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La extrema derecha militarista puede ser Gobierno en Brasil

La pregunta es por qué un político de extrema derecha que defiende posiciones fascistas tiene tamaña popularidad

Por: Raul Zibechi

El diputado y exmilitar Jair Bolsonaro dedicó su voto a favor de la destitución de la entonces presidenta Dilma Rousseff, al «coronel Ustra», uno de los más destacados torturadores durante la dictadura militar de Brasil (1964-1985), que había torturado también a Dilma.

Bolsonaro es uno de los políticos más populares de Brasil. Tiene el 20% de las intenciones de voto para las elecciones de 2018, detrás sólo de Lula, pero delante de los demás candidatos de todos los colores. No sólo defiende la dictadura militar, sino que considera la tortura como una práctica legítima, defiende la pena de muerte y rechaza las cuotas para afrobrasileños en las universidades, ataca a los homosexuales y es contrario al matrimonio igualitario.

Es diputado desde 1991 y en 2014 fue reelecto como el más votado de Río de Janeiro con casi medio millón de votos. Como militar participó en un grupo de artillería de campaña y, como paracaidista, defiende desde entonces aumentos de salarios para los militares y sostiene que la crisis brasileña sólo puede resolverse con mano dura.

Se presenta como el candidato ‘antiestablishment’, que recoge tanto los votos de quienes rechazan a la izquierda como los que desconfían de la derecha. No realiza alianzas con los políticos ‘tradicionales’, pero se presenta por el Partido Ecológico Nacional (una de las siglas más recientes del escenario electoral), luego de haber integrado seis formaciones políticas.

En su blog de campaña defiende un mayor rigor disciplinario en las escuelas, la reducción de la edad penal, el armamento de los ciudadanos para proteger sus propiedades, mayor seguridad jurídica a la actuación policial y los valores cristianos.

La pregunta es por qué un político de extrema derecha que defiende posiciones a contracorriente del sentido común y de la historia política reciente de Brasil tiene tamaña popularidad, al punto que sobrepasa a Lula en Rio Grande do Sul, uno de los estados más politizados del país y el primero en haber sido gobernado por el Partido de los Trabajadores.

Encuentro cinco razones de peso para explicar el crecimiento de Bolsonaro, aunque estimo que difícilmente consiga la Presidencia, ya que en una segunda vuelta es muy probable que más de la mitad de los votantes le de la espalda.

La primera es la herencia de la dictadura militar. En Brasil no existió una ruptura con el régimen como la hubo en Chile, Argentina y Uruguay con los ‘Nunca Más’, que mostraron ante la opinión pública las infamias cometidas por las Fuerzas Armadas contra la población. Precisamente el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra fue el primer militar en haber sido condenado como torturador recién en 2008.

Para muchos brasileños la dictadura militar fue un periodo de auge de la economía y de importantes obras públicas, de modo que la imagen de esos regímenes no está asociada a la violación de los derechos humanos como en los demás países de la región.

La segunda cuestión es la herencia colonial y la presencia de un racismo asfixiante. Brasil fue uno de los últimos países en abolir la esclavitud, recién en 1885, pero la cultura esclavista perdura hasta el día en hoy, en particular entre los terratenientes que tienen guardias armadas para la defensa de sus propiedades. Aún existe trabajo forzado en las plantaciones de café y, «entre 1996 y 2014, unos 48.700 esclavos han sido liberados».

Más de la mitad de los brasileños se definen como afrodescendientes, pero una parte considerable (alrededor del 25%) vive en favelas y el resto es pobre, accediendo sólo a trabajos precarios y mal pagados. En la cultura de las clases medias, la mujer negra está destinada a ser empleada doméstica y al varón se lo suele considerar como delincuente.

Por eso el rechazo de Bolsonaro al ingreso de negros a las universidades recibe tanto apoyo. El sector blanco y de clases medias de la población siente profundo rechazo a la presencia de negros ligares tanto en los centros universitarios como en las salas de espera de los aeropuertos, ya que el ascenso económico que experimentaron bajo los Gobiernos del PT les permitió acceder al consumo.

La tercera razón se relaciona con la crisis del sistema político. Los dos últimos Gobiernos, el de Rousseff y el actual de Michel Temer, alcanzaron una aprobación muy baja, menor al 10% del electorado. De alguna manera se trata de un profundo rechazo a los políticos que fue aprovechado primero por la derecha para destituir a Rousseff y ahora por la extrema derecha.

El no haber realizado una reforma política de fondo (el Parlamento tiene casi 30 partidos) que incluya la financiación estatal de las campañas, es uno de los mayores problemas del sistema político. La dependencia de los partidos de las donaciones de empresas privadas y estatales está en la base de la corrupción que investiga la operación Lava Jato.

La cuarta razón que explica la derechización del electorado es la crisis económica. Durante tres años consecutivos, la economía de Brasil retrocede, configurando la mayor crisis en la historia del país. Luego de una década en la que el país fue la cuarta economía del mundo (cayó hasta el 10º puesto), el Gobierno de Temer está dispuesto a privatizar buena parte de las empresas estatales para resolver el mayor déficit fiscal en su historia.

Esto se traduce en desempleo y endeudamiento de las familias, que ya no pueden pagar sus cuentas. Hay claros síntomas de exasperación, en particular entre las clases medias urbanas que estaban acostumbradas a estándares de consumo que mejoraban de año en año.

Por último, el fracaso de la izquierda es utilizado como elemento de legitimación por la candidatura de Bolsonaro. El principal pecado de los Gobiernos encabezados por Lula y Dilma es la corrupción. Para muchos analistas y para buena parte de sus votantes, un Gobierno de izquierda podía cometer errores, pero nunca pensaron que llegarían a ver a sus dirigentes históricos entre rejas por haber robado o tolerado la corrupción.

Aunque es muy difícil que Bolsonaro se haga con la Presidencia, las ideas de extrema derecha han conseguido instalarse en Brasil y es muy difícil que retrocedan si no se transforman las realidades estructurales que están en la base del racismo, la militarización y la violencia en la vida cotidiana.

https://mundo.sputniknews.com

Fuente: https://www.lahaine.org/la-extrema-derecha-militarista-puede

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Entrevista as David Rieff: ¿Qué precio pagarías por la memoria?

David Rieff presenta su polémico ensayo “Elogio del olvido”, en el que argumenta contra el culto al pasado colectivo.

Todo será olvidado, tarde o temprano”, afirma David Rieff en un bar de Las Cañitas. Esa convicción suena cuanto menos paradójica en alguien que se licenció en Historia. Pero el ensayista estadounidense (intelectual heterodoxo y hombre de usar sombrero y corbata, incluso los fines de semana) presenta por estos días un libro titulado Elogio del olvido, así que la definición viene a cuento. “Quizá no sea sólo pesimista sino ‘mórbidamente radical’, como señaló una de las reseñas”, continúa, “pero creo que en 100 años, cuando los testigos y sus vivencias ya no estén, nadie se acordará del 11-S, para hablar de algo cuyas consecuencias aún sacuden el mundo”, sostiene Rieff, mientras detrás de los cristales persiste una garúa metálica.

El libro, escrito en 2015, analiza tragedias colectivas del siglo XX y es un alegato contra el culto a la memoria histórica como “imperativo moral”. Consciente de lo polémico de su postura (“voy a Chile luego; van a ser días difíciles”), Rieff aboga por el “olvido activo” de Nietzsche como una opción posible en sitios donde recordar conduce “a la guerra más que a la paz, al rencor y al resentimiento”. “Si nuestras sociedades dedicaran al olvido una parte mínima de la energía que aplican a recordar, la paz en algunos de los peores lugares del mundo podría estar más cerca”, argumenta. Y, sin embargo, quizá para probar que toda hipótesis debe ser metódicamente refutada, en un español que alterna entre el tú y el vos, recuerda: “Cada vez que vengo a Buenos Aires pienso que podría haber tenido otro destino. La familia de mi padre tomó un barco a vapor que la llevó a Nueva York. Pero al día siguiente, salía uno hacia aquí. A ellos les daba lo mismo; eran judíos y sólo querían salir de Rusia. Pero mi vida habría sido totalmente distinta”.

Rieff es hijo de Susan Sontag (1933-2004), una de las pensadoras más brillantes de su tiempo. A la enfermedad y agonía de esa mujer flamígera le dedicó su único libro de memorias (“muy limitado porque había muchas cosas sobre las que yo no estaba listo para decir la verdad”). Aún hoy, hablar de esa experiencia eclipsa el buen humor cosmopolita que lo acompaña esta mañana.

–Ha escrito sobre crímenes de guerra, la crisis del humanitarismo y el hambre global. Ahora, sobre la memoria histórica que caracteriza como “memoria de las heridas”. ¿Por qué le interesa el sufrimiento humano como tema?

–No sé. Tal vez haya cierto pesimismo en mi ADN. Cuando escribí mis primeros libros pensé: “Soy un outsider profesional. Eso es lo que traigo al juego”. Pero un outsider obsesionado por comunidades de memoria, más o menos coherentes y trágicas: los exiliados, los refugiados… Tengo una relación muy curiosa con ellos, porque me siento un extranjero en todas partes. Para un escritor tiene sus ventajas, eres un observador que no trae consigo ideas sobre cómo vivir. El tema del desgarro ya estaba en El exilio: Cuba en el corazón de Miami, una meditación de 1993 sobre la relación entre la fantasía y la memoria de esa generación. En cuanto a este libro, mi experiencia como reportero de guerra fue decisiva. Me llevó a pensar que en determinadas circunstancias políticas elegir olvidar podía ser deseable.

–¿Lo ha vuelto más escéptico? ¿De allí estos versos de Yeats como epígrafe: “Un sacrificio demasiado largo/ puede tornar en piedra el corazón”?

–Después de 35 años de trabajo es normal pasar de tragedia en tragedia. Puedo incluso decir algo más crítico de mí mismo: hay algo de voyeurismo. Pero cada periodista es un voyeur. En Sarajevo llamaban a los fotógrafos “ángeles de la muerte”, porque permanecían en la mira de francotiradores para tomar imágenes del terror. Los escritores también lo somos. Seguramente Goytisolo, con quien estuve allí en 1992, no hubiera estado de acuerdo, pero habría sido una buena discusión.

–Elogio del olvido cuestiona la idea de Santayana de que los pueblos que no recuerdan su pasado lo repiten. ¿Se siente más cerca de quienes postulan ante la experiencia sudafricana, por ejemplo, que conocido el pasado “hay que seguir viviendo”?

–Depende de la situación, de cuándo y en qué contexto. Yo siento que si el imperativo moral de recordar causa demasiado sufrimiento como para que valga la pena cumplirlo, hasta se podría pensar en un “imperativo ético del olvido”. Pero no quise escribir un libro contra Santayana. El título es una provocación que invita a la reflexión. Es un error decir que el recuerdo es natural y el olvido no. Porque el recuerdo colectivo se construye y es cambiante. Con todo, no digo que los que recuerdan el pasado están condenados.

–Pero es difícil establecer gradaciones de dolor. ¿Qué distinciones haría?

–Mi experiencia en Bosnia me mostró que el precio de recordar en ocasiones es altísimo; la gente se mataba por cosas ocurridas cuatro o cinco siglos antes. En Irlanda del Norte, mucho después de que la disputa dejó de tener sentido, el rencor subsistía. Allí y en Israel-Palestina, como dicen los cigarrillos, un exceso de memoria “es perjudicial para la salud”. Si hablamos de consecuencias, en el libro digo que desde 1945 la Shoá se ha puesto al servicio de la política y justifica casi cualquier decisión del Estado de Israel en relación con sus vecinos o su minoría árabe.

–¿No tiene derecho una sociedad a definir lo que considera valioso recordar?

–Memoria no es igual a historia. Hay que distinguir entre el recuerdo personal, el trabajo de investigación histórico-jurídica y las opiniones que acepta una sociedad. Hablamos siempre –en el caso del recuerdo o del olvido– de una decisión. Paso bastante tiempo en Africa del Sur y allí los que han simpatizado con la dictadura entienden que el olvido es la mejor solución. Y las víctimas, es lógico, están a favor de la memoria. Una de las preguntas principales del libro es cuánto queremos pagar por el recuerdo. Hay contextos en los cuales yo creo que debemos pagar, pero en otros el precio es demasiado alto. Tengo más simpatía hacia el recuerdo en Chile, por ejemplo, que en Colombia: yo apoyaba la propuesta amplia de Santos en los acuerdos de paz con las FARC.

–¿Pagaría el precio de la memoria en el caso argentino?

–Con la Argentina tengo una relación muy ambivalente. Entiendo los peligros de olvidar. Pero cuando hace cuatro o cinco años pasé un día en la ex Esma y en el Parque de la Memoria pensé: “Es una presentación montonera”. Disentí con Todorov sobre otros temas, pero coincido con su crítica de 2010: falta parte de la historia. Para mí es propaganda pura, un mito absoluto. Y dar a los fallecidos de la guerrilla antes del golpe del 76 estatus de mártires me parece un error moral. Confirma que la memoria histórica es un campo de batalla política.

–Con todo, muchas de esas muertes anteriores al 76, aunque en democracia, las ejecutaron aparatos paramilitares amparados por el Estado.

–Por cierto, y además, aún hay cuestiones abiertas: la responsabilidad de los civiles, hechos desconocidos, niños apropiados buscados aún por sus familias… Es muy importante que los fiscales sigan con su trabajo y, obviamente, no tengo ninguna simpatía para con los represores.

–¿Ve un equilibrio posible entre la condena de los crímenes salvajes de la dictadura y una convivencia en la que no deba fijarse por ley, como lo hizo la Provincia de Buenos Aires en mayo, que los desaparecidos argentinos son 30 mil? ¿Llegará ese momento?

–El debate reciente sobre el número de víctimas de la dictadura es un ejemplo muy interesante de la problemática del recuerdo. Fue un error político del gobierno de Macri negar la cifra, pero conozco a muchos argentinos que no simpatizan con él y que dicen: “No, no hubo 30.000 muertos”. Soy muy escéptico hacia leyes como las que impuso Francia contra el negacionismo del genocidio armenio; la que menciona es similar. Para mí son decisiones políticas. Y en política, la mentira es moneda corriente. En ese marco soy pesimista en relación con la idea de que la memoria histórica pueda instaurar reconciliación. Pero si sostienes la posibilidad del olvido, estás vinculándote con personas horribles. Siempre hay alguien que me dice: “¿Por qué haces esto? Ayudas al enemigo”. Ahora, ¿hay que autocensurarse? No es para mí; aunque entiendo perfectamente el dilema.

–¿No cree que la justicia pueda ser una vía de pacificación?

–La definición de la tragedia en Hegel es el posible conflicto entre dos cosas buenas. Me identifico con intelectuales como Bernard Williams o Isaiah Berlin que desarrollaron esta idea y estoy en desacuerdo con los movimientos de derechos humanos que dicen: “No es posible tener paz sin justicia, la paz sin justicia no es paz”. Hay situaciones en las cuales tienes que elegir. En otras, tal vez podemos conservar las dos, paz y justicia. Pero me parece que en Colombia o en el País Vasco, por dar dos ejemplos iberoamericanos, es o paz o justicia. En Chile y aquí, ganó la democracia. Pero no es el caso en Colombia. El movimiento pro derechos humanos tiene la fantasía de que las sociedades van hacia la verdad y la justicia naturalmente. Yo no lo creo. Tengo una visión más griega, de ciclos de historia. Si miras a Trump, a Putin, a Maduro, más allá de si son de izquierda o de derecha, el ciclo va en la dirección menos democrática.

–¿Cómo han recibido sus argumentos en los EE.UU. donde la memoria del 11-S opera como para que Guantánamo siga abierto? No veo a Trump muy proclive al “olvido activo”; tampoco lo está el yihadismo.

–Sí y no. Porque EE.UU. es en un sentido el país del olvido. Los jóvenes dicen: “That’s History” para hablar de algo que ya no significa nada. La guerra entre el islam radical y los EE.UU. lleva 16 años y no va a terminar con una victoria absoluta para ninguno de los bandos. Comparo la memoria de Pearl Harbor y nuestra relación con Japón con la memoria del 11-S. Hay ceremonias conmemorando Pearl Harbor, pero la emoción ya no está y los japoneses son nuestros mejores amigos. No sé si en cien años alguien va a pensar en el 11 de septiembre de 2001. Creo que todo será olvidado. Entretanto, el libro es un éxito; ha recibido buenas reseñas, también ataques. Están muy enojados conmigo en España y sobre todo en el País Vasco, donde creo que las víctimas no deben tener un derecho de veto sobre un acuerdo de paz con ETA. ¿Cuánto tiempo marcarán la agenda? ¿Años, décadas, para siempre? No es posible que sea para siempre.

–¿El outsider provoca?

–No acepto que mi trabajo sea sólo una provocación. Quiero y trato de hacer preguntas horribles. El escritor francés La Rochefoucauld decía: “Nadie puede mirar durante mucho tiempo a la muerte o al sol”. Yo tampoco, pero tal vez puedo mirar un poco más que otros. Tengo la fantasía de que los temas me eligieron. Es una fantasía total, pero yo también tengo mis mitos (ríe).

–La memoria histórica facilita la construcción de un “nosotros”. ¿Cómo lo lograrán sociedades cada vez más multiétnicas sin hacer pie en ella?

–Sin duda, es más fácil en América. Comunidades de inmigrantes como Canadá o Australia tienen un contexto para integrar. No digo que lo hagamos fácilmente; de hecho creo que parte del triunfo de Trump se explica porque muchos blancos no quieren reescribir la historia estadounidense para incluir a los nuevos inmigrantes. Pero es más sencillo. En Europa las grandes tradiciones culturales no serán ya un factor de unidad. Es una crisis existencial. Van a tener un gran problema para hablar del pasado. Tendrán que reconstruir sus mitos hablando del presente y del futuro. No veo otra solución. De todas maneras, soy mucho mejor como analista que como “solucionista”.

–En su libro cita a Philip Roth, que recomienda: “Recuerda olvidar”. ¿En qué cuestiones no le ha hecho caso?

–No sé, no puedo contestar. Digamos que es un trabajo en curso. Pero dos días a la semana estoy en desacuerdo total conmigo mismo. Mi ADN debe estar formado únicamente de ambivalencia. Tengo 64 años y hablo con amigos que me dicen que están escribiendo sus memorias y me preguntan por qué no lo hago yo.

–¿Tiene hijos?

–Una hija de doce años que vive en Inglaterra con su madre.

–¿Cuándo piensa en escribir sobre el pasado piensa en ella? ¿Lo hace con cierta idea de legado?

–No, me da dolor de estómago de sólo pensarlo. Escribí un solo libro de memorias sobre la muerte de mi madre. Y es un libro limitado, muy autocensurado, porque había muchas cosas sobre mi relación con ella acerca de las que yo no quería decir la verdad públicamente. Facebook no es para mí.

Fotografía: Tony Valdez

Fuente de la Entrevista:

¿Qué precio pagarías por la memoria?

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En Pro-ceso

09 de agosto de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Diana Carolina Vera Ardila

El arte es el resultado del espíritu del hombre; el arte se transforma no desde la materia sino de la ausencia de la misma, como el espíritu del hombre. 

Cuando pensamos en arte pensamos en estética, belleza, contemplación, en  museo, artistas, objeto artístico, exposición, en obra. La mayoría de las veces nos enfocamos en la obra de arte como objeto, deleitando nuestros ojos con la obra e intentando descifrar el pensamiento del artista, interpretando la misma contenida en el _objeto[2]. Suponemos con ello, la intención del artista y nos acomodamos como espectadores distantes y críticos olvidando en cierta medida que el ser humano transforma y reinterpreta la materia, lo ha hecho a lo largo de su vida y ha dejado en ella parte de su historia.

Es el arte nuestra muestra social y cultural al mundo, nuestro reflejo estático pasado y nuestro espejo dinámico ahora del estar del ser. Lleva a cuestas todas las transformaciones sociales, y cargamos en él todos los aspectos objetuales, procesuales y conceptuales que las palabras no alcanzan a decir desde l apercepción o interpretación.

Los cambios sociales y de épocas han sumado para la evolución y nueva visión del arte ahora; este nuevo arte conceptual donde el contexto, la forma y el contenido se transforma en lo llamado por Mateu Cabot “Proceso de estetización”, donde el proceso de la obra cobra vida y tiene mayor relevancia que el objeto, donde la experiencia vivida por el otro  es la obra y se valora al mismo tiempo su experiencia creadora.

Hoy el arte Conceptual, no se presenta sólo por su belleza por la calidad de su técnica o por el espacio que ocupa en un museo; el arte se mide hoy por su impacto, por lo que contiene, ya sea por su crudeza o por ser experiencia detonante en el otro pero lo que el arte contemporáneo rescata  es visibilizar el proceso como también por confrontarnos abierta y directamente con la realidad del mundo, no sólo contenido en un objeto sino en la acción, en el hacer contado por el artista.

La categoría de “Obra abierta” difundida por Umberto Eco, como las diversas posibilidades de significantes y lecturas de la obra de arte por parte del otro, haciendo que el espectador sea protagonista, participe y elemento fundamental de la  misma dando valor a su contenido. Es aquí donde se convierte en un proceso abierto y en continuo cambio.

Con el arte conceptual no hay límites, ni reglas, ni estructuras, pero “su existencia es posible, sólo en el discurrir procesual”[3] es ahí donde existe sentido; siendo pensada y presentada de manera que el espectador se incluya de cualquier forma al proceso de manera libre, al acto creador.

Aparecen entonces referentes como el arte efímero en el Land Art, o el arte basura presentado por Vic Muniz, límite de la materia y la nada, también acciones con el cuerpo como las de Francis Allys o Marcel BoodthaersGabriel Orozco o los hombres de barro Miquel Barcelo y Josef Nadj a la mente se asoma la obra pero sobre todo el proceso de Bill Viola contenido en el tiempo.

Obra de arte en un tiempo, un espacio físico[4] que puede ser desmaterializada, perdida en el mismo tiempo y espacio, no como un producto, sino como un proceso donde la creatividad se potencia porque las posibilidades y alternativas son infinitas, donde la idea no materializada es la obra misma. ¿Cómo pensar entonces el arte sin transformación, sin cambio, sin movimiento sin tiempo, ni espacio?  Aquí el proceso creador en sí mismo cobra sentido y es el proceso el producto en sí, vivo y vivido pues desde este parten las reflexiones, la experiencia contenida que llevaran a la culminación de la obra en la que seguirá guardándose, para luego avanzar intentando culminar o no; sólo en movimiento constante.

Bibliografía

  • Padilla Córdova, Arturo Entretextos 6 – “La Desmaterialización en el Arte, como reacción a los procesos de consumo”Neida Urbina (2002). El Arte conceptual: Punto culminante de la estética procesual o el arte como proceso. Revista estética Nº6.
  • Theodor W. Adorno. Teoría estética.
  • www.marxists.org/espanol/adorno/1970/0001.htm
  • Imagen de portada Tomás Saraceno, Galaxy Forming along Filaments, like Droplets along the Strands of a Spider’s Web, at the Venice Biennial, 2009


[2] Objeto. (Del Lat. Obiectus).

  • M. Todo lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo.
  • M. Aquello que sirve de materia o asunto al ejercicio de las facultades mentales.
  • M. Término o fin de los actos de las potencias.
  • M. Fin o intento a que se dirige o encamina una acción u operación.
  • M. Materia o asunto de que se ocupa una ciencia o estudio.
  • M. Cosa.
  • M. Ant. Objeción, tacha o reparo.


[3] Neida Urbina (2002). El arte conceptual: punto culminante de la estética procesual o el arte como proceso. Revista Estética Nº6.


[4] Theodor w. Adorno. Teoría estética. www.marxists.org/espanol/adorno

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/en-pro-ceso

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Reseña de Libro: Mujeres intelectuales, Feminismos y liberación en América Latina y el Caribe

Alejandra de Santiago Guzmán. Edith Caballero Borja. Gabriela González Ortuño. [Editoras]

Mirna Paiz Cárcamo. Madres de Plaza de Mayo. Violet Eudine Barriteau. Betty Ruth Lozano Lerma. Julieta Paredes. Moira Millán. Ochy Curiel. Martha Teresita de Barbieri. Natalia Quiroga Díaz. Ivone Gebara. Marcella Althaus-Reid. Norma Mogrovejo. Yuderkys Espinosa Miñoso. Gloria Anzaldúa. Karina Andrea Bidaseca. Rita Laura Segato. Pilar Calveiro. Érika Lindig Cisneros. Marcela Lagarde y de los Ríos. Sayak Valencia Triana. [Autoras de Capítulo]
Colección Antologías del Pensamiento Social Latinoamericano y Caribeño.
ISBN 978-987-722-247-0
CLACSO.
Buenos Aires.
Julio de 2017

«La labor intelectual y política de las mujeres que integran este libro abarca temas tan diversos, como diverso es el territorio latinoamericano. Sin embargo, esta antología tiene una postura primordialmente feminista, porque consideramos que es la posición desde la cual las intelectuales latinoamericanas han encontrado el marco adecuado para mostrar cuáles son sus condiciones específicas en el orden moderno patriarcal neoliberal»

Fuente:  http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20170728011718/Antologia_Mujeres_Intelectuales.pdf
Imagen: http://www.clacso.org.ar/clacso/novedades_editoriales/img_tapas/1260_Tapa.gif
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«Los cambios sociales no son producto solo del entusiasmo sino, sobre todo, de convicciones arraigadas»

Por: Frei Betto.

«Cuando se corre detrás del dinero y el aumento del patrimonio personal, se cede a la corrupción»

(Frei Betto).- Hay quien se mueve, se activa y se moviliza en función de causas políticas. En los últimos tiempos, los estudiantes ocuparon escuelas y, ahora, los manifestantes gritan en las calles ¡FUERA TEMER!

El entusiasmo es bueno en la actividad política, pero no forma militantes. Pasado el apasionamiento, las aguas vuelven a coger su nivel. Lo que forma militantes revolucionarios para toda la vida es la articulación entre práctica y teoría.

La práctica se da en movimientos sociales, sindicatos, partidos o instancias pastorales como las comunidades eclesiales de base. La formación teórica exige herramientas adecuadas para comprender la realidad y saber cómo transformarla.

Durante los años de la dictadura se trabajó fuerte en esas dos caras de la moneda: la práctica y la teoría. Se multiplicaron en el país los movimientos sociales y proliferaron por todo Brasil equipos de educación popular que se encargaban de la parte teórica. El movimiento sindical y el PT llegaron a dirigir, en Cajamar (SP), una escuela-albergue a la que afluían militantes de todos los estados. Hoy, el MST mantiene en Guararema (SP) la Escuela Florestan Fernandes para perfeccionar la formación de sus militantes.

Me pregunto qué ha sido de los jóvenes que ocuparon las escuelas a inicios de año. ¿Terminado el movimiento se acabó el entusiasmo? ¿Quién les ofreció herramientas teóricas para que comprendieran que la lucha de un sector de la sociedad es la lucha de un pueblo, y que el antagonismo entre la libertad y la opresión es la búsqueda de una sociedad en la que el capital deje de prevalecer sobre los derechos humanos?

Las herramientas teóricas están disponibles y son de fácil acceso: las obras clásicas del marxismo, los libros de Paulo Freire, la historia de las revoluciones sociales, la historia de América Latina y Brasil.

Los cambios sociales no son producto solo del entusiasmo, sino, sobre todo, de convicciones arraigadas, capaces de tornar inmunes a los y las militantes a las tres tentaciones principales que aparecen en la lucha política: el poder, el dinero y el sexo.

Cuando la lucha se centra en alcanzar el poder y/o mantenerse en él, se troca un proyecto de nación por una feria de cargos y salarios. Cuando se corre detrás del dinero y el aumento del patrimonio personal, se cede a la corrupción. Cuando se cae en la promiscuidad, hiriendo los sentimientos de compañeras y compañeros, se mina la base ética de la construcción de hombres y mujeres nuevos.

En la historia de Brasil hay suficientes ejemplos de militantes que se destacaron por sus firmes convicciones ideológicas y prácticas revolucionarias: Tiradentes, Prestes, Olga Benario, Mauricio Grabois, Mariguella, Apolonio de Carvalho, Fray Tito, Chico Mendes, Margarida Alves, la hermana Dorothy Stang, el padre Josimo, etc.

Basta estudiar sus historias para saber cómo se formaron y fueron capaces de enfrentar todo tipo de adversidades para mantenerse fieles a la causa de la liberación de nuestro pueblo.

Fuente del Artículo:

http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/07/19/frei-betto-los-cambios-sociales-no-son-producto-solo-del-entusiasmo-sino-sobre-todo-de-convicciones-arraigadas-religion-iglesia-brasil.shtml

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Israel: Se prohíbe a los académicos expresar su opinión política en clase

Asia/Israel/18 Junio 2017/Traducción: Rebelión/Autor: Tamar Trabelsi-Hadad

Como parte del nuevo código ético promovido por el ministro de Educación Bennett, no se les permitiría a los profesores discutir cuestiones políticas en clase o apoyar públicamente boicots académicos; muchos profesores salen al paso de este movimiento.

Como parte de un nuevo código de ética, los profesores de las instituciones académicas de Israel no podrían expresar opiniones políticas durante la clase.

El código de ética de la actividad política en el ámbito académico fue escrito por el profesor Asa Kasher -quien también escribió el código de ética para el ejército israelí- a petición del ministro de Educación Naftali Bennett.

Bennett, que también preside el Consejo de Educación Superior, planea presentar el nuevo código de ética para su aprobación en el Consejo por lo que podría ser implementado en todas las universidades y escuelas superiores de Israel.

«Completa libertad académica sí. La promoción de programas políticos de los profesores en el ámbito académico no», explicó Bennett. «La universidad no es un partido político y los estudiantes no deben tener miedo de expresar sus opiniones en clase por temor a que afecten sus calificaciones. Además, a los profesores no se les debe permitir que llamen a un boicot en contra de la institución en la que enseñan».

«Esto no es en contra de ningún ala político, implica a todo el espectro político», aclaró. «Ninguna de las partes tiene una razón para oponerse a este movimiento».

A pesar de la afirmación de Bennett, muchos profesores ya han declarado que no se adhieren al nuevo código ético.

En diciembre, después de que Bennett le pidiera al profesor Kasher que escribiera un código ético, funcionarios de alto nivel del mundo académico llamaron a Kasher a renunciar al pedido de Bennett.

En ese momento cientos de profesores firmaron una petición diciendo: «Nosotros, los profesores de la enseñanza superior, declaramos que pretendemos ignorar por completo las conclusiones del comité Kasher… el Gobierno no tiene autoridad para determinar qué expresiones son apropiadas en el ámbito académico».

De acuerdo con el nuevo código ético, solamente se les permitiría a los profesores discutir cuestiones políticas en clase cuando es relevante para el curso, como por ejemplo en ciencias políticas.

Además el código prohíbe a miembros de la facultad participar en un boicot académico o pedir a otros que apoyen este tipo de boicots.

También se impide a los departamentos académicos trabajar con grupos y organizaciones que tengan una filiación política.

Se requerirá que cada institución académico establezca una unidad para hacer cumplir el código ético y supervisar la actividad política de los conferenciantes. También los estudiantes podrán presentar quejas ante la unidad.

El nuevo código de ética también determina sanciones para aquellos que lo rompan. Un profesor que promueva sus puntos de vista políticos en clase será citado a comparecer ante de la unidad ejecutiva. Si la unidad determina que el profesor violó el código ético, se verá perjudicado en su expediente personal. Si el profesor ignora esta amonestación y continúa rompiendo el código de ética, podría enfrentarse a acciones disciplinarias.

Bennett trató de introducir el nuevo código ético después de recibir quejas en los últimos dos años de una ONG de derecha que le pidió que detenga a los académicos de izquierda que promocionan sus programas políticos durante las clases. El comité de la Knesset de Educación, Cultura y Deporte también llevó a cabo varias discusiones sobre el tema.

En la carta de nombramiento del profesor Kasher, Bennett escribió: «Debe evitarse una situación en la que los estudiantes o profesores sufran rechazo, silencio, exclusión o discriminación a causa de su identidad o puntos de vista personales, incluyendo sus posiciones políticas. La libertad académica obliga a cualquier institución a esforzarse para presentar a los estudiantes una mirada más completa posible de los datos, teorías, opiniones y argumentos pertinentes. Todos estamos también obligados a proteger el derecho del estudiante a asistir a una institución de educación superior sin tener que escuchar la predicación política que no tiene nada que ver con su campo de estudios».

Fuente de la noticia: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=228039

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a l traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

Fuente de la imagen:

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La izquierda frente a Venezuela

Claudio Katz

Durante los últimos dos meses Venezuela afrontó una terrible oleada de violencia. Ya se computan más de 60 muertos entre escuelas saqueadas, edificios públicos incendiados, transportes públicos destruidos y hospitales evacuados. Los grandes medios de comunicación sólo transmiten en cadena denuncias macabras del gobierno. Han instalando la imagen de un dictador en conflicto con los demócratas de la oposición.

Pero los datos de lo ocurrido no corroboran ese relato, especialmente en lo referido a los fallecidos. Cuando totalizaban 39, un primer informe destacó que sólo 4 fueron víctimas de las fuerzas de seguridad. El resto murió en saqueos o confusas balaceras al interior de las movilizaciones opositoras. Otra evaluación señaló que el 60 por ciento de los ultimados era totalmente ajeno a la confrontación.

Estas caracterizaciones son coherentes con las estimaciones que atribuyen gran parte de los asesinatos a francotiradores ligados a la oposición. Indagaciones más recientes destacan que el grueso de los victimas perdió la vida por vandalismo o ajustes de cuenta.

Existen además incontables denuncias sobre incursiones de grupos paramilitares ligados a la derecha. También hay indicios de un alto grado de violencia con protección local, en los municipios gobernados por la oposición.

Estos balances sintonizan con la brutalidad fascista que introdujo el incendio de personas adscriptas al chavismo. Quemar vivo a un partidario del gobierno es una práctica más ligada a los paramilitares colombianos o al hampa, que a las organizaciones políticas tradicionales. Algunos analistas incluso estiman que sobre un total de 60 muertos 27 eran simpatizantes del chavismo.

Otros afirman que al interior de las marchas opositoras actuaron unas 15.000 personas entrenadas como grupos de choque. Utilizaron capuchas, escudos y armas caseras para crear un clima caótico e instalar «territorios liberados».

Las evaluaciones que presenta la oposición son diametralmente opuestas, pero han sido refutadas por detallados informes sobre las víctimas. Como nadie reconoce la existencia de evaluaciones «independientes», conviene juzgar lo sucedido recordando los antecedentes. En la guarimba de febrero del 2014 murieron 43 personas, en su gran mayoría ajenas al choque político o a la represión policial.

También corresponde evaluar cómo reaccionaría la oposición frente a un desafío equivalente. Sus gobiernos zanjaron el «Caracazo» de 1989 con centenares de muertos y miles de heridos.

La coyuntura venezolana es dramática, pero no explica la centralidad del país en todos los noticieros. Situaciones de mayor gravedad en otros países son totalmente ignoradas por los mismos medios.

Desde el comienzo del año en Colombia fueron asesinados 46 líderes sociales y en los últimos 14 meses perecieron 120. Entre el 2002 y 2016 las fuerzas paramilitares masacraron a 558 dirigentes populares y el número de sindicalistas aniquilados en las últimas dos décadas asciende a 2500. ¿Por qué razón ninguna emisora de peso menciona esta continuada sangría en el principal vecino de Venezuela?

El panorama de México es más aterrador. Todos los días algún periodista incrementa la incontable lista de estudiantes, maestros y luchadores sociales asesinados. En el clima de guerra social impuesto por las «acciones contra el narcotráfico» desaparecieron 29.917 personas. ¿Este nivel de masacre no debería suscitar más atención periodística que Venezuela?

Honduras es otro caso espeluznante. Junto a Berta Cáceres fueron ultimados otros quince militantes. Entre 2002-2014 la cifra de defensores del medio ambiente asesinados se elevó a 111. El listado de victimas del horror ignorado por la prensa hegemónica podría extenderse a los presos políticos de Perú. Muy pocos conocen, además, los padecimientos afrontados por el dirigente independentista portorriqueño Oscar López Rivera durante sus 35 años de prisión.

La mayoría de la población latinoamericana simplemente desconoce las tragedias imperantes en los países gobernados por la derecha. El doble estándar informativo confirma que el protagonismo de Venezuela en las pantallas, no obedece a preocupaciones humanitarias.

MODALIDADES DE UN GOLPE

La cobertura mediática apuntala el golpismo de la oposición. Como no pueden perpetrar una clásica asonada pinochetista, ensayan procesos destituyentes centrados en el disloque de la sociedad. Retoman lo intentado en febrero del 2014, para consumar un golpe institucional semejante al efectivizado en Honduras (2009), Paraguay (2014) o Brasil (2016). Pretenden imponer por la fuerza lo que posteriormente validarían en las urnas.

La derecha carece de la fuerza militar utilizada en el pasado para recuperar gobiernos. Pero intenta recrear esa intervención con escaramuzas frente a los cuarteles, incendios de estaciones policiales o marchas hacia las sedes militares.

Su plan combina el sabotaje de la economía con la virulencia callejera a través de grupos armados, que a diferencia de Colombia actúan en forma anónima. Se mezclan con el hampa y aterrorizan a los comerciantes.

Estas acciones incluyen los métodos fascistas auspiciados por las corrientes más violentas del antichavismo. Se apropian de la simbología insurgente forjada por los movimientos populares y presentan su acción depredadora como una gesta heroica. Su líder Leopoldo López no es un inocente político. Cualquier tribunal ajustado a derecho, lo hubiera condenado a perpetua por sus responsabilidades criminales.

La derecha propicia un clima de guerra civil para desmoralizar a las bases del chavismo, afectadas por la falta de alimentos y medicinas. Presiona explícitamente por una intervención extranjera y negocia con los bancos acreedores una interrupción de los créditos al país.

La oposición pretende linchar a Maduro para enterrar al chavismo. Dirime su batalla en las calles, en la conquista de la opinión pública y en el colapso de de la economía. Considera a los comicios como una simple coronación de esa ofensiva.

Pero afronta obstáculos crecientes. El predominio de los violentos en sus marchas aleja al grueso de los descontentos y desgasta a los propios manifestantes. Como ya ocurrió en el 2014 el rechazo a los fascistas socava a toda la oposición. La permanencia de Maduro disuade, además, la concurrencia a las marchas. No han logrado penetrar en los barrios populares, donde siempre afrontan el riesgo de una adversa confrontación armada.

La gran burguesía venezolana instiga el golpe con el sostén regional de Macri, Temer, Santos y Peña Nieto. Impulsa desde hace meses en la OEA un plan desestabilizador. Pero tampoco ha logrado resultados en ese terreno. Las sanciones contra Venezuela no prosperaron por la oposición de varias cancillerías y quedó bloqueada la unanimidad que en los años 60 tenía la expulsión de Cuba.

Es también notorio el protagonismo golpista de los Estados Unidos, que intenta recuperar el control de la principal reserva continental de crudo. El Departamento de Estado busca repetir los operativos de Irak o Libia, sabiendo que luego de tumbar a Maduro nadie se acordará dónde queda Venezuela. Basta observar como los medios omiten en la actualidad, cualquier mención de los países ya intervenidos por el Pentágono. Una vez liquidado el adversario los informativos se ocupan de otros temas.

Las metas estratégicas del imperialismo no son registradas por quienes resaltan el coqueteo de algún diario yanqui con el presidente venezolano o las ambigüedades verbales de Trump. Suponen que esos irrelevantes datos ilustran la ausencia de conflicto entre el Estados Unidos y el chavismo. Pero no registran que la inmensa mayoría de la prensa ataca virulentamente a Maduro y que el multimillonario de la Casa Blanca desmiente cada día lo afirmado en la jornada anterior.

Trump no es indiferente, ni neutral. Simplemente delega en la CIA y el Pentágono la implementación de una conspiración diseñada a través de los planes Sharps y Venezuela Freedom 2. Esas operaciones incluyen espionaje, despliegue de tropas y cobertura del terrorismo. Se desenvuelven en forma sigilosa, mientras la gran prensa descalifica cualquier denuncia sobre esos preparativos. Cuestionan especialmente las «exageraciones de la izquierda», para que nadie moleste a los conspiradores.

Algunos analistas estiman que la presencia de Chevron en Venezuela -o los continuados negocios de PDVSA en Estados Unidos- ilustran una estrecha asociación entre ambos gobiernos. Deducen de esa relación la ausencia de un escenario golpista. Pero esas conexiones no alteran en lo más mínimo la decisión imperial de derrocar al gobierno bolivariano.

Las actividades de empresas yanquis en Venezuela (y de sus contrapartes en Estados Unidos) han persistido desde el inicio del proceso chavista. Pero tanto Bush, como Obama y Trump han buscado recuperar el manejo imperial directo del petróleo. No les alcanza con una tensa relación de socios o clientes. Pretenden instaurar el modelo de privatización imperante en México y expulsar a Rusia y China de su patio trasero.

LA ACTITUD DE LA IZQUIERDA

Si el diagnostico de un golpe reaccionario es correcto la postura de la izquierda no debería suscitar divergencias. Nuestros principales enemigos son la derecha y el imperialismo y doblegarlos es siempre una prioridad. Este principio elemental debe ser reafirmado en los momentos críticos, cuando lo obvio puede tornarse difuso.

Cualquiera fueran nuestras críticas a Salvador Allende nuestra batalla central era contra Pinochet. Y correspondía adoptar la misma conducta frente a los gorilas argentinos de 1955 o los saboteadores de Arbenz, Torrijos y los distintos gobiernos antiimperialistas de la región. Esta misma postura supone hoy en Venezuela apuntalar una acción común contra la escala derechista.

En los escenarios de golpe también resulta indispensable distinguir a los responsables de la crisis. No es lo mismo los causantes de un desastre que los impotentes para resolverlo.

Esta diferencia se verifica en el terreno económico. Los errores cometidos por Maduro son tan numerosos como injustificables, pero los culpables del deterioro actual son los capitalistas. El gobierno es tolerante o incapaz. No se ubica en el mismo plano. Quiénes comenten el garrafal error de identificar a ambos sectores confunden responsabilidades de distinta índole.

Los desaciertos del gobierno se han verificado en el inoperante cambio de billetes, en el inadmisible endeudamiento externo o en el descontrol de los precios y del contrabando. Pero el desplome de la economía ha sido causado por los acaudalados que manipulan las divisas, disparan la inflación, manejan los bienes importados y desabastecen la provisión de bienes básicos.

El Ejecutivo no responde o actúa mal por muchas razones: ineficiencia, tolerancia a la corrupción, amparo a la boliburguesía, connivencia con millonarios disfrazados de chavistas. Por eso no corta el sostén a los grupos privados que reciben dólares baratos para importar caro. Pero el desmoronamiento de la producción ha sido una acción de la clase dominante para tumbar a Maduro. Desconocer ese conflicto retrata un insólito nivel de miopía.

Esta ceguera impide registrar otro dato clave del momento: la resistencia del chavismo a la embestida derechista. Con métodos y actitudes muy cuestionables Maduro no se rinde. Mantiene el verticalismo del PSUV, favorece la proscripción de las corrientes críticas y preserva una burocracia que asfixia las respuestas desde abajo. Pero a diferencia de Dilma o de Lugo no se entrega. Se ubica en las antípodas de la capitulación que consumó Syriza en Grecia.

Esa postura explica el odio de los poderosos. El gobierno adoptó la excelente decisión de retirarse de la OEA. Abandonó el Ministerio de Colonias y concretó la ruptura que siempre ha exigido la izquierda. Esta decisión debería suscitar el contundente apoyo que muy pocos han explicitado.

Como toda administración acosada por la derecha, el gobierno recurre a la fuerza para defenderse. Los comunicadores del establishment denuncian esa reacción con un infrecuente grado de histeria. Se olvidan de las justificaciones que habitualmente aportan para gobiernos de otro signo frente situaciones semejantes. Pero Maduro también ha recibido cuestionamientos inversos por su relativa contemplación hacia los fascistas. Sólo adoptó medidas acotadas ante al salvajismo opositor.

En esa respuesta el oficialismo seguramente ha cometido injusticias. Es el lamentable costo de cualquier enfrenamiento significativo con la contrarrevolución. Esas adversidades han estado presentes en todas las batallas contra la reacción desde Bolívar hasta Fidel. Hay que evitar en este delicado terreno la auto-indulgencia, pero sin repetir las calumnias que propaga la oposición.

Actualmente Maduro dirige sus cañones contra la brutalidad derechista y no contra el pueblo. Por eso carecen de sentido las comparaciones con Gadaffi o Sadam Hussein. No perpetró ninguna masacre de militantes de izquierda, ni participó en aventuras bélicas instigadas por Estados Unidos. La analogía con Stalin es más ridícula, pero recuerda que el espectro de Hitler sobrevuela a muchos opositores asociados con Uribe o nostálgicos de Pinochet.

POSTURAS SOCIALDEMÓCRATAS

En los últimos meses se han multiplicado también entre los adversarios de la derecha, las miradas que culpan a Maduro por el desgarro de Venezuela. Esas opiniones repiten la vieja actitud socialdemócrata de sumarse a la reacción en los momentos críticos.

Cuestionan la legitimidad del gobierno con los mismos argumentos de la oposición. En lugar de acusar a la CIA, a los escuálidos o a la OEA, concentran sus objeciones sobre el chavismo. Adoptan esa postura en nombre de un ideal democrático tan abstracto, como divorciado de la batalla por definir quién prevalece en el manejo del estado.

Esa postura ha incidido en varios pensadores del pos-progresismo ligados al autonomismo. No sólo acusan a Maduro por la situación actual. Afirman que reforzó un liderazgo autoritario para mantener el modelo rentista petrolero.

Esta caracterización es muy semejante a la tesis liberal que atribuye todos los problemas de Venezuela a políticas populistas, implementadas por tiranos que malgastan los recursos del estado. Con un lenguaje más diplomático el diagnóstico es semejante.

Otras miradas del mismo signo resaltan en forma más categórica la responsabilidad del líder chavista. Convocan, además, a evitar el «simplismo conspirativo de culpar a la derecha o al imperialismo» por el drama del país. ¿Pero las conspiraciones de la reacción son imaginarias? ¿Los asesinatos, los paramilitares y los planes del Pentágono son paranoicas invenciones bolivarianas?

Sin responder a este elemental interrogante, esa postura también descarta cualquier comparación con lo ocurrido en Chile en 1973. Pero tampoco explica la invalidez de esa analogía. Presupone las diferencias entre ambas situaciones como un sobreentendido, sin notar las enormes semejanzas que existen en el terreno del desabastecimiento, la irritación conservadora de la clase media o la intervención de la CIA.

Los paralelos objetados con Allende son en cambio aceptados para el caso del primer peronismo, que es visto como un antecedente directo del chavismo. ¿Pero el parecido se ubica en los años de estabilidad o en los momentos previos al golpe del 55? La preocupación por la escalada de violencia sugiere que la semejanza está referida a este último período. Y en una situación de ese tipo: ¿Cuál era la prioridad? ¿Confrontar con el autoritarismo de Perón o resistir a los gorilas?

Los socialdemócratas y pos-progresistas enfatizan la culpabilidad autoritaria de Maduro. Por eso desdeñan el peligro golpista y desestiman la necesidad de preparar alguna defensa contra las provocaciones de la derecha.

Pero las consecuencias de esa actitud se verifican cuando los oligarcas y sus bandidos recuperan el gobierno. Lo ocurrido hace poco en Honduras, Paraguay o Brasil, ni siquiera suscita alertas entre los diabolizadores del chavismo.

También objetan el extractivismo, el endeudamiento y los contratos petroleros. Pero no explicitan si postulan alternativas anticapitalistas y socialistas frente a estas evidentes falencias de Maduro. Lo mismo ocurre con el desabastecimiento y la especulación. ¿Proponen actuar con mayor firmeza contra los banqueros y los pulpos comerciales? ¿Promueven medidas de confiscación, nacionalización o control popular directo?

Para la adopción de estas iniciativas podrían concebir puentes con el gobierno, pero nunca con la oposición. Los detractores del chavismo soslayan esta diferencia.

CONVOCATORIAS POS-PROGRESISTAS

La óptica socialdemócrata ha signado el urgente llamado a la paz que firmaron numerosos intelectuales. Esa declaración promueve un proceso de pacificación, rechazando tanto la deriva autoritaria del chavismo como la actitud violenta de sectores de la derecha.

La convocatoria propicia un equilibrio para superar la polarización y recurre a un lenguaje más próximo a las cancillerías que la militancia popular. Este tono es acorde con la implícita adscripción a una teoría de los dos demonios. Frente a ambos extremos propone transitar por la avenida del medio.

Pero esa equidistancia queda inmediatamente desmentida por la responsabilidad primordial que le asigna al gobierno. Subraya esa culpabilidad no sólo ignorando el acoso de la derecha. El imperialismo es apenas mencionado al pasar.

El texto recibió una contundente respuesta auspiciada por la REDH y suscripta por muchos intelectuales. Esa crítica objeta acertadamente la fascinación con el republicanismo convencional y recuerda la preeminente gravitación de fuerzas extra-constitucionales en las situaciones críticas.

La recaída liberal de los pensadores pos-progresistas recrea lo ocurrido con los gramscianos socialdemócratas de los años 80. La enemistad de ese grupo con el leninismo y la revolución cubana se asemeja a la hostilidad actual hacia el chavismo. Varios firmantes del llamamiento han transitado por los dos periodos.

Pero la vertiente socialdemócrata actual es tardía y carece de la referencia política que aportaba el PSOE español. La deriva social-liberal de ese partido ha demolido por completo el imaginario progresista inicial Esa orfandad quizás explica el actual reencuentro con el viejo liberalismo.

En algunos casos ese desemboque corona la división que afectó a distintas variantes del autonomismo. Las posturas frente al proceso bolivariano desencadenaron esa fractura. Quienes optaron por situarse en la vereda opositora cuestionan a los que se «aferran al chavismo» .

Pero este segundo sector maduró las insuficiencias precedentes y ha sabido comprender la necesidad de batallar por el poder del estado, en perspectivas socialistas afines al marxismo latinoamericano.

En cambio el otro segmento, continúa navegando en la ambigüedad de generalidades sobre el anti-patriarcado y el anti-extractivismo, sin ofrecer ningún ejemplo concreto de lo que propone. Al quedar absorbidos por el universo liberal, sus enigmáticas vaguedades ya no enriquecen el pensamiento de la izquierda. Entre olvidos de la lucha de clases y fascinaciones por la institucionalidad burguesa, sus denuncias del extractivismo se convierten en una pintoresca curiosidad.

DESPISTES DEL DOGMATISMO

Un discurso convergente con la socialdemocracia es también propagado con argumentos sectarios. En este caso Maduro es presentado como un gobierno corrupto, entreguista y ajustador que consolida un régimen dictatorial. En otras ocasiones esa misma ilegitimidad es descripta con categorías más indirectas (presidente de facto) o sofisticadas (jefe bonapartista).

Pero todas las variantes coinciden en subrayar la responsabilidad primordial de un gobierno autoritario que desgarra al país. La sintonía de este enfoque con el relato de medios salta a la vista. Pero el principal problema no se ubica en la retórica, sino en la acción práctica.

Todos los todos los días hay marchas de la derecha y del gobierno. Los abanderados del rigor socialista: ¿A cuál de las dos movilizaciones concurren? ¿Con cuál se identifican? Si estiman que el oficialismo es el enemigo principal deberían hacer causa común con los escuálidos de las guarimbas.

En Buenos Aires, por ejemplo, convocaron en mayo pasado a una movilización exigiendo la salida de Maduro . Todos los transeúntes que observaron esa marcha, percibieron con claridad quién ocuparía inmediatamente la presidencia de Venezuela, si se derroca al actual mandatario. Notaron también la total coincidencia de este llamado con los mensajes emitidos cotidianamente por los noticieros.

No es la primera vez que sectores provenientes de la izquierda convergen tan nítidamente con la derecha. Un antecedente en Argentina bajo el kirchnerismo fue la presencia de banderas rojas en las marchas agro-sojeras y en las manifestaciones de los caceroleros. Pero lo que fue patético en Buenos Aires puede tornarse dramático en Caracas.

Otras visiones equiparan a Maduro con la oposición, estimando que bajo la mascarada de una aparente contraposición se esconden coincidencias mayúsculas. Por eso especulan sobre el momento en que esa convergencia se tornará explicita.

Esta curiosa interpretación contrasta con las batallas campales entre ambos sectores que registra el resto de los mortales. Resulta un poco difícil interpretar a las guarimbas, los asesinatos y las amenazas del Pentágono como una reyerta ficticia entre dos allegados.

La única lógica de esa presentación es quitar dramatismo al conflicto actual, para interpretarlo como una simple lucha inter-burguesa por la apropiación de la renta. Por esa razón el totalitarismo de Maduro es visto como un peligro equivalente (o superior) a la oposición.

El mayor problema de ese enfoque no es su despiste, sino la implícita neutralidad que propicia. Como todos son iguales, el auto-golpe atribuido al gobierno es equiparado al golpe que propicia la derecha.

Pero esa equivalencia es obviamente falsa. En Venezuela no actúan las dos vertientes reaccionarias, que por ejemplo en Medio Oriente corporizan el yihadismo y las dictaduras. Tampoco prevalece el tipo de contrapunto entre trogloditas que oponía en Argentina a Isabel Perón con Videla.

El choque entre Maduro y Capriles-López se asemeja a la confrontación de Allende con Pinochet, de Perón con Lonardi o más recientemente de Dilma con Temer. Como no son iguales el triunfo de la derecha implicaría una terrible regresión política.

La neutralidad frente a esta disyuntiva es sinónimo de pasividad y retrata un grado de impotencia mayúscula frente a los grandes acontecimientos. Implica renunciar a la participación y compromiso con causas reales.

Como esa actitud da por sentado que el chavismo se acabó, limita todo su horizonte a redactar un balance de esa experiencia. Pero el mayor fracaso en la acción política nunca afecta a los procesos inacabados o frustrados. Lo peor es la intrascendencia frente a las grandes gestas.

Cualquiera sean los cuestionamientos a Maduro, el desenlace de Venezuela define el destino inmediato de toda la región. Si triunfan los reaccionarios prevalecerá un escenario de derrota y una sensación de impotencia frente al imperio. El fin del ciclo progresista será un dato y no un tema de evaluación entre pensadores de las ciencias sociales.

La derecha lo sabe y por eso acelera las campañas contra los intelectuales que defienden al chavismo. La reciente andanada de Clarín es un anticipo de la arremetida que preparan en un escenario regional pos-Maduro. Los sectarios no registran siquiera ese peligro.

COMICIOS FICTICIOS

En lo inmediato hay dos opciones políticas en juego: la derecha exige adelantar las elecciones generales y gobierno convocó a una Asamblea Constituyente. La oposición sólo está dispuesta a participar en comicios que le aseguren el primer puesto.

De las 19 elecciones realizadas bajo el chavismo, los bolivarianos ganaron 17 y reconocieron de inmediato las derrotas restantes. En cambio la derecha nunca aceptó resultados adversos. Siempre denunció algún fraude o recurrió al boicot. Cuando triunfó en elecciones parciales exigió la inmediata caída del gobierno.

En diciembre del 2015 obtuvieron mayoría en la Asamblea Nacional y proclamaron el derrocamiento de Maduro. Intentaron varios desconocimientos posteriores, recurrieron a la instalación de diputados truchos y falsificaron firmas para el revocatorio.

Capriles, Borges y López promueven ahora elecciones ficticias, en medio de la guerra económica y la provocación callejera. Auspician comicios tipo Colombia, donde entre voto y voto hay centenares de militantes populares asesinados. Pretenden concurrir a las urnas como Honduras bajo la presión del crimen de Berta. Promueven las votaciones que imperan en México entre cadáveres de periodistas, estudiantes y docentes.

Sería un terrible error sumarse a elecciones concebidas para preparar un cementerio de chavistas. A Maduro le exigen realizar comicios en un clima de guerra civil que ningún gobierno suele aceptar.

Venezuela atraviesa por una situación parecida a la prevaleciente en Nicaragua en el ocaso del primer sandinismo. El cerco militar y el desabastecimiento desgastaron a un pueblo exhausto, que votó a la derecha por simple agotamiento. En esas condiciones los comicios tienen un ganador preestablecido.

En cambio la comparación con el escenario que rodeó a la caída de la Unión Soviética carece de sentido. Venezuela no es una potencia que afronta la implosión interna, al cabo de un largo divorcio del régimen con la población. Es un vulnerable país latinoamericano acosado por Estados Unidos.

Algunos pensadores dan por descontado ese rol opresivo del imperialismo, para sugerir que no es determinante de la crisis actual. Suponen que las insistentes denuncias de esa dominación constituyen «un dato ya sabido» o un simple ritual de la izquierda. Pero olvidan que nunca está demás subrayar el demoledor impacto que ejercen las agresiones del Norte, sobre los gobiernos enemistados con Washington.

Todo el espectro de ex chavistas que acompaña el reclamo de elecciones generales confunde la democracia con el republicanismo liberal. Han perdido de vista cómo el derecho al autogobierno es sistemáticamente obstruido por la institucionalidad burguesa.

Por ese impedimento la inmensa mayoría de los regímenes constitucionales han perdido legitimidad. Cada vez resulta más evidente que la clase dominante utiliza los sistemas de votación para consolidar su poder. Ejerce ese control manejando la economía, la justicia, los medios de comunicación y el aparato represivo. La democracia real sólo puede emerger en un proceso socialista de transformación de la sociedad.

Es cierto que Maduro canceló el referéndum revocatorio, suspendió elecciones regionales y proscribió a políticos opositores. Estas medidas forman parte de una reacción ciega frente al acoso. Pero el líder chavista confronta con la hipocresía de mayor porte que exhiben los defensores de los regímenes electorales actuales.

Basta observar cómo en Brasil el impeachment fue consumado por un grupo de bandidos, con el amparo de los jueces y parlamentarios que manipulan el sistema de selección presidencial indirecta. A la OEA ni se le ocurrió intervenir frente a esa grosera violación de los principios democráticos.

El establishment tampoco se indigna ante el colegio electoral que ungió a Trump, luego de recibir varios millones de votos menos que Hilary. Les parece natural la monarquía imperante en España o Inglaterra o los burdos enjuagues que rodean a manipulación de cualquier elección en México. La sacro-santa democracia que exigen para Venezuela está complemente ausente en todos países capitalistas.

LAS POSIBILIDADES DE LA CONSTITUYENTE

Es evidente que la mejor oportunidad para una Constituyente transformadora se perdió hace varios años. El llamado actual es puramente defensivo e intenta lidiar con una situación exasperante.

Pero es inútil discutir sólo lo que no se hizo. Siempre habrá tiempo para esos balances. Lo importante es dirimir ahora en qué medida la convocatoria puede reabrir un camino de iniciativa popular.

Antes del llamado a la Constituyente el gobierno se limitaba a desenvolver una confrontación puramente burocrática, entre un poder del estado y otro. Auspiciaba el choque por arriba del Ejecutivo contra el Legislativo o del Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional. Ahora apela formalmente al poder comunal y habrá que ver en si ese planteo se traduce en una movilización real.

Hay incontables signos de cansancio y escepticismo en el seno del chavismo. Pero nadie elige las condiciones en que batalla y el principal dilema gira en torno a la continuación o el abandono de la lucha. Quiénes han resuelto no bajar los brazos apuestan al resurgimiento del proyecto popular.

Varias corrientes de izquierda con planteos muy críticos hacia la gestión de Maduro, estiman que la convocatoria actual podría destrabar una dinámica de comunas contra los manejos burocráticos. Observan a la Constituyente como un imperfecto instrumento para desenvolver la disputa con los sectores del chavismo aburguesado, corrupto y boliburgués.

La Constituyente podría contribuir, además, a romper el empate de los últimos meses entre guarimbas y movilizaciones del gobierno. Si es encarada en forma adecuada podría quebrar el frente de la oposición, separando a los descontentos de los fascistas.

Pero es evidente que sin medidas drásticas en el plano económico-social, la Constituyente será un cascarón vacío. Si no ataca el desastre productivo con la nacionalización de los bancos, el comercio exterior y la expropiación de los saboteadores, no habrá recuperación del acompañamiento popular.

Son insuficientes los paliativos ensayados para aumentar la participación de los organismos de base en la distribución de los alimentos. Hay medidas radicales que no pueden posponerse.

En cualquier alternativa no será fácil reencauzar la economía al cabo de tantos desaciertos en el terreno de la deuda, la creación de zonas especiales de inversión o la tolerancia a la fuga de capital.

Chávez realizó una gran redistribución de la renta con inéditos métodos de politización popular, pero no logró cimentar un proceso de industrialización. Chocó con los capitalistas opositores y con la boliburguesía interna y no supo desactivar la cultura rentista, que socava todos los intentos de forjar una economía productiva. Las vacilaciones en romper con la estructura capitalista explican estos adversos resultados.

El contexto actual es más difícil por los acotados precios del petróleo y por el bloqueo que afrontan los proyectos de integración regional bajo restauración conservadora. Pero conviene igualmente recordar que todos los procesos revolucionarios despegaron en la adversidad y la Constituyente aporta un marco para retomar la iniciativa.

Algunos críticos de ese llamado objetan la modalidad sectorial y comunal de elección. Afirman que con ese formato la «asamblea será trucha, corporativa o ilegítima». También aquí repiten el endiosamiento que hace la derecha (cuando le conviene) del constitucionalismo convencional. Esa reivindicación no sorprende entre comunicadores del establishment, pero inquieta entre los entusiastas de la revolución rusa.

Al cabo de tres décadas de regímenes pos-dictatoriales muchos han olvidado las duplicidades de la democracia burguesa. Convendría recordar cómo Lenin y Trotsky defendieron en 1917 la legitimidad de los soviets, desconociendo una Asamblea Constituyente que rivalizaba con el poder revolucionario.

La coyuntura venezolana actual es muy distinta. Pero la revolución bolchevique no sólo enseñó a registrar el trasfondo social, los conflictos de clase y los intereses en juego. Indicó también un camino para superar la hipocresía del liberalismo burgués y confirmó que los actos de fuerza contra la reacción, forman parte de la confrontación con la barbarie derechista.

La izquierda deberá definir si converge con la oposición en el boicot o participa en la Constituyente. También cabe una tercera opción para un minúsculo auditorio, con mensajes de «si, no y todo lo contrario».

En el resto de la región urge la solidaridad. Tal como ocurrió con Cuba durante el periodo especial hay que poner el hombro en las situaciones difíciles. Cabe esperar que muchos compañeros asuman esa actitud antes que sea tarde.

REAGRUPAMIENTO INTELECTUAL

Venezuela suscita no sólo intensos debates. También ha determinado significativos reagrupamientos de intelectuales que suscribieron llamamientos contrapuestos. Ese posicionamiento ha sido más relevante que los controvertidos detalles de las distintas declaraciones. Se ha consumado una gran división de campos.

La convocatoria socialdemócrata impugnada por el texto de la REDH fue complementado por otras respuestas contundentes . La delimitación política ha sido vertiginosa.

Frente a la tensión creada por los manifiestos varios firmantes convocaron a preservar el dialogo fraternal. Ese respeto es indispensable, pero las reacciones indignadas se explican por lo que está en juego. Si la derecha se impone sobrará el tiempo para los lamentos y los seminarios de investigación de lo ocurrido.

Como la primera declaración contiene un llamado a la paz, muchos pensadores adhirieron en forma espontánea para favorecer un freno de la violencia. Al evaluar más detenidamente el contenido del texto, algunos retiraron su adhesión y otros la mantuvieron con argumentos defensivos. Resaltan su continuada solidaridad con el proceso bolivariano o remarcan sus discrepancias con otros firmantes.

Pero lo más significativo ha sido la rápida y generalizada reacción que suscitó el documento antichavista y el gran rechazo que generó el planteo socialdemócrata. Ese impulso indujo a una súbita convergencia de intelectuales de la izquierda y el nacionalismo radical. Si este entrelazamiento se consolida, Venezuela habrá despertado un reencuentro del pensamiento crítico con las tradiciones revolucionarias de América Latina.

12-6-2017

RESUMEN

Los medios silencian la violencia de la oposición venezolana y la represión imperante en los gobiernos derechistas de la región. La estrategia de golpe institucional afronta serios límites, pero la izquierda debe confrontar con esa amenaza, apoyando decisiones antiimperialistas y distinguiendo el boicot capitalista de la inoperancia oficial.

Siguiendo pautas socialdemócratas, el pos-progresismo objeta al chavismo, desecha el peligro golpista e identifica erróneamente al autoritarismo. Los dogmáticos ignoran al enemigo principal y convergen con los conservadores o se deslizan hacia una pasiva neutralidad.

La derecha sólo pretende comicios que le aseguren primacía. En condiciones muy adversas la Constituyente reabre oportunidades y suscita un reencuentro de la intelectualidad radical.

LECTURAS ADICIONALES

Mazzeo, Miguel Venezuela: sobre defecciones y oportunismos, 11-5-2017,

http://www.marcha.org.ar/35517-2/

Houtart, François La Venezuela de hoy y de mañana, 24-5-2017, http://www.jornada.unam.mx/2017/05/24/opinion/023a2pol

Almeyra, Guillermo. Venezuela: la prioridad absoluta

21-5-2017, http://www.jornada.unam.mx/2017/05/21/politica/019a2pol

Olmedo, Beluche La Asamblea Nacional Constituyente y la lucha por una salida obrera, popular y socialista a la crisis venezolana, 15-5-2017, https://www.aporrea.org/actualidad/a246009.html

Boron, Atilio. Venezuela: no callar, pero para decir la verdad 17-5- 2017 https://latinta.com.ar/2017/05/venezuela-no-callar-pero-para-decir-la-verdad/17

Guerrero, Modesto Emilio. La prueba histórica de Maduro Por Guerrero

8-5-2017, https://www.pagina12.com.ar/36336-encrucijada-venezolana

Curcio, Pasqualina ¿Entonces, dónde estaban los billetes de 100 bolívares?

20-12-2017, https://www.aporrea.org/economia/a238881.html

Cieza, Guillermo. Tres hipótesis para el actual momento que vive Venezuela Bolivariana. 23-11-2016 http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/11/23/tres-hipotesis-para-el-actual-momento-que-vive-venezuela-bolivariana/

Bacher, Norberto. EL IMPERIALISMO QUIERE ACABAR CON VENEZUELA.,

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https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/4/comentarios-a-la-entrevista-de-eduardo-lander/

Fuente del Artículo.

https://www.aporrea.org/actualidad/a247569.html

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