Panamá/14 julio 2016/Autora: Emiliana Vegas Fuente: El País
Panamá tiene razones para celebrar. Desde la construcción del canal en 1914, el país no había visto una obra de infraestructura como la que se inauguró el pasado 26 de junio. Las expectativas generadas por este hito han sido muchas, y se espera que el renovado canal se convierta en el motor de un acelerado crecimiento económico en los próximos años. Sin embargo, este éxito es también una oportunidad para pensar en Panamá más allá del canal y hacer de la educación la base de un desarrollo sostenible y equitativo, apoyado por un capital humano de calidad.
Entre 2001 y 2013, Panamá creció a una tasa promedio de 7,2%, más del doble que el conjunto de la región, acercándose en términos de PIB per cápita a países de alto ingreso del entorno como Chile o Uruguay. Sin embargo, la expansión de actividades en áreas clave para el país ha generado, en líneas generales, una demanda de mano de obra con un bajo nivel educativo.
El salario de la población laboral con secundaria incompleta ha crecido alrededor de un 70% en los últimos años, mientras que el sueldo de trabajadores que han superado ese nivel de estudios ha aumentado sólo un 45%. Con la apertura del canal, es de esperarse que crezca la demanda por capital humano calificado. Hoy día, muchos de los profesionales que gozan de buenos empleos con altas remuneraciones son ciudadanos de otros países, no panameños. El sistema educativo del país requiere de una mayor cantidad de profesionales capaces de responder a las necesidades de una economía que aspira a ser un referente de competitividad e innovación.
De acuerdo a un estudio de la firma Manpower en 2015, cerca de la mitad de las compañías panameñas reportan dificultades para llenar sus vacantes con personal calificado. Esta brecha de habilidades es reflejo de un sistema educativo que debe seguir trabajando para alcanzar aprendizajes más altos y más equitativos. En las pruebas internacionales PISA del año 2009, los estudiantes panameños de 15 años con mejor desempeño obtuvieron puntuaciones similares a aquellos de más bajo desempeño en Chile. Esta situación es aún más preocupante cuando se considera que Chile —el país con mejor nivel educativo de América Latina — todavía se encuentra entre los países de más bajo nivel a nivel mundial. Asimismo, los resultados de estas pruebas ponen en evidencia las grandes inequidades existentes entre las zonas urbanas y rurales en el país: los estudiantes de áreas rurales, entre los que se cuentan las comarcas indígenas, reportaron calificaciones que los ponen un año completo de escolaridad por detrás de sus compañeros de zonas urbanas.
Entonces, es tiempo de preguntarse: ¿Está Panamá dispuesto a transformar su educación para responder al reto del desarrollo sostenible?
Un buen primer paso sería aumentar el gasto público en educación para asegurar que todos los estudiantes tengan acceso a una educación de calidad. Aunque en los últimos 15 años Panamá cuadriplicó su gasto en educación, la inversión pública en este sector se mantiene entre las más bajas de la región. Además, es importante que la inversión en educación sea más eficiente y equitativa, asignando más recursos donde más se necesitan.
Por supuesto, una mejora sustancial en la educación sólo será posible si se desarrollan políticas que atraigan, desarrollen y motiven a docentes de calidad. En varios países de la región, como es el caso de Chile, Colombia y Perú, se han implementado becas para que estudiantes de alto rendimiento se conviertan en docentes, así como programas de acompañamiento y apoyo a maestros que ya están en las aulas. Panamá merece esfuerzos similares.
Panamá le ha demostrado al mundo que es capaz de asumir y resolver grandes desafíos: lo logró cuando se hizo cargo de la administración del canal hace casi 40 años y lo ha vuelto a hacer con la ampliación. Ahora debe plantearse un nuevo reto: una educación para la competitividad.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/07/12/planeta_futuro/1468315476_153544.html