetividad, dentro de una cultura que ofrece una plétora de posibilidades de vida en un “proyecto reflexivo del yo”. Véase Anthony Giddens, Consecuencias de la modernidad, Alianza Editorial, Madrid 1997; Modernidad e identidad del yo, Ediciones Península, Barcelona 1997; Las transformaciones de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, Cátedra, Madrid 2000.

[45] Herman E. Daly, “From empty-world economics to full-world economics”, en Robert Goodland, Herman Daly, Salah El Serafy y Bernd von Droste: Environmentally Sustainable Economic Development. UNESCO, París 1991, p. 29.

[46] Éste es el tema de libros importantes como Ernst Ulrich von Weizsäcker, L. Hunter Lovins y Amory B. Lovins: Factor 4. Duplicar el bienestar con la mitad de los recursos naturales (informe al Club de Roma), Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona 1997; y Paul Hawken, L. Hunter Lovins y Amory B. Lovins: Natural Capitalism. Creating the Next Industrial Revolution, Little, Brown & Co., Boston/ Nueva York 1999.

[47] La idea de llegar al desarrollo sostenible promoviendo la ecoeficiencia tiene una fuerte impronta empresarial (del “sector ilustrado” del empresariado multinacional), y fue promovida vigorosamente por el Business Council for Sustainable Development (BCSD, hoy WBSCD) en la antesala de la “Cumbre de Río” de 1992. Un buen texto reciente coordinado por el Instituto Wuppertal: Jan-Dirk Seiler-Hausmann, Christa Liedtke y Ernst Ulrich von Weizsäcker, Eco-efficiency and Beyond. Towards the Sustainable Enterprise, Greenleaf Publishing, Sheffield 2004.

[48] John R. McNeill, “Sostenibilidad ambiental y políticas de estado: una visión histórica”, ponencia en las jornadas “Políticas de la Tierra” (Encuentros de Salamanca IV) organizadas por la Fundación Sistema, Salamanca, 22 al 25 de junio de 2005.

[49] McNeill, “Sostenibilidad ambiental y políticas de estado: una visión histórica”, loc. cit. El trabajo al que se está refiriendo es Mark Elvin: The Retreat of the Elephants: An Environmental History of China, Yale University Press, New Haven 2004.

[50] Salvo que uno sea un creyente de la huida al espacio exterior, claro está. Pero quienes no consideramos deseable, o posible, o ambas cosas a un tiempo, semejante perspectiva de expansión extraterrestre, tampoco nos dejamos confortar fácilmente con especulaciones de ciencia-ficción. Véase Jorge Riechmann: Gente que no quiere viajar a Marte, Los Libros de la Catarata, Madrid 2004.

[51] Ralph Estes, Tyranny of the Bottom Line: Why Corporations Make Good People Do Bad Things, 1996 (citado en George Monbiot: La Era del Consenso. Manifiesto para un nuevo orden mundial, Anagrama, Barcelona 2004, p. 209).

[52] E. J. Mishan, Los costes del desarrollo económico, Oikos-Tau, Barcelona 1971 (ed. original inglesa de 1969), capítulo 5. La perspectiva de Mishan es económica; para ver tratados algunos temas conexos desde perspectiva jurídica, Mª Eugenia Rodríguez Palop, “De la reivindicación ambiental y los derechos humanos”, en Jorge Riechmann (coord.), Ética ecológica. Propuestas para una reorientación, Nordan/ Comunidad, Montevideo 2004. También, de la misma autora, La nueva generación de derechos humanos. Origen y justificación, Dykinson/ Univ. Carlos III de Madrid, Madrid 2002.

[53] Mishan, Los costes del desarrollo económico, op. cit., p. 62 y 67.

[54] Véase al respecto Jorge Riechmann, «Necesitamos una reforma fiscal guiada por criterios igualitarios y ecologistas», en Jorge Riechmann, José Manuel Naredo y otros: De la economía a la ecología, Trotta, Madrid 1995, p. 79-116.

[55] Mishan, Los costes del desarrollo económico, op. cit., p. 60.

[56] C.B. MacPherson, La teoría política del individualismo posesivo, Fontanella, Barcelona 1979; hay reedición posterior en ed. Trotta.

[57] John Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil, sección 27.

[58] Ibid., sección 27.

[59] John Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil, sección 36.

[60] Francisco Fernández Buey, “Ecología política de la pobreza en la mundialización del capitalismo”, en Jorge Riechmann y Francisco Fernández Buey (coords.): Trabajar sin destruir. Trabajadores, sindicatos y ecologismo, HOAC, Madrid 1998, p. 65.

[61] Alguna reflexión adicional sobre estas cuestiones en Jorge Riechmann: “Un apartheid planetario. Sobre ecología, globalización y desigualdad socioeconómica”, capítulo 8 de Un mundo vulnerable (segunda edición), Los Libros de la Catarata, Madrid 2005.

[62] Una situación de “mundo lleno” plantea, por tanto, dificultades notables tanto a las políticas socialdemócratas como a las inspiradas por el liberalismo igualitario de John Rawls: en ambos casos se apuesta por el crecimiento fuerte (combinado con una redistribución moderada) sin cuestionar los grandes niveles de desigualdad reinantes. Ahora bien, también afecta, por supuesto, a las concepciones tradicionales del marxismo (ya lo mencioné en la introducción). En efecto: en la argumentación del marxismo tradicional, el supuesto de la abundancia material ilimitada era central. Se suponía que el capitalismo ponía en marcha un rápido crecimiento de las fuerzas productivas, hasta llegar a un punto en que las propias relaciones capitalistas de producción se convertían en una traba para el crecimiento ulterior. De ahí la necesidad de la transformación revolucionaria, que introducía nuevas relaciones de producción (socialistas/ comunistas) capaces de asegurar el despliegue sin trabas de las fuerzas productivas. En la sociedad postcapitalista, la abundancia material iba a ser tan grande –habría tanto de todo para todos y todas— que los problemas de justicia distributiva ni se plantearían… Ilusiones, terribles ilusiones. Como dice Gerald A. Cohen –y como reconoció mucho antes que él Manuel Sacristán–, tenemos que abandonar el extravagante optimismo materialista de Marx previo a la conciencia ecológica.

“El logro de la igualdad marxista (de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades) tiene como premisa la convicción de que el progreso industrial llevará a la sociedad a una condición tal de abundancia que será posible proporcionar lo que cada uno necesite para llevar una vida plenamente satisfactoria. Ya no habrá ocasión para competir por la primacía, ya sea entre individuos o entre grupos. Una razón para predecir la igualdad la constituía esa abundancia futura (supuestamente) inevitable. La escasez persistente es ahora una razón para exigirla” (Gerald A. Cohen, Si eres igualitarista, ¿cómo es que eres tan rico?, Paidos, Barcelona 2001, p. 154). Si el marxismo tradicional preveía un comunismo de la abundancia donde en realidad la ética y la política saldrían sobrando, la realidad de la escasez (y la consiguiente persistencia de los conflictos) nos obligan a pensar un ecosocialismo donde las cuestiones ético-políticas recobran su papel fundamental. La productividad industrial no jubilará a la moral.

[63] Albert Jacquard: Éste es el tiempo del mundo finito, Acento, Madrid 1994, p. 144.

[64] Jorge Riechmann, Un mundo vulnerable, Los Libros de la Catarata, Madrid 2000 (segunda edición reelaborada en Los Libros de la Catarata, Madrid 2005).

[65] Daniel Innerarity: “Un mundo sin alrededores”, El Correo, 23 de mayo de 2004.

[66] Zygmunt Bauman, Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias, Paidos, Barcelona 2005.

[67] Benjamin R. Barber, “El día de la interdependencia”, El País, 10 de septiembre de 2004.

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Usted perdone: Estamos aprendiendo

Manuel Gil Antón

En educación, 2016 será intenso: la SEP anunció iniciativas que merecen atención de todos, especialmente del magisterio, el actor ausente, a tres años aún, del diseño y ejecución de los cambios. Han sido concebidos como materia inerte, y moldeable, sobre la que las autoridades experimentan sin evidencia que asegure la idoneidad educativa de sus acciones. No ha prevalecido la racionalidad técnica y sus tiempos de maduración, sino la premura derivada de un conjunto de leyes mal elaboradas.

Se espera alguna iniciativa en torno a la Ley General de Educación, orientada por la idea de poner a la “escuela en el centro”. Ya van más de tres años en que esta reforma ha tenido, como punto central, a la evaluación como sea: un proceso que debería ser muy cuidado porque sus consecuencias son profundas, se ha usado para hacer variar a fondo la administración del sistema, mediante la modificación de las condiciones laborales de los y las profesoras: son, ya, empleados en condiciones de precariedad laboral, bajo amenaza constante, luego de ser desprestigiados sin medida.

Se anuncia también la propuesta del nuevo modelo educativo, hurtando de la crítica la noción de comunidades de aprendizaje, pues han operado bajo la idea que las escuelas serán “de calidad” merced a la adición simple de profesores idóneos al ingreso y satisfactorios en su desempeño. La propuesta del avance en el conocimiento, como producto de ambientes de aprendizaje complejos, no ha sido su horizonte: de haberlo sido, la valoración de las condiciones escolares para aprender sería otra.

A esta reforma se aferra el gobierno federal como clavo ardiente pues – al menos en apariencia – será la que tendrá mejores indicadores de “éxito” de todas las que derivaron del Pacto. Tiene la coartada que habrá de mostrar, si acaso, resultados a largo plazo (cuando ya no estén sus impulsores), de lo que deriva que festinen los medios empleados, sobre todo el sometimiento a la evaluación como mecanismo de control, ¡misión cumplida!, sin que haya posibilidad temporal de considerar, en efecto, su impacto en mejorar la educación.

Uno de los puntos cruciales del año será la publicación de los resultados de la evaluación para la permanencia en el servicio. Si se tratara de una evaluación diagnóstica para orientar las líneas de mejora del magisterio, estaríamos en un escenario interesante y prometedor. No obstante, y pese a que ese es el discurso oficial, los datos del proceso rebasan el diagnóstico: implican clasificar a los docentes, imputando a sus personas, no al resultado de la examinación, un adjetivo con gran carga simbólica: eres satisfactorio o no, y si lo eres, puedes ser bueno o destacado. De no serlo, el epíteto es rudo: no sirves. Además, de hacer pública la ubicación, de cada quien, en esas categorías, la distorsión en la comunidad escolar, así estratificada, y el reclamo de los padres para que atiendan a sus retoños los destacados, generará problemas.

Hay un factor adicional: la evaluación del desempeño a través de tres dimensiones (evidencias de trabajo, conocimientos y planeación argumentada) aplicada por la SEP, y aprobada por el INEE, no contó con los procesos previos indispensables para ser válida y confiable. Es un instrumento inseguro del que derivan consecuencias no triviales. Si va usted a recoger el resultado de un estudio de laboratorio, confía en que los sistemas y aparatos funcionen bien, de tal manera que lo que determine hacer el médico cuente con bases sólidas. Si el instrumental para el diagnóstico no se ha sometido a prueba, pero de todos modos se decide intervenir y hacer, por ejemplo, una cirugía, al revisarlo puede resultar fallido. Ya (mal) operado, ¿se conformaría con el clásico: usted perdone? ¿Le bastaría saber que así es porque “estamos aprendiendo”? No lo creo.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

Publicado originalmente en El Universal de México

http://www.eluniversal.com.mx/

Fotografía publicada originalmente en Quadratin

 

 

 

 

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Cinco ideas simples sobre acreditación del aprendizaje por experiencia, para ser refutadas

acreditacion

Por: Julio C Valdez/ Venezuela

1. La Acreditación del Aprendizaje por Experiencia (AAPE), cuyo manejo es diverso y desigual de una a otra institución universitaria, ha devenido de ser una propuesta masiva y democrática de inclusión a una forma más de ingreso de las personas al subsistema universitario. Si bien exponía la posibilidad de valorar social y académicamente los aprendizajes humanos desde diversas fuentes (formales, no-formales y hasta in-formales), al punto de equipararle con los aprendizajes académicos propiamente dichos, tiende hoy en la práctica a ser un mero proceso administrativo de “traducción” –de adecuación- de aprendizajes previos diversos a los programas de estudio vigentes en las universidades. ¿No es un buen momento para revalorizar y repensar el ser y el hacer de la llamada AAPE en una dimensión mayor que implique un diálogo directo y frontal entre la sociedad total (no sólo los sujetos económicos) y las universidades, de cara a generar espacios permanentes de diálogos de saberes, atendiendo criterios de democracia cognitiva, de equidad discursiva?

2. El propio nombre de Acreditación (dar “créditos”) implica un signo, una marca, una visión predominantemente mercantil, en la forma como se aplica en las universidades hoy día; es una especie de préstamo que se hace con los aprendizajes de las personas para ingresar al negocio de la educación. Por otra parte, en diversas instituciones, se enfatiza este signo en la medida que este proceso de acreditación representa un significativo costo para los aspirantes, y un medio de obtención de recursos financieros por las universidades. ¿Es Acreditación un concepto amplio y multidimensional para comprender y desarrollar estrategias tan complejas que implican diálogos intersectoriales, generación y valorización compartida de códigos disciplinarios, interdisciplinarios y transdisciplinarios, o es predominantemente una estrategia de obtención de recursos financieros por parte de instituciones universitarias?

3. El lenguaje dominante en la AAPE es sin lugar a dudas “escolarcéntrico”, e implica una jerarquía muy clara. Un aprendizaje que provenga de fuentes formales (el sistema escolar) es acreditable prácticamente sin mayores consideraciones previas. Un aprendizaje que provenga de fuentes no formales, es decir, con estructuras y patrones muy similares a los escolarizados (por ejemplo, cursos y talleres de adiestramiento laborales), con algunas traducciones, puede pasar la prueba de validación con poco o mayor ajuste. Mientras, un aprendizaje in-formal (¿sin forma?), como el que desarrollamos en nuestros hogares, nuestras comunidades, aún tiene que recorrer un largo camino para estar a nivel de los otros aprendizajes. ¿No es hora de replantearnos una especie de revolución semiótica y semántica en el mundo de la AAPE? ¿No es hora de diversificar y revalorizar las diferentes fuentes de aprendizaje, al punto de que todas representen instancias convenientes y válidas para la generación y valoración de aprendizajes vitales?

4. La AAPE es sin duda un asunto de ejercicio del poder, académico en este caso. Como la lectura se da desde los programas regulares de estudio de la institución educativa, es ésta la que tiene el poder de decidir sobre la valoración de los aprendizajes de los aspirantes. Y esa decisión usualmente de carácter administrativo tiende a dejar por fuera diversos y ricos aprendizajes provenientes de diversas fuentes (generalmente de carácter “in-formal”), y aún con implicaciones y significados socialmente apreciados y valorados, como por ejemplo los saberes generados a partir de la militancia en los movimientos sociales. ¿Es posible que visualicemos la acción de reconocimiento y acreditación de aprendizajes como un diálogo de poder compartido, entre universidad y grupos y actores sociales diversos? ¿Es posible rebasar la intencionalidad única de “traducir” los aprendizajes humanos a los requerimientos de un programa de estudio, en vez de propiciar una ampliación creativa de lo curricular hacia dimensiones inéditas de crecimiento personal y pertinencia social?

5. La acreditación vive entre tensiones creativas, que suponen por un lado un proceso riguroso de nombrar y organizar saberes diversos para el desarrollo académico de alguien, y por el otro, la libertad creativa de las personas de nombrar y valorar sus propios saberes… está entre la adecuación y aceptación de una institución (tal vez reducida a un mero juicio de expertos) que determina si lo que alguien sabe es valioso o no, y la posibilidad de organización creativa de los aprendizajes por sus protagonistas en sus correspondientes contextos vitales. ¿Es factible abrir los espacios institucionales a las dinámicas históricas y sociales, de modo tal que propicien diálogos de saberes con diversos entes de la sociedad total? ¿Es posible repensar lo curricular propiciando que pueda rebasar sus linealidades inherentes (secuencias de “asignaturas por ver”), sus lógicas crediticias (acumulación de “contenidos dados”), su fragmentación mortal?

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Morir en la mierda

Por: Pablo Gentili | 12 de marzo de 2016

El 9 de marzo de 2015, Gastón Arispe Huaman murió.

Tenía 13 años y estaba comenzando el colegio secundario. Si hubiera alguna forma de describir la muerte con eufemismos indolentes, diríamos que murió de una manera insignificante o trivial. Pero ninguna muerte es insignificante o trivial. Tampoco la de Gastón Arispe Huaman, que tenía 13 años cuando volvía de su segundo día de clase en una escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires. Si hubiera alguna forma de describir la muerte sin eufemismos indolentes, diríamos que a Gastón Arispe Huaman lo mató la trivialidad con que el poder trata a los que considera insignificantes.

GastonArispeGastón en su cumpleaños de 13 años, junto a su mamá Flora. Foto de la familia, distribuida por La Garganta Poderosa.

 

Aquella tarde, Gastón jugaba con su gata Morita, cuando desprevenidamente cayó en un pozo que aquí, en Argentina y vaya a saber en qué otros sitios, la gente llama “ciegos”. Y debía serlo, quizás, ciego, sordo y sin alma, porque ni al más maldito de los pozos se le ocurriría dejar que un niño se caiga en su interior, especialmente, si está lleno de mierda. Los pozos ciegos son los que recogen las deposiciones de la gente pobre cuando no tiene derecho a cloacas ni a cañerías, cuando vive en ciudades donde un simple inodoro sigue siendo un privilegio.

Dicen que Gastón Arispe Huaman murió porque al caer, se desmayó. Pero Gastón Arispe Huaman murió porque vivía en Rodrigo Bueno, un sector de Puerto Madero cercado por un muro, en uno de los barrio más ricos de la Ciudad de Buenos Aires. Un barrio opulento en una ciudad donde el lujo convive inmutable con la miseria. Un barrio donde los pobres aún cagan en pozos, ante la indiferencia de quienes viven a su lado, ahí nomás, pegaditos, pero a siglos de distancia.

A Gastón lo trataron de salvar los vecinos, gente humilde y digna de esa barriada con más de 20 años de existencia, llena de familias peruanas y paraguayas, una “villa miseria” repleta de vida invisible, de risas silenciosas y de sueños secretos. Pidieron a gritos que la policía los ayudara. En Rodrigo Bueno hay dos fuerzas públicas: la policía federal y la prefectura. Ninguna de las dos intervino, mientras Gastón agonizaba lentamente, mientras moría de a poco, mirando los inmensos y suntuosos edificios que proyectan su sombra lúgubre sobre esas casas precarias a orillas del Río de la Plata, volviéndolas imperceptibles.

A Gastón lo trataron de salvar los vecinos, pero no pudieron. La ambulancia tardó una eternidad en llegar al barrio. Cuando lo hizo, los agentes de salud no pudieron desplazar sus equipos hasta el pozo donde agonizaba. Buenos Aires tiene 56 villas y asentamientos precarios, pero el Sistema de Atención Médicas de Emergencia, SAME, un servicio público del gobierno local, carece de cualquier infraestructura para atender a las más de 350 mil personas que viven allí. No siempre mandan ambulancias y, cuando las mandan, no siempre llegan con médicos, muchas veces sólo con enfermeras, que no disponen ni de camillas ni de equipamiento apropiado para socorrer o atender a las víctimas. Aquella vez, la historia se repitió. Y el SAME no sirvió para nada. Porque Buenos Aires se acaba donde empiezan las villas. Buenos Aires detesta que los pobres la afeen, que estropeen su brillo, que arruinen su pretenciosa elegancia europea, que pongan al descubierto su impostada distinción monárquica. Buenos Aires, la Reina del Plata que desprecia a los invasores, esos argentinos, paraguayos, bolivianos, chilenos o peruanos con cara, ropa y olor de pobres, que le usurpan su belleza; porque Buenos Aires sigue creyendo que es para ellos que existe el resto de un país del que casi nunca se sintió parte. Buenos Aires, capital europea, como tantas otras, amurallada ante los que escapan de la miseria, del sufrimiento, del dolor y de la falta de derechos; indiferente, como tantas otras, a los que mueren ahogados en las playas o en los pozos.

Aquel 9 de marzo de 2015, Gastón Arispe Huaman y su gata Morita se quedaron solos, abandonados a su mala suerte, sin nadie que los ayudara, mientras los que podían salvarlos se morían de asco para seguir viviendo una vida nauseabunda.

Dicen que Gastón Arispe Huaman murió porque los servicios médicos no quisieron atenderlo, porque la policía no respondió al pedido desesperado de los vecinos o porque hay gente que aún construye sus retretes en la tierra. Yo creo que Gastón murió porque a casi nadie le importa cómo viven los pobres en Buenos Aires, principalmente, a su gobierno. La ciudad no dispone, o cuando dispone no cumple, las leyes que reglamentan la urbanización de los barrios más humildes, las “villas miserias”, espacios siempre sujetos a la codicia y a la especulación inmobiliaria de empresas que sueñan construir sobre sus ruinas la decadencia de unas élites más ciegas que los pozos donde a veces mueren los niños que cometen la imprudencia de jugar.

Coincidentemente, a pocos días de la muerte de Gastón, el Papa Francisco recordaba así el barrio de Puerto Madero: «Una cosa que a mí me escandalizaba en Buenos Aires, es la nueva zona de Puerto Madero, Que es preciosa, todo ganado al río. Por un lado esos edificios enormes, 36 restaurantes… Y después la villa miseria… La injusticia de las riquezas«.

En la villa Rodrigo Bueno, aunque el gobierno de la ciudad debería cumplir las normas básicas de urbanización, la policía impide el ingreso de materiales de construcción, ejerciendo un control estricto sobre los vecinos. Quizás, al visitante ocasional le pueda parecer que la fuerte presencia policial está para proteger la seguridad de los edificios cercanos. Sin embargo, Rodrigo Bueno es una villa ejemplar en materia de seguridad y legalidad: no se registran asesinatos ni asaltos, tampoco la presencia de bandas o pandillas de traficantes y, aunque el prejuicio por la cercanía de los pobres no deja de asustar a los habitantes de los ricos condominios cercanos, nunca se han registrado robos u asaltos en la región por parte de ningún habitante de la barriada. La policía está allí para impedir que los vecinos de  Rodrigo Bueno puedan entrar con cemento, maderas, ladrillos y chapas. Si se cae un techo, si hay que tapar un pozo, si hay que poner un vidrio en una ventana, los vecinos deberán ingresarlo escondido, como si traficaran armas o sustancias peligrosas, simplemente porque la policía embarga, roba o destruye todo lo que la gente de Rodrigo Bueno pretende ingresar al barrio para vivir mejor. Una policía confiscadora de dignidad e incapaz de salvar a un niño que se ha caído en un pozo que huele tan mal como ella misma.

El 9 de marzo de 2015, Gastón Arispe Huaman murió. ¿Dónde habrá ido?

Por los pasillos de la villa Rodrigo Bueno se cuenta que los niños, cuando mueren, van a recoger barriletes al cielo. Allí debe estar Gastón. Y seguro que lo acompañan tantos otros como él, muertos por tener el atrevimiento de crecer y de soñar en una ciudad que no les ha concedido ni derechos ni compasión. Gastón debe estar con Kevin, aquel pequeño de 9 años y de risa contagiosa, asesinado ante la indiferencia policial en la villa de Zavaleta. Y con María, esa pequeña y dulce niña que quería ser bailarina, pero que a los 5 años la mató un incendio que los bomberos no llegaron a apagar en la misma villa Rodrigo Bueno. Con Facu, de 13 años, que acompañaba a su mamá a denunciar infinitas veces el riesgo que suponía un árbol destartalado que finalmente se cayó y lo mató sin que se diera cuenta, una tarde cualquiera, en la Villa 21-24. Con Pascual, un chico de 16 años que quería ser electricista, pero fue baleado por quién sabe quién en la Villa 31, también al lado de Puerto Madero, y que murió desangrado en una carretilla para cargar arena, mientras su mejor amigo lo llevaba desesperado al hospital, porque a Pascual nadie quiso socorrerlo y hasta cuando estaba muriéndose lo trataron como lo que se supone que era: un pedazo de escombro. Allí debe estar Gastón, jugando con Rodrigo, del que su mamá decía que era un ángel, y lo era, pero que a los 10 años lo mataron en la villa de Fátima, sin que ningún periódico tuviera espacio para contarlo o recordarlo.

Si existe el cielo, que sea para Gastón, Kevin, María, Facundo, Pascual y Rodrigo, que sea para ellos y para todos los niños y las niñas que buscan barriletes perdidos.

Nosotros, mientras tanto, seguiremos aquí, pensando que nos hemos salvado de morir en la mierda.

A Flora, que la sigue peleando…

Kevin_Maria_FacundoKevin, 9 años, María, 5 años, y los padres de Facundo, 13 años, víctimas de la violencia y del abandono en la Ciudad de Buenos Aires. Fotos: La Garganta Poderosa.

Más:

  1. La carta que escribió Flora, la mamá de Gastón, y que publicó la imprescindible Garganta Poderosa.
  2. El grito de La Garganta Poderosa al cumplirse un año de la muerte de Gastón.
  3. Sobre el incendio que mató a María, de 5 años.
  4. Patch Adams en la villa Rodrigo Bueno.
  5. La Garganta Poderosa, la voz que grita justicia en las villas argentinas.
  6. Un estudio fundamental: «Relevamiento de Asentamientos Informales de Argentina» (2013), elaborado por TECHO.
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Amenazas a la Madre Tierra y cómo hacerles frente

12 de Marzo de 2016

Hay cuatro amenazas que pesan sobre nuestra Casa Común y que exigen de nosotros especial cuidado.

La primera es la visión pobre de los tiempos modernos de la Tierra sin vida y sin propósito: objeto de la explotación despiadada con vistas al enriquecimiento. Tal visión, que ha traído beneficios innegables, ha acarreado también un desequilibrio en todos los ecosistemas que ha provocado la actual crisis ecológica generalizada. Con ese afán fueron eliminados pueblos enteros, como en América Latina, se devastó la selva atlántica y, en parte, el cerrado.

En enero de 2015, 18 científicos publicaron en la famosa revista Science un estudio sobre “Los limites planetarios: una guía para un desarrollo humano en un planeta en mutación”. Enumeraron 9 aspectos fundamentales para la continuidad de la vida. Entre ellos estaban el equilibrio de los climas, el mantenimiento de la biodiversidad, la preservación de la capa de ozono, el control de la acidificación de los océanos. Todos estos aspectos se encuentran en estado de erosión. Pero dos, que ellos llaman los “límites fundamentales”, son los más degradados: el cambio climático y la extinción de las especies. La quiebra de estas dos fronteras fundamentales puede llevar a nuestra civilización al colapso.

En este contexto, cuidar la Tierra significa que al paradigma de la conquista, que devasta la naturaleza, debemos oponer el paradigma del cuidado, que protege la naturaleza. Este cura las heridas pasadas y evita las futuras. El cuidado nos lleva a convivir amigablemente con todos los demás seres y a respetar los ritmos de la naturaleza. Debemos producir lo que necesitamos para vivir, pero con cuidado, dentro de los limites soportables de cada región y con la riqueza de cada ecosistema.

La segunda amenaza consiste en la máquina de muerte de las armas de destrucción masiva: armas químicas, biológicas y nucleares. Estas armas, que ya están montadas, pueden destruir toda la vida del planeta de 25 formas diferentes. Como la seguridad nunca es total tenemos que cuidar que no sean usadas en guerras y que los mecanismos de seguridad sean cada vez más estrictos.

A esta amenaza debemos oponer una cultura de paz, de respeto a los derechos de la vida, de la naturaleza y de la Madre Tierra, la distensión y el diálogo entre los pueblos. En vez del gana-pierde, vivir el gana-gana, buscando convergencias en las diversidades. Esto significa crear equilibrio y generar el cuidado.

La tercera amenaza es la falta de agua potable. De toda el agua que existe en la Tierra solo el 3% es agua dulce, el resto es salada. De este 3%, el 70% va a la agricultura, el 20% a la industria y solamente un 10% va al uso humano. Es un volumen irrisorio, lo que explica que más de mil millones de personas vivan con insuficiencia de agua potable.

Tenemos que cuidar el agua de la Tierra y cuidar los bosques y las selvas, pues son las protectoras naturales de todas las aguas. Cuidar del agua exige velar para que las nacientes estén rodeadas de árboles y todos los ríos tengan su vegetación de ribera, pues esta alimenta las nacientes. Sucede que más de la mitad de las selvas húmedas han sido deforestadas, alterando los climas, secando ríos o disminuyendo el agua de los acuíferos. Lo que mejor podemos hacer siempre es reforestar.

La cuarta gran amenaza está representada por el calentamiento creciente de la Tierra. Es propio de la geofísica del planeta que este conozca fases de frío y fases de calor que siempre se alternan. Pero este ritmo natural ha sido alterado por la excesiva intervención humana en todos los frentes de la naturaleza y de la Tierra. El dióxido de carbono, el metano y otros gases del proceso industrialista han creado una nube que rodea toda la Tierra y retiene el calor aquí abajo. Estamos cerca de los 2 grados centígrados. Con esta temperatura todavía se pueden administrar los ciclos de la vida.

La COP21 de Paris a finales del 2015 creó un consenso entre los 192 países con el fin de hacer todo lo posible para no llegar a los 2 grados centígrados, y tender a 1,5 grados centígrados, el nivel de la sociedad preindustrial. Si sobrepasamos este nivel, la especie humana estará peligrosamente amenazada.

No sin razón los científicos han creado una nueva palabra para calificar nuestro tiempo: el antropoceno. Este configuraría una nueva era geológica, en la cual la gran amenaza a la vida, el verdadero Satán de la Tierra, es el propio ser humano con su irresponsabilidad y falta de cuidado.

Otros lanzan la hipótesis según la cual la Madre Tierra no nos querría mas viviendo en su Casa y buscaría la manera de eliminarnos, ya fuera mediante un desastre ecológico de proporciones apocalípticas o por alguna superbacteria poderosísima e inatacable, permitiendo así que las otras especies ya no se sientan amenazadas por nosotros y puedan continuar con el proceso evolutivo.

Contra el calentamiento global debemos buscar fuentes alternativas de energía, como la solar y la eólica, pues la fósil, el petróleo, el motor de nuestra civilización industrial, produce en gran parte dióxido de carbono. Tenemos que poner en páctica las distintas erres (r) de la Carta de la Tierra: reducir, reusar y reciclar, reforestar, respetar y rechazar las llamadas al consumo. Todo lo que pueda contaminar el aire debe ser evitado para impedir el calentamiento global.

* Leonardo Boff es columnista del JB online y escribió Los derechos del corazón, Paulus 2016.

Traducción de MJ Gavito Milano

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DESDE MI VENTANA. Realidades de violencia educativa en México

violencia

DCE. Flavio de Jesús Castillo Silva

Universidad Regional del Sureste

México

doctor.flaviocastillo@gmail.com

 

Resumen

La violencia que invade a México influye para las realidades educativas actuales y que por estar en un mundo globalizado es de conocimiento más allá de las fronteras, en esta ponencia y desde una perspectiva netamente académica, se hace un recuento a manera de una línea de tiempo de hechos organizados en tres niveles. Sociedad-país, docente y estudiante. Se buscó en todo momento minimizar el sesgo propio.

Abstract

The violence that plagues Mexico influences for current educational realities and being in a globalized world of knowledge beyond borders, in this paper and from a purely academic perspective, a count is made by way of a timeline of events organized on three levels. Society-country, teacher and student. We sought at all times to minimize the bias.

Palabras claves

Violencia, Reforma Educativa, SNTE; CNTE, Bullying.

Keywords

Violence, Education Reform, SNTE; CNTE, Bullying.

Introducción

Definitivamente, aquel que dijo que lo único que no cambia es el cambio no se equivocó, México al igual que en el resto del mundoen su eterna lucha para desarrollarse se encuentra en medio de una tormenta peor que un tsunami o un huracán, hemos sido arrastrados a situaciones tan adversascon un escalofriante cinismo por la parte oficial y aunque eso es de preocuparse y molestarse, es más inverosímil la parsimonia que denota el pueblo mexicano que aun con su peor momento de enojo e indignación,no logra ni siquiera ir más allá del teclado de sus dispositivos móviles para inundar el ciberespacio con hashtags y lo “más osado” es pasar de la sátira a los memes.

En la presente conferencia y bajo un estricto punto de vista académico, se abordarán diferentes escenas en el ámbito de la educación que denotan que México tiene actualmente una sociedad inmersa en la violencia, se plantearán escenarios ordenados en tres nivelescomo una especie de línea del tiempo y los hechos se delimitaron a situaciones importantes en el sexenio actual.En primer momento abordaré en un nivel sociedad-país, posteriormente describiré situaciones relativas al docente y cerraré la conferencia con el estudiante universitario y su entorno,buscaré describir una realidad que desde mi ventana – mis ojos – he logrado abstraer de la realidad las escenas mencionadas a continuación.

Pareciese que como en las cadenas alimenticias, el pez más pequeño – el pueblo de México – y el pez más grande que debiese ser el gobierno federal, que no es así porque existe claramente un poder atrás del poder que para nuestra desgracia es quien promueve la ignorancia y entretenimiento del pueblo con esa máxima de que al pueblo hay que darle “pan y circo”, al mismo tiempo y si eso fuese poco, por otro lado se va robando día a día la tranquilidad de los hogares con tal de generar el temor y hasta el miedo de los mexicanos, quienes con un despliegue de actos terroristas han ganado imponer su ley. Cabe hacer mención que cada uno de lo que se cite en esta ponencia bien pueden ser tema de tesis de cualquier posgrado con su respectivo capitulado.

Desarrollo

El mundo globalizado y neoliberal ha hecho que los mercados sean interdependientes y que algún movimiento en alguno de ellos repercuta en el resto haciendo efecto dominó. Los tratados de libre comercio y similares han hecho que los países en desarrollo sean consumidores de productos que incluso en sus lugares de origen estén prohibidos, paradójicamente éstos mismos exigen innegociablemente lo que no dan: que toda mercancía que ingrese a sus territorios sean de calidad con las mejores tablas nutrimentales, libres de conservadores y de pesticidas.

La importación y exportación han provocado rutas de traslado que eficiente la entrega de mercancías, esto ha hecho que se formen rutas paralelas para lo ilícito que busca llegar a los mercados más importantes que por coincidencia son los países de primer mundo, para el caso de la frontera sur de los Estados Unidos, las rutas comerciales en general han hecho que México se haya vuelto como un camino vecinal para que transiten libremente por su territorio de manera ilícita: drogas, armas, contrabando en lo general y personas, mismasque dejan sus hogares en un afán de encontrar una y quizá última alternativa del llamado “sueño americano”.

Esta situación provocó al interior de México una guerra despiadada entre cárteles, con la finalidad de conseguir la mayor porción del mercado ilegal, asimismo y esto desde el sexenio del Presidente Felipe Calderón, se ejecutó una incansable guerra gobierno – cárteles, que alcanzó a atrapar a varios jefes principales, algunos vivos y otros caídos en combate, pero por cada uno de los líderes capturados o muertos, surgían nuevos líderes o se creaban nuevos cárteles.

La intención era genuina: rescatar al pueblo de México en todos los rincones de su territorio, ya que por años y de manera incremental fue despojando y lastimando directamente a los hogares mexicanos a través de: robos, secuestros, violaciones a mujeres y niños, desapariciones de personas posteriormente tiradas en una cantidad incontable de fosas clandestinas, extorsiones presenciales y telefónicas, trata de blanca y de manera indirecta a través del lavado de dinero.

Este recuento un tanto macabro ha sido un factor importante en nuestro derrotero como país, porque a través de diferentes medios se hacen señalamientos que como un cáncer, los cárteles como causa y la corrupción como efecto ha llegado – según varios investigadores, analistas y periodistas – a alcanzar los altos mandos de la política mexicana, sesgando las decisiones del gabinete federal a favor de pocos y en contra de todas las familias mexicanas, intentando satisfacer las exigencias de gentes y empresas atrás del poder, olvidándose de sentencias como la dejada por el Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García: “malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos los traicionan”. Quizá en este momento y como cierre de este contexto podría citarse la frase adjudicada al generalísimo Don Porfirio Díaz: “¡Pobre México!, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

 

Nivel país-sociedad

A manera de hacer un recuento de hechos relacionados al ámbito educativo, haciendo la advertencia que no se aprecie como si fuera una burbuja u otra realidad, aparte del golpeteo permanentemente del crimen organizado hacia nuestros pueblos, otro factor importantes es el hecho que la OCDE en el 2010 le hizo recomendaciones en el ámbito educativo al expresidente Calderón y que por coincidencia es puesto en práctica ahora en el presente sexenio a través de la reforma educativa. En el 2012 y a raíz de una fuga de información se descubrió la relación Televisa – Peña Nieto donde la televisora antes mencionada lo imponía como candidato presidencial, dándole un inagotable apoyo mediático y financiero, así fue como consiguió el propósito de ganar la contienda presidencial como partido opositor al gobierno panista del Lic. Felipe Calderón.

Por consecuencia y ante una visita a la Universidad Iberoamericana campus Distrito Federal como parte de su plan proselitista, los estudiantes como una masa crítica cuestionó al candidato presidencial y a manera de consolidar el encuentro poco favorable para el candidato, 131 estudiantes de dicha universidad graban un video manifestando su postura ante el candidato priista, a partir de ahí surge el movimiento #YoSoy132 conformado principalmente por estudiantes de diferentes instituciones de educación superior tanto públicas como privadas cuyo fin era la democratización de los medios de comunicación y pedían un tercer debate entre los candidatos presidenciales. Este movimiento sufrió a su interior una fractura fundamental debido a que aludíauna relación al Partido de la Revolución Democrática (PRD) – otro partido contendiente – y surgió un movimiento denominado GeneraciónMX – relacionado al PRI -. Entonces, el principio maquiavélico de “divide y vencerás” volvió a funcionar.

Debido a una serie de irregularidades como el derroche del presupuesto en maestros que no están frente a grupo pero que cobran como tal, la persistente “lucha magisterial” y el coto del poder de la representante del Sindicato Nacional de Trabajadores del Estado (SNTE), Elba Esther Gordillo quién fue detenida en febrero del 2013 por desvío de recursos. Fungió como líder sindical por un poco más de 23 años conformando una fortuna que jamás hizo una rendición de cuentas del uso de las cuotas dadas por su gremio.

Para rematar y en un ánimo de frenar con los abusos del magisterio, el Presidente actual, envió una iniciativa de Ley al H. Congreso de la Unión para que se aprobase la nueva Ley General de Educación en septiembre del 2013 que fue catalogada y nominada hasta la fecha como una reforma administrativa más que educacional y que está basada en las recomendaciones de la OCDE como ya mencioné, situación que provoca un marasmo y espasmo en el sector educativo, teniendo sobre todo como destinarios los docentes de educación básica.

A partir de su aprobación, el egresado de las normales en lugar de obtener una plaza laboral en automático, ahora se tendría que contender bajo convocatoria abierta para obtener dicha plaza, otro cambio drástico fue que los docentes de nivel básico serían evaluados de tal manera que si no estuviesen actualizados se les retiraría del servicio docente – no del trabajo – y podría ser capacitado para reincorporarlo, pero si en una segunda evaluación saliera no aprobado, entonces se le cancelaría su contrato, entre otros cambios sustantivos.

Cabe hacer mención que un gremio tan importante por cuestión de números de integrantes se vio amenazada, situación que provocó una serie de manifestaciones de docentes en las capitales de sus estados y concentraciones masivas en el zócalo del Distrito Federal frente a Palacio Nacional, considerando que a toda acción le corresponde una reacción.

En septiembre del 2014, los cambios al reglamento interno del Instituto Politécnico Nacional, nuestra máxima casa de estudios en el ámbito tecnológico, causan protestas por parte de los estudiantes de todas las unidades académicas del denominado Poli, donde miles de estudiantes defendieron a capa y espada sus derechos, frenando y después de varias meses de trabajo que los estudios de ingeniería que se han ofertado por 79 años pase en automático de nivel licenciatura a nivel técnico, por lo que los nuevos egresados serían afectados en el nivel educativo. La titular del IPN en ese momento renunció y después de varios meses entre conversaciones y manifestaciones, se quedó vigente el plan de estudios 2004 donde por supuesto, concluyen sus estudios como ingenieros y no como técnicos como querían inicialmente las autoridades.

Paralelamente pero con el mismo sentido, el gobierno determinó que la enfermería sería reducida de licenciatura a un nivel técnico, con lo que el personal de esta área a nivel Secretaría de Salud sería perjudicada bajando en caída libre sus sueldos de hasta dos niveles de salario y aunque hubo movilizaciones en diferentes partes del país, no logró tomar tanta fuerza las movilizaciones de este sector golpeado por una firma desde la lujosa oficina del Presidente o Secretario de Salud, sigue en un proceso dialógico en donde se confía permanezca el reconocimiento de la profesionalización de este sector.

Con respecto al caso Ayotzinapa, es un asunto que levantó ámpula en la sociedad mexicana quiénes sentimos que era el acabose de excesos provocados por autoridades civiles y militares. La normal rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Gro. de formación marxista-leninista requiere que el gobierno del estado de Guerrero cada año abra una convocatoria para destinar presupuesto para becas para los normalistas que todos son estudiantes de escasos recursos y que se ha vuelto una trágica tradición que si no hay una movilización de normalistas, la Secretaría de Educación de ese estado no destina el recurso y que en caso de no hacerlo, la escuela tendría solo una vida de dos años, cuando si hubiese voluntad del gobierno podría en automático hacer la transferencia presupuestal. Ayotzinapa del 2014 es sólo el efecto de lo que ha sido una “batalla” normal-estado desde más de cincuenta años, de esta normal rural egresaron los profesores Lucio Cabañas y Genaro Vásquez en los años sesenta, ambos fueron líderes de la guerrilla en Guerrero, y así han sucedido varios choques, uno de ellos llevó en el 2011 a que unos policías de la PGR dispararon a los estudiantes directamente matando a dos normalistas. Por lo que Ayotzinapa no es del 2014, Ayotzinapa es más bien un caldo cultivado décadas atrás.

Aprovecho para agradecer a los hermanos latinoamericanos y ciudadanos del resto del mundo que han dado cobertura y seguimiento a lo sucedido el año pasado con la desaparición física de 43 estudiantes, uno de ellos ya identificado como fallecido. Este asunto calculo que como en otros momentos de nuestra historia moderna, muchos años después podrán accederse a los expedientes y hasta entonces tal vez sepamos qué sucedió con estos jóvenes que fueron desparecidos sin explicación alguna. ¿Fueron los militares y policías?, ¿fueron los sicarios de Guerreros Unidos?, el resultado trágico es el mismo: 43 hogares en modalidad de luto que se suman a los que ya habían sido lastimados a lo largo de cincuenta años.

Nivel docente

En este nivel se apreciará que la violencia que ha cubierto al país definitivamente ha permeado al interior del ámbito de los docentes, que si se hiciera la analogía con las abejas, éstos – los docentes – se han africanizado tomando como bandera la protección de sus logros, los defienden contra cualquiera y aunque eso es válido hay muchas cosas atrás de todo esto. El SNTE a raíz de la detención de su líder sindical Elba Esther Gordillo (EEG), se ha ido re-encauzando paulatinamente a su función principal: defender los derechos de sus agremiados pero también apoyando a la parte oficial en la reforma educativa.

Sin embargo, años atrás, docentes de Michoacán, Chiapas, Guerrero y Oaxaca quisieron crear un nuevo sindicato, sin embargo, por cuestiones de leyes no se pudo y entonces, crearon en Chiapas en 1979 la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), siendo considerada como la contracorriente del SNTE, en las escuelas de los estados mencionados al inicio de este subtema, hay una delegación sindical del SNTE y una de la CNTE y estos últimos se encargan de promover las movilizaciones, plantones y paros laborales cuando identifican que sus intereses están siendo o podrían ser afectados.

Los profesores de educación básica quienes son el porcentaje mayoritario, asisten a estas movilizaciones sindicales porque para hacer cambio de localidad y acercarse al lugar que desean estar, es necesario tener participación sindical, si no, no hay cambio. Si las movilizaciones implican trasladarse a la capital del país, entonces, de sus propios recursos los profesores compran boletos de autobuses particulares – cuyos propietarios se desconocen – para viajar y su estancia en el Distrito Federal también será financiada por ellos mismos.

Un antecedente ha sido lo realizado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en el 2006 conformado por diferentes organizaciones sociales, entre ellos, como un contingente mayoritario fueron los profesores de la sección XXII, cuando secuestraron, aterrorizaron a la ciudadanía e hicieron actos vandálicos: como quemar autobuses, pipas, edificios, todo aquello que se interpusiera en sus intereses, aunado al daño de monumentos y edificios históricos que conformaban el patrimonio cultural de la humanidad.

            SNTE.

Como ya mencioné anteriormente, el SNTE sintió necesario reaccionar ante la provocación hecha por la parte oficial al momento de enunciar la nueva Ley General de Educación en donde muchos docentes vieron acabar sus regalías laborales, algunas de ellas era que aun teniendo plaza – contrato – como profesor, podrían estar “comisionados” – o ¿refugiados? – en donde en aras de hacer conciencia sindical “justifican” las ausencias al centro de trabajo designado, otra regalía era que tenían su trabajo seguro, así fueran buenos o pésimos docentes, sin embargo, al existir dentro de la nueva ley el rubro de evaluación y con la creación del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE)  con la misión de contribuir al mejoramiento de la educación a través de evaluaciones integrales de la calidad del sistema educativo y de los factores que la determinan.

Y así como esos ejemplos de regalías, en su contraparte está el docente que ha sido fiel a su aula o en palabras de José Vasconcelos, son  “apóstoles de la educación” y que están permanentemente perfeccionando su práctica a través de cursos, posgrados y congresos educativos,  participa en contra de su voluntad en las movilizaciones sindicales, todo para evitar ser penalizados de alguna manera, estos docentes no se sienten amenazados. En pocas palabras, el docente que tiene su vocación firme y actúa en el aula buscando que sus estudiantes aprendan no les afecta la Ley General de Educación, sin embargo, los docentes marrulleros, trinqueterosy grilleros que pareciese ser un porcentaje importante del gremio quisiera que todo siguiera igual acorde a su zona de confort.

CNTESección 22 – Oaxaca.

De las secciones más combativas de la CNTE es la sección 22 de Oaxaca, para hablar de ella es conveniente entender que como agrupación gremial y a lo largo de su existencia ha ido abarcando “funciones” que les permite ser juez y parte, por ejemplo, las plazas no las decide la parte oficial sino ellos, las permutas de lugar de trabajo de igual manera, todo sujeto a la participación sindical, entre más participación mayores facilidades para el docente, el abuso del poder,

La intensificación de sus movilizaciones afectando a la ciudad capital principalmente y accesos a localidades importantes del estado de Oaxaca, esto fuera de toda lógica, han hecho bloqueos, marchas y manifestaciones exigiendo la salida del entonces Gobernador Ulises Ruíz Ortiz en el 2006, por la reforma educativa y otras reformas promulgadas por el presidente actual, porque les cambiaron de banco para el pago de su nómina, porque sus cheques se emiten en el Distrito Federal y ya no de manera local, por el caso Ayotzinapa, y un largo por qué.

Para una muestra un botón, fue la sección 22 de la CNTE en 2013 quienes se plantaron en la ciudad de México a exigir se declinara la promulgación de la Ley General de la Educación y en plantón permanente hicieron diferentes actividades como hacer marchas en diferentes arterias de la ciudad de México y con diferentes destinos y al no tener respuestas continuaron las delegaciones yendo y viniendo, haciendo una sincronía en el relevo para no perder espacios, los docentes permanecieron y amenazaron que no se quitarían para el evento que permite conmemorar la Independencia de México a través del tradicional desfile cívico – militar.

Cabe hacer mención que delegaciones de la CNTE de los otros estados y diferentes organizaciones se unieron a este movimiento ya con fines de presionar al gobierno federal, por lo que el día 13 de septiembre del 2013 sucedió lo inminente, un desalojo por parte de  policías federales que con lujo de violencia lograron correrlos en medio de golpes, gas lacrimógeno, gas pimienta y tanquetas con agua aunado a la cantidad de detenidos.Bajo el lema gritado a todo pulmón de “¡Zapata vive, la lucha sigue!”, será el cuento de nunca acabar, afectando a miles y miles de niños en varias generaciones que asisten a una escuela sin docentes.

Nivel estudiante

En este nivel podríamos iniciar parafraseando diciendo que si la violencia no viene a mí, iré a ella y lo menciono así porque pareciese que la violencia promovida por adicciones, mensajes muy bien diseñados que a través de los medios masivos de comunicación hacen que caigan como semilla en tierra fértil y los jóvenes e incluso niños acepten como clichés al elitismo, xenofobia, homofobia, misoginia y misandria, entre otros tantos. Todas ellas manifestadas en un fenómeno de violencia en los centros educativos conocido como bullying o acoso escolar como un reflejo de la violencia que aqueja en nuestra sociedad y que lamentablemente inundan las escuelas desde educación primaria en México y en todo Latinoamérica, teniendo como una escuela de bullying al programa de televisión “Rosa de Guadalupe” donde los casos presentados son ideas “innovadoras” que todo buen buleador deba poseer en su repertorio.

El bullying se puede definir como “actitudes agresivas, intencionales y repetitivas sin motivo aparente entre niños y adolescentes, que involucran una percepción clara sobre una diferencia notoria de inequidad dentro de una relación desigual de poder” (Jáuregui, 2014, p. 1), donde existen tres personajes principales: el acosador, la víctima y el o los testigos.

El acosador o buleador es una persona que a pesar de ser quien acosa, lastima a otros, esto puede surgir como efecto de que al buleador en casa o cerca de ella, le estén haciendo un acoso igual o peor, siendo en casa, tal vez los padres sin tener conciencia del daño psicológico-afectivo que le pueden ocasionar a sus hijos, pueden usar el regaño, el sarcasmo, la burla y el otro extremo pueden ser castigos duros como tremendas palizas por cualquier cosa. Entonces, el buleador se vuelve así en esa cadena de que el pez grande se come al pequeño y como no puede desquitarse con quiénes lo lastiman, entonces canaliza su ira o insatisfacciones con quién decida que sea su víctima, misma que podrá ser aleatoria o busque a alguien que sea más débil y no le cause líos controlar la situación.

Por su parte la víctima, no es necesariamente es el más inteligente de la clase – actualmente les dicen ñoños, en mis tiempos eran denominados como nerds -, ni tampoco el debilucho u otros rasgos, simplemente es aquel que ante el primer golpe de acoso no frena la situación, al contrario se somete inmediatamente. Los testigos a su vez son aquellos compañeros que bien pueden disfrutar de ver sufrir a alguien más y puede ser pasivo o activo, también puede ser alguien que bajo la premisa “de que lloren en mi casa a que lloren en la casa de otro” se unen al buleador convenencieramente para que no sea sujeto de acoso u otros, que pueden ser incluso amigos de la víctima que ante el hecho de reconocer que no tiene capacidad de defensa con respecto al buleador o seguidores mejor permanece inmóvil y de manera no voluntaria se vuelve testigo.

En cuestión de cifras, la OCDE mencionó que México presenta los niveles más altos en robos, agresividad verbal y física en educación secundaria, al interior de los planteles son las agresiones verbales y físicas entre escolares es lo más reiterativo. Los estados de la república mexicana con más índice en cuestión de amenazas son Baja California Sur, Nayarit y Tlaxcala; para el caso de mayor índice de riñas son los estados de Jalisco, México y Baja California; para el caso de mayor índice de burlas, los estados son Aguascalientes, Baja California Sur y Coahuila. Y los lugares más comunes para acosar a sus compañeros son los patios, pasillo y baños.

Conclusiones

Como se ha apreciado en esta conferencia, México ha sido azotado violentamente en cada uno de sus rincones, por lo que se puede decir que México ha sido violentado pero eso no significa que el pueblo de México sea violento. Con estas palabras quiero expresar que la calidez, la hospitalidad y la mano franca del mexicano son vigentes, el mexicano trabajador, honrado, ingenioso, creativo, con un amplio sentido del humor, que busca salir adelante vive en la mayoría de los hogares. Por lo que a manera de conclusión quiero compartir con ustedes dos aportaciones locales que están aún incipientes pero funcionando en nuestro país:

  • El Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional (SERAZLN), que en su sitio web lo declaran de esta manera tan sencilla y a la vez tan profunda:

…Así entendemos que la educación puede venir y organizarse desde el corazón de nuestros pueblos. Educar es aprender, es decir, «educar aprendiendo». Podemos educar con los alumnos y alumnas -que nos educan- para poder educarnos de quienes somos para la vida y así construir a esos muchos mundos que soñamos todos y todas.

Podemos decir que sabemos educar a los que nos educan, por esto es que la escuela es para todo el mundo por lo que decimos «para todos todo, nada para nosotros».Es esta forma de autonomía, la de nuestros pueblos, de su cultura, que pueden así recrear las diferentes lenguas que nunca han existido para los dominadores, así como nuestros rostros de ser del color de la tierra.La educación, como ha venido siendo hasta hoy, es algo que no ha podido entender que se puede sintetizar en una palabra que es: realidad o concientización(www.serazln-altos.org).

  • El Plan alternativo para la transformación de la Educación en Oaxaca (PTEO), una propuesta que surgió del pueblo y para el pueblo, ya que a través de procesos participativos – foros, talleres, reuniones, seminarios y encuentros pedagógicos – en todas las localidades del estado – muchas de ellas rurales – y aprovechando la estructura que abarca los 570 municipios del estado, lograron involucrar a los padres de familia, autoridades, sociedad, docentes y demás personal de los planteles educativos para poder identificar las necesidades de la realidad propia, es una propuesta surgida desde lo más profundo de México, considerando la interculturalidad:

Propone una verdadera transformación de la enseñanza basada en una educación humanista que sustituya los valores del mercado por la práctica de valores universales; que recupere y coloque en primer plano el respeto y la ampliación del derecho humano a la educación, el fortalecimiento de la educación pública y un proceso educativo sólidamente arraigado en las necesidades del desarrollo de las personas y de sus comunidades y regiones.

Sabemos en México hay mucho por hacer y hay que intentarlo la cantidad de veces más uno de las veces que fracasemos, lo peor sería quedarnos inmóviles. ¡México late y late fuerte!, quizá para algunos críticos digan que les da pena o les duele México, a mí al contrario, me siento orgulloso de mi país, de su gente, de sus paisajes, de las culturas ancestras con todo y los secretos que no logramos descifrar aun, de los chamanes, de la fe de un pueblo que sabe que sólo el Dios bueno podrá darles fuerza para aguantar la adversidad y que nos doblan pero no nos tiran. ¡Viva México!.

Fuentes consultadas

aristeguinoticias.com

http://asambleapopulardelospueblosdeoaxaca.blogspot.mx/

http://odiseo.com.mx/marcatexto/2013/05/propuesta-educativa-desde-mexico-profundo

http://www.seccion22.org.mx/

Jáuregui, C. (2014). ¡Ya basta! Acabemos con el bullying. México: Porrúa.

mexico.cnn.com

www.excelsior.com.mx

www.forbes.com.mx

www.fundaciontelevisa.org/mejorenfamilia/bullying/bullying-mexico

www.gobernacion.gob.mx

www.presidencia.gob.mx

www.sep.gob.mx

www.serazln-altos.org

 

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Critical Pedagogy and the Decolonial Option: Challenges to the Inevitability of Capitalism

decolonialismo 2 

 Critical Pedagogy and the Decolonial Option: Challenges to the Inevitability of Capitalism

 

Lilia D. Monzó

Peter McLaren

Chapman University

 

 Suggested citation:

Monzó, L.D. & McLaren, P. (2014). Critical Pedagogy and the Decolonial Option: Challenges to the Inevitability of Capitalism. Policy Futures in Education, 12(4), 513-525.


Critical Pedagogy and the Decolonial Option: Challenges to the Inevitability of Capitalism

In a lot strewn with plastic wrappers and Styrofoam cups, where salt grass and jimsonweed has become tainted with methane gas and coated with toxic tar oozing from dank, contaminated soil, old men bent by time and lost hope, whose wizened features have seen better days, stoop over the stiffening vapors in allegorical gestures of defeat.  Such gestures are growing more commonplace in a dystopian world that has now apparently become proverbial.

Church doors remain open on weekends, feeding lines of hungry families. Public services, once the hallmark of an illusory democracy, are being dilapidated. The pretense is apparently no longer necessary. Animal species, marked as easily disposable commodities for consumption and experimentation, suffer unimaginable abuses and extinctions in a seemingly endless quest to maximizing corporate wealth. Our biosphere no longer bristles with indignation at the pollution, exploitation and destruction of its natural resources that have been recklessly fracked from our earth —it is in a state of fully-fledged revolt.  We know from geophysicists that earth-human systems are catastrophically unstable as a result of collective carbon profligacy (Klein, 2013).

Poverty-ridden communities, immigrant and refugee populations (sometimes living in hiding), women laboring in illegal sweatshops and legal ones (known as maquilas), young girls tortured in sex-trafficking operations – pockmark a planet suffused with precarity and humiliation cast by the dark spectrum of capitalism that encircles the globe like some famished chthonic serpent. We in the USA are participating in the bounty collected from across all landscapes, domestic and foreign, that have been ravaged by capital (Eglitis, 2004). In the midst of the near eclipse of an ethic for human rights and dignity, we are evidencing the centripetal acceleration of capitalism separating out the rich from the poor, leaving gargantuan social inequalities in its wake.

If the USA’s economy has grown from 1983 to 2010 but the bottom 60 percent of Americans actually lost wealth during this time, what does this tell you about the workings of the capitalist economy (Srour, 2013)? Still powerful national corporate lobbies are working tirelessly to negatively affect labor protection laws, including lower wages and labor standards. Workers confront their seemingly unassailable corporate masters with picket signs because they are now victims of wage theft, unable to recover wages that they have already earned. Child labor protection and paid sick leave are currently under attack.  Anti-strike laws are condemning workers to accept a dehumanizing fate (Srour, 2013).

There are big winners in the horrific conditions we’ve described – the transnational capitalist class – yes, the 1 percent of the owning class that controls most of the wealth of the planet (Marshall, 2013; Robinson, 2013). The soul of humanity is being forged against their insatiable demand for wealth accumulation and associated power. They have bought themselves allies among governments and institutions that seemingly are willing to stop at nothing to protect capital interests. Human suffering has reached unprecedented proportions as the world’s major corporations have become transnational, making extraordinary windfalls off the cheap labor of the poor in the so called “third world” (Robinson, 2004).

The growth of overcapacity and overproduction leading to the falling profitability in manufacturing that began in the late 1960s has helped to spawn the hydra-headed beast of neoliberalism.  In its effort to remain the world’s uncontested superpower, the USA is uniquely implicated in the world’s death toll as it continues to appoint itself the world’s “protector,” employing its military might against any and all dissent to capitalism’s “democracy,” that guarantor of “individual freedoms” for property holders and owners of the means of production. While denouncing human rights abuses in other countries under the banner of democracy, the USA is at the same time smuggling through the back door policies that deny American citizens their fundamental rights to privacy and dignity, as information is collected on every citizen via any and all communications systems and filed away for future use (Karlin, 2013).  Like a Texas evangelical claiming Biblical inerrancy, the government is taking the position that its policies are infallible, that a providential history has been granted beforehand by the creator, making the USA the official sword arm of divine justice. Even conservative analysts are warning that the USA is becoming a rogue superpower that is viewed by many as the single greatest threat to their societies (Chomsky, 2013).

In the USA even the most exploited among the working classes continue to believe one of the most storied and shopworn meta-narratives of our society – that if they only work harder and focus their energies more strenuously, they can attain that allusive American Dream.  The belief is so stubbornly durable that these same working and middle classes cling tenaciously to it even as they are becoming increasingly aware and proportionately incensed over the grotesque amassing of capital by the bankers, speculators, hedge funders, and monetarists at the backbreaking expense of the many. Its false promise reaches far outside its borders to ensnare immigrants from around the world but particularly Latin America to join the ranks of a highly exploitative and criminalized existence as America’s underclass. It does not escape our attention that, as the welfare state is being absorbed into the national security and surveillance state, pain and destruction are being commandeered predominantly against people of color.

Antagonisms implicated in and through contemporary social relations of capitalist production, such as racism, patriarchy, heteronormativity, speciesism and ableism, have taken such oppressive proportions that they can easily be mapped to ascertain a person’s life chances and educational outcomes.  While these antagonisms whose conditions of possibility have been set in motion by the motor force of capitalism’s social relations of production do not guarantee who will be the street vendors attempting to catch the eye of motorists who often choose to look the other way and who will be the CEOs of supranational enterprises for the production of medicines and food—empresas grannacionales—they can disclose a definite trend in terms of probabilities.

Our social, organic and psychological bodies are fashioned according to capital’s logic of commodification and the history into which we have been thrown.  Against the polluted silence and awesome depravity of the ruling elite, whose signature legacy has always been craven violence against the other, we have witnessed the free-fall of socialist alternatives and a collective resignation that there is nothing beyond capitalism. Even as we vehemently reject this position, we find ourselves at a loss as to how to re-imagine a different future. Yet in the stillness of the night, we recognize the emptiness that signals our lost humanity, the unfreedom that is capitalism’s lifeblood and we strain soulward, searching beyond the surpassing otherness for a social universe free of privation and want where value is not attached to specific forms of capitalist labor.  In these moments of self-reflection we reconnect with an unfaltering belief that our work is a product of the hope and vision that is trapped deep within the soul of humanity and that will one day undoubtedly lead us to a secular salvation.

The tenacity with which wealth and power are pursued at all costs will eventually prove to be capitalism’s undoing.  Although the robber barons of this new Gilded Age feel in their hubris that the clamor of dissent is merely the dissolute echo of defeat, new social movements—many of them led by youth—are fighting for democratic social control over the economy. Disambiguating the ideological smog churned out by the corporate media, the clarion call of these youthful protesters that another world is possible has ignited a spark within the contemporary zeitgeist.  From Argentina to Turkey and even in arguably the most treacherous imperialist capitalist power, the USA, we have witnessed protests, walkouts, sit-ins, hunger strikes, and other more violent rebellions (Zill, 2012).

Today’s transnational capitalism seems to have reached the universal totality that Karl Marx prophesized, reaching beyond political economy and penetrating all aspects of society, including the formation of ideologies and institutionalized social and cultural practices that serve to justify and maintain existing unequal relations of production and guarantee a global racial/ethnic labor force of which women, as sexualized objects, become even greater targets of a hyper-exploitation. Marx prophesized that this totalizing effect of capitalism was self-sufficient and self-propelling and would inevitably crash as human suffering became such that neither monetary or other forms of concessions nor warfare would deter the people from rising up to demand justice, giving way to the possibility of a new democratic sociality (Fischer, 1996).

It is important to recognize that the selling of labor power for a wage based on a universal standard of socially necessary labor time is a form of exploitation and that the immanent subjective force of the worker is integral to the delineation of the objective categories of capital. That is, the worker has the ability to affect her or his destiny through protagonistic agency, in so far as workers are able to make their voices heard in the context of developing a philosophically grounded alternative to capitalism in all its forms, whether free market or statist.

Despite the fact that there exists a non debate about capitalism and a glacial indifference to the suffering of others, there exists amidst the chaos a ray of hope, of possibility, for if we believe that our reality today is but a contingent moment in history within which we find our future, then the prospect of transformation and the development of a humanity that can claim its rightful place in an ethical world becomes a discernible possibility.

This is a crucial time for critical pedagogy (Freire, 1970; McLaren & Kincheloe, 2007; Giroux, 2011) to make its mark, as people, especially students, may be more ready than ever before to question the status quo and to make demands that support their full development as human beings, including the right to live lives free of hunger, racism, patriarchy, and other antagonisms and to act in the world always with dignity. The hallmarks of critical pedagogy are its infusion of hope and its demand for collective social transformation through critical consciousness and a philosophy of praxis (Freire, 1970). Critical pedagogy offers that possibility through its insistent and incessant demand for collective action and a historical path for becoming (Darder, 2002). When we view ourselves as the makers of our history, we come to realize that, above all else, we must act in the service of our own humanity, even when we cannot always foresee or guarantee where our actions will take us (McLaren, 2012). Unfortunately, critical pedagogy is currently facing its own crisis as educators and others “domesticate dissent” (Macedo, Dendrinos & Gounari, 2003) by diluting its revolutionary goals in favor of solely focusing on improving conditions within the existing social structure or outright denouncing critical pedagogy for allegedly privileging class struggle over racism and other antagonisms.

While the first of these impediments is expected – any social movement of significance runs a high risk of being co-opted and used in a watered-down version to assist rather than subvert the status quo, the latter is one that troubles us deeply as we recognize both the theoretical and analytical strength of a revolutionary (Marxist) critical pedagogy (McLaren, 2006) but also embrace the premise, held by Freire (1970), that our liberation must be led by the oppressed as they have insights into the conditions of oppression that are unavoidably hidden from the oppressors:

This, then, is the great humanistic and historical task of the oppressed: to liberate themselves and their oppressors as well. The oppressors who oppress, exploit, and rape by virtue of their power, cannot find in this power the strength to liberate either the oppressed or themselves. Only power that springs from the weakness of the oppressed will be sufficiently strong to free both. (pp. 44)

Here we wish to resuscitate the concept of the “committed intellectual.”  We believe  “committed intellectual” is an important figure of revolution (Fischman & McLaren, 2005) that is worth reinvoking at this particular historical juncture. The committed intellectual stands among the oppressed rather than for the oppressed but with a developed theoretical understanding of the social and material conditions of her oppression. Her commitment to the oppressed and to the cause of emancipation is fueled by both her personal experiences and her critical understandings of how these experiences are constructed out of the omnipotent relations of capitalist exploitation.  However, the committed intellectual cannot rely on western theories alone for these are informed from a world vantage point of dominance, of the oppressors.

Here Marxism and critical pedagogy could use the helping hand of theories developed by our neighboring scholars to the south in América Latina and other scholars with similar geopolitical orientation, some of whom reside in the US. Decoloniality is a framework developed by scholars whose work is informed through a geopolitical location of marginality. Decoloniality frames the issues related to class struggle, patriarchy, racism, and other antagonisms through the perspectives of the indigenous groups that were first colonized in the Americas (Mignolo, 2009). From this theoretical standpoint an entangled colonial power matrix or patron de poder colonial was instantiated through a set of interrelated social and cultural characteristics by which the colonizers defined themselves, including White, male, heterosexual, Christian, among others, that were complexly related to capital accumulation and control of the means of production (Grosfoguel, 2011). This framing has important benefits to contemporary reality in which capitalism has become a transnational project whereby the global capitalist elite continue to be defined through these same social relations. However, we contend that the arguments against Marxism on the basis of being reductionist stem more from a failure to redefine the major contributions of Marx in light of contemporary understandings of culture and ideology. Ideology, culture, and subjectivities are accounted for in Marxism as conceived through and within the confines of the means and forces of production and the social relations that capitalism engenders (Ebert & Zavarzadeh, 2007).

We are concerned here with advancing a pedagogy of possibility, where our current state of social, cultural, economic, and political turmoil can be seen as a historical development of our own doing but one that envisions a future of possibility – the possibility to transform ourselves and our world into that which Marx described as the “whole [wo]man” whose creative labor would be aimed at the appropriation of nature beyond necessity toward the development of a humanist socialism.

The Crisis of World Capitalism

Marx believed emphatically that a new world order would develop. Capitalism, he predicted, was a system that would continue to expand and permeate not only material conditions of existence but also every aspect of social and cultural life. He insisted that capitalism in its totality would aggravate the gaping divide between the rich and the poor and create such unbearable human suffering that entire nations would harrow hell through war, disease and famine and would no longer be able to sequester by fear their unmanageable potential to resist capital and would eventually rise up to liberate themselves from their chains. Through peaceful demonstrations and through force, if necessary, the vast majority of the world would revolt against the injustices of the capitalist class (Fischer, 1996).

Indeed, the time has arrived when capitalism has reached a transnational scale unprecedented that has created an extreme polarization of wealth and associated social conditions.  Marx posited that capitalism would become all encompassing, in that it would not only spread across the world like a virus unchained from the zombie laboratories of Resident Evil, but would also permeate all social and cultural aspects of human life. During the time that Marx wrote Capital only England had reached a mature form of industrial capitalism, and Marx accordingly emphasized the specificity of an enclosed localized system (Melksins Wood, 1997). It is this historical specificity that now serves our greater understanding of the current global capitalism in its totalizing formation. The prophesized condition of hyperexploitation and human suffering that afflict the poor across the world, especially the racialized world, has led to multiple uprisings in the past few years, often led by and/or sustained by student and other youth groups. These groups have broken free from the sterile antechamber of history and are seeking a world outside of the violence of capitalist value production under abstract universal labor time that robs them of their creativity and is indifferent to their abilities (Zill, 2012).

Youth rebellion is strongly associated with economic downturns and the effects of these downturns on current generations entering the job market. At this time, the current employment trends for youth are at an all time high around the world with a 40% unemployment rate in the Arab world, over 20% in Europe, and 18% in the US, with increased unemployed among youth of color (Zill, 2012). Issues related to education are also often highly associated with youth rebellion, especially as poor youth often see education as their only avenue for economic sustainability and the possibility of social mobility. The current rising costs of and federal cuts to education and related program along with skyrocketing student loan debt across the globe is a predicament that leads to increased uncertainty among youth for their futures and anger at the system.

Indeed, as predicted by Marx, the extreme frustration, fear, and anger that these extreme conditions of poverty and loss of opportunities create have led to a renewed vitality within the left as multiple and large scale uprisings have taken root within the past few years. Since 2010, we have witnessed numerous demonstrations, strikes, revolts, and wars across four continents (Zill, 2011). Notable among these were protests in France in 2010 against a 2-year raise in the retirement age that resulted in the closing of college campuses and over 700 high schools. A series of uprisings termed the Arab Spring were spawned soon thereafter when a poor college-educated young man who found himself selling fruits on the street for lack of employment set himself on fire in protest, sparking the Tunisian revolution that brought down the government of Zine el-Abidine Ben Ali in January of 2011, primarily through the efforts of trade union rebels and unemployed youth called hittistes (those who lean against the wall). The success of the Tunisian rebels spawned numerous rebellions across Africa, including Egypt where hundreds of thousands successfully joined together to oust the dictatorship of Hosni Mubarak.  Inspired by the Arab Spring and Success in Egypt, hundreds of thousands joined to protest for economic and political reform in Spain and soon after in Greece where los Indignados took control of public squares across hundreds of cities. A mass demonstration of 40,000 people protesting education cuts followed in Dublin. Latin American youth soon took the streets as well with protests in Chile, Columbia, Brazil and Argentina. The most notable of these took place in Chile where hundreds of thousands of students, mostly teenagers, banded together to demand a variety of government policy changes, including rescuing public education from privatization.

Then in 2011, an unexpected demonstration of students and other youth claiming “we are the 99%” and calling themselves Occupy Wall Street gathered in New York City. The protest that was initiated both through public protest and through social media gained international attention and lasted a few months, ignited protests across the country with groups gathering to speak out against corporate greed and multiple economic concerns (Schneider, 2013).

In September, 2013, we witnessed the escalation of Syria’s 2-year civil war lead to a US-planned military strike against Syria, in condemnation of their use of chemical weapons. In a surprising twist, strong opposition from Congress, U.S. allies, and U.S. citizens, some of whom came out to protest, were successful in halting the plan, which developed into a peace accord that would have Syria document their chemical weapons arsenal and begin a process of relinquishing them (van Gelder, 2013).

Currently, New York residents are joining demonstrations in solidarity with Colombia’s Rebellion of the Ponchos, a protest by Colombia’s farm workers demanding greater support for small farms. New York protestors are not only showing support but also questioning NAFTA and raising awareness of the USA’s role in Colombia’s economy (Moreno, 2013).

Although not always successful and not always a noteworthy move in the direction of social democracy, these struggles reveal a growing restlessness with accepting the status quo and a desire for change that spans the world. It also reveals that new technologies of readily accessible internet and social media sites may potentially change the game, as movements across the world are watching and learning from each other, developing solidarity, and could potentially create global movements. This renewed globalized activity against systemic exploitation suggests an increased confidence in the power of collective struggle.  This is an important historic moment, one that cannot be forsaken and that must be channeled and built upon to maintain activism and hope and promise.

As seen above, in the context of advanced global neoliberal capitalism, with extreme structural inequalities and social hierarchies, dissent cannot be controlled through hegemonic ideological formations alone. Ruling by consent breaks down when the ideas of the ruling class no longer remain the ruling ideas. The transnational capitalist class seeks to control the masses at all costs in order to maintain their position of power and wealth. Robinson (2013) maintains that in order to prepare for increasing social rebellion as a result of the crisis of capitalism worldwide, 21st century fascist formations are now merging the interests of government with those of the transnational class to organize a critical mass of historically privileged sectors of the global working class to support their interests. These sectors include working class Whites and the middle class. Their loyalty is secured through a heightened project of militarism, racism, extreme masculinization, homophobia, and a strategic persecution of scapegoats, which in the USA include immigrants and Muslims. This 21st century fascism normalizes warfare, violence, and criminalizes the poor and working classes in order to legitimize their exclusion from society and control any tendencies for subversion. We must recognize that this coercive exclusion is a highly racialized system of mass incarceration and policing people of color. Robinson states,

The displacement of social anxieties to crime and racialized «criminalized» populations in the United States and elsewhere dates back to the 1970s crisis. In the United States, in the wake of the mass rebellions of the 1960s, dominant groups promoted systematic cultural and ideological «law and order» campaigns to legitimize the shift from a social welfare to a social control state and the rise of a prison-industrial complex. «Law and order» came to mean the reconstruction and reinforcing of racialized social hierarchies and hegemonic order in the wake of the 1960s rebellions. This coincided with global economic restructuring, neo-liberalism and capitalist globalization from the 1970s and on. Now, criminalization helps displace social anxieties resulting from the structurally violent disruption of stability, security and social organization generated by the current crisis… In analytical abstraction, mass incarceration takes the place of concentration camps. The system subjects a surplus and potentially rebellious population of millions to concentration, caging and state violence. The so-called (and declared) «war on drugs» and «war on terrorism,» as well as the undeclared «war on gangs,» «war on immigrants» and «war on poor youth,» must be placed in this context.  (The global police state, para. 5 & 6)

Robinson points out that although this coercive control serves to deter dissent it is at the same time a structural feature of neoliberal capitalism, independent of political objectives, since wars, mass incarceration, militarizing borders, developing global surveillance systems are highly profitable to the transnational capitalist class.

Marx’s genius was his joltingly acute understanding of the process of value production and how philosophers such as Hegel inverted the order of social relations so that real people became reduced to abstractions. Marx illuminated a path to understanding how capitalism (and today’s finance capitalism) is incompatible with liberal democracy, intensifying the estrangement endured by workers worldwide.  Today’s transnational capitalism is all encompassing and certainly it has achieved longevity, the devastating effects of which Marx could not have fully appreciated. In examining capitalism today, it is useful to consider it from particular geopolitical perspectives.

On a global scale, the oppressed could be considered the indigenous peoples and tribal communities who have been dispossessed of land, language, ontologies and epistemologies. They are found across the world through diasporas and forced immigration (economic or political). On a national scale, the oppressed encompass the peoples of Latina America, Asia, Eastern Europe, and Africa because their countries are often highly exploited through transnational economic production aimed at the benefit of transnational corporations, most of which are found in the United States and Western Europe. They are also racialized nations from the standpoint of the western episteme. Our goal in the next section is to engage a Marxist Critical Pedagogy with a Decolonial Perspective that prioritizes the positioning of the indigenous peoples of the Americas, where race and epistemology take a central position in the ways in which people understand and experience their world.  In doing so, we emphasize the cultural, ideological, and material entanglement of colonized peoples.

Conceptualizing a Decolonial Marxism

Decoloniality (Mignolo, 2009; Grosfoguel, 2011) is a theoretical lens through which indigenous worldviews can claim a vantage point geopolitically.  It refers to a physical, economic, racial, cultural and political positioning that affords a subaltern episteme, one that can be juxtaposed against the western worldview through an examination of power and the problematic of coloniality.  Coloniality, as distinct from the concept of  “colonization” that defined the centralized administration of the empire, is a world system of domination and exploitation that has never ceased to exist and is evidenced through economic and political structures, through racialization and gender relations, and within transnational, regional, and local contexts. From this perspective, coloniality was never a peripheral aspect of a nation-building empire that aimed to search for new markets for capital accumulation. Rather, coloniality refers to the episteme and deep assumptions of a world system that organized nations and peoples into categories of human and subhuman based on race, gender, religion, and other categories and exploited indigenous peoples for the benefit of the colonizers who claimed solely for themselves the “virtues” of intelligence and morality.

Ramón Grosfoguel (2011) points out that from the geopolitical vantage point of an indigenous woman in Las Americas, the conquistadores were not an isolated group that landed in Las Americas in 1942 and set out to amass capital for themselves and the motherland. Rather, those who arrived to “conquer” the “New World” comprised an  “entangled package” that included specific people with particular characteristics, namely white, heterosexual Christian, able-bodied males who established “el patron de poder colonial” in opposition to the indigenous population by introducing and legitimizing through coercion the various systems of social relations that they brought with them, including a system of production that served their own and their empire’s wealth accumulation (Grosfoguel 2011).

Walter Mignolo (2009) argues that from a western perspective it is the deed that is emphasized while the doer of the deed or the “knowing subject” is ignored. The western “knowing subject” is usually hidden and thus made to appear politically neutral, objective, universal in reach, standing above any particular social or geo-political positioning. A subaltern approach focuses on both the subjects that act and those that are acted upon. Deeds do not just happen in the abstract, rather they happen to and by a racially marked, gendered body that include other characteristics located in a particular space and time. Invoking a semiotic analysis, Mignolo states:

“… rather than assuming that thinking comes before being, one assumes instead that it is a racially marked body in a geo-historical marked space that feels the urge to get the call to speak, to articulate, in whatever semiotic system, the urge that makes of living organisms human beings.” (pp. 160).

To speak (know, act) from this geopolitical position requires that we commit “epistemic disobediance” (Mignolo, 2009), that we interrogate the “naturalness” and “superiority” of a western, objective, and individualistic approach to knowing and being in the world and its claim to possessing an “advanced” and “civilized” people and society. It requires that we begin to listen to and learn from and with the silenced voices and ways of knowing of the colonized. An important qualification is that simply being socially and politically located within a geopolitical location of the South (as opposed to the North), does not guarantee an epistemic location of the South (Grosfoguel 2011).  And concomitantly, there is no guarantee that the epistemes from the South will always de facto be superior to those from the North.  The point is that they must be available and open to scrutiny before any evaluation can be rendered.  Indeed the colonizing project of the Western powers was successful for so many years not only because of its brute force against the people but additionally because of the epistemic genocide resulting from five centuries of brutality wrought by the systematic waging of a war against indigenous knowledge, leading to what McLaren and Jaramillo (2006) call “the politics of erasure.” Yet, while the epistemologies of indigenous groups may not to this day be fully recovered, part of today’s epistemological subalterity requires among critical educators the recognition and re-membering of a history of oppression that has resulted in new forms of knowing and seeing, an episteme of resistance resulting from the need for survival, amidst poverty, hunger, alienation, war, anger, pain, and humiliation—what could be called “decolonial pedagogy”.

The linear progression of political economies from feudal to pre-capitalism to capitalism by which different nations (and their racialized people) have been compared and found trailing behind the “first world” has been shown to be an inadequate if not misleading understanding of historical ‘progress’.  Theories of decoloniality suggest that the division of labor and power exercised by el poder colonial resulted in greater opportunities for industrialization and manufacturing to develop earlier in the west. This shift in understanding is helpful in challenging the deficit perspective with which people of color are often viewed.

Decoloniality critiques reductionistic versions of “mechanical Marxism” (i.e., those utilizing a simplistic base and superstructure model), arguing instead for a “heteroarchical” depiction of an entangled matrix of power and in this way addressing the arguments over culture versus materiality and agency versus structure (Walsh, 2002).  From a decolonial perspective, we must work simultaneously toward the elimination not only of capitalism but rather of the entire power matrix which has been intimately entangled with social relations of production for centuries up to the present.

We agree that the various social positionings that guarantee power and privilege have an overlapping genesis that can be traced historically. Racism, for example, is both structured by and structures the means of production – both with respect to who labors and how the conditions for laboring are set up, and the extent and type of exploitation experienced. A decolonial perspective suggests, for instance,  that the owning of the means of production by predominantly European males allowed for the structuring of the market to be hyper exploitative of women of color. This situation persists to this day.  When we introduce the topic of finance capitalism to our classes and stress the importance of class struggle in our work with teachers, students often prefer to use the term “classism” or “socioeconomic status” as if these terms were equivalent to racism and sexism and heterosexism, for instance.  They see no reason to prioritize class in what they refer to as their “intersectionality” grid. We have found a quotation by Joel Kovel that helps students understand why class is a very special category. We reproduce this quotation in full:

This discussion may help clarify a vexing issue on the left as to the priority of different categories of what might be called ‘dominative splitting’— chiefly, those of gender, class, race, ethnic and national exclusion, and, with the ecological crisis, species. Here we must ask, priority in relation to what? If we intend prior in time, then gender holds the laurel—and, considering how history always adds to the past rather than replacing it, would appear as at least a trace in all further dominations. If we intend prior in existential significance, then that would apply to whichever of the categories was put forward by immediate historical forces as these are lived by masses of people: thus to a Jew living in Germany in the 1930s, anti-Semitism would have been searingly prior, just as anti-Arab racism would be to a Palestinian living under Israeli domination today, or a ruthless, aggravated sexism would be to women living in, say, Afghanistan. As to which is politically prior, in the sense of being that which whose transformation is practically more urgent, that depends upon the preceding, but also upon the deployment of all the forces active in a concrete situation….If, however, we ask the question of efficacy, that is, which split sets the others into motion, then priority would have to be given to class, for the plain reason that class relations entail the state as an instrument of enforcement and control, and it is the state that shapes and organizes the splits that appear in human ecosystems. Thus class is both logically and historically distinct from other forms of exclusion (hence we should not talk of ‘classism’ to go along with ‘sexism’ and ‘racism’, and ‘species-ism’). This is, first of all, because class is an essentially man-made category, without root in even a mystified biology. We cannot imagine a human world without gender-distinction—although we can imagine a world without domination by gender. But a world without class is eminently imaginable—indeed, such was the human world for the great majority of our species’ time on earth, during all of which considerable fuss was made over gender. Historically, the difference arises because ‘class’ signifies one side of a larger figure that includes a state apparatus whose conquests and regulations create races and shape gender relations. Thus there will be no true resolution of racism so long as class society stands, inasmuch as a racially oppressed society implies the activities of a class-defending state. Nor can gender inequality be enacted away so long as class society, with its state, demands the super-exploitation of woman’s labour. Class society continually generates gender, racial, ethnic oppressions and the like, which take on a life of their own, as well as profoundly affecting the concrete relations of class itself. It follows that class politics must be fought out in terms of all the active forms of social splitting. It is the management of these divisions that keeps state society functional. Thus though each person in a class society is reduced from what s/he can become, the varied reductions can be combined into the great stratified regimes of history—this one becoming a fierce warrior, that one a routine-loving clerk, another a submissive seamstress, and so on, until we reach today’s personifications of capital and captains of industry. Yet no matter how functional a class society, the profundity of its ecological violence ensures a basic antagonism which drives history onward. History is the history of class society—because no matter how modified, so powerful a schism is bound to work itself through to the surface, provoke resistance (‘class struggle’), and lead to the succession of powers. (2002, pp. 123-124)

 

An understanding of hegemony as an ideological means of control is particularly useful here to help us make our argument. Hegemony, developed by Gramsci, develops through the use of coercion and consent as a means to guarantee the docility and acceptance of the masses for unequal material and social conditions that serve the interests of those in power. Systems and specific institutions are created that engage in forceful control of the people while others are concerned with guaranteeing the people’s consent to such coercion through ideological socialization. Thus, we have operating simultaneously structures that control what people do in the world (agency) and what people think about what they do in the world (subjectivities). While concerning himself with the exercise of hegemony, Gramsci was clear that agency and ideology were always developed within a broader structure of material relations of domination. He was clear that the processes of educating the public to the ideologies that would guarantee their consent to the unequal division of labor was also a form of domination, conceived as both a function of and in support of capital (Fischman & McLaren, 2005).

A primary focus on the cultural terrain of subjectivity and agency results in political quiescence engendered through the belief that human beings are lexically destined to create distinctions that separate us from and are used to dominate the Other. This is a turn from an economic determinism to a cultural determinism, both of which leave little opportunity to engage in real change. A focus on this ideological grounding through the exercise of consent as opposed to understanding the exercise of consent as grounded in broader struggles of domination determined by class struggle serves to conceal the labor/capital dialectic that severely restricts their economic, social, and educational opportunities. Absent the understanding of how transnational capitalism structures the lives of people of color and women at a global scale, attempts to change systems are often left to a facile form of identity politics and change is left up to ameliorating conditions within the current structure, without recognizing that as long as capitalism exists, there will always be the need for an exploited labor force.

Pedagogy of Possibility

A Decolonial Marxism requires that we consider success from the geopolitical location of the oppressed. Rarely do those of us in the USA look at the so-called “third world” as a site from which we have much to learn about the struggle for liberation.  The most enduring of these struggles, the Cuban Revolution, is still in the making.  It has been described as representing a “quantum leap in the development of socialism” (Yates, 2013). Despite being a small island and disabling US sanctions that limit the available of many goods and services, Cuba has one of the most egalitarian income and wealth distributions and has developed a world-class health care system with high life-expectancy and low infant mortality, an excellent education system free for all including free higher education and nearly universal literacy. Although the economy is centralized, with strict control over international trade and other national industries, increasingly agricultural production is being run by worker cooperatives and most of the food consumed is grown directly in Cuba, with urban farming being one of its most important developments. Cuba’s military supports revolutions across the world and medical personnel are often deployed to support the health care needs of impoverished nations across the globe.

Certainly, the Cuban Revolution is not a fait accompli as it continues to face problems that need to be addressed, including racism, a strong patriarchal system, and human rights violations, where some freedoms are constrained. Those who point fingers toward the lack of freedoms in Cuba are likely to do so because they are blinded to our own lack of freedoms in the US, having internalized the ideological framing of the “land of the free” where freedom really means a free market that allows the White corporate wealthy to exercise ideological and military coercion, through support of government, toward their own ends. Communism, according to Marx, was not the utopian end game but a moment in the process toward a society of freely associated producers.

The Bolivarian revolution in Venezuela led by Hugo Chávez and now succeeded by Nicolas Maduro is another case in point. Described by Chávez as “socialism for the 21st century,” the Bolivarian Revolution has been underway for only a decade and yet it has already made important headway in securing better living conditions for the poor in Venezuela. Chávez nationalized important sectors of the economy including education, democratized government, and came out strongly against USA imperialism in América Latina. Through a collaboration with Cuba, Venezuela has been able to secure free health care for its citizens and a work study program that is training their peasants and workers to become doctors and nurses. Larrambule (2013) provides a striking anecdotal example of these efforts while showing the self-interested nature of some of the critiques raised against Chávez:

Literally millions have been lifted out of poverty and given new opportunities to improve their lives. Examples from daily life abound. I remember speaking to an upper class anti-Chavista once who was complaining about how, since Chávez came to power, it had become difficult to find maids. Many of the poor women she used to hire, she explained, had enrolled in a free education program provided by the government, one of the highly successful ‘missions.’ (para. 1)

An interesting feature of Venezuela’s 21st century revolution is that it does not follow in the steps of past approaches, including those of socially democratic parties that suggested voting in people who would seek more socially just policies and ameliorate some of the negative conditions brought on by capitalism or Leninist approaches that sought to develop a counter system of power parallel to capitalism in order to overthrow it first and later develop more socialist policies. In either case, the result was a centralized control of government that excluded the people’s participation in their own democratizing process, at least at the outset. The Bolivarian Revolution, however, seems to do both, lead from the top and engage the people in community-based approaches. As Larrambule (2013) explains,

Communities and workers have been organizing from below; and technocrats and bureaucrats have been passing laws from above. Each fights and cooperates with the other in an uneasy alliance. (Socialism in the 21st century, para. 3)

While this may sound like the status quo, according to Larrambule the relations between workers and these technocrats are “sharper” as workers are not merely demanding better conditions but rather equal pay, collective participation, and minimizing the division of labor. Here, new ways of structuring society are in the making, including communal councils, communal cities, and the Bolivarian University. The plan laid out by Chávez for 2013-2019 included a focus on environmental protection, economic development through the extraction of oil reserves in the country through new technologies with low environmental impact. Another aspect of the plan is the deepening of the people’s participation through building more and larger popularly-based organizations.

Each of the two cases, the Cuban Revolution and Venezuela’s Bolivarian Revolution are works in progress. Both face important challenges. Both, however, point us toward a pedagogy of possibility, a pedagogy in which dreaming of new ways of structuring society is not an allusive dream but one built on collective approaches, creative thinking and problem solving – a dream that has roots in both our concrete history and today’s reality and that is imminently possible.

Fischman & McLaren (2005) discuss the role of the committed intellectual as being of critical importance to the resistance of oppressed peoples. Like Gramsci’s organic intellectual, the committed intellectual springs from the popular majorities but with the theoretical understandings to make sense of their position in the world and act to confront it. The point of departure from Gramsci lies in the notion of commitment, where commitment suggests a continuing and evolving reflexivity that encourages self-critique and accepts fear and mistakes as part of a life-long process. In Fischman and McLaren’s words (2005):

The committed intellectual is sometimes critically self conscious and actively engaged but at other times is confused or even unaware of his or her limitations or capacities to be an active proponent of social change. (pp. 11)

This critical awareness is not necessarily the starting point but rather the outcome of engagement in a struggle guided by a fundamental commitment to the oppressed, where such an ethics of commitment, guided by ontological clarity, takes precedence over having the correct epistemological approach.

We can prepare our students to be committed intellectuals by providing spaces within which to they can locate and dialogue through their diverse epistemes about the global economic, political, and social realities, including racism, patriarchy, and all other oppressions. An important aspect of such preparation is the opportunity to collectively work toward change, even at micro levels such that the cracks within the structure of the system can be revealed and they can be convinced of the hope and sense of possibility that will supports courage and action toward a new sociality.

While the historical impossibility (at least at the present moment) of transforming capitalist social life into a socialist alternative is perhaps critical pedagogy’s most difficult but most poetic truth, critical educators nonetheless insist on making history rather than deferring to it.  The cairn of critical pedagogy exceeds any of the many stones that have been heaped upon it, although clearly that rock contributed by Paulo Freire has been the most sturdy up to the present.  Yet critical pedagogy needs to navigate carefully, steering itself between the Scylla of an ultra-leftism and the Charybdis of an incremental liberal reformism to develop among its practitioners the devotion to act towards the humanistic freedom that is the condition for truth, love, wonder and creation.  While such an agency cannot be motivated by the arrogance of self-righteousness and certainty that leads to rabble-rousing demagoguery, at the same time it cannot be powered by some John-a-dreams deodorized by the aerosol musings of the postmodern left that pins all revolutionary hope upon some deconstructed absence.  Capitalists are not the defenseless puppets of the dramatic imagination—some Voldemort that hovers over the process of globalization, conjured by the Faustian hubris of greedy bankers.  The capitalists give flesh to a social relation that will remain even after the capitalists themselves have been vanquished.  In fighting the capitalists our aim is to pitch far and wide the message that it is capitalism as a social relation of exploitation that must be jettisoned, not the capitalists.  We do not possess any special histrionic gift, analogic power or meditative nostalgia for former revolutionary upheavals; we are not some new species of Platonic ribaldry, some new heel-clicking warrior-kings or queens exhorting “we happy few,” “we band of brothers and sisters” to go “once more unto the breach” with an attitude of impeachable correctness.   We are not fighting at Agincourt or Harfleur but in the classrooms, the seminar rooms, the libraries, the community centers and at the school board administrative offices and in university seminar rooms and on program committees.  We are groupuscules, not armies, but we refuse to self-define ourselves as fringe.  After all, we have been shaped as much by our material histories as we have by ideas and we are part of a consensus congealing around us today that another world is possible.  Our struggle has no strategic exactitude but takes advantage of spaces that open up for resistance.  We exult when the Zapatistas cry “Que se vayan todos” when they are referring to bankers and politicians.  We support working people’s opposition to alienated labor, widening class inequality and war through acts of solidarity with rank-and-file workers, Blacks, Latino/as, indigenous peoples, women, Lesbian-Gay-Bisexual-Transgender people, and youth. We are, after all, critical educators.

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