¿Cómo identificar en kínder a los alborotadores del mañana?

¿Qué pasaría si las escuelas y los hacedores de política fueran capaces de predecir con una buena dosis de fiabilidad a los alborotadores y los casos de éxito del mañana? ¿Y si esto podría hacerse de una manera rentable en el momento en que los niños entran en el kínder?

Una nueva investigación fascinante sugiere que estamos a punto de hacer precisamente esto. La evidencia proviene del Proyecto Fast Track, una intervención integral diseñada para ver cómo los niños se desarrollan a través de sus vidas al proporcionar tutoría académica, el desarrollo de habilidades sociales y la regulación de la conducta. Trabajando en cuatro comunidades diversas y vulnerables en los EE.UU. (Durham, Nashville, Pennsylvania rural y Seattle), el proyecto identificó y evaluó a casi 900 niños de kínder, en tres cohortes sucesivas (1991, 1992 y 1993), y al azar les asignó a un grupo de control o de intervención. El proyecto trabajó con estos niños en durante su trayecto en la escuela, recogiendo datos en puntos claves hasta el presente.

Como parte del proyecto, los maestros de kínder aplicaron la Subescala de Habilidades Prosociales-Comunicacionales de la Escala de Competencia Social a sus alumnos (en grupos de control y de intervención). Esta subescala consta de nueve sencillos ítems. Por ejemplo: si el niño coopera con sus compañeros sin tener que pedírselo, si ofrece su ayuda a otros, si es bueno en la comprensión de los sentimientos, o si puede resolver problemas por su cuenta. No es ciencia espacial. Nada complicado. Sólo nueve preguntas que los maestros pueden responder acerca de sus estudiantes en una escala de cinco puntos: 1) nada, 2) un poco, 3) moderadamente bien, 4) bien y 5) muy bien.

Al analizar la evidencia de esta subescala aplicada solamente a los niños del grupo de control, es decir, aquellos niños que no recibieron intervenciones del proyecto en la etapa del kínder, se encontraron resultados asombrosos.

Casi veinte años después, el ranking de maestros de kínder demuestra ser increíblemente profético. La puntuación de un niño en la subescala de nueve preguntas predice una serie de resultados claves en  adolescentes y adultos jóvenes, incluyendo el graduarse de la escuela a tiempo, entrar y graduarse de la universidad, tener un empleo estable como adultos jóvenes, si reciben asistencia pública, y si han sido arrestados. Todo esto, controlando los factores clave, como la pobreza, la raza, el tener padres adolescentes, la agresión y los niveles de lectura en el kínder. Usted puede adivinar fácilmente qué niños terminaron dónde. Los niños con niveles más altos de habilidades prosociales tienen más probabilidades de alcanzar con éxito los hitos clave como adolescentes y como adultos jóvenes. Aquellos con niveles más bajos tienen más probabilidades de repetir el curso, de estar en la educación especial y/o de ser delincuentes o alborotadores juveniles. De hecho, los niños que obtuvieron una puntuación alta en la subescala señalaron tener cuatro veces más probabilidades de graduarse de la universidad que los que anotaron puntuación baja.

Pensemos en el poder y el potencial que tienen estos resultados. Para niños. Para las escuelas. Para las sociedades. La obtención de estos datos es económica y no invasiva. Y tenerlos puede resultar muy valioso para la identificación de niños en riesgo a una edad temprana y para la focalización de intervenciones eficaces desde el ingreso a la escuela en adelante. Las habilidades socio-emocionales son más maleables que otras (por ejemplo, las cognitivas), lo que significa que necesitan empezar a trabajarse temprano, pero se tiene un período de tiempo más largo para hacer una diferencia. Los niños necesitan formar y mantener lazos significativos con sus pares, con adultos sanos. Y las instituciones como la escuela pueden evitar muchos de los ganchos de riesgo en la vida.

Hay un buen número de programas que pueden ayudar y que han sido rigurosamente evaluados, tales como Fast Track. Los datos como los recogidos por la Subescala Prosocial-Comunicacional pueden informar el proceso de selección y agudizar la focalización. Y, si esto no es convincente, según algunas estimaciones, la costo-efectividad de los programas de aprendizaje social y emocional llega a US $ 11 por cada dólar invertido (Teachers College, 2015).

Comparemos esto con iniciativas difíciles de poner en práctica como la reducción de tamaño de la clase o la de focalizar los programas de capacitación laboral para jóvenes marginales (generalmente los alborotadores) para los que los rendimientos son negativos o intrascendentes.

¿Qué pasa si más escuelas y hacedores de política se dieran cuenta de la evidencia de esta manera? ¿Los alborotadores recibirían el apoyo y las intervenciones que necesitan de manera oportuna y rentable? ¿Habría menos de ellos? ¿Llegarían a convertirse en adultos productivos y veríamos niveles inferiores de delincuencia, de asuntos mentales y otras cuestiones socialmente destructivas?

Mi apuesta es que sí.

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Aimee Verdisco

Especialista líder de la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo. Es autora de una serie de informes técnicos y documentos sobre la educación y la reforma del sector, la primera infancia, y desarrollo de la fuerza laboral en América Latina y el Caribe.