Por: Lourdes Velásquez de Urbáez/Otras Voces en Educación
La complejidad del mundo contemporáneo, sus cambios vertiginosos y la acelerada dinámica social, han propiciado en el ámbito profesional la superespecialización que en muchos casos pretenden convertir a los profesionales en un objeto que sólo responde a los haceres propios de ese oficio. De tal manera que se presta poca atención a cuestiones como que el médico se enferma, el arquitecto requiere de una vivienda, el electricista a veces no tiene luz en su casa y que el educador requiere educarse, brindar educación a sus hijos, igual como lo hace con sus estudiantes.
Requiere entonces, cada profesional, mirarse a sí mismo como mira a los beneficiarios de sus servicios, mirarse a sí mismo a su desgaste, a lo que implica el ejercicio profesional en este mundo tan rápidamente cambiante, en el que cada segundo se produce información, descubrimientos y saberes que ponen en discusión el modelo de ejercicio profesional que se está desarrollando en la actualidad.
En el caso de la profesión docente, en la cual nos desempeñamos, nos encontramos con el caso de niños que tienen la información antes que nosotros, pues tienen acceso a las redes sociales y tiempo para dedicarse a ello. A veces están empoderados de una extraordinaria información pero en otros casos son informaciones erradas, sin base científica, desfasadas de la realidad y el docente, en todos los niveles y modalidades tiene que enfrentarse día a día a esa situación.
Es entonces una lucha entre la realidad virtual y la realidad real, en la que la línea separatoria de estas dos realidades ya es casi imperceptible. El caso es que la información está disponible antes de llegar al aula.
Esto requiere de una formación además de la información por parte del docente que muchas veces se pregunta ¿para qué educo? Todo está en internet. Parece que sí y parece que no. Es parte de la encrucijada antagónica en la que se encuentra el docente hoy. En internet no está todo, se requiere internautas que son personas reales, con una ética unos valores unos principios unas creencias.
El mundo contemporáneo está movido por las guerras, los intereses de los poderosos, la industrialización, la hegemonía de unos países por encima de otros, la explotación los niños trabajadores, los niños sin identidad legal por mencionar algunos aspectos que nos comprometen. ¿Qué hacemos, colegas?
Tocar el corazón de los estudiantes es importante para formar integralmente. Ya sabemos que están bien informados, nos corresponde a nosotros su formación, su descubrir el ser, ya que no sólo el conocer está en juego en el proceso educativo, sino también y básicamente el ser.
Y cómo se aborda el ser? pues desde el ser, sin temor; cierto es que el afán del diario vivir en el que está envuelto el docente de hoy, no tiene el tiempo para dedicarse a explorar su propio ser, preguntarse ¿quién soy? Cuando poco a poco comienza a explorarse a sí mismo, comienza a reencontrarse con un ser maravilloso, emprendedor que habita muy dentro de él; es ese ser el que sale al encuentro de ese otro, ese niñx, joven, adolescente, adultx, que pasa por situaciones similares a las nuestras y requiere de una vía para construir conocimientos, una de esas vías es la afectividad, a la que a veces tanto ellos como nosotros nos negamos a reconocer dentro de nosotros mismos.
Sabemos que no somos los únicos que formamos a nuestros estudiantes, forma la familia y la sociedad con todas las herramientas diseñadas especialmente para ello y otras que surgen espontáneamente en el marco de dinámica social. La formación no sólo va aconteciendo en los estudiantes, también el docente es impactado por todas estas variables sociales, que modifican o confirman su manera de ver la vida, de interpretar los hechos, de observar los fenómenos, en fin, su cosmovisión.
El docente debe trabajar su propia afectividad y revisar el para qué fue formado, lo que nadie nos dijo. Sólo sabemos que fuimos formados como docentes pues no sabemos para qué. Es tarea de nosotros abordar ese descubrimiento, pronunciarlo y reconocerlo.
El Libertador Simón Bolívar (1824) en su Carta de Pativilca a su Maestro Don Simón Rodríguez escribe con agradecimiento “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso.” Esa corta frase del Libertador, ilustra sobre una educación que va mucho más de lo técnico, de los conocimientos, de los saberes, apunta a lo que llamamos afectividad. A eso debemos llegar nosotros en nuestro ejercicio profesional, a reconocer que somos seres necesitados del amor y la ternura en todos los aspectos de nuestras vidas, el profesional es uno de ellos, el cual abarca muchas horas hábiles del día. Dediquémonos entonces a dos cosas: a trabajar la afectividad propia y la de nuestros estudiantes y a explorar el para qué educamos.
Por acá militamos en la opción de Educar para Otro Mundo Posible, y ese mundo posible se conforma de justicia, libertad, inclusión, respeto a los Derechos Humanos, tolerancia, en fin un mundo de amor, que se manifiesta en todas estas cualidades expresadas ahora y que chocan, en todo, con este mundo de explotación y hegemonías impuestas. Esta necesidad de educar en el amor, hacia otro mundo posible, se aborda en los foros mundiales como una nueva concepción de la educación emancipadora, liberadora.
Por tanto nuestra formación continua debe contemplar esa temática subjetiva que se exprese objetivamente, en una praxis pedagógica liberadora y transformadora. Esa es la afectividad que debe mover al educador en todos los niveles y modalidades del sistema educativo. Es por ello que resulta indispensable interrogarnos a menudo ¿cómo ama un docente?
Ante esta difícil pregunta es importante observar un poco, antes de responder, a estas situaciones que puedes encontrar un día cualquiera en cualquier calle: alguien secando una lágrima de un niño, elevándolo en sus brazos para que alcance el columpio del parque, enseñándole en una esquina el significado de los colores del semáforo, contándole la historia de su país y del mundo, enseñándole a clasificar los desechos, reconociendo sus inventos, emprendiendo una lucha para que se respeten los derechos de todos a la educación, exigiendo educación gratuita y de calidad, vida digna, derecho de los niños a jugar..Con toda seguridad se trata de un maestro con su afectividad y amor a flor de piel.
Moacir Gadotti (2012) en su obra Educar para otro mundo posible, basado en una recopilación del Foro Social de Sao Paulo expresa:
Educar para otros mundos posibles es también educar para encontrar nuestro lugar en la historia, en el universo. Es educar para la paz, para los derechos humanos, para la justicia social y para la diversidad cultural, contra el sexismo y el racismo. Es educar para erradicar el hambre y la miseria. (p. 207)
De acuerdo a este planteamiento, el educador para esos otros mundos posibles tiene una afectividad cargada de paz, libertad. Siente con el otro, no para lamentarse, sino para emprender juntos las acciones necesarias para cambiar todo lo que se oponga a ese mundo mejor que merecemos todos, no sólo él.
Así ama el educador, así enseña a amar a sus estudiantes, niños, adolescentes, jóvenes y adultos porque este compromiso involucra a todos y juntos construyen la historia, en conciencia de que van nadando contra corriente.
De tal manera que, así las cosas, la educación es un acto de amor, de amor liberador y transformador de realidades injustas y desiguales hacia otra que se acerque más a la igualdad y la libertad.
Es por ello que el educador siempre está caminando e investigando, observando con ojos críticos la realidad en la que acontece la educación; por eso el docente no sólo se fija en el niño, la niña que tiene en el aula, sino en el contextito social, en su familia, su comunidad, su propia cultura y sus fortalezas para reforzarlas.
La afectividad del educador lo mueve al compromiso social y ético, con la Patria, la escuela y sus estudiantes específicamente. El educador, desde su afectividad conoce y reconoce a cada uno de sus estudiantes, y aun sabiendo de la violencia que nos invade, incluso en las mismas aulas con el bullyn que tanto daño hace, ese docente, promueve la cultura de paz entre sus estudiantes.
Un educador, movido por el amor, sabe que sólo no puede emprender la construcción de esos mundos posibles, pero inicia, involucra sus estudiantes y, asume los retos de su profesión y militancia docente con entusiasmo, promoviendo el diálogo, el trabajo compartido, la construcción colectiva.
Sin embargo, su formación profesional, en muchos casos, no incluye estos aspectos considerados por algunos como subjetivos y que poco aportan al ejercicio de su profesión; son estas pinceladas de afectividad, las que permiten enfrentarse a subjetividades impuestas que nos impiden mirar la historia como partícipes y protagonistas de ella.
Los docentes que descubren y fortalecen su afectividad, van desarrollando una visión crítica de su propia pedagogía proponiendo, entonces, vías y estrategias que permitan una praxis educativa más pertinente, justa y más humana.
El Educador, que trabaja la afectividad propia y la de sus estudiantes cree en sus sueños, y los sueña con sus estudiantes y es por ello que pueden luchar juntos por hacer realidad esa utopía compartida.
Vivir esta temática tan necesaria, en realidad no es fácil, por cuanto el maestro no siempre cuenta con el apoyo de otros docentes, de los padres de los niños, de los directores y gerentes educativos que sólo exigen, en algunos casos, puntualidad y desarrollo de los contenidos programáticos oficiales.
Sin embargo, la afectividad del educador no le impide cumplir sus compromisos, es más, lo mueve a honrarlos pero en la seguridad de que esa realidad específica en la que transcurre su vida profesional, ese entorno, no es el mundo pero es parte de él y de sus estudiantes y debe ser transformada pues hoy es causa de heridas, pero el reto es que en lo adelante ese entorno transformado, sea causal de alegría, paz y libertad vividas en comunidad.
Quedan estas ideas como una alternativa abierta a posibles y futuras investigaciones en este tema que pudieran aportar apoyo y sugerencias para hacer posible la formación y ejercicio de la afectividad del educador como una vía para construir, en colectivo, ese otro mundo posible.
Para finalizar les dejo un fragmento de un cuento breve de Antony de Mello (2015)
“Usted perdone”, le dijo un pez a otro, “Es Usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá Usted ayudarme: Dígame, ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes sin resultado.”
“El Océano” respondió el viejo pez, “es donde estás ahora mismo”
“¿Esto? Pero si esto no es más que agua…lo que yo busco es el Océano”, respondió el joven pez totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte…..
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BOLÍVAR. Simón. “Carta al Señor Don Simón Rodríguez”. Compilado en Pensamiento Pedagógico Emancipador Latinoamericano. Universidad Bolivariana de Venezuela. Caracas, 2007
DE MELLO, Anthony. “El Canto del pájaro”. Ediciones SALTERRAE. Argentina, 2015
GADOTTI, Moacir.”Educar para otro mundo posible” CIM/OPSU. Caracas, 2012