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Las violaciones de derechos convierten el cambio en eslogan

Por: Dinorah García Romero

Parece que en el gobierno actual hay funcionarios y miembros del partido que forman parte de sectores negacionistas de las leyes. Estas personas parece que no quieren avanzar.

La República Dominicana es uno de los países del mundo que tienen dificultades significativas para instaurar un sistema político, económico y social respetuoso de los ciudadanos. El mayor porcentaje de estos tiene experiencias y percepciones de que cuenta poco para el Estado dominicano. Este es un problema histórico, pues sus raíces son centenarias. Los asomos políticos orientados a una manera diferente de tratar a la ciudadanía se ven boicoteados cotidianamente. Aparecen instituciones y funcionarios con prácticas arbitrarias; decisiones divorciadas radicalmente del respeto y la dignificación de las personas. Estos planteamientos tienen como referentes la huelga de hambre organizada por médicos para que se respeten sus derechos adquiridos por el desempeño de funciones específicas y el tiempo en servicio; aún más, para que se respete el derecho a la jubilación. De igual manera, la insistente demanda de los cañeros, se convierte en un hecho insólito e indignante. Escuchar sus voces de nuevo; y observar el desgaste por las condiciones de vida que soportan, ha de suponer un alto a la indiferencia. Asimismo, la fila inhumana cada vez más aumentada en uno de los costados del Ministerio de Educación de la República Dominicana requiere del MINERD un repaso sobre gestión de personal. Esta fila viola el derecho a la entrega de documentos en condiciones dignas; y, para mayor deshonra, la resistencia a pagar prestaciones laborales legitimadas por las leyes del país.

El siglo en que vivimos no soporta el abuso de poder. Está claro que el poder ha de ser distribuido. Desde esta perspectiva, ningún funcionario, ninguna institución, puede cosificar a las personas. Estos casos están resultando cada vez más frecuentes.

Parece que en el gobierno actual hay funcionarios y miembros del partido que forman parte de sectores negacionistas de las leyes. Estas personas parece que no quieren avanzar; prefieren funcionar con mentalidad dictatorial y hasta contraria a las directrices y propuestas del presidente de la República.

La diversidad de situaciones de esta naturaleza confronta a los líderes políticos, los gobernantes y a los educadores. Tales hechos suscitan, también, interrogantes de distintos tipos e intensidades. ¿Qué hacen las escuelas de educación política de los partidos?  ¿Qué criterios priman para la designación de los funcionarios? ¿Por qué la distancia entre el comportamiento en la campaña electoral y el que muestra al asumir un cargo en la administración pública? ¿Por qué hay funcionarios que olvidan el sentido profesional y humano en el desempeño de sus funciones?

Si la distorsión no fuera tan amplia en este aspecto, los casos señalados, más que extenderse, se reducirían. Se impone una acción colectiva para desterrar de la Administración pública a funcionarios que acentúen la desinstitucionalización del país. Es importante señalar que los derechos no resisten promesas. Los derechos solo atienden y esperan hechos. En este marco, lo que se ha de hacer es resolver lo más pronto que sea posible el problema de los médicos, de los cañeros, de los que hoy mismo están en la fila MINERD y de los que esperan sus prestaciones laborales.

Los educadores del país tienen el desafío de trabajar- tanto en educación preuniversitaria como en educación superior- los principios, criterios y políticas que contribuyen a la gestación y fortalecimiento de la institucionalidad en una sociedad. Esta tarea constituye un reto prioritario en el país. Gran parte de la inestabilidad de esta nación se debe a la fragilidad de la institucionalidad. Es necesario que, desde los espacios en los que actuamos, hagamos un esfuerzo por promover y formar para un compromiso con los procesos de institucionalización de la sociedad.

Los dirigentes del país y los miembros del partido gobernante han de trabajar de forma ardua para que el cambio no se convierta en un eslogan. De la misma forma, han de estar vigilantes, pues parece que hay funcionarios interesados en quedarse en la propaganda. Estos no quieren asumir los compromisos de un gobierno que se ha concebido como agente de cambio. Para ello tienen que reconocer y respetar los derechos de las personas. Si sucede lo contrario, el cambio es un eslogan y nada más.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/las-violaciones-de-derechos-convierten-el-cambio-en-eslogan-8928347.html

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Coronavirus hoy: Brasil supera los 310.000 decesos

En tanto, Panamá suspende el ingreso desde Suramérica tras detectar variante brasileña y Congreso chileno se abre a tramitar aplazamiento de las elecciones.

04:57| Argentina testea a viajeros y reprograma vuelos para cumplir protocolos

Argentina reprogramará a partir del 29 de abril todos los vuelos internacionales para espaciar los arribos y permitir el cumplimiento de los nuevos protocolos ante una ola de contagios de COVID-19, informó este sábado (27.03.2021) la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC).

Los vuelos mantendrán los días de llegada pero «en diferentes horarios, al efecto de establecer una separación entre los arribos, que permita el adecuado cumplimiento de los nuevos protocolos sanitarios», indicó un comunicado de la ANAC al aclarar que se establecerá una distancia de 120 minutos entre aterrizajes.

04:46| Un hombre de 101 años vence al COVID-19 tras 22 días ingresado

Un hombre de 101 años de edad recibió el alta médica tras haber superado al COVID-19 y permanecer ingresado durante 22 días en un hospital de la ciudad boliviana de Cochabamba.

El paciente, identificado como Daniel Jaldín, es cochabambino, vive en el asilo El Buen Pastor y fue ingresado en el Hospital del Norte tras dar positivo en una prueba PCR, explicó a la agencia Efe el director de ese centro municipal de salud, José Luis Hidalgo. Además del COVID-19, le detectaron otras enfermedades como «una infección urinaria, una conjuntivitis y una desnutrición», indicó el médico.

04:41| El Salvador recibirá un millón de vacunas de Sinovac

El Salvador recibirá un lote de un millón de vacunas el 28 de marzo contra el COVID-19 del laboratorio Sinovac y procedentes de China, informó en su cuenta de Twitter el presidente Nayib Bukele.

El mandatario señaló que «este millón de vacunas son parte de un lote adquirido por el Gobierno de El Salvador a la empresa Sinovac, uno de los fabricantes de vacunas más grandes del mundo. Las vacunas ya están en el aire y arribarán mañana a primera hora. Un millón de vacunas». Este sería el cuarto lote de vacunas que llega a El Salvador desde mediados de febrero.

03:52| El líder opositor de Venezuela Juan Guaidó da positivo

El líder opositor de Venezuela Juan Guaidó, a quien varias naciones reconocen como presidente encargado del país caribeño, anunció que dio positivo por COVID-19 y permanece «en aislamiento y siguiendo las indicaciones médicas».

«Quiero informarle responsablemente al país que, tras cuatro días de cuarentena producto de algunos malestares y pese a haber tomado precauciones, he dado positivo para COVID-19», dijo Guaidó en una serie de mensajes publicados en su cuenta de Twitter.

03:36| Perú prorroga por un mes el estado de emergencia por la pandemia

El Gobierno peruano prorrogó por un mes el estado de emergencia vigente desde hace un año por la pandemia del coronavirus, lo que le permite restringir derechos ciudadanos.

Un decreto firmado por el presidente transitorio Francisco Sagasti y sus ministros dispuso que el estado de emergencia, que terminaba el 31 de marzo, se prolongue durante todo abril. «Durante la presente prórroga del Estado de Emergencia Nacional queda restringido el ejercicio de los derechos constitucionales relativos a la libertad y la seguridad personales, la inviolabilidad del domicilio y la libertad de reunión y de tránsito en el territorio», dice el decreto publicado en la edición en línea de la gaceta oficial El Peruano.

03:09| Uruguay suma más muertes y alcanza nuevo récord

Uruguay alcanzó un nuevo récord diario de muertes por COVID-19 con 26 y superó nuevamente la cifra de 2.044 casos en 13.098 test de PCR analizados, según el Sistema Nacional de Emergencias del país (SINAE).

De esta forma, el país suramericano alcanzó los 95.278 casos de contagio desde que se decretó la emergencia sanitaria el 13 de marzo de 2020 y actualmente son 18.347 las personas que cursan la enfermedad en territorio uruguayo. Los 26 decesos están comprendidos en edades entre 36 y 92 años, por lo que la cifra de muertes con diagnóstico de SARS-CoV-2 llegó a 901. Por otra parte, hay 273 personas ingresadas en cuidados intensivos, situación que mantiene preocupados a los intensivistas.

01:35| El Salvador vacunará a docentes antes de reabrir escuelas en abril

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, anunció que cerca de 50.000 docentes de escuelas estatales recibirán la vacuna contra el COVID-19 la próxima semana, antes del regreso a las aulas previsto para el 6 de abril.

«Vacunaremos a todos nuestros maestros antes del regreso a clases», aseguró Bukele por medio de Twitter. El mandatario adelantó que la meta es vacunar entre el 30 de marzo y el 5 de abril a aproximadamente 50.000 docentes del sector público.

01:05| Panamá suspende el ingreso desde Suramérica tras detectar variante brasileña

Las autoridades de Panamá informaron este sábado (27.03.2021) que se detectó un caso de la variante brasileña de COVID-19 en una paciente procedente de Brasil y, por esta razón, suspenden a partir del 31 de marzo, temporalmente, el ingreso de personas que hayan permanecido o transitado por Suramérica.

La paciente es una mujer extranjera de 38 años residente en Panamá, que «viajó a su país de origen (en Suramérica), desde allí se dirigió a Brasil, y posteriormente al retornar a Panamá, se le realizó una prueba que dio positiva y por sus antecedentes se procedió a la secuenciación», resalta un comunicado del Ministerio de Salud.

00:58| Observatorio independiente reporta 3.014 muertes en Nicaragua

El independiente Observatorio Ciudadano COVID-19 informó que el número de personas fallecidas en Nicaragua por causas relacionadas con la pandemia alcanzó los 3.014, luego de registrar cinco nuevas víctimas, dos de ellas en el sector salud.

Según el informe del Observatorio, compuesto por una red de personal médico y voluntario que registra casos del nuevo coronavirus en todo el país, las víctimas sufrían neumonía y otros síntomas relacionados con el COVID-19 al momento de morir. Adicionalmente, el Observatorio reportó un total de 13.312 casos sospechosos, los cuales no califica de «confirmados” porque el acceso a las pruebas PCR en Nicaragua está limitado a las oficinas centrales del Ministerio de Salud, en Managua.

00:26| Paraguay supera las 4.000 muertes por coronavirus

Paraguay superó los 4.000 decesos por coronavirus desde el comienzo de la pandemia, tras registrar 45 muertes en las últimas horas, con un total de 4.003 personas fallecidas a consecuencia del virus, según informó el Ministerio de Salud en su reporte diario.

La cartera sanitaria también confirmó 1.893 nuevos casos, que suman un total de 206.597 positivos desde marzo de 2020. Además, 2.170 personas se encuentran hospitalizadas, de las que 423 están en terapia intensiva. El número de recuperados subió este sábado a 169.197, con 1.594 personas más que superaron la enfermedad.

00:17| Congreso chileno se abre a tramitar aplazamiento de las elecciones de abril

El Congreso chileno manifestó su disposición a tramitar el aplazamiento de las elecciones del 10 y 11 de abril, después de que equipos expertos recomendaran al Gobierno posponerlas por el grave avance de la pandemia, que tiene a más de 16 millones personas confinadas en el país.

La presidenta del Senado y segunda autoridad del Estado, la militante demócrata-cristiana Yasna Provoste, declaró estar «a disposición de las recomendaciones de los expertos» e hizo un llamado al Ejecutivo para «actuar con celeridad para implementar» las medidas. De igual forma, el presidente de la Cámara de Diputados, Diego Paulsen, señaló que el hemiciclo está disponible para legislar «iniciativas que permitan a la ciudadanía votar de manera segura».

00:02| Paraguayas privadas de libertad cocinarán para hospitales en Semana Santa

Las mujeres privadas de libertad del Centro Penitenciario Casa del Buen Pastor, en Asunción, cocinarán comida típica paraguaya durante Semana Santa para distribuir en los hospitales, entre las familias de pacientes con coronavirus, según informó el Ministerio de Justicia en un comunicado.

Las mujeres del Buen Pastor prepararán en estos días unas 1.000 chipas, un panecillo típico del país, para repartir de forma gratuita el Miércoles Santo en el Hospital Materno Infantil San Pablo, el Hospital del Trauma y el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (INERAM).

00:01| Brasil supera los 310.000 decesos

Brasil registró 3.438 nuevos decesos por coronavirus en las últimas 24 horas, con lo que el total de muertes causadas por la pandemia se eleva ahora a 310.550, según los datos divulgados por el Ministerio de Salud.

En el mismo período, fueron detectados 85.948 contagios, lo que lleva el acumulado en poco más de un año de pandemia a 12.490.362 casos, señala el boletín oficial. Esos datos ratifican que Brasil, el segundo país más afectado por la crisis sanitaria después de Estados Unidos, enfrenta una nueva y virulenta ola que -según han advertido algunos especialistas- puede acelerar aún más en las próximas semanas, por la circulación en todo el territorio nacional de nuevas variantes mucho más agresivas.

00:00| Sociedades médicas uruguayas piden medidas ante una «catástrofe sanitaria»

Sociedades médicas y científicas de Uruguay pidieron al Gobierno nacional «medidas efectivas» para la reducción de la movilidad ante lo que consideran una «catástrofe sanitaria inminente» debido al aumento exponencial de casos de COVID-19 de ese país.

En un comunicado a través de la red social de Twitter, el Sindicato Médico de Uruguay junto a sociedades científicas, gremios, organizaciones y facultades de la Salud insistieron en el «crítico escenario» por el aumento de casos que determina la saturación de las áreas de cuidados intensivos.

Fuente: https://www.dw.com/es/coronavirus-hoy-brasil-supera-los-310000-decesos/a-57028817

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De cómo Yaku Pérez ganó el debate al que no fue invitado

Yaku Pérez fue la candidatura diferente por sus orígenes y nexos con las organizaciones populares.

Este domingo se realizó el debate entre los candidatos que el Consejo Electoral definió como finalistas: el banquero Guillermo Lasso y Andrés Arauz, heredero del extractivismo y el autoritarismo. Pero hubo un ausente notorio, el candidato del bloque indígena, popular y de izquierda, Yaku Pérez, cuyos señalamientos y documentos dirigidos a demostrar el fraude electoral fueron pasados por alto por los organismos electorales.

Que de más de 20 mil actas con observaciones se abran las actas de algo más de 30, no demuestra sino la burla a lo que amplios sectores sociales, de diversas corrientes políticas demandaban y que no era nada más que transparencia en los resultados.

De esta manera se llegó a un debate sin que gran parte de la población creyera en la legitimidad de los participantes. La sombra de Yaku fue permanente, no solo en las familias en dónde se preguntaba qué abría dicho de estar presente, sino en muchas más que sintieron que abría marcado una diferencia que no existió entre Lasso y Arauz, empeñados cada uno en demostrar que el otro dibuja un peor destino para el Ecuador, sin ser capaces de mayor diferenciación entre sus propuestas.

Ha sido luego del debate cuando analistas interesados, de uno u otro lado, añadieron propuestas y argumentos que no fueron presentados.

Efectivamente Yaku Pérez fue la candidatura diferente por sus orígenes, nexos con las organizaciones populares, pensamiento y propuestas. Por ello, su alta votación, incluso sin considerar la señalada en las demandas de fraude, quiere ser un botín de los finalistas. Y para ello, sin mencionarlo, debieron referirse al programa del candidato indígena y popular.

Allí está Lasso, en contra de sus convicciones y las de sus aliados, tratando de dialogar con las mujeres, los GLBTI; y allí está Arauz diciendo que acoge la Minga por la Vida, lo que significaría que deja de lado el programa correista. Los dos, por supuesto ahora se acercan a poblaciones indígenas, aún a sabiendas que desde comunidades y organizaciones el voto nulo crece.

Yaku ganó entonces con su programa, que estuvo en el debate sin que se atrevan a reconocer su origen. Aunque hay muchos temas que los candidatos no mencionaron porque debían pasar de la demagogia simple a medidas concretas: como en el caso de la deuda externa, considerando que los dos ya se han acercado a dialogar con el FMI; el extractivismo, como vía de acumulación de la riqueza en pocas manos; el destino de tierra y agua; garantizar la salud y educación como derechos; el sostenimiento de la seguridad social.

Y, mucho menos la distribución de la riqueza, que es más que un impuesto o medidas parciales. Esto entre muchos otros temas que dejan a la ciudadanía sin entusiasmo electoral, pensando en como impulsar las demandas populares y cual es el papel del voto nulo para ello.

Tras el show, nuevamente surgió en muchos la convicción: con Yaku el debate habría sido diferente. Seguía y sigue presente el candidato que fue excluido, demostrando que el trabajo por un gobierno de unidad indígena, popular y de izquierda, no ha terminado.

Y ganó, por ello y otras razones, también el crecimiento del voto nulo como expresión de dignidad que rechaza la manipulación mediática. Más allá de su porcentaje, es un no al pasado y un sí a abrir las puertas de un futuro distinto. Si hubo algo destacable del debate del CNE, eso estuvo fuera del escenario, las luces y las cámaras.

Estuvo en los hogares de quienes se ratificaron en la necesidad de un camino diferente y de la necesidad de poner la vida por delante. Será una demostración que lo importante del debate está en el diálogo de los hombres y mujeres del pueblo, en la organización independiente de los intereses de viejos o nuevos conservadores, en la lucha conjunta de esa hermosa diversidad cultural y humana de nuestro país.

*  Académico y exministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente: https://rebelion.org/de-como-yaku-perez-gano-el-debate-al-que-no-fue-invitado/

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33 Libros para iniciarte en el Pensamiento Crítico Latinoamericano Contemporáneo

versión 1.1

Compilación de Bhanzy

1. Antología del pensamiento crítico argentino contemporáneo

2. Antología del pensamiento crítico boliviano contemporáneo

3. Antología de pensamiento crítico brasileño contemporáneo

4. Antología del pensamiento crítico caribeño contemporáneo

5. Antología del pensamiento crítico cubano contemporáneo

6. Antología del pensamiento crítico chileno contemporáneo

7. Antología del pensamiento crítico colombiano contemporáneo

8. Antología del pensamiento crítico costarricense contemporáneo

9. Antología del pensamiento crítico dominicano contemporáneo

10. Antología del pensamiento crítico ecuatoriano contemporáneo

11. Antología del pensamiento crítico guatemalteco contemporáneo

12. Antología del pensamiento crítico haitiano contemporáneo

13. Antología de pensamiento crítico hondureño contemporáneo

14. Antología del pensamiento crítico mexicano contemporáneo

15. Antología del pensamiento crítico nicaragüense contemporáneo

16. Antología del pensamiento crítico panameño contemporáneo

17. Antología del pensamiento crítico paraguayo contemporáneo

18. Antología del pensamiento crítico peruano contemporáneo

19. Antología del pensamiento crítico puertorriqueño contemporáneo

20. Antología del pensamiento crítico salvadoreño contemporáneo

21. Antología del pensamiento crítico uruguayo contemporáneo

22. Antología del pensamiento crítico venezolano contemporáneo

23. Construyendo las Epistemologías del Sur: Para un pensamiento alternativo de alternativas Volumen I de Boaventura de Sousas Santos 

24. Nuestra América y pensar crítico: Fragmentos de Pensamiento Crítico de Latinoamérica y el Caribe – Eduardo Grüner (Coordinador)

25. Forjadores del pensamiento crítico latinoamericano. Biografías de luchadores y pensadores revolucionarios de America Latina y el Caribe siglos XIX y XX y Cronología Histórica (1850-1939)

26. Escenarios para el desarrollo del pensamiento crítico

27. Pensamientos críticos contemporáneos: Análisis desde Latinoamérica

28. Pensamiento crítico latinoamericano: Conceptos Fundamentales Volumen I

29. Pensamiento crítico latinoamericano: Conceptos Fundamentales Volumen II

30. Pensamiento crítico latinoamericano Volumen III

31. Pensamiento crítico y filosofía: un diálogo con nuevas tonadas de Javier Suárez y otros autores

32. Polémica sobre la filosofía latinoamericana de Cristóbal Arteta Ripoll

33. Filosofía de la liberación de Enrique Dussel

 

ENLACES RELACIONADOS:

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fuente: http://obrascompletasenpdf.blogspot.com/2021/01/33-libros-para-iniciarte-en-el.html
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Joan Benach : “Una niña recién nacida en Suecia puede vivir 43 años más que una nacida en Sierra Leona”

Desigualdad en salud: la mayor epidemia del siglo XXI

Cualquier transformación social tiene su origen en otra manera de mirar y entender la realidad. Hoy en día, la pobreza, la exclusión social y las desigualdades sociales son inmensas, escandalosas, mucho mayores de lo que observamos a simple vista, de lo que queremos ver o incluso de lo que podemos imaginar. Para ver esa otra realidad necesitamos buena información y mucha reflexión, y eso es difícil. Solo con capacidad crítica, tiempo y esfuerzo se aprende a mirar mejor y entender lo oculto, lo invisible. En un tiempo de inmoralidad y barbarie donde el pragmatismo todo lo invade, la codicia es omnipresente, se idolatra al dinero, se manipula la información, se falsea la historia y donde casi todo se maquilla, es preciso preservar el sentido del horror y de la realidad. Es preciso comprometerse con el derecho a la protección y promoción de la salud que deben tener todos los habitantes del planeta. No caben excusas, nos va en ello nuestra salud. El objetivo de este artículo es presentar algunas de las principales claves, a menudo invisibles, que caracterizan a la peor epidemia de nuestro siglo: la desigualdad en salud.

La desigualdad en salud, la peor epidemia 

En las ventanas del alma, que son los ojos, se expresa lo más íntimo del ser humano. Cuando nuestra mirada es capaz de percibir las condiciones de vida y trabajo, los rostros de dolor, el sufrimiento y la lucha de las personas y de los pueblos, mirar es comprender. Pero además, necesitamos cuantificar la magnitud de lo que estamos viendo y las cifras reflejan dramas colectivos: hoy en día una niña recién nacida en Suecia puede vivir 43 años más que una niña nacida en Sierra Leona. Pero esa muerte desigual no se produce solo entre Suecia y Sierra Leona, sino entre un puñado de países ricos y Malí, Haití, Mozambique, Uganda, Nepal, Bangladesh… La desigualdad se produce, sobre todo, entre los países ricos, «sobredesarrollados[1]», y las más de 2.000 millones de personas que viven en los países más pobres del planeta. En los países «en desarrollo», que mejor habría que llamar «países arrollados por el desarrollo ajeno[2]», aproximadamente el 40% de los infantes de dos años tienen una estatura menor de la que les corresponde y las tasas de mortalidad materna son, en promedio, 30 veces las de los países ricos. El riesgo de que una mujer sueca muera durante el embarazo o el parto es de uno entre 17.400, mientras que el de una afganesa es de uno entre ocho. En Uganda, 200 de cada 1.000 niños nacidos en los hogares más pobres morirán antes de su quinto cumpleaños mientras que en los países ricos solo morirán siete de cada 1.000. También en los adultos hay claras desigualdades: la probabilidad de morir entre los 15 y 60 años es más de diez veces superior en Lesoto, al sur de África, que en Suecia. En Australia los varones indígenas viven unos 17 años menos como promedio que aquellos de origen no indígena[3].

La salud es política. Un planeta enfermo de desigualdades.

El impacto que hechos como estos tienen sobre la salud pública del planeta es gigantesco. Si todo el planeta consiguiera alcanzar el nivel de mortalidad infantil que hoy tiene Islandia (el más bajo del mundo en 2002), cada año podría evitarse la muerte de más de 11 millones de niños. Tres datos sirven de referencia para valorar la importancia de este hecho: en el año 2002 murieron más de un millón y medio de personas de tuberculosis, más de un millón de malaria y casi tres millones de sida. Si cada civilización crea sus propias enfermedades y sus propias epidemias, la enfermedad más importante de nuestra época, su epidemia más devastadora, no es la tuberculosis, la malaria, o el sida, sino la desigualdad de la salud.

Países relativamente ricos como Rusia, Hungría y otros países del este de Europa tienen una esperanza de vida 10 años menor que la de países como Suecia o Japón[4]. Entre los países menos desarrollados, Costa Rica y Cuba tienen 10 años más de esperanza de vida que Perú, 20 años más que Haití y 30 años más que Angola[5]. Estas cifras promedio de cada país esconden a su vez enormes desigualdades internas. En un mismo país hay regiones o barrios donde viven personas con niveles de riqueza y riesgos de tipo social, ambiental o personal para la salud muy distintos según cual sean su clase social, género o etnia. Y los países ricos no están en absoluto exentos de desigualdad. Las áreas más pobres de la ciudad escocesa de Glasgow tienen una esperanza de vida 28 años menor que las zonas más ricas de esta ciudad[6]. Un hombre, con estudios universitarios, con un trabajo estable como profesional, que tiene apoyo familiar y social, y que vive en un barrio acomodado, no solo tiene mayores recursos sino también una probabilidad mucho mayor de tener un mejor nivel de salud que una mujer emigrante, negra, sin estudios, desempleada, sin apoyo social ni familiar, y que vive en un barrio marginado de la misma ciudad. En general, la desigualdad afecta sobre todo a los grupos más explotados, oprimidos o excluidos de la sociedad que además, suelen vivir en los barrios más pobres y marginados sufriendo un proceso de desigualdad múltiple. Entre los grupos sociales más afectados destacan los trabajadores y trabajadoras más pobres, las clases sociales más explotadas, las mujeres pobres desempleadas que viven solas con sus hijos, los desempleados sin recursos, o los inmigrantes ilegales más pobres a quienes se les niega el trabajo, o las personas sin techo o en situación de grave marginación social.

Estados Unidos, el país más poderoso de la tierra, el país que produce un tercio de la riqueza mundial, es también uno de los 27 países más adelantados en ampliar las desigualdades. Cerca de una de cada diez familias es pobre, uno de cada cinco habitantes es analfabeto funcional y los servicios de salud de gran parte de la población están hechos añicos: casi 44 millones de personas (8,5 millones de niños), el 15% de la población del país, no tienen seguro médico. Algunos condados del estado de Dakota del Sur tienen, en promedio, 12 años menos de esperanza de vida en los hombres y 17 en las mujeres que en Minneapolis o Utah[7]. Si las tasas de mortalidad de la población de raza negra durante la década de los noventa hubieran sido iguales a las de raza blanca se hubieran evitado cerca de 900.000 muertes. En el barrio de Harlem, en el norte de Manhattan (Nueva York), viven alrededor de 115.000 personas, un 40% de las cuales son pobres, y la mayoría son negros. La peor salud de los habitantes de Harlem ha sido estudiada desde hace tiempo. Hace más de una década dos médicos del Harlem Hospital señalaron que las tasas de mortalidad de los jóvenes de Harlem sextuplicaban a las del promedio de los jóvenes de Estados Unidos y mostraron que es menos probable que los negros de Harlem llegaran a los 65 años que los habitantes de un país tan pobre como Bangladesh[8]. Es revelador constatar que ser pobre y vivir en una zona rica puede ser más dañino para la salud que ser aún más pobre pero vivir en una zona pobre. Aunque menos visibles que la pobreza medida en valor absoluto, las desigualdades sociales dañan profundamente nuestra salud.

La desigualdad en salud tiene varias caras 

Desde muy antiguo sabemos que la pobreza afecta a nuestra vida y a nuestra salud. Los pobres enferman en mayor proporción y mueren antes que quienes son más ricos. No obstante, en otros casos no tan extremos, las cosas no parecen tan evidentes. Por ejemplo, ¿qué ocurre con la salud de quienes solo son «un poco» pobres?, ¿cuál es la salud de los ciudadanos que poseen un nivel de riqueza y bienestar material medio en comparación con quienes poseen el nivel más elevado? Para contestar a esas preguntas no basta el sentido común. Comprender las relaciones existentes entre la desigualdad social y la desigualdad en la salud es algo mucho más complejo que el simple hecho de constatar la enorme diferencia en la riqueza o la muerte existente entre los individuos y grupos que están en los extremos de la escala social, o entre las naciones o áreas geográficas muy ricas o muy pobres. Tres décadas de abundante investigación científica han permitido sacar a la luz cinco elementos clave de la desigualdad en la salud: las desigualdades son enormes, graduales, crecientes, adaptativas e históricas.

La salud de quienes están mejor socioeconómicamente y quienes viven en las áreas más privilegiadas de los países o las ciudades es mucho mejor que la de la población más desfavorecida. De hecho, las diferencias en la probabilidad de morir entre las clases sociales extremas son tan grandes que superan en magnitud a las producidas por el tabaquismo, el factor de riesgo para la salud más estudiado durante la segunda mitad del siglo XX[9]. En Gran Bretaña, un número muy amplio de estudios ha mostrado las desigualdades entre clases sociales. Por ejemplo, los profesionales y directivos tienen casi diez años más de esperanza de vida al nacer que los trabajadores manuales[10]. Si las clases sociales británicas más pobres tuvieran las mismas tasas de mortalidad de las más ricas cada año podrían evitarse 42.000 muertes en el grupo de población de 16 a 74 años[11].

Las desigualdades se extienden a lo largo de toda la escala social. A medida que descendemos en la escala social, en el nivel de riqueza o en la educación, la salud de las personas también empeora progresivamente. Las implicaciones sociales y políticas de este descubrimiento son muy importantes. En realidad, a mayores ventajas socioeconómicas, mayor esperanza de vida y mayores niveles de salud. En Estados Unidos, un estudio que analizó 300.000 hombres de raza blanca según su nivel de ingresos familiar, mostró un gradiente en el nivel de mortalidad en 11 de 12 categorías estudiadas: a menor renta, mayor mortalidad[12]. El mismo gradiente se ha apreciado también en la apreciación de nuestra propia salud (estado de salud autopercibido), la obesidad, el nivel de colesterol y de glucosa en sangre, o en la exposición a factores de estrés existentes en el medio laboral como la realización de un trabajo poco variado o tener un bajo control en el lugar de trabajo[13]. Así pues, personas sin grandes necesidades materiales o personales y sin especiales riesgos para la salud mueren antes y enferman más que aquellas que están situadas inmediatamente por encima en la escala social. Aunque la investigación científica no ha logrado aclarar aún con detalle sus causas últimas, hay acuerdo en una cosa: existe algo intrínseco en la jerarquía y en la desigualdad social que daña la salud[14].

Si todo el planeta alcanzase el nivel de mortalidad infantil que hoy tiene Islandia (el más bajo del mundo en 2002), cada año podría evitarse la muerte de más de 11 millones de niños

Aunque durante el siglo XX las tasas de mortalidad de los países (especialmente la de los ricos) se redujeron notablemente, las desigualdades en mortalidad por clase social entre los países y entre las clases sociales han aumentado[15]. Por ejemplo, al comparar hombres de mediana edad de las clases manual y no manual en Finlandia, el riesgo de morir creció desde 1,6 (60% mayor) en 1980-84 hasta casi 2 (el doble) en 1990-94. La sociedad cambia, las enfermedades varían y los servicios sanitarios mejoran, pero el gradiente en diferencias de salud injustas y evitables persiste o aumenta[16].

Los grupos sociales más privilegiados se benefician antes y en mayor proporción de las acciones e intervenciones sociales y sanitarias dirigidas a mejorar la salud. Ya sea en el uso de los servicios de planificación familiar, en las pruebas de detección precoz del cáncer de mama o en el uso de los servicios sanitarios. Es más, con frecuencia funciona la llamada «ley inversa de atención sanitaria». Es decir, el uso y calidad de la asistencia sanitaria varía en sentido inverso a las necesidades de la población[17]. A mayores necesidades, menor y peor atención. Un ejemplo de esa ley es la exportación del tabaquismo desde los países ricos hacia los países más pobres y el trasvase de esa adicción hacia los estratos más bajos en la escala social. Las agresivas campañas de las empresas tabacaleras, aunque con frecuencia sutiles, con su promoción en los países pobres, y la defensa de la «libertad individual» en los países ricos, han ayudado a descubrir y mantener el hábito de fumar a los más de 1.100 millones de fumadores del planeta. Mientras que en los últimos 40 años el consumo de tabaco se ha reducido a la mitad en los países ricos, en los países pobres, con China a la cabeza, el consumo se ha duplicado. Hoy el 80% de fumadores vive en los países pobres.

La historia nos ayuda a entender que la aparición de la desigualdad en salud no es fija ni inevitable. La esperanza de vida al nacer ha aumentado durante el siglo XX debido sobre todo a un rápido descenso de las tasas de mortalidad materno-infantil, la infancia y la primera etapa de la edad adulta. Los principales determinantes de esa mejora hay que buscarlos en el desarrollo económico, la mejora en las condiciones de vida, y la puesta en práctica de medidas de salud pública.

La Comisión de Determinantes Sociales de la Salud 

A principios del 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud (CSDH), con el propósito de recoger y resumir la información científica disponible sobre cómo factores sociales como las relaciones de empleo, la globalización, los servicios sanitarios, la exclusión social, el género, el ambiente urbano, o el desarrollo infantil generan desigualdades de salud en el mundo entero y generar recomendaciones políticas para su reducción.

Dirigida por el epidemiólogo británico de origen australiano Michael Marmot, la comisión se constituyó a partir de científicos, políticos, expertos y miembros de la sociedad civil. Junto a un amplio grupo de comisionados del mundo de la política y la ciencia, entre los que se incluye el expresidente de Chile Ricardo Lagos, el senador italiano Giovanni Berlinguer y el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, en el proceso de generación de información, jugaron un papel muy importante las redes de conocimiento o grupos de investigación que realizaron el trabajo de resumir el conocimiento científico disponible (como las relaciones de empleo y trabajo, la globalización, los servicios sanitarios, la exclusión social, el género, el ambiente urbano, o el desarrollo infantil). En agosto de 2008 se publicó el informe «Reducir la Desigualdad en una generación: equidad en salud a través de la acción sobre los determinantes sociales de la salud», donde se reflejan las principales conclusiones y recomendaciones políticas de la comisión.

En el informe se documenta ampliamente el hecho de que la desigualdad en salud es la principal «enfermedad» que asola nuestro planeta y también muestra con claridad cómo los países más ricos tampoco están libres de la desigualdad en salud. Además, destaca también el hecho de que las causas fundamentales de la desigualdad en salud no se encuentran en factores biológicos o genéticos, los «estilos de vida», los servicios de salud o, incluso, en la riqueza general del país.

Hay muy pocas enfermedades «puramente» genéticas y estas afectan a un porcentaje de población muy pequeño. La predisposición genética casi nunca produce efectos inevitables. Además, los factores biológicos interactúan constantemente con el ambiente y una desventaja inicial genética puede ser habitualmente compensada mediante un cambio social.

Las conductas relacionadas con la salud o los mal llamados «estilos de vida» no provienen de elecciones puramente personales y «libres»

Las conductas relacionadas con la salud o los mal llamados «estilos de vida» no provienen de elecciones puramente personales y «libres». Tres cuartas partes de la humanidad (unos 4.500 millones de seres humanos) no disponen de la opción de elegir libremente factores fundamentales para la salud como seguir una alimentación adecuada, vivir en un ambiente saludable o tener un trabajo gratificante que no sea nocivo para la salud. Así pues, la salud no la elige quien quiere sino quien puede.

Aunque importantes, tampoco los servicios sanitarios constituyen el factor fundamental que genera desigualdades en salud. Se ha podido documentar, por ejemplo que, desde mediados del siglo XIX la mortalidad en Inglaterra y Gales disminuyó debido, sobre todo, al control de enfermedades infecciosas mediante intervenciones sanitarias y personales como la mejora de la nutrición, el control higiénico del agua y los alimentos, y la limitación en el crecimiento de la población debido a los cambios en las prácticas reproductivas[18][19]. Ello ocurrió décadas antes de que existieran tratamientos médicos o vacunas efectivas.

Los múltiples estudios científicos recogidos por la Comisión muestran como, en comparación con las personas que tienen más riqueza, educación y poder, las personas de las clases sociales más pobres y explotadas son quienes tienen a la vez los peores perfiles de exposición a factores biológicos, conductuales, y servicios de salud que, finalmente, se manifiestan en un peor estado de salud. Entre los factores sociales la Comisión destaca las malas condiciones de empleo con una mayor precariedad laboral, el no poseer una vivienda digna y bien acondicionada, el no disponer de agua limpia, la falta de protección y servicios sociales, o el no tener los recursos económicos, educativos y las oportunidades necesarias para llevar una vida saludable como tienen las personas en mejor situación económica, cultural o política. La combinación «tóxica» de factores sociales daña la salud de las personas en peor situación social y empeora también otros factores de riesgo que a su vez dañan la biología, generan enfermedad y aumentan el riesgo de fallecer. Así pues, el origen de la desigualdad en salud deriva del conjunto de determinantes sociales, económicos y políticos que anteceden a la generación de causas como las citadas entre y dentro de los países. Es lo que la Comisión ha denominado, las «causas de las causas» de la enfermedad y la desigualdad. Es decir, de la desigual distribución en el poder económico y social existente entre y dentro de los países que condiciona las políticas sociales y económicas que a su vez influye en la salud de las personas.

La Comisión y la publicación de los distintos trabajos que se han realizado suponen un importante paso para la salud pública global, comparable a los primeros documentos de la OMS sobre los efectos nocivos del tabaco o la conferencia de Alma Ata sobre salud primaria. El informe de la Comisión representa una oportunidad única para lograr que muchos millones de personas conozcan por vez primera este tema y que salgan a la luz tres puntos esenciales: que existe un fenómeno de salud pública muy importante llamado «desigualdad en salud»; que este se produce fundamentalmente por causas económicas y políticas; y que podemos actuar políticamente para cambiar esa realidad. No obstante, el informe no cubre temas de tanta importancia como adentrarse en los problemas del capitalismo neoliberal, la desigualdad de clase como motor del crecimiento capitalista, el papel del imperialismo, o las alternativas socialistas en América Latina, entre otras ausencias notables.

La combinación «tóxica» de factores sociales daña la salud de las personas en peor situación social y empeora también otros factores de riesgo que a su vez dañan la biología

La Comisión plantea oportunidades estratégicas para generar una agenda local y global que ayude a formular, planificar y poner en marcha políticas y programas sobre los principales determinantes sociales relacionados con la salud a corto, medio y largo plazo. Hay que aumentar la igualdad social con un reparto más equitativo de la riqueza y una redistribución más igualitaria del poder internacional. Las intervenciones tienen que ver con la mejora de las condiciones de empleo y trabajo, la situación de los inmigrantes, las condiciones que afectan al desarrollo infantil, las desigualdades de género, o los problemas de vivienda y exclusión social, entre otros. También se requiere disponer de políticas fiscales que redistribuyan la riqueza de forma mucho más igualitaria, de políticas sociales que disminuyan drásticamente el desempleo, la precariedad laboral y la exclusión social y, también, políticas que incrementen el acceso y calidad de la educación, la vivienda, y los servicios sanitarios entre quienes más lo necesitan. Sin embargo, dado que las desigualdades de la salud persisten incluso en aquellas sociedades que poseen la menor desigualdad de renta, la mejor educación pública, y el más elevado nivel de salud pública y de servicios sanitarios, todo hace a pensar que sin transformar la estructura económica y política a nivel nacional e internacional, es decir las desigualdades de poder y de recursos económicos que atenazan al planeta, no parece que sea posible reducir las desigualdades en salud.

La reducción de la desigualdad en salud debería constituir una prioridad en la agenda política de cualquier gobierno y administración pública. Para lograrlo habrá que cambiar drásticamente muchas de las prioridades políticas y económicas actuales e, inevitablemente, hacer frente a los poderosos intereses que hoy generan la desigualdad social.

La red de condiciones de empleo y trabajo

Entre los factores más importantes que conforman la posición social se deben considerar las condiciones de trabajo y empleo. El trabajo es el medio de subsistencia de las personas. Las personas trabajan dentro o fuera de sus casas, con o sin contrato laboral y en condiciones saludables o peligrosas. Los factores relacionados con las condiciones de trabajo, es decir las tareas y funciones que los trabajadores realizan en un determinado puesto de trabajo o bien los aspectos materiales del trabajo, las condiciones físicas, químicas, biológicas y ergonómicas y los factores psicosociales, han recibido una gran atención y se reconocen como determinantes sociales de la salud y de las desigualdades en salud. Sin embargo, no se puede decir lo mismo en el caso de las condiciones de empleo. Esto ocurre principalmente por la confusión entre los conceptos de trabajo y empleo. Para distinguir bien estos dos conceptos, se puede pensar en el siguiente ejemplo: dos personas pueden realizar el mismo trabajo en la misma empresa, compartir las mismas condiciones de trabajo, pero no obstante, trabajar bajo distintas condiciones de empleo. El primer trabajador puede ser un empleado directo y permanente de la empresa, mientras que el segundo es un trabajador temporal contratado por un empleador externo. En este caso, existen tres diferencias potenciales en cuanto a las condiciones de empleo. Primero, el primer trabajador tiene un contrato permanente mientras que el segundo tiene un contrato temporal o ningún tipo de contrato. Segundo, el primer trabajador puede estar cubierto por el sistema de la seguridad social, con derecho a baja laboral, subsidio de desempleo y cotización para la jubilación, mientras que el segundo recibe una cobertura parcial o nula. Finalmente, el primer trabajador puede formar parte de un sindicato, mientras que el segundo no tiene ninguna opción de ser representado o participar activamente en él.

Para tratar estos temas, a petición de la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud, se creó la red de conocimiento en condiciones de empleo (EMCONET), con el objetivo de ayudar a desarrollar modelos y medidas para esclarecer cómo diferentes condiciones de empleo y trabajo afectan a la salud de los trabajadores. En el informe, que se encuentra disponible en Internet y que en breve será publicado y actualizado en un libro, se ofrece una descripción global y el análisis de las condiciones de empleo y las desigualdades en salud. Además, se identifican políticas e intervenciones a nivel comunitario, efectivas para reducir las desigualdades en salud.

El primer resultado de EMCONET se resume en un glosario donde se definen una serie de términos que ayudan a entender las diferentes condiciones de empleo y ejes de desigualdad. Como se comentó anteriormente, las condiciones de empleo, se entienden como aquellas condiciones o circunstancias en que la persona se ve envuelta en su trabajo u ocupación y normalmente tiene que ver con el acuerdo o la relación entre empleado y empleador. En este sentido se consideran las siguientes condiciones de empleo: empleo estándar, permanente o a tiempo completo, desempleo, empleo precario, empleo informal, trabajo infantil, y esclavitud. Se define también el término de empleo justo que engloba una perspectiva de salud pública en la que las relaciones justas de empleo son un prerrequisito para reducir pobreza, mejorar la salud y reducir las desigualdades en salud. Este implica libertad de coerción, seguridad del trabajo, salario justo, protección del trabajo y beneficios sociales, respeto y dignidad en el trabajo, participación en el trabajo, enriquecimiento y falta de alienación. Estos términos se analizan a través de lo que se denomina ejes de desigualdad, que permiten hacer visible la desigualdad en cada una de las condiciones de empleo consideradas. Se consideran ejes de desigualdad el género, la edad, la etnia, el estado migratorio, la clase social y la localización geográfica.

Los niños trabajadores de la Costa de Marfil, los desarmadores de barcos en el sur de Asia o las maquiladoras de centro América, los pescadores del lago Tanzania, son algunos ejemplos de la situación de precariedad en la viven y trabajan millones de personas en el mundo. Y las cifras que se derivan son realmente alarmantes. Por ejemplo, que, en la actualidad, 190 millones de personas en el mundo (alrededor del 30% en los países en desarrollo y de 4 a 12% en los países desarrollados) están desempleados y que las mujeres, los jóvenes, los de menor educación y los trabajadores manuales son los más probables a ser desempleados. Por otro lado, alrededor de 550 millones de personas trabajan en situación de precariedad. La precariedad se manifiesta en cifras extremadamente altas en los países subsaharianos, por ejemplo, Sierra Leona, Liberia o Uganda presentan más del 80% de trabajadores en situación de precariedad. Por otro lado, se estima que el 25% de la población trabaja en situación de informalidad. La economía informal en países pobres afecta al 50-75% de los trabajadores, excluyendo aquellos que están empleados en la agricultura. Una cifra que tampoco puede pasar desapercibida es que 218 millones de niños en el mundo trabajan y 126 se ven envueltos en trabajos de riesgo. Alrededor de 2,5 millones se encuentran en países desarrollados, mientras que en países en vías de desarrollo el porcentaje de niños trabajadores oscila entre el 4% y el 67%. Igualmente alarmantes son los datos relacionados con distintas formas de trabajo esclavo o forzado que persisten en la actualidad: entre 12-28 millones de personas en el mundo trabajan en condiciones de esclavitud (alrededor de un 20% se relaciona con el tráfico de personas). Las mujeres y niñas son las víctimas más frecuentes del trabajo esclavo (56%) y de la explotación sexual (98%).

Estas cifras reclaman acciones inmediatas para mejorar la vida de millones de personas. EMCONET recoge en su libro algunos ejemplos de intervenciones para mejorar las condiciones de empleo y reducir las desigualdades en salud, principalmente a nivel político. Se describen también algunas alternativas, como la creación de cooperativas en Venezuela, Argentina y Brasil. En este sentido es importante destacar la participación de los movimientos sociales.

A modo de conclusión

La desigualdad social daña nuestra salud en forma desigual. Hemos visto cómo la desigualdad en salud es el resultado de la acumulación de efectos producidos por las condiciones políticas, económicas y sociales que afectan a la población.

Un determinante fundamental de la equidad de la salud es tener mayor justicia. Y para ello hace falta aumentar la igualdad social con un reparto equitativo de la riqueza y una redistribución igualitaria de los beneficios que favorezca a quienes menos tienen. No es posible reducir las desigualdades en salud sin transformar la organización, la estructura socio-política y las desigualdades de poder que atenazan al planeta.

La actual globalización capitalista ha ensanchado las desigualdades sociales y de salud hasta extremos jamás conocidos en la historia. Hoy en día, se estima que entre un 10% y un 20% de la población mundial vive con un nivel material muy elevado y un gasto de recursos excesivo, para lo cual deben a la vez explotarse y protegerse de quienes no tienen o tienen muy poco. Un poder tan desigual beneficia o daña muy desigualmente la salud de las gentes de modo que el bienestar y la salud de unos pocos se alimenta del sufrimiento y la mala salud de la mayoría. Detrás de la actual globalización neoliberal lo que está en juego es la salud y el bienestar de las personas.

En el siglo XXI, es preciso un compromiso real, personal y colectivo, con el derecho a la prevención de la enfermedad, y a la protección y promoción de la salud que deben tener todos los habitantes del planeta. Ello requerirá hacer frente a intereses muy poderosos, cambiar de forma drástica las prioridades sociales y económicas e incluso cambiar los sistemas políticos y económicos actuales. Nos vale en ello la salud de todos.

Texto publicado conjuntamente con Montse Vergara y Carles Muntaner en la revista Papeles Ecosociales. 2008, N° 103:29-40.

Notas:

1. Jorge Riechmann, Todo tiene un límite. Ecología y transformación social, Debate, Madrid, 2001.

2. Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Siglo XXI, Madrid, 1998.

3. CSDH, «Closing the gap in a generation. Health equity through action on the social determinants of health». Final Report of the Comission on Social Determinants of Health, World Health Organization, Ginebra, 2008.

4. Martin Bobak, Michael Marmot, «East-West mortality divide and its potential explanations: proposed research agenda», BMJ, 312, 1996, pp. 421-425.

5. Banco Mundial, Informe sobre el desarrollo mundial, Banco Mundial, Madrid, 1993.

6. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Informe sobre desarrollo humano, Ediciones Mundi-Prensa, Barcelona, 2000.

7. Cristopher J. L. Murray, Catherine M. Michaud, Matthew T. McKenna, James S. Marks, U.S. Patterns of Mortality by County and Race: 1965-1994, U.S. Burden of Disease and Injury Monograph Series, Harvard School of Public Health and Centers for Disease Control and Prevention, Cambridge and Atlanta, 1998.

8. Colin McCord, Harold P. Freeman, «Excess Mortality in Harlem», New Engl J Med, 1990, 322, pp. 173-177.

9. Marcia Angell. «Privilege and health – What is the connection?», N Engl J Med, 1993, 329, 2, pp.126-127.

10. Lin Hattersley, «Trends in life expectancy by social class: an update», World Health Stat Q, 1999, 2, pp.17-24.

11. Íbidem.

12. George Davey Smith, James D. Neaton, Deborah Wentworth, Rose Stamler, Jeremiah Stamler, «Socioeconomic differentials in mortality risk among men screened for the Multiple Risk Factor Intervention Trial. I. White men», Am J Public Health, 1996, 86, pp. 486-496.

13. Michael Marmot, George Davey Smith, Stephen Stansfeld S, et al., «Health inequalities among British Civil Servants: The Whitehall II study», Lancet, 1991, 337, 1387-1393.

14. Robert G. Evans, Morris L. Barer, Theodore R. Marmor (coord.), Why are some people healthy and others not?, Aldine De Gruyer, New York, 1994.

15. Michael Marmot, Martin Bobak, George Davey Smith. «Explanations for Social Inequalities in Health», en Benjamin C. Amick III, Sol Levine, Alvin R. Tarlov, Diana Chapman (coord.): Society & Health, Oxford University Press, New York, 1995.

16. Zosia Kmietowicz, «Gap between classes in life expectancy is widening», BMJ, 2003, 327, p. 68.

17. Julian Tudor Hart, «The Inverse Care Law», Lancet, 1971, i, pp. 405-412.

18. Thomas McKeown, R. G. Record, R. D. Turner, «An interpretation of the decline in mortality in England and Wales during the twentieth century», Population Studies, 1975, 29, pp. 391-422.

19.  René Dubos, El espejismo de la salud, Fondo de Cultura Económica, México, 1959 (Traducción de José Ramón Pérez).

Fuente: https://rebelion.org/una-nina-recien-nacida-en-suecia-puede-vivir-43-anos-mas-que-una-nacida-en-sierra-leona/

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Francis Fukuyama: «Las economías de mercado por sí mismas producen mucha desigualdad»

Jorge Fontevecchia

Escrito a fines de los 80, el libro El fin de la Historia es el documento político y sociológico más poderoso que teorizó sobre situaciones que sucedían en ese mismo momento: la caída del Muro de Berlín, el fracaso de las experiencias socialistas, un nuevo orden mundial. Con un pensamiento basado en Hegel y que no excluye reminiscencias de Marx, llegó a la conclusión de que la democracia liberal era la concreción en lo real del desarrollo de los más altos valores humanos. Hoy, en un 2021 en el que la pandemia pone en crisis toda idea absoluta, sostiene algunas convicciones esenciales y se plantea dudas sobre cuestiones puntuales.

Le parece justo que sus ideas sean consideradas parte del dispositivo teórico e ideológico del neoliberalismo?

—No creo que sea correcto, pero depende de la definición de neoliberalismo. Uso el término “neoliberal” como cierto enfoque de la economía identificado con la llamada Escuela de Chicago, muy comprometida ideológicamente con el libre mercado, opuesta a la intervención estatal, que quería desregular y privatizar. Esta es una escuela que se volvió generalizada y particularmente influyente después de la elección de Ronald Reagan y Margaret Thatcher a finales de los 70 y principios de los 80. Y subyace en las políticas del Consenso de Washington. Nunca fui un defensor particular de ese conjunto de políticas. Es necesaria una economía de mercado. No creo que haya muchas alternativas si se quiere lograr un crecimiento económico sostenido. El neoliberalismo, en mi definición, se asocia a una hostilidad ideológica rígida a la acción estatal. Es algo en lo que nunca participé.

—¿El fin de la historia implica el fin del Estado de bienestar?

—El Estado de bienestar es necesario. Nunca me opuse a la idea de Estado de bienestar. Una de las tareas que tenemos frente a nosotros ahora es expandir el Estado de bienestar. En los Estados Unidos todavía no tenemos nada parecido al sistema de atención médica universal obligatorio del gobierno, y eso es algo que se necesita desesperadamente. Se puede argumentar sobre la sostenibilidad de ciertos programas sociales, niveles más altos de impuestos y su implicancia sobre la inflación. Pueden nacer problemas de ese tipo. Pero creo en la idea de que un gobierno democrático moderno tiene que brindar protección social a sus ciudadanos. Tampoco veo cómo alguien puede oponerse a eso.

—En esta serie de entrevistas, muchos intelectuales y pensadores hablaron de “fin”. La antropóloga y feminista Rita Segato aludió al fin del Antropoceno; el escritor español Arturo Pérez Reverte temía por el fin de Occidente tal como lo conocemos; el filósofo Jean-Luc Nancy habló del fin de nuestra civilización. Todos lo hicieron motivados por la pandemia de coronavirus. ¿El coronavirus es el fin de algo? ¿Esos finales representan algún punto de contacto con su pensamiento?

—Suele producirse un malentendido sobre el uso de la palabra “fin”; en mi libro El fin de la Historia se utiliza la palabra “fin” en el sentido de objetivo o meta. En El fin de la Historia prima la pregunta ¿hacia dónde apunta la historia en términos del desarrollo deseable de una sociedad moderna? ¿Qué forma final tomará la sociedad? No alude a “fin” en el sentido de detención o conclusión. No es realmente el uso original marxista o hegeliano de la palabra, que es mi marco teórico. No creo que la pandemia actual sea el final de nada. La humanidad estuvo sujeta a pandemias desde que existieron los seres humanos. Hubo una coevolución de seres humanos y virus. Pasamos por muchas pandemias antes. Los seres humanos se adaptan a ellas. Ya se puede observar el final de la pandemia actual. A largo plazo, los efectos de esta situación pueden no ser tan grandes en muchos aspectos.

—Dijo en una entrevista que en “El fin de la historia y el último hombre” ya insinuaba algunas cuestiones vinculadas a la irrupción de Donald Trump y usó algunos de los conceptos subyacentes que describen el actual movimiento de la política hacia la identidad. ¿Cómo fue esa intuición de fines de los 80? ¿Se pareció a lo que sucedió 25 años más tarde?

—Lo que dije en los últimos capítulos de El fin de la Historia y el último hombre es que una democracia liberal exitosa puede no ser sostenible por varias razones. En primer lugar, los seres humanos son ambiciosos, y muchas veces las oportunidades que ofrece nuestra democracia no son lo suficientemente grandes para contener su ambición. Ese es el contexto en el que me referí a un posible Donald Trump, que fue fantásticamente ambicioso y ascendente como emprendedor inmobiliario. Y la pregunta fue si estaría satisfecho con eso o querría pasar a otras cosas. Resulta que no estaba satisfecho. También tenía ambiciones políticas. Estamos viviendo las consecuencias de eso. Otra cosa de la que hablé en el final del libro es si la paz y la prosperidad por sí solas son suficientes para satisfacer a los seres humanos. O si las personas tienen una parte de su psicología que aspira a algo más elevado. No solo a aspiraciones materiales más elevadas. Cuestiones vinculadas a la idea de justicia, aquello que tiene ver con ideas de riesgo y peligro. Una cosa que dije en el ensayo original fue que si la gente ya no pudiera luchar por la paz y la justicia, entonces lo haría contra la paz y la justicia porque esencialmente estarían aburridos. Sería el deseo de más victorias, de montañas que escalar. En ciertos aspectos, eso describe la situación en la que se encuentran muchos países ricos en este momento.

—Dijo: “No me sorprende que Polonia o Hungría se muevan en esa dirección, pero que Estados Unidos eligiese a alguien como Trump es algo que no habría predicho”. ¿Qué fue más sorprendente: el triunfo de Trump o el de Joe Biden?

—Las elecciones de 2016 sorprendieron a todos, incluido al propio Donal Trump. Las actuales no fueron tan sorprendentes, porque no tuvo una trayectoria excelente en esos cuatro años. El sistema se fue corrigiendo a sí mismo. Pero el problema más grande, que ahora mismo es mucho más profundo, es que los estadounidenses viven en dos universos de información paralelos. Una cantidad significativa de estadounidenses, por ejemplo, no cree que las elecciones del 3 de noviembre hayan sido libres y justas, a pesar de que lo fueron. Este es un gran problema en una democracia, porque si no puede haber acuerdos sobre la base fáctica de una elección, se pone en juego la misma idea de democracia. Esto es algo que no se preveía. Es una de las consecuencias del auge de internet. Hoy vivimos en un entorno mediático en el que se desacreditaron las fuentes tradicionales de información. Cualquiera puede publicar lo que desea, y lo hace. La gente realmente no tiene acuerdo sobre los mismos hechos básicos ni sobre cómo está funcionando el mundo.

—Pero en febrero, solo diez meses antes de la elección, nadie hubiera creído que Joe Biden podía llegar a ser presidente.

—No estoy seguro de que ese tipo de precisiones con tanta anticipación valieran mucho. Hemos visto muchas sorpresas en múltiples actos electorales. En febrero tampoco nadie esperaba una gran pandemia. Eso obviamente tuvo un gran impacto en la forma en que los estadounidenses votaron y en la forma en que vieron la política. No pondría demasiado peso en ese hecho.

—Usted dijo que “la mayoría de los republicanos cree que las elecciones en las que triunfó Joe Biden han sido fraudulentas, y esto será muy nocivo para la democracia en el futuro. Lo que sucederá de ahora en más es difícil de predecir porque dependerá del curso de la pandemia”. ¿Podrá desarrollar su programa Joe Biden? ¿Qué opinión le merece la idea de un “green new deal”?

—Biden optó por un conjunto de iniciativas más ambicioso de lo que muchas personas esperaban con el proyecto de ley de estímulo que acaba de aprobarse en el Congreso. Aún no ha finalizado, pero se aprobó tanto en la Cámara como en el Senado. Realmente constituye un gran estímulo. Son casi 2 mil millones de dólares, mucho más que cualquier aporte durante la crisis financiera en 2008. Podría ser que las cosas se vean muy diferentes para fines de 2021. La pandemia habrá terminado en gran medida, la gente estará volviendo a los restaurantes, las reuniones y las oficinas, las escuelas estarán abiertas. Es muy probable que la economía estadounidense esté creciendo muy rápidamente, que se creen muchos puestos de trabajo. Eso por sí solo podría afectar la percepción de la presidencia de Joe Biden. Ahora, por supuesto, nadie sabe si esto realmente sucederá. Pueden ocurrir muchas cosas. Que haya otra ola del virus, o mute, o algo más se interponga en ese tipo de escenario. Pero claramente existen posibilidades de que se pueda tener un resultado más positivo, tal como acabo de sugerir.

—En los 90 hubo un abandono de las ideas sobre el Estado de bienestar, y muchas socialdemocracias adoptaron lo que se llamó la tercera vía. ¿Qué rol político e ideológico le cabe a la socialdemocracia en este momento?

—Se necesita alguna forma de socialdemocracia para sostener un sistema realmente democrático. Las economías de mercado por sí mismas producen mucha desigualdad. Se precisa que se haga algo o que el Estado haga algo para proteger la salud y las pensiones de las personas. Se requiere protección contra el desempleo. Si no, se tendrá una situación muy inestable políticamente. Si no, mucha gente será vulnerable y estará enojada. Un Estado de bienestar es importante. Mucho de lo que sucedió desde la década de 1970 hasta principios del siglo XXI es que hubo una expansión excesiva de ciertos beneficios a la sociedad. Esto es particularmente cierto en América Latina, y creo que también en Argentina. Los países prometieron un nivel alto de beneficios. La pregunta no es si debe proporcionar beneficios; es si son asequibles, si son sostenibles. La pregunta es si hay suficientes ingresos fiscales para mantenerlos. Muchos países gastaron demasiado. Acumularon demasiadas deudas. Cuando un país es relativamente pequeño en comparación con la economía mundial, como Argentina, no se puede acumular tal nivel de deuda sin que tenga consecuencias muy graves para el tipo de cambio o la inflación. Es por eso que tuvo que haber grandes ajustes que se hicieron en otros países también en ese período. Por cierto, también sucedió en Escandinavia. Países escandinavos como Dinamarca y Suecia son famosos por tener Estados de bienestar muy extensos. Y cada uno de esos países en este período descubrió que tenía que reducir el nivel de impuestos y también reducir u orientar los beneficios sociales de una manera más precisa. También habían llegado a un punto en el que realmente no podían llevar a cabo las promesas que habían realizado. Ese tipo de ajuste es necesario. La prolijidad fiscal no implica tener algún tipo de hostilidad ideológica hacia la idea de un Estado de bienestar.

“Es necesaria cierta forma de socialdemocracia y de Estado.”

—El presidente argentino, Alberto Fernández, en un reportaje de esta misma serie, se autodefinió como socialdemócrata. Sin embargo, llegó al poder a través de una coalición con el populismo de izquierda, según también se autodefine el kirchnerismo. ¿Es posible esa convivencia? ¿Es una nueva forma de la tercera vía?

—En el largo plazo, posiblemente sea bastante difícil una coalición entre populistas y políticos socialdemócratas. Tiene que ver con la naturaleza del populismo. Un líder populista es habitualmente muy personalista. Su convocatoria no se basa en políticas o ideologías amplias. Lo que resulta convocante es un individuo. Es algo que aplica a Hugo Chávez y Juan Perón. Puede verse en Juan Perón y otros populistas famosos en la historia de Argentina, y en general la del mundo, que ese tipo de estilo político no va muy bien con las coaliciones de poder compartido, con resultados negociados. Es algo que podría suceder en una democracia parlamentaria en las que sí hay una coalición multipartidista. Pero ese no es realmente el estilo populista. Probablemente sea bastante difícil mantener ese tipo de alianza durante un período prolongado de tiempo.

—¿Le sorprendió la gestión de la crisis sanitaria en Estados Unidos? ¿Fue una respuesta ideológica la de Donald Trump?

—Sí, me sorprendió. No creo que el problema fuera ideológico. Como muchas de las otras cosas que hizo, no estuvo motivado por las ideas, sino por la visión muy limitada de su propio interés personal. Vio la pandemia no como una amenaza para la salud del pueblo estadounidense, sino como una amenaza para su propia reelección. Todo lo que hizo estuvo dirigido a asegurarse ser reelegido. Por eso estaba tan interesado en reabrir la economía mucho antes de que fuera seguro. Lo hizo en contra de todos los consejos de la comunidad de salud pública, de personas que realmente entendían la naturaleza de estas epidemias. El resultado fue que toda la política de salud estuvo muy mal administrada y provocó la muerte de mucha más gente de la necesaria.

—Hay críticas similares sobre la gestión de Jair Bolsonaro de la pandemia. Muchos marcan una diferencia con lo sucedido con el régimen populista de Nicolás Maduro y el socialismo cubano. ¿Por qué a un populista de derecha le fue tan mal y a los de izquierda no tanto, más allá de las lógicas dudas sobre los números en los dos últimos países?

—No tengo una respuesta completa para eso. Hay otro populista que también lo hizo muy mal, Andrés Manuel López Obrador en México. Tuvo un historial terrible en su lidiar con la pandemia. A pesar de que AMLO es un populista de izquierda, tiene muchas de las mismas características que Bolsonaro: no les cree a los expertos en salud y trató de minimizar la importancia de la epidemia. Los populistas quieren ser populares. No quieren tener que ser quienes transmiten malas noticias. Les cuesta decir cosas como “estamos todos juntos en esto. Tenemos un problema muy serio. Hay que quedarse en casa, usar barbijos, no enviar a los hijos a la escuela”. Son cosas poco populares de comunicar. Es una de las razones por las que muchos populistas realmente terminaron impulsando políticas inadecuadas para hacer frente a la epidemia.

—En su libro “Identidad”, explica que “el período desde principios de la década de 1970 hasta mediados de la década de 2000 fue testigo de lo que Samuel Huntington denominó la ‘tercera ola’ de democratización, ya que el número de países que podían clasificarse como democracias electorales aumentó de aproximadamente 35 a más de 110. En este período, la democracia liberal se convirtió en la forma de gobierno predeterminada para gran parte del mundo, al menos como aspiración, si no en la práctica”. ¿La pandemia puede marcar el fin de este proceso, un retorno a los 80 antes de que este proceso de democratización tuviera esos virajes?

—Es posible que estemos en un punto de inflexión muy peligroso en la lucha por la democracia global. Freedom House, que hace un informe anual, Freedom in the World, por decimoquinto año consecutivo notó una disminución en la medida de libertad global. Se produjo un descenso más pronunciado debido a la pandemia. Hay muchos líderes mundiales que utilizan la pandemia como excusa para aumentar su autoridad. Sucede con Nayib Bukele en El Salvador; en Uganda bajo Yoweri Museveni; bajo Viktor Orbán en Hungría. Las pandemias son oportunidades para los gobiernos más autoritarios. También frenó las protestas contra los gobiernos, porque la gente no se sentía segura al salir en grandes multitudes en las áreas urbanas. Es preocupante. Hubo un golpe militar en Myanmar, el arresto de Alekséi Navalny en Rusia, la extensión de la ley de seguridad a Hong Kong a principios de 2020. Sucedieron muchas cosas realmente malas. Seguramente lo que siga puede ser diferente, hay mucha ira reprimida por la forma en que varios gobiernos autoritarios manejaron la pandemia hasta ahora. Es posible que una vez que las cosas vuelvan a una situación más normal, gran parte de esta ira se vuelva a manifestar en forma de protesta. Hasta la pandemia vimos muchas protestas. Sucedió en Sudán, Argelia, Armenia. Pasó en muchos lugares del mundo donde la gente estaba muy movilizada contra gobiernos corruptos o incompetentes o alguna combinación de eso. Ojalá el fin de la pandemia también sea un punto de inflexión. Que la presión sobre las poblaciones se relaje un poco. Y que eso permita una expresión más honesta de las opiniones de los ciudadanos.

Francis Fukuyama, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
REPUBLICANOS. “Solía ser un partido enfocado en impuestos bajos y desregulación y otros problemas de política económica. Ahora se convirtió más en un partido basado en la identidad estadounidense tradicional”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—Usted dijo que “la agenda del siglo XX pasa de la lucha sobre asuntos económicos a una más basada en la identidad. Es un movimiento preocupante, en el que los políticos usan su legitimidad democrática para atacar las partes liberales del sistema, como la Constitución, las instituciones”. En una entrevista como esta, la diputada española de origen argentino Cayetana Álvarez de Toledo dijo que la lucha contra el identitarismo es parte “de una batalla cultural contra la superioridad moral de las izquierdas”. ¿La identidad es de izquierda? ¿La agenda identitaria es ideológica?

—Hay movimientos de identidad peligrosos tanto en la izquierda como en la derecha. La cita se queja de los movimientos de identidad progresistas o de izquierda en los Estados Unidos, el feminismo, la justicia racial o, ya sabes, los derechos de los homosexuales y las lesbianas, de las personas transgénero. Es lo que llevó al fenómeno de la corrección política y la cancelación. La gente usó el poder de internet para silenciar a las personas que no le agradan. Pero también hay una forma de derecha, una forma de política de identidad, representada por Donald Trump. No es un problema económico lo que está siendo impulsado. Es un cierto tipo de identidad social conservadora que hace que la gente sea leal tanto a él como al actual Partido Republicano. El Partido Republicano solía ser un partido sobre impuestos bajos y desregulación y otros problemas de política económica. Ahora se convirtió más en un partido basado en la identidad estadounidense tradicional. La identidad es algo que puede ser usado y mal usado por ambos lados del espectro político.

“Nunca defendí en particular las ideas de Reagan o Thatcher, ni el Consenso de Washington.”

—¿La psicología individual de los políticos, sus rasgos narcisistas, pueden ser un problema para la democracia?

—Una de las cosas que estamos aprendiendo en el momento actual es que las personas no son racionales en este sentido tradicional. Los economistas en particular piensan que las personas son racionales en el sentido de que tienen preferencias, que observan el mundo y sacan conclusiones sobre cómo funciona. Que actúan en base a teorías elaboradas. Pero la acción comienza con preferencias sobre lo que desean que suceda. No tratan de averiguar cómo funciona el mundo, sino cómo pueden manipular las cosas para que se produzcan los resultados que quieren. Eso conduce a un tipo de irrealidad que afecta esencialmente a la política. Solo para mostrar un caso concreto de esto, muchos republicanos querían que Donald Trump ganara, cosa que no sucedió. Hay mucha evidencia creíble de que perdió las elecciones en estados claves. Pero el deseo de ver su victoria fue tan poderoso que estaban dispuestos a tomar cualquier fragmento de evidencia como verdad, independientemente de cuán poco creíble fuera. Es un testimonio de que las personas en realidad no son tan racionales sobre la política u otros temas en los que están involucradas emocionalmente con el resultado.

—¿Cuál es su posición personal sobre los identitarismos más individualistas, como el feminismo? ¿Es lo mismo ser feministas que independientistas catalanes o nacionalistas húngaros?

—Depende de cómo se interprete el feminismo. El feminismo era básicamente un concepto del ideario liberal en el que las mujeres deberían ser tratadas igual que los hombres, que se les debe pagar la misma cantidad, que deberían tener los mismos derechos legales. Es un movimiento muy bueno. Pero hay una interpretación diferente que enfatiza no el trato igualitario. Concibe a las mujeres como una categoría distinta de seres humanos, diferentes de los hombres. Probablemente tengan un mejor argumento que otros tipos de grupos de identidad, pero puede conducir a políticas que pueden no ser tan liberales. Sobre la cuestión de la identidad nacional, es algo con lo que nuestra teoría política tiene dificultades para lidiar. Tengo amigos de ambos lados del tema catalán, que son enfáticos nacionalistas catalanes; también conozco a muchos españoles que se oponen. No existe un conjunto normativo claro de principios que explique cuándo una región como Cataluña tiene derecho a convertirse en una entidad separada. No hubo un referéndum en el que la mayoría de la gente en Cataluña no votara por la independencia. Me resulta muy difícil saber cuál es la posición correcta para asumir un tema como ese.

—En una célebre novela de Philip Roth, “La mancha humana”, un profesor universitario hace una broma: ante dos alumnos que nunca asistieron a sus cursos de filología clásica, cita a Homero y dice delante de la clase que esos alumnos “desaparecieron como el negro humo”. En la ficción, los ausentes eran negros. La broma le arruina la vida al profesor, pierde su puesto, su prestigio, su rol en la sociedad. ¿La identidad se ve solemnizada por la corrección política?

—En muchas universidades se vive una etapa en la que decir algo que puede ser malinterpretado puede hacer que te despidan. Es algo realmente malo. Es lo que se conoce como cultura de cancelación. Desafortunadamente, hubo bastantes ejemplos de esto en los últimos años. Representa una excesiva sensibilidad al lenguaje y a las ofensas, no contra intereses materiales de ningún tipo, sino más bien dirigidas a la dignidad. Si no se pronuncian las palabras correctas sobre la situación de los grupos marginados, es probable que sobrevengan ataques que digan que quien los enuncia es racista, misógino o algo por el estilo. Es la situación en muchos círculos de elite en los Estados Unidos. Hay  una sensibilidad excesiva a las palabras.

—Hay otra novela célebre, sobre el comunismo en este caso, de Milan Kundera, que se llama “La broma”. Si bien es muy distinta, tiene algo en común: una broma, en plena Checoslovaquia comunista, que le arruina la vida a quien la profiere. ¿La corrección política es una nueva forma de autoritarismo social?

—Son situaciones diferentes. En la época comunista, esas reglas se imponían por un Estado policial que tenía el poder de arrestar, meter en la cárcel, enviar al gulag, matar. La cancelación que se lleva a cabo en este momento se realiza íntegramente en la esfera social. Es una universidad o un empleador privado quien te despide. No te ponen en la cárcel, no se usa el poder del Estado para castigar. Es realmente un ostracismo social, que, por otra parte es mucho más común a lo largo de la historia de la humanidad. Eso no significa que sea justo o correcto. Pero es nada en relación con usar el poder policial para hacer cumplir este tipo de reglas.

—¿Cuál es el vínculo entre democracia e identidad racial? ¿Cómo analiza el fenómeno del Black Lives Matter?

—Depende de cómo se interprete ese movimiento. Casi todo el mundo, incluidos los liberales clásicos como yo, sabe que la policía debería tratar a los afroamericanos de la misma manera que a los blancos. Si usan fuerza excesiva es algo que está mal. Esos policías deberían ser disciplinados, deberían volver a capacitarse. Ese tipo de comportamiento debe detenerse. Por otro lado, hay personas que operan bajo la bandera de Black Lives Matter que quieren llevar las cosas mucho más allá. Dicen, por ejemplo, que la gente negra debería ser autónoma y tomar decisiones y que la gente blanca no debería tener ningún derecho a tomar una decisión en la que estén incluidos o que afecte las vidas de los negros. Es una opinión cada vez más común que el racismo impregna a la sociedad blanca hasta tal punto que contamina todas las instituciones tradicionales del país. Ese tipo de puntos de vista son incorrectos. Tenemos esta gran discusión en los Estados Unidos de 1619 versus 1776, que es básicamente una disputa sobre la identidad nacional. Desde el punto de vista de 1619, ese es el año en que los esclavos se introdujeron por primera vez en América del Norte. A los defensores de eso les gustaría decir que la esclavitud fue completamente fundamental para la identidad estadounidense. Los defensores del punto de vista de 1776 dirían: sí, hubo esclavitud, fue injusto, pero con el tiempo hemos avanzado en la justicia racial. Es factible que las cosas mejoren. Es una discusión que ahora se está llevando a cabo en términos muy emocionales en los Estados Unidos.

“Es posible que estemos en un punto de inflexión muy peligroso en la lucha por la democracia global.”

—En una entrevista hace dos años le hicieron la siguiente pregunta: “El politólogo Samuel Huntington sostenía que los latinos tenían más dificultades de integración en Estados Unidos que otros migrantes por su falta de cultura anglosajona. ¿Cree que hay que tener esta conversación ahora sobre los musulmanes?” ¿Cómo la contestaría hoy? ¿Cómo ve la situación de las minorías étnicas en los Estados Unidos de Joe Biden?

—Sigo pensando que hay diferencias culturales definidas entre los diferentes grupos étnicos y religiosos que afectan cosas como su capacidad de asimilación y otros resultados sociales. Pero creo que la gente muchas veces usa esas diferencias como excusa para discriminar. Es lo que sucede con los inmigrantes latinos. Es imposible generalizar, porque América Latina es muy extensa. Los cubanos son diferentes a los salvadoreños y a los brasileños. Y aun dentro del mismo país, depende de si se trata de un trabajador no calificado o de un médico o algún profesional altamente calificado. Y todos estos son inmigrantes de América Latina, que cumplen tareas completamente disímiles. Es un gran error hacer generalizaciones sobre el grado en que van a encajar en la sociedad. Muchos de los mexicanos pobres y poco calificados que entran a los Estados Unidos en realidad no son tan diferentes de los italianos de clase trabajadora que llegaron a Estados Unidos a principios del siglo XX. Cuentan con niveles de educación similares, hay un grado similar de distancia cultural. Al final, a los italianos les fue bien. La gran mayoría de los inmigrantes hispanos se asimilarán eventualmente. Esto que afirmo también será cierto para los inmigrantes musulmanes. A algunos de estos grupos les puede tomar un poco más de tiempo que a otros. No creo que haya una división cultural fundamental que impida que eso suceda.

—Dijo: “Soy liberal en el asunto de la inmigración, creo que es buena para la sociedad. Mi propia historia familiar es un caso de ello. Mi abuelo vino de Japón y tenemos una bonita familia. Creo que EE.UU. se ha beneficiado de ello. El problema de la izquierda es que no está dispuesta a aceptar por principio que un país debe controlar sus flujos migratorios”. ¿Dónde termina el liberalismo y empieza el autoritarismo en materia migratoria?

—El control de fronteras es realmente importante, porque la democracia se basa en la soberanía del pueblo. Pero si no puede definir quién es ese pueblo, quiénes son las personas, realmente no se puede tener una democracia. Es un derecho soberano de una población democrática decir si se desea tener un número de inmigrantes y no uno mayor o menor. Ese es un aspecto de una elección democrática perfectamente legítimo. Por esa razón es importante poder controlarlo. Pero hay situaciones como las que enfrentan Brasil y Colombia en este momento respecto de los inmigrantes venezolanos. La situación en Venezuela es tan grave que muchísimas personas tratan de salir desesperadamente del país. Y eso abruma a muchos de sus vecinos. Son contextos particularmente complejos porque son personas en una situación terrible. Están desesperados. Probablemente también haya límites a la capacidad de algunos vecinos para absorberlos. Es una decisión que debe tomarse de manera más pragmática y no sobre la base de algún tipo de preferencia ideológica a favor o en contra de los inmigrantes que llegan de uno u otro lugar.

Libros de Francis Fukuyama.
                   REFLEXIÓN SOBRE EL PRESENTE. Desde El fin de la Historia, el pensamiento de Francis Fukuyama estableció bases filosóficas para pensar la economía. Un pensamiento que aborda a los clásicos para reflexionar sobre lo que perdura y lo que cambia.

—¿El identitarismo va en contra de la igualdad?

—Es un desafío a la premisa fundamental del liberalismo, que es la igualdad humana universal. Para la teoría liberal todas las personas son seres humanos y, como tales, tienen ciertos derechos inalienables. Hay mucho pensamiento identitario, y la experiencia de ciertos grupos culturales, raciales y de género es tan diferente a la de otros que en muchos aspectos no comparten características comunes y necesitan ser tratados de manera diferente. Esa fue tradicionalmente la base de la discriminación contra estos grupos, pero también puede conducir al tipo inverso de discriminación contra grupos que anteriormente los discriminaban. Mi preferencia es aceptar la premisa liberal de que todas las personas son iguales y se les debe igual respeto y trato igualitario.

—Usted escribió: “Este orden mundial liberal no benefició a todos. En muchos países de todo el mundo, y particularmente en las democracias desarrolladas, la desigualdad aumentó drásticamente, de modo que muchos de los beneficios del crecimiento favorecieron sobre todo a una elite definida principalmente por la educación”. En esta misma serie de entrevistas, el especialista en desigualdad Branko Milanovic señaló que Estados Unidos se está convirtiendo en una plutocracia, y puso énfasis también en la educación como elemento desigualador. ¿Ese es el riesgo, convertirse en una plutocracia?

—No hay una definición estricta de lo que conforma una plutocracia o una oligarquía. Definitivamente hay oligarcas, hay personas que tienen una influencia desproporcionada, tanto política como económica, debido a su riqueza. Se creó una especie de clase de oligarcas que controlan gran parte de la política y los flujos de dinero, decisiones comerciales y cosas por el estilo. Fue un desarrollo negativo. Lo otro para decir es que, a nivel global, mucho de lo mismo de la contraparte de la concentración de riqueza en los países ricos ha sido en realidad la creación de clases medias en lugares como India o Vietnam o China. Mucha gente puede hacer el trabajo equivalente al que hace una persona de la clase trabajadora en Norteamérica por mucho menos dinero. Como resultado, sus vidas mejoran y la desigualdad disminuye a nivel global. No todo es necesariamente una pérdida.

“Hay muchas similitudes en los populismos de Donald Trump y del kirchnerismo.”

—¿Cuál es su opinión sobre el trabajo y la obra del mismo Branko Milanovic y Thomas Piketty?

—Ambos prestaron un servicio realmente útil al documentar empíricamente la desigualdad y la forma en que creció y cambió durante períodos de tiempo muy prolongados. Es posible que no esté de acuerdo con algunas de las recomendaciones de política que Piketty hizo sobre cómo solucionar el problema. Pero creo que su análisis estimuló un debate muy importante y necesario.

—A diferencia de los Estados Unidos, Oriente tuvo un desarrollo económico en el que la educación juega un papel esencial. Una organización meritocrática que genera efectos. En la Argentina se discute mucho sobre el vínculo entre igualdad de posibilidades y meritocracia. ¿Cuál es su posición sobre este problema social?

—Se precisa lograr algún tipo de equilibrio. Cualquier sociedad necesita tener meritocracia. Una de las razones por las que a Asia oriental le fue muy bien es que es la región del mundo en la que la meritocracia está más profundamente arraigada. En China, la idea de presentarse a un examen para ingresar al servicio civil tiene más de 2 mil años. Y parte de la razón por la que se han desempeñado tan bien como lo han hecho es que realmente valoran la meritocracia. Todas las madres chinas intentan que sus hijos estudien mucho para que puedan rendir un examen estandarizado y entrar en una buena universidad, para luego conseguir un buen trabajo. Eso tiene algunos beneficios reales. El mérito hasta cierto punto se da biológicamente, pero también es el resultado de la situación social. Si alguien vive en un vecindario pobre, si no tiene una vida familiar estable ni las oportunidades económicas que tienen los niños de clase media o alta, no obtendrán buenos resultados en estos concursos muy meritocráticos. Y es por eso que el mérito, particularmente cuando se trata solo de exámenes estandarizados, se vuelve un tema particularmente problemático.

—¿La especialización de los países a la que lleva la globalización no es una fuente de desigualdades? ¿Que ciertos países se especialicen en determinadas áreas de la economía no es un límite para su propio desarrollo?

—No lo creo. La teoría comercial moderna afirma que eso no debería marcar la diferencia. Claramente ciertos tipos de especialización ayudarán a ciertos sectores y no a otros, pero la teoría afirmará que tiende a maximizar los ingresos generales. Y si equilibra las ganancias y proporciona la formación adecuada y la protección social a las personas que no se han beneficiado, debería funcionar para que todos estén mejor. Se debe considerar cuál es la alternativa. Si la alternativa es asignar rentas y beneficios políticamente a ciertos grupos políticamente favorecidos en lugar de dejar que las fuerzas del mercado determinen eso, es probable que conduzca a la corrupción, la manipulación política, el clientelismo y otro tipo de resultados. Es virtuoso tener competencia, pero no política, sino económica.

—Usted escribió: “La idea del fin de la historia no es original. Su propagador más conocido fue Karl Marx, quien pensaba que la dirección del desarrollo histórico contenía una intencionalidad determinada por la interacción de fuerzas materiales, y que solo llegaría a su término con la realización de la utopía comunista, que finalmente resolvería todas las contradicciones anteriores”. ¿Hay algún aporte del pensamiento del Marx más hegeliano que a usted le parezca interesante?

—Es el trasfondo real de mi ensayo El fin de la Historia. Durante muchos años, los intelectuales progresistas creyeron en la idea del fin de la historia. Pero pensaron que sería el comunismo. Y mi observación a fines de los 80 fue que no parecía que llegaríamos allí. Si había un fin de la historia, era más probable que fuera lo que llamarían democracia burguesa en lugar del comunismo. Creo que sigue siendo una observación correcta. No me queda claro que exista una forma superior de organización social a la que las sociedades puedan aspirar y que lleve a la gente a estar mejor que la que brinda una democracia liberal. En mi opinión, eso sigue siendo cierto hoy, como lo fue en 1989.

“No creo que la pandemia actual sea el fin de nada; la humanidad estuvo sujeta a pandemias desde que existe.”

—Usted fue muy crítico de sus ex profesores Jacques Derrida y Roland Barthes, dijo que hacían abuso de la dificultad expresiva. Pero ¿cuánto se acerca su pensamiento sobre el dinamismo de la sociedad al de pensadores franceses del estructuralismo, que hablaban del fin del concepto de hombre, como Michel Foucault o Jacques Lacan, o el mismo Friedrich Nietzsche?

—Mi línea de pensamiento es otra. Usan el concepto de “fin” en un sentido muy diferente al mío. En cierto modo, todos esos pensadores franceses de los años 60 y 70 eran descendientes de Friedrich Nietzsche. Eran relativistas que realmente no creían en la posibilidad de elevarse por encima de su horizonte histórico particular. No creían en la posibilidad de los universales humanos y cosas por el estilo. Mi línea de pensamiento es completamente otra. Sostengo que hay algunos universales humanos. No creo que todo sea simplemente una cuestión de interpretación. Y creo que su mayor pecado, en mi opinión, en realidad fue una especie de hipocresía que el propio Nietzsche no compartió. Entonces, si se cree que Dios está muerto, que la moral tradicional demostró ser un espejismo y que todo es simplemente una cuestión de perspectiva e interpretación, entonces realmente no hay razón para preferir un sistema político sobre otro. Pero casi todos estos intelectuales franceses en ese momento eran comunistas o estalinistas. Creían en alguna forma de marxismo. Y estas no son creencias compatibles. Nietzsche fue más honesto que ellos. Dijo que esto podría conducir al gobierno de los débiles, así como a algún otro resultado igualitario. Es el peligro al que nos ha llevado ese tipo de pensamiento, que básicamente socava la posibilidad de cualquier marco moral que sustente a la sociedad. Y particularmente dentro de un marco liberal. Y eso hace posibles muchas ideologías extremas, ya sea de izquierda o de derecha.

—Algunos teóricos dicen que China y su capitalismo de Estado constituyen una refutación de sus ideas sobre el fin de la historia. ¿Cómo analiza esas críticas? ¿La hegemonía china no marcaría un problema para el liberalismo global?

—Si China es estable, quizás en veinticinco o treinta años sea más grande que Estados Unidos. Crece muy rápidamente, quizás ahí tendría que decir que hay una alternativa real a la democracia liberal que podría ser superior en muchos aspectos. No creo que estemos en ese punto todavía porque considero que hay algunos problemas reales en China que aún no se enfrentaron. Fui el primero en admitir, durante las últimas décadas, que esa es la única alternativa que parece que podría ser muy seria.

—En la Argentina, Cambiemos, el proyecto político liderado por Mauricio Macri, llegó al poder defendiendo el libre mercado y una política más proglobalización. Muchos pensaban que sería “el asesino del populismo”. Sin embargo, al poco tiempo de estar en el poder aumentó la inflación y, sobre todo, creció la pobreza, y volvió a vencer el kirchnerismo en las elecciones siguientes. ¿Por qué a veces los liberalismos no consiguen el bienestar de la población?

—Realmente no tengo una buena respuesta para eso. Las políticas adecuadas a seguir por Argentina en ese período se dieron en una realidad bastante compleja y probablemente no deberían estar determinadas por una especie de visión demasiado ideológica, ya sea populista o de libre mercado. Pero, honestamente, no sé lo suficiente sobre las decisiones específicas que se tomaron para explicar el porqué de ese fracaso, por qué las cosas se desarrollaron de la forma en que lo hicieron.

“Vivimos en un entorno mediático en el que se desacreditaron las fuentes tradicionales de información.”

—Usted dijo: “El populismo latinoamericano ha sido muy negativo. Los populistas creen encarnar una representación directa del pueblo. No quieren que otras instituciones, como los tribunales o los medios, obstaculicen su poder directo. Por lo tanto, tratan de hacer todo lo posible para socavar esas instituciones cuando no sirven a sus intereses. Como pasó en su país, en la Argentina, con el Indec, que ocultó la alta inflación que había en esa época”. ¿Ve parecidos entre el matrimonio Kirchner y Donald Trump?

—Hay muchas similitudes. Trump como presidente atacó a cualquier institución que no lo apoyó; al FBI, la comunidad de inteligencia, el Departamento de Justicia o incluso la burocracia meteorológica. Lo hizo porque no apoyó su predicción de que habría un huracán en Alabama. Hay un gran grado de similitud entre eso y el kirchnerismo.

—Joseph Stiglitz, profesor e investigador de la Universidad de Columbia y mentor económico del gobierno argentino, escribió polémicamente contra usted. Dijo: “Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia”. ¿Hay una tensión entre libertad de empresa y libertad social? ¿Qué opinión le merece la obra de Stiglitz en líneas generales?

—Conozco a Stiglitz desde hace muchos años. No creo que haya leído lo que escribí con mucha atención porque nunca fui un neoliberal en el sentido en que él lo usa. Creo que me vio como un símbolo conveniente de un movimiento al que quería atacar, con el que estaba enfrentado. Pero en realidad no es de lo que se trataba. Como dije previamente, la socialdemocracia es necesaria y el Estado es necesario. Creo que fue solo un malentendido de su parte. La tarea en este momento es averiguar cómo, a raíz de la pandemia, se puede restablecer un nivel de protección, especialmente en el sector de la salud, de manera que nos tornemos menos vulnerables al tipo de crisis que hemos experimentamos hasta ahora.

—¿Por qué cree que es malinterpretado por tantas personas? ¿Por qué cree que sucede esto con usted?

—Hay muchas personas que solo leyeron el título de mi ensayo original, El fin de la Historia, y no leyeron una sola palabra más allá de eso, a pesar de lo cual sacaron conclusiones sobre lo que estaba diciendo que resultaron ser una gran caricatura de los argumentos que en realidad estaba dando. Hice un gran esfuerzo tratando de corregir esa caricatura durante años. Es difícil. Especialmente cuando es más fácil para las personas usar esto como un símbolo de cosas que no les gustan.

—Déjeme concluir con otra cita de Stiglitz, quien también dijo: “Las elites aseguraron que sus promesas se basaban en modelos económicos científicos y en la ‘investigación basada en la evidencia’. Pues bien, cuarenta años después, las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo”. ¿Cuál sería la solución liberal para este tipo de problemáticas? ¿Tiene el liberalismo herramientas para corregir esta inequidad?

—El liberalismo puede corregir eso por completo. Tiene que ver con las políticas respecto de los impuestos y el gasto en esos ítems. Tiene que haber una redistribución de los ingresos. El truco es hacerlo de una manera que no mate el crecimiento, y no siempre es tan fácil de hacer. Pero creo que uno de los grandes logros de Europa en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial fue crear socialdemocracias que realmente hicieron este tipo de redistribución. Estados Unidos también hizo esto después del gran New Deal. Y creo que todos estos países alcanzaron un grado mucho mayor de igualdad mientras mantenían un orden político básicamente liberal. Y eso es lo que considero que también se debe hacer en el futuro.

—El poder de los algoritmos sobre la conducta humana, la fuerza de las redes sociales, ¿marcan que la globalización perdura con su fuerza? ¿Ayudan a una mayor democracia y liberalismo o son una herramienta del neofascismo?

—Ninguna de las dos perspectivas explica del todo. Los algoritmos son como las computadoras o los coches o las máquinas de vapor. Pueden utilizarse para buenos propósitos y para malos propósitos. Realmente depende de la intención y los usos que se les den. Hay gente y especialistas preocupados por el hecho de que estas plataformas de internet tan grandes como Google y Facebook son usadas de maneras muy prominentes que no necesariamente se correlacionan con buenos resultados para la democracia. No me preocuparía tanto por los algoritmos en sí mismos, sino más bien por esos grupos, empresas y gobiernos que los están utilizando para aumentar la vigilancia, rastrear a las personas, apuntar a poblaciones y, en última instancia, manipular a las personas.

Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.

Fuente:https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/francis-fukuyama-las-economias-de-mercado-por-si-mismas-producen-mucha-desigualdad.phtml

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Libro (PDF): América Latina. Sociedad, política y salud en tiempos de pandemia

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

 

Actualmente es indiscutible que la pandemia de COVID-19 es el acontecimiento contemporáneo de salud más importante. Ha irrumpido con fuerza en la cotidianidad de los países, ciudades, comunidades y familias. Sin embargo, parece necesario tener presente que es un advenimiento en progreso y no tenemos certeza sobre el curso que tomará y cuales serán sus ulteriores efectos. Esto significa que cualquier reflexión sobre COVID-19 es preliminar. Con el transcurrir de los últimos seis meses la pandemia se ha convertido en tema obligado en las primeras planas de los periódicos. Ha desatado un debate en el cual muchos se sienten con la competencia para opinar, apoyar o rechazar la actuación de los gobiernos. Ante los cuestionamientos los gobiernos han creado su propia narrativa sobre lo que están haciendo. La pandemia es en este sentido un tema altamente politizada.
La epidemia de SARS-CoV-2 confluye con otro proceso de largo alcance que es la transformación de inspiración neoliberal de los sistemas de salud desde por lo menos tres o cuatro décadas. Otro proceso en los orígenes de la epidemia es el acelerado deterioro del medio ambiente y el calentamiento global que está trastocando los ecosistemas en todo el planeta. En su determinación está entonces la confluencia de tres grandes procesos que caracterizan a la globalización. Éstos a su vez se irradian en toda la sociedad y tienen efectos sobre otros procesos.

Autoras(es):

Carolina Tetelboin Henrion. Daisy Iturrieta Henríquez. Clara I. Schor-Landman. [Coordinadoras]

José León Uzcátegui. José Carvalho de Noronha. Leonardo Castro. Gustavo Souto de Noronha. Ana María Costa. Mario Hernández-Álvarez. Liliana Henao-Kaffure. Juan Carlos Eslava Castañeda. Manuel Vega Vargas. Deisy Arrubla-Sánchez. Javier Rodríguez-Ruiz. Marcela Vega Vargas. Pasqualina Curcio Curcio. Herland Tejerina Silva. Eduardo Aillón Terán. Nila Heredia Miranda. Jorge Jemio Ortuño. Oscar Feo Istúriz. Silvia Tamez González. Carmen Gloria Muñoz Muñoz. Giglio Salvador Prado. Gabriel Braguinsky. Graciela Biagini. Clara I. Schor-Landman. Patricia Domench. Juan Canella. Livia Angeli-Silva. Agleildes Arichele Leal de Queirós. Luciani Martins Ricardi. Mariana Bertol Leal. Clara Aleida Prada. Mario Parada-Lezcano. Angélica Ivonne Cisneros Lujan. Vianey González Rojas. Mauricio Torres-Tovar. Carolina Tetelboin Henrion. María del Carmen Piña Ariza. Karen Melo Hernández. Soledad Rojas-Rajs. Daisy Iturrieta Henríquez. [Autoras y Autores de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. Universidad Autónoma Metropolitana. Universidad Veracruzana. Universidad Mayor de San Simón. Universidad de Valparaíso.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-841-0

Idioma: Español

Descarga: América Latina, Sociedad, política y salud en tiempos de pandemia

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2315&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1480

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