Las migraciones animales más duras del planeta

Por:  Joe Riis/Ecoportal/17-03-2017

Numerosas especies, desde las mariposas a los caribúes, se enfrentan a caminatas increíblemente largas y desafiantes.Según Jamie Gillooly, biólogo en la Universidad de Florida, las aves son probablemente las que se enfrentan a las migraciones más impresionantes, tanto en términos de distancia como de dificultad.Por ejemplo, las aves limícolas y paseriformes reducen el tamaño de sus órganos digestivos antes y durante las migraciones para así aligerar su carga. Una vez la migración ha terminado, vuelven a crecer, afirma Gillooly, que recientemente ha sido coautor de un estudio sobre la masa corporal y las migraciones junto con Andrew Hein, de la Universidad de Princeton.Al vueloEl ranking a la migración más larga del mundo lo lidera el diminuto charrán ártico, que vuela “del Ártico al Antártico y viceversa”, dice Gillooly.En su tortuosa ruta, este pájaro de poco más de 100 gramos, viaja alrededor de 71.000 kilómetros. Sí, has leído bien. De hecho, gracias a un reciente estudio de seguimiento, se estima que a lo largo de toda su vida, el charrán ártico migra aproximadamente una distancia de 2,4 millones de kilómetros –¡lo que equivale a tres viajes de ida y vuelta a la Luna! –.Hugh Dingle, autor del libro Migrations: The Biology of Life on the Move, explica que los charranes realizan esta proeza en cuestión de días, pero “paran y se alimentan durante el viaje”. ¡Menos mal!Carsten Egevang, autor principal del estudio sobre la materia, añade que estas aves toman diversos desvíos en su camino hacia el norte en primavera, yendo desde la Antártida y pasando por África y Sudamérica hasta finalmente llegar al Ártico. Pero los charranes siguen siendo todo un enigma para los investigadores, ya que se desconoce el motivo por el que viajan tan lejos.En la categoría de los viajes más impresionantes sin detenerse, la clara ganadora es la aguja colipinta. En los seguimientos realizados a a estas pequeñas aves limícolas de pico largo en su vuelo desde Nueva Zelanda hasta el norte de China, se concluyó que no paraban para alimentarse, beber ni descansar, afirma Gillooly.Una aguja colipinta etiquetada recorrió 11.500 kilómetros en un solo viaje sin detenerse desde Alaska a Nueva Zelanda. Esto supone el vuelo sin paradas más largo que se haya registrado nunca. Además, el ave incluso “durmió” durante el viaje apagando una de las mitades de su cerebro cada vez.“Las únicas ocasiones en las que tienen que consumir una gran cantidad de energía es en las zonas de calmas ecuatoriales”, una región del Pacífico en torno al Ecuador con aire en calma y tiempo impredecible, añade Dingle.“Sino, siguen los vientos y realizan el viaje en dos o tres días”. De hecho, esta aguja colipinta consumió durante su maratoniano viaje todos los depósitos de grasa acumulados: más del 50% de su peso corporal.
¡Al agua!

Pero si de lo que hablamos es de migraciones por cantidad de animales, las sardinas se llevan la palma. Cada año un gigantesco grupo de sardinas recorre las aguas del océano Índico en busca de aguas más cálidas. Durante la “Sardine Run” –nombre con el que se conoce popularmente– se enfrentan a un peligroso recorrido de 1.500 kilómetros a lo largo de las costas de Sudáfrica.

Se han registrado bancos que alcanzan los 15 kilómetros de longitud y entre los 30 y 60 metros de profundidad. De hecho, su magnitud es tal que se pueden observar desde los satélites del espacio.

Y cómo no, esta migración masiva atrae también a diversos depredadores: delfines, tiburones, gaviotas, cormoranes e incluso lobos marinos están invitados a este enorme bufet libre de peces.

Insectos extraordinarios

Las mariposas monarca pueden presumir de ser las estrellas entre los insectos migrantes, cubriendo cerca de 5.000 kilómetros en sus migraciones, pese a la drástica reducción en sus migraciones.

Pero Dingle habla también de los pulgones de la hoja de maíz, a los que llama “desvalidos ambulantes”. Esta especie es autóctona de Estados Unidos y Canadá, y se encuentra normalmente en campos de maíz, de ahí su nombre. Utilizan sus mandíbulas para perforar la planta y extraer la savia, de la que obtienen el alimento necesario.

A pesar de su tamaño –de aproximadamente 2 milímetros de largo– estos insectos viajan aproximadamente 1.000 kilómetros desde Texas a Illinois en busca de comida, atraídos por el color amarillo claro de las nuevas plantas.

“Tienen que alcanzar un objetivo: nuevas plantas en crecimiento”, dice Dingle.

Estos bichitos contrarrestan sus escasas posibilidades –ya que son la presa favorita para aves y otros animales– creando “cientos y cientos de pulgones”, añade.

Además, el tiempo seco les favorece, ya que impide que se desarrollen los patógenos que pueden resultar mortales para los pulgones de la hoja de maíz.

¿Y los mamíferos?

Pero incluso las migraciones de grandes mamíferos pueden pasar desapercibidas. De hecho, solo recientemente se ha descubierto que el ciervo mula migra aproximadamente 241 kilómetros por Wyoming, atravesando en su camino autopistas, vallas y ríos.

Los caribúes de las regiones árticas se desplazan desde los bosques boreales a las tundras  y de las tundras de nuevo hacia los bosques boreales cada año, afirma Dingle. Una vez llegan a su destino, pasan varios meses alimentándose de pastos, llegando a consumir hasta cinco kilogramos al día.

Además, son las hembras de caribú las que inician la ruta migratoria, y semanas después las siguen los machos y las crías. A pesar de que su viaje no es tan largo cuando se compara con el de otros migrantes –aproximadamente 1.000 kilómetros–, es un viaje difícil ya que caminar consume más energía que volar o nadar.

Después de todo, los mamíferos ungulados no pueden impulsarse con el viento

Y finalmente…

También es necesario añadir que la dificultad de las migraciones animales es muchas veces sobrestimada por parte de nosotros, los humanos, afirma Dingle. La mayoría de las especies se han adaptado bien a su estilo de vida.

En realidad, para la mayoría de los animales, la parte más difícil es conseguir llegar a la edad adulta, dice.

Así que si es o no “arduo”, depende del ojo –o la pezuña, ala o aleta– de quien mire.

Ecoportal.netNational Geographic

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