Fuente UNICEF/ 16 de Abril de 2016
Emergencias de todo tipo amenazan a la sociedad y afectan profundamente a la infancia. UNICEF cree que mediante la educación puede lograrse que los países retornen a la normalidad después de una situación de crisis. Además de constituir un derecho humano fundamental, la educación es una herramienta de recuperación. No sólo sirve para restaurar la educación, con el consiguiente beneficio para las poblaciones afectadas, sino que contribuye también a que las comunidades puedan reconstruir las instituciones y sistemas destruidos por los desastres naturales o los conflictos.
La comunidad internacional, cada vez más consciente de la importancia de la educación en los países que se recuperan de una crisis, ha apoyado los esfuerzos de UNICEF en este ámbito. A finales de 2006, de la colaboración entre UNICEF y donantes y aliados clave nació Enderezar el rumbo, el fondo de transición creado en apoyo de intervenciones estratégicas cuyo objeto es contribuir a la reconstrucción de los sistemas educativos, prevenir la recurrencia de las crisis y mitigar la fragilidad de los países que se encuentran en tránsito desde una crisis hacia el desarrollo normal. Los beneficios de la educación en las sociedades que acaban de pasar por una situación de crisis son de largo alcance.
Además de servir como centros de distribución de suministros de socorro, las escuelas son lugares seguros en los que los niños y niñas reciben cuidados y atención, y en los que están a salvo de ser abducidos, reclutados por las milicias o explotados con fines sexuales o económicos. Cuando las comunidades o las familias atraviesan una situación de crisis, los niños y las niñas son especialmente vulnerables al tráfico de seres humanos y a otras formas de maltrato.
En las escuelas se genera también un entorno que resulta adecuado para la recuperación psicológica y emocional. Las situaciones de emergencia son especialmente traumáticas para la infancia. Reestableciendo el ritmo cotidiano y contribuyendo a restaurar una sensación de normalidad, las escuelas se convierten en espacios terapéuticos que generan estabilidad y continuidad en medio de la destrucción. Ya sea mediante programas psicosociales o mediante el aprendizaje y los juegos, las escuelas desempeñan un papel fundamental en el proceso curativo.
Una vez restablecida la educación, provee los conocimientos y las aptitudes necesarias para sobrevivir a las crisis. Difundiendo información sobre la protección contra las minas terrestres, la prevención del SIDA, el cuidado de la salud y la higiene básica, la resolución de conflictos y la consolidación de la paz, la educación dota a los niños y niñas, y por ende a sus familias y comunidades, de las herramientas necesarias. En las sociedades que se recuperan de una crisis, la educación contribuye a sentar los cimientos para el desarrollo.
Además, ocupándose de los niños y niñas y prestando servicios de socorro, las escuelas contribuyen a que las familias puedan ponerse de nuevo en pie y hacen posible que los progenitores dispongan del tiempo suficiente para comenzar a reconstruir la vida familiar.
La educación no sólo forma parte de los esfuerzos básicos de recuperación sino que es la simiente de la oportunidad para el futuro, la ocasión de “reconstruir mejor”. En los países afectados por un conflicto a largo plazo la educación puede actuar como catalizador de la paz, forzando a las partes previamente enfrentadas a colaborar en beneficio de sus niños y niñas. Durante la frágil etapa posterior a un conflicto, las sociedades pueden crear unos sistemas educativos de carácter más inclusivo basados en un plan de estudios que promueva la paz y la reconciliación.
Mientras que la estabilidad política y la reconciliación auténtica pueden tardar mucho tiempo, lograr que los niños y niñas regresen a la escuela es una victoria rápida que arroja beneficios tangibles, impulsa el proceso de desarrollo y prepara el terreno para un futuro estable.