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Los libros que están salvándoles la vida a las mujeres en Afganistán

Autor: Ramin Mazhar, Hasht e Subh/El Tiempo

La iniciativa Free Women Writers ha reunido a más de 140 mujeres para expresarse con escritos.

Rabia Balkhi fue una de las primeras poetisas persas. Fue asesinada hace cientos de años a manos de su hermano, un rey, por haberse enamorado de un esclavo y atreverse a escribir poesía en una cultura dominada por los hombres. Al igual que ella, las mujeres de lo que es hoy Afganistán todavía se enfrentan a la violencia debido a sus escritos (especialmente las periodistas), o son asesinadas por sus elecciones amorosas.

«Cuantas más mujeres conozcan sus derechos, menos violencia sufrirán»

A finales de 2016, la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán investigó 5.575 casos de crímenes violentos contra mujeres, señalando que la mayoría de los casos de violencia de género pasan desapercibidos y sin denuncia debido a las arraigadas costumbres, a la estigmatización y al temor a las consecuencias para las víctimas. Un informe de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán de 2009 indica que las mujeres que participan en la vida pública se enfrentan a amenazas, acoso y ataques frecuentes.

En casos extremos, algunas han sido asesinadas por ejercer trabajos que se consideran irrespetuosos de las tradiciones o que son percibidos como incompatibles con el islam.

Ahora, unos 11 siglos después del asesinato de Balkhi, las herederas de su nación han lanzado una organización sin fines de lucro para defender sus derechos a través de la escritura. Se trata de Free Women Writers (Escritoras libres).

Una de las integrantes de la asociación es Roya Saberzadeh, una pintora y escritora que vive en Mazar-e-Sharif. A diferencia de muchas de sus compatriotas, ella no tiene miedo a reír, pero su sonrisa desaparece repentinamente al abordar el estatus de las mujeres en Afganistán. «La situación es mala», dice. «La violencia aumenta cada año». Sin embargo, se mantiene optimista porque las mujeres afganas cada vez están más concienciadas. «Cuantas más mujeres conozcan sus derechos, menos violencia sufrirán», señala, y agrega que aún hay mucho trabajo por hacer.

Mujeres escritoras en Afganistán

Para que todos pudieran acceder al contenido del libro, decidieron difundir su contenido en las redes sociales y en una página web

Foto: Hasht e Subh

Fundada en 2013 por las activistas afganas Noorjahan Akbar y Batul Moradi junto a un colectivo de escritoras, estudiantes y otras militantes, la organización espera mejorar la vida de las mujeres simplemente contando sus historias, a través de sus propias palabras. Su primer libro, Daughters of Rabia (Hijas de Rabia), una antología de escritos de mujeres afganas inspiradas por la historia de Balkhi, fue publicado ese mismo año.

Akbar, que apareció en el ranking Forbes de las 100 mujeres más poderosas del mundo por su labor de defensa de los derechos de la mujer, dice que quería utilizar este libro para generar conciencia sobre la igualdad de género entre las mujeres afganas, que rara vez tienen acceso a la literatura feminista, pero también entre los hombres que desean unirse a su lucha.

En las calles de Kabul, muchos niños estaban vendiendo libros extremistas escritos y publicados en Pakistán por 30 afganis (0,42 dólares). Queríamos ofrecer una alternativa

«En las calles de Kabul, muchos niños estaban vendiendo libros extremistas escritos y publicados en Pakistán por 30 afganis (0,42 dólares). La mayoría de estos libros tratan sobre mujeres y promueven la misoginia bajo pretensiones religiosas. Queríamos ofrecer una alternativa», dice. Usando los ahorros personales de Akbar, la organización logró imprimir 1.500 ejemplares.

«Todas las copias se distribuyeron en un mes. Gente de seis provincias distintas vinieron a Kabul y se llevaron los libros a sus comunidades y escuelas», recuerda.

Para que todos pudieran acceder al contenido del libro, decidieron difundir su contenido en las redes sociales y en una página web. «Llamamos la atención y muchas otras mujeres comenzaron a enviar sus escritos», dice Akbar. Ahora han publicado poemas, memorias y artículos escritos por más de 140 mujeres y algunos de sus homólogos masculinos, muchos de los cuales han sido traducidos al inglés gracias al trabajo de 15 voluntarios con base en Kabul, Mazar-e-Sharif y Washington DC.

Mujeres escritoras en Afganistán

Para que las mujeres afganas puedan empoderarse, Akbar cree que el cambio debe provenir de ellas mismas.

Foto: Hasht e Subh

En las últimas décadas, las ONG e instituciones internacionales han intentado fomentar los derechos de las mujeres en el país con iniciativas a menudo financiadas por el gobierno afgano, pero los resultados de estos esfuerzos generalmente tienden a pasar desapercibidos.

Para que las mujeres afganas puedan empoderarse, Akbar cree que el cambio debe provenir de ellas mismas. «Para mí fue muy importante trabajar de forma independiente y no recibir ayuda financiera de gobiernos o embajadas extranjeras porque siempre quise que nosotras, las mujeres de Afganistán, valorásemos nuestras propias prioridades», dice, y añade que a menos que las mujeres afganas comiencen a verse a sí mismas como seres independientes con derechos humanos, el cambio de mentalidad y la igualdad de género serán poco probables.

Siempre quise que nosotras, las mujeres de Afganistán, valorásemos nuestras propias prioridades

En septiembre de 2017, el colectivo publicó su segundo libro, una guía breve para mujeres que sufren violencia de género que brinda consejos prácticos para buscar ayuda legal, formar redes de apoyo y proteger su salud mental. Titulado You are not alone [No estás sola], está disponible en persa, pashtu e inglés.

Las ganancias de sus ventas permiten a la organización financiar becas de educación superior para mujeres jóvenes en Afganistán y también para continuar creando literatura sobre los derechos básicos de las mujeres.

Fuente: http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/las-mujeres-afganas-que-salvan-sus-vidas-por-medio-de-la-literatura-231118

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Paulo Freire y la educación como práctica de la libertad

Puerto Rico / 10 de junio de 2018 / Autor: Luz Nereida Pérez / Fuente: La Perla del Sur

Su pedagogía de la liberación corre paralela con su homónima en la teología, que tan excelentes frutos ha germinado, sobre todo entre los pobres de América.

Foto suministrada

El conocimiento de las teorías pedagógicas del brasileño Paulo Freire (1921-1997) ha de ser fundamental para producir cambios significativos en nuestro lacerado sistema educativo.

Su pedagogía de la liberación corre paralela con su homónima en la teología, que tan excelentes frutos ha germinado, sobre todo entre los pobres de América.

El libro medular de Freire, Pedagogía del oprimido, busca replantear críticamente la educación tradicional, sustituyéndola por una que recupere la dignidad de los alumnos y que construya, junto a ellos, caminos de esperanza en intercambio de experiencias.

En Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa, enfatiza que la tarea de enseñar no puede limitarse a la transmisión de contenidos, sino que debe albergar una dimensión ética en la que se reconozca la injusticia y se trabaje para revertirla con sentidos de autonomía y responsabilidad personal.

En La educación y la ciudad, Freire promueve una sociedad abierta que sirva a los intereses de las clases sociales desprotegidas y en Pedagogía de la indignación, que estaba en proceso de escritura cuando falleció, Freire señala cómo abordar la violencia juvenil sin llegar al extremo de estigmatizar, y expresa su perspectiva de cómo la tecnología dificulta la transmisión de valores, entre otros temas.

Libro igualmente fundamental es La educación como práctica de la libertad, donde, reflexionando sobre el tiempo y el espacio, propulsa una pedagogía humanista que procure la integración del individuo a su realidad nacional y que no conduzca hacia la “domesticación” del ser humano, sino hacia la culminación de su libertad.

Un nuevo género en su obra está representado por Cartas a Cristina. Reflexiones sobre mi vida y mi trabajo Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa, en el que, en epístolas dirigidas a su sobrina Cristina, para entonces exiliada en Bolivia, hace una severa crítica al dogmatismo político y nos ofrece gran cantidad de memorias y reflexiones sobre su extraordinaria vida en el quehacer educativo.

Fuente de la Reseña:

Paulo Freire y la educación como práctica de la libertad

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Entrevista: Isauro Blanco «La pizarra tiene que dejar de ser el centro del aula»

Entrevistado:

Isauro Blanco, Pedagogo y Psicólogo Educativo.

-Es usted mexicano. ¿Empezó allí su investigación en la educación?

-Allí me hice educador. Empecé muy joven, a los 19 años, y trabajé en todos los ámbitos, desde infantil hasta doctorados, pero mi formación fue en Estados Unidos, donde se trabaja más con la práctica que con la teoría. Eso me influyó.

LAS FAMILIAS TIENDEN A SATISFACER EN EL ADOLESCENTE SU PRINCIPIO DEL PLACER, QUE ES INSACIABLE»

-¿En qué consiste, cuál es la base de su teoría?

-El aprendizaje de los alumnos no depende tanto de su coeficiente intelectual sino de lo que cada uno es capaz de hacer con él.

-¿Cómo se hace eso?

-Enseñando al alumno a pensar. Toda mi investigación se encamina a crear ejercicios que desarrollen las habilidades de pensamiento de los escolares.

-En España lo ha puesto en práctica.

-Antes lo había experimentado en otros lugares. En los años 80 en Venezuela había un ministerio de la Inteligencia. Allí comprobé que funcionaba. En Madrid dirigí un centro privado en Las Rozas, el Balder. Allí quité los libros de texto, los uniformes y adiestré al profesorado para que siguiera la misma metodología.

-A los profesores no suele gustarles que les digan lo que tienen que hacer.

-En aquel caso no tenían más remedio. En poco tiempo nos convertimos en uno de los mejores colegios de España en todos los ranking. Al ver que la fórmula funciona, los profesores toman confianza.

-Pero lo de quitar los libros de texto…

-Los libros de texto llevan de la mano al alumno. Ahora son muy esquemáticos, con sus negritas, les dan todo el trabajo hecho. Yo trabajo dividiendo a los alumnos en grupos y ellos son los que tienen que investigar. Si alguien entraba en el aula, en la caja negra, parecía que el profesor no estaba dando clase. La pizarra dejaba de ser el centro del aula. El centro del aula era el grupo.

-Influiría en el éxito de aquella experiencia que se trataba de niños bien, de familias con dinero.

-Trabajé en México en un programa para 25.000 alumnos de zonas desfavorecidas, en lo que se llaman las escuelas de la Sierra. Sus condiciones de vida no existen en España, no hay nada comparable. El menor de los problemas es la Física y la Química. Son chicos con heridas en el alma. Dio resultados y se comprobó en un examen nacional que hay allí que equivaldría a lo que fue la reválida española. Pero no hubo continuidad. Cambió el Gobierno y se acabó el programa.

-Eso también ocurre aquí.

-Porque Latinoamérica y España, que comparten modelo educativo, tienen el mismo problema. La Educación no está en manos de educadores, sino de políticos y los sistemas educativos deben ir por otro camino, no tienen que depender de la política.

-Así funcionan la mayor parte de los países triunfadores en los informes PISA.

-Sí, pero hay que tener cuidado con el informe PISA. PISA ni lo mide todo ni mide lo más importante. Podemos extraer conclusiones de un sistema como el finlandés, donde los alumnos trabajan sin presión, sin tareas, muy relajados, pero no creo que nos pueda aportar nada sistemas educativos tan exigentes y crueles como el coreano, por muy buenas notas Pisa que tenga.

-¿Qué es lo fundamental que tenemos que coger de los finlandeses?

-Lo interesante es cómo todos los factores han logrado una conexión: alumnos, profesores, padres. En Finlandia no todo depende del profesor.

-Se centra mucho el problema de la educación en España en el profesorado.

-Depende. En Primaria creo que la educación española funciona muy bien, pero en Secundaria es donde llega el problema por la sencilla razón de que los profesores no son profesores profesionales y, en algunos casos carecen de herramientas para enfrentarse a un adolescente. Pocos químicos estudian Química para dedicarse a su enseñanza. Luego hay muchos que cogen la vocación y son magníficos profesores, pero la preparación no va enfocada a ello. En la mayor parte de los países de Europa se estudia siete años para ser eso, profesor.

-¿Qué papel juega la familia en España?

-Es muy combativa, lo que pasa es que no siempre combate en la dirección acertada. Educar a un adolescente es una tarea titánica en la que se tiende a satisfacer su principio del placer, que es insaciable. Como yo digo, a tus hijos, edúcalos o padécelos.

-Y ahora, a la mínima, les damos un chute de química. Le hablo de la epidemia de TDHA.

-Es lo más fácil: pensar que el niño es el problema. Ese trastorno ni es tan frecuente ni es tan grave. Nuestro cerebro está diseñado para la distracción por supervivencia, porque si no te comía la bestia y, entonces, no estabas distraído, estabas atento a que pasara una mosca. Pero esos mismos niños no se distraen con un videojuego. Eso se cambia con la alimentación y el tipo de trabajo. Cada niño es un mundo. Pero es más sencillo meter química. Ponle química al cerebro y hará lo que tú quieras que haga.

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“No concibo mi relación con el mundo sin los libros”: Ricardo Foster

Argentina / 6 de mayo de 2018 / Autor: Silvina Friera / Fuente: Página 12

Ricardo Forster habla de Huellas que regresan
“La lectura crea mundos y te proyecta hacia el futuro”, señala el filósofo sobre el que podría considerarse como el más autobiográfico de sus trabajos. La lectura y la escritura actúan aquí como el flujo de un mismo tejido creativo.

“Jamás he podido recuperarme de mi maravillosa infancia”, podría afirmar Ricardo Forster, repitiendo una frase que le dijo Maurice Merleau-Ponty a Jean-Paul Sartre. Si la infancia es una colonia de “palabras asombradas”, la escritura autobiográfica, atravesada por el ímpetu de la pasión, comunica el pasado con el presente, vuelve sobre el asombro del ayer para internarse en nuevos  horizontes. Forster presentará Huellas que regresan. Sobre la naturaleza, la infancia, los viajes y los libros (Akal), con Víctor Hugo  Morales y Darío Sztajnszrajber, hoy a las 20.30 en la sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro. Hay un azaroso itinerario por los pasadizos de la memoria del filósofo benjaminiano en esta excepcional biografía intelectual hilvanada por el flujo de un mismo tejido: la escritura que ensaya, que interpreta, que traiciona y una escritura narrativa que “trabaja” aquello que convoca y actualiza lo recordado. Las 478 páginas son una celebración de la lectura –de los autores iniciáticos como Emilio Salgari a Jorge Luis Borges y Claudio Magris– y la amistad con Nicolás Casullo (1944-2008). “Llegué tarde a la obra poética de Juan L.Ortiz, pero desde que me topé con ella se ha ido incorporando de modo definitivo a mi sensibilidad, ha ido dejando un profundo surco que influyó en mi percepción de las cosas y, por qué no, en mi escritura”, confiesa el autor de La muerte del héroe, La anomalía kirchnerista y La travesía del abismo, entre otros títulos.

–¿Huellas que regresan es su libro más autobiográfico?

–Sí, es un libro que empecé tímidamente a borronear hace ya unos cuantos años, una mañana invernal en Córdoba, en San Miguel de los Ríos. Había dos cosas que estaban muy fuertes, mi recurrente relación con la infancia, bajo la forma de una nostalgia festiva. El vínculo con la infancia es el vínculo con lo lúdico, con la fantasía, las amistades, pero también con los libros, una influencia que es imposible escindir. La lectura crea mundos y te proyecta hacia el futuro. Yo siempre he pensado la infancia como una forma de romper con la monotonía de la época, de la actualidad, del instante, de lo fugaz. Odio a aquellos que maltratan a la nostalgia. Para mí hay una diferencia estructural entre la melancolía y la nostalgia.

–¿Cómo sería esa diferencia?

–Salvando la estirpe melancólica que es extraordinaria, que va del romanticismo a los renacentistas y a los griegos, la melancolía es lo más parecido a la depresión, aquel que ha quedado prisionero de algo que no puede ser y que le impide vivir el presente, salir al mundo y adquirir nuevas experiencias. En la nostalgia el recuerdo se introduce y modifica el presente y a su vez el presente vuelve a hacer algo con ese recuerdo. Soy muy benjaminiano en eso: la rememoración, el juego de lo involuntario, la posibilidad de que la nostalgia permita una sensibilidad crítica sobre todo en una época tan dominada por el festejo de lo fugaz, de lo instantáneo, de la última novedad tecnológica. La nostalgia sobre la infancia, sobre un libro leído o sobre una larga caminata conversando con amigos, es una manera de ir a contracorriente.

–Hace un recorrido por sus primeras lecturas, las de formación con Mark Twain, Julio Verne, Arthur Conald Doyle y Horacio Quiroga. ¿Qué importancia tuvieron?

–Yo no concibo mi relación con el mundo sin los libros. Y menos sin los libros de la infancia, que me recuerdan a mi padre o a amigos entrañables con los que jugábamos al fútbol y conversábamos sobre El sabueso de los Baskerville o Las aventuras de Huckleberry Finn como una manera de jugar a ser parte de la literatura. A los once años terminé de leer un libro maravilloso de Julio Verne, Norte contra Sur, la historia de un chico blanco con un esclavo negro en medio de la Guerra de Secesión. Cuando terminé de leer el libro escribí cuadernos y cuadernos, como si fuese una especie de Pierre Menard que escribe lo mismo que ha leído. La literatura es conversar con los espectros. Por eso el primer capítulo del libro es sobre la transmisión.

–Después de interrogar la palabra transmisión, continúa con  un texto sobre “La Biblioteca”, donde pone a la biblioteca como prolongación del campo de batalla de las ideas. ¿Quiso devolverle a estas palabras un origen incómodo?

–Sí, es como romper con la pedagogía. Cuando empecé a escribir el texto sobre la biblioteca, me pregunté qué le pasó a mi biblioteca a lo largo de una vida, una biblioteca que se fue armando en las turbulencias del país y de otros mundos, donde autores amadísimos quedaron despojados de toda sacralidad y fueron colocados en los últimos anaqueles, donde un libro podía reaparecer treinta años después y plantearme otro tipo de interrogación. Algunos libros que me fascinaron ya no los podía literalmente leer. O libros que uno dice: qué lástima que no llegaron cuando tenían que llegar. En los viejos tiempos, uno trabajaba con las fichas, entonces iba escribiendo citas bibliográficas y las ordenaba temáticamente, pero terminaba siendo un caos. Si escribía algo sobre Benjamin, tenía 500 fichas, pero yo no sabía dónde estaban las que necesitaba y empezaba a recorrerlas. Muchas veces una ficha que no pensaba encontrar me hizo ir por otro lado en la escritura. Con la lectura pasa eso; hay una suerte de traición. Uno no sigue a un autor en función de las pistas que le puso para seguirlo de tal modo. Uno va siguiéndolo en función de sus vicisitudes, de sus preguntas, sus incapacidades y muchas veces de la incomprensión, el no entender lo que me está diciendo. Pero de repente en ese no entender uno va viendo otras cosas. Un autor que me causa eso y lo respeto enormemente es (Jacques) Derrida: ¿Qué está queriendo decir? Y de pronto aparece una frase de una luminosidad terrible que te abre un mundo.

–¿Por qué atraviesa el libro la tensión entre fidelidad y traición?

–Cuando pasé de las lecturas de infancia a las de adolescencia, tuve la sensación de abandono y traición a Verne, Twain y Salgari y su reemplazo por Thomas Mann. En el campo de la filosofía me formé en la tradición de Hegel y Marx y la escuela crítica… No sé si la palabra es abandono, pero me fui distanciando y eso se me asemejó a una traición. Después, con los años, uno descubre que aquello que lo tocó en la vida sigue teniendo algo importante para decirnos, para cuestionarnos, para interpelarnos, y volver a leer a Hegel me vuelve a producir un placer que quizá ya no tiene la completud que sentía un joven de 20 años, cuando pensaba que la revolución estaba a la orden del día y leía a Hegel, a Lenin, a Trotski. El mundo académico es muy triturante porque requiere siempre de la clasificación, la taxonomía, el orden, la conceptualización, las hermenéuticas, pero en este libro trato de mostrar que si no está lo gozoso no hay lectura posible. Hay un capítulo que me gusta mucho que es el viaje en tren a José León Suárez, pensando que iba camino a la revolución, pero leyendo al mismo tiempo con una especie de sentimiento de pasión y de culpa La montaña mágica de Mann. Yo le tengo que agradecer la vida a ese libro porque me produjo la añoranza por un mundo decimonónico, y esa literatura es política, es de ideas, es amorosa, es una novela existencial. Todo eso generó la sensación de que la literatura armaba mi vida. Yo soy parte de un tiempo donde todavía un libro podía perturbar la vida interior y también el mundo.

–¿El libro ya no cambia ni el mundo interior ni el exterior? ¿Ha perdido la intensidad de poder transformarlo todo?

–No quiero ser tan pesimista. El libro de papel resiste y eso es impresionante. Una vez le preguntaron a Kant cuáles eran los grandes acontecimientos de su época y puso al mismo nivel la Revolución Francesa y el Emilio de Jean-Jacques Rousseau. Hoy eso es inimaginable, que un libro esté a la altura de un acontecimiento descomunal como la Revolución Francesa. Sin embargo, hay algo de lo moderno genuino que siempre me interesó, lo moderno crítico, disruptivo y utópico que sigue habitando entre las páginas de un libro. Todavía me sigo conmoviendo con ciertas lecturas que hago y hay escrituras que me siguen fascinando. Si tengo que decir dónde estoy, yo estoy en el campo de la escritura, de la literatura.

–¿Qué relación establece entre caminar, leer, escribir?

–Mi compañero de banco en la primera fue Eduardo Blaustein. Una de las cosas que hacíamos a los 10, 11, 12 años, cuando vivíamos en La Lucila y salíamos de la escuela, era caminar hasta el río. Eran caminatas larguísimas de dos chiquitos y en esas caminatas hablábamos de libros, porque a los dos nos gustaba mucho leer. Después eso lo volví a hacer con Nicolás Casullo, cuando hicimos un viaje inolvidable en tren por Europa y caminamos por muchas ciudades. Un gran caminante, un gran conversador, es Oscar del Barco. Cuando uno camina, algo libera también. Soy más lector de novelas que de cuentos. Me he dedicado a enseñar y a escribir sobre filosofía y sus aledaños y amo perderme en la escritura. En ese sentido soy terriblemente borgeano también. Leer es el acto más extraordinario que existe. Después –y muy lejanamente y de vez en cuando– escribir. Nunca me voy a olvidar del día que dejé mi lapicera y entré a usar la computadora. Para mí fue una pérdida importante y me acuerdo que generó enormes discusiones con mis amigos. Yo rechazaba las nuevas tecnologías, hasta que un día me compré una laptop. Pero me di cuenta de que tiene una trampa: la mala abundancia.

–La sensación es que se escribe más que a mano, ¿no?

–Sí. Yo escribía a mano, con una letra ininteligible, que solo entendía yo, y después lo pasaba a máquina. La computadora es como una cinta de Moebius, donde siempre te estás moviendo y sacás material de todos lados.

–Sería el equivalente al fordismo en la escritura, la producción en serie de textos, ¿no?

–Sí, tiene algo de eso, da la sensación de estado de productividad, que todo supuestamente se guarda, pero después te das cuenta de que no. ¿Quién no ha perdido algún texto y se queda con la sensación de que no lo puede volver a escribir? La escritura es sanadora, te permite ir por otros caminos que a veces la vida no te ofrece, como poder escribir sobre algo que nunca vas a vivir. Aunque uno se dedique a una escritura más teórica, filosófica o política. La escritura se disfruta y se sufre también en los tiempos en que no sale nada. Yo siempre tengo la sensación de que lo que escribo no es muy interesante, hasta que lo lee alguien y me dice que está “bueno”.

–¿Cómo lucha con ese fantasma de lo no interesante?

–Una día le iba a dar a (Héctor) “Toto” Schmucler un largo trabajo sobre Borges que había escrito y “Toto” me preguntó: “¿sentiste que en ese trabajo dijiste algo nuevo? ¿tenés algo nuevo para decir sobre Borges?”. Y me mató (risas). Yo nunca pude escribir ficción, a pesar de que hay muchas cosas narrativas en Huellas que regresan. Siempre que empecé a escribir ficción me dije: “la novela no es lo mío”… Quizá uno sabe que hay un continente y que tiene que trabajar en el interior de ese continente, donde hay un tipo de sensibilidad y de escritura que me permite decir. Hay escritores que para escribir una novela, un libro de cuentos, o un ensayo trazan un plan: “capítulo uno”, “capítulo dos”… yo no puedo hacer eso. Yo voy escribiendo y después veo lo que va saliendo. No sé cómo se construye una escritura…

El camino hacia los libros podía tener muchas avenidas principales, pero también algunos pasajes más o menos secretos. “Nosotros fuimos grandes ladrones de libros –subraya Forster–. Una vez la viuda de Pancho Aricó donó su biblioteca, la parte latinoamericana, a la Universidad Nacional de Córdoba. El día que se hizo la donación se hizo un acto muy bonito y el que dio el discurso fue Toto Schmucler: ‘Pancho fue un extraordinario ladrón de libros; todos los libreros que están acá fueron víctimas de Pancho’. El arte de robar libros ha desaparecido; antes había incluso una complicidad entre el librero y el jovencito que se llevaba un libro guardadito y que sabía que lo iba a leer”.

–Parte del “bautismo” como lector era robar un libro, ¿no?

–Sí. Yo tengo dos hazañas fundamentales en la aventura de mi vida. Una fue que durante dos semanas, en la vieja librería Fausto que estaba en Corrientes, entre Talcahuano y Uruguay, me robé los cuatro tomos de la Estética de Lukács de Grijalbo. Yo tenía 16 años y había seguido la pista de Lukács a través de Thomas Mann. En otra librería que no existe más, que se llamaba Cenit, me robé la Historia del partido bolchevique de Pierre Broué de 800 páginas. Eso fue en mi época de hazañas juveniles. Después nunca más me animé a robar un libro.

Fuente de la Entrevista:

https://www.pagina12.com.ar/111653-no-concibo-mi-relacion-con-el-mundo-sin-los-libros

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Los libros, contra la intolerancia

Por: Isidoro Moreno Navarro

La celebración del Día del Libro es una buena ocasión para reivindicar el placer de leer. No es verdad que todo el conocimiento esté hoy en “las redes”, ni que los click en el teclado del ordenador puedan sustituir a la experiencia táctil de pasar las hojas de un libro. Yerran quienes así lo creen y ell@s se lo pierden. Por supuesto, no hay incompatibilidad entre ambos formatos pero uno no sustituye al otro.

Quienes han tratado de secuestrar el conocimiento, sobre todo crítico con las realidades sociopolíticas, quienes han tratado de imponer su pensamiento único, han estado contra los libros desde que estos aparecieron, con la escritura. Esta, al principio, como todos los grandes inventos humanos, estuvo al servicio exclusivo de los poderosos: sirvió para convertir la voluntad de estos en leyes con aspiración de eternidad e inmutabilidad, sirvió para llevar bien las cuentas de los impuestos que tenían que pagar los cultivadores antes autónomos convertidos en campesinos (una clase social oprimida) y para que los conocimientos importantes fueran monopolio de unos pocos (los escribas y la minoría que sabía leer). Pero, como ocurre siempre, pronto también la escritura sirvió para difundir “otra mirada” sobre la realidad, sirvió para reflejar el pensamiento crítico respecto a las verdades de los poderosos. Y los libros se convirtieron en armas para emancipar el pensamiento. Por eso han sido perseguidos, prohibidos o destruidos físicamente como parte de etnocidios o de “limpiezas ideológicas” planificadas. ¿Recordáis Fahrenheit 451?

En Andalucía es preciso recordar, como ha hecho la plataforma Granada Abierta, la quema en 1499 de los libros de la Madraza, la primera universidad de la ciudad, por orden del cardenal-inquisidor Cisneros para “desarraigarles [a los granadinos] del todo de su perversa y mala secta”, violando las cláusulas de la capitulaciones.

Como se ha recordado este domingo en la plaza de Bib-Rambla, “a la quema de libros en Granada, siguió la de códices aztecas y mayas durante la conquista de América. Y no hay que olvidar la hoguera de los nazis en la Plaza de la Ópera de Berlín, que redujo a cenizas los libros comunistas y judíos. Ni la quema de libros que el régimen franquista organizó en 1939 para celebrar la victoria sobre la II República. El diario Arriba justificaba así aquel atentado contra la cultura: «Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes pseudocientíficos, a los textos malos, a los periódicos chabacanos«. Y, lamentablemente, la quema o expolio de libros continúa en nuestros días y sigue siendo una práctica habitual de los vencedores en todas las guerras. En la guerra de Bosnia en 1992, los serbios bombardearon la Biblioteca de Sarajevo con más de 2 millones de volúmenes, y durante la invasión de Irak en 2003, los estadounidenses hicieron lo mismo con la Biblioteca de Bagdad. Tampoco se libró de la barbarie la Biblioteca de Tombuctú, durante la guerra de Malí, en África occidental, saqueada por al Qaeda, que destruyó centenares de legajos y manuscritos de la cultura andalusí.”

Los intolerantes, los fundamentalistas de diversos colores, los totalitarios, siempre han sido y son enemigos de los libros. La mejor forma de oponernos a ellos es teniendo siempre un libro en nuestra mesa o en cualquier sitio a mano, para regalarnos el placer de leer. Y transmitiendo este placer a nuestros hijos y nietos desde sus primeros años, regalándoles libros, para que no crean que con lo digital basta. Está bien que sepan utilizar las nuevas tecnologías pero está mucho mejor que, a la vez que estas, tengan también la pasión y la afición por los libros. Disfrutarán mucho más y será más difícil engañarlos.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=240755

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Libros que presagian homenajes

Cuba/14 de Abril de 2018/lademajagua

Reseña

Tres títulos acerca de Carlos Manuel de Céspedes, serán presentados en Bayamo durante la edición 27 de la Feria Internacional del Libro, como presagio del homenaje que  de su tierra natal tendrá el Padre de todos los cubanos en el bicentenario de su natalicio, acontecimiento que celebrará Cuba en abril de 2019.

Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido, es un ensayo sobre el Diario del Hombre de Mármol, como llamara José Martí al bayamés nacido en 1819 y que levantara en armas a Cuba el 10 de octubre de 1868 en Demajagua; en el que se unen la tenacidad investigativa y la vocación cespediana de Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, personalidad a la que se dedica la Feria del Libro en esta oportunidad.

Después de 20 años sin reeditarse, (1998 fue la última edición cubana) El Diario Perdidosale a la luz por la Editorial Boloña, enriquecido con documentos poco conocidos o inéditos, como dos cartas de Ana de Quesada, viuda de Céspedes, a Manuel Sanguily, la contestación de Sanguily a la primera de esa misivas, el Himno Republicano escrito por Céspedes en 1868, y el expediente docente que contiene, además de información de su vida intelectual, una síntesis de la genealogía familiar. Para la actual publicación dichos documentos fueron cotejados según los manuscritos originales.

Cuenta la  nueva edición con valor agregado: el prólogo de la doctora Hortensia Pichardo y valoración de Abel Prieto, Ministro de Cultura.

El camino de la desobedienciaEditorial Boloña 2017, es una novela, al decir de Leal, imprescindible para comprender la dimensión humana de Céspedes, cuya personalidad fue a menudo incomprendida por numerosos de sus contemporáneos,entre los que se encontraron también héroes de las gestas independentistas.

Escrita por el bayamés  Evelio Antonio Traba Fonseca (1985), El camino de la desobediencia,será presentada para orgullo de los cubanos en la Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, donde hace siete años se concibió la obra literaria y se escribieron las primeras centenas de las más de 500 páginas.

El volumen,  cuyo personaje central es  el patriota bayamés, se lanza al relleno de las  grietas que ha dejado la historia con respecto a la vida del hombre de Demajagua. En las páginas Evelio no santifica ni sacraliza al héroe, lo humaniza, lo acerca, deja ver la luz inmensa que irradia a la historia de Cuba.

El tercer y último texto que será presentado en la Feria del Libro de Bayamo, no menos conmovedor e interesante, lleva por título Carlos Manuel de Céspedes en las horas de gloria, dolor y enfermedad, del Doctor Wilkie Delgado Correa.

El volumen es fruto del profundo estudio de las vivencias del Mártir de San Lorenzo, escudriñando  en los acontecimientos históricos en que estuvo inmerso y en el caudal de ideas y sentimientos extraordinarios que sondaron al Padre de la Patria.

Wilkie Delgado Correa, es baracoense de nacimiento, Doctor en Medicina,  profesor titular del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba; escritor y periodista con una numerosa obra literaria de cuentos, ensayos, relatos y novelas, así como es autor de literatura científica.

Son estos tres libros que engrosarán los conocimientos y reforzarán el sentimiento patrio, que abrirán sus páginas en la Cuna del prócer que ayudó a dar luz al crisol de la nacionalidad cubana.

Fuente: http://lademajagua.cu/libros-presagian-homenajes/

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El bloqueo también deja huellas en la Educación cubana

Cuba/06 de febrero de 2018/Por Indira López Karell/ Radio Cadena Agramonte.

Hoy el pequeño Dorian Pérez Acosta es un niño alegre, lleno de sueños, que disfruta cantar, se interrelaciona con los demás y ha mejorado sustancialmente su lenguaje oral, a pesar de ser diagnosticado en sus primeros años de vida con trastornos del espectro autista.

Como él, cada día son atendidos gratuitamente cientos de infantes con necesidades educativas especiales en varios centros de ese tipo de Educación, existentes a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional, aun en medio del férreo bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno de EE.UU. hacia Cuba por más de medio siglo.

Si bien es conocido que el Estado revolucionario, de esencia humanista y solidaria, no deja a nadie desamparado, y destina un presupuesto millonario a la formación de esos infantes. Cabría preguntarnos cuánto más podría hacer el país de no sufrir los rigores que nos impone esa genocida política.

Sin dudas, uno de los subsistemas más dañados como consecuencia de esa flagrante violación a los derechos humanos es el de la Educación Especial, que ha afrontado múltiples limitaciones.

Por citar algunos ejemplos, Cuba ha tenido que importar las máquinas Braille y otros recursos necesarios para el aprendizaje de niños ciegos y débiles visuales desde otros mercados, situación que también enfrenta en la adquisición del papel Braillón, imprescindible en ese tipo de enseñanza.

Asimismo, el programa nacional de construcción de escuelas especiales ha sido afectado por la  criminal política unilateral de EE.UU., lo cual obstaculiza la plena inserción social  de niños, adolescentes y jóvenes que sufren algún tipo de discapacidad.

De igual forma, el recrudecimiento de ese cerco incide en el abastecimiento de materiales básicos como lápices, libretas y papel para uso general del proceso docente.

Además, esa guerra económica obstruye el acceso a tecnologías y herramientas informáticas indispensables para la formación y la creación de programas educativos, especialmente en las universidades; limita el intercambio científico entre investigadores e instituciones pedagógicas de ambos países, así como el acceso a bibliografía.

Al no permitirse el intercambio postal con casas de altos estudios estadounidenses, la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, institución que exhibe un sólido prestigio nacional e internacional, padece  afectaciones a la hora de recibir materiales bibliográficos destinados a la superación profesional, en carreras de las Ciencias Agropecuarias, Ingeniería Química, Arquitectura e Ingeniería Civil, entre otras.

Las pérdidas derivadas del bloqueo en el sector educacional resultan reveladoras de los desafíos que enfrenta el Estado cubano.

No obstante, la Revolución no escatima esfuerzos para devolverles la esperanza a niños como Dorian Pérez Acosta, realidad que contrasta con la de otras naciones y convierte a nuestro sistema educacional en referente para el mundo por su carácter gratuito, masivo e inclusivo.

Fuente de la Noticia:

http://www.cadenagramonte.cu/articulos/ver/76841:el-bloqueo-tambien-deja-huellas-en-la-educacion-cubana

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