México / 11 de noviembre de 2018 / Autor: Gilberto Guevara Niebla / Fuente: La Crónica de Hoy
Cuando se piensa en el aprendizaje generalmente se subraya el lado cognitivo del proceso, pero se desestima el lado afectivo. Hay quienes piensan que las emociones son una distracción para que el alumno aprenda y otros piensan, de plano, que aprendizaje y emociones son cosas opuestas.
La cultura moderna y occidental da poca relevancia a las emociones y valora en exceso el conocimiento y la ciencia. En las últimas tres décadas, sin embargo, nuevos desarrollos en las neurociencias han dado lugar a un cambio en esta apreciación ya que se ha podido comprobar que las emociones dirigen la atención, crean significado y tienen sus propias vías de recuerdo.
Hoy se sabe hoy que el pensamiento es indisociable del sentimiento. Desde luego, todos tenemos presentes elementos emocionales que, sabemos, por simple sentido común, ayudan al aprendizaje: la paz interior, el equilibrio emocional, la motivación, el afecto paterno, un buen clima emocional en el aula, etc. Y, al mismo tiempo, entendemos que cuando el alumno está triste, deprimido, enojado, molesto, simplemente no puede concentrarse en el estudio. En la investigación se suele separar la emoción del sentimiento. Las emociones se producen por vías automatizadas y son el gozo, el placer, el miedo, la sorpresa, el disgusto, la ira y la tristeza; en cambio los sentimientos son respuestas desarrolladas cultural y ambientalmente a las circunstancias, por ejemplo, la preocupación, la frustración, el cinismo, la indiferencia y el optimismo.
Daniel Goleman alcanzó celebridad cuando publicó en 1995 su libro Inteligencia emocional (Bantam Books) que tuvo un éxito de ventas explosivo. Según la revista Harvard Business Review la inteligencia emocional es un concepto revolucionario y una de las ideas más influyentes de la década. En el mundo empresarial, dijo Goldman, se observa que el éxito en el trabajo muchas veces no se obtiene con la sola posesión de un alto IQ, sino que va asociado, en la mayoría de casos, a habilidades como el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo.
Es verdad que algunas de esas habilidades pueden venir configuradas por la genética o la experiencia durante los primeros años de vida, la evidencia, respaldada por la investigación, demuestra que las habilidades emocionales son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse a lo largo de la vida –si se utilizan los métodos adecuados. Goleman introduce la noción de “analfabetismo emocional”. Cuando un docente enfrenta a un alumno que adopta recurrentemente conductas disruptivas y agresivas hacia sus compañeros, probablemente se halla ante un analfabeta emocional.
Este fenómeno, el analfabetismo emocional, está ampliamente difundido en las escuelas de México como lo saben todos los docentes. Una ilustración se halla en los datos que ofreció el estudio internacional de educación cívica y ciudadana de 2016 que publicó el INEE: en secundaria son frecuentes las agresiones físicas, las burlas, las amenazas, los ataques en internet, etc. que revelan fallas en la dimensión formación emocional de los alumnos.
Se ha buscado dar una respuesta a estas deficiencias con la asignatura Habilidades Socio-Emocionales. Entre las habilidades que se busca formar se encuentran: que el alumno se conozca, que se comprenda a sí mismo, que desarrolle sentido de eficacia y de confianza en sus capacidades personales, que entienda y regule sus emociones, que sienta y muestre empatía hacia los demás, que tome decisiones responsables y desarrolle sentido de comunidad.
El futuro pasa por un mundo asentado en raíces biofilosóficas
Solamente en un mundo asentado en raíces biofilosóficas, la Tierra tiene aún una oportunidad de salir adelante, porque en el Homo Sapiens, absolutamente todos sus hechos, tienen naturaleza biológica. Una contribución para el Club Nuevo Mundo.
Pensar y repensar la ciencia es el oficio del epistemólogo. El Club Nuevo Mundo nos invita de manera expresa a contribuir en la medida que cada uno pueda a intentar salvar este deteriorado planeta que es nuestra casa: la Tierra, Gea o Gaia, como prefieran llamarla. Yo creo que si el deterioro de la Tierra comenzó por un mal uso de la tecnociencia por el leño torcido de la humanidad, ha de ser la vara derecha de la misma la que, uniendo una estrategia de tecnociencia e inteligencia emocional, contribuya a su salvación.
La codicia, eje maligno de nuestro mundo
En los últimos tiempos, el neoliberalismo codicioso y criminal ahora en manos de locos, visionarios y desaprensivos, ha roto todas las barreras desmarcándose del Acuerdo de Paris alcanzado en diciembre de 2015. Rememorando de alguna manera una idea de Ortega, digamos que los jabalíes han encontrado un payaso propio para hacer el trabajo sucio y visible.
En las entrañas del turbocapitalismo, se adivina una añoranza soterrada y muy oculta por el régimen puramente esclavista propio la edad moderna que los grandes países aplicaban en sus colonias. Si la realidad está por encima de la idea y dicha realidad es la única verdad tangible, de nada sirven las palabras y las instituciones de opereta que representan bonitas ideas que no se materializan. De nada sirve -y me refugio de nuevo en Ortega- el bello clamor y la trova servil de los tenores que ocultan la tragedia de la Tierra y sus pobres -en el sentido literal- habitantes.
Así está la cosa.
Una primera reacción por la vía de la ética
Cierto es que ya hay una serie de agravios a nuestra Gaia que son irreversibles. No voy a detallar estos agravios, traspasados ya los abusos, porque muchos lo han hecho con mucha más autoridad que yo.
Pero ante el abismo que se abre a nuestros pies, todavía hay un margen para pensar qué se puede hacer.
A comienzos de la década de los setenta se abrió una potente vía teórica sustentada en la ética -todavía entonces una disciplina respetada- para concienciar y actuar, si hubiese oportunidad para ello. Se desaprovechó la oportunidad porque estaba formulada desde la perspectiva de una ética fuerte. Me refiero al “Principio de responsabilidad” enunciado por el filósofo alemán Hans Jonas en 1973. Pese a que esa vía ha quedado abandonada al decaer la ética e irse ésta debilitando hasta licuarse, he creído conveniente traerlo a colación como argumento histórico en la defensa de la Tierra y como punto de partida para unas reflexiones más profundas sobre esta cuestión fundamental.
El Principio de Responsabilidad
Hans Jonas, y en eso acierta de pleno, fija como punto de partida que el humano es el único ser conocido en la Tierra que tiene responsabilidad.
Ciertamente, solamente los humanos pueden escoger de manera consciente y libre entre diversas posibilidades de actuar ante algo y esa elección siempre tiene consecuencias. La responsabilidad pues, es una consecuencia de la libertad. Libertad. Aquí ya podrían ponerse los primeros reparos. Uno sería de orden neurocientífico (1) y otros de orden práctico, ya que el humano es un ser totalmente mediatizado por sus circunstancias (sean estas las que fueren) de manera que el “yo” está indisolublemente unido a su circunstancia. Además, como señala el Prof. Rubia Vila, el propio “yo” “es una ilusión que aísla al sujeto de su entorno, haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real” (2). Esas dos objeciones ponen ya en entredicho la universalidad de la responsabilidad.
Hecha la salvedad de la conciencia de esas deficiencias y que toda filosofía ha devenido en biofilosofía (3), estimamos conviene iniciar esta serie de reflexiones sobre nuestro presente y futuro del planeta, por los pioneros en comprender su vulnerabilidad. El más significativo fue Hans Jonas.
La ética de Jonas es deontológica, es decir, formula imperativos. El imperativo que plantea se suscitó al observar e interiorizar reflexivamente los efectos que la técnica, la mecanización y otros factores suponían de amenaza para la vida sobre la Tierra y del planeta en su conjunto.
Para Jonas, la responsabilidad moral del humano se origina [en los pocos que se origina] por la toma de conciencia personal del riesgo que pende sobre los seres vivos y la naturaleza en general, que se ven amenazados en su existencia por el progreso técnico descontrolado [y la codicia del humano que es el dueño y señor de la técnica, añado yo]. La Tierra y todos los seres vivos que alberga, son vulnerables y ello se observa a simple vista
Vulnerabilidad comprobada. Ahí reside el fundamento de la ética de Hans Jonas. Y por ello el Homo Sapiens actual tiene la obligación de hacer posible la continuidad futura de la especie. Ese deber, y ahí su profundo parentesco con la ética kantiana, lo expresa en forma de imperativo categórico.
En su importante libro “El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica” (4), se formula el imperativo categórico-ecológico como prefiero llamarlo:«Obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la Tierra.”
No voy a entrar en discusiones de escuela ni en su radical oposición a Bloch y su “Principio esperanza”, pues Jonas rechazaba la utopías. Voy a resistirme también a rebuscar reminiscencias heideggerianas y aristotélicas, que las hay, en sus formulaciones. Me he centrado en lo concreto, en una frase imperativa que, traída a nuestro primer quinto de siglo XXI, puede servir de punto de partida a la acción a realizar para salvar la Tierra.
Una nueva visión que quizá pueda contribuir a salvarnos
Esta formulación primigenia y fuerte no debemos tomarla como un rechazo del progreso tecnológico. Más bien al contrario. Debemos promover, adecuar e inventar nuevas tecnologías para tratar de salvar lo que se pueda de este maltratado planeta. Hay que tener en cuenta que la ciencia ofrece y la tecnología demanda. Y hoy la demanda urgente es de tecnologías salvadoras del planeta; apartando prejuicios, superando supersticiones.
La ética no es desdeñable aunque se halle en franca decadencia por dilución. Importantes también son los sentimientos que han surgido, tanto por la estética de lo viviente como por una necesidad de dar afecto a los animales en un contexto parcial de desafecto por lo humano, algunas veces justificado.
La razón juega un papel más importante aún porque el miedo racional, el pavor frío, será a buen seguro un aliado fundamental para salvar lo que quede de nuestro mundo. Nadie quiere morir y el hombre, lobo para el hombre, es quien maquina acabar con su propia especie.
Tenemos un ejemplo claro. Tras la II Guerra Mundial, en la que en sus horas postreras emergió el poder nuclear, surgió una gran desazón en el mundo. Al extenderse y perfeccionarse hasta límites insospechados, dicho poder nuclear y el terror que inspira, ha sido y sigue siendo el mayor factor de estabilidad.
Porque la III Guerra Mundial no estalló en su momento y no estalla por el terror egoísta a perder todo y a morir que tienen los poderosos. Solo el miedo vence a la codicia y al egoísmo. Solo en el miedo, incluso en el terror, radica la verdadera salvación. Tristísima conclusión que surge del conocimiento biológico del hombre y no de constructos artificiosos.
Decía que la filosofía es hoy biofilosofía y ello no es una osadía de visionario. Los últimos avances en neurobiología, genómica y proteómica, nos invitan a pensar en la posibilidad de un humano de naturaleza distinta del anterior. Repensar el Homo Sapiens desde una perspectiva diferente de las anteriores, por un mayor conocimiento de su íntima fisiología, nos impulsa a declarar fenecidos en su conjunto, los fundamentos más potentes de la vieja filosofía, especialmente metafísica y ética. El Homo Sapiens solo puede ser pensado desde una perspectiva biofilosófica.
Mi opinión, que iré desglosando en sucesivos artículos, es que solamente en un mundo asentado en raíces biofilosóficas, la Tierra tiene aún una oportunidad de salir adelante, porque en el Homo Sapiens, absolutamente todos sus hechos, tienen naturaleza biológica.
Ramón se ha hecho famoso por poner en las notas de su alumnado referencias a habilidades no curriculares. Todos con sobresaliente. Nuevas formas de evaluación y enseñanza se hacen ya casi obligatorias.
Por Daniel Sánchez Caballero
El maestro de Primaria Ramón Rodríguez saltó a la fama hace unos meses porque se le ocurrió incluir en el boletín de notas, además de las calificaciones de las materias habituales, otras notas menos típicas: “Es una niña feliz: sobresaliente / Es generosa y buena compañera: sobresaliente / Llega a clase con una sonrisa: sobresaliente”, se leía en el boletín que de sus alumnas llevó a casa. “Siempre me ha movido mucho la inteligencia emocional”, cuenta. “Intento cambiar un poco las cosas que he ido viendo que no me gustaban mucho, como la evaluación o el uso que se hace de las nuevas tecnologías”, añade, aunque se matiza rápido: “Nuevas nuevas tampoco son, que ya llevan muchos años con nosotros”. Maestro desde hace 15 años, Rodríguez presume de motivación y de amar su profesión.
¿El sistema educativo está demasiado anclado en el pasado?
Hay muchas cosas que sí. Pero eso no significa que cosas del pasado sean malas, evidentemente. Algunas se pueden seguir aplicando. Pero hay muchas prácticas que con los alumnos que tenemos hoy en día no funcionan y tenemos que plantearnos cambiar alguna visión sobre la educación, hacer algunas metodologías más activas y poner al alumno como protagonista de nuestras enseñanzas.
Usted practica y defiende la gamificación. ¿Qué aporta?
Gamificar es convertir el proceso de aprendizaje en un juego. Estamos trasladando la educación en el lenguaje natural de los niños, que necesitan jugar. Mediante el juego adquieren aprendizajes significativos para el resto de su vida. Si conseguimos que ese proceso de aprendizaje se asemeje a un juego estamos consiguiendo captar su atención, que la motivación aumente en un porcentaje altísimo. Muchos profesores coincidmos en que la capacidad de atención está reducida y no son capaces de mantenerla tanto como antes. Yo creo que no, que tienen una capacidad alta, pero está en otro sitio y nosotros tenemos que buscar dónde está y a partir de ahí trabajar con ellos. La gamificación nos permite entrar en su mundo, que es el juego, y a partir de ahí hacer con ellos lo que queramos.
Supongo que también le habrán llegado las críticas de profesores que dicen que la educación no es un juego y que los alumnos no van al colegio a divertirse. ¿Qué opina?
Un cole está para que un niño venga a aprender, pero pasándoselo bien aprenden más. Yo tengo un lema, si algo es divertido se aprende mejor, y me parece esencial. Que un niño venga al cole a pasárselo bien no significa que no venga a aprender.
Muchos docentes se quejan de que a veces hay demasiada innovación, que parece que la preocupación es más meter un método nuevo por meterlo que ver si funciona. ¿Dónde ponemos la línea?
Es un riesgo, y alto si solo hacemos eso. Dedicar todo nuestro trabajo a proyectos, metodologías activas y gamificación, aparte de suponer un trabajo enorme para el profesor, supone que vamos a conseguir que el alumno se desgaste rápido. Si las empleamos cinco horas al día, en cada actividad, el efecto motivación se puede perder. Hay que emplearlo todo en su justa medida.
¿Qué opina respecto al móvil en clase? ¿Qué hacemos con él?
Voy a pensar en dos edades diferentes. En primaria tener alumnos más pequeños hace que no todos tengan móvil, que igual no sepan usarlo para un rendimiento académico o un trabajo en clase. En primaria tenemos dos aulas de informática para ellos. Utilizamos esto, que es un entorno seguro y que ellos dominan. En secundaria se utiliza el móvil o cualquier dispositivo que tengan en casa. Siempre con el consentimiento del equipo directivo y la familia, pero yo soy partidario. Hay que valorar pros y contras, riesgos, pero tiene más pros a la hora de realizar un proyecto. Nos dota de unos recursos infinitos. Las tecnologías -que no nuevas- acercan la realidad del colegio a la realidad de nuestros alumnos. A partir de 10-11 años los alumnos viven todos en un mundo digital. Todos tienen móvil, tablet o portátil. Su mundo pasa por el chat con los amigos, etc. si acercamos el centro educativo a su vida estamos tendiendo puentes. Si vamos por el camino contrario se abre una brecha un tanto peligrosa porque vivirán una brecha con el colegio que no es la suya.
¿Han tenido problemas de indisciplina o de que los alumnos le dieran un uso equivocado al móvil por tenerlos en clase?
Es importante marcar los tiempos bien. Si se les pide que traigan un dispositivo está claro que solo lo podrán usar en esa actividad y el resto del tiempo el aparato estará apagado sin posibilidad de uso porque permanecerá en poder del profesor, no en sus mochilas o bolsillos. De momento ellos son listos y saben que si les damos la posibilidad de usar los dispositivos en clase y meten la pata, se quedarán sin ello y no quieren. La experiencia está siendo bastante buena.
¿Cómo va esto de las “otras notas”? Aquella manera de calificar supongo que era más una llamada de atención que otra cosa. ¿Qué mensaje quería lanzar?
La idea era dar un golpe encima de la mesa y lanzar el mensaje de que nuestra evaluación tal y como se entiende en España sobre todo para los más pequeñajos, pero sirve para todos, a veces es injusta y muy fría. Damos una nota cada trimestre con un numerito que no va a reflejar jamás todo el trabajo de un trimestre, las interacciones de los alumnos con los profesores, el esfuerzo que conlleva. Quería lanzar el mensaje de intentar profundizar más, que la evaluación sea más rica para las familias. Pero también quería dejar esa parte fría de lo académico a un lado y reflejar en el boletín de notas las cualidades que hacen de nuestros alumnos. Yo digo que todos son unos cracks, y qué menos que te lo reconozcan. Todos los niños son unos cracks en algo y puede que no lo sepan, necesitan saberlo. De ahí que todos son sobresalientes en estas otras notas. Igual que necesitan saber cómo van en mates y educación física, necesitan saber que tienen muchas cualidades que los hacen increíbles y necesitan seguir trabajándolas.
¿Cree que el sistema educativo solo se preocupa por las competencias más académicas?
Tradicionalmente ha sido así. Hace tiempo que nos piden evaluar por competencias y el lenguaje en la evaluación va cambiando. La ley, con algunas trabas y mucho por mejorar, va abriendo camino en este sentido. Pero hay que ser realista y si se miran los boletines de notas son fríos, centrados en lo académico, sin mirar más allá. Y los niños necesitan ver qué tienen de bueno, qué cualidades tienen y que los valoren. El boom ha sido que tuve la osadía de meter estas calificaciones en un boletín de notas y equipararlas con las notas oficiales.
¿Qué le parece el sistema de notas en general? ¿Necesitaríamos darle una pensada? No creo que nadie sepa qué significa un 7 en Matemáticas. ¿Sería partidario de dejar de evaluar con números?
Yo creo que sí. Al menos en primaria debería desaparecer y dejar de plantearnos la evaluación como una nota numérica, como una escala, y plantearnos la evaluación como qué habilidades tiene un niño, qué es capaz de hacer, en qué nivel está, qué problemas tiene respecto a este contenido u otro, qué desempeño tiene respecto al objetivo planteado. Que la evaluación sea entrega de información específica de cada alumno, que enriquezca. Una simple nota, un numerito no lo pondría directamente y cada vez me cuesta más. Lo hago, claro, pero cada vez me cuesta más.
La LOMCE mucho no habrá ayudado con esta cuestión, supongo.
Mucho no ha ayudado.
¿Y algo?
A todo se le puede sacar algo positivo. De la LOMCE se pueden sacar cositas, pero mucho favor no nos ha hecho. Las leyes educativas en este país cambian tan a corto plazo… No nos dejan terminar de trabajar bien con una cuando llega otra y no están pensadas desde los maestros, que son quienes tienen que pensar estas cosas. Si les dieran más voz y sobre todo más voto a los docentes saldría algo más real, más práctico. Solo te tienes que dar una vuelta por Twitter y ver la de miles y miles de docentes en este país que hacen cosas maravillosas, que están todos los días luchando por sus alumnos a pie de aula. Tenemos tantos recursos humanos que si les escucharan y les tuvieran en cuenta sería un buen camino.
“Miles de docentes que hacen cosas maravillosas”. ¿La innovación está en manos de la iniciativa privada de los docentes un poco pese al sistema?
En muchos casos es así. Nos encontramos cada vez más con colegios, equipos directivos que empiezan a apostar no por una metodología concreta, no hace falta poner nombres, sino que apuestan por cambiar cosas. La innovación es hacer cosas de manera diferente, dar un pequeño giro y llevarlas a lo que gusta un poco más a los alumnos. Cada vez se apuesta más, pero parece que es a base de un cole o un equipo directivo que se arranca y empieza a cambiar cosas. Pero yo estoy contento porque cada vez se ve más, hay movimiento, docentes que se preocupan por formarse y cambiar. Docentes que se animan a compartir sus tareas, sus proyectos, etc. Y ese proceso es una maravilla y es imparable. La creatividad y pasión que tiene un docente está por encima de leyes educativas y evaluaciones y cualquier otra historia.
Usted forma a maestros también. ¿Son buenos alumnos?
Son dos ámbitos diferentes. Disfruto mucho estando con docentes, veo mucha vocación, muchas ganas de aprender a hacer cosas diferentes, investigar, aprender cosas nuevas, reciclarse. Me encuentro con muchos colegios, muchos claustros que te reciben con brazos abiertos y se traduce en mucha gratitud y te mandan proyectos que hacen. Me encanta ese proceso. Pero por otro lado, estar a pie del cañón con los enanos en clase todos los días no tiene nombre, es insustituible.
¿Recomendaría a sus hijos ser profesores?
No recomiendo nada. Recomiendo que cada uno siga lo que le hace feliz y con lo que se sienta a gusto. Si alguno acaba siendo profesor seré feliz por él porque es lo que le gusta, pero por él, no por mí. Que cada uno haga lo que le llene y le haga feliz. Que sigan el sendero de lo que les llene, que después nos encontramos con títulos bajo el brazo que no nos completan profesionalmente, y eso es un poco más triste. Pero por vivir la experiencia, desde luego por cómo la vivo yo, no sería capaz de disfrutar otra profesión como esta, cada es una aventura nueva y como profesión es un regalo.
«Si no puedes volar entonces corre, si no puedes correr entonces camina, si no puedes caminar entonces arrástrate, pero hagas que hagas, sigue moviéndote hacia adelante.» Martin Luther King
Por Salvador Rodriguez Ojaos
¿Para qué sirve la escuela? En la respuesta a esta cuestión está la verdadera clave de la innovación educativa. En este mundo globalizado, digitalizado y en continuo movimiento, la escuela ha de servir para mucho más que para transmitir los contenidos de las distintas áreas curriculares. El mundo y los desafíos que nos plantea son tan complejos que ya no podemos darle respuesta con respuestas simples y compartimentadas.
El verdadero propósito de la escuela es preparar para la vida y eso no es tarea fácil ni simple. Para conseguir este objetivo la escuela debe ser por un lado transmisora del saber de las distintas disciplinar, pero de no manera aislada y ni descontextualizada, ese saber tiene que ser multidisciplinar y, sobre todo, aplicable en la solución de situaciones reales de la vida.
Pero para cumplir con su función, la escuela aún debe ir más allá. La capacidad de trabajar en equipo, el reconocimiento y la gestión de las emociones, el espíritu crítico y la capacidad para pensar de forma autónoma, entre otras muchas cosas relacionadas con la educación del carácter y las habilidades y destrezas personales, son imprescindibles para que nuestros alumnos afronten el futuro con garantías de éxito.
«Cree en ti» debería ser el mejor regalo que los docentes puedan hacer a sus alumnos y alumnas. La confianza en sus posibilidades y el conocimiento y aceptación de sus limitaciones (al menos para poder enfrentarse a ellas) es la manera más adecuada para que desarrollen al máximo su talento y puedan perseguir sus sueños. Porque los sueños son el combustible del aprendizaje.
Cree en ti, cree en ti, cree en ti, cree en ti… debería ser una especie de mantra que los docentes deberían repetir constantemente a los jóvenes que deben hacer del mundo un lugar mejor… y esa es una tarea tan compleja que lo que los alumnos y alumnas deben aprender en la escuela va mucho más allá de aprobar exámenes y memorizar conceptos. Aunque parece que a algunos todavía les cueste un poco entenderlo.
Para alcanzar estos conocimientos, destrezas, habilidades y saberes hay muchos caminos distintos. El mejor de ellos lo debes decidir tú en función de tu realidad, de tus circunstancias y las de tus alumnos. La mejor manera de enseñar es la que consigue que los alumnos aprendan… y eso se puede conseguir de las más diversas formas, no hay un único camino ni una receta mágica.
Como para casi todo, hay también estudios que nos hablan sobre cómo las mujeres poseen mayor grado de inteligencia emocional que los hombres. Ellas, siempre mucho más empáticas, acaban trabajando en RR. HH. y ellos, mucho más líderes por naturaleza (según esos “estudios”), acaban siendo los jefes. ¿Es esto cierto?¿Ocurre ya en la infancia?
¿QUÉ ES LA “INTELIGENCIA EMOCIONAL?
La inteligencia emocional se refiere al ‘conjunto de capacidades que podemos usar para solucionar cualquier tipo de problema en relación con las emociones’. El término fue acuñado en 1980 por Salovey y Mayer, pero su difusión se le atribuye a Daniel Goleman y su libro Inteligencia Emocional de 1995, donde haciendo uso de la teoría de las inteligencias múltiples desarrollada por Howard Garner podemos hablar de dos tipos de inteligencia emocional: la intrapersonal y la interpersonal. La primera se refiere al conocimiento de uno mismo y sus emociones, y la segunda a la empatía y la capacidad de relacionarse con las demás personas.
POR QUÉ ES IMPORTANTE
¿Por qué es importante este tipo de inteligencia? Hasta hace poco se creía que el éxito de las personas se basaba únicamente en su CI, es decir, su coeficiente intelectual. Pero el CI solamente tiene en cuenta la dimensión cognitiva, y ningún otro tipo de inteligencia. Se ha comprobado en muchos casos que aquellas personas con un gran CI, suelen tener éxito en la escuela y los estudios en general, pues el tipo de evaluación en estas instituciones sigue estando en su mayoría basada en la memorización de contenidos. Pero ello no garantiza en absoluto el éxito en la vida, pues una persona que no sabe controlar sus emociones, que no es empática y que no es capaz de relacionarse con su entorno de manera sana, difícilmente conseguirá el éxito a nivel personal o profesional.
NIÑAS Y NIÑOS
¿Tienen las niñas más inteligencia emocional que los niños? A las niñas se les educa para poseer un mayor grado de inteligencia emocional en cuanto a cariño, afecto, alegría, amor, tristeza. Se les permiten más emociones de este tipo, y por ello, suelen crecer con más empatía, porque son educadas para cuidar a los demás. No es que genéticamente estén mejor preparadas para ello, sino que se les conduce a ser más inteligentes emocionalmente en estos sentidos.
Sin embargo, no está tan bien visto que una niña muestre ira, enfado, o frustración. Eso se lo deben guardar para ellas mismas, con las nefastas consecuencias que no expresar este tipo de emociones puede suponer para cualquier persona. Cuando esas niñas llegan a la adolescencia, surgen muchas veces enfrentamientos en las familias, porque no saben cómo manejar su ira o sus frustraciones, y acaban estallando de manera incontrolable.
…pero ello no garantiza en absoluto
el éxito en la vida
Por su parte los niños desde bien pequeños son educados para expresar agresividad, enfado, genio… Pero no se les permite mostrar dulzura, afecto en alta medida, pasión, tristeza, debilidad… Ese vocabulario no existe en el diccionario emocional que les damos a nuestros niños. Por ello, la adolescencia de un chico suele ser más silenciosa en muchos casos, porque aunque también tengan problemas les hemos enseñado a no mostrar lo que sienten, y a nunca pedir ayuda. Y esto es muy peligroso, pues se retraen en sus mundos y no comparten con nadie lo que les pasa, llegando a actuar de manera impredecible y terrible.
AYUDAR A LA INFANCIA
¿Cómo podemos ayudar a la infancia con su inteligencia emocional? Lo primero es permitir todo tipo de emociones. Olvidarnos de frases como: “los niños no lloran”, “las señoritas no hablan en ese tono”, “los niños son menos cariñosos”, “las niñas tienen menos carácter”… Cada persona es única y diferente, y tiene todo el derecho del mundo a sentir sus emociones.
Eso sí, para saber qué hacer con una emoción, hemos de aprender a reconocerla antes, y el primer paso para ello es nombrarla. Hoy en día además, tenemos ya libros que nos pueden ayudar a educar a nuestras hijas e hijos en ese vocabulario emocional. Dos ejemplos muy populares son “El monstruo de colores” o “El emocionario”.
A continuación, tendremos que darles herramientas para que esas emociones no les dominen, para que sepan lo que les está pasando y pueden actuar en consecuencia.
…el primer paso para ello es
nombrarla
Las emociones no son inherentes al sexo femenino o al sexo masculino, si bien es cierto, que si educamos a las niñas para ser más empáticas que los niños, nos encontraremos con mujeres adultas mejor preparadas que los hombres para el cuidado de otras personas, pero ello no quiere decir que esta habilidad les venga “de serie”.
Eduquemos pues una infancia sana emocionalmente, en la que el sexo biológico de cada persona no sea su etiqueta emocional.
India /Autor: Redacción / Fuente: Cuyun Diario Jóven
Sin atracones de estudio, sin nervios ante los exámenes y sin las frustraciones que pueden venir después.
Así será Riverbend School, una iniciativa proyectada en Chennai, la cuarta mayor ciudad de la India, que rompe de lleno con la educación tradicional para centrarse en guiar al alumnado en el camino hacia la felicidad. La inteligencia emocional, la actitud optimista, la exposición de los pequeños a un extenso abanico de materias para que encuentren esa que les apasiona y, determinante, la socialización, son las líneas maestras de este singular proyecto.
“No es una escuela para todo el mundo”, admite el cofundador de este futuro centro, Vivek Reddy, en declaraciones a Fast Company. Y es que, aunque las claves de la escuela están perfectamente trazadas, lo que todavía es una incógnita es el cómo se ajustará al sistema educativo indioque, como muchos, se centra en la adquisición de conocimientos por parte de los estudiantes, para dejar en segundo plano (o más allá) su carácter y personalidad. Este esquema es, precisamente, el que da un giro radical en Riverbend School, cuya construcción se prevé arranque a finales de 2018.
Con capacidad para 300 estudiantes, cuando se ponga en marcha, este proyecto centrará absolutamente todos los esfuerzos en esas parcelas que la educación tradicional tiende a ignorar. “La felicidad y la inteligencia emocional son los aspectos sobre los que se sostiene una vida feliz y llena de logros”, apuntan los promotores de esta iniciativa que tiene otro pilar en el desarrollo completo de los pequeños.
Para lograr ese objetivo, lejos de meter al alumnado en una clase para que atienda una lección, en esta escuela se promoverá una actitud activa. Así, los pequeños serán expuestos al mayor número de actividades y disciplinas posibles, para que sean ellos los que elijan qué quieren aprender en función de lo que más les motive. Espacios para el arte, la música, la danza o la creación digital tendrán su hueco en esta iniciativa, que también se dotará de una incubadora para promover el emprendimiento, así como de laboratorios para incentivar el gusto por las ciencias e, incluso, de áreas de cultivo.
Lo anterior se combinará con el estudio de la filosofía hindú para, a través de ella, orientar en la consecución de la felicidad. Con el mismo objetivo en mente, los promotores del proyecto y Kurani, a cargo del diseño del campus, han buceado en uno de los principales estudios sobre felicidad que existen, de la Universidad de Harvard. Con eso, una idea primará sobre todo este proyecto educativo: el fomento de las relaciones personales. ¿Por qué? Porque son ellas, precisamente, las que conducen a una vida feliz. Además, según consideran los antropólogos, las relaciones son más fuertes en los pueblos que en las ciudades.
Las dos conclusiones mencionadas se tienen en cuenta, y mucho, tanto en el sistema de enseñanza de la escuela, como en su propio diseño. Y es que Kurani, a cargo del mismo, ha querido poner su grano desde la arquitectura a la consecución de la felicidad de los estudiantes. Para ello, el concepto de pueblo se ha trasladado plenamente a lo que será el campus de Riverbend. De esta forma, la escuela se sitúa en torno a una plaza pública con diversidad de espacios enfocados al juego, al estudio, a la meditación o al cultivo. Además, cualquier pequeño detalle, desde el diseño de los patios, hasta el de los caminos o los pabellones, se pondrá al servicio de la socialización para que los niños puedan cultivar esas relaciones que, según los expertos, inciden como ninguna otra cosa en la consecución de una vida feliz.
Con la vista puesta en 2020, cuando podría finalizar la obra, este colegio podría marcar el camino para iniciativas similares en otras zonas del mundo. En todo caso, conscientes del giro radical del planteamiento, los promotores de Riverbend School incluirán en el campus un instituto de investigación que analizará la eficacia del nuevo modelo. Habrá que ver entonces cómo funciona esta iniciativa que elimina pasos intermedios para centrarse, directamente, en ponérselo más fácil a los niños para lograr el objetivo final de todo proyecto vital, la felicidad.
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