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Vivencia y experiencia en la crisis del coronavirus

Por: Amador Fernández Savater

Todo el mundo está pensando e inventando estos días, aunque sólo circule como pensamiento lo que escriben los filósofos de renombre.

Estos días sentimos claramente el «fracaso» del pensamiento que no se da tiempo para escuchar, que no se afecta de la situación: sólo es capaz de afirmar posiciones previas.

Pero hay otros usos del pensamiento: servirnos de él para refinar e intensificar nuestra capacidad de escucha y atención, buscar en él no tanto respuestas como vías para formular mejor una pregunta. La pregunta de qué (nos) está pasando.

Intento más abajo eso mismo con el pensamiento del argentino Ignacio Lewkowicz, ayudarme de él para preguntar por el tipo de experiencia que estamos haciendo en la crisis del coronavirus, qué significa «hacer experiencia» y en qué podría consistir una experiencia colectiva, «política», de esto.

No el pensamiento como explicación, sino como llamada de atención: a ver y pensar mejor cierto «envés» de nuestra experiencia actual, todo lo que no encaja en las normas y los relatos impuestos, que es el humus donde podría cocinarse tal vez una politización inaudita.

Un amigo por Whatsapp durante una conversación matutina: «esto es lo más profundo colectivamente que nos ha pasado en varias generaciones».

Intercambiamos algunos mensajes más a partir de esta afirmación. Yo interrogo la noción de experiencia: ¿es lo que nos pasa o algo más? Y también la cuestión de lo colectivo: ¿es lo que nos pasa a todos a la vez u otra cosa?

La respuesta queda en el aire, como tantas cosas hoy. Mi amigo J. tiene que atender a su madre mayor en casa. Yo, con menos obligaciones, decido aprovechar el tiempo suspendido para seguir derivando sobre las preguntas que se nos han abierto juntos.

Recurro a otro amigo, uno de esos a los que no conoces más que a través de los libros pero que a veces hacen más compañía que tantos vivos cercanos: el pensador argentino Ignacio Lewkowicz. Busco en él no tanto respuestas como buenos términos para plantear la pregunta, mejores herramientas para escuchar y atender la realidad. Me suena que Ignacio tiene cosas sobre esta cuestión, rebusco por la biblioteca y doy con ello.

En el librito Del fragmento a la situación, que Ignacio escribió con Mariana Cantarelli y el Grupo Doce, se puede leer que «tener una experiencia es hacer algo con lo que te hace». Habría entonces una distinción entre, digamos, vivencia y experiencia. Una diferencia seguramente con su punto de abstracción, porque en la realidad está todo más mezclado, pero que puede ayudarnos a pensar y refinar la percepción.

Vivencia es lo que nos pasa, la huella o el reflejo en nosotros de lo que pasa. Vivencia colectiva es aquello que nos pasa a todos juntos o a la vez. Pero una experiencia sería distinto: no sólo una huella o reflejo, sino una marca que inscribimos nosotros, como un tatuaje, a partir de eso que pasa y no elegimos ni escogemos. Producir esa marca a través de algún tipo de «nosotros» sería una experiencia colectiva.

Esta situación de crisis por el coronavirus, ¿es pues una vivencia o una experiencia? Es decir, ¿somos contemporáneos de algo o estamos «haciendo algo a partir de lo que nos hace»? ¿Es una situación que padecemos o una situación que logramos elaborar con sentidos propios, habitar?

Hasta las 11.00 no bajo al mercado de barrio -siempre vacío, al revés del supermercado, ¿por qué?-, así que prosigo un rato más pensando con Lewkowicz.

Encuentro en el mismo libro otro juego conceptual que puede ayudarnos a precisar más aún la pregunta: la distinción entre «subjetividad instituida», «envés subjetivo» y «subjetivación», tomando la subjetividad en su sentido más general y sencillo: maneras de ver, de vivir, de actuar, de sentir y de pensar.

La subjetividad instituida es la serie de operaciones que debemos hacer para formar parte de una cierta lógica, la serie de comportamientos obligados para adaptarnos a una situación. Subjetividad instituida = adecuación.

El envés subjetivo es la distancia, el hueco o el agujero que se abre entre la norma y nosotros: dudas, malestares, preguntas, todo aquello que en nosotros no encaja, no cierra perfectamente y de alguna manera no se deja gobernar. La subjetividad instituida no es total, ni acabada o perfecta, siempre tiene un «resto». Envés subjetivo = inadecuación.

La subjetivación es equivalente a lo que antes nombrábamos como «hacer experiencia»: una reapropiación subjetiva de un dato objetivo; no solamente sufrir lo que pasa, sino cambiar la manera de relacionarnos con ello. Es un exceso, un plus, un desborde de la subjetividad instituida. La subjetivación abre un tiempo-espacio distinto al obligado, inventa otros recorridos, abre otros posibles. Subjetivación = transformación.

La subjetivación colectiva es un proceso de transformación de la situación objetiva -dada, inalterable, cerrada- en situación habitable, modificable, resignificable. A través de la aparición de un «nosotros», un espacio abierto de participación, una cierta comunidad. El nosotros de una «generación», dicen Lewkowicz y el resto de los amigos de pensar. Luego volvemos sobre esto.

Conversación con mi madre y con amigos: mi madre, sujeto de alto riesgo en zona de alta riesgo, está tranquila y serena; los amigos, a los que el peligro no ha tocado aún, andan muy nerviosos en general. Reparto consejos de impasibilidad estoica como si fuera Marco Aurelio -vivir el presente sin proyecciones, preocuparnos sólo de lo que está en nuestra mano, trabajar sobre nuestra propia interpretación de lo que pasa-, pero en realidad la procesión va por dentro.

Entonces, ¿estamos ante una experiencia colectiva? Leo en la prensa (hay tiempo hasta para leer El País…) a dos intelectuales hablar al respecto.

El escritor Antonio Scurati dice que sí, que de hecho es la primera experiencia colectiva de los nacidos a principios de los años 70, la primera vez que pueden experimentar el sentimiento de pertenencia a un destino común. Sin embargo, acaba su artículo celebrando «la decisión política que ha transformado Italia entera en una zona roja contra la arbitrariedad de las personas, su pánico e irresponsabilidad». No parece muy claro de qué «comunidad política» se trata entonces, ¿simplemente la de asentir pasivamente a la decisión de un gobierno (sea acertada o no)? ¿La experiencia de la obediencia, la comunidad de los obedientes? No me parece muy convincente.

El ensayista Byung Chul-Han dice que no, porque la situación que vivimos «nos aisla e individualiza. No genera ningún sentido colectivo fuerte. De alguna manera, cada uno se preocupa sólo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa». Han parece pensar que la situación objetiva no permite ningún tipo de apropiación subjetiva o de transformación, es una pura determinación y en ningún caso una condición que permita la acción. Tampoco me convence.

Yo por mi parte diría: no se sabe. Estamos en un proceso abierto que se trata de escuchar y en el que se puede intervenir.

Pero lo que me parece seguro es que la zona del «envés subjetivo» está hoy muy poblada. Y es justo ahí donde puede nacer el imprevisto político.

Un poco de ejercicio, limpieza, lectura… ¡No voy a derrumbarme por pasar unas semanas encerrado en una casa equipada con todo el confort moderno! Pienso en historias inspiradoras que me den ánimo, valor y ejemplo. ¡Gramsci en la cárcel! La lectura y la escritura como forma de vida, como forma de habitar creativamente el tiempo suspendido, como disciplina de la atención. Contra la dispersión, el desánimo, la entropía…

¿En qué sentido decimos que el envés subjetivo es hoy una zona muy poblada?

Las medidas de excepción decretadas suponen una interrupción radical del sentido de la vida cotidiana: el trabajo, los niños, los vínculos, las logísticas cotidianas, los cuidados, la movilidad… Nos vemos enfrentados abruptamente a mil situaciones nuevas. Es posible intentar seguir una serie de instrucciones y realizar las operaciones que nos permiten adecuarnos a la situación, pero en realidad por todas partes se abren dudas, problemas, preguntas, fisuras. No encajamos. Las singularidades de las formas de vida -condiciones, contextos, inclinaciones- no encajan en la norma universal homogénea decretada. En cada una de esas preguntas y dudas que se abren -¿cómo ocuparme de los míos? ¿Cómo no perder la cabeza? ¿Cómo entender autónomamente lo que pasa? ¿Cómo hacer algo al respecto?- se decide una forma de vida, se vislumbra un mundo. Lo ínfimo es de nuevo lo más político.

Un ejemplo entre un millón. Amigas madres, amigos padres y educadores con los que hablo estos días me transmiten esta pregunta: ¿qué hacer con los niños en casa? ¿Cómo no llenarles simplemente el tiempo vacío? ¿Cómo explicarles lo que ocurre y darle un sentido? Es posible «comprar» las respuestas prêt-a-porter -una lista infinita de tareas o deberes online, el relato de guerra contra el virus malvado que ha desplegado el gobierno-, pero tal vez ni siquiera podamos costear esa opción o simplemente no nos convenza. ¿Entonces? Hay que pensar e inventar, porque lo dado no alcanza. Todo el mundo está pensando e inventando hoy, aunque lo que más circule como «pensamiento» sean los artículos de opinión asociados a nombres conocidos.

Preguntas, agujeros, fisuras: el «envés subjetivo» está hoy más lleno que nunca. Ni siquiera la obediencia es obvia estos días. No obedecemos sólo porque lo mande el gobierno o la policía, sino que hemos escuchado también el llamamiento de los trabajadores sanitarios a quedarnos en casa para no multiplicar el contagio, no poner en peligro el sistema de salud y la atención a los más vulnerables. Sin duda los trabajadores sanitarios son estos días el polo de identificación sensible más fuerte, la voz más creíble, seguramente porque están poniendo el cuerpo al extremo, con la vida al descubierto.

La subjetividad instituida vacila. La zona de inadecuación se amplía. En el envés bullen no sólo los malestares, sino también mil prácticas -abiertas o clandestinas, grandes o minúsculas- que «hacen con lo que nos hace»: prácticas de cuidado, de apoyo mutuo, de autoorganización, de supervivencia, etc. En ese envés está el humus de una posible subjetivación colectiva o de una «politización» de la crisis, si se quiere hablar otro lenguaje. Como el 13M de 2004 se «politizó» la situación creada por la gestión mentirosa que hizo el PP del atentado de Atocha, como el 15M de 2011 se «politizó» la situación creada por la gestión neoliberal de la crisis económica por el PSOE: desafiando y desbordando los sentidos establecidos, transformando las maneras de ver y sentir, alterando los nombres y las descripciones propuestas desde arriba («¿Quién ha sido? Queremos la verdad», «No es una crisis, es una estafa», etc.)

Oigo gritos en la calle y me asomo, alguien reprende a un caminante desde un balcón. Se arma una pequeña gresca fea. ¿Son a su modo los «policías de los balcones» un proceso de subjetivación aunque sea «oscuro»? No lo creo. Más bien me parecen la cara B del relato de guerra que se ha empeñado en desplegar el Gobierno del PSOE, una especie de plus subjetivo al discurso de movilización total contra el virus (ojo con los desertores, con los malos soldados…). No veo dudas, no veo preguntas, no veo envés subjetivo, no veo invención.

Por último la cuestión generacional. Según Lewkowicz, una generación no es una cuestión cronológica, sino un nosotros que se crea a partir de un problema. Que se apropia de un dato objetivo y lo convierte en una situación habitable: alterable, resignificable, modificable. Un nosotros, es decir, no un público de votantes, de espectadores o de consumidores, sino una fuerza colectiva, una superficie sensible, una nueva piel. Un nosotros que no preexiste a sus operaciones, sino que se configura a través de ellas. Y que puede incluir por tanto, quizá paradójicamente, a gente de distintas edades. A cualquiera que se sienta interpelado por esa apropiación, por esa creación de experiencia.

Scurati piensa la generación como una especie de padecimiento colectivo de una «buena decisión», la gestión del gobierno italiano frente a la «irresponsabilidad de la gente».

Han piensa que ningún nosotros puede surgir de aquí, porque la situación que vivimos está cerrada, clausurada. No hay modo de «hacer experiencia» en ella. Sólo cabe la obediencia: aislamiento y pasividad.

Habitar la situación sería por el contrario producir un exceso: una creación de sentido más allá de los sentidos impuestos (el relato de la guerra contra el virus, por ejemplo). Un sentido que no es sólo «significado discursivo», sino que arraiga en lo sentido, en los sentidos. Esa creación de sentido es imprevisible, no se puede anticipar. No se puede conocer de antemano su contenido, la naturaleza de sus preguntas, sus modos de organización, sus estrategias y objetivos. El proceso de subjetivación es siempre una sorpresa. Podemos, eso sí, no limitarnos a denunciar al poder y sus abusos, sino estar también a la escucha y atentos a ese envés de la experiencia.

Fuente e imagen: https://www.eldiario.es/interferencias/Vivencia-experiencia-coronavirus_6_1012858742.html

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El virus viejo

Por: Manuel Gil Antón

Vivimos tiempos extraños: el signo más contundente de la solidaridad es juntarnos. Así pasa ante la muerte, la alegría, la coincidencia en unos colores de camiseta que juegan contra otros lo que sea; no hay metro y medio que valga para jugar dominó y  escuchar el sonar de las fichas, ni se puede ver, hoy, una cascarita en la calle o en un baldío. Lo nuestro es, en el arrime, mirar el fuego, comer en bola, o con alguien, o a solas pero viendo a otras mesas donde, anexos, se habla o se mira el celular. Nos juntamos para exigir, reclamar, algo que nos parezca justo y sentir que si la calle está llena, y “no somos uno, no somos cien, prensa vendida cuéntanos bien”, tenemos fuerza, las cosas cambiarán y para bien: seguro, ¿no ves que somos un buti? (gente joven, esa palabra se usaba para decir que éramos un buen: hartos).

Aprendemos, o tratamos de lograrlo, en conjuntos: salón, escuela, prepa, universidad. Viajamos cerquita aunque vayamos lejos, en el ADO, el Flecha Amarilla o un avión, y nos afana llegar al trabajo para estar con otros y ser nosotras. En los entierros hacemos grupo: a los que les duele que alguien se vaya y perdamos, para siempre, su mirada. Un mercado vacío no es concebible, pues coincidimos en la compra de verduras, chelas, queso de bola, flores o quesadillas. Nos empujamos en el metro o el micro, en el RTP y en el chimeco.

Si tenemos algún dios, hay que pedirle, reclamarle o darle las gracias en grupo, un día por ley o varios, eso depende. Cuando nos hallamos con alguien que no vemos hace tiempo, añísimos, el abrazo es como el hambre: urge, y decirle, de cerca, que no ha cambiado nada, que está igual, que los años no nos pasan: se nos quedan, y reímos cuando sale el ineludible: “te acuerdas…”: es un recuerdo compartido de lo que se vivió al mismo tiempo y nos marcó.

Se peregrina para ir a La Villa, y el día de San Juditas se tiene que cerrar Reforma porque no cabemos de tanto y tanto costal a la espalda con causas difíciles y desesperadas. La sinagoga, la mezquita o el grupo de gente agnóstica, andan buscando arrimo, para no estar a solas frente a esto, “el olvidado asombro de estar vivos”, como decía Paz, que un día, o una noche infausta, se nos termine si no queremos irnos ya por el dolor o la pesadumbre. Si todavía hay recuerdos, cuerpos, sonrisas o libros de los que asirse.

En realidad, lo nuestro, así, lo nuestro, es buscar andar para uncir la vida con otra, nuestra tristeza con otras, nuestro querer con quien nos quiera querer. Ir a otra casa, o dejar entrar a la nuestra a un grupo, una pareja, a un montón más quien se cuele y que se sienten en las sillas para comer, a veces, un guiso que no hicimos pero igual nos junta, y bailar a contiguos brincos o saborear las pegaditas.

Buena parte de la escuela sirve, si sirve, para saber vivir y respetar a semejantes en mucho, y diferentes en más: comen de otro modo, le rezan a un dios ajeno, o viven la ajenidad de lo divino sin dejar de andar en las proximidades de la vida frágil.

Ahora, la solidaridad es separarse para que un bicho no prospere en su afán de lastimarnos. Ese virus exige linderos, sí, mas solo a quienes pueden vivir sin cobrar el día, sin la venta de elotes a cada vez menos, lamentando que haya pocas manos pagando una necesaria torta de tamal o chilaquiles. Hay que aislarse pero si hasta en los peseros hay rutas, la desigualdad social, el virus viejo que como el de ahora parece invisible, permite ejercer la solidaridad del aislamiento a un sector pequeño de la sociedad, mientras a la mayoría no le falta sentido solidario, no, lo que no acabalan es con qué quedarse en casa sin salir por el dinero. Y tampoco a los que, si nos toca, nos cuidarán exhaustos. Así.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-virus-viejo/

Imagen:  https://pixabay.com/illustrations/access-many-hands-cry-for-help-933142/

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Ecuador: Covid-19, lo venceremos juntos con conocimiento, educación y solidaridad

Por: expreso.ec

¿Hay algún reto en el siglo 21 que se pueda enfrentar solo? Ya no, ni el cambio climático, ni la corrupción o el crimen organizado, la desinformación o la polución. Ahora mismo, con el Covid-19, podemos cerrar nuestras fronteras, limitar la circulación e imponer un toque de queda deseando que todas estas medidas contribuyan a luchar contra este virus que nos ha tomado a todos por sorpresa. Pero lo que no podemos es permitirnos el lujo de no entender que solo podemos ser tan fuertes como lo sea nuestro eslabón más débil… Por ello, necesitamos tres cosas: conocimiento, educación y solidaridad.

Conocimiento. Como se trata de una pandemia sin precedentes, lo más importante es aprender lecciones, escuchar, replicar aquello que ya demostró su éxito y así no repetir errores. Es así que, algunos más rápido que otros, empezamos a encerrarnos y a no dejar de repetir “#QuedateEnCasa”. Hicimos esto porque en el país donde todo empezó, estas medidas parecen haber funcionado.

Sin embargo, por nuestro afán de proteger los valores democráticos y nuestra afinidad al respeto de las libertades (hay una razón porque las llamamos ‘fundamentales’) este aprendizaje tuvo su precio. Esperamos con escepticismo, con una esperanza ingenua. Esperamos demasiado, perdimos muchas vidas y hoy en día las seguimos perdiendo. Estaría mal interpretar esto como la superioridad de la gobernanza autoritaria y el fracaso de las democracias liberales. Sería un error el debilitar nuestras democracias. Porque el Covid-19 va a desaparecer un día, esto no cabe duda, pero cuestionar nuestros valores puede tener un impacto mucho más grave, con -a largo plazo- más víctimas que cualquier virus.

El imponer medidas extremas se justifica por las circunstancias extraordinarias, pero mas importante aún es el fomentar la educación. En una democracia, no se impone, se persuade para convencer.

Las medidas en Europa vinieron tarde pero una vez que la ciudadanía entendió su importancia se están cumpliendo. La consciencia de las consecuencias por no actuar explica por qué no hubo, en general, resistencia en contra de las medidas de cuarentena adoptadas por los gobiernos. Mas en algunos países fueron los ciudadanos mismos los que exigieron a sus gobiernos adoptar medidas mas estrictas.

Solidaridad. Ayudar a los que más sufren hoy en día es sembrar para nuestro propio futuro. Los europeos enviamos apoyo a China cuando lo necesitaban y los chinos, devolviendo el favor, están enviando equipos de protección a decenas de países. Médicos de diferentes nacionalidades están llegando a Italia; los alemanes abren sus hospitales para italianos y franceses; los gobiernos adoptan medidas drásticas para que las economías no se hundan, los individuos buscan iniciativas para subir el ánimo de los que están aislados. Se organizan múltiples campañas y eventos virtuales para ayudar a los que lo necesitan. No es solamente solidaridad, es más.

Una vez que esto se acabe, nos espera un mundo diferente y este periodo difícil nos habrá enseñado lo valiosos y vulnerables que somos pero también que, cuando nos unimos, los seres humanos, podemos vencerlo todo.

*Fuente: https://www.expreso.ec/opinion/columnas/marianne-van-steen/covid-19-venceremos-conocimiento-educacion-solidaridad-coronavirus-columna-8371.html

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Enfrentar la pandemia es tarea de todos

Por: La Jornada

Luego de la reunión del Consejo de Salubridad General, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, anunció, en la conferencia vespertina diaria sobre la pandemia de Covid-19, la extensión de la emergencia sanitaria hasta el 30 de abril, así como el reforzamiento de las medidas para reducir la velocidad y el número de contagios. Se establece, así, la suspensión inmediata de actividades no esenciales en los sectores público, privado y social.

Por lo que hace al primero, las actividades gubernamentales se reducirán a las que sean necesarias de manera directa para atender la emergencia sanitaria; las de seguridad pública, protección ciudadana, defensa de la integridad y soberanía nacionales; procuración e impartición de justicia, actividad legislativa federal y estatal, así como conservación y mantenimiento de la infraestructura crítica (agua potable, energía, drenaje, saneamiento básico). Por lo que hace a los sectores social y privado, el Consejo de Salubridad General los instruyó a detener todos los servicios no fundamentales, salvo los que resultan indispensables para la economía.

Otras medidas son el exhorto a toda la población que no participe en actividades esenciales a que cumpla con el resguardo domiciliario, el cual deberá ser observado en forma rigurosa por personas mayores de 60 años, enfermos de cualquier edad con hipertensión, diabetes, padecimientos cardiopulmonares, inmunosupresión, embarazo o puerperio, incluso si se desempeñan en actividades esenciales. Asimismo, se posterga hasta nuevo aviso la realización de censos y encuestas presenciales. Las autoridades emitirán, una vez terminado el periodo de emergencia sanitaria, los lineamientos para el regreso escalonado a las actividades.

El momento actual representa, pues, un desafío mayúsculo para todos los niveles de gobierno, pero también para la sociedad y el país en su conjunto. Cierto es que se está pidiendo a las empresas, las organizaciones y los trabajadores un sacrificio que va de importante a crítico y es claro que hay una fracción significativa de la población que simplemente no podrá hacerlo porque el encerrarse durante un mes conlleva la perspectiva de la inanición. Ello coloca una carga de responsabilidad todavía mayor en quienes pueden, aun a costa de un gran perjuicio personal, limitar al máximo y de manera voluntaria su movilidad. De la capacidad y de la voluntad de respuesta a la emergencia depende qué tanto la salud pública como la economía puedan experimentar un pronto retorno a la normalidad y que se pueda evitar un desbordamiento de la planta hospitalaria que se traduciría en un número elevado de muertes.

La circunstancia no sólo demanda, pues, un ejercicio de responsabilidad que no se limita a permanecer en casa, sino también con ejercer la solidaridad y el respeto para quienes, por desempeñarse en actividades esenciales o por situación de grave carencia, deban salir a la calle en este mes crítico. Y demanda también apego a lineamientos éticos esenciales para no lucrar con la crisis que representa la pandemia, lo que significa, entre otros aspectos, evitar incurrir en alzas de precios o acaparamiento de medicinas, productos sanitarios, alimentos y artículos de primera necesidad, prácticas que resultan abominables por cuanto constituyen una conversión literal de la desgracia y la dificultad ajenas en dinero.

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Organizaciones de Derechos Humanos exigen al Ministerio de Interior que los cuerpos policiales actúen con proporcionalidad durante el Estado de alarma

Por: Tercera Información

Las organizaciones, impulsadas por la Plataforma Defender a Quien Defiende, exigen que se investiguen, al menos, cuatro situaciones de violencia institucional.

Comunicado Plataforma Defender a Quien Defiende

Por medio de una carta enviada al Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y al Defensor del Pueblo, Francisco Fernández, organizaciones de derechos humanos como Novact, Irídia, Legal Sol, Institut de Drets Humans de Catalunya, Calala, Ecologistas en Acción y la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, agrupadas en la plataforma Defender a Quien Defiende, junto con otras organizaciones de derechos humanos como la Asociación Libre de Abogadas y Abogados, la Cooperativa Red Jurídica, la Associació Catalana per a la Defensa dels Drets Humans, el Grupo Motor de No Somos Delito y el Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos de la UB, han denunciado que agentes del Cuerpo Nacional de Policía, en al menos cuatro ocasiones, incurrieron presuntamente en uso de la fuerza no autorizado por los reglamentos de actuación contra ciudadanos en el marco de su actuación durante el Estado de Alarma, decretado por el Gobierno para la gestión de la pandemia del COVID-19. Ante esta situación, exigen que se accionen los canales internos de investigación y depuración de responsabilidades, y que se garantice que el actuar de los cuerpos y fuerzas de seguridad esté regido por el principio de legalidad y respeto a los derechos fundamentales. Asimismo, consideran que en los casos que haya indicios de delito cometidos por los agentes, el Ministerio debe activar de manera urgente todos los mecanismos de investigación y dar cuenta a las autoridades judiciales.

 

DqD@AquienDefiende

Atención ⚠️👇

Con el apoyo de organizaciones de Derechos Humanos exigimos a @interiorgob que los cuerpos policiales actúen con proporcionalidad durante el Estado de alarma .

⬇️ Exigimos que, al menos, se investiguen 4 situaciones. http://defenderaquiendefiende.org/organizaciones-de-derechos-humanos-exigen-al-ministerio-de-interior-que-los-cuerpos-policiales-actuen-con-proporcionalidad-durante-el-estado-de-alarma/ 

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JM Álvarez@jmalvarezblog

Comienzan a surtir efectos las denuncias de abuso policial que es apoyado por los «balconeros». «¿Te estás riendo de todo el mundo, hijo de la gran puta?». Policias insultan y agreden a una persona que dice venir de una farmacia. La Policía ha abierto una investigación

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25 personas están hablando de esto

David S.-Balsalobre@DavidSBal

Hay una fina línea que separa guardar el orden y el abuso de poder. Este policía ha pasado esa línea.

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29 personas están hablando de esto

Ongi Etorri Errefuxiatuak Bizkaia@oeebizkaia

FENTE AL RACISMO PROPAGA SOLIDARIDAD. Aquí nuestro comunicado en relación a algunas actitudes racistas en , y nuestro apoyo a la iniciativa de la técnicas de intervención social. https://ongietorrierrefuxiatuak.info/es/2020/03/23/frente-al-racismo-propaga-solidaridad/  @sosracismobiz @MugakZabalduz @CanalMigrantes

Frente al racismo, propaga solidaridad – Ongi etorri Errefuxiatuak

No son tiempos fáciles para nadie. Permanecer en confinamiento para […]

ongietorrierrefuxiatuak.info

Ongi Etorri Errefuxiatuak Bizkaia@oeebizkaia

Denunciamos el allanamiento del «hogar de confinamiento»  Polideportivo El Fango, a las 00:15h de esta pasada noche, de policias municipales identificando de forma violenta a jóvenes migrantes. @CanalMigrantes @MugakZabalduz

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231 personas están hablando de esto
En los cuatro casos, documentados a través de las grabaciones de ciudadanos y ciudadanas que denunciaron los hechos a través de las redes sociales, puede observarse cómo, en distintos puntos del Estado, agentes del Cuerpo Nacional de Policía propinan bofetadas, agreden con armas reglamentarias o reducen de forma violenta y con insultos a personas que transitan por la vía pública. Todas estas actuaciones, pese al Estado de Alarma, son contrarias a los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad que deben regir cualquier acción policial.

Si bien nos encontramos ante una situación excepcional que legalmente prevé la limitación de la libertad de circulación de las personas, según lo dispuesto en el Real Decreto 463/2020, el Ministerio de Interior y la Dirección General del Cuerpo de Policía Nacional tienen la obligación legal de proteger los derechos de la ciudadanía en las intervenciones de sus agentes y garantizar que el marco democrático de derechos fundamentales sea el que rija todo accionar institucional.

En esa misma línea, se han manifestado recientemente expertos y expertas de Naciones Unidas, junto con la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, en dos comunicados distintos en los que instan a los Estados a gestionar la pandemia del COVID-19 bajo un enfoque de derechos humanos, al tiempo que recuerdan que las declaraciones de estados de emergencia están regidas por el derecho internacional, de modo que no pueden usarse “para la acción represiva bajo pretexto de proteger la salud”.

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/2020/03/26/organizaciones-de-derechos-humanos-exigen-al-ministerio-de-interior-que-los-cuerpos-policiales-actuen-con-proporcionalidad-durante-el-estado-de-alarma

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Solidaridad frente al coronavirus en Alemania

Europa/Alemania/29-03-2020/Autor(a) y Fuente: www.dw.com

Por: Volker Witting

La organización de ayuda infantil El Arca quiere continuar ayudando a los más débiles. No se dejan desanimar por el cierre temporal de sus sedes en Alemania, sino que han desarrollado ideas creativas.

«Si la gente ya no puede venir a nosotros, tenemos que ir a ellos», dice Bernd Siggelkow a DW. El fundador de El Arca (en alemán Die Arche) es un pastor muy pragmático. Ya sospechaba que el estallido de la pandemia de coronavirus se volvería crítico para su organización. Sus 26 instalaciones en Alemania han estado cerradas desde la semana pasada.

Normalmente, alrededor de 4.000 niños socialmente desfavorecidos reciben alimentos de forma gratuita y son supervisados ​​por educadores en esta obra social cristiana para niños y jóvenes que se financia casi en su totalidad con donaciones. Los padres, incluidas muchas madres solteras, acuden a menudo a El Arca. Pero esta crisis cerró las puertas habituales.

Ayuda sobre ruedas

Para Siggelkow se hizo rápidamente evidente. «Especialmente los pobres y los abandonados necesitan un compañero a su lado. Y ese compañero somos nosotros», manifiesta. Desde la semana pasada, Siggelkow y los 50 empleados aún activos con que cuenta ahora han estado llevando paquetes de ayuda con alimentos y artículos de higiene directamente a las puertas de los necesitados. «El problema es que los alimentos baratos han desaparecido con las compras de pánico. Estas personas simplemente no tienen dinero para comprar comestibles caros», indica.

Solo en Berlín, donde se fundó El Arca, los ayudantes ya han visitado a unas 150 familias. Llegan una o dos veces por semana, según sea necesario. El dinero que la organización ahorra en la cocina se gasta ahora en paquetes de ayuda.

A Antje Fürstenau, sus cuatro hijos y su esposo, las entregas les ayudan mucho. De lo contrario, la familia no llegaría a fin de mes, dice el hombre de 42 años en entrevista de DW: «Uno quiere ofrecerle a los niños al menos una comida caliente al día». Los artículos baratos y los productos enlatados a menudo se agotan, y su familia no puede pagar los que son más caros.

Especialmente los pobres y los abandonados necesitan un compañero a su lado. Y ese compañero somos nosotros, dice Bernd Siggelkow, fundador de El Arca«Especialmente los pobres y los abandonados necesitan un compañero a su lado. Y ese compañero somos nosotros», dice Bernd Siggelkow, fundador de El Arca

Chatear y cocinar para mantenerse ocupado

Esta familia de Berlin-Hellersdorf se alegra también de otra nueva oferta de El Arca. Siggelkow y su equipo han tenido otras ideas para «mantener a los niños ocupados». Chats de WhatsApp, soporte de tareas en línea y un canal dedicado de YouTube están entre ellas.

«Creemos que es genial, todos mis hijos participan», dice Fürstenau. Y en lugar de comer en El Arca, la gente ahora cocina, e incluso los niños se suman. «Tenemos un reto semanal: cocinar con los niños y filmarlo. El Arca lo evalúa y lo premia».

Sin signos de violencia doméstica aún

Estas ofertas ayudan contra el aburrimiento, la frustración y la desesperación de estar práticamente encerrado en casa, confirma Fürstenau. La familia todavía se lleva bien en este tiempo de recogimiento. No ha habido peleas.

Esa es también la experiencia de Siggelkow. «La violencia doméstica actualmente no es un problema» entre los necesitados a los que asiste, confirma a DW. Pero, por supuesto, a algunos el techo ya les está cayendo encima.

Siggelkow llena su autobús con suministros de socorro todas las mañanas en Berlín-Hellersdorf. El fundador de El Arca también está muy motivado por lo agradecida que se muestra la gente.

Sozialprojekt Arche in Coronazeiten Deutschland

Por ejemplo, el sábado de la semana pasada, lleno de comida bajo el brazo, tocó el timbre, la puerta se abrió y cuatro niños se abalanzaron sobre él con alegría. «Entonces tuve que decirles ‘¡niños, realmente tienen que alejarse un metro y medio de mí!’ Todos lloraron. Y yo también lloré».

Solidaridad y egoísmo

Estos momentos motivan al pastor, que en realidad quería celebrar ampliamente el 25 aniversario de El Arca con puertas abiertas, y no cerradas, como están ahora.

Siggelkow se protege a sí mismo y a sus empleados lo mejor que puede. Con mascarillas, desinfectante, suficiente espacio y, como agrega con una sonrisa, «un vaso de jugo de naranja recién exprimido para que todos tengamos suficiente vitamina C».

Siggelkow es un cristiano y un observador dedicado. Cree que la sociedad alemana continuará siendo solidaria después de la crisis. «Habrá quienes se retiren aún más y solo piensen en sí mismos. Y quienes se abran y solidaricen más. Y de estos últimos estoy viendo a muchos actualmente», expresa.

(rml/rr)

Fuente e Imagen: https://www.dw.com/es/solidaridad-frente-al-coronavirus-en-alemania/a-52918705

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«Quédate en casa», quien tenga casa

«Quédate en casa», quien tenga casa

 

Una lectura desde la pedagogía crítica de la campaña contra el COVID-19

Cristo I. Mahugo

 

Queda consabida la reciente noticia del Gobierno de España sobre el COVID-19 y la aprobación del decreto de «estado de alarma». Es robustamente imperioso recordar, valorar y respetar el enorme esfuerzo que han hecho y están haciendo —principalmente— el personal sanitario; no solamente por el «trabajo» propiamente dicho, sino igualmente por la implicación comprometida que están teniendo (muchos de ellos de forma autónoma y autogestionada) con las campañas de sensibilización (información, notificaciones) y de comunicación (videograbaciones, audios).

La principal recomendación que están llevando a cabo el Gobierno, el personal sanitario y un numeroso grupo de celebridades (cantantes, escritores y escritoras, presentadores y presentadoras) es la denominada «Quédate en casa» (centrada en protocolos de actuación, medidas de control y explicaciones sobre transmisión y síntomas del COVID-19). Nos resulta interesante, más allá de la importancia que tienen este tipo de campañas, esbozar un ligero análisis sobre su preventivo titular («Quédate en casa»); llamaremos a esto, en terminología pedagógica, una «lectura propedéutica [1]».

Sabemos que la «propedéutica» la podemos entender como la «enseñanza preparatoria o previa al estudio de una disciplina» (Picardo Joao, 2005: 316) y que, a menudo, la empleamos como sinónimo de preparación y/o prevención. Por tanto, nuestra lectura tendrá dos ejes: el preventivo, por un lado, y el preparatorio, por otro.

Una lectura preventiva de tal titular es aquella que se hace habitualmente sobre las recomendaciones y consejos que «ayudan a disponer anticipadamente lo necesario para un fin». Si el fin de tal campaña es «evitar, en la mayor medida posible, nuevos contagios», entenderemos que su disposición anticipada será buscar los medios e interiorizar los comportamientos que resulten favorecedores para la consecución de tal fin.

Una lectura preparatoria de tal titular nos recuerda —valorando su faceta preventiva también— el valor que implica «estudiar» (del latín estudio, studium [2]) con el objetivo de comprender algo (profundizar en ese algo). La profundización que queremos mencionar aquí (y no es la única desde una lectura pedagógica pero sí es relevante no olvidarla) es el cierto «ataque de pánico [3]» y las compras compulsivas que estamos viviendo últimamente. Tales comportamientos nos pueden parecen «normales» debido al miedo personal al contagio y sus inherentes consecuencias (en algunos casos, mortales). Así, el ataque de pánico [4] (reacción) nos empuja a comprar compulsivamente (buscar los medios) para evitar el contagio y su propagación (el fin). La otra cara de la moneda posee también una notable apreciación: que tales actos compulsivos llevan aparejada la idea de evitar el contagio de mí o de los míos (principalmente), de llevar un necesario protocolo de prevención y de resguardarme en casa. Pero, ¿qué pasa con aquellas personas que no pueden acceder a esos medios y no pueden resguardarse en casa (porque no tienen casa) [5]? Si somos más fieles al prefijo «pan-» (en griego, todo) y menos a la deidad griega «Pan» (Panikós, terror), nos invitaremos a pensar en «ese todo»; es decir, a «pensar en todo(s)».

Si el principal «valor cívico» que observamos en los mass media y en las redes sociales en los últimos días es la solidaridad (por ej., «sé solidario y quédate en casa» o «sé solidaria y cumple el protocolo de prevención»), deberemos recordar también lo siguiente: primero, que lo cívico proviene de «ciudadano» y «ciudad», lo que significa no olvidar a todas aquellas personas ciudadanas que no tienen (por determinadas cuestiones) las disposiciones para «acceder a esos medios» y «resguardarse en casa» (por la presente razón de que no disponen de dinero o casa, entre otros); y segundo, que lo solidariamente cívico no consiste solamente en pedir información a los equipos responsables o recibir tratamiento de los equipos profesionales, sino también solicitar —con la misma fuerza y derecho— que el personal político no se olvide de las personas sin medios y sin casas. De aquellos y aquellas que ahora mismo tienen sus despensas vacías o duermen en las calles.

Partimos y compartimos una lectura pedagógicamente crítica desde los postulados teóricos defendidos por Duncan-Andrade & Morrell (en Kincheloe & McLaren, 2008: 253), a saber: «[…] defender una aproximación a la educación que hunde sus raíces en las experiencias de las gentes marginadas, que se centra en una crítica de las opresiones estructural, económica y racial, […]». Es desde aquí donde procuramos manifestar una lectura que abarque a las personas (a todas) y desde donde recordar «el obligado» valor solidario del civismo.

Autor: Cristo I Mahugo

 

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