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Cambio Climático

Por: Rodrigo J. García

Los científicos aseguran que el clima se está volviendo loco… ¿Os gustaría ayudarme a investigar por qué está pasando y cómo podríamos evitarlo?

Para hablar y entender los efectos de la lluvia ácida, llenaron tres pulverizadores con agua y vinagre. El número ‘1’ con mucho vinagre y poca agua, el número ‘2’ con mucha agua y poco vinagre y el ‘3’ solo con agua. Con cada uno de ellos y durante varios días debían rociar la planta que llevase el mismo número.

En este escenario de aprendizaje con alumnos y alumnas de educación infantil se les alentaba a que formulasen preguntas en grupo y adelantaran hipótesis sobre lo que podría suceder… 

Cati Navarro (profesora): ¿Qué creéis que va a pasar?
Adriana
 (alumna): Si regamos la planta ‘3’ se va a hacer grande porque es solo agua.
Cati Navarro
: ¿Qué va a pasar con las otras?
David
 (alumno): La planta ‘2’ se va a derretir porque lleva mucho vinagre.
Cati Navarro:
 ¿Y la ‘1’?
Elsa
 (alumna): Nada.
Olivia
 (alumna): La planta ‘1’ también se va a derretir un poquito.
Mario
 (alumno): La ‘2’ va a morir (…)

Todos los días rociaban las plantas y en un registro de observación recogían los cambios que observaban. Trataban de comprobar las hipótesis expresadas.

Proyecto 'Cambio Climático' | CATI NAVARROProyecto ‘Cambio Climático’ | Cati Navarro

La reciente investigación sobre la naturaleza del aprendizaje documenta que los estudiantes aprenden más y con mayor profundidad si consiguen sus conocimientos en la aplicación a situaciones de la vida real; a ser posible vinculadas a circunstancias de pronunciamiento moral. Es la manera de consolidar el dominio de habilidades de hondo calado educativo como la comunicación, la colaboración, la creatividad, el pensamiento de intensidad y el compromiso social.

Conseguir estos propósitos se logra con el desempeño de una tarea profesionalmente bien diseñada, sustentada en la evaluación continua, minuciosa y efectiva de avances y dificultades en los aprendizajes, que guíe la planificación y desarrollo de tareas y actividades. Sin esta sistematicidad y cuidado, la potencialidad educativa de cualquier metodología de aprendizaje por indagación pierde su intrínseco valor didáctico.

La metodología de aprendizaje por indagación facilita oportunidades de desarrollo de capacidades y habilidades creando escenarios con proyectos complejos y significativos, que exigen compromiso sostenido, colaboración, actividades de investigación y gestión de recursos, y una continua mejora del desempeño docente y aprendiz para conseguir el ‘prototipo’ buscado, siempre un resultado ambicioso.

Sabemos que los aprendices no desarrollan de manera automática capacidades de análisis, pensamiento crítico, hablar con eficacia, solucionar problemas complejos… si sus aprendizajes se sustentan básicamente en tareas obligatorias, que exigen solo disponer de buena memoria o saber usar algoritmos simples. Cada vez hay más investigación que apunta a que los estudiantes logran un aprendizaje más profundo y resuelven mejor tareas complejas, cuando han tenido la oportunidad de participar en un aprendizaje “más auténtico”. Para investigadores como Newmann, Marks y Gamoran, el ‘aprendizaje auténtico’ consiste en un diseño didáctico y una práctica docente en la que el estudiante…

• Pone en juego estrategias de pensamiento de orden superior.
• Despliega conversaciones sustantivas sobre ideas centrales y con suficiente minuciosidad.
• Conecta con problemas públicos o con experiencias personales.
• Organiza la información, incorporando alternativas diversas.
• Utiliza metodologías de investigación propias del área de conocimiento que aborda.
• Elabora informes dirigidos a audiencias que van más allá de la escuela y presente productos sobre temáticas que afectan la vida en común.
• Demuestra y explica el pensamiento en lenguaje matemático mediante la organización, síntesis, interpretación, hipótesis, descripción de patrones, modelos o simulaciones y construcción de argumentos matemáticos.
• Manifiesta comprensión de ideas, conceptos, teorías y principios de las disciplinas sociales y de la vida cívica; y las utiliza para interpretar y explicar información o eventos específicos y concretos…

De este aprendizaje auténtico, en este caso, con niños y niñas de cinco de años, se trata la experiencia que nos ocupa. Cati Navarro, la profesora responsable de su desarrollo, nos hace una primera presentación:

Todo comenzaba una mañana de febrero de 2016 que parecía ser como otra cualquiera; pero no, iba a ser especial. La clase estaba preparada para sorprender a un grupo de niños y niñas de Educación Infantil, del Colegio Público ‘San Agustín’ en Casas Ibáñez (Albacete). Su ‘profe’, Cati Navarro, pretendía despertar el interés por un nuevo proyecto de aprendizaje, por una nueva aventura de indagación y búsqueda; en este caso, la de estudiar el… “Cambio climático”.

Al entrar en clase, rápidamente se sintieron llamados por la presencia de una caja que no les era familiar… ¡Sorpresa! Se fueron acercando y se dispusieron a rodearla, se sentaron a su alrededor. En sus rostros se observaba esa expresión familiar de curiosidad…

¿Qué habría dentro? ¡Cuánta emoción! ¿Quién la habría traído? ¿…?

Después de los primeros momentos de excitación y de muchas preguntas (por el momento sin respuesta), una alumna, la ‘encargada del día’, se acerca, como ‘adelantada’ del curso, con disposición a abrir la caja

Al mirar en su interior empezaron a darse cuenta de que había algo ‘mágico’ ¿Quizá pistas para nuevos sucesos…? Efectivamente, la caja albergaba recuadros de papel impreso con dibujos y… ¡¡Códigos QR!!

Proyecto 'Cambio Climático' |ampliar foto
Proyecto ‘Cambio Climático’ | CATI NAVARRO

En el visionado del siguiente vídeo podemos vivir con ellos las emociones y comportamientos del grupo en estos primeros momentos…

Cada niño o niña cogía uno de los recortes de papel (previamente habían acordado que, si no había código para cada uno, debían compartirlos) y con las tablets de clase, durante un tiempo, se dedicaron a ‘capturar’ códigos. Cada niño y cada niña escribiría en un folio lo que ‘escondía’ su código QR.

Era una manera natural, significativa y funcional, de acercarse a la lectoescritura, comenta Cati Navarro.

Proyecto 'Cambio Climático' | CATI NAVARROProyecto ‘Cambio Climático’ | Cati Navarro

Leídos los códigos pudieron comprobar que ‘encondían’ la imagen de un objeto, una situación, un paisaje… (un termómetro, pastillas, una escena con un huracán, un coche con humo, personas migrando a otro lugar, contenedores…) que no parecían tener relación con el resto de las imágenes de los compañeros. Sin embargo, después de unas cuantas preguntas en grupo fueron descubriendo relaciones de unas con otras ¡Estaban conectadas!

Como hemos podido observar con el visionado del vídeo anterior, al buscar las conexiones entre las situaciones, los objetos, comportamientos y consecuencias, el debate iba animándose, tomando cuerpo. Cada reflexión, expresada públicamente, era más interesante que la anterior.

SURGÍA EL DEBATE…

Cati (profesora): ¿Qué te ha salido Nayra?
Nayra: Una bombilla.
Cati: ¿Y eso tiene relación con alguna otra imagen?
Elsa: Con los molinos de viento porque hacen electricidad
Cati: ¿Estáis de acuerdo?
Todos: ¡¡¡ Siiiiii !!!
David: Las pastillas, el termómetro y la bolsa de agua van juntas porque todo es para curarse.
Cati: ¿Estáis de acuerdo?
Todos: ¡¡¡ Siiiiii !!!
Cati: Mario, no está muy de acuerdo ¿Qué ocurre Mario con este grupo donde está el humo del coche, el incendio, el vertedero, las personas que se están marchando de su país, y las fábricas?
Mario: Las personas las tenemos que quitar porque no son contaminación.
Todos: ¿Y todo lo demás sí?
Mario: Sí.
Seño: ¿Estás seguro?
Mario: Sí.

Ya habían encontrado sus conexiones, pero no tenían muy claro qué significaba todo esto, hacia dónde los podía llevar. Tenían que seguir investigando y contar con más información; de momento no sabían qué estaba pasando, aunque algo iban intuyendo ¿Qué sucedería a la mañana siguiente?…

Efectivamente, con la vuelta al ‘cole’, en la nueva mañana, empezaron a disiparse todas sus dudas, habían recibido el siguiente…

MENSAJE DEL PLANETA TIERRA:

Hola chicos y chicas, estoy segura de que últimamente habéis oído hablar a los mayores de que ya no nieva tanto como antes, o de que cada vez los veranos son más largos y calurosos, se suceden olas de calor, lluvias torrenciales, huracanes cada vez más fuertes y frecuentes. Tales fenómenos están causando diferentes catástrofes. Los científicos aseguran que el clima se está volviendo loco ¿Os gustaría ayudarme a investigar por qué está pasando todo esto y cómo podríamos evitarlo?

Después de indagar en grupo a cerca de sus ideas previas sobre la enfermedad de la tierra y a partir de sus intereses sobre lo que era necesario investigar, iniciaron el proyecto. Para este propósito, Cati había diseñado un itinerario interactivo con el programa informático, basado en fotografía satelital, de Google Earth.

Niños y niñas tenían que superar una serie de desafíos para conseguir información contrastada y pertinente sobre las causas, efectos y posibles soluciones a los destrozos que se iban produciendo en la tierra por la acción del cambio climático. El itinerario de aprendizaje les ofrecía la posibilidad de realizar visitas virtuales a distintos puntos del globo terráqueo, comprobando ellos mismos los efectos del deshielo en los polos, la desertificación en Marruecos, las migraciones en Senegal

Proyecto 'Cambio Climático' | CATI NAVARROProyecto ‘Cambio Climático’ | Cati Navarro

Supuso una verdadera experiencia de sensibilización sobre cómo algunos de los comportamientos que realizaban día a día (derrochando energía, no reciclando…) tenían consecuencias para toda la vida en el planeta, no solo en su entorno más cercano.

A lo largo del viaje interactivo se enfrentaron a diferentes tareas de búsqueda de información, elaboración de murales interactivos, confección de formularios, experimentación de consecuencias observables; utilizando también diferentes aplicaciones de Realidad Aumentada… Todas estas tareas y actividades les permitieron reflexionar en grupo, asumiendo poco a poco una actitud crítica y de defensa y cuidado del medio ambiente. Al tiempo, iban trabajando los contenidos curriculares establecidos oficialmente para la etapa de educación infantil.

Que niños y niñas de cinco años entiendan conceptos relacionados con el cambio climático como el calentamiento global o la lluvia ácida, siendo conceptos tan abstractos, puede ser un poco complicado, pero la astronauta “Luna” (que les fue guiando por todo el proyecto) les tenía preparados unos cuantos experimentos’ que les ayudarían en su comprensión.

Se adentraron en la vida de los Inuit, investigando sobre su cultura, y rutinas de supervivencia; para lo que tuvieron que capturar códigos QR que ‘Luna’ les había dejado, en una presentación.

Una vez descubierto el modo de vida Inuit en las regiones árticas, decidieron convertirse en Inuit y realizar sus tareas habituales.

Replicaron con piedras de colores las señales que utilizan para indicar una dirección o lugar de caza y pesca (Inuksuk). Confeccionaron máscaras inuits que les sirvieron, además, para trabajar emociones y sentimientos; las decoraron con papel de seda y colores.

Nos fuimos de ‘pesca’. Con palos de pincho, hilo e imanes fabricamos cañas de pescar. Los peces los hicimos con papel y les colocamos un clip para poder pescarlos con el imán”, explica Cati Navarro.

Proyecto 'Cambio Climático' | CATI NAVARROProyecto ‘Cambio Climático’ | Cati Navarro

Para el estudio del calentamiento global experimentaron, en ellos mismos, el calor que la tierra acumula y cómo debe sentirse.

Sentados todos en círculo en el patio colocaron en el centro un termómetro que marcaba 19º, se cubrieron con un paracaídas de psicomotricidad, sujetándolo al sentarse, dejando que fluyeran las preguntas y las hipótesis sobre lo que iba a suceder…

Proyecto 'Cambio Climático' | CATI NAVARROProyecto ‘Cambio Climático’ | Cati Navarro

ALGUNAS HIPOTESIS DE PARTIDA

Cati (profesora): Chicos ¿Qué es el paracaídas?
Marina: Los gases
Cati: Y, nosotros ¿Cómo estamos?
Adriana: Atrapados en los gases.
Cati: ¿Y qué pasa? ¿Qué os pasa? …
Elsa: Que hace mucho calor.
Cati: ¿Todos tenéis calor?
Todos: ¡¡¡ Siiiiii !!!
Cati: Y ¿Cómo estabais mejor con gases o sin ellos?
Todos: Sin ellos.
Cati: ¿Qué le habrá pasado al termómetro?
Olivia: Que habrá subido la temperatura.
Cati: ¿Por qué?
Olivia: Porque hace más calor…
Cati: ¿Estas segura Olivia?
Olivia: Sí.
Cati: ¿Lo comprobamos?…
Todos: ¡¡¡ Siiiiii !!!
Cati: Venga vamos a ver qué es lo que ha pasado ¿Qué temperatura hacía antes, chicos?
Todos: 19…
Cati: Mira la temperara que hace ahora, Olivia. ¿Lo ves? ¿Qué ha pasado chicos…?
Todos: Que… ¡¡¡ Ha subido !!!

La astronauta ‘Luna’ visita la clase y les informa de que en su viaje por el espacio ha observado cómo la temperatura del planeta ha variado mucho en los últimos años. Les invita a viajar con ella, siguiendo un determinado itinerario (Earthquest) con el que les irá proponiendo acciones para conocer las causas y efectos del cambio climático, antes de proponer soluciones.

La astronauta 'Luna'
La astronauta ‘Luna’ CATI NAVARRO

El primer desafío consistía en comprobar cómo había variado la temperatura del planeta. Les aportó unos folios con un montón de números y con muchas rayas que la astronauta llamaba gráficas. Entre todos consiguieron averiguar que representaban ‘un montón de años’ con la temperatura de cada uno. Poco a poco, fueron descubriendo cómo se construyen las gráficas, incluso fueron capaces de interpretar los resultados.

Conforme iban avanzando en su viaje interactivo y descubrían qué cosas afectaban al planeta, más les sorprendía que los mayores no fuesen consumidores responsables, reciclando, evitando derrochar energía y generar cada vez más residuos.

TESTIMONIO DE UNA MADRE

Mi nombre es Irene Castillo y soy la madre de Olivia, antigua alumna de Cati Navarro. También soy compañera de Cati (trabajo como orientadora en el Colegio ‘San Agustín’ de Casas Ibáñez) y tengo la suerte de ver, aprender y contagiarme del quehacer diario de esta maestra y su enriquecedora y atractiva forma de trabajar, así como trasmitir a sus alumnos, el entusiasmo por aprender, descubrir, investigar y disfrutar yendo cada día a la escuela.

Mi hija Olivia tiene 8 años, en la actualidad cursa 3er. curso de Educación Primaria. Ya han pasado tres cursos desde que fue alumna de Educación Infantil y tuvo como tutora a Cati. Sin embargo, la huella que el Proyecto sobre el ‘Cambio climático’ ha dejado en ella, sigue viva y conserva la frescura y motivación que pudo experimentar en Educación Infantil de 5 años.

Trabajar con la metodología de proyectos, ha permitido que los alumnos no sólo aprendan contenidos curriculares propios de la Etapa de Educación Infantil, sino que ha propiciado verdaderos cambios actitudinales en nuestros hijos y nos ha hecho también partícipes a las familias, haciéndonos todos verdaderos protagonistas y agentes de cambio.

Como madre, me siento afortunada y agradecida. Ha sido maravilloso poder observar cómo mi hija Olivia se entusiasmaba con las distintas actividades desarrolladas en el aula, aumentaba su sentido crítico y creatividad.

De todo esto se nutre la experiencia docente de Cati Navarro, el relato que acabamos de hacer en este ‘post’ y el siguiente que ofreceremos en el próximo, porque esta historia continua….

Imagen tomada de: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2019/04/08/escuelas_en_red/1554751764_142291_1555175653_noticia_normal.jpg

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/04/08/escuelas_en_red/1554751764_142291.html

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¡Gracias, Antanas!

Por: Julián de Zubiría

El pedagogo Julián De Zubiría rinde homenaje a Antanas por haber impulsado un cambio cultural al articular pedagogía, moral y política. Asegura que el país estará pendiente de la decisión del Consejo de Estado sobre su curul, pero muy especialmente, de seguir recibiendo las enseñanzas del profesor Mockus.

Antanas Mockus ha sido el padre de la cultura ciudadana y el gestor de un cambio cultural en el país. Puso a soñar a toda una Nación en que era posible articular la pedagogía, la moral y la política. También ha sido defensor incansable del principio sagrado de la vida y de la necesidad de fortalecer la regulación social.

Como pedagogo, hizo parte del Grupo Federicci, el cual dio una dura batalla contra la tecnología educativa que el Ministerio de Educación Nacional (MEN) quería imponer en los años ochenta. Al ganarla, se convirtió en un referente obligado del naciente Movimiento Pedagógico Nacional.

Como filósofo y matemático, se convirtió en rector de la Universidad Nacional, entidad en la cual intentó llevar a cabo una profunda reforma financiera y pedagógica. A nivel financiero, elevó considerablemente el pago de los estratos más altos de la población que se vinculaban a la universidad.

A nivel académico, buscó disminuir el enciclopedismo, aumentar la flexibilidad y la contextualización en la universidad, para ponerla al frente de las nuevas tendencias pedagógicas; hizo todo lo posible para que los estudiantes dominaran las gramáticas básicas de la academia y para que la actividad recayera en mayor medida en su trabajo autónomo. Aun así, la reforma quedó a mitad de camino y en este terreno todavía estamos pendientes de culminar su tarea; en especial, hay que reconocer que las universidades siguen en deuda con la sociedad en la formación de mejores ciudadanos.

Para los años noventa ya era muy reconocido en el medio intelectual y quiso aprovechar su liderazgo académico para lanzarse a la política, con el fin de enseñar a los colombianos a convivir pacíficamente y a respetar la vida y las leyes. El cambio cultural que ha promovido a lo largo de su vida sigue siendo muy incipiente en el país. Por ello, no hay duda: su tarea política todavía está inconclusa.

El Consejo de Estado acaba de anular su curul en el Senado. Lo paradójico es que, previamente, otra sala del mismo Consejo, y con exactamente la misma información, lo había ratificado en el cargo. No me corresponde a mí analizar el proceso jurídico en el que está inmerso, sino destacar su invaluable papel como formador de mejores ciudadanos. En consecuencia, a ello dedicaré estas notas.

La tesis central de Antanas es que en Colombia existe un divorcio entre ley, la moral y la cultura, y que, debido a ello, hay aprobación cultural y/o moral de acciones ilegales y hay reprobación moral o cultural de algunas de las obligaciones legales de los ciudadanos.

El divorcio entre los tres sistemas de regulación se expresa en acciones ilegales pero avaladas y aprobadas moral y culturalmente (por ejemplo, la evasión de impuestos), y hay acciones ilegales, reconocidas como moralmente inaceptables, pero culturalmente aceptadas (como, por ejemplo, el paramilitarismo y el narcotráfico). Colombia ha sido un buen ejemplo de ambas prácticas.

En el país ha sido ampliamente aceptada y justificada la evasión de impuestos, bajo la idea de que no tiene sentido pagar tributos, ya que éstos, según la subcultura dominante, “serán robados” y terminarán en manos de “políticos corruptos”.

Colombia también es muy buen ejemplo de la tolerancia con la ilegalidad, si se tiene en cuenta, por ejemplo, que cerca del 41% de la población llegó a considerar como un “mal menor” el paramilitarismo, pese a las masacres, las desapariciones, el uso criminal de la motosierra y la expropiación de cerca de 9 millones de hectáreas. Tierras que fueron despojadas a pequeños campesinos, en lo que se podría llamar una reforma agraria, pero hecha al revés y que tristemente nos ha convertido en uno de los tres países del mundo con mayor concentración de la tierra en pocas manos.

Como puede verse, nuestra cultura ha estado profunda y estructuralmente marcada por la convivencia con el narcotráfico, la ilegalidad y el conflicto armado. Ante los ojos de todos, y muy especialmente del Estado, las mafias de narcotraficantes se apropiaron de tierras, empresas, clubes deportivos, miembros de la justicia e incluso, de algunos sectores de los partidos políticos, a quienes llegaron con enorme frecuencia a financiar sus campañas.

La sociedad y sectores del Estado, convivieron por décadas en contubernio con el narcotráfico. Es así como el propio Estado creó la Cuenta Especial de Cambios para beneficiarse de los recursos provenientes de las transacciones de dólares y pesos en el Banco de la República. La población fue mucho más brillante cuando la denominó la “Ventanilla siniestra”; es decir, una cuenta inventada por el propio Estado para beneficiarse del lavado de dinero de las mafias.

Muy sabiamente, Antanas concluyó que se había generalizado una “cultura del atajo” o del éxito fácil, profundamente admirada y valorada por los ciudadanos.

La pregunta, en este contexto, es cómo reestablecer la unión entre la ley, la moral y la cultura. ¿Cómo superar las actitudes condescendientes de la población ante la ilegalidad? ¿Cómo disminuir la convivencia consentida con el paramilitarismo y el narcotráfico? Estas fueron las preguntas que tuvieron que ser abordadas por Antanas cuando llegó en dos ocasiones a la alcaldía de Bogotá.

La reflexión de Mockus lo condujo a buscar mayor respeto por la ley y a fortalecer los sistemas de regulación social. La armonización que buscó Mockus implicaba, necesariamente, generalizar el rechazo moral y cultural a las acciones ilegales, a los sobornos, al contrabando, a las pirámides económicas y la evasión, entre otros.

Cultura Ciudadana fue un conjunto de programas y proyectos que expresaron la prioridad del gobierno en Bogotá de mejorar la convivencia ciudadana por la vía de un cambio comportamental consciente. Se trató de proteger la vida en todos los contextos; de allí el uso del cinturón de seguridad en el carro, de las cebras y puentes peatonales o el conjunto de medidas para disminuir el uso de armas o la prohibición de la pólvora en manos inexpertas.

Estas medidas siempre estaban acompañadas de mecanismos de control de social y de actos simbólicos. La macro idea que subyace a estos programas es que “la vida es sagrada” y que, por ello, hay que hacer todos los esfuerzos posibles desde el Estado por defenderla. Este principio, fue acompañado por otro derivado: “los recursos públicos son sagrados”. En consecuencia, también hay que hacer todo lo posible por cuidarlos.

Sin duda, hay impactos muy importantes de las medidas adoptadas por Mockus en las dos alcaldías, lo que permitió, desde la primera, reducir significativamente las tasas de homicidios de 72 (1994) a 51 por 100.000 habitantes (1997), y de 25 a 20 por 100.000 la tasa de muertes violentas en accidentes de tránsito.

La exitosa experiencia de Bogotá quiso llevarse al país en lo que se conoce como el movimiento de la “Ola verde”. Miles de jóvenes y artistas se volcaron a las calles y a las urnas en defensa de una nueva manera de hacer política: más transparente, más participativa y más ciudadana. En 2010, estuvieron relativamente cerca de llegar al poder. Sin embargo, el “país político”, como lo llamaba Jorge Eliécer Gaitán, no lo permitió.

Con la asesoría de J. J. Rendón, personaje especializado en propaganda negra y en difundir falsos rumores en campañas electorales, el uribismo se burló de Mockus al denominarlo “profesor”, en un país en el que los docentes están profundamente estigmatizados y desprestigiados, precisamente por la clase política; y se volvió a burlar al preguntarle si era o no creyente.

Como buen filósofo, tuvo que reflexionar su respuesta. El “país político” se unió en su contra y lo venció. Una vez más, la clase política volvió a manipular a una población que lee muy poco, que entiende todavía menos y que es muy temerosa. En eso momento, el “país político” asustó al “país nacional” con la idea de que podía llegar a la presidencia un profesor ateo y quien, para completar, era un “caballo discapacitado”, como lo llamó el propio Álvaro Uribe, cuando se hicieron públicos los primeros síntomas del Parkinson que comenzaba a padecer. Por “enésima vez” la clase política, altamente ligada a la corrupción y la ilegalidad, logró retener el poder.

En un país en el que el largo conflicto armado destruyó la confianza que tenemos hacia los otros, nos sigue haciendo falta Antanas Mockus para seguir impulsando las competencias ciudadanas en la población.En un país en el que un sector muy influyente de la clase política se especializó en debilitar las instituciones, incendiar de odio, promover la ira y la sed de venganza, sigue haciendo mucha falta un político que enfatice la educación y el cambio cultural, como lo ha hecho Antanas a lo largo de la historia.

La Nación necesita que pasemos la página de la violencia para poder enfrentar los grandes problemas que tenemos como sociedad. Somos uno de los países más inequitativos del mundo.

Somos un país enfermo de intolerancia y sed de venganza. Para enfrentar estos retos se requiere de políticos que contribuyan a la convivencia pacífica, que respeten y valoren la pluralidad y las diferencias. Hasta este momento, Antanas Mockus es, como político, de lejos, el que mejor lo ha hecho. Precisamente por eso no es casual que los abogados que demandaron su elección provengan de un partido cuya totalidad de representantes en el Congreso fueran destituidos por nexos comprobados con el paramilitarismo: Convergencia Ciudadana. Ahora quieren ganar en los estrados los votos que no obtuvieron en las urnas.

No estoy seguro si se ratificará la primera o la segunda decisión del Consejo de Estado. En cualquier caso, tengo muy claro que la Nación está en inmensa deuda con Antanas. De él aprendimos que la vida es sagrada, que los cambios culturales son los más profundos, que la pedagogía y los actos simbólicos son las armas más importantes para cambiar las sociedades, y que la ética debe estar presente en todo proyecto político.

Por todo ello y por mucho más, quiero expresarle al profesor Mockus las gracias infinitas por el aporte que ha hecho al cambio cultural en Colombia y espero que podamos seguir aprendiendo de sus enseñanzas. Como docente y como ciudadano, tengo que reconocer que muchas veces Antanas me ha inspirado y espero que lo siga haciendo; y que también lo haga con miles y miles de docentes, de artistas e intelectuales y con millones de ciudadanos que conforman las próximas generaciones de colombianos.

Imagen tomada de: https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcTov6O3AcKLGi1IVT5CdTL08GjePQQWHBXDEanzUIktrD5jjrfaMA

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/julian-de-zubiria-le-rinde-un-homenaje-a-antanas-mockus/609538

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Escuela bulímica

Por: Anna Torralbo

Es tiempo de eslóganes, ideales y discursos en un momento en que no hay tiempo ni predisposición para parar y pensar. Por tanto, es tiempo de engullir tanto y lo más rápido que se pueda.

El segundo trimestre suele ser el punto álgido del curso escolar, quizás se pueda decir que es uno de los momentos más estresantes y frenéticos del año: por lo general suele ser largo y es también el momento en que los problemas de aula o de los alumnos se agudizan o acaban por estallar (el cansancio y el día a día hacen salir a flote lo que en el primer trimestre todavía se podía tapar). Los profesores están cansados y cargados de trabajo: informes, reuniones, fiestas, proyectos, excursiones, certámenes literarios, puertas abiertas, vacunas, revisiones dentales, concursos de dibujo….

El segundo trimestre suele ser el momento en el que, como profesor, entras en crisis con el sistema educativo y te preguntas si tienen sentido o siguen algún tipo de lógica (o incluso ética), el alud de actividades que llegamos a hacer. ¿Estamos siendo coherentes con lo que hacemos, o simplemente engrosamos y engrosamos el saco sin ton ni son para dar cabida a los discursos que tocan sin antes revisar su coherencia?

La escuela está en un momento en que podríamos decir que padece de un trastorno bulímico, en parte debido y promovido por las administraciones locales; en gran parte a causa de su incapacidad para discernir, reflexionarse y pensarse. La escuela está, más que nunca, yendo hacia todas partes y hacia ninguna: pura contradicción.

Pongámonos en contexto

Venimos de celebrar la Navidad, y, en menor o mayor medida, todas las escuelas lo han celebrado realizando actividades fuera de lo habitual. En muchas de ellas, la cantidad de actividades es frenética y muy variada: se escriben y memorizan poemas, se cantan canciones, se ven películas de temática navideña, se hacen pesebres, se representa el nacimiento de Jesús, se decora la escuela y las clases, se recolecta comida, se visita algún centro de colectivos desfavorecidos (residencias, por ejemplo), etc. Todo ello en un lapso de tiempo muy corto, un atracón de actividades en toda regla. Del día X al Y, todo gira alrededor de esta temática, sin importar si el significado tras de todo ello rechina, es incongruente o se confronta con otras celebraciones o ideas que también se trabajan en la escuela. Pongamos ejemplos. ¿Cómo se entiende que en la misma escuela se haga una representación del nacimiento de Jesús y se hable a la vez de feminismo, homosexualidad o igualdad? El mensaje que hay detrás de esta historia religiosa, la tipología de personajes y sus roles, no dejan de ser más que anacrónicos y perpetuadores de ideas tan nefastas como: jerarquías sociales, roles de género marcados y estigmatizados como pueda ser la idea del personaje bueno y el malo (como si eso fuera así de claro y sencillo). Una Virgen María que pone su cuerpo al servicio del hombre poderoso, y un marido, faltaría más, que la cuidará y velará por ellos.

Así bien, ¿cómo es posible que este tipo de mensajes estén presentes en las escuelas de hoy, donde, a la vez, se incentivan y se realizan talleres y actividades que promulgan el feminismo o los derechos de las mujeres? Sí, es paradójico, pero esto sucede, y no es más que el reflejo de algo que, por supuesto, está presente en la sociedad misma: repetimos, decimos y hacemos lo que se nos dice que toca decir y hacer, ¿cómo si no se entienden todas estas incoherencias?

Ni feminismo ni religión, pues si cabe el feminismo, por qué no se habla de teorías post-gender, o teorías Queer, por poner un ejemplo. Por una sola razón, el sistema no los ha legitimizado, son ideologías marginales (como lo era en su día el feminismo).

Pero sigamos con el tema navideño y sus incongruencias, que son muchas. ¿Qué demonios son esas canciones que se cantan en Navidad? ¿Qué significan? El humo en las chimeneas, el brillo en los ojos de la gente, la nieve que cae del cielo… ¿Estamos ciegos o nadie más ve que todo esto es una mentira, una ficción? Nos escandalizamos porque los niños pasan horas jugando a juegos de realidad virtual y no están en contacto con la vida real, ¿a qué vida real nos referimos?, ¿a todas estas tradiciones y festividades que se acumulan una detrás de otras en el calendario? Allí donde yo vivo y enseño, no hay chimeneas humeantes y mucho menos nieve. En otoño tampoco hay viejecitas entrañables con chales vendiendo castañas, son los gitanos los que lo hacen, pero a pesar de hablar de la igualdad y de los derechos humanos, nuestras canciones navideñas siguen sin nombrar a este colectivo incómodo, como tampoco nombran otras realidades incómodas. ¿Por qué seguimos perpetuando todas estas tradiciones que nos hablan e intentan conectarnos con cosas que no son reales? Quizás nos de miedo vivir sin más, sin el paraguas de mentiras y ficciones que nos empuja a ver lo que no existe. Quizás nos de miedo que llegue el día en que nos levantemos y no haya una fecha en el calendario que nos ordene qué debo decir –“¡Felices fiestas!”–, qué debo hacer –corre a comprar, decora tu casa, canta canciones…– o cómo me debo sentir –todos estamos felices en Navidad–.

Pero la cosa continua, porque estamos en el segundo trimestre y el curso sigue adelante acumulando festividades y actividades, talleres y conmemoraciones. El Día de la Paz (cada vez más celebrado en nuestras escuelas) o el Carnaval, cada uno de ellos un nido de contradicciones que no se nombran en alto, pero que incomodan a más de un profesor/a. Empecemos con el Día de la paz, un día en que muchos alumnos verbalizan o manifiestan deseos de paz (o mejor dicho eslóganes de paz): “No es no”, “Que no se mate”, “Que no haya guerras” “Que los pobres tengan comida” y un largo etcétera. Los niños repiten como zombis frases estereotipadas y panfletarias cuyo significado o implicaciones no entienden ni conocen. Frases vacías y superficiales que se repiten porque toca. Pero el calendario apremia, hay que seguir con el currículo y no hay tiempo para pensar qué significan todas esas palabras. Así que todo esto no es más que un vómito repentino que queda ahí y se olvida mientras se “avanza”, como quedan ahí todas esas frases arrojas en los exámenes para seguir caminando hacia “adelante”, tal la abeja a la que se le ha extirpado el vientre pero sigue succionando miel. Y en Carnaval más de lo mismo: tiempo de desenfreno y libertinaje; pero usted, pequeño alumno, siga las consignas que se le indican: disfrácese aunque no lo quiera, baile para el público, desfile ante público: expóngase.

Trabajamos en escuelas bulímicas que engullen sin respirar: talleres de consumo responsable en los que se enseña a los alumnos a comprar ofertas de móviles iPhone. Conferencias “feministas” donde se expone la desigualdad de la mujer, ahora toca la mujer, ¿y qué ocurre con el cojo, el ciego o el manco? Escuelas verdes que despilfarran plástico en Carnaval…

Es tiempo de eslóganes, ideales y discursos en un momento en que no hay tiempo ni predisposición para parar y pensar. Por tanto, es tiempo de engullir tanto y lo más rápido que se pueda, para así estar listo para cuando llegue lo siguiente que haya que tragarse. Yo, personalmente, me decanto por una escuela mínima, es decir, por una escuela liberada de todas estas cargas y discursos sociales; una escuela ligera y pausada que no se dedique a producir y funcionar con la lógica de la productividad propia del capitalismo liberal. Abogo por una escuela que no engorde a sus alumnos como engordan a los cerdos en las granjas de producción masiva.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/11/escuela-bulimica/

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La trampa de la ‘cultura del esfuerzo’

Por: Julio Rogero

La escuela oculta que la desigualdad social de partida cuando se accede a ella determina en gran medida tu futuro, y que no existe la igualdad de oportunidades, sino una falsa meritocracia en la que suelen perder los mismos.

El reciente informe de Intermon Oxfam Desigualdad 1 – Igualdad de oportunidades 0: la inmovilidad social y la condena de la pobreza nos dice que esta y la desigualdad son hoy mayores que hace once años, cuando comenzó la crisis económica. La recuperación económica solo ha sido para algunos y el riesgo de pobreza ha aumentado notablemente. Los ricos son más ricos (aumentó su riqueza un 12% en el último año) y los pobres son cada vez más y más pobres. Además, el informe constata que la pobreza se hereda, algo que también indicaba el último informe FOESSA, elaborado por Cáritas: más del 80% de los hijos de familias pobres serán también pobres. Además, se ha producido un efecto de desclasamiento de parte de la población: una de cada seis familias de clase media, que con la crisis cayó en situación de paro y exclusión social, no ha sido capaz de salir de esa situación.

Según El Confidencial (20-1-19), el 18% de la población en España sufre exclusión social y, aproximadamente, 8,6 millones de personas tienen dificultades serias para, por ejemplo, llevar a los niños al cine o comer ternera en lugar de pollo. La realidad es aún más dura para los 4,5 millones que están en situación de pobreza severa, un 40% más que hace diez años.

Estos datos nos llevan a pensar seriamente en muchos de los discursos dominantes sobre el sistema escolar y en la función que juega en la reproducción de las desigualdades o en la apertura de vías para combatirlas. En la dinámica de la sociedad del rendimiento en que nos encontramos, cuando se analizan las causas del fracaso escolar, es frecuente escuchar la misma cantinela que culpabiliza al alumnado por no esforzarse lo suficiente en la escuela o por no ser lo suficientemente inteligentes para alcanzar el éxito. El problema añadido es que muchos de quienes no fracasan escolarmente logran títulos universitarios, saben idiomas, etc. pero también han entrado a formar parte de la clase precaria, con frecuencia, haciendo trabajos de mucha menor cualificación a la que poseen y con sueldos de miseria. A estos también se les acusa de no esforzarse lo suficiente en el mercado laboral para buscar un mejor trabajo, aunque se esforzaron en su paso por el sistema educativo. Eso no contradice los datos que nos indican que quienes tienen estudios universitarios encuentran trabajo antes y en mejores condiciones que quienes se quedaron a medio camino en su paso por el sistema educativo.

Conozco a muchas personas que viven estas situaciones con una gran frustración, sentimiento de culpabilidad y con la profunda impresión de haber sido engañados. Las promesas de “estudia para ser algo en la vida”, “si no te esfuerzas no serás nada” o “te servirá en el futuro” forman parte del gran engaño de una sociedad profundamente clasista, que nos oculta la realidad creada para que unos triunfen siempre y otros sean los grandes perdedores del sistema. Esta es una realidad de la que es difícil salir. Según los informes citados, es como una maldición el nacer en una u otra clase social, en una situación de riqueza económica y cultural o en un mundo de marginación, precariedad o exclusión.

La escuela, ¿qué dice de todo esto? Nada. Bueno, no. Sí te dice que la escuela te ofrece las mismas oportunidades que a los demás si te esfuerzas lo suficiente. Es el elemento más utilizado por el poder para seguir ocultando y reproduciendo la realidad de injusticia social radical de esta sociedad. El mensaje es que sigas esforzándote porque, si no lo haces, no llegarás a ninguna parte. Además, te dice que lo hagas tú solo porque, si lo haces con otros, es posible que se aprovechen de tu esfuerzo y te quiten las oportunidades. Si te esfuerzas y no funciona, siempre puedes buscarte la vida en otros países que te ofrezcan nuevas oportunidades. Del mismo modo, debes esforzarte para ser un buen emprendedor y empresario de ti mismo y explotarte al máximo para poder salir adelante en una economía de buitres carroñeros que compiten, también, en la explotación de otros. La escuela oculta que la desigualdad social de partida cuando se accede a ella determina en gran medida tu futuro, y que no existe la igualdad de oportunidades, sino una falsa meritocracia en la que suelen perder los mismos, porque parten de posiciones de desventaja que el sistema no logra superar. Por eso es también necesario desmitificar la tan vendida “igualdad de oportunidades “ que la escuela dice ofrecer. Esta es imposible mientras no se dé un profundo cambio social en el que se cubran todas las necesidades de todas las familias que hoy se encuentran en situación de desventaja social. Por eso, hablar de este tema con la frivolidad que se suele hacer es cargar en las espadas de la escuela algo imposible de cumplir.

Entonces, esforzarte ¿para qué? ¿Para quién? A la primera pregunta podemos decir, dentro de la lógica dominante, que es necesario esforzarse para adquirir el máximo valor en el mercado laboral; para que, con una mayor formación, puedas competir en una mejor posición en la que el capital saque más plusvalía en la sociedad del rendimiento; para ser más útil al sistema, sobre todo si has aprendido y te has esforzado en ser creativo e innovador. A la segunda pregunta no solemos responder porque nos han hecho creer que el esfuerzo revierte en nosotros mismos, en nuestro propio beneficio. Se nos suele ocultar que el máximo beneficio de nuestro esfuerzo en la economía de mercado capitalista es para los dueños de los medios de producción y consumo. Nos esforzamos para servir a un poder cada vez más difuso, donde los ricos y los explotadores están cada vez más lejos y ocultos de los pobres y los oprimidos, que son los que rentabilizan a su servicio el trabajo individual y colectivo de la mayoría de la humanidad. Son ellos los que dicen con los hechos que cada vez hay una parte mayor de personas descartables, sobrantes e inútiles para el sistema. Son los que se quedan fuera del mercado laboral, fuera de la producción y el consumo porque son insolventes, no aportan “utilidad” y son un lastre para el crecimiento económico y al desarrollo de la sociedad.

Por todo ello, me parece necesario cambiar radicalmente el discurso dominante de la “cultura del esfuerzo” en el sistema educativo. Dicha cultura nos prepara para ser esclavos sumisos al poder, haciéndonos creer que nos esforzamos para nosotros mismos. Por eso crea tanta frustración, culpabilidad y sufrimiento. Nadie dice que no sea necesario esforzarse en el vivir cotidiano, y por supuesto también en la escuela. Pero hay un esfuerzo que nos lleva a ser dominados, es el que nos predican y nos imponen, y otro para ser libres con los demás siendo y viviendo lo que queremos vivir, en una sociedad radicalmente diferente a ésta. Si es un esfuerzo para poder ser nosotras mismas, para desarrollar nuestras capacidades al máximo, nuestra curiosidad insaciable, nuestras inquietudes, nuestra dimensión crítica y creativa, para aprender a convivir, a cooperar, a compartir, a salir de nuestro ego, a cuidar la vida y cuidarnos, a empatizar, a apasionarnos por saber y conocer, por ser justos, igualitarios y fraternos, entonces sí vale la pena ese trabajo, porque nos producirá una gran satisfacción personal y colectiva. No estará basado en el triunfo sobre los demás, sino en la búsqueda colectiva de la equidad, la justicia y la vida buena para todos y todas.

Ese es el esfuerzo que hay que pedir a todos los que formamos parte de la comunidad educativa, no solo al alumnado, como se suele hacer. Nos queda mucho camino por recorrer, pero podemos hacerlo si nos lo proponemos. Es el esfuerzo inclusivo, individual y colectivo, para caminar hacia el cumplimiento del derecho a la educación buscando el éxito de todos. Es el cambio de mirada que a todos nos vendría bien hacer sobre la tan manoseada “cultura del esfuerzo” en la escuela.

Ese esfuerzo, profundamente motivado en cada persona, vale la pena. Lleva consigo grandes desvelos y una sólida voluntad de conseguir metas que nos hagan crecer con los demás en los procesos de humanización progresiva de todas y cada una de las personas. Es el esfuerzo que la escuela pública que queremos debería promover. Esa es la “cultura del esfuerzo” que proponemos, porque queremos vivir de otra manera radicalmente diferente a la que nos imponen. Es el esfuerzo de los que queremos ser libres, para poder desarrollar todas nuestras potencialidades y capacidades en la incertidumbre compartida del vivir cotidiano.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/08/la-trampa-de-la-cultura-del-esfuerzo/

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Entrevista a Enric Prats. Profesor de la UB: “La escuela no importa, por eso no le hemos dado los recursos que necesita”

Entrevista/11 Abril 2019/Autor: Víctor Saura/Fuente: El Diario de la Educación

Profesor de pedagogía internacional de la UB, Enric Prats acaba de publicar un libro con un título que es más una advertencia o un grito que una afirmación. ‘L’escola importa’ es un compendio de reflexiones maduradas a fuego lento sobre todo lo que rodea el hecho educativo.

El primer capítulo de L’escola importa. Notes per repensar l’educació (Eumo. De momento solo en catalán) lo dedica Enric Prats a preguntarse si hay otro libro sobre educación, como si no hubiera suficientes. Con la lectura de unas pocas páginas se encuentra la respuesta. Se trata de un libro susceptible de interesar no sólo a la gente del gremio, sino también a la de fuera, una especie de guía para no iniciados sobre aquellos debates que hay alrededor de la educación, tratados con una prosa didáctica y muy cuidada, y la mirada personal y una pizca irónica del autor. En 180 páginas Prats toca prácticamente todas las teclas del piano y, por lo tanto, llegamos a esta entrevista sin saber exactamente de qué tenemos que hablar.

El libro rezuma un cierto escepticismo. Parece que venga a decir que todo está inventado.

Quizás no está todo inventado, pero sí digo que estamos recuperando ideas que teníamos en el cajón por diferentes razones, y ahora parece que estemos redescubriendo la sopa de ajo. Y no me refiero sólo a la Escuela Nueva, que ya sabemos el origen y el recorrido que tuvo, no sólo en Cataluña, sino en todo el mundo occidental, sino que me refiero más a métodos de trabajo o de relación docente-alumno hace siglos. Por lo tanto, tal vez sí hay escepticismo, sobre lo que no hemos sabido poner en práctica, lo que en el terreno de las ideas parece tan claro y tan perfecto, porque no hemos acabado de dominar este traspaso de la idea al hecho. En todo caso, el libro quiere tener un espíritu crítico, en el sentido de ofrecer unos criterios para que la gente pueda mirar las cosas desde otra óptica.

Al final viene a decir que ningún organismo internacional que hace predicciones sobre el futuro de la educación tiene mucha idea de lo que pasará.

Hay mucha gente que cree que tiene la bola de cristal, pero no podemos saber qué pasará. Sí que tenemos tendencias que están marcando algunas líneas, y una de estas podría ser la privatización. ¿Vamos hacia un modelo de la educación como un bien público o como un bien privado? La misma Unesco, en su documento de 2015 en Incheon, utiliza el interrogante para definir la educación como un bien común. Quizás es que tampoco se lo cree…

Si nos fijamos sólo en el sistema educativo de Cataluña, ¿realmente le parece que el riesgo es real?

Podríamos pensar que no, pero tal vez si empezamos a rascar un poco encontraríamos que hay mucha escuela pública que se ha privatizado, que se ha “elitizado” y ha generado guetos. Y también podemos encontrar escuelas privadas concertadas con un gran afán de servicio público, sean religiosas o cooperativas de maestros. La dicotomía pública-concertada no nos acaba de funcionar hoy en día para entender el sistema educativo en Cataluña. Y probablemente si fuéramos a otras categorías acabaríamos de situar un poco mejor este parámetro que planteo. ¿Qué tenemos? Tenemos un bien compartido donde todos podrán dar su opinión y participar de ese bien, o más bien es un producto que estará en manos de algunos porque seguirá siendo, para algunos, algo elitista y, para otros, un espacio de guardería o de contención social. Sinceramente, no tenemos claro hacia dónde vamos. Es un debate que tenemos que hacer.

¿No le parece que el docente, al menos un porcentaje elevado, hoy en día tiene una conciencia de la importancia de su rol y de la necesidad que tiene de repensar constantemente como pocas veces había pasado antes?

Probablemente es así, a pesar de que no se puede generalizar. Tenemos de todo. Sí parece que aquella vocación del maestro entregado que lo daba todo por sus alumnos se ha perdido. Hoy costaría encontrar a alguien con esta mirada vocacional, el concepto es más de compromiso ético y, por lo tanto, sí que probablemente tenemos profesorado más sensibilizado por su función y por su compromiso social y ético. Quizás hemos perdido aquella parte de vocación pero hemos ganado en compromiso. Y este cambio tiene que ver con el hecho de que hemos pasado de una profesión muy individualizada y, por lo tanto, de una vocación más individual, a un trabajo que obliga a hacer más equipo, y aquí es cuando entra la palabra compromiso. Pero también es cierto que las condiciones materiales en que se ha producido la docencia en los últimos años no han sido favorables y hemos desconectado a mucha gente.

¿Qué quiere decir?

Hay muchos docentes que piensan: “Yo me encierro en mi aula, hago lo mejor que puedo mis clases, intento sobrevivir y será otro día tirando”. Este individualismo, que aún hay -dicen que más en la universidad y en la secundaria, y menos en primaria y infantil-, a parte de un hábito cultural, tal vez también ha sido una cuestión de supervivencia. De llegar a centros que eran los Balcanes e intentar hacer el trabajo lo mejor posible y que los chicos aprendan encerrados en mi aula. Esta supervivencia también se ha dado porque las condiciones no eran las mejores, llevamos una racha de recortes y de contención en educación enorme. Durante muchos años no ha habido oposiciones, se ha invertido muy poco en renovar las instalaciones y el mobiliario… Y, por eso, muchos han dicho “desconecto”, mientras que muchos han entendido que esto ahora es un trabajo colectivo. Por eso a veces me preguntan por el título del libro: ¿La escuela importa? Y digo que no, la escuela no importa.

¿Ah no?

No, el título engaña. Está claro que la escuela no importa. En absoluto. Como sociedad no la hemos dotado de los recursos que necesita. No nos creemos que el docente sea una de las figuras principales de la sociedad. No se encuentra en los rankings de trabajos de más prestigio social. Es más, cuando tenemos un hijo o una hija en edad de decidir qué carrera hará, si resulta que es bueno en matemáticas o en ciencias no le aconsejaremos que se dedique a la docencia, le decimos que haga una ingeniería. ¡Lo hacemos así! No nos hemos acabado de creer eso de la escuela.

Enric Prats | Fotos: Guillem Espun

Pero si no se ha hablado tanto de escuela y de educación como ahora…

Esto es cierto. Y no es un fenómeno exclusivamente nuestro, es un fenómeno mundial. ¿En qué momento un organismo como la OCDE se toma en serio el tema de la escuela? A partir del año 90, que es cuando comienza a preparar lo que será la gran herramienta, que es PISA, que se pone en marcha el 2000. Que no quiere decir que los organismos internacionales no hayan tenido una cierta preocupación por el educación. La han tenido, pero aún hoy la principal preocupación es cómo vinculamos la competitividad económica a la educación. No le han dado una importancia central en la escuela por sí misma. La escuela ha importado cuando se la ha vinculado al mundo laboral.

Diría que a las instituciones financieras, ante el auge de determinadas ideologías, les empieza a interesar sobre todo la escuela como transmisora ​​de valores democráticos.

Cuando hay un gran problema social, lo que sea, lo trasladamos a la escuela, que es quien debe resolverlo. ¿Quién ha movilizado ahora el tema ambiental? Una adolescente noruega. Incluso las campañas de reciclaje de residuos han tenido más impacto cuando se han hecho en la escuela que cuando se han dirigido a la población en general. Cuando la escuela ha reciclado, los niños han vuelto a casa y han obligado a sus padres a reciclar también. La escuela es importante, claro. ¿Pero la sociedad le ha proporcionado los recursos que reclama para hacer su trabajo? ¿Para confiar en los profesores? Ellos son los expertos en enseñanza y aprendizaje. No lo son los políticos, ni los opinadores, ni lo somos los observadores del fenómeno. Confía en él. Y pocas políticas se basan en la confianza en la escuela.

Del prestigio del docente se habla mucho pero se hace muy poco.

Uno de los síntomas del interés por la escuela es un cierto cambio de mirada en la mayoría de la prensa hacia el hecho educativo y el papel del docente. Ustedes son un ejemplo claro del cambio de mirada que se produce hacia el mundo educativo. Hace 10-15 años los temas de educación salían en la sección de sucesos. Ahora salen como un espacio de innovación y domina el discurso positivo, aunque no en todos los medios.

Me parece que el libro dice que en 40 años de democracia no ha habido ni un solo ministro de Educación que haya sido maestro. Esto tampoco ayuda a prestigiar el oficio.

Yo no tengo tan claro si un ministro debe ser maestro, no sé si tiene la formación ni la aspiración de serlo.

Aquí (en Cataluña) tenemos un consejero que es docente y hemos tenido otros.

Esto es cierto. Pero yo remarco en el libro el poco tiempo que han estado en el cargo. Me parece que tanto en el Ministerio como en el departamento el promedio es de dos años. ¡Esto es muy poco tiempo! Cuando tú llegas a un cargo piensas que podrás hacer cosas pero, si la expectativa es que me echarán a la primera jugada entre partidos o dentro del partido, no veo que haya posibilidades de un proyecto político a medio y largo plazo. La Logse era un proyecto a largo plazo y fracasó. Recuerdo que cuando Rubalcaba era ministro de Educación y se estaba empezando a aplicar la Logse, que era una ley importantísima que él pone en marcha, aunque venía del Maravall y del Solana, hubo una crisis de Gobierno, y González pone de ministro a Suárez Pertierra, que hacía años que ocupaba varios altos cargos en el ministerio de Defensa. Aquello fue muy significativo.

¿Considera que la Logse fracasó?

Como proyecto político a largo plazo fracasó. Cinco años después de ser aprobada ya no contaba ni con el presupuesto ni con el acompañamiento político que requería. No hubo capacidad para incorporar al Partido Popular y a la Iglesia a ese proceso, y dieciocho años después, con Ángel Gabilondo, se intenta renovar el pacto por la educación y fracasa.

Pero de todas las leyes que ha tenido la educación en España en los 40 años de democracia sin duda la Logse es la que ha tenido una incidencia más importante.

Es que ha sido la única. Las demás o no han durado ni dos días o son reformas de la Logse.

Pues si las bases de la educación en España son todavía las que puso la Logse no entiendo por qué cree que fracasó.

Como proyecto político sí, porque la Logse tenía un planteamiento de base muy potente, de modernizar y europeizar el sistema y, sobre todo, de confiar en el sistema y de trasladar mucha responsabilidad en las escuelas y los maestros. Es decir, cuando hablaba de lo de los niveles de concreción del currículo y que el Estado debe señalar unos mínimos y después lo despliegas, aquí estaba la convicción de que el profesorado podría desplegar proyectos curriculares, con connivencia o no de las editoriales, que tenían un gran peso y aún lo tienen con los libros de texto y el material didáctico. Quien tenía la última decisión en el aula era el docente. Y aun la tiene, de acuerdo, pero ahora es de otra manera. Por tanto, había confianza, pero se derrumbó porque no hubo la inversión que requería, no se dotó a los centros de más profesorado y de más profesionales de la orientación, de la didáctica, del currículo que asesoraran correctamente a los equipos para hacer el trabajo en condiciones. Dijeron al profesorado que tú tienes que hacer este trabajo, pero ni te formo ni te doy tiempo ni espacio. Se le da una confianza que se le retira a efectos prácticos. Y entonces es cuando se preguntan: “¿O sea que ahora me harás responsable de que esto funcione y no me darás los recursos?”. Y, por lo tanto, mucho profesorado desconectó.

Enric Prats | Fotos: Guillem Espun

Antes hablaba de la elitización de una cierta escuela pública. ¿Es compatible la autonomía de centros con la voluntad de que todos los públicos tengan una evolución homogénea y equitativa?

Efectivamente la única manera de resolver esta incompatibilidad sería un sistema bastante equilibrado, donde la competencia no fuera necesaria, en el que las familias fueran a la escuela que tuvieran más cerca porque saben que es buena. Hoy esto no ocurre. Tenemos escuelas muy interesantes y potentes junto a escuelas que no lo son tanto, con lo que como familia ¿qué haré? Pues iré a la buena. No seré tan burro de ir a una que no funciona, aunque hay experiencias muy buenas de familias que han apostado por escuelas en situaciones difíciles y han hecho un gran trabajo para prestigiar y rearmarlas.

Pero cada centro tiene su proyecto, su equipo, sus liderazgos… las comparaciones parecen inevitables.

Diferencias habrá siempre. Que haya no debería preocuparnos. Una carga más hacia las artes y otra hacia las ciencias. Ahora bien, que haya diferencias de estilo no es lo mismo que haya desigualdades en la oferta educativa, aquí está el punto crítico. Y la manera de compensarlo quizás está más en equilibrar equipos docentes. Profesorado novel y más experimentado, con más o menos capacidad o ganas de innovar…, si equilibramos eso quizás la cosa se puede armonizar. Yo no diría homogeneizar, pero sí armonizar. La autonomía de centros tampoco es la garantía de la calidad. U organizamos un buen mecanismo de apoyo y seguimiento, o caeremos en el mismo: centros degradados y centros elitistas.

¿Ha leído el pacto contra la segregación?

No del todo, no he tenido tiempo todavía. He escuchado las críticas, pero desconozco el detalle.

Entonces le preguntaré otra cosa: ¿cuáles serían las tres prioridades que debería tener la política educativa?

¡Uf! A ver, primero la política de profesorado. Esto implica la formación inicial y la permanente, pero también una definición más o menos precisa de la carrera profesional. No tenemos una carrera profesional definida. Cuando entras a trabajar harás lo mismo que cuando te jubiles. No tiene ninguna lógica que una persona de 55 años esté con niños de 4 años al igual que lo estaba cuando tenía 30. Por lo tanto, debemos situar bien la carrera profesional en tareas en las que con tu experiencia y tu situación física y emocional estés en condiciones de dar lo mejor de ti en cada momento. Aparte de las condiciones económicas. El profesorado no está mal pagado y no se queja del sueldo, pero sí de la falta de incentivos. El tope salarial de un maestro es de un 40% más de lo que fue en su primer empleo. Empiezas con 100 y acabas con 140, pero para ello tardarás 40 años. En muchos países de Europa se tarda la mitad para conseguir el doble. Aquí el único incentivo es hacerse viejo, la antigüedad. No hay incentivos por innovación, por proyectos…

Otra prioridad.

Otro elemento clave es, obviamente, todo el debate de matriculación y elección de centro que antes decíamos; este debe abordarse sobre todo para definir exactamente cuál debe ser el papel de la escuela no pública, si debe ser subsidiario, como se definía en su momento en la LODE y, por tanto, donde no llegue la pública admitimos la privada; o si debe ser una oferta en igualdad de condiciones, que compita con la pública. Este debate lo hemos de resolver.

¿Y la tercera?

Para mí el tercer tema clave es el currículo. Tenemos que ir a unos currículos que estén más cercanos a la realidad. No quiero decir que sean más prácticos ni utilitarios, sino más cercanos al interés de la sociedad, de las familias. Que sean más transversales y puedan tener una mirada global de los 3 a los 18 años, para saber dónde tenemos que dejar a los chicos y chicas a los 18 años. Debemos hacer un planteamiento profundo y este debate es importante porque afecta a muchas áreas de la sociedad.

Muchos docentes se quejan de que los gobiernos entran excesivamente en el detalle.

Porque no confían. ¿Les damos autonomía pero no les damos autonomía en el currículum? No tiene ningún sentido. El currículo debe plantearse a fondo y con un debate profundo sobre qué queremos que haga la escuela y qué queremos que no haga. Aquí hay temas de lengua, temas de política… ¿La escuela debe entrar?

La cuestión es cómo.

La escuela debe ser imparcial, no puede tomar partido, pero no puede ser neutral, no puede ser indiferente a lo que pasa en el mundo. Debe crear las condiciones para que los chicos adquieran su criterio y su conciencia crítica.

Fuente e imagen tomada de: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/08/la-escuela-no-importa-por-eso-no-le-hemos-dado-los-recursos-que-necesita/

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¿Qué estamos haciendo?

Por: Xavier Besalú

No culpemos a los jóvenes de nuestros propios fracasos y frustraciones. Si educar es, por encima de todo, dar testimonio, ofrecer referencias dignas, miremos hacia nuestro interior y corrijamos aquello que contradiga nuestras intenciones y nuestros discursos.

Hace un par de meses, Guadalupe Jover publicó en este diario un magnífico artículo (Programados para obedecer), que me produjo una profunda desazón. Terminaba preguntándose y preguntándonos: “¿Es este el ejemplo que les estamos dando? ¿Es para esto para lo que les estamos educando?”. Ellos son los jóvenes; esto es el no buscarse problemas, guardarse las espaldas, mostrarse indiferente, no meterse en líos, complacer al que manda, disimular… ante injusticias flagrantes; los interpelados somos los educadores.

Compartí su artículo con otros colegas y con algunos amigos, porque la experiencia que describía me pareció aterradora y la interpelación que nos hacía a cada uno de los educadores que nos consideramos críticos, acuciante, imposible de ser ignorada. Una de ellas, madre de un adolescente, ya casi universitario, me decía: Desde el batacazo de la crisis económica, los estudiantes tienen el convencimiento de que formarse no es garantía de nada, ni de un puesto de trabajo a la altura del esfuerzo realizado, ni de un futuro más o menos ilusionante; de que su país –al menos las élites que lo dirigen– tiene otras prioridades, un país que salva a la banca y que condena tanto a los viejos como a los jóvenes, convirtiéndonos a todos en seres más vulnerables y más miedosos. Una sociedad que sepulta la vida en medio de un consumismo inacabable, del narcisismo estéril de las redes sociales, de la telebasura más embrutecedora; un mundo en el que la mentira y la corrupción cotizan al alza. En este marco –se preguntaba–, ¿queda algún margen para el idealismo, para la lucha solidaria y/o romántica, para una libertad sin ataduras? En realidad los estamos preparando para la supervivencia, no para que luchen por un mundo y una vida, personal y colectiva, mejor… Y, suponiendo que fuera posible, ¿cómo hacerlo? ¿Con la filosofía, con la religión, con la literatura, con las humanidades y las artes en general, con la política, con el derecho…? Tal vez a la vista de nuestro continuo y permanente fracaso ya no consideren inteligente ni siquiera intentarlo. Porque los jóvenes piensan, no son unos ignorantes, ni unos seres alienados por el mundo digital en el que viven; estudian sus posibilidades reales, imaginan las consecuencias de sus decisiones y llegan a la conclusión de que el margen que les queda para cambiar algo de manera efectiva es insignificante, con lo que la mayoría decide dedicar todas sus energías a preservar su pequeña parcela individual, que les aparece mucho más próxima, asequible, real y controlable.

Creo que es importante repetirlo: los jóvenes de hoy se comportan de la manera más racional, lógica y pertinente posible. Los jóvenes de hoy hacen una lectura bastante ajustada y certera del comportamiento y de las contradicciones de las generaciones adultas, especialmente de quienes estamos más cerca de ellos, familiares y profesores; y perciben también con perspicacia las condiciones y las paradojas en las que les ha tocado vivir, las relaciones de poder que rigen en un mercado donde la retórica de la igualdad y de la equidad va por un lado y la realidad de cada día por otro, y evalúan las condiciones de posibilidad de conseguir algo. Las apelaciones a que ejerzan su libertad, a que no se dejen abducir por los condicionantes sistémicos que los envuelven, ni por la fuerza de unos supuestos implícitos manifiestamente injustos, a que tengan el coraje de enfrentarse a los poderosos con las armas de la decencia y la razón… se dan justamente en un contexto donde lo que prima y se valora es la adaptabilidad, la flexibilidad, el relativismo, el individualismo, el recelo ante cualquier forma de organización colectiva, la consideración de cualquier vínculo más o menos estable como una carga, el todo es opinable y tiene su parte buena, aquello tan perverso de convertir las dificultades en oportunidades…

Acabo de leer el 14 de julio, de Éric Vuillard, donde cuenta la toma de la Bastilla desde el punto de vista de los que participaron en ella, no desde el de aquellos que escribieron sobre ella sin mancharse las manos. Nadie pone en duda la trascendencia histórica de la revolución francesa, nadie discute que supuso un avance para la libertad de las personas, para la democratización de las sociedades y para la autonomía de las conciencias. Pero lo conseguido lo fue a cambio de muchas vidas, del sacrificio anónimo de aquella parte de la humanidad que la historia no registra, porque los que tienen privilegios, los que ostentan el poder, los que manejan los resortes que sirven para controlar la vida de los demás, no los sueltan por las buenas, no suelen renunciar a ellos sin más. Los cambios estructurales, lo que antaño denominamos revoluciones, nunca salieron gratis… Y esto nos plantea una cuestión extraordinariamente delicada y compleja: la violencia. ¿Es posible el cambio sin violentar a los que tendrán que renunciar a algo? La independencia de la India, a pesar de Gandhi, costó centenares de muertos; el fin del apartheid sudafricano, Mandela mediante, solo fue posible después de años de represión, asesinatos y torturas…

Entiéndaseme: estoy convencido de que ningún cambio, ningún avance, merece un solo muerto, porque tanto vale la vida de mi hijo, o la propia, como la de cualquier otro ser humano. Ni la esclavitud, ni la tortura, ni por supuesto la muerte de alguien, pueden ser moneda de cambio. Pero bien podemos preguntarnos: ¿Es violencia una huelga de trabajadores? ¿Es violencia una manifestación contra la guerra o contra el cierre de tu empresa? ¿Es violencia la objeción de conciencia, la resistencia pacífica contra leyes u órdenes injustas, legalmente dadas? ¿Es violencia el uso de porras, bombas de humo, balas de goma, cañones de agua… por parte de la policía? ¿Es violencia estar sin trabajo indefinidamente? ¿Es violencia que te desahucien o te corten la luz o el agua por falta de pago? ¿Es violencia que los que tienen capacidad para ello –la banca, los legisladores, los propietarios…– impongan sus condiciones en un supuesto mercado donde no todos los actores juegan con las mismas cartas?

Concluyo: no culpemos a los jóvenes de nuestros propios fracasos y frustraciones. Si educar es, por encima de todo, dar testimonio, ofrecer referencias dignas de ser tenidas en cuenta, pero contrastables y criticables, proponer interrogantes y alternativas… miremos hacia nuestro interior y corrijamos aquello que contradiga nuestras intenciones y nuestros discursos. Como escribió el psiquiatra Viktor Frankl, prisionero en un campo de exterminio nazi, solo es posible salir de este atolladero de miserias y contradicciones dando sentido a la propia vida, porque si uno tiene un porqué, casi siempre encontrará el cómo…

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/03/25/que-estamos-haciendo/

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“El pensamiento reaccionario idealiza la escuela del pasado y magnifica los problemas del presente”. Entrevista a Jaume Trilla

Entrevista/31 Enero 2019/Autor: Víctor Saura/Fuente: El diario la educación

Hablamos con Jaume Trilla, catedrático de Teoría de la Educación de la Universitat de Barcelona y autor de ‘La moda reaccionaría en educación’ (Laertes), donde repasa y responde a los argumentos más repetidos por aquellos que abogan por una especie de retorno al pasado.

A pesar de que empezó como maestro de primaria, hace más de 40 años que Jaume Trilla es profesor de universidad, la mitad de los cuales como catedrático, lo cual le acredita, según escribe en La moda reaccionaria en educación, “como miembro indudable –e incluso privilegiado, en el peor sentido de la palabra– del gremio contra el que los antipedagogos dirigen sus dardos”. El libro es un compendio de cosas que se han dicho y escrito en los últimos años en relación a aspectos como la disciplina, la necesidad de poner límites, la supuesta falta de autoridad de los maestros, la separación por sexos, la separación por niveles de desarrollo, los uniformes, la recuperación de algunas asignaturas del currículum, la asignatura de religión católica… y que Trilla engloba dentro de una misma tendencia: la moda reaccionaria. Un libro relleno de citas de cada uno de los autores, con nombres y apellidos, a los que va replicando. Un libro, reconoce, con el que no hará muchos amigos.

¿Es reaccionario decir que la educación de antes era mejor que la de ahora porque el maestro tenía más autoridad?

Lo es. De hecho, creo que es una deformación del pasado. Es muy discutible que los maestros de antes realmente tuvieran más autoridad que la que tienen ahora. Tenían mucho más poder, eso sí. El castigo físico estaba al orden del día, y a nadie le parecía mal que un maestro le diera una colleja a un alumno o le pusiera de rodillas de cara a la pared durante un buen rato. Las familias incluso legitimaban este tipo de castigos; pero si hoy un maestro le suelta una colleja a un alumno probablemente al día siguiente los padres irán a quejarse a la dirección. O sea que creo que tenemos que estar de acuerdo que erradicar los castigos corporales de las instituciones educativas ha sido algo del todo positivo.

Pero, si preguntáramos por la calle, seguramente mucha gente estaría de acuerdo que hoy los chicos son más indisciplinados que cuando uno iba a la escuela.

La estrategia argumentativa del pensamiento reaccionario tiene dos partes. Una parte consiste en idealizar el pasado. Parecería como si en las escuelas de antes fuera todo un remanso de paz, y que los maestros disfrutaran de un gran prestigio social. Esto es una clara deformación del pasado; solo hay que leer narrativa sobre la escuela del siglo XIX y de buena parte del XX para ver que esta imagen idealizada de la escuela de antes no tiene nada que ver con la historia real de las instituciones educativas. La otra parte de la estrategia del discurso reaccionario consiste en magnificar los problemas del presente. Ahora oyes hablar a según quién y parecería que las aulas actuales sean, literalmente, un campo de batalla; pero cualquiera que conozca la realidad sabe que esto no es verdad. Hay problemas de disciplina, seguro, pero no al nivel que los describen algunos. Antes había de todo y ahora también, ¿pero alguien puede pensar, seriamente, que en general las escuelas de antes eran mejores que las de ahora?

¿Este discurso es una moda o siempre ha estado ahí?

Seguramente siempre hay estado, pero estaba más escondido. En España, después de la Transición quizás no había mucha gente que se atreviera a cantar públicamente las excelencias de la escuela tradicional y, todavía menos, las de su variante franquista. Ahora, en cambio, parece que hay más gente que se atreve más, lo cual es de agradecer, puesto que es cuando la gente escribe y se posiciona públicamente que puedes entrar a discutir, que es lo que intento hacer en el libro.

Durante un tiempo se decía que se tenía que recuperar la cultura del esfuerzo, que se había perdido. Jordi Pujol lo acostumbraba a decir a menudo. ¿Se tiene que recuperar?

No creo que sea verdad que se haya perdido porque no ha existido nunca. Ha existido el esfuerzo que te sale de dentro. Claro, si te exigían exámenes memorísticos, pues tenías que hacer este esfuerzo de memorizar. Pero aquello no era un esfuerzo real y automotivado. Ahora, con las buenas escuelas y los buenos maestros que son capaces de motivar a los chicos, pues quizás se esfuerzan mucho porque les interesa. Cuando te esfuerzas de verdad es cuando te interesa aquello que estás haciendo. En el libro pongo una cita de Chomsky que viene a decir que cuando la motivación básica es aprobar el examen, una vez que ha desaparecido esta motivación básica desaparece también el aprendizaje. Esforzarse para eso no creo que merezca la pena.

Clasifica a los reaccionarios en tres tipos.

Sí, me parece que hay tres tipos de personas o grupos que defienden posicionamientos reaccionarios en educación. Unos serían los reaccionarios completos; es decir, aquellos que lo son en educación y en otros muchos aspectos: en la política, en la moral, etc. Pero también hay quien, sin ser políticamente reaccionario, en determinadas cuestiones educativas defiende posicionamientos claramente retrógrados. Entre estos hay, por ejemplo, algunos profesionales de la enseñanza (sobre todo de secundaria, más que de infantil o primaria), que ven mal cualquier innovación metodológica que se quiera introducir. Algunos de los que van de antipedagogos estarían en esta línea.

Y en tercer lugar están los compañeros de viaje de estos, es decir, intelectuales, escritores, periodistas, tertulianos… famosos que, por su cuenta o bien haciendo de padrinos a los del grupo anterior (prologando sus libros, por ejemplo), también en educación sostienen posicionamientos bastante reaccionarios. Los hay que lo hacen de forma bastante persistente, mientras que otros solo ocasionalmente. Esto es también propio de las modas: para seguir la moda del tatuaje puede haber quien se haga pintar el 80% de la piel y quien solo se haga dibujar una pequeña flor en el hombro. En el libro menciono concretamente a unos cuantos autores de cada una de las tres tipologías mencionadas.

De entre los ‘antipedagogos’ sobre todo cita a uno: Moreno Castillo.

Seguramente es quien más ha escrito en esta línea.

Este autor y otros acusan a los pedagogos como usted de pontificar desde el pedestal, es decir, sin haber pisado un aula de verdad en décadas.

Lo primero que dicen sobre los pedagogos es que tenemos mucho poder, lo cual no es cierto. Me gustaría saber cuántos ministros de Educación han sido pedagogos [podemos responder a este interrogante: desde la Transición ha habido 20 ministros de Educación y Ciencia, y ninguno estudió pedagogía, la mayor parte han sido juristas. La que más se acerca es la actual ministra, que es catedrática de secundaria]. Pero después, efectivamente, dicen esto del aula, y la realidad es que desconocen bastante nuestro trabajo.

Muchos pedagogos se han dedicado a la enseñanza y conocen por experiencia propia el mundo de la escuela; y, además de esto, por su trabajo y su investigación muchos siguen manteniendo un contacto muy directo con la práctica educativa. En el libro cito unas palabras de Jordi Llovet, catedrático jubilado de Literatura de mi Universidad, cuyos artículos siempre sigo con interés. En este texto dice que nunca se tiene que hacer caso a los pedagogos porque no tienen ni idea de la práctica de la enseñanza; a quien hay que creer, dice, es a los maestros que son quienes realmente saben.

Su argumento sería muy parecido a decir que nunca se tiene que hacer caso a los teóricos de la literatura o a los críticos literarios, sino a los novelistas y poetas, puesto que los otros nunca han sido capaces de escribir una novela presentable. Como que este argumento no me lo creo, yo seguiré haciendo caso de las recomendaciones que hace el profesor Llovet en sus artículos periodísticos.

Además de Llovet no salen muchos catalanes alineados con el reaccionarismo.

Hay más. Por ejemplo, menciono un artículo de Josep Maria Espinàs –a quien también siempre he leído con agrado–, en el que comentaba una idea alocada de Esperanza Aguirre cuando fue presidenta de la Comunidad de Madrid: dijo que reinstalaría las tarimas en todas las aulas de su Comunidad. Aguirre, con razón, recibió muchas críticas, pero Espinàs escribió un artículo donde defendía la idea, aludiendo a la funcionalidad de las tarimas para mejorar la visibilidad. No creo que haya ningún maestro que viva como un problema para su trabajo no poder ver a los alumnos desde más arriba. Las tarimas son funcionales para metodologías didácticas solo transmisivas y en colectivos mucho más numerosos de lo que son los grupos-clase actuales, afortunadamente. Quizás la necesidad de escribir una columna te puede llevar a defender propuestas tan reaccionarias e inútiles como la de la expresidenta de Madrid.

Una parte importante del libro lo dedica al Opus y a los defensores de la educación diferenciada.

Sí, ellos denominan así a la segregación escolar según el sexo.

¿No es cierto, pues, que la separación por sexos ayude al aprendizaje porque elimina distracciones?

Quieren demostrar que la separación de sexos va bien para el aprendizaje. Es decir, como que los niños y las niñas tienen procesos de maduración diferentes, aprenderán mejor las matemáticas, la gramática y las ciencias naturales si en la escuela los separamos; y defienden también que, separados, ellas y ellos estarán más tranquilos en clase, en especial cuando lleguen a la adolescencia. Lo que está demostrado es que esta variable (juntos o separados) no es nada relevante en el aprendizaje de esas materias: aprender bien matemáticas no depende de si los niños y las niñas las aprenden juntos o separados; depende de otros muchos factores.

Por otro lado, la defensa de la coeducación no se ha hecho nunca para que estén más tranquilos en la escuela, sino para que juntos estén más tranquilos en todos los espacios de la vida social y cotidiana que tienen que compartir. Cuando, durante el franquismo, la entidad por la que me preguntabas disfrutaba de mucho poder político sobre el sistema educativo, prohibieron, directamente y para todo el mundo, la coeducación en las escuelas; y lo hicieron por motivos religiosos o ideológicos. Después, en la democracia, estos argumentos ya no servían y por eso aducen ahora argumentos presuntamente científicos.

¿La asignatura de religión es anacrónica?

Lo que cuestiono es que en los planes de estudio haya una asignatura confesional de religión. Lo que no creo que sea discutible es que en el sistema educativo formal se estudie el hecho religioso. Las religiones han tenido y siguen teniendo un papel antropológico, social, político muy relevante; a veces para bien y a veces para mal. Por lo tanto, todo esto también tiene que formar parte de los contenidos escolares; sea de forma transversal en varias asignaturas o de manera específica en una de ellas (algunos denominan “Cultura religiosa” a esta asignatura posible). Pero una cosa es esta cultura religiosa y otra muy diferente es una asignatura confesional de religión. Incluir esta asignatura dentro del currículum es legitimar la escuela como un lugar de adoctrinamiento religioso.

Por otro lado, si esto se tuviera que hacer bien (de forma democrática e igualitaria para todas las creencias y descreencias) querría decir que cada escuela tendría que ofrecer clases diferentes de religión confesional para cada una de las opciones existentes entre las familias de los alumnos; es decir, que una sociedad cada vez más multicultural como la nuestra, muchas escuelas tendrían que tener un montón de asignaturas y profesorado diferentes: religión católica, musulmana, budista, protestante… y también, está claro, ateísmo, agnosticismo… Ya se ve que este planteamiento –que sería lo democráticamente exigible– comportaría una clara imposibilidad económica y organizativa, además de que sería de un gusto pedagógico francamente dudoso.

La solución es bien fácil: en la escuela, cultura religiosa (como asignatura o distribuida en otras materias); y la educación religiosa confesional, que tenga lugar en el ámbito familiar y/o por medio de todas aquellas instancias privadas que las confesiones religiosas consideren pertinentes.

El hecho de que la escuela concertada de carácter religioso haga religión tiene sentido, pero ¿por qué se tiene que hacer a las públicas? ¿Por qué ningún gobierno socialista lo ha sacado del currículum?

Esto viene de aquellos Acuerdos famosos entre el Estado español y el Vaticano firmados durante la Transición. En ellos España se comprometía a garantizar la enseñanza de la religión católica en todas las escuelas para todo el mundo que lo quisiera; y garantizar quiere decir, entre otras cosas, pagar al profesorado. Un profesorado elegido por los obispos correspondientes, pero que cobra del dinero público. Lo cual ha generado conflictos realmente inverosímiles. Por ejemplo, profesores o profesoras de religión que han sido despedidos por haberse casado con una persona divorciada.

¿Hay más reaccionarios o más progres en educación?

Esto no lo sé. Pero en todo caso en el libro también intento dejar claro que hay muchos tipos de posicionamientos reaccionarios en educación; no se pueden meter todos en el mismo cesto. Por ejemplo, estoy convencido de que muchos de los que, como decía antes, van de antipedagogos no son partidarios de la segregación por sexos o del adoctrinamiento religioso en la escuela. Supongo que quienes sostienen posicionamientos reaccionarios piensan que aquello que realmente está de moda no son sus posicionamientos, sino los del progresismo pedagógico. En cualquier caso, puede haber modas diferentes e, incluso, contrarias que coexistan en un mismo tiempo.

Al final del libro también dedica alguna crítica a las pedagogías ‘progres’, pero sin dar nombres.

Yo critico dos aspectos de un cierto progresismo pedagógico que también critican algunos de los reaccionarios. Lo primero es que a veces parece que estemos inventando la sopa de ajo en cada momento, cuando mucho de lo que se reivindica desde el progresismo son aportaciones de los clásicos de los movimientos de la Escuela Nueva de finales del XIX y comienzos del XX. Está muy bien recuperar, divulgar y actualizar aquellas aportaciones de entonces, pero que nadie se piense que son invenciones de ahora. De todas maneras, me parece positiva la incidencia que pueden tener estas propuestas para sacudir un poco el sistema y, sobre todo, para poner en valor escuelas y maestras que ya hacían todo esto desde hace tiempo.

Después también critico las ínfulas cientifistas que tienen algunos sectores de la pedagogía, y que consideran que todo tiene que ser científico y que tenemos que estar a la altura de las ciencias de verdad… No estoy de acuerdo. Una parte del conocimiento del que disponemos sobre la educación es científico, supongo que a unos niveles similares al de otras ciencias humanas y sociales; después hay una parte del conocimiento que todavía no es científico pero que lo irá siendo; pero también hay una parte de la pedagogía que no será nunca científica ni tiene porqué serlo. Por ejemplo, la determinación de las finalidades de la educación: esto no lo decidirá nunca la ciencia, sino la ideología, la política.

Y también tenemos que reconocer que una parte de los grandes hallazgos y aciertos en la historia de la pedagogía no se ha hecho por la vía científica, sino por la puramente experiencial. Por ejemplo, la pedagogía de Celestin Freinet. Un maestro que iba tirando y experimentando, que supo explicarlo muy bien, y dejó un método que ha tenido muchos seguidores; entre otros motivos, porque estaba al alcance de cualquier maestro que quisiera cambiar su manera hacer en la escuela.

Quizás tendría que haber escrito el libro sobre “la moda progre en educación”, porque hay más moda progre que carca, ¿verdad?

Tal vez sí, pero a mí la que me da miedo es la moda carca. Aun así, no he querido ahorrar alguna crítica a los progres porque los planteamientos maniqueos tampoco me gustan, nunca la razón está al 100% en un solo lado.

Fuente e imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/01/31/el-pensamiento-reaccionario-idealiza-la-escuela-del-pasado-y-magnifica-los-problemas-del-presente/

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