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‘No estoy aprendiendo nada’: América Latina enfrenta una crisis de educación pandémica

Por: www.nytimes.com/

Mientras las economías se tambalean y millones de niños y jóvenes están fuera de las aulas, los expertos advierten que los estudiantes latinoamericanos están abandonando las escuelas en cifras alarmantes.

SOACHA, Colombia — Dos de los hijos de Gloria Vásquez ya habían abandonado la escuela durante la pandemia, incluida su hija de 8 años, Ximena, que se había quedado tan rezagada que tenía problemas con la aritmética más básica.

“¿Uno más uno?”, preguntó Vásquez a su hija una tarde.

“¿Cuatro?”, aventuró la niña.

Ahora, Vásquez, una madre soltera de 33 años y ama de llaves de un motel que no pasó de quinto grado, se decía a sí misma que no podía dejar que su tercer hijo dejara la escuela.

“¿Dónde está Maicol?”, preguntó a sus hijos, al llamar a casa una noche durante otro largo turno fregando pisos. “¿Está estudiando?”.

Maicol, de 13 años, ciertamente no estaba estudiando. Frustrado por las hojas de tareas que sus profesores le enviaban por mensaje de texto —lo más parecido a la enseñanza que su escuela había podido darle en más de un año—, Maicol había acompañado a su tío al trabajo. Juntos arrastraban una carretilla gigantesca por las calles, rebuscando entre la basura, recogiendo botellas y latas para venderlas por unos centavos el kilo.

“No estoy aprendiendo nada”, dijo, mientras su madre lo volvía a regañar por ir a trabajar en vez de estudiar.

Ya avanzado el segundo año de la pandemia, América Latina enfrenta a una crisis educativa. Ha sufrido el cierre de escuelas más largo de cualquier región del mundo, según Unicef, casi 16 meses en algunas zonas. Mientras que muchos estudiantes de los países más prósperos han regresado a las aulas, 100 millones de niños de América Latina siguen estudiando total o parcialmente a distancia, o, como en el caso de Maicol, en una aproximación lejana a eso.

Los funcionarios y expertos en educación dicen que las consecuencias son alarmantes: con las economías de la región afectadas por la pandemia y las conexiones con las aulas tan desgastadas, los niños de primaria y secundaria están abandonando la escuela en gran número, a veces para trabajar donde puedan.

Según estimaciones del Banco Mundial, es posible que millones de niños en América Latina ya hayan abandonado el sistema escolar. En México, 1,8 millones de niños y jóvenes no retomaron sus estudios este año, lo que equivale a cerca del cinco por ciento de la población en edad escolar, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía del país.

Se calcula que Ecuador perdió 90.000 alumnos de primaria y secundaria. Perú dice que ahora hay 170.000 menos. Y a las autoridades les preocupa que las pérdidas reales sean mucho mayores porque innumerables niños, como Maicol, siguen técnicamente matriculados, pero tienen dificultades para continuar sus estudios. Más de cinco millones de niños en Brasil no han tenido acceso a la educación durante la pandemia, un nivel no visto en más de 20 años, dice Unicef.

El aumento del acceso a la educación ha sido uno de los grandes logros del último medio siglo en América Latina, con un incremento de la matriculación de niñas, estudiantes pobres y miembros de las minorías étnicas y raciales, que llevó a muchos a la clase media. Ahora, una avalancha de abandonos escolares amenaza con hacer retroceder años de progreso duramente conseguido, agudizando la desigualdad y posiblemente configurando a la región para las próximas décadas.

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Libro (Pdf) Geografías del Conflicto: Crisis Civilizatoria, Resistencias y Construcciones Populares en la Periferia Capitalista

¿La pandemia de hoy o el capitalismo de siempre

Fuentes: Tierra viva/Laura Álvarez Huwiler

Nuevo libro: «Geografías del conflicto». Compilado por Daiana Melón y Mariana Relli Ugartamendía, aborda desde la pandemia al modelo agropecuario, de los humedales a la crisis habitacional, la crisis civilizatoria y las construcciones de alternativas populares. Material de libre descarga, compartimos uno de los quince capítulos.

“En esta confluencia de crisis sociales y ecológicas, ya no podemos permitirnos ser poco imaginativos; no podemos permitirnos soslayar el pensamiento utópico. Estas crisis son demasiado serias y las posibilidades demasiado avasallantes como para ser resueltas con las formas tradicionales de pensamiento, que son justamente las productoras de estas crisis”, escribía Murray Bookchin en 1972, sin haber vivido la actual crisis sanitaria desatada por el virus Covid-19. Quizás no imaginó específicamente esta pandemia, pero sí previó, como otras y otros ecologistas, las brutales consecuencias de un accionar cada vez más avasallante y destructor que como sociedad estamos teniendo sobre la naturaleza.

El 2020 ha sido, hasta ahora, aunque con diferencias dependiendo el lugar, un año trágico para la humanidad entera: colapsos de los sistemas de salud, muertes, encierro y la consecuente pérdida de socialización para personas adultas y jóvenes, una crisis económica mundial sólo comparable con la crisis del treinta, con sus correlatos de mayor desigualdad, desocupación y pobreza, por mencionar sólo algunas de las consecuencias más inmediatas de esta pandemia.

Según la propia Vicesecretaria General de las Naciones Unidas, Amina J. Mohammed, “entre 70 y 100 millones de personas podrían verse empujadas a la pobreza extrema; 265 millones de personas más podrían enfrentar una grave escasez de alimentos a fines de este año, y se estima que se han perdido 400 millones de puestos de trabajo, por supuesto, afectando de manera desproporcionada a las mujeres” [1].

A pesar de los diferentes análisis que pueden encontrarse sobre el origen y desarrollo de la pandemia del coronavirus, gran parte de los científicos y las científicas, incluso los de la “ciencia hegemónica”, coinciden en que es innegable la relación causal entre esta pandemia y los problemas causados por la destrucción de la biodiversidad [2]. Y esta destrucción de la biodiversidad existe gracias a una forma particular que cobra la escisión entre la sociedad y la naturaleza en el sistema capitalista. La sociedad capitalista no solo reproduce una objetivación de la naturaleza previa a este sistema, sino que además la mercantiliza, es decir, la convierte en recurso económico, elegantemente denominado como “recurso natural”.

Hoy más que nunca, debido a las visibles consecuencias de la actual pandemia, debemos cuestionar esta conversión de la naturaleza en recurso económico, como lo viene haciendo el movimiento socioambiental en las luchas en defensa de los bienes comunes. Pero esta mercantilización de la naturaleza, sin embargo, no es un hecho aislado, sino que es parte de la maquinaria irracional de producir, vender y consumir que en este sistema tiene como fin principal la generación de la rentabilidad capitalista.

Como parte de esta maquinaria irracional, por un lado, los gobiernos, los grandes laboratorios y las universidades vienen persiguiendo, desesperadamente, la vacuna contra esta enfermedad. Aunque, “si este tipo de pandemias echa raíces en las tramas de la producción capitalista, ¿cómo puede una vacuna ser la solución que todos esperamos?”, se pregunta Rob Wallace, investigador en la Universidad de Minnesotta [3].

Por otro lado, en simultáneo, los gobiernos buscan una solución inmediata que revierta la crisis económica que estamos atravesando, como la desesperada búsqueda de inversiones por las cuales los Estados capitalistas compiten, promocionando actividades rentables para las grandes empresas del mundo. Entre estas actividades se encuentran las causantes de un cambio ambiental global, es decir, las responsables de estas pandemias. Y, además, son causantes del cambio climático que ya está generando tantos o más desastres que el propio coronavirus, con sequías, deforestación e inundaciones, por mencionar sólo algunos de sus efectos.

Por lo tanto, cualquier salida que busquemos para terminar con las pandemias, deberá generar cambios profundos en la forma de producción, y, a su vez, debemos discutir quién decide qué y para qué producimos como sociedad. Tendremos que cuestionar si lo define la rentabilidad capitalista o las necesidades de las poblaciones. Pero, además, deberemos reflexionar sobre cuáles son las necesidades de la población, porque en el capitalismo no solo las cosas se fetichizan, sino también nuestras necesidades. Éstas, digamos, adquieren vida propia. Así, por ejemplo, se naturaliza la necesidad de producir por producir y consumir por consumir, transformando a “crecer o morir” o a “comprar o morir” en máximas de la sociedad actual, tal como decía Bookchin (1972).

Para terminar con este mundo de pandemias, entonces, no basta pensar cómo haremos para abastecer todas nuestras necesidades, sino que también debemos cuestionarnos acerca de nuestras propias necesidades.

Sin embargo, sólo podrán impulsar un cuestionamiento de este tipo sujetos libres para elegir sus necesidades, no para elegir ofertas en tiendas de supermercado; sujetos libres para modificar una forma de producción generadora de pandemias y, antes que nada, para modificar la finalidad de esa producción.

Pero lejos de una búsqueda de soluciones profundas, se nos presentan cotidianamente propuestas de salidas falsas a este problema, sean mágicas o simplemente superficiales, como lo son las que impulsan bonos verdes, energías limpias, explotación de la naturaleza en manos de empresas estatales, entre otras.

Una solución profunda no puede reducirse a una discusión de quiénes y cuánto tienen que pagar por destruir la naturaleza, desforestar, verter líquidos contaminantes o agrotóxicos en ríos. Es decir, esta solución no puede limitarse a impulsar políticas que busquen que los precios incorporen el costo de las “externalidades”.

En otras palabras, no se trata de plantear impuestos, propuesta histórica neoliberal, aunque ahora se vista con camisas progresistas. Su ya vieja y conocida proclama de “el que contamina paga” significa determinar un precio para la destrucción de la naturaleza y de nuestros cuerpos. De todos modos, incluso introduciéndonos en la lógica de los profetas de los impuestos verdes y sus amigos desarrollistas, surge el interrogante de cómo calcularían, a la luz de la situación actual, es decir, de una crisis económica y social sin precedentes, los “costos” en cuestión.

Tampoco puede restringirse la solución a una propuesta de “energías más limpias” llevadas adelante por una sociedad irracional, que las transformará en nuevos mercados para el capital. Las propuestas mágicas de un “capitalismo verde” no pueden ser la consigna de quienes busquen una solución real a este mundo de pandemias. Porque aquella irracionalidad, así como la objetivación de la naturaleza y del trabajo humano en tanto recursos para la rentabilidad, son inseparables de la esencia del sistema capitalista en el que vivimos.

Mucho menos puede reducirse a una discusión sobre si la explotación y destrucción de la naturaleza debería hacerse de forma privada –sea ésta con capitales nacionales o extranjeros–, estatal o mixta. Es decir, no importa quién destruye la biodiversidad, sino la destrucción misma. Así como no importa si quien explota a las trabajadoras es un capitalista bueno o malo, si nació en la Patagonia o en Alemania. La destrucción de la naturaleza y la explotación del trabajo humano no saben de banderas.

Por último, sobre todo no encontraremos la solución cuestionando el mal -o sub-desarrollo- que padecemos, ilusionándonos con un mejor o mayor desarrollo. Una ecología crítica no puede someterse a la promoción de un desarrollo sin más, sino que debe desnaturalizar la necesidad de ser una sociedad más y más productiva, es decir, desfetichizar la necesidad de producir de forma eficiente como objetivo en sí mismo, porque la “productividad” así como las “necesidades humanas” no pueden desprenderse del contexto social en el que surgen.

La productividad -o eficiencia- en el capitalismo se nos impone como imperativo, como meta para alcanzar un desarrollo que la sociedad ya no se cuestiona. Y la productividad en el sistema actual implica, en un país como Argentina, la necesidad de producir más commodities para exportar o para atraer inversiones extranjeras. Y, entonces, por ejemplo, para que la minería tenga una producción eficiente, sea más productiva y, por lo tanto, genere más divisas, tendrá que dinamitar montañas y utilizar grandes cantidades de agua y energía, contaminar ríos, es decir, generar “externalidades”, o sea, destruir la naturaleza [4].

Tampoco la agroindustria podría ser más productiva en este mundo dominado por la competencia y la rentabilidad capitalista dejando de utilizar agrotóxicos que generan, entre otras consecuencias, contaminación en los suelos y en los cuerpos de las personas, es decir, otras “externalidades” [5]. Por lo tanto, la búsqueda de una mayor productividad en este mundo gobernado por la rentabilidad capitalista, solo puede traducirse en más despojo y destrucción de la naturaleza. Pero no necesariamente porque todos los empresarios o los gobiernos estén ansiosos por contaminarnos, sino porque esta es la manera de hacerlo en un mundo irracional gobernado por la rentabilidad.

Por lo tanto, en lugar de ilusionarnos con regresar a esa “normalidad” que causó esta pandemia mundial, deberíamos detenernos a observar que cuando la máquina de producir, comprar y consumir se frenó como resultado de la cuarentena, se produjo una caída sin precedentes de la emisión de dióxido de carbono (CO2), una de las principales causantes del cambio climático. Por un momento, la naturaleza respiró, vimos más pájaros y más estrellas. Pero solo por un momento. Porque nuestros gobiernos no están frenando la maquinaria para pensar si podemos como humanidad producir de otra manera, para repensar nuestras necesidades reales y para que pensemos en cómo usar esa capacidad de enfrentar, dominar y destruir a la naturaleza, en reconstruir creativamente una nueva forma de reconciliarnos con ella.

Pero no hay tiempo para estas reflexiones, porque tenemos que pagar la deuda, salir de la crisis, buscar inversores, exportar, destruir montañas, contaminar aguas, incendiar bosques, destruir humedales para producir soja, impulsar proyectos de criaderos industriales de cerdos a gran escala, aunque puedan generar nuevas zoonosis y más. Eso nos dicen los gobiernos y eso es lo que están haciendo para buscar una “reactivación económica”. Es decir, volver a una, y quizás más fuerte, “normalidad” a la cual, como decía una pared de Hong Kong, no podemos retornar porque la normalidad era precisamente el problema.

Pero mientras empresarios y gobiernos buscan nuevos negocios pandémicos, en nuestra contradictoria sociedad se generan voces críticas, etiquetadas por los de arriba como “antidesarrollistas” o incluso “ecoterroristas”. Voces algunas sueltas y otras organizadas en asambleas, que se atreven a cuestionar los “bellos” discursos desarrollistas; que comenzaron a defender lo que quizás aún no identificaban como “bien común”, porque éstos eran sólo “el bosque”, “el cielo”, “el río”, “el agua”; y hubieran seguido existiendo como tales si una empresa o el Estado no hubieran dicho “¡esto es mío, lo voy a destruir para hacer dinero!”.

Sólo a partir de ese momento, aquello que era parte de un “entorno natural”, esas montañas, esos ríos, esos bosques, ese cielo y esa agua, empiezan a transformarse en un proceso de defender lo común.

La idea de “bienes comunes” se opone entonces a la de “recursos naturales”, en tanto representación de la mercantilización de la naturaleza.

Pero no debe enfrentarse para generar una nueva objetivación de la naturaleza, es decir, en tanto lista de “objetos naturales, pero ahora comunes” como algo preexistente a las luchas socioambientales, sino, justamente, para desfetichizar esa objetivación de la relación de dominación, para ir destruyendo aquella relación de dominación como modo predominante de relacionarnos con la naturaleza.

En sus proclamas “contra el saqueo y la contaminación”, esas voces que se multiplican buscan discutir la necesidad de más desarrollo capitalista y defender su derecho a la autodeterminación, porque para solucionar los problemas de raíz, esas voces saben que debemos construir relaciones diferentes, tanto entre seres humanos como con la naturaleza.

Cuestionar la relación de dominación de la humanidad sobre la naturaleza se va aunando así con una lucha contra la propia dominación de una parte de la humanidad por otra. Dominación que, como la maquinaria de necesitar, producir, consumir y comprar, no nos es impuesta desde afuera, sino que la hacemos funcionar a diario como sociedad.

Por ello, no es casualidad que estas voces busquen el modo asambleario como otra forma de hacer política no jerárquica, como otro modo de tomar decisiones, aunque no sin contradicciones, no sin frustraciones, no sin tropiezos, no sin vicios propios “heredados” de una sociedad capitalista, por lo tanto, irracional, patriarcal y jerárquica. Ninguna forma asamblearia, ni defensa ecologista en este mundo puede desprenderse del todo, como las necesidades sociales, del mundo en el que nacen. Pero, ahora, la búsqueda de una sociedad verdaderamente libre, no jerárquica y racional, que pueda definir sus necesidades, se hace sumamente imprescindible. Porque sabemos las y los ecologistas críticos que, si la sociedad actual continúa con este proceso de destrucción de la biodiversidad, es muy probable que, lejos de dominar completamente a la naturaleza como pretendería la soberbia humana, ésta sea incapaz de sustentarnos como especie.

Descarga el libro aquí: https://muchosmundosediciones.files.wordpress.com/2021/05/geografias-del-conflicto-1.pdf

Referencias bibliográficas

Álvarez Huwiler, L. (2017). Minería, dinamismo y despojo. RELACSO, 10.

Bookchin, M. [1999, (1972)]. La ecología de la libertad. Madrid: Nossa y Jara Editores.

Schmidt, M. y Toledo López, V. (2018). Agronegocio, impactos ambientales y conflictos por el uso de agroquímicos en el norte argentino. Revista Kavilando, 10 (1), 162-179.

Notas

[1] Noticias ONU, “La recuperación de la crisis económica debida al Covid-19, a debate en la ONU”, 8/9/2020.

[2] Puede leerse en el informe elaborado por 22 especialistas en el tema, convocados por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas. https://ipbes.net/pandemics, 2020.

[3] El Salto, “Rob Wallace: Las vacunas pueden ayudar, pero hay que intervenir para que la Covid-19 no sea seguida de la Covid-20, Covid-21, etc.”, 16/11/2020.

[4] Para más información sobre las características que asumió la nueva forma de

producción minera a gran escala, puede leerse Álvarez Huwiler (2017).

[5] Para más información sobre las características del agronegocio y sus consecuencias ambientales y en la salud de la población, véase Schmidt, M., y Toledo López, V. (2018).

Laura Álvarez Huwiler. Investigadora del Centro de Investigación en Economía y Sociedad de la Argentina Contemporánea (UNQ) y Profesora en la UNAJ. Correo electrónico: lauralvhu@gmail.com

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/la-pandemia-de-hoy-o-el-capitalismo-de-siempre/

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Panamá: Educación y promoción de la salud, claves en pandemia

Por: Ohigginis Arcia Jaramillo/prensa.com

Epidemiólogos y especialistas en salud pública coinciden en que el Ministerio de Salud (Minsa) debe involucrar mucho más a las comunidades en la lucha contra la Covid-19.

La aparición de la vacuna supuso un gran aporte en la lucha contra la Covid-19, pero desde la perspectiva de varios especialistas es hora de incorporar mucho más la educación y la promoción de la salud en esta pandemia.

Tanto para el epidemiólogo Arturo Rebollón como para el especialista en salud pública Jorge Luis Prosperi se trata de herramientas “muy valiosas” que se pueden aplicar mientras el país alcanza la inmunidad de rebaño, es decir, que se haya vacunado a entre el 70% y el 80% de la población.

De momento, se ha aplicado al menos una dosis de la vacuna de Pfizer/BioNTech o de AstraZeneca/Universidad de Oxford a poco más de 21% de los 4.2 millones de habitantes del país.

En palabras de Rebollón, el país se encuentra en un escenario de aceleración de todos los indicadores de la Covid-19, entre ellos, la cantidad de contagios y el porcentaje de positividad. No obstante, subrayó que a diferencia de la primera ola, en julio, o la segunda, en diciembre de 2020, en esta ocasión hay una menor sobrecarga en los hospitales con el número de hospitalizados.

“Durante la primera ola de julio teníamos a 50 pacientes adicionales en las unidades de cuidados intensivos y en la segunda llegamos a los 3 mil hospitalizados”, dijo.

Ahora mismo hay 590 pacientes hospitalizados por la Covid-19, de los cuales 501 están en sala y 89 en unidades de cuidados intensivos.

A juicio del epidemiólogo, lo que hay que hacer en este momento es reforzar y evolucionar el mensaje de prevención y educación en los gobiernos locales y comunidades, por medio de campañas que lleguen a las personas.

“La sociedad necesita diversión, confianza en el futuro y satisfacción personal. Estamos viendo más de lo mismo porque el mensaje ha sido el mismo”, puntualizó el especialista, y agregó que se deben hacer campañas educativas a través de movimientos cívicos, Iglesias y juntas comunales.

En ese contexto, apuntó que el secreto está en la “información” que reciba la comunidad, debido a que en la medida en que las familias tengan el control de la información no tomarán decisiones incompletas relacionadas con la Covid-19.

Reformular estrategia

En esa misma línea se pronunció Prosperi, quien manifestó que se debe reformular la estrategia de comunicación, diseñar campañas, materiales educativos, mensajes y actividades a nivel local y nacional con la participación de la comunidad, para tener una población informada sobre la pandemia. “Nos hemos olvidado de la promoción de la salud dentro de las mismas comunidades en esta pandemia”, dijo.

Para el especialista en salud pública la comunicación y los entornos saludables son básicos en la realidad actual, ya que si hay entornos saludables existe menos posibilidad de que la enfermedad se transmita, y si se tiene a una población sana es menos probable que la enfermedad se manifieste en ellos de una forma más grave.

“Los servicios de la salud deben estar orientados a promover la salud y no a la atención de los enfermos. Los grandes hospitales ocupados de pacientes vienen siendo el fracaso de los sistemas de salud. La promoción y prevención de la salud debe venir del primer nivel de atención, es decir, los centros de salud, pero con el apoyo de gobiernos locales, clubes cívicos y organizaciones comunitarias”, concluyó.

Puerta a puerta

La atención primaria en pandemia ha sido uno de los temas abordados por laOrganización Panamericana de la Salud (OPS).

Para el organismo internacional, el contexto de pandemia demanda que los equipos de atención primaria en salud “vayan más allá de los muros de los establecimientos [o centros] de salud” para realizar visitas puerta a puerta, no sólo en la búsqueda activa de casos de Covid-19, sino también para dar continuidad a otros servicios esenciales.

Entre esos servicios están: antenatal, perinatal, del recién nacido y de la primera infancia; los programas de control de salud y preventivos a grupos de riesgos y personas vulnerables; la atención y prescripción a pacientes con enfermedades crónicas y enfermedades transmisibles; la atención a la salud sexual y reproductiva, y la salud mental.

En un informe, la OPS también plantea que es preciso asegurar al personal del primer nivel de atención condiciones de seguridad, para brindar los servicios a las comunidades y poblaciones vulnerables.

La conclusión de este organismo es clara: “la pandemia ha evidenciado la necesidad de invertir en sistemas de salud basados en una fuerte atención primaria . La atención primaria con enfoque familiar y comunitario, que considere el ámbito territorial y la actuación intersectorial, favorece una prevención y control de la pandemia más eficaz”.

https://www.prensa.com/impresa/panorama/educacion-y-promocion-de-la-salud-claves-en-pandemia/

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Activista jamaicana de alfabetización pone más libros en manos de niños aislados por restricciones por COVID-19

Por: Emma Lewis
Traducido por: Gabriela Garcia Calderon Orbe

«Debemos centrarnos siempre en el aspecto de la inclusión».


Con la mayoría de escuelas de primaria y secundaria de Jamaica cerradas desde marzo de 2020, cuando el país registró su primer caso de COVID-19, la pandemia ha dado a la educación un fuerte golpe. Los niños, sobre todo los niños de bajos recursos, han enfrentado problemas de conectividad por falta de conexión inalámbrica, dispositivos o ambos, y aprender se les ha vuelto más difícil si las circunstancias de su casa no son las adecuadas.

En su reciente informe parlamentaria, la ministra de Educación, Fayval Williams, reconoció que pese a los tremendos esfuerzos para no “perder” estudiantes con diversas iniciativas, más de 120 000 niños se han retirado del proceso educativo desde que la pandemia empezó.

Editora y presidenta saliente de la Asociación de la Industria del Libro de Jamaica (BIAJ), Latoya West-Blackwood. Foto por cortesía de West-Blackwood, utilizada con autorización.

Las clases presenciales se retomaron el 10 de mayo en más de 350 escuelas, que se limitaron a estudiantes que rendían exámenes. Se espera que las escuelas reabran en septiembre, pero no hay garantías de eso. El impacto que esta situación tiene en la alfabetización hizo que la presidenta saliente de la Asociación de la Industria del Libro de Jamaica (BIAJ), la editora Latoya West-Blackwood, empezara una iniciativa para alentar a los niños a leer, por placer.

A inicios de mayo, BIAJ se asoció con la Fundación Comunitaria GrassROOTS de Estados Unidos para donar 500 “paquetes de alfabetización” a 12 escuelas de primaria de Jamaica. En entrevista por correo electrónico, West-Blackwood explicó más del proyecto y su visión por la lectura.

Emma Lewis (EL): ¿Por que crees que promover el amor por la lectura en los niños es especialmente importante en este momento?

Latoya West-Blackwood (LWB): Una cultura nacional de la lectura y el conocimiento siempre ha sido importante. La pandemia acaba de poner en la mira algunas cosas que siempre hemos necesitado abordar como sociedad. Desde 2011, la BIAJ, a través del Festival del Libro de Kingston, ha hecho campaña para fomentar la lectura por placer. La experiencia cultural podría haber hecho que los niños conocieran los libros y vieran la lectura como algo para “gente brillante”, o un medio para un fin cuando se trata de obtener buenas calificaciones o aprobar un examen.

Hemos organizado actividades […] para demostrar que las historias tienen un poder real. Los cuentos profundizan la comprensión del mundo desde todos los ángulos: el ambiente, las culturas, la gestión de conflictos y el autocuidado, o hasta una buena carcajada. Nuestra preocupación actual es por los niños que antes de la pandemia tenían un acceso limitado a la literatura, y que ahora han estado aislados durante más de un año de las bibliotecas o de adultos afectuosos que alimentaban el amor por la lectura.

Para quienes tienen la suerte de tener hogares seguros y acceso a los libros, la lectura ha sido una fuente de consuelo, alegría y un escape a las dificultades que ahora enfrentamos. Estamos agradecidos por asociaciones como la que hemos formado con la GrassROOTS Community Foundation […] que nos han permitido llegar a los niños de toda Jamaica.

Niños del Centro de Lectura de Trench Town leen un libro sobre Nelson Mandela en 2013. Algunas de las donaciones de paquetes de alfabetización se hicieron a los niños de la comunidad de Trench Town. Foto de Emma Lewis, utilizada con autorización.

EL: ¿Crees que se ha producido suficiente material de lectura para niños de color en el Caribe? Y si no, ¿qué falta?

LWB: ¿Nunca habrá suficientes libros? Para mí, no. Mi sueño sería que se produjeran muchos más títulos al año, se incorporara la última tecnología digital para ofrecer una experiencia emocionante y envolvente en todos los géneros, especialmente en rubros como historia, matemáticas, ciencia y cultura. La representación importa y hay muchas historias que contar: las que enseñan, las que inspiran y las que nos hacen reír sin grandes lecciones morales.

Publicar es un negocio y hay mucho espacio para que crezca una industria propia de Jamaica y el Caribe […] que fusione la pasión con el beneficio. Hay algunos libros bien producidos por editoriales como Blue Banyan Books y el Premio CODE Burt de Literatura para adultos jóvenes. Necesitamos más programas […] que impulsen el descubrimiento de nuevos talentos con la financiación y los esfuerzos de ventas necesarios para apoyarlos.

Voluntaria empaca libros para los paquetes de alfabetización. Fotografía por cortesía de Latoya West-Blackwood, utilizada con autorización.

EL: ¿Pero hay lectores jamaicanos?

LWB: Me preguntan eso a menudo y a veces parece que hemos creído el estereotipo [de que los jamaicanos no leen]. No tenemos una sólida cultura nacional de la lectura, pero ¿hemos examinado por qué? La lectura es un hábito. La lectura es mágica, sí, pero definitivamente no es difícil averiguar por qué hay dificultades con la lectura en nuestro país.

¿Cómo presentas a los niños con los libros? ¿Tienen acceso independientemente de su clase o sus capacidades? ¿Cuántas escuelas primarias de Jamaica tienen un espacio dedicado a la lectura y al debate? ¿Cuántas comunidades cuentan con bibliotecas bien provistas, con bibliotecarios formados y una lista regular de programas y actividades para involucrar a los ciudadanos? ¿Cómo esperamos que se fomente el pensamiento crítico? ¿Con exámenes? Las respuestas a estas preguntas serán aún más relevantes ahora, cuando se produzca una alteración masiva de la educación, un aumento de la desigualdad y un énfasis en el pensamiento y las habilidades de orden superior en un mundo impulsado por la tecnología.

EL: ¿Cómo ha impactado en los niños y la lectura el aprendizaje en línea? ¿Los dispositivos aumentan o restan a la alegría?

LWB: El aprendizaje en línea ha dado una plataforma segura para seguir aprendiendo mientras esperamos que se reabran las escuelas de forma segura. También está el desarrollo de nuevas habilidades digitales para profesores, estudiantes, padres y otros interesados. Veo que un sistema híbrido es el camino del futuro.

Para los niños que antes leían y siguen teniendo acceso a los libros, las páginas han sido un lugar seguro frente a la pandemia. Para otros, la situación ha empeorado; esos son los alumnos que nos preocupan. Hará falta un esfuerzo colectivo y sostenido para volver a atraer a esas mentes, porque no hay duda del lugar que ocupan los lectores en la era de la economía global impulsada por el conocimiento. No podemos dejar rezagado a ningún niño.

Por último, no hay competencia entre los libros o contenido impreso y la tecnología. Es una mentalidad regresiva enfrentarlos, hasta con fines comerciales. La tecnología sigue moldeando y transformando cómo experimentamos el mundo. Lo mismo ocurre con la edición. Tenemos que centrarnos siempre en el aspecto de la inclusión.

Centro de Lectura de Trench Town en 2013, estas niñas leen un libro de la editorial local Blue Banyan Books. Se enviaron varios paquetes de alfabetización a la comunidad de Trench Town. Foto de Emma Lewis, utilizada con autorización.

EL: ¿Cuál es tu visión para la alfabetización en Jamaica? ¿Cómo se le puede dar un gran impulso en los próximos diez años?

LWB: Una parte fundamental de mi visión de la alfabetización en Jamaica se relaciona con el aumento de la financiación estratégica y la mejora de los resultados de aprendizaje de los niños, con dar a los alumnos de los primeros años (aquí es donde tiene que empezar el cambio) programas de alfabetización de calidad y basados en datos, en la escuela y fuera de la escuela. Tuve la suerte de trabajar con la doctora Jean Beaumont y su equipo EduConnect del proyecto Latinoamérica y el Caribe Leen, que ha dado a Jamaica y a otros países de la región un modelo de programas y evaluaciones de lectura eficaces (el Ministerio de Educación desempeña aquí el papel principal). También es necesario revisar y renovar la formación de los profesores (los profesores que no leen no pueden motivar a los alumnos para que lean bien), y la acción comunitaria (movilizar a los padres y otros interesados para que apoyen a los niños fuera del aula y hagan que la lectura sea divertida con materiales culturalmente relevantes). También es mi sueño ver a Kingston como Capital Mundial del Libro de la UNESCO.

Fuente: https://es.globalvoices.org

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México: Depresión afecta a estudiantes universitarios durante pandemia

Por: Jennifer Muñiz Y Sharon Jiménez

El coronavirus cambió aceleradamente la forma en que se imparte la educación, ya que la escuela y el hogar se combinan en el mismo espacio tras el cerco epidemiológico que nos confinó en casa desde hace más de un año. Además de los problemas que existen en la educación que reciben aquellos jóvenes con menos recursos, falta de conexión a internet, situaciones familiares y económicas complicadas, tal como nos lo muestra el Informe de Perfil de Estudiante de nuevo ingreso de la UACM del año 2019, existe un problema muy importante: la salud mental de los estudiantes.

 

El impacto psicológico en estudiantes universitarios mexicanos se vio reflejado por la presencia de síntomas como estrés, problemas para dormir, ansiedad y sobre todo depresión.

El Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México reveló en mayo de este año que, en la Línea de la Vida, un servicio de atención telefónica para la atención de crisis emocionales, se han atendido 41 mil 412 llamadas entre enero de 2020 y marzo de 2021, todas relacionadas con estados emocionales, tales como ansiedad, depresión, insomnio y tentativa de suicidio. La Línea de la Vida es un servicio dedicado a la atención y promoción de la salud mental, así como a la prevención, recuperación, y rehabilitación de sustancias psicoactivas y emergentes.

El psicólogo Giovanni De La Peña, especialista en estas condiciones de salud, afirma que seguirán aumentando los problemas de salud mental debido a la pandemia de COVID 19.

“Existirán mayores niveles de ansiedad, depresión e ira, las cuales se fueron acumulando en cada persona que estaba en confinamiento, pues no podían expresarlas como suelen hacerlo cotidianamente cuando se podía salir de casa. Si juntamos las noticias catastróficas que día a día se mantuvieron, es posible que afecten a las personas causando mal humor, tristeza, etc.”.

Una de las afectaciones que más se ha intensificado durante esta cuarentena, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la depresión, qué en esta condición psicoafectiva multifactorial, la persona afectada es propensa a cambios emocionales y a sentimientos de tristeza.

Hanna Sánchez

Hanna vive en Iztapalapa y tiene 20 años, y desde que comenzó el confinamiento se encuentra estudiando en línea al igual que muchos estudiantes en el país. Ella narra en entrevista, ha tenido problemas de depresión que ha tenido qué atender “La verdad todo ha sido muy pesado, estoy inscrita a cinco cursos de tres horas cada uno. Si las clases fueran presenciales no tendría ningún problema con eso, pero las condiciones lo hacen bastante difícil. He estado a punto de rendirme y decir: ya basta, me siento deprimida”, dice Hanna.

La depresión de Hana ha intervenido en sus estudios y eso la mantiene preocupada todo el tiempo, y relata que “además de la depresión he sufrido de insomnio, me cuesta mucho dormir, veo el reloj a las tres, cuatro de la mañana, y tengo clases a las siete. No puedo ni levantarme ni concentrarme. Me cuesta mucho estar tranquila porque pienso y pienso, me canso mentalmente. Me estresa mucho que a veces hay temas que no me entran, el semestre pasado abandoné dos cursos, me sentía sin ganas de seguir, ya no hacía tareas ni entraba a clases”.

¿Por qué está afectando tanto la depresión a los universitarios?, De La Peña explica algunas razones que llevan a los estudiantes a sufrir depresión: “las personas somos seres sociales que estamos en constante movimiento, conociendo y aprendiendo, al quitar eso, el estudiante comienza a ser monótono, al grado de llegar al aburrimiento, desesperación y a no sentirse útil. Parte de la vida es tener un propósito o alguna meta que queremos lograr, pero si solo estamos en casa, nadie nos observa, somos seres con necesidades de aceptación por parte de algún grupo con el cual nos sintamos pertenecientes, esto puede afectar a las personas, y si agregamos la presión que genera estudiar en la universidad, se genera depresión, no es un hecho, pero sí un factor que influye”.

El psicólogo recomienda solicitar ayuda profesional en cuanto se muestren síntomas de depresión: “Cuando observamos a alguien que no se quiere levantar de su cama, que todo le aburre y que no encuentra una motivación para seguir con su vida cotidiana, es necesario pedir ayuda profesional, recurrir a especialistas o grupos de ayuda que puedan levantar el ánimo de la persona. No es recomendable tomarlo a la ligera o pensar que solos pueden. El especialista deberá de dar opciones para el tratamiento, por lo general es encontrar motivación o actividades que la persona vuelva a disfrutar dentro de su vida. Hay que recordar que cada persona es diferente y va a necesitar tratamiento de acuerdo con su diagnóstico”.

Desde los canales virtuales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México se proporcionan recursos para atención psicológica gratuita, entre las que destaca la línea telefónica del Centro de Investigaciones en Psicoanálisis y Ciencias Sociales (CEPCIS) para brindar apoyo psicológico a los estudiantes uacemitas, una estrategia convenida por ambas instituciones, que contempla el apoyo de especialistas en salud mental que brindan servicio psicológico de forma gratuita a la comunidad de esa universidad. Para brindar ese servicio, los especialistas del CEPCIS solicitan a los estudiantes un correo con su matrícula y nombre completo.

*Este reportaje fue producido por estudiantes del Taller de Periodismo de Investigación del plantel Tezonco de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

Fuente: https://desinformemonos.org/depresion-afecta-a-estudiantes-universitarios-durante-pandemia/

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Trabajo infantil en tiempo de pandemia

Por: Elisabeth De Puig

A pesar de lo que queremos aparentar, somos todavía un país de pobres, en parte por los bajos salarios que percibe la mayor parte los trabajadores y por la fuerte incidencia del trabajo informal.

En este año de pandemia e incertidumbre, el mes en que se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil es propicio para llamar la atención sobre el aumento de los riesgos en que incurre la niñez tanto a nivel global como local.

Hace cien años en la República Dominicana la mayor parte de la población vivía en las zonas rurales. Las escuelas eran escasas. Los niños acompañaban a sus padres desde temprano en las faenas agrícolas y las niñas eran asignadas a las tareas domésticas junto a sus madres.

A lo largo de un siglo el país ha tenido un crecimiento económico acelerado, pero de carácter contradictorio, al sustentarse en una significativa concentración de la riqueza y en la reproducción de la pobreza.

Esta sigue arropando una parte considerable de la sociedad dominicana que culturalmente no se ha alejado todavía de los viejos patrones de comportamiento, donde se ve como normal que los hijos sean ayudantes o proveedores, según los casos.

Hoy en día, el difícil contexto de crisis económica y reducción de empleos afecta de manera especial a las familias vulnerables, que han perdido sus ingresos sin tener para sus hijos e hijas ni siquiera asegurada la comida de la tanda extendida.

Antes de la pandemia se registraba una tasa de inasistencia escolar del 9.0%. En la actualidad la deserción escolar, fruto del cierre de las escuelas y de la estrategia de enseñanza virtual, se sitúa para los niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años, entre 13.2 y 17 %, según los resultados de un estudio simulado presentado en julio de 2020 por la Vicepresidencia de la República, Oxford Poverty and Human Development Initiative (OPHI) y el Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN).

Además, con dos años perdidos, muchos de los desertores estarán en sobre edad, con altas probabilidades de ser víctimas de trabajo infantil u otras formas de explotación y, por tanto, de no regresar a las aulas.

El hacinamiento, la mala alimentación, el desempleo, la violencia social propia de la marginalidad -que se ha multiplicado por la Covid-19- favorecen el trabajo infantil, como lo hacen el desempleo, la inestabilidad laboral de los adultos y el cierre de las escuelas que ha aumentado la desprotección de la niñez.

Es notorio el aumento de niños y niñas deambulando por las calles, trabajando en talleres, rondando en los alrededores de los mercados buscando trabajitos y comida, vendiendo favores a hombres maduros o sencillamente víctimas de explotación sexual.

No podemos olvidar que, a pesar de lo que queremos aparentar, somos todavía un país de pobres, en parte por los bajos salarios que percibe la mayor parte los trabajadores y por la fuerte incidencia del trabajo informal. Asalariados e informales no logran cubrir las necesidades básicas de sus familias.

La lucha contra el flagelo del trabajo infantil y el retroceso que conocemos en la actualidad es tarea ardua y multisectorial. Le compete en primera línea al gobierno central con sus políticas de redistribución del ingreso, a varios ministerios, a las empresas, a las ONGs y a la sociedad civil.

No no podemos ilusionar con palabras bonitas y promesas de logros. Es con un trabajo tesonero de articulación social que se podrá avanzar en el camino de la disminución del Trabajo Infantil e impedir el sacrificio de una generación.

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Millones de niños en África no pueden recibir educación escolar

Por: trt.net

Save the Children ofreció una declaración sobre el tema

Millones de niños en África no pueden recibir educación escolar debido al nuevo tipo de coronavirus (Covid-19) y enfrentamientos armados.

La organización de derechos humanos Save the Children ofreció una declaración escrita convocando a los gobiernos e instituciones internacionales a crear el ambiente apropiado para que los niños puedan ir a la escuela.

“Millones de niños en África no pueden recibir educación escolar por la pandemia del Covid-19 y enfrentamientos armados “.

Destacando que hubo un retroceso en el sistema educativo porque los niños no pueden cursarse, se llamó a dar los necesarios pasos para prevenir esta situación.

Se encuentran en el mundo cerca de 160 millones de niños trabajadores.

África es la región donde hay más niños trabajadores, cada uno de 5 niños está trabajando.

https://www.trt.net.tr/espanol/vida-y-salud/2021/06/16/millones-de-ninos-en-africa-no-pueden-recibir-educacion-escolar-1659385

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