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Piensa más… y acertarás

Por: Pedro Uruñuela

El desarrollo y aprendizaje del pensamiento crítico es posible en las aulas, en cualquiera de las materias. Con él, el alumnado será capaz de una mayor creatividad en la búsqueda de soluciones a problemas o en la detección de información falsa.

La preocupación por las “fake news”, las noticias falsas ha aumentado considerablemente. Hace poco leíamos que el presidente Trump, en sus dos años de mandato, había lanzado casi 8.000 noticias, difundiendo situaciones, afirmaciones o problemas que eran totalmente falsas. Ante el auge de este tipo de hechos, algunos periódicos digitales han incluido en sus páginas una sección dedicada a desmontar bulos y otras noticias falsas.

Las consecuencias para la convivencia son claras. Una manera de reforzar el discurso del odio es lanzar una noticia falsa, que señala a un colectivo concreto (emigrante, refugiado, gitano, etc.) como responsable de algo que ha pasado y que no es cierto: desde un grupo robando en un supermercado a otro agrediendo al personal sanitario en un hospital, pasando por otras situaciones que sirven al desprestigio de un determinado colectivo. Son mucho quienes, sin ningún tipo de reflexión previa, se creen lo que leen a pies juntillas, reforzando actitudes que llevan al desprecio e, incluso, al odio hacia estas personas y grupos.

¡Cuántas noticias falsas, rumores y acusaciones se propagan de esta manera! Son muy pocas las personas que se preguntan por su veracidad, por su origen, por la validez de sus fuentes. Rumores infundados, acusaciones falsas, atribuciones de hechos que no son ciertos, como el uso indiscriminado y abusivo de determinados servicios o la mayor facilidad para el acceso a las ayudas sociales. Se aceptan tal y como se escuchan, reforzando prejuicios hacia personas y colectivos que en nada contribuyen a una buena convivencia.

De esta forma se plantean también algunos conflictos en los que pueden estar implicadas personas de determinados colectivos no mayoritarios. Así, es posible escuchar cómo hay más maltratadores de mujeres entre el colectivo inmigrante que entre los del país; o cómo se dan más problemas de convivencia en barrios donde hay un porcentaje alto de personas ‘distintas’, sin aportar ni un solo dato que justifique y demuestre estas afirmaciones.

La falta de sentido crítico subyace a estas actitudes. No se analizan las fuentes de las que proceden, no se miden sus consecuencias, no se busca contrastar los datos que se manejan. Solo se recuerdan los datos que favorecen esa idea concreta, dejando de lado aquellos que la contradicen. Un único caso, que al parecer han conocido, se convierte en categoría y se generaliza a todos los miembros de ese colectivo. Y así podrían ir describiéndose el desarrollo de muchas situaciones, prejuicios o estereotipos, o la narración de un conflicto en concreto. Por eso es imprescindible trabajar el pensamiento crítico, el pensamiento que se pregunta por el origen y evidencia de estas noticias, por la base en la que sustentan, por su fiabilidad y credibilidad.

Desarrollar el pensamiento crítico es fundamental para la consolidación de la convivencia positiva. Hemos insistido en numerosas ocasiones que, para el crecimiento de ésta, era importante trabajar las capacidades que la hacen posible, señalando en primer lugar el desarrollo de los diversos tipos de pensamiento y del pensamiento crítico. Como se suele decir, si una persona tiene hambre y le proporcionas un pez, calmará su hambre ese día. Pero si le enseñas a pescar, habrá solucionado el problema para toda su vida. En la convivencia sucede lo mismo: enséñale a pensar junto con otras capacidades, no te limites a acciones puntuales, y le habrás facilitado el desarrollo de la convivencia positiva en cualquier escenario y para toda la vida.

El pensamiento crítico parte de no dar nada por cierto, por preguntarse cuáles son las bases en las que se apoyan determinadas afirmaciones, cuáles son las evidencias, el origen de las noticias, cuáles son los argumentos que dan consistencia y sirven de base a las opiniones o proposiciones que se escuchan en la calle y en los medios de comunicación.

El pensamiento crítico no trata de establecer cuál es la verdad e imponerla a todas las personas. Por el contrario, busca “enseñar a pensar”, a cuestionarse las afirmaciones que nos llegan, a indagar en las razones en las que se apoyan. Implica una forma de trabajo, una manera de abordar los temas, una actitud ante los hechos y sucesos. Supone un planteamiento contrario al dogmatismo, a la verdad absoluta que no se discute, que se impone de forma acrítica y, en muchas ocasiones, a través de la fuerza. Es el polo opuesto al adoctrinamiento, que busca introducir en la otra persona una determinada visión de las cosas, sin dejar hueco para su cuestionamiento y análisis.

En nuestros tiempos, el trabajo y desarrollo del pensamiento crítico se ha convertido en una necesidad de primer orden, teniendo en cuenta la globalización y difusión que tienen las ideas y noticias en nuestra sociedad. Enseñar a pensar es una de las tareas fundamentales de la educación de nuestros días, si verdaderamente buscamos hacer personas autónomas e independientes. Necesitamos superar el viejo planteamiento de nuestro Antonio Machado (Proverbios y Cantares, 85) de que “en España, de diez cabezas nueve embisten y una piensa”.

¿Cómo se puede trabajar el pensamiento crítico? ¿Cómo se puede capacitar de esta forma a los alumnos y alumnas para una buena convivencia? Trabajando y desarrollando los diversos tipos de pensamiento, aprendiendo su uso y práctica en todos los niveles, tanto escolares como de la vida fuera del centro. Siguiendo a Spivack y Shure, son cinco los tipos de pensamiento que hay que trabajar.

En primer lugar, el pensamiento causal, el pensamiento que describe los hechos sin mezclarlos con valoraciones ni evaluaciones, que se pregunta por las causas que los han provocado, que busca y sabe encontrar la información y sabe interpretarla. Se trata de un pensamiento diagnóstico que sabe definir bien el problema y atribuirlo a sus causas verdaderas.

Muchas de las falsas noticias, de los bulos y prejuicios que recorren las redes, no resistirían un análisis desde este tipo de pensamiento causal: se mostraría su base emocional y no racional, la falta de bases fiables, la debilidad de sus apoyos, etc.

En segundo lugar: el pensamiento alternativo, la capacidad de imaginar el mayor número de soluciones posibles ante un problema o conflicto, superando el pesimismo de que no se puede hacer nada y la actitud de querer solucionarlo todo por las malas. Se trata de buscar el mayor número posible de salidas, algo que nos suele costar mucho a las personas y, en especial, a los docentes. Es el pensamiento de la creatividad, imprescindible para una relación humana justa, eficaz y asertiva. Se trata de un tipo de pensamiento imprescindible a la hora de abordar los conflictos buscando salidas pacíficas y positivas.

El pensamiento consecuencial es el tercer tipo de pensamiento. Frente a la impulsividad o improvisación, plantea analizar las consecuencias de nuestros actos, ya que estas van a determinar cuál de las propuestas es la mejor. En cuarto lugar, el pensamiento de perspectiva nos lleva a ver las cosas desde el punto de vista del otro, sintonizando afectivamente con él, algo fundamental para una buena convivencia. Es un pensamiento clave para la no violencia y no agresividad, el pensamiento de la sintonía y la comprensión.

Por último, en quinto lugar, el pensamiento medios-fin, que concreta y precisa los objetivos propios, los ordena según la prioridad y sabe planificar los medios necesarios para alcanzarlos en el tiempo propuesto.

El desarrollo de estos tipos de pensamiento es posible a lo largo de la acción docente habitual del profesorado, buscando la aplicación en el aula de cada uno de ellos, planteando a los alumnos y alumnas preguntas adecuadas acerca de qué es lo que hay que hacer, cuáles son las formas posibles de hacerlo, cuál es la mejor y qué necesitamos para conseguirlo, algo que se puede hacer desde todas las áreas del currículo. También pueden trabajarse de manera específica para el análisis de conflictos o situaciones de mejora de la convivencia. El dominio de los cinco tipos de pensamiento es fundamental para el trabajo del alumnado mediador o ayudante, y así se trabaja en su formación.

Sobre la base de los cinco tipos de pensamiento se hace posible el pensamiento crítico. Se aprende a distinguir la base de las afirmaciones falsas acerca de determinados colectivos, o de la propaganda que nos quiere hacer ver lo que a determinados negocios les interesa. Suele decirse lo de “piensa mal y acertarás”. Es mucho mejor decir que “piensa MÁS y acertarás”.

Imagen y fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2019/02/12/piensa-mas-y-acertaras/

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Entrevista a Javier Albares: “Los políticos entienden que tenemos un grave problema con la falta crónica de sueño de los escolares, pero dicen que ahora no toca”

Entrevista/14 Febrero 2019/Autor: Víctor Saura/Fuente: El diario la Educación

Hablamos con el doctor Javier Albares, neurofisiólogo especialista en sueño, director de la Unidad del Sueño del Centro Médico Teknon y uno de los impulsores de la Iniciativa por la Reforma Horaria, en la que se defiende, entre otras cosas, que en secundaria los alumnos coman en el instituto a las 13h, y que empiecen y acaben antes las extraescolares.

El 29 de enero hizo cinco años de la presentación en Cataluña de la Iniciativa por la Reforma Horaria, impulsada por un grupo de profesionales provenientes de disciplinas muy diversas, que entendían que los horarios peninsulares se tienen que aproximar a los europeos en todos los ámbitos (educación, trabajo, consumo, cultura, ocio) con el objetivo de hacer un uso más racional del tiempo y favorecer así el bienestar de los ciudadanos. El pacto nacía con el apoyo del Parlamento y el Gobierno catalanes, que se solemnizó todavía más cuando en julio de 2017 un total de 110 instituciones y organizaciones se comprometieron a alcanzar estos objetivos en 2025. Entre los cambios que se contemplan, en el ámbito educativo se pone en énfasis en el adelanto del inicio y finalización de las actividades extraescolares, así como la incorporación de la comida en el horario de los institutos. En el caso de la salud, la gran apuesta es el sueño. Avanzar la hora de ir a dormir. Y dormir más.

¿Cómo y cuánto tiempo tienen que dormir los niños?

Tienen que dormir una cantidad suficiente. Lo principal es que se dé al sueño la importancia que tiene, y eso, a día de hoy, no ocurre, porque venimos de más de un siglo de historia en el que se ha hecho creer que dormir es perder el tiempo, para que la gente estuviera más tiempo en el trabajo. Esto ya viene de la revolución industrial. Pero, evidentemente, dormir no es perder el tiempo, es una función fisiológica de nuestro organismo absolutamente necesaria para nuestra salud. Para nuestros sistemas cardiovascular, inmunitario, metabólico, cognitivo, para nuestra memoria, nuestra capacidad de atención y, también, para que los niños y adolescentes tengan un buen rendimiento escolar. Por lo tanto, lo primero que tenemos que hacer es hablar de lo importante que es dormir bien, y luego dar las facilidades para conseguir llegar a las horas que se necesitan.

¿Y cuántas se necesitan?

Varían con la edad. Los niños en edad escolar aproximadamente diez horas, los más pequeños más, y los adolescentes en torno a las nueve horas. En medicina hablamos de adolescencia desde los 12 años hasta los 20-21 años, porque es el momento en que el cerebro se está formando de una forma más espectacular. Antes se pensaba que hacia los 6-7 años el cerebro ya estaba formado, porque su tamaño ya es el normal y se creía que a partir de ahí no había cambios importantes, pero gracias a la neuroimagen se ha observado que el cerebro se está formando de manera muy importante durante la adolescencia, sobre todo el lóbulo frontal, que es la parte donde está la empatía, la creatividad, el juicio y, sobre todo, estas conexiones se forman mientras dormimos y, si no se duerme lo suficiente, no se forman esas conexiones para el resto de nuestra vida. Por tanto, hay que dar un tiempo para tener unas buenas autopistas cerebrales durante toda nuestra vida.

Pocos adolescentes deben dormir nueve horas…

La gran mayoría duerme siete. Eso implica que les estamos hurtando dos horas de sueño cada día; si eso ocurre durante cinco días a la semana son diez horas de sueño; es como si cada semana no durmieses durante un día y algo más. Eso tiene unas repercusiones importantísimas en su rendimiento escolar. Sabemos que un chaval que duerme siete horas tiene la mitad de capacidad de resolución matemática que otro que duerma nueve, sabemos que está ligado al fracaso escolar, a problemas como el bullying, o como el consumo de tóxicos, drogas , alcohol…

¿Qué tiene que ver con el bullying?

Cuando se duerme poco se es más irritable y más agresivo. Hay que hablar de todas esas cosas y ponerlas encima de la mesa para que la gente sepa que dormir es absolutamente necesario. No es un lujo, sino que es algo básico para nuestra salud. Nadie se plantea dejar de respirar durante una hora al día, porque la falta de oxígeno tendría consecuencias fatales; que nos falte sueño continuamente tiene también repercusiones. Por lo que el mensaje para los padres es que hay que tener claro que el sueño de los niños es importante desde bien pequeñitos y dar ejemplo, lo que significa cuidar el sueño.

¿Por lo que ve en su consulta los padres no damos mucho ejemplo?

Es que vivimos en una sociedad privada de sueño, en la que nos falta tiempo. Estamos como hamsters en la jaula dando vueltas para conseguir la zanahoria. No tenemos tiempo. La gente no entiende que es necesario aburrirse, y dedicar tiempo a no hacer nada. Estamos en un estado de supuesta productividad máxima para estar todo el día haciendo algo. Y si estoy todo el día haciendo, al final me faltan horas. Y como me faltan horas, vemos normal hoy en día dormir menos. ¿Le voy a quitar las horas al trabajo?, ¿se las voy a quitar a la familia? Pues no, se las quito al sueño, y eso es una auténtica barbaridad.

Esta entrevista me está empezando a crear un cierto cargo de conciencia…

Yo tengo que tener un discurso así de contundente. El sueño es algo por lo que tenemos que luchar. Sobre todo por nuestros jóvenes, tenemos que darles la oportunidad de que duerman lo que necesitan y no lo estamos haciendo.

Aparatos electrónicos, wifi… ¿esto se tiene que desconectar durante la noche?

Lo del wifi parece que sí, aunque no hay estudios concluyentes. Respecto a los aparatos digitales, está clarísimamente demostrado que ya hay un sobreuso durante el día, y que eso ya genera enfermedades como depresión o ansiedad e, incluso, cambios cerebrales; de hecho la Sociedad Norteamericana de Pediatría dice que antes de los dos años no hay ni que acercarse a un aparato digital ¡y cuántos niños vemos que para que no lloren les dan un móvil o una tablet! Hablo de bebés. Pero en relación a la repercusión que tiene sobre el sueño, se aconseja tener la mínima luz posible dos horas antes de dormir, porque tanto la luz ambiental como la que emiten los aparatos digitales engañan a nuestro cerebro, le hacen creer que es de día, y entonces se inhibe la segregación de melatonina, que es la neurohormona del sueño. Y como no empezamos a segregar esa hormona no tenemos sueño. Por tanto, aparatos digitales, móviles, tablets, televisión y todo eso, no hay que utilizarlos dos horas antes de dormir.

Uf, qué difícil…

Claro, ¿qué pasa? Que es la hora a la que lo usan los jóvenes y adolescentes, porque el resto del día los tenemos ocupados haciendo cosas. Y como estoy en la adolescencia y necesito mi espacio para estar con mi entorno, que es lo que me importa, porque todos los adultos me tenéis frito, porque no hacéis más que imponerme cosas, pues dejadme al menos este rato. Es un tema muy complejo y no sé cuál es la solución, pero sí que sabemos que afecta al sueño.

En las propuestas sobre la reforma horaria se pide avanzar las extraescolares, y también que los niños coman antes, y todo vaya antes. Pero eso querrá decir empezar también antes las clases, cuando hay otros expertos que consideran que ya empiezan demasiado pronto, y que el cerebro está al 100% hacia las 11h y no antes. ¿Cómo casa todo esto? No es sencillo. Aquí la reforma horaria todavía tiene que hacer una reflexión, pero bueno, está todavía tan en mantillas que, como mínimo, hay que pedir un cambio integrado en educación, trabajo, industria, ocio, etc. para intentar buscar una conexión entre todos. Que los niños salgan a las tres de la escuela, si los padres siguen saliendo a las ocho, no sirve de mucho. Veremos cómo se llevan a cabo esos pequeños encajes que faltan por decidir. Lo que está claro es que hoy en día no se está haciendo bien el tema escolar con los adolescentes, en ningún sitio de Cataluña o de España, ni en casi ningún sitio del mundo. El adolescente tiene un cambio en su ritmo biológico, y tiene una tendencia natural, por sus características cerebrales, a retrasar su horario de sueño. Se hace más búho: cada vez tiene el sueño más tarde, y se despierta más tarde. Si a eso le añades aparatos digitales todavía lo empujas más. Y, además, les estamos presionando con extraescolares que acaban a las 9 de la noche. ¿Cómo queremos que un chaval se vaya a dormir a las 10 si ha estado jugando a básquet hasta las 9 y aún no ha cenado e igual aún tiene que hacer deberes? Pero es cierto que biológicamente los adolescentes deberían empezar las clases más tarde, de ninguna manera más temprano. ¿Cómo encajamos esto en la reforma horaria? Tendremos que verlo. Queremos que salgan antes de la escuela y que empiecen más tarde, no sé cómo lo encajaremos, pero lo que se hace hoy día no es lo que se debería hacer. En Estados Unidos se ha visto que los adolescentes que empiezan el high school a las 9 en lugar de a las 8 tienen mejor rendimiento y hay menor fracaso escolar. Porque duermen más. Y dormir es una función básica para nuestras funciones cognitivas.

Aquí las quejas vienen porque en muchos institutos empiezan a las ocho de la mañana y acaban hacia las tres de la tarde, y llegan muy tarde a casa a comer.

Lo ideal sería que esos chavales comiesen a la una en el instituto y llegasen a casa a las tres y media ya comidos. Si a un chaval le pones a comer a las tres y media, ¿cómo va a cenar a las ocho de la tarde? Nosotros somos seres rítmicos, funcionamos por ritmos circadianos que se repiten cada 24 horas; el sueño, la temperatura corporal, nuestra fuerza, nuestro rendimiento en el trabajo, nuestra alimentación, nuestro sistema digestivo… funcionan por esos ritmos y se acostumbran a los horarios. Y tenemos que darles información externa coherente.

¿Qué receptividad están encontrando entre la clase política, empresarial y social en relación a las propuestas de reforma horaria?

Llevamos mucho tiempo intentando hacer ver la importancia de este tema a diferentes miembros de la clase política, haciéndoles ver el problema que tenemos con la falta crónica de sueño de nuestros escolares. Y lo entienden perfectamente, porque es lógico y fácil de entender. ¿Pero cómo puede ser que siendo tan lógico y fácil de entender la respuesta siempre sea “sí, pero ahora mismo no toca”? Siempre tocan otras cosas. Pero estamos perdiendo generaciones.

Es que es meterse en un jardín…

Efectivamente, es un jardín complicado, pero si no nos ponemos a sembrar ya seguiremos teniendo hierbajos; por lo menos pongámonos a tratar la tierra para que más adelante pueda crecer algo bonito. Porque si por el hecho de que es un jardín complicado lo que hago es dejar que siga creciendo la mala hierba tendremos problemas. Ya los tenemos.

¿La mayor parte de sus pacientes con problemas de sueño lo son a raíz de estos horarios?

Hay de todo. Tengo pacientes de todas las edades, entre ellos también bebés, niños y adolescentes. Y hay más de 100 trastornos del sueño diferentes. Me refiero a enfermedades, como lo es una gastritis para el tubo digestivo. Pero luego hay trastornos del sueño que vienen ocasionados por nuestra forma de vida. El problema de sueño más importante que tenemos no es ninguno de esos trastornos, es otro, es que la gente duerme menos de lo que necesita, es que el caballo blanco de Santiago es blanco. La gran mayoría de la población no tiene un trastorno del sueño, pero duerme menos de lo que necesitaría dormir, y eso tiene unas consecuencias para la salud.

Usted estuvo muchos años con el doctor Estevill…

Quince años.

¿Cómo está lo de su método? En mis tiempos de padre con niños pequeños había padres y madres que eran fans del método y otros que lo consideraban poco menos que una tortura medieval.

Lo que popularmente se conoce como método Estevill realmente no es un método que inventase el doctor Estevill, sino que es un método conductual para el insomnio infantil, que en su primera versión está escrita por un médico norteamericano. Lo que hizo Estevill es reflejar esos conocimientos en un libro, y eso se popularizó en España y en medio mundo. Pero se ha generado mucha confusión sobre el tema. Aquí no es lo que Estevill piensa y lo que los antiEstevill piensan. Aquí está la comunidad científica, la Sociedad Americana de Pediatría, la Sociedad Española de Pediatría, la Sociedad Española de Sueño, la Sociedad Americana de Sueño… cualquier sociedad científica dice que para el insomnio infantil –aquel por el cual un niño de más de un año tiene problemas para conciliar el sueño solo, o para volver a dormirse solo– el tratamiento que se recomienda es conductual, con extinción más o menos gradual.

Hay algunos que han adquirido mucha notoriedad, a pesar de que sus teorías no estén avaladas por ninguna sociedad científica. Es muy respetable que alguien crea que unos comentarios de un libro o de un blog de internet, pero yo creo que no se pueden poner al mismo nivel que lo que dicen las sociedades científicas.

Esto de la extinción debe ser cuando el padre o la madre desaparecen de escena y el niño se pone a berrear.

La extinción es total cuando le dejo en su habitación y no aparezco, que no es como yo creo que se tenga que hacer. En la extinción gradual primero le explico al niño qué es lo que va a pasar. El método conductual para el insomnio no es dejar al niño llorando en su habitación, es enseñar al niño a dormir. Y ese método dice que cuando un niño, a partir de los 6 meses, no es capaz de dormir solo, tiene un problema y, por tanto, le tenemos que enseñar a dormir solo. ¿Y cómo lo hacemos? ¿Cogiéndole y dándole el pecho? No. ¿Cogiéndole y metiéndomelo en mi cama? No. Hay que enseñarle. Le llevo a su cuna, le hago su ambiente en su habitación, le explico que es donde él va a dormir. Lo que no hago es metérmelo en la cama porque llora y me molesta, pobrecito, que si no se va a traumatizar. Porque si el niño llora durante el día porque no quiere comerse la sopa, ¿los padres dejarán de darle la sopa? Si por el hecho de que el niño llora le vamos a dar lo que quiera, vaya educación le estamos dando. Lo que pasa es que a los padres no nos han educado sobre el sueño, y escuchamos a según quién y creemos que se nos va a traumatizar el niño.

Eso es fácil de decir ahora, pero difícil de hacer a las tres de la madrugada.

Ser padre tiene muchas gratificaciones, pero hay momentos que es durísimo. ¿Que se despierta por la noche y llora? Pues no pasa nada, que llore un poquito. Sigue despierto, ¿le dejo? No, voy, le calmo, pero no me lo meto en mi cama. ¿Y si se vuelve a despertar y vuelve a llorar, qué hago? Lo mismo. ¿Y si no llora pero se despierta porque ha tenido una pesadilla y se mete en la cama de los padres? Pues te toca levantarte y quedarte con él hasta que se calme, pero después te vas, no te quedas durmiendo en su cama ni lo metes en la tuya. A lo mejor me estoy un día o dos que el niño entiende que si llora hay una reacción directa de los padres, pero empieza a ver que esa reacción directa no es meterse en su cama ni que los papis se pasen el día conmigo, por tanto empieza a ver que su llanto deja de tener fuerza para conseguir sus objetivos y entonces, al final, acaba adquiriendo el hábito y la seguridad de dormir solo, que es lo que quiere el método conductual.

Hay grandes defensores del colecho…

Existen dos tipos de colecho. Existe el colecho cultural en muchos países del mundo, y eso evidentemente ninguna sociedad científica dice que no se deba hacer, porque es una decisión de los padres de tipo cultural, y solo faltaría que alguien se metiese en eso. Pero luego existe el colecho reactivo, que es cuando tengo un hijo, que va a ser maravilloso porque nadie me ha contado lo que es tener un hijo, y de repente no duerme bien, que es lo que ocurre en un 30% de casos. Y entonces decido que lo que voy a hacer para evitar que llore es metérmelo en la cama. Eso es un colecho reactivo, y cualquier sociedad médica te dice que no está recomendado, porque el colecho reactivo aumenta la prevalencia de insomnio e, incluso, aumenta el riesgo de muerte súbita en según qué circunstancias especiales, por ejemplo, con madres fumadoras o que consuman alcohol.

El problema es cuando están enfermos.

Un día es un día, y mi niño puede estar enfermo un día, y qué le vamos a hacer, y a mí también me ha pasado, pero ha sido un día solo. Al siguiente no, porque llevo muchos años viendo en la consulta lo que pasa cuando viene un segundo y un tercero y un cuarto. Yo he tenido en la consulta a una chica de 18 años que seguía haciendo colecho con sus padres y no sabían cómo pararlo.

¿Y compartir habitación?

Compartir habitación con el bebé se recomienda hasta un año, siempre que la madre le esté dando lactancia materna, porque la estimula. Pero compartir con una cuna al lado. Porque los niños hasta los seis meses no tienen un ritmo circadiano de 24 horas, sino que tienen un ritmo ultradiano, y cada 3-4 horas se despiertan y piden comer. Por tanto, es mucho más sencillo tenerlos en la habitación. Pero también hay que saber que a partir del año, incluso a partir de los 6-7 meses, ya no debe comer por la noche porque pasa a tener su ritmo circadiano, cuando se despierta el niño muchos papás le dan de comer para que se calle, pero eso no está recomendado por ningún pediatra.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/02/12/los-politicos-entienden-que-tenemos-un-grave-problema-con-la-falta-cronica-de-sueno-de-los-escolares-pero-dicen-que-ahora-no-toca/

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La Institución Escolar en Tiempos de Crisis: Reflexiones desde una Perspectiva Crítica

Por: Eduardo Sandoval Obando

La institución escolar ha debido enfrentar una serie de conflictos y demandas sociales durante el último tiempo (tales como: el fenómeno de la migración en el contexto latinoamericano, las tomas feministas abogando por una mayor igualdad de género, el aumento de los costos de vida y la progresiva brecha en términos de resultados de aprendizaje entre el sistema público y privado, etc.). Estas problemáticas han tensionado significativamente las pauta de comportamiento y dinámicas relacionales desplegadas dentro de la escuela. Particularmente, en los docentes se respira un ambiente de perplejidad, agotamiento y frustración, al ser testigos del cuestionamiento sistemático hacia los fundamentos epistemológicos que legitimaban la escuela y los procesos de enseñanza y aprendizaje. Y es que según Pérez Gómez (1998: p. 76) “la escuela, que durante siglos ha contribuido a la extensión del conocimiento, a la superación de la ignorancia y de las supersticiones que esclavizaban al individuo, a la preparación de los ciudadanos, y a la disminución de la desigualdad, ha sido fiel reflejo de los valores y contradicciones de la cultura moderna”.

Creemos que lo anterior, es la consecuencia de un modelo escolar que abraza sistemáticamente el modelo positivista del conocimiento científico, sobre el currículum y las prácticas pedagógicas, abocándose a la transmisión deliberada de contenidos y la homogeneización de los aprendizajes, respondiendo a los ‘intereses’ de un sistema neoliberal altamente alienante e individualista. Por ende, la escuela y la lógica cartesiana que la caracteriza, ha olvidado las particularidades y complejidades socioeducativas de sus estudiantes, así como su desarrollo cultural, desatendiendo aquellos aspectos socioemocionales, históricos o incluso políticos del aprendizaje.

Por tal razón, los niñ@s y jóvenes que ingresan a la escuela no llegan como fracasados o encasillados según su rendimiento, sino que es en la institución escolar, donde se les clasifica y etiqueta muchas veces con el rótulo de fracasados. Es decir, los educandos exhiben desde temprana edad, su propensión a aprender (Sandoval-Obando, 2012; Calvo, 2016), pero ésta comienza a anquilosarse producto de las lógicas positivistas y fragmentarias que dominan el currículum escolar.

Pero ¿qué podemos hacer ante esta realidad tan paradójica? ¿Qué herramientas o reflexiones podríamos identificar para apoyar la práctica pedagógica? Al respecto, Sandoval-Obando (2017) profundiza en las experiencias vitales de aquellos docentes que se desempeñan pedagógicamente en contextos vulnerados donde asisten jóvenes vinculados a episodios de infracción de ley, admitiendo la emergencia de un marco intercultural más amplio, capaz de integrar los diversos valores, costumbres, creencias, intereses y aspiraciones de sus educandos, promoviendo al mismo tiempo, la reflexión crítica, el respeto y la autonomía en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

La función educativa de la escuela desde una perspectiva crítica, exige tensionar los fundamentos que la sustentan y, al mismo tiempo, tales reflexiones deben contribuir a que los docentes distingan que muchas veces se encuentran en una posición intermedia, entre cubrir la totalidad del programa de una determinada asignatura (cumpliendo con el currículum imperante) y la necesidad de construir un espacio y tiempo escolar, que favorezca el desarrollo integral de sus estudiantes, aminorando el efecto negativo, que muchas veces produciría el contexto de origen o factores personales del educando. Nótese, que no negamos que, por la razón que sea, algunos niños, niñas y jóvenes, aprenden más lentamente que otros o de una manera diferente. Pero lo cierto es que “sin los arreglos sociales que atribuyen importancia a los ritmos diferenciales de aprendizaje, la discapacidad de aprendizaje no existiría (McDermott, 2001: p. 295).

Finalmente, el gran desafío que enfrentan los países latinoamericanos radica en la elaboración de políticas educativas inclusivas y democráticas, dirigiendo sus esfuerzos a la mejora de la calidad en la educación, compensando en parte, las desigualdades existentes entre la educación pública y privada. Para ello, se hace necesario: 1) la creación de mecanismos complementarios permanentes que fortalezcan la formación inicial docente y la mejora continua de la práctica pedagógica; 2) la promoción de estrategias pedagógicas innovadoras que potencien la relación educador-educando, favoreciendo el despliegue de sus potencialidades; y por último, 3) el aumento de la participación de los padres en la educación de sus hijos, conformando comunidades educativas participativas y autoorganizadas, centradas en el aprendizaje de sus estudiantes y en la mejora transversal de sus procesos de desarrollo institucional (Sandoval-Obando y Lamas, 2017).

Referencias

Calvo, C. (2016). Del Mapa Escolar al Territorio Educativo. Disoñando la Escuela desde la Educación (4° Edición). La Serena: Nueva Mirada.

McDermott, R. (2001). La Adquisición de un Niño por una Discapacidad de Aprendizaje. En S. Chaiklin y J. Lave (Comps.). Estudiar las prácticas. Perspectivas sobre Actividad y Contexto. Buenos Aires: Amorrortu.

Pérez Gómez, A. (1998). La Cultura Escolar en la Sociedad Neoliberal. Madrid: Morata.

Sandoval, E. y Lamas, M. (2017). Impacto de la Ley SEP en las Escuelas: Una Mirada Crítica y Local en torno Al Rol de los Psicólogos de la Educación. Paideia, Revista de Educación, (61). 57-81.

Sandoval-Obando, E. (2017). El Docente como Mediador Emocional y Cognitivo de Jóvenes en Contextos Vulnerados: Tensiones y Desafíos para la Transformación de la Práctica Pedagógica. Tesis conducente al Grado Doctor en Ciencias Humanas. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile. Impresa.

Sandoval-Obando, E. (2012). Construcción Socio-histórica de la Propensión a Aprender de los Adolescentes Infractores de Ley. Tesis de Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativa. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile. Impresa.

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Cien años de empuje pedagógico y más años que vendrán…

Por: Antoni Tort

Recordamos las aportaciones pedagógicas de hace cien años, pero también, y visto el paisaje contemporáneo, reconocemos que no hay un final de trayecto, ni medios plazos, ante la necesidad de seguir construyendo desde la educación.

Hace cien años, en 1919, Anton Makarenko se trasladó a Poltava, hoy en el centro de Ucrania, para hacerse cargo de su escuela primaria. Meses más tarde asumiría la conducción de una colonia para niños jóvenes delincuentes, el lugar de desarrollo de sus fundamentales aportaciones pedagógicas. Hace cien años, en 1919, abrió las puertas la primer escuela Waldorf en Stuttgart. Un centro educativo fundado por Rudolf Steiner a propuesta de su amigo Emil Molt, propietario de la fábrica de tabaco Waldorf-Astoria. Creada para educar a los hijos e hijas de los trabajadores de la empresa, seis años después contaría con casi un millar de alumnos. Hace cien años, en 1919, Englantyne Jebb convirtió un gran recaudo de dinero para alimentar y atender a los huérfanos de la Gran Guerra, en la Fundación “Save the Children”, para que todos los niños y niñas tuvieran la ayuda necesaria en todo tipo de conflictos y circunstancias presentes y futuras; poco tiempo después, como es sabido, redactaría la Declaración de los Derechos del Niño aprobada por la Sociedad de Naciones. Hace cien años, en 1919, la doctora María Montessori, viajó al Reino Unido y, en Londres, organizó un curso de formación, de setiembre a diciembre, con una estructura que se convertiría en habitual: cincuenta horas lectivas, cincuenta horas de enseñanza utilizando los materiales, cincuenta horas de observación en las aulas montessorianas. Hace cien años, Janusz Korczak publicó su gran obra pedagógica, Como amar al niño, un texto escrito en los hospitales de campaña en los que el “Viejo Doctor”, como se le conocería más tarde, sirvió como médico militar, durante la Gran Guerra. Hace cien años, en 1919, el médico y pedagogo Ovide Decroly incorporaba el reconocimiento académico a su larga trayectoria como renovador de la educación: se integraba como profesor en el departamento de Pedagogía de la Université Libre de Bruxelles. Desde esta plataforma académica, su relación epistolar y personal con educadores y educadoras de todo el mundo crecería de forma extraordinaria: de John Dewey a Carleton Washburne, pasando por personalidades de nuestro entorno como Lorenzo Luzuriaga, Rodolf Llopis, Anna Rubiés, Pere Roselló, Pau Vila y tanta otra gente que conformarían una “internacional pedagógica” muy relevante.

Empujaron con fuerza en favor de la educación y la paz desde ideales, prácticas y contextos diferentes. Así lo resumía en los años cincuenta Henry Wallon cuando recordaba el congreso de Calais, del 1921, donde se establecieron los 30 puntos fundacionales de la Escuela Nueva: “El Congreso fue el resultado del movimiento pacifista que había sucedido a la Primera Guerra Mundial. Parecía entonces que para asegurar al mundo un futuro de paz, nada podría ser más efectivo que desarrollar en las generaciones más jóvenes el respeto de la persona humana por una educación apropiada. De esta manera, los sentimientos de solidaridad y fraternidad humana que se encuentran en las antípodas de la guerra y la violencia podrían florecer”. La internacional pedagógica no pudo con los procesos que desembocaron en una nueva gran guerra, la Segunda Guerra Mundial. Como si se tratara de una señal sombría y de mal agüero de lo que vendría, también recordamos que, hace cien años, en enero del 1919, era ejecutada, dentro de un coche en las agitadas calles de Berlín, la revolucionaria Rosa Luxemburg, junto a su compañero Karl Liebknecht.

Se atribuye a Zhuangzi o Chuang Tzu, pensador de la antigua China del siglo V a.c., un texto que se ha utilizado en múltiples entornos y redes: “Si haces planes a un año vista, siembra trigo. Si tus proyectos abarcan diez años, planta un árbol. Si la perspectiva es a cien años, educa a las personas. Al sembrar grano una vez, aseguras una cosecha. Si plantas un árbol, harás diez cosechas. Educando a la gente, recogerás cien veces más”. Recordamos las aportaciones pedagógicas de hace cien años, pero también, y visto el paisaje contemporáneo, reconocemos que no hay un final de trayecto, ni medios plazos, ante la necesidad de seguir construyendo desde la educación.

Fuente e imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/01/17/cien-anos-de-empuje-pedagogico-y-mas-anos-que-vendran/

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“Si no se aprende a mirar socialmente a la adolescencia siempre la enfocaremos desde el conflicto”. Entrevista a Jaume Funes

Entrevista/16 Enero 2019/Autor: Adrián Cordellat/Fuente: El país

Psicólogo, educador y periodista, Jaume Funes lleva más de cuatro décadas dedicado a escuchar, comprender y ayudar a los adolescentes, un grupo de población del que, dice, ha aprendido “cada día”. De ese aprendizaje surge Quiéreme cuando menos me lo merezca…porque es cuando más lo necesito: una guía para padres y maestros de adolescentes (Paidós), que Funes considera “algo parecido a un testamento vital”. Un libro que cree el último porque, como afirma en sus páginas, “es bueno dejar paso a otras miradas”. En él comparte gran parte de lo aprendido en estos cuarenta años rodeado por las capacidades, angustias e incomprensiones de los “encantadoramente insoportables adolescentes”.

PREGUNTA. No podía dejar de preguntarle en primer lugar por el título del libro. ¿Necesitan nuestros hijos más cariño que nunca en esta etapa en la que, paradójicamente, más nos sacan de nuestras casillas y más parece rehuir nuestro cariño?

RESPUESTA. El título lo que viene a decir es “soy insoportable, merecería que me dieras una hostia, pero…” (risas). Al final es un “pobre de ti si me das un beso, pero pobre de ti si no estás cerca por si necesito un abrazo”. Y eso es lo que más desquicia a los adultos: ¿En qué quedamos? ¿Me quiere o no me quiere? ¿Me necesita o no me necesita? Te necesita, pero no le demuestres que te necesita. La pregunta de fondo es: ¿Cómo enseñas a un adolescente que cree que lo sabe todo para que aprenda lo que no sabe sin tener que reconocer que no lo sabe y, además, sin reconocer que le has enseñado tú?

P. Qué locura, ¿no?

R. Es una locura para los adultos porque nunca sabes qué distancia mantener. Cuando te acercas demasiado te dan un “soplamocos” y “bufan”, pero si te alejas te dicen que ya no les quieres. Son las contradicciones propias de la entretenida vida con adolescentes.

P. Ante estas contradicciones escribe en la introducción del libro que “no existe un manual de buen padre o buena madre” y que todo el mundo lo es “en la medida en que no pasa de sus hijos y se para pensar cómo puede hacerlo mejor”, pero a la vez asegura que “no vale cualquier manera de educar a los adolescentes” y que algunas formas de hacerlo “generan desastres”. ¿Qué no vale con los adolescentes?

R. No vale, por ejemplo, querer imponerles un modelo de vida, pensar que la única vida buena es la que tú has llevado como adulto. Tampoco vale pretender que cambien de un día para otro, no tener paciencia. Tampoco quererlo resolver todo con la norma, con la imposición, porque muchas cosas se tienen que solucionar con mano izquierda, a través del diálogo. Y tampoco vale, entre otras muchas cosas, querer imponer valores en vez de permitir que ellos los descubran por sí mismos.

P. Como dice, no podemos pensar que la única vida buena es la que nosotros hemos llevado como adultos, pero ¿no tiene la sensación de que cada generación de padres y abuelos teme y menosprecia a la generación de adolescentes actual? Como si la nuestra siempre hubiese sido mejor.

R. La mayor parte de los adultos se olvidan de que fueron adolescentes. Muchas veces se lo tengo que recordar: “Oye, que tú fuiste adolescente, hiciste padecer a tus padres y, sin embargo, has llegado a ser una madre o un padre razonable”. Y por otro lado siempre tendemos a idealizar. Cuando recordamos nuestra adolescencia solemos recordar siempre la parte positiva. No recordamos si lo pasamos mal o el padecimiento que causamos a otras personas. Al final con esto pasa como con todo: “Yo hice la Revolución y estos son unos vagos”, “yo a tu edad ya trabajaba y tú no te esfuerzas”…

P. ¿Por qué ese concepto y esa imagen pública del adolescente y de la adolescencia? ¿Por qué tienen tan mala prensa?

R. Llevo cuarenta años trabajando con adolescentes y siempre vemos en ellos un problema y no un adolescente. Yo empecé trabajando cuando había un problema muy grave de violencia entre bandas, luego vinieron las drogas, luego las discotecas… Al final los convertimos en etiquetas: drogadictos, discotequeros… Aún hoy sigue costando mucho que los adultos no vean un problema, sino un adolescente que, por definición, está perfilando su propia personalidad, intentando diferenciarse de los adultos. Lo que pasa es que esta especie de “plantar cara”, de reafirmarse, hace que el adulto no quiera ver que simplemente es un adolescente que se reafirma y, por el contrario, acabe viendo a un puñetero maleducado.

P. La mirada hacia el adolescente de la que habla en el libro.

R. Es que es fundamental. Si de entrada ya miramos al adolescente como un problema hipotético real, ya no hay nada que hacer. Hay que abrir los ojos y ver que es nuestro hijo, nuestro sobrino, nuestro vecino, un niño que hasta hace nada considerábamos un encanto. Si no se aprende a mirar socialmente la adolescencia siempre la enfocaremos desde el conflicto. Y a todo esto, por cierto, hay que sumarle ahora un añadido.

P. Explíqueme.

R. Hasta ahora buena parte de la educación se basaba en una cierta lógica de pensar que lo que había sido bueno en un determinado momento de la vida, tenía que serlo por fuerza ahora. Sin embargo, en un mundo tan cambiante como el actual, la mayoría de los padres y las madres están perdidos porque el pasado les sirve de poco.

P. Justo lo dice en el libro, que hoy criamos a adolescentes “dinámicos y que se transforman” y que además viven en un mundo “aceleradamente cambiante”. ¿Qué nos exige como padres esta adolescencia de nuestros hijos vivida en un entorno tan cambiante?

R. Exige lo de siempre, una revisión de qué demonios significa ser padre o madre en el contexto en el que te toca vivir la experiencia. Hace 20 años podías preguntarle a un chaval que dónde había ido o que con quién había estado. ¿Pero ahora qué le pregunto? ¿Cuál es la última foto que has colgado en Instagram? Esta nueva realidad me obliga a mirar sus gestos, a dejar que me enseñe, a no fisgarle demasiado. Antes le podían “preocupar” a las madres las malas amistades o los peligros de la calle, pero ahora debe preocuparnos cómo es nuestro hijo en internet, lo que obliga a otro tipo de relaciones que pasan por dejarse enseñar, por preguntarle como aquel que no sabe nada para que te explique. Al final lo más importante es que sepan que nos importan sus vidas.

P. Me ha gustado mucho una reflexión del libro que enlaza con mucho de lo que hemos hablado ya: “choca la inestabilidad vital y vitalista adolescente con la madurez adulta, que tiende con facilidad hacia el conservadurismo”.

R. Los mayores nos hemos ido construyendo la vida sobre la base de unos ciertos andamios. Sabemos que tenemos muchas contradicciones, así que hemos ido apuntalando esos andamios con una cierta coherencia de la vida que tiene mucho de incoherencia. Y en ese punto aparece un adolescente y nos hace ver que realmente somos unos falsos, nos descoloca en todos los sentidos, y entonces echamos mano de estrategias de educación antiguas y conservadoras. Pero, ¿qué es educar? Educar es ayudarles a sentirse bien, ayudarles a descubrir el mundo, ayudarles a descubrir al otro. Y tenemos que encontrar la forma de hacerlo, porque antes la idea de fondo era buena, pero no la forma en la que se educaba.

P. Me ha llamado especialmente la atención la parte del libro en la que habla de aquello que podemos esperar de un adolescente y aquello que no. ¿Son las expectativas incumplidas de aquello que pensamos que pueden darnos/hacer, pero para lo que realmente no están preparados todavía, lo que provoca muchas de las fricciones en esta etapa?

R. Sí. Entre padres e hijos y entre adolescentes y los propios profesionales. Observa que muchos colegas de la educación y del mundo de la salud mental necesitan tener una especie de definición previa, un manual de clasificación. Y claro, si tú aplicas esos manuales, todos los adolescentes están para encerrarlos (risas). Y en el caso de los padres sucede igual. Esperamos que sean educados, que se dediquen a estudiar, que hagan los deberes, que aguanten las horas de escuela infumable, que en casa protesten pero poco… Y claro, entonces no serían adolescentes. No tiene sentido que se comporten ya como algún día nos gustaría que acabasen siendo. Nuestro ideal sobre su vida igual se acaba cumpliendo, pero eso en todo caso será mucho más adelante.

P. Y por último, y volviendo al conservadurismo, muchas de esas fricciones tienen su base también en otro tema que explica: “ellos y ellas ven sus conductas con altas dosis de atractivo. En cambio, nosotros, sus adultos, enseguida detectamos un riesgo innecesario”. Y entonces les contamos nuestras batallitas de juventud con moraleja final.

R.  Nuestras batallitas no sirven de nada. Nosotros tenemos experiencia, que es una supuesta virtud pero que no sirve para ellos, porque son ellos los que deben construir sus propias experiencias. Pero sí que hemos de estar disponibles porque ellos y ellas también están angustiados y a veces, cuando dudan, dejan caer sus dudas para que tú, sin querer darles lecciones ni consejos, les expliques tu experiencia. Es decir, no aceptarán de su madre que ponga pegas al novio o a la novia que tienen, pero sí aceptarán que, en determinado momento, sin querer dar lecciones, les explique de quién se enamoró, cómo y por qué, que les cuente por qué le entusiasmaba su padre. Es decir, es compartir tu vida sin pretensiones de consejo moralista, porque lo otro no conduce a nada.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/12/24/mamas_papas/1545633882_665223.html

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Jóvenes, limpieza, salud, cultura y trabajo

Por: Carlos Ornelas

Cuando usted viaja por carreteras, ferrocarril, camina por el lado de un río o un lago, o hasta cuando circula por las ciudades, quizá se llene de tristeza y vergüenza. ¡A mí me pasa! Por dondequiera veo montones de basura, verdaderos muladares compuestos por bolsas, botellas, papeles y más suciedad compuesta por deshechos de plástico. Más allá del daño ecológico, que es severo, la porquería genera un problema grave para el país en la economía, la sociedad, la salud y la cultura nacional.

Si bien cada vez atraemos más turismo, también es cierto que esa posibilidad merma cuando los visitantes observan las toneladas de mugre en los caminos y calles. Es un daño económico, pero es mucho más el perjuicio que causa en la sociedad, se hace costumbre y cada vez hay más indolencia; muchos ya no se quejan, al contrario, contribuyen y descargan sus sobras en la vía pública. Además de afear el paisaje y provocar disgusto, la inmundicia representa riesgos para la salud, en especial para menores, ancianos y para quienes habitan en zonas vulnerables. Y, por encima de todo, las pocilgas en el suelo simbolizan una cultura pobre. Un pueblo que no cuida de su salud ni su higiene deshonra la cultura que sus antepasados le heredaron. Nosotros estamos orgullosos de la cultura nacional, pero —literalmente— corremos el riesgo de tirarla a la basura.

Sé que no fue una de sus promesas de campaña, que la limpieza física de la nación no entra en los planes prioritarios del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero si al término de su gobierno logra —y hay un potencial enorme para alcanzarlo— dejar un país libre de basura le dará más créditos a la Cuarta Transformación que a otros programas. Además, es un asunto que es difícil que otros lo impugnen.

Desde que alguna vez lo anunció como candidato y mostró admiración por los programas sociales del presidente estadunidense Franklin D. Roosevelt, consideré que lo que hoy se denomina Programa Jóvenes Construyendo el Futuro era viable como motivo de legitimidad, sí, pero también que hacía frente a un problema real. Buena parte de nuestra juventud, en especial de los segmentos pobres, viven en la desesperanza o el ocio y sin perspectivas de futuro. Este programa les ofrece no nada más tres mil 600 pesos al mes, sino oportunidades de capacitación para el trabajo, crecer en su escolaridad o hacer alguna actividad productiva.

Me permito hacer una sugerencia al presidente López Obrador y a la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luisa María Alcalde Luján. El programa para los jóvenes tiene propósitos loables, herramientas institucionales definidas y métodos de seguimiento. Está bien pensado. No obstante, su ejecución demanda de mucho talento y disciplina y que los establecimientos del sector privado cumplan, ya que a ellos se les encarga 70% de la responsabilidad de capacitación.

Propuesta: destinar más de 10% de las actividades vinculantes al sector social y organizar una campaña nacional por la limpieza, la salud y la cultura. Por un pueblo limpio, saludable y culto. Pueden organizarse brigadas de recolección de impureza en los espacios públicos, acompañados de una intensa campaña de educación en medios usando el tiempo del Estado. Al Presidente lo escucha mucha gente y puede marcar el comienzo del éxito. Cierto, implica gastos en logística y viáticos no contemplados en el presupuesto. Pues bien, puede hacer convenios con las empresas embotelladoras, de alimentos chatarra y otras productoras de la suciedad a que aporten en especie para esta cruzada nacional por una cultura de la pulcritud.

Paulo Freire conmina a los educadores a nunca perder la esperanza. Espero que alguien tome en cuenta esta idea y tengamos una vida limpia.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/jovenes-limpieza-salud-cultura-y-trabajo/

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Libro:La práctica educativa. Historia, memoria y patrimonio (PDF)

Autorxs: González, S., Meda, J. Motilla, X. y Pomante, L.

Ciudad: Salamanca: FahrenHouse.

Año: 2018

Editorial: FahrenHouse.

ISBN: 978-84-948270-6-8

Sinopsis: Conocer la práctica o prácticas educativas en el pasado, desarrolladas tanto dentro de la institución escolar como fuera de ella, requiere de la existencia, conservación y uso de nuevas fuentes que sean registros tangibles de esta práctica, como pueden ser los espacios y elementos materiales utilizados (espacios, mobiliario, objetos, instrumentos o materiales didácticos, libros escolares, etc.), o que informen directamente de esta práctica (memorias profesionales de los docentes, exámenes, informes o memorias de actividades, memorias de prácticas, memorias de oposición, testimonios personales, cuadernos escolares o apuntes de clase, trabajos de alumnos, fotografías y/o álbumes, anuarios o revistas escolares, etc.). Estos vestigios de la práctica educativa, cuya conservación se ha visto afectada por contingencias múltiples, son también indicios que interpretados nos pueden permitir reconstruir las realidades vividas y reconstruidas en la memoria individual y colectiva que nos acerquen a los imaginarios sobre la educación que comparten las distintas generaciones.

Hasta ahora nuestro conocimiento se ha basado fundamentalmente en fuentes administrativas, políticas o que presentaban los discursos teóricos sobre cómo debía ser esta práctica. En muchos casos estas fuentes han primado las discontinuidades al sobrevalorar los cambios políticos y considerar que las trasformaciones de las prácticas educativas se derivan necesariamente de la modificación de las circunstancias políticas o de los enfoques pedagógicos. Creemos que incorporando al estudio histórico de la práctica educativa estas nuevas fuentes podremos alcanzar un conocimiento mucho más profundo y matizado de esta práctica, y entender sus tiempos, sus dinámicas y sus lógicas, que no siempre son las mismas que se deducen de las fuentes administrativas y/o políticas, o de los discursos teóricos sobre cómo debía ser esta práctica. También creemos que demostrar el valor historiográfico de las mismas puede ayudar a concienciar sobre la importancia de su preservación, y sobre la necesidad de contar con espacios museísticos y archivísticos en los que se valore y conserve este tipo de testimonios del pasado educativo como bienes patrimoniales de nuestra sociedad.

El estudio y la conservación de los testimonios de la práctica educativa, tanto en calidad de bienes patrimoniales como de fuentes para la investigación histórica, deben estar en constante interrelación. Por este motivo, el objetivo de este volumen es contribuir al diálogo entre la investigación histórico-educativa y la conservación y difusión de su patrimonio, para alcanzar un mayor conocimiento sobre la práctica educativa en el pasado, sobre la necesidad de preservar sus testimonios, y sobre el valor de los mismos como bienes patrimoniales.

Fuente de la imagen: http://www.fahrenhouse.com/omp/index.php/fh/$$$call$$$/submission/cover/cover?submissionId=33

Descargar aquí: libro practica educativa

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