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Paloma Cabral: ¿Juguete o cuento? El dilema de los niños

Por: Laura Peraita

En 2019, McDonald´s España lanzó el programa Happy Meal Readers por el que a los niños menores de 15 años les ofrecían con su consumición la posibilidad de elegir entre un juguete o un libro. En tres años, han entregado más de 6 millones de ejemplares en nuestro país.

Según apunta a ABC Paloma Cabral, directora de Comunicación y Relaciones Institucionales de esta compañía, el programa está pensado para fomentar los hábitos de lectura en la población infantil y para logarlo, han querido ayudar a las familias a que la lectura sea un momento de diversión para todos. «Además, para que estos hábitos de lectura sean accesibles para todos los niños hemos hecho versión audiolibros y signada».

¿Cuál es la reacción de los niños cuando reciben el ofrecimiento de coger un juguete o un libro? ¿Son los padres los que les incitan a inclinarse por el cuento? Al niño se le ofrece

Cada vez son más los niños que eligen el libro atraidos por las aventuras que plasman, por lo que podríamos decir que la tendencia comienza a igualarse.

Los cuentos incluyen una pequeña guía inicial para que los padres les motiven a la lectura. ¿No fomentan lo suficientemente las familias la lectura?

Fomentar los hábitos de lectura entre el público infantil debe ser un objetivo de todos, y creo que aquí la iniciativa privada juega un papel importante para acompañar a las familias en la adquisición de este hábito. Por eso, nuestra guía de consejos para leer con niños pretende, sobre todo, acompañar a los padres en este momento tan especial para ayudarles a crear un momento de diversión y entretenimiento en familia.

¿Es vuestro objetivo final que lean juntos padres e hijos?

Queremos que los niños lean y, si además se convierte en un momento de diversión en familia, pues aún mejor. Es un tiempo de calidad para compartir con nuestros hijos. Uno de los objetivos como marca es el de ofrecer a las familias un tiempo de ocio en el que puedan estar unidas y disfrutar.

¿Qué es lo que ha permitido que se hayan repartido 6 millones de cuentos desde 2019?

Hemos repartido ya algo más de seis millones de libros en España desde que se puso en marcha este proyecto en 2019. Los libros están disponibles para los clientes que nos visitan en nuestros restaurantes, McAuto, Take Away o a través de McDelivery. Creo que una de las claves del éxito es la calidad de las historias creadas por la escritora Cressida Cowell, en la que además de contar aventuras muy divertidas, lo hace siempre desde la diversidad y la inclusión que caracterizan a los protagonistas de las historias. Ya estamos trabajando en la tercera colección que estará disponible en los próximos meses, y esperamos que sea como hasta ahora, todo un éxito.

¿Qué nuevas iniciativas tienen pensadas en esta línea?

Con motivo del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se celebra este sábado 2 de abril, vamos a regalar un libro a los clientes que vengan a nuestros restaurantes para que independientemente del pedido que realicen, puedan contar con uno de los libros que tenemos actualmente disponibles.

Además, desde el año pasado, pusimos en marcha una iniciativa para acercar la lectura a niños con discapacidad auditiva, visual y a aquellos que aún no han aprendido a leer o prefieren escuchar los cuentos y adaptamos las historias de Los Mini Detectives a formato audible, narrado por Sara Carbonero. También realizamos una versión signada, en la que participaron empleados de la compañía. Estos están disponibles en la App MyMcDonald´s y en la web mcdonalds.es, así como en la plataforma Storytel.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-juguete-o-cuento-dilema-ninos-202204020245_noticia.html

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El fomento de la lectura en las aulas

Por: Mario Crespo

Si queremos que los alumnos españoles lean, primero debemos conseguir que amen la lectura; no se trata de ofrecerles libros, sino de suministrarles experiencias lectoras, de hacerles disfrutar, desde bien jóvenes, de la lectura como actividad lúdica e intelectual. Y para ello se necesita infraestructura e inversión.

Un artículo publicado en El País el pasado día 13 de marzo y basado en el estudio ‘Jóvenes y lectura’, de la Fundación Germán Sánchez Ruiperez, ha abierto el debate —que sin embargo no es nuevo— sobre la lectura en la adolescencia, generando entre la comunidad educativa y los profesionales del sector del libro, entre escritores, periodistas, lectores y mediopensionistas, miles de tweets, estados de Facebook y enconadas charlas que giran alrededor de la misma columna.

Como siempre que se establece un debate educativo, encontramos posturas de todo tipo: quienes están de acuerdo con el planteamiento del artículo y piden lecturas más accesibles y métodos alternativos, quienes dicen que para leer mala literatura mejor no leer, quienes piensan que la culpa es de los móviles y las tablets y los videojuegos y Netflix, y también quienes ven en el debate que la subjetividad de su trasfondo oprime las hipotéticas soluciones al problema.

Y todas ellas, sin ser excluyentes, tienen su parte de razón y su porcentaje de verdad. Sin embargo, cuando tratamos este tema casi siempre se obvia una cuestión que, a mi entender, no es baladí: la educación literaria no es lo mismo que el fomento de la lectura. Es decir, se mezcla con demasiada facilidad la palabra literatura con la palabra lectura, cuando, en realidad, la lectura es el hábito que enseña el camino hacia la literatura. O, dicho de otro modo: leer leemos todos, leemos mucho, leemos a diario (carteles, señales, noticias, mensajes), y sin embargo la literatura no forma parte de las vidas de todos. De hecho, el estudio de la Fundación Sánchez Ruiperez incluye un gráfico donde se muestra que los jóvenes sí emplean su tiempo de ocio en leer, aunque no necesariamente en leer libros (blogs, redes sociales, periódicos y cómics)

El fomento de la lectura es considerado una herramienta fundamental para el ejercicio del derecho a la educación y a la cultura en el marco de la sociedad de la información. El Plan de Fomento de la lectura 2021-2024, del Ministerio de Cultura y Deporte «reivindica la lectura como un elemento vertebrador más allá de un mero pasatiempo«. Pero cuando el plan de fomento se centra en el ámbito académico depende a la postre de los centros educativos y sus respectivos recursos. En otras palabras; es muy difícil implementar un plan de fomento de la lectura sin una biblioteca escolar en condiciones y sin un presupuesto digno para ello.

El Real Decreto 582/1989 excluía a las bibliotecas escolares del Sistema Español de Bibliotecas. Y, aunque la Ley 10/2007 de la lectura, del libro y de las bibliotecas, modificó el plan al decretar que una biblioteca escolar debía disponer de recursos para la comprensión lectora y el rendimiento académico de los estudiantes, nuestras bibliotecas escolares se encuentran todavía a años luz de las de Australia, Estados Unidos o Gran Bretaña.

Las bibliotecas de los centros españoles existen, tienen fondos y actividad, y permiten el uso y disfrute de sus colecciones por parte de padres y alumnos, pero carecen de una estructura profesional. De hecho, suelen ser cuartos pequeños que se abren una o dos veces por semana y que sirven sobre todo de almacén de libros, pues su objetivo primordial es apoyar el desarrollo del currículo académico y, por lo tanto, no funcionan como centros de préstamo, ni llevan a cabo programas sólidos de fomento de la lectura, ni poseen una agenda de actividades semanales. En ellas los fondos son exiguos, los puestos de lectura escasos y la catalogación y recuperación de información es básica, analógica o incluso inexistente.

En el polo opuesto encontramos las de países como los Estados Unidos, donde son una parte fundamental de las escuelas, y funcionan como el corazón de las mismas. Para el alumnado, la biblioteca es una asignatura más, una parte del programa educativo y de la agenda semanal. La biblioteca es, en otras palabras, como una clase de música o de educación física; unas horas semanales que, de forma individual o colectiva, se dedican a la promoción de la lectura. Por otro lado, en la biblioteca se forma a los alumnos para que sean autónomos a la hora de hacer búsquedas y encontrar sus propios recursos, para que puedan convertirse en futuros investigadores.

Bajo mi experiencia en el terreno de las bibliotecas escolares norteamericanas puedo afirmar que el placer por la lectura se trabaja y se desarrolla desde la primaria; la semilla de la lectura se planta para que, aunque el árbol deje de crecer durante la secundaria por razones de tiempo, edad y ritmo de vida, pueda seguir dando sus frutos a posteriori. Esto no garantiza un éxito seguro, pero sí una metodología más realista y eficiente.

Por ejemplo, para un niño que rechaza leer y que, como afirma el citado estudio de la Fundación Sánchez Ruiperez, piensa que «leer le aísla» y que, en definitiva, no encuentra placer alguno en ello, la biblioteca escolar sirve como refuerzo para la consolidación del hábito lector a través de temas afines y estrategias alternativas. Si a este alumno le gusta el fútbol, se le anima para que tome prestadas revistas y libros de fútbol. Tras este primer paso, este joven podrá dar el salto a lecturas más complejas y que precisen de una mayor comprensión lectora.

Si queremos que los alumnos españoles lean, primero debemos conseguir que amen la lectura; no se trata de ofrecerles libros, sino de suministrarles experiencias lectoras, de hacerles disfrutar, desde bien jóvenes, de la lectura como actividad lúdica e intelectual. Y para ello se necesita infraestructura e inversión.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/

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El Salvador: Estudiantes salvadoreños deben mejorar en Ortografía, según evaluación de la UNESCO

América Central/El Salvador/08-04-2022/Autora: Susana Joma/Fuente: www.elsalvador.com

Los alumnos que hicieron la prueba ERCE 2019, en general, obtuvieron mejores resultados en escritura que otros de la región. El especialista educativo, Óscar Picardo, no descarta que tras la pandemia haya retroceso.

La prueba de lectura y escritura en los estudiantes de El Salvador. Los de 3o. grado tuvieron mejor desempeño en el dominio textual que en el discursivo. Foto EDH / ARCHIVO

La ERCE, que lleva a cabo el Laboratorio Latinoamericano Evaluación y Calidad (LLECE), mostró que “las y los estudiantes de El Salvador, en términos generales, escriben textos sin repetir palabras y mantienen el tema a lo largo del escrito”, señala un boletín de la UNESCO.

Los resultados de esa prueba, en la que participaron estudiantes de 16 naciones, entre ellas Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá, también arrojaron luces sobre la necesidad de que los alumnos salvadoreños mejoren la ortografía, y que a la hora de escribir se adecuen al género y propósito que se les solicita.

“En sexto grado, además, requieren reforzar su registro para adecuarse a una situación comunicativa escrita y formal”, cita el documento, dado a conocer por la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe.

Según lo expuesto en el boletín de la Oficina Regional de UNESCO, durante la evaluación se solicitó a los estudiantes de tercer grado que desarrollaran una carta narrativa sobre un viaje y un texto de presentación de un baile; mientras que en sexto grado se les pidió una carta de petición y un texto descriptivo de un animal inexistente.

El doctor Óscar Picardo Joao, especialista educativo, sostuvo que “a grandes rasgos hay resultados optimistas dentro de la comparación regional; tanto en Lectura como Matemáticas, ciencias de tercero y sexto grado estamos debajo de Costa Rica,a la par de Honduras y arriba de Panamá, Nicaragua y Guatemala”.

Picardo Joao celebró que salimos muy arriba en algunas áreas como la coherencia,concordancia y vocabulario.

Al consultarse si considera que la pandemia podría haber hecho retroceder esos resultados positivos, el pedagogo no lo descartó y consideró que esto podría ocurrir “sobre todo con los niños de tercer grado en todas las áreas”, considerando que el apresto es algo que se trabaja en el aula y eso ha sido muy complicado, dado que por el confinamiento para evitar contagios por Covid-19, los niños se mantuvieron mucho tiempo en casa.

Sin embargo, Picardo Joao señaló que ese impacto solo se podrá conocer si el país continúa participando en futuras mediciones, aunque él esperaría que sí pues considera que es algo positivo para la toma de decisiones sobre las áreas que mejorar.

De igual forma destacó la importancia de que estos resultados sean trasladados a los docentes, que los entiendan, para luego poder diseñar planes en aras de reforzar lo que salió muy mal y fortalecer lo que salió bien.

Según Claudia Uribe, directora de la OREAL / UNESCO Santiago, “la escritura es una competencia altamente demandante a nivel cognitivo y, a diferencia del lenguaje oral, no se desarrolla en la mayoría de las personas de manera natural. Es por ello que hay que enseñarla desde los niveles más tempranos del proceso educativo y seguir practicando y enseñando de manera intencional a lo largo de toda la trayectoria escolar”.

APUNTES

*Los estudiantes de El Salvador tuvieron un mejor desempeño en el dominio textual que en el discursivo.

*En el desarrollo textual, 9 de cada 10 estudiantes se ubicaron en la categoría 4 de mayor desempeño, es decir escribieron el texto sin repeticiones.

*Cerca del 70% de los estudiantes mantuvo el tema central a lo largo del texto, y 6 de cada 10 estudiantes mantuvo la concordancia al interior de las oraciones, sin presentar errores en la redacción de una carta.

*En relación al dominio discursivo, cerca del 60% de los estudiantes no fue capaz de responder al propósito comunicativo solicitado en la carta, y en el texto descriptivo, 7 de cada 10 no lo lograron.

*En cuanto a convenciones de legibilidad, el 20% de los estudiantes que escribió una carta y el 30% de los estudiantes que escribió un texto narrativo, lograron el nivel de desempeño más alto en ortografía inicial. Vale decir que presentaron asociación entre sonido y grafema en todas sus palabras, independientemente de las normas ortográficas.

En sexto grado:
*Cerca de la mitad del alumnado logró adecuarse al propósito y consigna que se les solicitó cuando escribieron una carta, mientras que en el texto descriptivo lo hicieron solo 3 de cada 10 estudiantes. Además, cerca del 40% logró
adecuarse al género solicitado.

*En materia de dominio textual, en el sexto grado la mayoría de los estudiantes logró escribir sin repeticiones ni imprecisiones, manteniendo el tema principal durante el desarrollo del texto y logrando mantener la concordancia al interior de las oraciones. Sin embargo, solo 3 de cada 10 estudiantes, en ambos estímulos, lograron el nivel de desempeño más alto en cohesión, es decir, hicieron un uso correcto de referentes, sin omitir palabras y usando adecuadamente los nexos y conectores en la oración.

*Sobre las convenciones de legibilidad, en ortografía inicial, 4 de cada 10 estudiantes de sexto grado se ubican en el nivel de desempeño más bajo, pues sus textos presentaron una débil asociación entre grafema y fonema.

*Por otra parte, la mitad del alumnado obtuvo un alto desempeño en puntuación, lo que significa que no presentó errores como la interrupción de una oración con un punto, la ausencia de coma en una enumeración y/o la ausencia de punto seguido cuando es necesario.

Fuente e Imagen: https://www.elsalvador.com/noticias/nacional/estudiantes-el-salvador-deben-mejorar-ortografia/943867/2022/

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Estos son los beneficios de la lectura en la infancia

Por: Educación 3.0

Fortalece el vínculo entre adultos y menores o desarrolla la inteligencia emocional. Estos son algunos de los beneficios del hábito lector entre los niños según Mercedes Bermejo, psicóloga y directora de la colección ‘Senticuentos’ y ‘Crecicuentos’ en la editorial Sentir.

El instinto de leer no nos viene dado por naturaleza, como pueden ser el de comer o dormir. Por ello, cualquier tipo de aprendizaje en la infancia va a venir influenciado por la actitud de la familia, especialmente en la lectura, donde el modelaje es fundamental, es decir, los niños imitan a sus padres.

Los psicólogos infantiles recomendamos desde el primer año de vida poner en contacto a los más pequeños con la fantasía, las historias, ilustraciones, y como no, con los cuentos.

Los beneficios de la lectura entre los pequeños

La lectura aporta diferentes beneficios que, por ejemplo, nunca proporcionará la tecnología. Son los siguientes:

beneficios de la lectura en la infancia
  • Fortalece el vínculo entre adultos y menores. Los primeros siete años del niño la lectura debe ser acompañada. De este modo, el menor cuenta con el apoyo, compañía y afecto de los adultos para afianzar este hábito.
  • Mejora el rendimiento intelectual del pequeño. En aspectos como la memoria, la imaginación, el lenguaje, el razonamiento abstracto…
  • Desarrolla la inteligencia emocional. Con ella se fomenta la capacidad de empatizar con otros, así como la autoconciencia, la motivación y la capacidad de autorregulación.
  • Promueve la autoestima y su autoconcepto. A través de los cuentos, el niño imagina diversas situaciones donde desarrolla su autoconocimiento.
  • Amplía el conocimiento del niño. Tanto del mundo que le rodea como de su mundo interior. El menor imagina los futuros posibles y entrena para la vida, pero desde lo simbólico.
  • Familiariza al menor con la lectura, de cara al futuro.

Elementos esenciales de la literatura infantil

Es importante que el cuento esté adaptado a la etapa evolutiva del pequeño, que sea atractivo, interactivo y promueva el desarrollo intelectual y emocional del menor. Muchos son los estudios centrados en la revisión de la literatura infantil, de los que destaco algunas conclusiones:

beneficios de la lectura en la infancia
  • La gran mayoría de autores de cuentos publicados no pertenecen al ámbito de la psicología y la pedagogíaCabe destacar que la formación académica y profesional del autor es un requisito muy favorable para diseñar y desarrollar cuentos que cumplan una función pedagógica, más allá del simple entretenimiento.
  • En muchos cuentos, no se tiene en cuenta la etapa evolutiva de los niños. Este es un aspecto esencial para que el niño interiorice lo tratado en el relato. Elementos que garanticen al pequeño disponer del tiempo necesario para trabajar de forma dinámica, animada e interactiva; hecho que puede originar reflexiones a las que el niño no podría llegar a través de la simple escucha o lectura del cuento.
  • Ausencia de guías pedagógicas. Otra cosa que falta en la mayoría de los libros infantiles son las guías pedagógicas las cuales permiten orientar a familias o tutores a abordar el tema que su hijo necesita trabajar o considerar con una orientación más pedagógica.

Función de los cuentos

Los cuentos tienen una doble función: para el disfrute de la literatura, pero también como instrumento de intervención terapéutica. Por ello, recomiendo publicaciones adaptadas a las diferentes etapas de desarrollo emocional e intelectual donde a través de las historias el lector es protagonista, junto a un personaje, de los relatos en los que se explican diversas situaciones. Esto permite a los más pequeños comprender e, incluso, prevenir diferentes cuestiones que pueden surgir en su día a día.

En definitiva, resulta esencial transmitir el entusiasmo hacia la lectura, ofreciendo libros de calidad. Esto permitirá al menor dejar volar su imaginación y acompañar a los personajes a través de multitud de aventuras.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/beneficios-de-la-lectura/

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LOMLOE: ¿en qué afecta al fomento de la lectura?

Por: Educación 3.0

Entre las novedades que incluye la nueva ley educativa que entrará en vigor el próximo curso se encuentra la obligación de un tiempo diario de lectura en el aula. Jesús Hernán, director de Legiland, subraya en este artículo la importancia de fomentar el hábito lector.

La nueva ley educativa (LOMLOE) estará vigente a partir del curso 2022/2023. Algunos de los elementos clave sobre los que se vertebra son: los derechos de la infancia, la defensa de la igualdad de género, la personalización del aprendizaje, el desarrollo sostenible o la inmersión al mundo digital; pero, ¿Qué dice sobre algo tan esencial como el fomento de la lectura?

En este sentido, la nueva ley apenas propone cambios significativos respecto a las anteriores. La principal novedad es la obligación de un tiempo diario de lectura en el aula. Esto es algo que la LOE y la LOMCE ya contemplaban para Primaria, pero no para Secundaria. Parece una buena medida y, desde luego, un reto para los educadores, que tendrán que cambiar algunos hábitos para dejarle espacio de calidad a la lectura.

La ley reconoce que el fomento del hábito y del gusto por la lectura impacta directamente y de manera positiva en la mejora de la comprensión lectora, la capacidad de expresarse, la gestión de la información, el pensamiento crítico y el aprendizaje de nuevos conocimientos. Sin embargo, delega en las Administraciones educativas la concreción y promoción de los planes de fomento de la lectura y presupone, no queda claro cómo, la colaboración de las familias y del voluntariado, así como el intercambio de buenas prácticas.

En referencia a las bibliotecas escolares, la LOMLOE no introduce apenas novedades. Habla de la obligación de los centros de disponer de una biblioteca, pero no entra en detalle sobre su funcionamiento, recursos o características. Tampoco menciona quién debe gestionar la biblioteca y no exige personal cualificado para ello. En ese sentido, no parece que la triste realidad de las bibliotecas escolares vaya a cambiar demasiado.

El hábito lector: clave para el éxito escolar

Un estudio realizado por la OCDE a partir de las pruebas PISA 2000, demuestra que disfrutar de la lectura es más importante para el éxito escolar que el estatus socioeconómico de la familia. Otra investigación británica dirigida por el profesor Mark Taylor, que siguió a casi 20 mil personas desde la adolescencia hasta la edad adulta, revela que la lectura por placer es el primer predictor de éxito profesional. Sin embargo, el último estudio PISA 2018 sitúa a España con 477 puntos, significativamente por debajo de la media de la OCDE (487) y de la Unión Europea (489). Visto esto, es comprensible que las leyes educativas sigan poniendo el foco en fomentar el gusto y el hábito lector, huyendo del concepto de lecturas obligatorias.

LOMLOE fomento lector

La pregunta que muchos docentes y equipos directivos se hacen es: ¿cómo llevar a la práctica la nueva normativa? Si a la poca concreción de la misma sumamos la compleja realidad del día a día en un centro educativo y que el fomento lector no siempre es una prioridad, la solución se antoja una quimera.

Áreas para desarrollar el hábito lector

Un plan de trabajo que tenga como propósito fomentar el gusto por la lectura y desarrollar el hábito lector debe tener en cuenta, al menos, cuatro áreas:

  • El catálogo: poner al alcance del alumnado un amplio, variado y atractivo surtido de lecturas de todo tipo. Esto, con la fragilidad de las bibliotecas escolares es cada vez más difícil y requiere de un gran compromiso y mucho tiempo por parte de educadores e, incluso, de las familias.
  • La autonomía: situar al lector en el centro del plan lector y fomentar su autonomía y construcción de un criterio propio.
  • La mediación: todo el profesorado -no solo los de lenguas- debe ser capaz de acompañar, orientar y mediar al alumnado desde la diversidad.
  • El clima: hay que proponer dinámicas y actividades transversales relacionadas con la lectura que se orienten a crear un clima y una cultura lectora en el centro.

El hábito lector es algo que se construye en el día a día y al que es necesario darle su espacio y tiempo. Para que un plan lector funcione debe contar con tiempo, confianza y el compromiso del equipo directivo y de todas las áreas, como también remarca la LOMLOE. Dada la complejidad de la misión, cada vez más centros disponen de una plataforma digital específica para vertebrar el plan lector que les ayuda optimizar el tiempo, gestionar el trabajo, dinamizar las lecturas y medir los resultados.

En resumen, la LOMLOE sigue apostando para que desde los centros educativos se fomente el gusto por la lectura y se desarrollen hábitos lectores que perduren y así producir un impacto positivo en el plano académico, personal y profesional del alumnado. Para ello, se obliga a destinar un tiempo diario a la lectura y se pide la implicación y compromiso de todas las áreas. La nueva Ley educativa sigue reconociendo y refuerza la importancia del fomento lector, esperemos que dé sus frutos en el mundo real en los próximos años.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/lomloe-fomento-lector/

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La capacidad de lectura de los niños mejora con videojuegos, según un estudio

Por: ABC

El estudio demuestra, además, que estas ganancias persisten en el tiempo, hasta el punto de que se observa una mejora en las notas de la escuela más de un año después de finalizar el entrenamiento.

Un equipo internacional de la Universidad de Ginebra (UNIGE), en Suiza, y la Universidad de Trento (Italia) han probado que un videojuego de acción para niños mejoraría las habilidades de lectura. Los resultados, publicados en la revista ‘Nature Human Behaviour’, demuestran una mejora de las capacidades de lectura tras sólo 12 horas de juego. El estudio demuestra, además, que estas ganancias persisten en el tiempo, hasta el punto de que se observa una mejora en las notas de la escuela más de un año después de finalizar el entrenamiento.

La decodificación de las letras en sonidos es un punto clave en el aprendizaje de la lectura, pero no es suficiente para dominarla. «La lectura recurre a otros mecanismos esenciales en los que no pensamos necesariamente, como saber mover los ojos en la página o utilizar la memoria de trabajo para enlazar las palabras en una frase coherente», señala Daphné Bavelier, profesora de la Sección de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación (FPSE) de la UNIGE.

«Se sabe que estas otras habilidades, como la visión, el despliegue de la atención, la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva, mejoran con los videojuegos de acción», explica Angela Pasqualotto, primera autora de este estudio, que se basa en su tesis doctoral en el Departamento de Psicología y Ciencias Cognitivas de la Universidad de Trento bajo la dirección de los profesores Venuti y De Angeli. Con esta idea, se diseñó un videojuego que combina videojuegos de acción con minijuegos que entrenan diferentes funciones ejecutivas, como la memoria de trabajo, la inhibición y la flexibilidad cognitiva, funciones a las que se recurre durante la lectura.

«El universo de este juego es un mundo alternativo en el que el niño, acompañado de su Raku, una criatura voladora, debe realizar diferentes misiones para salvar planetas y progresar en el juego», añade Angela Pasqualotto. La idea es reproducir los componentes de un juego de acción, sin incorporar la violencia, para que sea apto para los más pequeños. «Por ejemplo, el Raku vuela a través de una lluvia de meteoritos, moviéndose para evitarlos o apuntando a ellos para debilitar su impacto, mientras recoge recursos útiles para el resto del juego, un poco como lo que se encuentra en los videojuegos de acción», prosigue.

A continuación, los científicos trabajaron con 150 escolares italianos de entre 8 y 12 años, divididos en dos grupos: el primero jugó al videojuego desarrollado por el equipo, y el segundo a ‘Scratch’, un juego que enseña a los niños a codificar. Ambos juegos requieren control atencional y funciones ejecutivas, pero de manera diferente.

El videojuego de acción requiere que los niños realicen tareas dentro de un límite de tiempo, como recordar una secuencia de símbolos o responder sólo cuando el Raku emite un sonido específico, mientras se incrementa la dificultad de estas tareas según el rendimiento del niño. ‘Scratch’, el juego de control, requiere planificación, razonamiento y resolución de problemas. Los niños deben manipular objetos y estructuras lógicas para establecer la secuencia de programación deseada.

«Primero probamos la capacidad de los niños para leer palabras, no palabras y párrafos, y también realizamos una prueba de atención que mide el control atencional del niño, una capacidad que sabemos que se entrena con los videojuegos de acción», explica Daphne Bavelier. A continuación, los niños siguieron el entrenamiento con el videojuego de acción o el de control, durante seis semanas, dos horas a la semana bajo supervisión en el colegio. Los niños fueron examinados en la escuela por los clínicos del Laboratorio de Diagnóstico y Educación de Observación (UNITN). Poco después de terminar el entrenamiento, los científicos repitieron las pruebas en ambos grupos de niños. «Encontramos una mejora de 7 veces en el control atencional en los niños que jugaron al videojuego de acción en comparación con el grupo de control», dice Angela Pasqualotto.

Y lo que es más sorprendente, el equipo de investigación observó una clara mejora en la lectura, no sólo en términos de velocidad de lectura, sino también de precisión, mientras que no se observó ninguna mejora en el grupo de control. Esta mejora en la lectura se produce a pesar de que el videojuego de acción no requiere ninguna actividad de lectura. «Lo que resulta especialmente interesante de este estudio es que realizamos otras tres pruebas de evaluación a los 6, 12 y 18 meses después del entrenamiento. En cada ocasión, los niños entrenados obtuvieron mejores resultados que el grupo de control, lo que demuestra que estas mejoras se mantuvieron», afirma Angela Pasqualotto.

Además, las calificaciones en italiano de los niños entrenados mejoraron significativamente con el tiempo, lo que demuestra una mejora virtuosa de la capacidad de aprendizaje. «Los efectos son, pues, a largo plazo, en consonancia con el videojuego de acción que refuerza la capacidad de aprender a aprender», subraya Daphne Bavelier. En el marco del NCCR Evolving Language y en colaboración con Irene Altarelli (coautora del artículo e investigadora de LaPsyDE, Universidad de París), el juego se adaptará al alemán, al francés y al inglés.

«Al leer, la descodificación es más o menos difícil según el idioma. El italiano, por ejemplo, es muy transparente -cada letra se pronuncia-, mientras que el francés y el inglés son bastante opacos, lo que supone retos de aprendizaje bastante diferentes. La lectura en lenguas opacas requiere la capacidad de aprender excepciones, de aprender cómo una variedad de contextos influye en la pronunciación y exige una mayor confianza en la memorización», comenta Irene Altarelli.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-capacidad-lectura-ninos-mejora-videojuegos-segun-estudio-202201200112_noticia.html

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Leer en tiempos de pandemia

Por: Roger Chartier

Algunas de las transformaciones en las formas de leer, como la digitalización de los formatos, se originaron mucho antes de la pandemia de covid-19, pero ese «evento» agudizó la crisis de las librerías y contribuyó a la concentración del comercio de libros en los supermercados del mundo, como Amazon.

Quisiera empezar con dos observaciones preliminares: una sobre la lectura y la otra relativa a los discursos sobre el covid-19. En primer lugar, la lectura puede considerarse una noción, una categoría transhistórica: leer es siempre atribuir un sentido a un texto que se manifiesta en los caracteres de una escritura puestos sobre un soporte. En ese sentido, puede hablarse del leer tanto en Atenas o en el Renacimiento como hoy en día; hay una cierta universalidad en la lectura como categoría. Sin embargo, la lectura es también y fundamentalmente una práctica, y en este sentido lo relevante es reconocer que se la debe pensar en su pluralidad histórica y social. Las lecturas, en plural, son la apuesta de nuestra reflexión de hoy. Las lecturas están siempre inscritas en una diversidad de determinaciones que remiten a los códigos, convenciones, expectativas y competencias de los lectores, que varían según los lugares y los tiempos. Se trata también de una práctica cuyo ejercicio depende de sus condiciones de posibilidad, distribuidas de forma muy desigual en cada sociedad, lo que crea una dificultad a la hora de hacer diagnósticos sobre las lecturas en tiempos de pandemia, que son más diferentes, diversas, de lo que podemos imaginar. En el tiempo actual, esta pluralidad de las prácticas de lecturas nos deja con un objeto difícil de asir, lo que tal vez se vincule con la segunda observación preliminar: la dificultad para producir discursos lúcidos sobre el tiempo de la pandemia.

Reconozco que hacerlo es arriesgado, primero por la tendencia de cada uno a pensar este tiempo de la pandemia explícita o implícitamente a partir de las propias experiencias. Como sabemos, la pandemia ha hecho aún más fuertes las desigualdades entre los individuos. El confinamiento, que parece algo que todos tenemos en común, es de hecho una expresión cruel de las desigualdades sociales y de las maneras de afrontar esta situación, tan diferentes para los individuos según su condición económica. La diversidad de las lecturas se ubica dentro de estas diferencias. Debemos resistir la tentación de proyectar la experiencia personal como si fuese compartida y general. El corolario de esto es que a veces estos discursos proliferantes sobre el tiempo de la pandemia olvidan que para establecer diagnósticos es necesario apoyarse en estudios, investigaciones y encuestas. Cuando estos faltan, quedan solamente los deseos de futuro o los terrores del presente que atormentan a cada uno. Entonces, todo lo que voy a decir debe enmarcarse también dentro de estos límites, de estas tentaciones que invaden nuestros discursos. En última instancia, la proliferación de estos discursos tal como la podemos leer es tal vez la expresión más fuerte de la incertidumbre y, detrás de la incertidumbre, del miedo respecto del presente y de los sueños de un mejor porvenir.

Librerías y edición

Así, podemos empezar con los diagnósticos sobre lo que aconteció, y acontece todavía, en la pandemia, en relación con las lecturas. Un primer suceso fue el cierre de las librerías, que ha producido una fuerte caída en las ventas de libros, y esto ha generado grandes dificultades para las editoriales. En todas las encuestas que he leído –una del Sindicato Nacional de la Edición (sne) de Francia y otra del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc)–, los editores estiman la disminución de su facturación entre 40% y 50% en relación con 20191. La consecuencia inmediata es la disminución del número de títulos publicados y, en Europa, la publicación en el otoño de lo que normalmente se hubiera publicado en la primavera. Es decir, un verdadero ajuste a la situación. De esta manera, una primera realidad fue la dificultad para los lectores de encontrar nuevos libros, libros que no tenían en su biblioteca, si es que tenían una. Esta es una primera realidad, la realidad que en este momento atraviesan las librerías y la edición.

La segunda realidad que experimentamos hoy es la de una vida casi enteramente digital: se utiliza la comunicación digital en las relaciones entre individuos o instituciones, para hacer compras, en la enseñanza, y también las lecturas se hacen en digital, más allá de aquellos libros que los individuos ya poseen en papel. Este fue el gesto normal para leer, para pensar, para acceder a libros o revistas: trasladarse a su forma electrónica. Con todo, esta observación debe matizarse inmediatamente, porque si, por ejemplo, en Brasil hubo un aumento de las ventas de libros electrónicos (allí las ventas se triplicaron en el año 2020 en relación con 2019), más generalmente este crecimiento fue limitado. La encuesta del sne de Francia muestra que, por un lado, las editoriales que tienen un sector digital son minoritarias, y por otro, que estas no estiman un crecimiento fuerte de las ventas de libros electrónicos. Estos hechos pueden ubicarse dentro de la marginalidad de este sector del mercado del libro ya antes de la pandemia: en Francia, las ventas de libros electrónicos representan solamente 10% de la facturación total del mercado editorial. Hay una serie de observaciones interesantes que pueden hacerse tanto sobre este mundo digital transformado en realidad cotidiana, en la esfera de la existencia entera, como sobre la crisis de las librerías y de la edición que, evidentemente, tiene consecuencias importantes sobre las posibilidades de lectura. La pregunta fundamental es si esta situación inaugura un nuevo mundo de la cultura escrita, con el predominio de la forma digital, con un mundo sin librerías y sin libros impresos y, tal vez, con una profunda redefinición de la edición. O bien, por el contrario, si quizás debemos pensar lo que aconteció y acontece con la pandemia como una forma exacerbada de transformaciones que ya existían, de mutaciones que ya estaban presentes y que encontraron una suerte de paroxismo en el tiempo de la pandemia.

Entender el evento

Para acercarnos a esta cuestión fundamental, me parece que debemos pensar en las dos maneras de comprender un evento como la pandemia, si consideramos que la pandemia es un evento; un evento que dura, pero un evento. Una primera manera, inspirada en la definición del acontecimiento propuesta por Fernand Braudel, es considerarlo como el resultado de mutaciones, evoluciones y transformaciones previas que se cristalizan en el momento del evento; otra es pensarlo a la manera de Michel Foucault, lector de Nietzsche, como un surgimiento, una instauración, una inauguración, como –retomando una palabra que Foucault utilizó a menudo– un nacimiento. De la elección de una u otra perspectiva depende nuestra más o menos fuerte capacidad de domar el futuro. En la primera definición, cuando el evento es el resultado de evoluciones previas, puede entenderse que si se transforman las condiciones que lo hicieron posible ese evento podría desaparecer. En la segunda, más difícil de pensar, debemos afrontar un porvenir sin orígenes, una situación radicalmente nueva, que descubrimos al mismo tiempo que se establece. Podemos aplicar estas dos maneras de entender el evento a las dos realidades que he mencionado: la crisis de la actividad editorial y la digitalización de la sociedad.

La crisis de las librerías y de la edición se remite a una serie de transformaciones tanto estructurales como coyunturales que se dieron en el mundo del libro antes del covid-19. Estructuralmente, como sabemos, antes de este evento la fragilidad de las librerías resultaba de la competencia de la venta online, en particular por parte del gigante Amazon, y de los altos precios de los alquileres en las ciudades, una dificultad aumentada por la muy limitada rentabilidad del negocio de los libros. El covid-19 aconteció entonces en un mundo en el que en todas partes había disminuido el número de librerías. En París, 350 librerías cerraron desde 2000 hasta 20192Librerías, el libro de Jorge Carrión, es una suerte de antología de estas desapariciones3.

También en el campo de la edición puede encontrarse una fragilidad anterior a la crisis paroxística, aquí con raíces más profundas en los procesos de concentración, cuyo resultado más fundamental fue la imposición de la lógica del marketing a expensas de la lógica editorial propiamente dicha. Podemos recordar la expresión de Jérôme Lindon, y después de André Schiffrin: la edición sin editores4. «Sin editores» porque las decisiones de las editoriales se vinculan con aquello que perciben quienes se ocupan del marketing de los libros y no con una política editorial basada en preferencias intelectuales, estéticas o ideológicas. A este tema de la publicación sin editores o sin edición podría vincularse la desaparición en muchas empresas de la figura del corrector de estilo. En este sentido, una dificultad estructural previa, que ya se venía viendo durante los 10 o 15 últimos años en muchos países del mundo, se tradujo en una disminución del mercado del libro. Una investigación del Cerlalc muestra una disminución de la facturación global de las editoriales de 36% en España y de 22% en Brasil entre 2007 y 20175.

La razón de estas transformaciones coyunturales y estructurales –que ya habían creado una situación de fragilidad en la edición y en las librerías antes del choque de la pandemia– debemos buscarla en las transformaciones de las prácticas de lectura y de los hábitos de los lectores. No tengo todos los datos necesarios a escala mundial, sino que me basaré solamente en un trabajo publicado hace poco en Francia, una investigación del Ministerio de Cultura6. Hay dos preguntas que llaman la atención en ese estudio. La primera busca saber si las personas entrevistadas habían leído por lo menos un libro durante el año previo, es decir, en 2018. En el grupo de individuos nacidos entre 1945 y 1974, más de 80% decía que sí, que habían leído por lo menos un libro en el año anterior. Pero en el grupo de los nacidos entre 1995 y 2004, el porcentaje es solamente de 58%. En esa franja hubo una disminución fuerte del porcentaje de lectores de libros entre 1988 y 2018. La segunda pregunta era si los lectores habían leído y, supuestamente, comprado 20 libros o más durante el año previo. En 2018, 15% decía que sí, cuando en 1973 el porcentaje era de 28% y en 1988, de 22%. Si seguimos estos datos, entonces, podemos ver una disminución de la lectura y la compra de libros, tanto en relación con la reducción del número de lo que en francés se llama forts lecteurs –quienes compran y leen mucho–, como, más globalmente, y para los más jóvenes, con el abandono de la lectura de libros. En estos diagnósticos se trata, por supuesto, de la lectura de libros, y de libros impresos. ¿Qué ocurre en el mundo digital con lo escrito? En este mundo la lectura es omnipresente, obsesiva, necesaria: lecturas de los intercambios electrónicos, lecturas de las redes sociales, lecturas frente a las pantallas del tiempo de la pandemia. ¿Cómo podemos ubicar esta situación en evoluciones anteriores? En la misma investigación ya citada sobre las prácticas culturales de los franceses hay otro dato muy interesante: uno de cada seis afirma que su vida cultural tiene lugar por completo en el mundo digital, particularmente a través de las redes sociales, los videos online o los juegos electrónicos. Leen o escriben solo en las pantallas. La mitad de estos individuos, que ya desde antes de la pandemia vivían en condiciones similares a las pandémicas, tienen menos de 25 años. La cuestión es, por un lado, saber si sus prácticas culturales van a mantenerse exclusivamente online o si en algún momento van a salir del mundo digital para encontrarse con otras prácticas, culturales o no. Por otro lado, podríamos preguntarnos también si esta minoría de hoy prefigura la sociedad entera de los lectores del futuro.

Este primer diagnóstico muestra que ya antes de la pandemia existía la posibilidad de vivir digitalmente como en la pandemia… Frente a esto, por supuesto, puede hacerse un segundo diagnóstico, que es la contracara del primero. En cierto sentido, a pesar del crecimiento del mercado de los libros electrónicos, parece darse una situación paradójica: las lecturas efectivamente son digitales, pero sin la compra de libros electrónicos, que se descargan o se comparten en redes sociales. También aquí hay un desafío para el porvenir: esto es, detectar si aquellos lectores que han leído en este periodo más textos electrónicos que antes –pero sin necesariamente comprarlos– volverán después de la pandemia a sus prácticas cotidianas o, más bien, si el nuevo hábito se mantendrá, estimulado por los esfuerzos de los editores y distribuidores de libros electrónicos, que buscan transformar la situación excepcional de leer frente a la pantalla en una práctica ordinaria y común. Una manera de pensar una respuesta es preguntarnos si los esfuerzos que se hacen en algunos países, por ejemplo en Brasil, para traer a los lectores al mundo digital, esfuerzos que se traducen en la distribución gratuita de e-books o descuentos importantes en su compra (sobre la base de que el libro electrónico es de más fácil acceso, precio más bajo y que resuelve los problemas, si no de la edición, por lo menos de la distribución de los libros), perfilan la situación del futuro. Y preguntarnos también si las personas después de la pandemia van a resistir la tentación del «clic» que permite comprar libros, sin hacer caso a las librerías abiertas nuevamente, si van a seguir prefiriendo la lectura de libros, revistas o diarios electrónicos antes que su forma impresa. Si, en suma, sobrevivirá esta tendencia a satisfacerse con la lectura de los textos disponibles en el universo digital, sin preocuparse por encontrar la versión impresa en las librerías o bibliotecas. Este es el desafío fundamental para el porvenir de las lecturas.

Consecuencias

Para proponer una conclusión, y para rechazar –o intentar que no se haga realidad– la idea de una lectura total y enteramente digital, quiero subrayar algunas consecuencias posibles de esta prometida, deseada o temida transformación. La primera consecuencia sería económica. En un artículo que se publicó en abril de 2020 en La Vanguardia, de Barcelona, Jorge Carrión subrayaba el hecho de que la pandemia hace más poderosos a los poderosos y más ricos a los ricos. Se trataba a todas luces de una referencia al enorme provecho que sacan de la crisis las grandes empresas como Amazon, Facebook o Google. Se produce así la aceleración de un proceso de concentración: Amazon, por ejemplo, se está transformando en el único supermercado del mundo, un supermercado digital sin competidores.

Otra consecuencia que encuentro muy relevante es de orden cultural. Vivir en el mundo digital posiblemente sea generalizar para la lectura, para todas las lecturas, cualquiera sea su objeto, las prácticas dominantes en el mundo digital: las de las redes sociales. La práctica de lectura propia de las redes sociales es una lectura acelerada, apresurada, impaciente, fragmentada (y que fragmenta), sin la necesidad de contrastar las informaciones y las afirmaciones leídas. De esta manera, la pregunta aquí es si este tipo de lectura, que se plasmó en el uso de las redes digitales, se transformará en un modelo, un patrón general que someterá a todas las otras lecturas, de cualquier orden y naturaleza.

Si este fuera el caso, estaríamos frente a inmensos riesgos. El primer riesgo sería para el conocimiento, desde el momento en que el criterio de autentificación de los enunciados se traslada a su presencia en una red a la cual se le da credibilidad o confianza, sin preocuparse por el examen crítico de la veracidad de lo que se enuncia, un examen que supone comparaciones entre fuentes de información y evaluaciones sobre su credibilidad. El segundo riesgo no es solamente para el conocimiento sino también para la democracia. Es evidente que este tipo de lectura acelerada y crédula se constituye en un poderoso instrumento de comunicación para todas las formas de manipulaciones, de falsificaciones y de reescrituras engañosas del pasado. Son amenazas temibles para el futuro.

Afortunadamente, una suerte de compensación a este «crecimiento de lo peor» sería que, con la pandemia, se haya tomado una conciencia más aguda de estos riesgos, una conciencia que se manifiesta para algunos en las frustraciones que produce la existencia confiscada por las pantallas. Estas frustraciones permiten pensar más claramente la diferencia entre el mundo digital y el mundo impreso, en lo que refiere al libro, a la lectura, al conocimiento, al placer. Lo que se experimenta en la inmediatez de las relaciones se volvió imposible y, de cierta manera, las compensaciones produjeron una honda percepción de lo que falta. A mi juicio, la diferencia esencial, y que debe reconocerse en todos los casos, es la diferencia que existe entre las lógicas que gobiernan estas dos formas de relación con lo escrito. La lógica de la librería, de la biblioteca, de la página del diario, del libro impreso es una lógica del pasaje, del viaje entre estanterías, entre espacios, entre textos. El lector es un cazador furtivo, un peregrino, un viajero. La lógica de la producción textual y de la lectura en el entorno digital es, en cambio, una lógica temática, tópica y, finalmente, algorítmica. El lector es, aquí, previsible. Si la lógica del viaje trae sorpresas, descubrimiento de lo inesperado, de lo desconocido, la lógica del mundo digital transforma tanto los textos como a sus lectores en bancos de datos.

Una vez que se percibe esa diferencia, se vuelve posible establecer un uso menos peligroso del mundo digital y ubicarlo en el lugar que le corresponde, y ya no como un universo globalizante y globalizador, que se apodera de todas las prácticas, de todas las categorías, de todas las experiencias. La frustración nace de la imposibilidad de una experiencia compartida por individuos reunidos en el mismo tiempo y en el mismo lugar. En esta conversación no estamos en el mismo lugar, no estamos en el mismo continente, no estamos en el mismo huso horario. Frente a esto, la relación entre los cuerpos que experimentan un mismo evento, que participan en un mismo acontecimiento, es una realidad que podemos desear, para cuyo regreso podemos trabajar. Siempre me gusta señalar que esta frustración, que conduce a una percepción más aguda de la relación entre lo digital y lo impreso, tiene una referencia en el léxico del Siglo de Oro y la definición de la palabra «cuerpo». Los cuerpos no eran solamente los de los seres humanos, eran también los libros, los ejemplares de una misma edición. De esta manera, se ve también que la frustración frente al texto electrónico remite a la falta, a la pérdida de la relación con el cuerpo del libro, que es el cuerpo del texto. Esta frustración es compartida. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara se anuncia, para un futuro próximo, como «presencial». No es posible saber si así sucederá, pero es una respuesta a esta falta de relación entre los cuerpos humanos y los cuerpos de los textos. La conclusión es que si queremos que el porvenir no se defina ya a la manera de nuestro presente dentro de la pandemia, eso dependerá, por supuesto, de las políticas públicas, pero también de cada uno de nosotros y, sobre todo, de nuestra resistencia a recurrir inmediatamente al «clic» de la computadora.

Nota: este artículo, con mínimos cambios, surgió de una exposición del autor titulada «Lectura y pandemia» y la posterior conversación con Alejandro Katz y Nicolás Kwiatkowski en septiembre de 2020, en el marco del proyecto «Léxico de la pandemia», organizado con el apoyo de la Fundación Medifé. La conversación completa, revisada por el autor, puede encontrarse en R. Chartier: Lectura y pandemia. Conversaciones, Katz, Buenos Aires, 2021.

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Fuente de la iformación e imagen:  https://nuso.org

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